El impacto psicológico del maltrato

22
El impacto psicológico del maltrato: primera infancia y edad escolar Mª ANGELES CEREZO Universitat de València Resumen Las situaciones de maltrato infantil revelan una gravísima disfunción en la matriz relacional de la familia en la que se produce el normal desenvolvimiento del cumplimiento de tareas evolutivas del niño. En consecuencia, el maltrato infantil amenaza y afecta el desarrollo de la competencia del niño (socio-cognitiva, emocional, comportamental). El propósito de este estudio de revisión es ofrecer desde un enfoque evolutivo y relacional las facetas en las que se manifiesta el impacto psicológico del maltrato en primera infancia y en edad escolar. Integrando áreas de investigación diversas, se presentan aproximaciones teóricas que dan cuenta de procesos o mecanismos por los que las pautas relacionales abusivas de los padres afectan psicológicamente al niño. Finalmente, la hipótesis de la continuidad social de Wahler se presenta como una contribución aplicable al impacto de las relaciones coercitivas y asincrónicas sobre el funcionamiento cognitivo y comportamental del niño. Las vías de investigación y las implicaciones prácticas son asimismo presentadas. Palabras Clave: Maltrato infantil, consecuencias, edad escolar, primera infancia, impacto psicológico. _________________ Psychological impact of abuse: Infancy and childhood Abstract Child abuse represents a severe dysfunction in the family relational matrix where a child’s progressive accomplishment of developmental tasks takes place. Consequently, maltreatment both endangers and affects the development of competence in the child (socio-cognitive, emotional, and behavioural). The study adopts a relational and developmental perspective to review the areas most affected by the psychological impact of maltreatment in early childhood and school-aged children. Different theoretical approaches are reviewed to explain the processes or mechanisms through which parents’ abusive relational patterns may affect their children’s psychological functioning. Finally, Wahler’s “social continuity” hypothesis is put forth in order to help explain the impact of abusing parents’ coercive and asynchronic relations on the child’s cognitive and behavioural functioning. Future research and practical implications are also discussed. Keywords: Child maltreatment, consequences, school-age, infancy, psychological impact. _________________ Agradecimientos: Parte de la investigación de la que se informa en este trabajo ha sido financiada dentro del Proyecto PS91-0132, DGICYT, Ministerio de Educación y Ciencia. La autora agradece a la coordinación de este monográfico la invitación para contribuir al mismo. Correspondencia con autora: Departamento de Psicología Básica. Avda. Blasco Ibáñez, 21. 46010 Valencia.

Transcript of El impacto psicológico del maltrato

Page 1: El impacto psicológico del maltrato

El impacto psicológico del maltrato: primerainfancia y edad escolarMª ANGELES CEREZOUniversitat de ValènciaResumenLas situaciones de maltrato infantil revelan una gravísima disfunción en la matriz relacional de la familia en laque se produce el normal desenvolvimiento del cumplimiento de tareas evolutivas del niño. En consecuencia, elmaltrato infantil amenaza y afecta el desarrollo de la competencia del niño (socio-cognitiva, emocional,comportamental). El propósito de este estudio de revisión es ofrecer desde un enfoque evolutivo y relacional lasfacetas en las que se manifiesta el impacto psicológico del maltrato en primera infancia y en edad escolar.Integrando áreas de investigación diversas, se presentan aproximaciones teóricas que dan cuenta de procesos omecanismos por los que las pautas relacionales abusivas de los padres afectan psicológicamente al niño.Finalmente, la hipótesis de la continuidad social de Wahler se presenta como una contribución aplicable alimpacto de las relaciones coercitivas y asincrónicas sobre el funcionamiento cognitivo y comportamental del niño.Las vías de investigación y las implicaciones prácticas son asimismo presentadas.Palabras Clave: Maltrato infantil, consecuencias, edad escolar, primera infancia, impacto psicológico._________________Psychological impact of abuse: Infancyand childhoodAbstractChild abuse represents a severe dysfunction in the family relational matrix where a child’s progressiveaccomplishment of developmental tasks takes place. Consequently, maltreatment both endangers and affects thedevelopment of competence in the child (socio-cognitive, emotional, and behavioural). The study adopts arelational and developmental perspective to review the areas most affected by the psychological impact ofmaltreatment in early childhood and school-aged children. Different theoretical approaches are reviewed to explainthe processes or mechanisms through which parents’ abusive relational patterns may affect their children’spsychological functioning. Finally, Wahler’s “social continuity” hypothesis is put forth in order to help explain theimpact of abusing parents’ coercive and asynchronic relations on the child’s cognitive and behavioural functioning.Future research and practical implications are also discussed.Keywords: Child maltreatment, consequences, school-age, infancy, psychological impact._________________Agradecimientos: Parte de la investigación de la que se informa en este trabajo ha sido financiada dentro delProyecto PS91-0132, DGICYT, Ministerio de Educación y Ciencia. La autora agradece a la coordinación de estemonográfico la invitación para contribuir al mismo.Correspondencia con autora: Departamento de Psicología Básica. Avda. Blasco Ibáñez, 21. 46010 Valencia.___________________© 1995 by Aprendizaje, ISSN 0210-3702 Infancia y Aprendizaje, 1995, 71, 135-157136En la investigación sobre el maltrato infantil de los últimos años, se observa uncreciente interés por el estudio de las consecuencias del maltrato en la víctima. Estafaceta de la temática está reclamando una merecida atención desde una orientacióneminentemente práctica. Y es que, si bien la detección eficaz de los casos y el cesedel abuso en éstos constituye un objetivo prioritario, no lo es menos poner remedioa los efectos y daños producidos en el niño y reparar así, en lo posible, lasconsecuencias de tales sucesos en el desarrollo y bienestar psicológico del menor.Desde una perspectiva evolutiva, el niño se enfrenta a una serie de tareas,apropiadas al estadio y la edad, que debe llevar a cabo de forma competente lo quepermite su continua adaptación (Sroute y Rutter,1984). Estas tareas o metasevolutivas no las realiza por sí sólo sino que son posibles en el seno de una matrizrelacional o «matriz interpersonal» (Werner,1948) en la que la madre, o la figuraque actúa como tal, juega un papel fundamental especialmente en los primeros añosde vida. La maternidad ejercida de forma competente, esto es, con sensibilidad a lasnecesidades y capacidades del niño, facilita a éste la consecución de sus metas.(Cerezo,1993).Las situaciones de maltrato lo que revelan es una gravísima disfunción relacionalque por lo tanto afectará al normal desenvolvimiento del cumplimiento de tareas

