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  • Cuadernos Americanos, nm. 124 (2008), pp. 97-108.

    El hombre como ser socialen Juan David Garca Bacca

    Por Carmen L. BOHRQUEZ*

    El hombre no surge por abstraccin. Surge paso apaso por vernos, ornos, entendernos, hablarnos (p. 24).La Humanidad Nos los hombres se inaugura realy verdaderamente en el cuerpo social no el dramticoo teolgico, religin o arte (p. 31).

    Un hombre habla con otro, los dos en cuanto hom-bres, cuando se hablan por medio de ojos que ven quese los ve; cuando uno se ve por los ojos de otro, ve que losojos de otro lo ven, lo cual es verse por ellos. Los dos venque se ven, y de cuatro ojos se hace una vista humana.Un nos vemos, un Nos vidente (p. 17).

    El conocimiento asciende entonces, por saltodialctico, a reconocimiento [...] Cuando nos resistimosa vernos, a vernos por los ojos de otro, a dejar y aceptarque otro vea que lo vemos, y a su vez que l vea por misojos, que los haga suyos, lo rebajamos y nos rebajamosa cosa. Cosificamos el nos; y resulta ste, ste, ste [...]sobre esto, esto, esto; cosa entre cosas. Individualismo-pluralismo (p. 18).

    Yo, yo, yo [...] nunca nos dar un Nos. Cuanto msinsista en eso de mis ojos, orejas, manos, tantoms animal racional soy, tanto menos viviente polticoo Nos. La cosa hombre es animal racional, el hombrehumano es viviente social; es Nos el Hombre (pp. 18-19).

    La personalidad no se mide por la dosis de soledadque un hombre es capaz de aguantar, sino al revs, porla dosis de comunidad, de sociedad que un hombre escapaz de aguantar, aceptar y dar por bienvenida (p. 29).1

    DEBEMOS CONFESAR que intentamos parafrasear algunas de estas ideas tratando de lograr una introduccin a este trabajo que nos permi-tiera, adems de adentrarnos en la concepcin antropolgica de JuanDavid Garca Bacca, capturar desde el comienzo la atencin del lector.

    * Profesora titular emrita de la Escuela de Filosofa de la Universidad del Zulia,Maracaibo, Venezuela; e-mail: .

    1 Juan David Garca Bacca, Invitacin a filosofar segn espritu y letra de AntonioMachado, Mrida, Venezuela, Universidad de Los Andes, 1967.

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    Luego de batallar intilmente con ellas, nos dimos cuenta de que est-bamos lidiando con expresiones tan bellamente construidas y tanconceptualmente acabadas que hacan parecer vaca cualquier par-frasis. Pero adems, que pocas veces habamos ledo unos textos quefueran ms pertinentes a una problemtica actual, como stos del maes-tro Garca Bacca. Y lo decimos no slo por lo que toca a esta urgentenecesidad que se nos impone hoy a los venezolanos de aprender adialogar y a construir con tu palabra y la ma, ese nosotros del quedepende la construccin en paz de una sociedad verdaderamente jus-ta, sino tambin por lo que toca al convulsionado contexto mundial.

    Hoy ms que nunca se hace necesario vernos, ornos, entender-nos, hablarnos, para que esta colectividad viviente de culturaenraizada en tierra, en esta hermosa tierra de la que todos y cada unoformamos parte, se constituya en una gran asamblea de ciudadanos enla que el sentido de lo comunitario, del bienestar general, del respeto alotro, cualquiera que sea su condicin social, su origen tnico, su reli-gin o su postura ideolgica, prive por sobre el provecho personal,por sobre cualquier inters econmico, por sobre cualquier apetenciade poder.

    Este dilogo slo ser posible, como bien lo explicita Garca Bacca,si somos capaces de comprender que la Humanidad Nos los hom-bres se inaugura real y verdaderamente en el cuerpo social. Estoes, que el hombre no deviene tal si no es en su relacin con los otros;slo en el momento en que reconoce su imagen en la mirada del otro;cuando se ve visto, no cuando ve. Y es en ese vernos, ornos, hablar-nos, que el hombre puede ir construyndose en cuanto tal. No hayesencias dadas, no hay lugar para los determinismos ni para losautarquismos. La humanidad, esto es, aquello que nos hace humanos,slo puede entenderse y vivirse en colectivo, en comunidad. Fuera deella tan slo podemos ejercitar nuestra racional animalidad y de ellosobran los ejemplos.

