El espacio rural
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EL ESPACIO RURAL Y LOS
CONDICIONANTES DE LA
ACTIVIDAD AGRARIA EN
ESPAÑA.
TEMA 10
Índice
1.-Los condicionantes físicos de los espacios agrarios
españoles: clima, relieve, suelo.
2.-Los condicionantes humanos:
históricos, socioeconómicos, políticos y técnicos.
3.-La estructura agraria: regímenes de propiedad, tenencia y
explotación de la tierra.
4.-La política agraria común en cultivos, ganadería y espacios
forestales.
1.- Los condicionantes físicos de los espacios
agrarios españoles: clima, relieve, suelo.
La actividad agrícola en España presenta diferencias notables entre
las zonas, principalmente a causa de la diversidad climática y de la
distribución desigual de la tierra.
Los factores condicionantes de la actividad agraria pueden ser
físicos y humanos.
Entre los condicionantes físicos destacan:
1.- El relieve: La topografía puede facilitar o dificultar las prácticas
agrícolas.
- La altitud elevada de la mayor parte de la península sobre el nivel
del mar contribuye a realzar la continentalidad climática y sus efectos
agrarios.
-Las pendientes y desniveles afectan a la formación de los suelos y a
las condiciones y formas de laboreo, a la circulación del agua, etc.
También es importante el roquedo en el origen y evolución de los
suelos, que son el soporte de al actividad agrícola.
2.- El clima: Condiciona los principales tipos de paisajes agrarios. Está
presente a través de las temperaturas, las precipitaciones y restantes
elementos climáticos (insolación, nubosidad, vientos, etc).
3.-Los suelos: De igual manera condicionan la agricultura por su
diferente naturaleza, estructura y composición, ubicación, Etc.
4.-La vegetación: En ocasiones ha sido totalmente eliminada para
permitir la plena ocupación agrícola. En otras, constituye la base de los
aprovechamientos forestales, o sirve de pasto al ganado en las dehesas
Esquema
2.-Los condicionantes humanos:
históricos, socioeconómicos, políticos y
técnicos
Son los responsables de la ordenación y de los usos que presenta el
espacio agrario, y la expresión de las condiciones
sociales, económicas, técnicas, políticas, etc, en las que se desenvuelve la
actividad.
En relación con los condicionantes históricos, la primera ordenación del
territorio tuvo lugar en época romana: se instauraron unos sistemas
agrarios basados en la trilogía mediterránea y en la gran explotación
agraria. Posteriormente, la ocupación musulmana supuso una
reordenación en la que se da importancia al regadío y a la producción de
frutas y hortalizas.
La reconquista y la repoblación cristianas llevaron al uso de la tierra
basado en la coexistencia entre aprovechamientos cerealistas y
ganaderos, y, por otra , un sistema de posesión de la tierra que estuvo en
vigencia hasta mediados del siglo XIX, con las desamortizaciones.
En cuanto a los condicionantes sociales y económicos, puede decirse que
hasta bien entrado el siglo XX la sociedad española ha sido básicamente
rural . Ha sido a partir de los últimos años cuando la actividad agraria ha
tomado una orientación hacia el mercado, la producción especializada y a
gran escala en el marco de una economía integrada en los mercados
internacionales.
El ingreso de España en la Unión Europea ha ampliado los mercados
agrarios, españoles, su participación en las políticas comunitarias y ha
posibilitado nuevas condiciones de financiación de la producción agraria.
3.-La estructura agraria: regímenes de
propiedad, tenencia y explotación de la tierra.
La propiedad de la tierra.
La propiedad, consiste en el derecho a gozar, disponer libremente y
aprovechar la tierra sin más limitaciones que las contenidas en las
leyes.
La propiedad dominante en España es la propiedad privada, que
acusa una notable dualidad: un número muy elevado de pequeños
propietarios que posee poca tierra y, en el otro extremo, un reducido
número de grandes propietarios que concentra mucha tierra.
