El Guajhú # 3

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Tercera edición de la revista sobre lengua y literatura El Guajhú (Asunción - Paraguay) Febrero 2015

Transcript of El Guajhú # 3

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GuaJhun.3

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Equipo Editorial:Camila RecaldeGiselle Caputo

Ilustración de tapa: Charles Da Pontewww.grafolepsia.blogspot.comwww.facebook.com/daponteart

Diseño de tapa:Janina Anderson

Ilustración contratapa:Alejandro Ayalawww.facebook.com/aleayalaa1

Diagramación:Camila Recalde

Colaboradores:German Hotes Lilian PortilloBlas BritezJuan Ramirez CabañasDiego FlorentínDelia EspínolaRolando BenegasAlejandro AyalaCharles Da PonteArandurã Editorial

EL GUAJHÚRevista de, con y por las letrasAño 1N.° 3Junio 2014

As - Py S U M A R I OGermán Hotes

Ortíz Guerrero. Un esbozo líricoLilian Portillo

La poesía en el baño Blas Britez

Sobre un lugar comúnCamila Recalde

Determinantes indeterminados Diego Florentín

La literatutra mítica, madre de la cultura y las tradiciones

Ser poeta Giselle Caputo

Descubriendo universosCamila Recalde

Publicaciones Recientes

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Contacto: [email protected]

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A la poesía,sin definirla

“Es algo tan íntimo que no se puede defi-nir. Sólo se puede definir lo elemental,

pero no una melodía o el sabor de un café”.

Borges.

“Bello es aquello que sin concepto gusta universalmente”

Kant

Resultaría muy pretencioso definir a la poesía sino fuera con la poesía misma. Poner en palabras pre-

cisas o decir aquí algo que no se haya dicho ya sobre ella es un trabajo demasiado caprichoso, por la dimen-sión de singular intimidad que la caracteriza según la persona que se encuentre en un espacio y tiem-po determinados desarrollándola o aprehendiéndola.

Nos gustaría, sin embargo, exponer al interior de este número, entre otros tipos de artículos, a algunos poetas que por necesidades múltiples encontraron en la ex-presión poética a la palabra más oportuna. Algunos de ellos recurrieron a la escritura de poemas, quizás, por la ambición de materializar el sentir de un espíritu inquie-to que no encuentra su lugar en un universo estricta-mente material; otros tal vez la prefieren o prefirieron por la llana necesidad de descargar el llanto, la rabia, el

peso del ser a través del elemento más primario con que contamos los seres humanos para expresarnos: la palabra (esa cárcel mágica que en ocasiones nos acerca a la ilusión de libertad y en otras nos subyuga con la in-

suficiencia que le es propia para simbolizar y contener con exactitud a lo sublime). Cualquier asunto puede ser un motivo para dedicarse al oficio de la poesía, in-cluso interrogantes como ¿a quién recurrimos cuando aparece el hambre de resignificar las cosas que nos rodean, de explicarnos a nosotros mismos? ¿a quién contarle esta triste historia de amor, de asco, de locura, de insatisfacción social y que suene bien? ¿dónde soltar esta alegría, esta desesperación, de ver y sentir y ser parte de todas las escenas que se montan incesantes en un mundo donde a veces todo nos resulta ajeno?

Tal vez la poesía sea ese mítico lugar donde hombres y mujeres ponen a reposar su espíritu. Tal vez para lecto-res y escritores de este género, la fisionomía del verso constituya un intersticio amargo aunque satisfactorio en nuestras vidas donde ser, de pronto, lo que realmen-te queremos ser; y un lugar para hablarnos sin concep-tos de nosotros y para nosotros. Por ello, y sabiendo que nada en literatura escapa de sus dominios, dedi-camos el contenido de esta edición de la revista a la poesía, a entenderla y si no simplemente a degustarla.

EDITORIAL

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es un dibujante y escritor argen-tino, navega entre códigos linguísticos y gráficos, los mezcla, los hace insepa-rables enemigos.

Germán Hotes

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cuando alguien quiere explicar

un dibujo, o ponerle palabras a una obra

visual, está cometiendo un crimen.Creo que al respecto de la mayoría de las cosasen nuestra vida

n o h a y nada que decir, o al menos no sabemos qué.

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Nosotros, los que adolecemos el mundo, nos aventuramos en ocasiones a purgar nuestro

padecimiento escribiendo poemas. Tontos como ninguno, nos enredamos en ese hilar terrible de las palabras, que demos por sabido, son espantosas trampas que ocultan misterios que no les perte-necen. Y los mismos poemas no pueden pertene-cer a un hombre, ni siquiera al que los engendra. He aquí la gracia del arte, que vuelve a ser infi-nitas veces y como las aguas del viejo Heráclito nunca vuelve a ser la misma: el arte es inacabable.

Sin embargo los siglos pasan, y hace más de un siglo atrás, cuando acaecía el invierno en Vi-llarrica, una mujer perecía al dar a luz a un guerre-ro: el futuro bardo y dramaturgo guaireño nacía pagando el alto precio de la orfandad y la muerte.

Manuel Ortíz Guerrero, como tantos ya lo han afirmado, fue valioso como poeta y como hombre. Víctima de la lepra desde temprana edad, el martirio sangrante, la herida abierta en la piel corrompida y todavía más profundamente abier-ta, se forja en el corazón purpúreo del Poeta. Hay quien afirma que su vida misma fue su mejor poe-ma, tal vez por ello sus versos, sin vacilar, revelan que “en el lodo está el secreto de la dicha huma-na”. Por ello nuestro vate le canta a la “celeste poesía” su canción más honda: “Tu puñal de oro clavé en mi garganta con ansia suicida,/y en vez

de matarme, por esa mi herida te canto mejor.”

Sus versos fluyen hasta nuestros días, irrenunciables, como una verdad que no puede acallarse. Quien recorre los testimonios de sus allegados no puede dudar de que fue un joven que amaba el arte: se empeñaba en animar a sus com-pañeros, corregía sus errores, los alentaba en sus derrotas, los reunía en su hogar para promover la crítica y forjar discusiones de estética, hasta hizo funcionar una imprenta que además le sirvió como medio de subsistencia. Y no sólo en el arte, Ortiz Guerrero estaba convencido de que hay una verdad que decir, entonces fue que empezó a difundir panfletos explicando las razones reales de la Guerra del Chaco, expresando su repudio ante lo que presagiaba sería un derramamiento de sangre inútil por defender intereses exóge-nos. No es difícil concebir el final de esa proeza.

