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SUBSIDIO

"" EELL EEQQUUII PPOO LL II TTÚÚRRGGII CCOO"" Departamento de Liturgia de la

Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica.

Nota:

Hemos hecho esta primera reelaboración del SUBSIDIO aprovechando las sugerencias y

Aportaciones que nos enviaron y completándolo en algunos puntos. Preferimos no hacer una

reelaboración total, para respetar al máximo el trabajo realizado en el encuentro como fruto de la

colaboración de todos.

Se trata todavía de un documento de trabajo que deberá perfeccionarse y enriquecerse con futuras

aportaciones nacidas, sobre todo, de la experiencia.

Pedimos, pues, a las Comisiones Diocesanas o Regionales que tengan esto en cuenta para que

oportunamente nos envíen sus sugerencias.

Sin duda, todos aprovecharemos este subsidio para lograr que pronto los equipos litúrgicos sean una

realidad operante en todas las comunidades cristianas de nuestro país.

Departamento de Liturgia

de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica.

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INTRODUCCIÓN GENERAL

La Iglesia es el pueblo de Dios y el cuerpo de Cristo, animado por la fuerza del Espíritu (LG 7). Su

vocación es anunciar a aquel que la llamó de las tinieblas a su luz admirable para proclamar sus

maravillas (Cfr. 1 Pedro 2, 9). Está destinada a constituirse en signo de salvación para que el mundo crea

y alcance la alegría de la fe. Está al servicio de la salvación universal. La Iglesia tiene, por lo tanto, la

misión de conocer a su Señor, servirlo y anunciarlo a todos los pueblos.

La actividad de la Iglesia se manifiesta en la fe, en la vida y en la celebración. Aunque la liturgia no

agota toda la actividad de la Iglesia, es su fuente y su cumbre. La liturgia debe, pues, inspirar, impulsar y

alimentar la fe y la vida cristiana. Así se comprende que ninguna actividad pastoral es auténtica si no

emana de la liturgia o conduce a ella (Cfr. Doc. Puebla 901, 927, 938).

En la liturgia, don de Dios a su Iglesia, se realiza el misterio salvífico de Dios, que se hace presente en

toda celebración cultual.

Por el bautismo la Iglesia incorpora al cuerpo de Cristo a quienes Dios llama a formar parte de su pueblo

santo. El Bautismo confiere así a cada uno de los nuevos miembros una función propia, específica e

insustituible —un ministerio— al servicio de la edificación eclesial.

La Iglesia es, pues, ministerial. Todos y cada uno de los bautizados, desde su vocación concreta y

situación de vida, tienen dentro de ella una responsabilidad ministerial de testimonio y servicio. Con el

ejercicio responsable de este ministerio, los bautizados contribuyen a la construcción de la comunidad

eclesial y al establecimiento del Reino de Dios en la tierra.

I. ¿POR QUE EL EQUIPO LITÚRGICO?

1. La Iglesia toda es ministerial

La Iglesia ha sido constituida no para sí, sino para los demás, según la concepción de su fundador y

cabeza, Cristo: "No vine para ser servido, sino para servir y dar mi vida por todos" (Mc 10, 45). Es el

lugar privilegiado del encuentro de Dios con su pueblo y signo visible del llamado que Dios hace a todo

hombre para liberarlo y glorificarlo, y donde se realiza el encuentro con Jesús por medio de la fe en él y

la acción del Espíritu Santo.

Esta Iglesia es el pueblo de Dios, en el que sus miembros, incorporados a él por medio del bautismo, realizan

su misión en el mundo, en la medida en que cada uno asume su propia responsabilidad, adquiere la

conciencia del valor de su bautismo en los actos de la vida diaria y va creciendo como miembro vivo del

cuerpo de Cristo, en la unidad de la acción salvadora del Espíritu de Cristo, que es quien obra todo en todos.

