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El Espía Digital www.elespiadigital.es 1 Francisco De Cuéllar Un héroe olvidado de la Gran Armada Por José Antonio Crespo-Francés* Si viajamos por Irlanda encontraremos muchas evocaciones a la tierra española, hoy traemos a colación a otro olvidado que relató su experiencia como partícipe directo en el desagraciado final de la Gran Armada 1 y me refiero al soldado de Infantería Don Francisco de Cuéllar. Las motivaciones de la Grande y Felicísima Armada habría que buscarlas en la causa religiosa que, en el siglo XVI, fue origen de muy cruentos enfrentamientos. España, con Felipe II en el trono, como Defensor Fidei, era el garante del catolicismo, mientras que Inglaterra había iniciado su propia religión nacional, el anglicanismo, una especie de versión inglesa del protestantismo. Si bien su inspirador, Enrique VIII, la fundó solamente por razones políticas, su hija Isabel I transformó el país en una nación plenamente anglicana tras el paréntesis católico propugnado por María I, buscando para ello la alianza y apoyo de los protestantes del continente. En 1570, el papa Pío V promulgó una bula que excomulgaba a Isabel I y autorizaba a cualquier católico a asesinarla y a cualquier monarca católico a destronarla. En un primer momento Felipe II tuvo dudas sobre si llevar a cabo la empresa, inicialmente en sus primeros años de reinado quiso ofrecerse en matrimonio a Isabel para garantizar la pervivencia del catolicismo en Inglaterra siendo rechazado por la reina. En cualquier caso, la intención de Felipe II no fue en ningún caso la de añadir Inglaterra y sus pocos dominios al Imperio español, sino la de sustituir a Isabel por un rey católico. María Estuardo de Escocia era la candidata por razones dinásticas ya que era la prima de Isabel y, tras su muerte en 1587, acusada de alta traición por sus contactos con los 1 Un total de 140 barcos, 2.400 cañones, 19.000 soldados, 7.000 marinos, más de 2.000 remeros. Felipe II puso en marcha toda la maquinaria de guerra del Imperio español para su operación de castigo a Inglaterra. Su objetivo primero y último era restablecer la religión católica en la isla, y no importaba el dinero. Pero, a pesar de esas cifras de vértigo, la empresa de la Grande y Felicísima Armada estaba condenada al fracaso. La reina Isabel I ganó la primera mano en aquella partida librada por las dos mayores potencias de su tiempo; y, aunque las consecuencias del desastre no fueron muy duraderas, España asistió impotente a la pérdida de buena parte de su flota y de muchos de sus más valiosísimos hombres.

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Francisco De Cuéllar Un héroe olvidado de la Gran Armada

Por José Antonio Crespo-Francés*

Si viajamos por Irlanda encontraremos muchas evocaciones a la tierra española, hoy traemos a colación a otro olvidado que relató su experiencia como partícipe directo en el desagraciado final de la Gran Armada1 y me refiero al soldado de Infantería Don Francisco de Cuéllar. Las motivaciones de la Grande y Felicísima Armada habría que buscarlas en la causa religiosa que, en el siglo XVI, fue origen de muy cruentos enfrentamientos. España, con Felipe II en el trono, como Defensor Fidei, era el garante del catolicismo, mientras que Inglaterra había iniciado su propia religión nacional, el anglicanismo, una especie de versión inglesa del protestantismo. Si bien su inspirador, Enrique VIII, la fundó solamente por razones políticas, su hija Isabel I transformó el país en una nación plenamente anglicana tras el paréntesis católico propugnado por María I, buscando para ello la alianza y apoyo de los protestantes del continente. En 1570, el papa Pío V promulgó una bula que excomulgaba a Isabel I y autorizaba a cualquier católico a asesinarla y a cualquier monarca católico a destronarla. En un primer momento Felipe II tuvo dudas sobre si llevar a cabo la empresa, inicialmente en sus primeros años de reinado quiso ofrecerse en matrimonio a Isabel para garantizar la pervivencia del catolicismo en Inglaterra siendo rechazado por la reina. En cualquier caso, la intención de Felipe II no fue en ningún caso la de añadir Inglaterra y sus pocos dominios al Imperio español, sino la de sustituir a Isabel por un rey católico. María Estuardo de Escocia era la candidata por razones dinásticas ya que era la prima de Isabel y, tras su muerte en 1587, acusada de alta traición por sus contactos con los

1 Un total de 140 barcos, 2.400 cañones, 19.000 soldados, 7.000 marinos, más de 2.000 remeros. Felipe II puso en marcha toda la maquinaria de guerra del Imperio español para su operación de castigo a Inglaterra. Su objetivo primero y último era restablecer la religión católica en la isla, y no importaba el dinero. Pero, a pesar de esas cifras de vértigo, la empresa de la Grande y Felicísima Armada estaba condenada al fracaso. La reina Isabel I ganó la primera mano en aquella partida librada por las dos mayores potencias de su tiempo; y, aunque las consecuencias del desastre no fueron muy duraderas, España asistió impotente a la pérdida de buena parte de su flota y de muchos de sus más valiosísimos hombres.

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sectores católicos de la nación, lo fue su hijo, de acuerdo con la idea sugerida por el agente papal Roberto di Ridolfi. Pedro Menéndez de Avilés2 regresa a la Península para organizar la Gran Armada contra Inglaterra, y apoyar a Luis de Requesens en Flandes, de la cual el rey le ha nombrado capitán general, pero muere en Santander el 17 de septiembre de 1574. El plan era conquistar Inglaterra con la ayuda de dos flotas. Una partiría de Lisboa bajo las órdenes de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y se reuniría en el canal de la Mancha con la flota flamenca del duque de Parma. De forma conjunta, ambas desembarcarían en el suroeste de Inglaterra y se dirigirían hacia Londres. Isabel ayudaba económicamente a los protestantes holandeses y financiaba las empresas de piratería de Francis Drake en el Caribe, en la América hispana. Los ataques adquirieron gran virulencia aunque no mermaron los beneficios de las arcas de la corona española a pesar de determinadas acciones puntuales, era peor la situación de incomodidad y riesgo que impedía el desarrollo de la vida diaria. Isabel había dado orden de atacar los puertos peninsulares, lo que hizo en 1585 mediante una serie de incursiones en puertos de Galicia, profanando iglesias, asesinando a religiosos, atacando los puntos de llegada de las flotas de Indias. Ante esta situación Felipe II se convenció de crear una Gran Armada, sintiéndose respaldado por el proceso contra María Estuardo, ejecutada en 1587. Mientras tanto, Drake continuaba con sus saqueos en España, el más importante de los cuales fue el de la bahía de Cádiz, que llevó a cabo en abril del mismo año y en el que destruyó entre 20 y 30 naves españolas, además de apresar otras cuatro llenas de provisiones. Los ataques tenían un objetivo muy claro, retrasar en lo posible los trabajos que España estaba llevando a cabo para construir su Armada y ganar tiempo para estructurar su defensa ante el inminente ataque español. Los planes de Isabel surtieron efecto y la Armada española no partió hasta el año siguiente. Consciente de los riesgos que conllevaba la demora, Felipe II instó al marqués de Santa Cruz a apresurar sus trabajos. Sin embargo, la

2 El sistema de flotas que diseñó España para comerciar con América a partir de 1561, estuvo inspirado en un memorial suyo, por lo que se le considera el padre de ese sistema de navegación. Ver MIRA CABALLOS, Esteban: "Pedro Menéndez de Avilés diseñó el sistema de flotas de la Carrera de Indias" Revista de Historia Naval N. 94. Madrid, 2006.

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fortuna se puso de nuevo en su contra cuando, a los 62 años de edad, la muerte sorprendió al encargado de dirigir la fuerza, pues Álvaro de Bazán falleció el 9 de febrero de 1588 en Lisboa3. Era urgente y necesario encontrar un sustituto para el mando de la Armada. La elección recayó en Alfonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, de 37 años. Se discutía mucho su idoneidad, incluso el propio duque reconocía que no era apropiado debido a su inexperiencia en los mares. El duque envió varias misivas a Felipe II para que le exonerara de tan gran responsabilidad pero, al parecer, las cartas fueron interceptadas por los consejeros del monarca. Cierto es que no toda la responsabilidad de la empresa iba a recaer sobre los hombros del de Medina Sidonia, puesto que los planes de Felipe II pasaban porque la flota holandesa al mando de Alejandro Farnesio, duque de Parma, quien gozaba de un gran prestigio, ya que había jugado un papel decisivo en la batalla de Lepanto contra los turcos, debía reunirse con el resto de la flota española en el canal de la Mancha.

Señalización del Camino de Cuéllar, De Cuéllar Trail en Grange, situado junto a la playa de Streedagh, en la verde Irlanda, donde naufragó el navío de nuestro protagonista. En Crange, un pueblecito situado al norte de Sligo, encuentro una señal: Spanish Armada. The Cuellar's Trail. Lleva hasta la playa de Streedagh Strand. Es un paisaje desolado e inmenso de una belleza insólita. No hay un solo árbol bajo el que cobijarse. Desde algún montículo de arena podemos contemplar el océano Atlántico con los montes de Donegal como fondo. Hay un pequeño monumento de piedra en forma de barco. Una placa recuerda el naufragio de La Juliana, La Lavia y la Santa María de Visón.

3 Con él desaparecía uno de los marinos con más prestigio de la época, héroe en Lepanto y las Azores, a quien Lope de Vega homenajeó en unos versos: “el fiero turco en Lepanto/ en la Tercera el francés/ y en todo mar el inglés/ tuvieron de verme espanto”.

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Entre el 16 de septiembre y el 26 de octubre de 1588 unos veinticinco navíos de la Felicísima Armada, mal llamada Invencible, se hundieron en la costa irlandesa cuando regresaban del desastroso intento de tomar Inglaterra. Aunque lo de Invencible fue un añadido posterior cuya irónica paternidad corresponde al almirante Lord Howard de Effingham. La realidad es que jamás se había visto una fuerza similar, en mayo zarparon de Lisboa unos 130 barcos con más de 20.000 hombres procedentes de los mejores tercios de Flandes. Don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, fue quien primero sembró la idea en la mente de Felipe II, pretendiente al trono inglés por su matrimonio con María Tudor, hija de Enrique VIII, añadiendo es esfuerzo del papa Sixto V para el que cualquier inconveniente se superaba con el incontestable argumento religioso de «Dios está con nosotros».

Sobre nuestro héroe, decir que es muy probable que el topónimo, Cuéllar, que indica su apellido fuera su lugar de origen en la península ibérica, Francisco de Cuéllar nació y vivió en el siglo XVI y fue uno de tanto olvidados capitanes de infantería española. Formó parte de la Gran Armada contra Inglaterra en la expedición organizada en 1588 sufriendo un dramático naufragio en las costas de Irlanda, dejándonos un detallado y notable relato sobre su experiencia en la flota, su recorrido y vicisitudes en la isla esmeralda.

Costa de Dunsenverick. En Irlanda murieron unos 10.000 españoles, ahogados o ejecutados en la horca. Triste

epílogo de una ambiciosa aventura. En la Biblioteca Nacional de Dublín existe una gran cantidad de literatura

sobre los naufragios de la «Spanish Armada». Un nombre aparece repetidamente: Francisco de Cuéllar, capitán

del San Pedro, náufrago en Sligo, quien escribiera su aventura y retratara la vida local mucho antes de que lo

hiciera el costumbrismo irónico y cruel de Jonathan Swift.

Poco se sabe de su vida anterior a la expedición, pero se calcula que podría haber nacido entre 1560-65 pues en su narración afirma que sirvió desde que tuvo edad para ello. Como acabamos de decir Cuéllar nos habla de su lugar de origen, pero podría ser también algún lugar próximo, a lo que nos lleva a la especial devoción de Francisco de

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Cuéllar por "Nuestra Señora de Ontañar"4 lo que nos lleva a otra villa segoviana, a Riaza. Por otra parte, de acuerdo con las investigaciones de Rafael María Girón Pascual autor de la obra titulada "El capitán Francisco de Cuéllar antes y después de la jornada de Inglaterra", se sabe que hubo un capitán del mismo nombre, Francisco de Cuéllar, nacido en Valladolid y bautizado el doce de marzo de 1562 en la parroquia de San Miguel, lo cual nos lleva a que podría ser el mismo capitán Cuéllar autor del escrito y motivo de estas líneas, teniendo en cuenta la proximidad de las provincias y que su `padre podría ser el originarios de Riaza y transmisor a su hijo de la devoción por Nuestra Señora de Hontanares. Finalmente, del estudio filológico del texto se pueden sacar conclusiones sobre el uso de ciertas palabras en el texto de Cuéllar como "casiña" o "casares" podrían indicar un origen leonés o extremeño del autor, en cualquier caso no hay una certeza absoluta y categórica sobre su origen.

