El Legado de C.W.mills

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Una visión global de las aportaciones de C. Wright Mills a la sociología contemporánea.

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C

EL LEGADO DE C. WRIGHT MILLS.Francisco Casanova Alvarez.Tal vez el juicio final sobre Mills ha de ser el siguiente: He aqu un hombre cuya integridad nos ayud a hablar claro; su honestidad nos hizo ms fcil ser honestos. Cuando la ciencia social se ligue a la responsabilidad social, se habr cumplido su legado.

Irving L. Horowitz(*)Un socilogo atpico:Charles Wright Mills naci el 28 de agosto de 1916 en Waco, una pequea poblacin de Texas, hijo de una familia de clase media de origen irlands e ingls. En su infancia vivi en Sherman, Forth Worth y Dallas. Su adolescencia transcurri en un ambiente dominado por la gran depresin que sigui al crack de 1929, en el marco de una sociedad provinciana y encerrada en s misma que dudaba en dar el salto para convertirse en potencia mundial a pesar de la enorme capacidad de su economa industrial y la proyeccin de un estilo de vida que, un siglo antes, haba cautivado a un observador tan agudo y perspicaz como Alexis de Tocqueville.

Charles Wright vivi su juventud a lo largo de toda la poca en que Franklin Delano Roosvelt dirigi los destinos de Estados Unidos, gradundose a los 23 aos como Bachiller en Artes y Maestro en Filosofa y Sociologa en 1939 por la Universidad de Texas, despus de haber intentado estudiar, infructuosamente, ingeniera en la misma institucin. Dos aos ms tarde, en 1941, poco antes del ataque a Pearl Harbor, obtuvo su Doctorado en Sociologa y Antropologa en la Universidad de Wisconsin, incorporndose de inmediato a la planta docente de la Universidad de Maryland como profersor adjunto y, cuatro aos despus, en 1945, obtuvo una beca Guggenheim y se traslad a la Universidad de Columbia, donde transcurri el resto de su vida acadmica. De 1946 a 1948 fue Director del Departamento de Investigaciones Laborales de la Oficina de Investigaciones Sociales Aplicadas, donde trabaj bajo la supervisin general de Paul F. Lazarsfeld.

En los ltimos aos de su vida dict ctedras en las Universidades de Brandeis y Copenhague como profesor invitado, en el Air War Collage de los Estados Unidos y en el Instituto de Psiquiatra William A. White. Sus viajes a America Latina, Europa Occidental, Rusia y Polonia le proporcionaron vivencias que, sin duda alguna se reflejaron en su trabajo intelectual, particularmente en los ltimos diez aos de su vida. Muri el 20 de marzo de 1962, a la edad temprana de 45 aos.La generacin a la que Mills perteneci fue la que se desarroll entre las dos guerras mundiales, si bien su madurez intelectual se ubic en la etapa ms lgida del macarthismo y la cruzada anticomunista que ensombreci a la sociedad norteamericana y reprimi las lneas de pensamiento alternativo y disidente en aras de la defensa de la democracia y de la libertad. A esos aos se referira despus, en 1955, como los aos insensatos que hemos soportado.Mills, al decir de Horowitz (1), pas por tres fases biogrfico-intelectuales distintas. Primero, (el estudio de) la filosofa social y una absorcin completa en los clsicos de los estudios sociales; despus un perodo intenso de investigacin emprica a mediados de la dcada de los cuarenta; y, por ltimo, un esfuerzo por combinar estos intereses con un estilo funcional de reflexin sociolgica. En el ltimo lustro de su vida se comprometi con problemas de los que la sociedad norteamericana no quera ni or hablar. Estableci con claridad su posicin respecto de los problemas que, en su perspectiva, aquejaban a la sociedad norteamericana y luch contra la indiferencia poltica, pugnando por establecer nuevas rutas de accin para lo que llamaba los hombres comunes y corrientes, que son afectados en su vida cotidiana y domstica por decisiones que no entienden o que ignoran, decisiones que son tomadas por otros hombres que lo hacen sin considerar la responsabilidad social que ello implica.Fue un intelectual atpico porque muy pocos, como l, se atrevieron a enfrentar al establishment, tratando de comprender otra visin, distinta de la norteamericana, como lo demuestra su esfuerzo por hacerles entender la revolucin cubana en su Escucha yanqui (2), o el estudio del marxismo al que dedic los ltimos diez aos de su vida y que culminaron con la publicacin de su obra Los marxistas (3), poco antes de su muerte. Mills estudi a Marx no para combatirlo y sumarse a la cruzada antimarxista, sino para subrayar su importancia dentro de la tradicin clsica de la teora social, entendiendo que era una parte, muy importante, pero no el todo del pensamiento social. Tuvo que soportar una campaa de rumores, chismes y descalificaciones: se le calificaba de periodista con un sentido peyorativo y se le tildaba de ser el trotskista tejano y un marxista a medias (4); pero Mills no era trotskista, ni marxista, ni medio marxista. Fue si, un socilogo comprometido con la denuncia social, con la izquierda de su pas, crtico acrrimo del liberalismo estadounidense, pero no de toda la filosofa liberal. Consideraba que la sociedad norteamericana se haba alejado de sus races liberales, y en parte su lucha era por reconciliar la realidad actual con el liberalismo original. Si algn calificativo ideolgico pudiera acomodrsele quiz sera el de liberal de izquierda. Fue un socilogo atpico y marginal en la ciencia social norteamericana, un precursor que se manifest en rebelda frente a los dos paradigmas en que la sociologa se desarrollaba en esos momentos, a los que acertadamente llam el empirismo abstracto y la gran teora: el rigor metodolgico llevado al extremo para analizar cuestiones intrascendentes y ftiles, o la abstraccin pura completamente ajena a la realidad. De ello dej constancia en ese ensayo inquietante y agitador que es La imaginacin sociolgica (5).Como dice Horowitz (6) --su colega, amigo, editor pstumo de parte de su obra y en algn sentido su heredero intelectual--, la tarea esencial en que Mills se haba comprometido era llenar el vaco creado por una sociologa de alternativas falsas. Su preocupacin fundamental fue el desarrollo de una sociologa responsable que ayudara a corregir los caminos indeseados por los que la sociedad norteamericana se haba encausado y que la sociologa oficial contribua a reforzar y legitimar, ocultando los verdaderos problemas sociales que deban atenderse con urgencia.Ciertamente es difcil ubicar a Mills en alguna de las diversas escuelas de pensamiento sociolgico y ms an en el contexto general de la sociologa norteamericana a pesar de que en su formacin se lig a la tradicin pragmtica que caracteriz las obras de Peirce, James, Dewey y Mead. Algunos autores como Martindale (7) lo incluyen dentro del conductismo social, por el libro que escribi en colaboracin con Hans Gerth en 1953 titulado Carcter y estructura social (8); sin embargo, aunque en sus trabajos posteriores hizo siempre referencia a su nocin de estructura social y a su utilidad heurstica para el estudio de los fenmenos sociales, en sus ltimos ensayos incorpor elementos del marxismo y otras corrientes del pensamiento social.A lo largo de sus escritos, Mills dej constancia de su deuda intelectual con los autores clsicos, aunque de manera especial con Max Weber, Thorstein Veblen y Gaetano Mosca, en cuyas obras abrev sin comprometerse especficamente con ninguno; ms tarde, fue aplicado lector de Carlos Marx y del pensamiento marxista.

Situado en una perspectiva terica neo-clsica Mills abord un sinnmero de problemas, desde el crecimiento de las llamadas clases de cuello blanco y la perspectiva que acerca de s mismos tienen los que en ellas se ubican, hasta la creciente burocratizacin de la sociedad industrial, la concentracin del poder y sus efectos sobre las instituciones democrticas. Escribi sobre la guerra fra y el significado de las revoluciones comunistas en el mundo, al mismo tiempo que trat de explicar la formacin, consolidacin y formas de operacin de las elites gobernantes en los Estados Unidos y la confluencia de los intereses econmicos y militares con la poltica. De hecho, los diez ltimos aos de su vida estuvo obsesionado por la posibilidad de una guerra nuclear total, temores, anhelos e inquietudes de los que fueron partcipes muchos de los hombres y mujeres, intelectuales o no, de su generacin.Abord los problemas implcitos en la exigencia de una ciencia social asptica, ajena a los valores de sus practicantes, y nos brind una leccin inolvidable de honestidad intelectual en La imaginacin sociolgica (9) al discutir los roles polticos que los cientficos sociales pueden jugar en la sociedad contempornea.En el momento de su muerte, Mills trabajaba en una obra de largo alcance titulada Comparative international sociology. Despus de su desaparicin, Irving L. Horowitz public dos colecciones de ensayos: bajo el ttulo de Poder, poltica, pueblo recogi trabajos sueltos, artculos, reseas y ensayos inditos del propio Mills y con el nombre de La nueva sociologa public en dos volmenes una serie de ensayos en honor de l.La personalidad inquieta e imaginativa de Mills se expres en mltiples preocupaciones intelectuales que lo llevaron a incursionar en tres campos definidos (que por lo dems, no fueron los nicos que abord este hombre multifactico y precursor): el de la teora sociolgica, el de la sociedad norteamericana y el de la sociologa poltica. La teora y la imaginacin sociolgica:

Cinco son los trabajos principales en que C. Wright Mills abord cuestiones tericas y metodolgicas de la sociologa en particular y de las ciencias sociales en general. Uno, A sociological account of pragmatism, el primero, es su disertacin que para la obtencin de su doctorado sustent en la Universidad de Wisconsin en 1941 y que permanece indita; de los cuatro restantes, Carcter and social structure: the psychology of social institutions (en colaboracin con Hans Gerth, The sociological imagination, Images of man: the classic tradition in sociological thinking (10) y The maxists (11), tres han sido publicados en espaol. Adems, la serie de ensayos y artculos que despus de su muerte fueron publicados por Irving L. Horowitz en Poder, poltica, pueblo (12). En Carcter y estructura social, Gerth y Mills parten de una concepcin tridimensional del hombre (como ser biolgico, psicolgico y social, esto es, como organismo, individuo y persona, respectivamente) para explicar la naturaleza del carcter y la forma como ste se inserta en la estructura social.

