El Elegido Por Los Dioses II

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    III. SOY UN MATEMTICO

    1: 29 de mayo de 1825

    En enero de 1825 el peridico Moniteuranunci que la coronacin de Carlos Xtendra lugar esa primavera en Reims. Los ciudadanos de Reims miraban con orgullo

    y gratitud las torres de su catedral desde las cuales una lluvia de oro descenderasobre la ciudad. No antes de mucho tiempo hasta un agujero oscuro, si contena unacama, se alquilara por sesenta francos por noche.

    El embajador britnico, lord Northumberland, envi a su mayordomo a buscaralojamiento en Reims. Este vio un cartel que deca: En venta ante una gran casa ypregunt al propietario:

    Cunto?Diez mil francos.Slo quiero alquilarla.Por cunto tiempo?Por los tres das de la coronacin.Entonces le costar treinta mil francos.

    Un mes antes de la coronacin, un enjambre de albailes hicieron pedazos to-

    das las piezas flojas de la escultura de !a catedral, por temor de que una de ellas ca-yera sobre la cabeza del rey. Fragmentos del rostro de Cristo y trozos de las alas delos ngeles fueron a parar a la basura.

    En mayo elMoniteuranunciaba gozosamente que el rey sera ungido con el an-tiguo leo sagrado que haba trado desde el cielo una paloma. La preciosa vinajerahaba sido conservada en Reims durante siglos. Pero en el ao terrible de 1793, elciudadano Ruhl, representante del pueblo y comisario de la convencin, arrebat lasanta botella de la catedral, la rompi sobre la cabeza de la estatua de Lus XV y de-rram el leo sobre el rey de piedra y el fango bajo l. Pero ocurri un milagro, yalgunos personajes dignos de confianza pero cuyo nombre no trascendi recogieron

    las golas sagradas de la piedra y el fango y las conservaron cuidadosamente para elgran da en que un rey Borbn fuese nuevamente coronado en Reims.

    La procesin entr en la catedral temprano en la maana del da de la corona-cin. El rey luca un traje de color cereza con rayas de oro, y los pares de Francia querodeaban al rey llevaban largas mantas de terciopelo y armio con encajes de oro.

    Dentro, la austera catedral gtica ofreca en la ocasin el aspecto de un teatrogriego y la funcin tuvo lugar bajo un dosel hecho de satn carmes. El arzobispo y elrey eran los principales actores de una comedia cuya representacin llev cinco aos

    y en la que el rey cambi de vestido seis veces. En esto lo ayudaba su primo, el pri-mer prncipe de la sangre, Lus Felipe, duque de Orlans. En una escena el rey yacipostrado en cojines, mientras su apuesto rostro y pelo gris tocaban la alfombra en

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    que pisaba el arzobispo. El representante del Santo Padre pinch la carne del rey conuna aguja de oro a travs de siete agujeros abiertos en las ropas de Carlos. En otraescena el rey se arrodill ante el arzobispo, despus de recibir el cetro en la manoderecha y los smbolos de la justicia en la izquierda. Y el arzobispo ungi la cabezadel rey con el santo leo milagrosamente conservado para colocar luego la corona

    sobre ella.Algunos de los presentes recordaban un espectculo muy distinto, si bien

    igualmente colorido, que los haba deleitado unos veinte aos antes. Se representno en Reims sino en la Catedral de Notre Dame de Pars. Entonces no fue el arzobis-po sino el mismo papa quien viaj desde Roma para coronar al joven dios de la gue-rra. Y Napolen no se prostern ante el Santo Padre. No! A Su Santidad ni siquierase le permiti tocar la corona. Fue el propio Bonaparte quien aferr la corona deCarlomagno y con sus propias manos imperiales la puso firmemente sobre su propiacabeza imperial.

    Aquellos de los presentes que odiaban a los ultras miraban el espectculo teme-rosos de que el rey prestara el antiguo jurament de los reyes franceses: conservarlos derechos de la Iglesia y exterminar a los herejes. Con alivio, oyeron las palabrasnuevas en el antiguo rito: el rey jur obedecer la constitucin.

    Cuando al fin termin la ceremonia y con todas sus insignias reales Carlos sesent rgidamente en el trono, los cansados espectadores exclamaron: Vivat rex inaeternum.

    La Revolucin? El Imperio? Eran slo breves y oscuros episodios del gloriosopasado de Francia. Ahora, en que el linaje borbnico iba a reinar por siempre, lashuellas de aquellos das deban desaparecer de la tierra y sus recuerdos deban morir

    en los corazones de los hombres.La gran cortina que separaba el extremo de la catedral fue descorrida, la multi-tud entr precipitadamente, las campanas taeron, el rgano rugi, las trompetasresonaron, los caonazos contestaron al fuego de mosquetera y cientos de palomasfueron soltadas desde el techo abovedado; revolotearon en una nube de incienso,asustadas por el ruido de la multitud.

    As fue coronado en Reims el ltimo rey francs.

    2: 1825-1827

    Aquellos eran los aos en que la vencida burguesa francesa comenz de nuevoa levantar la cabeza y en que acu dos gritos de combate para su lucha contra losultras. El primero, vive la charte, tuvo poco efecto. El pueblo no deseaba preocuparsepor la constitucin, a la que el rey haba jurado respetar. El segundo grito de comba-te apres la imaginacin de Francia e inflam a la nacin. A lo largo y lo ancho delpas se repeta una y otra vez con palabras variables: abajo los jesuitas, abajo lacongregacin, abajo los curas negros. Un diario liberal filosofaba: Ser difcil ex-plicar nuestra poca a nuestros hijos. La controversia teolgica est a la orden delda y slo omos hablar de monjes y jesuitas.

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    La estupidez y ceguera de los ultras partidarios de Carlos y de los jesuitas era elmejor aliado de la oposicin. Los liberales repetan y volvan a repetir los mismosargumentos: Francia estaba gobernada por el rey, pero el rey era un ttere en manosde los jesuitas. Las cmaras aprobaron una ley en cuya virtud el robo de objetos sa-grados de la Iglesia se castigaba con la muerte. Las mismas cmaras aprobaron una

    ley que castigaba la profanacin de la hostia a la par que el parricidio. El rey se habapostrado ante el arzobispo en Reims. No mostraba esto que los jesuitas deseabanretrasar el reloj de la historia hasta la Edad Media y los tiempos de la Inquisicin?

    Pronto los tenderos y comerciantes de Pars fueron testigos de algo aun msalarmante. En la fiesta de la Iglesia, en la celebracin del Jubileo de 1826, las proce-siones religiosas marcharon por las calles de Pars y el rey apareci en todas ellas. Enla ltima y ms pomposa, se bendijo la piedra fundamental del monumento del reymrtir Lus XVI. Carlos X, miembros de la familia real, cardenales, obispos, dos milsacerdotes, mariscales, generales, oficiales de estado mayor, pares, diputados, fun-cionarios civiles, magistrados, formaron una procesin que en longitud y magnifi-cencia super a todas las otras.

    La artillera rugi al llegar la procesin a la Plaza Lus XV. El arzobispo de Parssubi los peldaos del gran altar. Tres veces pidi al cielo misericordia y perdn,mientras todos los presentes caan de rodillas. Entonces el rey, vestido con un traje

    violeta, el color del duelo real, se adelant para colocar la piedra fundamental que elarzobispo haba de bendecir. A los parisienses, dispuestos a observar cualquier actocolorido, estos dos trajes el del rey y el del arzobispo les parecan muy semejan-tes. Apenas haba vuelto la procesin a Notre Dame entre el atronar de caones, atravs de calles en que estaban formadas tropas, cuando un nuevo rumor comenz a

    propagarse desde Pars: el de que el rey haba sido hecho obispo, que era miembrode la Orden Jesutica, que la procesin era una penitencia que le haba impuesto laIglesia en expiacin de los errores de su juventud. Siguieron rumores cada vez msextravagantes a travs de declaraciones orales y folletos impresos: que nadie podaobtener un cargo pblico a menos que fuese jesuita; que los sacerdotes podan for-mar un cuerpo combatiente de mil hombres armados con dagas; que el papa podadeponer a un soberano si deseaba hacerlo. Decase que el gobierno del fanatismo erams peligroso para el campo, el comercio y las fbricas que la anarqua de los mssangrientos revolucionarios. El gobierno trataba de detener estas argumentacionesllevando ante los tribunales a quienes despreciaban a personas o cosas relacionadas

    con la religin. Pero en la mayor parte de los casos los acusados eran liberados porlos jueces, despus de lo cual su lenguaje se volva ms violento e injurioso. Los es-caparates de las tiendas parisienses exhiban dibujos de sacerdotes con panzas pro-minentes y rostros obscenos, o cuadros de delgados monjes ascetas que quemabanlos libros de Voltaire. El espectro del jesuita era llevado a dimensiones irreales hastaque lleg a arrojar sombra de odio y temor sobre toda Francia.

    En los cafs, los clubes, los despachos de bebidas la palabra que ms se oa erajesuitas. En los Colegios Reales los estudiantes repelan lo que haban odo de suspadres. El estado de nimo que prevaleca en el Louis-le-Grand queda ilustrado porla triste carta que Monsieur Laborie, el nuevo director escribi a su superior, el mi-nistro de Educacin:

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    No hay espritu religioso entre los alumnos. Los pocos que son piadosos seavergenzan de hacer el signo de la cruz, temerosos de que los otros respondan consarcasmos y risas. Para ellos nada es sagrado. Su espritu y su corazn son salvajes.La maldad ha llegado aqu a su grado ms alto, y hay poca esperanza de mejora. Has-

    ta los profesores dan mal ejemplo pues no van regularmente a la capilla. Los padresdan mal ejemplo, ya que excitan la imaginacin de sus hijos y los incitan a rebelarsehallndoles incesantemente de la famosa orden de los jesuitas y los peligros queentraa el dominio de la Iglesia. Los jesuitas es el tema ms popular entre los estu-diantes. Cmo podemos tratar estos estudiantes convencidos de que su accin re-belde tendr la aprobacin de sus padres?