Así, los dueños de menos de cinco hectáreas, que representan más de la
mitad de los propietarios que existen en España, sólo poseen la décima
parte del territorio, mientras que los que tienen más de 100 hectáreas, sin
llegar a representar una centésima parte, concentran la mitad de la
superficie.
A este problema estructural se añade la extraordinaria fragmentación
de la tierra en multitud de parcelas, que es un inconveniente para la
explotación.
Geográficamente existen diferencias en cuanto al tipo de propiedad. La
propiedad pequeña y muy atomizada es dominante en la mitad
septentrional, en el Levante y en la franja mediterránea; las grandes fincas
tienen, en cambio, una mayor implantación en el sur, particularmente en
Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía occidental.
Estas circunstancias tienen sus antecedentes en los procesos históricos de
ocupación del territorio y en su evolución posterior. Históricamente
existieron tres tipos de propiedad bien diferenciados: colectiva, estamental
y particular.
La propiedad colectiva era aquella cuya titularidad correspondía a las
villas y a los municipios. Estaba integrada por las tierras pertenecientes a
la colectividad, que se dividían en lotes o suertes para el aprovechamiento
individual (bienes comunales), o se arrendaban a particulares a cambio de
una cantidad de dinero para atender las necesidades de la villa (bienes de
propios).
La superficie perteneciente a la Iglesia y a la nobleza constituía la
propiedad estamental. La mayor parte de las tierras pertenecientes a la
nobleza integraban los señoríos, cuya integridad territorial estuvo protegida
durante siglos por la institución del mayorazgo. Los bienes de la Iglesia
procedían de compras y de donaciones de los fieles.
Los titulares de ambos tipos de propiedad no tenían capacidad de
enajenar o vender, razón por la cual se decía que estos bienes estaban en
manos muertas. En consecuencia, unos y otros se encontraban apartados
del mercado de la tierra y de la partición hereditaria, lo que redundaba en
la escasez de tierra para los particulares y en su encarecimiento.
Ilustrados y reformistas clamaron contra esta situación y, finalmente, en el
siglo XIX se le puso fin mediante los procesos desamortizadores. La
desamortización afectó a los bienes propiedad del clero y de los
municipios; la primera fue llevada a cabo por Mendizábal en 1836 y supuso
la incautación de numerosas fincas pertenecientes al clero y su venta a
particulares. La desamortización civil tuvo lugar más tarde, a partir de
1855, y se llevó a efecto al aplicar la Ley de Madoz, la cual dio origen a la
privatización de la tierra que formaba el patrimonio comunal de los
municipios españoles.
La influencia de estas medidas en la estructura agraria fue muy
grande, pues supuso el trasiego de una cantidad ingente de tierra de
propiedad colectiva a manos de particulares. En contra de lo que se
pretendía, vino a reforzar la gran propiedad, pues, por lo general, los
compradores ya tenían la condición de propietarios. Asimismo, la
desamortización civil privó a los municipios de un amplísimo patrimonio, a
base de sustento de los más humildes.
En lo que a los bienes de la nobleza se refiere, la abolición del mayorazgo
y la supresión del régimen señorial permitieron que, en adelante, los
bienes de la nobleza se rigiesen por las leyes sucesorias normales y
entraran en un proceso de fragmentación por herencia, aunque
preservando su condición de latifundios.
El resultado de estos procesos fue una concentración notable de la
propiedad y, como quiera que los vecinos habían perdido sus tierras
públicas y que a finales del siglo XIX la población iba en aumento, la
proletarización del campesinado se incrementó al haber más personas y
menos tierras que labrar. La desigualdad en la distribución de la tierra o la
carencia e ella estuvieron en la base de la conflictividad social y de las
demandas de reforma agraria, que se materializaron en la Segunda
República, aunque sus efectos quedaron anulados tras la Guerra Civil.
La explotación agraria.
