EL EXORCISTA. LA POSESIÓN DEL MONTE RAINIER-ST. LOUIS (1949) Un artículo en «The Evening Star»...

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LA POSESIÓN DEL MONTE RAINIER-ST. LOUIS (1949)

Un artículo en «The Evening Star» de Jeremiah O'Leary fue el primero en lanzar la historia. Apareció el 19 de agosto de 1949, en la página B-3, que, según O'Leary, era «un buen lugar para ocultar una historia controvertida en aquellos días».

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Al día si guiente la historia estaba en la primera página de «The Wash ington Post»: Sacerdote libera a un muchacho de catorce años que se decía sujeto por la garra del diablo, e inmediatamente se extendió por toda la nación a través de los servicios de ra dio, apareciendo en otras primeras páginas.

Fue también discu tido en las revistas «Time» y «America».

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Cuando apareció la historia, William P. Blatty era un estudiante de tercer año en la Universidad de Georgetown, especializándose en inglés y crea ción literaria, y archivó la historia del exorcismo con la idea de que algún día podría escribir acerca de ella.

Años más tarde, des pués de obtener el diario del sacerdote que llevó el caso, in vestigó diligentemente el tema y escribió su «best-seller» El Exor cista.

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Aunque algunos elementos de la novela están basados en el caso real (cambiando el muchacho por una muchacha y colocando la esce na en Georgetown), la mayor parte de la misma es ficticia, pero, en conjunto, fue sacada de los aspectos más dramáticos de los casos de supuesta posesión, según fuentes más o menos fide dignas.

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1. Primeras manifestaciones

El muchacho nació el 1 de junio de 1935.

Vivía con sus padres en el Monte Rainier, un suburbio al norte de Washington, D.C. El 15 de enero de 1949, el muchacho y su abuela oyeron en su casa el ruido de agua que goteaba.

Esto continuó durante un breve rato y a continuación una imagen de Cristo que había en la pared tembló.

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A la hora en que sus padres «volvieron a casa, se oía un sonido de araña zos muy definido bajo las tablas del suelo cerca de la cama de la abuela. A partir de esta noche, se oían los arañazos todas las no ches alrededor de las siete y continuaban hasta media noche. La familia pensó que los arañazos eran causados por algún tipo de roedor».

Se llamó a un exterminador, se levantaron las tablas del suelo, se quitaron los paneles, se esparció veneno alre dedor, pero los ruidos aumentaban.

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Después de diez días los ruidos cesaron y la familia creyó que el roedor había muerto. Aunque el muchacho parecía pen sar que él todavía oía los arañazos, la familia no volvió a oír nada por un período de tres días. «Cuando el sonido se hizo audible de nuevo, no era ya en el dormitorio de arriba sino que había bajado al dormitorio del muchacho. Parecía el sonido de zapatos chirriantes a lo largo de la cama y sólo se oía por la noche cuando el muchacho se acostaba. El sonido chirriante continuó durante seis noches, y en la sexta los arañazos eran de nue vo audibles».

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Una tía del muchacho había muerto en St. Louis dos semanas antes de que comenzasen los aconteci mientos, la cual había estado en extremo interesada por el espi ritismo. Al oír el sonido de pies caminando, la madre preguntó: «¿Eres tú, tía Tillie?» No obtuvo ninguna respuesta verbal, y continuó: "Si eres tú, golpea tres veces."

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Rafagas de aire golpea ron a la abuela, a la madre y al muchacho, y se oyeron tres golpes claros en el suelo.

La madre volvió a preguntar: "Si eres Tillie, asegúramelo golpeando cuatro veces." Se oyeron cuatro golpes claros». 

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2. Otras manifestaciones

Pronto se advirtió que a partir de entonces los extraños acon tecimientos y ruidos ocurrían dondequiera que el muchacho se encontrase. «Una naranja y una pera volaron a través de toda la habitación en la que él estaba. La mesa de la cocina se cayó sin ningún movimiento por su parte. La leche y la comida eran arrojadas de la mesa y de la cocina. El tablero del pan fue arro jado al suelo. Fuera de la cocina un abrigo, con su percha, voló a través de la habitación; [...] una Biblia fue arrojada directa mente a los pies del muchacho, pero no le causó ningún tipo de lesión; [...] su pupitre de la escuela se movía por el suelo similarmente a un tablero Ouija». El muchacho dejó de asistir a clase porque le producía vergüenza.

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«En una ocasión la colcha de la cama fue sacada desde debajo del colchón, irguiéndose sus puntas, curvadas sobre la superficie de la cama, como si se mantuviese de pie con almidón. Cuando los espectadores tocaron el cubrecama, éste volvió de nuevo a su posición nor mal».

El documento del jesuita, escrito en 1949, afirma: «Al principio todo el mundo, incluyendo al muchacho, lo tomó como una broma, pero se convirtió en algo más que una bro ma».

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Una tarde, no mucho después, «sobre las costillas del muchacho apareció escrita la palabra Louis en rojo oscu ro», como indicando que alguna fuerza estaba a favor de realizar un viaje a St. Louis, donde el muchacho tenía una de sus tías favoritas.

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3. El ministro luterano y los doctores

La madre era luterana, y se consultó a un ministro luterano. Este era escéptico, y todavía sigue siéndolo.

Fue entrevistado por teléfono por Jim Adams, de la AP (Associated Press), quien nos informó de lo que le había contado: «El ministro dijo que sentía sospechas respecto al mensaje del pecho; estaba escrito boca abajo sobre el pecho, como si el muchacho lo hubiese es crito él mismo.»

Sin embargo, el clérigo había pedido que se le trajese el muchacho a casa, e incluso ahora no puede encontrar ninguna explicación natural para lo que allí ocurrió.

