El espiritu-de-capablanca

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Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te sentaste a jugar una partida de ajedrez. ¡Qué recuer- dos! Aquellas competiciones infan- tiles, los nervios, el llanto tras la derrota, y la alegría inmensa por la victoria. Tu padre, que fue tu primer maestro, parecía tan orgulloso... Tantas anécdotas, y algunas tan divertidas... Como aquella vez que, en una partida decisiva, cogiste la dama para rematar una posición ganada, y de pronto, comprendiste que moverla era un terrible error. Ya entonces conocías la regla sagrada: “pieza tocada, pieza movida” así que, en una fracción de segundo, metiste la dama en la taza del "Cola Cao" y empezaste a remover distra- ídamente... “¿Dónde está mi cucha- rilla?” Tras pedir disculpas a tu confundido rival, y limpiar concien- zudamente la pieza con el inmacula- do pañuelo blanco que tu madre ponía siempre en tu bolsillo, devol- viste lentamente la dama a su lugar, y tras pensar unos segundos, movis- te la torre. Tu rival lo permitió, y gracias a esa treta, acabaste ganando la partida y el torneo. Desde luego, no es para estar orgulloso, pero la verdad, eras condenadamente listo de pequeño. Ahora, tras más de treinta años, quien sabe por qué, has decidido volver a jugar, y te has apuntado a un torneo abierto, uno de los cientos que se celebran cada verano. En la sala abarrotada, los amigos que se rencuentran se saludan efusivamen- te. Tú no conoces a nadie, y si te tro- pezaras con alguno de los antiguos rivales con los que te enfrentaste de niño, a buen seguro no podríais reconoceros después de tanto tiem- po. Así que, sin prisa, te diriges a la mesa que te ha sido asignada, y mientras esperas la llegada de tu rival, revisas la colocación del table- ro: el cuadro blanco, abajo a tu dere- cha, como debe ser. Y la ubicación de las piezas: “Las torres en las esquinas, los caballos son sus ami- guitos y se ponen a su lado, luego los alfiles, y en el centro, la reina en su color y el rey a su lado, con los valientes peones delante”, resuenan en tu memoria las palabras de tu padre, pronunciadas hace tanto tiempo y nunca olvidadas. Todo listo para empezar. Llega tu rival y se sienta al frente del ejército negro, conforme al emparejamiento previamente realizado. El árbitro principal da orden de poner en mar- cha los relojes, y en la bulliciosa sala se hace de pronto un silencio sepul- cral. Envuelto en esa quietud, ahora te sientes inmensamente solo. Recuer- das con cariño a tu padre, y echas de menos sus consejos, y sus bromas. Por ello, decides que no vas a jugar esta partida sólo, y así, por arte de GM Miguel Illescas “A la memoria de mi padre, que abandonó este extraordinario tablero que es el mundo, el pasado uno de marzo de 2011, a la edad de setenta y cuatro años” Este artículo apareció en la Revista “Sport Life” y lo hemos reproducido aquí con permiso del editor. El gran maestro Miguel Illescas ha querido también, de este modo, rendir un homenaje a la figura del campeón cubano, con ocasión de cumplirse el 70 aniversario de su fallecimiento. Pieza tocada, pieza movida Colocación inicial

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Ha pasado mucho tiempo desde laúltima vez que te sentaste a jugaruna partida de ajedrez. ¡Qué recuer-dos! Aquellas competiciones infan-tiles, los nervios, el llanto tras laderrota, y la alegría inmensa por lavictoria. Tu padre, que fue tu primermaestro, parecía tan orgulloso...