    Despus de la rebelin en el Louis-le-Grand, Monsieur Berthot, el desdichadodirector, fue separado de su cargo, luego de haber expulsado a ciento quince alum-nos, la flor y nata de la escuela, todos los cuales haban ganado certmenes y hechodel Louis-le-Grand el ms distinguido de los Colegios Reales. Sin embargo, y esto nose perdon, el espritu de rebelin continu vivo. De modo que a M. Berthot se losepar del cargo y en su reemplazo se design a Monsieur Laborie. Monsieur Berthothaba sido brutal, cruel, torpe. Monsieur Laborie era un hombre de modales corte-ses, hbil en la intriga y amaba al rey. El mismo espritu dirigira el colegio, pero lamano llevara ahora guantes para suavizar el dolor y ahogar el ruido cuando se sofo-caban rebeliones de estudiantes.

    Eran stos los aos en que Evaristo Galois avanzaba paso a paso hasta que llega la clase de retrica. No olvid nunca que solo el hecho de que hubiera estado au-

    sente del banquete de San Carlomagno lo haba salvado de la suerte de los cientoquince estudiantes expulsados.Eran stos los aos en que los maestros del Louis-le-Grand se quejaban de que

    el estudiante Evariste Galois se mostraba sooliento, falto de disciplina y ambicin.Puede tener capacidad, decan, inclusive una notable capacidad, pero es inmaduro yraro. El director le aconsej vehementemente a Monsieur Nicols Gabriel Galois quepermitiera que su hijo Evaristo repitiera la segunda clase. Pero Monsieur Galois noestuvo de acuerdo y s ocurri que, en el otoo de 1826, Evariste entr en la clase deretrica y cont en das la distancia que lo separaba de la libertad.

    3: Febrero de 1827

    Un sonoro Adelante contest los golpecitos de Evariste; entr en el despachoy permaneci en la puerta mientras el director continuaba escribiendo. Mir lasagudas facciones del director, los labios apretadamente cerrados y el delgado rostroasctico. Luego mir el escritorio, cont todos los objetos que haba en l, mir to-dos los cuadros que colgaban de las paredes, y luego mir otra vez al director.

    Evariste pens: Sabes muy bien que estoy esperando aqu. Esta es una nuevaclase de tortura inventada por el gran maestro de la Inquisicin, Monsieur Laborie,el director del Louis-le-Grand. Te recordar mi presencia. Me acercar a ti calma-

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    mente, muy calmamente, y luego de pronto te arrebatar la lapicera de tu mano, laromper y dir: Todos nosotros te odiamos y despreciamos. Eres un jesuita, un jesui-ta, un jesuita de hbito corto. Te dars cuenta entonces de que estoy aqu?

    El director levant la vista.Oh, s, Galois.

    Hizo a un lado la lapicera, se ech hacia atrs y habl desde arriba, muy lenta ymuy claramente.

    Galois! He ledo y discutido el informe sobre usted. No es lo que todos es-perbamos.

    Galois contest, pero slo con sus pensamientos pues la escuela le haba ense-ado a guardar sus pensamientos para s mismo: Ello se debe a que no me agradast ni la escuela. Saba que no me dejaras terminar este ao la escuela, abstraccinhecha de lo que hiciera o cmo trabajara. Estas son las rdenes que recibiste de loscuras negros.

    Monsieur Laborie esperaba una respuesta, pero sta no lleg.Pensamos que era usted demasiado joven para la clase de retrica. Todava

    no tiene diecisis aos. Pero cremos que podamos estar equivocados y no quisimosinsistir. Desgraciadamente para usted y contra nuestras esperanzas, el tiempo de-mostr que tenamos razn. Estamos seguros de que se sentir mucho ms feliz enla segunda clase. Estar en la divisin de un hombre excelente, monsieur Girardin,se hallar con muchachos de su misma edad, encontrar el trabajo mucho ms fcil

    y su progreso ser indudablemente mayor.El director hizo una pausa, como si esperara una respuesta y luego dej caer sus

    bien elegidas palabras:

    Lo nico que nos preocupa es el bien de nuestros estudiantes.Por ello, inten-tamos no slo impartirles conocimientos y desarrollar sus espritus sino y por sobretodo forjar sus caracteres. Esto lo podr apreciar cuando tenga ms edad. Sera mu-cho esperar que pudiera hacerlo ahora. Pero el pasar un ao ms en el Louis-le-Grand puede abrirle los ojos. No slo adquirir conocimientos sino, lo que es muchoms importante, ganar en madurez y comprensin.

    Tampoco esta vez hubo reaccin. Monsieur Laborie fij la vista en Evariste.Comprende lo que le estoy diciendo?Perfectamente, seor.De modo que est de acuerdo conmigo?

    Galois no contest.El director repiti con una voz en la que no haba la menor huella de impacien-

    cia o fastidio:Le pregunto si est de acuerdo conmigo.Evariste contuvo su creciente clera y logr decir calmadamente:No, seor.El director lo mir con inters y la amistosa voz se suaviz ms.Dgame entonces por qu no est de acuerdo conmigo. Quiz mediante la

    discusin lleguemos a una solucin que nos satisfaga a ambos. Podemos encontraresa solucin fcilmente si sugiere qu es bueno para usted. Nuestros intereses no

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    estn en pugna y, por cierto, se fortalecen recprocamente. Dgame, entonces, Ga-lois, por qu mis argumentos no lo convencen.

    Evariste sinti que la tormenta se acercaba, que las palabras de denuesto y vio-lencia se agolpaban en su boca. Saba que pronto no podra resistir su creciente pre-sin. Saldran a borbotones y golpearan los odos de aquella cabeza delgada, ascti-

    ca. Busc desesperadamente pensamientos que pudieran calmar la tormenta y aca-llar las palabras.

    Pens en su padre. Debera repetir a su padre exactamente lo que el directorhaba dicho y lo que l haba replicado. Deba comportarse de modo tal que los ojosde su padre no se entristecieran ni anublaran. Algo le estaba ocurriendo a su padre.Haca mucho tiempo que no lo vea alegre, escribiendo versos, imitando a sus ami-gos y riendo de un modo que a todos contagiaba, a todos excepto a su madre. Debade haber alguna razn de ese sbito cambio. Cualquiera que ella fuese, no deba laadir nuevas razones. Era ahora el portavoz de su padre. Evaristedijo humildemen-te:

    Seor, me pregunto si no sera mejor para m permanecer en la clase de re-trica. Espero que podr terminarla con xito. Y si no es as, estoy dispuesto a repetirla clase de retrica el prximo ao.

    Monsieur Laborie mir a Galois como si ste hubiera expresado una idea exce-lente que al director no se le hubiera ocurrido antes.

    Consideremos su plan desapasionadamente y veamos cul de los planes esmejor para la escuela y, por lo tanto, para usted. Deseamos que acabe nuestra escue-la con una buena calificacin. Queremos estar orgullosos de usted, pero tambinqueremos estar orgullosos del Louis-le-Grand.

    Si vuelve a la clase segunda, en la que antes no andaba mal, tiene una buenaposibilidad de tomar parte en la competicin general y quin sabe puede ganarun premio. Entonces con esa preparacin, tendr igualmente una buena probabili-dad el ao prximo en retrica. Pero, si se queda en retrica, apenas si podr pasar, yhasta esto lo dudo mucho. Estoy casi seguro de que tendr que repetir su ltimoao, que comenz con una mala nota; mientras que, si vuelvo a la segunda clase,comenzar su ltimo ao con una nota buena, quiz muy buena. Cuanto ms piensoen usted, ms veo que nuestro plan es mucho mejor tanto para la escuela como parausted. S, estoy ahora convencido de que nuestro plan es el mejor.

    Se volvi luego hacia Evariste con un aire de decisin:

    Espero haberlo convencido.Debo acabar esta conversacin, debo terminarla a toda costa. Si estoy aqu un

    segundo ms, le escupir a este rostro jesutico. Debo terminarla, terminarla ahoramismo.

    S, estoy convencido dijo Evariste mansamente.Y se sinti como si hubiera escupido sobre s mismo.

    4: 1827

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    Evaristo volvi a la segunda clase, a las viejas lecturas, al antiguo fastidio entrenuevos compaeros de clase.

    Temiendo la montona repeticin de un conocido plan de estudios, Evaristedecidi por primera vez estudiar matemtica. Era una materia impopular entrelos alumnos y las autoridades no la consideraban lo bastante importante para hacer-

    la obligatoria. Como resultado de ello, un grupo heterogneo de estudiantes de lasclases tercera, segunda y retrica, se reunan cuatro horas por semana para estudiarlos rudimentos de la geometra. Cuando Evariste se incorpor a esta clase en el ter-cer trmino, se les haba expuesto a los estudiantes cerca de la mitad de Elments de

    gometre, escritos por el gran matemtico Adrien Marie Legendre, libro que influir-a sobre los manuales de texto en los aos siguientes.

    Durante la primera hora preparatoria Evariste abri el volumen de Legendre yley las primeras frases:

    I. El objeto de la Ciencia de la Geometra es la medicin del espacio. El espaciotiene tres dimensiones: longitud, anchura y altura.

    II. Una lnea tiene longitud pero no anchura Los extremos de una lnea se lla-man puntos; el punto no tiene extensin.

    III. Una lnea recta es el camino ms corto entre dos puntos.IV. Toda lnea que no es recta, ni compuesta de lneas rectas, es una lnea curva.