    Hombre y sociedad son entonces trminos y entidades que en GarcaBacca se definen y se construyen mutuamente, y no es posible pensarel uno sin el otro. El hombre se inventa entonces en la prctica social.

    Ahora bien, por lo que respecta al estudio de Garca Bacca, pode-mos decir que estas nociones cumplen tambin una funcin intrasistmicaque tal vez no hemos valorado en su justa dimensin. Casi estamosconvencidos de que no puede entenderse la arquitectura de su pensa-miento si no tomamos esta tesis como el fundamento sobre el cualel mismo se construye. Cuestin que parece quedar corroborada porla misma versatilidad del pensamiento de Garca Bacca, en tanto se

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    nos muestra como un querer dar cuenta de las infinitas vas por las quela reflexin puede transitar; vas que le son infinitas no en cuanto inhe-rentes a un determinado individuo, sino en tanto ste se encuentra in-serto en un cuerpo social.

    Esta concepcin nos permite explicar tambin la reticencia a de-jarse encasillar en un ismo determinado, puesto que para l, el hombrees por definicin un ser social, esto es, producto de la interrelacin conlos otros lo que implica convivir con una multiplicidad de perspecti-vas por lo que resultara a todas luces contradictorio que admitieraluego la nocin de un individuo esttico o anclado en una particularvisin del mundo. Para nuestro filsofo lo importante es que el hombrese vaya inventando nuevas maneras de ser; y no est atascado desdesiempre y para siempre en una sola definicin [] que el hombre notenga esencia, que tenga historia [] el hombre es invento, tal seraafirma la nica definicin buena de hombre.2 As, dinmico comola vida misma, el pensamiento del hombre est sujeto a las consecuen-cias de ese dinamismo: Caminante, no hay camino, se hace camino alandar, como le gustaba recordrnoslo.

    Esta preocupacin central por el hombre ha llevado a algunos es-tudiosos de su pensamiento a sostener que para nuestro filsofo, nohay ms persona divina que el individuo humano creador, que transfor-ma la naturaleza en civilizacin y, con ello, humaniza el universo y divinizalo humano.3 Si bien esta afirmacin recoge muy bien esa fe inquebran-table en el hombre que tena Garca Bacca, creemos sin embargo quela misma no es completa, pues slo subraya, digmoslo as, susimplicaciones racionales; esto es, aquellas que tienen que ver con laproduccin de conocimientos o, lo que es lo mismo, con un serio co-nocimiento de la realidad, el cual en nuestros tiempos se expresa par-ticularmente en trminos cientficos.

    Sobre este particular se ha subrayado siempre la extrema impor-tancia que Garca Bacca confiere al estudio de la matemtica, de lafsica, de la economa, de la sociologa etc., sin que esto signifique,como algunas veces se ha credo, que las ciencias primen sobre lafilosofa, sino que el dominio o al menos un conocimiento slido delestado actual de las ciencias es lo que va a poder permitirnos una real

    2 Cf. Jos Rafael Revenga, Invitacin a filosofar, artculo publicado en ocasin delcentenario de Juan David Garca Bacca, Papel Literario, suplemento de El Nacional(Caracas), 7-VII-2001, p. 3.

    3 Cf. Gerardo Bolado Ochoa, Juan David Garca Bacca, en DE: , pgina editada por Jos Luis Gmez-Martnez; vase igualmente, JuanDavid Garca Bacca, Qu es Dios y quin es Dios, Barcelona, Anthropos, 1986.

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    comprensin de nuestra realidad; y si los nuevos datos de la ciencianos llevan a negar las tesis que venamos defendiendo, necesariamentetendremos que estar siempre dispuestos a dejarlas de lado para abo-carnos a formular una nueva interpretacin.