Page 2: El impacto psicológico del maltrato

evolutivas del niño; en este sentido Cicchetti (1989) afirmaba que «el maltrato debeconsiderarse una ‘psicopatología relacional’ en tanto que es el resultado de unadisfunción en el sistema transaccional paterno-filio-ambiental» (op. cit. p.389). Endefinitiva, este fracaso en la consecución de las metas evolutivas del niño sería, ensentido amplio, el impacto del maltrato y es lo que se viene a significar cuando enlas definiciones de maltrato se señala que éste «amenaza el desarrollo de lacompetencia del niño» (Burgess y Richardson,1984, p.240) o «el desarrollo físico,psicológico y emocional considerado como normal para el niño» (Martinez-Roig yde Paúl, 1993, p.23).Ahora bien, el impacto de los negativos efectos del maltrato y el curso que éstos siganen el niño, no es en modo alguno lineal. Las consecuencias del maltrato representan unfenómeno cuya complejidad queda ilustrada cuando se observa que unas víctimasgeneran unos problemas y no otros, que éstos problemas pueden agravarse o bien remitircon el tiempo, que se manifiesten tardíamente o, incluso, que haya víctimasasintomáticas y ajustadas.Al igual que los recientes modelos etiológicos del abuso incluyen factorespotenciadores y factores protectores, que hacen más o menos probable el desarrollo deconductas parentales abusivas (Belsky y Vondra,1987; Cicchetti y Rizley, 1981;Wolfe,1987;1991), también el impacto del abuso, al ser un fenómeno relacional ycontextualizado, puede verse potenciado o amortiguado, según múltiples variables: nosólo las más obvias, relacionadas con el tipo, duración o intensidad del maltrato, sinotambién con las características de la víctima, los recursos y apoyos que tenga, y laspropias vicisitudes de su evolución vital. Recientemente, Belsky (1993) ha señalado queparece no existir ni siquiera causas necesarias o suficientes que lleven al abuso, lo queobliga a reconocer que «existen muchas rutas (pathways) diversas» y consecuentementeno hay una única solución al problema del maltrato (p.413). Quizá, cuando lainvestigación avance mas sobre el tema específico del impacto del abuso, pueda hacersela misma consideración: dada la existencia de maltrato, el impacto y las consecuenciaspsicológicas en la víctima sigue rutas muy diversas frente a las que hay que idearsoluciones también plurales.137El propósito de nuestro trabajo es doble: por una parte se presentan algunos de loshallazgos más relevantes sobre el impacto del maltrato en la víctima, desde unaperspectiva de las tareas evolutivas que el niño ha de realizar en su primera infancia yposteriormente en su edad escolar; por otra parte, se ofrecen algunas conclusiones quepuedan ser útiles para los profesionales junto a vías de investigación que sugieran nuevashipótesisLA EXPERIENCIA DE ABUSO FÍSICO, EMOCIONAL Y/O ABANDONOEN LA PRIMERA INFANCIALa primera infancia en un sentido amplio comprende los primeros cinco años de vida. Setrata de una etapa donde el maltrato y sus consecuencias revisten una especial gravedaddebido principalmente a la fragilidad y vulnerabilidad del niño. De hecho, entre los menoresde 2 años es donde se registra el mayor número de casos con resultado de muerte y la mitadde los casos con daños permanentes (Newberger, 1982). En estos primeros años, el niñosufre cambios acelerados en tamaño (crecimiento) y función (desarrollo), dos facetas de unamisma realidad que manifiesta el impacto del maltrato. En efecto, por lo que aconsecuencias se refiere, en esta etapa es donde de un modo más nítido puede observarse,parafraseando la frase bíblica, que «no sólo de pan vive el niño»; ya que la necesidad deprotección y amorosos cuidados iguala a la necesidad de alimento hasta tal punto que, si nohay un trato afectivo emocionalmente rico, el niño lo acusa en su propio crecimiento físico(Cerezo, 1993).Desde el punto de vista físico, el hematoma subdural y las lesiones cerebrales seencuentran entre los efectos más graves, a veces fatales, que puede causar el abuso físico deun bebé. El sub-desarrollo del niño sin causa orgánica, es otra manifestación del impacto delmaltrato, no sólo los niños están por debajo del percentil 3 en peso y estatura sino que sudesarrollo no sigue las pautas esperables; por ejemplo, el crecimiento de los huesos largos

Page 3: El impacto psicológico del maltrato

típico del segundo año de vida no se produce de igual forma y los niños tienen unaapariencia muy característica (Martinez-Roig, 1991). Además, cuando los niños pasan alugares donde les cuidan y atienden, se producen visibles crecimientos de recuperación;estos niños progresan incluso en el hospital, hecho que no se produce con los otros niños.Por último, en bebés y niños en edad de caminar que sufren de abuso emocional o abandonose ha observado un fenómeno vascular de manos y pies fríos, con la piel moteada demanchas moradas y rosáceas. Feehan (1992) atribuye este fenómeno al miedo que provocaen el bebé la impredictibilidad de la respuesta de la madre y su no disponibilidad emocional,lo que da lugar a una sobre-actividad del sistema nervioso simpático y a estos efectos en lasextremidades.Desde la perspectiva de consecuencias de carácter psicológico, en esta etapa sepueden distinguir tres áreas principales que, a grandes rasgos, se sucedencronológicamente en sus momentos culminantes: el desarrollo socio-emocional que semanifiesta en el apego, los procesos de diferenciación y la conducta social con iguales.El apegoLa observación de la interacción madre-hijo, muestra que las madres abusivasmanifiestan en mayor medida comportamientos aversivos, controladores y deinterferencia con sus niños que las madres no abusivas en un amplio rango deedades, no sólo en bebés. (Burguess y Conger, 1978; Cerezo,1992; Crittenden,1381981: Mash, Johnson y Kovick,1983). El impacto de este tipo de interacción ytrato del niño puede afectar al desarrollo del apego: una de las tareas evolutivasmás importantes del primer año de vida. El bebé mediante llantos, o quejas,provocados por distintas causas (dolor, malestar, hambre, ruidos súbitos, objetosextraños, quedarse solo...) reclama la proximidad de la figura de apego. Elresultado «predecible» de la conducta de apego del bebé es lograr la proximidadde quien le cuida (Bowlby, 1969) lo que le proporciona confort y seguridad. Elabuso físico y/o emocional del bebé no colabora, precisamente, en proporcionarleesa predictibilidad. Y de acuerdo con la teoría del apego, el niño desarrollará unapego inseguro (Crittenden y Ainsworth,1989, Crittenden, 1992) que puede serevaluado según el test de «la Situación ante el Extraño» desarrollado porAinsworth, Blehar, Waters, y Wall (1978).En los últimos años, se viene discutiendo en el área especializada de la metodologíade evaluación del apego una cuarta categoría denominada «D», por algunos autores, enla que se clasificarían el mayor porcentaje de niños maltratados (Crittenden,1981;Lyons-Ruth, et al. 1987; Main y Solomon, 1986). Los niños clasificados como patrón D,en el test de Ainsworth reaccionan en sus reencuentros con la madre, de una formadesorganizada sin una estrategia clara para tratar con la figura de apego en situación deestrés.Uno de los estudios más ilustrativos sobre el impacto del maltrato infantil en términosde apego proviene del proyecto de Harvard, liderado por Cicchetti. Se trata de unainvestigación longitudinal para valorar las consecuencias evolutivas del abuso y elabandono. Carlson et al. (1989) compararon dos grupos de madres: 22 maltratadoras y21 no maltratadoras y clasificaron los niños de 12 meses en su conducta de apego,uniendo a las tres categorías clásicas de Ainsworth (A: ansioso-huidizo, B: seguro y C:ansioso-resistente) la categoría D: desorganizado o desorientado. El tipo de maltratosufrido por estos niños fue abandono y abuso emocional. Todas las familias secaracterizaron por pertenecer a un status socio-económico relativamente bajo. Losresultados mostraron que en el grupo de maltrato el 82% de los niños se clasificaron enel grupo D, frente al 19% del grupo de comparación, mientras que en la categoría deapego seguro se incluyó un 13% de los maltratados y un 53% del grupo de comparación.Las diferencias entre la proporción de apego seguro vs. inseguro en los dos grupos fuesignificativa.La revisión de Youngblade y Belsky (1990) de un conjunto de 11 trabajos que incluye941 sujetos, sobre la conducta de apego de niños maltratados muestra la convergencia deresultados: los niños procedentes de grupos de maltrato se clasificaron en apego inseguro en

