El heraldo de santidad 1-2010

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Publicación oficial de la Iglesia del Nazareno en los países de habla hispana

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Volumen 64 – Número 1Edición 1 – Año 2010

SUPERINTENDENTES GENERALESJ. K. Warrick

Jerry D. PorterJesse MiddendorfEugénio R. DuarteDavid W. Graves

Stan A. Toler

MISIÓN MUNDIALLouie E. Bustle, Director de Misión Mundial

David Hayse, Director de Publicaciones Nazarenas Globales

REGIONESMéxico-América Central: Carlos Sáenz, Director de la región

Sudamérica: Christian Sarmiento, Director de la regiónCaribe: John Smee, Director de la región

Eurasia: Gustavo Crocker, Director de la regiónEstados Unidos y Canadá: Roberto Hodgson, Director de Estrategia Hispana

CASA NAZARENA DE PUBLICACIONESDavid Hayse, Gerente General

Germán Picavea, Editor General

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El Heraldo de Santidad es una publicación de la Iglesia del Nazareno, publicada cuatrimestralmente (3 edic./año) por la Casa Nazarena

de Publicaciones © 2010 Derechos reservados.

ISSN 1060-2135

Mi llamado al ministerio

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020305

Editorial

El llamado

El plan de Dios y su llamado

Sí Señor

Al fi n escuchamos su voz

Él lo es todo en mi

Cinco principios del llamado de Dios

0616

2220

Llamamiento08

Créditos de fotografías: Portada y páginas: 2, 3, 5, 6, 8, 16, 18, 20, 22 y 23, www.sxc.hu;

páginas 7, Grisel Blaya; 17, Julio Cansino y 23, Felix Vargas.

Diseñador gráfi co: Daniel Aguilar

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En la presente edición de El Heral-do de Santidad hemos querido hablar acerca del llamado de Dios al ministerio. Para ello, convocamos una variedad de autores de diferentes contextos y tras-fondo quienes nos hablan de los aspec-tos bíblicos y teológicos del llamado de Dios. Con especial cuidado y propiedad hablan del tema sin olvidar el aspecto individual y humano. Por ello, en sus re-latos incluyen sus propias experiencias en la búsqueda y descubrimiento del lla-mado de Dios a sus vidas para cumplir así la voluntad de Dios. Hemos invitado también a personas que, en diferentes lugares y tiempos, tienen una historia que contar respecto al llamado de Dios al ministerio. Cada una de ellas, con sin-ceridad y total honestidad, nos cuentan sus historias de vida y nos dejan entrar en la intimidad de sus sentimientos al descubrir la voz de Dios invitándoles a hacer su voluntad. Dan cuenta de sus luchas, dudas, cuestionamientos y por último la respuesta que dieron al llama-do de Dios.

Estimado lector y lectora, ¿está us-ted cumpliendo la voluntad de Dios en su vida?, ¿tiene la completa seguridad de que así es?

Descubrir la voluntad de Dios para nuestra vida debe ser lo más importan-te. Debe ser a lo que dediquemos toda nuestra energía, tiempo y recursos. Pues una vez descubierta encontrare-mos la satisfacción y realización plena; podremos decir junto al apóstol Pablo: “Porque para mi el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

Por último, le invito a nuestra re-cién inaugurada página Web. Su direc-ción es: www.editorialcnp.com Allí encontrará todos los materiales dis-ponibles de la Casa Nazarena de Pu-blicaciones, las últimas publicaciones y los lugares dónde adquirirlos. Le invita-mos a suscribirse al boletín electrónico “CNP Hoy” para recibir las novedades de la Casa Nazarena de Publicaciones. Estamos trabajando para ofrecerle las mejores herramientas para que usted desarrolle eficientemente el ministerio al cual Dios le llamó.

Bienvenido a la primera edición de este año. Qué la voluntad de Dios se cumpla en usted haciéndolo plenamen-te feliz. Sí, ese es mi deseo para usted.

Cuando hablamos de la voluntad de Dios, hablamos de un tema un poco in-cierto para algunos, esquivo para otros y tal vez olvidado para muchos. La vo-luntad de Dios no es un tema común en nuestras conversaciones cotidianas. Muy emocionados hablamos acerca de nuestros sueños, planes y proyectos; de cómo los vamos a volver realidad, lo que nos costará y el tiempo que vamos a to-mar para ello. Rara vez hablamos acerca de la búsqueda personal de la voluntad de Dios para nuestra vida. En reiteradas ocasiones, en el ejercicio pastoral junto a mi esposa, recibimos a personas que nos pedían que, como una suerte de adivinos, les dijéramos cual era la volun-tad de Dios para sus vidas.

Santiago en su carta nos advierte acerca de este asunto. Al final del capítu-lo 4, en los versículos 13 al 17 el escritor vuelca su atención a los cristianos que en el corre corre de la vida hacen sus propios planes y se olvidan de Dios. Se olvidan que el Dios que los salvó quiere vivir su vida en ellos y a través de ellos. Se olvidan que Dios quiere estar con ellos “…todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28: 20). Se olvidan que Jesús dijo: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará” (Juan 12:25-26).

Dios nos garantiza en su Palabra que su voluntad es buena, agradable y perfecta por lo que nada nos debe hacer temer. Hacer nuestros propios planes desconociendo la voluntad de Dios para nuestra vida es lo que debe hacernos temer.

Germán Picavea

E d i t o r i a l

Escríbanos y dénos sus comentarios acerca de esta edición de El Heraldo de Santidad. Escri-ba a: [email protected]

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El Dr. Ismael Amaya dijo que “ser llamado es como estar enamora-do: No lo podemos explicar, pero

tenemos una seguridad absoluta den-tro nuestro de que lo estamos”. Por otro lado, alguien trató de explicarlo así: “Es la experiencia de compulsión interior por medio del Espíritu Santo a la obra del ministerio”. Compeler es “obligar con fuerza o por autoridad que se haga algo”. La misma pasión interior que sentía Pablo cuando dijo: “Ay de mí (o pobre de mí) si no anuncio el evan-gelio” (1 Corintios 9:16). El no podía hacer otra cosa más que anunciar el evangelio. El llamado que Dios le había hecho era su vida misma.

A través de las páginas de la Biblia encontramos tres características dis-tintivas del llamado.

1. El llamado es de Dios

Jesucristo dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Juan 15:16). Más tarde, cuando Pablo relata su conversión, cuenta que Jesús le dijo: “…porque para esto me he aparecido

a ti, para ponerte por ministro y testi-go…” (Hechos 2:16).

El llamado no es una decisión humana. Dios es el que llama. Es algo sobrenatural. No es de los hombres. No es de la iglesia. No es un empleo que podemos dejar cuando lo desea-mos. No es por dinero. Es una ne-cesidad interior impuesta por Dios mismo. Pablo decía: “Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentir-me importante. Lo hago porque así Dios me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hago! Yo no puedo esperar que se me pague por anunciar la buena noticia, pues no se me preguntó si quería hacerlo; ¡se me ordenó ha-cerlo! Pero entonces, ¿qué gano yo con eso? Nada menos que la satis-facción de poder anunciar la buena noticia sin recibir nada a cambio…” (1 Corintios 9:16TLA).

Dios llama cómo y cuándo quiere

A algunas personas, Dios las llamó en maneras muy concretas. A otras, Dios las llamó haciéndoles conciencia

de la necesidad de obreros para su obra. Algunas pueden recordar la fe-cha específica y los detalles, otras no pueden hacerlo, pero eso no quiere decir que no han sido llamadas. A to-das las personas les llegó un momen-to en el cual Dios las escogió.