    Por otra parte, tambin es cierto que para Garca Bacca ciencia ytcnica, como manifestaciones por excelencia de la razn creadora, seconstituyen en principios civilizadores que garantizan un futuropromisorio a la humanidad. Y esto no slo por lo que respecta a susentido pragmtico, es decir, en cuanto a la resolucin de problemasque afectan el bienestar material del hombre, sino tambin por lo quetiene que ver con su realizacin ontolgica en tanto sujeto creador.4Ahora bien, aunque es evidente que gracias a la tcnica el hombre hahumanizado el universo convirtiendo el paisaje natural en paisajeartificial, de igual modo es necesario subrayar que en este procesotransformador de la naturaleza tambin el hombre ha ido gradualmentecomprendindose como parte constitutiva de la unidad de lo real, hatransformado su conciencia natural en conciencia social.5

    Por el simple hecho de hacer, y dejar hecho algo, el individuo sehace social; y cuanto ms haga, tanto ms crecer su socializacin.Pero no es slo el individuo el que se hace social, sino que todos susproductos, incluida la filosofa, son igualmente sociales: El hacerse es,ha sido individual; lo hecho es social. El individuo lo ha hecho, no encuanto fulano de tal, sino en cuanto hombre, como uno de los miem-bros de la sociedad;6 por lo que ni lo hecho, ni la invencin del cmohacerlo pueden, de suyo, ser monopolizados por sistema o nacin al-guna, pues pertenecen a la humanidad en general. Eso de propiedadindividual dice no pasa por tanto de ganas; y se mantienen talesganas, atentados e intentos, a fuerza de puos [] no teora alguna niderecho de ninguna clase.7 Tanto crey en ello que consider inevita-ble, a pesar de todos los puos, el advenimiento del socialismo en elmundo. La nica manera de evitarlo, deca, es no hacer nada, esto es,deteniendo la accin creadora; lo cual es, evidentemente imposible.

    4 Juan David Garca Bacca, Elogio de la tcnica, Caracas, Monte vila, 1968, p. 86.5 Los contenidos de una conciencia social, organizada y organizante, surgen a lo

    largo de la historia; y son las conquistas del hombre en cuanto inventor, no slo deinstrumentos destacadamente materiales [] sino de instrumentos sociales, como pre-ceptos morales, normas de derecho, orculos de Delfos [] y no slo de instrumentossueltos [] sino de sistemas o compendios de inventos, cual galera, avin, computadora[] constituciones polticas, teologa moral, dogmticas [] economa poltica, capita-lista o comunista, en ibid., p. 147.

    6 Ibid., p. 139.7 Ibid., p. 140.

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    De esta interdefinicin hombre-sociedad se derivan tambin otrasimplicaciones, de carcter tico, que nos gustara igualmente subrayary que tienen que ver con la concepcin misma de la filosofa. En efecto,una vez afirmado el contenido social de las ideas y la propiedad colec-tiva de sus realizaciones, la filosofa deja de ser simplemente un saber,para convertirse tambin en compromiso:

    No es separable afirma Garca Bacca ante los estudiantes de la Universi-dad Central de Venezuela el hacer filosfico de una posicin crtica frentea la historia y la sociedad [La filosofa] viene a la realidad como sucesohistrico, tiene historia; y como hacer colectivo de una sociedad, partido,iglesia [] Toda idea dice parafraseando a Marx viene a la realidad pormedio de un individuo [Platn, Aristteles, Toms de Aquino, Descartes,Kant, Hegel, Marx] y no hay manera de que venga de otro modo; pero noadquiere su propia fuerza, valor y significado hasta que toma estado social.8

    Cuando Garca Bacca habla de esta idea de la filosofa como compro-miso, se refiere fundamentalmente al compromiso del filsofo con larealidad en la que se encuentra inserto, ms que al compromiso queste tiene con la propia teora filosfica que propugna. En efecto, sibien es cierto que como l mismo lo reconoce existen filosofas, valedecir el marxismo, que implican de por s un compromiso y otras que,como la filosofa analtica, no se comprometen ni sociolgicamente, nieconmicamente, ni metafsicamente, ni nada [por lo que] es inofensivapara toda clase de regmenes,9 no puede por ello decirse que el com-promiso del filsofo sea consecuencia automtica de su adhesin a unau otra filosofa. Antes por el contrario, el compromiso se deriva de unacto de voluntad, constituye un acto de responsabilidad tica y se ex-presa en la actitud que personalmente se asuma respecto a problemasconcretos de la realidad en la que el filsofo se encuentre inserto; demodo que as como hay marxistas comprometidos, tambin abundan,dice, los que lo son por novelera y que a la larga resultan tan o msinofensivos que los analticos.