Page 4: El impacto psicológico del maltrato

una medida significativamente superior que niños que no padecían maltrato, equiparados encuanto a edad y características socioeconómicas. La concordancia, es tanto más interesantecuanto incluye trabajos transversales y longitudinales, edades desde 12 a 24 meses, yaplicaciones standard y modificadas de los métodos de Ainsworth. Las concordanciastambién se mantienen cuando se separan por edades y por tipos de maltrato y se incluye lacuarta categoría (A-C ó D).Así pues, los niños pequeños que crecen en ambientes de crianza inconsistentes y conun trato insensible o desintonizado con las necesidades del niño, por hiper-estimulacióno por infra-estimulación, fracasan con más frecuencia en realizar una de las tareasevolutivas más importantes, cual es el desarrollo de un apego seguro. El miedo que estosniños sienten puede activar conflictos entre su tendencia a buscar proximidad con lamadre y su tendencia a evitarla o rehuirla por previas experiencias de rechazo que laconvierten en poco predecible.139Los procesos de diferenciación y el selfEntre los dieciocho meses y los tres años, el niño tiene que cumplir otra importante tareaevolutiva: el desarrollo del self autónomo. Se trata del proceso que va asentándose dediferenciación de sí mismo, como distinto de los otros, y de los sentimientos hacía sí mismo.Se considera que el establecimiento de un apego seguro favorece estos procesos en lamedida que, por así decir, libera atención en el niño para poder explorar otros ambientes quede otro modo seguían siendo «secundarios» a su interés por controlar su fuente de seguridadprimaria (Lewis, Brooks-Gunn y Jaskir, 1985).El estudio de las facetas cognitiva y emocional del self ha utilizado como indicadores másfrecuentes, el auto-reconocimiento visual del niño ante el espejo y la cualidad de lasreacciones afectivas ante su imagen. Algunos hallazgos apuntan en la dirección de que losniños maltratados ven afectada la dimensión emocional respecto a su «sí mismo»,manifestando ante su imagen, con mayor frecuencia que los otros niños, reacciones neutraso, incluso, negativas (p.e.:Lewis, Sullivan, Stanger y Weiss, 1989).Los hallazgos del estudio longitudinal de Schneider-Rosen y Cicchetti (1991) con 250niños a sus 18, 24 y 30 meses, que incluyó dos grupos control de bajo y medio nivelsocio-económico, señalaron que la experiencia de maltrato y la pertenencia al grupo declase baja impactaron el desarrollo emocional de los niños; estos niños manifestabanreacciones neutras o negativas a su imagen, mientras que los de comparaciónreaccionaban con afecto positivo. Al no contar el trabajo con otro grupo de maltrato queperteneciera a un status socio-económico medio, no pudo establecerse la contribucióndiferencial de los dos factores a la dimensión emocional del self, extremo que queda porinvestigar. Por otra parte, el auto-reconocimiento visual, la dimensión más cognitiva, adiferencia de las reacciones emocionales, parece depender más de la maduraciónbiológica y no se ve afectada por factores tales como el maltrato o la clase social(Schneider-Rosen y Cicchetti, 1984).El «Proyecto de interacción madre-hijo de Minnesota», dirigido por Egeland, es unamplio programa de investigación longitudinal sobre maltrato uno de cuyos estudiosaporta interesantes resultados en relación al desarrollo de la autodiferenciación. A laedad de dos años, se identificó un grupo de noventa y seis niños sufriendo algún tipo demaltrato (físico, verbal, abandono, rechazo psicológico o inaccesibilidad psicológica dela madre). Este grupo procedía de un total de 267 mujeres primíparas de alto riesgo, quefueron evaluadas periódicamente desde su tercer trimestre de embarazo. Los niñosmaltratados se compararon con niños del mismo grupo original de alto riesgo en unaserie de variables relativas a su incipiente autonomía, tales como el ocuparse en tareas demodo independiente y la utilización de recursos para enfrentarse a la frustración. Se lesplantearon cuatro problemas, los dos primeros eran muy simples, pero los dos segundoseran muy difíciles y el niño requería la ayuda de la madre. A las madres se les dijo quedejaran al niño trabajar solo y después le prestaran la ayuda que creyeran necesaria. Secalificaron mediante observación las dimensiones de entusiasmo, dependencia,desobediencia, enfado, frustración hacia la madre, persistencia y afrontamiento.Los resultados indicaron que todos los niños maltratados mostraron significativamente

Page 5: El impacto psicológico del maltrato

menos entusiasmo que los control, más conducta desobediente, más enfado y frustración.La conducta de afrontamiento con el estrés de la tarea fue significativamente peor en losniños del grupo de abandono y del grupo cuyas madres manifestaban una clarainaccesibilidad para sus niños. Estos últimos, destacaron por su falta de afecto positivo ymostraron efectos más perniciosos en sus índices de desarrollo (Erickson, Egeland yPianta, 1989).140Otra faceta importante relacionada con los procesos de diferenciación es elfuncionamiento comunicativo de los niños. Algunos estudios, han hallado demoras en eldesarrollo sintáctico, y en el uso del vocabulario y la función comunicativa del lenguajeentre niños maltratados, en su tercer año de vida, cuando se les compara con niños de suedad (p.e. Coster et al. 1989). Ahora bien, aun constatándose tales diferencias, éstas noparecen específicas del maltrato per se, ya que factores como las propias característicasdel lenguaje de la madre y el status socioeconómico, se presentan de forma conjunta y esdifícil dilucidar el papel diferencial de cada uno de ellos en el resultado. Es un área que,requiere mucha más investigación.Así pues, resumiendo, la investigación sugiere que el maltrato afecta al desarrollo dela autodiferenciación y los procesos del self en sus dimensiones emocionales, mientrasque la dimensión más cognitiva de auto-reconocimiento no parece verse afectada; losaspectos de desarrollo de lenguaje, especialmente la función comunicativa parece sufrircierta demora, si bien quedan por dilucidarse el papel diferencial del maltrato de otrosfactores como el lenguaje de la madre. El niño maltratado presenta problemas a la horade lograr la consecución de estas tareas evolutivas sobresalientes en su segundo y terceraño de vida.El comportamiento social con igualesLas relaciones entre niños, o lo que se ha denominado el «comportamiento coniguales», y el establecimiento de relaciones sociales que desarrolla, representa una metaevolutiva que comienza a cobrar gran importancia en la edad preescolar. Sin embargocomo todas las tareas evolutivas hasta aquí señaladas, no surgen ex novo ya que sepueden rastrear sus expresiones antecedentes. En este sentido, una de las característicasmás propias de la relación entre niños es su carácter de igualitaria, de recíproca, y este esun aspecto principal del desarrollo social que adopta distintas manifestaciones según elmomento evolutivo.Hacia la mitad del segundo año de vida y durante el tercero, los niños comparten, nosólo el lugar y la actividad, de forma paralela, sino un cierto significado aunquerelacionado con objetos y posesiones. En la edad preescolar, este significado compartidose refiere progresivamente a actividades y personas en los que basan su interacciónsocial.George y Main (1979) realizaron un estudio que probablemente sea el más citado enla literatura, por ser de los primeros en comparar la interacción social con iguales deniños con abuso físico y niños no maltratados, diez en cada grupo. El estudio se realizócon niños de dos años. Los resultados observacionales mostraron que los niños quesufrieron abuso físico manifestaban agresividad y evitación hacia sus iguales; cuandoéstos le hacían un gesto amistoso, se debatían en un conflicto de aproximaciónevitacióny si, por fin, respondían lo hacían de manera indirecta, acercándose por detráso por un lado. Estos resultados se han venido registrando en estudios diversos conniños mayores en edad preescolar. Los niños maltratados muestran una incompetenciasocial en su interacción con iguales, que se manifiesta en conductas agresivas y/oretraimiento social.Una variante del estudio del comportamiento social, es la que se refiere a registrar laactuación de los niños maltratados cuando un igual se muestra compungido o llorando.Los niños no maltratados dan muestras de consuelo o pena y tratan de reconfortarlemientras que los niños del grupo de abuso físico responden a su compañero con miedo,enfado o incluso golpeándole. Estos resultados fueron obtenidos por Main y George141(1985) con niños de dos años. Sin embargo, los resultados se confirman, en términos

