El Libro de La Elegida Saga Vanir 3 Cap.16

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de Lena Valenti

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Capítulo 16

Menw se apresuraba, ansioso por dejarla atrás. Necesitaba dejar de pensarla, dejar de sentir, dejar de desear… Necesitaba aire y espacio, un espacio que, con su Daanna, desaparecía para convertirse en vacío, en asfixia. Eran tantas las necesidades, tanto los anhelos, que no podía estar cerca de ella sin dejar de temblar. La joven se había salido con la suya. Y no podía culparla, ni tampoco reprocharle nada. Entendía a la vaniria, suponía que no debía ser agradable estar bajo un permanente escrutinio, una constante supervisión. Una desesperante vigilancia. Pero entenderla no le relajaba. Entenderla no iba a hacer que dejara de afligirse cada vez que la viera a su lado, luchando como uno más. Sí, era la Elegida. Sí, por fin sabían cuál era su función. Pero muchas cosas habían cambiado en mucho tiempo, y Daanna había dado un golpe encima de la mesa, delante de todos los miembros de los clanes de la Black Country. Gruñó y agitó la cabeza de un lado al otro.

__ Gracias por esperarme __ dijo sarcástica. Daanna lo había alcanzado en pocos minutos y se situó a su lado. Menw ni siquiera la miró, pero sus recuerdos le jugaron una mala pasada. <<Gracias por esperarme>>, Le había dicho. Cuando eran niños y vivían en la aldea, él siempre guardaba a que Daanna lo siguiera. Siempre la esperaba. Entonces la veía correr, con sus mejillas sonrosadas y las esmeraldas de sus ojos, brillantes y luminosos de la excitación. Le sonreía y le decía que era su príncipe de las hadas, seguido de un <<Gracias por esperarme>>. Su príncipe de las hadas. Se le encogió el corazón al revivir tan tierno recuerdo. La mujer que volaba con él no encajaba del todo con la niña que había sido, eran muy diferentes, y sin embargo, seguía desprendiendo la esencia de inocencia y vulnerabilidad que a él tanto le enternecía.

―Siento mucho que te enfade mi decisión, Menw. ―Claro que lo estaba. Odiaba todo lo que pudiera alejarlo más de ella.

―No estoy enfadado ―gruñó.

―Por supuesto que lo estás. Aprietas los puños, frunces el ceño, hablas entre dientes y se te marcan los músculos faciales de la mandíbula. Eso es

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igual a: cabreo monumental.

― ¡Sabes que no me gusta verte pelear! ―en una décima de segundo ya estaba casi encima de ella. Sus ojos se habían oscurecido y se parecían a un cielo tormentoso. Los colmillos también querían decir la suya y aparecían entre el labio superior tan definido

―. ¿Qué esperabas? ¡Mírate, joder! ¡Sólo mírate! Pareces una mujer sacada del calendario de otoño, y yo así no me puedo concentrar. ¿Cómo se supone que puedo luchar contigo a mi lado?

― ¿Le pasa algo a mi ropa? ―preguntó divertida―. La elegiste tú. No es culpa mía que vayamos los dos como una pareja de argentinos a punto de bailar un tango.

―Quiero decir―meneó la cabeza de nuevo, reprochándose su estupidez―. Sé que luchas mucho mejor que otros hombres, pero…

―Por supuesto que sí. Tengo una puntería estupenda con las dagas y soy una especialista en las espadas, eso por no decir lo buena que soy con el arco y las flechas. Mi poder mental es de los mejores en el clan y… ―Al ver que Menw no la tomaba en serio se frustró―: ¡Aileen lucha y Caleb está encantado con ello!

―Caleb es un controlador y a él no le importa dónde esté mientras la tenga a su lado ―murmuró disgustado.

―Ruth también pelea con su arco y sus flechas y Adam no tiene problema con ello. ¿Por qué no puedes comportarte como ellos? ¿Por qué yo…?

― ¡Me importa una mierda si ellas pelean o no! Ellas no son tú ―gritó a un palmo de su cara―. ¡Ellas no son mías!

Daanna cerró la boca y detuvo la réplica que tenía preparada para él.

― ¿Y yo sí? ―su rosto reflejaba tranquilidad, pero por dentro, su alma esperaba que Menw gritara que sí―. ¿Quién soy? ¿Qué soy para ti además de

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tu proveedora de sangre?

