El legado indoeuropeo en la Hispania romana

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[Publicado previamente en: Primer Symposium de Prehistoria de la Península Ibérica. Septiembre 1959, Pamplona, 1960, 319-362 (también en J.Mª Blázquez, Imagen y Mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas, Madrid 1977, 385-437). Editado aquí en versión digital por cortesía del autor, bajo su supervisión y con la paginación original]. © José María Blázquez El legado indoeuropeo en la Hispania romana José María Blázquez Martínez El legado indoeuropeo en la Hispania romana se manifiesta princi- palmente en tres direcciones: en instituciones indoeuropeas que pervi- vieron en los primeros siglos de romanización y que se fusionaron en instituciones típicamente romanas; en segundo lugar en la religión el elemento indoeuropeo prerromano se manifestó pujante a partir del siglo I; en tercer lugar en el elemento romano que se mantuvo in- doeuropeo durante todo el imperio. LAS CLIENTELAS DE LA HISPANIA ANTIGUA. LA DEVOTIO IBÉRICA La existencia del vínculo de clientela entre los hispanos, queda atestiguada por un texto de Livio (XXVI, 50), en que el historiador lati- no cuenta que un princeps Celtiberorum, Allucius, en agradecimiento por la devolución de su prometida, condujo a Escipión una tropa de 1.400 hombres, elegidos entre sus clientes: itaque dilectu clientium habito cum delectis mille et quadringentis equitibus intra paucos dies ad Scipionem reuertit. El dato, tal vez, haya que aceptarlo con reservas. ya que Polibio, X, 19, sólo cuenta la entrega de la desposada a su padre. La segunda parte de la narración de Livio, aunque aparece en otros autores (Dion Cas., Frag, 57, 42; Frontino, II, 11, 5), De Santis 1 la considera una invención analística, pues Antias (Gelio, VIII, 3) presenta una versión distinta. Cornelio Nepote, de vir. ill., 49, sigue, al igual que Valerio Máximo, IV, 3, 1, y que Aulo Gelio, N. A., 7, 8, 3, la versión de Polibio. Adrados pone en duda 2 la realidad del hecho, Ramos __________ 1. Storia dei Romani, III. 2, Milán, 1917, 468, nota 38. 2. F. RODRÍGUEZ ADRADOS, La «Fides» ibérica. Emérita. XIV, 1946, 183.

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[Publicado previamente en: Primer Symposium de Prehistoria de la Península Ibérica. Septiembre 1959, Pamplona, 1960, 319-362 (también en J.Mª Blázquez, Imagen y Mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas, Madrid 1977, 385-437). Editado aquí en versión digital por cortesía del autor, bajo su supervisión y con la paginación original]. © José María Blázquez

El legado indoeuropeo en la Hispania romana

José María Blázquez Martínez

El legado indoeuropeo en la Hispania romana se manifiesta princi-palmente en tres direcciones: en instituciones indoeuropeas que pervi-vieron en los primeros siglos de romanización y que se fusionaron en instituciones típicamente romanas; en segundo lugar en la religión el elemento indoeuropeo prerromano se manifestó pujante a partir del siglo I; en tercer lugar en el elemento romano que se mantuvo in-doeuropeo durante todo el imperio.

LAS CLIENTELAS DE LA HISPANIA ANTIGUA. LA DEVOTIO IBÉRICA

La existencia del vínculo de clientela entre los hispanos, queda atestiguada por un texto de Livio (XXVI, 50), en que el historiador lati-no cuenta que un princeps Celtiberorum, Allucius, en agradecimiento por la devolución de su prometida, condujo a Escipión una tropa de 1.400 hombres, elegidos entre sus clientes: itaque dilectu clientium habito cum delectis mille et quadringentis equitibus intra paucos dies ad Scipionem reuertit. El dato, tal vez, haya que aceptarlo con reservas. ya que Polibio, X, 19, sólo cuenta la entrega de la desposada a su padre. La segunda parte de la narración de Livio, aunque aparece en otros autores (Dion Cas., Frag, 57, 42; Frontino, II, 11, 5), De Santis 1 la considera una invención analística, pues Antias (Gelio, VIII, 3) presenta una versión distinta. Cornelio Nepote, de vir. ill., 49, sigue, al igual que Valerio Máximo, IV, 3, 1, y que Aulo Gelio, N. A., 7, 8, 3, la versión de Polibio. Adrados pone en duda 2 la realidad del hecho, Ramos __________

1. Storia dei Romani, III. 2, Milán, 1917, 468, nota 38. 2. F. RODRÍGUEZ ADRADOS, La «Fides» ibérica. Emérita. XIV, 1946, 183.

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Loscertales 3, Tovar 4, Caro Baroja 5, por el contrario, la admiten. Bosch Gimpera y Aguado Bleye 6 refieren el suceso, pero le llaman "relato novelesco". W. Brevitz 7 considera el relato liviano poco digno de crédito. Etienne 8 sin embargo no parece rechazarlo de plano. Este hecho recuerda en realidad a la clientela de la Gallia de las que habla César. No es posible en las fuentes antiguas concretar la región a la que pertenecía Allucius; Adrados insinúa que por celtíbero hay que en-tender habitante de la parte sur de la meseta, ya que su desposada fue capturada por Escipión en Cartagena; sin embargo podía ser de otras re-giones, ya que los celtíberos continuamente aparecen en las fuentes anti-guas en relación con toda la zona del levante ibérico. Otros textos permi-ten sospechar igualmente la existencia de la clientela. Como clientes de-ben estimarse probablemente los cinco hombres que componían la comi-tiva que acompañó a Retógenes Carausio en su salida de Numancia en demanda de auxilio (App., Ib., 99); eran también clientes de Retógenes los combatientes que por su indicación se suicidaron en los últimos mo-mentos de la ciudad (Floro, I, 34, 11). En estos dos últimos casos se puede sospechar que no se trata de simples clientes, sino de deuoti o soldurii, como parece deducirse del hecho que se suiciden por indicación de un jefe; en el primero se trata seguramente de su escolta.

En estos textos no se puede ver un contenido determinado de la clientela, ni lograr un exacto conocimiento del funcionamiento de esta institución en la Hispania Antigua, sino tan sólo afirmar su existencia dentro de un área geográfica bien determinada, la Celtiberia.

Es posible mediante el análisis de otros hechos barruntar en qué consistía la clientela hispánica en su forma más genérica.

El primer hecho que ilustra el carácter y el funcionamiento de esta institución es el pacto, 209 a. C., concluido entre Escipión y el régulo ilirgeta Indíbil, poco después de abandonar éste el partido de los cartagineses a causa de las injusticias de que fue víctima. Polibio (X, 37-38) ha contado el suceso con todo detalle: se ajustó entre ellos __________

3. «La devotio ibérica. Los soldurios». Anuario de Historia del Derecho Español I, 1924. 4. España en la obra de Tito Livio. Quaderni dell'Istituto Italiano di Cultura in Spagna,

VII, Madrid, 1943, 14. 5. Los pueblos de España. Barcelona, 1946, 172. 6. Historia de España. España romana. Madrid, 1935, 22, 140, n. 11. 7. Scipio Maior in Spanien. Tubinga, 1914, 12. 8. Le culte impérial dans la Péninsule Ibérique d'Auguste a Diocletien. Paris, 1958, 87 s.

Otros autores como HALLWARD (The Cambridge Ancient History, VIII, 1930, 85 s.). PAIS (Storia di Roma durante le guerre puniche, II, Turín, 1935, 416) y PARETI, (Storia di Roma, II, Turín, 1952, 431) no aluden al dato de Livio en particular.

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un tratado cuyas principales conducciones eran que seguirían a los jefes de los romanos y obedecerían a sus. órdenes. Con. esto se retiraron a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión, y acampados junto con los romanos, marcharon contra Asdrúbal. Ambos jefes habían concluido, pues, un tratado de amistad y alianza (Polibio, XI, 29; Livio, XXVII, 17), con carácter permanente (Polibio, XXI, 9), que convirtió a Indíbil en cliente de Escipión, como se desprende de la actitud adoptada por el jefe ilergeta, que se arrodilló ante Escipión y le saludó por rey. Semejantes pactos debían ser frecuentes en el Levante Ibérico, pues Polibio (X, 34-40), cuenta que lo mismo había hecho Edeco, rey de los edetanos, que había venido a entregar no sólo su persona, sino sus amigos y parientes a la confianza de los romanos y los millares de iberos libertados por Escipión, después de la batalla de Bécula (Polibio, X, 40). En estos últimos sucesos hay que ver también, como quiere Adrados 9, un pacto de clientela, cuya existencia se puede deducir con probabilidad del hecho de ser proclamado rey Escipión y de entrar a continuación a su servicio Edeco y los iberos 10. __________

9. Op. cit., 178 ss. 10. Las fuentes antiguas relatan la proskynesis de Indíbil, de Edeco, de los prisioneros, de

los cartagineses ante Escipión (Pol., X, 38, 40 y 40). ¿Qué significación hay que dar a este acto? Los cartagineses la practicaron ante los romanos en diferentes ocasiones, lo que se in-terpretó por los historiadores de este pueblo como señal de vil adulación (Pol., XV, 1; XXX, 16, 5. Liv, XXX, 16). Livio expresamente afirmó que es una costumbre tomada por los carta-gineses de su patria de origen fenicia. Alejandro fue el primer gobernante griego que le introdujo en las ceremonias de la corte. Los historiadores modernos han intentado desentrañar la verdadera significación de este acto en el Rey Macedón (L. TAYLOR, The Proskynesis and the hellenistic rule. JHS, XVII, 1927, 53, ss. Idem, The Divinity of the ro-man emperor. Middletown. 1931, 247, ss. TARN, Alexander the Great, II, 359, ss. Idem, The hellenistic rule-cult and the daemon, JHS, XVIII, 1928, 206 ss. CHARLESWORTH, Some ob-servations on ruler cult, especially in Rome, 16 . ss. M. NILSSON, Geschichte der griechis-chen Religion. Munich, II, 140. ETIENNE, op. cit., 89, ss. E. VISSER, The divinity of Ale-xander and the proskynesis, Atti dell'VIII Congresso Internacionale di Storia delle Religioni. Roma, 1955, 321 ss. E. BARKER, From Alexander to Constantine, Oxford, 1956, 11 ss. J. BALSDON, The «Divinity» of Alexander, Historia, 1950, 271 ss. T. HORST, Proskynein, Gütrsich, 1932, 10 SS., 45 SS. P. Schnabel, Die Begründung des hellenistischen Königskul-tes durch Alexander, Klio, XIX, 1924, 113 ss. WILCKEN, Alexander der Grosse, Leipzig, 1931, 157 ss. K. PRÜMM, Religions-geschichtliches Handbuch für den Raum des Altchrist-lichen Umwelt, Friburgo, 1943, 550, 485 ss. G. Habich, Goltmenschentum und griechische Städte, Munich, 1956, 215, n. 75 y 223, n. 4. Probablemente, siguiendo a Nilsson, a Wilken, y a Visser y a otros muchos autores, contra la opinión de Tarn, no hay que ver en la pros-kynesis un acto de culto, sino solamente un signo de dependencia social, carácter que debía

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El funcionamiento de esta clientela militar es posible determinarlo merced a las restantes noticias transmitidas por Livio, que permiten cap-tar la concepción indígena de la relación entre ambas partes; para los ro-manos estos elementos indígenas serán foederati. Dos veces faltó Indíbil a su promesa verbal, fortalecida por juramento, las dos en idénticas con-diciones, una al conocer la noticia, que resultó después ser falsa, de la muerte de Escipión (Polibio, XI, 29; Livio, XXVIII, 24 ds., 34 ss.); la se-gunda al dejar definitivamente el general romano la Península (Livio, XXIX, 1 ss.). Este proceder señala claramente que la clientela ibérica te-nía carácter bilateral, a diferencia de la romana que era unilateral. Se tra-taba, pues, de un lazo personal, que sólo unía al jefe y a sus allegados con el general romano, no al pueblo, como se desprende del hecho de mencionarse a continuación a los mercenarios celtíberos (Livio, XXIV, 49, 7; XXV, 32). La bilateralidad del pacto explica, satisfactoriamente la actitud de los régulos ilergetas, una vez que Escipión ha desaparecido y anteriormente la rotura del lazo que les unía a los cartagineses. En este aspecto las clientelas hispanas se asemejaban muchísimo con las relacio-nes de clientela de las ciudades de la Gallia, en que las ciudades protegi-das cambien de ciudad patrona al ser esta última incapaz de protegerla. En el comitatus germano existe igualmente esta reciprocidad de vínculo.

Por tanto, el pacto de clientela no era hereditario, sino que acababa por la muerte o la desaparición de una de las dos partes; estaba concebi-do principalmente con fines militares, como convenía a pueblos que se encontraban en luchas continuas, aunque hay que admitir que conserva-ba, como veremos, su fuerza durante la paz al igual que otras formas de clientela de pueblos indoeuropeos, como el comitatus germánico, del que escribió Tácito (Germ., 13): in pace decus, in bello praesidium y las clientelas de la Gallia (Caesar, B. C., VI, 13, 1 y 2; 11, 4; 15, 2; I, 4, 2; 18, 4 y 5; II, 1, 4; VIII, 21, 4; 32, 2). La clientela romana era unilateral; el cliente nunca tiene derechos legales sobre el patrono; ambas partes es-taban unidas exclusivamente por un vínculo moral, no jurídico 11. Las clientelas galas, por el contrario eran del tipo de las hispánicas.

Examinemos más detenidamente el funcionamiento de las rela-ciones entre los indígenas y los conquistadores, en busca de desentrañar mejor el concepto indígena de clientela. Polibio frecuentemente insiste __________ tener entre los iberos. Por otra parte hay que notar que es la primera vez que un personaje romano es aclamado rey (A. AYMARD, Polybe, Scipion l'Africain et le titre de Roi, Revue du Nord, XXXVI, 1954, 121 ss. Sobre Indíbil, cf. TRIVIÑO, Indíbil, un reyezuelo ibérico en la encrucijada de dos imperialismos. CHE, XXIII-XXIV, 1955, 268, ss.).

11. R. HEINZE, Hermes, LXIV, 1923, 140 ss.

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en la fidelidad de Indíbil y Mandonio a los cartagineses. Refiriéndose al año 218 a.C. el escritor griego escribe que Indíbil era un reyezuelo del interior, que se distinguía por su extraordinaria adhesión de siempre a los cartagineses (III, 76). Por la expresión empleada en el texto original se deduce que esta amistad era de fecha anterior al año 219 a. C.; año en que según Livio, XXI, 23 y Polibio, III, 31, Aníbal había sometido a los ilergetas, al pasar el Ebro. R. Adrados, que ha examinado minuciosa-mente en su artículo citado La "Fides" ibérica, todos los textos referen-tes los hechos de estos años, concluye que Indíbil se había refugiado jun-to Aníbal que le repuso en su trono al pasar el Ebro. El agradecimiento por la reposición en el trono sería la causa del pacto personal con Aníbal, pacto que continuó con su sucesor y hermano Asdrúbal, ya que el prime-ro inmediatamente atravesó los Pirineos. Indíbil y Mandonio ante los atropellos cartagineses se presentaron, después de la conquista de Carta-gena, a Escipión, le contó la amistad que había tenido con los cartagi-neses, le manifestó los servicios y fidelidad que les había prestado y les expuso las injurias y afrentas que había sufrido (Polibio, X, 37).

Indíbil había contraído con Aníbal, y luego con su hermano Asdrúbal y posteriormente con Escipión un vínculo de clientela, en el que el reye-zuelo indígena es la parte inferior. Las obligaciones eran recíprocas, como se ha visto ya; si el patrono no dispensa al cliente la debida protección, tal es el caso de Asdrúbal, no queda éste obligado al pacto; igualmente queda roto por la ausencia o muerte del patrono, como aconteció con Escipión. El cliente está obligado a ayudar al patrono en la guerra y a obedecerle en la paz (Polibio, X, 37), es decir la clientela es dé carácter militar y civil al mismo tiempo. Lo sucedido con Asdrúbal y Escipión prueban que en estas clientelas, el factor personal es de capital importancia, y que estos vínculos no constituían un foedus cualquiera, en el que siempre se da la bilateralidad. El mecanismo de la institución se regía por los hábitos se-guidos comúnmente en el cumplimiento de los compromisos.

Los pueblos de la Península generalmente permanecían fieles a las obligaciones contraídas, mientras no quebranta la otra parte sus com-promisos, se desconfiase de ellos o se ausentase la otra parte. Baste citar algunos ejemplos significativos. El régulo de Alce en Edetania, Turrius, abandona a los celtíberos, aliados suyos y se pasa a los ro-manos, cuando sus aliados desconfían de él (Livio, XL, 49), sequor, inquit, uos aduersus ueteres socios meos quoniam illos ad me... secutus est inde Romanos fortique ac fideli opera multis locis rem romanam adiuuit. Los praefecti navium de Asdrúbal al ser reprendidos tras su derrota del año 217 a. C. no sirvieron más a los cartagineses y promo-vieron un levantamiento en Turdetania: in ipso impetu mouendarum

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de integro rerum percuilit eum praefectorum nauium transitio qui post classem ad Hiberum per pauorem desertam grauiter increpiti numquiam deinde satis fidi aut duci aut Cathaginiensium rebus fuerant. Ni transfugae motum in Tartesiorum gente descionerantque erantque iis auctoribus urbees aliquot, una etiam ab ipsis ui capta fuerat (Livio, XXIII, 26). Indíbil y Mandonio dejan el partido cartaginés y se ponen al servicio de los romanos, cuando se desconfía de ellos y se les pide rehenes. En otras circunstancias sucedía lo que cuenta Livio (XXVI, 18, 1) del año 211 a. C. cuando vino a Hispania el pretor Nerón que se encontró con que la Península continuaba en su fidelidad a Cartago: nec qui post cladem acceptam defecerant, redibant ad Romanos, nec ulli noui deficiebant.