Page 6: El impacto psicológico del maltrato

generales con víctimas en edad preescolar, incluso cuando llevan ya un tiempo sinpadecer abuso y se están relacionando con niños no maltratados. Las víctimasmanifiestan más respuestas inapropiadas, por exceso (agresión) o por defecto(retraimiento), ante un compañero quejoso y apenado, que los otros preescolares(Klimes-Dougan y Kistner, 1990).La meta evolutiva del establecimiento de relaciones sociales que proporcionan nuevasexperiencias y nuevos recursos para el niño en desarrollo se ve afectada por lasexperiencias de maltrato. El niño tiene dificultades para discriminar la conducta de losotros y actuar en reciprocidad y consonancia con ella.LA EXPERIENCIA DE ABUSO FÍSICO, EMOCIONAL Y/OABANDONO EN LA EDAD ESCOLAREntre las metas evolutivas del periodo comprendido entre los 6 y los 12 años, destacauna integración jerárquica de las redes sociales y de las diferentes figuras de apego y dela autonomía en sus diversos aspectos; el niño logra también en esta etapa evolutiva lacapacidad de asumir responsabilidades, una conciencia de los procesos psicológicosinternos y una internalización de lo que esta bien y lo que está mal. Estos logros seplasman en el funcionamiento emocional y cognitivo, las facetas comportamentales y lasde la cognición social (Cicchetti, 1989).El ajuste emocional y cognitivoLos niños maltratados que sufren abuso físico y emocional se desarrollan encondiciones de vida familiar adversa, marcada por alto nivel de conflictividad yrelaciones inestables y disfuncionales. Las conductas de los padres no sólo son aversivassino que se administran de forma no contingente en relación al comportamiento del niño(p.e.: Cerezo, 1992; Reid, 1983).La situación en la que viven las víctimas de abuso físico y emocional, puedeconsiderarse que se corresponde con el modelo de desamparo aprendido de Abramson,Seligman y Teasdale (1978); el modelo establece que se desarrollarán síntomasdepresivos cuando el sujeto perciba que un resultado positivo es muy improbable o unonegativo muy probable y él nada puede hacer para cambiar el resultado. Asimismo, a quéatribuya el niño los cuentos que le suceden afecta el desarrollo subsiguiente de síntomasdepresivos (Seligman et al. 1984). Siguiendo esta lógica, Cerezo y Frias (1994)realizaron un estudio comparativo entre víctimas de abuso físico y emocional quellevaban sufriendo maltrato al menos dos años en el momento que fueron evaluadas yniños procedentes, equiparados socioeconómicamente, de la misma comunidad y cuyasituación familiar no era problemática. La evaluación del grupo de víctimas formabaparte de la línea base que se realizó a la familia para proceder al tratamiento posterior. Seutilizaron los conocidos cuestionarios de depresión infantil de Kovacs (CDI; ChildrenDepression Inventory) y de estilo atribucional en niños de Kaslow (CASQ o KASTAN;Children’s Attributional Style Questionnaire).Los resultados, de acuerdo con las predicciones, indicaron que los niños del grupode abuso presentaron un nivel significativamente superior de sintomatologíadepresiva, y un estilo atribucional más depresogénico. En las respuestas al CDI, lasvíctimas manifestaban un afecto negativo en relación al auto-concepto la142salud/enfermedad, las preocupaciones por la muerte, las relaciones sociales y eldisfrute de las cosas o experiencias. De una forma gráfica, Cerezo y Frias (1994)traducen los resultados utilizando la frase «yo siempre todo mal» que recoge lasdimensiones de internalidad, estabilidad y globalidad de la atribución depresogénica.El niño promedio del grupo de abuso diría «¿Cosas malas?, yo siempre hago algomal. ¿Cosas buenas? Los otros siempre hacen algo bien» mientras que suscompañeros dirían: «¿Cosas malas?, los otros algunas veces hacen algo mal. ¿Cosasbuenas? yo siempre hago todo bien».Los niños maltratados no se perciben a sí mismos con la seguridad habitual con que lohacen los demás niños en esta etapa: una seguridad en sus capacidades y en la estabilidadde las mismas. En efecto, los niños en torno a los diez años suelen atribuirse todo lobueno y consideran que los errores y fallos se deben a los demás o al azar. Este aspecto

Page 7: El impacto psicológico del maltrato

evolutivo ha sido denominado por Dweck y Elliot (1983) como «entity view»,perspectiva de la entidad. Desde esta perspectiva, los niños que sufrían abuso tambiéncreían que sus habilidades eran internas y estables pero para las cosas negativas o malasque les sucedían, procurándose así un sentido a la adversidad de sus ambientes. Erafrecuente que en las entrevistas verbalizaran «esto me pasa porque soy malo». Cerezo yFrias (1994) proponen denominar este aspecto del funcionamiento emocional y cognitivode los niños maltratados como «perspectiva de la entidad negativa» («negative entityview»).Los hallazgos de mayor presencia de sintomatología depresiva en escolares conproblemas de abuso han sido señalados por otros autores (Fantuzzo, 1990 Gaensbauer,1981; Kazdin, Moser, Colbus y Bell, 1985); así como estilos atribucionalesdepresogénicos en estos niños (Kauffman,1991).Funcionamiento comportamentalLa investigación sobre maltrato en edades escolares ha constatado, en reiteradasocasiones, que los niños que padecen malos tratos manifiestan un funcionamientocomportamental problemático, o más concretamente: conductas de agresividad, verbal yfísica, hostilidad, oposición, robos, mentiras, absentismo, que se integrarían en lacategoría de «problemas de conducta» o externalizantes. Aunque estos problemas seanlos más frecuentes, la faceta internalizante e incluso combinación de ambas, también sehan encontrado representadas en estos niños (p.e. de Paúl y Arruabarrena, en prensa).Es interesante señalar la confluencia de estos hallazgos, provenientes del área delmaltrato, con los obtenidos por los autores más relevantes del área de los problemas deconducta, una de las que cuenta con más tradición en la psicopatología infantil. Enefecto, en ésta última la relación entre las pautas de socialización familiar y el desarrollode problemas de conducta infantiles, está bien documentada (McCord, 1987;Patterson,1976; 1982; Wahler,1976; Wahler y Dumas, 1987). Por otra parte, desde ladécada de los 80 se viene insistiendo entre algunos estudiosos del maltrato,especialmente aquellos relacionados con el abuso, en que éste debe considerarse como elresultado de unas relaciones gravemente disfuncionales, y que éstas representan elextremo de un continuo de mayor a menor disfuncionalidad en la interacción paternofilial.(Ammerman, 1990; Belsky, 1980, 1993; Cerezo, 1992; Ciccheti y Rizley, 1981;Wolfe, 1987). Así pues, la integración de las contribuciones de un área y otra, muestranuna importante confluencia. La Psicología evolutiva subraya, por su parte, que eldesarrollo del niño se produce en una matriz relacional, una suerte de urdimbre socioafectivacuyas primeras referencias son la familia, en particular la madre.143Considerado todo esto en su conjunto, cabe pensar que en el impacto del maltrato elnúcleo de la cuestión está en la interrelaciones paterno-filiales desajustadas quepromueven el desarrollo de alteraciones infantiles, al obstaculizar la consecución demetas evolutivas; a la base de estas interrelaciones se hallan las prácticas desocialización. Debe subrayarse que se habla de inter-acciones, por lo que los factoresrelacionados con el niño, como el temperamento, juegan un importante papel, paraalgunos autores cuasi-determinante (véase la polémica Lytton-Dodge-Wahler, 1990). Yaun hay que añadir que estas interrelaciones no están descontextualizadas, bien alcontrario, el contexto extra-familiar y comunitario pueden potenciar o amortiguar estasdisfunciones (p.e. Wahler, 1980).Estudios observacionalesGran parte de los conocimientos acumulados sobre la interacción familiar se deben alos trabajos que utilizan observación directa en el hogar, también llamada naturalista,por mostrarse la metodología más apropiada para apresar patrones de interacción ypautas comportamentales, a nivel microsocial. Estos estudios, han mostrado que losniños con problemas de abuso se caracterizan por elevadas tasas de conducta aversiva yconducta oposicional. Las madres abusivas, por su parte, son más aversivas, menospositivas y dan más instrucciones, cuando se comparan con díadas madre-hijo noproblemáticas. (Ammerman, 1990; Cerezo y Frias, 1991; D’Ocon, 1994; Hanse,Conaway y Smith, 1990). Además estas conductas maternas negativas suelen darse a