    La frase siguiente se refera a un dibujo. Los dibujos no interrumpan el textosino que estaban recogidos al final. Evariste despleg la primera hoja de dibujos,ley el texto y mir la correspondiente figura. Pas luego rpidamente a travs demuchas definiciones y lleg a la seccin siguiente, que comenzaba as:

    Un axioma es una proposicin que es evidente por s misma. Pens: Qu esevidente por s mismo? Lo que es evidente por s mismo para uno puede no serlopara otro. Puede algo ser evidente por s mismo para todos, siempre? Ley:

    Un teorema es una verdad que se vuelve evidente por medio de razonamientosllamados demostracin.

    Pens: De modo que la geometra trata de la verdad. Hay teoremas que sonverdades. Lo que logramos por el razonamiento es volver evidente la verdad de esosteoremas. Pero, naturalmente, su verdad puede ser slo tan evidente como los axio-

    mas sobre los que se basa. Toda la estructura de la geometra se basa sobre axiomas.Qu son estos axiomas? Hall la respuesta cuando volvi la pgina:

    Axiomas1. Dos cantidades iguales a una tercera son iguales entre s.2. El todo es mayor que cualquiera de sus partes.3. El todo es igual a la suma de las partes en que est dividido.4. Slo hay una recta que une dos puntos.5. Dos rectas, superficies o slidos son iguales si, cuando se los pone uno sobre

    otro, coinciden en todas sus dimensiones.

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    Mientras lea pgina tras pgina, vea levantarse el edificio de la geometra conla sencillez y belleza de un templo griego. Leyendo rpidamente, vea no slo losteoremas particulares, sino su interrelacin, la arquitectura del conjunto, as como lamagnificencia de la estructura de la geometra. Se sorprendi anticipando y adivi-nando lo que luego seguira: vio la estructura que creca ante sus ojos. Pronto deja-

    ron de existir para l el aula, sus alrededores, sus camaradas, los maestros, los rui-dos, los olores. Los teoremas abstractos de la geometra le resultaban ms reales queel mundo de la materia. El edificio de la geometra creca en su cerebro. Mientraslea los teoremas, vea casien un relmpago cmo demostrarlos y echaba luego unarpida mirada al texto y los dibujos en confirmacin de sus pensamientos. Prontopudo omitir las demostraciones; pronto anticip muchos teoremas y sinti que sabageometra desde haca mucho, mucho tiempo. Pero este conocimiento haba estadooculto a su conciencia por una cortina negra. La lectura del libro de Legendre rasgla cortina y revel el templo griego. Sinti como si una mano fuerte, amiga, lo hubie-ra empujado lejos del Louis-le-Grand; no se senta ya desdichado porque el Louis-le-Grand haba dejado de existir para l.

    Durante otras clases, durante cada momento libre del da lea, absorbiendo losteoremas, hacindolos evidentes con sus propias demostraciones, con su propiorazonamiento. El da en que comenz a leer a Legendre, lleg al Libro IV sobrepolgonos y crculos regulares y lleg al problema: Halle un crculo que difiera tanpoco como se quiera de un polgono regular dado.

    Pens: Qu clase de nmero es ?En busca de una respuesta se dirigi a las notas en letra pequea destinadas a

    los estudiantes avanzados, y hall all una demostracin de que la razn de la cir-

    cunferencia con respecto al dimetro, y tambin el cuadrado de esta razn, sonnmeros irracionales. Aqu la lectura se volva ms difcil. Hall nuevos smboloscomo tgx, cuyo significado no saba. Se volvi hacia ltima parte del libro de Legen-dre, el Traite de trigonomtre, donde se definan este y otros smbolos trigonomtri-cos.

    Cuando las luces se apagaron en todos los dormitorios a las nueve y quince dela noche, Evariste yaca en la cama con los ojos abiertos, mirando el espacio. Veatodos los teoremas que haba aprendido durante el da. Aparecan figuras geomtri-cas, cruzadas por ecuaciones que se extendan en todas direcciones. Un nuevo teo-rema exiga que lo volviera evidente demostrando su verdad. El mundo del razona-

    miento y el mundo de los sueos formaban una mezcla fantstica de lgica e imagi-nacin en que la gente se asemejaba a frmulas y los teoremas se asemejaban a cria-turas vivas. Evariste intent mantener apartados ambos mundos, pero no pudo im-pedir su unin a lo largo de una noche alborozada e inquieta.

    A la maana siguiente volvi a leer a Legendre. Por primera vez desde que hab-a llegado al Louis-le-Grand, no pens en su padre, no sinti el olor del heno, ni oyel taido de las campanas de Bourg-la-Reine. Su mente arda con una nueva llamaque slo la muerte podra extinguir. En dos das haba terminado el libro de Legen-dre, destinado a dos aos de estudio. Saba todo su contenido y saba que todo loque haba aprendido pertenecera y crecera en su mente hasta el ltimo da de su

    vida.

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    Durante la leccin de matemtica, el profesor Vernier se dirigi a Evariste:Usted es un alumno nuevo en esta clase.

    Evariste se puso en pie. Los ojos de Monsieur Vernier aparecan cansados yamistosos.

    Es sta una nueva materia para usted. Puede hallarla difcil al principio. Lellevar algn tiempo habituarse a ella. Le dar, digamos, un mes de tiempo antes deexaminarlo.

    Galois permaneca mirando silenciosamente el rostro del profesor, MonsieurVernier lo mir ahora impacientemente.

    Piensa que podr hacerlo en un mes?S, seor.M. Vernier comenz su leccin. Versaba sobre polgonos regulares que pueden

    inscribirse en un crculo, o circunscribirse en torno de l. La mayor parte de los es-tudiantes parecan aburridos. La voz del maestro era apagada y descolorida. Repitilos teoremas en la misma forma en que aparecan en el libro do Legendre; los de-mostr empleando las mismas notaciones y los mismos argumentos. Agu el razo-namiento aadiendo nuevas frases y repitindolas muchas veces. El maestro copiabaen el pizarrn los dibujos del libro y los estudiantes los copiaban a su vez del pi-zarrn en sus cuadernos. Cuando se los interrogaba, repetan las frases que habanodo decir al maestro y que, a su vez. eran las mismas impresas en el manual de Le-gendre. La mayor parte de los alumnos aprendan estas proposiciones como unoaprende poemas latinos o griegos, repitindolas dogmticamente sin tratar de deve-lar su significado.

    Evariste vio cmo el alma de la geometra era torturada all hasta convertirse enun esqueleto sin vida, una coleccin de frases tediosas y faltas de sentido, memori-zadas de un da para otro. Vio cmo en aquella escuela se converta con insuperablehabilidad la belleza en fastidio, la lgica y el razonamiento en dogma, un templogriego en un montn de piedras.

    La biblioteca del colegio estaba en un estado de desintegracin, las ventanas nocerraban, la luz era mala, las paredes y los libros estaban hmedos y slo unos pocosestudiantes hacan uso de la biblioteca que contena muchos valiosos volmenes de

    latn griego e historia, pero slo un puado de libros matemticos. Cuando Evaristetom Rsolution des quiations numriquesde Lagrange, el bibliotecario trat de sergracioso.

    Usted conoce la regla; los libros slo se prestan por ocho das. Espera termi-narlo en ocho das?

    Lo intentar.Ley la definicin de lgebra en la introduccin:

    El lgebra, tal como habitualmente se la entiende, es el arte de determinar can-tidades desconocidas como funciones de cantidades conocidas o que se suponenconocidas; y tambin es el arte de hallar una solucin general de ecuaciones. Tal

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    solucin consiste en hallar, para todas las ecuaciones del mismo grado, aquellas fun-ciones de los coeficientes de las ecuaciones algebraicas que representan todas susraces.

    Hasta ahora, este problema puede considerarse resuelto slo para ecuaciones deprimero, segundo, tercero y cuarto grados...

    Ley el libro de Lagrange no tan rpidamente como el de Legendre. Sus senti-mientos aparecan mezclados. Hallaba excitante la gran obra, s, pero experimentabatambin un sentimiento de insatisfaccin, hasta de decepcin, que aumentaba conel nmero de pginas que volva. En geometra haba visto claramente la estructura,pero aqu no la vea. Y saba que no la vea porque no estaba all. El edificio de lageometra tena estilo, armona y belleza. El lgebra era una extraa coleccin deedificios de diferentes estilos, la mayor parte de ellos recin comenzados pero nin-guno terminado. Tras la azarosa coleccin no se perciba la mente de un gran arqui-tecto.

    Intent formular la razn de su descontento. Pens en el problema fundamen-tal del lgebra: el de resolver ecuaciones algebraicas.

    El lgebra es decir, el lgebra elemental surgi de ese mismo problema, ysus comienzos fueron en tiempos distantes. El lgebra moderna, el lgebra de hoy,un gran campo de la investigacin contempornea, surgi tambin de ese mismoproblema y sus comienzos estn en la obra de Galois.

    As, el resolver una ecuacin puede ser una tarea fcil conocida en la antige-dad, o una tarea difcil lograda en la poca del Renacimiento, o puede ser, en ciertosentido, como lo reconocieron Abel y Galois, una tarea imposible.

    Decir2x 1 es igual cero, si x es igual a 1/2, significa resolver una ecuacin tri-vial que apenas merece ser dignificada con ese nombre. Desde ah podemos subir unpeldao ms, a una ecuacin de segundo grado como x2 5x+6=0. Aqu buscamostambin un nmero (o nmeros) que, sustituyendo a x, satisfaga esta ecuacin o,como se dice, deseamos encontrar las races de esta ecuacin. Y por cierto, sustit-

    yase en la ecuacin a x por el nmero 2 o el nmero 3, y se ver que cada uno de esosnmeros satisface la ecuacin x2 5x+6=0. (x2significa x veces x; 5x significa 5 vecesx.)