Como organismos, los seres humanos se encuentran motivados para restablecer permanentemente el equilibrio fsico-qumico que su naturaleza demanda entre lo que biolgicamente necesitan y los bienes que consumen; como individuos, buscan restablecer el equilibrio emocional entre sus sentimientos y emociones por un lado, y los satisfactores que incorporan para mantener su estructura psquica por el otro; finalmente, como personas su conducta es motivada por las expectativas de las dems personas con las que est en relacin, buscando un equilibrio entre la imagen que tiene de s mismo y la imagen que de l tienen los dems. Esos estados de equilibrio se denominan, para el organismo, salud; para el individuo, placer, y para la persona, statusSe trata de un libro de gran valor didctico que pasa revista a los conceptos sociolgicos fundamentales, de manera que la construccin de las nociones de rol e institucin y su clasificacin funcional nos llevan, casi de la mano, a los conceptos de esferas y rdenes institucionales, y de stos al de estructura social.Particularmente interesantes resultan los captulos 8 y 9 sobre los rdenes institucionales y controles sociales en que los autores analizan y reinterpretan, a la luz del esquema de anlisis que proponen, el desarrollo histrico de los tipos de dominacin weberianos y la concepcin de la sociedad patriarcal y feudal.Por ltimo, conviene subrayar el anlisis de la unidad de las estructuras sociales, al que dedican el captulo 12, en que hacen una interpretacin de la unidad de Esparta y la cada de Roma, para concluir proponiendo cuatro principios bsicos del cambio estructural para comprender la integracin de una sociedad (13): correspondencia, coincidencia, coordinacin y convergencia.

En el caso de la correspondencia, se trata de un principio unificador comn que opera de modo paralelo en cada uno de los diferentes rdenes institucionales; la coincidencia se presenta cuando los desarrollos estructurales de los distintos rdenes, en sus efectos combinados, dan como resultado la unidad; hay coordinacin, en cambio, cuando uno o ms rdenes se vuelven predominantes sobre los dems y los subordinan, llevando a la unidad de la estructura social; en el caso de la convergencia, la coincidencia entre dos o ms rdenes llega a ser tan estrecha que se funden en una sola organizacin institucional.En conjunto, la obra comentada proporciona a los estudiosos de la sociedad un marco metodolgico para el ordenamiento de los fenmenos sociales, bajo la perspectiva del anlisis estructural-funcional, marco que le servira a Mills para sus anlisis especficos de la sociedad norteamericana, como en el caso de las clases medias y la elite del poder.Los marxistas es una obra de recopilacin y seleccin de algunos de los textos ms importantes del socialismo marxista-leninista y de la socialdemocracia alemana, donde Mills ofrece una sntesis y algunos elementos interpretativos sobre esta importante corriente de pensamiento. A lo largo de la obra se presentan textos seleccionados de Marx, Lenin, Kautsky, Bernstein, Luxemburgo, Trotsky y Stalin fundamentalmente, y algunos otros de marxistas contemporneos como Borkenau, Deutscher, Togliatti y Mao Tse-Tung.

Los marxistas, como afirma el propio Mills en el prrafo inicial (14),

es una cartilla, una cartilla sobre los marxismos, escrita para todo pblico, lo mismo para quienes no conocen a Marx, ni presumen de conocerlo, que para aquellos que estn familiarizados con su filosofa pero consideran que ha sido engullida por los comunistas; tambin fue escrito para quienes sustentan la nocin de que el marxismo, despus de todo, es mera ideologa y que la ideologa est tocando a su fin o debe estarlo.Aunque las ideas de Marx y de sus seguidores eran parte sustancial de la poltica mundial chino-sovitica en el momento en que Mills escribi Los marxistas, no por ello dej de reconocer y subrayar la slida fortaleza de su pensamiento y la importancia que para la ciencias sociales representaban. El marxismo, a final de cuentas era una cosmogona que postulaba la ideologa y el programa de lucha para la revolucin, pero al mismo tiempo, una parte sustancial del pensamiento y las ciencia sociales.

Las ciencias sociales, pensaba Mills, eran bastante ms que el marxismo, pero ningn cientfico social honrado poda dejar de reconocer su lugar en el pensamiento social clsico. Ms an, afirmaba que la historia del pensamiento social desde mediados del siglo XIX no puede comprenderse si no se comprenden las ideas de Marx (15). Reconoca que ello no significaba que los practicantes de la ciencia social en el siglo transcurrido hasta la mitad del siglo XX hubiesen sido polticamente marxistas, o que las ciencias sociales no hubiesen tenido desarrollos paralelos a ese paradigma, o que el mismo pensamiento de Marx no hubiese sido rebasado en algunos aspectos por la nueva realidad capitalista, pero comprenda la influencia del pensamiento marxista an en los cientficos sociales liberales como Max Weber y Tornstein Veblen por ejemplo, o como Raymond Aron o Karl Mannheim en las escuelas francesa y alemana. Concluy rindiendo el mximo homenaje intelectual a Marx, al decir de l que fue el pensador social y poltico del siglo XIX (16). Por lo que respecta a la corriente de pensamiento, concluye Mills afirmando que la historia del marxismo es la historia de los pensadores del siglo XIX y de los polticos del siglo XX (17).

Marx deca que los hombres son actores y autores de su propia historia, pero que no escogen el escenario para actuarla. Mills, parafraseando a Marx, deca que biografa e historia estn tan estrechamente entrelazadas que no es posible comprender la una sin la otra: Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse sin entender ambas cosas, escribi en las primeras pginas de esa obra extraordinaria, libro de cabecera, de lectura obligatoria para cualquier cientfico social, que es La imaginacin sociolgica (18). La promesa de las ciencias sociales en el mundo contemporneo es la de ayudar a los hombres a comprender dnde estn situados y hacia dnde van, porque lo que ciertamente advierten es que sus vidas privadas son una serie de engaos. Estn concientes de que no pueden vencer las dificultades ni aprovechar las oportunidades que sus mundos cotidianos les brindan: lo que los hombres corrientes saben directamente y lo que tratan de hacer est limitado por las rbitas privadas en que viven; sus visiones y sus facultades se limitan al habitual escenario del trabajo, de la familia, de la vecindad; en otros medios, se mueven por sustitucin y son espectadores. Y cuanto ms cuenta se dan, aunque sea vagamente, de las ambiciones y de las amenazas que trascienden de su ambiente inmediato, ms atrapados parecen sentirse (19).Para dar cumplimiento a su promesa, las ciencias sociales exigen a sus practicantes desarrollar una imaginacin sociolgica. sta es la capacidad para pasar constantemente de una perspectiva a otra, en un ejercicio intelectual multi e interdisciplinario que proporcione una visin integral de los problemas que afectan la vida de los hombres y para los que esos seres humanos no tienen respuestas desde su mundo cotidiano. La imaginacin sociolgica, afirmaba Mills, es la aptitud para pasar de la perspectiva poltica a la psicolgica, del examen de una sola familia a la estimacin comparativa de los presupuestos nacionales del mundo, de la escuela teolgica al establecimiento militar, del estudio de la industria del petrleo al de la poesa contempornea. Es la conciencia de s mismo que el hombre contemporneo debe tener sobre su condicin externa en el anlisis de la relatividad social y del poder transformador de la historia (20).Por eso la primera y ms importante tarea poltica e intelectual del cientfico social en la actualidad es clarificar las causas del malestar y la indiferencia pblicos. La ciencia social no puede ser un conjunto de tcnicas que con su alto rigor metodolgico dificulten la investigacin de los problemas pblicos verdaderamente importantes, centrando su atencin en asuntos intrascendentes y triviales. Tampoco es una coleccin de enunciados tericos en cualquiera de sus tendencias contemporneas. Mills identificaba tres: a) la que pretende formular una teora de la historia, como en Marx, Comte, Spencer o Weber, que hacen de la sociologa una empresa enciclopdica y que fcilmente se convierte en un molde estrecho, transhistrico, en el que se meten a la fuerza los hechos de la historia humana y de la cual salen visiones profticas del futuro; b) la que quiere desarrollar una teora sistemtica del hombre y de la sociedad, como en Simmel y Von Wiese, que abandona sus referentes histricos y con facilidad se convierte en un formalismo complicado y rido donde cuentan ms los conceptos que la realidad social; y, c) la tendencia hacia el estudio emprico de los hechos y los problemas sociales contemporneos, como en los trabajos de Lundberg, Stouffer o Lazarsfeld, en que se cultiva el mtodo por el mtodo y se olvidan de los grandes problemas sociales para concentrarse en una serie de datos, muchas veces desconectados entre s, pero eso s, tratados con gran rigor metodolgico.