Territorios españoles e imperiales y rutas de la gran Armada y de Lepanto.

Todo indica que la primera noticia sobre su actividad militar se inicia cuando se alista en el ejército que va a invadir Portugal en 1581, a través de los renglones de su narración y las hojas de servicios

4 Nuestra Señora de Hontanares ermita próxima a Riaza, cuyo culta se remonta a la época visigótica.

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descubiertas por Rafael Girón. Luego participa en la unión de Portugal a la corona española. Más tarde participa embarcado con Diego Flores Valdés5 en su expedición al estrecho de Magallanes, siendo capitán de infantería española en la fragata Santa Catalina. Esta expedición durará hasta 1584 y llevará a Cuéllar al fuerte de Paraíba en Brasil, para desalojar a los colonos franceses que se habían apoderado de la zona. Tras regresar de Indias, Cuéllar participa en la expedición a las Azores bajo el mando del marqués de Santa Cruz. La prueba la tenemos en que aparece cierta referencia en la narración "El hacerme este bien nació del francés, que había sido soldado en la Tercera, que le pesó harto verme hacer tanto mal".

La Gran Armada sufrió terribles pérdidas en las tormentas que se produjeron en otoño de 1588, coincidentes en un momento que climatológicamente coincide con lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo. Cuéllar era capitán del San Pedro, un galeón del escuadrón de Castilla, cuando este barco rompió la formación de la Armada en el Mar del Norte. Nuestro héroe fue condenado a morir en la horca por desobediencia por el General Francisco de Bobadilla. Enviaron a Cuéllar al galeón San Juan de Sicilia, para que el Auditor General Martín de Aranda ejecutase la sentencia. Pero hagamos un pequeño alto y hablemos de la climatología y posibles causas del naufragio. Hace unos años escuché en un programa

5 Dirigió, como capitán general, el transporte de la expedición encomendada a Sarmiento de Gamboa para fundar establecimientos españoles en el estrecho de Magallanes que impidieran el paso a los ingleses. Fue comisionado por el virrey Toledo para llevar a España los caudales peruanos en 1569. Nueve años después (1578) llegó al estrecho de Magallanes el corsario inglés Francis Drake, que sembró el terror en la costa de Pacífico español con sus asaltos, rapiñas y robos. El virrey creyó que Drake regresaría a Inglaterra por el mismo estrecho y envió allí en octubre de 1579 una flota dirigida por Pedro Sarmiento de Gamboa, que fracasó en su intento. Sarmiento se dirigió entonces a España y se entrevistó con Felipe II en Badajoz en 1580, convenciéndole de la necesidad de colonizar y fortificar el estrecho de Magallanes. Se organizó una gran flota para dicho objeto y el de llevar refuerzos a Chile. La dirigió el Diego Flores Valdés transportando a Sarmiento de Gamboa, con el cargo de capitán superior de la jornada, para realizar las fundaciones. Estaba compuesta de 23 buques en los que embarcaron 3.000 hombres, entre los que iban soldados, labradores, artesanos, etc. Llevaban también los planos de los fuertes que iban a construir, obra del famoso ingeniero Antonelli. La flota tuvo infinidad de contratiempos. El primero fue una tormenta a la salida, en la que fallecieron 800 personas. Hubo que regresar a España y la expedición quedó reducida a 16 buques con 350 colonos y 400 soldados destinados al estrecho. Tras zarpar definitivamente el 9 de diciembre de 1581, durante la travesía se temieron naufragios a causa de la broma (un molusco que se come la madera) pero finalmente llegaron a Magallanes el 19 de febrero de 1583. Flores no se atrevió a entrar en el estrecho y regresó a Río de Janeiro, donde recibió algunos socorros de España. Pese a ellos decidió volver a la península. Sarmiento se quedó solo con cinco buques y 530 personas y volvió al estrecho (1584), donde realizó dos fundaciones, las de Nombre de Jesús y Rey Don Felipe, cuyo mantenimiento fue imposible debido al frío y las privaciones. Sarmiento declaró más tarde en España contra Flores, por su huida, lo que le valieron varios cargos al navegante.

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científico de televisión una información interesante, en la que se expresaba que la derrota de la llamada por los ingleses Armada Invencible no fue provocada por la flota naval inglesa, sino por la Corriente del Golfo, entonces me enteré que se referían al Golfo de México y que esta corriente marina llega hasta Irlanda, en el Atlántico Norte, donde fue ese triste episodio en agosto de 1588. Primero pensé que era la fuerza de las aguas cálidas de dicha Corriente lo que había ocasionado los hundimientos de las naves españolas, pero precisamente en esa época lo que había era una Pequeña Edad de Hielo que provocó que se interrumpiera la referida Corriente del Golfo. De hecho, el Canal de la Mancha reflejaba este cambio climático que fue el que propició los oleajes, las marejadas, que se describen en las narraciones de ese entonces.

Dunluce. Lugar de naufragio del “Girona”, escuadra de Levante, al mando de Bertendona. En Portrush, Irlanda del Norte, condado de Antrim, está el impresionante castillo de Dunluce. Colgada sobre un acantilado, la fortaleza parece inexpugnable. Al otro lado de la carretera están las ruinas de la iglesia de Cuthbert's. Se supone que ahí está enterrado el bravo Alonso Martínez de Leyva, capitán de La Rata Encoronada, quien después de naufragar en el condado de Mayo mantuvo unidos a 600 españoles en territorio enemigo. El Gobernador de Connacht, Richard Bingham, quien tan eficaz se había mostrado en las ejecuciones de náufragos desarmados, rehusó el enfrentamiento. Leyva acampó cerca de la bahía de Killybegs durante nueve días, hasta que apareció el maltrecho Gerona. El barco fue reparado y a mediados de octubre zarpó con 1.300 hombres. Un vendaval castigó el sobrecargado navío, hundiéndolo en Lacada Point, en el turístico Giant's Causeway, cerca de Dunluce Castle. Fue el último barco español hundido en Irlanda. La leyenda cuenta que sólo nueve sobrevivieron. Sus restos se descubrieron en 1966 y descansan hoy en el Ulster Museum de Belfast. Cuéllar llegaría poco después de este desastre y daría cuenta de él en su carta. Con la ayuda del Obispo de Derry, escapó a Escocia y de ahí a Holanda. No fue el final de sus penalidades. Su barco fue bombardeado por los holandeses en cuanto lo avistaron. Otra vez náufrago. Además, doscientos setenta españoles fueron asesinados ante sus ojos antes de que pudiera ponerse a salvo y escribir su carta a Felipe II. Poco más al este de Dunluce, en Dunseverick hay otro castillo en ruinas. Desde aquí se puede preguntar a los lugareños dónde están enterrados los españoles del Gerona. La fosa común dista apenas dos millas. El camino indicado lleva hasta un montón de piedras, las ruinas de una iglesia dentro de un campo vallado. Las lápidas resisten pacientes las inclemencias del tiempo. Asomadas al océano, custodiadas por suaves y verdes colinas, se desgastan poco a poco bajo la lluvia. No hay visitantes, ni curiosos, ni turistas, sólo un silencio infinito y unas vacas que rumian sin prisa. Descansen en paz los desdichados héroes de la Invencible.

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Los científicos piensan que “La Pequeña Edad de Hielo” se produjo cuando se interrumpió la corriente del Golfo. Se postula que el intenso calor que se desarrolló por cuatro siglos, del 900 hasta el 1300, con temperatura media entre 3º y 7º superior a los de siglos previos, fundió el “hielo ártico”, aportando agua dulce al mar, rebajando la salinidad marina. Como consecuencia, el agua del mar perdió densidad y capacidad de hundirse en el océano, deteniéndose la Corriente del Golfo. Sin dicha corriente, el clima de la Tierra, fundamentalmente el de Europa, se enfriaría enormemente. El calor ya no se transportaría a la atmósfera del Atlántico norte y los vientos procedentes del mar ya no serían cálidos, sino fríos. Las temperaturas en toda Europa serían gélidas, como en Siberia6. Precisamente, en la narración escrita por el capitán Francisco de Cuéllar en octubre de 1589, uno de los supervivientes de la catastrófica expedición de la Armada Imperial española, la Grande y Felicísima Armada, que la dio a conocer, a fines del siglo XIX, Cesáreo Fernández Duro, miembro de la Real Academia de la Historia, se puede advertir la fuerza tremenda del mar contra las naves españolas y las desgraciadas muertes que provocó. El investigador Rafael M. Girón Pascual comenta que se conoce muy poco de la figura de Francisco de Cuéllar, integrante de la Felicissima Armada y autor de la Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterra y cuenta la jornada, en la que narra “su naufragio en las costas irlandesas y su lastimoso viaje a través de la parte norte de la isla, su llegada a Escocia y posteriormente a Flandes donde redacta la carta”. Algo que conviene resaltar es que el capitán Francisco de Cuéllar sabía latín y eso le ayudó a comunicarse, sobre todo, con algunos religiosos católicos irlandeses durante su periplo de vuelta. Una información muy importante que proporciona este autor es sobre los diversos viajes antes y después de 1588-1589 que realizó el capitán de Cuéllar, es decir, en 1581 estuvo en las jornadas bélicas de Portugal, viajó al Estrecho de Magallanes y Brasil en 1581-1584, y luego, durante los 10 años a partir de 1589 que sirvió al en Flandes a Alejandro Farnesio, duque de Parma, y al archiduque Alberto luchó en varios lugares de Francia y, finalmente, en Italia, en la guerra de Piamonte y Saboya. En 1600 estaba en Nápoles a las órdenes del virrey Lemos. Fue a las islas de Barlovento, Antillas, y Tierra Firme por la plata americana en 1601-

6 http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:g7VeqNylylAJ:cinabrio.over-blog.es/article-corrientes-marinas-y-

edad-de-hielo-104466532.html+Corriente+del+golfo+Armada+Invencible&cd=14&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx

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16027. Podemos afirmar que su vida daría para un potente guión cinematográfico además de al menos para un cuadro con alguna de las imágenes de su odisea vital.

Mapa de la ruta seguida por los navíos de la "Armada Invencible", combates y naufragios. Hoy es conocida en el mundo anglosajón la carta de Francisco de Cuéllar publicada en Londres en 1885. El manuscrito permaneció escondido trescientos años en la Real Academia de la Historia. En 1884 lo rescató el capitán de navío Cesáreo Fernández Duro y desde entonces ha sido objeto de constantes reediciones anglosajonas. De 1.200 hombres que viajaban con Cuéllar sobrevivirían apenas 300. Fueron inmediatamente despojados de cuanto tenían. Él mismo sería agredido, herido y desnudado por los nativos. Aun así, tuvo suerte. La región estaba infestada de soldados ingleses. Temerosos de que los españoles alentaran una rebelión, las órdenes eran matarlos allí donde los encontraran y castigar con la misma suerte a cualquiera que les cobijara. Los españoles también encontraron ayuda de algunos señores como Hugh O'Neall, conde de Tyrone, quien tuvo como su hombre de confianza y guardaespaldas al español Pedro Blanco superviviente del Juliana. Un descendiente del conde, Owen Roe O'Neill serviría años después en el Regimiento Irlandés del Ejército Español de Flandes.