Si es considerado un poeta popular, se debe a que siempre se identificó con los des-validos, con los explotados y los sufridos de su patria. Además, es en su poesía en guaraní don-de se evocan sus más excelsos versos. Y son sus ojos maravillados con la belleza que lo ro-deaba los que enriquecieron las más hermosas y eminentes imágenes que tañen a sus poemas, y ese estoicismo que tan empecinadamente lleva como estigma el hombre de esta tierra.

Y con todo esto, la derrota no significa el final, por ello afirma: “si todo he perdido, nada desespero” y aunque confiese: “¡Todo, todo lo perdí! Siempre el destino gana la apuesta de la vida”; siguió escribiendo sus versos, pidiendo a la Esperanza que los poetas no pierdan la fe, pues para él ya no pedía nada. Guerrero como ninguno, demostró que la bondad y la sensibilidad poética no son sinónimo de flaqueza, y que aun cuando

Ortíz GuerreroUn esbozo lírico

Por Lilian Portillo

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7ya no hay nada que esperar, la voz del poeta sigue can-tando en los crepúsculos y gimiendo arrorrós a la luna.

Pero hemos de saber que la redención es impo-sible, no obstante mientras sostengamos el lápiz u opri-mamos los teclados burlándonos de nuestra derrota como quien sabe de qué se trata la cosa, entonces no habrá caído el último lacayo, no habrá muerto la poesía.

Munificencia

¿Por qué extrañáis, amigos, que yo también sonría,que también yo os regale con rosas y con trinos,

si en mi jardín interno jamás hubo sequía,y en mi médula anidan zorzales peregrinos?

No dudéis de la excelsa virtud de la poesía.Del lodo se levantan los lirios matutinos;

succionan impurezas viñas de grata umbríacuyos maduros frutos dan los sagrados vinos.

No dudéis de la excelsa virtud de la poesía.La peste, el hambre, el frío son fantasmas mezquinos

que inútilmente rondan por la soledad míadesde hace diez años, sin mirarme de frente.

Y, pues no tengo oro, reparto rosas, trinos…Perdonadme este modo de ser munificente.

Manuel Ortiz Guerrero

Asunción, Paraguay (1947). Médico microbiólogo y docente. Escribe poesía desobediente, lúdica y de conteni-do vital. En ocasiones mezcla el español, el portugués y el guaraní paragua-yo. Transgrede a su antojo los convencionalismos de la gramática. Aquí dos poemas de su libro deguaû de-gua´u (Editorial Arandura. 2013):

Jorge Kanese

animal de sogapara qué nacemos amor para qué solearse en verano para qué los hijos para qué los muertos albóndigas-con-arroz para qué mierda un país para qué los dólares los viajes para qué el amor la vida para qué los santos los dioses los profetas papas-fritas-con-ensalada-rusa para qué los sábados a la siesta los planetas turbios el azúcar para qué las celdas el viento los caminitos torcidos para qué el silencio duraznos-en-almíbar-café para qué este cuerpo una nariz chocolate verde para qué el campo y la felicidad para qué mi vieja santa para-qué-coñac

bibir por bibirpienzo en una carisia perjumada orrores de todos los kolores bino hortografía sielos cielosiozos no ay buelta de oja kiciera prenderme a tus korpiños aserme el kurupi bibir o cersiya y zimples-

mente bibir por bibir asta quándo mi biejo con la misma iztoria en el kolmo del hemvole exkriwo con fartas de holtografía i zi les molexta habícenme ací korrifo exto i shau

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En 1915, Álvaro de Campos, uno de los muchos heteró-nimos con que firmaba sus poemas un taciturno hom-

brecito llamado Fernando Pessoa, publicó en la revista lis-boeta Orpheu el extenso poema titulado “Oda marítima”. En él, apoyado en la exaltación de las sensaciones que tomó de su maestro, el “sensacionista” poeta portugués Cesario Verde, transmite las más variadas imágenes portuarias ima-ginables, con ese tono a la vez meditabundo y ciudadano que lo caracteriza. En un momento dado, de Campos (o la encarnación más apasionada de Pessoa) se infla desafian-te contra los posibles detractores de su infinito afán poé-tico y dice, a propósito de la belleza que hay en las ope-raciones comerciales en los embarques de mercancías:

“Hay quien mira una factura y no siente esto.

Con seguridad que tú, Cesario Verde, lo sentías.

Yo hasta las lágrimas lo siento humano.

Vengan a decirme que no hay poesía en el comercio,

en los escritorios.

Ahora entra por todos los poros. En este aire maríti-mo la respiro.”

Octavio Paz, en Los hijos del limo (1974), cita estos últi-mos versos para dar cuenta de la sensibilidad de las vanguar-dias poéticas de principios del siglo XX, asociándolas con la novedad abarcativa de esa sensibilidad que ubica a la poesía, y por ende al poeta, en medio de un mundo (moderno) en donde todo es o puede llegar a ser poesía, incluso las buro-

cracias fantasmales. Sabemos, sobre todo desde el panteísmo dadivoso de Walt Whitman, que el poeta puede adentrarse en territorios aún aparentemente adversos a la prestancia del lenguaje. Pero no siempre fue así ni tan fácil: no olvide-mos que en todos lados está agazapada la policía y también las logias poéticas han instituido la suya para impugnar el ímpetu universal, cuando no popular, de esa sensibilidad. Lo que quiero decir es que ese talante sacrílego de lo poético fue por demasiado tiempo una tendencia marginal, en aras de los “grandes temas” de la literatura. Literatura menor, le decían, asociada casi siempre a la comedia y la picaresca.

Recuerdo estos versos del heterónimo de Fernando Pessoa porque hacen pensar en el estatuto de la poesía que se acerca a la percepción de lo cotidiano, palabra esta últi-ma que vista en su etimología nos remite a lo que sucede o pertenece a “cada día”, es decir, lo corriente, lo usual, lo común. Es ahí donde, justamente, encontramos la primera objeción por parte de la tradición poética con respecto al adjetivo “cotidiano”: para la poesía occidental clásica (enten-dida ésta muy ajustadamente por la que va desde los grie-gos hasta el romanticismo y el neoclacisismo), la esencia de la literatura reside en su capacidad de decir lo indecible, lo que está más allá o subyace a la mera realidad aprehendible. La novedad, lo original. No lo fantástico, sino esa dominante concepción platónica que asocia lo bello (con minúsculas) con lo Bello (con mayúsculas). Hay sustancias que son poé-ticas y meros accidentes que no lo son. Por otro lado, la mímesis aristotélica impele a copiar la naturaleza en cuanto

bella. Claro que durante los siglos de imperio a dos manos de lo aristotélico y lo platónico, solo aparentemente enfren-tados entre sí, hubo advenedizos de lo cotidiano, creadores que no solo “copiaban” fielmente la realidad, sino exacer-baban su cotidianidad implacable: recordemos a Quevedo, vilipendiado por su obsesión coprofágica, sus arduos y joco-sos sonetos al culo de cualquier enemigo; o al Marqués de Sade, exiliado hasta hoy de los manuales de literatura por su “cotidiana” descripción de los deseos reprimidos de una no-bleza corrupta y una joven y apetitosa burguesía en ciernes.