    Aun el estudio de estas ecuaciones de segundo grado comparativamente sim-ples conduce a un descubrimiento de largo alcance: el de los nmeros imaginarios y

    complejos.Cabe fcilmente argir: Es sta una fina trama de pensamientos abstractos, de

    problemas especulativos muy alejados de nuestra vida ordinaria. Pero lo cierto esque la ecuacin de segundo grado conduce a los nmeros complejos, y los nmeroscomplejos son la herramienta matemtica diaria de los ingenieros y fsicos. La cien-cia moderna y la tcnica moderna nacieron de los sueos de los matemticos, de latrama abstracta de sus pensamientos.

    En la ecuacin 2x1=0, los nmeros 2 y 1 son los coeficientes. Encontramos lasolucin de esta ecuacin muy simple dividiendo uno por dos. De modo similar,en la ecuacin x25x + 6=0, los nmeros 1, 5, 6 son los coeficientes. Podemos hallarlas races de esta ecuacin haciendo algunas operaciones prescritas con estos coefi-

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    cientes. Recordemos que las races eran 2 y 3. Podemos hallar esos nmeros 2 y 3mediante operaciones prescritas en estas dos simples frmulas:

    y

    Tales prescripciones pueden cumplirse si conocemos los coeficientes con quedebemos operar. En el caso de una ecuacin de segundo grado, estas prescripcionesson aun sencillas, si bien mucho ms complicadas que para una ecuacin de primergrado.

    Algunas ecuaciones algebraicas son solubles mediante radicales. Ello significaque podemos hallar sus soluciones mediante un nmero finito de operaciones reali-zadas sobre los coeficientes de las ecuaciones algebraicas. Estas son operacionesracionales (suma, resta, multiplicacin, divisin) y extracciones de races. Si existeuna solucin lograda slo mediante estas operaciones, decimos que la ecuacin essoluble por radicales.

    La solucin de una ecuacin de primer grado es trivial. La solucin de unaecuacin de segundo grado es muy fcil. Las complicaciones surgen en la solucinde una ecuacin de tercer grado. Pero puede lograrse, y se logr casi trescientos aosantes de que naciera Galois. Podemos hallar las races es decir la solucin deuna ecuacin de tercer grado por mtodos conocidos para todo matemtico; el pro-blema puede reducirse a un problema conocido, al de resolver una ecuacin de se-gundo grado. Este es un mtodo empleado una y otra vez en matemtica: reducir lasolucin de un problema nuevo a un problema viejo cuya solucin se conoce. Demodo similar, una ecuacin algebraica de cuarto grado es soluble por radicales, puespodemos reducir el problema de su solucin al de la solucin de una ecuacin alge-braica de tercer grado, que es conocida.

    Pero aqu el mtodo que Lagrange explica en su libro se desbarata sbita, com-pleta e inesperadamente. Es cierto que si podemos resolver una ecuacin de segundogrado podemos resolver tambin una ecuacin de tercer grado. Si podemos resolveruna ecuacin de tercer grado, tambin podemos resolver una ecuacin de cuartogrado. Parecera que esta cadena pudiera prolongarse, que si podemos resolver unaecuacin de cuarto grado podremos resolver una ecuacin de quinto grado. Comoen una escalera de mano, podramos ascender cada vez ms alto hacia la solucin deecuaciones de grados cada vez ms altos.

    Es posible trepar de una ecuacin a otra, reducir la solucin de una ecuacinde grado ms alto a la del grado inmediatamente inferior? Es posible resolver todaslas ecuaciones algebraicas mediante operaciones racionales y mediante radicales? O,en otras palabras, puede la escalera prolongarse indefinidamente o se desploma?

    Galois sinti que ste era el problema ms esencial del lgebra, un problema delque Lagrange no conoca solucin. El mtodo desarrollado por Lagrange daba resul-tado hasta las ecuaciones de cuarto grado, pero para una ecuacin de quinto gradollevaba a una ecuacin de sexto grado. De modo que la solucin de un problema sereduca a la de otro mucho ms complicado. Era como aprender a saltar desde eltecho del Louis-le-Grand practicando desde la torre de Notre Dame. Si, de nuevo, el

    mtodo de Lagrange se empleaba para resolver una ecuacin de sexto grado, el pro-blema se reduca a resolver una ecuacin de dcimo grado. Era como tratar de al-

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    canzar la torre de Notre Dame no ya trepando a ella sino saltando sobre ella desde lacima del Monte Blanco!

    Al principio Galois crey que deba existir un mtodo mediante el cual todas lasecuaciones algebraicas pudieran solucionarse por radicales. Y no era importante elque fuese o no fcil en la prctica. Pero encontrar una demostracin de que poda

    hacerse, que tal solucin siempre existe, le pareca el problema central del lgebra.Slo unas pocas semanas despus de haber ledo la geometra de Legendre, Ga-

    lois comenz a formular sus propios problemas. No tena an diecisis aos y yahaba experimentado tanto el padecimiento que provoca el tantear en la oscuridadcomo el xtasis de la comprensin. El mundo que lo rodeaba se le apareci envueltoen sombras. La escuela, sus profesores y los camaradas, todo perdi importancia, se

    volvi casi inexistente. Mediante el pensamiento abstracto erigi en torno de smismo un muro inexpugnable a travs del cual no podan penetrar las voces y losruidos del mundo exterior. A menudo olvid llevar al aula los libros requeridos; amenudo mir a sus maestros sin or sus preguntas, observaciones o quejas. A veces,para ocultar su aislamiento, rompa inesperadamente en un torrente de palabras queparecan incomprensibles o arrogantes. Lo aliviaba el que la matemtica hubieraaflojado sus ataduras al Louis-le-Grand. Pero tambin se haban relajado los vnculoscon su padre, su madre, su hermano, su hermana, cuyas imgenes se volvan msborrosas. El mundo de sus pensamientos comenz a destruir el mundo de carne yhueso.

    Con un placer perverso, guardaba el secreto de su pasin como si hubiera sidouna traicin revelarlo y un sacrilegio el hablar de l. Se intern solo por este nuevosendero, sin amigos, sin que nadie lo alentara, sin que nadie lo comprendiera. La

    matemtica le pareca una experiencia demasiado grande, ntima y personal paracompartirla con nadie. Slo a s mismo se repeta orgullosamente en sus pensamien-tos: Soy un matemtico.

    Cuando M. Vernier examin a Evariste por primera vez en matemtica, hubo unraro silencio. Para sus compaeros de clase que haban atisbado los ttulos de loslibros extraos que Evariste lea, aqul era el momento en que un alumno podaconfundir a un maestro fastidioso. Para otros, ofendidos por sus contestacionesbruscas o arrogantes, aqul era el momento en que Evariste poda recibir una mere-

    cida humillacin. El silencio desconcert al buen Monsieur Vernier. Evariste se sin-ti contrariado por tener que representar ante la clase y contestar preguntas comple-tamente idiotas.

    El modo de Monsieur Vernier era muy amistoso cuando le dio la primera indi-cacin.

    Muestre cmo se divide un ngulo en dos partes iguales.Galois sinti el insulto de esta pregunta infantilmente trivial. Rojo de vergen-

    za, traz un ngulo y luego, con un crculo de madera, esboz rpidamente los ar-cos, le puso letras al diagrama y, sin pronunciar una sola palabra, escribi:

    ACE = BCE

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    Muy bien hecho.Luego Monsieur Vernier se dirigi a los estudiantes.Hay muchos de ustedes que han estado en esta clase medio ao ms que Ga-

    lois y que no podran contestar mi pregunta ni la mitad de bien.

    La expresin doliente de Evariste aument con estas palabras.Puede explicar por qu esos ngulos son iguales? pregunt Monsieur Ver-

    nier.Subray las palabras por qu levantando hasta la nariz el ndice de la mano

    derecha.Galois no contest. Paciente y bondadosamente, Monsieur Vernier explic:En geometra debe siempre mostrar por qu algo es verdadero. Debe tener

    siempre un mtodo, un buen mtodo para probarlo todo. Trate de explicar ahorapor qu esos ngulos son iguales.

    La voz amistosa daba a entender que no importara que Galois no pudiera con-testar esa pregunta, que el maestro estaba satisfecho con lo que su alumno habahecho y que bastara con que Galois comenzara a explicar para que al maestro lecomplaciera ayudarlo. Monsieur Vernier repiti:

    Por qu son iguales?La clase esperaba en suspenso la contestacin de Galois. sta se produjo slo

    despus de una larga pausa:No es obvio?Toda la clase estall en risas. Algunos comenzaron a aplaudir. Algunos gritaron:

    La geometra es obvia para Galois. Otro grit: Galois es obviamente un genio!

    Silencio, silencio. Monsieur Vernier intent calmar a la clase. No sonbondadosos con su compaero. No hay motivo de risa. En lugar de ayudarlo, se bur-lan de su compaero.

    Galois se sinti apenado por M. Vernier. Era un maestro bondadoso que de-fenda a su alumno y no vea, pobre hombre, que las risas iban tambin dirigidascontra el mismo maestro.

    Evariste se volvi hacia el pizarrn, complet el dibujo de dos tringulos, escri-bi que ambos eran iguales, inclusive indic por qu y dedujo que los dos nguloseran tambin iguales.

    Monsieur Vernier mir el pizarrn con gran satisfaccin.

    Muy bien! Muy bien! Trate de trabajar con ms mtodo. Slo un poco msde mtodo y ser uno de los mejores alumnos de la clase. Pero tngalo presente:preste atencin y trabaje sistemticamente.

    El ao escolar finaliz. En la competicin de matemtica Evariste gan un se-gundo premio. Monsieur Vernier estaba encantado. Con slo que Galois hubieraescrito ms pulcramente, con slo que hubiera explicado ms extensamente, habrahasta ganado el primer premio.