Yo siento que Dios me llamó siendo un niño. Recuerdo muy bien cuando en segundo grado de primaria preguntaron qué íbamos a ser cuan-do fuésemos grandes, y yo respondí sin dudar: “Pastor evangélico” (en aquellos años eso sonaba extraño). Mi llamado era claro. Aunque quise hacer otras cosas, cuando fui crecien-do, Dios me recordaba el llamado. En 1979, en Buenos Aires, comencé los estudios teológicos con el propósito de conocer más para servir mejor. Fue allí, siendo un adolescente, en medio de las clases y la influencia de mis profesores que Dios confirmó su llamado. De pronto yo sentí como que algo o alguien adentro me decía: “Esta será tu vida”. Y así fue.

Pero Dios también llama a personas adultas. Conozco a muchas personas que se han preparado profesionalmente

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e incluso han alcanzado posiciones so-ciales y económicas sólidas, a las cuales Dios está llamando a su servicio. Empre-sarios, ingenieros, arquitectos, contado-res y pedagogos en México; médicos y administradores de empresas en Nica-ragua; abogados en Costa Rica y El Salva-dor; sociólogos e historiadores en Cuba; economistas y dentistas en Brasil y así podría continuar la lista. Muchos de ellos están sirviendo en el ministerio pasto-ral y han comenzado a estudiar. Unos sienten de dedicarse completamente a la obra del ministerio, y otros se man-tienen en el ejercicio de sus profesiones, pero todos tienen claro que Dios los ha llamado y quieren invertir el resto de sus vidas en servirle.

2. El llamado es santo

“…quién nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propó-sito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús…” (2 Timoteo 1:9).

La palabra “santo” encerraba en sí misma tres signifi cados distintos para el pueblo hebreo:

a. Santo: Puro, sin contaminación. En un mundo que se preocupa más por la “imagen” que por la “integri-dad”, Dios sigue demandando minis-tros que quieran ser como Cristo, sin pecado. En 2 Timoteo, capítulo 2, Pablo da unos buenos consejos a uno de sus pastores, quién tam-bién cumplía la función de obispo o supervisor. Él usa tres fi guras: El soldado, el labrador y el atleta. En esta última imagen él dice que “…el que lucha como atleta no es coro-nado sino lucha legítimamente”. No podemos gozar de un llamado san-to y usar métodos ilegítimos para llevarlo a cabo.

b. Santo: Apartado, elevado. “…prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).El ministerio es la tarea más grande que jamás se haya puesto en manos humanas. Ninguna otra ocupación

Rubén Fernández, es oriundo de Argentina y vive en San José, Costa Rica junto a su esposa Mónica y sus dos hijos, Juan Manuel (25) y Andrés (21). Rubén es doctor en Ministerio del Semina-rio Teológico Nazareno en Kansas City, Missouri,

EUA. Además de ser el Rector de SENDAS desde 1998, ac-tualmente sirve como Coordinador Regional de Educación Teológica para México, América Central y Panamá (MAC). E-mail: [email protected]

Rubén Fernández,vive en San José, Costa Rica junto a su esposa Mónica y sus dos hijos, Juan Manuel (25) y Andrés (21). Rubén es doctor en Ministerio del Semina-rio Teológico Nazareno en Kansas City, Missouri,

es más elevada, más exaltada, más digna. Todavía es vigente la frase que la madre del evangelista Billy Gra-ham le dijo, cuando éste buscó su consejo al haberle sido ofrecida la candidatura para la presidencia de su país: “Hijo, si Dios te llamó al mi-nisterio, no te rebajes a ser el presi-dente de los Estados Unidos”.

c. Santo: Glorioso. La última acep-ción del término santo es “glorio-so”. El llamado es glorioso, porque procede del Rey de Gloria (Salmos 24). Pero también lo es, porque tie-ne un mensaje glorioso para ofre-cer. Un mensaje de transformación total. Un mensaje que transforma las comunidades a través de perso-nas que habiendo tenido un cambio completo en sus vidas, se han cons-tituido en sal y luz para sus vecinos. Un mensaje celestial, pero para ser vivido en esta tierra.

3. El llamado es irrevocable

“Porque irrevocables son los do-nes y el llamamiento de Dios” (Ro-manos 11:29).

Irrevocable signifi ca que no se puede anular, suprimir o dejar sin efec-to. Cuando Dios llama a una persona al ministerio, Él mantiene su llamado. Él no lo anula, no lo cambia. Sólo es-pera la respuesta de la persona.

Muchas personas que por años resistieron al llamado de Dios luego testifi caron que no pudieron vivir tranquilos, que no sintieron paz en su corazón, hasta que le dijeron, sí Señor, aquí está mi vida, te serviré con todo mi ser.

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Desde el principio, Dios deseó que el ser humano tuviera una vida maravillosa y pací-

fi ca en compañerismo con Él. Dios nunca planeó que el ser humano pe-cara y se fuera por su propio camino, nunca planeó que el mundo quedara atrapado en su propia infl uencia. Pero sí tiene un maravilloso plan para cada persona en el mundo. Jesús murió por ese plan. Él quiere ser el Salvador de cada persona y hacerla una nueva creación en Cristo. Él no desea que na-die perezca, sino que se ¡arrepientan!

Hoy hay más de 6,300 millones de personas en este mundo, más de las que nunca ha vivido y muerto desde el principio del tiempo. El asunto es que hay millones que nunca han oído el nombre de Jesús. Dicen que más de la mitad de la población no tiene idea del plan de salvación. Desconocen que Jesús puede venir a sus corazo-nes y hacerlos nuevas personas.

Desde el principio ese ha sido un problema y dilema para Dios. En Isaías

6, Dios se enfrenta con este proble-ma. Isaías tuvo una visión del Señor, él vio la santidad de Dios y la luz de un Dios santo; viéndose a sí mismo como un hombre de labios inmundos. Después del toque de Dios, su peca-do (carnalidad) fue quitado.

La visión de Dios y su santidad en nosotros siempre nos regresa a su plan. Bien lo dijo Jesús en los dos grandes mandamientos: Amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestro pró-jimo. Cuando somos personas santas, Dios puede usarnos para realizar su plan de alcanzar al mundo con su santidad.

En el caso de Isaías, Dios dijo, ¿quién irá por nosotros? Isaías estu-vo listo, santo y dijo, “heme aquí, en-víame a mí”. Solamente entonces fue que Dios pudo decir, “anda y di a este pueblo”. Entonces dijo, “sí ¡yo iré! Me prepararé. Les diré”. Hacer de eso la pasión de tu vida. Cambiar al mundo, una persona a la vez.

Su plan y su llamado están siempre en la mente de Dios. Para nosotros es

Louie E. Bustle. De reconocida experiencia en el área de administración y crecimiento de la iglesia. Actualmente es director de Misión Mun-dial en la Iglesia del Nazareno. Vive en los Estados

Unidos junto a su esposa Ellen.

Louie E. Bustle.en el área de administración y crecimiento de la iglesia. Actualmente es director de Misión Mun-dial en la Iglesia del Nazareno. Vive en los Estados

Unidos junto a su esposa Ellen.

urgente ser personas santas y ver el extravío del mundo. Cuando veamos a los extraviados que nos rodean, Dios nos enviará a ellos.

Ese llamado ha sido mi pasión y propósito de vida. Para mi vida ha sido maravilloso seguir el plan de Dios. La recompensa ha sido grande. He visto a miles y miles de personas venir a la fe en Jesús y a los mismos miles ser santifi cados. Muchos han sido llama-dos para cumplir el plan de Dios de alcanzar al mundo perdido.

