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VIII Seminario Regional (Cono Sur) ALAIC “POLÍTICAS, ACTORES Y PRÁCTICAS DE LA COMUNICACIÓN: ENCRUCIJADAS DE LA INVESTIGACIÓN EN AMÉRICA LATINA” 27 y 28 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina El Eternauta y la lectura oficial del pasado reciente El Eternauta and the Government’s interpretation of Argentina’s recent history Sebastian GAGO Universidad Nacional de Córdoba, Argentina [email protected] Resumen En este trabajo indagamos las prácticas de apropiación por parte del Estado-Gobierno argentino de la historieta El Eternauta (Héctor Oesterheld y Francisco Solano López) dentro de un contexto de construcción de una memoria del pasado reciente del país. Nos referimos al uso que dirigentes, agrupaciones políticas e instituciones ligadas al Gobierno nacional han hecho de la iconografía y la simbología de una obra ficcional, como herramienta del discurso político. Indagaremos al respecto la construcción estatal de una memoria del acontecer político de los años setenta en la que se define una particular concepción de la militancia como valor político positivo, al mismo tiempo que se inserta el accionar de la militancia juvenil kirchnerista en una tradición histórica y política peronista. En ese sentido, la peculiar reconstrucción del relato político peronista a partir de un símbolo convocante como El Eternauta, se enmarca en una narrativa que sitúa al peronismo de izquierdas de los setenta como el mito fundacional del kirchnerismo, reconstruyendo el pasado en función de las necesidades políticas del presente. Desde una perspectiva teórica cualitativa que se nutre de conceptos de Walter Benjamin, elementos de la semiótica y del campo de estudios de la ideología, nos proponemos reconstruir y analizar la manera en que la apropiación política de un ícono de la cultura argentina constituye un elemento vinculado a una particular representación del pasado en función de las disputas políticas libradas en el presente.

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27 y 28 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina

El Eternauta y la lectura oficial del pasado reciente

El Eternauta and the Government’s interpretation of Argentina’s recent history

Sebastian GAGO

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

[email protected]

Resumen

En este trabajo indagamos las prácticas de apropiación por parte del Estado-Gobierno

argentino de la historieta El Eternauta (Héctor Oesterheld y Francisco Solano López) dentro de

un contexto de construcción de una memoria del pasado reciente del país.

Nos referimos al uso que dirigentes, agrupaciones políticas e instituciones ligadas al Gobierno

nacional han hecho de la iconografía y la simbología de una obra ficcional, como herramienta

del discurso político. Indagaremos al respecto la construcción estatal de una memoria del

acontecer político de los años setenta en la que se define una particular concepción de la

militancia como valor político positivo, al mismo tiempo que se inserta el accionar de la

militancia juvenil kirchnerista en una tradición histórica y política peronista. En ese sentido, la

peculiar reconstrucción del relato político peronista a partir de un símbolo convocante como El

Eternauta, se enmarca en una narrativa que sitúa al peronismo de izquierdas de los setenta

como el mito fundacional del kirchnerismo, reconstruyendo el pasado en función de las

necesidades políticas del presente.

Desde una perspectiva teórica cualitativa que se nutre de conceptos de Walter Benjamin,

elementos de la semiótica y del campo de estudios de la ideología, nos proponemos reconstruir

y analizar la manera en que la apropiación política de un ícono de la cultura argentina

constituye un elemento vinculado a una particular representación del pasado en función de las

disputas políticas libradas en el presente.

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Abstract

This paper examines the forms of appropriation and the uses of the comic El Eternauta by

agents of discourse, directly or indirectly linked with the Government or the State in the

construction of a historical memory.

The inclusion, in late 2010, of the symbology and iconography of the comic character created by

Héctor Oesterheld and Francisco Solano López, as part of the discursive interpellation of the

Government in Argentina, is part of the struggle to produce and impose a social worldview. We

analyzes the construction of a recent political history and a militant memory of the 1970s in

which the political activism is evaluated as a positive value.

In that sense El Eternauta's narrative linked that memory to the reconstruction of

a Peronist Left's political culture in the post dictatorship era.

