El hombre pí

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Una tarde como otra cualquiera, Lúcer, un chaval que pilotaba cars, estaba entrenando en el circuito donde iba a correr ese mismo fin de semana. Estaban a viernes y al día siguiente tenía el entrenamiento de clasificación. Su reto era tardar menos de 3 minutos, 14 segundos y 15 milésimas para poder colocarse en la parrilla de salida entre los tres primeros. Era un circuito largo, con pocas rectas y muchas curvas, así que no iba a ser nada fácil alcanzar su objetivo. Ya había entrenado en ese circuito durante aquella semana y tenía que salir entre los tres primeros en la parrilla si quería alzarse con el título. Él nunca se rendía porque siempre le apoyaban su familia y amigos. Su padre Juan iba a todos los entrenamientos de su hijo para apoyarle y darle ánimos. A él le encantaba que su padre fuera a todos sus entrenamientos, porque así se sentía más seguro de sí mismo. Las primeras veces se quedaba en 4 minutos, 15 segundos y 89 milésimas, pero poco a poco le fue cogiendo el truco hasta que logró su mejor marca y cumplir su objetivo, tardó 3 minutos 14 segundos y 15 milésimas en dar una vuelta. Al día siguiente toda su familia fue a verle al entrenamiento de clasificación y ver si lograba mejorar aquella marca, pero aunque lo intentó una y otra vez, siempre conseguía el mismo crono. Los jueces, viendo la asombrosa marca que había conseguido Lúcer, decidieron colocarle en la mejor posición de la parrilla de salida, la “Pole”. Aquella tarde quedó con sus amigos para salir a la calle a divertirse y aprovechó para contarles la hazaña que había conseguido aquella misma mañana. Sus amigos se asombraron y decidieron ponerle un cariñoso mote: El hombre “PI”.

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Una tarde como otra cualquiera, Lúcer, un chaval que pilotaba cars, estaba entrenando en el circuito donde iba a correr ese mismo fin de semana. Estaban a viernes y al día siguiente tenía el entrenamiento de clasificación. Su reto era tardar menos de 3 minutos, 14 segundos y 15 milésimas para poder colocarse en la parrilla de salida entre los tres primeros. Era un circuito largo, con pocas rectas y muchas curvas, así que no iba a ser nada fácil alcanzar su objetivo. Ya había entrenado en ese circuito durante aquella semana y tenía que salir entre los tres primeros en la parrilla si quería alzarse con el título. Él nunca se rendía porque siempre le apoyaban su familia y amigos. Su padre Juan iba a todos los entrenamientos de su hijo para apoyarle y darle ánimos. A él le encantaba que su padre fuera a todos sus entrenamientos, porque así se sentía más seguro de sí mismo. Las primeras veces se quedaba en 4 minutos, 15 segundos y 89 milésimas, pero poco a poco le fue cogiendo el truco hasta que logró su mejor marca y cumplir su objetivo, tardó 3 minutos 14 segundos y 15 milésimas en dar una vuelta. Al día siguiente toda su familia fue a verle al entrenamiento de clasificación y ver si lograba mejorar aquella marca, pero aunque lo intentó una y otra vez, siempre conseguía el mismo crono. Los jueces, viendo la asombrosa marca que había conseguido Lúcer, decidieron colocarle en la mejor posición de la parrilla de salida, la “Pole”. Aquella tarde quedó con sus amigos para salir a la calle a divertirse y aprovechó para contarles la hazaña que había conseguido aquella misma mañana. Sus amigos se asombraron y decidieron ponerle un cariñoso mote: El hombre “PI”.

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Al día siguiente participó en la carrera quedando primero y consiguiendo la vuelta más rápida de todos los participantes. ¿Adivináis cuál fue?; efectivamente, 3 minutos, 14 segundos y 15 milésimas. Por eso fue considerado como el mejor Pí-loto.