Tantas anécdotas, y algunas tandivertidas... Como aquella vez que,en una partida decisiva, cogiste ladama para rematar una posiciónganada, y de pronto, comprendisteque moverla era un terrible error. Yaentonces conocías la regla sagrada:“pieza tocada, pieza movida” asíque, en una fracción de segundo,metiste la dama en la taza del "ColaCao" y empezaste a remover distra-ídamente... “¿Dónde está mi cucha-rilla?” Tras pedir disculpas a tuconfundido rival, y limpiar concien-zudamente la pieza con el inmacula-do pañuelo blanco que tu madreponía siempre en tu bolsillo, devol-viste lentamente la dama a su lugar,y tras pensar unos segundos, movis-te la torre. Tu rival lo permitió, y

gracias a esa treta, acabaste ganandola partida y el torneo. Desde luego,no es para estar orgulloso, pero laverdad, eras condenadamente listode pequeño.

Ahora, tras más de treinta años,quien sabe por qué, has decididovolver a jugar, y te has apuntado a untorneo abierto, uno de los cientosque se celebran cada verano. En lasala abarrotada, los amigos que serencuentran se saludan efusivamen-te. Tú no conoces a nadie, y si te tro-pezaras con alguno de los antiguosrivales con los que te enfrentaste deniño, a buen seguro no podríaisreconoceros después de tanto tiem-po.

Así que, sin prisa, te diriges a lamesa que te ha sido asignada, ymientras esperas la llegada de turival, revisas la colocación del table-ro: el cuadro blanco, abajo a tu dere-cha, como debe ser. Y la ubicaciónde las piezas: “Las torres en lasesquinas, los caballos son sus ami-guitos y se ponen a su lado, luego

los alfiles, y en el centro, la reinaen su color y el rey a su lado, conlos valientes peones delante”,resuenan en tu memoria las palabrasde tu padre, pronunciadas hace tantotiempo y nunca olvidadas.

Todo listo para empezar. Llega turival y se sienta al frente del ejércitonegro, conforme al emparejamientopreviamente realizado. El árbitroprincipal da orden de poner en mar-cha los relojes, y en la bulliciosa salase hace de pronto un silencio sepul-cral.

Envuelto en esa quietud, ahora tesientes inmensamente solo. Recuer -das con cariño a tu padre, y echas demenos sus consejos, y sus bromas.Por ello, decides que no vas a jugaresta partida sólo, y así, por arte de

GM Miguel Illescas

“A la memoria de mi padre, que abandonó este extraordinariotablero que es el mundo, el pasado uno de marzo de 2011, a la edadde setenta y cuatro años”

Este artículo apareció en laRevista “Sport Life” y lo hemosreproducido aquí con permiso deleditor. El gran maestro MiguelIllescas ha querido también, deeste modo, rendir un homenaje ala figura del campeón cubano,con ocasión de cumplirse el 70aniversario de su fallecimiento.

Pieza tocada, pieza movida

Colocación inicial

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magia, el gran Capablanca aparecesentado a tu lado. José RaúlCapablanca, el genial cubano quefuera campeón mundial en los añosveinte, que pasó siete años sin per-der ni una sola partida, recuerdas. Tujugador favorito, sin duda, cuyolibro “Fundamentos del ajedrez”leías a escondidas en clase. Con elgran maestro Capablanca de tuparte, la cosa cambia, recuperas elánimo y entonces, de acuerdo conlas tradicionales normas de etiqueta,estrechas la mano del rival y da ini-cio la contienda.

1.e4

Seguro de ti mismo, avanzas dospasos el peón de rey. El gran maes-tro hace un gesto de aprobación. Túrecuerdas con claridad que en lasprimeras jugadas es fundamentalocupar con los peones el centro deltablero, ya que desde ahí se dominatodo el campo de batalla.

1...e5

El rival responde mecánicamente yocupa su parte del centro, de modosimétrico. Los peones centrales hanquedado bloqueados, pero eso no tepreocupa. Nadie amenaza tu peón,de momento. Y de hecho, serás tú elprimero en crear amenazas.

2.¤f3

Si tu rival fuera un absoluto princi-piante podrías atreverte a intentar elMate Pastor, pero sabes perfecta-mente que frente a un jugador detorneo no funcionaría una táctica tanelemental. No quieres que tu posi-ción quede comprometida con un

ataque prematuro y por ello, optaspor el natural desarrollo del caballode rey. Capablanca ni siquiera hapestañeado, es una buena señal, paraél estas jugadas iniciales son rutina-rias.