This work adopts a qualitative approach to examine and describe some social and historical

context factors that are very important to understand the use of the comic as a political tool.

Palabras Clave: Oesterheld, historieta, memoria, política, mito, Kirchner.

Key Words: Oesterheld, comics, memory, politics, myths, Kirchner.

1. Introducción. Un ícono de la cultura argentina.

El Eternauta es una historieta que ha recibido un fuerte reconocimiento desde distintos ámbitos

durante los últimos años. Brevemente, diremos que es un relato de ciencia ficción creado en

1957 por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, que trata sobre una invasión

extraterrestre en Buenos Aires, liderada por los poderosos “Ellos”. Frente los invisibles

invasores, Juan Salvo, su familia y amigos se organizan para sobrevivir.

La obra fue reversionada en 1969, con dibujos de Alberto Breccia, y publicada en la revista

Gente de Editorial Atlántida, con un guión que presentaba un fuerte posicionamiento político de

izquierda. Luego, en 1976, Oesterheld y Solano hicieron El Eternauta II, publicada en revista

Skorpio de Ediciones Record. El argumento del cómic es enfático y doctrinario, de lucha militar

revolucionaria. Un dato al respecto: Oesterheld para ese entonces militaba en Montoneros.

Es vasta la trayectoria de consagración, usos y relecturas de El Eternauta. A partir de los años

setenta, la crítica específica del campo de la historieta argentina posicionó al autor como

referente central del medio a nivel local, es decir, lo canonizó. En tiempos de democracia, se

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modificó la figura pública del autor (Canessa, 2012:5), instalándose la imagen del Oesterheld

militante y desaparecido, que sería un elemento fundamental de la posterior relectura de El

Eternauta en clave de resistencia al poder y como alegoría de los hechos políticos del pasado

reciente.

El Estado nacional, desde 2007, canonizó oficialmente a la historieta de Oesterheld y Solano

(su primera parte). Ese año se cumplió el quincuagésimo aniversario de la publicación original

de la obra y treinta años de la desaparición de su guionista. La inclusión de El Eternauta como

texto escolar en el secundario de Argentina, promovió nuevos tipos de apropiación (Chartier,

2002) y de interpretación de su mundo ficcional. En 2010, el Gobierno nacional usó la

iconografía y la simbología de la historieta de Oesterheld como herramienta militante. A ese

fenómeno discursivo lo entendemos como una particular reconstrucción del relato político

peronista a partir de El Eternauta.

2. Objetivos, Hipótesis y Metodología.

2.1. Objetivos e hipótesis

El hecho discursivo que motiva nuestra indagación se sitúa en septiembre de 2010, cuando la

simbología y la iconografía de la historieta El Eternauta pasaron a componer la interpelación

discursiva del Gobierno argentino. Lo que a simpe vista parecía una estrategia proselitista, se

trató de un proceso de doble faz, inscrito en los cruces arte/política ligado a las prácticas de

formación de identidades políticas y culturales en el contexto político argentino contemporáneo.

Con el objetivo de entender esta incursión de este personaje-ícono en la esfera política

nacional, acudimos a la siguiente definición de historieta:

La historieta de aventuras, en tanto arte visual, funciona principalmente como un

artefacto de producción de íconos, que una cultura (una sociedad) incorpora y

adopta como metáforas satisfactorias de su “naturaleza” (la esencia o el espíritu de

esa sociedad: aquello que la hace ser lo que es). (Berone, 2014:24).

Dos cuestiones rescatamos de esta definición. En principio, la idea de que tanto para el

productor como para el consumidor, no se requiere de ningún esfuerzo interpretativo para

poder entender el ícono cultural (Berone, 2014). “El ícono se manifiesta como una

condensación o una cristalización de sentidos que se impone inmediatamente a la imaginación

de la sociedad”, señala Berone (ibíd.:25). En segundo lugar, la idea de que existe en todas las

sociedades una necesidad de construir metáforas satisfactorias de su “naturaleza”, pues el

sentido literal de los acontecimientos no basta para decir lo que pasa o lo que pasó, sino que

suele resultar insuficiente para narrar la Historia (Berone, 2014:22).