Page 8: El impacto psicológico del maltrato

«destiempo», no guardan relación con lo que el niño hace o dice, por lo que desde elpunto de vista infantil en una importante proporción son arbitrarias. (Burgess y Conger,1978; Reid, 1983; Wahler y Dumas, 1986). Hay que señalar que en general, laconducta interactiva materna más frecuente es de carácter neutro, entre el 75 y el 80%,y por tanto, las dimensiones más distintivas en relación al perfil interaccional maternose centran en los comportamientos negativos, los positivos y los instruccionales, todosellos de relativa baja frecuencia pero de gran relevancia clínica (Reid, Taplin y Loeber,1981).En nuestro país, hemos obtenido hallazgos semejantes, en la Unidad de Investigación«Agresión y Familia» (Cerezo,1990,1992; Cerezo y Frias, 1991; D’Ocon, 1994). En unestudio realizado sobre 25 familias abusivas, que fueron observadas en el hogar, losniños entre 4 y 13 años mostraron una tasa de conducta desviada de .34 respuestas porminuto, es decir una cada algo menos de tres minutos y una tasa de conducta prosocialde 5.50. Los datos representan los valores medios de las sesiones observacionalesrealizadas, entre 5 y 7 por familia, de una hora de duración. El sistema de codificaciónutilizado fue el SOC III (Cerezo, Keesler, Dunn y Wahler, 1986; Cerezo, 1991). Lacategoría de «conducta desviada» incluía los códigos de quejas y protestas,transgresiones de las normas, aproximación o atención social negativa, física o verbal,instrucción negativa, y desobediencia u oposición neutra o negativa. La categoríadenominada «prosocial» incluía no sólo códigos positivos por contenido o valencia, sinotambién la aproximación social neutra en la que el sujeto intercambia información,iniciando o respondiendo a la interacción, en definitiva estos códigos fueron: juego,trabajo o realización de tareas, aproximación social neutra o positiva, instrucciónpositiva, obediencia neutra y positiva. El registro continuo y secuencial del SOC IIIpermite obtener las tasas por minuto (Cerezo,1991).Los acreditados trabajos de Gerald Patterson y colaboradores en el Centro deAprendizaje Social de Oregon, determinan una tasa de .45 respuestas desviadas como el144nivel hallado en niños con graves problemas de conducta manifiesta. El promedio denuestro grupo fue próximo a este valor y cerca del 30% de los niños del grupo de abusolo sobrepasaron, con algún caso extremo registrando 1.14 respuestas aversivas porminuto.Datos procedentes de un estudio de comparación con 15 familias realizado por Cerezoy D’Ocon (1995) indican que los niños que sufrían abuso obtenían tasas ligeramenteinferiores en conducta prosocial (5.50 vs. 5.77) y significativamente superiores enconducta desviada (.34 vs. .15 ).Las madres del grupo de abuso, por su parte, mostraron que el 4.6% de la conducta dirigidaal niño fue codificada como negativa o aversiva, el 2.9%; como positiva, las instruccionesrepresentaban el 18% y la conducta neutra de aproximación social el 74.5%. Atendiendo losresultados de estudios con grupos de madres de comparación, no abusivas, se observa que lasmadres abusivas dan más órdenes, son más aversivas y menos positivas, y muestran menosinteracción neutra con sus hijos (Cerezo y D’Ocon, 1995). Ahora bien, aun siendo de interéseste perfil, desde la perspectiva interaccional la variable relativa al «timing», es decir, elacompasamiento o sincronía en la interacción se revela como más importante que éstosvalores absolutos manifestados por los interactores; dicha variable viene representada ennuestros estudios, por la proporción de conducta materna indiscriminada. Las madres abusivasactúan de forma significativamente más indiscriminada que las no abusivas ante la conductaprosocial de sus hijos: .27 vs. .17, en términos de proporción de respuesta indiscriminada(Cerezo y D’Ocon, 1995).Informes de los padresCuando la fuente de información de la conducta del niño son los padres, lainvestigación también muestra que los niños maltratados muestran un nivel decomportamiento problemático elevado (Aragona y Eyberg, 1981; Mash, Johnston yKovitz, 1983; Wolfe y Mosk, 1983). Los resultados, utilizando escalas de problemascomo la de Achenbach y Edelbrock (1983; CBCL, Child Behavior Checklist), indicanque los niños maltratados son calificados como problemáticos.

Page 9: El impacto psicológico del maltrato

Nuestros estudios, muestran que los 25 niños que sufrían abuso físico y emocional,como grupo obtuvieron una puntuación total en la escala de problemas del CBC de 64.6(T=70), frente a la de 34.8 obtenida en grupos españoles de niños no clínicos, en losestudios de validación que desarrolla Victoria del Barrio en la UNED, que los sitúa enrango clínico (del Barrio, Cerezo y Cantero, 1994). El valor medio es algo superior al deuna amplia muestra clínica de varones de 6 a 11 años, de nuestro país donde se obtuvo57.6 puntos (del Barrio y Cerezo, 1990). En la misma línea, Aber, Allen, Carlson yCicchetti (1989) obtuvieron en un grupo de 13 niños maltratados, varones entre 6 y 8años, una puntuación total en el CBC de 56.8, próxima al valor de 58.9 del grupo clínicoutilizado por Achenbach y Edelbrock para el estudio normativo de la escala ysignificativamente superior al 21.7 de su grupo no clínico.El tema de la mayor presencia de problemas entre los niños maltratados cuando lafuente son los usuales informes de terceros cumplimentados, en este caso, por los padres,ha sido debatido por la cuestión repetidamente señalada del sesgo perceptivo de lospadres abusivos (Azar, Robinson, Hekimian y Twentyman, 1984; Milner, 1993). Aunquela tendencia general es a considerar que el sesgo es de sobre-estimación, quizá habríaque distinguir una variable mediadora según el estilo parental. Cuando los padres sonexcesivamente laxos y desvinculados del niño, nuestra experiencia nos indica que «noven nada» y conductas obvias y constatadas como robos repetidos, absentismo, etc. son145respondidos en los items correspondientes del CBC como que no se dan. Estedesvinculamiento se detecta en la interacción familiar caracterizada por los niveles másreducidos del grupo y además los niños presentan niveles muy bajos de conductadesviada, acercándose a los valores de niños normales, si no fuera porque la conductaprosocial también es muy reducida. Otras variables predictoras que hemos constatadoque afectan al informe de la madre, a través del CBC, son la valencia y el número de suscontactos extrafamiliares, y la propia conducta aversiva que dirija al niño (Cerezo yPons, en prensa). Es sin duda un tema que precisa ser estudiado con detalle en el futuro.Los problemas de conducta: ¿consecuencia o causa de abuso?Cuando se aborda el funcionamiento conductual de los menores con problemas deabuso y se constatan las pautas que les diferencian de los niños sin estos problemas, unade las dificultades más graves descansa en la interpretación de los hallazgos. Dicho deforma concisa: estos aspectos diferenciales, ¿son consecuencias o son causas?. Losestudios transversales indican que los niños son agresivos, hostiles y desobedientes:¿esto es consecuencia de la crianza a la que son sometidos por sus padres o éstos padresrecurren a estrategias punitivas y abusivas porque los niños son incontrolables?. Losestudios longitudinales parecen apuntar que se trata de consecuencias, sin embargo, esdifícil imaginar que el desarrollo de estos problemas no tenga algún papel en elmantenimiento de los ciclos coercitivos (Younghlade y Belsky, 1990).Los análisis secuenciales de la interacción a nivel microsocial también ayudan aencontrar una respuesta a la direccionalidad de las asociaciones observadas entre laconducta agresiva de los niños y la de los padres. En un reciente trabajo en nuestrogrupo, D’Ocon (1994) estudió, mediante estrategias de análisis secuenciales (Bakeman yQuera, 1995) dos importantes patrones interactivos madre-hijo en casos de abuso físicoy/o emocional: el de «compliance» o ceder de la madre a la oposición del niño, basadodirectamente en la teoría de la coerción de Patterson y el de predictibilidad oconsecución del niño de reducir la indiscriminación materna propuesto por Wahler. Unode los propósitos del estudio era verificar en qué medida estos patrones se producían deforma semejante a los hallados por Wahler, Williams y Cerezo (1990) siguiendo lamisma metodología secuencial, con 25 díadas madre-hijo estadounidenses que habíansido referidas a tratamiento por graves problemas de conducta infantiles.Los análisis de más de 178 horas de observación realizadas, mediante el SOCIII(Cerezo et al. 1986; Cerezo, 1991) en el grupo abusivo, mostraron que los dos tipos deepisodios parecen trabajar en tandem. Es decir, dado que en la corriente de interacción seproduce que la madre no hace valer sus demandas y cede, ante la conducta oposicionaldel niño, la probabilidad de que en los eventos siguientes se «desentienda» de éste y

