El Imperio de La Ley - Laporta

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Francisco J. Laporta 133 IMPERIO DE LA LEY Reflexiones sobre un punto de partida de Elías Díaz A unque en el conjunto de la obra de Elías Díaz haya sin duda otros temas más apasionantes y controvertidos, me dispongo a realizar unas breves reflexiones sobre algo que, pese a su menor importancia aparente, se me antoja uno de sus puntos cruciales de partida: la noción del Imperio de la Ley. En primer lugar, porque aunque parezca ya cosa rancia y sabida intuyo que pronto volverá a ponerse de moda otra vez, y en segundo lugar porque creo que explicita de un modo especialmente luminoso las circunstancias en que se gesta su pensamiento. No se puede negar que las vivencias personales o colectivas establecen sobre una obra una impronta característica. La España de los sesenta, que es, creo, la década en la que cuaja la personalidad intelectual de Elías Díaz, fue una España articulada o, dicho con más rigor, una España desarticulada por un sistema político autoritario, ignorante de las garantías individuales y en el que el poder sólo muy parcial y fragmentariamente estaba sometido al derecho. Por eso no tiene nada de extraño que uno de los primeros estímulos que hirieran una sensibilidad tan viva como la suya fuera precisamente el de esa inmediata incertidumbre en que se vivía, y, en consecuencia, una de sus inquietudes más originarias fuera la relativa al aspecto más directamente garantista y protector que ofrece la visión moderna del derecho. Éste, repito, me parece uno de los más importantes puntos de partida de su pensamiento. Así, en 1966 inicia su clásico estudio sobre el Estado de Derecho con la siguiente afirmación: «Cabe adoptar como punto de partida la siguiente tesis: el Estado de Derecho es el Estado sometido al Derecho, o mejor, el Estado cuyo poder y actividad vienen regulados y controlados por la ley. El Estado de Derecho consiste así fundamentalmente en el ‘imperio de la ley’» (1966, pág. 13). Dicho punto de partida no es algo circunstancial ni anecdótico en su pensamiento. Desde la perspectiva de la Filosofía del Derecho, y ya no tanto de la teoría política, eso se

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  • Francisco J. Laporta 133

    IMPERIO DE LA LEY

    Reflexiones sobre un punto de partidade Elas Daz

    Aunque en el conjunto de la obra de Elas Daz haya sin duda otros temas msapasionantes y controvertidos, me dispongo a realizar unas breves reflexionessobre algo que, pese a su menor importancia aparente, se me antoja uno de suspuntos cruciales de partida: la nocin del Imperio de la Ley. En primer lugar,porque aunque parezca ya cosa rancia y sabida intuyo que pronto volver aponerse de moda otra vez, y en segundo lugar porque creo que explicita de un modoespecialmente luminoso las circunstancias en que se gesta su pensamiento. No se puedenegar que las vivencias personales o colectivas establecen sobre una obra una improntacaracterstica. La Espaa de los sesenta, que es, creo, la dcada en la que cuaja lapersonalidad intelectual de Elas Daz, fue una Espaa articulada o, dicho con ms rigor, unaEspaa desarticulada por un sistema poltico autoritario, ignorante de las garantasindividuales y en el que el poder slo muy parcial y fragmentariamente estaba sometido alderecho. Por eso no tiene nada de extrao que uno de los primeros estmulos que hirieranuna sensibilidad tan viva como la suya fuera precisamente el de esa inmediata incertidumbreen que se viva, y, en consecuencia, una de sus inquietudes ms originarias fuera la relativaal aspecto ms directamente garantista y protector que ofrece la visin moderna del derecho.ste, repito, me parece uno de los ms importantes puntos de partida de su pensamiento.As, en 1966 inicia su clsico estudio sobre el Estado de Derecho con la siguienteafirmacin: Cabe adoptar como punto de partida la siguiente tesis: el Estado de Derechoes el Estado sometido al Derecho, o mejor, el Estado cuyo poder y actividad vienenregulados y controlados por la ley. El Estado de Derecho consiste as fundamentalmente enel imperio de la ley (1966, pg. 13). Dicho punto de partida no es algo circunstancial nianecdtico en su pensamiento. Desde la perspectiva de la Filosofa del Derecho, y ya notanto de la teora poltica, eso se