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Parece que el muchacho estuvo con el ministro el 17 de febrero de 1949. Alrededor de las diez de la noche decidieron irse a descansar, usando una habitación en la que había dos camas gemelas. Todo había estado tranquilo durante unos diez minutos, cuando la cama del muchacho comenzó a vibrar, golpeando la cabecera contra el armazón de la cama.

«Había mucho barullo. Pensé que él la estaba agitando, pero no hacía ningún movimiento visible.»

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Entonces puso al muchacho en una gran silla muy almohadilla da y se sentó a un lado. La silla comenzó a levantarse des pacio por su lado alejándose de él, y tuvo que agarrarla antes de que se cayese. Según el ministro, el chico no pudo haber em pujado la silla, puesto que sus piernas estaban recogidas debajo de él. Se colocó al muchacho en el suelo sobre un felpudo. El fel pudo «se movió lentamente hasta que llegó a la pared, y en tonces se detuvo... Recuerdo que pensé que era él quien lo de bía estar haciendo, pero después me di cuenta de que hubiera sido imposible. No había ningún movimiento en su cuerpo». El chico fue devuelto a su casa al día siguiente. El ministro dijo que desde entonces se ha preguntado si se trataba de algún tipo de electricidad estática, o si estaba de algún modo hipnotizado.

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Se consultó a un psiquiatra del Georgetown University Hos pital. Declaró que no creía en estos sucesos. El diario afirma: «Su informe fue que el muchacho era normal. Este se sentía irritado con las preguntas y con el procedimiento.

Un médico le sometió a un chequeo físico completo y lo encontró normal, pero algo hipersensible.

Se llamó a un espiritista para que usase su fórmula para liberar a las personas de los espíritus, pero no tuvo ningún éxito».

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La madre del muchacho tenía una pariente casada con un católico, y cuando se le describió el caso, éste contestó: «Si lo que dices es cierto, entonces deberías consultar a un sacerdote.»

La familia vivía a corta distancia de la iglesia católica de Saint James, y el padre del muchacho concertó una cita para hablar con uno de los sacerdotes.

Se le dieron velas bendecidas, agua bendita, y se le sugirieron algunas oraciones.

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Nuestro docu mento informa: «En una ocasión en que la madre había rocia do con el agua bendita toda la habitación, colocó la botella en un aparador, la cual fue tomada por el espíritu y despeda zada. Cuando se encendió una de las velas, la llama se elevó hasta el techo, y por miedo a que la casa se pudiese incendiar apagaron la vela». Las oraciones normalmente agravaban los hechos.

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En otra ocasión, mientras la madre telefoneaba al sacerdote, éste oyó un gran golpe, y aquélla le dijo que la mesa del teléfono se había roto en mil pedazos.

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4. La decisión de exorcizar

Este estado de cosas empezó a agotar los nervios de todos los implicados, y el sacerdote fue al canciller de la archidiócesis, quien le previno para que procediese con mucha cautela en el asunto. El sacerdote replicó que así lo había hecho; después de unos días se concertó una cita con el arzobispo, quien al fin autorizó al sacerdote a comenzar con los exorcismos. No obstante, el sacerdote no estaba muy deseoso de realizar la tarea, pues «comprendía que esto debiera ser hecho por un hombre muy santo, ya que el diablo acostumbra a exponer los pecados del sacerdote; por tanto el padre se fue a Baltimore e hizo una confesión general. Pues el diablo es el padre de la mentira, y circula una opinión teológica de que es incapaz de revelar los pecados que han sido perdonados».

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Justo en este momento, y en parte debido a los deseos del muchacho, la familia decidió visitar a unos parientes en St. Louis con la esperanza de que sus problemas quedarían atrás. El sacerdote de Washington sintió un gran alivio. Pero las cosas no mejoraron en St. Louis. «Distintas manifestaciones fueron presenciadas por dos tías del muchacho, cuatro tíos y cuatro primos. La frase "No hay escuela" fue vista impresa por cua tro personas distintas. El balanceo del colchón, los arañazos so bre el mismo y la caída de los muebles del dormitorio, fueron observados por todo el grupo... Las apariencias indicaban que el espíritu no era el diablo sino el alma de la fallecida Tillie. El espíritu confirmó de nuevo a todos los presentes que era Tillie moviendo una pesada cama dos o tres pies sin que hu biese ninguno de los espectadores cerca de ella».

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En St. Louis se consultó a un sacerdote de la iglesia cató lica más cercana.

El 9 de marzo, «bendijo toda la casa, hacien do una bendición especial en la habitación y cama del mucha cho. Se prendió con un imperdible en el borde extremo de la almohada una reliquia de santa Margarita María. Poco des pués de que el muchacho se hubiese ido a la cama, el colchón comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante, en la dirección de la cama y en posición vertical. El muchacho yacía absolu tamente quieto, sin ejercer ningún esfuerzo físico. El movi miento en cada dirección no excedía más de tres pulgadas, de forma intermitente y cesando completamente después de un período de aproximadamente quince minutos».

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Al día si guiente tuvieron lugar acontecimientos similares. La reliquia de santa Margarita María fue arrojada al suelo.

«Pero ninguna mano humana había tocado la re liquia. El muchacho se levantó sobresaltado cuando la reliquia fue arrojada al suelo».

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Al otro día, 11 de marzo, viernes, el sacerdote que iba a efectuar los exorcismos visitó a la familia. Traía más reli quias y un crucifijo.

«Poco después de que el muchacho se hubo ido a la cama a las 11 de la noche, llamó diciendo que se había asustado por una fuerza extraña que había arrojado algún objeto contra el espejo de su dormitorio. La reliquia de santa Margarita María había sido arrojada contra el espejo, y el sonido fue como un per digón golpeando un cristal.

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Otro acontecimiento fue una marca en forma de cruz que apareció en el antebrazo exterior derecho del muchacho.

El dolor era similar al producido por el arañazo de una espina.

La cruz siguió visible durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos».