Rodríguez Adrados 12, García Bellido 13 y Tovar 14 que han exa-minado el comportamiento de los mercenarios hispanos en el Mundo Antiguo, concluyen que estas tropas cuando se pasan al enemigo lo ha-cen en circunstancias tales que no se pueden considerar traidores; en ge-neral, cumplen sus obligaciones hasta que la otra parte falta a sus com-promisos. Los mercenarios ibéricos en la tercera guerra greco-púnica (397-5 a. C.) cuando los cartagineses sitian a Siracusa y abandonan a sus mercenarios y aliados, se pasan a Dionisio entrando a su servicio (Dio-doro, XIV, 75). Abandonada esta ciudad por los cartagineses y entregada la población a los romanos, los mercenarios hispanos resisten hasta que los sitiadores les prometen respetarles (Livio, XXV, 30-1). En la batalla de Cannas los hispanos piensan pasarse al enemigo ante la gran carestía de víveres (Livio, XXII, 30; Zonaras, IX, 1). No se conoce, como muy bien ha notado Rodríguez Adrados 15, ningún texto alusivo a que las tro-pas hispanas desertaran por obtener una paga mayor; los intentos de Catón en este aspecto fracasaron rotundamente (Livio, XXIV, 19; Zonaras, IX, 1,7). Livio (XXIII, 46; XXIV, 47) por dos veces ex-presamente recalca la fidelidad de las tropas mercenarias ibéricas pa-sadas a los romanos. Eorum (Numidae et Hispani) forti fidelique opera, in eo bello usi sunt saepe Romani (XXVI, 46, 6) y operaque eorum forti ac fideli persaepe respublica usa est (XXIV, 47, 11). Cuando los de Arpi se pasan a Roma lo hacen igualmente los mil hispanos de la __________

12. Op. ct,, 156. 13. Los iberos en la Grecia propia y en el Oriente helenístico, BRAH, CIV, 1934, 639

ss. Idem, Los iberos en Sicilia, Emerita, VI- VII, 1939, 71, ss. Idem, Fenicios y Cartagineses en Occidente, Madrid, 1942, 133 ss. ídem, Hispania Graeca, Barcelona, 1948, 228 ss. Idem, La Península Ibérica a los comienzos de su Historia, Madrid, 1959, 227 ss. Idem, Historia de España. España Protohistórica, Madrid, 1952, 647 ss. C. GRIFITH, The mercenaries of the Hellenistic World, Cambridge, 1935, 225 ss.; 207 ss.; 219, 312, 195.

14. Op. cit., 11 ss. 15. Op. cit., 157 s.

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guarnición, con la condición de que se dejen libres a los cartagineses. Este respeto de los indígenas a cumplir sus obligaciones descubre muy bien el funcionamiento de los pactos de clientelas y las causas de su anulación. No es muy sostenible, pues, la interpretación de Balil 16 de que los régulos ilergetes durante la segunda guerra púnica hacen gala de un maquiavelismo político, jugando alternativamente la carta púnica o romana según las circunstancias.

Volviendo a la clientela ibérica, es posible encontrar todavía algún otro ejemplo que permita un conocimiento más perfecto de ella. Rodrí-guez Adrados 17 sospecha que la noticia transmitida por Diodoro, XXV, 12, de que el antecesor de Aníbal en la Península, Asdrúbal, desposó a la hija de un rey ibero y fue reconocido por los iberos como "general en jefe", equivalente a la proclamación de rey de Indíbil, Edeco y los prisio-neros de Bécula, puede referirse perfectamente a una relación personal semejante a la establecida entre Indíbil y Escipión. En este caso el pacto de clientela debió realizarse entre cada régulo y el general cartaginés. Clientes de Indíbil serían probablemente los 300 jinetes ilergetes que permanecen en España al servicio de Aníbal, cuando las restantes tropas hispanas fueron pasadas a África (Pol., III, 33). Hay que tener presente que en este momento Aníbal no había conquistado todavía los ilergetes, y que estos jinetes debían ser clientes de Indíbil, refugiado junto a Aní-bal, que, como al rey germano Vannius (Tac., Ann., XXI, 30), acompa-ñaban a su patrono en el destierro.

La existencia de una clientela de Sertorio se deduce indirecta-mente de una multitud de datos entresacados de las fuentes antiguas. Sertorio reúne a los embajadores de las ciudades y pueblos celtíberos, en una asamblea para agradecerles el cumplimiento de sus órdenes (Livio, Fragm., XCI). Gelio, XV, 22, atestigua la fidelidad de los indí-genas a Sertorio tanto en la próspera como en la adversa fortuna, fidelidad que no se concibe sin la existencia de un vínculo de clientela __________

6. Algunos aspectos del proceso de la romanización de Cataluña, Ampurias, XVII-XVIII, 1955-56, 42. Casos de verdadera traición tal vez sean el de Castulo e Iliturgi y el de Abelux. Cf. sobre este punto F. ADRADOS, op. cit. 142 ss. Este autor después de un minucioso análisis de las fuentes antiguas sospecha que en el primer caso se trata de una invención analística para atribuir a estas ciudades un comportamiento que justificaría la conducta de los romanos para con ellas, una vez vencidos los cartagineses. En el caso de Abelux, Adrados (op. cit., 146), pone igualmente se-rios reparos a la veracidad del relato. TOVAR (op. cit., 11) sugiere para interpretar este último caso que quizá no fue infiel a la fides primitiva y a un casuismo que desconocemos. ETIENNE (op. cit., 74 s.) reconoce las dificultades de interpretar estos dos casos aislados. PARIS (op. cit., 359, ss. a) admite el hecho y censura a los autores modernos que, siguiendo a Beloch, no admiten la realidad del relato.

17. Op. cit., 177.

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establecido al defender Sertorio a los hispanos de las rapacidades de los gobernantes romanos. Los celtíberos comienzan a fallar a Sertorio (Plut, Sert., XXV) al principiar los romanos en su nombre a dar malos tratos a los indígenas. Este texto es de capital importancia, pues confirma plena-mente el funcionamiento de la fides, tal como se ha expuesto. Al morir Sertorio, la mayoría de las ciudades que le apoyaban y seguían, se rinden, salvo Uxama y Calagurris (Plut., Sert., XXVII); es decir, que se observa, como en el caso de Escipión, que los indígenas se sienten desligados del pacto de clientela al morir el patrono o ante el no cumplimiento por parte de éste de sus compromisos.

Ninguno de estos pactos de clientela citados es la consecuencia de una sujeción por las armas. Los pueblos que entran a formar las clientelas, con anterioridad al pacto, no se relacionaban con el patrono, Tanto los régulos, coma los pueblos, pensaban, se puede afirmar casi con plena certeza, que el patrono era una persona determinada y no un estado re-presentado por un general o gobernante. En este punto nos inclinamos por una interpretación distinta de la seguida por Rodríguez Adrados. Las clientelas ibéricas se asemejan en este aspecto a los tratados de la Italia primitiva, tratados concluidos entre un rey o un pueblo y otro rey (Dioni-sio de Halicarnaso, Ant. Rom., III, 37; IV, 40 y 46). En algún caso, como el de Edeco, cuyo reino era campo de operaciones entre cartagineses y romanos desde 217 a. C. existen más dificultad en admitir que pensaba que pactaba con un hombre y no con un estado representado por él; sin embargo no se puede dudar de que en otras ocasiones los pueblos veían en el gobernante romano un representante del Estado, tal es el caso de los pactos concluidos con Tiberio Graco, por Belos y Arévacos (App., Ib., 44 y 48. Pol., XX, 5, 2 y 15). y el de los pueblos que en el año 171 a. C. envían una embajada al senado en busca de protección contra los atro-pellos de los gobernantes romanos (Livio, XLIII, 2). Este carácter de la clientela hispánica concuerda perfectamente con las características del pueblo ibero que se sentía atraído por las fuertes personalidades, acompa-ñadas de un gran prestigio, como fueron Asdrúbal, Escipión y Sertorio. Livio (XXVI, 50), describe en los siguientes términos el impacto de la personalidad de Escipión en Alucio: Venisse diis simillinum, iuuenem uin-centem omnia cum armis tum benignitate et beneficiis. Los autores anti-guos concuerdan en asegurar que los celtíberos seguían a Sertorio como a un dios (Plut, Sert., XII). En el caso de esto último en general influiría notablemente sobre los indígenas la cierva que le acompañaba (Plut., Sert., 11; 20; App., B. C., I, 110; Gel, XV, 22; Val. Max., I, 34; Front, I, 11, 13) 18, en Escipión los rumores que corrían sobre su trato continuo __________

18. Véase más adelante sobre este punto en particular.

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con los dioses, que le inspiraban sus. acciones en sueños (App., Ib., 19. Dion Cas., Frag., 57, 48; Pol. X, 2-5; X, 11, 14). La verdadera esencia de la fides ibérica era, como ha visto Viñas Mey la consagración reli-giosa al caudillo por virtud de orientaciones religioso-colectivas y del influjo tan peculiar del sentido religioso en la vida pública y militar de los hispanos. Livio percibió claramente la influencia de las grandes per-sonalidades sobre los hispanos y su importancia para establecer víncu-los de clientelas al escribir: cum maiestas inesset tum fides (XXVIII, 35). El pacto de clientela surge como resultado del buen comporta-miento de los generales con los indígenas. Polibio II, 13: Appiano, Ib., 6; Diodoro, XXVII-12 y Livio, XXI, 2 atestiguan el buen trato dado por Asdrúbal a los iberos. De Livio, XXI, 2 son estas frases: plura con-silio quam hospitiis magis regulorum conciliandisque per amicitiam principum nouis gentibus quam bello aut armis rem carthaginiensem auxit. Escipión el Africano dedicó el invierno de 210 a 208 a. C. a atraerse a los indígenas partim donis, partim remisione obsiduin capti-uorumque (Liv., XXVII, 17). Escipión liberó a los rehenes de Cartage-na para atraerse a los iberos, y los trató perinde ac si sociorum liberi essent (Liv., XXVI, 47, 4) al igual que a los prisioneros hispanos de Bécula, mientras vendió a los africanos (política seguida igualmente por Aníbal en Italia), y cuando venció a Asdrúbal en Hispania inmedia-tamente libertó sine pretio a todos los españoles (Liv. XXVII, 19, 2), Sertorio se atrae a los celtíberos disminuyendo los impuestos y obligan-do a los soldados a acampar fuera de las ciudades (Plut, Sert., VI). In-discutiblemente el pacto de clientela no sólo era motivado por un senti-miento de agradecimiento, sino también por el deseo de mutua protec-ción. Características semejantes tenía la clientela entre los galos, aun-que en la época de César había degenerado en semi-servidumbre (César, B. G., VI, 13, 2-3; I, 18, 2; II, 1, 4; Diod, V, 29; App., Celt. 12). En la época imperial la clientela romana también había perdido probablemente toda su importancia como parece desprender de los autores de la época. Baste leer los versos de Marcial, XII, 68 19. El comitatus entre los germanos poseía igualmente esta reciprocidad de vínculo (Tac., Germ., 13-14): Todas estas clientelas nacen de la necesidad social de protección dé los débiles por los poderosos, con ventajas mutuas para ambas partes. Este mismo fenómeno se vuelve a encontrar en el Bajo Imperio, y en la Edad Media, hasta que se transforma en el régimen feudal 20. __________

19. En la España visigoda aparecen instituciones similares que introdujeron los pueblos bárbaros, cf. C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Fideles y Cardingos en la monarquía visigoda. Idem, El Stipendium hispanogodo.

20. Cf. L. FRIEDLAENDER, La sociedad romana. México, 1947, 231 ss. H. MATTINGLY, Roman Imperial Civilization. Londres, 1957, 73, 76, 164, 203. J. CAR-COPINO, La vie quotidienne a Rome a l'apogée de l'Empire, 1956, 203 ss. C. HIGHET,

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El pacto de clientela se rectificaba mediante un juramento; en la pri-mitiva clientela romana no existía juramento. La fides hispánica, como muy bien ha escrito Viñas (Arbor, 158, 1959, 207), serviría de modelo para robustecer el juramento de fidelidad a los jefes de partidos romanos, los juramentos colectivos que encierran un valor social y sociológico. Hasta aquí se ha analizado la clientela individual, acompañada proba-blemente de maldición para el trasgresor, como se deduce del juramento tomado a los combatientes de Astapa, unido a una maldición (Livio, XXVIII, 22), illos se per deos superos inferosque orare ut... His adhor-tationibus exsecratio dira adiecta si quem a proposito spes mollitiaue animi flexiret. Indíbil por su parte pone por testigos del incumplimiento del pacto por parte de los cartagineses a los dioses (Livio, XXVII, 17): ad deos quoque nos fugere supplices qui nequeant hominum uim, atque iniurias pati. En el año 151 a. C. Lúculo ataca a Cauca, sus habitantes ponían por testigos a los pactos y a los dioses (App., Ib., III); en el año 150 a. C. Servilio Galba engaña a los lusitanos y los degüella (App., Ib., LX), ellos ponían por testigos a los dioses.

La Península debió ser muy propia a la existencia de pactos de clientela como se desprende de la fuerza y frecuencia con que arraigó la clientela en el siglo I a. C. Pompeyo contaba en Hispania con gran número de clientes, lo que explica que tierras hispanas fueran el esce-nario del primero y último episodio de la guerra civil y que en el año 56 a. C. en el convenio de Lucca, Pompeyo pidiera durante cinco años el gobierno de Hispania. Obsérvese de paso cómo el dictador expresa-mente hace constar que la causa de estas clientelas eran los beneficios de que habían sido objeto los hispanos en época anterior: quarum (His-paniarum) erat altera maximis beneficiis Pompeii devicta (B. C., I, 29); Afranius et Petreius... constituunt in Celtiberiam bellum transferre. Huic consilio subfragatur etiam ea res, qudd ex duobus contrariis ge-neribus quae superiore bello cum steterant ciuitates, victae nomem atque imperium absentis timebant, quae in amicitia manserant, magnis affectae beneficiis cum diligebant, Caesaris autem erat in barbaris no-men obscurius. Hic magnus equitatus magnaque auxilia expectabant (B. C., I, 61); constituerat (Caesar) nullam, partem belli in Hispania relinquere, quod magna esse Pompei beneficia et magnas clientelas in citeriore provincia esse sciebat. (B. C., II, 18). El dictador expresamente escribe que estas clientelas databan de los tiempos de la guerra sertoriana. El mismo dato ofrece Appiano (V, 139; II, 87). Estas clientelas pom-peyanas eran muy fuertes en Celtiberia concretamente y en la Bética 21.

La rapidez con la que los pompeyanos reúnen tropas indígenas en __________ Juvenal. The satirist. Oxford, 1954, 84 s,, 103, 132.

21. J. VAN OOTEGHEM, Pompée le Grand bâtisseur d'Empire. Bruselas, 1954, 96 ss.

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la península prueban igualmente la abundancia de las clientelas de Pompeyo, clientelas en las que no sólo entrarían romanos, los ciues ro-mani citados por César (B. C., II, 19, 57), sino también hispanos. Clien-tes serían probablemente los lusitanos reclutados por Philón después del desastre de Munda, con los que Cicilius Niger entró de noche en Hispalis y mató a la guarnición cesariana (B. H., 35-36) y los letanos que reciben a Sexto Pompeyo después de Munda. En el siglo I a. C. las clientelas se convierten en partidos políticos y en grupos de presión económica 22, lo que explica el conservadurismo pompeyano en Hispa-nia. Petreyo reclutó auxiliares y jinetes entre los lusitanos y Afranio entre los cántabros (B. C., I, 38), de modo que se crearon 80 cohortes y se reunieron 50.000 caballos de las dos provincias de Hispania (B. C., I, 35). El hijo de Pompeyo formó aquí un ejército de iberos, celtas y esclavos (App., B. C., II, 87 y 107). Salustio (Cat. 19) cuenta el asesinato de Cn. Pisón por clientes de Pompeyo, suceso tenido por incierto por el mismo historiador, del que se desprende también las fuerzas de las clientelas pompeyanas. Cliente debía ser igualmente el criado que por vengar la muerte de su dueño, asesinó a Asdrúbal (Diod., XXV, 12; App., Ib., 8; Hann., 2; Iust, Ep. Hist. Phil. XLV, 5; Liv. XXI, 2; Polibio II, 36, escribe que le mató un celta. Numerosa era la clientela de Escápula, el enemigo de César que se hizo matar después de la batalla de Munda en Córdoba, luego de cenar espléndidamente y de distribuir sus riquezas entre los familiares (B. H. XXXIII, 3-4). Según Caro Baroja (op. cit., 133) clientes debían ser (cuando no esclavos y libertos) muchos de los encargados de la explotación de las tierras, los administradores de los latifundistas, como el que salvó a Craso en el año 77 a. C. (Plut. Cras., IV), y bastantes de los autores de las obras artísticas, de los que habla Cicerón en su cuarto discurso contra Verres (IV, 56) 23. Así como los comerciantes y mercaderes al pormenor, patronos de barcos, etc. La clientela debió existir en Turdetania con anterioridad a la llegada de los romanos, de otro modo no se explica la existencia de la clase media de granjeros 24.