2...¤c6

Tu rival responde de modo natural,desarrollando una pieza y lo que esmás importante, defendiendo supeón central, que había quedadoatacado por tu anterior movimiento.La partida sigue su curso.

3.¥c4

Con este movimiento queda plante-ada la Apertura Italiana.

Seguramente “Capa” habría preferi-do su favorita Española, pero hoy noestás de humor para meterte en lascomplicadas variantes teóricas quese dan en esa apertura. Por el con-trario, la Italiana lleva a posicionesfáciles de jugar.

3...¤f6

Tu rival opta por esta jugada natural,que da lugar a la defensa de los trescaballos. Se abre ahora un impor-tante abanico de posibilidades. Tucuarta jugada va a marcar el carác-ter que ha de tomar la partida, por loque te tomas unos minutos en con-testar.

4.d3

Nada nuevo bajo el sol, defiendes elpeón de la amenaza del caballo rival,a la vez que refuerzas el control delcentro. Al mismo tiempo, estemovimiento de peón permitirá lasalida del alfil de dama. Por supues-to, podías haber jugado de modo

más agresivo, un gambito escocés,por ejemplo, entregando el peóncentral a cambio de un rápido de -sarrollo. O las violentas líneas delataque Fegatello, para poner a prue-ba desde buen principio los nerviosde tu rival... y los tuyos. La serenamirada de Capablanca parecía suge-rir un ritmo más sosegado y es cier-to, después de tanto tiempo sinjugar, resulta más prudente ir poco apoco, con un juego tranquilo.

4...¥b4+?

Tu rival parecía nervioso, incómodo,lo cierto es que ha movido a todavelocidad y tras un breve intercam-bio de palabras con el árbitro hasalido zumbando de la sala. ¿Olvidóir al baño? ¿Aparcó mal el coche?¡Qué importa! Su jugada parecefloja, y nada más verla, el gran“Capa” ha hecho una mueca de de -sa probación. Sí, lo que en aparienciaes un flamante jaque, resulta ser unmovimiento inofensivo, y puedesrechazar fácilmente la amenazaavanzando tu peón. Con ello, ganastodavía mayor control del centro, ylas negras se verán obligadas amover de nuevo su alfil – si no quie-ren perderlo – con lo que en realidadhabrán malgastado un valioso tiem-po en la carrera por el desarrollo y lalucha por el centro.

5.c3 ¥a5

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Dominar el centro

Desarrollar rápido las piezas

Atención al ataque y defensa

No perder tiempos

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Tú has visto enseguida la jugada quete gusta, y tu mano vuela al flancode dama dispuesto a hacerla, cuandoel GM (Gran Maestro) te sujeta porel brazo: “El ajedrez se juega con lacabeza, no con las manos”, terecuerda. La regla de oro, que decíatu padre: pensar antes de jugar.

Capablanca insiste, muy serio:“Recuérdalo siempre: un solo fallode concentración y se acabó”.Retiras la mano y vuelves a pensar.

6.0-0!

El enroque es mucho mejor que tuidea original 6.b4?! ¥b6 7.b5 ¤a58.¤xe5. Es cierto que en estavariante ganas un peón, pero retra-sas el desarrollo y después de 8...0–0las negras tendrían una compensa-ción excelente y posibilidades deatacar a tus piezas en el centro. Conel oportuno enroque has puesto turey a salvo y la torre de rey quedalista para entrar en juego.

6...0-0 7.¥g5

Estás muy satisfecho de tu posicióntras hacer esta jugada. Recuerdas detu experiencia, que la clavada sobreel caballo negro – que no puede

mover por tener detrás su dama–resultará muy incómoda para turival. Siguen un par de jugadasnaturales, hasta que tu rival decideamenazar tu alfil.