Este papel insustituible y propio de cada bautizado, que no es una mera delegación, ni una simple tarea

organizativa, sino dignidad y capacidad que brotan de su propia consagración bautismal, tiene su

expresión más clara en la participación bautismal del sacerdocio de Cristo, a través del ministerio de la

Palabra y los Sacramentos, y que, a su vez, se expresa en múltiples funciones y servicios, a través de los

cuales la Iglesia aparece como la levadura que fermenta la masa e ilumina a los hombres para que se

abran al Reino de Cristo.

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2. La liturgia en la vida de la Iglesia

Los cristianos, al ir realizando la Salvación de Dios en sus vidas, hacen visible el plan salvífico divino y

se convierten en instrumento y signo del Reino de Dios.

La liturgia es la fuente y cumbre de la acción de la Iglesia, pues no sólo santifica y transforma al hombre

en su interior, sino que lo promueve y lo impulsa a realizar el proyecto de Cristo, que es su Reino de

amor, construyendo así al hombre nuevo en Cristo, capaz de vivir la novedad de la vida cristiana en una

sociedad renovada por los valores del Evangelio.

Por lo tanto, la liturgia no es un paréntesis dentro de la vida eclesial, ni puede, menos aún, desvincularse

de la actividad pastoral de la Iglesia, sino que contribuye de un modo específico y primario al desarrollo

de la comunidad cristiana que, sin la acción litúrgica, dejaría de serlo.

De aquí surge, pues, la necesidad de constituir equipos litúrgicos, que promuevan a la comunidad, sobre

todo en ese momento en que, unida por el Espíritu en torno a Cristo, su cabeza, eleva al Padre celestial

su acción de gracias por la Salvación recibida y le ofrece el sacrificio de la nueva alianza, dando al Padre

el culto que él quiere recibir de su pueblo y congregando a los hermanos en la comunión de mente y vida

que los constituye como piedras vivas en la construcción de la Iglesia.

3. El ministerio jerárquico en la liturgia

En la celebración litúrgica, Cristo, cabeza de la Iglesia se hace visible en la persona del ministro

ordenado, quien, actuando in persona Christi, hace posible la acción litúrgica de la comunidad cristiana.

Y puesto que es toda la asamblea la que, unida a Cristo, participa de su sacerdocio por medio del

bautismo, no debe el ministro oscurecer o negar esta dimensión sacerdotal de la comunidad cristiana, al

servicio de la cual ha sido colocado por Cristo.

Pero no hay que olvidar que él no es un miembro más, sino el que la preside en nombre del mismo

Cristo. De allí la importancia del que ejerce el ministerio jerárquico en la acción litúrgica de la

comunidad y la responsabilidad de ser efectivamente el que preside en la unidad y en la diversidad de los

dones que todos, como bautizados han recibido.

4. Corresponsabilidad diferenciada

Por eso, en toda acción litúrgica se dará una corresponsabilidad diferenciada:

— En la celebración litúrgica todos tienen una acción personal que es propia y común: el sacerdocio

bautismal.

— Pero, la diversidad de dones otorgados, por el Espíritu, crea una serie de funciones personales y

comunitarias, donde se manifiesta la legítima pluralidad de servicios y ministerios para animarse

mutuamente en la fe, la esperanza y el amor.

— Por lo tanto, en la acción litúrgica no hay lugar para espectadores o miembros pasivos; pero nadie debe

tampoco monopolizar lo que legítimamente toca y puede esperarse de otros, sino que cada uno debe

realizar aquello que le corresponde en virtud del ministerio o el carisma recibido y que contribuye a la

edificación de la comunidad cristiana. Aquí es donde Ocupa su lugar el equipo litúrgico.

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II. ¿QUE ES EL EQUIPO LITÚRGICO?

1. Equipo

Es un grupo de personas que se interrelacionan en forma organizada para alcanzar una meta común.

Cada una de las personas que lo forman aporta su propio valor humano y cristiano, su experiencia y su

representatividad, y todo eso lo ponen en común para lograr una finalidad determinada.

2. Litúrgico

Este grupo de personas son cristianos que pertenecen a una comunidad eclesial determinada y son

conscientes de la importancia fundamental que la liturgia tiene en la vida de su comunidad como fuente

y cumbre de la actividad que esta lleva a cabo. Por consiguiente, buscar promover la vida litúrgica de la

comunidad.