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    pone de manifiesto con fuerza en su libro ms importante: La contraposicin y superacinde la pura arbitrariedad (o la falta, sin ms, de normas) a travs de la legalidad, significa yala posibilidad de una primaria, aunque imprescindible y esencial, zona de seguridad jurdica.La legalidad engendra seguridad: el Derecho establece y delimita el campo dentro del cual,en una determinada sociedad, los ciudadanos pueden sentirse seguros, sabiendo con certezaa qu atenerse en relacin con sus derechos y deberes [...] El reino de la arbitrariedad esel reino de la total inseguridad; la lucha contra la arbitrariedad es, entre otras cosas, la luchapor la seguridad jurdica. La legalidad es siempre un progreso con respecto de laarbitrariedad (1971, pg. 44). Es precisamente esta contundente afirmacin inicial, esepunto de partida ineludible cuando se ha vivido en un sistema poltico arbitrario eintolerante, lo que me propongo considerar brevemente en el presente trabajo.

    El imperio de la ley, -rule of law en la expresin inglesa, Rechtsstaat en latradicin alemana, Estado de Derecho en la traslacin ms comnmente usada entrenuestros juristas- tambin es aludido frecuentemente cuando se hace referencia a nocionesvalorativas como la seguridad jurdica o la certeza del derecho o cuando se quieremencionar alguna de sus facetas o rasgos, como el principio de legalidad, el control delpoder por normas jurdicas e incluso, en un sentido muy especfico, la idea misma deconstitucionalismo (cfr. Macllwain, 1991), o cuando se insiste en la vieja tradicin deencomiar el gobierno de las leyes frente al gobierno de los hombres (Desde Platn,Leyes, 715, d). De todas esas cosas habra que hablar en profundidad para establecer en todasu complejidad la geografa de ese universo tico que es el Imperio de la Ley. Pero paraempezar hay que dejar desde el principio bien sentado que el imperio de la ley es,efectivamente, eso: un universo tico; es decir, no es una propiedad del Derecho, algoinherente a la mera existencia emprica del orden jurdico, algo que nace ya con la meranorma jurdica, sino que es un postulado metajurdico, una exigencia tico poltica o uncomplejo principio moral que est ms all del puro derecho positivo; o dicho en trminosfamiliares, que no se refiere al derecho que es, sino al derecho que debe ser (Hayek,1960, pg. 206). No se realiza, pues, en la mera legalidad. La legalidad puede, s, producirquiz una cierta seguridad -a veces slo una seguridad del peligro y la inseguridad comoseal el propio Elas Daz-, pero la legalidad como tal tanto puede incorporar comotraicionar las exigencias del imperio de la ley, por que ste no aparece con la mera existenciade normas jurdicas, sino con la vigencia de unas normas que incorporen algunos rasgos muyparticulares. Es decir, el imperio de la ley es un complejo imperativo moral dirigido

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    al sistema jurdico y que lleva en s tanto un haz de exigencias materiales respecto a sucontenido como un conjunto de exigencias formales respecto a su estructura.

    IAntes de introducirnos, siquiera sea someramente, en esa complejidad convendr,

    sin embargo, apuntar la justificacin de esa tan contundente ubicacin del tema en el mundode la tica. De dnde extrae una nocin tan aparentemente cercana al mundo de lo jurdicocomo la de imperio de la ley esa su condicin esencialmente moral? Pues a mi juicio delprincipio tico de autonoma de la persona. En esta seccin tratar de argumentar en sntesispor qu lo creo as. Me parece indudable que uno de los pilares centrales del edificio denuestras convicciones morales compartidas es un arquetipo del ser humano como agentemoral que decide sobre sus propias acciones, gobierna el curso de su conducta y disea suproyecto de vida a partir de datos y exigencias que l mismo tamiza y acepta crticamente.Es esa suerte de protagonismo del propio individuo en lo que atae a su trayectoria vital loque tiene reconocido en la cultura europea moderna un valor tan caracterstico. La dignidaddel hombre, tal y como es acuada con fuerza desde el Renacimiento, reposa precisamenteen esto: en que su lugar y su imagen en el mundo los conquiste el ser humano por su propiadecisin y eleccin, en que module su naturaleza segn su arbitrio, en que sea el modeladory definidor de s mismo, en que tenga la condicin de ser aquello que quiera ser (Pico dellaMirandola, pgs. 105-106). Es un ideal moral que llega hasta nosotros a travs de laIlustracin europea. No hay ms que recordar a Kant a este respecto. Y es lo que todavaseguimos utilizando para adscribir la condicin de ser persona: vivir nuestra vida deacuerdo con un plan, proponemos una identidad propia a travs de nuestros propsitos, delo que intentamos hacer y ser en la vida (Rawls, pg. 408). No creo equivocarme si afirmoque es la misma idea que late en el pensamiento de Elas Daz cuando habla de cosas comola dignidad de la persona humana o la autonoma ltima de la decisin tica del hombre(1971, pgs. 412 y 413). La descripcin que hace Isaiah Berlin de este ideal merece sercitada en su integridad:

    Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de m mismo, y no de fuerzasexteriores, sean stas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento de m mismo yno de los actos de voluntad de otros hombres. Quiero ser sujeto y no objeto, ser

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    movido por razones y por propsitos conscientes que son mos, y no por causasque me afectan, por as decirlo, desde fuera. Quiero ser alguien, no nadie; quieroactuar, decidir, no que decidan por m; dirigirme a m mismo y no ser movido porla naturaleza exterior o por otros hombres como si fuera una cosa, un animal o unesclavo incapaz de representar un papel humano; es decir, concebir fines y mediospropios y realizarlos. ...Sobre todo, quiero ser consciente de m mismo comoser activo que piensa y que quiere, que tiene responsabilidad de sus propiasdecisiones y que es capaz de explicarlas en funcin de sus propias ideas ypropsitos (I. Berlin, 1969, pg. 131, trad. esp., pgs. 201-2).

    Cuando afirmo que este ideal, segn el cual la dignidad del ser humano se basa enla propia direccin de su comportamiento, en el compromiso con sus deliberaciones y susactos y en la propia gua a partir de sus valores y convicciones, es el ideal antropolgico queest subyacente en nuestras convicciones morales compartidas, lo que quiero decir es quesin presuponer un agente moral con estas caractersticas hasta nuestro uso tpico del lenguajemoral acaba por perder su sentido. Porque, en efecto, si nuestras decisiones dependen defuerzas externas, si somos instrumento de la voluntad de otros, si somos meros objetos,si somos movidos por causas ajenas que nos fuerzan a actuar, si la naturaleza u otroshombres deciden por nosotros, entonces nociones morales tan elementales como deber,responsabilidad, reproche, mrito, culpa, compromiso, etc..., que son las nociones clave denuestro lenguaje moral, pierden todo su significado. No podemos ser responsables, niculpables, merecedores de respeto ni de reproche, no podemos ser moralmente buenos omalos, sino moralmente inimputables, y ello porque en sentido estricto no somos agentesmorales, no somos personas, es decir no somos los destinatarios de ese lenguaje moral.Estaramos, pues, o bien en la ms catica y arbitraria ausencia de responsabilidad, o bienen lo que alguna vez, criticando al Luckcs ms rgido e irreconciliable, Elas Daz hallamado agudamente la culpabilidad objetiva.

    Y sin embargo este ideal de la persona humana como ser autnomo parece entrarinevitablemente en colisin con la existencia de la sociedad poltica y de las normasjurdicas que le son inherentes. Si la autonoma personal significa que soy yo quien megobierno a m mismo, que las razones que tengo para la accin surgen de m o son aceptadaspor m, la presencia del Gobierno y de sus normas coactivas sobre m tiene que ser, al menosparcialmente, incompatible con mi autonoma. Cuando estoy sujeto a normas que se meimponen si es necesario mediante una apelacin a la fuerza, es decir, cuando soy

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    el sujeto obligado por normas jurdicas, entonces, y en la medida en que lo soy, no soy unagente moral autnomo, porque ser un agente con esas caractersticas parece excluir, pordefinicin la accin del poder poltico sobre mi conducta.