Sobre el peligro de los temporales, y conste que no me refiero a la presencia del corsario Francis Drake en la flota inglesa enemiga, ya don

7 Rafael M. Girón Pascual, El capitán Francisco de Cuéllar antes y después de la jornada de Inglaterra” en Antonio Jiménez Estrella y Julián J. Lozano Navarro (eds.) Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Comunicaciones, Vol. II, pp. 1051-1059, Granada, Universidad de Granada, 2012

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Alonso Pérez de Guzmán el Bueno8, con 125 barcos y 30.000 hombres de la Armada bajo su mando directo, expresaba en una misiva a Felipe II su resquemor al respecto: “en la costa de Flandes, no haviendo en toda ella puerto ni abrigo ninguno para esas naves, con el primer temporal que les diese, les hecharía a los bancos donde, sin ningún remedio, se avían de perder”9.

La Armada Invencible10

Hecho este inciso sigamos con nuestro Cuéllar condenado a muerte. La citada sentencia de muerte no llegó a ejecutarse y Cuéllar permaneció detenido a bordo hasta que el galeón, integrante del escuadrón Levante, que sufrió numerosas bajas11, ancló cerca de la costa de Irlanda, a una milla de Streedagh Strand en el actual Condado de Sligo12, junto con otros dos galeones. Al quinto día de permanecer anclados, las tres naves fueron arrastradas hacia la costa siendo

8 Duodécimo señor y quinto marqués de Sanlúcar de Barrameda, noveno conde de Niebla y séptimo duque de Medina Sidonia, Capitán General de Mar Océano. 9 El País, 18 de septiembre de 2011. 10 Manuel de la Fuente, Madrid, 31 de julio de 2013, “Francisco de Cuéllar: náufrago de la Felicísima Armada y héroe de España”, http://www.abc.es/cultura/libros/20130607/abci-francisco-cuellar-historia-militar-201306061701.html 11 Con menos de 400 supervivientes de los 4.000 que zarparon. 12 Sligo, en gaélico Sligeach, es un condado de la provincia de Connacht, en el oeste de Irlanda. El nombre Sligeach significa "zona donde abundan las conchas". En 1588 y luego del malogrado intento de invadir Inglaterra por parte de la Grande y Felicísima Armada Española, los galeones "Santa María de la Visión", "Julianía" y "La Lavia", encallaron en la playa de Streedagh, cerca de Grange, al norte de Sligo. Francisco de Cuéllar, uno de sus capitanes, logró sobrevivir y junto con otros camaradas, llegaron caminando a Derry, desde donde consiguió embarcarse de vuelta a España después de un azaroso viaje. El recorrido hecho por Cuéllar ha sido redibujado actualmente siendo hoy una de las mayores atracciones turísticas de la zona. En un buen día después de algún temporal en invierno, es aún posible ver los restos de los barcos naufragados en las arenas de la playa.

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destrozadas por la fuerza del temporal sobreviviendo después del desastre solo 300 hombres de un total de 1.000 de las tres tripulaciones. Los campesinos de la zona agredieron, robaron y desnudaron a los que llegaron a la costa, pero Cuéllar que se había agarrado a una tabla, consiguió llegar a la orilla sin ser visto y se escondió entre la maleza. A pesar de su estado lamentable consiguió unirse a otro superviviente que estaba completamente desnudo y que finalmente fallecería. Cuéllar continuó deambulando perdido por el territorio incluso perdiendo la consciencia. En su desesperada marcha él y su acompañante fueron descubiertos por dos hombres armados, que los cubrieron para dirigirse al pillaje en la orilla y en otro momento vio a 200 jinetes cabalgando por la playa.

Grabado de barcos en maniobra. Imágenes del libro La Gran Armada13

Francisco de Cuéllar débil, hambriento, enfermo y casi moribundo se arrastró y pudo contemplar el espectáculo dantesco de cientos de cadáveres esparcidos en la arena que eran pasto de los cuervos y de los perros salvajes de la zona. Luego se dirigió a la Abadía de Staad, una pequeña iglesia que había sido incendiada por las autoridades inglesas y cuyos monjes había escapado, allí contempló a doce compañeros colgando de ganchos atados a las barras de hierro de las ventanas que aún quedaban en las ruinas de la iglesia. Una mujer de la zona le recomendó que se alejara del camino pues si se dejaba ver corría peligro, después se encontró con dos soldados españoles, desnudos,

13 El País, 18 de septiembre de 2011.

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que le informaron de que los soldados ingleses habían matado a los 100 españoles que habían caído en sus manos. Podemos imaginar la escena de un soldado semidesnudo, casi moribundo, sobre la arena de la playa, que lejos de buscar su supervivencia inmediata al ver cientos de cadáveres tendidos en la playa se dedicó a enterrar a algunos, entre ellos dos oficiales, momento en el que unos lugareños se les acercaron con la intención de robarles lo que les quedaba de ropa, mientras que otro quizá avergonzado por tal hecho tan reprobable les ordenó que los dejaran en paz ayudándoles a llegar a su poblado. Como las desgracias no vienen solas, de camino, descalzos y ateridos atravesando un bosque se cruzaron con un viejo que iba acompañados de tres jóvenes, dos chicos y una chica, que les asaltaron recibiendo Cuéllar una cuchillada en una pierna antes de que el viejo detuvieses la pelea. Le despojaron de la poca ropa que llevaba, una cadena de oro por valor de mil ducados y cuarenta y cinco coronas de oro. La mujer se aseguró de que le devolvieran su ropa y tomó un pequeño cofre que contenía reliquias, que se colgó al cuello antes de partir. Otro muchacho le ayudó a curar sus heridas y le ofreció alimento. Cuéllar siguió el consejo del muchacho de no acercarse al poblado, y se mantuvo comiendo bayas y berros. Fue atacado de nuevo por otro grupo de hombres que le dieron una paliza y le quitaron otra vez su ropa. Se cubrió con un faldón de helechos y ramas. Caminó hasta una población desierta donde encontró a otros tres españoles. Tras pasar algún tiempo en este lugar, encontraron a un joven que hablaba latín y que los condujo al territorio del señor Brian O'Rourke en el actual Condado de Leitrim.

Situación del Condado de Leitrim en el mapa de Irlanda

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Las tierras del señor de O'Rourke les dio protección y cobijo encontrando un pueblo donde se encontraban refugiados setenta españoles. Cuellar supo de una nave española anclada por lo que se dirigió al norte con un grupo en busca del mismo pero el barco ya había partido. Regresaron a las tierras de O'Rourke, donde la esposa del señor actuó de anfitriona.

Staid Abbey. Ruinas de la ermita irlandesa donde Cuéllar se quiso refugiar tras el naufragio14 . Cuéllar describió a los nativos como paupérrimos salvajes. «Su naturaleza es la de bestias en medio de las montañas». «Viven en chozas de paja y duermen en el suelo». A pesar de la religión común que les trajera San Patricio en el año 432, es lógico imaginar que una población tan pobre viera en los ricos españoles un inesperado regalo. Cuéllar escapó de Crange hacia Castletown, al este, buscando la protección de O'Rourke de Leitrim, caudillo local que acogió a los españoles y pagaría su delito con la vida pues sería ahorcado en Londres en 1590. Recuperado de sus heridas, nuestro capitán marchó hacia el norte bordeando el Lago Melvin que separa los condados de Leitrim, Donegal y Fermangh.. Diez mil españoles perecieron en Irlanda, bien ahogados, bien en la soga, bien a hierro. Veinticuatro hombres a bordo del Nuestra Señora del Socorro se rindieron en la bahía de Tralee; fueron inmediatamente ahorcados. En el Condado de Mayo, un mercenario escocés llamado McLaughlan asesinó a 80 extenuados náufragos. 72 supervivientes más fueron ejecutados en la ciudad de Galway. Matanzas semejantes tuvieron lugar en las islas de Mutton y Clare. En Donegal, 560 hombres a las órdenes de Alonso de Luzón se toparon con una columna de caballería. Tras varios enfrentamientos, les prometieron seguridad si se rendían. Los masacraron en cuanto entregaron las armas.

Cuéllar fuer un extraordinario observador de las formas de vida y costumbres irlandesas, percibiendo una sociedad formada por gentes

14 http://www.youtube.com/watch?v=su0gLd0qaBw En este interesante documental se muestra la ruta del capitán de Cuéllar en Irlanda.

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que aunque vivían de modo salvaje, eran de carácter amistoso y seguían los usos de la Iglesia Católica. Dejó escrito que de no ser por aquella sencilla hospitalidad, tanto él como sus compañeros no habrían sobrevivido en aquel infierno de temporales, lluvia y más lluvia.

El castillo de Doonagore es una casatorre circular del siglo XVI con un pequeño recinto amurallado, situada a un kilómetro de distancia aproximadamente de la localidad costera de Doolin, en el condado de Clare en Irlanda. Su nombre significa "el fuerte de las colinas redondeadas" o el "fuerte de las cabras"; se encuentra sobre una colina que domina Doolin Point y junto a un poste de radio más elevado, sirve de referencia a los navíos que se aproximan al embarcadero de Doolin. Mientras que el castillo fue construido por Tadgh MacTurlough MacCon O'Connor con piedra extraída de la cantera de Trá Leachain durante el siglo XIII, la actual estrcutura data del siglo XVI. Fue otorgada a sir Turlough O'Brien de Ennistymon, una localidad vecina a Doolin, en 1582. En 1588, durante la retirada de la Armada Invencible tras su intento fallido de invadir Inglaterra, 170 náufragos supervivientes fueron capturados por el sheriff del condado de Clare, Boetius MacClancy, y fueron ahorcados en el castillo y enterrados en un túmulo cercano a Doolin llamado Cnocán an Crochaire.

Concluye en sus comentarios sobre aquella tierra que en ellas no había justicia ni derecho, ya que todo el mundo hacía lo que le venía en gana percibiendo una anarquía absoluta en sus formas de vida. En noviembre de 1588, Cuéllar se desplazó al territorio de Maglana, MacClancy, con otros ocho españoles donde sucedió en sitio de Rosclogher. Permaneció en uno de los castillos del señor, probablemente en el de Rosclogher, situado en la orilla sureña del lago Melvin. Allí les llegaron noticias de que los ingleses habían enviado mil setecientos soldados contra ellos. En respuesta el señor optó por huir a las montañas, mientras que los españoles defendían el castillo. Disponían de dieciocho armas de fuego, entre mosquetes y arcabuces, al considerar que el castillo resultaría inexpugnable a causa de su ubicación en tierras que impedían el uso de artillería.

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Los ingleses llegaron al mando de George Bingham hermano del gobernador15 de Connacht, como lord presidente. El sitio duró diecisiete días. En ese tiempo no pudieron cruzar el difícil terreno y tal y como relata Cuéllar, tras ver rechazada su oferta de salvoconducto a España, ahorcaron a dos españoles a la vista del castillo para aterrorizar a sus defensores. Los ingleses vieron forzados a levantar el sitio a causa del mal tiempo.

El Castillo de Parke, edificado sobre las ruinas del Castillo de O'Rourke y en el que descansó Cuéllar.

MacClancy regresó con regalos para los defensores, incluida la oferta a Cuéllar de la mano de su hermana, que Cuéllar respetuosa y amablemente declinó. En contra del criterio del jefe del clan, los españoles dejaron estas tierras diez días antes de Navidad, dirigiéndose al norte. Encontraron que el obispo de Derry, Monseñor Redmond O'Gallagher, tenía otros doce españoles protegidos bajo su cargo, a los que intentaba ayudar para que alcanzaran Escocia.

15 En septiembre de 1588 Richard Bingham recibió la noticia de que la Armada Invencible se había adentrado en el Mar del Norte y, siguiendo las instrucciones de Londres se preparó para un eventual desembarco español. Sin embargo, las fuertes tormentas provocaron el naufragio de una gran cantidad de los buques hispanos. La mayor parte de los supervivientes (unos 1.000 soldados españoles) fueron llevados a Galway y ejecutados bajo la presidencia de Bingham. Para evitar que las tropas españolas que habían podido desembarcar se unieran a los irlandeses y tratasen de organizar una revuelta, el gobierno de Londres decretó severas penas para aquellos que acogieran a los supervivientes de la Armada, por lo que la mayoría de los nobles irlandeses entregó a los españoles que tenían custodiados.