Page 10: El impacto psicológico del maltrato

actúe de forma más indiscriminada se incrementa significativamente. Esto propicia, a suvez, subsiguientes incrementos de la conducta aversiva del niño por reducir esaindiscriminación materna, precipitándose así, situaciones de grave conflicto.Un análisis que aporta también resultados de interés consiste en comparar laconducta indiscriminada de tres grupos de madres: madres sin problemas derelación con sus niños, madres maltratadoras cuyos niños muestran en el hogar tasasde conducta desviada bajas y semejantes a las de los niños no clínicos, y madresmaltratadoras cuyos niños manifiestan altas tasas de conducta aversiva yoposicional. Cerezo y D’Ocon (1995) han realizado un estudio en esta línea. Eldiseño permitía controlar el problema de la mayor frecuencia de conductaoposicional y aversiva del niño que podría explicar un comportamiento materno más146arbitrario y negativo. En efecto, los niños maltratados con baja tasa de conductadesviada en casa ofrecían las mismas oportunidades de «problemas» a sus madresque los niños no maltratados. ¿Era el comportamiento materno semejante también,al de las madres no maltratantes? Los resultados, de acuerdo con las predicciones,indicaron que no.Las madres de los dos grupos de abuso eran semejantes entre sí y diferentes de lasotras madres: su conducta indiscriminada dado que el niño se comportaba de formaadecuada o prosocial fue significativamente superior. Y tras conducta desviada infantillos tres grupos de madres mostraron un nivel reducido y semejante de conductaindiscriminada. Conviene subrayar que los niños maltratados con baja tasa de conductadesviada en el hogar eran niños con graves problemas de conducta encubierta, que seproducían fuera del hogar: robos importantes, absentismo, mentiras, etc.. Las autorasargumentan que estos niños, que viven en ambientes familiares tan adversos eindiscriminados, y con niveles de interacción muy reducidos, pueden buscar lacontrolabilidad de su ambiente fuera del hogar. Los resultados de este trabajo hanrecibido apoyo en un estudio reciente con un mayor número de sujetos (Cerezo yD’Ocon, en prensa).En definitiva, la cuestión inicialmente planteada no tiene una respuesta fácil omucho menos concluyente, debido al carácter interaccional y evolutivo de larelación paterno-filial. Desde la perspectiva de la paternidad, cuando las prácticasde socialización son inadecuadas por una disciplina abusiva, verbal y física, o porun abandono físico o emocional, al niño no se le proporciona la seguridademocional y afectiva que precisa para ir dando cumplimiento satisfactorio a sustareas evolutivas. Desde la perspectiva dinámica del niño, éste tratará de adaptarsepor sobrevivir psicológicamente en la matriz relacional en la que se encuentra. Y enla faceta conductual, según su temperamento y su género, entre otros factores, se lepresentan dos vías: la lucha o la retirada, lo que denominamos, de otro modo,problemas externalizantes y problemas internalizantes (el «fight or flight»). Esteniño con los problemas que desarrolla sigue conviviendo en el mismo ambiente, porlo que su comportamiento constituye un factor de estrés familiar y puede contribuiral mantenimiento de su propia victimización.Conducta con iguales y cognición socialPara un niño en edad escolar, manejarse apropiadamente dentro del sistema social desus iguales, representa una de las tareas más importantes que favorece su adaptación yaprendizaje a otras situaciones y tareas posteriores. Sin embargo, la violencia familiarque implica el abuso y la falta de vinculación e interrelación del abandono proporcionanal niño escolar un contexto adverso para el desarrollo de su comprensión de lassituaciones interpersonales y de su conducta social. En efecto, las relaciones sociales deestos niños con sus compañeros reflejan su escasa comprensión de las mismas y suconducta maladaptativa y socialmente incompetente.Salzinger, Feldman, Hammer y Rosario (1993) compararon la conducta social y el statusentre sus compañeros de 87 niños, entre 8 y 12 años, que sufrían abuso físico con la de otrostantos equiparados que no padecían este problema. De acuerdo con las predicciones los niñosmaltratados obtuvieron un status social más bajo. En cuanto a los resultados derivados del

Page 11: El impacto psicológico del maltrato

estudio del status sociométrico, se mostró que los niños maltratados cuando señalaban a losque consideraban los compañeros que más les gustaban o incluso a sus mejores amigos, noeran correspondidos por éstos que bien al contrario les elegían negativamente, es decir, les147situaban entre los compañeros con los que menos les gustaría estar. Esta baja reciprocidad,pone de manifiesto la escasa capacidad de éstos niños de percibir sintonía en una relación, yaque entre los controles no se dio ningún caso que recibiera elecciones negativas decompañeros elegidos positivamente.Ahora bien, el bajo status sociométrico de los niños abusados estaba fuertementeasociado con la conducta social que percibían los compañeros. En efecto, éstos lescalificaban como significativamente menos amigables, más antisociales y peleones, concomportamientos problemáticos para llamar la atención, etc.., en consonancia con estapercepción los niños del grupo de abuso no gustaban para amigos.Estos resultados y los procedentes de otros estudios coinciden en indicar que los niñosmaltratados manifiestan dificultades y distorsiones en la percepción de la conducta y lasintenciones y sentimientos de los demás. Por ejemplo, se muestran significativamente menosempáticos (Straker y Jacobson, 1981), o tienen dificultades para etiquetar sentimientos ycomprender roles sociales complejos (Beharal, Waterman y Martin, 1981). Estos déficits seencuentran asociados a comportamientos agresivos que en el ámbito de la interacción coniguales propicia el rechazo, tal como revelan los resultados de Salzinger et al. (1993). Siseguimos este hilo conductor, es sabido que el rechazo y el status social negativo afecta elajuste de los niños, y constituye un predictor importante del abandono de la escuela y ladelincuencia (p.e. Bierman, 1987).Los aspectos de cognición social infantil, particularmente con niños agresivos, hanrecibido una amplia atención per se desde enfoques del procesamiento de la informaciónsocial, con modelos que proporcionan una base para el análisis y evaluación de los déficitssocio-cognitivos y comportamentales. Los estadios generalmente señalados son los decodificación y representación de los indicios de la interacción social, la búsqueda derespuestas y toma de decisión y la actuación comportamental (p.e. Dodge, Pettit, McClaskeyy Brown, 1986). Aun cuando no se cuente todavía con datos específicos suficientes, esverosímil suponer que una interacción social primaria deficiente, aversiva y marcada por laasincronía (característica de los grupos de maltrato) afecta el desarrollo infantil de aspectoscognitivos relativos al procesamiento de los indicios y claves de la interacción social;recursos, éstos, que le son instrumentales para su apropiado desempeño en otros dominiossociales.LA EXPERIENCIA DE ABUSO SEXUAL EN LA PRIMERA INFANCIAY EN LA EDAD ESCOLARLos estudios sobre abuso sexual han centrado su atención, básicamente, encomparar víctimas y no víctimas, en una serie de problemas específicos. En estesentido, los resultados no indican cual pueda ser el efecto de este tipo de abusodesde una perspectiva evolutiva, por lo que aquí se ha optado por darle untratamiento en cierto modo independiente. La investigación sobre impacto deabuso físico y emocional y abandono lleva algunos años de ventaja y se halla másdesarrollada, mientras que los estudios sobre el abuso sexual y su impacto hanatravesado las fases iniciales. Primero, se ha accedido al problema con un buennúmero de estudios retrospectivos, que llevan asociados ciertos problemasmetodológicos; en segundo lugar, la inclusión de grupos de comparación se hacomenzado a generalizar en los 80 y finalmente, los estudios suelen incluir rangosextremadamente amplios de edad, lo que puede ser debido a su interés por estudiarla presencia de síntomas o problemas específicos.148Un panorama amplio sobre los efectos del abuso sexual lo ofrecen Kendall-Tackett, Williams y Finkelhor (1993) que realizaron una excelente revisión del temaa partir de un total de 48 trabajos cuantitativos y exclusivamente focalizados sobrelas víctimas. Estos trabajos recogían información sobre más de 5.000 sujetos, entregrupos de abuso sexual y grupos de comparación; el trabajo pues recoge una

Page 12: El impacto psicológico del maltrato

muestra importante de la bibliografía aparecida entre 1985-1990, años en los que seproduce una eclosión de publicaciones acerca del tema de abuso sexual (Cantero yD’Ocon, 1994).En los niños de edad preescolar, los síntomas más frecuentemente informados fueron:ansiedad, pesadillas, problemas internalizantes y externalizantes, conducta sexualizada, yel conjunto de síntomas que integran la categoría diagnóstica de alteración de estrés posttraumático(PTSD). Más específicamente, el 61% de 149 niños, procedentes de tresestudios presentaban ansiedad; PTSL y pesadillas el 55% de 183 niños de tres estudios,los problemas internalizantes y externalizantes los presentaron el 48 y 38%respectivamente de un total de 69 niños procedentes de un trabajo, y, por último, laconducta sexualizada o conducta sexual inapropiada el 35% de 334 niños, procedentesde 6 estudios.En la edad escolar, los síntomas más frecuentes fueron miedo, agresión y conductaantisocial, pesadillas, problemas escolares, inmadurez y conducta regresiva. Laproporción de niños con presencia de tales síntomas osciló entre un tercio (los problemasescolares) y la mitad (las pesadillas), procedentes de los estudios que ofrecieron datossobre estas edades y estos aspectos (Kendall-Tackett, et al. 1993).La revisión de los autores de referencia permitió calcular el tamaño del efectopara siete síntomas, a partir de un subconjunto de trabajos que ofrecían lainformación necesaria para ello. De este modo, se pudo obtener el valor de eta queindica, como la r de Pearson, la relación entre el status de abuso sexual y lamanifestación de un síntoma dado y la varianza explicada por este status. Lostamaños del efecto (etas) mayores se obtuvieron en las conductas sexualizadas y lasconductas agresivas, así como en los problemas externalizantes, tal como vienenagrupados en la Escala de Achenbach. El 43% de la varianza de las dos primerasconductas y el 32% del agrupamiento fueron explicadas solamente por el status deabuso sexual. La varianza explicada en las conductas internalizantes, depresión yretraimiento osciló entre un 35 y un 38%. Los valores para estos síntomas seobtuvieron de un número medio de 5 estudios. En el séptimo síntoma: la ansiedad,el tamaño del efecto se cálculo con tres trabajos y el valor de la varianza explicadacorrespondiente fue de un 15%, más reducido en comparación con los anteriorespero aun importante. Los datos parecen indicar que ser víctima de abuso sexual serelaciona de forma significativa con un síntoma más específico de este tipo de abusocomo es la conducta sexualizada, pero también con síntomas más generales comodepresión, agresión y retraimiento.Estos síntomas son indicadores del impacto de la experiencia de abuso sexual.Obviamente, variables como la frecuencia del abuso, el uso de la fuerza, quiensea el abusador y la edad del niño modulan los efectos del abuso. De hecho, en elestudio de revisión de Kendall-Tackett, et al. (1993), de diez trabajos queestudiaron el efecto de la variable edad del niño, siete encontraron diferenciassignificativas, y cinco coinciden en señalar que los niños mayores presentaronmás síntomas que los pequeños. Una faceta de gran interés es la de estudiar elimpacto en términos de la consecución de tareas evolutivas que quedaobstaculizada.149APROXIMACIONES TEÓRICAS EXPLICATIVASLos niños maltratados cuando son considerados como grupo presentan en suactividad psicológica un funcionamiento mermado, en las diversas dimensiones oáreas de funcionamiento que han sido estudiadas, a través de edades, de grupos y delos diferentes objetivos y metodologías utilizadas. Esto es una afirmaciónabsolutamente general que puede extraerse de la revisión de la literatura empírica.Sin embargo, dicho esto, ha de plantearse una cuestión mucho más fundamental¿por qué mecanismos o procesos el abuso y/o el abandono dañan psicológicamenteal niño?. Plantear los por qués y apuntar explicaciones, permite avanzar en lapredicción de los fenómenos y en su intervención.A lo largo de las páginas precedentes, se ha venido insistiendo que el maltrato es