    La respuesta europea moderna a esta encrucijada del pensamiento se articula en dospasos. En primer lugar se justifica la creacin y la existencia del poder poltico y del sistemajurdico en base a razones aparentemente prudenciales. Los seres humanos tienen, unosrespecto de otros, deseos, intereses y objetivos a veces incompatibles. La coexistencia deseres portadores de tales deseos e intereses en conflicto se ve gravemente amenazada porello, porque la condicin humana es, en este aspecto, insaciable, y tiende o puede tendereventualmente a satisfacer esos deseos e intereses, irrumpiendo violentamente en el espaciode los dems. Cada agente tiene que tener por ello razones prudenciales para propiciar queexista un mecanismo disuasorio de las conductas amenazantes de los otros con respecto al. Este mecanismo es una agencia centralizada de coaccin con el monopolio del uso de lafuerza. La existencia de esa agencia y sus actos de administracin de la fuerza (que son lasnormas jurdicas) determina que las eventuales conductas agresivas, al sentirse amenazadascon sanciones coactivas y, en su caso, castigadas, queden prevenidas y limitadas. sa es laprimaria razn de ser del poder poltico-jurdico. Lo que quiz expresaba Elas Daz cuandoaluda a la posibilidad de una primaria, aunque imprescindible y esencial, zona deseguridad jurdica.

    El segundo paso de la argumentacin (en trminos analticos, no, por supuesto,histricos), tratara de responder a una cuestin que expresada en lenguaje llano sera sta:No ser peor el remedio que la enfermedad? Porque en efecto, al poner en pie un artefactodotado de todo el poder que lleva consigo el monopolio virtual de la fuerza -el uso enexclusiva de la violencia- las ms sombras amenazas se proyectan otra vez sobre la esferade accin de los individuos, y, por tanto, sobre su autonoma personal. Si el poder puedeser definido como la capacidad de conseguir que otros hagan cosas que de otro modo noharan (Dahl, 1957), es decir, cosas que no haran si fueran plenamente autnomos, entoncesel poder de ese mecanismo que monopoliza el uso de la fuerza es esa capacidad ejercida agran escala. La suerte de los propsitos y proyectos de los seres humanos bajo un poderilimitado de estas caractersticas no sera, desde luego, muy envidiable y la dignidad delhombre entendida como autonoma individual estara supeditada nuevamente a los excesosde un mecanismo tan veleidoso, insaciable e impredecible como el que ms. Qu respuestaexiste ante este desafo? Pues, a mi juicio, la respuesta es la aportacin ms propia ycaracterstica del pensamiento europeo a la teora de las instituciones polticas: laelaboracin de un conjunto

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    de ideales complejos inspirados en postulados ticos, en exigencias morales, cuyo sentidoltimo es precisamente la proteccin de la autonoma del individuo frente al poder poltico.Esos ideales son: 1) El Imperio de la ley, 2) Los derechos del hombre y 3) El principiodemocrtico. Son, creo, los tres ideales que Elas Daz ha pretendido englobar en uno solomediante su nocin amplia y ambiciosa de Estado Democrtico de Derecho: imperio dela ley, pero ley entendida como expresin de la voluntad general, es decir, principiodemocrtico, y ley que posibilite el reconocimiento formal y la realizacin efectiva de losderechos del hombre. Yo, por el contrario, prefiero proceder a aislar el primero de esosideales, asumiendo que puede tener vida propia al margen de los otros y reflexionarnicamente sobre l.

    Y en primer lugar es preciso especificar un poco la relacin que pueda tener lanocin de imperio de la ley con la autonoma personal. El argumento sera, en sntesis, elsiguiente: el Derecho, como orden esttico de normas y como orden dinmico de actos deaplicacin de esas normas, es para los seres humanos una circunstancia que afectaprofundamente (aunque a veces inadvertidamente) sus vidas, sus relaciones personales, sulibertad, sus bienes. Los comportamientos cotidianos, las actividades, los proyectospersonales de cada uno se desarrollan siempre en el marco de ese universo de normasjurdicas, condicionados por ellas, limitados a veces, protegidos otras. Nuestros planes devida corno seres humanos dependen en una medida muy relevante de su presencia. Elderecho puede hacerlos posibles u obstaculizarlos, puede determinar que sean seguros o quesean azarosos, puede promocionarlos o impedirlos. En definitiva el derecho es uncomponente extremadamente importante del contexto de nuestras decisiones y planes devida. Pues bien, en la moderna teora de la decisin, al analizar precisamente el contexto delas decisiones, se distingue entre contexto pasivo o paramtrico y contexto activo oestratgico (Elster, 1983, pg. 12). Un contexto paramtrico es aquel cuyos componenteso datos son fijos o tienen un valor fijo. Un contexto estratgico, por el contrario, es aquelcuyos elementos componentes estn sujetos a variaciones (en mayor o menor grado y enfuncin de diferentes variables). Naturalmente el contexto paramtrico es en gran medidaprevisible o predecible; el contexto estratgico en cambio tiende a ser ms o menosimprevisible e impredecible. Pues bien, en el seno de contextos del primer tipo se abren anteel individuo-decisor las posibilidades de proyectar con razonable seguridad sus acciones yanticipar sus consecuencias. En el seno de contextos del segundo tipo, por su carctercambiante, inesperado e inseguro el individuo-decisor tiene muchas ms dificultades a lahora de construir o configurar algn proyecto estable porque se ve forzado a responder