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No es difícil imaginar qué representa un ícono, el problema reside más bien en el intento de

explicar cómo está construido, cuáles son las operaciones necesarias para su producción y

para el consiguiente logro de su eficacia simbólica. Berone lo ejemplifica con El Eternauta, que

es, antes que un relato de ciencia ficción de invasión, un ícono, y lo define como “la

representación metafórica de nuestra sociedad en un momento determinado de su desarrollo

histórico” (ibíd.:24-25). Este autor nos explica que la operación básica de la construcción del

ícono visual requiere necesariamente de un aparato de representación (un código) realista, a

saber: dibujos cuyas formas sean reconocibles por el lector como referenciales de una

exterioridad real. El Eternauta, en ese sentido, es realista, y no sólo por su grafismo sino

también por su cercanía a la cotidianeidad tanto desde los temas como desde los personajes.

Uno de los elementos principales del realismo en Oesterheld es el contexto político, económico

y social y las formas que adquieren su representación, o más bien la forma de expresar una

idea sobre lo social, que son más bien ideas de época. Ese es el concepto de realismo que nos

interesa para pensar el poder de El Eternauta en tanto imagen-símbolo convocante.

La definición de historieta de Berone (2014) es susceptible de complementarse con otra, a

saber: una práctica comunicacional que como tal produce sentido, es decir, modelos de/sobre

la realidad que se construyen y ponen en circulación en distintos tipos de discursos. La

historieta es producida bajo ciertas condiciones contextuales, y lo que cuenta, su relato, se

somete a un sistema de valores creado por su narrador. Si tenemos en cuenta que el discurso

político persigue el interés de ejercer efecto político -intervenir en las luchas por la definición

legítima de un modelo de organización o de dirección de la sociedad (Bourdieu, 1990)-,

podemos concluir que la historieta eventualmente es un discurso portador de significados

políticos –más o menos explícitamente-, pudiendo constituirse en una herramienta

comunicacional que disputa el sentido de la realidad1.

¿Cómo funciona el discurso político? Lo hace procurando credibilidad a través de estrategias

de dramatización, negación y/o eufemización del estatus real de poder de quien lo emite. Una

de esas estrategias es la construcción de mitos. Señala Barthes (1999) que el mito es un tipo

de discurso de naturaleza ideológica que muestra lo que oculta y/o distorsiona. Lo que define al

mito no es el objeto de su mensaje, sino la forma en que tal mensaje es dado, basado en el

reemplazo del sentido de una forma. Se trata de un “habla”, de una apropiación de otro

lenguaje con el objetivo de naturalizar el discurso que plantea. Aparentando ser esencial,

modeliza la realidad social estableciendo distinciones entre enemigos y amigos. Por tal motivo,

1 En El Eternauta primera parte, por ejemplo, el modelo social construido por el autor está regido por los

valores de solidaridad, cooperativismo, lealtad al grupo de pertenencia, horizontalidad en el proceso de

toma de decisiones, el valor de la vida como fin y no como medio, entre otros.

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es preciso que exista una historia previa a la cual el mito pueda remitir, operación que es clara

en la construcción heroica del expresidente de la Nación Néstor Kirchner y del movimiento

político en el que afirma su pertenencia. Según Verón y Sigal (1986:182),

todo discurso político contiene, como una de sus dimensiones fundamentales, la

recuperación de la historia. Cada posición política reconstruye la historia a su

manera, con el fin de enraizar el movimiento social o partido en la lógica de un

desarrollo y mostrar su “necesidad”. La historia aparece, entonces, como metáfora

del presente.

Señala Scavino (Cf. 2012) que las narraciones políticas cuentan (con) una historia bajo la forma

de una gesta popular, que cumple la doble función de incluir y constituir al pueblo. Esto es

característico del ideario peronista, donde se dramatiza una asimetría de poder, a saber: un

pueblo elige a su líder natural, quien ocupa el centro de la escena, porta una visión de futuro y

guiará al primero a su liberación frente a un antagonista común. En esa concepción, se procura

imponer una definición legítima de lo político y de aquello por lo que se debe luchar en la

política: los intereses “nacionales” y “populares” (Cf. Sánchez y Olivares, 2010). Los

otros/antagonistas, dependiendo del contexto sociohistórico y político, serán construidos bajo

diversas entidades imaginarias: “oligarquía”, “imperialismo”, “gorilas”, “la derecha”, el “poder

real”, los “intereses antipopulares”.