Page 13: El impacto psicológico del maltrato

el resultado de relaciones paterno-filiales disfuncionales, que se hallancontextualizadas en un ambiente. Por consiguiente, la cuestión en toda su extensióndebe ser: ¿en virtud de qué procesos las relaciones disfuncionales, sobre las que seapoya el resultado de maltrato (abuso y abandono), impactan psicológicamente a losniños que las sufren, propiciando su fracaso en el cumplimiento adecuado de susmetas evolutivas?Dos vertientes teóricas principales son relevantes para dar respuesta a nuestracuestión: la teoría del apego (Ainsworth y Wittig, 1969; Bowlby, 1969) y la teoría de lacoerción (Patterson, 1982) derivada del aprendizaje social.Según la teoría del apego, el niño mediante conductas básicas de supervivenciareclama la proximidad y el contacto con el ser humano del que depende y a partir de susexperiencias de interacción desarrolla un vínculo socio-afectivo o apego y modelos defuncionamiento interno («internal working models») acerca de sí mismo, del otro y delas relaciones. Cuando la madre no es accesible, es insensible a sus demandas, le rechazao le hace daño físico, el niño desarrolla un apego inseguro con efectos conductuales:menor exploración del ambiente social e inanimado, y cognitivo-emocionales: desarrollode modelos de funcionamiento interno que afectan a su percepción de los demás comono accesibles y de sí mismo como incapaz de lograr el contacto y la reciprocidad y no sermerecedor de atenciones. Por lo tanto, los efectos se desarrollarán posteriormente enincompetencia social para las relaciones interpersonales del niño y su dificultad paraestablecer vínculos apropiados.En definitiva, el proceso central del impacto desde la teoría del apego se situaríabásicamente en el nivel cognitivo: el modelo de funcionamiento interno que desarrolla elniño a partir de sus adversas experiencias tempranas con la fuente de alimento y afectoque le permiten la supervivencia afectará a su conducta y su percepción de sí mismo y delos demás, lo que promueve relaciones adversas y sentimientos de poca auto-estima einseguridad a lo largo de su vida.La teoría de la coerción de Pattterson (1976, 1982, Patterson, Dishion y Bank,1986), desde la teoría del Aprendizaje Social, se focaliza en las pautas desocialización inadecuadas desarrolladas por padres que tienen dificultades gravespara manejar los problemas de crianza. Las conductas paternas altamente aversivas ypunitivas se van entrenando en el contexto de la interacción y de estos conflictoscotidianos de crianza. Los padres no saben o no pueden hacer valer sus demandassobre el niño de un modo adecuado y educativo, de manera que en su procedererrático, ceden cuando el niño se niega de una forma suficientemente fuerte yaversiva. La conducta agresiva y oposicional infantil es funcional en lograr escaparde la demanda materna que le resulta aversiva y el actuar de la madre cediendo150también es funcional en escapar de la situación negativa que plantea el niño. Estosson resultados a corto plazo ya que tales procedimientos de refuerzo negativoincrementan las probabilidades en el tiempo de sucesivos episodios de conflictoviolento, que frecuentemente desembocan en ataques físicos y verbales. Laconsecuencias en el niño se reflejarán en comportamientos más agresivos, problemasde conducta, y escaso repertorio de conductas y habilidades prosociales que, alacceder al medio escolar, le colocan en posición de ser rechazado por los compañerosy no tener así tampoco muchas posibilidades de subsanar sus carencias.Así pues, desde la teoría de la coerción se subraya el papel de los mecanismos derefuerzo negativo que operan en la interacción cotidiana parento-filial, desde unaperspectiva de análisis microsocial donde los eventos interaccionales se suceden a granvelocidad, en cuestión de segundos, como procesos automatizados y rutinasconsolidadas.Una y otra aproximación, provenientes de lugares teóricos separados representan, enmi opinión, dos vertientes por las que acceder a la misma cumbre. Las dosaproximaciones convergen en que el niño es afectado por experiencias interaccionales enla matriz relacional. Interacciones que vienen marcadas por una relación que esnaturalmente asimétrica y de dependencia entre un niño que se tiene que criar y un

Page 14: El impacto psicológico del maltrato

adulto que afronta esta tarea mediante las prácticas de socialización. Ambas coincidentambién en que si las interacciones son adecuadas los niños desarrollarán una adecuadacompetencia social que les procurará buenas relaciones con los demás y ulterioresapoyos a su desarrollo.Estas contribuciones hallan una buena aplicación al problema del maltrato en tantoque éste constituye el extremo manifiesto de prácticas parentales perjudiciales ydañinas para el niño que lejos de promover su desarrollo lo dificultan. Cuando lasexperiencias interaccionales son negativas los niños resultarán afectados en eldesarrollo de su competencia social. Ahora bien, la teoría del apego lo explica enfunción de la representación cognitivo-afectiva que hace el niño de estas experienciastempranas y que involucran auto-percepciones y percepciones de los demás, mientrasque la teoría de la coerción subraya en el veloz torrente de la interacción el papel delas conductas aversivas y los mecanismos de escape que se desarrollan casiimperceptiblemente.Las diferencias son más de énfasis, de sensibilidades teóricas y de metodología quede aspectos esenciales acerca de la explicación del fenómeno. De hecho si atendemosel modelo de la teoría cognitivo-social de Bandura (1986), este señala que la triada«conducta, ambiente y cogniciones» se determinan recíprocamente. De otra manera,por partes: a) la conducta cambia condiciones del entorno y esto, a su vez cambia laconducta b) lo que el individuo crea y sienta afecta sus actos y viceversa, c) elambiente o entorno modela, instruye y en definitiva afecta las cogniciones,sentimientos etc. del individuo y estas a su vez ejercen su influencia sobre elambiente. Con frecuencia, los acercamientos teóricos, se han focalizado en parcelas alas que han adecuado su metodología, pero en una visión de conjunto para el temaque nos ocupa, parece asequible una perspectiva de cierta complementariedad quepueda guiar el trabajo práctico.Una contribución de especial relevancia por lo que de tiene de comprehensivarespecto a las dos anteriores es la desarrollada por Robert Wahler (1994). Esteinvestigador, a partir del análisis de un conjunto de resultados y hallazgos de los últimosaños en diversas áreas ha propuesto lo que denomina «la hipótesis de la continuidadsocial» en el desarrollo de las interacciones coercitivas paterno-filiales.151Los niños tienen una «necesidad» básica de interacciones sociales sincrónicas opredecibles y aprenden a lograrlas a través de variadas conductas. Según sean laconducta de los padres y el temperamento infantil, unos niños aprenden a generarsincronía a través de transacciones cooperativas y otros lo hacen a través decomportamientos coercitivos y disruptivos. Las dos estrategias cumplen la mismafunción a corto plazo pero a largo plazo difieren en la estabilidad del resultado. Lacoerción solo logra breves periodos de sincronía o relaciones predecibles aunqueaversivas.Las interacciones cooperativas parento-filiales, como un flujo predecible y positivoson un pre-requisito para que se produzcan en el niño experiencias de aprendizajeimportantes en su contexto familiar y que son relevantes para su subsecuente adaptaciónsocial a otros medios. La continuidad en las interacciones del niño con sus padresdepende de cosas específicas que éstos hacen pero también de un contexto social másgeneral creado por la distribución temporal y la relevancia de esas cosas.La aplicación al caso del maltrato nos sugiere que los padres no sincronizanadecuadamente sus reacciones al niño, cuando las pautas de socialización que adoptanson erráticas e inconsistentes, y este niño carece así de puntos de anclaje externos por loscuales pueda aprender intercambios sociales coordinados. El niño satisface la necesidadde sincronía a través de conductas aversivas que tienen un claro poder para generarreacciones sociales predecibles (Wahler y Dumas, 1980; Wahler, Williams y Cerezo,1990). Aunque estas interacciones sean aversivas generan una sincronía y un estadoprovisional de continuidad social por lo que el problema queda «resuelto» a corto plazo.En otros términos, la conducta aversiva que desarrollan estos niños es instrumental enlograr recuperar la continuidad social por breves periodos, escapando así de la