No creemos que se pueda, después de examinar todas las posibles referencias a clientelas, establecer una distinción de funcionamiento o __________ J. CARCOPINO, Caesar, Paris, 1950. 5.981, 551 s., 887 ss.; 945 ss.; L. PARETI, op. cit., 680 ss.

22. C. VIÑAS, Apuntes sobre Historia social y económica de España, Arbor. 158, 195, 207.

23. Algunas de estas joyas, como la pátera de Perotitos muestran temas típicamente celtas, como el de la máscara humana mordida por un felino. Cf. A. GARCÍA BELLIDO, Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949, 469 ss. A. BLANCO, Cabeza de un castro de Narla. CEG, XI, 1956, 178, s.

24. J. CARO BAROJA. Op. cit., 120 ss. Idem, España primitiva y romana. Barcelona, 1957, 90.

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de concepto entre las de la meseta y el levante ibérico, como postula Balil. Es significativo que los casos citados de clientelas son de pueblos celtíberos o de pueblos en íntima relación con ellos en la casi totalidad de los casos, lo que puede que sea una institución celta; el mismo hecho se deduce de su estrecho parentesco con la clientela de la Gallia y el comitatus germano. Existen indicios para admitir que algunos pueblos tenían, como en la Gallia (B. C., I, 31, 6; IV, 6, 4; V, 39, 3; VI, 12, 4), a otros por clientes. Probablemente esta era la condición de los pelendones con respecto a los celtíberos; es dudoso en cambio que los ilergetas con-tasen a otras tribus, ausetanos, o lacetanos, como clientes. En los años 218, 206 y 205 a. C. aparece una confederación de ilergetes, ausetanos y lacetanos (precisamente Livio, XXVIII, 24, acusa a los primeros de im-perialismo), en la que tal vea los últimos fueran clientes de los primeros, lo que explicaría que los lacetanos siempre figuren como parientes de los ilergetes contra mesetanos y sedetanos (Liv., XXVIII, 24) y que se llama a Indíbil lacetano, Schulten (F. H. A., IV, 7, ss.), cree que los habitantes, de Segeda lo eran de los arévacos, que les acogieron cuando ellos aban-donaron su ciudad ante la presencia de Nobilior en el año 153 a. C., pero esta hipótesis parece muy poco probable, pues de otro modo no se expli-caría que Caro, caudillo elegido, fuera de Segeda; si hubiera existido la clientela, sería arévaco (App. Ib., 45; Floro, I, 45); probablemente habría un contrato de hospitalidad. Tal vez se explique satisfactoriamente por un caso de clientela colectiva la resistencia de Sagunto. Livio (XXI, 7, 3, y 13, 3) dice expresamente que tenía concertado fides con los romanos. Tanto este historiador, como Salustio (Hist., II, 64), no dicen que la ciu-dad levantina fuera mera aliada de Roma, sino que tenía fides con la ciu-dad del Tíber. Esta fides, aclara la actitud de los pueblos hispanos ante los embajadores romanos que solicitaban su amistad: les echaban en cara el incumplimiento de los deberes para con los saguntinos. La importan-cia del comercio saguntino, en constante peligro de ser estrangulado por el imperialismo cartaginés, el encontrarse la ciudad ibérica cercada de pueblos enemigos, motivaron probablemente la vinculación a Roma, la única potencia útil en tales circunstancias. Esta fides tal vez datase del año en que los romanos con motivo de una sedición mataron a algunos principales, partidarios de Cartago (Pol., III, 15). Sin embargo esta inter-pretación es una mera hipótesis, Livio (XXI, 7) captó perfectamente el valor social de la institución al escribir, qua fidem socialem usque ad perniciem suam coluerunt 25. __________

25. Recientemente han aparecido los dos excelentes estudios sobre estas tribus. Cf. A. RODRÍGUEZ ADRADOS, Las rivalidades de las tribus del Nordeste español y la conquista romana. Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, 1950, I, 563 ss.

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Una forma específica de la clientela militar hispánica era la deuotio. Abundan los textos antiguos referentes a ella por lo que es posible comprenderla en su integridad. Los textos son los siguientes: traxit hoc (Virgilius) de Celtiberorum more., qui ut in Salustio legimus se regibus deuouent et post eos vitam refutant. Servius, Ad Georg., 4, 218.

También Plut., Sert., 14. Str., III, 4, 18. Celtiberi etiam nefas esse ducebant proelio superesse, cum is cecidisset pro eius salute spiritun deuouerant., Val. Max., II, 6, 11.

Igualmente Dión Cas., 53, 20, 2. Los dos primeros autores aseguran que los deuoti se dan la muerte, cuando el patrono la recibe. Valerio Má-ximo refiere que consideran ilícito sobrevivirle, y añade, de acuerdo con Dión Casio y Estrabón, que consagran su vida por la salvación del jefe 26.

En la concepción de la deuotio ibérica entran dos elementos, uno de carácter religioso, según el cual ciertas divinidades, probablemente infernales, se contentarían con la muerte del deuotus a cambio de la del jefe. La verdadera esencia de la deuotio es la consagración religiosa al caudillo en virtud, como señala Viñas, de orientaciones religioso-co-lectivas y del influjo tan peculiar del sentido religioso en la vida pú-blica y militar de los hispanos; el segundo elemento de carácter puramente social, la relaciona íntimamente con la clientela militar, es decir, la deuotio ibérica tiene por objeto exclusivo la guerra. El deuotus, como se desprende de un texto de Plutarco, Sert., 14, sobre los soldurios de Sertorio, una vez salvada la vida del jefe, atendían a la suya propia. El suicidio del soldurio cuando muere el jefe se puede explicar satisfactoriamente por ser la muerte la única forma de expiar el delito de no haber protegido al patrono. Un texto de César (B. C., III, 22) referente a Adiatumnus señala claramente que la deuotio es una forma de clientela: Adiatumnus, qui summa imperi tenebat, cum sexcentis deuotis quis illi soldurios appellant, quorum, haec est conditio, uti omnibus in uita commodis una cum iis fruantur quo- __________ A. DEL CASTILLO, La costa brava en la Antigüedad. Ampurias, 186 ss. Sobre el sitio de. Sagunto cf. J. VALLEJO, Tito Livio, Libro XXI, Madrid, 1946, con toda la bibliografía an-terior sobre el tema; Idem, Cuestiones hispánicas en las fuentes griegas y latinas, Emerita, XI, 1943, 142 ss. y Emerita, XII, 1944, 359 ss. J. CARCOPINO, Le traité d'Hasdrubal et la responsabilité de la deuxième guerre punique, REA, LV, 1953, 258 ss. M. ALMAGRO, Las fuentes escritas referentes a Ampurias, Ampurias, XI-XII, 1949-50, 163 ss. L. PARETI, op. cit., II, 243. ss., 270 ss.

26. Sobre la deuotio además de las obras ya citadas de R. Adrados, Loscertales, Tovar y Etienne cf. A. GARCÍA BELLIDO, La Península Ibérica, 642 ss. P. WISSOWA, R. T., V, 277 ss. ARIAS, Desplazamientos y contactos de los españoles en la España romana, CHE, XXI-XXII, 1954, 16 s. L. CESANO, Deuotio, en de Ruggiero, II, 1910, 2.712 ss.

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rum se amitiae dederint si quid his per uim accidat, aut eundem casum una ferant aut sibi mortem conciscant; neque ad huc hominum memoria repertus est quisquam qui, eo interfecto cuius se amicitae deuouisset mori recusaret; cum his Adiatumnus eruptionem facere conatus.

Esta forma de clientela es un vínculo mucho más estrecho, como se deduce del pasaje de Livio anteriormente citado (XXVIII, 34). Indíbil al conocer la falsedad de la muerte de Escipión le envía a su hermano Mandonio a estrechar el lazo que le unía con él: suam quidem et fratis et reliquorum popularium eam condítionem esse, ut aut, si ita uideatur, redidant spiritum P. Scipioni ab eodem illo acceptum, aut seruati bis uni debitam vitam pro eo in perpetuum deuoueant.

La deuotio ibérica se diferencia de la romana, que es una clase es-pecial de uotum, en que en ésta se consagró a los dioses la vida propia y la del enemigo, su objeto es el aniquilamiento del adversario. El cumpli-miento de la deuotio por suicidio es desconocido. La deuotio ibérica es de carácter similar al comitatus germánico. Ambas instituciones poseen carácter bilateral, los miembros forman una verdadera escolta, existe un mayor estrechamiento del vínculo de clientela, el número de componen-tes es reducido. La diferencia reside en el hecho de que el comitatus germánico carece de elemento religioso. En la Gallia existía también una institución especial, la de los ambacti, citados por César (B. C., VI, 15, 2. Este texto es importante pues en él el autor distingue ambacti y clientes), y por Polibio en la Gallia Cisalpina (II, 17, 12); aunque estaban obligados a no abandonar jamás a sus patronos (B. C., VII, 40, 7), el carácter y las peculiaridades de ambas instituciones por las pocas citas referentes a los ambacti, era un tanto diverso. Esta clase de sirvientes, ambacti, estaban muy extendidos en Hispania, como se desprende del hecho de aparecer, con mucha frecuencia en inscripciones latinas, el nombre como personal, con perdida de la característica del habla céltica de la Península. La deuotio ibérica era una institución típica de la Península. En la Península la deuotio debía estar muy extendida, como se desprende del gran número de deuoti o suldurii que acompañaban a Sertorio. Plutarco expresamente nota que otros caudillos tenían pocos deuoti. Deuoti eran probablemente los que murieron con Rétogenes y los que le acompañaron en su salida, como la tropa especial que murió con Indíbil (Livio, XXIX, 2). (Este texto es importante pues se describe la muerte de una tropa alrededor de su jefe). Los miembros de las escoltas militares, iberos o celtíberos, a los que fueron tan inclinados los romanos, seguramente estaban formados por soldurios, Sertorio (App., B. C., II, 112) dispone de guardias de celtíberos; de hispani, en general, era la de César (Suet., Caesar, 86; App., B. C., II, 109) y la de Petreyo (B. C., IV, 207). En este último caso es más admisible admitir que los

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soldurii formasen la escolta, pues César los llama beneficiarii; de cala-gurritanos la de Augusto (Suet., Aug., 49); de berones la de Casio Longino (B. C., 51). La de Mario no es seguro que estuviera compuesta de várdulos (Plut, Mar., 43; FHA IV, 145). La deuotio en el siglo I a. C. debía encontrarse muy extendida, pues aparece vinculada a hombres mediocres; en siglos anteriores, serían objeto de ella sólo los grandes generales 28. Los deuoti se encontraban en una situación privilegiada con respecto a los simples clientes.

El siglo I a. C. fue sin duda el período de máximo auge de la clien-tela y de la deuotio. En este siglo Hispania fue el principal campo de operaciones de las luchas internas de Roma; en la Península estuvieron las figuras más importantes de la política romana, tales como Mario, Ser-torio, Pompeyo, César, Craso, Afranio y Petreyo, etc. Estas dos institu-ciones, por otro lado, encajan perfectamente en pueblos para quienes la guerra era la ocupación más digna de la vida humana (Str., III, 3, 8, 4, 16; Sal., Hist., II, 91-92, Diod,, XXXI, 42). Baste citar la frase del Jus-tino (Hist., Phil. Epit., XLIV, 2, 6); plurimis militares equi et arma san-guine cariora y la sospecha de una vinculación religiosa con las armas. (Cf. R Adrados., op. cit., passim). A partir de Augusto la clientela hispa-na debió degenerar rápidamente como se desprende de una composición de Marcial (III, 14), ya que no tenía razón de existir. La estructura políti-ca de la Península en un siglo había cambiado radicalmente. Un último eco de la clientela militar hispana tal vez sea los evocati que formaban la guardia de Galba (Suet., Galba, X, 3).

En cuanto al ritual de la deuotio Ramos Loscertales sugiere que tal vez fuera el mismo del de la simple clientela, que aparece en el episodio del Indíbil: presentación del cliente al patrono reconociéndo-le como jefe y aceptación por éste de su persona. Probablemente existía una ceremonia especial con un sacrificio, de la que quedarían huellas en el juramento de Ampudio. Dionisio, antes de recibir a los iberos como mercenarios, ofreció libaciones. Tal vez hubiera un sacrificio humano y el de un caballo, ya que con ambos aparecen refrendados los pactos (Liv., Per., XIX). A los conjurados con Catilina también se les acusa de sacrificios humanos y de la bebida de sangre humana (Sal.,Cat., XXII, 1-3; Plut, Cic., X).

Ramos Loscertales se pregunta si los deuoti tenían obligación de suicidarse en caso de cualquier muerte del jefe; concluye que la licitud de sobrevivirle queda reducida al caso de muerte violenta. En __________

27. Cf. A. BALIL, Un factor defensor de la romanización de las tropas hispanas al servicio de Roma (siglos III-I de J.C.), Emerita, XXIV, 1956.

28. Esta institución igualmente se daba entre cántabros. Cf. A. SCHULTEN, Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 1943, 48.

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la Gallia (B. G., VI, 19, 5) se observa que los clientes se quemaban al mo-rir los patronos: ac paulo supra hanc memoriam servi et alientes quos ab eis dilectos esse constabat iustis funeribus confectis una cremabantur.

La deuotio es una institución típicamente de la Península, más con-cretamente de la Celtiberia, como afirman rotundamente Salustio (Serv., Ad Georg., 4, 218) y Valerio Máximo (II, 6, 11). En este punto no esta-mos de acuerdo con Adrados que considera a la deuotio como forma de fidelidad típicamente ibérica que se extiende a Celtiberia. Su aparición en Aquitania, Adiatumnus, se explica comúnmente como influjo de His-pania en la Gallia. Precisamente el sur de le Gallia mantuvo siempre en la antigüedad relaciones con la Península. Su parentesco con el comi-tatus indica, igualmente, una institución indoeuropea. Aparece con jefes celtas como Retógenos, Indíbil, nombre que como Tovar ha demostrado es celta; celtíberos formaban la guardia, deuotii probablemente, de Ser-torio. En cuanto al origen de las clientelas (todos los datos reunidos se datan entre los siglos III-I a. C.), muy probablemente es celta, en todo caso indoeuropeo como se desprende del parentesco próximo entre esta institución de la Península y las de la Gallia. Los textos citados dan datos muy concretos sobre su existencia en la Celtiberia; en el levante ibérico, posiblemente muy celtizado, aparecerían por influjo de este pueblo. De Indíbil y Edeco en particular se sabe que tenía por aliados a los celtí-beros, etc. Al primero Diodoro (XXVI, 22) le llama celtíbero.

Está sin estudiar la importancia que los celtíberos o celtas tuvieron a los comienzos, de la romanización en el sur y este de la Península; sin duda fue grande; principalmente en las guerras de estos tres siglos desempeñan un papel capital. Baste citar algunos casos, además de la mencionada alianza con Indíbil y Edeco y la aportación de 1.400 gue-rreros de Allucius a Escipión. Celtíberos aparecen como aliados de este general romano (Liv., X, XIV, 4, 9, 7, XXV, 32) y como mercenarios de Aníbal (Liv., XXI, 433); ellos constituyen igualmente el ejército que los turdetanos opusieron a los romanos, Livio (XXXIV, 17) da la cifra, probablemente exagerada, de 10.000 combatientes. Años antes ya habían intervenido en Turdetania cuando en una batalla habida entre romanos y cartagineses en el año 212 a. C. perecieron dos caudillos galos, Molnicapto y Vismaro. (Para Schulten, FHA III, 85, se trata de celtíberos de la meseta; Caro Baroja, op. cit., 128, duda ya que los cartagineses sacaban tropas de regiones muy distantes). En las luchas de Amílcar con túrdulos e iberos auxilian a los indígenas jefes celtas como Istolacio e Indortas, Celtíberos forman alianza con Turrius (Liv., XL, 49). Celtíbero debía ser aquel princeps de los vergestanos que se acusó ante Catón alegando de no ser responsable de haberse apoderado de su ciudad unos bandidos (Liv., XXXIV, 21, 1). Es digno

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señalar, como nota Caro Baroja, op. cit, 149, la aparición de un prin-ceps conocido con un nombre tan típicamente celta como Bergidum que aparece en otras regiones de la Península, así Bergidon (Pt. II, 6, 28), Vergium (Pt. II, 6, 67), Berguña (Pt. II, 6, 67) etc. En el año 218 a. C. aparece otro princeps de los ausetanos con nombre celta, Amusico (Liv. XXI, 61), que dirige la lucha contra los romanos. Jefe celta era igualmente Tangino que en el año 141 a. C. asolaba las tierras de Edetania y a quien venció el cónsul Quinto Pompeyo (App., Ib., 77). Ejército de celtíberos fueron aniquilados hacia el año 187 a. C. cerca de la Calagurris por L. Manlio Acidino. Livio (XXXIV, 21) da en esta ocasión unas cifras probablemente elevadas de 12.000 muertos y 2.000 prisioneros enemigos. Un segundo ejército fue derrotado cerca del Tajo por L. Quinctio Crispio y C. Calpunio Pisón (Liv., XXX, IX, 31). El número de bajas subió considerablemente. El historiador latino habla de 35.000. Finalmente baste recordar que el nombre del caudillo de la guerra lusitana, Viriato, es celta (Plin., NH, XXXIII, 3, 12). Esta proyección de celtíberos o simplemente de elementos celtas sobre el levante y sur de la Península, explica el hecho de aparecer en estas regiones instituciones típicamente indoeuropeas. (C. Grisfith, op. cit., 234 ss., 225 ss., R. Loscertales, El primer ataque de Roma centra Cel-tiberia, Salamanca, 1941, passim).