En el terreno político, la eficacia simbólica del mito suele provenir de partidos y/o dirigentes

que, a través de estrategias de negación del poder, apuestan a monopolizar la legitimidad del

uso de “Pueblo” y de lo “popular”, pues ello “(…) permite a aquellos que pueden reivindicar una

forma de proximidad con los dominados colocarse como poseedores de una suerte de derecho

de precedencia sobre el pueblo, y, por ende, de una misión exclusiva” (Bourdieu, 1987:154).

Tenemos una hipótesis al respecto: que en la apropiación desde el Gobierno nacional de un

ícono convocante, se establece un modelo de construcción mítica de un héroe que se rebela

contra una realidad que lo oprime o bien halla injusta, asumiendo el rol de reparador del daño

sufrido por su pueblo. En ese esquema, se reconstruye retrospectivamente un pasado ajustado

a las necesidades del presente, y direccionando el sentido del futuro. El kirchnerismo, en su

modelización de la vida cotidiana de los argentinos, sitúa el año 2003 –cuando asume el poder

político- como un estado de cosas que merecía ser cambiada, y que a través de sus políticas

económicas, sociales y de derechos humanos y memoria, operó una reparación del daño a la

sociedad.

Nos proponemos como objetivo reconstruir y analizar la manera en que el uso de un símbolo

desde la política partidaria constituye un recurso de representación del pasado en función de

las disputas políticas libradas en el presente.

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Asimismo, intentaremos explicar la estrategia por la cual el Gobierno, a través de la

recuperación o no de ciertas voces en su relato de la Historia, procura erigir en la esfera pública

determinados relatos en determinado contexto histórico, inserción que tendrá efectos directos

en la práctica política, en tanto que la práctica política tendrá efecto en la construcción no

clausurante de la Historia.

2.2. Metodología.

En cuanto a la metodología de trabajo, indagamos ciertos aspectos del universo simbólico

generado en torno al ex presidente Néstor Kirchner y al peronismo, en especial las formas de

apropiación y de usos de íconos y productos culturales (y políticos) por parte de agentes

discursivos ligados al Gobierno o el Estado. Asimismo, reconstruimos y describimos ciertos

factores del contexto social e histórico que, en tanto condiciones de posibilidad discursiva, son

claves para comprender el uso de esta historieta como herramienta política dentro del espacio

público de la Argentina.

Los materiales empíricos que son la base de nuestro objeto de estudio, están conformados por

un corpus definido por la inserción, desde setiembre de 2010, de la simbología y la iconografía

del personaje de historieta El Eternauta como un componente de la interpelación discursiva del

kirchnerismo, fenómeno conocido mediáticamente como “Eternéstor” o “Nestornauta”; por otra

parte, el discurso presidencial del acto de la Juventud Peronista en el estadio Luna Park, que

contiene una lectura del pasado reciente donde se efectúa una reconstrucción del relato

político peronista.

2.3. Análisis y resultados

2.3.1. Sobre la relectura y la canonización de El Eternauta

El Eternauta es una historieta que, a casi seis décadas de su publicación original, se ha

convertido en un clásico de la narrativa argentina.

La vieja serie de Oesterheld y Solano López se convirtió tempranamente en un símbolo

susceptible de múltiples resignificaciones. Comenzó a ser objeto de lecturas políticas cuando

su propio guionista, en el prólogo de una reedición de 1975, releyó el título bajo el concepto de

“héroe colectivo”. En su continuación, El Eternauta II, seriada entre 1976 y 1978 en la revista

Skorpio, del sello Ediciones Récord, Oesterheld reposiciona al personaje central, trocando el

modelo de protagonismo grupal de la primera parte de la saga, por el líder mesiánico, en

sintonía con la radicalización política del guionista, por entonces militante montonero.

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La interpretación de esta narración de ciencia ficción como una metáfora premonitoria del

terrorismo de Estado de la última dictadura, no tardó en llegar durante el período democrático.