Lo que el pasaje del poema de Pessoa viene a decirnos es

La poesía en el baño

Por Blas Britez

Ilustración: Alejandro Ayala

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9lo contrario de esos posibles detractores a quienes va di-rigido, que aquella separación o dicotomía entre lo usual y común que sucede día a día ha llegado a su fin, porque la poesía, en esencia, es cotidiana, mal que les pese a los fundamentalistas de la “belleza” y del “buen decir”. Sucede o puede suceder en esta misma mesa, aún cuando no es-temos hablando de ella. Solo necesita la precisa atención del poeta para registrar su rumor cotidiano. No en vano T. S. Elliot, por la misma época que Pessoa hacía decir a de Campos su profesión de fe, ya adoraba la musicalidad que las conversaciones entre las personas prodigan al oído hu-mano. Ya no hablemos de los experimentos que hicieron las vanguardias con el lenguaje y sus posibilidades últimas.

Por otro lado, lo cotidiano en la poesía está asociado directa-mente al surgimiento de la ciudad moderna. “Canto la alegría de vagar y el placer de morir errante”, dice Apollinaire en el poema “El músico de Saint Merry”, publicado en Caligramas en 1914. El poeta saluda a seres que no conoce en una ciu-

dad, París, mientras fija todo lo que sucede en cualquier lugar de ella al mismo tiempo: un tren parte hacia algún lugar, una misión católica hace de las suyas en Böma, una mujer atra-viesa el puente que une Bonn a Beul, una joven se enamora del alcalde. No es extraño que Pessoa y Apollinaire hayan escrito sus respectivos poemas en la misma década: es a ini-cios del siglo XX en que la ciudad se convierte definitiva-mente en paradigma de lo cotidiano (ya lo venía siendo desde Baudelaire) dentro de un contexto de transfor-mación monstruosamente maravillosa. La ciudad es el asiento del afianzamiento de la burguesía y también del crecimiento miserable de las clases populares. La ciudad se llena de poetas de uno y otro lado, pero sobre todo de los abominadores de la co-modidad existencial burguesa, aunque también de las posibilidades literarias de una burguesía estancada en su propia vulgaridad. (No es casual que ya en el siglo XVIII en París había, según un censo, 672 poetas en situación de indigencia, según recordó hace poco el escri-tor argentino Juan Forn). La ciudad late a 1000 por hora y de esos latidos es imposible que no surjan miles de poemas sobre sus glo-rias y miserias cotidianas. La poesía es coti-

diana o no es, parece decir la poesía moderna. Es políticamente cotidiana, existencialmente cotidiana, evasivamente cotidia-na, comprometidamente cotidiana, vendidamente cotidiana.

En América Latina, ese período corresponde sobre todo a los años 60. Ahí están Nicanor Parra, Mario Benedetti, Antonio Cisneros y otros. ¿Quién es el padre de todos ellos? No otro que César Vallejo, quien en Trilce, en 1922, escribía, por ejemplo, sobre las lavanderas que “azulaban y planchaban todos los caos” o tiempo después en los Poemas humanos preguntaba al Sr. Ministro de Salud qué hacer con tanto dolor en el mundo. En Paraguay, por otro lado, todavía somos tri-butarios de una retórica excesivamente grandilocuente. No es que no existan poetas que asuman lo cotidiano como una fuente, sino más bien que la poesía sigue siendo demasiado

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10orgullosa de ser ella una señora bien cuando es más excitan-te que sea todo lo contrario. Hay excepciones, por supues-to. Pienso en muchas cosas de Jacobo Rauskin, en algunas de Jorge Kanese y Joaquin Morales, y en otras de autores poco éditos o demasiado inéditos. Cantar lo cotidiano es, al mismo tiempo, decir que la poesía está en todas partes y momentos, pero también restarle un poco de su aura (sue-ño anti kantiano de Walter Benjamin), hacerla más humilde.

“Poesía poesía todo poesía

Hacemos poesía

hasta cuando vamos al baño”,

dice Nicanor Parra. Qué cosa más cotidiana que ir al baño. Se objetará el mal olor de una poesía de excusado, pero nadie dijo que la poesía tiene que tener pudor de sus necesidades fisioló-gicas. En todo caso, de lo que se trata es de saber mirar nuestra cotidianidad como activo poético, para alabarla o blasfemarla, no importa. A fin de cuentas, la poesía está hasta en los baños.

Para terminar, un poema de la poeta vasca Miren Agur

Meabe, que nació en 1962.

Noticias Breves

“Ayer se me quemó la sábana

La quemé yo, con la plancha.

Le estampé un triángulo color pan tostado

Por culpa de la tele.

Siempre tengo encendida la tele pequeña de la cocina

Cuando toca planchar:

Un niño negro de la guerra

Chupaba el pecho de su madre muerta.

Se me hizo un nudo de pelo en la garganta.

No se me olvidará:

La leche me mojó el sujetador.”

Texto leído en el I Encuentro Internacional de Poetas, organi-zado por la Comisión Nacional de Conmemoración del Bi-centenario, en Asunción, en marzo de 2010.

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GUAJHÚ

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Promesas sobre el bidet

Por favor no hagas promesas sobre el bidet. Por favor no me abras más los sobres. Por favor yo te prometo te esperaré

si es que paro de correr. Por favor sigue la sombra de mi bebé.

Por favor no bebas más, no llores. Por favor yo te prometo te esperaré

si es que para de llover. ¿Por qué me tratas tan bien,

me tratas tan mal? ¿Sabés que no aprendí a vivir?

A veces estoy tan bien, estoy tan down.

Calambres en el alma. Cada cual tiene un trip en el bocho

difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo.

Charly García

Del álbum “Piano bar”. Buenos Aires, 1984

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Escape «Ganar. Perder. Da lo mismo», pensaba el soldado, mientras esperaba

la señal para atacar. El estridente sonido de las explosiones parecía

no molestarle; su mente solo estaba enfocada en una cosa: sobrevi-

vir. «Que no se te olvide, imbécil. Me debés lo de la vez pasada», dijo

su camarada, refiriéndose a una apuesta, hecha algunas noches atrás.

En ese momento, su prioridad cambió, ya no le preocupaba tanto su

propia vida, lo que más le aterraba era seguir perdiendo a sus com-

pañeros. Ése era el verdadero horror de la guerra. «No te preocupes,

imbécil. Yo soy un hombre de palabra», contestó, sonriendo.