El sustrato de los ilergetas como ha probado Maluquer 29 en sus re-cientes excavaciones de Lérida, Balaguer, hasta el siglo V a. C. es halls-tático puro, substrato que no dejaría de influir poderosamente, durante los siglos IV al I a. C. En la formación del nombre de Mandonio, Tovar 30 igualmente descubre elementos indoeuropeos, lo que probaría el vigor de los indoeuropeos en pueblos que los textos les presentan como iberos.

El hecho de que el hospitium y clientela estén confundidos en el siglo I es otro argumento para admitir un origen celta, pues aquél sólo aparece en Celtiberia.

La institución de la clientela hispana no halló eco en Roma, no así la deuotio. Al licenciar César en el año 44 a. C. su escolta personal de calagurritanos, logra un juramento de fidelidad de todos sus súbditos, según Suetonio (Iu. I, 84) y Nicolás Damasceno (V. C., XXII, 12-13); ambos hechos se relacionan íntimamente. D'Ors 31 sospecha que __________

29. Descubrimiento de un poblado ilergeta en Vallfogona de Balaguer (Lérida). Zephyrus, IX, 1958, 109 ss.

30. A propósito del vasc. «mando» y«beltz» y los nombres de Mandonio e Indíbil. Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ibarra, San Sebastián, 1949, 109 ss.

31. Orígenes del culto al emperador en España, Emerita, X, 1942, 197 ss., con toda la bibliografía sobre el tema, Idem, Epigrafía jurídica de la España romana, Madrid, 1953, 22 ss. R. Menéndez Pidal (España y su Historia, Madrid, 1957, 139), considera que la deuotio his-

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tal vez se hubiere introducido en este juramento algún elemento de la deuotio de los calagurritanos. La deuotio de Ampudio del año 27 a.C. es interpretada por D'Ors, de nuevo, como una sustitución del juramento de fidelidad de la guardia licenciada. La dificultad para admitir tal influencia estriba como observa Adrados, en que este juramento proviene probablemente de los juramentos de fidelidad a los jefes de partido, de final de la República. (Baste enumerar dentro del siglo I a.C.: el juramento, tal vez deformado, de los itálicos a Druso en el año 91 a.C. (Diod., XXXVII, II) 32; el de Cinna a Sylla (Plut, Sylla, X, 70), en el año 88; el de los conjurados a Catilina (Sall., Cat. XXII, 1); el de Marco Antonio en el año 44 a.C., el del año 32 a.C. 33. Todos ellos, como D'Ors indica, son típicos juramentos de clientela y no simples juramentos militares. Más seguro es negar toda influencia del hecho del licenciamiento del 44 a. C., en la iniciativa de Ampudio, ya que ambos episodios se encuentran separados por diez y siete años y una guardia germana desde Actium sustituyó a la calagurritana.

En realidad Adrados rechaza, acertadamente a nuestro entender, la influencia en Roma del elemento religioso, salvo en el caso de Ampudio, de la deuotio ibérica, no la influencia del factor social, que robustecería el juramento de fidelidad a los jefes de partido de la República. Este autor niega, también creemos que fundadamente, la influencia de la deuotio ibérica en el culto al emperador, influencia aceptada por D'Ors. Desde luego el culto tributado a Metelo, puede ser de origen netamente romano (de la simple exposición de los hechos acaecidos en Córdoba tal como lo hace Etienne, op. cit., pp. 11 y ss., queda claro que este culto fue de inspiración netamente romana), y con seguridad, el culto provin-cial de Tarragona (Tac., Ann., I, 78), ya que Augusto había vivido en la ciudad y contaría con clientes (Floro, II, 33, 51; Séneca, De Controver-siis, 10; I. G., XII, 1, 44; Oros, VI, 21, 19; Etienne, op. cit., pp. 362 y ss.).

El culto imperial nacería entre las clientelas itálicas de Octavio o de César, como quieren Adrados y Sánchez Albornoz 34. Etienne (op. __________ pana cooperó, pues, a la exaltada santificación del que Roma miraba como restaurador de la romanidad, reciente vencedor de la última monarquía oriental de los Herederos de Alejandro, la de Cleopatra, que había, intentado sobreponerse al Occidente. Además cf. Etienne, op. cit., 357 ss. C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, El culto al emperador y la unificación de España. A. T. L. C., III, 1946, 1 ss. C. Torres, El culto al emperador en Galicia. C. E. G., XII, 1952, 197 ss.

32. G. BLOCH - J. CARCOPINO, Des Gracques a Sulla, Paris, 1952, 369 ss., 54. 33. C. BARINI, Res Gestae Divi Augusti ex monumentis Ancyrano antiocheno

apolliniensi, 1937. 34. J. Gagé, Les clientèles triomphales de la république romaine. À propos

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Lámina I

Bronce de Luzaga (Colección privada, Soria).

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Lámina II

Tésera celtibérica del valle del Ebro. Cabinet des Médailles de Paris. (Según Lejeune)

Tésera celtibérica del valle del Ebro conservada en el Cabinet des Médailles de Paris.

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Lámina III

Tésera de bronce procedente de Huete. M.A.N.

Tésera de bronce. Col. Marqués de Cerralbo.

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Lámina IV

Tésera de Paredes de Nava.

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Lámina V

1. Tésera de bronce. Fosos de Bayona. Real Academia de la Historia.

2. Procedencia desconocida. Real Academia de la Historia.

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Lámina VI

Tésera de Paredes de Nava (Museo de Palencia). Reverso.

Tésera de paredes de Nava. Museo Arqueológico de Palencia. Anverso

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cit., pp. 357 y ss.), por su parte, admite la influencia de la deuotio ibéri-ca en los orígenes del culto al emperador. El autor en páginas anteriores ha admitido un culto a los caudillos, del que no encontramos pruebas en las fuentes (ya que los textos de Plut, Sert., XX, 5, y XXI, 1, son tan vagos que nada prueban). De este hipotético culto hispano se pasa fá-cilmente al culto imperial. Los cultos orientales a los monarcas helenís-ticos tan magistralmente estudiados por Grisfith, y la fuerte influencia de la cultura helenística sobre Roma, fueron los que crearon el clímax propicio para la aparición del culto imperial. En este sentido son muy significativos la tendencia a divinizar a César y la forma teocrática en que iba a desembocar su dictadura 35.

Tan poco hay que ver influencia de la deuotio ibérica en el uotum de P. Afranius Potitus (Suet, Calig., 27; Dión., LIX, 8, 3) que juró morir si Calígula sanaba de una enfermedad. Un caballero, Atanius, en la misma ocasión, prometió luchar como gladiador. El mismo Suetonio (Calig., 14) cuenta otros votos semejantes hechos por su salud durante una enfermedad del príncipe. A la influencia de la deuotio ibérica no se de-bería la idea del suicidio, en estos dos últimos casos, idea totalmente aje-na al pueblo ibero si sanaba el jefe.

En los casos de P. Afranio y de Atanio probablemente se tiene un simple uotum.

Un ejemplo de influencia de la deuotio sería la muerte de Antinoo (Dión., LXIX, II, Aur, Vict., De Caes., 14), que sería un suicidio por la salud del emperador; por tener lugar el suicidio inmediatamente no hay uotum. Aunque pudiera haber influencia de leyendas griegas, Alcestes, Codro, etc., la presencia del suicidio 36 como señala Adrados, parece no deberse a la influencia de la deuotio ibérica.

Hospitium. Un texto de Diodoro de Sicilia (V, 34) atestigua la existencia del hospitium en Celtiberia, no instituido por una convención, sino impuesto por los divinidades populares, y por la costumbre de las gentes, un hospitium, pues, de origen e índole religiosos y sociales a la par (Ramos Loscertales) 37. Por hospites hay que entender las personas ajenas al grupo, bien fuesen celtíberas o de otras regiones. El __________ d'un aspect, du principat d'Auguste, RH, CCXVIII, 1957, 1 ss. Para el caso de Ampudius cf. F. Olivier, Un acte de dévotion à Auguste, l'an 27 av. J. C. Mélanges Ch. Gilliard, 1944, 24 ss.

35. J. CARCOPINO, Caesar, 1.036 ss.,42. 36. Sobre el suicidio en Hispania véase los casos recopilados por RAMOS LOSCERTALES,

op. cit., ss. Cf. también, J. BAYET, Le suicide rituel dans la mentalité des Romains, L'Année sociologique, 1953, 35 ss.

37. Hospicio y clientela en la España céltica. Notas para su estudio, Emerita, X, 1942, 308 ss. ETIENNE, op. cit., 59 ss.

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texto señala expresamente que disputan entre sí recibir a los extranjeros y el motivo de índole religioso de tal proceder.

Los testimonios del hospitium que hallamos son los siguientes: A) Probablemente los habitantes de Segeda habían concertado un

pacto de hospitalidad con los arévacos, como parece desprenderse del hecho de que ante el ataque de Nobilior (App., Ib., 45; Floro, I, 45) se uniesen en la lucha.

B) En tesseras hay once documentos 38. 1. B. E. Monreal de Ariza, ueTitiuaCa Car. La leyenda se refiere

al nombre de la ciudad, familia o estirpe que concede el hospitium. 2. B 4. Sasamón. Escritura en ambas partes: a) Cuirore-Cilios no-

uitum Coos uenaios. b) Ale Tuurés. En el reverso se lee bien el étnico de los tres nombres citados en el anverso, o bien el nombre del pueblo o familia con los que se pacta el hospitium.

3. B 5. Villavieja. LiPiaca / CortiEa Car. Liepiensis tessera hospi-talis.

4. B 6. Procedencia desconocida. LiPiaca. Lipiensis (tessera). 5. B 6. Procedencia desconocida, recopiricea. (tessera) segobrigen-

sis. 6. B 8. Procedencia desconocida. Lutos aliso / Cum analo Ce / Con

TePias / PelaisCas. Pacto de Hospitium concluido entre un hombre (lupos) y una villa (Contrebia Belaisca) presentada por su aulo (nom-bre de magistrado).

7. B. 51. Monreal de Ariza. h(ospitium) f(ecit) /quom Elando Riau (...).

8. B 52. Monreal de Ariza. iKar arcobr goiciando... cidoso. IKar (os) Arcobrig(ensis) concede hospitium a Goiciando... / cidoso.

9. B 53. Sasamón, Tridoniecu, caisa / cadessuaeona / nemaosq. Caraca Dessuaeona (una o dos mujeres, o colectividades de) Tridonicu (su) concede el hospitium a Nemaiosos.

10. B 54. Paredes de Nava. Caisaros Ceciq(un) rr / Arcailo(n). Caisaros de los Cecciq(un) r(ix) r(igon) concertó hospitium con Arcailo.

11. B 55. Proveniencia incierta. Tessera hospitalis / cum. P. Tu-rulio L f / mai.

12. B. 61. Las Merchanas. Tesera Caurie(n) sis magistrato Turi. H Turi hay que interpretarlo como Turibrigensi o como nombre propio en dativo.

Todas estas tesseras, fechables durante la República Romana, per- __________

38. A. TOVAR, El bronce de Luzaga y las téseras de hospitalidad latinas y celtibéricas. Emerita, XVI, 1948, 75 ss. Idem, Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, Buenos Aires. M. LEJEUNE, Celtiberica, 65 ss. M. GÓMEZ MORENO, Misceláneas, Madrid, 1949, 205 ss., 310 ss.

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tenecen al área donde aparecen las inscripciones celtibéricas. Su lengua es celta. Ocho pertenecen al tipo de las halladas en Italia (CIL, 12, 828; 23, 611, 1.764, datables entre 250-150 a. C.). Representan figuras de bronce separadas en dos mitades simétricas: toro, en B 7; caballo, en B 5; oso, en B 3; delfín, en B 51; y B 52; manos entrelazadas, en B 8, B 54, B 55; animal indeterminado, probablemente reptil, en B 6; caballo, en B 4; pez, en B 53; placa rectangular, en B 61; Lejeune sugiere que tal vez las manos entrelazadas se reserven para el hospitium privado y los animales para el de las ciudades. Las manos entrelazadas era símbolo de hospitium, según Tácito, Hist., I, 54; II, 8. La tessera es el símbolo que acredite el hospitium. Existen dos tipos desde el punto de¡ vista de sus caracteres externos, la que es una mera laminilla, como la del bronce de Luzaga, y la lámina, con silueta de animal, susceptible de ser contrastada, ajustándola con la mitad depositada en el lugar en el que se recibía el hospitium.

C) La principal tessera de hospitium es el bronce de Luzaga, re-dactado en lengua celtibérica. Su fecha no debe ser anterior al siglo I a. C. Dice así:

AreEpracticupos caro cevei / cortice lutiacei aueis parasioca / er-va nela tioer sepos so / ueisui pelaiocumque / ceuis cauis cariococue cevis / stan cortican clasuuon / carno teces sapa cortica / teinoreicis.

La interpretación propuesta por Tovar es la siguiente: Aregratensi-bus hospitali (?) hac /tessera lutienses Augis Brasioca / ... (hospitium dant): Ticrensibus etiam propagini Belaiocorumque item Carensium-que item / faciunt tesseram / hospitali... in eadem (?) tessera. Deinorix.

El bronce de Luzaga es probablemente como señaló Ramos Loscertales un registro de los pactos concluidos por una comunidad local con individuos aislados pertenecientes a otros núcleos de población o a otros pueblos o con otras comunidades.

En la Península durante el Imperio se encuentran diecisiete Ta-bulae de hospitium, y patronatus. Algunas de las cuales parece que hay que referirlas a una institución indígena y no a su homónima romana. Son las siguientes 39:

B 101. Paredes de Nava ... ... ... 2 a. C. CIL, II, 763. B 102. Cortijo de Clavijo ... ... 5. CIL, II, 1.343. __________

39. A. D'ORS, Epigrafía jurídica, 368 ss. Idem, Una nueva tabla emeritense de hospitium publicum. Emerita, XVI, 1948, 46 ss. Idem, Sobre la inscripción romana. Emerita, XI, 418. Emerita, XII, 1944, 123 ss. A. GARCÍA Y BELLIDO, Los Albiones del noroeste de España y una estela hallada en el Occidente de Asturias. Emerita, XI, 1943, 418 ss. M. HELENO.-S. LAMBRINO, L. Fulcinius Trio, premier gouverneur de la Lusitanie sur une tabula patronatus. Comptes rendus de l'Académie des Inscriptions et Belles Lettres, 1952, 418 ss. LAMBRINO, O Arq. Port., I, 1851, 152 ss.

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B 103. Mérida ... ... ... ... ... ... 6. Emerita, XVI, 1.948, 46. B 104. Pollensa .................. 6. CIL, II, 3.695. B 105. Astorga ... ... ... ... ... ... 27. CIL, TI, 2.633. B 106. Peñalba de Castro ...... 40. CIL, II, 5.792. B 107. Pamplona ... ... ... ... ... 57. CIL, II, 2.958. B 108. Badalona .................. 98. Emerita, VII, 1.939, 156. B 109. Astorga ... ... ... ... ... ... 152. CIL, II, 2.633. B 110. Pamplona ... ... ... ... ... 182. CIL, II, 2.960. B 111. Clunia ... ... ... ... ... ... 222. CIL, II, 145. B 112. Sasamón ... ... ... ... ... ... 239. CIL, II, 5.812. B 113. Córdoba ... ... ... ... ... ... 348. CIL, II, 2.211. B 114, Córdoba ... ... ... ... ... ... IV. CIL, II, 2.210.

A estas tabulae citadas por Lejeune hay que añadir otras tres. Una de Ituci, datable en el año 31; una segunda de Peralejo de los Escuderos (Soria) del siglo II; la tercera se encuentra en el Museo Leite de Vasconcelos de Lisboa (época de Tiberio).