Para ello:

— Observa y estudia la realidad ambiente.

— Estudia el contenido, la espiritualidad, el lenguaje y la dinámica propios de la liturgia y de cada

celebración.

— Finalmente, reflexionando sobre la Palabra de Dios y los documentos del Magisterio, organiza y

anima las celebraciones litúrgicas, para ayudar a la comunidad a que tenga en cada una de ellas una

vivencia profunda de su fe.

3. Al Servicio de esta comunidad eclesial

Así pues, el equipo litúrgico debe:

— Estar en actitud de servicio.

— Capacitarse técnica y espiritualmente para prestar debidamente ese servicio.

— Procurar, dentro de lo posible, tener una representación de todos los sectores de la comunidad (sexo,

edades, estratos, etc.).

— Este equipo está al servicio de una comunidad concreta, que tiene un rostro personal: situaciones,

necesidades, expresiones, vocabularios, etc., propios, y que deberá expresar necesariamente su

propia personalidad en la celebración de su fe.

Al mismo tiempo, esta comunidad es expresión determinada de la comunidad universal de la Iglesia y

esta en comunión con ella.

El equipo litúrgico deberá por esto procurar que se guarde el necesario equilibrio entre la expresión de la

comunidad universal y las características propias de la comunidad a la que pertenece y sirve.

III. ¿PARA QUE SIRVE EL EQUIPO LITÚRGICO?

Presupuesto

La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo donde él une consigo de manera especial ala Iglesia

para salvarla, ofreciéndose en alabanza al Padre en el Espíritu.

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Este ejercicio del sacerdocio de Cristo se realiza por medio de signos sensibles, para hacer que la Iglesia,

familia de Dios, participando en estos signos, ejerza el sacerdocio de Cristo.

Estos signos sensibles son expresión de la fe viva de la Iglesia.

Para que esta fe de la Iglesia se manifieste viva, necesita la participación consciente, activa, plena y

fructuosa de sus miembros en la realización de estos signos. Esto es precisamente lo que debe promover

el equipo litúrgico.

Hacer que el hombre, miembro de la Iglesia, inmerso en el mundo, con todas sus características

personales, culturales y Sociales, con todas sus privaciones y éxitos, mediante la celebración de los

diversos ritos, se una a Cristo en el ofrecimiento de sí mismo al Padre para alabarlo y pedirle perdón.

Por eso, el equipo litúrgico deberá conocer el ambiente de la comunidad celebrante, para integrar su

historia dentro del Misterio Pascual de Cristo.

Así pues, el equipo litúrgico debe:

1. Descubrir la realidad humana de la comunidad según sus diversos niveles y circunstancias.

2. Ayudar a que esta realidad se vea reflejada en la celebración litúrgica.

3. Transformar esa realidad en un compromiso liberador hacia un signo de comunidad nueva en la

justicia, fraternidad y amor (P 918).

Ha de ser sensible también para captar el sentido de las expresiones de los signos y símbolos de la

comunidad y, al mismo tiempo, conocer la expresión de los signos que utiliza la liturgia, de tal manera

que ni los signos litúrgicos sean una manifestación inexpresiva para la comunidad, ni los signos propios

de la comunidad se sobrepongan a la liturgia, de suerte que lleguen a hacer de los ritos litúrgicos un mal

remedo de los ritos humanos.

1. De la vida a la celebración

En la liturgia la acción de Dios no es una acción meramente consolatoria sino renovadora; ni tampoco es

como una mano larga que alcanza a donde no puede llegar la del hombre. Dios no viene a suplirlo, sino a

animarlo y responsabilizarlo con una esperanza liberadora.

Este fue el modo de actuar de Cristo en su contacto con el pueblo (multiplicación de los panes) y, por lo

mismo, el modo de actuar de la Iglesia primitiva (Hech 2, 44-47). Así, en la Iglesia primitiva la piedad

popular estaba de tal manera integrada en las acciones litúrgicas, que no permitía un paralelo entre estas

dos maneras de vivir la fe.