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    a la defensiva y caso por caso a los desafos y respuestas imprevistas que el contexto levaya lanzando. El Derecho, como parte sustancial de nuestro contexto de decisin, puedeconfigurarse tambin como un dato fijo -gobierno de leyes como pautas objetivas yestables-, o como un dato cambiante -gobierno de hombres como decisiones e iniciativaspersonales impredecibles. En el primer caso la autonoma personal tiene ante s un marcode accin y decisin lo suficientemente estable y acotado. En el segundo caso, lavariabilidad del contexto mismo y de sus caprichosas reacciones se imponen a los propsitosdel agente y su autonoma queda minimizada. La nocin de Imperio de la ley se dirigeprecisamente a evitar esto ltimo y su primera (aunque no nica) razn de ser puedeencontrarse aqu: Como escribi Lpez de Oate en un estudio ya clsico, pensado -no seolvide- en plena turbulencia fascista: La abstraccin, la rigidez, la fijeza de la norma contralas que desde tantos arcos se lanzan millares de flechas, slo tienden simplemente a esto, agarantizar de manera cierta e inequvoca la accin, en forma que puedan los hombres contarcon lo que ha de ocurrir (1953, pg. 75). Al exigir un contexto jurdico de decisinparamtrico, es decir, un contexto de certidumbre, el principio del Imperio de la leyslo pretende que el ser humano tenga la posibilidad en el ms alto grado posible de preverlas consecuencias de sus acciones, lo que supondra por s mismo el que pudiera hacerplanes con confianza (Hayek, 1960, pg. 153).

    IISuponiendo que el ideal de Imperio de la ley tiene, efectivamente, como uno de

    sus objetivos bsicos establecer en su mbito las condiciones de posibilidad de la autonomaindividual y tratar de desarrollarla al mximo cmo procede a hacerlo? Antes recordabaque la nocin de Imperio de la ley no es una nocin descriptiva que nos diga como esel Derecho, sino un complejo ideal metajurdico que nos dice cmo debe ser el Derecho.Pues bien, de acuerdo con ese ideal el Derecho debe ser a) Un conjunto de normas, b) talesnormas deben tener una estructura interna especial, y c) los procedimientos de aplicacin deesas normas deben cumplir con ciertas exigencias. Vemoslo paso a paso.

    A) En primer lugar, el Imperio de la ley como ideal tico-poltico impone alDerecho una exigencia normativista. El ncleo principal del ordenamiento jurdico debeestar compuesto por normas en el sentido de reglas. La existencia emprica de la norma enla

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    sociedad, en su acepcin ms inmediata de regularidad en la conducta (de los demsciudadanos y del poder) es uno de esos ingredientes que son capaces de configurar uncontexto paramtrico propicio para el desarrollo de la autonoma individual. Por ello, elDerecho debe modular los comportamientos muy predominantemente mediante reglas onormas. Esta opcin en favor del normativismo se opone formalmente a una posibleopcin en favor del decisionismo que pretende que el Derecho sea fruto de decisionesindividuales, sbitas y concebidas ad hoc, no gobernadas por pauta alguna y emitidas porquien detenta el poder. No es, como pudiera parecer, una opcin teortica, sino una opcinprctica. No trata de definir cientfica o filosficamente lo que el derecho es, sino lo que elderecho debe ser. Y el Imperio de la ley nos recuerda que la autonoma individual sloes posible en un contexto social regulado, es decir, sometido a normas. Un contexto socialasaltado inesperadamente por decisiones sbitas e impredecibles minimiza las posibilidadesde la autonoma del individuo para hacer planes de vida. Seguramente por ello los juristasde impronta y ascendiente liberal han tendido histricamente a defender el normativismo,mientras que los juristas de impronta autoritaria y antiliberal han tendido a defender eldecisionismo (Cfr. por ejemplo, La Torre, 1992). La clara posicin ontolgica de Elas Dazen favor de una concepcin normativa del derecho y su explcito rechazo del decisionismoarbitrario propio de los caudillos fascistas se puede interpretar tambin desde estaperspectiva.