Menw alzó la mano y enrolló su melena negra en un puño, alrededor de su muñeca. Tiró de ella y la acercó hasta que rodeó su cintura con el brazo. <<Qué lista es. Al final siempre quedo en evidencia cuando discuto con ella>>.

Olió su pelo mientras miraba su boca con deseo.

―Enséñame lo que quiero ver y puede que te lo diga, Daanna. Ábrete por completo. ―Ya lo he hecho ―mintió.

―No ―gruñó tirándole placenteramente el pelo―. Me mientes. Por el momento sólo eres Daanna, una deliciosa tartita de limón, y me preocupo por ti, como siempre. ―Sus ojos se aclararon y juntó su frente a la de ella―. No voy a caer en tu juego. Y esto es más de lo que tenía pensado decirte.

―Lo sé ―asintió, mientras lo miraba afectuosamente―. Pero olvidas que yo ya no estoy jugando. ―Le acarició la cara con la yema de los dedos y se acercó para besarlo, con las emociones a flor de piel. El pasado pesaba demasiado entre ellos. Y los secretos también. Daana deseaba poder decirle todo lo que ella guardaba dentro, abrir la maldita caja de Pandora y quedarse vacía. Pero si lo hacía, si se quedaba vacía, tenía miedo a que él luego no aceptara llenar ese espacio, y si él no se encargaba de ella, nadie podría hacerlo. <<No sabes nada, amor. No puedo decirte nada. No sé cómo hacerlo… ¿Te quedarás si te lo digo? Ayúdame>>. Bésame, por favor. Le ofreció los labios. Retiró el escudo y le ofreció toda su suavidad y su calor, y él se lo pensó durante una eternidad, hasta que con un gruñido y una titánica fuerza de voluntad la soltó, dejándola fría y decepcionada, rechazando su petición. Pero eso, lo único que provocaba a una mujer como Daanna era espolear más su tesón. Siguieron cruzando el cielo nocturno y dejaron que el silencio los envolviera. Los cirros habían pintado el cielo a brochazos, y las nubes blancas pendían como largos filamentos transparentes y no tenían sombras interiores. Nadie vería las estrellas esa noche. Y para que ellos dos las vieran, debían traspasar las nubes y volar más alto, donde los obstáculos dejaban de existir y sólo la calma hacía acto de presencia.

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― ¿A dónde vamos? ―Todavía le picaba el pequeño rechazo de Menw. Se acercó disimuladamente a él. Vainilla, afrodisíaca vainilla. Olía tan bien que a

veces se imaginaba mirándolo a la cara, y encontrándose en vez de eso con su rostro, con una bola de helado por cabeza. Al Soho <<Oh, sí. Habla conmigo así. Me encanta, príncipe>>. ¿Allí es donde vive Laila? ―Sí. ― ¿Quieres darme algunas directrices? ―No ―se pasó una mano por la cara―. Tú sólo sígueme. Centro de Londres. Soho. Si había un barrio en el que se mezclaban grandes contradicciones ese era el Soho. Lo más positivo y lo más negativo de Londres concluía en esas calles llenas de boutiques de diseño, cafeterías-lounge y demasiada vida nocturna en la que los sex shops y muchas otras curiosidades eran sus principales protagonistas. Los dos Vanirios descendieron e los cielos hasta situarse sobre la azotea de un sex shop llamado Harmony, en Peter Street. A Daanna no le gustaba ese ambiente, le recordaba al Menw vampiro lleno de vicio y perversión. Con la llegada de la noche, ese barrio se teñía de colores mayoritariamente rojos; era la iluminación que más acorde iba con el sexo sucio y seguro de algún que otro prostituto clandestino. Miró de reojo al vanirio, asegurándose de que su sangre lo había cambiado. Sí, lo había cambiado. Al menos ya no le apetecía beber de todo lo que se movía, y su auto control había mejorado mucho. Y en el sexo… Bueno, seguía siendo bastante duro y exigente. Pero ella, al contrario de lo que él pudiese pensar, también lo era. En los siguientes encuentros se lo demostraría. El Soho olía a atrevimiento, a humanos con las hormonas desatadas. No era Sodoma y Gomorra, ni mucho menos, pero la cantidad de sex shops que se encontraban en todas sus calles habían desatado a su alrededor una revolución de feromonas, una capa de lujuria que los humanos ni olían ni detectaban, pero para los Vanirios era más que evidente. ― ¿Dónde vive? ―preguntó Daanna mirando las fachadas de las casas que tenía en frente. Las plantas bajas de dichos edificios eran todas localidades comerciales.