Pocos minutos después, el comandante dio la orden: «¡Fuego a dis-

creción!» El único escape de ese infierno era la muerte. Todos los de

su escuadrón estaban conscientes de eso. Al empezar el ataque, reve-

laron su posición, atrayendo al fuego enemigo. El soldado y su cama-

rada, se miraron fijamente, mientras el resto disparaba. «Salgamos de

este lugar de mierda», dijeron, apuntándose uno al otro. Y luego de

intercambiar sonrisas, ambos jalaron el gatillo.

Por Juan Ramírez Cabañas

Cuento ganador del I Concurso de Microrrelatos Platero y yo el supremo, organizado por el CCJS.Junio 2014

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Sobre un lugar común una charla entre vecinoS

El eterno retorno es un tópico ineludible en la filo-sofía y también lo es en la literatura, disciplinas que

en su momento primigenio fueron casi inseparables,

la nominación fue dada por Nietzsche en Así habló Zaratustra, allí reflexiona sobre el tema con el epígra-fe introductorio de este artículo, en el cual refiere la eternidad del instante presente, de este mismo instan-

te frente a cualquier texto, en el mismo ejercicio de-codificador al que se abocaron incontables seres hu-manos en el pasado y otros tantos que lo harán en el futuro, ambos, tiempos indefinidos. Nietzsche, en voz de Zaratustra se cuestiona si esos dos “caminos” (el pasado y el futuro) al ser recorridos se contradicen eternamente o coinciden en algún punto. Él mismo siente cierto disgusto con la respuesta que obtiene:

“Todas las cosas derechas mienten, mur-muró con desprecio el enano. Toda verdad es curva, el tiempo mismo es un círculo”.

No es menor la simbología del círculo ni li-mitado su enigma, la naturaleza tiene una innegable tendencia cíclica, la forma circular de los astros y más exactamente sus movimientos, se reflejan a nivel vi-vencial en las estaciones y la alternancia día-noche, lo que nosotros, humanos, nos esmeramos en contabi-lizar con días, semanas, meses y años, arbitrariedad que rige toda nuestra vida y nuestro actuar ¿cómo podríamos pensarnos ajenos a la influencia de dicho

ciclo si cuando arremete la oscuridad dormimos y amanecemos con el sol? Esta dinámica forma parte de nuestro ser, lo regula y construye pudiendo in-tervenir incluso en aspectos enigmáticos como el modo de pensar o sentir. Sumemos a la lista el ciclo de la lluvia, el ciclo menstrual y otros tantos ciclos naturales que finalizan únicamente para volver a em-pezar con regularidad inquietante, únicamente para retornar al principio haciendo de este último sustan-tivo una indicación frívola o directamente imposible.

La cristiandad nos acosa con la sentencia “polvo eres y en polvo te convertirás” descubrien-do la regla cíclica que rige nuestra existencia terre-nal. El ave fénix parece ser una metáfora del Sol por tener esencia flamígera y habitar los cielos, como ave del Paraíso fue bendecida con la inmortalidad, pero no puede escapar del principio cíclico, muere y luego renace de sus cenizas consintiendo la idea de que la eternidad tiene ese principio reiterati-vo en su inmanencia, y que es justamente esa na-turaleza cíclica y repetitiva la que posibilita su eter-nidad, su inmortalidad, porque los círculos exigen un eterno retorno, el eterno retorno según el cual todo se repite inevitablemente, el eterno retorno que silogiza Nietzsche en el fragmento que sigue:

“Dos caminos convergen aquí: nadie los ha recorrido aún hasta su final.Esa larga calle hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga calle hacia adelante - es otra eternidad.

Se contraponen esos caminos; chocan derechamente de cabeza: -y aquí, en este portón,es donde convergen. El nombre del portón está escrito arriba: ‘Instante’”

Friedrich Nietzsche

Por Camila Recalde

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13“Desde este portón llamado Instante co-rre hacia atrás una calle larga, eterna: a nues-tras espaldas yace una eternidad. Cada una de las cosas que pueden correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya alguna vez esa ca-lle? Cada una de las cosas que pueden ocu-rrir, ¿no tendrá que haber ocurrido, haber sido hecha, haber transcurrido ya alguna vez?

Y si todo ha existido ya: ¿qué piensas tú, enano, de este instante? ¿No tendrá tam-bién este portón que haber existido ya?

¿Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que este instante arrastra tras sí todas las cosas venideras? ¿Por lo tanto incluso a sí mismo?

Pues cada una de las cosas que pueden correr: ¡también por esa larga calle hacia adelante tiene que volver a correr una vez más! Y esa araña que se arrastra con lentitud a la luz de la luna, y

esa misma luz de la luna, y yo y tú, cuchichean-do ambos junto a este portón, cuchicheando de cosas eternas ¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya? y venir de nuevo y co-rrer por aquella otra calle, hacia adelante, de-lante de nosotros, por esa larga, horrenda ca-lle ¿no tenemos que retornar eternamente?”

En momentos de lucidez suelo sentir la vida como un tejido complejo, intermitente e intermina-ble del cual yo misma formo parte y del cual difícil-mente comprenderé las reglas que lo hilan, el caos resulta demasiado complejo, se rige por el azar y el azar se rige por reglas que escapan del razonamien-to lógico o del razonamiento mismo. No pretendo explicar las reglas del universo, sería altamente pre-suntuoso y para nada admisible, además, me faltaría vanidad para el efecto; pretendo exponer situacio-nes que revolotean en mi periferia, en ocasiones se filtran a mi interior y son nuevamente rezumadas por mi carne, por mis palabras y por mis propias ac-ciones, situaciones que no solo han perturbado al-gunas de mis tardes haciéndome sentir como Sísifo ante el extenuante ejercicio del absurdo sino que ha perturbado a la humanidad desde antaño, de lo que ha quedado vestigios escritos en muchas cultu-ras; y cuando la limitación verbal se hizo presente

fue suplida con acrecentados beneficios en símbolos gráfico como el uróboros, representado ya por la antigua civilización egipcia.