La noción de explotación agraria hace referencia a las condiciones
técnicas y La explotación agraria guarda relación con la propiedad y, como
sucede con ésta, también se caracteriza por la dicotomía existente entre
las pequeñas explotaciones o minifundios y las grandes explotaciones o
latifundios, de tanta implantación en el sur y en el suroeste peninsular.
Los datos extraídos del último censo agrario nos indican que más de la
mitad de las explotaciones agrarias de España son minifundios de
extensión inferior a cinco hectáreas, y que las explotaciones de extensión
superior a 300 hectáreas, representan tan sólo un 1%, aunque concentran
una cantidad considerable de tierra.
Regímenes de tenencia de la tierra.
En lo que a tenencia de la tierra se refiere, distinguimos entre régimen de
explotación directa y régimen de explotación indirecta.
El primero consiste en que el titular de la explotación agraria, con
independencia de que trabaje físicamente en ella o no, es propietario de la
tierra.
La explotación indirecta resulta cuando el titular de la explotación y el
propietario de la tierra no es la misma persona. En estos casos, el
propietario cede la tierra para su explotación en régimen de
arrendamiento, aparcería o bajo cualquier otra fórmula.
El arrendamiento, es de hecho, un alquiler y se establece mediante el pago
de una renta cierta, convenida de antemano, en metálico o en especie, con
independencia del resultado de la cosecha.
La aparcería es una sociedad a la que el sueño aporta la tierra y el
aparcero, el trabajo; los gastos se satisfacen a medias y los beneficios o
productos de la cosecha se reparten en la proporción establecida. Como la
producción se desconoce en el momento de la firma del contrato, la renta
es variable, y propietario y aparcero comparten por igual ganancias en los
años buenos y pérdidas, si las hubiera, en los años malos.
Hoy se tiende al incremento de la explotación directa, al mantenimiento
del arrendamiento y a la drástica reducción de la aparcería, que se agudizó
con el éxodo rural.
4.-La política agraria común en cultivos, ganadería y
espacios forestales.
Los principales productos agrícolas españoles tienen sus zonas de
especial cultivo según sean más aptas las condiciones para ello. El maíz
es el cereal más importante y se cultiva en las zonas de secano con
sistema de barbecho. Casi todo el estado produce maíz, pero predomina
sobretodo en las dos Submesetas y en el Valle del Guadalquivir y del Ebro.
El olivo tiene un área de expansión menor. Comprende el Valle del
Ebro y la mitad sur de la península, aunque predomina en el Valle del
Guadalquivir y sobretodo en la provincia de Jaén.
La viña tiene una extensión similar al olivo. Las zonas de importancia
destacada son La Mancha, La Rioja, el Priorat, Jerez y El Penedés.
Otros cultivos importantes en España son el maíz dulce, principalmente en
la zona de clima atlántico.El arroz, que necesita agua abundante, por eso
se cultiva especialmente en la huerta de Valencia, en las zonas de regadío
del Valle del Gualdalquivir y en el Delta del Ebro. Las patatas son propias
de la zona de clima atlántico y zonas de montaña, aunque encontramos
también en las zonas de regadío. Los frutales y las hortalizas ocupan las
zonas de regadío del país. Los almendros en tierras de secano –costa
mediterránea, Mallorca, Ibiza y parte del Valle del Ebro-, los manzanos en
la costa cantábrica, los naranjos-los frutales más importantes de la
agricultura española- en Valencia, Murcia y Andalucía.
En cuanto a los cultivos industriales, es decir, aquellos que sirven de
primera materia a la industria, como la remolacha azucarera y el
algodón, destacan en el Valle del Guadalquivir. Las plantas forrajeras
(tréboles, o nabos, según la zonas) , se cultivan sobre todo en la costa
cantábrica y zonas de regadío.