7...d6 8.¤bd2 h6

Aquí te surge una ligera duda.Querrías retirar tu alfil manteniendola presión, pero ¿qué pasará si elrival se expande en el flanco de reyagresivamente? Capablanca susurra:“No te compliques la vida, haz lasjugadas que te parezcan naturales.Confía en tu intuición”. Retiras tualfil y tu oponente se sume en unaprofunda reflexión.

9.¥h4 g5?!

Por fin, el conductor de las negras sedecide a efectuar este audaz avance,que abre peligrosamente las defen-sas de su rey. Ahora, te correspondetomar una difícil decisión. Valorasacertadamente que retirar el alfil esla opción más sensata, ya tendrástiempo más adelante de explotar lasdebilidades de su enroque.

Sin embargo, te percatas de queCapa blanca está profundamenteconcentrado en la posición, visible-mente tenso. Naturalmente, el maes-tro analiza el sacrificio de pieza.¿Merece la pena? Veamos, se obtie-nen dos peones y un fuerte ataque,no pinta mal. La cuestión es si lasnegras llegarán a tiempo de organi-zar la defensa. Tras calcular unosdiez minutos, lo tienes claro: ¡al ata-que!

10.¤xg5! hxg5 11.¥xg5 ¢g7 12.f4!

Esta jugada es clave. Cuando la visteen los análisis previos, comprendis-te su enorme fuerza. La apertura dela columna alfil rey permitirá la par-ticipación de tu torre en el ataque,con efectos devastadores. Tu rival,

visiblemente afectado, apoya lacabeza entre las manos. Parecederrotado, y por fin, sin mucha fe, daun jaque rutinario que tú ya habíasprevisto.

12...¥b6+ 13.¢h1

Has apartado tu rey al instante, y laverdad es que ya te ves ganador. Conla emoción de las últimas jugadas,habías olvidado la presencia a tulado de Capablanca. Le miras espe-ranzado y, al mismo tiempo, orgu-lloso de ti mismo, confiando enencontrar la aprobación en su sem-blante.

Pero “Capa” parece como ido,absorto en la posición. Por fin, temira fijamente a los ojos. ¡Has omi-tido algo! Te sacudes el optimismoque hace un instante te nublaba eljuicio y miras el tablero con toda laobjetividad de que eres capaz.

Tras un par de minutos, comprendesla preocupación del maestro. Lasnegras disponen de una excelenteoportunidad de pasar al contraata-que, llevando su torre a la columnaabierta frente a tu propio rey. Unrápido cálculo confirma el diagnós-tico inicial: todo está en el aire. ¿Quéha sucedido? ¿Qué has hecho mal?Claramente, tu rey está mal situadoen ‘h1’, ¿acaso no debiste moverlo

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Pensar antes de jugar

Enrocar rápidamente

Mantener la objetividad

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allí? Parecía una jugada evidente,pero... ¿qué habría pasado si hubie-ras parado el jaque avanzando elpeón? ¡Eso es! ¡Esa jugada ganaba!Se desarrolla en tu mente la varian-te: 13.d4! exd4 14.e5! dxc3+15.¢h1 dxe5 16.fxe5 y las negras nopueden evitar la pérdida de la dama.

¡Qué pena! Has desperdiciado unagran oportunidad, podías haberganado la partida en pocas jugadas yen lugar de eso, ahora es un cara ocruz, puedes incluso perder. Tu rivalsigue pensando, pero tú estás seguroque encontrará la buena. Te hundesen tu asiento, desmoralizado. Nisiquiera estás seguro de que puedassalvar el empate. Entonces, Capa -blanca te mira gravemente y te pideque te levantes.

– ¿En medio de la partida?”

- Sí, levántate, date un paseo, sal atomar el aire, estira las piernas, hazlo que quieras. Pero cuando vuelvashazlo pensando que la partidaempieza de nuevo. Olvida lo que hasucedido. Vas a recuperarte de esteerror. Recuerda lo que decíaEinstein: "hay una fuerza motrizmás poderosa que el vapor, la elec−tricidad y la energía atómica: lavoluntad". Y tú quieres ganar estapartida.