    Un poco ms de mtodo, pens Monsieur Vernier, y dentro de un ao podrhasta tomar parte en la competicin general. Evariste gan tambin un segundopremio en griego en la competencia general. Cuando se enter de esto, Monsieur

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    Laborie murmur para s mismo: Desde luego, tena razn. Le hizo bien repetir lasegunda clase.

    Durante el siguiente ao escolar en la clase de retrica, slo pocos meses des-pus de que hubiera sabido por primera vez qu significaba la geometra, Galoisexperiment el gozo y el padecimiento de la creacin. Sus das estaban llenos de

    tensin y se pasaba las noches insomne. La noche le llevaba ideas nuevas, que gira-ban una y otra vez por su cabeza, y deseaba que se le permitiera encender una velapara ponerlas por escrito. Cuando as lo haca por la maana, a menudo vea que surazonamiento era defectuoso, que lo haba mantenido despierto un espejismo de la

    verdad que buscaba. Trabajaba en matemtica durante las horas de estudio, trabaja-ba en sus problemas durante otras clases, trabajaba mientras coma, trabajaba du-rante las pocas horas destinadas al descanso, hasta se las arreglaba para trabajarmientras escriba un ensayo en francs, o mientras responda a sus maestros. En unrincn de la mente senta la presencia constante de sus problemas, inclusive cuandorecitaba en latn o traduca el griego. Todo cuanto haca aparte de pensar en cues-tiones matemticas lo haca mecnicamente y sin pensar. Sus ojos aparecan som-breados por lneas oscuras y su vista pareca dirigirse hacia dentro, hacia su cerebroantes que hacia afuera, hacia el mundo exterior.

    Qu entendan los maestros de su alumno? Estas son sus notas para el primertrmino de la clase de retrica.

    Conducta pasablemente buena. Cierta irreflexividad! Un carcter no todos decuyos rasgos me halago de comprender, pero lo veo dominado por la presuncin. Nocreo que sea malvado. Su capacidad me parece mucho ms alta que la media tanto

    en lo que respecta a los estudios literarios como a la matemtica. Pero hasta ahoraha descuidado buena parte del trabajo de la clase. sta es la razn por la que no tuvonotas distinguidas en los exmenes. Parece haber decidido de ahora en adelanteconceder ms tiempo y atencin a la tarea del aula; juntos proyectamos un nuevohorario escolar. Veremos si se atiene a sus propias decisiones. No carece de senti-mientos religiosos. Su salud es buena pero delicada.

    A estas bondadosas palabras Monsieur Pierrot aadi:

    Trabaja poco en mi materia y habla a menudo. Su capacidad, en la que supne-

    se que debemos creer pero de la cual no he visto todava ninguna prueba, no lo lle-var a ninguna parte. En su trabajo slo hay huellas de rareza y negligencia.

    Monsieur Desforges escribi:

    Siempre ocupado con cosas impropias. Empeora da a da.

    Y finalmente hay una nota del bondadoso M. Vernier:

    Celo y progreso muy notables.

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    5: 1828

    En 1823 Niels Henrik Abel, un noruego de veintin aos, adquiri fama en suciudad natal porque se supona que haba resuelto la ecuacin algebraica de quinto

    grado. Ms tarde Abel hall que su demostracin estaba equivocada y, como todogran cientfico, continu estudiando persistentemente su problema: puede resol-

    verse por radicales una ecuacin de quinto grado? Esto es, puede expresarse la so-lucin por un nmero finito de operaciones racionales y extracciones de races de loscoeficientes de tal ecuacin? Abel hall la respuesta de su pregunta. La public en1826 en la primera edicin de la revista de matemtica pura y aplicada que Crelleeditaba en Alemania. La respuesta era que una ecuacin de quinto grado en generalno es soluble por radicales.

    En el decimosptimo ao de su vida, Galois pens que haba hecho un grandescubrimiento matemtico. Crea que haba solucionado un problema importante,que tena la demostracin de que toda ecuacin de quinto grado puede resolversemediante radicales. Luego, despus de examinar y volver a examinar su prueba, vioen un momento lcido que su razonamiento era errneo y que lo que crea que eraun descubrimiento logrado durante meses de duro y persistente trabajo se desmo-ronaba para quedar convertido en un montn de signos sin sentido. Pero no cedi:saba, como todos los grandes cientficos siempre lo supieron, que el primer dbilrayo de luz slo apareca despus de un constante y persistente pensamiento; que elproblema deba perseguirse das y noches, meses y aos; que uno debe pensar y pen-sar, esperar y esperar, hasta que despus de un esfuerzo incesante la primera chispa

    de comprensin abra el estrecho sendero que lleva a una solucin.Despus de intentos infructuosos por resolver la ecuacin de quinto grado, Ga-lois crea que tal ecuacin no es soluble mediante radicales. Lentamente comenz acristalizar en su mente el gran problema del lgebra: hallar los criterios adecuadosque, aplicados a una ecuacin algebraica de grado arbitrario, obliguen a esta ecua-cin a revelar claramente si puede o no puede ser conquistada mediante radicales.Estaba seguro de que si esos criterios apropiados pudieran aplicarse a una ecuacingeneral de quinto o ms alto grado, esa ecuacin contestar: no, no puede resolver-se mediante radicales. Si el mismo criterio se aplicaba a una ecuacin de tercero ohasta de cuarto grado, la respuesta sera: s, puede resolverme por radicales.

    Y as Galois, un estudiante de la clase de retrica del Louis-le-Grand, formuluno do los ms difciles problemas de la matemtica, uno de los ms grandes dellgebra. Empero, difcilmente poda saber cuan importante este problema revelaraser; difcilmente poda saber que los mtodos revolucionarios y poderosos mediantelos cuales lo resolvera influiran sobre el desarrollo de la matemtica un siglo des-pus.

    Regularmente los profesores registraban sus notas cada trmino. Al finalizar elsegundo trmino, el maestro que supervisaba los estudios de Galois escribi:

    Su conducta es muy mala, su carcter reservado. Intenta ser original. Sus dotesson excelentes pero no las emplea en la clase de retrica. No hace absolutamentenada por su clase. Lo posee una pasin por la matemtica. Creo que sera mejor para

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    l que su padres convengan en que estudie slo matemtica. Est perdiendo el tiem-po aqu, atormenta a sus maestros y constantemente recibe castigos. No carece desentimientos religiosos; su salud parece dbil.

    Monsieur Pierrot escribi:

    Estuvo haciendo algunos trabajos; por lo dems siempre conversador.

    Monsieur Desforges escribi:

    Disperso, conversador. Creo que se propone fastidiarme. Sera muy perjudicialpara sus compaeros que llegara a tener alguna influencia sobre ellos.

    Monsieur Vernier, el profesor de matemtica, escribi:

    Acentuados inteligencia y progreso; pero no suficiente mtodo.

    Cuando finaliz el ao de la clase de retrica, Evariste saba bien qu hara lue-go: entrara en la Escuela Politcnica.

    Con frecuencia, durante las largas noches Evariste dejaba de pensar con sumente cansada en permutaciones y sus productos, races escritas en forma de frac-ciones continuas, para considerar su futuro prximo en el que se vea luciendo eluniforme de estudiante de la Escuela Politcnica.

    La Escuela Politcnica! La hija de la Revolucin y el orgullo de Francia! All se

    le permitira trabajar todo el da en matemtica. Aun ms, estara obligadoa trabajartodo el da en matemtica. Conocera a hombres que lo comprenderan: los msgrandes matemticos de Francia, algunos de los ms grandes matemticos del mun-do. Oira las clases de Cauchy. Cauchy reconocera la importancia de los problemasen que l, Evaristo Galois, estaba trabajando. Conocera a Ampre y a Francois Ara-go, admirados por los estudiantes y amados por el pueblo de Francia.

    Conocera a nuevos camaradas y se hara de nuevos amigos. Cierto que no sehaba hecho de amigos en el Louis-le-Grand, pero los tendra en la Escuela Politc-nica. Dentro de pocos meses comenzara una nueva vida, su verdadera vida, en laescuela que educaba no slo a los hombres de ciencia, los funcionarios del estado y

    los oficiales del ejrcito, sino tambin a los dirigentes del pueblo. Saba que paraingresar en la Escuela Politcnica deba aprobar un examen oral. Qu lstima quefuese oral y no escrito. Deba aprobarlo! Tendra que revelar sus conocimientos alexaminador, quizs inclusive los problemas en que estaba trabajando y los resulta-dos que haba logrado. Este pensamiento le resultaba desagradable, hasta penoso.

    Record la ltima conversacin con su padre, a quien le haba revelado su amorpor la matemtica y su proyecto de ingresar en la Escuela Politcnica. Su padre locomprendi; nadie ms volvi a hacerlo. Su profesor de matemtica le haba ense-ado durante ms de un ao y no haba sospechado nunca cunto poda aprender desu propio alumno.

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    Pero su padre haba comprendido. Sus ojos se iluminaron de orgullo cuando di-jo alegremente: Mi hijo ser un gran matemtico. Evariste Galois, profesor de laEscuela Politcnica, miembro de la Academia. S, Evariste, estas palabras suenanbien. Me agradan.

    Luego estall en una risa, pero la risa fue breve y un tanto forzada. No era como

    antes. Los ojos de su padre se ensombrecieron rpidamente cuando dijo: Esperoque en lu vida no encuentres tantos enemigos tomo los que yo tengo. Luego hablmuy suavemente, como para s mismo. Evariste apenas poda orlo. Esto no es lopeor. La indiferencia es lo peor.