    Lo que importa entonces es el compromiso del filsofo con surealidad, sin que esto implique necesariamente una postura marxista.Sin embargo, en el caso de nuestro filsofo, l mismo reconoce haber-se asumido como tal en un momento de su vida,10 pero tambin haber

    8 Entrevista al Dr. Juan David Garca Bacca, Nueva Expresin (Caracas), nm. 1(marzo de 1980), pp. 12-14.

    9 Entrevista a Juan David Garca Bacca, Apuntes Filosficos (Caracas), nm. 13(1998), pp. 175-176.

    10 Ibid., p. 178.

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    sido luego otras cosas en ese camino que fue haciendo en su largoandar: Yo siembro dice y no me preocupa lo dems. Si con todolo que he escrito, consiguiese que de alguna manera marxista o nomarxista, o bien de filosofa analtica o de lo que les d la gana, sepreocupen en firme por comprometerse no precisamente en unapoltica determinada, sino como Platn, me considerara feliz.11 Conlo cual reafirma su postura de que ms importante que las tesis filos-ficas mismas lo es el compromiso personal del filsofo.

    Esta idea de compromiso, corolario de su concepcin hombre-sociedad, contribuye tambin a explicar la verstil produccin intelec-tual de nuestro filsofo. Se trata de un compromiso con una realidadque es siempre cambiante, constituida por novedades que pueden encualquier momento imponer nuevos rumbos. As, en un texto escritoen 1991 y siguiendo un tanto a Bergson, dice: Se vive sindose ma-nantial de novedades, sintindose improvisacin de espontaneidades,sindose estrenador de originalidades, sintindose arrebatado porescaladores de trascendentalidades.12

    La decadencia sobreviene cuando nos dejamos llevar por la leyde la inercia, de la repeticin y la uniformidad de las leyes fsicas ybiolgicas que tratan a todos como un cualquiera, como Don Nadie.13Tener entonces conciencia de la riqueza del vivir, con sus originalida-des y espontaneidades, y sentirnos obligados a proponer alternativasviables para un problema determinado, es tener conciencia del com-promiso que como filsofos tenemos con la sociedad en que vivimos,con la humanidad en general y con la historia misma. No deja por elloGarca Bacca de alertarnos contra la soberbia y la vanidad, al advertir-nos que nuestra responsabilidad es siempre y en todo caso limitada,por lo menos en cuanto al tiempo (no slo por lo que respecta al pro-pio ciclo vital, sino porque no se puede predecir el futuro), aunque noen cuanto a la circunstancia, por lo que ms all de la comprensin y lainterpretacin de la realidad est la tarea de su transformacin.

    Esta conciencia del vivir como manantial de novedades y del com-promiso asumido respecto a las circunstancias en las que se desen-vuelve la vida, puede igualmente constatarse en su concepcin de lahistoria y, particularmente, de la historia de la filosofa. En Algunos

    11 Ibid., p. 176.12 Juan David Garca Bacca, Divertimientos y migajas filosficas-cientficas-litera-

    rias, Papel Literario, suplemento de El Nacional (Caracas), 30-VI-2001, p. 1. El textocompleto fue editado como Divertimientos y migajas, Quito, Casa de la Cultura Ecuato-riana Benjamn Carrin, 2001.

    13 Ibid.

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    conceptos histricos de Verdad y su significado vital,14 publicado en1945, Garca Bacca reclamaba ya una historia de la filosofa viviente,autntica, temporal, al estilo de Dilthey, y no los tradicionales cuen-tos o vidas de filsofos, que ms que saltos cualitativos de racionali-dad creadora, son presentados como relatos casi mticos de seresirreales o de profetas que haban anunciado la Verdad establecida.Cualquier cosa menos admitir que la vida es cambio permanente y quetambin la verdad tiene historia:

    Yo soy el camino, la verdad y la vida, dijo Jesucristo [] Y la unin ntimaentre verdad y vida, no una unin palabrera, hace inevitable que la Verdadtenga historia, un original tipo de historia que no es historia de cuentos yrecuentos de errores ajenos, sino evolucin con sentido, progreso segnleyes, no seguir esencias, sino serie de invenciones, no cadena de deduc-ciones.15