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Hito conmemorativo Spanish Point, Condado de Clare

Tras seis días, Cuéllar y los otros diecisiete zarparon hacia Escocia16 iniciando de esta manera su huida hacia el norte. Dos días después alcanzaron las islas Hébridas y poco después la cercana costa escocesa. Cuéllar permaneció en tierras escocesas durante seis meses, hasta que los esfuerzos del Duque de Parma17 lograron transporte para Flandes. Los holandeses esperaban en la costa y el barco de Cuéllar naufragó y muchos de los supervivientes se ahogaron o fueron asesinados tras ser capturados. De nuevo se encontró en una situación

16 A finales de 1588, un centenar de soldados de la Armada Invencible fueron reclutados a la fuerza por Lachlan MacLean, el caudillo de Mull, una isla situada en la costa noroccidental de Escocia. Los españoles viajaban a bordo del barco 'San Juan de Sicilia' y habían llegado a Escocia en la retirada hacia el norte. A cambio de dejarles reunir provisiones, el jefe local los obligó a combatir contra el clan de los MacDonald de Clanranald, en las islas de Rum y Eigg, y contra el de los McLean de Ardamurchan, que controlaba las islas de Canna y Muck. A los huidos de la isla de Mull, el destino les había reservado una jugada extraña. Los sacó de la guerra entre el Imperio español e Inglaterra (1585-1604) y los metió en un conflicto más pequeño, una salvaje lucha de clanes en las Highlands con la que no habían contado cuando la Armada zarpó de Lisboa en mayo de 1588. El 'San Juan de Sicilia', de 800 toneladas, fue una de las naves que logró mantenerse a flote. El 25 de septiembre de 1588 atracó en la bahía escocesa de Tobermory, al noreste de la isla de Mull, para reparar el casco. Sin embargo, su capitán, Diego Enríquez Téllez, tuvo que ceder un centenar de soldados al jefe Lachlan McLean para que le ayudaran a conquistar los territorios vecinos. Un retén de medio centenar de españoles permaneció con el líder escocés durante un año hasta que los dejaron marchar. Los demás hombres de Enríquez abandonaron Escocia antes, pero no en su barco. Por si la climatología no fuera suficiente, el 5 de noviembre una gran explosión hundió el 'San Juan de Sicilia' a medio kilómetro de la costa. Según Robert Hutchinson, se trató de un sabotaje planeado por sir Francis Walsingham, radical protestante y jefe de espionaje de la reina de Inglaterra, Isabel I. Uno de sus informadores, un comerciante que suministraba comida a los españoles, prendió la pólvora que estos habían puesto a secar en la cubierta de su nave y huyó a tierra antes de que el casco saltara en mil pedazos. Restos diseminados del 'San Juan de Sicilia' reposan hoy a veinte metros de profundidad. En el siglo XVIII fue izado uno de los cañones, una pieza francesa procedente de la batalla de San Quintín que se exhibe en el castillo de Inverary. Luchar en las Tierras Altas no fue lo peor que les ocurrió a los expedicionarios de la Armada Invencible (cincuenta hombres del barco 'El Gran Grifón' fallecieron en la isla escocesa de Fair, entre las Orcadas y las Shetland, y fueron enterrados en un lugar todavía conocido como 'Spainnarts' graves' o tumbas de los españoles). Aquellos días, la costa oeste de Irlanda fue escenario de hundimientos y matanzas. 17 Alejandro Farnesio, tercer duque de Parma y Piacenza, hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Parma, hija ilegítima de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, sobrino de Felipe II y de Juan de Austria

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similar a la que había vivido en Irlanda, cuando entró en la ciudad de Dunquerque provisto únicamente de su camisa. A su llegada dejó constancia de su odisea escribiendo el duro relato de su experiencia y continuó prestando sus servicios en Flandes durante algunos años más.

De camino hacia el castillo Rossclogher.

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Rosclogher Castle en el Lough Melvin. Desde un promontorio sobre el lago se divisan las ruinas de Rosclogher sobre una pequeña isla. Allí, Francisco de Cuéllar se hizo fuerte con ocho camaradas. Los ingleses se apostaron a la orilla y colgaron a dos españoles para atemorizarlos. Los defensores decidieron morir antes que rendirse. Resistieron 17 días hasta que los ingleses se retiraron. Agradecido por la defensa de su castillo, MacClancy ofreció en matrimonio su propia hija al capitán. Cuellar rechazó amablemente la oferta pos su deseo de regresar con los suyos y el 4 de enero marchó rumbo a la costa de Antrim, donde esperaba embarcar hacia Escocia.

Los líderes irlandeses con los que mantuvo estrecho contacto no corrieron mejor suerte, O'Rourke fue colgado en Londres por traición en 1590; entre las acusaciones que se le hicieron estaba la de socorrer a los supervivientes de la Armada. MacClancy fue capturado por el hermano de Bingham en 1590 y decapitado seguidamente.

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Tras la Jornada de Inglaterra el capitán Francisco de Cuéllar nos legó una interesante descripción del terrible temporal padecido en su carta del 4 de octubre de 1589 dirigida, al parecer, al rey de España, Felipe II, que escribió desde la villa de Anvers, en Flandes, finalizada su experiencia de infortunios en la aventura por Irlanda y Escocia:

Quedéme en su nao [del auditor Martín de Aranda] en la cual fuimos pasando todos grandes peligros de muerte, porque con un temporal que sobrevino, se abrió de suerte que cada hora se anegaba con agua y no la podiamos agotar con las bombas. No teníamos remedio ni socorro alguno, sino era el de Dios, porque el Duque ya no parecía y toda el Armada andaba desbaratada con el temporal, de suerte que unas naves fueron á Alemania, otras dieron en las islas de Olanda y Gelanda, en manos de los enemigos; otras fueron á Setelanda; otras á Escocia, donde se perdieron y quemaron. Más de 20 se perdieron en el reino de Irlanda, con toda la caballería y flor de la Armada. Como he dicho, la nao en que yo iba era levantisca, á la cual se juntaron otras dos muy grandes para socorrernos si pudiesen, en las cuales venía D. Diego Enríquez, el corcobado, por Maese de Campo, y no pudiendo doblar el Cabo de Clara, en Irlanda, con mal temporal que sobrevino por la proa, fue forzado venir á tierra con estas tres naos, que, como digo, eran grandísimas, y dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aún lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni la velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamás vista, porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos18.

18 Francisco de Cuéllar, “Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterrra y cuenta la jornada”, Colección Salazar, número. 7, folio 58, Nº 184, pp. 337-370, en Cesáreo Fernández Duro, La Armada Invencible, Madrid, Real Academia de la Historia, 1885, Tomo II.

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Estandarte real de Felipe II

Este es el relato sobre el mar embravecido y el naufragio que el capitán Cuéllar padeció y que queda recogido en su carta de octubre de 1589 en Flandes. Hay otros detalles de interés en el relato de Cuéllar como todo lo relativo a la forma de vida y alimentación de los nativos irlandeses y que refleja en su carta.

… vinieron doscientos salvajes, á nosotros á ver lo que haciamos. Dijímosles por señas que metíamos allí aquellos hombres que eran nuestros hermanos porque no se los comiesen los cuervos, y luégo nos apartamos y buscamos que comer por la marina, del vizcocho que la mar echaba fuera, sino cuando se llegan á mí cuatro salvajes á quitarme lo que tenía á cuestas vestido, y dolióse otro y los apartó viendo que me empezaban á tratar mal, y debía ser principal, porque le respetaban. … se las puso al cuello, haciéndome señal que las queria guardar, diciéndome que era cristiana, y éralo como Mahoma, y enviáronme desde su choza un muchacho con un emplasto hecho de hierbas para que me pusiese en la herida, y manteca y leche y un pedazo de pan de avena que comiese. Curéme y comí, y el muchacho se fué por el camino conmigo amostrándome por donde había de ir… … Metíme entre la paja bien enterrado, con aviso de que no se hiciese destrozo en ella ni se descompusiese de cómo estaba, y dejando concertado de levantarnos de mañana para nuestro viaje, dormimos sin cenar ni haber comido más que moras y berros, y

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cuando Dios enhorabuena fué de dia, yo estaba bien despierto con el gran dolor que tenía en las piernas… … Andando así perdido con harta confusión y trabajo, topé con un camino por do iba un clérigo en hábito seglar, porque así andan los sacerdotes en aquel reino, porque los ingleses no los conozcan, y dolióse de mí y hablóme en latín, preguntándome de qué nacion era y de los naufragios que había pasado. Dios me dió gracia para que yo le pudiera responder á todo lo que me preguntaba, en la mesma lengua latina; satisfízose tanto de mí que me dio á comer de lo que consigo traia, y me encaminó para que fuese á un castillo que estaba de allí seis leguas… Su propiedad destos salvajes es vivir como brutos en las montañas, que las hay muy ásperas en aquella parte de Irlanda donde nos perdimos. Viven en chozas hechas de pajas; todos son hombres corpulentos y de lindas facciones y miembros; sueltos como corzos; no comen más de una vez al dia, y ésa ha de ser de noche, y lo que ordinariamente comen es manteca con pan de avena; beben leche aceda por no tener otra bebida; no beben agua, siendo la mejor del mundo. Las fiestas comen alguna carne medio cocida, sin pan ni sal, que es su usanza ésta. Vístense como ellos son, con calzas justas y sayos cortos de pelotes muy gruesos; cúbrense con mantas y traen el cabello hasta los ojos. Son grandes caminadores y sufridores de trabajos; tienen continuamente guerra con los ingleses que allí hay de guarnición por la Reina, de los cuales se defienden y no los dejan entrar en sus tierras, que todas son anegadas y empantanadas; se van toda aquella parte más de cuarenta leguas de largo y ancho… … bien considerado todo esto, nos determinamos decir al salvaje [MacClancy] que le queriamos guardar el castillo y defenderle hasta morir; que hiciese con mucha diligencia meter dentro bastimentos para seis meses y algunas armas, de lo cual se alegro tanto el señor, y de ver nuestro ánimo, que no tardó mucho en proveerlo todo con la voluntad de los principales de su villa, de que fueron contentos todos, y para asegurarse de que no le hariamos falsedad, nos hizo hacer juramento de que no desmamparariamos su castillo ni se daria al enemigo por ningun pacto ni conveniencia, aunque pereciésemos de hambre, ni se abririan las puertas para que entrase dentro ningun irlandes ni español ni otra persona, hasta que el mismo señor tornase á él, como se cumpliria sin duda … 19

19 Francisco de Cuéllar, obra citada.

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Tras su reincorporación la las fuerzas de Flandes Cuéllar sirvió a las órdenes de Alejandro Farnesio, el conde de Fuentes20 y del conde de Mansfeld21 durante los años siguientes. Entre 1589 y 1598 participa en el Socorro de París, las empresas de Laón, Corbel, Capela, Châtelet, Dourlens, Cambrai, Calais, Ardres y el sitio de Hults. Entre 1599 y 1600 estará bajo mando del duque de Saboya en la guerra de Piamonte. En 1600 pasará a Nápoles y no por casualidad acompañando al virrey Fernando Ruiz de Castro22, conde de Lemos. En 1601 será nombrado capitán de infantería en uno de los galeones con destino a las islas de Barlovento, Antillas, si bien hasta 1602 no embarcará hacia Indias con la flota de galeones de don Luis Fernández de Córdova. Estas son al parecer las últimas acciones militares conocidas de nuestro bravo capitán. Entre 1603 y 1606 residirá en Madrid a la espera de nuevos destinos. Es posible que volviera a pasar a América en 1607, pero su final se pierde en el misterio, nada se sabe del lugar de fallecimiento del capitán Cuéllar o si tuvo descendencia. * Coronel de Infantería en Reserva.