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Algunos días más tarde, después de una consulta telefónica con el sacerdote de Washington, tal y como este último había sugerido a la familia, el sacer dote de St. Louis explicó el caso al arzobispo y fue autori zado para que procediese a los exorcismos.

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5. Los exorcismos

Como nuestros documentos señalan: «Hasta este mo mento todo había sido obsesión, es decir, algo exterior al mu chacho, pero tan pronto como los exorcismos se iniciaron, el 16 de marzo, comenzó la auténtica posesión.

Los accesos te nían lugar por la noche cuando el muchacho se iba a la cama, y duraban desde las ocho hasta las doce o la una, intermiten temente, y a continuación el muchacho pasaba a un sueño per fectamente normal durante nueve o diez horas».

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Para que todo el mundo pudiese dormir más tiempo, después de algunos días se recitaban las oraciones más temprano, pero los accesos seguían empezando alrededor de las nueve y duraban hasta las dos o tres de la mañana.

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Había veces que se llamaba a no menos de diez personas para que sujetasen al muchacho durante los accesos; hacía tri zas las sábanas y almohadas; rasgaba las camisas y camisetas de los que le sujetaban; pataleaba y golpeaba; una vez le rom pió la nariz a uno de los escolares jesuitas (estudiantes para el sacerdocio) que le estaban asistiendo.

En otra ocasión arañó el brazo del exorcista tan fuertemente, que éste fue incapaz de levantarlo durante varios días.

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«Cuando salía de un acceso o ataque, se quejaba de sen tir mucho calor y pedía un vaso de agua. Después de uno de los accesos por la noche, dijo que el mal espíritu parecía arras trarlo a una fosa de doscientos pies de profundidad, donde hacía un intenso calor y había espíritus malos y repugnantes. Al principio también le pareció estar en una cueva oscura y larga con una lucecita en el otro extremo; según iban progresando los exorcismos el extremo encendido parecía hacerse cada vez más grande.

En uno de los exorcismos, los espíritus, dentro del cuerpo del muchacho, apuntaron a uno de los sacerdotes que estaban asistiendo y dijeron: "¿Qué sentido tiene que tú estés aquí?; estarás conmigo en el infierno en 1957."».

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6. Bautismo y comunión

Algunos días más tarde el muchacho pidió que se lo bau tizase (su padre había sido bautizado como católico, y algunos de los primos del muchacho en St. Louis eran también cató licos). Se consultó con los padres, y siendo ésta su voluntad, se le dio una mayor preparación y se hicieron los preparativos para bautizarlo en la iglesia.

«En la mañana señalada, se le vantó, se duchó, tomó su desayuno habitual y partió para la iglesia en un coche conducido por su tío. Justamente antes de llegar a la iglesia, el muchacho agarró a su tío por el cuello y dijo: "Tú, h. de p., piensas que voy a ser bautizado, pero vas a quedar en ridículo." El tío apenas pudo agarrar el freno de emergencia y conseguir así evitar el choque con otro coche por una pulgada.

Se dieron cuenta de que bautizar al mucha cho en la iglesia supondría montar una escena; en consecuen cia, se le llevó al tercer piso de la rectoría, que está en la parte trasera de la iglesia, y que mira a Lindell Boulevard.

Siempre que se le preguntaba: "¿Renuncias a Satanás y a to das sus obras?", se enfurecía violentamente. Sólo después de varias horas de repetición fue el muchacho capaz de responder: "En verdad renuncio a Satanás y a todas sus obras." Después llevó varias horas más poder verter el agua sobre la cabeza del muchacho».

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Después del bautismo estuvo tranquilo durante un par de días, pero pronto las cosas empeoraron. Un fenómeno notable «era la cantidad de saliva que el muchacho podía arrojar; llegaba hasta casi un cuarto de litro de una vez. Había veces en que pedía un vaso de agua, y se le daba, aunque se sabía lo que iba a ocurrir: lo escupía sobre los circunstantes. Mientras el sacerdote leía los exorcismos, otros dos sostenían una toalla frente a su cara a fin de protegerle las gafas, pero era inútil; los salivazos iban por debajo, por encima o alrededor de la toa lla y golpeaban directamente en las gafas del sacerdote, pese a estar los ojos del muchacho continuamente cerrados. Otro de los fenómenos era la cantidad excesiva de orina. Durante los accesos, el muchacho pronunciaba las más repugnantes obs cenidades, maldiciones, blasfemias y canciones impúdicas, todo en una voz de falsete alto fuera de tono». Llegó un momento en que el exorcista tenía que sostener un almohadón para protegerse, pues el muchacho movía la cabeza como una cobra, apuntando continuamente a su cara con salivazos.

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El siguiente paso llevó a la familia y al exorcista de vuelta a Washington. Por aquel entonces los padres estaban casi ago tados de los nervios y debilitados por la falta de sueño. El sacerdote de Washington intentó internar al muchacho en al gún hospital o sanatorio del área de Washington-Baltimore, pero ninguno lo recibió. Entonces se decidió a llevarlo a un sana torio de St. Louis.

Con la esperanza de que si el muchacho recibía la comunión cesaría la posesión, se le preparó para la misma. «Cuando llegó el momento, era imposible acercar la hostia a su lengua, pero finalmente, después de varias horas, consiguieron colocársela en la lengua, y tres veces la escupió. Por fin se consiguió el objetivo. Esto fue el 2 de abril, el primer sábado del mes, día dedicado a Nuestra Señora de Fátima. Se explicó este nombre al muchacho, y éste mostró gran interés. Pero los accesos continuaban».

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En el curso del exorcismo, cuando se le preguntó al espíritu por primera vez: «¿Cómo te llamas y cuándo te marcharás?», la respuesta fue: «Cállate, cállate.»

Más tarde, «en respuesta a la pregunta acerca de su nombre, las palabras "Infierno, Rencor" aparecieron en letras rojas sobre el pecho del muchacho.