Paralelamente, su guionista sería reconocido por su trayectoria política y su cualidad de

desparecido: personaje y autor fueron amalgamados por el imaginario posdictatorial como un

modelo de héroe rebelde/militante de izquierda, fundidos por los valores de resistencia y

sacrificio.

Un antecedente de este proceso, fue la publicación de un póster alusivo a la desaparición

forzada de Oesterheld en la revista Feriado Nacional, en octubre de 1983, en tiempos en que la

dictadura ya no controlaba a la prensa escrita. La obra, creada por Félix Saborido, era

encabezada por la frase “¿Dónde está Oesterheld?” y contenía dibujados a todos los

personajes del autor pidiendo por su paradero, un reclamo que empezaba a tomar repercusión

pública. El póster pasaría a adquirir con los años un fuerte valor simbólico merced a su

circulación en sitios de Internet.

Otro hito lo encontramos en medio de la crisis argentina de 2001-2002, cuando algunas

agrupaciones de izquierda y organizaciones de derechos humanos, integradas mayormente por

militantes jóvenes, usaron la figura del personaje en expresiones de arte callejero y en sus

acciones de protesta, incorporándole la leyenda “Resiste”.

La figura de Oesterheld alcanzó una mayor visibilidad a partir del (re)conocimiento proveniente

del Estado en 2007, cuando El Eternauta pasó a ser texto de lectura escolar. El capital político

póstumo clandestino del guionista –en razón de su militancia- se reconvertiría, en especial

durante los años del kirchnerismo, en un capital político póstumo legítimo y oficial (Cf.

Gutiérrez, 2004), conversión que potenció su reconocimiento autoral y la valorización crítica de

sus obras.

Un interés político determinó el carácter selectivo de la consagración oficial de Oesterheld. En

la politización póstuma del autor (Laura Vázquez, 2010:276) se borró la huella montonera de

sus últimos años de vida, universalizándose tanto su trayectoria política -devendrá “intelectual

desaparecido”- como su obra, a la que se considera impregnada de valores sociales como la

solidaridad, el humanismo, la construcción colectiva por sobre lo individual, y el espíritu de

resistencia frente a todo poder opresor. Se rescata al Oesterheld de los años cincuenta, en

tanto creador que priorizaba la calidad artística procurando promover en el lector formación y

emoción estética allende el mero entretenimiento (Berone, Ob.cit.:6), y se omite parcialmente al

Oesterheld de los setenta, que optó por la militancia revolucionaria y ese posicionamiento que

marcó a parte de su producción cultural: en la historieta La Guerra de los Antartes

(Oesterheld/Gustavo Trigo, 1974), la ficción representa la visión del autor sobre cómo sería un

futuro socialista y popular en el país, en tanto que en El Eternauta II (Oesterheld-Solano López,

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1976), el modelo de sociedad construido es referencial de la visión de la cúpula de Montoneros,

la de la lucha armada en grupos comando liderada por una vanguardia iluminada.

2.3.2. Las aventuras del “Nestornauta”

Uno de los aspectos a tener en cuenta en el análisis del uso que el oficialismo político hizo de

El Eternauta en su lectura de pasado reciente y en la mitificación de sus referentes, es el

contexto de producción y circulación de la serie de mensajes que conforman esta narrativa.

En primer lugar, en su ejercicio de narrar la Historia, el discurso presidencial apela a una

herencia histórica y a una tradición de pensamiento político que la jefa de Estado ha

identificado como “democrática” y “popular”. El rescate de figuras históricas como Manuel

Belgrano, José de San Martín, Juana Azurduy, Bernardo de Monteagudo, Mariano Moreno y

Eva Perón, es parte de esa tendencia, a la que se agregan otros actores más contemporáneos,

como el expresidente Raúl Alfonsín, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y un grupo de

escritores, intelectuales y militantes que fueron víctimas de la dictadura, a saber: Haroldo Conti,

Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Héctor Germán Oesterheld.