    Se volvi rpidamente hacia su hijo.Heme aqu echndote a perder el da. Monsieur Vernier me escribi que eres

    muy bueno en matemtica. No es tan estpido como t decas. Su consejo es quepermanezcas un ao ms en el Louis-le-Grand y sigas un curso especial de matem-tica, como lo hacen todos los que desean ingresar en la Escuela Politcnica. Qupiensas?

    Evaristo estaba furioso con Monsieur Vernier, que se entrometa en sus asuntos,y hasta defraudado por su padre, que estaba dispuesto a dejarlo un ao ms en elLouis-le-Grand.

    Lo sorprendi lo fra que sonaba su voz cuando pregunt:No me crees que s lo bastante para aprobar ese tonto examen?Monsieur Vernier me escribi que puede saber demasiado para aprobar el

    examen; que sabes las cosas importantes, pero que puedes no saber los detalles fal-tos de importancia que los examinadores siempre preguntan. Su consejo terminantees que permanezcas un ao ms en el Louis-le-Grand.

    Monsieur Vernier es viejo y estpido. Pero dese no haber pronunciadoesas palabras.

    6: 1828

    Era la hora en que los alumnos del Louis-le-Grand escriban cartas a sus padres,amigos y parientes. Todo estaba rgidamente regulado en el Louis-le-Grand, hasta elamor de los hijos por sus padres.

    Evariste escribi:

    Queridsimo padre:Hace una semana te escrib una carta afligida que debe haberte perturbado. Pe-

    ro tu calma y bondadosa contestacin me ayud mucho. Ahora me siento menosdesdichado y ms tranquilo. Fue una semana difcil. Cuando fracas en el examende ingreso, perd toda esperanza, sent que mi vida haba acabado. Luego repet tuspalabras. Fue bueno que dijeras que eso te alarmaba aunque no porque no creyerasen m sino, precisamente, porque creasen m.

    Comprendo ahora que pensabas que esto poda ocurrir cuando me aconsejastepermanecer un ao ms en el Louis-le-Grand y seguir un curso especial de matem-

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    tica. De modo que aqu estoy, en el Louis-le-Grand, por otro ao! Parece ser mi des-tino el pasarme la vida en este presidio que tan bien conozco y al que tanto detesto.

    Nunca pens que podra sentir tal desprecio por ninguno de los hombres aquienes admiraba hace algunos meses como el que siento por M. Lefebvre, mi exa-minador. Es un pobre profesor y su cara parece la de una calavera sobre la que se

    tendi una arrugada piel amarilla. En cuanto pos los ojos en l me pareci repulsivoe inhumano. Este examinador de la escuela de mis sueos silbaba sus tontas pregun-tas; vi por su tono y su mirada que un estudiante es barro bajo sus pies. Estoy segurode que es un jesuita. Lo que esperaba esta calavera amarilla era un rpido recitadode frmulas sin comprenderlas. Quera que todas las cosas se explicaran del mismomodo que en los tontos manuales. Considera un crimen el tener ideas y mtodos deexposicin originales.

    Cuando lleg mi turno, me mir con sus pequeos ojos y luego los cerr demodo de ver de m lo menos posible. Luego hizo la primera pregunta:

    Por qu se present al examen sin haber hecho el curso especial de matem-tica?

    Estudi solo respondOh!Habra que haber odo aquel Oh! Luego me pregunt cmo poda resolver

    una ecuacin de segundo grado. Se atrevi a hacerme, a mi que conozco ms sobreecuaciones algebraicas que todos los profesores de la Escuela Politcnica tomados enconjunto, esa pregunta afrentosa. Y adems, su pregunta estaba mal formulada.Cuando dije en respuesta, que la pregunta estaba mal formulada, la calavera amarillaarrug la piel en lo que quera ser una sonrisa irnica. Luego desech mi observa-

    cin, diciendo que no tena tiempo para discutir y que no era l quien haba de serexaminado. Luego me hizo las preguntas ms infantiles. Sent una contraccin en lagarganta y no pude emitir ni un sonido. La calavera me dijo entonces:

    Veo que estudi solo; pero no estudi lo suficiente. Ser preferible que lo in-tente el ao prximo.

    Querido padre! Te escuchar y tratar de aprender los pequeos y tontos ardi-des para responder el ao prximo en el lenguaje que ellos esperan or. Y esperotener ms xito entonces.

    Dejemos ahora este tema desagradable.Querido padre! Parecas deprimido la ltima vez que te vi. Te agradezco el que

    me hayas dicho algo de lo que te preocupaba. Ello slo confirm algunas de las sos-pechas que yo antes tena. Pero los hombres que lanzaron una campaa contra ti, lams vil y detestable campaa de calumnias, no se saldrn con la suya! Jams lo-grarn manchar tu nombre honorable! El pueblo de Bourg-le-Reine conoce a su al-calde y no escuchar las calumnias del cura prroco. Los jesuitas pueden ser fuertes,pero no lo bastante fuertes para apartar de tu lado al pueblo que te ama.

    Galois hizo una pausa y ley las ltimas palabras. No le sonaron bien. No le lle-varan el alivio necesario a su padre. Escribi

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    Querido padre! Cunto me gustara ayudarle con mi amor! Recompensarte tuamor, tu amistad y comprensin! Pero lo nico que hago es aumentar tu pena con elrelato de mis infortunios. Creo, sin embargo, lo mismo que t, que los tiempos cam-biarn. Vendr una tormenta que despejar la atmsfera de Pars, de Bourg-le-Reine

    y de toda Francia. Esperemos que no tarde en llegar.

    Son la campana. Era ya tiempo de acabar la carta. Evariste escribi rpidamen-te:

    Te envo muchos carios. Por favor, explica mi fracaso a Mam lo mejor quepuedas. Carios a todos ustedes

    Evariste

    Luego fue a la pequea aula de la clase especial de matemtica donde, entreotros veinte estudiantes, esper la primera leccin del nuevo profesor de matemti-ca.

    Cuando Monsieur Richard entr, lo hizo sin efecto dramtico Despus de cerrarla puerta, sonri soadoramente y pareci vacilar. Luego subi a la ctedra, volvi suancha y ligeramente curvada espalda a la clase, tom un trozo de tiza, lo parti endos y mir en torno de l. Mir con mirada ausente a sus alumnos, que examinabanal hombre alto, su pelo ralo, su cabeza cuadrada y sus ojos cordiales que parpadea-ban a travs de gruesos lentes. Cuando comenz a hablar, lo hizo muy calmamentesin oratoria. Algunos de sus oyentes se preguntaban cmo ese hombre, que hablabatan casualmente como a amigos en una salita de recibo, poda ser conocido como el

    mejor profesor de Louis-le-Grand. Pero todos escuchaban.En este curso, mis jvenes amigos, nuestro propsito consistir en ampliarsus conocimientos de matemtica. Trataremos no slo de ampliar sino tambin deprofundizar sus conocimientos. Intentaremos lograrlo partiendo desde el comienzouna vez ms. Repasaremos rpidamente el material que ya aprendieron, pero desdeun punto de vista ms avanzado y ms moderno. Esterpido repaso nos permitiremplear los elementos esenciales, los teoremas fundamentales sobre los que se ba-san otros. En matemtica existe el gran peligro de ver los rboles y no el bosque, de

    ver pequeos teoremas y olvidar la estructura del tema en que aparecen esos teore-mas y en cuya virtud estn relacionados. Evariste estaba preparado para pasar la

    hora de las lecciones de Monsieur Richard ocupado en su propio trabajo, pero ahoraescuch.

    Dediquemos nuestra atencin a la geometra. Cuando la aprendieron porprimera vez, deben de haber tenido la impresin de que la geometra, completa yterminada, surgi sbitamente del cerebro de un solo hombre, acaso hasta en formade libro. Pero la geometra, como cualquier otra rama de la matemtica, es el resul-tado del trabajo de generaciones de hombres. Est relacionada sobre todo con elnombre de Euclides, que vivi alrededor del ao 300 a. de C. Pero la geometra seinici mucho antes de Euclides. Y quizs ustedes me pregunten: Cundo termin?No termin y no creo que nunca termine.

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    Monsieur Richard pas a delinear la historia de la geometra: cmo los egipciosla iniciaron como una ciencia prctica de la medicin y qu papel haban desempe-ado en su desarrollo los griegos.

    Todo esto era nuevo para Galois. No admitira que es importante para la com-prensin de la matemtica el conocer su historia; pero hubo de admitir que hallaba

    todo cuanto deca M. Richard interesante y que le agradaba el modo en que lo deca;y ste era el mayor cumplido que Galois poda hacer escuchaba.

    Uno de los ms graves peligros cuando se la ensea es trasmitir la impresinde que la matemtica es como un libro sellado, como una estructura terminada quenos legan las edades pretritas, a la que nada puede aadirse y en lo que nada puedeser cambiado. La matemtica es un organismo vivo. Y especialmente en los tiemposmodernos, en nuestro siglo XIX vive vigorosamente. Hasta la geometra elementalpuede llegar a ser una fuente de nuevos y muy importantes descubrimientos.

    Pueden pensar, amigos, que la creacin y la duda slo son posibles despus deque ustedes hayan dominado la materia. Pueden pensar que slo cuando hayan ab-sorbido todo el conocimiento de una rama de la matemtica, y slo entonces, suspropias ideas pueden entrar en juego. Puede esto ser cierto como una regla, pero noes indispensable que lo sea. La geometra es de ello un buen ejemplo. Aqu vemosque nuestras dudas y perplejidades comienzan precisamente desde el mismo co-mienzo. Comprenderemos esto mejor si consideramos con pocas palabras la historiade los postulados de Euclides, o, como los llamaremos ahora, axiomas.

    Luego Monsieur Richard enumer los cinco postulados euclidianos y analizcada uno de ellos hasta que lleg al quinto axioma.