En respuesta a la pregunta relativa a su partida, los números, 8, 10, 16, algu nos en números romanos, aparecieron en color rojo sobre el cuerpo y brazos del muchacho.

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También dijo: "No me iré hasta que se pronuncie cierta palabra, y este muchacho nunca la dirá."

También apareció una flecha roja que se extendía des de la garganta del muchacho hasta el extremo final de su ab domen, y se pensó que el espíritu se podría marchar por medio de la orina, como había ocurrido en algunos casos».

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En una ocasión el muchacho estaba sentado en la cama, leyendo acerca de Nuestra Señora de Fátima, con el libro entre las rodillas, cuando de repente cayó presa de un acceso y arrojó el libro al otro lado de la habitación. En otra ocasión se le dio un vaso de leche e hizo lo mismo con él.

En uno de los últimos días un seminarista jesuita le llevó un plato de carne picada. Agarró el plato, saltó a un lado de la habitación y amenazó con romper la crisma a cualquiera que se le acercase. El seminarista anduvo a gatas por debajo de la cama para sujetarlo mientras otro ayudante se aproximaba desde el otro lado. El muchacho arrojó el plato, que se hizo pedazos contra la pared, esparciéndose el contenido por toda la habitación.

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7. La liberación final

Se esperaba que la posesión terminase en la Semana Santa, pero continuó durante el Sábado Santo y Domingo de Pascua, haciéndose los accesos incluso más violentos.

El lunes siguiente a la Pascua, 18 de abril, fue el peor día, y el exorcista y sus ayudantes estaban perdiendo completamente la esperanza.

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«De repente, a las 11 de la noche, se oyó una nueva voz proce dente del muchacho; una matizada y hermosa voz de bajo pro fundo exclamó: "Satanás, Satanás, vete ahora, ahora, ahora a la fosa donde perteneces, en nombre de Dominus [el Señor]." Esa era la palabra, y en aquel momento el muchacho sintió una sensación desgarradora en el estómago, se calmó y se quedó perfectamente tranquilo.

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Describió lo que había ocurrido. Vio una figura reluciente, visible a partir de la cintura para arriba, vestida con una prenda blanca y muy ceñida al cuerpo, que te nía una apariencia escamosa; el cabello era largo y flotaba al viento; la mano derecha sostenía algo que parecía una espada flameante o una luz apuntando hacia abajo. Era el Arcángel San Miguel. Cuando habló, el mal espíritu se resistió a irse hasta que se pronunció la palabra "Dominus", y en este mo mento el muchacho sintió la sensación de desgarramiento en el estómago.

A continuación vio a cierta distancia bajo él algu nos malos espíritus que estaban de pie en la boca de una cueva de la que salían llamas. Después los espíritus se retiraron de mala gana a la cueva se cerró la abertura y a través de ella apareció la palabra "Rencor". Así terminó la posesión».

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Los documentos que escribieron los jesuitas en 1949 añaden que el muchacho llevó después una vida normal, de vuelta a Washington, asistiendo a una escuela media católica.

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Los exorcismos se efectuaron más de veinte veces. «Newsweek» (11 de febrero de 1974) afir mó que el muchacho asistió más tarde a la Universidad de Geor getown y que todavía vivía en el área de Washington, D.C. En cuanto al jesuita que llevó a cabo los exorcismos, tiene en la actualidad más de 70 años, vive retirado en St. Louis, suplicando el anonimato.

Para él el caso fue auténtico y no tiene ninguna duda, incluso ahora. Ha señalado: «El mucha cho del caso se ha convertido en un buen hombre con una esposa encantadora e hijos.»

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Comentarios sobre el caso

Hasta ahora hemos presentado el caso real en que se basa El Exorcista, siguiendo los mejores documentos que hemos podi do encontrar.

Los documentos bá sicos han sido escritos por jesuitas compañeros del autor, de mayor edad, y de que algunos de ellos todavía viven.

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 1. Credulidad

Ninguno de los relatos que hemos usado nos parece muy digno de crédito.

Hemos pedido a la cancillería de Washing ton, D.C., los documentos oficiales, pero la respuesta fue negativa «por razones serias y válidas».

Tememos, que los documentos oficiales no difieran mucho de los que he mos usado, en particular el diario del Exorcista.

Las páginas del diario que poseemos son auténticas, ya que dos amigos nuestros que han leído todo el diario nos lo han asegurado, y porque el documento explica, día a día, los acontecimientos que tuvieron lugar en St. Louis comenzando el 7 de marzo de 1949, después de seis páginas de información acerca de hechos pasados.

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Los autores de todos los escritos básicos parecen haber sido muy ingenuos, casi se podría decir hasta el punto de pueril credulidad. Creen evi dentemente en la realidad de la posesión y narran los aconteci mientos sin actitud crítica. Varios ejemplos probarán este hecho.

El diario del exorcista muestra cómo éste aceptó como ciertos todos los extraños acontecimientos que tuvieron lugar antes de que el muchacho llegase a St. Louis, aunque él nunca los pre senciase.

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Se nos habla de que la fruta volaba, de que la tía Tillie golpeaba, de que el pupitre de la escuela del muchacho se movía dando vueltas y de distintos mensajes sobre el cuerpo del mucha cho acerca de ir el «sábado» a St. Louis, donde tenía una de sus tías favoritas.

En cuanto al incidente de la mesa del teléfono, todo lo que tenemos es que el sacerdote oyó un fuerte golpe y que la madre le dijo por teléfono que la mesa se había roto en mil pedazos.

Respecto a las dos visiones del muchacho, aquella en que el mal espíritu lo arrastraba hasta una fosa, y la última referente al Arcángel San Miguel, nadie excepto el muchacho vio nada, y los relatos se apoyan, en sus explicaciones e imaginación.