Te levantas y sales al patio, respirashondo y permites que la brisa y lostenues rayos de sol relajen tu ánimo.“Sólo es una partida de ajedrez”, tedices. Y quizá no esté todo perdido,no voy a dejarme dominar por elpánico. Regresas al tablero, resueltoa seguir luchando.

13...¦h8!

Tu rival ha pensado mucho rato,pero por fin se decide por la jugadaque más temías. Pero internamente,ya habías descontado el golpe, comolas bolsas que caen antes de que seproduzcan las malas noticias, paraluego subir, y llevarse por delante alos incautos. Limpiar a los “picho-nes”, que se diría en el argot ajedre-cístico.

Pero tú no eres un pichón. Recuerdasla frase del mítico Bobby Fischer,cuando era un prometedor jovendispuesto a comerse el mundo: “haydos tipos de jugadores: los tiposduros y los buenos chicos; yo soy untipo duro”. Vamos a jugar duroahora.

14.fxe5

Has descartado la natural 14.h3 portemor al sacrificio 14...¥xh3.

Capablanca asiente; sabes que hascogido el toro por los cuernos y loque tenga que ser será, ya no haymarcha atrás. Nos jugamos el todopor el todo en los próximos movi-mientos.

14...¤g4

Esta jugada te ha pillado por sorpre-sa. ¡Qué tipo! ¡Te quiere dar mate enuna! Esperabas el sacrificio de torre14...¦xh2+! que tras 15.¢xh2 £h8+16.¢g3 ¤h5+ permitía a tu rivalmontar un fuerte ataque. Quizápudieras salvar medio punto, pero

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José Raúl Capablanca, campeón mundial 1921-1927

Controlar las emociones

Confía en tus posibilidades

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qué duda cabe que daba miedo. ¿Nolo ha visto? ¿O pensó que su jugadaera mejor? Quién sabe. Ahora, tienesvarias opciones, pero la entrada de latorre con jaque parece evidente, ymuy fuerte. Pero esta vez, antes deactuar impulsivamente, vuelves lavista hacia el maestro. “Capa” tehace un gesto con las manos abier-tas, las palmas hacia abajo, y casipuedes leer sus labios “Tranquilo,tranquilo”. Inevitablemente, recuer-das las palabras del premiado direc-tor y apasionado ajedrecista StanleyKubrick, cuando decía que el ajedrezno es solo inteligencia, sino auto-control y dominio de las emociones:“Te sientas frente al tablero y repen-tinamente tu corazón brinca. Tumano tiembla al tomar una pieza ymoverla. Pero lo que el ajedrez teenseña es que tu deber es permane-cer ahí, con calma, y pensar si real-mente es una buena idea o si hayotras mejores”.

Así lo haces, y con disciplina, teobligas a explorar las diferentesopciones. Pronto descubres que lacaptura con torre solo lleva a unaposición igualada: 15.¦xf7+ ¢g616.£xg4 ¥xg4 17.¥xd8 ¦axd818.d4 dxe5 19.¦af1 exd4 20.¦7f6+¢g7 21.¦f7+ ¢g6 y tablas.

Calculas variantes largas y compli-cadas, te cansas, miras el reloj, eltiempo pasa tan deprisa... tienes quetomar una decisión. Entonces, teacuerdas de lo aprendido con tupadre: “revisa siempre jaques y cap-turas”. Es obvio que tomar en g4 nofunciona, ya lo hemos visto en lavariante anterior, pero ¿y el jaque enf6? Analizas, parece interesante,está claro que corres algún riesgo,pues sigues con pieza de menos,pero mantienes una gran compensa-

ción, evitas las tablas y podrías pre-sionar a tu rival. “¡Qué demonios!No hemos llegado hasta aquí paraconformarnos con un empate”. Allávamos, y que sea lo que Dios quiera.Se suceden las jugadas en medio deuna tensión creciente.