    De esta manera, Garca Bacca concibe la historia de la filosofa comoserie de rupturas y repetidas veces, al trazar su propio itinerario inte-lectual, l mismo va marcando saltos epistemolgicos determinadospor sucesivas confrontaciones o choques contra el fondo intelectualanterior16 o, parafraseando a Machado, como saltos que le permitensuperar la angustia del callejn sin salida en que se convierten los siste-mas que se le han hecho estrechos y con ello logra de nuevo encontrar-se en campo libre.17 Es evidente el paralelismo que establece nuestroautor entre historia social e historia individual. Tanto una como otra sesustentan sobre una misma concepcin bsica, la de la historia viviente,circunstanciada y, por supuesto, comprometida. Es desde esta con-cepcin que Garca Bacca aborda las concepciones de los grandesfilsofos y de las diversas corrientes filosficas, haciendo hincapi todoel tiempo en las vinculaciones del pensamiento de estos filsofos conlos problemas fundamentales del hombre en ese momento determina-do. En esta visin historicista y circunstancialista de la filosofa, comoya ha sido sealado en otros estudios sobre su pensamiento, est pre-sente la influencia de Ortega y Gasset, de la que tambin Jos Gaos sehara eco.

    14 Revista Nacional de Cultura (Caracas), vol. 7, nm. 52 (septiembre-octubre de1945), pp. 33-46.

    15 Ibid., p. 34.16 Juan David Garca Bacca, Autobiografa intelectual, en Autobiografa intelec-

    tual y otros ensayos, Caracas, UCV, 1983, pp. 25-45.17 Cf. Juan David Garca Bacca, El camino del pensar, Revista Nacional de Cultura

    (Caracas), vol. 23, nm. 144, (enero-febrero de 1961), pp. 6-13.

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    Pero si comprometido es el pensamiento filosfico que se analiza,tambin lo es aquel que lo toma como objeto de estudio. Es decir, tam-bin este pensamiento se posiciona, discrimina y selecciona, de acuer-do a su propia circunstancialidad, los temas o las categoras de anlisisque mejor le hablan o que mejor le sirven para enfrentar los problemasque le son pertinentes o relevantes. Y en esto no hay que andar confalsos pruritos: Seamos sinceros. No hay historia de la filosofa impar-cial.18 Tampoco podra serlo de otra manera, porque el compromisolo hace a uno responsable de lo dicho o hecho, aun cuando nos negue-mos a reconocerlo.

    Quienes trabajamos en el campo de la historia de las ideas enLatinoamrica, no podemos menos que reconocer en estos plantea-mientos de Garca Bacca una repuesta a las frecuentes objeciones quedesde otros mbitos culturales o desde otras corrientes del pensa-miento se han levantado con respecto a nuestro particular hacer filos-fico. La necesidad de historiar las ideas surgidas en nuestra Amrica,as como la de determinar su autenticidad u originalidad a partir de suscontenidos sociales, esto es, en tanto se relacionan con los proble-mas fundamentales del hombre latinoamericano, no ha sido en generalcomprendida por quienes entienden la universalidad como la primacade lo uno y no como el conjunto de lo diverso. No poca tinta ha tenidoque correr para justificar la existencia de un pensamiento propio, eincluso para justificar nuestro derecho a tenerlo.

    No pretendemos en este momento revivir una discusin que consi-deramos superada, a pesar de que persisten las reticencias de aquellosque no comparten la tesis de que todo pensamiento es situado y quemuchas veces su pretendida universalidad no le viene sino de la parti-cularidad histrica de haber surgido en el seno de un centro poltico ycultural hegemnico. Incluso temas de reconocida universalidad comola razn, el bien, la justicia, el ser, no son ajenos a las determinacioneshistricas desde las cuales han sido pensados.

    Ya nos alertaba Garca Bacca sobre estos filsofos que olvidndo-se de que su compromiso es con un pueblo, se vanaglorian de poner suintelecto en sintona exclusiva con Kant, con Heidegger o con cual-quier otro que haya escrito en alguna lengua imperial. Para nuestrofilsofo, la independencia del pensamiento est estrechamente ligada ala independencia de la lengua; por ello denuncia la idolatra por laslenguas forneas y a aquellos que creen ridculamente que slo pue-de filosofarse bien en lengua germnica o inglesa. Y esto lo dice quien

    18 Juan David Garca Bacca, Lecciones de historia de la filosofa, Caracas, UCV, 1972-1973, vol. I, p. 5.

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    manejaba con fluidez varias lenguas, incluida aqulla en la que se gestla filosofa occidental. Y lo dice porque est convencido de que decirlengua es decir pueblo:

