El mercado laboral rural de américa latina amplía la pobreza rural

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El mercado Laboral Rural Latinoamericano amplía el ciclo de Pobreza Róger Andrés Castro Fernández _____________________________________________ Las características del mercado de trabajo en las áreas rurales explican en parte las condiciones de pobreza de la población que vive y se emplea allí. Dichas características se relacionan, por una parte, con debilidades en el diseño y la aplicación de las instituciones del mercado de trabajo, como el salario mínimo, la protección social, la sindicalización y las formas de contratación de la mano de obra, entre otras. Desde este punto de vista, las décadas de 1960 y 1970 estuvieron dominadas por la teoría de la dependencia y, como principal política de desarrollo, por la industrialización mediante sustitución de importaciones (ISI), que dio un sesgo eminentemente urbano a las políticas de fomento llevadas a la práctica en la región. En este contexto, el desarrollo del sector agropecuario, y rural en general, no constituyó una prioridad nacional como motor del crecimiento económico. En términos de crecimiento, el sesgo industrializador no fue ventajoso para las áreas rurales, aunque hubo algunos avances en lo referente a atacar las causas de la pobreza, en especial en las áreas de salud y educación. Como consecuencia de ello, se evidenció un fenómeno de creciente urbanización de la pobreza, que hasta entonces había sido eminentemente rural. Ello obligó a extender a las zonas rurales los programas de lucha contra la pobreza. El concentrar esfuerzos en la modernización e industrialización de grandes centros urbanos permitiría según los gobierno

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El mercado Laboral Rural Latinoamericano amplía el ciclo de Pobreza Róger Andrés Castro Fernández_____________________________________________

Las características del mercado de trabajo en las áreas rurales explican en parte las condiciones de pobreza de la población que vive y se emplea allí. Dichas características se relacionan, por una parte, con debilidades en el diseño y la aplicación de las instituciones del mercado de trabajo, como el salario mínimo, la protección social, la sindicalización y las formas de contratación de la mano de obra, entre otras.

Desde este punto de vista, las décadas de 1960 y 1970 estuvieron dominadas por la teoría de la dependencia y, como principal política de desarrollo, por la industrialización mediante sustitución de importaciones (ISI), que dio un sesgo eminentemente urbano a las políticas de fomento llevadas a la práctica en la región. En este contexto, el desarrollo del sector agropecuario, y rural en general, no constituyó una prioridad nacional como motor del crecimiento económico. En términos de crecimiento, el sesgo industrializador no fue ventajoso para las áreas rurales, aunque hubo algunos avances en lo referente a atacar las causas de la pobreza, en especial en las áreas de salud y educación.

Como consecuencia de ello, se evidenció un fenómeno de creciente urbanización de la pobreza, que hasta entonces había sido eminentemente rural. Ello obligó a extender a las zonas rurales los programas de lucha contra la pobreza. El concentrar esfuerzos en la modernización e industrialización de grandes centros urbanos permitiría según los gobierno latinoamericanos, a través de ondas expansivas que pronto habrían de llegar a las zonas rurales, desencadenar un proceso de desarrollo rural dinámico y autosostenible, y minimizar con ello la necesidad de intervenciones e inversiones directas.

Desde los años 80, una “nueva agricultura” superadora del modelo productivista comienza a difundirse, orientada hacia el logro de productos de calidad en función de un consumo diferenciado con crecientes exigencias. El acceso a los mercados de exportación de productos frescos requiere de certificaciones específicas genéricamente denominadas Buenas Prácticas Agrícolas, que implican exigencias en lo que respecta a la calidad del producto y a las condiciones de los procesos de producción. Además, dependiendo de la certificación en cuestión, se pueden incluir aspectos ambientales o cuestiones referidas a la seguridad laboral.

Las transformaciones en los procesos productivos y en los requerimientos de trabajo no solo acentuaron la participación de los trabajadores temporarios, sino que, además, modificaron su perfil. Por lo tanto, las distintas formas que asume la transitoriedad incluyen, entonces, a los ocupados exclusivos de la agricultura aunque con inserciones discontinuas y períodos variables de desocupación, los insertos parcialmente en la agricultura y que trabajan también en otras ramas de actividad no agrícolas y generalmente

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urbanas, y los estacionales tradicionales que alternan períodos de trabajo con otros de inactividad.

En los últimos años la economía latinoamericana ha tenido un crecimiento importante debido sobre todo al incremento de las exportaciones de las materias primas, cuyos precios internacionales aumentaron de manera sustancial, afectando positivamente la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que también fue alentada por un mayor flujo de remesas externas de los migrantes y el pago de un menor servicio (intereses) por concepto de deuda externa1. El sector agrícola de América Latina y el Caribe mostró, en la década pasada, un dinámico ritmo de crecimiento económico. Era esperable que ello tuviera un efecto en la reducción de la pobreza rural. Si bien esta reducción ocurrió, su magnitud fue acotada2. Los niveles de pobreza e indigencia en las áreas rurales de la región se han mantenido elevados y la tasa de pobreza disminuyó solo del 60 al 53% en el período comprendido entre los años 1980 y 20103.