En segundo lugar, tenemos el acto de la “Juventud Peronista” en el estadio Luna Park,

realizado el 14 de setiembre de 2010, que contó con la presencia de Néstor y Cristina Kirchner,

y que fue el escenario donde apareció el “Nestornauta”. El mismo fue organizado por las

agrupaciones políticas juveniles kirchneristas, como La Cámpora y la JP Evita. Días antes de

su realización, grafitis, esténciles y afiches políticos, se exhibían en manifestaciones políticas y

en la vía pública promocionando el evento partidario de apoyo al “modelo nacional y popular”.

En la campaña de promoción del acto (cuyo eslogan fue “Néstor le habla a la juventud, la

juventud le habla a Néstor”) fueron lanzados tres tipos de afiches impresos y flyers en redes

sociales y sitios de Internet:

1) Uno de ellos replicaba la estética de las serigrafías pop de Andy Warhol, utilizando como

motivo el rostro de Kirchner, en cuatro retratos de distintos colores.

2) El segundo, llevaba una imagen que mostraba a la pareja (Néstor y Cristina) Kirchner

dándose un abrazo en un palco o balcón, frente a una multitud –que sugiere al receptor una

concentración de personas en la Plaza de Mayo, lugar de grandes concentraciones públicas

por antonomasia en Argentina-. Estructurada bajo un diseño que apela a la imaginería

peronista tradicional, la escena evocaba el emotivo abrazo entre Juan y Eva Perón en el balcón

presidencial de la Casa Rosada al renunciar ésta a la candidatura a la vicepresidencia del país,

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en 1951, un momento crucial en la historia del peronismo. La propuesta gráfica, se completaba

con los colores blanco, celeste y negro, tan caros a la propaganda gráfica peronista clásica.

3) En tercer lugar, la mítica –y mitificada- iconografía de la historieta El Eternauta: el personaje,

Juan Salvo, caminando bajo la nieve con su traje de gutapercha y escafandra, aunque sin su

característico fusil al hombro y con el rostro de Kirchner. “Mi único héroe en este lío”, frase de

la canción “Esa estrella era mi lujo”, del grupo de rock Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota,

acompañaba algunos de los esténciles y grafitis callejeros que exhibían el ícono, en rima

asonante con “El único héroe es el héroe colectivo”, la idea con la que el propio Oesterheld

releyó su obra en 1975 -un momento en el que el guionista “estaba en otra cosa”-, y que el

kirchnerismo tomó como bandera de su activismo político.

En este sentido, tanto en la propuesta gráfica que promocionó el acto como en el discurso dado

por la presidenta durante el mismo, la apelación a la juventud, no como un grupo portador de

ciertos atributos demográficos sino en términos de inscripción pública de sus compromisos en

el campo político, sienta una interpretación del pasado reciente que direcciona sentidos en el

futuro. Transcribimos un fragmento del discurso presidencial:

Déjenme decirles que siento una sana envidia por todos ustedes. (…) Porque

cuando yo fui joven como ustedes, cuando junto a miles y millones de argentinos

apostábamos a un país diferente, no tuvimos la suerte que tienen ustedes hoy de

vivir en un país con todas las libertades. Si nosotros (…) hubiéramos podido tener

esta Argentina que estamos construyendo entre todos, donde por primera vez

estamos construyendo ciudadanía social con los derechos económicos de los

trabajadores, de los jubilados, de la educación pública, pero al mismo tiempo lo

estamos haciendo en un marco de libertad y democracia (…) ¡qué país diferente

hubiéramos tenido! (…) Por eso digo que los envidio mucho pero esto también les

crea mucha responsabilidad, nosotros tuvimos que abrirnos como podíamos, a los

codazos, porque no había libertades, pero cuando uno tiene la oportunidad de poder

estudiar, de poder acceder a una universidad pública nacional y gratuita, cuando uno

tiene la posibilidad de expresarse con libertad, tiene también la obligación de

comprometerse profundamente con la patria y con los que menos tienen, a los que

todavía hay que llegar. (Cristina Fernández en el Luna Park, 14/09/2010).