El equipo litúrgico debe ser sensible para descubrir los momentos oportunos de la celebración y los

tiempos fuertes del Año litúrgico, para conjugar los elementos propios de la liturgia con los elementos

propios de la comunidad.

También ha de palpar toda la experiencia de la vida humana, en sus diversas circunstancias: penas,

alegrías, acontecimientos personales, familiares y sociales; y en los diversos niveles: niños, jóvenes,

adultos, ancianos, para expresarlos por la fe en Cristo.

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2. En la celebración

Los acontecimientos de la vida que constituyen la historia de una comunidad son llevados a la liturgia

para que, a la luz de la Palabra y por medio de la acción salvadora del Señor, puedan unirse al Misterio

salvífico de Cristo y así se convierten ellos mismos en acontecimientos de salvación.

Así, la vida comunitaria se expresa en ritos; pero la comunidad debe reconocerse en estos ritos y signos

empleados en la celebración.

En la celebración, la Palabra anunciada se cumple en el rito, el cual lleva a una forma nueva de vivir. La

Palabra es el proyecto de vida; solo se participa en el rito en la medida que éste permite a la Palabra tener

eficacia en la vida, transformándola en vida evangélica.

La comunidad no debe creer que su participación se reduce a intervenir en las respuestas y aclamaciones

propias de los ritos litúrgicos. Eso sería solamente intervenir. La verdadera participación va mucho más

allá.

No se mide la participación por el número de intervenciones; es algo más profundo, tanto de parte de

Dios como de la asamblea.

La asamblea no puede reducir su acción al mero hecho de emocionarse por los cantos y el ambiente

agradable; la pura emoción no es fe ni garantiza la participación.

3. De la celebración a la vida: edificación de la Iglesia.

Siendo la liturgia no sólo la cumbre de la vida cristiana, a donde llega por la participación, sino también

la fuente donde bebe el Espíritu de Cristo, el equipo litúrgico promoverá a la comunidad para que esta

logre una plena participación y así pueda ella beber en abundancia de esa fuente, a fin de que, liberada y

transformada, se sienta plenamente unida y trabaje eficazmente en la edificación de la Iglesia.

La vida del cristiano que ha participado del Misterio de Cristo, fortalece la fe de la comunidad, ya que,

por sus obras, se manifiesta ante los demás el poder Salvador con que Jesucristo libera del pecado (P

968-970; AA 33; PO 6; SC 10-11).

IV. QUIENES LO FORMAN Y SUS FUNCIONES

1. Quiénes lo forman

El responsable de la comunidad (trátese de una diócesis, catedral, santuario, parroquia, templo o capilla)

es el animador del equipo litúrgico. Este va más allá del mero equipo de la celebración. Por lo tanto, el

equipo litúrgico deberá reflexionar y elaborar criterios para una participación activa y fructuosa en todas

las expresiones cultuales, tanto en las litúrgicas, sean sacramentales o no, como en las de piedad popular.

Recordará que la liturgia es un momento privilegiado de evangelización.

En el equipo litúrgico no necesariamente estarán todos los que desempeñan un oficio concreto en la

celebración, sino solamente los responsables de los diversos ministerios. Pablo VI enumera algunos de

estos ministerios: "... catequistas, animadores de la oración y del canto, cristianos consagrados al servicio

de la Palabra de Dios o a la asistencia de los hermanos necesitados, jefes de pequeñas comunidades,

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responsables de movimientos apostólicos, u otros responsables ..." (EN 73). Junto a estos ministerios

habrá que representar otros más directamente litúrgicos.

El espacio sagrado y los utensilios litúrgicos son un presupuesto. Aquí intervienen los arquitectos,

técnicos de sonido, elaboradores de ornamentos y vasos sagrados, floristas y fotógrafos. A veces incluso

quien tenga conocimientos de coreografía será útil.