    B) Cul es la estructura interna que el principio del Imperio de la ley impone alas normas jurdicas que deben formar el ncleo ms importante del ordenamiento?

    1. En cuanto a la autoridad que emite las normas, debe hallarse facultada parahacerlo por una norma jurdica de competencia, y su actuacin debe circunscribirse almbito de competencia previsto en esa norma. En el Estado de Derecho la autoridad estprefigurada e identificada por la ley. De este modo se cancela la posibilidad de losgobiernos llamados de facto y la actuacin ultra vires de cualquier autoridad.

    2. Las normas jurdicas deben ser generales, es decir, sus destinatarios han de seridentificados mediante rasgos generales y no mediante nombres propios o descripcionesdefinidas. Esta exigencia de generalidad ha tratado de emparentarse tradicionalmente con laidea de igualdad ante la ley. As Dicey afirmaba que en uno de sus significados posibles elrule of law implicaba que todo hombre, cualquiera que sea su rango o condicin, estsujeto al derecho ordinario del reino y est sometido a la jurisdiccin de los tribunales

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    ordinarios... que todo oficial, desde el Primer Ministro hasta un guardia o un recaudador deimpuestos est bajo la misma responsabilidad que cualquier otro ciudadano por todo actohecho sin justificacin legal (1982, pg. 193). Pero parece ms convincente circunscribirlaa su justificacin moral ms inmediata: las reglas generales cumplen con la exigencia deimparcialidad que es uno de los requisitos formales de la correccin moral (Rawls, 1970,pgs. 161-62).

    3. En cuanto al mbito de aplicacin temporal las normas jurdicas deben serprospectivas y no retroactivas y deben ser razonablemente estables en el tiempo. Laprohibicin de la retroactividad se explica por s misma: el agente es objeto de un reprocheo una sancin por una conducta anterior en el tiempo y que, por tanto, no es ya posiblereconsiderar. El requerimiento de estabilidad se fundamenta en la conveniencia de que eldestinatario de la norma tenga un mbito razonable de previsibilidad de las reaccioneslegales sobre su conducta. Naturalmente la propiedad de ser estable o inestable es unapropiedad disposicional (Cfr. Garzn Valds, 1987) y de grado: depende de la clase desituaciones que produzcan la modificacin de la norma, y de la frecuencia de esasmodificaciones. Una norma que resulta modificada todos los das debido a circunstanciasirrelevantes, variadas o caprichosas no sirve como punto de referencia para guiar la conductadel destinatario. Pero ello no quiere tampoco decir que las normas tengan que serinmutables, ni que el ordenamiento haya de estar aquejado por una especie de esclerosis.Tales cosas produciran tambin incertidumbre y falta de previsibilidad.

    4. Las normas jurdicas deben ser pblicas y claras. Es evidente que cualquiera quedesee desarrollar un proyecto personal confiable debera poder conocer en el mayor gradoposible los eventuales lmites y obstculos a ese proyecto. Si las normas jurdicas sonsecretas o de muy complicado acceso ser difcil saber a qu atenerse respecto de loshipotticos efectos de esas normas sobre la propia conducta. La claridad tambin tienerelacin con esto, porque si las normas son contradictorias o de significado extremadamenteimpreciso, o perfectamente hermticas, los actos de aplicacin de las mismas tendrn queser, por fuerza, imprevisibles. Naturalmente, esto no quiere decir que puedan evitarse losineludibles mrgenes de vaguedad y ambigedad de todo lenguaje natural (como lo es, engran medida, el lenguaje jurdico), pero usar deliberadamente expresiones de gran vaguedad,clusulas sin fondo, tipos penales abiertos o conceptos indeterminados ha sido siempremirado como el caldo de cultivo de la discrecionalidad y como una amenaza potencial a laseguridad del ciudadano y la certeza de su proyecto.

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    Para resumir: El rule of law es un ideal tico-poltico que afirma que elordenamiento jurdico debe vertebrarse en torno a un conjunto de normas emitidas por unaautoridad reconocida, generales, prospectivas, estables, claras y ciertas. Ese ncleo durodel ordenamiento establece as un marco de convivencia basado en un contexto de decisincuyos datos ms importantes son conocidos y razonablemente firmes. De esta forma, lasconductas de los dems pueden ser esperadas y las decisiones del poder previstas deantemano en cierto grado, haciendo as posible proyectar la propia personalidad en un plande vida que se adapte a ese marco.