Al igual que en la narrativa del “Nestornauta”, en el discurso presidencial hace sentido el

concepto de una relación filial entre vanguardia (la generación del peronismo de izquierda de

los setenta) y neovanguardia (la juventud kirchnerista), siendo ésta consagrada como heredera

y continuadora de aquella. En una lógica de intercambio de dones, la presidenta propone una

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relación entre “establecidos” y “recién llegados”: se unge al nuevo grupo como heredero y se le

ofrece un lugar en el campo político a cambio responsabilidad y compromiso (Vázquez, 2013:5-

6), dos atributos necesarios para que la gesta heroica iniciada por la generación (setentista) en

el pasado rinda sus frutos. Y en el acto en que se inventa a la “juventud” actual como parte de

la gesta heroica de la generación ya adulta, se construye la juventud como valor político y como

causa militante (Vázquez, ibíd.).

La presidenta, asimismo asume el rol de narrador: alguien que en el crepúsculo de su vida deja

a quien lo escucha un don, el legado de una experiencia, el relato y la sabiduría de su “vida

vivida”. El que narra es alguien que tiene consejos para el que escucha. Y el consejo -algo tan

pasado de moda dado que en estos tiempos contemporáneos se torna difícil la comunicabilidad

de la experiencia-, no es tanto la respuesta a una cuestión en particular, sino la propuesta

referida a la continuación de una historia en curso (Benjamin, 1998:114). En ese sentido, el

testimonio de Cristina Fernández, propio de alguien que “la vivió”, selecciona y despliega

algunos acontecimientos de la experiencia de los setenta2, y lo hace a partir de un mecanismo

recurrente en las ficciones de Oesterheld, a saber: la historia que nos cuenta es la de un

sobreviviente que rememora su tragedia para alguien que la recibe como palabra profética,

como una palabra destinada al futuro (Berone, 2014). Cristina, al igual que el guionista

desaparecido, participa de esta certeza estética en el marco de ese acto político partidario: la

historia que cuenta resignifica el pasado y pone a quien la recibe de cara al futuro. Dentro de

esa narrativa se inscribe el “Nestornauta”.

La muerte de Kirchner, ocurrida el 27 de octubre de 2010 –un mes y medio después del acto

de la “juventud peronista” en el Luna Park-, suma un trágico factor común que vehiculiza la idea

de sacrificio heroico en el proceso de mitificación del movimiento político y de su(s) líder(es),

representado en el ícono del “Nestornauta”. Se tornó explícita la búsqueda de paralelismos

entre el personaje, el escritor y el político, en una operación claramente empática hacia la joven

militancia (Fernández y Gago, 2012). La simbología de resistencia y sacrificio desde el

Eternauta, entregando(se) todo en la lucha contra los “Ellos” y perdiendo a su familia, se

2 En otro fragmento del discurso, la jefa del Estado, citando una definición de Perón, reivindica su

antigua pertenencia al colectivo de identificación “juventud maravillosa”, y deja significativamente

relegados de ese espacio a “los que empuñaban las armas”. Cristina Fernández destaca, en cambio,

que su generación guardó un “compromiso con el prójimo y con la historia” y que apostó por un país

diferente pero tuvo que vivir entre obstáculos como la violencia institucional, al autoritarismo, la falta de

libertades y de oportunidades. La modelización de esa generación en tanto movimiento “democrático” y

“popular”, guarda una filiación con las tradiciones histórico-políticas en las que abreva el kirchnerismo

en su ejercicio de memoria de las luchas del pasado.

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resignifica a partir de la figura de Oesterheld, mitificado bajo el signo del sacrificio del militante

desaparecido que también perdió a su familia, llegando a la construcción actual desde la cual

se sostiene que “(Néstor) Kirchner dio la vida por su país” (Estela de Carlotto, 27/10/2010).

Cabe retomar un punto tratado en el apartado anterior: los sentidos de la canonización

póstuma y selectiva de Oesterheld serán trasladados al símbolo de El Eternauta. Si asumimos

que dentro del funcionamiento de ese símbolo, el héroe asume la misión de “develar” y/o

“reparar” el daño infligido a una sociedad, dentro de un relato preconcebido para exceder el

esquema de héroe, el personaje se convierte en mito. Barthes nos dice que los mitos se

imponen o los impone la sociedad y casi siempre hay algo que esconden y está dado por la

forma y no tanto por el contenido. En la forma de la narrativa de “Nestornauta”, se opera una

apropiación de un símbolo previamente mitificado bajo el modelo de héroe rebelde/militante

que encarna los valores de resistencia y sacrificio: esa forma mítica “artificial” (Barthes,

1999:136) –nacida de un mito anterior-, se actualiza en la coyuntura política presente. ¿De qué

manera ocurre ese fenómeno?