Cuatro tabulae solamente pertenecen a la región de las inscripciones celtíberas. Desde el siglo I se encuentran repartidas por toda la Península. Sin embargo aunque existe cierto parentesco entre tabulae y tesserae, como en las tabulae más antiguas son de dimensiones pe-queñas (B 101), la distribución geográfica de ambas parece descartar una continuidad de la institución. No obstante se observa que las tabulae más antiguas tienen cierta preferencia por el hospitium, y por el patronato las recientes. El hospitium pierde su pureza a medida que se acerca el lugar de hallazgo a levante y a medida que pasan los siglos. El patronato puro sólo se encuentra en el extremo oriental de Hispania y en dos documentos de los siglos III y IV. Dentro de una misma localidad se confirma el mismo fenómeno: en Clunia la tabula más arcaica es de hospitalidad, y la moderna de patronato; en Pamplona en la antigua hay un hospitium puro, en la reciente mezclado con patronato; al igual que en Palencia y Astorga; en Ronda y en Córdoba de un hospitium mezclado se pasa al patronato puro. El hospitium aislado se encuentra en las más orientales, septentrionales, y de fechas más antiguas. De estos elementos se desprende que el hospitium pudo camuflar las alianzas públicas tradicionales de los celtas. En las zonas más romanizadas y menos celtizadas, se prefirió el patronato, forma puramente romana. Con el correr del tiempo, la antigua institución céltica, revestida de hospitium, perdió su significación y el patronato ganó terreno.

Merece señalarse que Hispania ha dado dentro del Imperio Roma-no con gran diferencia el mayor número de documentos de hospitium, en concordancia que sólo en ella se registran testimonios en lenguas

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indígenas. Tres inscripciones aparecen en la Gallia Cisalpina (CIL, V, 4.919-21); ocho en Roma (CIL, VI, 1.492, 1.682-89, 26.682), cuatro en África (CIL, VIII, 68 y 69, 8.837, 10, 525), siete en Italia Central y Meridional (CIL, IX, 10, 259, 3.429; X, 6.231, 646-78), y una en Cerdeña (CIL, X, 7.845). La abundancia de testimonios acá es prueba de que bajo el hospitium latino se revestían frecuentemente viejas instituciones indígenas (célticas). Si se analizan dos de estas tabulae de las más antiguas, la de Palencia del año 2, y la de los Zoelas (27 a. C.) se observa que todavía pervive una serie de elementos típicamente indígenas. Estas dos inscripciones confirman plenamente la veracidad de la descripción de Plinio (NH., III, 26-28) sobre los conventos de Clunia y Asturica. Ellas permiten perfilar dos tipos diversos de estructuras po-líticas y conocer que con la llegada de los romanos se cambiaba la personalidad de los populi de la Meseta. En la Hispania Céltica la comunidad política coincidió con un populus y no con un oppidum. Con la llegada de Roma esta estructura política se alteró sólo en el aspecto que los populi se convirtieron en unidades administrativas, formando los organismos primarios de la administración provincial romana. La inscripción de Palencia permite conocer la desaparición de un populus, el de los Elésicos, incorporada al de los vacceos o adscrito a él como pueblo tributario, ya que tanto la epigrafía como las fuentes antiguas coinciden en señalar en esta zona un solo populus, el vacceo, y Palencia es un oppidum vacceo (Plin., NH., III, 26). Los pueblos de Vacceos y Elésicos en parte habitaban en oppida que poseían, dentro del populus, autonomía en varios aspectos, como índice la posibilidad de contratar con extraños, sin comprometer a los otros grupos copopulares y mediante la intervención de un magistrado popular. La estructura del populus de los Zoelas es distinta. El populus no está compuesto de oppida, sino de gentilitates. Quedan, pues, en estas dos inscripciones restos de dos tipos diversos que la estructura estatal de los pueblos del centro de la Península. Ambos tipos fueron diversos de los que predominaban en Turdetania y en el Levante, que tenían por base un oppidum con su territorio, una civitas o un sinecismo de civitates, como en otras zonas del Mediterráneo, el estado nunca era tribal como en la Hispania céltica. Al frente de Zoelas y Elésicos se encontraba un magistrado popular que seguramente era el enlace entre las entidades constitutivas del pueblo, gentilitates o oppida y la administración pro-vincial romana. Tanto el pueblo como sus elementos conservan, pues, durante el siglo I huellas ciertas de la anterior organización indígena utilizada por los romanos como instrumento de su organización. En cuanto al magistrado popular Ramos Loscertales le cree o una creación

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romana o una adaptación de otras zonas peninsulares no celtizadas, ya que no hay vestigios de un poder unipersonal de éstas 40.

Dos clases de hospitium se distinguen en la Hispania céltica, uno es el referido por Diodoro, en el que el hospes no tenía otra garantía de la hospitalidad, que probablemente la sanción punitiva de la divinidad; el segundo es el deducido de las tesserae y tabulae, instituido por una convención pactada entre quien necesitaba el hospitium y quien le ofrecía. Ello llevaba consigo una serie de derechos y obligaciones que desconocemos. Sin embargo se puede asegurar que el hospes entraba en pie de igualdad en el grupo que le recibía. La inscripción de Palencia ofrece indicios seguros del proceso de transformación de las tribus de la Meseta en el siglo I, la sustitución de los oppida como entidades administrativas por los populi, perdiendo éstos su antiguo valor de comunidades políticas y administrativas.

En el bronce de los Zoelas el hospitium se asoció a la clientela; en la virtud de este pacto los miembros que formaban las dos comunidades y sus descendientes formaban la hospitalidad y la clientela con los miem-bros de la otra. Hospicio y clientela eran mutuos, recíprocos y heredita-rios. La frase uetustum antiquom parece indicar que el hospitium y clien-tela era anterior a la llegada de los romanos, o todo lo más tarde de co-mienzos de la romanización. También indica el bronce la existencia de una clientela indígena y colectiva de la que ya se han registrado otras huellas.

El hospitium en Hispania respondió sin duda a una necesidad social. El hospes conservó su personalidad, no se subordinó al grupo que le reci-bía. Por el contrario, en la clientela, hubo una ordenación jerárquica. El cliente no entraba en el grupo al que pertenecía el jefe, sino en el círculo que había en torno a él. El hospitium al convertirse de individual en colec-tivo no se alteró en su esencia; sí la clientela, pues desapareció la ordena-ción jerárquica y quedaban parificados los protectores y los protegidos.

El hospitium es una institución céltica; de su existencia en la zona ibérica, probablemente por influencia de la Meseta sobre el Levante, hay dos testimonios. Livio, XXI, 2, se refiere a los hospitia concertados entre Asdrúbal y los régulos iberos; el escritor latino igualmente habla de un hospitium publicum entre Alorcus y Sagunto: publice Saguntinis amicus atque hospites (XXI, 12).

El hospitium, como institución indígena, debió pervivir bastante tiempo, pues en la ley de Urso, aparece claramente diferenciado del patronatus, en una época en que lo frecuente era confundirlos (época flavia).

__________ 40. J. CARO Baroja, Los pueblos de España, 173 ss,

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Debía ser muy frecuente el establecer hospitium entre particulares, como se desprende del hecho de querer unir por la ley del hospitium Quinto Occio a un joven celtíbero vencido en un reto (Val. Max., III, 2, 21).

Gentilidades y centurias,—Dos organizaciones que aparecen en di-versos pueblos indoeuropeos se señalan igualmente en los territorios del Norte y Centro de Hispania. Eran formas, de agrupar la sociedad, intermedias entre la familia y la tribu. Equivaldrían a los clanes del mundo celta. Nos referimos a las gentilidades y a las centurias. Las primeras corresponden a los grupos celtas no celtíberos; la segunda se encuentra en el territorio de la cultura castreña. Es decir, las centurias se dan entre galaicos; las gentilidades entre astures, cántabros, vettones, carpetanos y pelendones. Estas organizaciones serían autónomas económicamente y cada tribu poseería varias clanes. Serían ambas formas distintas de un mismo tipo de clanes. Para Schulten cada castro equivaldría a uno; y el gran número de ellos se explicaría por ser ellos muy numerosos. Schulten 41, Caro Baroja 42 y Rodríguez Adrados 43 identifican gentilitas y centuria. Tovar 44 llama a la centuria institución en cierto modo paralela a la gentilitas. D'Ors 45 piensa en el caso de las centurias, para muchos casos, en establecer relación entre las unidades del ejército romano y las tribus indígenas como base de reclutamiento. Maluquer 46 acertadamente separa ambas organizaciones, ya que las tribus no son uniformes en su concepto ni en su estructura interna. Las gentilidades eran, como se acaba de decir, una unidad social superior a la familia, e inferior al pueblo o tribu. Su verdadero carácter se desconoce, era autónoma. Los miembros de una gentilitas estaban unidos por vínculo natural, cuya existencia queda bien patente en el nombre gentilicio común a todos los miembros. En las zonas donde aparecen las gentilidades, el gentilicio sigue al nombre individual; el nombre del padre se coloca al final. Esta colocación señala claramente que la entidad social principal era la comunidad de linaje, no la familiar implicada dentro de ella y con valor social secundario y subordinado. En la zona ibérica se observa el hecho contrario, desde el punto de vista social la familia posee la primacía. Una comunidad religiosa coincidió con la comunidad social, privativa del grupo, el culto a los antepasados, independiente del culto popular. No conocemos __________

41. Los cántabros y astures y su lucha con Roma, 53 y 94. 42. Los pueblos del norte de la Península Ibérica, 53. 43. El sistema gentilicio decimal de los indoeuropeos occidentales y los orígenes de

Roma, Madrid, 1948, 11 ss. 44. Estudios sobre primitivas lenguas hispánicas. Buenos Aires, 1949. 45. Emerita, XII, 1944, 125. 46. Historia de España. España prerromana, Madrid, 1954, 145 ss.

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la composición cuantitativa de la gentilidad, ni se sabe si eran uni-formes o variaban, se desconocen los organismos de gobierno, que es de suponer delegarían, sus funciones en magistrados, que aparecen ci-tados en las inscripciones.

La gentilitas no tuvo, al menos en sus comienzos, un vínculo local fijo. Tal vez el territorio fuese impuesto por los romanos, lo que ex-plicaría el hecho de que poblados y ciudades lleven nombre de genti-lidades. Lo que no cabe duda es que tanto las gentilidades como las centurias no desaparecieron con la romanización, sino que tuvieron su importancia como organizaciones sociales y administrativas. Se ignora cómo se entraba a formar parte de una gentilidad, lo que sí sabemos es que no constituían grupos cerrados.

En la zona castreña, la organización con gentilidades es descono-cida, en cambio aparecen las centurias, que es una forma de agrupación social, sin que sepamos mucho más de ellas. Parece que se trata de dos organizaciones sociales diferentes, como se desprende de la dualidad geográfica y cultural, donde se hallan. El número de gentilidades es, según Tovar, de 163, más alguna más dudosa; el de centurias 19.

Caro Baroja 47 ha estudiado las unidades sociales de los pueblos del Norte deducidas de los textos epigráficos y ha arribado a las siguientes conclusiones: la palabra gens es empleada de un modo figurado y cada autor le da un valor, los pueblos organizaban en tres unidades sociales, v. gr., 1) astures, 2) zoelae, 3) desonci. Si tomamos por base de estudio la citada inscripción de los zoelae, en este importantísimo documento se observa que una fracción de los astures, los zoelae denominados gens Zoelarum se dividía en varias unidades denominadas gentilitates (De-soncorum, Trudiauorum, Auolgigorum, Viualigorum, Cabriagenigo-rum). La palabra gens, como gentilitas sin género de duda, traducen al latín conceptos indígenas en vigor en el año 27.

No cabe tampoco dudar que los astures se dividían en tres órdenes de unidades sociales, que el romano confunde con la gens; en ocasiones gens son para el romano los astures; gens es también los zoelae, y gentilitates son las que dentro de este último se citan.

Estas tres unidades sociales se dan entre cántabros. Para el historiador el dato verdaderamente importante es que del

hecho que Caro Baroja apoyado en Ptolomeo y Plinio haya podido catalogar ordenadamente a estas unidades sociales, expresando su sen-tido territorial, cabe deducir que durante los siglos I y IV estas unidades sociales prerromanas conservaban todavía su importancia. Ignoramos qué relaciones guardaban entre sí estas unidades y cómo se transformaron a través del tiempo. Caro Baroja sospecha que proba- __________

47. Los pueblos del norte de la Península Ibérica, 54 ss.

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blemente estas unidades se formaran matrilinealmente y luego se con-virtieran en patrilineales con la conquista romana.

Hasta Plinio pervivió el derecho indígena en la mayoría de la Penín-sula; los datos de este autor no permiten dudar en este punto. Según Plinio de las 175 ciudades de la Bética sólo 9 eran colonias; 10 munici-pios romanos, y 20 municipios latinos; de las 293 agrupaciones-político-administrativas de la Tarraconense, únicamente 179 eran urbes; de las 81 comunidades gentilicio-políticas de la Lusitania sólo 48 eran urbes y de éstas 5 colonias y 3 municipios. Estos datos prueban que en el siglo I los hispani se regían en la mayoría de los casos por sus viejas institucio-nes y su derecho. El primer paso para la unificación legal fue el decreto de Vespasiano de concesión a los hispanos del ius Latii que les incorpo-raba a la vida política y administrativa de Roma. El derecho latino no les convertía en ciudadanos romanos y por lo tanto no terminó con las dife-rencias jurídicas existentes, pero fue un gran avance en la unificación jurídica. La concesión del ius Latii implicaba la organización urbana al estilo romano; ella difundió el régimen municipal por la Península y contribuyó a la unificación del régimen político-administrativo local. (G. C. Sánchez-Albornoz, Panorama general de la romanización de Hispa-nia. "Rev. Univ.". Buenos Aires, V, 1).

I. RELIGIOSIDAD Los escritores antiguos fueron muy parcos 48 en transmitir noticias

sobre la religiosidad de los pueblos de la Península; sin embargo hay una serie de elementos religiosos de los pueblos indoeuropeos que continuaron vigentes en la Hispania Romana. La adivinación de los galaicos a base de la contemplación de los individuos y de las llamas sagradas (Sil. It., III, 344-345) se practicaba varios siglos después, pues San Martín Dumiense (De corr., rust., XVI) alude a ella 49.

Las danzas de los pueblos del noroeste en honor de la luna descri-tas por Estrabón (III, 4, 16) igualmente pervivieron durante el Imperio Romano y han llegado hasta nuestros días. A la pervivencia de otros elementos nos referiremos más adelante. Las modalidades de culto in-doeuropeo en Hispania prácticamente son desconocidas; no quedó nin-guna descripción de él. Sí han quedado en las lápidas los nombres de __________

48. Para las fuentes antiguas referentes a la religiosidad hispana, cf. J. M. BLÁZQUEZ, La religiosidad de los pueblos hispanos vista por los autores griegos y latinos. Emerita, XXVI, 1958, 79 ss.

49. A. BLANCO (Ex voto con escena de sacrificio, Rev. Guimarães, LXVII, 1957, 513). BAEICHING (Spanische Landes-und Volkskunde bei Silius Italicus, Erlangen, 1928, 25) y GROSSE (FHA, VIII, 222), sospechan que se trata de un tópico.

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gran número de divinidades indígenas, de las que se sabe, por el examen filológico, que su carácter y su nombre pertenece a lenguas indoeuropeas 50. Si se echa una simple ojeada a la distribución de los nombres indígenas de divinidades, se observa que prácticamente toda la Bética y Levante carece de ellos; este fenómeno se explica por la pronta y rápida romanización. En cambio en el resto de la Península mucho más indoeuropeizado y más lentamente romanizado pervivie-ron. Sólo aludiremos a los nombres de dioses de los que se sepa con se-guridad que son herencia indoeuropea.

En el panteón celta existía una tríada de divinidades fundamentales cantada por Lucano:

Quibus inmitis placatur sanguine diro Teutates, horremque feris altaribus Esus et Taranis, Scythiae non mitior ara Dianae.

(I, 444-446). Según un escoliasta de Lucano, Esus equivale a Mars, Taranis a

Dis-pater y Teutates a Mercurio; según otro, Teutates sería Mars, Esus Mercurio y Taranis Iupiter. En inscripciones Teutates aparece como Mars y Taranis como Iupiter (CIL, III, 2.804). Lactancio (Diu. Inst., I, 21, 3) menciona igualmente los sacrificios humanos en honor de Esus y de Teutates 51. Las tres deidades se hallan registradas en el área céltica peninsular. Han aparecido una serie de lápidas en que a Iupiter acompaña un epíteto que es el nombre de una montaña, lo que indica una divinidad celeste que mora en las alturas y se sirve del trueno y de la tempestad, es decir al gran Dios celeste de todos los pueblos __________

50. Los nombres han sido reconocidos por J. NAVASCUÉS, El mapa de los hallazgos de epígrafes romanos con nombres de divinidades indígenas en la Península Ibérica, II CAN, 1952, 327 ss. J. MALUQUER DE MOTES, Historia de España. España Prerromana, 189 ss. J. M. BLÁZQUEZ, Aportaciones al estudio de las religiones primitivas de España. AEArq., XXX, 1957, 15 ss. Idem, Religiones primitivas de Hispania, I. Fuentes literarias y epigráficas (en prensa). M. L. ALBERTOS, Nuevas divinidades de la Antigua Hispania. Zephyrus, III, 1952, 49 ss.