Más allá de la veracidad del tema, en literatura podemos dar-nos el lujo de prescindir de la certeza, afortunadamente... El eter-no retorno es un tópico ampliamente difundido, han bebido de su copa grandes escritores como Gabriel García Márquez cuyo libro Cien años de soledad tiene como eje principal este principio; Jor-ge Luís Borges en textos como La noche cíclica o Las ruinas circula-res solo por citar algunos ya que es algo muy recurrente en toda su obra. A nivel nacional, José Luis Apleyard con su innegable ten-dencia clasicista, asevera en un ensayo llamado El punto de retorno:

“Siempre regresamos. Hay un punto único que nos permite y nos obliga al regreso (…). Ese punto es una Penélope pa-ciente que teje y desteje nuestros sueños con el hilo del re-cuerdo, y no podrá haber Circe ni sirenas que nos impidan el retorno (…) El alfa y el omega. El principio y el fin. La eter-nidad, el círculo, la serpiente que se muerde la cola. La infini-tud divina y la finitud humana. Todo está en ese punto mag-nético del hombre. Y la lección surge, como eterna ave fénix, es tan simple y tan dura. La lección que nos dice, conminante y certera, que sólo por la ausencia se llega hasta el regreso”

La producción literaria en torno al tema resulta realmente seductora, yo recomendaría precaución, el entusiasta debe tener cui-dado de no caer en delirios de sincronicidad y dejavús varios. En el ensayo filosófico El mito de Sísifo, Albert Camus hace una analogía entre la vida de todos los mortales y la faena de alzar una roca cuesta arriba hasta un punto en el que indefectiblemente cae y se debe vol-ver al pie de la montaña para levantarla nuevamente. Graficando esta absurda rutina, Camus devela la manera en que nuestra cíclica y fútil cotidianeidad puede convertirse siempre en nuestra mayor obsesión, con lo que se expone además una posible razón del atractivo del tópico en cuestión. “Desde el momento en que se le reconoce, el ab-surdo se convierte en una pasión, en la más desgarradora de todas”.

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Este artículo es una reflexión y una autocrítica.5/enero/2014

El siguiente ejemplo fue sacado de la ortografía de la Real Academia Española:

Tiene cuatro hijos.

El numeral cardinal funciona aquí como “adjetivo”, según se puede leer en el §3.1., pg. 669, de la ortografía.

* Real Academia Española. Asociación de Academias de la Lengua Es-

pañola. Ortografía de la lengua española. Buenos Aires, Espasa 2011.

(743 pgs.)

Esto se confirma en el § 1.9b, pg. 43, y en el § 1.9m, pg. 47, de la nueva gramática de la lengua española.

* Real Academia Española. Asociación de Academias de la Lengua Es-

pañola. Nueva gramática de la lengua española. Morfología. Sintaxis.

Versión íntegra. Espasa. Madrid, 2009. (3.885 pgs.)

En el § 1.9b, pg. 43, se puede ver que no aparecen los de-terminantes como una de las clases de palabras. Con lo cual hay que ver adónde fueron a parar los determinan-tes, que era la categoría gramatical o clase de palabra en la cual encajaba “cuatro”, tal como aparece en la oración anterior. Esto según la gramática enseñada habitualmen-te en Paraguay. Ejemplos: 1) Moreno, Concepción. Ma-nual de Castellano 1. 4a edición, 2013. Pg. 107, los deter-

minantes. 2) Fernández A., Maxdonia E. - Aguiar B., Juan E. Lengua Española. 2a edición, corregida y aumentada. Año 2006. Pg. 109, los numerales. 3) Nasser, Emina - Na-talizia, Rolando. Lenguaje 2. En Alianza Editorial. 2a edición. Asunción, 2000 (227 pgs.). Determinantes, pgs. 44-45.

En resumen, cuando una persona común y silvestre bus-ca cuáles son las clases de palabras, se va a encontrar con esta serie de posibles clasificaciones, clasificaciones trans-versales, paradojas (§ 1.9s)… pero no va a encontrar un listado claro, limpio, sencillo, único, consensuado…

Va a encontrar que la versión íntegra dice que las clases de palabras o categorías gramaticales son: el artículo, el sus-tantivo, el adjetivo, el pronombre, el verbo, el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección (§ 1.9b).

En este listado no están, de entrada, los determinantes.

Más adelante se habla de “cuantificadores”, como una clasi-ficación transversal (§ 1.9n, pg. 47). Entre los cuantificadores se incluyen ahora los numerales (§ 1.9ñ, pg. 47). Luego se mencionan los determinantes (§ 1.9r, pg. 49). Pero solo se in-

Por Diego Florentín

Determinantes indeterminadosNUEVA GRAMATICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

CONTRADICCIONES, CONFUCIONES Y DUDAS

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15va a adoptar el profesor de turno? (Si es que tiene algún criterio) Porque ya sabemos que los profesores jugamos a ser sabios omniscientes y no somos capaces de sentarnos a debatir o intercambiar opiniones para consensuar lo que vamos a enseñar. Y los que lo sufren son los alumnos.

Y ese es el motivo del fracaso de la nueva gramática. A la gente común y corriente le tienen sin cuidado todas estas discusiones gramaticales. Lo dice Gonzalo Martín Vivaldi: “To-dos hemos estudiado gramática –valga la expresión– demasiado gramaticalmente. Por ello la olvidamos: porque aquel estudio se reducía a un conjunto de reglas muertas, frías, sin vida”.

* Vivaldi, Gonzalo Martín. Curso de Redacción. Paraninfo. XXXIII edi-

ción. Madrid, 2003. (539 pgs.) Cap. 1, pg. 2

“La lengua, que es siempre y últimamente la lengua materna, no se aprende en Gramáticas y Diccionarios, sino en el decir de la gente”.

* Ortega y Gasset. El hombre y la gente. Cap. XI. Citado por Gonzalo

Martín Vivaldi.

cluyen en estos los artículos, demostrativos y posesivos.

Y dice: “Si se interpreta este término (determinante) en un sentido amplio, de forma que dé cabida a otras unida-des […], la clase de los determinantes se amplía para dar cabida a los cuantificadores (alguna, tres, muchos, etc.)”. (§ 1.9r, pg. 49) (Pobres alumnos…, ¡madre mía!)

Por otro lado, al abrir la nueva gramática básica, en la página 6, dice: “En la actualidad se reconocen las siguientes [clases de palabras]: el sustantivo, el adjetivo, el determinante, el pronombre, el verbo, el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección”. (Pgs. 6-7, categorías gramaticales o clases de palabras)

En este listado sí aparece, ya de entrada, el determinante.

En el § 1.9c de la nueva gramática, dice: “Las clases funda-mentales de palabras pueden agruparse en función de diversos criterios. Por su significado, se distinguen las unidades llamadas LÉXICAS de las denominadas GRAMATICALES. […] Aunque la distinción es pertinente, suele reconocerse que presenta a me-nudo límites borrosos, especialmente cuando los paradigmas cerrados que forman las preposiciones o las conjunciones se amplían para dar lugar a un gran número de locuciones”.

Que haya límites borrosos aun para los grandes especia-listas en gramática no significa que la gente común y co-rriente deba sufrir esa indecisión, o esas controversias de los gramáticos, que son puras discusiones bizantinas.