El Gobierno asume su accionar como una gesta heroica (no en el sentido conservador del

relato de la Cotidianeidad Positiva, como una “vuelta al orden original”, sino como

Cotidianeidad Negativa o de ruptura con un estado de cosas injusto), plasmada en diferentes

programas del Gobierno: las políticas de memoria y de derechos humanos3, la reinserción del

país en el contexto sudamericano en términos de una mayor autonomía frente al establishment

financiero, económico y político mundial, la recuperación del rol activo del Estado en la

economía, la cultura y la sociedad, y de una esfera de acción estatal autónoma frente a los

“poderes corporativos” (Cristina Fernández destaca en su discurso la recuperación del “modelo

industrial y de generación de trabajo” que la “dictadura más terrible” había destruido). En buena

medida estas políticas –algunas de las cuales fueron responsabilidad del Congreso, con apoyo

gubernamental- fueron resultado de un ajuste de las disposiciones políticas del Gobierno a

ciertas demandas sociales previas que el kirchnerismo supo interpretar y capitalizar. Demandas

y tendencias históricas que se inscriben no sólo en la sociedad argentina, sino también en el

contexto regional, en particular desde inicios del siglo XXI.

3 Entre esas políticas, se destacan la creación del Museo de la Memoria en la antigua Escuela de

Mecánica de la Armada (que funcionó en la dictadura como centro clandestino de detención, tortura y

asesinato de personas), el descuelgue de los cuadros de dictadores del Colegio Militar de Buenos Aires,

la derogación de las leyes de impunidad frente a los delitos de lesa humanidad en la dictadura, la

promoción y ampliación de los derechos de las minorías, y el apoyo político y económico a las

actividades desarrolladas por las organizaciones de derechos humanos.

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El símbolo del “Nestornauta”, en este contexto, es capaz de condensar estos significados en

una forma que es referencial a los puntales programáticos del Gobierno actual. Asimismo,

representa la concepción de recambio entre dos generaciones políticas militantes, cuyas

acciones de ayer y de hoy son significadas como una creación colectiva que no está terminada.

En ese sentido, la reelaboración del relato político peronista a partir de El Eternauta vincula la

memoria del pasado reciente con la reconstrucción de una cultura política de la izquierda

peronista en la era democrática del país, que tiene su eje central en el valor de la militancia

juvenil. Esa narración oficial del pasado se ajusta a las necesidades políticas coyunturales,

delimitando y direccionando el sentido, siempre abierto, tanto del presente como del futuro.

2. 4. Conclusión

La narrativa política del “Nestornauta” se alimenta de un mito preexistente surgido en los

grupos de izquierdas en los años noventa. Ese relato previo estuvo construido sobre un

Oesterheld militante y desaparecido y se afianzó iconográficamente tras la crisis del 2001

mediante el arte callejero. El Gobierno nacional actual, a través de ese uso de arte/política y

desde su discurso, establece una particular reconstrucción del relato político peronista a partir

del mito de El Eternauta a la vez que pretende una empatía y filiación de la juventud a sus filas.

En esa operación discursiva, se hace evidente el vínculo entre la memoria de la militancia de

los setenta y la reconstrucción de una cultura política peronista en el presente, erigiendo a la

acción política como una creación colectiva que no está terminada y a la militancia como valor

político positivo. En síntesis, lo que nos dice este relato es que el Gobierno nacional

reconstruye el pasado con la finalidad de legitimar o justificar sus acciones políticas del

presente político inmediato, adaptando el mismo a la trayectoria histórica (reconstruida) del

movimiento político de pertenencia.

3. Bibliografía

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3.1. Fuentes y documentos citados

Discurso de Cristina Fernández en el acto “La juventud le habla a Néstor. Néstor le habla a la juventud”, 14 de septiembre de 2010. Buenos Aires.