Mis preguntas para usted hoy son: ¿Ha sido limpiado por la santidad de Dios? ¿Ha visto a los perdidos alre-dedor suyo? ¿Dios le está revelando su plan? ¿Está deseando decir, “heme aquí, envíame a mí”?

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Me formé bajo una concepción materialista del mundo, afe-rrada a un ateísmo científico.

Me gradué como licenciada en So-ciología en 1980, en la universidad de La Habana, Cuba. Trabajaba en la pre-vención y atención social, atendiendo niños con trastornos conductuales y delictivos. Obtuve muchos cargos y responsabilidades en el gobierno cuba-no. Por mis ocupaciones descuidé mi matrimonio y casi descuido también la educación de mi hijo. Pero Cristo hizo algo importante en su joven vida, cuando aún no había cumplido sus nueve años. Un día al pasar frente a una iglesia la música llamó su atención. Al llegar a la casa me explicó que ha-bía asistido a una iglesia. Aquello me

horrorizó, pues eso me perjudicaba al ser parte de las filas del Partido Co-munista de Cuba. Mi hijo me explicaba que había sentido una paz muy grande, pero yo no entendía. A escondidas, asis-tía a la Escuela Dominical. A pesar de que intenté persuadirlo de que no lo hiciera, no pude detenerlo.

En esas vacaciones algo terrible sucedió. Estando en una reunión con los diputados en el Parlamento, me informaron que habían llevado con urgencia a mi hijo al hospital. Parecía ser una apendicitis. Al llegar, el doctor me dijo que lo había enviado a la casa bajo observación. Si aparecía algún síntoma, debía regresarlo al hospital, pero eso no sucedió sino hasta algu-nos días después cuando, al regresar

de un viaje, noté que había cinco gan-glios inflamados en su brazo. Cuan-do le llevé nuevamente al hospital, el doctor, después de haber llamado a otros doctores para confirmar sus sospechas me dijo que debían ingre-sar al niño. El diagnóstico preventivo decía: Paciente que presenta tumo-ración en la región abdominal en el flanco lateral izquierdo. Esta noticia de enfermedad de mi único hijo me atemorizó. Lo introdujeron dos ve-ces en el quirófano, pero no pudieron operarlo porque le detectaron cáncer en el colon y no sabían cuán ramifica-do estaba. Lo único que pude hacer fue llorar inconsolablemente. Si lo operaban estaba en riesgo de morir, si no lo operaban el cáncer seguiría

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ramificándose. Frente a la amenaza de muerte, comencé a pensar con qué ropita lo enterraría. Mientras lloraba frente a mi hijo, él me decía: -Mamita, no llores más, Dios me va a sanar-. Yo pensaba: “¡Qué inocente!, si los mé-dicos no lo sanan, ni Dios lo puede sanar”. En esos días, Dios envió a una persona que me explicó cómo la san-gre de Cristo podía sanar a mi hijo y salvarnos a los dos. Yo me indigné; no quería creer en Él, pero mi hijo me pi-dió que permitiera que oraran por él porque creía que Dios lo iba a sanar. Acepté porque no quería tener en mi conciencia que mi hijo había muerto, sin haberle concedido su deseo. Yo no tenía fe, pero él sí.

tar a Cristo. Increíblemente levanté mi mano, pasé al frente y lo acepté como mi Salvador. No obstante, a causa de mis responsabilidades salí de aquel lu-gar con la intención de no regresar. El pastor, conociendo mi confusión me dijo: -Venga a escondidas. Entonces, en ese momento, unas palabras cruzaron mi mente: “Lo que Yo hice por tu hijo no lo hice a escondidas”. ¡Era cierto!

Aconteció que el Espíritu Santo trató con mucha rapidez en mi vida poniendo una pasión muy fuerte para entregarme a Dios sin reservas, y renunciar a todos mis cargos, res-ponsabilidades y comodidades. Es así que surgió una disposición resuelta a trabajar, dar y sufrir por el evangelio de Jesucristo, es a partir de ese mo-mento que sentí que me daba poder y unción para alcanzar a los perdidos, siendo este el principal propósito en mi vida hasta el día de hoy, ser salva y lograr que otros también se salven.

Gracias a Él, pude estudiar en el Semi-nario Teológico Na-zareno Cubano. Al-gún tiempo después, culminé mi maestría. Tuve el privilegio de predicar el evangelio por todo el país a cau-sa de mis responsabili-dades como presidenta

“¡Qué inocente!,

si los médicos no

lo sanan, ni Dios

lo puede sanar”.

A los días mejoró sorprendente-mente y le dieron de alta en el hos-pital. Cuando pregunté al doctor qué había sucedido me respondió atónito, que al parecer lo que le había pasado tenía alguna causa inespecífica, y que le suministrara, al menos, vitamina E. ¡Dios había sanado a mi hijo! Pero aún yo tenía un corazón muy duro. Él acu-dió a la iglesia y le dijo al pastor que Cristo lo había sanado, y que llevaría a su mamá para que le diera gracias a Dios. Cuando me pidió esto, fui sólo para cumplir una promesa. Llegué con mucho temor, pero cuando el pastor comenzó a predicar, yo lloraba sin saber por qué lo hacía. Secaba mis lágrimas, pero el Espíritu Santo continuaba tocándome. El pastor preguntó si alguien quería acep-

de MNI en Cuba. Pastoreé durante varios años y actualmente mi labor en la obra del Señor se encuentra en el Seminario Nazareno Cubano, del cual soy rectora. En cuanto a mi hijo, se encuentra estudiando la especia-lidad de cardiología actualmente, y tiene una preciosa niña de tres años. Mi hijo es un testimonio vivo de lo que Dios puede hacer. Sólo Dios puede transformar personas como yo. Sólo Él puede quitar de nosotros la dureza y la incredulidad, darnos un corazón nuevo y llamarnos a su san-to ministerio.

Testimonio de Grisel Blaya Ramos. Socióloga, maester en teología del Seminario Teológico Nazareno de Costa Rica, presbítera de la Iglesia del Nazareno y

actualmente rectora del Seminario Teológico Nazareno de su natal Cuba.

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El Diccionario Teológico Beacon nos dice que el primer llama-miento que Dios hace al ser

humano es de carácter dual. Prime-ro, Dios llama al ser humano al arre-pentimiento, este es un llamamiento universal; segundo, Dios llama a los creyentes a la santidad. Así mismo, el Diccionario Teológico Beacon señala que la palabra llamamiento en la Bi-blia también está relacionada con la vocación o llamado de Dios a perso-nas para un servicio específico. Dios, a través de la historia, ha llamado a hombres y mujeres en momentos de-terminados para cumplir sus propósi-tos en la tierra.

Cuando hablamos del tema del llamamiento del pueblo de Dios, debe-mos partir de la premisa que es Dios mismo quien llama a hombres y mu-jeres a cumplir su misión en la tierra.

No es la iglesia quien llama, sino Dios. La iglesia es el instrumento que Dios utiliza para canalizar el llamado de los seres humanos. Entender y recordar que es Dios quien llama nos ayudará a mantenernos enfocados a medida que pasan los años.

Este año tuve el privilegio de cumplir 20 años en el ministerio pas-toral. Durante estos años he enfren-tado momentos de crisis, momen-tos en los que me he cuestionado si vale la pena seguir en el ministe-rio pastoral. Lo que me ha mante-nido haciendo la voluntad de Dios y cumpliendo su propósito para mí ha sido la certeza de que fue Dios quien me llamó. En esos momentos difíciles me recuerdo que el mismo Dios que llama, también respalda y nos da las herramientas necesarias para cumplir con su llamado. Como

dice Pablo: “El que los llama es fiel, y así lo hará” (2 Tesalonicenses 5:24).