Ese es uno de los problemas que presenta la nueva gramá-tica: la extensión, la poca claridad, y las contradicciones. Se trata de dos tomos enormes de 3.885 páginas en total, en la versión íntegra. Luego viene la versión manual. Y luego está la versión básica. Supuestamente, todas las versiones coinciden en lo esencial, solo que están más o menos ampliadas.

El problema es, mis queridos lectores y amigos, el que se plantea para un pobre alumno que pretende ingresar a la universidad a través de los famosos cursillos o cursos proba-torios de ingreso (como prefieran llamarlos). ¿Alguien puede saber cuál de todos los libros y cuál de todos los criterios

Ilustración: Camila Recalde

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Los mitos cosmogónicos y las heroicas hazañas mí-ticas, en las comunidades religiosas, son el funda-

mento de todo lo cognoscible, revelan el por qué y explican el cómo de una realidad concreta o fragmen-tos de ella. El mito es lo que fundamenta al mundo.

El olvido, así como también la desvalorización de un mito en dichas comunidades implica desvalorizar la vida misma. El SER del hombre religioso se pierde cuando no garantiza su participación en la custodia de la revelación primordial del mito; pues son, en definitiva, los relatos míticos los que de-terminan la preservación y continuidad de su cultura. Citan-do a Mircea Eliade: “‘Decir’ un mito consiste en proclamar lo que acaeció ab origine”, revelación que se toma como una verdad apodíctica, incuestionable, en la vida cotidiana.

Así, entre las comunidades que sostienen sus tradiciones a partir de la literatura mítica tenemos a la cultura guaraní, que es una cultura sumamente religiosa. Cada nación guaraní guarda recelosamente sus mitos cosmogónicos, tal es así que difícilmente se lo den a conocer a los foráneos o tomen el riesgo de difundirlos. En la mayoría de los casos los mitos se dividen entre cosmogónicos, heroicos y etiológicos. En cambio, si se habla de literatura guaraní, indefectiblemente deben incluirse invocaciones y oraciones personales a los dioses como también los cantos y poesías testimoniales.

En el número anterior de El Guajhú, se puede leer un breve fragmento de un mito mbyá, en esta ocasión presento peque-ñas partes de un mito procedente de la nación Avá-Katú.Eté

o la de los verdaderos hombres. Estos, formaron parte de las

La literatura mítica, madre de la cultura

y las tradiciones

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17Misiones durante 150 años y volvieron a la selva después de la expulsión de los jesuitas. Actualmente se asientan en los departamentos de Alto Paraná y Caaguazú. Algunas familias se aventuran a llevar un estilo de vida más parecido al del campesino paraguayo pero la mayoría regresa a la vida tribal, donde mantienen lazos más fuertes. “El ciclo de los geme-los” es el relato central de la mitología Avá-Katú-Eté según el recopilador Miguel Alberto Bartolomé, quien en acuerdo con Milcea Eliade pronuncia: toda historia mítica que relata el origen de algo propone y prolonga la cosmogonía, por ello el ciclo heróico -que es a la vez la narración de cómo se completa la creación- está siempre precedido de una alusión a la cosmogonía”. Otro detalle interesante que nos cuenta el compilador de esta gesta, es que pudo recoger la historia sólo por fragmentos, recibiendo partes aisladas sin aparente conexión y teniendo que elaborar luego un orden intuiti-vo con la ayuda de los informantes. La traducción se realizó con la ayuda de León Cadogan y los informantes bilingües.

Existen variantes de este mito recorriendo las venas sudame-ricanas, una de las muestras que fue utilizada como modelo comparativo fue recopilada por Nimuendajú en su convivencia con el pueblo Apapokúva, en la zona fronteriza con Brasil. Se supone también que con facilidad los mitos sobre orígenes cul-turales se tornan mitos migratorios y luego pasan a ser toma-dos por mitos tradicionales de comunidades de otras regiones.

Para los Avá-Katú-Eté, como para todas las naciones gua-raníes y otras tantas de otras regiones del mundo, todo lo que conforma la naturaleza es creación de los dioses o sus ayudantes, por lo cual cada acontecimiento del hom-bre que esté ligado al mundo natural suele ser distingui-do por un canto ritual específico, que también forma parte de su literatura mítica. Por otra parte y del mismo modo, existen también numerosas plegarias dedicadas al colibrí o el jaguar, a la cura de enfermedades, a la caza, al arru-llo de los niños, a los juegos y más. Con ello, se entien-de que la realidad, las experiencias cotidianas o periódicas exigen que los hombres y mujeres de estas comunidades mantengan viva la memoria a través de su literatura mí-tica, la cual aúna en cierto modo los procedimientos con lo que ellos creen obtener la bendición de los seres su-premos. Ahí es donde el mito juega su papel principal.

Para ilustrar lo expuesto, se puede notar en el mito que se transcribe a continuación que en su trave-sía, por los encuentros entre Kuarahy, Yacy y otros se-res, se van dando nacimiento al tapir, la perdiz, los eclipses, la muerte, las serpientes, la miel y la caña de azúcar, o bien, la menstruación, sólo por citar algunos.

En la versión que se presenta, la odisea termina con la con-sagración de los personajes principales -Kuarahy y Yacy- en los astros que se dedicarán a regir día a día la vida de los pobladores de la selva, quienes a su vez vivirán con gran

esmero para seguir el mismo camino.

arco para éste que es mi hermano, ha-zle otro arco igual al mío. Enseguida le hizo otro arco la vieja y se fueron los dos hermanos al monte a cazar pájaros y cada día traían pájaros diferentes, to-dos los días traían pájaros para la vieja...

Así fue como quedaron las cosas y Kua-rahy subió primero y comenzó a girar en el cielo. Si Yacy hubiera subido prime-ro, las cosas no serían como son aho-ra, porque Yacy no hubiera cumplido.

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Las ediciones impresas de El Guajhú son trimestrales. Podés encontrar tu ejemplar en nuestros puntos de dis-

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* Librería Servilibro (Plaza Uruguaya)

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Si vivís en el interior podés escribirnos a [email protected] y te enviamos la revista por Correo Paraguayo.

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El ciclo de los gemelos (Fragmentos)

Aparición y culpa IIde la mujer Al principio no tenían mu-jeres, pero después encon-traronuna mujer debajo de una vasija de barro. Encon-traron a la mujer y los dos tuvieron relaciones con la mujer hasta que quedó embarazada. Se fue enton-ces Ñanderú Guazú a hacer su plantación, se a hacer su rozado... Quemó el monte y dsepués plantó avatí, mien-tras él plantaba, detrás suyo crecían las espigas. Cuando

regresó a la casa le dijo a su mujer: – Ya he terminado, vete a traer el maíz y haznos un maipuy de harina de maíz fresco. La mujer se enojó mucho y le dijo: – ¡Cómo es posible que haya de cose-char tan pronto, el hijo del que estoy embarazada no es solamente tuyo!. Se enojó Ñanderú Guazú y fue debi-do a la incredulidad de las mujeres que quedamos no-sotros así en la tierra. Por la incredulidad de las mujeres es que tenemos que espe-rar tanto para que madure nuestra cosecha...

