El feminismo moral y el derecho a prostituirse
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El feminismo moral y el derecho a prostituirse
Socióloga Esther Pineda G.
En la actualidad, uno de los debates de mayor impacto y polémica dentro del
pensamiento feminista, es aquel concerniente al tema de la prostitución, algunos(as)
argumentarán que la prostitución debe ser erradicada de nuestras sociedades, pues
degrada, descalifica y humilla a la mujer; aduciendo además que esto solo es posible
lograrse manteniendo la condición de ilegalidad de la práctica de prostitución, como así
mismo, creando y generando en consecuencia mecanismos e instrumentos
fundamentalmente de carácter jurídico que permitan su anulación y sanción a quienes
incurran en ella, ya sea en la modalidad de cliente, o bien de quien oferta o presta el
servicio sexual.
Otro grupo reconocerá el trabajo sexual como cualquier otro, el cuerpo, la genitalidad y
el placer como un instrumento de trabajo, proveedor de recursos para el mantenimiento
de la vida, por lo cual los esfuerzo deberán estar orientados a la legalización de la
misma, y la erradicación de sus formas de explotación y situación de esclavitud por un
tercero, proxeneta.
Una última corriente estará orientada a concebir que la prostitución existe porque hay
demanda, por lo cual las sanciones impuestas a los clientes contribuirían
significativamente a mermar las situaciones de prostitución y la consecuente
desarticulación del comercio sexual.
No obstante, al respecto deberán aclararse algunos puntos, la prostitución al igual que
cualquier otra forma de comercio existe no solo porque hay demanda, sino también
porque hay oferta, es decir como relación dialéctica en un sistema económico
organizado en torno a la oferta y la demanda.
Así mismo, si bien sabemos una de las caras de la prostitución ha sido la esclavitud
sexual, la explotación y el proxenetismo, también es cierto que la prostitución ha sido
en algunos casos una elección personal, autónoma e independiente de algunas mujeres,
si bien en mayor proporción producto de la configuración desigual de la sociedad y en
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el contexto de feminización de la pobreza, sabemos también que ha sido utilizada como
mecanismo para el rápido ascenso y posicionamiento económico de las llamadas
prostitutas de élite.
Es por esta razón que llama la atención la postura contradictoria establecida por algunos
grupos feministas en lo que refiere el cuerpo de la mujer y su sexualidad; se proclama y
defiende la libertad y autonomía de los cuerpos femeninos, criterios sobre los que se
apoya la llamada libertad sexual, el derecho al aborto o interrupción voluntaria del
embarazo, el control de natalidad, el derecho al placer, entre otros, sin embargo, las
feministas continúan sancionando la prostitución.
¿No tiene pues derecho la mujer al libre uso de su cuerpo? ¿Comprende esto solo su uso
no lucrativo? ¿La autodeterminación no lucrativa sobre el cuerpo está bien y su uso
lucrativo está mal? ¿Quien define los criterios del bien y el mal? ¿Lo adecuado y lo
inadecuado? ¿Lo correcto y lo incorrecto? ¿Lo aceptable y lo censurable? ¿Subyace una
génesis moralista en el feminismo? ¿Se encuentra aún presenta la represión burguesa de
la sexualidad? ¿La libertad del cuerpo no supone un criterio absoluto sobre el mismo?
¿Cuales son sus límites? ¿Se busca entonces con la sanción y limitación de las
situaciones y escenarios de realización dignificar la sexualidad de la mujer?
No todo acto sexual es obligatorio, no toda la pornografía y la prostitución está sujeta a
la coacción de un proxeneta, concebirlo en estos términos supondría la reproducción del
esquema interpretativo patriarcal, en el cual la mujer se considera y define como ser
pasivo, desprovista de autonomía e independencia. La victimización de la mujer la
despoja de autodeterminación, de capacidades de decisión, la virginiza, la convierte en
pura e inocente, indefensa, corrompida por los hombres, convertida en presa en un
mundo de lobos.
Sin embargo, la mujer no solo es presa, no solo es victima, la mujer también decide
exhibir su cuerpo, disfrutarlo, invadirlo, comercializarlo; el derecho a prostituirse
también es un derecho de la mujer si así lo decide, no siempre es y ha sido un acto de
violencia y coacción, ella también lo ha consentido.
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Parte del desarrollo de la condición del ser mujer es reconocerle a ésta esos espacios de
autonomía, de voluntad, de decisiones propias, no coactivas; el reconocimiento por
parte del feminismo, del también derecho de la mujer a prostituirse, supondrá un
devolver su capacidad de acción y decisión sobre su cuerpo, un otorgar al cuerpo de la
mujer todas sus libertades.
Es por esta razón que los esfuerzos deberán orientarse, a la desarticulación del sistema
socio-económico que engendra la prostitución, el cual ha concebido a la mujer como
bien de intercambio, comercializable, ya fuere para el uso y abuso de su cuerpo en la
búsqueda de satisfacción de placer sexual, como también para su explotación como
mano de obra.
No basta con prohibir a la prostituta y el cliente el intercambio de bienes y servicios, es
necesario que ella comprenda que su situación es producto de un sistema que la ha
capitalizado, convertido en mercancía, con lo cual la evitación o superación de la
situación de prostitución sea una decisión y no una imposición; mientras tanto, el
derecho a prostituirse, sigue siendo un derecho…