Quienes se dedican a la catequesis presacramental ocuparán un lugar importante en el equipo. Hay que

anotar que, con excepción del sacramento del orden, en casi todas las comunidades se debe catequizar en

relación a los sacramentos. Habría que poner un cuidado especial en el sentido comunitario de la

celebración de la penitencia y en la pastoral de enfermos. En la liturgia de los difuntos, tan acendrada en

nuestro pueblo, habrá que tener en cuenta a los llamados rezadores. También deben ser tenidas en cuenta

otras devociones, como entronizaciones, posadas, acostada y levantada del Niño Jesús, peregrinaciones,

etc.

Hay comunidades con reducida presencia sacerdotal, donde los mayordomos, fiscales, topiles,

sacristanes, responsables de las comunidades eclesiales de base y celebradores de la Palabra realizan una

tarea especial. Téngase en cuenta que en el campo hay necesidades que son más difíciles de cubrir que

en la ciudad y que son diferentes.

La gradual introducción de los niños en la liturgia exige personal competente en pedagogía, que no

busque sólo entretener a los muy pequeños, sino irlos formando. Naturalmente, también quien prepare

las liturgias infantiles deberá pertenecer al equipo litúrgico.

Quienes coordinen la celebración deberán estar en el equipo. Son ministerios que deben tener una

representación dentro de él.

No hay que descuidar la representación en el equipo de otros ministerios, como los ministros

extraordinarios de la comunión, los visitadores de los enfermos y los presos, y otros auxiliares.

En el equipo de liturgia deben también estar representados los agentes de pastoral profética y de

servicios.

Algunas indicaciones generales:

a) “La efectiva preparación de todas las formas de celebración litúrgica hágase con ánimo concorde

entre todos aquellos a quienes la cosa interesa, sea por lo que toca al rito o al aspecto pastoral o a la

música, a juicio del rector del templo y oído también el parecer de los fieles en las cosas que a ellos

directamente les pertenecen" (IGMR 111).

b) Según la capacidad y disponibilidad de los miembros de la asamblea, se tendrá en cuenta su

preparación, competencia y carismas y el valor significativo que puedan tener en la comunidad; por

ejemplo, el ministerio de una persona, aunque fuera muy hábil para ejercerlo, perocuya vida fuera

escandalosa, sería un antisigno.

c) En cuanto al modo de ir vestidos los que ejercen algún ministerio, Se buscará la conveniencia

teniendo en cuenta la santidad misma de la acción y el estilo del lugar. Pueden llevar alguna

vestidura o signo especial por ejemplo, alba, túnica, insignia, brazal, etc.

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Siempre deben ir vestidos digna y decorosamente, evitando todo lo que pudiera parecer escandaloso,

distractivo o menos conveniente.

2. Ministerios exigidos por la acción celebrativa

Téngase siempre en cuenta que en las celebraciones litúrgicas todos los que asisten deben tener una

participación activa y consciente. Lo que dice la IGMR sobre la Eucaristía vale también para las demás

celebraciones:

"En la asamblea que se congrega para la Misa, cada uno de los presentes tiene el derecho y el deber de

aportar su participación, en modo diverso, según la diversidad de orden y de oficio. Por consiguiente,

todos, sacerdotes y fieles, cumpliendo cada uno con su oficio, hagan todo y sólo aquello que pertenece a

cada uno; de ese modo y por el mismo Orden de la celebración, aparecerá la Iglesia constituida en su

diversidad de órdenes y de ministerios" (IGMR 91).

a) El presidente

Lo que se dice aquí del presidente de la celebración eucarística vale también —mutatis mutandis— para

las demás celebraciones litúrgicas.

El presidente es el signo principal del Señor en la asamblea. Expresa sacramentalmente a Cristo, cabeza

y servidor de la comunidad: "El sacerdote ofrece el Santo Sacrificio ‘in persona Christi’, lo cual quiere

decir más que ‘en nombre’, o también ‘en vez’ de Cristo. ‘ln persona’: es decir, en la identificación

específica, sacramental con el ‘Sumo y Eterno Sacerdote’, que es el Autor y el Sujeto principal de este su

propio Sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie" (Dominicae Coenae, n. 8).

La presidencia es el principal ministerio en la comunidad.