Ñanderú Guazú abandona

IIIa su mujer Ese fue motivo suficiente para que Ñanderú Guazú se enojase. Tomó su mbaraká, se puso su yasaá sobre el pecho, su poapí guaá en el brazo y su acaanguaá sobre la cabeza. Junto con todos sus adornos de plumas de guaá llevó también su kuruzú ypoty. Se fue enton-ces al Iwitimi. Antes de irse le dijo a su mujer, que si ella era capaz de llegar por sus propios medios al Iwitimi, él la perdonaría. En ese tiempo todo el mundo era selva. Sólo había pequeñas “pica-das” que llevaban al Iwitimi...

La kangüerei rubicha adopta

IX a Kuarahy. Al ver que no lo podían ma-tar la vieja dijo: – Bueno, dé-jenlo, pónganlo por allí para que se seque y yo lo voy a conservar para que sea mi hijo. Entonces lo pusieron a secar y al poco tiempo ya se convirtió en un muchachito que era Kuarahy. Kuarahy no se había dado cuenta de que su madre había muerto. Kuarahy creyó que la Yari de los Añag era su verdadera

La llegada de Nanderú Guazú INosotros sabemos que para que existiera esta tierra, había uno que sería nuestro padre. Ñanderú Guazú es el que sería nuestro padre. El vino del poniente, vino por esta nuestra tierra y se fue hacia el oriente. Se fue hacia el oriente por un sendero abierto en la selva. Se fue rompiendo ramas y follaje para que hubiera sendero. Ñanderú Guazú ya había planeado toda esta tierra. Ya la había colocado sobre el Yvyrá Yoasá (*Palo Cruzado. Esta es una imagen cosmo-lógica muy difundida, la del pilar que sostiene el Cos-mos y que lleva al mundo de los dioses). La forma en que nosotros habitaríamos esta tiera ya había sido pensada por él. Ñanderú Guazú no estaba solo, Ñanderú Mbae Kua’a estaba con él...

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19Kuarahy crea frutos

XVIIIpara su hermano menor. Decidieron entonces Kua-rahy y Yacy volver al lugar donde los esperaba la Yari de los Añag. Pero no le iban a decir nada de lo que ellos se habían enterado, fueron dis-puestos a vengarse. Pero an-tes de salir, Kuarahy dijo: – Ya que no pude hacer de nuevo a nuestra madre voy a hacer algo para que comas. Kua-rahy es el hermano mayor de Yacy y como no tiene madre Kuarahy debe alimentar a Yacy. Hizo entonces Kuarahy el wapobo, pero éste no le gustó a Yacy. Hizo entonces

el wavira-eté pisando sobre una rama caída, pero a esa fruta también Yacy le encon-tró defecto. Hizo entonces

finalmente el wavirajú, y ese por fin le gustó a Yacy.

Origen delpoder deYacy

XXIIsobre las cosechas. Hizo entonces su fuego Yacy y Kuarahy le dijo: – Siénta-te al lado del fuego, clava tu arco al lado y arroja las semillas del agwa’i al fuego. Hizo entonces Yacy lo que su hermano le había mandado y las semillas de Agwa’i explo-taron, y Yacy coló agarrado a su arco junto con todas las plantas y semillas hacia el otro lado del Pará Guazú a reunirse con su herma-no. Yacy voló con todas las plantas hacia el otro lado del mar, por eso es que se planta de acuerdo a cómo está Yacy, porque él es el encargado de todas las cosechas y de todas las plantas, ése fue el poder que le dejó su hermano. Yacy maneja las cosechas por encargo de Kuarahy...

El cururu XVIII(sapo) robael fuego por orden de Kuarahy.

Se fueron entonces Kuarahy y Yacy hasta un lugar donde el Yrubú (cuervo blanco) y todos los yrubú, estaban sentados en torno a un fue-go. Kuarahyentonces creó el cururu (sapo), hizo el cururu y lo mandó para que trajera el fuego. El cururu se acercó y esperó hasta que el vien-to le acercó unas brasitas, cuando las brasitas estuvie-ron cerca las tragó rápido y volvió hasta donde estaba Kuarahy. Vomitó entonces el cururu las brasitas sobre las astillas que Kuarahy había sa-cado de la punta de su flecha de wirapepé, y allí se encen-dió un fueguito. Es por eso que tenemos el fuego ahora, si no fuera por el cururu, el fuego no hubiera quedado sobre la tierra. Gracias a Kuarahy el cururu trajo el fuego.

Los XVIII hermanos suben al cielo. Decidieron entonces los hermanos subir hacia don-de los esperaba Ñanderú Guazú. Para subir, primero Yacy tiró una flecha que se clavó en el cielo, después de esa flecha Kuarahy tiró otra que se clavó en la base de la primera. Así fueron tirando y tirando flechas hasta que el cielo y la tierra quedaron unidos con las flechas. Pero cuando ya estaban por subir comenzaron a discutir. Yo quiero subir primero dijo Yacy. No, voy a subir prime-ro yo, le contestó Kuarahy, tú no sabrás cumplir con lo que tenemos que hacer, no te levantarás temprano para

despertar a toda la gente de la tierra, tampoco sabrás pararte al mediodía para que ellos puedan descansar y comer. Yo, en cambio, voy a cumplir con todas esas cosas. Pero Yacy siguió insistiendo en subir primero hasta que Kuarahy le dijo: ¡No irás! Ya una vez has muerto y te tuve que revivir, la gente se asus-tará cuando desaparezcas del cielo, es mejor que tú te quedes de noche porque tu luz es más pequeña. Así fue como quedaron las cosas y Kuarahy subió primero y co-menzó a girar en el cielo. Si Yacy hubiera subido primero, las cosas no serían como son ahora, porque Yacy no hubie-ra cumplido.

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20

El oficio de poeta es antiguo y es uno de los más prostituidos de todos los

tiempos. Si la palabra misma es el mate-rial con que se construye a la poesía

es casi obvio suponer que existie-ron poetas desde el inicio de la palabra, desde antes de Homero. Pero ¿quiénes son los poetas? y, en todo caso ¿qué es la poesía? Son preguntas que con ayuda de las licencias relativistas que nos ha concedido el posmodernis-

mo resultan fáciles de respon-der: no sabemos, depende. Yo tengo a penas algunas opiniones.