Aunque obviamente existen diferencias entre los países, hay ciertas regularidades que permiten esbozar un perfil de los pobres rurales de América Latina: (a) Sus familias tienden a ser más numerosas que las de los no pobres rurales e incluso que las de los pobres urbanos. Según puede colegirse de los escasos antecedentes empíricos existentes, el tamaño de la familia es causa y no, consecuencia de la pobreza; (b) Tienen mayor grado de dependencia, es decir, hay más miembros que no trabajan por cada miembro que trabaja; (c) En promedio, son de más edad que los no pobres rurales; exhiben en general un menor grado de instrucción, lo cual está asociado a una menor tasa de participación escolar y, asimismo, a una mayor tasa de deserción; (d) El factor étnico es importante. Aunque no todos los pobres rurales pertenecen a grupos indígenas, la mayor parte de los indígenas de América Latina son pobres. (e) Sus ingresos provienen por lo general de actividades agropecuarias y no agropecuarias, la composición de las actividades depende de la cantidad y calidad de los activos públicos y privados a su alcance y (f) Cuanto más pobres son, mayor importancia tienen los subsidios en la composición del ingreso.

A pesar del intenso proceso de urbanización y el consecuente aumento del peso del empleo urbano en los mercados laborales, Centroamérica es altamente rural. Entre la mitad y un tercio de su Población Económicamente Activa se encuentra en el campo. Las actividades agrícolas de mayor peso en la conformación del PIB agropecuario son el café, banano y otras frutas, hortalizas (vegetales orientales), granos básicos, ganadería de carne y leche,

1 La agricultura de exportación jugó en este panorama un papel importante, ya que las agroexportaciones tuvieron un crecimiento del 40% en el índice de precios entre el 2000 y el 2009, mientras que la agricultura tradicional presenta en los mismos años un índice de estancamiento en su crecimiento.2 La persistencia de la pobreza rural en obedece tanto a aspectos estructurales como también a factores coyunturales. Entre los aspectos estructurales sobresalen la carencia de acceso a los recursos productivos como tierra, y agua para riego; considerando también el acceso a capital, capacitación, semillas, a mercados y otros bienes y servicios públicos.3 Las mejoras en materia de ingresos, que efectivamente ocurrieron en la región, y que causaron una disminución en los índices de pobreza rural hasta la crisis del año 2008, no provienen ni del mercado laboral ni del mercado de productos, sino que, como lo señalan la CEPAL y la OIT, se deben a un aumento en el número de ocupados por hogar y a los subsidios que se distribuyeron a través políticas sociales que diversos Gobiernos.

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cultivos agroindustriales (caña de azúcar, palma africana), pesca y acuicultura. Estas actividades, con seguridad, generan el grueso del empleo rural.

Una serie de problemas contribuyen a reproducir la pobreza de los trabajadores rurales, entre los que se cuentan el trabajo infantil, juvenil y la discriminación hacia las mujeres. También influyen procesos tales como las migraciones internas e internacionales.

La relación entre pobreza y trabajo juvenil ha sido señalada de manera constante tanto para las áreas urbanas como rurales; para el caso específico de las actividades agropecuarias se ha identificado la inserción temprana en el ámbito familiar como el paso previo al ingreso al mercado de trabajo. En este sentido, la ocupación temporaria suele ser la modalidad más difundida a través de la cual se produce esa incorporación de los más jóvenes como trabajadores asalariados, y se concretan aportes económicos al grupo familiar. La relación entre trabajo infantil y escolarización también ha sido frecuentemente presentada como problemática ante el incremento de las tasas de abandono o fracaso escolar que se correlacionan directamente con la inserción de niños/as y de jóvenes a los mercados de trabajo. El abandono prematuro de la escolaridad impacta sobre la trayectoria laboral de los más jóvenes y por lo tanto sobre la probabilidad de romper con la reproducción de las condiciones de pobreza que caracterizan a los hogares de donde provienen.

La informalidad es una situación generalizada entre los asalariados agrícolas, ya que en su mayoría no se encuentra cubierto por el sistema de protección social. Esta condición se concentra fundamentalmente entre los asalariados temporarios. Los regímenes de trabajo asalariado rural, por su carácter temporal, han dado lugar a formas extremas de explotación laboral que no pueden ser controladas por el Estado, dada la debilidad del Ministerio de Trabajo4.

Los trabajadores temporales carecen de organizaciones sindicales que los representen. Algunos acuden a los sindicatos establecidos en las empresas, cuando existen, con lo que pueden obtener satisfacción de reclamos. Sin embargo, sus reivindicaciones no son atendidas con prioridad por los sindicatos, dado que estos suelen estar ocupados con los asuntos de sus propios agremiados.