    La historia del quinto axioma nos lleva directamente a los tiempos modernos.

    Este axioma nunca pareci tan evidente por s mismo como los otros cuatro. Sehicieron muchos intentos de reemplazarlo por algn otro axioma que pudiera apare-cer ms evidente por s mismo. El saber si podemos probar el quinto axioma o sidebemos suponerlo, este y otros problemas estn an abiertos; y el futuro puedetraernos nuevos e inesperados descubrimientos.

    Evariste pens en la diferencia entre Monsieur Richard y Monsieur Vernier.Hubo de admitir muy a pesar suyo que bien podra aprender algo de este nuevoprofesor.

    Monsieur Richard pens Galois no es l mismo un gran matemtico, perole gusta la matemtica y ha respirado su aire con amor y comprensin. Aun cuando

    no haya hecho una tarea creadora, ve su belleza y sabe cmo hacrsela ver a otros.Evariste decidi que Monsieur Richard era un hombre que vala la pena conocer, unhombre a quien l, Evariste, poda inclusive revelar sus poderes.

    Monsieur Richard dict la serie semanal de problemas. La mayor parte de losalumnos los consideraba difciles, tales que requeriran muchas horas de trabajo, yhasta los buenos alumnos raras veces lograban solucionarlos todos.

    Los alumnos copiaron en sus cuadernos: Problema I: Encontrar las dos diagona-lesx eyde un cuadriltero inscripto en un crculo en trminos de sus cuatro lados a,b, c, d.Luego escribieron el segundo y el tercer problema. Evariste slo escuchaba y,cuando el dictado termin, tena la solucin detallada de cada uno de ellos clara-mente ante los ojos. Monsieur Richard comenz entonces la leccin.

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    Evariste arranc un trozo de papel de su cuaderno, escribi en lo alto Galois yluego abajo Problemas. Formul el primero y escribi la solucin por medio deecuaciones y explicaciones que constituan los vnculos concisos entre esas ecuacio-nes. Sin tachar ni corregir ni una palabra lleg al resultado de la manera ms simple

    y escribi explcitamente los valores de x y y x/y. Luego, en la otra pgina escribi

    cuidadosamente las soluciones exactas de los otros dos problemas, ilustrndolas conclaros dibujos. Todo esto le llev quince minutos, despus de los cuales slo escucha medias la clase de Monsieur Richard, ms atento a hacerse de valor para el fin de lahora. Cuando Monsieur Richard sala del aula, oy:

    Perdn, Monsieur Richard.S?El profesor vio a un alumno, delgado y pequeo para su edad, con una sonroja-

    da cara triangular, que miraba el suelo y tena en la mano una hoja de papel.Monsieur Richard puso el brazo sobre los hombros de Evariste y pregunt:Qu ocurre?Sin levantar la vista, Evariste le dio a Monsieur Richard la hoja de papel y dijo:Ah est la solucin.Monsieur Richard mir la primera pgina, la ley rpidamente y vio el proble-

    ma resuelto en un estilo digno del mejor manual. Volvi la pgina, la mir, luego alalumno, luego otra vez mir la pgina, y luego otra vez a Galois. Busc la primerapgina y ley en voz alta la firma.

    Galois. Cul es su primer nombre?Evariste.Ya veo.

    Mir a Evariste durante largo tiempo sin decir una palabra. Evariste se sentaavergonzado y lamentaba lo que haba hecho. Se haba comportado como un ton-to? Se sonreira irnicamente Monsieur Richard, como lo haba hecho la calaveraamarilla? Monsieur Richard dijo:

    Por qu no viene a mi cuarto despus de la cena para que tengamos una lar-ga charla? Le pedir a su celador que no lo crucifique si llega un poco tarde a sudormitorio. De acuerdo?

    S, seor.Muy bien.Galois arda de excitacin. Cuando se apartaba, oy a uno de los alumnos que

    susurraba a su vecino:Imagnate! Nuestro genio procura hacerse de amigos. Y tambin oy la con-

    testacin del vecino:Creo que esto lo ha de matar.

    Como la mayor parte de los profesores, Monsieur Richard viva en el Louis-le-Grand. Cuando Evariste entr en su estudio, Monsieur Richard le seal una silla,mir a su visitante un rato y, luego, mientras llenaba la pipa, dijo:

    Deseo que me cuente algo de usted. En qu est trabajando?

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    El secreto del xito de Monsieur Richard con los alumnos era muy sencillo yconsista en un principio rector: tratarlos como a iguales.

    Evariste estaba estupefacto porque no le haba sido necesario convencer a Mon-sieur Richard de que era un matemtico. De algn modo extrao Monsieur Richardpareca saberlo. Por primera vez en el Louis-le-Grand, Evariste se sinti tmido y

    humilde.Estoy trabajando en ecuaciones algebraicas. Hace un ao pensaba que una

    ecuacin de quinto grado se puede resolver por radicales del mismo modo que lasecuaciones de tercero y cuarto grados. Ahora creo que no cabe resolver la ecuacingeneral de quinto grado por radicales.

    Galois se detuvo. Monsieur Richard miraba atnito al alumno que tena frente al, pero slo dijo:

    Ejem! Muy interesante! Muy interesante.El problema en que estoy trabajando es en realidad mucho ms general. Estoy

    buscando las condiciones necesarias y suficientes para que una ecuacin algebraicapueda resolverse por radicales. Quiero decir una ecuacin algebraica de grado arbi-trario. Creo, estoy bastante seguro de ello, que tales criterios deben existir.

    Luego aadi confidencialmente:Creo, seor, que recientemente he hecho algn progreso hacia la solucin de

    ese problema.Estaba ansioso por explicar los resultados a que haba llegado en detalle, pero se

    sinti un poco defraudado cuando Monsieur Richard lo mir en silencio un largorato y luego dijo:

    Es un plan ambicioso.

    Aspir una bocanada de humo y repiti:Es un plan extremadamente ambicioso. Usted sabe, joven amigo, que si ustedresuelve ese problema, tendr un lugar entre los mejores matemticos de nuestrageneracin. Le deseo suerte y xito de todo corazn. Por lo dems, cuantos aostiene usted?

    Nac el 25 de octubre de 1811.Hace diecisiete aos. Diecisiete aos de edad. Yo tengo casi exactamente el

    doble de su edad. Dgame algo ms sobre usted. Cmo se las arregl para llegar aedad tan avanzada sin haber resuelto el problema fundamental del lgebra?

    Ri ruidosamente de su broma y la risa afect a Evariste.

    Cundo se despert su inters por la matemtica?Galois habl ahora ms fuerte y ms libremente. Le habl a Monsieur Richard

    de Legendre, de Monsieur Vernier, del examen en la Escuela Politcnica, y hasta desu hogar y su padre.

    Era ya tarde cuando Monsieur Richard dijo a Galois:Usted puede hacer mucho por m, amigo mo. Me puede ayudar a despertar

    en la clase el inters por la matemtica. Usted comprende, el problema es ste: en lamayor parte de mis clases usted se aburrir. Usted ya sabe con la excepcin dealgunos detalles triviales e inesenciales todo cuanto me propongo decir y, desdeluego, mucho ms. En realidad, no me siento avergonzado de admitir que en algu-nas ramas de la matemtica usted puede saber mucho ms que yo. La cuestin es

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    cmo salvarlo del aburrimiento. Y el aburrimiento es una enfermedad contagiosa.Puede usted propagar involuntariamente esa enfermedad en el aula y eso sera in-conveniente.

    Evaristo interrumpi:Oh! Nunca me aburrir en sus lecciones, seor.

    Desde luego, eso es lo que piensa ahora. Pero dentro de pocos meses puedesentir de modo distinto. Sin embargo, creo que hay un modo de evitarlo. Lo queusted aprendi, lo aprendi por s mismo, no tanto en la escuela como quizs a pe-sar de la escuela. Trate de pensar en las lecciones no ya desde su propio punto de

    vista sino considerando que su propsito es crear inters por la matemtica, no sloensearla sino hacerla viva y excitante. Si usted sabe perfectamente el tema de mislecciones, pregntese entonces si mi exposicin es suficientemente clara; y si tieneque hacerme observaciones crticas, le ruego que me las haga.

    Oh! No me atrevera.Pero es precisamente lo que quiero de usted. La discusin aumenta el inters;

    lo mismo cabe decir de la atmsfera de duda y argumentacin. Lleva al esclareci-miento y a una comprensin ms profunda. De ese modo las lecciones sern paratodos nosotros experiencias que uno busca con anticipacin y recuerda con agradocuando han pasado. Por su actitud, usted puede ayudarme a crear la atmsfera ade-cuada.

    Me har muy feliz, Monsieur Richard, hacer lo que usted me pide.Deseaba decir: Usted, seor, es el primer profesor del Louis-le-Grand que se

    muestra bondadoso conmigo y me comprende. Pero permaneci callado.7: 1829

    Evariste Galois hizo su debut cientfico cuando an era estudiante del Louis-le-Grand. Su primera monografa se public en los Annales de mathematiquesde Mon-sieur Gergonne y su ttulo fue: Dmonstration dun thorme sur les fractions conti-nues priodiques.