Si la ciencias sociales (en general) o la sociologa (en particular) quieren desarrollar una teora social que les permita dar cumplimiento a su promesa, es necesario desarrollar una nocin de estructura social que les permita comprender la manera como todos los hombres y todas las mujeres, en su plena diversidad, dentro de un mbito social especfico, se relacionan entre s. Para ello es necesario, a su vez, entender que el ser humano es una unidad tridimensional que simultneamente se desenvuelve en una sociedad institucionalizada que ofrece mltiples y diversas posibilidades (21). Los socilogos han sido los principales encargados de desarrollar y difundir el concepto de estructura social, en tanto que los antroplogos se han centrado en la nocin de cultura, como sinnimo de la sociedad total. Lo especficamente sociolgico en el estudio de cualquier fenmeno o rasgo particular de la sociedad dice Mills-- es el esfuerzo por relacionarlo con otros para tratar de entender el conjunto. En realidad, en su percepcin, la sociologa y la antropologa cultural no podan distinguirse una de la otra, puesto que ambas ponan el nfasis en la sociedad como un todo. En cambio, pensaba que la economa y la poltica se interesaban por sectores especficos que solamente representan una parte de ese todo. De ah que el camino ms prometedor para el investigador social es el que supone una ciencia social unificada y no fragmentada.Sin embargo, esa posicin, como confesaba nuestro autor, no era la perspectiva ms popular en el momento en que escriba La imaginacin sociolgica. De hecho, la sociologa norteamericana estaba (y est todava, aunque menos enfticamente) dividida en dos grandes corrientes: quienes subrayan la importancia de construir una teora sociolgica abstracta y lo suficientemente general para comprender la totalidad de los fenmenos sociales, y los que se dedican a desarrollar con gran pulcritud y rigor metodolgico procedimientos e instrumentos para la medicin de esos fenmenos, pero olvidndose frecuentemente de tratar de comprenderlos dentro de una nocin general de la sociedad (como parte de la estructura social en su conjunto). Para ejemplificar la primera de estas corrientes sociolgicas norteamericanas, Mills emple la obra publicada ocho aos antes por Talcott Parsons, The social system (22), en tanto que distintos trabajos de Berelson, Lazarsfeld y Rosemberg (23) le sirvieron para ilustrar la segunda.El alto grado de abstraccin y la dificultad para leer la obra de Parsons permitieron a Mills desarrollar una crtica inusual en los medios acadmicos y en muchos aspectos exagerada, afirmando que las 555 pginas que ocupa la edicin de The social system podran traducirse en apenas 150 de buen ingls.Para unos, afirma Mills, la obra de Parsons significa un gran avance terico y referencia obligada en la sociologa futura, para otros es un laberinto maravilloso, fascinador precisamente porque es con frecuencia esplndidamente ininteligible, pero para muchos otros es un tosco trabajo de pesadez impertinente o les parecer que, verdaderamente, el emperador va desnudo (24). En esta ltima categora se sita Mills, al afirmar en una nota de pi de pgina que The social system es, en un 50 % pura palabrera, en otro 40 % es sociologa de textos muy conocidos, y el 10 % restante es de un uso ideolgico posible, aunque ms bien vago (25). La crtica resulta, pues, demoledora.Adems de lo farragoso y poco inteligible que resulta su lectura, la principal objecin de Mills a la gran teora que propone Parsons descansa en la rigidez de su esquema, en la inflexibilidad de la lgica empleada (que es, por otra parte, su principal aportacin), lo que dificulta y a veces imposibilita a sus lectores (y eventualmente a sus seguidores) para moverse de un nivel de abstraccin a otro con facilidad, que les inhibe la capacidad de ir y venir en un flujo de pensamiento constante entre los distintos niveles de abstraccin; eso, y no otra cosa es lo que distingue al pensador imaginativo y sistemtico (26). Por ejemplo, el problema de la unidad de las estructuras sociales no puede encasillarse en una gran teora abstracta y general, puesto que los cambios sociales dependen de cmo las sociedades pasan de un grado de integracin a otro, y su estudio debe hacerse a partir de una tipologa que permita entender lo que especficamente ocurre en todas las estructuras sociales, tanto histricas como contemporneas (27).El trabajo del cientfico social exige, necesariamente, la utilizacin de mtodos y teoras, pero en un ejercicio que no consagre la inhibicin metodolgica y el fetichismo de los conceptos.

Los estudios de opinin pblica, la investigacin de medios, la publicidad y la mercadotecnia, han sido las reas ms socorridas por el desarrollo de una investigacin social utilitaria que ha dejado de lado los grandes problemas de la sociedad sin replantear el proceso de formacin de la opinin pblica y el papel y responsabilidad de los medios de comunicacin en las sociedades contemporneas. Los numerosos estudios y resultados de encuestas de gran rigor metodolgico y sofisticadas tcnicas de correlacin poco o nada nos dicen acerca de lo socialmente trascendente. Ciertamente han desarrollado un gran aparato de investigacin y proporcionan un profundo entrenamiento a los diversos trabajadores intelectuales que las emplean, impulsando un esquema de creciente burocratizacin profesional, pero no han intentado dar respuestas a las preocupaciones e interrogantes que la promesa de las ciencias sociales lleva implcitas. Con razn, Mills calific a ese tipo de investigacin como empirismo abstracto (28).

Para aclarar la naturaleza y prctica del empirismo abstracto, es necesario recordar que los empricos abstractos muchas veces parecen ms interesados en la filosofa de la ciencia que en el estudio social mismo. Lo que han hecho es, en suma, adoptar una filosofa de la ciencia que ahora suponen ser el mtodo cientfico. Este modelo de investigacin es en gran parte una construccin epistemolgica; dentro de las ciencias sociales, su resultado ms decisivo ha sido una especie de inhibicin metodolgica. Quiero decir con esto que las clases de problemas a que se prestar atencin y el modo en que se los formular estn muy severamente limitados por el mtodo cientfico. En resumen, parece que la metodologa determina los problemas (29).

Resulta entonces que la prctica de esa forma de hacer investigacin emprica ha llevado a una indigestin producida no tanto por los hechos o fenmenos que investigan, sino por los problemas epistemolgicos de mtodo. Como muchos de sus practicantes en especial los ms jvenes, no saben mucho de epistemologa, tienden a ser absolutamente dogmticos en lo que se refiere al conjunto de cnones que los dominan (30). Sobra decir que el resultado es una obstaculizacin del desarrollo metodolgico y un abandono de la imaginacin sociolgica.Por otra parte, con el uso de la gran teora abstracta sus practicantes han cado en el fetichismo del concepto, atascndose en un nivel muy alto de generalizacin, por lo comn de carcter sintctico y no pueden descender a los hechos. De marco conceptual orientador de la investigacin, ese tipo de teora se transforma en camisa de fuerza que, a la postre, excluye lo que no coincide con ella, castrando las posibilidades cientficas de dar sentido a los hechos anmalos --serendipticos, en el sentido de Merton (31).En realidad, desde el punto de vista intelectual ambas corrientes, empirismo abstracto y gran teora han abdicado de la ciencia social clsica: el vehculo de su abdicacin es la pretenciosa super-elaboracin de mtodo y de teora; y la razn principal de esto es la falta de conexin firme con problemas sustantivos (32). Es evidente que, a travs de estas corrientes no aprenderemos mucho acerca del hombre y de la sociedad, de la primera por su oscurantismo formal y nebuloso y de la segunda por su inventiva formal y vaca (33).

Afortunadamente, advierte Mills, no son esas las nicas opciones de hacer ciencia social, aunque sean las predominantes en la sociologa norteamericana contempornea y a ellas se asignen los mayores recursos disponibles en universidades y agencias gubernamentales. Para tratar de cumplir la promesa de las ciencias sociales y orientar a los hombres y mujeres en su vivir cotidiano y ayudarlos a darle significado a esas vidas aparentemente repetitivas y vacas, es necesario afrontar los verdaderos problemas de la sociedad contempornea. Sin embargo, en la seleccin de esos problemas hay una cuestin tica que no podemos soslayar: por lo general, los seres humanos no siempre se interesan en lo que ms conviene a sus intereses, ni hay consenso sobre ellos. Lo que para un individuo es un problema no lo es para otro, pues ello depende de lo que a cada uno de ellos le atrae y del grado de conciencia que tengan acerca de sus verdaderos intereses. Por si fuera poco, la dificultad se acrecienta en la medida en que los valores polticos e intelectuales del cientfico social --su ecuacin personal--, tambin entran en juego.Las imgenes e interpretaciones de los practicantes de la ciencia social pueden o no coincidir con la imagen que la sociedad tenga de s misma, o con la imagen que los poderosos tengan acerca de ella.

A fin de cuentas, como deca Marx, las ideas dominantes en una sociedad determinada son las ideas de la clase dominante. Para el investigador social, la importancia ideolgica de su trabajo debe ser un hecho del que est perfectamente conciente, pues al final del da el resultado de su investigacin lo llevar a una de tres opciones: a) a justificar el sistema de dominacin y la organizacin del poder, con lo que fortalecer a ese poder transformndolo en autoridad; b) a criticar y denunciar a los gobernantes, a las instituciones sociales y al sistema de dominacin, derruyendo la autoridad y la legitimidad de que estn investidos; o, c) a distraer su atencin del problema del poder y la autoridad, apartando la atencin pblica de las realidades estructurales de la sociedad misma (34).Cualquiera que sea la opcin que seleccione, el cientfico social debe encarar las consecuencias ideolgicas, polticas e intelectuales que su trabajo implica; de ello no hay la menor duda.