    Lo primero que hace falta, pues, para que la palabra individual ascienda a lacategora de voz es que se ponga a tono con el pueblo, que es colectividadviviente de cultura enraizada en tierra [] Si el poeta [el escritor, agrega l]no est a tono con el pueblo su voz no resonar. Ser voz del que clama enel desierto, hablar para oirse; narcisismo verbal, ridculo e infecundo []Escribir a tono con el pueblo de los grandes problemas que rodean al hom-bre, es sin duda la ms urgente y responsable de las tareas que hoy sepresentan al escritor contemporneo.19

    Y, evidentemente, para estar a tono hay que hacerlo en la lengua que escomn a todos: la materna. Es all donde comenzamos a hacer filosofaautntica, original: Filosofar ha de hacerse, para serlo real de verdad,en la lengua materna.20 Consecuente con ello, la obra de Garca Baccano slo es, a nuestro juicio, filosofa hecha lengua, sino, ms an, len-gua hecha filosofa.

    A la luz de estas propuestas y desde nuestra praxis filosfica lati-noamericana, bien podramos entonces sostener que no es en la abs-traccin donde radica la universalidad de un pensamiento, sino en susaber penetrar la esencia de lo humano; esencia que se despliega enformas infinitas de humanidad concreta y a la cual, por lo tanto, esposible aproximarse desde mltiples y variadas vas.

    Entender la universalidad de esta manera implica, a todas luces,aceptar que no existe una forma privilegiada de pensar lo humano,como tampoco temas que sean ajenos a la reflexin filosfica. De igualmodo, en tanto no se puede negar que las concreciones de lo humanoson plurales y diversas, las posibilidades del ejercicio del pensamientono pueden por lo mismo circunscribirse a un mbito histrico o geo-grfico. Con ello queremos decir que todo cuestionamiento sobre lanaturaleza o la autenticidad de una reflexin filosfica particular no puedeestar determinado por su grado de aproximacin o semejanza a unaracionalidad concreta instaurada como modelo, sino por la potenciali-dad esclarecedora que la misma muestre en la resolucin de los pro-blemas ms acuciantes de la realidad en la que se encuentre inserta.No es otro el sentido de la filosofa ni puede llamarse filsofo quien

    19 Juan David Garca Bacca, Comentarios a La esencia de la poesa de MartinHeidegger, Revista Nacional de Cultura (Caracas), nm. 114 (1956), pp. 3-10.

    20 Juan David Garca Bacca, Filosofa y lengua, en id., Ensayos, Barcelona, Penn-sula, 1970, p. 27.

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    permanezca ajeno a las exigencias de su tiempo. Ser, pues, el abor-daje crtico de estas exigencias el que de alguna manera pruebe lafilosofeidad de un pensamiento dado, y esto ms all de la perspec-tiva ideolgica desde la cual se articule la respuesta.

    En este orden de ideas y en una mirada retrospectiva del quehacerintelectual de nuestra Amrica, no resulta difcil encontrar claras mani-festaciones de un pensamiento crtico que en diversos momentos denuestra historia busc, en primer lugar, determinar y clarificar las pre-guntas por las que poda dar cuenta de la problemtica que le interpe-laba y, en segundo lugar, intentar una respuesta a los interrogantes plan-teados que permitiera superar dicha problemtica y sentar las bases deun proyecto histrico comn.

    Sin embargo, no fue fcil llegar a la conciencia de la necesidad deemprender esta tarea, hipnotizados como estbamos por los fulgoresde los grandes nombres del pensamiento occidental e inseguros, almismo tiempo, de nuestras propias capacidades reflexivas, tras largossiglos de dependencia cultural. All estn, sin embargo, los tempranosreclamos de Simn Rodrguez y de Andrs Bello, seguidos aos des-pus por Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, conti-nuados por Jos Mart, Jos Enrique Rod o Jos Vasconcelos y porotros pensadores que en diversos rincones de este continente se hicie-ron la pregunta por la identidad, as como por otros problemasacuciantes de nuestra realidad, e intentaron en consecuencia articularuna respuesta si no original, al menos autntica.

    Esta preocupacin, sin embargo, sigui un curso intermitente y aveces el esfuerzo y los logros alcanzados se diluan en largos periodosde silencio. No es sino hasta la llegada de ese extraordinario contin-gente de intelectuales espaoles que buscan en Amrica un bien mspreciado que las especies y el oro, que la preocupacin por una filoso-fa original se hace sostenida.