El presidente es ante todo misionero, enviado a un trabajo y continuador de un servicio: el de Cristo. Es

director de la oración, guía y ejemplo de la acción del pueblo, debe Saber orar personal y públicamente,

desde lo profundo del alma y con toda la significación corporal y técnica.

Es profeta, iluminador, que desde la Palabra de Dios, presentada como una realidad de hoy, hace ver el

sentido salvifico de los acontecimientos, de las personas y de todas las realidades.

Es sacerdote, que "asocia a sí mismo al pueblo al ofrecer el sacrificio por Cristo en el Espíritu Santo a

Dios Padre, da a sus hermanos el pan de la vida eterna y participa de él juntamente con ellos. Por

consiguiente, cuando celebra la Eucaristía, debe servir a Dios y al pueblo con dignidad y humildad, y

manifestar a los fieles, en el mismo modo de comportarse y de anunciar las divinas palabras, la presencia

viva de Cristo" (IGMR 93).

El presidente es el primer responsable del buen funcionamiento de la celebración; es coordinador de los

demás ministerios. Por esto debe, por una parte, conocer, no sólo con la inteligencia sino también con la

fe y el corazón, el dinamismo de las celebraciones, el sentido de los signos, la verdad de la Palabra, y por

otra, conocer y amar también a la comunidad concreta a la que sirve, para poder ser estímulo, guía y

ejemplo del Sentido de la celebración.

Debe conocer y escoger con sentido de servicio las diversas opciones que presentan los rituales y

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también aquello en lo que dejan libertad para actuar. Se supone en él una buena preparación y que

buscará siempre el mayor bien de la comunidad.

A él corresponde principalmente cuidar que se exprese con claridad ―al mismo tiempo y

equilibradamente― la unidad con la Iglesia universal y la fisonomía propia de la comunidad celebrante.

El criterio básico que debe guiarlo es el bien pastoral de la comunidad, nunca los propios gustos, la

comodidad o la prisa.

b) El diácono

Las funciones ordinarias del diácono están claramente expresadas en la IGMR:

"Entre los ministros, ocupa el primer lugar el diácono, uno de los grados del orden, que ya desde los

comienzos de la Iglesia fue tenido en gran respeto. En la Misa el diácono tiene su parte propia: en el

anuncio del Evangelio y a veces en la predicación de la Palabra de Dios; en dirigir a los fieles en la

oración universal; en ayudar al sacerdote; en distribuir a los fieles la Eucaristía, sobre todo bajo la

especie de vino; en las moniciones sobre posturas y acciones de toda la asamblea" (IGMR 94).

Cuando el diácono preside la celebración tendrá en cuenta lo dicho anteriormente sobre el presidente.

c) La comunidad

La comunidad toda es signo de Cristo (SC 7), unida a la comunidad universal. La expresa y concretiza.

Lo que se dice en la IGMR sobre la comunidad eucarística se debe ampliar a cualquier celebración

litúrgica:

En la celebración de la Misa, los fieles constituyen la nación consagrada, el pueblo que Dios adquirió

para sí y el sacerdocio real, que da gracias a Dios, ofrece, no sólo por manos del sacerdote, sino

juntamente con él, la hostia inmaculada y aprende a ofrecerse con ella. Procuren, pues, manifestar eso

por el profundo sentido religioso y por la caridad hacia los hermanos que toman parte en la misma

celebración.

Eviten por consiguiente toda apariencia de singularidad o de división, teniendo ante los ojos que es uno

el Padre común que tenemos en el cielo, y que todos por consiguiente somos hermanos.

Actúen, pues, como un solo cuerpo, tanto al escucharla Palabra de Dios, como al tomar parte en las

oraciones y en los cantos y, en especial, al ofrecer comunitariamente el sacrificio y al participar todos

juntos en la mesa del Señor. Esta unidad se manifiesta claramente en la uniformidad de gestos y posturas

de los fieles.

Hay cantos que son una acción o un rito por sí mismos, como p. ej., el Gloria, el Sanctus, y otros que

sirven para acompañar o enmarcar un rito o acción, como, p. ej., el canto de entrada o de ofrendas, al

Agnus Dei, etc. Hay que cuidar que estos últimos no rebasen ni opaquen la acción a la que acompañan.

