El Marido y El Papagayo

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EL MARIDO Y EL PAPAGAYO Dicen que hubo en otro tiempo un hombre excesivamente celoso que estaba casado con una mujer hermosa, amable y dueña de virtudes. Aunque por causa de su esposa nunca había querido viajar, en una ocasión tuvo forzosamente que emprender viaje. Pero antes de marcharse fue al mercado de aves y compró un papagayo, que no sólo hablaba bien, sino que, además, tenía el don de relatar todo cuanto sucedía delante de él. Lo llevó a su casa y le pidió a su esposa que lo tuviere en su cuarto durante su ausencia. Después de lo cual, partió. Cuando, terminados sus negocios, el hombre regresó a su casa y preguntó al papagayo qué había hecho su mujer mientras él estaba ausente, el animal le contó cosas que lo obligaron a dirigir a su esposa severas censuras. La mujer, creyendo que alguna de sus esclavas la había delatado, las llamó una después de otra, y todas juraron haberle sido fieles y convinieron que sólo el papagayo podía haberla denunciado. La esposa, para destruir las sospechas de su marido y vengarse al mismo tiempo del papagayo, ordenó que a la noche siguiente, en que también su esposo debía ausentarse, una esclava tomara un moinillo y moliera debajo de la jaula; otra dejase caer agua encima de ésta y otra diese vueltas en torno del ave, llevando en la mano una vela encendida.

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EL MARIDO Y EL PAPAGAYO

Dicen que hubo en otro tiempo un hombre excesivamente celoso que estaba casado con una mujer hermosa, amable y dueña de virtudes. Aunque por causa de su esposa nunca había querido viajar, en una ocasión tuvo forzosamente que emprender viaje. Pero antes de marcharse fue al mercado de aves y compró un papagayo, que no sólo hablaba bien, sino que, además, tenía el don de relatar todo cuanto sucedía delante de él. Lo llevó a su casa y le pidió a su esposa que lo tuviere en su cuarto durante su ausencia. Después de lo cual, partió.

Cuando, terminados sus negocios, el hombre regresó a su casa y preguntó al papagayo qué había hecho su mujer mientras él estaba ausente, el animal le contó cosas que lo obligaron a dirigir a su esposa severas censuras.

La mujer, creyendo que alguna de sus esclavas la había delatado, las llamó una después de otra, y todas juraron haberle sido fieles y convinieron que sólo el papagayo podía haberla denunciado. La esposa, para destruir las sospechas de su marido y vengarse al mismo tiempo del papagayo, ordenó que a la noche siguiente, en que también su esposo debía ausentarse, una esclava tomara un moinillo y moliera debajo de la jaula; otra dejase caer agua encima de ésta y otra diese vueltas en torno del ave, llevando en la mano una vela encendida.