Para los primeros poetas inscrip-tos en la historia de la literatu-

ra tal vez la poesía constituía un canto mitológico donde

jugar como con barajas a escribir el designio de los

dioses. Luego vendrían otros para quienes el poema sería un lugar donde hablar con un

solo dios y más adelan-te, superando algunos

siglos, el verso sería un refugio en el que estar a

solas entre personas, qui-temos a los dioses del medio,

hablemos sobre nosotros, de in-dividuo a individuo. La lista resultaría

Ser poeta“La poesía es un gesto, más que un acto, de adolescente,

del adolescente frágil, inerme, que apuesta lo poco que tiene por algo que no se sabe muy bien qué es

y que generalmente pierde”Roberto Bolaño

Por Giselle Caputo

Ilustración: Charles Da Ponte

Page 21: El Guajhú # 3

21interminable si seguimos avanzando en el tiempo. Pero no es mi propósito escribir un plagueo academicista.

En cualquiera de los casos, los poetas siempre han encontrado una excusa para ser poetas. Para auto-proclamarse como tales, para escribir poesía. Pero ¿cuántos quedaron, cuántos resistieron el paso de las corrientes, las modas literarias? ¿Cuál es la poe-sía que será leída todavía en el año 5045? No lo sé, de vuelta solo tengo algunas conjeturas. Lo cierto es que existen autores de siglos pasados y años re-cientes a quienes uno lee con mucho gusto, sim-plemente porque su poesía resulta imprescindible.

Quizá lo que haga que un escritor de poesía per-sista en el tiempo y sea leído desde siempre y por siempre no sea su lugar en la tradición de la poesía sino la manera en que des-encriptó al mundo, su for-ma de leerlo. La poesía que sobrevive y que en to-das las circunstancias nos resulta cercana no necesita ser lírica, puede ser exageradamente procaz, grosera, prosaica pero tiene que ser capaz de inquietar, debe tener la habilidad de entregar un mensaje que, aun-que sea por violento, resulte hermoso y arrolle.

“Pero a veces la poesía debe llegar más lejos

que el amor

y más lejos que todo,

y romper cosas”

Montserrat Álvarez

Sumada a esa habilidad de romper cosas a veces es la propia vida de un autor, que conoció a la poesía en su más pura esencia, la que enamora. Pero, la verdad que pocos conocen es que ser poeta no tiene nada de excelso, no es lo mismo que ser contador, uno no puede dejar su oficio ni cuando va al baño (bien lo dijo Kike) o a dormir, los verdaderos poetas experimenta-ron a la poesía como a una forma de vida porque no tuvieron elección, porque la poesía funcionó en ellos como una especie de maldición. Las vidas de los ver-daderos poetas, de los que se entregan por comple-to al destino de la poesía, resultan ser, en la mayoría

de los casos, vidas extremas, delirantes (sufridas), entonces hoy leemos sus biografías como si fueran auténticos poemas. Bolaño dijo en una entrevista:

“Yo creo que todos los escritores, incluso los más mediocres, los más falsos, los peores es-critores del mundo han sentido durante un se-gundo la sombra del éxtasis de la poesía. Pero sin duda el éxtasis mismo no lo han sentido porque el éxtasis tal cual quema. Y alguien que lo siente durante un segundo y luego retorna a su mediocridad existencial es evidente que no se ha metido en el éxtasis porque el éxta-sis es… es terrible. Es abrir los ojos ante algo que es difícil de nombrar y difícil de soportar”

Con esto cierro un círculo, uno en el que apenas ca-ben unos pocos poetas: los necesarios, los que tu-vieron historias de mierda y fueron melancólicos pero corajudos, los que vivieron en mundos im-posibles construidos con poesía, fagocitándose a sí mismos y haciendo cosas irracionales, los atrevidos.

A lo mejor, y poniéndome romántica o dramática, lo que trato de decir aquí es que para ser poeta y sub-sistir hay que tener la valentía de recrear la propia vida o de des-truir la realidad usan-do a la poesía, pero con la convicción de estarlo haciendo en serio, porque en lo que dura el poema la creación o el de-rrumbe en verdad existen y no solamen-te para el poeta sino también para el buen lector de poesía del pasado, del presen-te o del año 5045.

CodaPorque estás solo,

descifrando inscripciones en un muro

desatento al crujido general

previo al derrumbe,

por eso digo:

despójate.

Corta tu lengua

y ensártala en alambre de púas

y en hoguera en que se quemen

los libros que escribiste,

quémala también, gozando al ver

cómo se retuerce - culebra – y revienta,

cómo salpican las gotas de palabras

que dijiste y no dijiste.

Y deja en paz por fin al mundo.

Joaquin Morales

Del poemario “Postales a Bizancio”, Ediciones G.A.R. Asunción, 1984

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Codex Seraphinianus es un libro creado por el italiano Luigi Serafini. Utiliza una lengua inventada por el autor, el texto

asémico acompaña imágenes insólitas que describen una flora y fauna imaginaria, así como máquinas y seres humanos con rasgos extravagantes. El arte no deja de sorprender y atrapar al ser humano porque propone realidades, se com-parten y expresan universos mentales que están decodificando el mundo, cada persona tiene una percepción particular, aunque muchas de las percepciones son establecidas en la vida en sociedad, cada ser humano le da un matiz único. El autor tuvo como premisa (y lo ha logrado en mi opinión) reproducir en el lector la sensación que podría tener un niño al hojear páginas enciclopédicas en las que todo lo ve insólito e incomprensible pero inmensamente fascinante.

Por Camila RecaldeD

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Page 23: El Guajhú # 3

23Pubicaciones Recientes

Poemario La piedad de la luz de Victorio V. Sauárez

Colección de cuentos Otros universos de Juan de Urraza

Conjunto de relatos de Indalecio Riquelme Cantero. titulado Che rekohare rupi guare.

Novela El grito de Antequera. Memorial de la causa comunera

Ensayo El grito de Antequera. Documentos históricos y literarios.

De Gilberto Ramírez Santacruz

Page 24: El Guajhú # 3

La mano se desliza sobre la hoja, la tinta cree que la pluma se desliza sobre la hoja, la hoja cree deslizarse bajo la mano y la plu-ma, la pluma no entiende un carajo… El ser cree controlarlo todo, incluso a su mano, ignora a los fantasmas que engendró

Bauman en sus más largas noches, estos le roen al ser los lóbulos de las orejas. Guiado por el rítmico roer de lóbulos, baila la farsa de la pluralidad y cree poder desli-zarse en calles ficticias entre seres ajenos. Un rumor infinito cifrado en símbolo líquido grita, a su manera, que somos una masa fresca de seres ondulantes, moviéndonos, mezclándonos, fundiéndonos, confundiéndonos... constantemente.