20 Pedro Enríquez de Acevedo (Zamora, 18 de septiembre de 1525 - Milán, 22 de julio de 1610) noble, soldado y político, titulado I conde de Fuentes de Valdepero y señor de Cambados jure uxoris. En 1595 al frente de los tercios de Flandes, tomó Dourlens y Cambrai (1595), en el transcurso de la guerra contra Francia. Por sus relevantes méritos, Felipe II le nombró, en 1598, capitán general de España, consejero de Estado y Guerra y grande de España. 21 Pedro Ernesto de Mansfeld (Heldrungen, Turingia, 20 de julio de 1517 - Luxemburgo, 22 de mayo de 1604) noble, soldado y político, Conde de Mansfeld. Estuvo al servicio del emperador Carlos I de España y V de Alemania, y luego de su hijo Felipe II. Fue gobernador de los Países Bajos españoles de 1592 a 1594. Siendo joven llegó a los Países Bajos en el séquito del emperador. Participó en la expedición contra Túnez en1535 y fue nombrado gobernador de Luxemburgo en 1545. Durante la Guerra de los Ochenta Años contra los rebeldes holandeses, tomó parte en los combates a las órdenes de Juan de Austria y Alejandro Farnesio. Cuando Alejandro Farnesio invadió Francia en 1590, fue nombrado gobernador interino de los Países Bajos. A la muerte de Farnesio en 1592 fue gobernador efectivo de los Países Bajos españoles hasta 1594. en que Ernesto de Austria asumió el cargo. 22 Fernando Ruiz de Castro Andrade y Portugal; (Cuéllar, 1548 - Nápoles, 1601); VI Conde de Lemos, III Marqués de Sarria, Grande de España fue un noble español, Virrey de Nápoles de 1599 a 1601.

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ANEXO I Resumen23 del épico itinerario de Cuéllar en 1588 28 de mayo. Salida de Lisboa. Vientos contrarios. Se tardan cuatro días en montar Finisterre. Va como almirante general Juan Martínez de Recalde. Como asesor del capitán general, Diego Flores Valdés. 19 de junio. Entrada de la Armada en La Coruña (en dispersión debido al temporal reinante). Repostarán allí los buques; se repararán; Se armarán. 22 de julio. Salida de La Coruña. Vientos contrarios. Se fondea en espera del cambio. 25 de julio. Se reanuda la marcha. Se envía el primer mensaje a Farnesio. 26 de julio. Nieblas, mal tiempo. Falta la galera patrona. Todas habrán de arribar a puertos franceses. 27 de julio. El temporal dispersa a una parte de la Armada. 28 de julio. A 75 leguas de las islas Sorlingas24. Faltan 40 buques. 29 de julio. Frente a cabo Lizar. Se incorporan las naves que faltan25. 30 de julio. A seis leguas de Plymouth. Noticias del enemigo. Howard y Drake reunidos. El Consejo decide no atacar dicho puerto26.

23 Carlos Martínez Valverde. Consideraciones sobre la jornada de Inglaterra, 1588. Revista General de Marina. Enero, 1979. http://www.todoababor.es/articulos/16-consid1588.htm#abajo25 24 Las islas Sorlingas (en inglés: Isles of Scilly; en córnico, Ynysek Syllan) son un archipiélago inglés ubicado al oeste de la costa del condado de Cornualles. La población local llama a las islas Scillonia. Su superficie total es de 16,33 km² rodeadas por el mar Céltico (Mor Keltek en córnico). Tradicionalmente estas islas, junto con la bretona isla de Ouessant (en el departamento francés de Finisterre), señalan el confín occidental del canal de la Mancha cuando se abre al océano Atlántico. 25 Menos las galeras; al no poderse mantener en la mar, arribaron a la costa francesa. 26 Se había establecido la alarma en la costa inglesa. Una exploración eficaz dio la llegada de los buques enemigos. Cuando se celebraba el consejo en la Armada, ya el enemigo había salido de Plymouth. Del diario del duque: “En la tarde (día 30) se descubrieron cantidad de navíos y por haber cerrazón y lluviones no se pudieron contar”.

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31 de julio. A dos leguas de Eddystone. Vientos del oesudoeste. Dos fuerzas enemigas a barlovento. Envuelven. Atacan por retaguardia. Accidentes: abordajes del Nuestra Señora del Rosario y voladura, por incendio, del San Salvador. 1 de agosto. Los enemigos se apoderan de los buques accidentados. El almirante de Inglaterra a punto de ser apresado. Nueva formación de la Armada: Gran retaguardia, fuerte vanguardia; convoy en medio27. 2 de agosto. Combate frente a Weymouth. Al rolar el viento al este, la Armada a barlovento. Ataque de las galeazas. Al rolar el viento al sur, y al oeste, Flota enemiga a barlovento. Se rompe el contacto. 3 de agosto. Combate al suroeste de la isla de Wight. Los ingleses presionan desde el oeste y con ellos el viento y la corriente. Ataque a rezagados. Enérgicas reacciones. Los enemigos rompen de nuevo el contacto. 4 de agosto. Combate N/S con punta oriental de la isla de Wight. Ataques a la Armada por retaguardia. Es empujada hacia los bajos Owers. El convoy impide barloventear. Imposible el pretendido fondeo en Solent. 5 de agosto. Es necesario continuar a Calais. Sin noticias de Farnesio. Si se pasa de Calais la Armada será arrastrada al Mar del Norte. 6 de agosto. Fondeo en Calais. La flota enemiga lo hace a barlovento. Es reforzada con la escuadra de Seymour. Este, al llegar, desafía con su fuego, sin entregarse en el ataque. Procedía de Dover, su apostadero28. 7 de agosto. La Armada obtiene bastimentos, no municiones. Noticias de Farnesio: Le faltan aún quince días para estar listo. No puede enviar municiones. Ataque a la Armada con brulotes. Se pican los cables de las anclas. Se dispersan los buques. Los ingleses se lanzan al ataque. 8 de agosto. Batalla naval de Gravelinas. La capitana real, con algunos navíos aguanta el empuje de 150 unidades enemigas29. El resto de la Armada deriva peligrosamente hacia los bajos de Zelanda. Viento y corriente empujan hacia ellos. La cobertura se hace con heroísmo. 9 de agosto. La Armada dispuesta en batalla. Los ingleses no explotan el éxito inicial. El Consejo decide volver al Canal si el viento lo permite. El rolar al oeste-suroeste, de momento, había salvado a los buques30. 10 de agosto. Sopla sudoeste fresco; imposible volver al Canal. Habrá de darse la vuelta a las islas Británicas. Se acortan raciones. Se arrojan al agua 40 caballos y 40 mulos, éstos de la artillería de campaña. 11 de agosto. Castigo ejemplar: Se cuelga de la entena de un patache a un capitán que no acudió al combate. Se indulta a 19. Los enemigos siguen a la Armada sin atacarla. La escuadra de Seymour vuelve a Dover. 12 de agosto. Sigue el viento del suroeste. Hay que continuar hacia el norte. Los enemigos abandonan la persecución. Entran en el Firth of Forth31.

27 Es la famosa formación defensiva que los ingleses llaman “crescent”, esto es media luna. No lo era totalmente. Los buques navegarían en lo que llamamos ahora línea de marcación; imposible mantener alineaciones curvas. 28 Treinta y dos buques; 12 de ellos de más de 100 toneladas destinados a observar a Farnesio. 29 “La Capitana, cubriéndose del humo de su artillería, que con toda presteza y diligencia el duque mandaba jugar, sin querer arribar a nuestra Armada...” De ir sobre ella se vería también en trance de varar. Imposible, pues, concentrarse a sotavento. A pesar de todo la Capitana llegó a estar en seis brazas de agua. 30 El cambio de viento fue “como un milagro”. Se decide volver al canal, si ello es posible, porque quede bien puesto el honor de las armas. Había muchos buques seriamente averiados, pero lo peor era que apenas si había municiones.

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17 de agosto. Se continúa hacia el norte. Viento del sursudoeste. Espesa niebla. 20 de agosto. La Capitana franquea el paso Orcadas-Shetland. Todo es sufrimiento en la Armada; van unos 3.000 enfermos y numerosos heridos. 29 de agosto. Vientos contrarios y atemporalados. La Armada cada vez más dispersa. 1 de septiembre. Amaina el tiempo; saltan vientos favorables. 3 de septiembre. Algunos buques hacen el paso entre las Hébridas y Escocia. 6 de septiembre. Vientos contrarios. Temporal. Cerrazón. Mayor dispersión. 8 de septiembre. Amaina el tiempo. Vientos favorables. 10 de septiembre. Pocos buques siguen a la Capitana. Algunos entran a lo largo de estos días en las rías de Irlanda y se perderán diecinueve naves. Se combate en tierra para obtener agua y víveres. Mueren muchos soldados; algunos muy principales, tal es don Alonso de Leyva32 . 12 de septiembre. Mal tiempo. El intenso frío hace perecer a muchos negros y mulatos. 18 de septiembre. Mal tiempo. Al fin mejora; durará bueno unas horas. 19 de septiembre. Fuerte temporal en el que “todos creyeron perecer”. 21 de septiembre. Bonanza. La Capitana recala en Santander. Fondea en la barra. El duque, muy enfermo, es desembarcado. Queda a bordo Flores Valdés. 22 de septiembre. Fuerte temporal hace salir a la Capitana. Fondea en Laredo. Allí hay 10 buques de la Armada. Entran ocho más. 30 de septiembre. Vuelve la Capitana a Santander; con ella los otros buques. Van llegando barcos a diferentes puertos del Cantábrico y a La Coruña. Muy enfermo llegó a este puerto Martínez de Recalde. En San Sebastián entró Oquendo. El duque, algo repuesto, vuelve a tomar el mando en Santander. Organiza socorros. Las pérdidas de buques en la expedición fueron: dos, hundidos en combate; tres, perdidos en las costas de Francia; dos, en las de Holanda; dos, abandonados al enemigo; 19, varados y perdidos en las costas de Irlanda o de Escocia. Se ignora la suerte de 35. En total se perdieron 63 unidades, 26 galeones, 13 urcas, 20 pataches, tres galeazas y una galera. De las pérdidas humanas es difícil establecer el cómputo33 . Se estimó el número de muertos en unos 10.000. De ellos muchos fallecidos a consecuencia de las heridas y otros de la enfermedad, del hambre y del frío. Muchos murieron en Irlanda, ahogados en los naufragios, y en los combates. El costo de la jornada se apreció en unos 1.400.000.000 reales34. Sobre la Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterra y cuenta la jornada nos dice Fernández Duro: El brillante comportamiento del Capitan del San Pedro, Don Francisco de Cuéllar, el que hubo de ser ahorcado, que naufrago en Irlanda y fué de

31 Se pone en boca de Drake: “Dejemos a los pobres a cargo de esos agitados y duros mares norteños”. 32 Murieron muchos a manos de los campesinos irlandeses; querían robarles. Otros, a manos de las fuerzas inglesas que no les daban cuartel. La salvación de algunos fue llegar a Escocia. Algunos nobles irlandeses procuraron, también, protegerles. (Es recomendable para conocer la experiencia del capitán Cuéllar leer la "Carta de uno que fué en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada" que escribió el capitán Francisco de Cuellar sobre las múltiples aventuras y desventuras tras naufragar en Irlanda hasta su posterior regreso a España). 33 Se mandaron levantar estados en los corregimientos y provincias. Los de los Ejércitos de entonces tenían poca fiabilidad. No se decía la verdad sobre el número de muertos a fin de seguir cobrando sus pagas, hecho que sucedía en todas las naciones. 34 Según apreciación de don Bernardino de Mendoza, embajador de España en la corte francesa.

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los pocos que escaparon con vida á travers de un cúmulo de peripecias, que como él mismo apunta, podrian servir de motivo á un libro de caballerías.35

Como venimos repitiendo la vida de nuestro héroe daría para un guión cinematográfico y para un hermoso cuadro de su marcha a través de Irlanda.