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Nadie parece preguntarse, como hizo el ministro luterano, acerca de las palabras escritas en rojo en pecho, ante brazo y abdomen del muchacho. La cruz del brazo izquierdo permaneció visible durante cuarenta y cinco mi nutos.

Es suficiente señalar en este punto que to dos los psicólogos clínicos saben que en muchos casos de histeria la piel se hace particularmente sensible.

Una uña que se deslice levemente sobre su superficie hace surgir un ribete rojo que puede durar varias horas.

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Uno de los documentos contiene las dos sugerencias si guientes: «Se reveló que la tía del muchacho y sus padres habían usado un tablero ouija, y esto probablemente dio al diablo su primera entrada».

En cuanto a los números sobre el cuer po y brazos del muchacho, leemos: «Sólo por medio del examen de lo registrado después de que finalizó la posesión, fue posible ver el significado de las respuestas. Los números pueden haber sido los días en que ciertos espíritus se marcharon del mucha cho, si de hecho había más de uno en su cuerpo».

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El amigo jesuita que aportó sus recuerdos del resto del diario, está todavía muy impresionado por lo que otro sacerdote, ayudante del exorcista, le dijo en 1949:

«Te aseguro, Gene —lo vi con mis propios ojos— que el muchacho no rasgó el libro del ritual, ¡lo disolvió!

¡El libro se vaporizó en confetti y cayó en trocitos sobre el suelo!».

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2. Discrepancias

Otro aspecto confuso es el de que los documentos, incluso los mejores, no están de acuerdo en relación con muchos de los acontecimientos:

Es muy probable que las primeras manifesta ciones comenzasen el 15 de enero de 1949 (que era sábado y el muchacho no tenía escuela), los exorcismos el 16 de marzo y la liberación final el 18 de abril.

No obstante, uno de los do cumentos (Di) sitúa el comienzo de los exorcismos (contra to dos los demás documentos) en el 16 de febrero.

Algunos in formes, principalmente en la prensa, han afirmado que los exor cismos duraron un mes; otros, dos; otros, tres meses y medio.

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La hora de la partida del diablo se establece, según los docu mentos básicos, a las 11 de la noche, pero según el padre Nicola: ¿tuvo lugar «exactamente a las 2,15 de la tarde» («The Evening Star», 3 de noviembre de 1972, B-4).

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Hemos citado un documento que dice que el padre del muchacho se encontró con el sacerdote en Washington y de él recibió las velas y una botella de agua bendita, y que cuando la madre colocó la botella sobre un aparador, ésta «fue tomada por el espíritu y despedazada» (DI).

Sin embargo, el diario afirma:

«La madre se llevó la botella de agua bendita a casa, roció todas las habitaciones, y cuando la colocó en un estante, la botella voló por toda la habitación pero no se rompió.»

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El diario dice que la palabra Louis apareció en las costillas del muchacho.

El ministro luterano ha dicho recien temente que las palabras eran: «Vayamos a St. Louis», y que estaban escritas hacia abajo.

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También dijo que la silla de su casa en la que el muchacho se sentó, sólo se ladeaba, pero en uno de nuestros documentos leemos:

«El ministro lo llevó y lo ató a una silla. La silla y el muchacho comenzaron a girar por la habitación» (DI).

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J. O'Leary, el escritor empleado en el «Star-News» que originalmente hizo estallar la historia, ha escrito hace poco que el muchacho ha blaba en una lengua desconocida, y que con el tiempo el sacer dote, o bien el rabbí, reconocieron palabras que sonaban como el hebreo moderno.

«Se llamó a un catedrático de lenguas orien tales de la Universidad católica, y se quedó impresionado al des cubrir que las palabras que salían de la boca del muchacho es taban en arameo, la lengua que se hablaba en Palestina en los días de Jesús.» No hemos podido encontrar ningún otro docu mento en que se mencione este hecho. Asimismo, no hubo nin gún rabbí implicado en el caso, y las primeras manifestaciones no comenzaron «el 18 de enero de 1949», como míster O'Leary afirmaba en el mismo informe.

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Todos los relatos son unánimes al afirmar que el mu chacho tenía 14 años.

El diario, sitúa su nacimiento en el 1 de junio de 1935.

No habría cumplido 14 años hasta ju nio de 1949.

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3. La novela y la película

Los sacerdotes relacionados con este caso y sus ayudantes, todavía están vivos. Todas las muer tes de la novela y de la película son ficticias.

El diablo mata al director de la película dentro de la misma, arroja al padre Karras a la muerte, y el padre Merrin fallece de un ataque al corazón, aparentemente como consecuencia del esfuerzo del exorcismo.

La muchacha es liberada, pero mueren tres personas, y en cuanto al diablo, se nos deja con la impresión de que con tinúa haciendo su obra.

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En todos los cientos de casos de supuesta posesión que he mos leído, no hemos encontrado uno en el que el exorcista muera durante las actuaciones.

El caso descrito an teriormente acerca de las Hermanas Ursulinas de Loudun de Aldous Huxley, dio a míster Blatty algunas ideas acerca de la escena de la masturba ción y, sobre todo, acerca del padre Karras, también jesuita, que termina estando poseído.

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Muchos otros aspectos de la pelí cula y de la novela no están asimismo basados en el caso de la vida real:

los vómitos verdes, hablar inglés en sentido inverso, la escena de la levitación, la profanación en la iglesia local, los giros de la cabeza de la muchacha y, sobre todo, las prolonga das pruebas médicas, arteriogramas de las carótidas cerebrales, tomogramas, electroencefalogramas, extracciones espinales con equipo muy moderno, además de las tediosas consultas con mé dicos y psiquiatras.

Según los archivos, el muchacho sólo se vio brevemente en una ocasión con un psiquiatra y un doctor lo sometió a un chequeo físico.