Los ministros de la música son parte integrante de la comunidad que celebra; por su actitud y por el lugar

que ocupan en la asamblea, debe hacerse patente esto.

3. Ministerios exigidos por necesidades y circunstancias de la comunidad

Hay celebraciones peculiares que exigen otros ministerios:

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Recepción

La comunidad, compuesta por personas muy distintas, se constituye cuando éstas se reconocen

mutuamente como unidas en una misma fe. En comunidades pequeñas y homogéneas esto es bastante

fácil. La dificultad es mayor cuanto más numerosa y heterogénea sea la comunidad. Con todo, la

disposición del lugar, la situación del presidente y la designación de alguno o algunos miembros de la

comunidad para realizar este servicio harán que nadie se sienta extraño. Estos expresarán a los que llegan

la bienvenida de la comunidad, les ofrecerán el material impreso (hojas, folletos, etc.) y los harán tomar

su lugar e insertarse en el grupo.

Comentador

“También el comentador ejerce un verdadero ministerio litúrgico, cuando, desde un lugar adecuado,

propone a la comunidad de los fieles explicaciones y moniciones oportunas, claras, diáfanas por su

sobriedad, cuidadosamente preparadas, normalmente escritas y aprobadas con anterioridad por el

celebrante" (OLM 57).

Preparación y dirección

En muchas circunstancias es conveniente que haya alguien que prepare, ensaye y dirija las acciones

litúrgicas para que todo se haga con orden y decoro.

Otros

a. Técnico del sonido: se preocupa de que todos escuchen y puedan participar bien.

b. Animador de las liturgias infantiles: concentra la atención de los niños con medios pedagógicos

adecuados.

c. Servicio de guardería: donde se cuida a los pequeños no lactantes.

d. Motivador gráfico: da una idea de la liturgia por medio de carteles y murales.

e. Coordinador de fotógrafos: ayuda a obtener recuerdos gráficos sin impedir una digna celebración.

f. Cronista: conserva por escrito una relación de lo que sucede para la historia.

4. Necesidad de animar la vida eclesial: antes, en y después de las celebraciones

Las personas que forman el equipo deben ser personas que den testimonio de vida cristiana, conscientes

del papel que van a desempeñar, con un deseo de servicio a la comunidad con la cual están

suficientemente integradas y con una capacidad humana de relación y colaboración.

Junto a esta dimensión espiritual no puede descuidarse la necesaria preparación técnica, la capacidad de

interpretar los acontecimientos de la vida de la comunidad a la luz de la Palabra de Dios y en función de

la celebración, creativamente, y también las cualidades de animación y liderazgo.

Para el recto desempeño de la función del equipo, éste deberá ser pequeño y representativo de todos los

ministerios que reflexionan y celebran la Palabra de Dios y sirven al crecimiento de la comunidad. Ellos

animarán más tarde sus propios ministerios específicos.

La función del equipo será facilitar una liturgia que comprometa en la vida y que sea verdaderamente

celebración de la fe, teniendo en cuerita las características específicas de la propia comunidad.

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El equipo está comprometido en la promoción de la catequesis litúrgica del pueblo en orden a su participación activa y fructuosa.

El equipo deberá fomentar finalmente todo aquello que prolonga la celebración de la fe realizada en la liturgia y que se proyecta en vivencias de alegría cristiana.

Todos los componentes ejerzan con seguridad y seriedad su ministerio. Procúrese que se les dé un debido estimulo, reconociendo su actuación y desempeño, y aprovechando al máximo las debidas evaluaciones del desempeño del equipo. Finalmente, que ellos sean los primeros en dar el testimonio de integración de liturgia y vida, que sirva de fermento en la comunidad eclesial donde viven.

V. ¿COMO SE ORGANIZA EL EQUIPO?

Presupuesto

La función básica del equipo es promover toda la acción litúrgica. Esto Supone grados en la coordinación, en que cada miembro ejerce una función o un ministerio. Y el primero de todos será el equipo que lleva adelante el trabajo de todos, orientando y respetando el carisma propio de cada ministro.