Tal como me sucedió cuando sentí el llamado de Dios, a muchos les surgen pregwuntas. ¿Cómo podemos definir el llamado de Dios? ¿Cómo podemos saber en qué ministerio nos quiere el Señor? Con los años he aprendido que no hay mejor ayuda para definir nuestro llamado que la propia iglesia. Cuando Dios nos lla-ma a un ministerio específico, como la pastoral, las misiones u otros, es porque ya hemos aceptado su primer llamamiento dual (arrepentimiento y santidad) en el contexto de una co-munidad de fe, en nuestro caso espe-cífico, dentro de la Iglesia del Nazare-no. Dentro de esta comunidad de fe hay líderes, hermanos y hermanas de experiencia, que nos ayudan a definir nuestro llamado. Ellos nos han visto

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Andrés E. Hernández Torres. Es Doctor en Ministerio (Drew University, NJ). Lleva más de 20 años en el pastorado y ha sido profesor de varios seminarios e institutos. Actualmente, además de ser pastor de la Iglesia del Nazareno

Casa de Proclamación y Alabanza en Cataño, Puerto Rico, es Director de Estrategia Caribe Hispano (Cuba, Repúbli-ca Dominicana, Puerto Rico) y coordinador de Educación Teológica de la misma región. Vive en Toa Alta, Puerto Rico. Tiene 19 años de casado con Tamara y juntos procrearon a Néstor (17 años) y Taisha (14 años). E-mail: [email protected]

Andrés E. Hernández Torres.en Ministerio (Drew University, NJ). Lleva más de 20 años en el pastorado y ha sido profesor de varios seminarios e institutos. Actualmente, además de ser pastor de la Iglesia del Nazareno

crecer y trabajar en la iglesia, y cono-cen nuestras áreas fuertes y débiles.

No hay mejor lugar que la iglesia para prepararnos para un ministerio específi co, en especial aquellos que envuelven liderazgo. Para ser un buen líder, o pastor, antes necesitamos ser buenos seguidores. Tristemente son muchos los que sin haber aprendido a seguir instrucciones y estar bajo la supervisión de un pastor o líder de ministerio, desean ser pastores o ejercer funciones de liderazgo. El re-sultado es el fracaso. Dios siempre llama a personas que están trabajan-do, que saben seguir instrucciones y someterse a sus autoridades. Pasar por el proceso de someternos a un pastor y estar bajo su dirección nos ayudará cuando seamos nosotros los que tengamos gente bajo nuestra responsabilidad. Antes de que Dios me llamara al ministerio pastoral, es-tuve por muchos años bajo la direc-ción de un pastor, trabajando en va-rios ministerios dentro de mi iglesia local. Hoy doy gracias a Dios porque esa experiencia ha sido fundamental en el estilo de ministerio pastoral que he desarrollado.

Entendamos que Dios no llama a quienes no han sabido ser seguidores. Dice el Dr. Hugo Serrano en su libro Confrontación: “En la iglesia se dan mucho los llamados líderes que sin estudiar, sin sentarse nunca a apren-der, sin haber diezmado y obedecer cualquier norma fundamental de la iglesia desean ser pastores y líderes. La defi ciencia es formidable, la forma-ción es débil en sí misma”.

Otras preguntas que muchos hacen al enfrentarse al llamado de Dios tienen que ver con la prepara-ción. ¿Debo prepararme para servir a Dios? ¿Cuánto debo prepararme? ¿Es necesario prepararme académi-camente para ser un pastor? Si Dios nos llama al ministerio pastoral debe-mos prepararnos como si todo de-pendiera de nosotros, pero recono-ciendo cada día que todo depende de Dios. El que sea Dios quien nos llama no anula nuestra responsabilidad de

prepararnos académicamente lo me-jor posible. Imagínese que usted tiene que ser operado del corazón. Cuan-do está frente al cirujano antes de la operación usted le pregunta: “¿Dón-de estudió medicina?” Ahora, imagine que la respuesta del médico es: “Yo nunca estudié medicina sino que Dios me llamó a ser cirujano”. La realidad es que a usted le gustaría escuchar otra respuesta como: “Dios me llamó para ser cirujano por lo que yo me capacité en la mejor universidad a mi alcance, para así cumplir de manera efi ciente su llamado”.

Recordemos que Dios utilizará la cantidad de panes y peces que tenga-mos y pongamos en sus manos. Dios hace el milagro con lo que nosotros estemos dispuestos a darle. Cuando Dios llamó a Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto, po-demos resumir el diálogo entre Moi-sés y Dios con dos preguntas que le hace Moisés a Dios. La primera pre-gunta, ¿quién soy yo para ir a Faraón y decirle que deje ir al pueblo? La se-gunda pregunta, ¿en nombre de quién voy a ir al Faraón? Lo interesante es que al leer el texto bíblico en Éxodo 3 notamos que Dios nunca le contes-ta a Moisés su primera pregunta. Dios sabía quién era Moisés, era un ancia-no que huía de las autoridades por cometer asesinato. Sin embargo, sí le respondió la segunda pregunta. Dios sabía que la liberación del pueblo de Egipto no se lograría por quien era Moisés, sino por quien era Dios.

Por tanto, recordemos siempre, Dios es quien llama. No depende de quienes somos nosotros. Depende de Dios, quien llama y cumplirá su pro-pósito en nosotros si lo dejamos ac-tuar y somos responsables en dar lo mejor de nosotros mismos siempre.

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Pregunta: ¿Cuáles son los requisitos para recibir el bautismo con el Espíritu Santo?

Respuesta: En el capítulo 1 de He-chos encontramos tres requisitos que debemos cumplir si deseamos recibir el bautismo con el Espíritu Santo.

El primer requisito es: Esperar o estar pendiente (vv.4-5; 12-13). En Juan 16:7, Jesús prometió que enviaría al Espíritu Santo en su lugar. En Hechos, Jesús les mandó que se quedasen en Je-rusalén y que “esperasen” la promesa del Padre. En los versículos 12 y 13 del primer capítulo de Hechos dice que “volvieron a Jerusalén y fueron a espe-rar en el Aposento Alto”. El bautismo que recibirían iba a ser diferente al de Juan el Bautista (v.5). En esta espera los 120 ejercieron su fe y paciencia. Si queremos recibir el bautismo con el Es-píritu Santo, debemos estar en una ac-titud de “espera en nuestro Aposento Alto”, “en nuestra Jerusalén”. Es como cuando tenemos la promesa que ven-drá alguien importante a nuestra casa y aguardamos expectantes esa venida. Si deseamos la experiencia de la entera santifi cación, debemos concentrarnos expectantes en la espera del bautismo con el Espíritu Santo.

El segundo requisito es: Perseverar en unidad (1:14a). Unidad no es lo mis-mo que uniformidad. Unidad signifi ca “un mismo sentir”, aunque no se esté de acuerdo en todo, se puede estar unidos. Unidad es ser “equipo”. En un equipo deportivo se puede disentir, pero si no se juega unido, no se gana el juego. La palabra clave es “perseverar”. Podremos tener “espacios” o “momentos” de uni-dad, pero la idea aquí es “perseverar” en todo tiempo. Solamente si hay unidad

entre nosotros, y permanecemos en ella, el poder del Espíritu Santo se der-ramará. Esta unidad es entre nosotros y también con Dios-Equipo, Juan 17:21. El recibir el bautismo con el Espíritu Santo no es automático. Necesitamos esperar en unidad.