51. P. DUVAL, Teutates Esus. Tarania, E. C., I, 1958, 41 ss. W. DEONNA, Les victimes d'Esus. Ogam, X, 1955, 3 ss. A. EVEN, Notes sur le Mercure Celtique. Ogam, IV, 1952, 289 ss.; V, 1952, 309 ss. E. THEVENOT, Le culte des Eaux et le culte Solaire a Entrains (Nièvre), VI, 1954, 9 ss. DE VRIES, À propos du dieu Esus. Ogam, 1953, 16 ss. P. LAMBRECHT, Note sur un passage de Grégoire de Tours relatif à la religion gauloise. Latomus, XIII, 1954, 207 ss. J. GRICOURT, Prolégomènes a une étude du dieu Lug. L'oronyme «Soleille-Boeuf», les cultes solaires et le Soleil patron des condonniers. Ogam, VIII, 1955, 63 ss. J. COMPRY, La maître du ciel et la Dame de vie?, Gallia, XV, 1957, 146 ss. F. LE ROUX, Taranis, dieu celtique du ciel et de l'orage. Ogam, X, 1957, 30 ss. THEVENOT, Le pendaison sanglante des victimes offertes a Esus-Mars. Hommages à Waldemar Deonna, 1957, 442. ss.

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indoeuropeos 52; Iupiter Candamius (CIL, II, 2.695) en Orense; Iupiter Candiedo (CIL, II, 2.599) entre León y Asturias; Iupiter Ladienus (CIL, II, 2, 525) en Codos de Larouco; Iupiter Tabalienus (Archivum, I, 275), en Villaviciosa. Mela (II, 89-90) cita dos montes sagrados consagrados a Iupiter, el Mongó y el monte Matas. Por la descripción que hace Jus-tino (Epit. Hist. Phil., XLIV, 3, 6) de un monte sagrado de Galicia, se deduce que éste también estaba consagrado a Iupiter. En una ins-cripción de Galicia a Iupiter se le asigna un carácter de dios protector de la fecundación, a juzgar por el epíteto Anderon (CIL, II, 2.598). Muy extendido fue el carácter salvador de Iupiter (AEArq., 1955, 318) al que acompaña el epíteto indígena, de Eaecus.

Iupiter Eaecus es el equivalente en Hispania de Iupiter Depulsor probablemente, que gozó de tanta devoción en el resto de Europa 53.

La existencia de la segunda de las grandes divinidades celtas que los autores clásicos por un fenómeno de sincretismo llamaron Mercurio, de cuyo culto, Cesar (B.G., VI, 17) escribió: deum maxime Mercurium colunt, frase repetida por Tácito (Germ., IX); está igualmente registrada en inscripciones; Luoci iuteri (CIL, II, 2.849), Lougi (CIL, II, 5, 797), Lucoves (Rel., III, 612), Lugoves (CIL, II, 2.818), Lugues (Zephyrus, III, 57), Lugu (Ampurias, 1956, 164), Lucubi. Todos estos nombres responden probablemente a la misma divinidad, cuyo nombre viene de una raíz indoeuropea que significa negro; lugs significaría cuervo, ave de plumaje negro. Todos estos nombres en los que entran la raíz lug serían dioses de la luz, al igual que en Grecia Apolo aparece a veces con un cuervo, ave portadora del fuego y del plumaje negro. Precisamente en la inscripción grande de Peñalba de Villastar junto al nombre del dios, repetido dos veces, se encuentra un cuervo. Este dios Lugus aparece ser el dios celta identificado por César con Mercurio. Es un dios galo. El epíteto que a Lug dan los irlandeses es Samb-il danahc, hábil en muchas artes, lo que explicaría satisfactoriamente el que el collegium de los sas-tres de Osma consagrase una lápida a los Lugones venerados igualmente en Avenches, Suiza, es decir al Mercurio celta. En la Gallia hay un caso parecido. Una inscripción de Chaves confirma plenamente la importan-cia de la divinidad celta asociada al Mercurio romano o al Hermes grie-go, el epíteto que acompaña al dios en deuori, palabra perfectamente cel-ta que significa "rey de los dioses" (Emerita, 1956, 254).

La tercera gran divinidad celta era Mars 54, del que en la Península Ibérica se conservan muchos testimonios de su culto. Por una cita de __________

52. G. DUMEZIL, Júpiter, Mars, Quirinus, Turín, 1955, 3 ss. P. Nilsson, op. cit., I, 364 ss. 53. H. PFLAUM, Iupiter Depulsor, Mélanges Isidore Levy, 1953, 435 ss. 54. E. THEVENOT, Sur les traces des Mars celtiques, Brujas, 1955.

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Estrabón (III, 3, 7) se conoce que sacrificaban a él machos cabríos, caballos y prisioneros los pueblos del Norte de Hispania, dato el de los sacrificios humanos, en que coincide con los testimonios anteriormente citados. El texto de Estrabón confirma la tesis de Thevenot de cierta vin-culación de los caballos a Marte. En la Roma primitiva igualmente se conocen sacrificios de caballos a Marte. El Marte celta como ha probado este autor, tiene carácter solar, con el que aparece Marte en la Península como se desprende de un texto de Macrobio (Satur. I, 9, 5). Probable-mente el nombre indígena hispánico del Ares estraboniano estaría for-mado por la voz Cono, que significa "cuerpo de tropas", y que en Hispa-nia se registra en multitud de nombres indígenas de divinidades, cuyo carácter guerrero es seguro; todos estos nombres responden al mismo dios: Coronus (CIL, II, 5, 562), Crasto; Coru-abe (CIL, II, 5,594); Corus Mars (CIL, II, 5.628) en Brandomil; Cosus Udauiniegus (Arq. VI, 300) en la misma localidad; Corosus (CIL, II, 5.607) en Eiriz; Poecosuosuiuus (Add. VIII, 191) en Úbeda; Mars- Cariociecus (CIL, II, 5.612) nombre del segundo formado sobre un topónimo, como Mars Tilenus (Add., IX, 293) en la Bañeza; Suttunius, en Brozas, parece ser el mismo nombre de Marte aparecido en St. Plancard, Sutugius; Toga, cuyo primer elemento de formación es la palabra de juramento —tong—, podría ser una deidad de carácter guerrero, ya que una de las lápidas se la dedica un soldado por la victoria; tiene tres lápidas consagradas a ella, aparecidas en Ávila (CIL, II, 801), en Torre de la Mata (CIL, II, 801), y en Martiago (Zephyrus, III, 62). El mismo nombre, masculinizado, debe ser Togo (CIL, II, 892) que aparece en Talavera.

Dos grandes divinidades reinaban solas al sur del Tajo; los nom-bres de las dos- son indoeuropeas; la primera, Ataecina (Emerita, III, 1935, 214) se asimilaba a Proserpina; la segunda Endouellicus a Escu-lapio (Bull. Ét. Port., 1951, 93, ss.) quizás.

Todas las etimologías propuestas para explicar el nombre de Atae-cina no salen del ámbito indoeuropeo. Balmori, que ha criticado las hipótesis anteriores a la suya, piensa en una base -at, que se tendría en latín en ater. De esta diosa se conservan once epígrafes (Rel., II, 145) con sus nombres, recogidos entre las riberas del Tajo y Guadalquivir, Al nombre de la deidad acompaña un epíteto geográfico, turobrigensis, turubrigensis, turibrigensis. Según Plinio (NH., III, 14) esta ciudad pertenecía a la Beturia céltica.

La segunda gran deidad de esta zona es Endouellicus, del que se conservan unas 60 lápidas. Es el único dios indígena que disponía de un gran santuario. Tovar explica el primer elemento del nombre por nde, prefijo de superlativo que se halla en palabras célticas, uellicus podía ser adjetivo sobre wellos, bueno; aunque atendiendo a

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las numerosas formas con b, parece relacionarse con Antubelus (In-dibilis); Endouellicus sería entonces una deformación eufemística de Endobellicus, adjetivo sobre Endo-beles ( = Indibilis), muy negro. Significado que encaja perfectamente en el carácter infernal que también tenía el dios. Es digno de observar que la región del sur de la Península debía encontrarse muy europeizada desde el Bronce tardío 55 como lo prueba la existencia de unos celtici históricos, en tierras del Alentejo y en el Guadiana, que según Plinio (NH, III, 13), se emparentaban con los celtiberi en las costumbres, en la religión y en la lengua (este texto es de capital importancia pues prueba la pervivencia de lo celta en pleno siglo I), la estructura céltica de loa brazaletes del Carambolo, y el nombre celta Argantonius. Sin embargo la pronta y profunda romanización contribuyó, como en el Levante, a borrar toda huella de las divinidades indígenas de origen indoeuropeo. Probablemente sólo sobrevivieron por su asimilación al panteón grecorromano, Ataecina y Endouellicus.

Si se echa una ojeada al carácter de las deidades indígenas hispáni-cas, se observa que coincide con la religiosidad de la Gallia y de Germania. Así se encuentra un culto, como en la Gallia, muy fuerte a las aguas: Aira, CIL, II, 5.888; Genius fontis Agineesis, CIL, II, 5.728; Ameipicer, Rel, II, 333; nimphae fontis Ameuoni, CIL, II, 5.084; Assecus, Zephyrus, III, 51); Bormanicus, para cuyo nombre se ha pensado en la raíz indoeuropea borm, borbotar, CIL, II, 2.402, 5.558; Castaecae, CIL, II, 2, 402; Celiborca; Durbedicus, CIL, II, 5.563, durb, se relaciona con el irlandés drucht, orbayo o con derb, cristalino, -edl es el sufijo que se encuentra en muchas palabras celtas; Durus, CIL, II, 2.370; Edovius. CIL, 2.543; Aquae Eleteses, BRAH, 1907, 343; Frovida, Zephyrus, III, 55, cuyo nombre se relaciona con la raíz indoeuropea -sren-; Lupiana, CIL, II, 6.288; Navia, CIL, II, 5.623; 2.378, 756; 2.601, 2, 524, Arq., VI, 306; Reva, Rel, III, 612; Silonsachus, CIL, II, 5.625; Tameobricus, CIL, II, 2.377; Aturrus; Tanitacus, Add, IX, 2.831; Tongus Nabiagus, CIL, II, 2.419, el único caso de ordalía registrado en la Península; nimphae caparenses; Salamati, Zephyrus, VIII, 1957, 79; Turiacus, CIL, II, 5.551, en S. Tirso; probablemente también son deidades acuáticas Reve-langanidaeigus, Revalanganitaeca (BRAE, XXVIII, 272), y Salus Bidiensis, Zephyrus, III, 60. Muchas de estas inscripciones han aparecido en las proximidades de fuentes termales, fenómeno que tam-bién se observa en la Gallia con las lápidas de dioses acuáticos 56; el culto a las aguas arraigó mucho en Hispania, al igual que el de los árboles y del de las piedras S. Martín Dumiense (de Corr. Rust., XVI) __________

55. SC. LAMBRINO., Les Celtes dans la Península Ibérique selon Avienus, Bull. Ét. Port, 1957, 5 ss.

56. J. M. BLÁZQUEZ, Le culte des Eaux dans la Péninsule Ibérique, IX, 1957, 209 ss.

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los ataca duramente, lo mismo que los concilios. La dendrolatría en la Península debía encontrarse muy extendida, como se prueba por los numerosos vestigios estudiados por Caro Baroja y por la existencia de una serie de deidades protectoras de la vegetación como Duillee, cuyo nombre se relaciona con el indoeuropeo dhal, reverdecer (Zephyrus, III, 54). En la Gallia se veneraban una diosa de la floresta de Arduinna; el culto druida es esencialmente vegetal. En Irlanda el culto a los árboles era muy importante y sus personajes legendarios descienden de árboles. En la misma Gallia hay muchos dioses de tipo vegetal como Sexarborideo, Sexsarboribus, Fabo, deo Robori, Ilurberrixus Anderexus (Zephyrus, II, 56). Si se atiende al primer nombre podía ser un dios de carácter vegetal cuya etimología es explicable por el vasco ilurri, espino y -xo nuevo; para la segunda palabra se tiene la raíz indoeuropea and- que se encuentra en celta con la significación de ''florecientes". Aernus, a juzgar por los atributos de una de sus lápidas, arbustos, sería igualmente un dios de la vegetación (CIL, II, 2.606, 5.651, Rel, III, 217). El mismo carácter debían tener Caepus que parece masculinización de caepa, cebolla (Rel., III, 618) y Caepol (CIL, 5.613), que serían una especie de Priapo lusitano. El nombre de Macarius parece relacionarse con sustantivos como mager, en galo maya (Rel. III, 196), que señalaría una deidad de la naturaleza. Una diosa vinculada a Tutela es la que lleva nombres en los que entran como primer elemento de formación Band, así Band en Malpartida (CIL, II, 855); Bandauelugustoiraecus en Cotelo de Vila (Arq., VI, 310); Bandiaeapolosegus en Norba (CIL, II, 740); Banidiarbariaicus en Capinha (CIL, II, 454); Bandiusilienaicus en Peñalva de Castello (Add., IX, 35); Bandoga en Castelo do Nau (Rel., II, 416); Bandua que cuenta con varias lápidas (CIL, II, 2.399, Arq., VI, 310; Add., VII, 179); Bandueetobricus en Verín; y Bandusus Oleccus en Gurbión. Por las fuentes se conocen la existencia de cuatro montes sa-grados (Marcial, I, 49-56; IV, 55; 1-4; De Re Rustica, VI, 27; CIL, II, 5.809; S. Braul, V. S. M., IV) y de un encinar (Marcial, IV, 55, 23); Pli-nio (NH, XVI, 249-251) ha descrito precisamente con toda minuciosidad el culto en uno de estos encinares sagrados en la Gallia. Una encina sa-grada era adorada en Angulema (CIL, XIII, I, 112). Entre los germanos (Tac., Germ., IX) igualmente se veneraban los montes. Pindusa (CIL, II, 5.876) es probablemente una diosa de los montes gallegos de igual nom-bre. Cicerón escribe que los habitantes de la Península (de nat. deorum, I, 84) veneraban a Vulcano bajo otro nombre. Sin duda se trata de un dios que aparece en Gallia como protector de la forja, cuyo culto aquí debió encontrarse muy extendido, como corresponde a pueblos en los que las armas desempeñaban un papel tan importante.

Es muy frecuente que el nombre de una deidad responda simple-

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mente a la localización geográfica de su culto. Así Aeigiamuniaegus, cuyo elemento munn aparece como nombre de mujeres lusitanas y en la forma-ción de topónimos (CIL, II, 2.523); Albocelus (CIL, II, 2.394) que respon-de al nombre del lugar. En el nombre del dios Arentius, que cuenta en la Península con cuatro inscripciones (ACFABA, 1934, 279) entra la termi-nación -entius, común a ligures e ilirios, con la que se forman nombres de ríos y de ciudades; el nombre de la deidad Aricona, (AEArq., 1944, 248) parece estar igualmente formado sobre un topónimo, fuera de la Península existe Arionicum; la base del nombre del dios Barecus (CIL, II, 5, 276) forma innumerables nombres de ciudades, al igual que la de Barciaecus (Archivum, XI, 287); Bricus sería una masculinización de -briga tan fre-cuente en topónimos (CIL, II, 561). En el nombre del dios Cariusbeflacis (CIL, II, 2.531), como en Caraedudius (CIL, II, 5.663) la base de forma-ción es una palabra muy conocida, y que en la Península forma muchos topónimos, cario, roca, Crougintoudadiga (CIL, II, 2.565) se relaciona con el irlandés cruach, montón. El segundo elemento se encuentra en el nombre de otra deidad Toudopalandaigae; en el nombre de la diosa Deganta entra la terminación -antia, corriente en la composición de nom-bres de ríos y de ciudades. Lacipea (Zephyrus, III, 3), como Losa (Arq., VI, 355), y Tullonius (Rev. Princ. Viana, VII, 444) son nombres de topó-nimos citados en el Itinerario de Antonino que aparecen como nombres de deidades; tal vez sea igual Selatsa (BRAH, LVIII, 223) que se lee en tres aras de Barberín. El nombre Mirobieus (Rel., II, 234) estará probablemente formado sobre un supuesto topónimo Mirobriga, así como Reuueanaba-recus (CIL, II, 685) parece responde al nombre actual del pueblo, donde se encontró. Ruanes, Lapiteae (CIL, II, 2.395) son probablemente las ninfas de un lago sagrado, cuyo nombre es el de un cabo de Galicia. Lacubegus (Rev. Princ. Viana, XXV, 59) se forma sobre Lacobriga 57.

Otras deidades aparecen esporádicamente, pero responden a un ti-po de dioses muy celta, como Mentoviacus (CIL, II, 5.649) que sería una divinidad protectora de los caminos, (En el noroeste precisamente estuvo muy floreciente el culto a los Lares Viales) 58; Iano Paralioneco (BRAH, LVI, 352) que probablemente era un dios celta bicéfalo; Arco (Zephyrus, III, 50), cuyo nombre se relaciona con la raíz Orks-os, y po-día ser una deidad celto-iliria; Vestius Alloniecus (AEArq., XIX, 110), cuyo radical alont- es celta, uest-, celta igualmente, entra en la for-mación de nombres personales y de topónimos. En la Península se en-contraba muy extendido el culto a las Matres (CIL, II, 2.764, 2, 128, __________

57. B. TARACENA, L. VÁZQUEZ DE PARGA, Epigrafía romana en Navarra. Excavaciones en Navarra I, 1957, pág. 145, nº 59.

58. F. VÁZQUEZ SACO - M. VÁZQUEZ SEIJAS, Inscripciones romanas de Galicia, II. Provincia de Lugo, Santiago, 1954, núms. 8 ss.