    Casualmente esto ocurre en los aos cuarenta del siglo XX, es de-cir, un siglo despus de que Alberdi clamara por una real independen-cia mental. En ello fueron determinantes, entre otras prestigiosas figu-ras, las enseanzas de Jos Gaos, en Mxico, y de Garca Bacca, enEcuador y Venezuela. La libertad de pensamiento y de accin queestos intelectuales recuperaron en tierras americanas les permiti de-sarrollar a plenitud su visin historicista de la filosofa, inaugurando conello en cierta manera el estudio crtico de la historia de las ideas yconfirindole sistematicidad.

    Convencidos de la necesidad que tiene todo pueblo de conocery valorar crticamente su pasado para, a partir de all, comprender y

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    transformar el presente, estos grandes hombres se dedicaron con infa-tigable y prolfico esfuerzo a hacer camino en esa direccin. De la fe-cundidad de ese esfuerzo hablan, por ejemplo, las obras de LeopoldoZea, Luis Villoro y otros. La pregunta por el pasado revivi de inme-diato la pregunta por la posibilidad de una filosofa latinoamericana;cuestin que se hizo una constante entre los pensadores latinoamerica-nos y de la cual es expresin la ya clsica polmica entre AugustoSalazar Bondy y Leopoldo Zea.

    En el caso de Venezuela, pocos han contribuido tanto a esta vitalempresa como lo hizo Juan David Garca Bacca. Y si bien no fue nuncaproclive a adjetivar la filosofa por cuanto lo consideraba tan sinsentido como adjetivar los logaritmos, su propia vida y obra contri-buyeron grandemente a elevar no slo el nivel de la filosofa acadmicapracticada en las universidades venezolanas, sino, y esto es lo quepretendo especialmente subrayar, a descubrir nuestras propias crea-ciones en el campo de la filosofa y a emplazarnos a derrumbar unaserie de mitos que al respecto nos mantenan, cual moderno Prometeo,encadenados a la roca del pensamiento europeo.

    Al asumir la tarea de combatir la amnesia histrica y el deslumbra-miento concomitante por las ideas forneas y convocarnos a la recons-truccin del mapa conceptual por el que la sociedad venezolana co-menz a ensayar su constitucin como tal, Garca Bacca dio no slocontinuidad sino tambin renovada pertinencia a la lucha por la eman-cipacin mental. Como fundamental preocupacin en este sentido ycondicin sine qua non para avanzar en esa direccin, insisti y exigiel conocimiento profundo de la lengua materna porque de lo contrariohabremos de ser los hispanoamericanos eterna colonia filosfica de.A su juicio, conocer alguna de las lenguas filosficas modernas o laslenguas clsicas, no es condicin ni necesaria ni suficiente para sergrande ni pequeo filsofo, pero s lo es el conocer la lengua materna.

    Por otra parte, decimos nosotros, siendo la lengua elemento cons-tituyente de la realidad, cmo podramos comprenderla y mucho me-nos transformarla si nos empeamos en pensarla desde cdigos queresponden a una realidad diferente? Cmo podramos escribir para elpueblo, o aprender de l, como aspiraba el poeta y lo busc ferviente-mente el filsofo, o siquiera estar a tono con l, si pretendemos perma-necer en un registro diferente, si persistimos en desentonar?O, retomando las palabras iniciales de Garca Bacca, cmo podra-mos hablarnos, entendernos, construir un Nosotros, en fin, dialogar, sino hablamos la lengua sobre la que se ha construido la comunidad?Para poder escuchar la palabra del otro, es necesario ubicarse en el

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    mismo registro musical y hacerse consciente de que una sinfona re-quiere la combinacin de diferentes notas, es decir, de una real polifona.Por tanto, nuestro discurso no puede negar en ningn momento el dis-curso del otro a riesgo de que la palabra se convierta, como dice Au-gusto Roa Bastos, en un sonido.

    De lo dicho hasta aqu se desprende una clara enseanza: dilogo ycompromiso, responsabilidad del intelecto ante la interpelacin de larealidad social, ejercicio de la crtica como ejercicio de la diversidaden el marco del mutuo respeto y del apego a las leyes, y, sobre todo,aprender a escuchar y a estar a tono con la voz del pueblo, para quelos referentes de nuestro lenguaje logren constituir la trama de un dis-curso autntico en el que nos podamos reconocer de manera plena.Nos atrevemos incluso a pensar que es ste el compromiso tico queGarca Bacca nos exigira hoy a todos los venezolanos y, particular-mente, a quienes pretendemos erigirnos en intrpretes de la realidadactual.

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