No en forma exhaustiva, pero s ilustrativa, en este apartado hemos querido presentar al lector un inventario de las principales preocupaciones que sobre la teora y la prctica de las ciencias sociales mantuvo Charles Wright Mills a lo largo de su vida, y la forma en que las expres en su obra. Sobre la importancia y los usos de la historia en las ciencias sociales y el papel de sus practicantes frente al poder, que esbozamos en prrafos anteriores, volveremos al final de este ensayo.La sociedad norteamericana bajo la lupa de C. Wright Mills:

En cuatro de sus obras, tres de ellas traducidas al espaol, Mills nos leg su visin sobre algunos aspectos relevantes de la sociedad norteamericana. En ellos aborda los problemas de la migracin portorriquea y su proceso de adaptacin a la sociedad estadounidense, as como el impacto que aqulla tiene sobre sta (35); la visin distorsionada y prejuiciada del ciudadano comn norteamericano sobre la revolucin cubana (36); el desarrollo de las clases medias en los Estados Unidos, el rol que juegan y los estilos de vida que representan (37), y la convergencia de los intereses econmicos, polticos y militares, en la estructuracin de la elite del poder (38). En los ensayos y artculos recopilados y publicados por Horowitz en Poder, poltica, pueblo(39), abord otros problemas de la sociedad norteamericana, como la personalidad competitiva, la prostitucin, la condicin social de las mujeres, el trabajo, la educacin liberal y los trastornos privados y los problemas pblicos de la gran ciudad (que en realidad no son problemas privativos de los Estados Unidos sino de la sociedad contempornea). Por la profundidad de su anlisis, su desarrollo metodolgico y trascendencia, en este trabajo centraremos nuestra atencin en Las clases medias en Norteamrica (White collar) y La elite del poder.En White collar, Mills hace una magistral explicacin sociolgica del paso de una sociedad que descansaba sobre la base de un equilibrio entre el trabajo y la propiedad por una parte, y la libertad y el individualismo por la otra, a una sociedad donde la propiedad se ha concentrado y los antiguos pequeos empresarios cada vez ms engruesan las filas de una nueva clase, la de los empleados de cuello blanco a todos los niveles, en un proceso en que han perdido su libertad, aunque conservan el individualismo. : La libertad individual --dice Mills-- pareca el principio del orden social y entraaba en s misma la seguridad. Un hombre libre, no un hombre explotado; un hombre independiente, no un hombre preso por la tradicin, era el que se enfrentaba en Amrica con un continente y, hacindose con l, lo convirti en un milln de productos (40).

Las nuevas clases medias, los trabajadores de cuello blanco han sido el resultado de ese proceso en que el granjero, el pequeo empresario o los antiguos profesionistas liberales, todos ellos propietarios de sus tierras, de sus negocios o de sus bufetes y consultorios, ante el fenmeno de la concentracin de la propiedad, la expansin de la produccin, la comercializacin a gran escala, el desarrollo de las grandes firmas, hospitales y supermercados, se han convertido paulatinamente en asalariados que viven con un malestar profundamente arraigado en el que la ausencia de todo orden de creencias los ha dejado moralmente indefensos como individuos y polticamente impotentes como grupo (41). Porque cuando las personas de white collar obtienen empleos, no slo venden su tiempo y sus energas, sino tambin su personalidad (42).Hay diferencias sustanciales entre la antigua clase media que se form en el Estado democrtico liberal y los empleados de cuello blanco. La primera fue una clase que se desarroll sobre la base de una tradicin cultural comn, siendo poseedora de cierto grado de educacin social e instruccin intelectual. La conciencia de esa clase media, y la imagen que los dems estratos tenan de ella era ms de ndole espiritual que econmica. Formaban parte de ella los profesionistas liberales, los empresarios, los comerciantes, los industriales de tipo medio y los elementos de una burocracia poltica en desarrollo, lo cual llevada a distinguir dentro de ella una clase media intelectual, otra industrial y otra ms burocrtica. Todos los miembros de esa clase media, sin importar sus distinciones internas, tenan en comn un sentimiento individualista que los enorgulleca y les garantizaba seguridad, independencia y libertad.

El desarrollo de la sociedad capitalista en los Estados Unidos la alej de aqulla optimista previsin de Tocqueville (43) que en 1830 escriba que en norteamrica la gran riqueza iba disminuyendo en tanto que las pequeas fortunas tendan a incrementarse. A la inversa, la propiedad y la riqueza se concentraron cada vez ms, se desarrollaron las grandes empresas y las enormes corporaciones, parte de la propiedad se diluy en las sociedades annimas, surgieron nuevos empleos que fueron ocupados por hombres y mujeres que, de esa manera, formaron una especie de proletariado de cuello blanco.

Las nuevas clases medias que forman parte de ese proletariado de cuello blanco reclaman para s el prestigio de las antiguas clases medias y, en la medida en que sus relaciones con el empresario, con sus jefes inmediatos y con los clientes habituales se vuelven ms impersonales, ganan prestigio a travs de la empresa en que trabajan. El fetichismo de la empresa y la identificacin con la firma es tan importante para los empleados como para los directivos. Su buena presentacin y su vestimenta formal, as como los conocimientos prcticos requeridos para desempearse con eficiencia, contribuyen tambin a acrecentar su prestigio.

El hecho de que el trabajo que desarrollan los trabajadores de cuello blanco requiere ms capacidad mental que manual ha sido una constante histrica para asignarles mayor status que, por ejemplo, a los obreros. Tambin el tiempo invertido en una educacin formal y costosa, y el origen nacional y tnico (muy pocos negros formaban parte de los white collar a mediados del siglo pasado en los Estados Unidos) son factores se prestigio. Todo ello tiende a fortalecer la imagen que los dems estratos sociales tienen de los empleados de cuello blanco, pero tambin la que ellos tienen de s mismos. Y de esta forma, buena parte de la lucha por su existencia se convierte en lucha por conservar las apariencias y mejorar su status, aunque para lograrlo tengan que sacrificar su ocio. Viven en palabras de Mills en el pnico por conservar o acrecentar su status (44).Mills describe los caminos del xito para los empleados de cuello blanco en el contexto de la sociedad norteamericana, quienes con indiferencia, forman organizaciones y sindicatos, se afilian a partidos polticos, pero carecen de conciencia colectiva, son individualistas, y no saben a dnde quieren llegar, porque a fin de cuentas, cualquiera que haya sido su historia ha sido una historia sin acontecimientos; cualquiera que hayan sido sus intereses comunes, no les ha conducido a la unidad; cualquiera que sea el futuro que les aguarde, no ser obra suya (45).Por otra parte, el profundo malestar que invade a los empleados de cuello blanco, afirma Mills, es producto de la prdida de todas las certidumbres que los hombres y las mujeres tenan en los siglos XVIII y XIX. En el caso de los empleados de cuello blanco, la separacin del producto de su trabajo los conduce a la frustracin y al automatismo. Veamos el retrato que, a grandes pinceladas, hace de ellos:

El empleado a sueldo no hace nada, aunque maneja muchas cosas que desea vivamente, pero no puede tener. No existe ningn producto de su oficio que pueda llamar suyo y contemplarlo con complacencia mientras est siendo creado o despus de hecho. Estando alejado de todo producto de su trabajo y teniendo que pasar ao tras ao por la misma rutina del papeleo, se vuelve en sus ocios hacia las ms frenticas diversiones que se le ofrecen y toma parte de esos excitantes prefabricados que ni alivian ni liberan. Se aburre en el trabajo y no descansa en el recreo, y esas terribles alternativas le agotan En su trabajo choca frecuentemente con el cliente y con el superior, y la mayora de las veces suele salir perdiendo: tiene que sonrer y ser amable detrs del mostrador o esperando en el antedespacho. En muchos estratos de los empleos white collar, rasgos tales como la cortesa, el ser servicial y amable, cosas que antes pertenecan a la intimidad, forman ahora parte de los medios impersonales de ganarse la vida. Por tanto, la autoenajenacin es algo que acompaa a su enajenado trabajo (46).A pesar de todos los rasgos que les son comunes, los empleados de cuello blanco no son un estrato horizontal compacto, sino ms bien constituyen diferentes cortes transversales de la estructura social. Genricamente forman parte de la categora de los white collar, gerentes y empleados de alto nivel en la industria, en los negocios y en el gobierno (burocracia pblica y privada), pero tambin las secretarias, dependientes y vendedores tras el mostrador de las tiendas departamentales, pasando por los ingenieros, mdicos, abogados, profesores y todas las clases de profesionistas y tcnicos. Todos ellos ejercen alguna forma de autoridad delegada y no son propietarios de los negocios, empresas, organizaciones o bufetes en que trabajan. En el caso especfico de los Estados Unidos, los white collar representan una estructura piramidal; son burocracias jvenes con gran participacin femenina. Los atributos que los diferencian de otros grupos de ocupaciones son la juventud, la educacin (egresados del High School) y el ser norteamericanos de nacimiento. Por el conjunto de sus caractersticas y condiciones de vida, los trabajadores white collar, concluye Mills (47):