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4. Interpretación psicológica

a) acontecimientos extraños alrededor del muchacho;

b) repeti dos paroxismos, accesos y convulsiones;

c) palabras escritas y marcas que aparecen en el cuerpo del muchacho,

d) todo tipo de obscenidades que el muchacho decía.

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Dejando a un lado por el momento los extraños acontecimientos, todos los demás nos parecen, si se verificasen, manifestaciones neuróticas de uno o más desórdenes mentales.

Todos ellos podrían muy bien ser úni camente los diversos síntomas de la reacción de conversión, es decir, un aspecto de la histeria.

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OBSCENIDADES:

Síndrome de Tourette.

Este síndrome fue descrito en 1885 por el mé dico francés Gilíes de la Tourette.

Esto también se conoce como coprolalia, del griego copros (estiércol, excrementos), y laleo (hablar), es decir, «mal hablar».

Otros síntomas del síndrome Tourette son tics espasmódicos e involuntarios,

y echolaiia, imitación del habla de otro.

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Se describió un caso en «Newsweek» (20 de noviembre de 1972, p 58) en relación con una muchacha llamada Maggie. Los primeros síntomas comenzaron cuando tenía 11 años, obligándola a dejar de ir a la escuela y a recluirse. Hoy, a los 18 años, ha vuelto de nuevo a la escuela, en apariencia comple tamente recuperada, gracias a un poderoso tranquilizador llamado haloperidol.

El cincuenta por ciento de los que sufren del Tou rette muestran ondas cerebrales ligeramente anormales y otros síntomas orgánicos neurológicos. En tiempos pasados, se creía que las víctimas del Tourette estaban poseídas por el diablo.

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En los distintos documentos se hace mención de diferentes MARCAS que aparecen en diversas partes del cuerpo del muchacho.

Si éstas verdaderamente aparecieron, ya hemos afirmado ante riormente que en algunos casos de la reacción de conversión de la histeria, la piel se hace tan sensible que el deslizamiento suave de las uñas sobre su superficie hace surgir inmediatamente ribe tes rojos.

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Las CONVULSIONES del muchacho pueden explicarse por el mismo desequilibrio neurótico. Citamos al doctor S. Kutash:

«Ocasionalmente se ven casos de convulsiones de histeria que se parecen a los accesos epilépticos, pero distingui bles de éstos por el hecho de que el paciente generalmente no se muerde la lengua, no se hiere, ni sufre de incontinencia. Sus reflejos pupilares a la luz permanecen inalterados. Las convul siones de los histéricos generalmente ocurren en presencia de otras personas».

¿Sufría el muchacho del Monte Rainier de histeria y coprolalia, las cuales más tarde se agravaron por los exorcismos? Sospechamos que la respuesta tendrá que ser afirmativa.

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PELIGROS del exorcismo: puede crear las condiciones que pretende eliminar. Comenzó como obsesión, es decir, con acontecimientos extraños alrededor del muchacho.

Lo que empezó como obsesión y manifestaciones de un espíritu ruidoso y travieso, se transformó en posesión de bido a la decisión de exorcizar.

Si no hubiese habido exorcismos, es muy probable que el caso del Monte Rainier nunca hubiese tenido lugar.

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En nuestros documentos se pueden encontrar indicios que confirman el punto de vista de que el muchacho no debiera haber sido exorcizado.

Un indicio tal es el siguiente: «Hasta este momento todo había sido obsesión, es decir, algo exterior al muchacho, pero tan pronto como los exorcismos se iniciaron, el 16 de marzo, comenzó la auténtica posesión» (DI).

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El otro documento afirma: «Tan pronto como los exorcismos co menzaron el 16 de marzo, la obsesión se' transformó en pose sión» (D2).

Si llamamos al diablo lo veremos, o más bien no a él, sino a las manifestaciones de las ideas que de él tiene la víc tima.

El muchacho comenzó a actuar como se supone que una persona poseída actúa.

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Una segunda insinuación se encuentra al final del documento:

«El lunes siguiente a la Pascua, 18 de abril, fue el peor día, y los exorcistas comenzaban a sentirse profundamente desalentados» (DI).

Se supone que los exorcis mos funcionan, al menos hasta cierto punto, a través de la gran fe del sacerdote que los ejecuta. Como hemos visto, el Ritual prescribe que los mandatos sean leídos con pleno conocimiento de poder y autoridad. Sin embargo, en el día de mayor desaliento por parte de todo el mundo, el exorcismo: tuvo éxito y se pro dujo la liberación final.

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¿No podría ser que el muchacho notase tal desaliento y decidiese poner fin a todo el asunto que sólo había sido creado por su propia mente y por las mentes y actos de los que le prestaban tanta atención?

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EXORCISMOS EN NUESTRO TIEMPO

L. Elmer: «Hoy día la Iglesia mantiene su actitud tradicional hacia los exorcismos... Los exorcismos raramente se realizan hoy, no por que la Iglesia haya perdido su creencia en el poder y actividad de Satanás, sino porque reconoce que los casos auténticos de po sesión son infrecuentes... Lo que a menudo aparecía como posesión en épocas anteriores, se reconoce ahora como un estado psicológico atribuible a una o a muchas enfermedades nerviosas, y para éstas los remedios adecuados son la neurología, la psiquia tría o la psicología profunda».

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En la Iglesia católica debe seguirse el ritual romano.

Aunque se introdujeron algunas correcciones en 1952,

el ritual reproduce el rito casi al pie de la letra tal como lo imprimió M. van Eynatten en 1619, y se incluyó en el Tbesaurus Exorcismorum.

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Prescripciones relativas al exorcismo

El rito completo es un documento extenso que comprende más de treinta páginas.

Alrededor de las oraciones propias del exorcismo hay unas veinte prescripciones cuya finalidad es pro teger contra las suposiciones precipitadas de que el caso sea realmente un caso de posesión, asegurar la propiedad del exorcismo, elevar la eficacia del sacerdote como instrumento del poder y obtener bienes espirituales para el poseso y todos los implicados.

