El huiracocha de la patria nueva
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¿El Huiracocha de la Patria Nueva?
El pasado 18 de febrero, Leopoldo López, líder del partido Voluntad Popular, se
presentó en medio de una manifestación contra el Gobierno en Caracas aun
sabiendo que lo iban a detener. La justicia lo buscaba por promover supuestamente
la violencia en las protestas antigubernamentales que entonces comenzaban a
hacerse sistemáticas en Caracas. Minutos antes de la detención, dio un discurso en
el que dijo que se entregaba a una justicia “injusta” y “corrupta”. Junto a él estaba
su esposa, Lilian Tintori, de la que se despidió con un beso que dejó una de las
fotos significativas de las protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro en
Venezuela.
Venezuela sufre una dictadura, sufre una opresión, sufre una esclavitud moderna;
sin embargo hay una luz , una esperanza, un hombre que busca sacar a su país
adelante, un hombre que entrega su libertad para acabar con la oscuridad , un
hombre que busca tener su Patria Nueva. Pero, ¿Será este un hombre leal y su
sacrificio la prueba de su valentía o será esta una estrategia política para ganarse a
los votantes?
Y hablando de Patria Nueva, estrategia política, ideología, estos términos se
relacionan mucho con un personaje dentro de nuestra historia; el Señor Augusto
Bernardino Leguía Salcedo.
¿Quién fue Leguía?, ¿Qué imagen del dictador tiene la sociedad? El olvido de
Leguía, en verdad, no es sino parte del mismo triste olvido e inconciencia histórica
hacia muchos hombres preclaros que tenemos los peruanos desde muy antiguo.
Falta de cultura, carencia de espíritu cívico y crítico y desconocimiento de la
historia nacional son los ingredientes básicos de esta amnesia nacional hacia los
grandes héroes y padres de la patria. No hay otra confabulación sino de estos
agentes nocivos propios del subdesarrollo intelectual.
Augusto Bernardino Leguía, oriundo de Lambayeque, provino de la clase
de terratenientes. Uno de sus parientes antecesores firmó el Acta de la
Independencia, lo que podría ser un indicio de que su familia antecesora pertenecía
a los sectores de los criollos anticoloniales antihispanos. Tuvo una formación
educativa en el extranjero, estudio en un colegio inglés en Chile. Joven ya, ingresó
decididamente al mundo de los negocios y finanzas, primero corno empleado y
luego como agente activo de empresas inglesas y norteamericanas.
Leguía fue un destacado miembro del partido civil. Con este apoyo decisivo llegó,
precisamente, a ocupar la primera magistratura en 1908. Ya instalado en el poder
dio muestras de independencia y de caudillo y terminó su periodo enemistado con
su partido. Posteriormente, andando 1919, se presentó como candidato
independiente, lo cual era totalmente lícito. Sin embargo, acá ya su discurso había
cambiado. Tomó esta vez las banderas del anticivilismo y los combatió desde el
poder. Los acusó y se les enfrentó con un mensaje radical. Ellos eran sinónimo de
oligarquía, castas y privilegios.
Habían fundadas razones, entonces, para que los civilistas sean a su turno
antilegüistas. Son los juegos y pasiones ordinarias del poder. Sentían que éste los
había traicionado. No en el aspecto económico, es verdad, porque no hubieron
expropiaciones, ni exacciones de la propiedad, pero sí en el plano político.
En 1918 y 1919 la crisis económica del Perú se hizo cada vez más
profunda, generalizándose grandes luchas obreras y campesinas. La terminación
de la Primera Guerra Mundial significó la caída de precios de los productos
agropecuarios. "En Lima, Arequipa y Cuzco el comercio se paraliza y aparecen las
juntas para abaratar las subsistencias, frenar la inflación y combatir la escasez de
los alimentos". El gobierno civilista no tenía alternativa de solución a los
problemas económicos, sociales y políticos. Prácticamente para Leguía las
condiciones están dadas para su regreso porque las consideraba favorables para su
prédica política. Antes de regresar al Perú, viaja primero a EE.UU. y entra en
contacto con banqueros norteamericanos.
Al llegar al Perú es recibido multitudinariamente por un pueblo
esperanzado en las promesas leguiístas que para ganarse a los sectores populares
no vaciló en disfrazar sus mensajes políticos de la más grande demagogia. Se
realizan las elecciones presidenciales y los sectores civilistas preparan la
neutralización de la llegada de Leguía a la presidencia. Este, astuto y consiente de
la situación y su responsabilidad histórica ante su clase y la metrópoli, da un golpe
de estado el 4 de julio de 1919 y se mantiene en el gobierno ejerciendo
prácticamente una dictadura con el apoyo de las fuerzas armadas a las cuales va a
darles concesiones, las moderniza y las subordina.
Lo más destacado de su actuación pública fue que, contra viento y marea, y en
medio de azarosas circunstancias, luego de más de 100 años de vida
independiente, pudo cerrar cuatro de las cinco fronteras que tiene el Perú.