San Francisco

35 Cesáreo Fernández Duro, Real Academia de la Historia, Madrid, 1884. Colección Salazar, número. 7, folio. 58. http://www.ucc.ie/celt/online/S108200/text002.html

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ANEXO II Los comandantes de la Gran Armada eran: El Duque de medina Sidonia, que dirigía la escuadra de Portugal. Diego de Medrano al mando de la escuadra de galeras de Portugal. Juan Martinez de Recalde al mando de la escuadra de Vizcaya. Diego Flores de Valdés al mando de la escuadra de Castilla. Pedro de Valdés al mando de la escuadra de Andalucía. Miguel de Oquendo la mando de la escuadra de Guipúzcoa. Martin de Bertendona la mando de la escuadra de Levante. Hugo de Moncada al mando de la escuadra de galeazas de Nápoles. Juan Gomez de Medina al mando de la escuadra de urcas. Antonio Hurtado de Mendoza al mando de la escuadra de pataches y zabras. Naufragios en las costas de Irlanda36: Girona37, galeaza de 50 cañones, escuadra de Levante o escuadra de Italia, al mando de Martín de Bertendona38, en Dunluce, Lacada Point, condado de Antrim. Trinidad Valencera39, nave veneciana de 42 cañones, de la escuadra de Levante, capitaneada por Alonso de Luzón comandante del tercio de Nápoles, en Inish–Owen40. Duquesa Santa Ana, de 23 cañones, de la escuadra de Andalucía al mando de Pedro de Valdés41, naufragada en Loughros More, condado de Donegal. Juliana, de 32 cañones, de la escuadra de Levante, naufragada en Streedagh Strand, diez millas al norte de Sligo. Santiago, de 25 cañones, de la escuadra de Vizcaya. Lavia, de 25 cañones, nave veneciana de la escuadra de Levante, naufragada en Killibegs, cerca de Streedagh Strand, diez millas al norte de Sligo.

36 http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_ships_of_the_Spanish_Armada 37 La noche del 28 de octubre de 1588, cuando pretendía llegar a la costa sur de Escocia, una furibunda tempestad estrelló la Girona contra las rocas, la nave iba mandada por Hugo de Moncada el único que murió en el fragor de la batalla. Allí se encontraba Alonso Martínez de Leiva, segundo hombre más importante de la Armada tras el duque Medina Sidonia. El barco transportaba a la flor y nata de los nobles españoles, además de soldados y tripulación. Viajaban unos 1.300 hombres procedentes en parte de dos barcos naufragados previamente, La Rata Encoronada y el Duquesa Santa Ana, de los que solo sobrevivieron cinco. Uno de los supervivientes dio origen al apellido Morning, muy corriente en Derry, pues la mañana siguiente al naufragio la gente encontró a un hombre desnudo, desorientado, sin hablar inglés o gaélico. Le llamaron Adam, en honor del primer hombre, y Morning, al haber sido encontrado por la mañana. 38 Mandaba la escuadra de Levante con nueve naves. La escuadra de Miguel de Bertendona fue una de las más diezmadas en la batalla, pero él siguió en el cumplimiento de sus deberes hasta su muerte en 1607. 39 La tripulación de la 'Trinidad Valencera', una nave de 1.100 toneladas que encalló el 16 de septiembre de 1588 en la bahía de Kinnagoe, en Donegal, fue capturada por los mercenarios locales de John Kelly y asesinada por arcabuceros. Antes de disparar obligaron a las víctimas a sentarse desnudas sobre la hierba, y a los que intentaron huir los atravesaron con lanzas. Fueron respetados 47 oficiales porque eran útiles para reclamar un rescate, pero sólo dos resistieron con vida el traslado posterior a Drogheda. Sin embargo, algunos heridos del 'Trinidad' lograron escapar a la neutral Escocia. Los ayudó el caudillo católico Sorley Boy MacDonnell, que comprometió su honor en auxilio de los españoles, a pesar de que en Irlanda circulaban órdenes estrictas de no ayudar a los extranjeros. 40 En los arrecifes del arenal de Kinnagoe Bay, al norte de la península de Inishowen. 41 Mandaba la escuadra de Andalucía con diez naves que cayó en cautividad.

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Sta. Mª. del Visón42 (Biscione), nave de Ragusa de 18 cañones, de la escuadra de de Levante, naufragada cerca de Streedagh Strand, diez millas al norte de Sligo. La Rata Sta. Mª. Encoronada, de 35 cañones, nave genovesa de la escuadra de Levante, naufragada a finales de septiembre de 1588 en la bahía de Blacksod, en el condado de Mayo. Gran Grin43, de 28 cañones segundo navío de la escuadra de Vizcaya44, al mando de Juan Martínez de Recalde45, en la bahía de Clew, al suroeste de la isla de Clare en el condado de Mayo. San Nicolás Prodamenti o Prodaneli, de 26 cañones, de la escuadra de Levante. Falcón Blanco Mediano, urca de 16 cañones al mando de Juan López de Medina46, perdida en la costa de Connemara, Galway, posiblemente cerca de Inish Boffin, en Freaghillaun Rock. La Concepción, de Juanes del Cano, de la escuadra de Vizcaya, de 18 cañones naufragada en Carna, Galway. San Esteban47, de 26 cañones, urca de Guipúzcoa, en Doonbeg, condado de Clare. San Marcos48, de 22 cañones, de la escuadra de Portugal. Anunciada, de 24 cañones, de la escuadra de Levante, en el estuario del Shannon, abandonada y sus miembros recuperados por otras naves. Sta. Mª. de la Rosa, o Nuestra Señora de la Rosa, de 47 cañones, de la escuadra de Guipúzcoa, al mando de Miguel de Oquendo49, naufragada en Dingle, Stromboli Reef en Blasket Sound, el 21 September 1588. 42 la peor tragedia se produjo el 25 de septiembre en la playa de Streedagh, en la bahía de Sligo. Allí se ahogaron más de un millar de españoles de los barcos 'Juliana', 'Santa María de Visón' y 'Lavia', todos de la escuadra de Levante. Cientos de cuerpos flotaron en el mar, mientras trescientos prisioneros fueron ahorcados. Un testigo de la debacle, Cuéllar, logró esconderse durante la noche y al amanecer vio a una docena de compatriotas colgados de unas rejas en un monasterio destruido. "En la playa quedaban seiscientos cadáveres con los que 'cuervos y lobos' se estaban dando un festín", relata Hutchinson, basándose en el relato de Cuéllar. 'La Armada Invencible', de Robert Hutchinson, Editorial Pasado&Presente. 43 El 22 de septiembre la nao almiranta de Vizcaya, el 'Gran Grin', sufrió una suerte parecida al chocar contra las rocas en la isla de Clare, en el condado de Mayo. Del centenar de hombres que se pusieron a salvo, 64 murieron a manos del jefe irlandés Dawdarra Roe O'Malley, que los sorprendió cuando intentaban apoderarse de unos botes para escapar. Otra nave de la escuadra vizcaína, la 'Concepción', embarrancó en la bahía de Ard, al oeste de Galway, atraída por las hogueras encendidas por piratas de la costa. 44 El Santa Ana era el navío insignia de la escuadra de Vizcaya, al mando de Juan Martínez de Recalde y Alejandro Gómez de Segura. 30 cañones 45Sobrevivió pero murió unas semanas después de llegar a España a consecuencia de las heridas y aquejado de graves fiebres. 46 Mandaba la escuadra de urcas, hulks, compuesta de 23 navíos menores. 47 El 20 de septiembre de 1588, el sheriff Boetius Clancy colgó a sesenta supervivientes del barco guipuzcoano 'San Esteban', que encalló en la playa de Doombeg a una docena de kilómetros al sur de Spanish Point. Felipe de Córdoba, uno de los prohombres supervivientes de los naufragios, cuyo regreso a España sano y salvo habría reportado un lucrativo rescate, fue ahorcado junto al resto de hombres en la colina más alta que mira a la playa de Spanish Point. Los cadáveres fueron arrojados a una fosa en Killilagh. El lugar de las ejecuciones, donde ahorcaron también a cuatro tripulantes de la nave 'San Marcos', fue bautizado como Cnoc na Crocaire (Colina de la Horca, en gaélico). 48 Hundido cerca de Spanish Point, en el condado de Clare. Construido en 1585 en Cantabria, el San Marcos era una de las joyas de la Armada. Capaz de desplazar 790 toneladas, contaba con 33 cañones de bronce, 17 culebrinas y 16 sacres, un poderío de fuego al que sumar una fuerza militar de 350 soldados y 140 marineros. El San Marcos quedó destrozado la tarde del 20 de septiembre de 1588 tras chocar contra un bajío cercano a Mutton Island. El impacto debió ser aterrador en medio de la tormenta, siguiendo la tragedia pues de los 490 hombres del galeón solo 4 lograron hacer tierra.

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Trinidad Bogitar de 24 cañones, de la escuadra de Castilla, al mando de Diego Flores de Valdés. San Juan Bautista, de 25 cañones, de la escuadra de Castilla, naufragada en Blasket Islands, condado de Kerry, a finales de septiembre de 1588. Además de otras urcas50 y galeras de las distintas flotas, cuyos pecios, sin identificar, siguen saliendo a la superficie en la actualidad.

San Martin

49 Mandaba la escuadra de Guipúzcoa con 13 naves, falleció en el mar en 1588. 50Gran Grifón, Castillo Negro, Barca de Hamburgo, Falcón Blanco Mediano, Ciervo Volante.

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ANEXO III Informe del Capitán Cuéllar, superviviente del San Pedro51. Amberes, 4 de octubre de 1589. Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterra y cuenta la jornada52 Creo se admirará Vuestra Merced de esta carta, por la poca seguridad que se puede haber tenido de que estoy vivo. Dios me ha traido a estos estados de Flandes, donde llegué hará doce días con los españoles que escaparon de las naos que se perdieron en Irlanda, Escocia y Setelanda –Shetlands–, que fueron más de veinte, en las que venía mucha gente, que serían más de doscientos, pero no se escaparon más que cinco cabales. Yo me escapé de la mar con trescientos y tantos soldados con los que pasé harta desventura, descalzo todo el invierno, pasando más de siete meses por montañas y bosques, entre salvajes, que lo son todos en aquellas partes de Irlanda donde nos perdimos, y porque me parece que no es bien dejar de contar a Vm., ni que se queden atrás la sinrazón y tan grandes agravios que tan injustamente y sin haber en mi falta de no haber yo hecho lo que me tocaba me quisieron hacer, habiéndome condenado á muerte, pedí con mucho brio y cólera la causa porque se me hacía tan grande agravio y afrenta y que se me diese traslado deste mandato y que se hiciese información con trecientos y cincuenta hombres que había en el galeón, y que si alguno me pusiese culpa, me hiciesen cuartos. No me quisieron oir, ni á muchos caballeros que por mí intercedieron, respondiendo que el Duque estaba en aquella sazon retirado y muy triste, y que no quería que nadie le hablase, porque ademas del ruin suceso que tuvo siempre con el enemigo, aquel día de mi trabajo le dijeron que los dos galeones San Mateo y San Felipe, de los de Portugal, en que iban los dos maesos de campo D. Francisco de Toledo, hermano del Conde de Orgaz, y D. Diego Pimonte, hermano del Marqués de Távara, se quedaban perdidos en la mar, hechos pedazos y muerta casi la mas de la gente que traían. El galeón San Pedro, en que yo venía, recibió mucho daño, de suerte que hacía mucha agua, y despues del bravo combate que tuvimos en Caliz –Calais–, que duró desde la mañana hasta las siete de la tarde, que fué el último de todos, el 8 de Agosto, nuestra Armada se iba retirando, retirando, o no sé cómo lo diga, y la del enemigo a nuestra cola hasta echarnos de sus tierras, y cuando lo hubo hecho, seguro del todo, que fué el día 10, por mis grandes pecados, estaba yo reposando un poco, que hacía diez días que no dormía ni paraba, un piloto mal hombre que yo tenía, sin decirme nada, dió velas y salió delante de la Capitana cosa de dos millas, como otros navios lo habían hecho, y cuando iba á amainar las velas para ver por dónde hacía agua el galeón, llegó á bordo un patache, diciendo que, de parte del Duque que fuera á la Capitana. Fui allá, y ántes que llegase, ya había orden en otro navío para que á mí y á otro caballero que se llamaba D. Cristóbal de Ávila, capitán de una urca que estaba mucho más adelante que mi galeón, nos quitasen la vida afrentosamente. Cuando yo oí este rigor, pensé reventar de coraje.