No hay que olvidar que todo ministerio debe nacer de la maduración de la comunidad. No se debe, pues, formar el equipo litúrgico por simple denominación de sus miembros.

Para organizar el equipo litúrgico el equipo promotor tendrá en cuenta lo siguiente:

— Una preparación remota.

— Una preparación próxima para cada celebración.

— Una revisión del trabajo.

1. Preparación remota

A. Promoción del equipo litúrgico

Ante todo hay que motivar a toda la comunidad sobre la necesidad e importancia de integrar un equipo litúrgico, por medio de una fundamentación eclesiológica en base a lo dicho en el cap. I.

Esta motivación se puede llevar a cabo por los diversos medios de comunicación social, específicamente mediante una semana litúrgica, retiros, etc., o bien, aprovechando un momento oportuno en la vida de la comunidad.

Un segundo momento de la promoción será la iniciación a la liturgia, donde se darán elementos básicos de liturgia y una visión más amplia y profunda. En este segundo momento se puede detectar e invitar a los sujetos que tengan capacidad y deseo de participar.

Un tercer momento será la orientación, que consiste en una información general de los diversos servicios que puede prestar dicho equipo, dando así oportunidad a que cada persona, conociendo los dones que el Señor le ha concedido, pueda colaborar en algún servicio específico.

B. Capacitación del equipo litúrgico

Capacitación humana. Habrá que educar a los componentes del equipo para que se integren como personas y se relacionen con los demás, como se explicaba en el cap. II.

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Capacitación técnica. Supone dos momentos:

a) Una información, lo más completa posible, sobre las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, donde

cada uno identifique su propio ministerio.

b) Una formación específica y suficiente sobre el propio ministerio que cada miembro desempeña

en la celebración. Conviene elaborar un panorama de las celebraciones de la comunidad, teniendo

en cuenta el calendario litúrgico, para que pueda especificarse la participación concreta del

equipo litúrgico.

C. Alimentación

Es necesario un acompañamiento por parte del equipo promotor para mantener el buen espíritu del trabajo

y evitar desánimos. Esto puede hacerse mediante celebraciones especiales (retiros, conviviencias, etc.).

Es necesario que el equipo tenga intercambio y convivencia con otros grupos de acción pastoral.

2. Preparación próxima para cada celebración

Hay que identificar primero suficientemente la celebración misma, para determinar los diferentes

ministerios que ésta requiere. Esto supone un conocimiento de los rituales para avocarlos a la situación

concreta.

Después, Seleccionar a los diferentes ministros para ubicarlos en el desempeño concreto de su propio

ministerio.

Cada ministro deberá aportar lo necesario para el correcto desempeño de su ministerio.

No se olvide que toda celebración es un misterio de fe, donde no todo depende de la organización

técnica. Conviene por lo tanto, tener en cuenta el impulso del Espíritu de su Iglesia.

3. Revisión del trabajo

Partiendo de que el equipo litúrgico no sólo es para el momento de la celebración, habrá que evaluar

también el ANTES y el DESPUÉS de la misma, para descubrir hasta dónde compromete la vida cristiana

de toda la comunidad.

Se pueden tener dos tipos de evaluación.

— Periódica: que puede ser después de los tiempos fuertes o mensuales o en las grandes fiestas, etc.

— Próxima: después de cada celebración.

Ambas evaluaciones tendrán en cuenta los OBJETIVOS, METAS y MEDIOS que se propusieron al

diseñar la celebración.

Si se a marchando bien, hay que seguir adelante con nuevos ánimos. Si hay que cambiar algo, hay que

hacerlo a la luz de la fe y del itinerario del equipo.

Una muestra de crecimiento del equipo es el irse enriqueciendo con nuevos elementos de la comunidad.

El pastor tendrá cierta flexibilidad y comprensión cuando las cosas no hayan salido bien, teniendo en

cuenta que todo lo anterior no es solamente un análisis técnico, sino sobre todo vital y de fe.