    Fue recibida en silencio. Evariste no le haba dicho nada a nadie y a nadie pare-ci preocuparle su aparicin. Cierto, no era una monografa muy importante. No fueen esta monografa donde Evariste formul los resultados a que haba llegado sobrela solubilidad de las ecuaciones algebraicas. Esto lo hizo en un manuscrito que envia la Academia Francesa, un manuscrito que contena algunas de las ms grandes

    ideas matemticas del siglo. Por primera vez en el Louis-le-Grand experiment unsentimiento de descanso y felicidad. S, saba que haba formulado el problema con-cisamente. Pero cualquier buen matemtico deba ver que el manuscrito deba leerselentamente y estudiarse cuidadosamente. La monografa quiz fuera enviada a Mon-sieur Cauchy. Evariste estaba seguro de que el gran maestro reconocera la impor-tancia de los resultados, as como de los mtodos por los cuales ellos se alcanzaban;

    vera que esa monografa abra una senda que llevara a descubrimientos aun mayo-res. Pronto todo el mundo sabra lo que hasta ahora slo l saba: que l, un estu-diante del Louis-le-Grand, que no haba aprobado el examen de ingreso a la EscuelaPolitcnica, era un gran matemtico. Hasta Monsieur Richard, hasta su padre que-

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    daran atnitos. Pronto sera un famoso matemtico, famoso no slo en Francia sinoen todo el mundo, dondequiera que se enseara y estudiase matemtica.

    Pas mucho tiempo soando despierto, imaginando cmo Cauchy recibira elmanuscrito. Su ensoacin favorita siempre parta de la llegada del manuscrito a lacasa del matemtico.

    Monsieur Cauchy primero se dir a s mismo: Ridculo! Un alumno de colegioenviando un manuscrito a la Academia Francesa! Pero Monsieur Cauchy es un granmatemtico y sabe cul es su deber en su condicin de miembro de la Academia.Comenzar a leer el manuscrito. Su inters aumentar con cada palabra; su estuporcon cada pgina. Ver la importancia de la distincin entre una ecuacin primitiva yuna ecuacin no primitiva. Es bueno que Monsieur Gauss est citado en las primerasfrases. Por lo menos Monsieur Cauchy sabr que el autor conoce la literatura y no selimita a volver a descubrir resultados por todos conocidos.

    Monsieur Cauchy reconocer que se ha abierto una nueva senda a travs de lodesconocido. Se excitar ms y ms. Escribir inmediatamente una carta a MonsieurGauss. Luego escribir a la Academia. No, no escribir a la Academia ni a MonsieurGauss. Eso ser despus. Su primer impulso ser conocer a Galois, abrazarlo, felici-tarlo, preguntarle por su hogar, preguntarle en qu est trabajando ahora y culesson sus planes. Pero tambin eso llegar ms tarde. Primero tendr que buscar aGalois en el Louis-le-Grand. Para hacer esto, tendr que ir al despacho del director.

    Ver a Monsieur Laborie y le dir: Soy Monsieur Cauchy. Luego Monsieur Laboriele har una profunda reverencia. Preguntar humildemente a qu debe el granhonor de que Monsieur Cauchy visite el Louis-le-Grand. Y Monsieur Cauchy pregun-tar: Sabe que tiene un genio en su escuela? Ha resuelto un problema en el que

    estuve trabajando largo tiempo y no puede resolver. Puedo verlo? Su nombre esGalois. Y Monsieur Laborie contestar: Oh... Galois? Desde luego, Monsieur Cau-chy. Es el orgullo del colegio. Lo amamos y admiramos. En realidad, lo amamos tan-to que lo mantuvimos dos aos en la segunda clase.

    Luego el soar despierto de Galois se volvi hacia la Escuela Politcnica. El aosiguiente se presentara de nuevo y aprobara el examen de ingreso. Quiz lo exami-nara la misma calavera amarilla. Pero esta vez sera diferente. Mirara con asombro aGalois y dira: Es usted el Evariste Galois?

    Qu quiere decir con eso?

    Quiero decir el Galois que escribi la famosa monografa sobre la solubilidadde las ecuaciones algebraicas.

    S. Soy el mismo hombre! Soy el mismo hombre al que usted aplaz hace unao en el examen de ingreso.

    Cmo es posible? Oh, Monsieur Galois! Perdneme esa estupidez. Ser elhazmerrer del pas si eso se descubre. Aplac a Galois, uno de los ms grandes ma-temticos de nuestro tiempo! Y usted slo tiene diecisiete aos! Qu ocurrir siusted llega a. ser el ms grande matemtico de todos los tiempos? Entonces yo serfamoso como el hombre que aplaz a Galois.

    Precisamente, sa ser mi venganza.

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    Por qu pensaba en esas escenas estpidas e infantiles en lugar de en su padre?Por qu no pensaba primero en su padre? Le dira a su padre: Pap, sabes? Soyfamoso. Soy un famoso matemtico.

    Y su padre respondera con una sonrisa: Siempre lo cre. Y siempre cre en ti.El acadmico Monsieur Cauchy abri distradamente un huevo duro al tiempo

    que echaba una mirada al manuscrito de una de las setecientas ochenta y nuevemonografas que haba escrito durante su vida. El da era demasiado corto para queMonsieur Cauchy pusiera por escrito todas las ideas que ardan en su cerebro, paraprobar todos sus teoremas, para preparar todas sus conferencias y para cumplir to-dos sus deberes religiosos. Uno debe trabajar y orar en la vida, s, pero MonsieurCauchy trabajaba demasiado duro y oraba demasiado largamente.

    La esposa de Monsieur Cauchy era una mujer simple, silenciosa y piadosa comosu marido. Lleg al escritorio, puso el correo sobre la mesa y desapareci. MonsieurCauchy no tena tiempo para alzar los ojos o sonrer a su mujer. Mir el manuscritoen busca de erratas y abri su correo mecnicamente. Otro manuscrito de la Aca-demia! Mir la firma y las palabras escritas debajo de ella: Alumno del Louis-le-Grand.

    Pronto me enviarn monografas escritas por nios en paales. Por qu memandan todas las absurdas monografas sobre la triseccin de un ngulo o la solu-cin de algn gran problema por parte de hombres que nunca hicieron antes nadaslido? Nosaben que mi tiempo es demasiado precioso para que lo pierda en estoscerebros vacos?

    Arroj el manuscrito a la cesta de los papeles.Hice bien en no mirar el nombre. Maana seguramente olvidar todo el inci-

    dente. Cuando el secretario me pregunte qu hice con la monografa de este ma-temtico chapucero, puedo decir con toda honestidad que no tengo la menor idea yque no recuerdo ese nombre. Y no mentir.

    Pero Monsieur Cauchy se senta perturbado. Record ahora que algn tiempoatrs haba arrojado otro manuscrito. Era una monografa escrita por un extranjero,

    y a Monsieur Cauchy no le agradaban los extranjeros. Pero infortunadamente elnombre se le qued grabado en la mente. Por qu era tan estpido que lo habaledo? Un nombre curioso, un nombre bblico, muy difcil de olvidar. S, era el ma-nuscrito de Abel. Por qu se lo haban enviado a Can? Intent rer de su broma, sibien no la encontr muy divertida. Se ocup de su propia monografa, haciendo a un

    lado el pensamiento de Abel, Can y el alumno del Louis-le-Grand.

    8: 1828-1829

    Lus XVIII dijo en una ocasin de su hermano, el conde de Artois: Conspircontra Lus XVI, conspira contra m y conspirar contra s mismo. Y conspir!Conspir contra s mismo cuando conspir contra su primer ministro, Martignac,llamndolo un hermoso rgano de lenguaje y preparando su cada. No pudo per-donar a Martignac el que ste tratara de congraciarse con la oposicin de los libera-les moderados y no pusiera a la corona por encima de la cmara; el que viera con

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    claridad que el poder de la burguesa aumentaba con el crecimiento real e imagina-rio del espectro jesutico. De modo que el rey oblig a renunciar al primer ministro ydesign en su lugar al ltimo primer ministro del ltimo rey Borbn: el prncipe

    Jules de Polignac. Cuando miramos el retrato de Polignac, vemos un rostro que lla-ma la atencin. La cabeza es larga y delgada; las facciones son aristocrticas y afila-

    das, y la nariz larga y ntida. Podemos casi sentir que para sealar cualquier objetoque estuviera en su cercana empleaba de un modo refinado su pequeo ndice. Supelo cae sobre una frente desproporcionadamente pequea; los ojos parecen mirar atravs del mundo real los rostros de ngeles imaginarios. En las solapas de su elegan-te chaqueta aparecen bordadas pequeas flores de lis. En torno de su largo cuelloluce una corbata de seda blanca atada como una bufanda y enmarcada por un chale-co plateado con rayas negras longitudinales. Hay una asombrosa semejanza entrePolignac y Carlos, de quien se supone que era hijo ilegtimo.

    El prncipe Jules de Polignac era la encarnacin de la contrarrevolucin. Slo losextremadamente ultras y los miembros de la congregacin se regocijaron por la elec-cin del rey.

    El nuevo primer ministro era hijo de la intrigante duquesa de Polignac, una fa-vorita de la reina guillotinada, Mara Antonieta. Durante cuarenta y nueve aos hab-a cargado con gran orgullo el peso de la extremada impopularidad de su familia.Cuando se le pregunt ahora cmo podra gobernar Francia sin contar con mayoraen la cmara, el prncipe dijo que no sabra qu hacer si la tuviera. Se negaba a escu-char consejos que no le fuesen dados por el rey o la Virgen Mara, con quien pre-tenda conversar en sus sueos.

    Francia esperaba estallidos. Pero durante unos meses nada ocurri. Francia era

    como un gran teatro donde un pblico impaciente se apia para ver una comedia yel teln no se alza. Quiz lo nico que ocurri fue que una nueva palabra se aadial diccionario parisiense.

    Un carretero ordenaba a su caballo que se moviese, pero el caballo era obstina-do y se negaba; ni siquiera los latigazos daban resultado. El exasperado carretero

    vociferaba: Vamos, Polignac. A partir de entonces, los parisienses llamaron polig-nacs a los caballos obstinados y estpidos.

    El obstinado y estpido primer ministro conduca el carruaje del estado con elrey en l, mientras la revolucin esperaba a la vuelta de la esquina.