El tercer requisito es: Perseverar en oración (1:14b). La perseveran-cia era de todos los días en un lugar, un grupo de personas, con un mismo sentir, en oración y ruego. La historia ha demostrado que la clave de todo avivamiento cristiano ha sido siempre la oración perseverante. Paul Yonggi Cho, el pastor de la iglesia más grande del mundo en Seúl, Corea dijo: “Estoy convencido de que el avivamiento es posible solamente donde la gente se dedica a la oración”. Los grandes avi-vamientos en la historia, solamente se han dado cuando la gente ha comenza-do a orar. Martín Lutero decía: “Tengo tanto que hacer, que paso las prime-ras cuatro horas del día en oración”. Juan Wesley oraba todos los días de las cuatro hasta las ocho de la mañana, y así vino el avivamiento que cambió toda Inglaterra. Nada debe impedir que oremos.

Cuando esperemos perseverantes en unidad y oración podremos ex-perimentar el bautismo con el Espíritu Santo.

Si tiene preguntas acerca de la santidad, por favor escriba a la siguiente dirección: [email protected]

J. Víctor Riofrío. Oriundo de Ecuador. Es Doctor en Ministerio del Seminario Teológico Nazareno de Kansas City, EUA. Lleva 24 años en el ministerio pastoral y 19 años como profe-sor. Actualmente es pastor en la Primera Iglesia

del Nazareno en Stamford, CT, EUA y asistente al Director del Instituto Palmer para estudios teológicos hispanos en el Distrito Metro New York, EUA. Vive en Stamford junto a su esposa Emid y sus tres hijos: John (17); Jim (14) y James (11).

J. Víctor Riofrío. Doctor en Ministerio del Seminario Teológico Nazareno de Kansas City, EUA. Lleva 24 años en el ministerio pastoral y 19 años como profe-sor. Actualmente es pastor en la Primera Iglesia

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Una vez leí un artículo cuyo título era: La familia también es causa de es-trés. Entre otras cosas decía que el es-trés causado por la desarmonía familiar provoca disminución en el rendimiento laboral, ausentismos, llegadas tarde, des-censo de la productividad, distracciones, incremento de errores, accidentes y au-mento del alcoholismo y uso de drogas. Un problema que anualmente cuesta mi-les de millones de dólares a las compa-ñías norteamericanas.

Luego de leer esto y ver que las empresas están preocupadas porque los confl ictos en el hogar afectan el desem-peño de sus empleados ocasionándoles pérdidas millonarias, me hice algunas preguntas: ¿Que es el estrés? ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Cómo ayudar a las familias de hoy para vivir la vida abun-dante que Jesús prometió? Si las empre-sas han introducido programas para el dominio del estrés con más razón la igle-sia debe ayudar a las familias, ya que no sólo hay costos económicos sino costos humanos.

El estrés es la reacción fi siológica, psicológica y de comportamiento de un individuo que se esfuerza por amoldarse a las presiones internas y externas. Es la consecuencia de la adaptación del cuer-po y la mente a los cambios. El cambio no es nada nuevo, lo nuevo es la veloci-dad sin precedentes de los cambios. El estrés tampoco es un fenómeno nuevo, dondequiera que los seres humanos in-teractuemos entre sí y con el medio se generará cierta medida de estrés.

El estrés es personal, dos personas pueden percibir una misma situación en forma totalmente diferente. Aun una misma persona, según el estado de áni-mo, en diferentes momentos percibe la misma situación en forma distinta.

Algunos síntomas son: Insomnio (el sueño es la principal fuente de recupera-ción emocional y física). Cansancio físico y mental. Abuso de medicamentos (estos alivian los síntomas pero no combaten las causas). Debilitamiento del sistema

inmunológico. Enfermedades cardiovas-culares, pérdida de apetito y trastornos digestivos, úlceras, obesidad, afecciones cutáneas, contracturas musculares, do-lores de cabeza y espalda, pérdida de la memoria, agresividad, trastornos psíqui-cos y problemas sexuales, entre otros.

En Lucas 10:38-42 se relata la his-toria de dos hermanas, María y Marta. A María, le gustaba relacionarse, pensó que era una excelente oportunidad para es-cuchar a Jesús por lo que se sentó a sus pies. Marta era detallista, perfeccionista y se preocupada en brindar lo mejor al visitante. Jesús la defi ne como afanada, turbada y le dice: "Sólo una cosa es ne-cesaria". Marta debía dejar que Jesús sea el huésped de su casa y ordene su vida. Cuando Él está, no hay diferencia que no podamos armonizar. Con amor y sabidu-ría Dios nos orienta para vivir en medio de las tensiones de la vida.

También necesitamos: Una alimenta-ción sana y equilibrada entre el consumo de calorías y energía; comer lenta y re-gularmente de 20 a 35% de grasas, 15 a 20% de proteínas y 50% de carbohidra-tos; consumir al menos 1 litro de agua al día; mantener actividad física regular (no deportes competitivos porque provocan estrés); planifi car el tiempo, establecer prioridades y aprender a decir “no”.

Frente a la crisis que viven las fami-lias hoy, más allá de las "soluciones" que dan las empresas para no disminuir sus ganancias, la solución es Cristo. Él quie-re ayudarnos a ordenar nuestro hogar. La Biblia nos enseña cómo conducir una familia para ser causantes de felicidad y no de estrés.

enla

Estrésfamilia

MARCELA AGUIRRE DE CASTILLO. ES MÉDICA GINECÓLOGA Y DOCENTE DE LA UNIVERSIDAD NA-CIONAL DE ROSARIO. JUNTO A SU ESPOSO, EL PASTOR LUIS ENRIQUE CASTILLO, DESARROLLA SU MINISTERIO COMO MAESTRA DE ESCUELA DOMINICAL EN LA IGLE-

SIA DEL NAZARENO PARQUE FIELD DE LA CIUDAD DE ROSARIO, ARGENTINA. TIENEN 2 HIJAS: VALERIA (23) Y ANDREA (20); Y UN HIJO, SANTIAGO (15).

MARCELA AGUIRRE DE CASTILLO. GINECÓLOGA Y DOCENTE DE LA UNIVERSIDAD NA-CIONAL DE ROSARIO. JUNTO A SU ESPOSO, EL PASTOR LUIS ENRIQUE CASTILLO, DESARROLLA SU MINISTERIO COMO MAESTRA DE ESCUELA DOMINICAL EN LA IGLE-

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Llevábamos 18 años de casados y más de 20 años de conocer el evangelio. Podríamos decir que

teníamos más de dos décadas de vivir en religiosidad. Nuestra vida matri-monial aparentemente era perfecta.

Un día, nos dimos cuenta de que a pesar de que asistíamos con regu-laridad a la iglesia y que en todo ese tiempo el Señor nos guardó y tuvo misericordia, no habíamos tenido un encuentro personal con Cristo. Cada uno de nosotros anidaba en su co-razón pecados que no nos liberaban por completo. Uno guardaba pecados ocultos y el otro vivía con amargura, rencor, vanidad, envidia y orgullo. Sin

embargo, Cristo ya tenía un hermoso propósito para nosotros.

Un domingo por la tarde, al re-gresar de la iglesia a la cual asistíamos, algo maravilloso e inimaginable suce-dió. Como de costumbre, nos fuimos a nuestro cuarto para descansar y tener un momento de conversación. Nuestra charla se fue profundizando, a tal punto, que nos llevó una semana concluirla. En ella nos desenmascara-mos, nos confesamos nuestros peca-dos y nos perdonamos el uno al otro, y lo más hermoso, pedimos perdón a Dios y Él nos limpió por completo. ¡Qué formidable! Cristo había llega-do a nuestros corazones y un amor

inexplicable invadía nuestro ser. ¡Qué hermoso es escuchar la voz de Dios!