    A partir de ese ncleo duro el ordenamiento jurdico se articula como un ordenjerrquico en el que las normas particulares son guiadas por las normas generales, y unconjunto de principios estructurales como el principio de legalidad, el principio de jerarquanormativa o el principio de interdicin de la arbitrariedad de los poderes pblicos conformatoda la arquitectura del sistema legal. Lo que se pretende con esta compleja construccines que el individuo, para proteger su autonoma personal, puede apelar a reglaspreestablecidas, tanto frente a los dems conciudadanos como frente al poder de laAdministracin, y disponga de un marco normativo dentro del cual sus decisiones estn, enprincipio, amparadas por un status similar al que tcnicamente llamamos inmunidad(Hoffeld, 1968, pg. 81), es decir, un status legal de libertad de una persona frente a lapotestad jurdica o control jurdico de otro. Lo que quiere decir que ante cualquier actodudoso de un particular o del propio poder pblico, el individuo puede demandar proteccinde su esfera de autonoma personal en virtud de esas normas generales que la protegen.

    C) De acuerdo con Dicey, el ms influyente teorizador ingls de esta institucin, elprimer significado de rule of law es que ningn hombre ha de ser castigado o puede sufrirlegalmente en su cuerpo o en sus bienes excepto por una violacin especfica de la ley,establecida del modo legal ordinario ante los tribunales ordinarios del pas (Dicey, 1982,pg. 110). El Imperio de la ley articula as, como he mencionado, un conjunto complejode exigencias tambin sobre ese aspecto dinmico del ordenamiento que desemboca en losactos de aplicacin de las normas jurdicas. Y lo hace estableciendo lmites institucionales,garantas de imparcialidad y exigencias argumentales al proceso de interpretacin yaplicacin del derecho. El mecanismo de adjudicacin de las normas no puede sercualquiera. Debe cumplir con ese conjunto de exigencias que, en el mbito anglosajn, hasido caractersticamente denominado debido proceso de ley (due process of law).

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    C1. Requisitos institucionales.-Cuando surge una discusin sobre el alcance de unanorma, una violacin de derechos o un problema de indefinicin de un status jurdico, elciudadano ha de poder acceder con facilidad a una agencia institucional para someter elproblema. Dicha agencia debe estar perfectamente diferenciada de la Administracin y delGobierno (Separacin de Poderes) y sus miembros integrantes, los jueces, han de verserevestidos por una caracterstica independencia individual ante el caso controvertido(inamovilidad, retribucin suficiente, etc...). Este procedimiento es el que protege laautonoma individual en el marco legal. Su funcin bsica, como afirmaba Dicey, esprecisamente que nadie pueda establecer limitaciones, atribuir responsabilidades ni acordarsanciones que no estuvieran previstas de antemano por la norma (nullum crime, nulla poena,sine lege). Para ello, naturalmente, la organizacin judicial como tal debe ser facultada noslo para resolver desacuerdos entre particulares, sino tambin para supervisar la accin dela Administracin y la normativa subordinada (Jurisdiccin Administrativa), e incluso lalegislacin emanada del rgano parlamentario (Jurisdiccin Constitucional). Escriba a esterespecto Elas Daz en 1971: Cuando los rganos estatales ejecutivos y de administracinpreferentemente, pero tambin en su caso lo rganos legislativos, dejan de atenerse de unmodo u otro a la legalidad creada por su propio Estado, corresponder a los rganosjurisdiccionales (Justicia administrativa en general, y Tribunal de Garantas Constitucionalesde modo especial), la tarea suprema de actuar como ultima ratio para restaurar el ordenviolado y reajustar la situacin rota de esa manera ilegal. Con ello el poder judicial devuelveen cierto modo la seguridad perdida: el poder judicial constituye as el ms firme apoyo yla respuesta ltima para la seguridad jurdica. Si dejase de cumplir esa importante y decisivafuncin de control jurisdiccional -por la razn que fuese, falta de honestidad, falta deindependencia, etc...- la seguridad de los ciudadanos peligrara ms que nunca. Un poderjudicial independiente es, por ello, imprescindible para que la seguridad pueda hacerserealmente efectiva (1971, pg. 45).