51 http://atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es/2013/02/la-gran-armada-invincible-armada-1-el.html http://atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es/2013/03/gran-armada-y-4-el-testimonio-del.html 52 http://www.ucc.ie/celt/published/S108200/index.html

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De todo esto no quería saber nada el Duque, porque, como digo, estaba retirado; el Sr. D. Francisco de Bovadilla era el que hacía y deshacía en el Armada. El Auditor Martin de Aranda me escuchó, mandó que se informaran en secreto sobre mí y halló que había servido yo á S. M. como muy buen soldado, por lo cual no se atrevió á mandarme ahorcar. Escribió al Duque diciéndole que si no le daba la orden por escrito y firmada de su mano no la ejecutaría. Yo le escribí un billete al Duque tal, que le hizo pensar bien el negocio, y respondió al Auditor no ejecutase en mí aquella orden, pero sí en D. Cristóbal, al cual ahorcaron con harta crueldad y afrenta, siendo caballero y conocido de muchos. El dicho Auditor me hizo siempre mucha merced. Me quedé en su nave, en la cual fuimos pasando todos grandes peligros de muerte, porque con un temporal que sobrevino, se abrió de suerte que cada hora se anegaba con agua y no la podíamos achicar con las bombas. No teníamos remedio ni socorro ninguno, sino era el de Dios, porque el Duque ya no aparecía y toda la Armada andaba desbaratada con el temporal, de suerte que unas naves fueron á Alemania, otras dieron en las islas de Olanda y Gelanda, en manos de los enemigos, y otras fueron á Setelanda y a Escocia, donde se perdieron y quemaron. Más de 20 se perdieron en el reino de Irlanda con toda la caballería.

Killibegs. Naufragio del “Lavia”, de la escuadra de Levante.

La nave en que yo iba era levantisca. Estuvimos cuatro días sin proveer nada y al quinto vino tan gran temporal que las amarras no pudieron tener ni las velas servir, y fuimos á embestir con otras tres en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos. En espacio de una hora se hicieron pedazos las tres, de las cuales escaparon unos 300 hombres, y se ahogaron más de mil, entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos. Y porque no será razón dejar de contar mi buen suceso y cómo vine a tierra, digo que me puse en el alto de la popa de mi nave después de haberme encomendado á Dios y a Nuestra Señora, y desde allí me puse á mirar tan grande espectáculo de tristeza; unos que se ahogaban dentro de las naves, otros, que se echaban al agua y se iban al fondo sin tornar arriba; otros sobre balsas y barriles y caballeros sobre maderos. Algunos daban grandes voces clamando á Dios; echaban á la mar los capitanes sus cadenas y escudos, y a otros, que los arrancaban las aguas de dentro de las naves que los llevaban. Miraba esta fiesta y no sabía qué hacer ni qué medio tomar, porque no sé nadar y las mares y tormentas eran muy grandes.

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Por otra parte, la tierra y la playa estaban llenas de enemigos que andaban danzando y bailando de placer de nuestro mal y, cuando alguno de los nuestros llegaba a tierra, venian á él doscientos salvajes y otros enemigos, le quitaban lo que llevaba hasta dejarle en cueros vivos y sin piedad ninguna los maltrataban y herían, todo lo cual se veía muy bien de los rotos navios. Me encontré con el Auditor, Dios le perdone, que estaba harto lloroso y triste y le dije que pusiese remedio en su vida antes que la nao se acabase de hacer pedazos, que no podía durar medio cuarto de hora, como no duró.

Bahía de Clew. Naufragio del “Gran Grin”, escuadra de Vizacaya, Recalde.

Para buscar remedio a mi vida, me agarré a un pedazo de la nao que se había quebrado, y el Auditor me siguió, cargado de escudos que llevaba cosidos en el jubón y calzones. Entonces vi un un escotillon tan grande como una buena mesa, y cuando me quise poner sobre él, me hundí seis estados debajo del agua, y bebí tanta que casi me vi ahogado. Cuando torné arriba llamé al Auditor y le procuré poner en el tablón conmigo, y cuando nos íbamos apartando de la nao, sobrevino una grandísima ola que batió sobre nosotros, de suerte que no pudo tenerse el Auditor y le llevó la ola y le ahogó. Daba voces ahogándose clamando á Dios y yo no le pude socorrer, porque cuando la tabla se halló sin peso en el un lado, empezó á voltear conmigo, y en este instante un madero me rompió las piernas. Sin saber cómo ni saber nadar me trajeron á tierra, pero no me podía tener, todo lleno de sangre y muy maltratado. Los enemigos y salvajes que estaban en tierra desnudando á los que podían salir nadando, no me tocaron ni llegaron á mí, por verme como he dicho, las piernas y manos y los calzones de lienzo tan llenos de sangre, y así me fuí poco á poco andando lo que pude y topando muchos españoles desnudos, en cueros, temblando de frio, que le hacía cruel, y en esto me anocheció en despoblado y me fué forzoso echarme sobre unos juncos en el campo con harto dolor que tenía. Más tarde se llegó á mí un caballero muy gentil mozo, en cueros, y venía, tan espantado, que no acertaba a hablar ni áun a decirme quién era Serían las nueve de la noche cuando el viento se calmó y la mar se fue sosegando. Estaba, a la sazón hecho una sopa de agua, muriendo de dolor y de hambre, cuando vienen dos, –uno armado y el otro con una gran hacha de hierro en las manos–;

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llegáronse á mí y al otro que estaba conmigo, y aunque callamos como si no tuviéramos mal alguno, ellos se dolieron de vernos, y sin hablarnos palabra cortaron muchos juncos y heno y nos cubrieron muy bien. Luego se fueron á la playa á descorchar y romper arcas y lo que hallaran. Acudieron más de 2.000 salvajes e ingleses que había en algunos presidios por allí cerca.

Blacksod, faro. Naufragio de la Sta. Mª. Encoronada, escuadra de Levante.

Procurando reposar un poco empecé a dormir, y al mejor sueño, como a la una de la noche, me despertó un gran ruido de gente de a caballo, que serian más de 200 e iban al saqueo y destrozo de las naves. Me volví a llamar á mi compañero por ver si dormía, y hállele muerto, que me dio harta pesadumbre y lástima. Supe después que era hombre principal, pero allí se quedó en el campo con más de seiscientos cuerpos que echó la mar fuera, y se los comían cuervos y lobos sin que hubiese quien diese sepultura á ninguno. Venido el dia empecé á andar poco á poco en busca de un monasterio de monjes para reponerme. Lo hallé, con harta tribulación y pena; despoblado, la iglesia y los santos quemados. Había doce españoles ahorcados dentro de la iglesia por mano de los luteranos ingleses que en nuestra busca andaban para acabar con todos los que nos habíamos escapado de la fortuna de la mar. Los frailes habían huído a los montes. Sigo contando, para que V. m. se entretenga un poco después de comer, como por vía de distracción, leyendo esta carta, que casi parecerá sacada de algún libro de caballerías. Me metí por un camino que había en un gran bosque, y andando por él cosa de una milla, topé una mujer de más de ochenta años, bruta salvaje, que llevaba cinco o seis vacas á esconder en aquel bosque porque no se las quitasen los ingleses que habían venido á alojarse á su villaje. Cuando me vio se detuvo, me observó y dijo: “tú España”. le dije por señas que sí, y que me había perdido con las naves. También por señas, me dijo que estaba cerca de su casa y que no fuese allá, porque había muchos enemigos, y que habían degollado a muchos españoles. Así me veía solo y maltratado por el madero que casi me quebró las piernas en el agua, cuando veo venir dos pobres soldados españoles desnudos como nacieron, gritando y clamando a Dios que los ayudase. Traía uno una mala herida en la cabeza,

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que le habían dado desnudándole. Llegáronse á mí, que los llamé desde donde estaba escondido, y me contaron las crueles muertes y castigos que habian hecho los ingleses á más de cien españoles que habían tomado. –Vamos allí a las naves –les dije–, donde aquellas gentes andan robando; quizá hallaremos algo que comer ó beber–. Y yendo hacia allá empezamos a ver cuerpos muertos, que era gran dolor y compasión verlos. La mar los iba echando fuera y había por aquella arena más de cuatrocientos, entre los cuales conocimos a algunos. Apenas me podía mover ni echar paso adelante, porque iba descalzo y muriendo de dolor de la pierna, que traia en ella una herida muy grande. Los pobres compañeros estaban en cueros y helados de frió, que le hacía muy grande. Empecé á andar poco á poco, cuando salió de detrás de las peñas un salvaje viejo de más de setenta años y otros dos hombres mozos con sus armas, uno inglés y otro francés, y una moza de edad de veinte años, hermosísima por todo extremo, que todos iban hacia la playa á robar. Y de pronto, empieza a hablar el inglés: –¡Rinde, poltrón español!, y me tira una cuchillada. Se la paré con el palo que traía para apoyarme, pero al fin me alcanzó y me desjarretó la pierna derecha. Me iba a rematar cuando llegó el salvaje con su hija, que debía ser amiga del inglés. Yo le dije que hiciese lo que quisiese de mí, pues la fortuna me había rendido y quitado las armas en la mar. Al final lo apartaron de mí, pero el salvaje me empezó á desnudar hasta quitarme la camisa, y debajo della traia una cadena de oro de valor de poco más de mil reales, y como la vieron, alegráronse mucho, y buscaron en el jubón hilo por hilo, en el cual yo traía cuarenta y cinco escudos de oro, que me había mandado dar el duque en la Coruña por dos pagas, y como el inglés vio que yo traía cadena y escudos, me quiso hacer preso diciendo que le ofreciese rescate. Yo dije que no tenía qué dar, que era un muy pobre soldado, y que aquello lo habia ganado en la nave.

Connaught. Naufragio del “Falcón Blanco Mediano”, urca al mando de Juan López de Medina.

Después se volvieron todos a la casita del salvaje, y yo me quedé entre aquellos árboles desangrándome por la herida que me había hecho el inglés, hasta que me enviaron un muchacho con un emplasto hecho de hierbas para que me pusiese en la herida, y manteca y leche y un pedazo de pan de avena que comiese. Me curé y comí. El muchacho, me dijo que caminase siempre derecho á unas montañas que aparecían seis leguas de allí, detras de las cuales había buenas tierras, que eran de un gran

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señor salvaje muy grande amigo del Rey de España, y que recogía y hacía bien á todos los españoles que a él se iban, y que había en su villaje más de ochenta de los de las naves, que llegaron allí en cueros. Y con mi palo, empecé a caminar lo que pude hasta dar con unas chozas donde no me hicieron mal, porque habia allí uno que sabía latin, y por la necesidad que se ofrecía fué nuestro Señor servido que nos entendimos hablando en latin. Aquella noche me recogió el latino en su choza, me curó y me dio de cenar y donde durmiese en unas pajas. Por la mañana me dieron un caballo y un mozo que me pasase una milla del mal camino que había, de lodo hasta la cintura, y habiéndole pasado un tiro de ballesta, oimos un grandísimo ruido y díjome el mozo por señas: ¡Salva, España! –que nos llamaban así–; muchos sasanas de á caballo vienen aquí y te han de hacer pedazos si no te escondes. Llaman sasanas á los ingleses, y me llevó a esconder. Yendo nuestro camino dan conmigo más de cuarenta salvajes a pié y me quisieron hacer pedazos, porque eran del todo luteranos, pero no lo hicieron porque el mozo les dijo que su amo me habia preso y me tenia por prisionero. Me dieron seis palos que me molieron las espaldas y los brazos, y me quitaron todo lo que llevaba encima hasta dejarme en carnes, como nací. Seguí poco a poco y al llegar a la sierra que me habían dicho, topé un lago alrededor del cual habia como treinta chozas todas despobladas y sin gente. Como quería anochecer y no tenía a donde ir, busqué la choza que mejor me parecia para recogerme en ella aquella noche, cuando veo salir por un lado tres hombros en carnes, como su madre los parió, y levantarse y mirarme. Dióme algun temor, porque entendí sin duda que eran diablos, y ellos no entendieron menos que podria ser yo, envuelto en pajas y estera. Viéndome en esta confusion tan grande, dije: ¡Oh Madre de Dios, sed conmigo y libradme de todo mal! Como me vieron hablar español y llamar á la Madre de Dios, dijeron ellos tambien: Sea con nosotros esa gran Señora. Les pregunté si eran españoles. –Sí somos, por nuestros pecados, que á once nos desnudaron juntos en la playa, y en carnes como estabamos nos vinimos a buscar alguna tierra de cristianos; en el camino nos encontramos una cuadrilla de enemigos que nos mataron los ocho, y los tres que aquí estamos. –Me han hablado de un villaje que está tres ó cuatro leguas de aquí –les dije–, que es del señor de Ruerque (O'Rourke), donde se han recogido muchos de nuestros españoles perdidos, y aunque yo vengo muy mal tratado y herido, mañana caminarémos para allá. Alegráronse los pobres y me preguntaron quién era. Yo les dije que era el capitan Cuellar y no lo podían creer porque me tenían por ahogado, y llegáronse á mí y casi me acabaron de matar con abrazos. El uno de ellos era Alférez y los otros dos soldados, y porque es el cuento gracioso y verdad, como soy cristiano, lo escribo para que V. m. tenga que reir.

