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    .- TAHAN Malba. El hombre que calculaba. Pp. 143 a 146. Pgina 1

    El hombre que calculaba narra

    Una leyenda. El tigre sugiere la divisin de tres

    Entre tres. El chacal indica la divisin de tres entre de dos. Como se calcula el cociente en la

    Matemtica del ms fuerte. En nombre de Allah, Clemente y Misericordioso!

    El len, el tigre y el chacal abandonaron cierta vez la cueva sombra en que vivan y salieron en

    peregrinacin amistosa a vagabundear por el mundo, en la busca de alguna regin rica en rebaos

    de tiernas ovejas.

    En medio de la gran selva, el temible len que diriga, como es lgico el grupo, se sent fatigado

    sobre las patas traseras y alzando su enorme cabeza solt un rugido tan fuerte que hizo temblar a

    los arboles ms prximos.

    El tigre y el chacal se miraron asustados. Aquel rugido amenazador con el que el peligroso

    monarca turbaba el silencio del bosque, quera decir, traducido lacnicamente, en lenguaje al

    alcance de los otros animales, lo siguiente:

    - Tengo hambre.

    -Tu impaciencia es perfectamente justificable! Observ el chacal dirigindose humildemente al

    len. Te aseguro, sin embargo, que en esta selva hay un atajo misterioso que ninguna fiera conoce

    y que podremos llegar fcilmente a un pequeo poblado, casi en ruinas, donde hay caza

    abundante al alcance de las guerras y sin el menor peligro

    -Vamos, chacal!, orden el len. Quiero conocer ese adorable rincn del mundo!

    Al anochecer, guiados por el chacal, llegaron los viajeros a lo alto de un monte, no muy alto,

    desde cuya cima se divisaba una planicie verdeante.

    En medio de la llanura se hallaban descuidados, ajenos al peligro que los amenazaba, tres pacficos

    animales: una oveja, un cerdo y un conejo.

    Al ver la presa fcil y segura, el len sacudi su abundante melena con un movimiento de patente

    satisfaccin, y con ojos brillantes de gula se volvi hacia el tigre y dijo en tono aparentemente

    amistoso:

    -Oh tigre admirable! Veo all tres bellos y sabrosos bocados: una oveja, un cerdo y un conejo. T,

    que eres tan listo y experto, has de dividirlos entre de tres. Haz, pues, esa operacin con justicia y

    equidad: divide fraternamente las tres presas entre tres cazadores

    Lisonjeado por semejante invitacin, el vanidoso tigre, despus de expresar con aullidos de falsa

    modestia su incompetencia y su humildad, respondi:

    -La divisin que generosamente acabas de propones oh rey! Es muy sencilla y se puede hacer con

    relativa facilidad. La oveja, que es el bocado mayor, y el ms sabroso tambin, es capaz de saciar

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    el hambre de una banda entera de leones de desierto. Pues bien: te corresponde, oh rey! Es tuya

    y aquel cerdito flaco, sucio y triste que no vale una pata de oveja cien cebada quedar para m,

    que soy modesto y con bien poco me contento. Y finalmente, aquel minsculo y despreciable

    conejo de reducidas carnes, indigno del paladar mimado de un rey, le corresponder a nuestro

    compaero el chacal, como recompensa por la valiosa indicacin que nos proporcion hace poco.

    -Estpido! Egosta!, rugi el pavoroso len con furia indescriptible Quin te ha enseado a hacer

    divisiones como sta? Eres un imbcil! Dnde se ha visto una divisin de tres entre de tres

    resuelta de ese modo?

    Y levantado su zarpa la descarg en la cabeza del inadvertido tigre que cay muerto a pocos pasos

    de distancia.

    Luego, volvindose hacia el chacal, que haba asistido horrorizado a aquella trgica divisin de tres

    entre de tres, habl as:

    -Querido chacal! Siempre he tenido el elevado concepto de tu inteligencia. S que eres el msingenioso y hbil animal de la selva y no conozco otro que sepa resolver con tanta habilidad los

    ms difciles problemas, te encargo pues de hacer esta divisin, tan sencilla y trivial, que el

    estpido tigre, como acabas de ver, no supo hacer satisfactoriamente. Estas viendo, amigo chacal,

    esos tres apetitosos animales: la oveja, el cerdo y el conejo. Nosotros somos dos, y los bocados a

    repartir son tres. Pues bien: vas a dividir tres entre de dos. Vamos: Haz los clculos, pues quiero

    saber lo que me corresponde exactamente!