Dios nos perdonó y también nos llamó a servir en su ministerio. A partir de nuestra larga y honesta conversa-ción, empezamos a evangelizar a nues-tros parientes y amigos. Les hablába-mos y ellos se convertían y entregaban su vida a Jesucristo, por lo que decidi-mos comenzar una célula en nuestra casa. Era impresionante para nosotros ver cómo Dios nos usaba, ver cómo éramos instrumentos en sus manos. Al orar por los enfermos que visitábamos ellos sanaban y las personas a las que les hablábamos de Dios experimenta-ban paz y armonía.

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al hospital. Además, nuestro minis-terio se extiende a formar parte de jornadas médicas organizadas por el Distrito Sur de la Iglesia del Nazare-no en México o iglesias locales que solicitan el servicio. De esta manera, paralelamente le brindamos servicio médico y compartimos al Palabra con gente que aún no conoce a Dios. La gran satisfacción para nuestro mi-nisterio es que la gente inconversa recibe atención médica pero escu-cha el evangelio y se convierten a Cristo. En la iglesia a la cual asistimos tenemos la oportunidad de servir en el ministerio de alabanza, enseñanza, ministerio de matrimonios y como predicadores locales.

Estamos seguros que nuestro trabajo

no cesará hasta el día que Dios nos llame a cuentas. Estamos gozo-sos en conti-

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nuar sirviendo en la obra de Dios e invitamos a todos a escuchar la bella voz de Dios para trabajar en su minis-terio. Dios nos llama de diversas ma-neras, lo importante es obedecer a su llamado y confi ar sin reservas en Él.

No hay mejor manera de agra-decer a Dios por todo lo que nos otorga, que sirviéndole con nuestras propias vidas. A Él nos debemos, so-mos obra suya, y en sus manos nos depositamos pues, nos ha prometido vida eterna.

A partir de lo que ocurría en nuestras vidas, sentimos la necesidad de prepararnos para la obra del Señor. Queríamos servirle pero sentíamos que nos faltaban herramientas. Nos informamos para ingresar al Semi-nario Nazareno de las Américas en San José, Costa Rica. A pesar de que ciertas circunstancias nos difi cultaban el traslado a ese bello país, Dios abrió las puertas y facilitó los medios. Dejamos todo y nos fuimos a estudiar de internos la Maestría en Ciencias de la Religión con mención en la misión de la iglesia. Fue así que, después de dos años, nos gradua-mos y regresamos a nuestro país.

A c t u a l m e n t e continuamos ejer-ciendo nuestra pro-fesión, brindando nuestros servicios en un hospital de gobierno en la ciu-dad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. Allí aprove-chamos para compar-tir la Palabra de Dios con nuestros colegas, enfermeras, químicos, personal de ofi cina y enfermos que acuden

¡Qué

hermoso

es escuchar

la voz de

Dios!

Testimonio de Lorena Bernal García y Julio César López Cancino. Son mexica-nos y tienen dos hijas Carolina (18) y Valeria (12) y un hijo, Aarón (5). Actual-

mente ejercen la medicina y sirven en varios ministerios a nivel local y distrital.

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He tenido el privilegio de ser parte de la Iglesia del Nazare-no toda mi vida. Mis abuelos

maternos y paternos fueron miem-bros de ella y mi padre sirvió como pastor y superintendente de distrito de la denominación. Mis abuelos, por parte de mamá, fueron directores de un campamento nazareno en el estado de Florida en los Estados Unidos. Allí, yo pasé varias semanas cada verano cuando niño.

Fue a mis once años de edad, du-rante unas vacaciones familiares en ese campamento, que oí el llamado de Dios. Un miércoles por la noche mi padre estaba predicando en la peque-ña iglesia del campamento. Su mensaje fue sobre la oración. Él empezó dicien-do que la oración es un diálogo, una conversación entre Dios y nosotros. Nuestras oraciones frecuentemente consisten en hablarle a Dios pero no de escuchar lo que Dios quiere decir-nos a nosotros. Papá, retó a la congre-gación a no solamente hablarle a Dios, sino también a escuchar lo que Él dice.

Esa noche, antes de irme a dor-mir, me arrodillé al lado de mi cama y empecé a orar. Yo le hablé a Dios y luego, recordando lo que mi padre ha-bía dicho, escuché lo que Dios decía.

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Mientras yo estaba esperando, oí que Dios me habló. Dijo: “David, quiero que tú prediques mi Palabra”. Fue tan real que pensé que mi hermano me estaba haciendo una broma. Me vol-teé esperando verlo, pero él no estaba en la habitación. Lo escuché otra vez, una vez más oí a Dios decir, “David, quiero que tú prediques mi Palabra”. ¿Era una voz audible? ¿Había hablado para que mis oídos pudieran escuchar o fue la voz de Dios comunicándo-se con mi corazón o con mi mente? Yo ciertamente supe que Dios habló y que yo escuché. Fue el llamado de Dios a mi vida.

Fue tan emocionante que salté de mis rodillas y fui a contarle a mis padres. Cuando llegué a su habitación mis dos hermanas y mi hermano me-nor estaban allí, así que no les dije nada sobre lo sucedido. De hecho, no le dije a nadie sobre mi encuentro con Dios por un año entero. El siguiente verano, durante un campamento de jóvenes, al final de un servicio vesper-tino, testifiqué que Dios me había lla-mado a predicar su Palabra. Anuncié que yo había aceptado el llamado de Dios para ser un predicador.

El llamado de Dios fue tan real e impactante en mi vida que me guió a

través de mi juventud. Empecé a pre-pararme a mí mismo para ser un pre-dicador. Estudié la Palabra de Dios y en la escuela tomé clases que me ayuda-rían como predicador. Dios me abrió la puerta para que empezara a predicar cuando solamente tenía 15 años. Mi su-perintendente de distrito, el Dr. George Scutt, me dio la oportunidad de predi-car en iglesias pequeñas que estaban en transición pastoral. Los pastores me lla-maban y me invitaban a predicar mien-tras ellos estaban de vacaciones. En la universidad fui parte de un grupo de canto y tuvimos avivamientos los fines de semana. Cantábamos y predicába-mos. Estoy tan agradecido por la opor-tunidad que Dios me dio de predicar más de 300 veces antes de graduarme de la universidad.

Como he hablado con otros minis-tros, me he dado cuenta que el llama-do de Dios ocurre de varias maneras. Puede ser una experiencia dramática como la mía o puede ser oído como un quieto susurro. Puede suceder en un instante o desarrollarse mientras crecemos en el entendimiento de la voluntad de Dios a través del tiempo. El llamado de Dios puede venir cuando una persona es joven o más tarde en la vida. Sin embargo, Dios todavía llama

llamadoa l m i n i s t e r i o

Mi

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a hombres, mujeres, jóvenes, señoritas, niños y niñas para predicar y enseñar su Palabra. Su llamado es personal y especial, sólo para usted. Usted llega a ser parte de la gente escogida.

David, el más joven de muchos hermanos, estaba cuidando ovejas cuando fue convocado por Samuel. Abraham estaba atendiendo sus pro-pios negocios en Ur. Jeremías era un joven tímido y renuente.