No se harn polticamente proletarios, cuando menos por la ausencia de proletariado poltico en Amrica. No se harn polticamente clase media, por la falta de un modo de obrar y porque no sern econmicamente capaces de mantener tal status. No entrarn en poltica como bloque o partido independiente, sobre todo por su falta de unidad y oportunidad. No se convertirn en un factor de equilibrio poltico por su falta de voluntad para elegir un bloque u otro antes de que se haya mostrado ascendente; elegirn solamente despus de que haya vencido su elegido como individuos no saben a dnde ir. Y oscilan, dudan, confusos y vacilantes en sus opiniones, desenfocados y discontinuos en sus acciones. Estn pesarosos y desconfiados, pero, como otros muchos, no tienen sobre qu enfocar su pesar y desconfianza. Pueden ser polticamente irritables, pero no tienen pasin poltica. Son un coro, demasiado numeroso para refunfuar, demasiado histrico en su aplauso; pertenecen a la retaguardia. A corto plazo seguirn los caminos del prestigio; a la larga, perseguirn los del poder, porque, al final, el prestigio est determinado por el poder.En La elite del poder, Mills desmenuza la red de intereses de los altos crculos en la vida econmica, social, poltica y militar norteamericana. El ciudadano comn y corriente vive en su mundo cotidiano, formado por su familia, su trabajo, sus vecinos, y se da cuenta de que muchas veces es arrastrado por fuerzas que no puede comprender ni gobernar. Muchos de los grandes cambios en su vida estn fuera de su control, le son impuestos desde un poder del que sufre sus consecuencias pero no participa en sus decisiones. Sin embargo, no todos los hombres y mujeres son corrientes y ordinarios. Como el poder y los medios de informacin estn altamente centralizados, algunos individuos llegan a ocupar posiciones en la sociedad norteamericana desde las cuales pueden mirar por encima del hombro, digmoslo as, a los dems, y con sus decisiones pueden afectar poderosamente los mundos cotidianos de los hombres y las mujeres corrientes (48). Ejerzan o no su influencia y su poder, sus decisiones o la falta de ellas afectan a la poblacin que est bajo ellos. Los individuos que ocupan esas posiciones constituyen la elite del poder (49).Esas personas poderosas que ocupan las posiciones cupulares en los negocios, la poltica y la sociedad, ejercen sus decisiones auxiliados por consejeros, consultores, portavoces y creadores de opinin pblica. Inmediatamente debajo de esa minora estn los polticos profesionales que ocupan los escaos en el Congreso o influyen desde los grupos de presin, junto con las celebridades que, si bien no tienen posiciones de poder directo, influyen sobre aqullos que toman las decisiones.Mills se adentra en el anlisis de la integracin de esas minoras poderosas en el orden econmico, poltico y militar, y de la manera como se ha construido el slido entramado que las une. La economa, al desarrollar el gran capital, ha llegado a una situacin en que est dominada por dos o trescientas compaas gigantescas, relacionadas entre s administrativa y polticamente, las cuales tienen conjuntamente las claves de las resoluciones econmicas; en el orden poltico, se ha fortalecido el ejecutivo centralizando y tomando para s muchos poderes previamente dispersos y ahora se mete por todas y cada una de las grietas de la estructura social; por su parte, el orden militar, en otro tiempo una institucin dbil, encuadrada en un contexto de recelos alimentados por las milicias de los Estados, se ha convertido en la mayor y ms costosa de las caractersticas del gobierno, y, aunque bien instruida en fingir sonrisas en sus relaciones pblicas, posee ahora toda la severa y spera eficacia de un confiado dominio burocrtico (50).Los cuatrocientos de Nueva York se titula el captulo en que Mills analiza la interrelacin entre las familias ms ricas y poderosas de los Estados Unidos, asentadas en la ciudad ms rica del pas ms poderoso del orbe. Las arraigadas relaciones de amistad entre los miembros de esas familias de la clase alta se forjan desde las escuelas y universidades a las que asisten sus hijos y los clubes en que disfrutan su ocio, despus se imbrican en una red de relaciones matrimoniales y familiares, para finalmente consolidarse en los negocios. Todo ello forja un estilo de vida que se desenvuelve en los distintos crculos en que acta. No se le vuelve la espalda a un hombre cuya presencia es aceptada en esos crculos, ni an en las circunstancias ms difciles. Situado en la cima de la nacin, est dentro, y su comparecencia es una garanta de posicin social; sus opiniones y maneras, un smbolo de buena instruccin; sus amigos, una prueba de su admisin en la vida social y de su discernimiento estereotipado (51).Las celebridades son los Nombres que no necesitan identificarse (52). Son reconocidas adonde quiera que van con cierto respeto y entusiasmo; sus vidas privadas se vuelven pblicas porque son la materia prima de los medios de comunicacin y entretenimiento que les dan fama; suelen asistir a los mismos lugares, comen en los mismos restaurantes, compran en las mismas tiendas exclusivas e imponen la moda, pero viven para sus pblicos. Son celebridades mientras los reflectores de los medios estn sobre ellos; son las estrellas de Holliwood y de Broadway, del cine y de la televisin; pero cuando los reflectores se apagan, su estrella se opaca hasta desaparecer. En la dinmica de la sociedad norteamericana, las celebridades se entremezclan con los miembros de las familias de los 400 de Nueva York y con los grandes personajes de la poltica y del dinero, y aunque ejercen cierta influencia y hay alguna capilaridad, en general no son aceptadas como miembros de los crculos exclusivos.

Los muy ricos son los poseedores de las grandes fortunas que mueven la economa, no solo norteamericana sino del mundo entero. Son menos visibles que las celebridades y en muchas ocasiones sus fortunas estn invertidas en empresas que son manejadas por altos directivos, pero la influencia de sus decisiones est fuera de toda duda, ya que poseen el poder de crear o cerrar fuentes de trabajo, todo ese poder que se deriva de la posesin del dinero.Los altos directivos en la jerarqua corporativa provienen de dos fuentes, los que heredaron de sus padres las empresas que ahora dirigen, o los que ascendieron por esfuerzo propio y, aunque posean algunas acciones, no son dueos de las empresas que tienen a su cargo. Sin embargo, una vez que estn en la cspide, las camarillas y los crculos en que se desenvuelven esos altos directivos se hacen ms estrechas y cerradas, vinculndose cada vez ms entre s (53).Al estudio del orden militar y de quienes lo encabezan, los seores de la guerra, dedica Mills los captulos 8 y 9 de La elite del poder (54). En ellos analiza el trnsito del ejrcito antiguo al moderno aparato de guerra, altamente tecnificado y de enorme poder destructivo. El desarrollo tecnolgico y la configuracin de una economa de guerra, particularmente a partir de la Segunda Guerra Mundial y de su secuela con la llamada Guerra Fra, han establecido un vnculo muy estrecho entre las grandes corporaciones industriales que fabrican material blico y el Ejrcito y la Armada, lo que se traduce en enormes utilidades para aqullos. Esta situacin alcanz un reconocimiento explcito cuando en los aos cincuenta, durante el gobierno del general Eisenhower se habl del complejo industrial-militar; desde entonces ha sido frecuente el paso de generales de alto rango hacia la direccin de grandes empresas o corporaciones que abastecen al ejrcito de los Estados Unidos.Los gigantescos presupuestos militares y el desarrollo de proyectos estratgicos de gran inversin, como la guerra de las galaxias desarrollado durante la administracin del presidente Reagan, han determinado en buena medida los ciclos econmicos del mundo contemporneo.

Hay, sin duda, una tradicin dentro del ejrcito norteamericano, donde los egresados de West Point y otras academias militares desarrollan y fortalecen un slido espritu de cuerpo. Pero en los altos puestos dirigentes, se desarrollan tendencias hacia la fusin corporativa de la industria blica con la milicia.Tambin en la poltica norteamericana se ha consolidado una elite que concentra el poder y responde a vnculos con la gran industria corporativa y las fuerzas armadas. Ya sea que se trate de polticos profesionales (en el sentido weberiano) o advenedizos, en los altos puestos del Ejecutivo y en el mismo Congreso, con independencia del origen partidista de las administraciones, la presencia de miembros de la elite econmica y militar lleva a la conclusin de que son los mismos, aunque con diferentes rostros. En Estados Unidos no hay un servicio civil de carrera, y en los centros ejecutivos donde se toman las grandes decisiones no hay ahora polticos de partido profesionales, ni burcratas de profesin. Dichos centros se hallan en manos del directorio poltico de la elite del poder (55).En una sociedad masificada, donde las celebridades son su diversin, la rendicin de cuentas de quienes ejercen el poder poltico, econmico y militar se diluye en un marco de corrupcin, donde los conflictos de inters, la apata y la indiferencia constituyen la mayor de las inmoralidades, porque, como escribe Mills, Los hombres de los ms altos crculos no son hombres representativos; su elevada posicin no es fruto de su virtud moral; su xito fabuloso no est slidamente relacionado con sus capacidades. Los que ocupan los sitiales de los altos y poderosos han sido elegidos y formados por medio del poder, las fuentes de riqueza, el mecanismo de la celebridad, que prevalecen en su sociedad. No son hombres seleccionados y formados por un servicio civil unido al mundo del saber y de la sensibilidad. No son hombres modelados por partidos nacionalmente responsables que discuten de modo abierto y claro los problemas que esta nacin afronta ahora con tan poca inteligencia. No son hombres frenados por una pluralidad de asociaciones voluntarias que relacionan a los pblicos polmicos con las cimas donde se toman las decisiones. Dueos de un poder sin igual en la historia humana, han triunfado dentro del sistema norteamericano de irresponsabilidad organizada (56).