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Doonbeg. Naufragio del “San Esteban”, urca de Guipúzcoa.

Otro dia par la mañana nos juntamos hasta veinte españoles en la choza deste señor de Ruerque (O'Rourke), para que nos dieran por amor de Dios alguna cosa que comer. Reparáronme allí lo mejor que pudieron con una manta, á su usanza, donde me estuve tres meses hecho propio salvaje como ellos. La mujer de mi amo era muy hermosa, por todo extremo y me hacía mucho bien, y un dia estábamos sentados al sol ella y otras sus amigas y parientas; preguntábanme de las cosas de España y de otras partes, y al fin me vinieron á decir que les mirase las manos y les dijese su ventura; yo, dando gracias á Dios, pues ya no me faltaba más que ser gitano entre los salvajes, comencé á mirar la mano de cada una y á decirles cien mil disparates, pero desde entonces me perseguían hombres y mujeres para que les dijese la buenaventura; de suerte que yo me veia en grande aprieto, tanto que me fue forzado pedir licencia para irme de su castillo. No me la quiso dar, mandó que nadie me enojase ni diese pesadumbre. Su propiedad destos salvajes es vivir como brutos en las montañas; son todos hombres corpulentos y de lindas facciones y miembros; sueltos como corzos; no comen más de una vez al día, y ésa ha de ser de noche, y lo que ordinariamente comen es manteca con pan de avena; beben leche aceda por no tener otra bebida, porque no beben agua, siendo la mejor del mundo. Llevan el cabello hasta los ojos, son grandes caminadores y tienen continuamente guerra con los ingleses que allí hay de guarnición por la Reina. Su mayor inclinación es ser ladrones y robarse los unos á los otros; vienen de mano armada de noche y anda Santiago, se matan los unos a los otros. Duermen en el suelo sobre juncos acabados de cortar y llenos de agua y hielo. Las más de las mujeres son muy hermosas, pero mal compuestas. Nómbranse cristianos esta gente; se dice misa entre ellos y se rigen por la orden de la Iglesia romana, aunque casi todas las más de sus iglesias, monasterios y ermitas están derribadas por manos de los

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ingleses, porque en este reino no hay justicia ni razón, y así hace cada uno lo que quiere. A nosotros nos querían bien estos salvajes, porque supieron que veníamos contra los herejes y que éramos tan grandes enemigos suyos, y si no fuera por ellos, que nos guardaban como sus mismas personas, ninguno quedara de nosotros vivo. Les tomamos buena voluntad por esto, aunque ellos fueron los primeros que nos robaron y desnudaron en carnes á los que vinimos vivos á tierra, de los cuales y de las trece naos de nuestra Armada, donde tanta gente principal venía, que toda se ahogó, hubieron estos salvajes mucha riqueza de joyas y dineros. Llegó noticia de nosotros al gran gobernador de la Reina que estaba en la villa de Dililin (Dublin), y caminó luego con mil y setecientos soldados en busca de las naves perdidas y de la gente que habia escapado, que serian pocos menos de mil hombres y á los más dellos cogió este gobernador y luego los ahorcaron. Manglana (MacClancy), que así se llamaba el salvaje con quien yo estaba, el cual fué siempre gran enemigo de la Reina, visto el grande poder que contra él venía, y que no tenía resistencia, determinó huir á las montañas. Un domingo después de misa nos apartó el señor melena hasta los ojos, y ardiendo en cólera dijo cómo no podía esperar y que se determinaba huir con todo su pueblo y ganados y familias; que mirásemos lo que queríamos hacer para remediar nuestras vidas. Yo le respondí que se sosegase un poco, que pronto le daríamos respuesta. Apárteme con los ocho españoles que conmigo estaban, que eran buenos mozos, y díjeles que era mejor acabar de una, vez honradamente; no había que aguardar más ni andar huyendo por montañas y bosques desnudos, descalzos y con tan grandes fríos y pues el salvaje sentía tanto desmamparar su castillo, que alegremente nos metiésemos los nueve españoles que allí estábamos en él, y le defendiésemos hasta morir, lo cual podíamos hacer muy bien.

Estuario del Shannon. Naufragio de “La Anunciada”, Escuadra de Levante.

Tampoco se le puede hacer daño, porque una legua alrededor de la villa, que es poblada en tierra firme, es pantano hasta los pechos, así nos determinamos decir al salvaje que le queríamos guardar el castillo y defenderle hasta morir; que hiciese con mucha, diligencia meter dentro bastimentos para seis meses y algunas armas, de lo cual se alegró tanto el señor, y de ver nuestro ánimo, que no tardó mucho en proveerlo todo.

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Antes de irse, nos hizo hacer juramento de que no desmampararíamos su castillo. Nos metimos dentro con los ornamentos y aderezos de la iglesia, y algunas reliquias que había, y metimos tres ó cuatro barcadas de piedra dentro y seis mosquetes y otros seis arcabuces y otras armas, y abrazándonos el señor se retiró á la montaña, donde ya era ida toda su gente, y luego pasó la palabra por toda la tierra como el castillo de Manglana estaba puesto en defensa y en no darse al enemigo, porque le guardaba un capitán español con otros españoles que dentro del estaban. El enemigo se indignó mucho desto, y vino sobre el castillo con todo su poder, que eran cerca de mil y ochocientos hombres. Hizo alto á milla y media de distancia, sin poderse acercar más por el agua que había de por medio, y ahorcó dos españoles para ponernos temor. Nos pidió muchas veces por un trompeta que le dejásemos el castillo y que nos haría merced de la vida y daria paso para España. Diez y siete dias nos tuvo sitiados, pero nuestro señor fué servido de ayudarnos y librarnos de aquel enemigo con malos temporales y grandes nieves que sobrevinieron de tal suerte, que le fué forzoso levantarse con su gente y caminar la vuelta de Duplin (Dublín). Cuando volvió O’Rourke, a mí me daba una hermana suya para que me casase con ella, pero yo se lo agradecí mucho y le dije que me contentaba con un guía para que me llevase donde yo encontrase embarcación para Escocia. Pero no me quería dar licencia, ni a mí ni a ningún español de los que allí estábamos con él, diciendo no estaban seguros los caminos, y todo su fin era detenernos para que estuviéramos á su guardia: no me pareció a mí bien tanta amistad, y así me determiné secretamente con cuatro de los soldados que estaban en mi compañía de irnos una mañana dos horas antes que amaneciese. Tomé el camino con los cuatro soldados una mañana, diez dias después de Navidad, el año de 88, y al cabo de veinte dias que caminaba vine á parar a unas tierras donde se perdieron Alonso de Leyva, el Conde de Paredes y D. Tomas de Granvela y otros muchos caballeros. Un día me dieron noticia de una tierra de un salvaje, que se llamaba el príncipe Ocan (O'Cahan), en la cual había unas charrúas que estaban de camino para Escocia, y caminé para allá arrastrando, que no podía menearme por la herida que tenía en una pierna. Y por presto que llegué, hacía dos dias que eran partidas las charrúas, que no fué para mí poca tristeza. A este tiempo me cargó gran dolor en la pierna, de suerte que en ninguna manera me podía tener sobre ella, y avisáronme que me guardase, que había muchos ingleses allí y me harían grande mal si me cogían. Yo no sabía que hacer, porque yo me habían dejado los soldados que venían conmigo y se habian ido á otro puerto más adelante á buscar embarcacion, y como me veían solo y enfermo, unas mujeres se dolieron de mí y me llevaron á unas casitas que tenian en la montaña, y allí me tuvieron más de mes y medio muy guardado y me curaron de suerte que se me cerró la herida, y yo me vi en buena disposición para venir al casar de Ocan (O'Cahan) y hablarle, y no me quiso oír ni ver, porque decían que había dado la palabra al gran gobernador de la Reina de no tener en su tierra ningún español.

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Dingle. Naufragio del “Sta. Mª. de la Rosa”, de la escuadra de Guipúzcoa, al mando de Oquendo.

Supe que dos ingleses que andaban rabiando en mi busca, que me fué forzado salir de allí muy de mañana y caminar en busca de un Obispo que estaba siete leguas de allí en un castillo donde le tenían ahuyentado y retirado los ingleses, que era muy buen cristiano; andaba en hábito de salvaje por ser encubierto, y prometo á V.m. que no pude tener las lágrimas cuando llegué a él a besarle la mano: tenía doce españoles consigo para hacerlos pasar a Escocia, y con mi venida se holgó mucho, y más cuando le dijeron los soldados que yo era capitán. Mandó que viniese una barca con todos los aderezos para que nos pasase á Escocia, donde me avisó viviese con mucha paciencia, pues todos en general eran luteranos y muy pocos católicos. Aquel mismo dia á la que amanecía me fuí á la mar en una pobre barca en la que ibamos 18 personas la vuelta de Setelanda, y de ahí a dos dias con buen tiempo partimos la vuelta de Escocia, donde llegamos en tres dias. Decían que acogia el rey de Escocia á todos los españoles que á su reino aportaban, que los vestía y daba embarcacion para que se fuesen á España, pero todo era al revés, pues no hizo bien á ninguno ni dio un real de limosna, porque el Rey de Escocia no es nada ni tiene autoridad ni talle de Rey y no se mueve un paso ni come un bocado que no sea por orden de la Reina. Se envió un espreso al Sr. Duque de Parma y se dolió Su Alteza como piadoso príncipe, y con gran diligencia procuró nuestro remedio. Estaba un mercader escoces en Flandes que se ofreció y convino con Su Alteza que vendría á Escocia por nosotros y nos embarcaría en cuatro bajeles y que nos traería a Flándes dándole S. A. a cinco ducados por cada español de los que trajese a Flandes. Todo falso, porque tenían hecho el trato con los navios de Olanda y Gelanda para que saliesen á la mar y nos aguardasen en la misma barra de Dunquerque y allí nos pasasen á cuchillo. Quiso Dios que de cuatro bajeles en que veníamos, se escaparon dos y embistieron en tierra donde se rompieron e hicieron pedazos, y el enemigo viendo el remedio que tomábamos nos dio una buena carga de artillería, de suerte que nos fué forzoso echarnos á nado y pensamos acabar allí.

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Del puerto de Dunquerque no nos podian socorrer con las barcas, pues el enemigo las cañoneaba vivamente; por otra parte había mucha mar y viento, de suerte que nos vimos en grandísimo aprieto de perdernos todos; con todo nos echamos á nado sobre maderos y ahogáronse algunos soldados y un capitán escocés. Yo salí en tierra en camisa sin otro género de ropa y me vinieron á socorrer unos soldados. Fué lástima vernos entrar en la villa otra vez desnudos en carnes y por otra parte veiamos como á nuestros ojos estaban haciendo mil pedazos los holandeses a 270 españoles que venían en la nave que allí en Dunquerque nos tomaron sin que dejasen con vida a más de tres, lo cual ya ellos van pagando, pues han degollado más de 400 holandeses que han cogido después acá. Esto he querido escribir á V. m. De la villa de Anvers, 4 de Octubre de 1589 años. El Capitán Cuéllar Desde 1589 hasta 1598, el capitán Cuéllar sirvió en Flandes, Francia y Saboya, bajo mando de Alejandro Farnesio, del Conde de Fuentes, duque de Saboya y el conde Mansfeld. En 1600 pasó a Nápoles con el virrey, conde de Lemos y al año siguiente sirvió como capitán de Infantería en un galeón que se dirigía a las islas de Barlovento, pasando, en 1602 a servir a las órdenes de don Luis Fernández de Córdova. Todavía hay documentación que lo sitúa residiendo en Madrid, los años 1603 y 1604.