Walter Earl Fluker lo pone de esta manera:

“A menudo, Dios nos llama cuan-do estamos realizando encargos, haciendo lo mundano, las tareas in-gratas de la vida. Cuando menos lo esperamos somos llamados. Moisés escondido en el desierto de Madián, estaba realizando un encargo cuando un arbusto empezó a arder y no se-ría consumido hasta que enfrentara al Faraón. Isaías estaba en algún lugar del templo desarrollando sus tareas sacerdotales regulares, cuando los cielos bajaron y el Santo lo comisionó para ir al valle. Ezequiel, desarrollando sus tareas pastorales en el exilio, fue transportado por un servicio divino de limusina hacia un valle lleno con huesos secos. Amós estaba juntando el rebaño y cuidando los árboles de

sicómoro, cuando vino la voz y lo for-zó a ir al valle. Andrés y Pedro estaban pescando en el Mar de Galilea cuando el Maestro los llamó al valle”.

Si buscamos y escuchamos a Dios, Él revela su maravilloso plan para cada uno de nosotros. Esté atento a lo que Dios lo esté llamando a hacer por su Reino y para su gloria.

Dios me llamó cuando tenía 11 años de edad y es todavía tan real ahora como lo fue en aquel entonces. Cuando Dios nos llama a predicar o a enseñar, Él promete que nos capa-citará, equipará y nos dará poder con su mensaje de amor, redención, re-conciliación, paz, santidad y esperan-za; el mensaje que todas las personas necesitan escuchar. ¡Que asombroso privilegio es ser un instrumento de Dios! ¡Que privilegio oír y responder al llamado de Dios!

David W. Graves. Fue elegido como uno de los seis superintendentes generales en la Iglesia del Nazareno en la 27ª. Asamblea General, celebrada en Orlando, Florida, EUA, en julio de 2009. En ese

momento, era el pastor principal de la Iglesia del Nazareno College en Olathe, Kansas. Ateriormente se desempeñó como director global de Ministerios de Escuela Dominical (2001-2006). Es autor de tres libros y ha escrito para nu-merosas publicaciones. Vive en Kansas junto a sus esposa Sharon.

David W. Graves. seis superintendentes generales en la Iglesia del Nazareno en la 27ª. Asamblea General, celebrada en Orlando, Florida, EUA, en julio de 2009. En ese

momento, era el pastor principal de la Iglesia del Nazareno

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En las narrativas históricas de la Biblia encontramos al Dios so-berano, Creador del cielo y de

la tierra, llamando a hombres y muje-res para llevar adelante su misión. En el llamado al ministerio encontramos cinco principios que Dios ha estableci-do para confirmar a las personas que Él llama.

Primero: Dios siempre tomará la iniciativa de llamar a las personas para que sean los portavoces de su Palabra. Este principio es consistente cuando leemos las narrativas de las personas (como Abraham, Moisés, Jeremías y los apóstoles entre otros) a quienes Dios llamó a participar en su misión.

En algunas ocasiones Dios puede usar a otras personas como medio para ayudarles a reconocer el llamado

en su vida. Por ejemplo, en el caso del joven Samuel cuando Dios le llamó: “Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, por-que tu siervo oye… Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! (1 Samuel 3:9-10).

Las personas que están siendo llamadas al ministerio pueden con-sultar con su pastor, maestro de es-cuela dominical, profesores de edu-cación ministerial y otros líderes que podrían orientarles para obtener confirmación de su llamado. Pero la persona debe ser muy cuidadosa de no confundir el medio con la Perso-na que llama. También la persona que ayuda a otros a identificar el llamado de Dios no debe confundir su con-sejo como la voz de Dios. Las perso-nas llamadas a colaborar en la misión

de Dios deben estar seguros de que Dios es el que les llama.

Segundo: Las personas llama-das deben prepararse para cumplir su ministerio. Cuando Dios llama, desea que las personas se preparen para la obra del ministerio: “Y él mis-mo constituyó a unos, apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12).

En la Biblia encontramos diferen-tes medios que Dios ha usado para preparar a las personas que Él llama. Otro ejemplo lo encontramos en 2 Reyes 2:3,5,7,15, en donde se habla de los “hijos de los profetas”. “Se en-tiende que se refiere a una banda u

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orden del antiguo Israel que parece haber aparecido primero durante el tiempo de Samuel y de Saúl (1 Samuel 10:9-13). Samuel fue indudablemente el fundador de las bandas de profe-tas. Éstas aparecen prominentemente en los libros de los Reyes durante el tiempo de Elías y Eliseo (1 Reyes 18:4;20:35;2 Reyes 2). Aparentemen-te eran bandas o grupos de personas llamadas al ministerio profético que estudiaban y aprendían bajo las gran-des fi guras proféticas como Samuel, Elías, Eliseo, Isaías (Isaías 8:16) entre otros. Por lo que indica este capítulo, vivían en grupos en ciudades escogi-das; entre éstas estaban Bet-el, Jericó y Gilgal” (Comentario Bíblico Beacon, Tomo II, pp.420-421).

La Iglesia del Nazareno valora la preparación de las personas llamadas a colaborar en la misión de Dios. “La educación ministerial está diseñada para ayudar en la preparación de mi-nistros llamados por Dios, cuyo servi-cio es vital para la expansión y exten-sión del mensaje de santidad en nuevas áreas de oportunidad evangelística. Reconocemos la importancia de una comprensión clara de nuestra misión basada en la comisión de Cristo a su iglesia en Mateo 28:19-20, cuando dijo: “Id y haced discípulos”. La mayor parte de la preparación es primordialmente de carácter bíblico y teológico y con-duce hacia la ordenación en el ministe-rio de la Iglesia del Nazareno. La Junta de Estudios Ministeriales del Distrito determinará el nivel y evaluará el pro-greso de cada estudiante en su progra-ma de estudio validado”. (Manual de la Iglesia del Nazareno: 424).

Carácter, capacidad, contenido y contexto, son los componentes bá-sicos del currículum de preparación ministerial para la ordenación de mi-nistros en la Iglesia del Nazareno.

Tercero: Dios provee. Dios es el proveedor para su pueblo y proveerá todo lo necesario para las personas llamadas al ministerio. Dios se res-ponsabiliza de cuidar de las personas que llama. Aun en los tiempos más

difíciles en la historia de los pueblos, cuando el alimento escaseó para la gran mayoría de la población, Dios tuvo cuidado de sus colaboradores. Ejemplo, en el caso del profeta Elías en tiempo de sequía: “Y vino palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (1 Reyes 17:2-4).

Cuarto principio: Autoridad y poder. Cuando Dios llama equipa a los llamados para ejercer el ministerio. En la narrativa de los evangelios encontra-mos el principio de la autoridad dada por Jesucristo a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas la naciones…” (Mateo 28:18). En Hechos 1:8 se registra la promesa de Jesús a sus discípulos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. La auto-ridad y el poder se dan a los llamados para la efectividad ministerial. Los lla-mados deben estar conscientes de que no es autoridad o poder institucional, humano o personal, sino que es una autoridad y poder de parte de Dios para el cumplimento de la misión.

El quinto principio en este proceso del llamado, es la garantía del acompañamiento de Dios a tra-vés de su Santo Espíritu. El Espíritu Santo irá y estará con los llamados al ministerio: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque mora con vosotros, y estará en voso-tros” (Juan 14:16-17).