Page 15: El impacto psicológico del maltrato

incertidumbre o contexto impredecible en que le sitúan las practicas de socializaciónindiscriminadas que caracterizan a los padres abusivos.El resultado final del proceso descrito es un patrón coercitivo, tal como señalaPatterson, en el que los padres y el niño se ven envueltos en continuos conflictos que enel niño generan sentimientos de desconfianza. El niño queda así sin guías ni recursospara su transición de las relaciones con la familia a las relaciones con los compañeros, ycon una estrategia consolidada de comportamientos coercitivos que le reportanconsecuencias inmediatas.Es importante destacar que la hipótesis de la continuidad social considera «el contextointerpersonal, como una historia continua más que como un fragmento del pasado (p.e.como la relación de apego madre-hijo). A medida que la vida del pequeño continúa suhistoria puede quedar sin cambios (asincrónica) o puede alterarse por circunstanciasvitales imprevistas o por intervenciones planeadas dentro de la familia o del grupo decompañeros. » (op. cit. pp. 152-153).Así pues, la contribución de la hipótesis de la continuidad social comprende aspectosde la teoría del apego, en cuanto a la sensibilidad de los padres a las demandas del niño ysu disponibilidad para establecer una relación sincrónica y predecible para el niño yaspectos de la teoría de la coerción sobre el mantenimiento de las conductas coercitivasen el fluir de la interacción.En el maltrato en tanto que extrema manifestación, episódica (abuso) o cronificada(abandono), de pautas de socialización inadecuadas y por tanto insensibles a lasnecesidades del niño, la continuidad social en la relación está gravemente afectada. Cabesugerir, desde esta perspectiva que los problemas detectados en las víctimas sean, almenos en parte, manifestaciones de sus modos de resolver la continuidad social en los152distintos momentos evolutivos a través de las distintas facetas de funcionamiento que seestudian.CONCLUSIONESDe la revisión realizada se desprenden algunas conclusiones que pueden serpuntualizadas como sigue:Primero, no todos los niños maltratados desarrollan problemas.Los estudios coinciden en señalar que los niños maltratados presentan un funcionamientopsicológico mermado, cuando los resultados se consideran en términos de grupo. Analizadoslos datos de forma más individual, hay niños, una minoría, que sufriendo abuso muestranapego seguro con sus madres, o son aceptados e incluso populares entre sus compañeros. Porejemplo, en el estudio de Salzinger et al. (1993) el 12% de los niños del grupo de abuso fueroncalificados como populares. En los estudios longitudinales también se registran casos de niñosque no desarrollan algunos de los síntomas o incluso ninguno.Esto puede explicarse de distintos modos: puede ser porque los instrumentos no sonsuficientemente sensibles, o porque los problemas emergerán más tardíamente o porqueel niño es resistente y es capaz de cumplir sus tareas evolutivas satisfactoriamente, aunen condiciones sumamente adversas, o porque el abuso por sus características produjomenos daño. En el abuso sexual una lectura cuidadosa de los resultados muestra que haytambién en torno a un 30% de casos asintomáticos (Kendall-Tackett, et al. 1993).Segundo, no todos los niños desarrollan los mismos problemas, no hay un patrón nicognitivo ni conductual característico o típico de niño maltratado.En el caso del abuso sexual la conducta sintomática más estudiada, la conductasexualizada, se manifestaba en un 28% de un total de trece estudios que involucraban amás de mil sujetos, clínicos y de comparación; el porcentaje ascendía si se considerabansólo a los niños en edad preescolar al 35%. Cuando se pudo establecer el tamaño delefecto, la proporción explicada por este síntoma fue semejante a la de otro síntomaimportante, la conducta agresiva: 43% (Kendall-Tackett, et al. 1993).Tercero, no hay un patrón diferencial de síntomas o problemas, ni cuantitativo nicualitativo que distinga niños maltratados de la población de niños clínicos.Esto puede ser debido a que en esa población de niños clínicos no puede descartarse quehaya casos de maltrato. Sin embargo, a pesar de esta posibilidad las semejanzas suelen ser

Page 16: El impacto psicológico del maltrato

muy altas. Por ejemplo, en un trabajo reciente la comparación entre niños referidos porgraves problemas de conducta en EE.UU. y niños referidos por maltrato en nuestro país,mostró que los grupos obtenían tasas semejantes de conducta desviada en el hogar y tasasprácticamente idénticas de conducta prosocial. Ambos grupos diferían significativamente degrupos de niños no clínicos de ambos países. (Cerezo, Wahler y Skinner, 1993).El estudio del impacto psicológico del maltrato ha comenzado a desarrollarse en losúltimos años, el punto alcanzado permite ya abrir vías importantes de trabajo quedespejen incógnitas fundamentales, algunas de ellas serían las siguientes:¿Cuál es el curso de la sintomatología?. Los síntomas pueden remitir, agravarse opersistir en función del tipo de síntoma, del género de la víctima y de la edad. En efecto,desde la perspectiva evolutiva, puede producirse una trayectoria de cambio en lasintomatología, por ejemplo, la interpretación cognitiva del abuso que haga la víctima puedeafectar el curso de la sintomatología. Asimismo, dado que las estructuras tempranas seincorporan en otras posteriores, alteraciones en aquéllas pueden aparecer más tarde en éstas.En estrecha relación con ésto, destaca el importante tema de la detección de los factores153inmunizadores o, en su caso, amortiguadores de los efectos, atendiendo al nivel evolutivo yel contexto familiar y extrafamiliar del mundo relacional del niño.Es preciso que los estudios comiencen a considerar como factores la aparición delmaltrato y su frecuencia, para cada modalidad o agrupación de modalidades. El maltratopuede ser temprano o tardío, es decir iniciarse en los primeros años de vida oposteriormente en la edad escolar o incluso en la adolescencia. El estudio longitudinal deMinnesota ha aportado resultados tentativos con un pequeño número de casos de niñosque fueron maltratados sólo en el primer año de vida, niños con los que se inició el abusocuando eran preescolares, y niños de los que se abusó a lo largo de los seis años; losresultados sugerían que cuanto más temprano era el abuso más graves y persistentesfueron las consecuencias, incluso en el grupo que al parecer había cesado el maltrato. Sinembargo, también hay que considerar en términos de frecuencia si se trata de un maltratoepisódico o de un maltrato persistente. La combinación de estos factores da lugar acuatro categorías: temprano, episódico o persistente, y tardío, episódico o persistente,cuyo rol en la aparición y curso de la sintomatología está aún por determinar.Avanzar en el conocimiento de las secuelas y efectos que produce en elfuncionamiento psicológico de un niño la experiencia de ser maltratado, es una tareaurgente para los investigadores. Importante es conocer el fenómeno del maltrato paraprevenir su ocurrencia, pero los niños afectados están ya ahí y reclaman que se les ayudea superar sus problemas del modo más eficaz y menos intrusivo posible.