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Un resumen de estas prescripciones es el que sigue:

1) Et sacerdote que ha de efectuar el exorcismo debe tener permiso explícito del obispo, y debe ser piadoso, prudente, de honestidad probada y de edad madura.

2) Debe poseer buenos antece dentes en estos asuntos diabólicos, obtenidos de las mejores fuen tes y autoridades.

3) Se debe tomar gran precaución para determinar el hecho de que realmente hay posesión y no simplemente alguna enfermedad natural, aunque extraña.

4) Para un mejor conocimiento del caso, después de uno o dos exorcismos se debe preguntar al paciente acerca de sus propios sentimientos -y acerca de las palabras que más molestan al diablo, para que más tarde pueda hacerse en estas palabras mayor hincapié y reite ración.

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5) Se debe tomar nota de las falacias y mentiras del dia blo, quien muy a menudo intentará engañar al exorcista o tra tará de hacerle desistir de la tarea sirviéndose de su fatiga.

6) Se debe también tomar nota del hecho de que a veces los demonios solamente parecen abandonar al poseído o crear muchos impedi mentos, de manera que la persona enferma deje de someterse a los exorcismos.

7) Cualquier cosa que huela a superstición debe ser absolutamente evitada.

8) El ayuno y la oración, tal y como se recomienda en el Evangelio, pueden ser de gran ayuda para el exorcista y los que lo asistan. Asimismo, debe alentarse al poseso para que preste su ayuda por medio de la propia dis posición mediante la oración, el ayuno, la confesión y la comu nión.

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9) El exorcismo debiera tener lugar en una iglesia, pero si hay buenas razones para celebrarlo en una casa privada, debe haber testigos presentes (preferiblemente miembros de la fami lia). Esto es especialmente obligado si la persona poseída fuese una mujer.

10) Se usarán un crucifijo, reliquias de santos si es tuviesen al alcance y agua bendita, pero no debe acercarse el Santísimo Sacramento ante el peligro de profanación.

11) No se deberá preguntar al mal espíritu en vano ni de forma tediosa.

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12) Las preguntas imprescindibles son principalmente el número y nombres de los espíritus poseedores, el momento y la razón del porqué poseen al paciente, y otras similares. Los testigos de ben abstenerse de hacer preguntas.

13) Los mandatos piadosos al espíritu deben leerse con gran fe, humildad, fervor, y con conciencia de poder y autoridad.

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14) El exorcista debe tener en cuenta cuidadosamente aquellas palabras que inspiran mayor temor a los demonios, las cuales se repetirán frecuentemente.

15) Si se da cuenta de que se hace algún progreso, se le aconseja que perse vere durante dos, tres, cuatro o más horas, hasta que se consiga la liberación del espíritu maligno.

16) Los aspectos clínicos del caso se dejarán para los médicos, y el exorcista debe abstenerse de ofrecer o sugerir medicinas al paciente.

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17) Durante los exor cismos se deben usar las palabras de la Sagrada Escritura me jor que las del exorcista o las de cualquier otra persona.

18) Es recomendable pedir al poseso que revele todas sus tentaciones al exorcista.

19) Si la persona es curada, se la debe amonestar a fin de que tenga cuidado de no cometer pecados, para que así no acabe en un estado peor que el anterior.

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EL RITUAL DEL EXORCISMO

1. Una vez que el sacerdote ha dicho la Misa y las oraciones, ataviado con sobrepelliz y estola violeta, y con el poseso frente a él (atado, si es violento), rocía a los presentes con agua ben dita, se arrodilla y comienza el servicio.

2. Se recitan letanías u oraciones a los santos.

3. Se lee el Salmo 54: «Sálvame, oh Dios, por tu nombre...»

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3. Se dicen algunas oraciones preparatorias implorando la gracia divina contra el «dragón perverso» y ordenando al espíritu poseedor «que me digas tu nombre, el día y la hora de tu partida, por medio de alguna señal... y que me obedezcas».

4. Deberán leerse todos o al menos uno de los siguientes pasajes de los Evangelios: Jn 1,1-18; Mc 16,15-18; Lc 10,17-20; Lc 11,14-22.

5. Se pronunciará otro ruego preparatorio.

A continuación el sacerdote, protegiéndose a sí mismo y al poseso con la señal de la cruz, colocando un extremo de la es tola alrededor de su cuello, y con su mano derecha en la cabeza del poseso, con resolución y gran fe pronunciará lo siguiente:

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6. Primer exorcismo:

«Te exorcizo, espíritu de extrema impureza, la encarnación misma de nuestro enemigo, a todos los espectros, a toda la legión, en nombre de nuestro Señor [señal de la cruz] Jesucristo, a marcharte y huir de esta criatura de Dios. Te lo ordena aquel que te ha expulsado de las alturas del cielo a las profundidades de la tierra. Te lo ordena quien ordenó al mar, los vientos y las tempestades. Oye por tanto y teme, oh Satanás, enemigo de la fe, adversario de la raza humana, causante de la muerte, ladrón de la vida, destructor de la justicia, raíz de todos los males, traidor de los pueblos, incitador de la envidia, origen de la avaricia, causa de la discordia, causante de las penas. ¿Por qué te yergues y resistes cuando sabes que Cristo nuestro Señor destruirá tu fuerza? Teme a Aquel que fue inmolado en Isaac, vendido en José, sacrificado en el cordero, crucificado en el hombre, y que después triunfó sobre el infierno, -[Las siguientes señales de la cruz se efectuarán sobre la frente del poseso.] Parte por tanto en el nombre del Padre [señal de la cruz], del Hijo [señal] y del Espíritu Santo [señal]; cede tu lugar al Espíritu Santo por esta señal de la santa cruz [señal] de Jesucristo nuestro Señor, quien con el Padre y el mismo Espíritu Santo vive y reina como un solo Dios, por los siglos de los siglos.»