Un país rodeado de cinco vecinos sin fronteras definidas era caldo de cultivo
para la guerra, la inestabilidad y el atraso. Una clara visión geopolítica reclamaba
la urgencia de celebrar tratados de amistad. Leguía, como ningún otro mandatario,
tuvo la enorme valentía y la visión geopolítica para lograr este objetivo
fundamental de la república.
En su primer gobierno celebró el tratado Polo-Sanchez Bustamante con
Bolivia y el tratado Velarde- Rio Branco con Brasil que pusieron fin a los
enfrentamientos y amenazas de ambos lados. Cerró la frontera con Colombia
mediante el cuestionado tratado Salomón-Lozano del 24 de marzo de 1922,
ratificado por el Congreso el 20 de diciembre de 1927. También realizó
importantes obras de irrigación en las pampas de Cañete, de Olmos y de
Lambayeque; se construyeron carreteras y ferrocarriles. Sin embargo el gobierno
peruano se despojó de los beneficios que le correspondían por su riqueza petrolera,
con el acuerdo de Salomon Duff, renunciando durante 59 años a recibir los
impuestos correspondientes y que según ley debían pagar otras compañías
petroleras, fue entonces donde se sentía ya una inmoralidad del régimen, se hacía
sentir un hondo malestar económico .
La situación de crisis económica, el caos político y , el despertar de una
conciencia social, desencadenaron la revolución contra el régimen de Leguía. El
expresidente se creyó el único individuo capaz de conducir el país en la cresta de
la ola capitalista que arreciaba en América Latina. Se comió por entero el cuento
del hombre providencial que describe el historiador británico Thomas Carlyle.
Error de perspectiva en el que incurren desafortunadamente todos aquellos que
saborean el plato exquisito del poder absoluto. Se empeñó, pues, en permanecer
aferrado al poder y le sucedió a él y a su obra lo que le pasa a los que detentan el
poder más allá de sus fuerzas y del pulso de la historia.
A De Gaulle le gustaba recordar una frase del Julio César de Shakespeare:
“Pertenecer a la historia es pertenecer al odio”. Pero de pronto con Leguía nos
hemos excedido y ¿ Es hora de hacer las paces con él o realmente merece este
recordar?
Leguía utilizó el indigenismo de manera instrumental, incorporando de manera
selectiva el pasado Inca como parte constituyente de su visión de un país moderno
y glorioso al tiempo que desarrollaba una política paternalista hacia el indio a
través de instituciones como la Sección de Asuntos Indígenas del Ministerio de
Fomento y el Patronato de la Raza Indígena. Para Alberto Guilén, Leguía buscaba
proyectar su esfuerzo por redimir al indio.
Dice Guillén que “un indio cacique de rostro de bronce, luciendo el poncho de
colores vibrantes y el bastón con borlas y puño de plata” había venido a saludar al
“viracocha” Leguía. Cuando el cacique se arrodilló para besar la mano del
presidente, Leguía levantó al hombre arrodillado y le dijo: “No, hijo, así no, como
hombre”.
La frase encapsula perfectamente la relación ambigua que Leguía, y gran parte
del indigenismo peruano de comienzos de siglo XX estableció con lo indígena:
una relación que casi invariablemente se basaba en la aceptada inferioridad del
indio (“hijo”) a la vez que el indigenista lo erigía como el que hace adulto al indio
(“como hombre”). Guillén, a quien las palabras de Leguía “dejaron pensativo”,
celebra el gesto de Leguía precisamente en esos términos: Leguía no sólo levanta
al cacique arrodillado sino que eleva al indio como “raza”: “Así lo quería Leguía a
ese indio. Vertical. Libre. De pie ante la vida y con su propia personalidad frente a
la personalidad del Presidente. No doblado por el pasado, no doblegado por el
desprecio del gamonal, no hundido en las alfombras coloniales por trescientos
años de vasallaje. Quería un indio con yo. Leguía, en efecto, es presentado aquí
como posesor del poder de dar muerte y dar vida: de matar al indio viejo y hacer
nacer al indio nuevo . Leguía quería darle una Patria nueva.
Su gobierno fue uno de mano dura, pero sin ningún fusilamiento, ejecución o
vil asesinato. Leguía era, después de todo, un gentleman con fina educación
inglesa. Un amante de la hípica. Un hombre de negocios moderno y por tanto
práctico. Carecía de afición por las ideologías que por entonces incendiaban
Europa. Ese trabajo intelectual lo dejaba en manos de colaboradores mejores
dotados como Mariano H. Cornejo o Javier Prado.
No era un ser instintivo o primitivo como Gamarra, Salaverry o su sucesor
Sánchez Cerro. Por temperamento prefería primero convencer. De no tener
resultado acudía, entonces, al expediente de comprar conciencias. Así lo hizo con
el brillante y joven periodista José Carlos Mariátegui (pariente de Foción y a quien
éste recomendó), el futuro pensador a quien desde 1919 se le constituyo una beca
como fundador.