―La fachada blanca que hay al lado ―contestó mirando hacia abajo.

― ¿Sobre el local de tatuajes?

―Sí. Entraremos por las escaleras del terrado. Caminaron hasta la siguiente azotea. Había una puerta roja que conectaba con el interior del

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edificio.

―Huele a especias ―Menw forzó la puerta y la abrió. No, no olía a especias. Si Menw estaba con ella siempre olería a vainilla. Pero no se lo diría. La escalera estaba ligeramente iluminada. El edificio tenía dos plantas.

―Vamos a reventar los fusibles del edificio. Si Laila está vigilando por Newscientists y tiene cámaras en su casa se desconectarán. Llegaron a la caja del sistema eléctrico, colocada en el rellano de la entrada. Daanna puso una mano sobre ella, y de repente saltaron chispas. Un hilo de humo que salía a través de las rendijas de la caja gris y un parpadeo en el exterior de color azulado verificaban que se habían quemado los plomos. El Harmony estaba a oscuras. Menw sonrió. La chica lo hacía todo con elegancia. Subieron la escalera de nuevo, Laila vivía en la primera planta. Abrió mentalmente la cerradura de la puerta blanca que daba a la casa de aquella mujer. Lo hizo con mucho tiento. Cuando entraron, el piso estaba a oscuras. Olía a incienso. Era un ambiente en el que predominaban los colores violetas y blancos. No había abandono de la decoración, al contrario, la mujer prefería los espacios amplios y nada recargados. Sólo un jarrón con una planta estilo Feng-Shui podían darle un toque femenino a aquel hogar. Menw, la feminidad no tiene que verse afectada por el lesbianismo. No tienen mentes de hombres. El rubio la miró por encima del hombro. Ella sonreía con las cejas arqueadas. Cuando iba a contestarle mentalmente, oyeron un ruido que venía de una habitación por la que salía vapor. El baño.

Creo que la hemos pillado en la ducha. Efectivamente. La puerta se abrió y salió una chica morena, de pelo muy corto, cara muy viva y facciones aniñadas. Llevaba una toalla de baño alrededor del cuerpo y rezongaba, quejándose de su suerte.

―Mierda de fusibles, siempre igual… ―decía, secándose el pelo con otra toalla más pequeña. Daanna la miró de arriba abajo. Laila todavía no les había visto, estaban en una esquina oscura del salón y ella estaba tan enfadada por que le hubiesen cortado el ¨momento baño¨ que sólo podía mascullar imprecaciones como un bucanero.

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―Buenas noches ―murmuró Menw dando un paso al frente y dejando que la luz de la calle que se colaba entre las ventanas lo mostrara. Laila se detuvo en seco y lo miró de hito en hito. ¿Quién era ese tipo? Los ojos del hombre se aclararon y abrió la boca, enseñándole unos afilados colmillos.

― ¡Joder! ―salió corriendo, intentando alcanzar en vano la puerta de la calle. Menw se apoyó en la puerta y cruzó los brazos.

― ¿Querías irte?

― ¡Eres un vampiro! ― exclamó aterrorizada.

―No ―negó él divertido, siguiendo sus movimientos con aquellos ojos de depredador. Laila corrió esta vez a abrir un cajón de un chifonier blanco que había en el salón, pero de repente la mano elegante de una mujer se colocó sobre la suya y la detuvo. Laila levantó la cabeza horrorizada, con las pupilas dilatadas de pánico. En frente suyo estaba la chica más hermosa que había visto. Daanna inclinó la cabeza a un lado y levantó las comisuras de los labios.

― ¿Quién eres tú? ―susurró Laila todavía con la mano en la manilla dorada del mueble. Daanna miró a Menw. Éste controlaba cada movimiento que hacía. ¿La quieres tú? Preguntó con orgullo.