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2.848,5, 413, esta última consagrada a las Matres Aufaniae de Bonn); algunas veces aparecen con epítetos indígenas como Brigiacae (CIL, II 6, 338), Gallaicae (CIL, II, 2.776) Useis (BRAH, LXIX, 181).

De otros nombres de deidades indígenas se puede asegurar con certeza que son indoeuropeos, aunque su carácter no queda muy claro; así Cabuniaeginus en cuyo nombre entra la palabra Caburius que se lee en dos inscripciones de Zamora, y como segundo elemento de formación en el nombre de otra deidad: Vacocaburius (CIL, II, 5.666); caburus se relaciona con el irlandés cobir, auxilio; Vacodonnaegus, por su parte, se puede emparentar con el irlandés donn, moreno; los elementos de los nombres de ambos dioses aparecen en el nombre del rey galo citado por César (BG, VII, 65, 2): C. Valerius Donnotaurus Caburi filius. En el nombre de dios Erudinus (AEArq., XXIII, 224) la raíz rud- es frecuente en lenguas célticas; el nombre de Trebarunna. (Rel., II, 285) se descompone en treb- y runn-, ambos elementos se forman muchos vocablos celtas (Bull. Ét Port., 1958, 87 ss.), Bodus, deidad hallada en Villapalos (CIL, II, 5.670) entra como primer elemento de formación en el nombre del caudillo de los nervios Bodugnatus (BG, II, 2.334).

Otros se deben al elemento germano, como la diosa Poemona de Lugo (CIL, II, 2.573), diosa epónima de la tribu germana de los poe-manos. Divus Sigerius Stilliferus (Zephyrus, III, 61) a juzgar por el vocalismo del nombre es un dios de origen germánico, quizás relacio-nado con el celta Segomarus y Segedunum; fuera de Hispania hay una deidad, Segorus identificado por Marte (CIL, V, 7.868); aunque si se atiende al último epíteto, el dios de Mérida, sería de carácter acuático, pues se relacionaría con stilla, gota.

La misma influencia indoeuropea se observa en la formación de los nombres de los dioses. Abundan mucho los compuestos impropios, co-mo Munidieberobrigae, Banduecadago, Toudopalandaigae, Tongoena-biago, Bandueaetobrigo, etc. Se registran varios casos de dativos célticos en -i, Duri, Macari, o en -oe, Crougintoudadigoe y Tongoenabiago. La iconografía de las divinidades indígenas prácticamente es desconocida; con cuernos se representaba a Vestius Aloniecus; en la cerámica de Numancia hay una imagen de Cernunnos que se asemeja mucho a la de Val Camonica 58. Dos representaciones de dioses indígenas, aunque obe-decen a un prototipo de Marte clásico, tienen elementos extraños a él, como es el casco con tres cuernos y un toro sobre, el escudo 60. __________

59. J. M. BLÁZQUEZ, Una réplica desconocida al Cernunnos de Val Camonica: el Cernunnos de Numancia. Riv. St. Lig., 1957, 295 ss. Idem, Pintura numantina clave en la iconografía de Cernunnos. Celtiberica, XV, 1958, 143 ss.

60. A. BLANCO, op. cit., 516. LEITE DE VASCONCELOS, Rel, II, 318 ss. En Castro

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En la religión precisamente, el legado indoeuropeo en la Hispania romana fue muchísimo más fuerte que en las instituciones. Debido a la política religiosa seguida por Roma en todas las provincias del Imperio que explica igualmente la pervivencia. Éstas, a partir del siglo I perdieron la importancia con que aparecen en los tres siglos anteriores al cambio de era, salvo en el caso de las gentilidades y de las centurias de las que se sirvió la administración romana. La clientela y la deuotio, con el carácter y la importancia de los tiempos de la conquista desapareció desde Augusto. Mejor pervivió el hospitium hispano du-rante el Imperio, diferenciado de la clientela. Con el elemento religioso sucedió el fenómeno inverso, la casi totalidad de los nombres indígenas de dioses son de procedencia indoeuropea. Mantuvo este elemento su influjo con todo vigor durante el Imperio (la inscripción votiva más reciente es la de Erudinus fechada en 399). Caro Baroja ha notado que el elemento indoeuropeo religioso cobra vitalidad y fuerza al aflojarse, con motivo de la crisis del siglo III, el control de Roma, ya que muchas de las inscripciones con nombres de dioses indígenas datan de los últimos siglos del Imperio Romano. En la Península se observan una serie de fenómenos que ya Vendryes notó al estudiar las divinidades indígenas de Gallia y Germania, el hecho de que la casi totalidad de los nombres sólo aparecen con una sola vez, la inexistencia de grandes santuarios, etc... Es digno de notar que en Hispania no hay huellas de los druidas, a pesar de ser una institución común a todos los celtas (Arist, fr., 30; Orig., Contra Cel., 116) 61 tampoco hay pruebas de su existencia en la Gallia Cisalpina. Probablemente se explica este hecho por la estructura social de los pueblos de Hispania. En este aspecto los pueblos hispanos se asemejan a los germanos de los que escribió César neque druides habent... (B. C., VI, 3) 62.

En los relieves funerarios de época romana se observan caracte-rísticas que indican una pervivencia de influjos indoeuropeos. Las es- __________ Urdiales ha aparecido una representación de Neptuno que es muy probablemente por algunos detalles, una divinidad indígena con influencia de las imágenes del dios romano. S. GONZÁLEZ, El Neptuno cántabro de Castro Urdiales, AEArq., XXX, 1957, 253 ss.

61. C. PICARD, Les Religions de l'Afrique antique. Paris, 1954, passim. 62. E. D. BACHELIER, Les druides en Gaule Romaine, XI, 1959, 173 ss. Tampoco han

aparecido en la Península divinidades celtas tricéfalos que aparecen con tanta frecuencia fuera de Hispania, ni hay verdaderas têtes coupées. (J. M. BLÁZQUEZ, Sacrificios humanos y representaciones de cabezas en la Península Ibérica. Latomus, 1958). Esta falta se debe probablemente a la ausencia en Hispania del período de La Tène, aunque continuamente hubo filtraciones de masas de la Gallia. (Cf. A. GARCÍA Y BELLIDO, Pequeñas invasiones y transmigraciones internas. II CAN,1952, 231 ss.).

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telas vadinienses (once se conservan en el Museo de León, procedentes de las proximidades de Riaño, dos han aparecido en Asturias, otra en Bilbao, con representaciones de caballos, algunos con el nombre de la difunta dentro de ellos), indican creencias célticas en las que este animal era un símbolo del difunto 63. Se sabe que el caballo era un animal sagra-do entre estos pueblos que bebían su sangre (Hor., II, 4, 34; Sil. It., III, 361). (Con esta costumbre de la bebida de la sangre de los caballos se re-laciona el limpiarse los dientes con sus orines, costumbre atestiguada en pueblos de grandes jinetes. Valerio Catulo (XXXIV, 17-19) atribuye esta costumbre a los celtíberos, Estrabón (III, 4, 16) a cántabros y a sus veci-nos. Probablemente se extendía por toda la Celtiberia). En el norte de Portugal, y en la provincia de Soria se vuelve a encontrar este tema. Gar-cía y Bellido 64 ha estudiado una serie de estelas del centro y noroeste de la Península que son de evidente influencia céltica, tanto por su parentes-co formal con otras de Europa Central, como por la región hispana don-de aparecen, como por la onomástica. La mayoría de ellas se fechan en los siglos, II y III, algunas son del IV. (Las de inscripción ibérica, en cambio, deben ser anteriores a Augusto). Su número es muy elevado, pues hay registradas unas 700. En tres grupos se pueden clasificar, si-guiendo a García y Bellido, burgalés, leonés con Portugal y navarro. En todas es constante la simbología de lunas, ruedas radiadas, etc.... es de-cir, de motivos astrales, que indican una concepción astral de la ultra-tumba, que encaja perfectamente con las creencias célticas; la misma concepción presupone el dejar a los difuntos a la intemperie para que los despedazasen los buitres, como hacían los numantinos (Sil. It., 341-343; Eliano, NA., XXII). Quizás la escena funeraria de los buitres devorando un guerrero muerto se tenga en dios pinturas numantinas y en una estela de Lara de los Infantes. No hay que olvidar que entre todos estos pueblos la luna era la divinidad principal cuyo nombre probablemente era tabú como en vasco (Str., III, 4, 16). Faltan los signos lunares en las estelas de muchas regiones de Gallia, en cambio aparece en las de Brittania, Panonia, Raetia, Noricum y Gallatia. Con Panonia se relaciona algún otro elemento, como es la presencia del servidor en las estelas de escenas cinegéticas (Lara de los Infantes), y las llamadas escuadras de albañil (León, Pamplona, Miranda de Duero y Moncorvo) que se en-cuentran en Panonia Inferior, Lidia y Phrygia. Las estelas oikomorfas __________

63. J. M. BLÁZQUEZ, El caballo en la vida de ultratumba de la Península Hispánica. Ampurias, XXI, 1959.

64. Esculturas romanas de España y Portugal. B. OSABA, Museo Arqueológico de Burgos, Madrid, 1955, láms. XIII-XXIII. Idem, Contribución a la arqueología hispano-romana de la provincia de Burgos. AEArq., XXVIII, 1955, 115 ss. FERNÁNDEZ FUSTER, Estelas inéditas en el museo de Vich. AEArq., XXIII, 1950, 155 ss.

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de Poza de la Sal, estudiadas por Santa Olalla 65 o representaciones en Gallia Cisalpina y en Galatia; como en ellas aparecen ya tres arcos, parece deducirse que en las numerosas estelas hispánicas con ellos hay que ver un motivo simbólico indígena, aunque en principio el tema se re-cibiera del Mundo Clásico. En cambio un tema netamente importando es el del banquete fúnebre 66 que aparece con tanta frecuencia en estelas de Lara de los Infantes, tema muy frecuente en Germania. También es co-rriente en Gallia, se observa con abundancia en Roma, al igual que el de la caza con sentido fúnebre (Lara de los Infantes), que aparece ya en el Mediterráneo con varios siglos de anterioridad, como el de la guerra (La-ra de los Infantes) con idéntico sentido.

Estos temas respondían a creencias del elemento indígena, ya que los nombres de los difuntos son indoeuropeos, no romanos. Falta esta simbología en las zonas más romanizadas, en todo el Levante y Bética, lo que indican igualmente que todos estos temas, aunque de tradición clásica, se deben al influjo celta que en las regiones donde aparecen las estelas era muy fuerte.

Grupo aparte forman las estelas de la región de Calaceite, estudia-das por F. Fuster 67, en las que aparecen grabadas puntas de lanza, alusi-vas a los enemigos muertos, según el conocido texto de Aristóteles (Pol., 1.324, b, por iberos hay que entender en general habitantes de Iberia). La fecha de estas estelas es seguramente los comienzos de la romanización. De idéntico significado y de la misma fecha son las estelas (Clunia) en las que aparecen varios escudos, que probablemente poseen la misma significación que las lanzas. Estos temas de guerra señala que se deben también al influjo del elemento celta, esas otras representaciones en las que se encuentra un jinete a caballo con lanza y espada (Lara de los In-fantes), uno o varios guerreros a pie (Lara de los Infantes), tema que también aparece en. una estela monumental de Cantabria 68. Aquí, como en Galicia y País Vasco, en cambio, son muy frecuentes las representa-ciones, en las estelas, de cruces gamadas, svásticas 69, etc., motivos neta-mente celtas, como son también la representación de la máscara humana sobre la estela (Badajoz, Nocelo de Pena, etc.). __________

65. Monumentos funerarios célticos. As pedras formosas e las estelas en forma de casa. Homenagem a Martins Sarmento, 1935, 99 ss. Idem, Las estelas funerarias en forma de casa en España. Inv. Prog., VI, 1932, 148 ss. E. LINCKENHELD, Les stèles funéraires en forme de maison chez les mediomatriques et en Gaule, 1927.

66. L. FERNÁNDEZ FUSTER, La escena hispano-romana del banquete. RABM, LX, 245 ss. 67. Seminario de Arte Aragonés, 1951, 59 ss. 68. J. CARBALLO, Las estelas gigantes de Cantabria. CEG, III, 1948, 5 ss. 69. E. FRANKOWSKI, Estelas discoideas de la Península Ibérica, Madrid, 1920.

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II. EL LEGADO INDOEUROPEO EN LA ONOMÁSTICA Y TOPONIMIA

En los últimos años se vienen relacionando continuos estudios sobre onomástica y toponimia de la Hispania Antigua, que ilustran conside-rablemente el legado indoeuropeo a la Hispania Romana en lo referente a la procedencia de la población y al origen de las ciudades. Los 5 estu-dios son debidos a Tovar 70 principalmente y a un grupo de discípulos suyos como Lapesa 71, Albertos 72 y Rubio 73; importantes son igualmen-te los estudios de Carnoy, Eléments celtiques dans les noms de person-nes des inscriptions d'Espagne, el de R. Menéndez y Pidal, Toponimia prerrománica hispana 74, el de Bobes sobre Toponimia de Asturias, y el artículo de López-Cuevillas Sobre el onomástico personal prerromano de galaicos y astures. De los últimos años datan también una serie de trabajos importantes en los que se revisan todos los problemas de las in-vasiones indoeuropeas en Europa y en Hispania; varios estudios ha consagrado al tema Bosch Gimpera 75, Maluquer 76, Ortego 77, Tovar 78 y A. Beltrán 79 han tratado últimamente el tema. Para el his- __________

70. Además del libro Estudios sobre las primitivas lenguas hispanas; cf. del mismo autor: Substratos hispánicos y la inflexión románica en relación con la inflexión céltica. VII Cong. Int. Ling. Rom., Barcelona, 1955, 387 ss.

71. La onomástica personal prelatina de la Antigua Lusitania, Salamanca, 1957. 72. Estudios sobre la onomástica personal primitiva de la Península Ibérica. En

pruebas. 73. Reburrus y Reburrinus (en prensa). 74. Idem, Sobre el substrato mediterráneo occidental. Ampurias, II, 1940, 3 ss. 75. Ibères, Basques, Celtes ? Orbis, V, 1956, 329 ss. y Orbis, VI, 1957, 126 ss. Idem,

Les mouvements celtiques. Essai de reconstitution. E. C. V, 1950-51, 352 ss.; VI, 1952, 71 ss.; VI, 1953-54, 328 ss. Estos trabajos contienen toda la bibliografía anterior a ellos, Idem, Notas sobre el problema indoeuropeo. Homenagem ao prof. Doutor Mendes Corrêa, Oporto, 1959, 209 ss. Idem, El neolítico europeo y sus pueblos. El problema indoeuropeo. Zephyrus, IX, 1958, 147 ss. Idem, Celtas e ilirios. Zephyrus, II, 1951, 141, ss.

76. El Pirineo y las invasiones indoeuropeas. Pirineos, VIII, 1952, 697 ss. 77. Celtas en tierras de Teruel. Caesaraugusta, 1953, 15 ss. 78. Sobre la complejidad de las invasiones indoeuropeas en nuestra Península. Zephyrus, I,

1950, 33 ss. Idem, Numerales indoeuropeos en Hispania. Zephyrus, V, 1959, ss. Idem, Las mo-nedas de Obulco y los celtas en Andalucía. Zephyrus, III, 1952, 219 ss. Idem, Una inscripción ibérica con nombres indoeuropeos en Ibiza. CHP, V, 1950, 68 ss. Idem, Indoeuropeos en Canarias. CHP, III, 1952, 242. Idem, Las invasiones indoeuropeas, problemas estratigráficos. Zephyrus, VIII, 1957, 77 ss. Cf. También V. MILOJCIC, Grosser historisches Weltatlas, I, Munich, 1954. H. HENCKEN, Indo-European Languages and Archaeology, AAA, LXXXIV, 1955. G. DEVOTO, Il problema indoeuropeo come problema storico. Romana, V, 1941, G. CHILDE, Retrospect, Antiquity, 125, 1958. L. ALBERTOS, ¿Indoeuropeos o iberos en

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toriador el problema principal está en casar las conclusiones que sacan los filólogos del análisis de la onomástica y toponimia con las de-ducciones de los arqueólogos. Por otra parte estos últimos realizan en la actualidad un conjunto de excavaciones en distintos puntos de la Penín-sula del máximo interés para el estudio de las invasiones indoeuropeas; son en este aspecto de capital importancia los trabajos de campo de Maluquer 80, Beltrán y Palol 81. Los estudios sobre orfebrería antigua hispana de Blanco Freijeiro 82; igualmente pueden esclarecer el origen de ciertos temas.

En general se puede asegurar que las ideas postuladas por los lingüistas se ajustan casi perfectamente con la tesis sobre las invasiones indoeuropeas en la Península sostenida por Martínez Santa Olalla 53; en cambio se apartan de la indicada por otros investigadores como Bosch Gimpera y Almagro 84.