7. Se recita una oración a Dios a fin de tener éxito, durante la cual se hacen otras señales de la cruz sobre la frente y pecho del endemoniado.

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8. Segundo exorcismo:

«Te conjuro vieja serpiente, por el juez de los vivos y los muertos, por tu creador y el creador del mundo, por aquel que tiene poder para enviarte al infierno, a que te vayas rápidamente de este siervo de Dios, N., quien ha recurrido al seno de la Iglesia, amedrentado y afligido por tu terror. Te conjuro de nuevo [señal de la cruz sobre su frente], no en mi debilidad, sino por virtud del Espíritu Santo, a que te marches de este siervo de Dios, N., a quien Dios Todopode roso hizo a su propia imagen. Ríndete, por tanto, ríndete no a mí, sino al ministro de Cristo, pues su poder que te subyugó a la cruz te lo manda. Tiembla ante el brazo del que, después de someter las penas del infierno, condujo a las almas a la luz.

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Que el cuerpo del hombre sea un horror para ti [señal de la cruz], que la imagen de Dios sea terrible para ti [señal de la cruz]. No te resistas, ni te demores en huir de este hombre, puesto que le place a Cristo morar en este cuerpo. Y no me des precies, aunque tú sabes bien que soy un pecador. Pues es Dios quien te lo ordena [señal de la cruz]. La majestad de Cristo te lo ordena [señal]. Dios Padre te lo ordena [señal], Dios Hijo te lo ordena [señal]. Dios Espíritu Santo te lo ordena [señal]. La santa cruz te lo ordena [señal]. La fe de los santos apóstoles Pedro y Pablo y todos los demás santos te lo ordena [señal]. La sangre de los mártires te lo ordena [señal]. La con tinencia de los confesores te lo ordena [señal]. La intercesión devota de todos los santos te lo ordena [señal]. La virtud de los misterios de la fe cristiana te lo ordena [señal]. Vete, pues, tú, transgresor. Vete, tú, seductor, lleno de todo tipo de engaño y culpa, enemigo de la virtud, perseguidor de la inocencia. Oh, tú, el más espantoso, apártate; apártate, tú, el más impío; deja tu lugar a Cristo, en quien no has encontrado nada de tus obras, quien te ha despojado, quien ha destruido tu reino, quien te ha conducido cautivo y te ha arrebatado tus bienes, quien te ha arro jado a las tinieblas del exterior, donde para ti y tus ministros se prepara el aniquilamiento. Pero ¿por qué, tú, bárbaro, te re sistes? ¿Por qué, criatura despiadada, rehusas? Has sido condenado por Dios Todopoderoso cuyas imágenes tú has profanado.

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Has sido condenado por su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, a quien osaste tentar y a quien te atreviste a crucificar. Has sido condenado por la raza humana, a quien con tus persuasiones has Vejado a beber el veneno de la muerte. »Por tanto te conjuro, dragón extremadamente perverso, en nombre del cordero inmaculado"(señal], que pisó sobre la ser piente y el basilisco, que pisoteó al león y al dragón, a marcharte de este hombre [señal en la frente], a partir de la Iglesia de Dios [señal sobre los presentes]. Tiembla y huye a la invocación del nombre del Señor ante el cual el infierno tiembla, al cual están sujetos las virtudes del cielo, los poderes y dominios, al que ala ban los querubines y serafines con voces incansables, diciendo: "Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos." La Palabra hecha carne [señal] te lo ordena. El que nació de la Virgen [señal] te lo ordena. Jesús de Nazareth [señal] te lo ordena, quien, a pesar de que despreciaste a sus discípulos, te ordenó que te mar chases, aplastado y postrado, fuera de aquel hombre, y en su presencia, cuando te había separado de él, no te sentiste digno de penetrar en una piara de cerdos. Por tanto, conjurado ya en su nombre [señal], vete de este hombre a quien El ha creado. Es peligroso para ti que te resistas [señal]. Es peligroso para ti que reniegues contra su mandato [señal]. Porque cuanto más tardes en irte, tanto más aumenta el castigo contra ti, puesto que no estás despreciando a los hombres sino a El, que es Señor de los vivos y de los muertos, quien vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, y al mundo por el fuego.»

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9. Se recita otra oración a Dios.

10. Exorcismo tercero y último. Este último exorcismo es largo y de tono muy similar al segundo. No hay necesidad de incluirlo por completo. Aquí presentamos un párrafo:

«Para ti, impío, y para tus ángeles, están preparados los gusanos que nunca mueren. Para ti y tus ángeles está preparado el fuego inextinguible; porque tú eres el príncipe del asesinato execrable, tú eres el autor del incesto, el origen de los sacrilegios, el dueño de los peores actos, el maestro de los herejes, el inventor de todas las obscenidades. Por tanto, impío, vete [señal]; parte, tú truhán, con todos tus engaños, puesto que Dios ha querido que este hombre sea su templo...»

Todo lo anterior, si fuese necesario, se puede repetir hasta que la persona esté totalmente liberada.

Será de gran ayuda recitar a menudo el Padrenuestro, el Ave María y el Credo.

Se recomiendan los dos cánticos: el Magníficat (Le 1,46-55) y el Benedictus (Lc 1,68-79).

Se debería usar el Credo o Símbolo de Atanasio.

Se pueden leer los siguientes salmos: 91, 68, 70, 54, 118, 35, 31, 22, 3, 11 y 13.

Oración después de la liberación con el fin de que el poseso siga libre de la posesión.

 

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Uno se estremece al pensar en los muchos y nocivos efectos que tal solemne y larga ceremonia podría producir en mentes desequilibradas o en seres humanos psicológicamente débiles, especialmente si se tiene en cuenta que los exorcismos se repetían durante semanas, meses e incluso durante años.