El Gran Pajatén I

1
a28 l País ___ El Comercio ___ domingo 16 de setiembre del 2012 Ha sido la primera vez que llegaba un representante del Ministerio de Cultura. En más de 20 años no se han conservado vestigios y la selva los torna irreconocibles. Musgo, lluvias y abandono devoran el Gran Pajatén EL MAUSOLEO LOS PINCHUDOS ESTÁ EN GRAVE PELIGRO SERIO DETERIORO. En el 2000, el World Monuments Watch incluyó a Los Pinchudos entre los 101 sitios que presentan extrema precariedad. Dos años después financió su restauración. Hoy ha empeorado. MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS M. El caminito de 30 cm que cruza el abismo que da acceso al mau- soleo de Los Pinchudos era de- vastador. Acaso porque la lluvia lo hacía estrecho como una glo- tis en la selva más borrascosa y mucosa y geniuda de la región San Martín. Acaso porque tras vencerlo –tras saltar entre fé- mures, cráneos y pequeñas ca- bezas clavas desperdigadas de los antiguos chachapoyas del siglo XIV–, la indignación caía más rápido que el huaico de lo- do y piedras que en este mismo instante podría haber sepultado Los Pinchudos: esa fantástica necrópolis de alta montaña lite- ralmente encabezada por cinco esculturas de hombres-tótems con los penes erectos y vigías. “Antes existía una estructura adosada al farallón y ya colapsó. Hay rocas en el farallón que pue- den caer al techo del mausoleo principal y puede desaparecer”, dice espantado Christian Hidal- go, el nuevo encargado cultural del Parque Nacional del Río Abi- seo, declarado por la Unesco, en 1990, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad (ca- tegoría que solo tiene también Machu Picchu). Era la primera vez que llegaba a este soterrado lugar –símbolo del casamiento de la muerte y la fertilidad– un representante del Ministerio de Cultura, porque desde hacía una década ningún experto ha MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS M. conservado el sitio descubierto en 1976 por el campesino San- tos Escobedo, quien se extravió de un grupo que buscaba teso- ros esotéricos (la leyenda cuenta que Santos se enajenó y decidió quedarse al abrigo del precipicio hasta morir y lo cumplió). Hasta que llegó el arqueólogo Federico Kauffmann en 1980 y lo dio a co- nocer, a 2,5 km al oeste del míti- co Gran Pajatén. Si Los Pinchu- dos está en riesgo de desplome y sus fallas estructurales lo dejan al borde del desborde (Hildalgo reviso las míticas esculturas de madera, de 72 cm de alto, ya hon- gueadas y fracturadas), el Paja- tén se ha convertido en una ciu- dadela de espectros del musgo. ABANDONO CLAMOROSO Es paradójico que todos los polí- ticos alaben el Gran Pajatén, que incluso haya una marca de cacao gourmet y hasta se quiera abrir una ruta utópica por Juanjuí,– y que además sus íconos aparez- can en una moneda de colección y hasta atrás del nuevo billete de 100 soles–, cuando sus más sui generis símbolos en altorre- lieve están ya carcomidos e in- distinguibles por líquenes, sus paredes circulares atravesadas desde las estructuras por las raí- ces de árboles y a punto de caer, y no ha llegado ninguna expe- dición arqueológica de conser- vación desde fines de los años 90. “En unos pocos años ya no habrá nada qué hacer”, deduce Esteban Alayo Briceño, el histó- rico primer director del parque nacional desde que se fundó en 1983 y quien es testigo de la de- bacle del monumento. Es de cíclopes coronar el si- tio. Si ya llegar por trochas en 12 horas hasta Pataz, en la sie- rra de La Libertad, es de acora- zados, lo más torrentoso resulta arribar al puesto de Chigualén y domar unas mulas por más de 6 horas para cruzar la puna de San Martín (pocos saben que esta región tiene 23% de sierra) Los auténticos héroes de la conservación en este país “La energía es mágica aquí. En el 2004 teníamos que colocar los le- treros al Pajatén. Nos descolgába- mos con soga y llevábamos male- tas pesadas. Fui el último en bajar teniendo el río Montecristo abajo cuando se rompió la soga y caí con el pecho encima de un tronco. Pero para suerte el tronco estaba podri- do, sino me partía. Y pese a que te- níamos para una semana, me re- gresaron al puesto porque tenía las costillas delicadas y no podía respirar. Cuando llegué me dijeron por radio: “dicen que ha muerto tu papá”. Caminé toda la noche hasta Pias y pude llegar a su entierro”, cuenta el biólogo Carlos Alfaro, quien dirige las patrullas de guar- daparques que protegen la rique- za natural y cultural del Parque Na- cional del Río Abiseo. Estos son los héroes: Néstor Guillén, Persi Fran- co, Santos Tito, Ever Pastor, San- tos Delgado, Ramiro Bocanegra, Reiner Sánchez, Omar Valverde, Ever Franco, Rosmel Chávez, Saúl Espejo, María Ganoza. LOS GUARDAPARQUES DEL RÍO ABISEO SÍMBOLOS COMIDOS POR LÍQUENES. Esta es la figura del cóndor, aunque según Kauffmann: “Nos inclinamos a considerarlos más bien halcones, pues, contrariamente a los cóndores, jugaron un importante rol en las creencias religiosas que regían en el Antiguo Perú”. En 1997, cuando regresaba de esta ruta se perdió el alcalde de Pias, Marcial Huamán. El mito dice que halló el Pajatén II. MERECEN UNA MEDALLA. Los guardaparques protegen el sitio de saqueadores y viajeros que puedan terminar de arruinar todo. PAUL VALLEJOS PAUL VALLEJOS

Transcript of El Gran Pajatén I

Page 1: El Gran Pajatén I

a28 l País ___ El Comercio ___ domingo 16 de setiembre del 2012

Ha sido la primera vez que llegaba un representante del Ministerio de Cultura.