El estudio de la onomástica hispana pone de relieve la existencia de dos zonas lingüísticas bien diferenciadas, la ibérica y la indoeuro-pea; la división tradicional en celtas e iberos tiene pues un fundamento científico. En Marcial se leen frases como éstas: nos celtis genitos et ex Hiberis (IV, 588); ille meas gentes et celtas rexit Hiberos (X, 65; 3-4); nos celtas, Macer, et truces Hiberos (X, 78, 9-10), que admiten tal división.

En la Bética y Levante la onomástica es romana en su totalidad, lo que confirma los datos que sobre la temprana y profunda romanización de estas tierras han dado los escritores antiguos. En el resto __________ Baleares?. Emerita, XXVI, 1958, 235 ss. F. RODRÍGUEZ ADRADOS, La toponimia y el problema de los de las Ursprachen. Actes et Mémoires, Salamanca, 1958, 93 ss.

79. Prehistoria del Bajo Aragón, Zaragoza, 1956. 80. Cortes de Navarra, I y II, Pamplona, 1954, y 1958. Idem, La necrópolis de la Edad

del Hierro de La Torraza en Valtierra. Excavaciones en Navarra, V, 1957, 15 ss. Idem, Avance del estudio de la necrópolis de La Atalaya, Cortes de Navarra. Excavaciones de Navarra, V, 1957, 123 ss.

81. La necrópolis hallstáttica de Agullana, Madrid, 1958. 82. Orígenes y relaciones de la orfebrería castreña, CEG, XII, 1957. Idem, Joyas

antiguas de la colección Calzadilla, AEArq., XXX, 1957, 193 ss. Idem, En torno a las joyas de Lebuçao. Rev. Guimarães, LXVIII, 1958, 155 ss. J. FILGUEIRA-A. BLANCO, El tesoro Bedoya, CEG, IX, 1954, 161 ss. M. CARDOZO, Noticia de duas arrecadas de ouro antigas.Rev. Guimarães LXVI, 1956, 443 ss. Idem, Noticia de una joia antiga. Rev. Guimarães, 1957, 179 ss. Idem, Um novo achado en Portugal de joias de ouro proto-históricas. Rev. Guimarães, LXIX,1959, 127 ss. J. FERNÁNDEZ OXEA, Uma nova arrecada. Rev. Guimarães, LXVII, 1957, 67 ss.

83. Esquema Paletnológico de la Península Hispánica, Madrid, 1946, 65 ss. 84. La España de las invasiones célticas, Madrid, 1952. Idem, Origen y formación del

pueblo hispano, Barcelona,1958, 91 ss.

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de la Península se conservó con gran vigor el elemento indoeuropeo bajo Roma, pues los nombres indígenas de ascendencia indoeuropeos son abun-dantísimos en las inscripciones romanas, incluso durante el Bajo Imperio.

Precisamente el norte de Hispania se encontraba muy poblado. Se-gún datos de Plinio en el nordeste había más de 700.000 habitantes li-bres y 62 unidades étnicas. Según Estrabón desde el Tajo a la región de los cántabros se contaban 50 tribus. Plinio nos informa, que el conuen-tus lucensis contaba con 166.000 individuos en 16 pueblos, el conven-tus bracarorum con 260.000 con 24 pueblos, las Asturiae 240.000 en 22 pueblos. Toda esta población libre era de origen indoeuropeo en su mayoría y conservó toda su importancia bajo Roma, lo que explica que el número de indoeuropeos sea elevadísimo en las inscripciones.

No todos los nombres indoeuropeos hispanos corresponden a len-guas celtas, aunque sí la mayoría.

Hay nombres que se emparentan con certeza con el galo y con las lenguas britónicas. El diptongo -eu-, por ejemplo, pasa normalmente a -ou- en galo, que es la forma normal de los nombres de base -eu- en su radical en Hispania: Clutaius, Clutina, Clutius de Kleu; Lougi de leuk; luessus de leu; el diptongo -ai- se reduce a veces a -e-, en nombres hispanos, fenómeno que se observa igualmente en galo; Equesus, Melia, Balésini, Betunus, Ebarus, etc. Otra solución propia de las lenguas celtas britónicas es la correspondencia fonética atestiguada en la Península de la -ra- representada por Am (Ambatus) y su vocalización en los sufijos superlativos, mmo (Clutamus, Segisamus). En los nombres de la Península se observa igualmente la solución peculiar del britónico, pérdida de la velar y conservación de la labial, que aparecen en palabras como Mapalia, Mapitili, Eparus, Epeici, Petrucidius, etc., en los nombres basados en ekuos, penjue, juettuor, etc.

La mayoría de los nombres hispanos que se adscriben a las lenguas celtas pertenecen a un estado lingüístico muy primitivo en el cual no se había establecido todavía la diferenciación de los celtas en goidélicos y britónicos. En realidad los lingüistas aprecian en la onomástica hispana un acentuado carácter no britónico. En la toponimia gallega hay indicios de lengua británica, como Bretegos (Orense), Bretelo (Orense), Bretón (Coruña), Bretun (Soria), Brety (Lérida), Bretocino y Breto (Zamora), Brete, (Guadalajara), etc.

Este carácter primitivo de los nombres peninsulares registrados en lápidas romanas queda bien manifiesto en ciertos fonemas como en la presencia de la p-, que se ha perdido ya en las lenguas celtas históricas; y en la onomástica hispana se conocen un gran número de nombres en que aparece una p- indoeuropea original, Paramus, Pelendones, Pleutami, etc... Este hecho se explica de dos maneras: o bien que el

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estrato celta al que pertenecen estos nombres hispanos es tan arcaico que se encuentran muy cerca del indoeuropeo común, o bien que llega-ron a Hispania otros pueblos indoeuropeos, cuya onomástica se conser-vó hasta el Imperio Romano. Uno de estos pueblos es el ilirio.

Bosch Gimpera siempre ha sostenido que los campos de urnas perte-necen a los celtas, sin embargo los nombres hispanos registrados en las lápidas romanas con claro elemento ilirio en su formación se encuentran precisamente en las regiones donde aparecen campos de urnas 85.

Con la onomástica hispana emparentada con los elementos lingüís-ticos ilirios. se vinculaban los nombres que se relacionan con el ligur 86.

En la Hispania Romana son muy frecuentes los nombres que pre-sentan el sufijo -no- que se considera ligur; estos nombres son espe-cialmente frecuentes en la mitad norte de la Península.

Los nombres antiguos ibéricos registrados en los escritores romanos y en la epigrafía presentan a veces semejanzas fonéticas con nombres celtas o ilirios, hecho que indica que en un momento anterior a la llegada de los romanos a Hispania existía una influencia fuerte de las lenguas celtas sobre las ibéricas. Una región que las fuentes antiguas presentan como ibérica era Carpetania; la onomástica personal romana demuestra, como ha señalado Menéndez Pidal, que se encontraba fuertemente celti-zada. Pueblos de otro lado de los Pirineos debieron pasar continuamente a Hispania, incluso a comienzos de la romanización, como se deduce del hecho de que en el año 103 a. C. los celtíberos derrotasen a los cimbrios que se dirigían hacia la Meseta; de la época de César data la trasmigra-ción de gentes de la Gallia, estudiada por García y Bellido y que recorrió gran parte del centro de la Península.

Con bastante frecuencia los nombres hispanos presentan corres-pondencia con nombres de la Gallia Cisalpina. Algún nombre de dios hispano se asemejó mucho también a otros de la Gallia Cisalpina.

Al estrato indoeuropeo indiferenciado en el que trabaja últimamen-te Krahe 87 pertenecen los nombres con el sufijo -nt-, que en diferentes dialectos forman adjetivos de derivación o abundancia; con este __________

85. J. MALUQUER DE MOTES, Las culturas hallstátticas en Cataluña. Ampurias, VII-VIII, 1945-46, 115 ss, M. SMIT, A study in Urnfield Interpretations in Middle-Europe. Zephyrus, VIII, 1957, 195 ss,

86. R. TREIME, Le problème illyrien. Celtes et Indo-européens. Ogam, X, 1958, 355 ss. M. ALMAGRO, Ligures en España. Rev. St. Lig., XV, 194=9, 195 ss. y XVI, 1950, 37 ss. B. TARACENA, El problema de los Ligures en España. Rev. St. Lig., XVII, 1951, 83 ss. H. KRAHE, El problema de los ilirios del Norte a la luz del lenguaje. CHP, II, 1947, 25 ss.

87. Sprachuerwandschaft in alten Europa, Heidelberg, 1951. Idem, Indogermanisch und Alteuropaisch. Saeculum, 1957, 1 ss.

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sufijo se forman hidrónimos y topónimos. Tovar 88 ha catalogado unos 130 encontrados en Hispania no todos se encuentran en las fuentes antiguas. Entre los que se encuentran en ellas se pueden enumerar: Palantia, Salmantica, Salama(n)ti, Degantia, Turgontium, Brigantium, Lebendontia, Louguntica, Lucentum, Saguntum, Numantia. Visontium. El lugar de hallazgo de estos nombres es principalmente el norte de Hispania. Topónimos e hidrónimos con el sufijo -nt- se encuentran, esparcidos desde el Báltico al Mediterráneo y desde el Atlántico a la India. Según Tovar a esta capa indoeuropea, no diferenciada o precelta, pertenecían los cántabros, astures, pelendones, carpetanos y vetones.

Es herencia del estrato de población precelta probablemente el ma-triarcado atestiguado para cántabros por Estrabón (III, 4, 58), que segu-ramente se extendía a otros pueblos del norte de la Península (Iust, Epit. Hist. Phil., XLIV, 3, 7; It., III, 34, 53; Schulten, Hispania, 98). Las fra-ses de Estrabón dan la impresión de estar el dato recogido de primera ma-no durante las guerras cántabras. En relación a precisión el texto del geó-grafo griego sólo es comparable a la noticia sobre el matriarcado licio de Heródoto (I, 173). Huellas de matriarcado quedan entre etruscos y germa-nos; en Irlanda se conservan igualmente vestigios de derecho maternos, que Caro Baroja (Los pueblos del Norte, 216 ss.) interpreta como rasgos no típicamente indogermanos, sino como herencia de una población pre-celta, que también existió en Inglaterra, donde también el matriarcado se conservó, y se mantuvo en íntima relación con el norte de la Península.

Los topónimos en -briga (se conocen más de cuarenta) no se en-cuentran en el sudeste, sí en el resto de toda la Península y fuera de Hispania desde el Danubio al Atlántico; parece constituir un elemento fundamental del celtismo hispano. Los más importantes son Arcobriga. en Galicia; Tuetobriga y Nemetobriga, en León; Lacobriga, en Palencia; Deobriga, en Burgos; Flauiobriga, en Bilbao; Amallabriga, en Va-lladolid; Mirobriga, Ciudad Rodrigo; Caesarobriga, Augustobriga y Alpuebriga, en Arcos de Jalón; Mirobriga, Nertobriga o Mundobriga, en Almadén; Segobriga, sobre el río Palantia; Langobriga y Talabriga, en la región de Aveiro; Conimbriga, Coimbra; Arabriga y Caetobriga, en Lisboa; Merobriga, sur de Lisboa; Lacobriga., en el Algarbe. Todas estas ciudades fueron centros importantes urbanos bajo Roma.

Tovar sugiere que tal vea la invasión que trajo los nombres en -briga se identificaría con la de los Cempsi, poco después del 700 a. C.; quizás entrarían también en oleadas algo más posteriores, como la de los Sefes, Turones y Nemetes (650-600 a. C.). Este autor no cree que __________

88. A. TOVAR, Topónimos con -nt- en Hispania y el nombre de Salamanca. Actes et Mémoires. Salamanca, 1958, II, 95 ss.

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estos nombres pertenezcan a la lengua celtíbera (goidélica según Tovar) que Bosch Gimpera atribuye a los belgas; Tovar y Rix sostienen en contra de Bosch Gimpera que los nombres en -briga pertenecen a una capa celta anterior a la que fue portadora de los nombres en -du-num tan abundantes en Germania, Austria, Italia, Francia, Inglaterra e Irlanda (Beseldunum,, Virodunum, Salardunum, Caladunum, Arialdunum; en total hay en Hispania nueve nombres con el sufijo -dunum, de los que seis se registran en Cataluña o en las provincias limítrofes. Los nombres en -acum son fundos romanos) 89.

Otros nombres toponímicos de la época romana indicarían igual-mente los pueblos que los fundaron, así Ebura y Eubobrittium a los eburones, Oretum germanorum a los germanos 90 y Vellica a los velli-genses, etc.

En diferentes aspectos de la vida humana el legado indoeuropeo pesó sobre la Hispania Romana. Esta copió armas celtas como el gladius hispaniensis (Pol, frag., 25), de éxito tan brillante en las luchas de Roma contra Macedonia (Liv., XXXI, 34, 4) y que fue adaptado durante la segunda guerra púnica; el vestido como el sagum (App., Ib., XXXIV; Diod. XXXIII, 16; Plut., Apophth regum, XVI) e incluso la táctica militar de los pueblos del Norte 91.

Los nombres de tribus se conservaron durante el siglo I, lo que prueba que todavía entonces mantenían su entidad de alguna manera y que a pesar de los esfuerzos de Augusto por romanizar el Norte en la época de Plinio quedaba con vigor el estado político-social prerromano 92, al igual que las ciudades. Rostostzeff 93 supone que la concesión a los hispanos del ius Latii presupone que la vida urbana en la Hispania prerromana estuvo muy floreciente; Roma conservó pues los centros urbanos prerromanos. Los estudios de Maluquer en la provincia de Salamanca confirman plenamente esta tesis, ya que ha encontrado multitud de castros romanizados. __________

89. Los mapas en -dunum, -briga y-magus en H. Rix. Festschrift für Peter Goesler, Tübingen, Beiträge zur Vor- und Frühgeschichte, 1954, 99 ss. Para los nombres en -briga en Hispania, cf. D'ARBOIS DE DUBANNVILLE, Les celtes depuis les temps les plus anciens jusqu' en l'an 100 avant note ère, Paris, 1904, 104 ss.

90. P. BOSCH GIMPERA, Infiltraçoes germânicas entre os Celtas peninsulares. Rev. Guimarães, LX, 1950, 339 ss.

91. F. LAUVER, Die römische Taktik zu Begum der Kaiserseit. Supp., XXIII, 2, Philologus, 48 ss.

92. J. MALUQUER DE MOTES, Historia de España, España Prerromana, 5 ss. A. SCHULTEN, Cántabros y Astures, 53 ss. C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Divisiones tribales administrativas del solar del reino de Asturias en la época romana. BRAH, XCV, 1929, 314 ss. R. SYME, The Spanish War of Augustus (26-25 BC), AJP., LV, 1934, 293 ss.

93. Historia Social y Económica del Imperio Romano, Madrid, 1937.

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No se conservan de la época romana imperial inscripciones en lenguas indoeuropeas del tipo de las Lamas de Moledo (Emerita, III, 1935, 77) o de las de Peñalba; sin embargo hay que admitir, como pos-tula Tovar, cierto bilingüismo en las poblaciones indígenas, que se manifiesta en el hecho de encontrarse en las lápidas romanas vocablos con la evolución normal de las lenguas célticas, como la sonorización y caída de los intervocálicas. Se conocen varias referencias en los escri-tores antiguos sobre la conservación de las lenguas indígenas hispanas, las más importantes de las cuales es un texto de Tácito, Ann, IV, 45, 2, en el que el historiador cuenta que al ser cogido el asesino de Pirón y atormentado, dijo en su lengua nativa que se interrogaba inútilmente acerca de los cómplices. El hecho acaeció bajo el reinado de Tiberio. Cicerón (Cato Maior de senectute, II, 131) refiere que los cartagineses e hispanos cuando iban al senado usaban intérpretes. Grosse (FHA, VIII, 299) ve otro testimonio de la conservación de las lenguas hispanas en unas frases de Cornelio Frontón en las que escribiendo a Marco Aurelio le dice que hasta los partos e iberos pronuncian elogios del emperador en su propia lengua. Estos iberos son probablemente los de Hispania, entendido el término en sentido de habitantes de Iberia-Varios años después S. Paciano alabará a una señora que se dirige a sus domésticas en su propia lengua. Rostovtzeff (op. cit., I, 414, 419, 473, n. 27) probablemente exagera al referirse a la perdurabilidad de las lenguas indígenas entre los pueblos de la Península.

Se conservan en inscripciones rastros de la declinación celta, como el dativo -a, Frouida sacrum, junto a los dativos ya señalados en -i o en -oe; un genitivo en -is es frecuente igualmente Modestis, Laccis, Cirtiatiss, (todos en Idanha a Velha, CIL, II, 455), Viriatis (Viseu, CIL, II, 5.248); Clodamenis (Viana do Castelo, CIL, II, 2.462); Vedais (León, CIL, 2671); Caturis (León, CIL, II, 2685); Loncinis (Liogos, CIL, 5718).

En resumen, en Hispania, perviven bajo la dominación romana, ele-mentos de idéntico signo a los que según Charles Picard y Romanelli, se encuentran en África bajo Roma, como herencia de la civilización púni-ca, o a los que hallan Duval, Hatt, Lambrecht, Le Roux, Thevenot. etcé-tera, en la Gallia romana, o en Germania.