    -No paso de rudo y humilde siervo de su Majestad!, gimi el chacal en tono de humildsimo

    respeto. Tengo pues que obedecer ciegamente la orden que acabo de recibir. Como si fuera un

    sabio gemetra, voy a dividir por dos aquellos tres animales. Se trata de una sencilla divisin detres entre dos!.

    La divisin matemticamente justa y cierta es la siguiente: la admirable oveja, manjar digno de un

    soberano, corresponde a tus reales caninos, pues es indiscutible que eres rey de los animales. El

    hermoso cerdito, cuyos armoniosos gruos se oyen desde aqu, corresponde tambin a tu real

    paladar, pues dicen los entendidos que la carne de cerdo da ms fuerza y energa a los leones. Y el

    saltarn conejo, con sus largas orejas, debe ser tambin para ti, que lo saborears como postre, ya

    que a los reyes, por ley tradicional entre los pueblos, les corresponde siempre, como

    complemento de los opparos, los manjares ms finos y delicados.

    -Oh incomparable chacal! Exclam el len encantado con la divisin que acababa de or, Que

    armoniosas y sabias son siempre tus palabras! Quin te ense ese artificio maravilloso de dividir

    con tanta perfeccin y acierto tres entre dos?

    - Lo que tu justicia acaba de hacerle al tigre hace un momento, por no haber sabido dividir con

    habilidad tres entre dos cuando uno de esos dos es un len y el otro un chacal. En la matemtica

    del ms fuerte, digo yo, el cociente es siempre exacto y al ms dbil, despus de la divisin, slo le

    debe quedar el resto.

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    Y desde aquel da, sugiriendo siempre divisiones de aquel tipo, inspiradas en la ms torpe bajeza,

    juzg el ambicioso chacal que podra vivir tranquilo su vida de parsito regalndose con las sobras

    que le dejaba el sanguinario len.

    Pero se equivoc.

    Pasadas dos o tres semanas, el len irritado, hambriento, desconfi del servilismo del chacal y

    acab matndolo como al tigre.

    Y la moraleja es que la verdad debe ser dicha, una y mil veces:

    El castigo de Dios est ms cerca del

    Pecador de lo que estn los parpados

    De los ojos.!

    He aqu oh justicioso ulema!, concluy Beremiz, narrada con la mayor sencillez, una fbula en la

    que hay dos divisiones. La primera fue una divisin de tres entre de tres, planteada, pero no

    efectuada. La segunda fue una divisin de tres entre dos, efectuada sin resto.

    Odas estas palabras del calculista se hizo un profundo silencio.

    Aguardaban todos con vivo inters la apreciacin o mejor la sentencia del severo ulema.

    El jeque Hacif Rajal, despus de ajustarse nerviosamente su gorro verde y pasarse la mano por la

    barba, pronunci con cierta amargura su sentencia:

    -la fbula narrada se ajust perfectamente a las exigencias por m formuladas.

    Confieso que no la conoca y, a mi ver, es de las ms felices. El famoso Esopo, el griego, no la hara

    mejor. Y ese es mi parecer. Allah es sin embargo ms sabio y ms justo.

    La narracin de Beremiz, aprobada por el jeque del gorro verde, agrad a todos los visires y

    nobles musulmanes. El prncipe Cluzir Sch husped del rey, declar en voz alta dirigindose a

    todos los presentes:

    -La fbula que acabamos de or encierra una leccin moral. Los viles aduladores que se arrastran

    en las cortes, en la alfombra de los poderosos, pueden, al principio, lograr algn provecho de su

    servilismo, pero al fin son siempre castigados, pues el castigo de Dios est siempre muy cerca del

    pecador. La contar a mis amigos y colaboradores cuando vuelva a mis tierras de Lahore.

    El soberano rabe calific de maravillosa la narracin de Beremiz. Y dijo, adems que aquella

    singular divisin de tres entre tres debera ser conservada en los archivos del Califato, pues la

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    .- TAHAN Malba. El hombre que calculaba. Pp. 143 a 146. Pgina 4

    narracin de Beremiz por su elevada finalidad moral, mereca ser escrita con letras de oro en las

    alas transparentes de una mariposa blanca del Cucaso.