Este prrafo, escrito hace medio siglo, pudo haber sido redactado el da de hoy sin cambiarle ni un punto ni una coma, despus de la invasin de Irak, pues refleja una realidad tan actual y vigente en los Estados Unidos como la que exista entonces y que no se escap a la incisiva visin de Mills.Tanto La elite del poder como White collar proporcionan una clara interpretacin sociolgica de la estructura social norteamericana, formulada por un socilogo no convencional, atpico, que, armado con imaginacin sociolgica, afirm siempre que la promesa de las ciencias sociales era hacer pblicos los problemas cotidianos que el individuo comn y corriente no advierte, pero que condicionan su diario vivir.El poder, la historia yla responsabilidad poltica del cientfico social:El estudio del poder en la sociedad contempornea y las formas en que la sociologa poltica lo aborda; sus manifestaciones y posibilidades, fueron otra de las grandes preocupaciones de Mills. Puede decirse que resear su obra sin hacer nfasis en el poder y la poltica es como hablar de Camelot sin el rey Arturo, o de las Leyes de Reforma en Mxico omitiendo a Benito Jurez.Aunque a lo largo de todas sus obras los problemas del poder en la sociedad estn presentes, en varias de ellas constituyen el hilo conductor de su anlisis: The new men of power: Americas labor leaders (57) y The causes of world war three (58), as como en las ya mencionadas Escucha yankee y La elite del poder. Muchos de los artculos incluidos en Poder, poltica, pueblo forman tambin parte del tratamiento del poder y la poltica por parte de Mills. A pesar de todo, no fue como muchos de sus crticos quisieron hacer creer, un hombre enamorado del poder, sino ms bien un utopista que sostena que el poder era el medio para transformar a la sociedad. l mismo confesaba, en La nueva izquierda (59), que su obra era indudablemente utpica, y agregaba, en mi caso, cuando menos, lo es a conciencia.The new men of power es, como dice Miliband (60), un buen punto de partida para evaluar la naturaleza de sus compromisos polticos (de Mills, se entiende) y proporciona un mojn conveniente y aun indispensable para medir la distancia que recorri en su vida poltica madura; tambin permite comprender el sombro estado de nimo que preside la mayor parte de sus trabajos posteriores.En esa obra Mills proyecta el anhelo comn, herencia de la era rooseveltiana de que los Estados Unidos pudieran convertirse en una sociedad progresista y humanitaria a partir de la alianza poltica entre los obreros, los empleados de cuello blanco y los intelectuales. Pero esa ilusin fue bruscamente deshecha en los aos cincuenta del siglo pasado, cuando el mensaje de optimismo y esperanza se transform radicalmente, durante la despiadada persecucin anticomunista, en frustracin y desencanto. Esos aos vergonzantes dejaron su marca tanto en las mentes como en los rostros de los hombres; el gris sucio de (esa dcada) se haba infiltrado por todas partes, sofocando a muchos, asustando a otros, corroyendo el espritu de los ms osados (61). Fue en esos aos en los que Mills desarroll la parte ms madura e importante de su obra. Fue cuando, como dice Pablo Gonzlez Casanova (62), su obra adquiere un tono crecientemente emocional y acusador, cuando transita por zonas prohibidas, como al formular importantes verdades acerca del problema de los Estados Unidos con Cuba.Frente a una realidad social que detestaba casi por completo, tanto por los valores con que se orientaba como por los daos que se infringa a s misma y a otros pases, Mills tena la visin utpica de una sociedad en la que los hombres pudieran controlar sus propios destinos y desarrollar sus capacidades al mximo mediante el conocimiento y la razn. Ciertamente era un norteamericano que criticaba a la sociedad norteamericana no por uno u otro rasgo, sino por como era en su conjunto, pero no odiaba a su pas; por el contrario, amaba a los Estados Unidos, sus races y su liberalismo original, pero estaba en contra de aquello en lo que lo haban convertido sus dirigentes. La elite del poder es la denuncia ms completa y absoluta de la corrupcin, de la irresponsabilidad y de la gran inmoralidad con que los grupos gobernantes conducen en lo econmico, en lo poltico y en lo militar, a su querido pas.Como hemos dicho, la mayor parte de la obra sociolgica de Mills se dedica al estudio del poder, de sus manifestaciones en la sociedad contempornea, de su localizacin en grupos o individuos concretos, de las formas en que es ejercido y de los fundamentos sociales de ese poder. La poltica, como actividad humana para orientar la toma de decisiones es la otra constante que prevalece en su obra. Mills se ocup de la poltica y sin duda fue un poltico que influy con sus opiniones y sus denuncias; pero no fue un poltico en la prctica; de hecho, a pesar de que desde 1940 tuvo derecho al sufragio, nunca vot en ninguna eleccin presidencial, estatal o local (63).Aunque las formas del poder varan, el fenmeno del poder y la sumisin permanecen como constantes. Siguiendo de cerca de Weber (64), Mills identificaba tres formas bsicas del poder: la coaccin, la autoridad y la manipulacin. La coaccin es la forma ltima del poder, es el empleo de la fuerza fsica (o de la amenaza de emplearla) para obligar a obedecer al otro o a los otros; la autoridad existe porque hay un deseo de obedecer voluntariamente al que manda, obediencia que descansa en las creencias de los que obedecen voluntariamente; la manipulacin se presenta como la forma ms sutil y refinada del poder: los individuos obedecen sin darse cuenta siquiera de que estn obedeciendo una orden. El papel que juegan los medios de comunicacin para la justificacin de la autoridad y el ejercicio de la manipulacin, fueron un problema detectado por Mills que no desarroll en su totalidad.En todas las relaciones sociales hay siempre una relacin de poder, sea en la familia, en la fbrica, en la iglesia, en la escuela, en el club o en el partido. Es por ello que el principio fundamental del conocimiento sociolgico es el estudio de las relaciones de poder y subordinacin entre los individuos y entre las instituciones que conforman la estructura de la sociedad. Pero la esencia de las relaciones de poder y subordinacin reside en los hombres y las mujeres, tanto los que mandan como los que obedecen; de ah que la existencia del poder o las formas que reviste sea un campo de estudio menos importante que los usos que el hombre hace de ese poder.

En White Collar subraya Mills, por primera vez, la tremenda magnitud y centralizacin de la burocracia en la sociedad norteamericana. Una consecuencia del crecimiento de la burocracia es el gran incremento en el nmero de managers y administradores en todos los mbitos de la sociedad, en quienes se delega la toma de decisiones: esos managers se han erigido en la nueva clase dirigente. Considerando, adems, que la verdadera eficiencia organizacional en una sociedad altamente burocratizada, se basa en desarrolladas tcnicas y sofisticadas tecnologas de manipulacin, resulta que sta resulta indispensable para la legitimacin de la autoridad y la justificacin de la obediencia. El ciudadano es sustituido por un hombre manipulado, casi un autmata, que cumple con sus roles en forma rutinaria y acrtica. La consecuencia, pensaba Mills, es que se erosionan y destruyen la libertad, la dignidad humana y la democracia.

Por eso el estudio de los smbolos de la legitimacin de la autoridad es un rea fundamental del estudio de los socilogos y cientficos sociales en general. Esos smbolos sirven para justificar o derruir el poder consentido (65) que es la autoridad, y dependen fundamentalmente de las creencias que las personas tienen acerca de los fundamentos del poder. De ah la validez e importancia que tiene la tipologa propuesta por Max Weber para los tipos de autoridad: legal, tradicional y carismtica.

Mills identific cinco grandes grupos de problemas a lo largo de toda su obra, todos ellos vinculados con el poder: 1) la alienacin y falta de conciencia del ciudadano comn y corriente respecto de su situacin real; 2) la insensibilidad moral generalizada en la sociedad norteamericana; 3) las dificultades y limitaciones de la democracia representativa; 4) la problemtica de la libertad humana; y 5) el conflicto entre la racionalidad burocrtica y la razn humana.