Roberto Hodgson. Es doctor en ministerio con experiencia pastoral y en la coordinación de ministerios hispanos en los Estados Unidos. Ac-tualmente es Coordinador de Misiones Hispanas EUA/Canadá y Superintendente del Distrito

Suroeste Latinoamericano en los Estados Unidos. Vive en Shawnee, Kansas, EUA con su esposa Carol y sus dos hijas Andrea y Emily. E-mail: [email protected]

Roberto Hodgson. con experiencia pastoral y en la coordinación de ministerios hispanos en los Estados Unidos. Ac-tualmente es Coordinador de Misiones Hispanas EUA/Canadá y Superintendente del Distrito

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Yo nací en un hogar totalmente disfuncional, donde no había respeto ni fidelidad de mi pa-

dre para con mi madre. Donde habían extremos, por un lado una mamá que nos amaba, y por otro lado un padre al cual su esposa y sus hijos no le im-portaban para nada.

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Crecí odiando a mi padre, aman-do con todo mi corazón a mi madre, y con mucho cariño hacia mi hermana. Sufría al ver a mi madre sufrir, lloraba al ver a mi madre llorar y odiaba todo lo que la hiciera sufrí y llorar… y siem-pre era la misma persona que causaba esto, mi padre.

Mi infancia siempre fue así, mi adolescencia fue un reflejo de mi ni-ñez. Siempre fui un chico con ganas de venganza, me parecía injusta la vida.

Mi juventud estuvo marcada por la violencia, por la dureza del ejercito. Tuve que vivir lejos de mi hogar y crecer en un ambiente militar y con una ferrea disciplina, donde se me enseñó a servir a mi patria Colombia y a odiar a todo lo que estuviera en contra de ella.

Después del ejercito en el cual estuve por 12 años y algunos meses, comencé a trabajar como guardaes-paldas de unos de los traficantes de droga más fuertes en la ciudad de Cali. Me inmiscuí en la guerra de los car-teles, y terminada dicha guerra, me fui a vivir a los Estados Unidos. Allí me encontraron con dinero de ventas de

drogas y caí en prisión. Fui sentenciado a 10 años de cárcel. Estando en prisión conocí a una mujer, Liliana, quien me hablaba de Jesús y me decía que Él me amaba. Yo no podía creer en el amor, pues si mi padre nunca me amó, ¿por qué tendría que amarme un extraño?

Dios para mi era un cuento, una mentira, yo no creía en Él. Liliana me amó tanto al punto de casarse con-migo aún cuando yo todavía estaba en prisión. Yo lo hice más por con-veniencia que por algún sentimiento. Ella contiuó visitándome en la prisión y hablándome de Jesús, orando y de-clarando que yo algún día sería pastor. Lo hizo durante siete años y medio. Hasta que el 20 de junio de 2004 a las 5 de la tarde, pude sentir al Dios que mi esposa Liliana me había habla-do por tanto tiempo. Lo sentí en mi corazón, sentí cómo Él restauraba mi vida, a través del amor, perdón, seño-río y salvación de Jesús.

Y desde ese día comencé a seguir a Jesús. Empecé a conocer más de Él, y Jesús en su amor me mostró el amor de mi Padre celestial. De esa manera pude entender que aunque mi padre

terrenal me hubiera fallado, mi padre celestial me amaba tanto que dio a su único hijo por mi.

Sentí el llamado de Dios y desde entonces decidí servirle.

Pude ver la necesidad de amor que hay en la sociedad, pude ver la falta del conocimiento de Dios en la mayoría de las personas. Renuncie a todo para seguir a Jesús. Para que me use como instrumento suyo, para lle-gar a aquellas personas que necesitan escuchar, lo que yo escuché por siete años y medio: ¡Cristo les ama!

Ese corazón lleno de odio, ven-ganza, maldad, rencor y sin amor, fue restaurado por el Maestro. Dios me llamó a seguirlo, a amarlo, a obede-cerlo, a servirle y a servir a otros.

Aquí estoy, lejos de mi patria, lejos de los míos, pero haciendo la volun-tad de Dios junto a mi esposa Liliana que amo con todo mi corazón y los tres hijos que Dios nos ha dado: Juan David (10) y los mellizos Laura Sofía y Daniel José (5).

He podido comprobar que la vo-luntad de Dios es buena, agradable y perfecta.

Testimonio de Félix Vargas quien actualmente es Director del Área Central (Paraguay, Bolivia) en la Región de Sudamérica y asistente

del Superintendente del Distrito Central en Paraguay. Su esposa Liliana sirve en la administración y el ministerio de mujeres.

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Programas de educación ministe-rial USA/Canadáwww.nazarenosusacan.org/NazarenosU-SACanada/Default.aspxPara mayor información póngase en con-tacto con: Dr. Roberto Hodgson, Email: [email protected]

Seminario Nazareno Mexicano, Sede CentralDirección: Carretera federal México Cuernavaca, No. 10020,Col. Parres El Guarda. Del Tlapan, CP. 14900, México D.F.Teléfonos: (55) 5849-9074 y 5849-9053Email: [email protected]

Seminario Nazareno Mexicano, Subsede CentroDirección: Carretera federal México Cuernavaca, No. 10020,Col. Parres El Guarda. Del Tlapan, CP. 14900, México D.F.Teléfonos: (55) 5849-9074 y 5849-9053 Email: [email protected]

Seminario Nazareno MexicanoProlongada Cuchuma-Paso del Aguila SNKm. 1.5 Carretera Libre Tecate-Tijuana, Tecate, Baja California, México.Teléfono: (665) 655-5176Email: [email protected]

Seminario Nazareno DominicanoCarretera Hato Nuevo No. 4 Los Alcarrizos, Santo Domingo, República DominicanaTeléfono: (809) 545-2335

Seminario Teológico Nazareno CubanoEmail: [email protected]: Rev. Grisel Blaya

Seminario Teológico Nazareno de GuatemalaKm. 9 Ruta al Atlántico, No. 2-94, Zona 18, Rodriguitos.Guatemala, Guatemala.Apartado 2064, 01901 Guatemala, GuatemalaTeléfono/Fax: (502) 2261-6401 y 6410Página Web: www.astn.ws

Instituto Bíblico Nazareno8a. Av. 4-42, Zona 4, 16001 Cobán, A.V. Guatemala, C.A.Teléfono: (502) 7952–1670Email: [email protected]

SENDAS (Seminario Nazareno de las Américas)San José, Costa Rica.Teléfonos: (506) 2285-0432 y 2285-5913Fax: (506) 2285-5918Email: [email protected]

Seminario Teológico Nazareno SudamericanoCasilla 17-11-05027, Quito, Ecuador.Teléfono: 5932-485-783Fax: 5932-485-785Email: [email protected]

Seminario Teológico Nazareno de PerúApartado 420, Chiclayo, Perú.Teléfono: 51-74-243-555Email: [email protected]

Instituto Bíblico NazarenoApartado 5, Bagua Chica, Amazonas, Perú.Teléfono: 51-1451-3650Email: [email protected]

Seminario Teológico Nazareno de BoliviaCasilla 5958, La Paz, Bolivia.Teléfono: 5912-74-00-27Fax: 5912-74-05-59Email: [email protected]

Seminario Teológico Nazarenode ChileCasilla 105, Correo 30,Santiago de Chile, Chile.Teléfono: 54-2322-480-306Página Web: www.sbn.cl

Seminario Teológico Nazareno del Cono SurCasilla de Correos 1541629 Pilar, Buenos Aires, Argentina.Teléfono: 54-2322-480-596Fax: 54-2322-480-425Página Web: www.seminarionazareno.com.ar

¡prepárese!¡prepárese!A continuación le presentamos una lista de instituciones y programas de educación teológica. Le invitamos a ponerse en contacto

y obtener la información necesaria para hacer la decisión de cómo y dónde se preparará para honrar el llamado de Dios.

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