    C2. Condiciones de imparcialidad.-Se trata de aquellas exigencias de imparcialidadque han venido denominndose, por alguna tradicin, principios de Justicia Natural y quehacen referencia: a) a la posicin del juez como rgano decisor ajeno a cualquier actitudtendenciosa (p. e. el principio nemo iudex in causa sua) o a cualquier tipo de partidismo (p.e. el principio audi alteram partes), b) a la situacin de las partes en el procedimiento, quedeben disponer, en condiciones equitativas, de medios de prueba y de posibilidades depresentar argumentos en la medida ms amplia posible,

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    c) a ciertos rasgos del acto mismo en el que se producen los argumentos y las pruebas (p.e. la publicidad de la audiencia).

    C3. Exigencias de la argumentacin.-En el marco de esos requisitos y condicionesse produce un acto de aplicacin del derecho. Dicho acto, que no es otra cosa que unanorma particular, debe ser la conclusin de un razonamiento prctico. Digo debe ser porqueno necesariamente tiene que serlo o lo es siempre. Cuando se dice de alguna proposicinque es la conclusin de un razonamiento, lo que se dice es que tal proposicin tiene unarelacin especfica con otras proposiciones que se llaman premisas del razonamiento. Esarelacin especfica consiste en que la conclusin se infiere de las premisas. Digo todas estasobviedades para recordar ahora en qu consiste ese deber ser: el ideal de Imperio de laley establece, en primer lugar, que la decisin ha de inferirse vlidamente de las premisas:esto es lo que significa que la decisin ha de estar motivada. Y en segundo lugar que dichamotivacin ha de descansar de una manera decisiva en las reglas generales y ciertas queantes hemos examinado. Ello quiere decir que las premisas ms importantes de esainferencia prctica habran de ser precisamente esas reglas generales, las normas jurdicas,y que, por ello, el juzgador, si pretende que su decisin est justificada desde el punto devista del imperio de la ley, ha de operar sobre la base de un compromiso de adhesin aesas normas. Naturalmente, la argumentacin jurdica es muy compleja, y en ella intervienenrazonamientos de otros tipos y premisas de muy variada naturaleza (Atienza, 1991), perocreo necesario subrayar que para que se respete el rule of law las premisas que, porejemplo, expresen deseos, preferencias o intereses personales del juzgador deben sercanceladas e ignoradas en la argumentacin, as como deben ser ignoradas las premisasfcticas que expresen hechos no establecidos por las vas normativamente tasadas de prueba.Esto es, seguramente, lo que se pretende hoy transmitir cuando se afirma que la aplicacindel derecho es un tipo de razonamiento prctico altamente institucionalizado, y esto es lo quelate an de verdad en el viejo y desacreditado dicho de que los jueces son la boca pasivade la ley. Lo que me interesa subrayar es que las exigencias del imperio de la ley postulanque la decisin judicial sea una consecuencia lgica posible en un esquema deductivopresidido por las normas jurdicas antes descritas. Lo que nos llevara a la tesis fuerte deque el principio del Imperio de la ley exige que el ncleo de esa argumentacin sea unrazonamiento deductivo.

    No quera, sin embargo, suscitar ahora un tema tan espinoso. Slo pretenda con lcerrar la enumeracin de cuestiones propias de una reflexin sobre una idea que Elas Dazformul as: El imperio

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    de la ley constituye la nota primaria y fundamental del Estado de Derecho, y que acompalneas despus con otra consideracin importante: [...] cuando faltan garantas procesales,cuando los detenidos y procesados no son respetados, cuando hay amplias zonas de laactividad pblica a las que injustificadamente no llegan los recursos jurdicos, cuando elpoder poltico se inmiscuye bajo formas diferentes en la actuacin de los Tribunales, cuandolas jurisdicciones especiales actan con demasiada frecuencia en sustitucin de lajurisdiccin ordinaria, etc..., puede decirse -conclua con toda contundencia- que no existeen modo alguno Estado de Derecho (Daz, 1966, pg. 34). Esto est escrito en 1966, esdecir, hace casi treinta aos. En esos libros y en esos prrafos aprendieron muchos el aromajurdico viejo pero profundamente innovador del Imperio de la Ley. Ninguna preocupacinactual debera hacernos olvidar que, con toda su aparente modestia, ese sigue siendo unpunto de partida irrenunciable.

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  • DOXA 15-16 (1994)