La agricultura española actual es una agricultura de mercado
caracterizada por la intensificación de las tierras cultivadas mediante
nuevas tecnologías y la reducción del barbecho: el aumento de fertilizantes
artificiales, el uso de semillas escogidas y mejoradas genéticamente, el
uso extendido de herbicidas y pesticidas, la expansión del regadío y la
proliferación de los invernaderos. En la última décadas ha habido cambios
en el uso del suelo: reducción de la superficie agrícola, aumento de tierras
de regadíos y disminución de las de secano.
Las agroindustria están también en aumento. ¾ partes de los
productos que consumimos actualmente tiene algún tipo de transformación
agroindustrial, de forma que los productos frescos tienden a disminuir.
En cuanto a la ganadería, desde la Edad Media ha sido un elemento
básico en la génesis de nuestros paisajes agrarios, no olvidemos la
influencia ejercida por La Mesta y la transhumancia, a cuyo servicio se
gestó una red de cañadas, veredas, y caminos que tuvo plena vigencia
hasta mediados del siglo XIX.
En la actualidad, la ganadería tiene una importancia numérica y
económica sin precedentes, a excepción de la equina, cuyo grado de
presencia sobre el paisaje ha disminuido. Ha habido una intensificación
ganadera basada en la mejora genéticas, en la introducción de mejoras
alimenticias y de sanidad animal, y en un decidido paso hacia la
estabulación.
El ganado bovino reúne unos efectivos próximos a los seis millones de
cabezas. La cabaña de ganado ovino ha tenido un crecimiento más
sostenido, y hoy se halla concentrado en las penillanuras occidentales, en
la submeseta sur y en las vertientes de los Pirineos y del Sistema
Ibérico.El ganado caprino ha alcanzado casi los tres millones de cabezas
gracias a las subvenciones europeas. El ganado porcino es el más
numeroso: se aproxima a los veinte millones de cabezas. Hoy responde a
dos modelos ganaderos: uno semiextensivo, configurado sobre el cruce de
razas autóctonas y articulado en tormo a la dehesa; y otro
estabulado, intensivo, con animales de razas precoces importadas y una
clara dimensión industrial. Igual ocurre con las granjas de pollos y
conejos, que tanto han prosperado, y a las nuevas ganaderías recién
surgidas, como, por ejemplo, de avestruces.
En cuanto a la superficie forestal, en España es reducida (unos 16 millones de hectáreas) debido tanto a los condicionantes naturales como humanos. Los aprovechamientos giran en torno a las especies arbóreas, y, dentro de ellas, a las coníferas y frondosas, que se dan sobre todo en la España atlántica, y de las que se obtienen madera (la mitad en Galicia), pasta de papel y otras utilidades como el corcho, que se extrae de la corteza del alcornoque, concentrado en Cádiz y en Cáceres.
Otros aprovechamientos tradicionales del bosque han estado relacionados con la recolección de semillas y de plantas, con la explotación de colmenas, con la caza, etc. Junto a éstos han comenzado a darse otros usos derivados de los espacios protegidos en un contexto de desarrollo sostenible con el medio.
En cuanto a la comercialización de la producción agrícola española, aumenta mucho a partir de la adhesión a la Unión Europea, convirtiéndose en el destino mayoritario de la exportación española y el origen principal de lo que se importa. Se exportan sobretodo frutas, legumbres productos de huerta , aceite y conservas vegetales.
La integración de España en la Unión Europea hizo notorio el desfase de
este sector en relación a otros países, sobretodo a nivel de
mecanización, de precios y de la situación social en el campo. La
productividad era mucho menor que la de otros países, concretamente la
mitad de la de Francia. Los recursos obtenidos a través del FEOGA (Fondo
Europeo de Orientación y Garantía Agraria) han sido muy
importantes, pero las relaciones comerciales no han resultado tan
favorables como se esperaba, puesto que las multinacionales europeas
tienen mucho peso en la industria alimenticia y también se han generado
conflictos en los sectores excedentarios (carne, leche) al tenerse que
someter a cuotas limitantes de producción, y en las nuevas tentativas de
regulación de los mercados, como el caso de la OCM del aceite de oliva..