La tarea liberadora de las ciencias sociales es, precisamente, la de poner en evidencia no solo las formas que el poder reviste en la sociedad actual, sino sobre todo en clarificar los usos que se le dan. Es cierto, como deca Marx (66) en El dieciocho Brumario, que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como se les antoja; no la hacen en circunstancias escogidas por ellos O dicho en los trminos de Mills, los hombres son libres de hacer la historia, pero unos hombres tienen mayor libertad que otros para hacerla, ya que para hacer historia es necesario contar con los medios de decisin y los instrumentos de poder necesarios (67).La ciencia social trata de problemas de biografa, de historia y de sus intersecciones dentro de estructuras sociales escribi Mills en el primer prrafo del captulo VIII de La imaginacin sociolgica. Hoy parece evidente que no es posible entender, aisladas de su contexto social e histrico, las biografas de los hombres y mujeres, tanto de los grandes como de los que viven su vida en forma intrascendente y cotidiana. Los seres en que esos individuos llegan a convertirse solamente pueden ser explicados por los avatares de su desarrollo, por sus experiencias que se derivan de la interaccin con el medio fsico y social. A su vez, las transformaciones histricas y los cambios sociales tienen implicaciones tanto en los modos de vida de los individuos como en el carcter que desarrollan y en la imagen que se hacen acerca de esos cambios, lo cual se traducir, tarde o temprano, en las decisiones que adopten. Mills afirmaba que el Estado-nacin era la unidad bsica forjadora de la historia en la cual se seleccionan y se forman la diversidad de hombres y mujeres, y donde se liberan y se reprimen; es la unidad en que se hace el hombre (68).De la misma manera, para comprender la biografa de un hombre hay que conocer y entender el significado y el sentido de los roles que represent en el pasado y que representa en el presente, y para comprender esos roles tenemos que comprender las instituciones de las que forman parte. As se construye el andamiaje entre personas, roles, instituciones y estructura social.

Las estructuras sociales forman parte del hilo conductor de la historia. La historia, como sucesin ininterrumpida de hechos o acontecimientos que no escudria en las biografas de los hombres y mujeres que los realizaron, carece de sentido y significacin. Para comprender la historia es necesario, entonces, comprender las estructuras sociales que dieron lugar a la formacin de los hombres cuyas biografas le interesan. Es as como la historia y la biografa se unen y estrechan vnculos a travs de la estructura social. El historiador puede realizar su trabajo con cierta independencia de la sociologa (aunque no siempre, si quiere resultados significativos), pero el socilogo no puede ignorar la historia, pues en ella encontrar los fundamentos de las estructuras sociales y la razn de ser de las instituciones. No es que tenga que recurrir a ella para interpretar copiando o reproduciendo acontecimientos o conductas sociales; tiene que estudiarla para comprender el funcionamiento de las instituciones dentro de la estructura social; tiene que estudiarla, dice Mills, para librarse de ella, para no tener que repetirla (69).

El cientfico social no se encuentra de pronto con que tiene, sbitamente, que elegir entre distintos valores para desempear su trabajo con objetividad; siempre est trabajando sobre y con valores. Olvidar esta circunstancia puede conducir a ocultar el trasfondo valorativo que lo gua, y con ello perder ms fcilmente la objetividad que pretende seguir. Algunos piensan que han elegido valores universales que trascienden a la sociedad occidental o cualquier otra, pero en el fondo se trata de valores proclamados por muchos, como si una mayora pudiera dar carcter trascendente y absoluto a los valores, o pudiera hacerlos inmanentes sin serlo.Tres son los nichos de desarrollo que Mills identifica para el cientfico social: el de gobernante, el de asesor del gobernante y el de crtico independiente del poder.

Desde Platn hasta Mannheim ha estado presente, dice, la consigna abierta o velada de dar ms poder para el hombre sabio, la tesis del rey-filsofo. Se justifica por el valor supremo que se concede a la razn y, en consecuencia, a quienes se supone son sus sacerdotes. No puede negarse que la calidad de la poltica depende muchsimo de las cualidades de quienes las practican; sin embargo, si el filsofo fuese rey, yo me sentira muy tentado a abandonar su reino; pero cuando los reyes no tienen una filosofa, no son incapaces de un gobierno responsable?, concluye (70).Otra posibilidad es convertirse en consejero del rey, ciertamente un papel muy usual en el mundo contemporneo. Se trata de un rol muy difcil de desempear si no se renuncia a la integridad moral e intelectual y a la libertad para trabajar en los problemas que interesan a la sociedad y a la ciencia poltica y no a los polticos en el poder. Aunque difcil, es posible que sea una opcin real, pues no afirmo confiesa Mills que no pueda ser bien ejecutado el papel de consejero; s que realmente puede serlo, y que hay hombres que lo estn haciendo. Si hubiera ms de estos hombres, las tareas polticas e intelectuales de los investigadores sociales que eligen el tercer papel seran mucho menos pesadas, porque este papel se sobrepone al otro (71).

El tercer rol poltico que el cientfico social puede intentar es permanecer independiente del poder, haciendo su propio trabajo, eligiendo sus propios problemas y dedicando su trabajo tanto a los reyes como a los pblicos. Esta concepcin nos mueve a imaginar la ciencia social como una especie de aparato de inteligencia pblica, interesado en los problemas pblicos y en las inquietudes privadas as como en las tendencias estructurales de nuestro tiempo subyacentes en unos y otros; y nos mueve tambin a imaginar a los investigadores sociales individuales como miembros racionales de una asociacin auto-controlada que llamamos ciencias sociales (72). Las ciencias sociales como disciplinas y los cientficos sociales como practicantes, pensaba Mills, deban partir del hecho de que en su estado natural el hombre es irracional en esencia (73) y se mueve por impulsos; pero haba que interpretar esa irracionalidad con la razn y la libertad que caracterizan al pensamiento cientfico. En particular, sostena que la sociologa deba desprofesionalizarse para ayudar a los hombres a saber dnde estn parados, adnde van y qu pueden hacer si es que pueden hacer algo-- acerca del presente como historia y del futuro como responsabilidad (74).Si, en efecto, los valores que guan a las ciencias sociales, como a todas las dems ciencias, son la razn y la libertad, resulta entonces una tarea fundamental de los cientficos sociales determinar claramente los lmites de la libertad y el papel de la razn en la historia. Pues no debemos soslayar que Mills estaba convencido de que la verdad cientfica poda estar tanto en el medio como en los extremos de la interpretacin.Mills no fue profesor de graduados, sino de estudiantes de los primeros aos de la Universidad, pues consideraba fundamental despertar en sus jvenes alumnos el amor por la verdad y la libertad. Utopista irredento, estaba convencido de que, como el Quijote, haba que luchar contra todos los molinos de viento que el paradigma oficial de la sociologa norteamericana creaba a derecha e izquierda para conservar el rumbo que se haba fijado, el de la independencia, la libertad y la razn.******************

Una personalidad y una obra tan polmica como la de C. Wright Mills no podan pasar inadvertidas. La controversia en torno a su inacabada obra continu despus de su muerte. Horowitz hizo un recuento de las crticas que siguieron a la publicacin de Poder, poltica, pueblo, y orden las caractersticas de los partidarios y de los detractores de Mills, encontrando que su obra es apreciada, en general, por los lectores polticamente amorfos que se dedican a las ciencias sociales con un criterio de valor, que son marginales respecto a los centros de poder acadmico en las universidades, que no conocieron personalmente a Mills, pero han revisado con atencin sus escritos, que tienden a interesarse por los problemas generales de las ciencias sociales ms que los exclusivos de la sociologa, y que ms que intelectuales son periodistas, es decir, comunicadores hacia el gran pblico.Los detractores y crticos a los que no les gusta su obra, en cambio, son lectores que estn poltica e ideolgicamente comprometidos con una especie de socialismo anticomunista y con el Estado de bienestar, estn ubicados en torno a los niveles medios de los centros de poder acadmico en las universidades, conocieron a Mills personalmente (aunque fuese en forma superficial) y prestan ms atencin al hombre que a su obra; en general pertenecen a un medio literario y tienden a interesarse en los problemas generales de las ciencias sociales, pero con una definida tendencia antiideolgica y un celo antiproselitista (75)Por lo que a m respecta, quisiera hacer una confesin personal: le por primera vez a Mills en los aos sesenta del siglo XX, siendo estudiante de la carrera de sociologa en la entonces Escuela Nacional de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM, pocos aos despus de su muerte, cuando se tradujo la mayor parte de su obra y Mills era visto como una especie de hroe intelectual por mi generacin. Lo le con admiracin y respeto, fascinado con la fuerza y facilidad de su estilo, y con la avidez de quien busca encontrar respuestas para los problemas existenciales de un joven estudiante que aspiraba a ser practicante de las ciencias sociales, y que al mismo tiempo tena grandes inquietudes y la profunda conviccin de que era posible transformar a este pas a travs de la poltica.Para escribir este ensayo sobre la obra y el legado de C. Wrigh Mills, he vuelto a leerla, quiz en forma ms sistemtica y reflexiva. Han transcurrido desde entonces 35 aos y el mundo ha dado un giro de 180 grados: se derrumb el mundo bipolar y el socialismo real se hizo aicos en todas partes, se diluyeron las posibilidades de la tercera guerra mundial y se consolid la hegemona mundial norteamericana; en Mxico, despus de siete dcadas en el poder, el sistema poltico centralizado, autoritario, casi unipartidista y corporativo, con un rgimen presidencialista extremadamente fuerte ha sido sustituido por un sistema de gobiernos divididos y yuxtapuestos, con partidos competitivos y un rgimen presidencial debilitado.Sin embargo, a pesar del tercio de siglo transcurrido y de los cambios sufridos, el carcter multifactico de la obra de Mills, su desenfado para escribir sobre temas que en su momento y medio eran prohibidos, su irreverencia ante los ritos acadmicos y su preocupacin por hacer que los socilogos se comprometieran con la tarea de cumplir la promesa de explicar el mundo que vivimos a los hombres y mujeres comunes y corrientes, de hacer pblicos los problemas sociales que a primera vista parecen privados y cotidianos, y que no alcanzan a entenderse en su complejidad y magnitud; todo ello, ha reforzado mi admiracin por este socilogo atpico, marginal e irreverente, y su lectura ha vuelto a cautivarme.Espero que mi confesa admiracin por su obra no haya sesgado mi esfuerzo por tratar de entenderlo y explicar su trascendencia. Si no lo logr, me queda el recurso, como dira Mills ante mi falta de objetividad, de hacer explcitos los supuestos de los cuales he partido para permitir que otros estudiosos de su obra puedan hacer un ejercicio similar a partir de sus propios valores y contrastarlos con los juicios y opiniones aqu vertidos. Si no logro as ser objetivo, por lo menos expongo claramente mi propia subjetividad.