Influyó en el Congreso y en casi todas las instituciones nacionales. Bajo su
manto languidecieron los municipios nombrados a dedo, los tres congresos
regionales, la Corte Suprema, el ejército y hasta la iglesia católica. Así se dieron
las dos reelecciones y la aprobación del tratado con Chile.
Por paradoja, el Perú nunca fue más centralista y nunca más limeño que
cuando este presidente indigenista, provinciano y favorecedor de las clases medias
enarbolaba como banderas legítimas la tan reclamada descentralización del país y
el retorno a la cultura andina.
Con Leguía , el 4 de Julio de 1919 llegó una nueva fuerza política que , quizás
, ni él, ni sus mismos partidarios u opositores, se dieron cuenta de ella. Se habló
así d, desde el primer momento , de la regeneración del Perú, de la convergencia
del ideal de un hombre y de la fe de un pueblo y de que su conjunción había
derribado la bastilla burocrática que hasta ese momento se vivía. En el fondo era
pura retórica.
Leguía mismo sabía que había necesidad de realizar un cambio. Para llevarlo
a cabo era necesario llegar al poder, y eso justificaba y daba la razón al golpe
revolucionario. Cornejo en 1928 en una conferencia que dio en el Palacio
Municipal exclamó: La Patria Nueva es la trinidad de un pueblo, de una idea y de
un hombre, de un pueblo derribado, que no quiere morir, de una idea que ilumina
y de un hombre que levanta el noble herido y que convierte su deseo de vida, en
método y acción.
Realmente fue hermoso ese discurso, tan florero como se diría en nuestros
tiempos, y nace la sensación de haber escuchado estas palabras en varios mítines
de campañas políticas, ¿Será que a nosotros nos gusta que nos endulcen la oreja?
Más tarde la patria nueva fue sobrepasada, aunque quedo siempre en los
labios de los partidarios de la jornada del 4 de Julio, comenzó a hablarse del Siglos
de Leguía, se había perdido el sentido de la verdadera realidad. El país se sentía
unido al hombre que estaba al frente de sus destinos, pero también sentían que esa
realidad se iba alejando, Leguía lo sabía , aunque más podían sus deseos por llegar
a las metas que se había propuesto alcanzar. Estaban allí pese a los obstáculos a
vencer y a ese inexorable enemigo que era el tiempo .¡El siglo de Leguia! ¿Era una
lisonja?¿Albergaba una secreta vanidad? Había alcanzado todo lo que un pueblo
podía conceder a un ciudadano. Allí estaba la enorme tarea por cumplir. Era
imposible dejarla de lado, había un sino que lo arrastraba.
Sus opositores dijeron que sólo significó la entrega a los Estados unidos, en su
política internacional y a los Banqueros Norteamericanos en lo económico. La
penetración norteamericana fue la expresión más cabal y precisa de la llamada
Patria Nueva. Un crítico contemporáneo diría es esa edad: Nueva hubo e ser una
Patria sin las antiguas tradiciones nacionales que diera todo su pasado por lo
artefactos mecánicos de Yanquilandia, que se importaban para mayor
embellecimiento de las ciudades y la mayor comodidad de los habitantes del país.
Y agregaba que un pueblo que es fiel nunca podrá tener una Patria nueva, tener
una significa haber cambiado de Patria. Y en efecto el Perú se había puesto en
camino de aclamar como Patria a los Estados Unidos.
Leguía tuvo que seguir con la Patria Nueva, llamándose así o no, había que
seguir. La Patria nueva era difícil de ser conducida , ya que los obstáculos eran
terribles. Su primo hermano , el Ministro de Gobierno Germán Leguía y Martinez ,
conocido por el sobrenombre del “TIGRE”, quien quería llevar adelante una
política de represión contra los enemigos del régimen . Legpuia no era partidario
de esa actitud , creía que a sus opositores los podía ganar con simpatía y el perdón
en muchos casos. Augusto B. creía que las reformas políticas, sociales y
económicas requieren tiempo, don German creía en la necesidad de una política
quirúrgica, inmediata y eficaz. Leguía estaba convencido que era mejor una
política de apaciguamiento, el régimen se consolidaría de esa manera en una forma
más segura y sacrificó al primo hermano, y al mismo tiempo dejó de lado a una
camarilla que se había comenzado a formar.
Así marcho la Patria Nueva por los senderos de la historia peruana ,
convirtiéndose en los labios de unos como se había denominado , Patria Nueva, y
para otros como el Oncenio. La historia volverá a decir su palabra, a través de los
nuevos rostros que lleguen a la casa de Pizarro, las nuevas acciones, las nuevas
promesas de un Perú nuevo , o surgirá nuevamente algún candidato que nos
muestre la chacana y nos quiera hacer recordar que el tiempo Inca fue mejor . Es
tiempo ya que cada ciudadano decida y no se deje llevar por el oro y el moro que
nos puedan ofrecer. Pues podemos caer en otro Huiracocha de la Patria Nueva que
ingresó al poder diciendo “…he procurado definir las fronteras del Perú,
desarrollar su riqueza y aumentar el optimismo de su raza”. Y todos le creyeron.