Debido a las características del ciclo biológico de las plantas, existen períodos en su desarrollo donde la demanda de fuerza de trabajo es casi inexistente, lo que provoca que el proceso sea discontinuo. Pero además de ello, en la época de cosecha se genera un pico de demanda de trabajo que supera con mucho la disponibilidad de trabajadores de la región, por lo que las regiones productivas se convierten, aun por pocos días, en un importante mercado de trabajo.

La mayoría de la población ocupada rural del sector primario está inserta como trabajadores por cuenta propia y familiares no remunerados (91,95%), lo que indudablemente marca la predominancia de “los cuenta propia”. Las actividades primarias comprenden principalmente la agricultura, sin embargo, en época no agrícola, esa PEA rural ejerce una

4 Son varios los motivos que inciden para la no aplicación correcta de las legislaciones laborales; desde las legislaciones laborales dispersas hasta la debilidad/carencia de las instancias del Estado para hacer cumplir esas disposiciones, como también la debilidad y ausencia de las organizaciones de los trabajadores (sindicatos, federaciones, asociaciones, etc.)

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serie de otras actividades como carpintería, albañilería, y labores como chofer, músico, jornalero y otras en el caso de los hombres; y tejedoras, artesanas, comerciantes, confección de ropas, recolectoras y otras en el caso de las mujeres.

El trabajo temporal está relacionado con los estratos más pobres del sector rural. En cierto modo representa una componente importante de las estrategias de sobrevivencia de un campesinado que, pese a las condiciones adversas que enfrenta como: alto crecimiento demográfico, agotamiento de la frontera agrícola, productividad decreciente, se resiste a desaparecer, en parte por el escaso dinamismo mostrado por el desarrollo industrial.

La mayoría de ellos solo ocasionalmente emplea trabajo asalariado, y lo hacen cuando el trabajo familiar resulta insuficiente para atender las necesidades del ciclo. Es por eso que en las zonas donde predominan los agricultores con predios de tamaño pequeño, existen pocas posibilidades para que se consoliden los mercados de trabajo, siendo estos de carácter estacional e intermitente.

La mayor dependencia entre los hogares de los asalariados temporarios respecto de los ingresos provenientes de las ocupaciones agrícolas determina una composición menos diversificada de la canasta de ingreso de estos hogares; a su vez, esta condición se profundiza en el caso de los hogares pertenecientes a asalariados temporarios pobres. Por lo tanto la mayoría de la población sin educación o con solo primaria, se ubica o realiza actividades en agricultura (sector primario) y, como analizamos anteriormente, en este sector se ubica la mayoría de la PEA rural pobre.

El sector secundario, el comercio y el sector servicios, a pesar de representar una alternativa ocupacional de menor importancia relativa en el sector rural, su importancia radica en que en su mayoría son fuentes de ocupación fundamentalmente asalariada, por lo que tienen una posibilidad de influir en la mejora de las condiciones de vida de los hogares rurales.

El comercio internacional busca cadenas productivas agrícolas que ofrezcan productos de calidad sino que, además, no estén manchadas de trabajo infantil o de condiciones laborales inhumanas o donde se vulnere el derecho de asociación o la libertad sindical.  La agricultura de exportación se caracteriza por la producción de monocultivos, el empleo de alta tecnología y la baja utilización de mano de obra, aunque es el sector que más asalariados rurales utiliza, bajo condiciones precarias y sin cumplimiento de las legislaciones establecidas.

El trabajo decente es justamente el eslabón que permite unir y potenciar las dos dimensiones más rezagadas hoy: la ambiental y la social. El paradigma de trabajo decente aboga por un sistema de producción más justo y sostenible; por una globalización al servicio de la gente. Ello requiere transformaciones que ofrecen oportunidades para la generación de más y mejores trabajos en más y mejores empresas. La institucionalidad laboral y los recursos de las autoridades (políticas, estrategias, planes de acción, entre otros) han de mejorarse para superar la informalidad y para ganar en productividad. 

El combate contra la pobreza y el hambre, por medio de la promoción de estrategias de desarrollo agrícola y rural sostenibles a la vez que sean equitativas y sensibles a las cuestiones relativas al género. Los participantes del mercado laboral generan sus medios de

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subsistencia a partir del trabajo que realizan. Por ello el salario debería ser el principal mecanismo de salida de la pobreza.

Bibliografía

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Prudencio Böhrt, Julio (2008). Género y nuevas estrategias productivas en el sector rural. Ediciones Fundación Tierra, La Paz.

CIEN (2004). Políticas laborales en Centroamérica ¿oportunidades o barreras para el desarrollo? Centro de Investigaciones Económicas y Sociales, Guatemala.

PNUD (2010). Informe sobre Desarrollo Humano 2010. La verdadera riqueza de las Naciones. Caminos al desarrollo humano. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, México.

Banco Mundial (2006). Evaluación de la Pobreza. Logrando la Reducción de la Pobreza. Washington: Volumen I.

Klein, E. (2010). Condicionantes laborales de la pobreza rural en América Latina. En O. B. Emilio Klein, Políticas de Mercado de Trabajo y Pobreza Rural en América Latina (págs. 11-54). Santiago: FAO-OIT-CEPAL.