En más de 20 años no se han conservado vestigios y la selva los torna irreconocibles.

Musgo, lluvias y abandono devoran el Gran Pajatén

EL MAUSOLEO LOS PINCHUDOS ESTÁ EN GRAVE PELIGRO

SERIO DETERIORO. En el 2000, el World Monuments Watch incluyó a Los Pinchudos entre los 101 sitios que presentan extrema precariedad. Dos años después financió su restauración. Hoy ha empeorado.

MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS M.

El caminito de 30 cm que cruza el abismo que da acceso al mau-soleo de Los Pinchudos era de-vastador. Acaso porque la lluvia lo hacía estrecho como una glo-tis en la selva más borrascosa y mucosa y geniuda de la región San Martín. Acaso porque tras vencerlo –tras saltar entre fé-mures, cráneos y pequeñas ca-bezas clavas desperdigadas de los antiguos chachapoyas del siglo XIV–, la indignación caía más rápido que el huaico de lo-do y piedras que en este mismo instante podría haber sepultado Los Pinchudos: esa fantástica necrópolis de alta montaña lite-ralmente encabezada por cinco esculturas de hombres-tótems con los penes erectos y vigías.

“Antes existía una estructura adosada al farallón y ya colapsó. Hay rocas en el farallón que pue-den caer al techo del mausoleo principal y puede desaparecer”, dice espantado Christian Hidal-go, el nuevo encargado cultural del Parque Nacional del Río Abi-seo, declarado por la Unesco, en 1990, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad (ca-tegoría que solo tiene también Machu Picchu). Era la primera vez que llegaba a este soterrado lugar –símbolo del casamiento de la muerte y la fertilidad– un representante del Ministerio de Cultura, porque desde hacía una década ningún experto ha

MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS M.

conservado el sitio descubierto en 1976 por el campesino San-tos Escobedo, quien se extravió de un grupo que buscaba teso-ros esotéricos (la leyenda cuenta que Santos se enajenó y decidió quedarse al abrigo del precipicio hasta morir y lo cumplió). Hasta que llegó el arqueólogo Federico Kauffmann en 1980 y lo dio a co-nocer, a 2,5 km al oeste del míti-co Gran Pajatén. Si Los Pinchu-dos está en riesgo de desplome y sus fallas estructurales lo dejan al borde del desborde (Hildalgo reviso las míticas esculturas de madera, de 72 cm de alto, ya hon-gueadas y fracturadas), el Paja-tén se ha convertido en una ciu-dadela de espectros del musgo.

ABANDONO CLAMOROSOEs paradójico que todos los polí-ticos alaben el Gran Pajatén, que incluso haya una marca de cacao gourmet y hasta se quiera abrir una ruta utópica por Juanjuí,– y que además sus íconos aparez-can en una moneda de colección y hasta atrás del nuevo billete de 100 soles–, cuando sus más sui generis símbolos en altorre-lieve están ya carcomidos e in-distinguibles por líquenes, sus paredes circulares atravesadas desde las estructuras por las raí-ces de árboles y a punto de caer, y no ha llegado ninguna expe-dición arqueológica de conser-vación desde fines de los años 90. “En unos pocos años ya no habrá nada qué hacer”, deduce Esteban Alayo Briceño, el histó-rico primer director del parque nacional desde que se fundó en 1983 y quien es testigo de la de-bacle del monumento.

Es de cíclopes coronar el si-tio. Si ya llegar por trochas en 12 horas hasta Pataz, en la sie-rra de La Libertad, es de acora-zados, lo más torrentoso resulta arribar al puesto de Chigualén y domar unas mulas por más de 6 horas para cruzar la puna de San Martín (pocos saben que esta región tiene 23% de sierra)

Los auténticos héroes de la conservación en este país“La energía es mágica aquí. En el 2004 teníamos que colocar los le-treros al Pajatén. Nos descolgába-mos con soga y llevábamos male-tas pesadas. Fui el último en bajar teniendo el río Montecristo abajo cuando se rompió la soga y caí con el pecho encima de un tronco. Pero para suerte el tronco estaba podri-do, sino me partía. Y pese a que te-níamos para una semana, me re-gresaron al puesto porque tenía las costillas delicadas y no podía respirar. Cuando llegué me dijeron

por radio: “dicen que ha muerto tu papá”. Caminé toda la noche hasta Pias y pude llegar a su entierro”, cuenta el biólogo Carlos Alfaro, quien dirige las patrullas de guar-daparques que protegen la rique-za natural y cultural del Parque Na-cional del Río Abiseo. Estos son los héroes: Néstor Guillén, Persi Fran-co, Santos Tito, Ever Pastor, San-tos Delgado, Ramiro Bocanegra, Reiner Sánchez, Omar Valverde, Ever Franco, Rosmel Chávez, Saúl Espejo, María Ganoza.

LOS GUARDAPARQUES DEL RÍO ABISEO

SÍMBOLOS COMIDOS POR LÍQUENES. Esta es la figura del cóndor, aunque según Kauffmann: “Nos inclinamos a considerarlos más bien halcones, pues, contrariamente a los cóndores, jugaron un importante rol en las creencias religiosas que regían en el Antiguo Perú”.

En 1997, cuando regresaba de esta ruta se perdió el alcalde de Pias, Marcial Huamán. El mito dice que halló el Pajatén II.

MERECEN UNA MEDALLA. Los guardaparques protegen el sitio de saqueadores y viajeros que puedan terminar de arruinar todo.

PAUL VALLEJOS

PAUL VALLEJOS