Se sentirá más cómoda con una mujer. Le gusto yo, no tú. Conmigo será más fácil. Menw sonrió. La vaniria tiró de la mano de Laila y ésta la siguió, hipnotizada por sus ojos verdes y aquella melena azabache. Daanna no le dijo nada. Laila se humedeció los labios y Daanna le echó el cuello hacia atrás. La tomó de la cara y le enseñó los colmillos. Laila ni siquiera se asustó. Sabía lo que estaba pensando la humana. Lo podía sentir todo. Sus ojos negros estaban pidiendo a gritos: ¡Muérdeme! ¡Muérdeme! Pero ella no lo haría. Sólo quería entrar en su mente, y ver quién era ella. Las pupilas oscuras de Laila se expandieron hasta rodearle casi todo el cerco del ojo. Entró con fuerza en su mente, pero no encontró nada. Allí había anclajes antiguos, muy trabajados. Los Vanirios podían encontrar recuerdos y vivencias en la mente humana. El cerebro humano para ellos era una gran ciudad llenas de calles y puertas en cada calle, en cada puerta había una imagen, una vivencia, pero en la mente de Laila, todos eran muros erguidos, muros artificiales que ni siquiera eran de

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ella. ¿Daanna? Chist. Déjame indagar más. Los muros ni siquiera eran de hormigón, eran literalmente puertas blindadas. No las podía abrir.

―No puedo ―sentenció Daanna.

― ¿Qué no puedes? ―preguntó Laila

― ¿Trabajas para Newscientists? Laila saltó de su embelesamiento. A la vaniria le chispearon los ojos y miró a Menw.

―La han anclado a un apalabra clave. Newscientists es el catalizador. Laila intentó soltarse y empujó con fuerza a Daanna, pero la vaniria ni siquiera se movió de su sitio. Tomó de la muñeca de Laila y le retorció el brazo a la espalda. ―He intentado ser amable pero vas a tener que colaborar.

Menw entrecerró los ojos. Daanna en su papel de mercenaria era toda una exhibición. No usaba la fuerza si no era necesario, pero cuando la usaba… Era adictiva para él. Se alejó de la puerta y se dirigió a ellas.

―Hace cuatro semanas, os llevasteis a mi hermano del Ministry of Sound ―gruñó Menw―. Quiero saber dónde lo tenéis. Laila sonrió y negó con la cabeza.

―Ni lo sueñes vanirio. ¿Así que Laila sabía lo que eran? Daanna le retorció el brazo y la humana gimió del gusto.

―Le gusta el dolor ―murmuró asombrada. Menw rebuscó en el escritorio. Quería encontrar el archivador negro con el logo de la empresa para la que trabajaba.

―Tienes anclajes mentales y encima te gusta el dolor ―musitó Menw abriendo y cerrando cajones, esperando encontrar algo que delatara la ubicación de su hermano o cualquier información sobre él―. Eso es un buen anclaje. ¿Qué puedo hacer para que hables? Daanna se tensó y lo miró por encima del hombro. Su mirada era resolutiva y parecía no tener ningún tipo de escrúpulos.

―No va a hablar.

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― ¿No? ―Menw apartó a Laila de los brazos de Daana. La tomó del pelo y la estampó contra la pared―. Mira, machito, tú y yo vamos a hablar muy claro ―le gruñó al oído―. Sólo quiero saber dónde está mi hermano. Dímelo y puede que te deje los brazos sin mutilar.

__ No

__ Eres un puto soldado ¿verdad?

__ Eres muy liso __ dijo Laila__ ¿Crees que voy a dejar que aberraciones como vosotros sigan caminando libremente entre nosotros? Ni hablar. Ya puedes matarme si quieres. Yo me debo a un amo.

__ ¿A un amo?__ replicó Daanna.

__ Pero es que no quiero matarte __ replicó Menw. Y entonces le mordió en el hombro con fuerza. Se oyó un siseo agraviado.

__ ¡Menw! ¡No! ¡No! __ Daanna fue por él y cogiéndolo del pelo rubio lo apartó de ella. Le miró los colmillos e hizo una exclamación ahogada, como si se hubiera quedado sin respiración. El vanirio le enseñó lo colmillos con furia. Tenía la boca manchada de sangre.

