EL MEJOR LUGAR DEL MUNDO

Desde que estaba en la escuela he considerado la biblioteca como un lugar

maravilloso, allí en medio de los libros encontramos de todo un poco, emociones,

risas, llantos, enojos, asombro. Me he hecho la idea de que los libros son

imprescindibles, sin ellos yo habría sido diferente. No puedo imaginarme una

escuela sin libros, ni la relación entre un lector y un texto sin sentir ese olor

maravilloso y esa textura emocionante de cada página. Es cierto que estamos en

la era de la tecnología, pero esta hace que cada vez estemos más separados los

unos de los otros, no hay un contacto real, disminuye la afectividad, resulta que

somos más amigos en Facebook que en la vida real, no es que sea una exiliada

de la tecnología, pero en medio de esta sociedad que invita cada día mas al

consumismo, donde prima más el tener que el ser, es maravilloso que todavía

exista una tertulia en medio de libros y café y no una tarde de amigos todos

conectados en su celular y con sus audífonos, tal vez compitiendo por cual es de

más alta tecnología. Es cierto que la tecnología ha llevado avances a la escuela

pero también ha creado unas brechas inmensas entre los individuos, nos ha vuelto

más superficiales. El libro es por lo tanto un pretexto para volvernos al otro para

desconectarnos, para que prime el contacto físico que ha pasado a un segundo

plano. Me emociona encontrar estudiantes apasionados por la lectura, ya que en

ella es donde realmente está la base del conocimiento, la oportunidad de descubrir

el mundo y crear uno propio, de huir del ruido, de dudar, de imaginar, de explorar,

de crear. Una escuela que tenga como objetivo incentivar al individuo a la lectura

será una escuela que va por un buen camino y si además de ello las familias

incorporan entre sus costumbres la práctica de leer, se empezaría a romper el

paradigma de que la lectura es una actividad aburrida. Este sería un gran aporte

para la convivencia institucional en el que se haría participe toda la comunidad

educativa.