15.¥f6+! ¤xf6 16.exf6+ ¢f8 17.d4¤xd4?! 18.cxd4 ¥xd4 19.¤f3 ¥xf6

Tu jugada quince obligó a tu rival aponerse a la defensiva, y ahora, haoptado por devolver el material paratraer su alfil a la defensa. A primeravista, parece un error: el material seiguala, pero es evidente que tu ata-que sigue con fuerza. Tu oponenteno ha aguantado la tensión y seabren nuevas oportunidades para lasblancas. Capablanca parece entu-siasmado, y tú también comienzas asentirte optimista. Pero comprendesque hace falta un juego enérgico, ypor ello decides abrir líneas contra elrey enemigo.

20.e5! ¥e7

Tu rival ha valorado correctamenteque tras 20...dxe5 21.£xd8+ ¥xd822.¤xe5 el ataque blanco seríadecisivo, aun después de habercambiado las damas.

Ahora, debes hallar el modo de con-tinuar con el ataque, de lo contrario

perderás la iniciativa. Antes deponerte de nuevo a calcular, te fijasque la partida de al lado ha termina-do, han recogido las piezas y hanabandonado sus asientos. “Capa” seha puesto cómodo en la mesa de allado, y ha tomado en sus manos unade las piezas, con la que juega rela-jadamente, mientras piensa acercade nuestra posición. ¿Qué piezatiene en las manos? La dama blanca.¡La dama!, la pieza más poderosadel ajedrez... ¿Me está dando unapista? Las palabras conectan en tumente: ataque – dama – ataque –dama... ¡Debes llevar tu dama alataque! La posición pide dar riendasuelta a la imaginación y casi das unbrinco cuando se te ocurre una bri-llante continuación.

21.¤g5! ¥xg5 22.£d5!

La entrada de la dama al ataque esinevitable, y debería tener efectosdecisivos. El rey negro trata de huira la banda, pero las amenazas demate se suceden. La partida cobraun ritmo vibrante y hasta el propioCapablanca, de costumbre tranquilo,aparece ansioso, como si quisiera serél mismo quien se sentara ante eltablero a rematar la faena.

22...¢g7 23.£xf7+ ¢h6 24.¥d3!£g8

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Analizar jaques y capturas

Abrir líneas con los peones

Llevar la dama al ataque

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Llega el momento culminante: elrival ha sido capaz de defendersehasta ahora, pero está al límite desus fuerzas, y lo sabes. Ahora debesevitar el cambio de damas, queliquidaría tu ataque, pero una reti-rada permitiría a las negras movili-zar los refuerzos del flanco de dama.Recuerdas lo importante que es sercoherente en ajedrez: quien dijo Adebe decir B, y por ello, habiendo yasacrificado un alfil, buscas el modode mantener viva la llama del ata-que.

25.¦f6+!! ¥xf6 26.£xf6+ ¢h5

El sacrificio de torre ha servido paraeliminar uno de los defensores delrey enemigo, y alejarle todavía másde la cobertura de su ejército.Hemos ganado un tiempo para elataque y sabes que eso puede serdeterminante. Analizas ahora losjaques y los movimientos con tudama, pero no encuentras el remate.

Tras calcular decenas de variantes teincorporas en tu asiento, a tomaraliento. Te molesta admitirlo, pero laayuda de Capa ahora te vendría deperlas... Y de pronto, oyes un susu-rro “Habla con tus piezas”. Tu damay tu alfil están dando lo mejor de símismos, pero la torre del flanco dedama está pidiendo a gritos partici-par en la lucha. Su rápida aparición

en el flanco de rey puede resultarconcluyente.

27.¦f1! ¥g4

Tu rival reacciona lo mejor quepuede y trae refuerzos a su vez.Antes forzaste el cambio de unatorre por el alfil enemigo. Estás ins-pirado y se te ocurre que ahora pue-des entregar la otra. Cuando alguiensacrifica las dos torres en la mismapartida se habla de que ha hecho “lainmortal”, en honor a aquella famo-sa partida de Anderssen del sigloXIX... ¿puede funcionar? ¿puedesjugar hoy tu partida inmortal?