__ ¡No he bebido! __ gritó él asombrado__ Solo quería asustarla.

__ ¡Me da igual! __ Daanna tiritaba y sus ojos se habían llenado de lágrimas__ ¡Me da igual! __ Miró a aquella mujer, solo cubierta con una toalla. Menw la había mordido. Estaba loco. No la tenía en cuenta para nada. Morder a una mujer delante de ella… ¡Qué cabrón!__ ¡No puedes hacer lo que te dé la gana! ¡Hay unas reglas, estúpido! ¡Las has roto! Laila se había dejado caer al suelo, y tenía una mano sobre el hombro sangrante. ¿Qué mierda pasaba entre esos dos? Cuando el sanador se había dado cuenta de la afrenta que le había hecho a Daanna la vergüenza lo carcomió. El conocimiento le golpeó en el estómago. La verdad era que estaba ido. Que en la búsqueda de su hermano Cahal poco le importaba lo que tuviera q hacer. Sí, había superado su adicción gracias a Daanna, pero eso no quería decir que se hubiera alejado definitivamente de la oscuridad. La adicción, como en los alcohólicos y drogadictos, siempre estaría allí. Él, que era un medico excelente, podría

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observarla con más detenimiento, pero conocerse y conocer esa enfermedad, a veces no era suficiente para vencerla. Lo peor era haberse dejado llevar delante de su… pareja. Morder a una mujer, beber de una mujer, delante de su caraid… <<Joder, que desastre>>. Había hecho daño a Daanna. No era su intención. No había dado ni un sorbito. <<Soy lo peor>>.

__ ¿Qué vas a hacer? __ El tono de Daanna era llano y abúlico. Tan gélido que parecía que ya no tenía alma. Tenía la cara sin color y los puños apretados con tanta fuerza que los nudillos se le habían quedado blancos. Menw se limpió la boca con la palma de la mano y echó un vistazo a la sangre, asqueado consigo mismo. ―No lo haré más ―se limpió en los pantalones―. No lo haré…

― Déjame en paz, Menw ―le cortó. Tenía prisa por salir de ahí―. Sólo contéstame. ¿Qué vas a hacer con ella? ― ¿Por qué? ¿Te vas a ir? No. No te irás sin mí. ―No tienes derecho sobre mí. Después de eso, no tienes ninguno ―La voz le temblaba. Tragó saliva y miró hacia otro lado.

―Y una mierda que no.

―Tú te puedes encargar de ella. A mí no me necesitas ―lo atravesó con la mirada, como si él estuviera vacío―. Voy al Hyde Park. Necesitarán que les eche una mano. Daanna espérame. No tardaré. Déjame hablar contigo para…

―No. No te espero. ¿Qué vas a hacer tú? Menw entendió que ella no quería estar cerca de él. ―No saldré de aquí sin saber qué le ha pasado a Cahal ―anunció. ―No va a hablar―le aseguró Daanna.

―Lo hará. Tengo mi método de presión perfeccionado. Te prometo que hablará.

―Como quieras.

―Bien ―insistió―. Informaré a Cal de todo.

― ¿Tú eres su hermano? ―gruñó Laila del suelo―. ¿Hermano del rubio? Claro, os parecéis… Sobre todo cuando él no está ensangrentado de arriba abajo.

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Menw gruñó y corrió hacia ella, cegado por la cólera. Daanna le dio la espalda. Lo que hiciera con ella, lo que fuera que a la humana le esperase con Menw, no le importaba. El vanirio había demostrado con esa acción que no la tenía en cuanta para nada. No importaba quién fuera Laila ni qué inclinaciones sexuales tuviera. No importaba que fuera una sado de Newscientists tan puta y promiscua como las gallinas. Para ella, para los ideales de Freyja había inculcado en los Vanirios, Menw había mordido a una mujer, daba igual que lo hubiese hecho en medio de un interrogatorio. Dolía igual. Seguramente él tendría su sabor en la boca y ella lo había visto todo a cámara lenta.

Mientras Menw se quitaba la cazadora negra y se arremangaba los puños de la camisa, enseñando el tatuaje, Daanna se encaramó a la ventana y miró hacia atrás.

―Cuando vuelvas, quiero probar el tratamiento hemoglobínico para los Vanirios, por favor.

Daanna saltó de la ventana y desapareció en la noche. No vio cómo le afectaron a Menw esas palabras. No pudo ver cómo le empezaron a temblar las manos, ni cómo se quedaba mirando a un punto fijo en la pared. Desolado, decepcionado con él mismo.

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