NOTAS.

(*) Irving L. Horowitz. La nueva sociologa: ensayos en honor de C. Wright Mills. Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1969; 2 Vols.; Vol. 1, p. 64.

(1) Irving L. Horowitz. Introduccin a C. Wright Mills en: C. Wright Mills. Poder, poltica, pueblo. Mxico, F.C.E., 1964; p. xxiv.

(2) C. Wright Mills. Escucha yanqui: la revolucin en Cuba. Mxico, F.C.E., 1961 (Coleccin Popular). La primera edicin en ingls, publicada en Nueva Cork por MaGraw Hill data de 1960.

(3) C. Wright Mills. Los marxistas. Mxico, Ed. Era, 1964. La primera edicin en ingls data de 1962 y fue publicada por Dell en Nueva Cork.(4) Para una comprensin cabal de la segregacin y satanizacin de que Mills fue objeto por su postura crtica frente a la sociedad y la sociologa norteamericanas, vase el Prefacio a la edicin en espaol de Irving L. Horowitz, en Poder, poltica, p. xi-xxii.(5) C. Wright Mills. La imaginacin sociolgica. Mxico, F.C.E., 1961. La primera edicin en ingls se hizo en 1959, en Nueva Cork por Oxford University Press.

(6) Vid: Irving L. Horowitz. Op. Cit., Vol. 1, p. 56.

(7) Don Martindale. La teora sociolgica: naturaleza y escuelas. Madrid, Ed. Aguilar, 1968.

(8) Hans Gerth y C. Wright Mills. Character and social structure: the psychology of social institutions. New York, Harcourt, 1953. Publicada en espaol en 1971 por la editorial Paids.

(9) C. Wright Mills. The sociological imagination. New Cork, Oxford University Press, 1959.(10) C. Wright Mills. Images of man: the classic tradition in sociological thinking. New York, Braziller (Dir. Ed.), 1960.

(11) C. Wright Mills. The Marxists. New York, Dell, 1962. Edicipon en espaol: Los marxistas. Mxico, Ed. Era, 1964.

(12) C. Wright Mills. Poder, poltica, pueblo. (Editada por Irving L. Horowitz). Mxico, F.C.E., 1964; Cuarta parte: Conocimiento, p. 319-476.

(13) C. Wright Mills. Carcter, p. 330.

(14) C. Wright Mills. Los marxistas, p. 1.

(15) Ibid, p. 26.

(16) Ibid, p. 27.

(17) Ibid, p. 425.

(18) C. Wright Mills. La imaginacin, p. 23. El antecedente de esta obra apareci en forma de un ensayo escrito a mediados de los aos cincuenta, bajo el ttulo de Dos estilos de investigacin en las ciencias sociales, citado por: Irving L. Horowitz. Introduccin a, p. XXIV. Este ensayo fue publicado en: C. Wright Mills. Poder, poltica, p. 428-438.(19) Ibid.

(20) Ibid, p. 27.

(21) Aqu Mills retoma el concepto de estructura social y de la naturaleza del hombre que, conjuntamente con Gerth desarroll en Carcter y estructura social.

(22) Talcott Parsons. The social system. Glencoe, Illinois, The Free Press, 1951. El sistema social de Parsons se public en espaol hasta 1966 por la Editorial Revista de Occidente, Madrid.

(23) Bernard Berelson. The study of public opinin; en: The state of the social sciences, editado por Leonard D. White, University of Chicago Press, Chicago, Illinois,1956. Tambin: Lazarsfeld y Rosemberg (editors). The Language of social research. Glencoe, Illinois, The Free Press, 1955. Tambin en: Hans L. Zetterberg (editor). Sociology in the United States of America. Paris, UNESCO, 1956.

(24) C. Wright Mills. La imaginacin., p. 45.

(25) Ibid, p. 67, Nota.

(26) Ibid, p. 53.

(27) Vid supra. Adems: Hans Gerth y C. Wright Mills. Carcter

(28) C. Wright Mills. La imaginacin, p. 73 y siguientes.

(29) Ibid, p. 75.

(30) Ibid, p. 91.

(31) Ibid. Vid: Robert K. Merton. Teora y estructura socials. Mxico, F.C.E., 1964: Introduccin y Parte I: Teora sociolgica,

p. 13-127.(32) Ibid.

(33) Ibid, p. 92.

(34) Ibid, p. 97-100.

(35) C. Wright Mills (en colaboracin con C. Seor & R. K. Goldsen). The Puerto Rican journey: New Yorks newest migrants. New York, Harper, 1950.

(36) C. Wright Mills. Listen Yankee: the revolution in Cuba. New York, Mc.Graw Hill, 1960. Publicada en espaol por el Fondo de Cultura Econmica en 1961, Mxico. Citada anteriormente.(37) C. Wright Mills. White collar: the american middle classes. New York, Oxford University Press, 1951. La traduccin al espaol fue publicada por la Editorial Aguilar, Madrid, en 1957, bajo el ttulo de Las clases medias en Norteamrica (white collar).(38) C. Wright Mills. The power elite. New York, Oxford University Press, 1956. La traduccin al espaol fue publicada por el Fondo de Cultura Econmica, Mxico, en 1957, con el mismo ttulo de La elite del poder.(39) C. Wright Mills. Poder, poltica, publicada originalmente en ingls un ao despus de su muerte por Irving L. Horowitz: Power, politics and people: the collected essays of C. Wright Mills. New York, Oxford University Press, 1963.

(40) C. Wright Mills. Las clases medias, p. 31.

(41) Ibid, p. 13.

(42) Ibid, p. 14.

(43)Alexis de Tocqueville. La democracia en Amrica. Madrid, Ed. Sarpe, 1984, 2 Vols.(44) C. Wright Mills. Las clases medias, . 322-328.

(45) Ibid, p. 3.

(46) Ibid, p. 14.

(47) Ibid, p. 435.

(48) C. Wright Mills. La elite, p. 11.

(49) El concepto de elite del poder descansa, como el propio Mills lo expres, en las nociones desarrolladas por Mosca y Pareto, pero tiene un sentido distinto, pues no se trata de los mejores, sino de los mejor posicionados en los rdenes econmico, poltico y militar. Vid: Gaetano Mosca. The ruling class. New Cork, McGraw Hill, 1939.

(50) Ibid, p. 13.

(51) Ibid, p. 72-73.

(52) Ibid, p. 74.

(53) Vid: Ibid, p. 117-165.

(54) Ibid, p. 166-213.

(55) Ibid, P. 228.

(56) Ibid, p. 334.

(57) C. Wright Mills. The new men of power: Americas labor leaders. New York, Harcourt, 1948.

(58) C. Wright Mills. The causes of world war three. New York, Simon & Schuster, 1958. Traducida y publicada en espaol en 1960 por la Editorial Palestra, Buenos Aires, con el ttulo de Las causas de la tercera guerra mundial.

(59) C.Wright Mills. La nueva izquierda; en: Poder, poltica, pueblo; p. 188-198; p. 194.

(60) Ralph Miliband Mills y la poltica; en: Irving L. Horowitz (editor). La nueva sociologa, Vol. 1, p. 96.

(61) Ibid, p. 97.

(62) Pablo Gonzlez Casanova. C. Wright Mills: una conciencia norteamericana; en: Irving L. Korowitz. La nueva sociologa, Vol. 1, p.89.

(63) Vid: Ralph Miliband. Op. Cit., p. 104.

(64) Max Weber. Economa y Sociedad. Mxico, F.C.E., 1964, 2. Edicin, 2 Vols. Vol. 1, p. 170-242, Captulo III: Los tipos de dominacin.(65) Sobre el poder consentido, un buen desarrollo puede encontrarse en los captulos IV y V del libro de Miguel Escobar Valenzuela. Poder y sociedad: poltica y gobierno. Mxico, ENEP Acatln, CIDEPROF y CNCPAP, 2001.(66) Carlos Marx. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.; en: Obras Escogidas. Mosc. Ed. Progreso, 1973; Vol. I, p. 404-498.(67) C. Wright Mills. La estructura del poder en la sociedad norteamericana; en: Poder, poltica, pueblo, p. 4.

(68) C. Wright Mills. La imaginacin, p. 171.

(69) Ibid, p. 167; tambin: La estructura del poder, p. 5.

(70) Ibid, p. 191.

(71) Ibid, p. 192.

(72) Ibid.(73) En este aspecto Mills sostena un punto de vista diferente al que sustentaron los pensadores de la ilustracin y el racionalismo, desde Hobbes y Rousseau hasta Marx.

(74) Citado por Irving L. Horowitz. Introduccin; en Poder, poltica, pueblo, p. xxxiv-xxxv.(75) Irving L. Horowitz. Prefacio a la edicin en espaol, p. xxi-xxii.PAGE 35