28.¦f5+!

Por suerte, advertiste a tiempo que lajugada que parecía ganar no es tanfuerte. Tras 28.g3? £d5+ 29.¢g1£c5+! y las negras recuperan laesperanza. Con el sacrificio de lasegunda torre hecho en la partida, seelimina el nuevo defensor del reynegro. Ambos bandos están exhaus -tos, al límite de su respectiva capa-cidad de ataque y defensa. Y con undesequilibrio material tan grande –solo tienes un alfil por las dos torresnegras – necesitas actuar con totaldeterminación.

Pero ahora, aunque fatigado, trashaber sacrificado la mitad de tuejército, te sientes lleno de confian-za respecto al desenlace final.

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Mantener la iniciativa

Habla con tus piezas

Ataca con todas tus piezas

Miguel Illescas, autor del artículo, ocho veces campeón de España

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28...¥xf5 29.£xf5+ £g5

Tu rival ha comprendido que notiene posibilidades tras 29...¢h630.£f6+ ¢h5 31.¥e2+ pues perde-ría la dama limpia. Por ello tapa eljaque con la dama. ¡Pero tú habíascalculado esto! ¡Es mate forzado! Enel reloj se consumen rápidamente losúltimos minutos, mientras verificasel mate... Sí, ¡es mate en seis! Mirasa Capa, y ves que está increíblemen-te tranquilo y sonríe de oreja a oreja.Verificas una segunda vez y todoestá claro en tu mente. Sigue unavariante forzada, las jugadas delnegro son únicas.

30.£h3+! £h4 31.g4+! ¢g532.£e3+ ¢xg4 33.£e4+

Tu rival se detiene, te mira comoausente, regresa la vista al tablero y

queda pensativo. No hay defensa. Elmate es inevitable. “Capa” ladea lacabeza, se ilumina su rostro con susonrisa franca, y se lleva la mano aun lado de la frente, saludándote conun sombrero imaginario. El maestrote felicita. Ahora sí, todo ha termi-nado. Te relajas ligeramente y per-mites que el nivel de tensión vayadisminuyendo. Quedan pocossegundos del tiempo inicial que tefue asignado, pero sobran y bastanpara dar el mate en dos. Por fin, turival acepta su destino y ejecuta lasúltimas jugadas.

33...¢g5 34.£f5+ ¢h6 35.£g6#

Como sucede a veces en ajedrez, elespíritu ha triunfado sobre la mate-ria, y te felicitas, pues sabes que lamayor parte de las veces es al revés,y es la materia quien se impone. Son

muchas las jugadas que quisieron serbrillantes y acabaron olvidadas en ellimbo de lo que pudo ser y no fue, ode lo bello que pudo haber sido; for-mas subjuntivas que aplastan cruel-mente y demasiado a menudo labelleza de los nobles ideales del serhumano...

Por fin, vuelves a la realidad, cuan-do te das cuenta de que tu rival temira, con su mano extendida. Se laestrechas con una sonrisa compasivay él, tras declinar amablemente laposibilidad de analizar juntos lapartida, abandona la mesa y sale atoda prisa de la sala, casi tropezandocon uno de los árbitros. Rebuscandoen tus sentimientos, recuerdas porun instante el amargo sabor de laderrota. La derrota es dura de asi-milar, y solo encuentras consuelocuando logras aprender algo de ella.Ya decía Capablanca, “se aprendemás de una derrota que de cien vic-torias”.

Por cierto, ¿dónde está el bueno de“Capa”? Ya no está aquí, se ha ido,ha regresado al mundo de los espíri-tus. La magia ha terminado, y regre-sas definitivamente al mundo real.Miras tu reloj de muñeca: las ocho.Si te das prisa, llegarás a casa atiempo de dar la cena a los niños.

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