El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

12
Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011 Eugenio Tironi (CIEPLAN) 1 EL “MILAGRO” LATINOAMERICANO. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad 1 Eugenio Tironi Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011 La pregunta clásica que se hace cuando se mira Latinoamérica, desde las dos orillas del Atlántico, es qué hacer para aplacar la violencia, actual o potencial, que genera su atávica desigualdad. Y lo corriente es que miremos a los modelos que ofrecen Europa y los Estados Unidos. Pues bien, en esta ocasión quisiera invitarles a hacernos la pregunta exactamente opuesta: ¿por qué América Latina (AL), en sus 200 años de historia independiente, ha mostrado tan bajos índices de violencia, pese a sus indisputadamente monstruosos niveles de desigualdad?. E ir incluso más lejos: ¿qué lecciones se pueden sacar, para ella misma y quizás para el resto del mundo, de este verdadero “milagro” latinoamericano”? En algo no hay debate: en materia de desigualdad América Latina ostenta el récord mundial. Así lo indica, entre otros, el propio Banco Mundial. Según éste, se trata de un rasgo que lo inunda todo: la distribución de ingresos, el patrimonio, el acceso a los servicios básicos, la influencia social y política 2 . Esta realidad calza a la perfección con lo que Johan Galtung bautizara, a mediados del siglo pasado, como “violencia estructural”; esto es, aquella producida por un sistema que causa hambre, miseria, enfermedad o incluso muerte, a la población 3 . Esto es lo que condujo al obispo brasileño dom Helder Camara, por la misma época, a señalar que en AL “La injusticia es la primera de todas las violencias, la violencia número uno”, y que “atrae a la violencia número dos: la revolución o de los oprimidos, o de la juventud decidida a luchar por un mundo más justo y más humano”. 1 Esta presentación se nutre de los resultados del proyecto “Una Nueva Agenda para la Cohesión Social en América Latina”, cuya ejecución y desarrollo técnico estuvo a cargo de CIEPLAN (Chile), y el Instituto Fernando Henrique Cardoso (iFHC), Brasil. El proyecto fue financiado por la Comisión Europea (ID de Proyecto Nº 00053153), con la coordinación y el apoyo del PNUD. Los resultados in extenso están contenidos en cuatro volúmenes ya publicados en Chile, Argentina y Brasil. Los coordinadores del Proyecto fueron Bernardo Sorj y Eugenio Tironi. 2 Fiscal Redistribution and Income Inequality in Latin America, Edwin Goñi, J. Humberto López, Luis Servén, The World Bank, 2006. 3 Galtung, Johan (1969). “Violencia, paz e investigación para la paz” en Sobre la Paz. Fontamara. También “Violencia estructural. Aportes a la investigación sobre la paz y los conflictos”, Rowohlt, Reinbek, 1975.

description

En esta presentación, realizada en Bogotá el 13 de abril en el marco de los diálogos sociales sobre “Desarrollo, Cohesión Social y Democracia” que CIEPLAN realiza en la región, Eugenio Tironi analiza las causas que explican por qué la "violencia estructural" en nuestro continente no tiene un grado de violencia social correspondiente. ¿Por qué América Latina en sus 200 años de historia independiente ha mostrado tan bajos índices de violencia, pese a sus enormes niveles de desigualdad? ¿Qué lecciones se pueden sacar, para la región y quizás para el resto del mundo, de este verdadero “milagro” latinoamericano”?

Transcript of El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Page 1: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

1

EL “MILAGRO” LATINOAMERICANO. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad1

Eugenio Tironi Taller  Desarrollo,  Cohesión  Social  y  Democracia  

Bogotá,  13  abril  2011   La pregunta clásica que se hace cuando se mira Latinoamérica, desde las dos orillas del Atlántico, es qué hacer para aplacar la violencia, actual o potencial, que genera su atávica desigualdad. Y lo corriente es que miremos a los modelos que ofrecen Europa y los Estados Unidos. Pues bien, en esta ocasión quisiera invitarles a hacernos la pregunta exactamente opuesta: ¿por qué América Latina (AL), en sus 200 años de historia independiente, ha mostrado tan bajos índices de violencia, pese a sus indisputadamente monstruosos niveles de desigualdad?. E ir incluso más lejos: ¿qué lecciones se pueden sacar, para ella misma y quizás para el resto del mundo, de este verdadero “milagro” latinoamericano”? En algo no hay debate: en materia de desigualdad América Latina ostenta el récord mundial. Así lo indica, entre otros, el propio Banco Mundial. Según éste, se trata de un rasgo que lo inunda todo: la distribución de ingresos, el patrimonio, el acceso a los servicios básicos, la influencia social y política2. Esta realidad calza a la perfección con lo que Johan Galtung bautizara, a mediados del siglo pasado, como “violencia estructural”; esto es, aquella producida por un sistema que causa hambre, miseria, enfermedad o incluso muerte, a la población3. Esto es lo que condujo al obispo brasileño dom Helder Camara, por la misma época, a señalar que en AL “La injusticia es la primera de todas las violencias, la violencia número uno”, y que “atrae a la violencia número dos: la revolución o de los oprimidos, o de la juventud decidida a luchar por un mundo más justo y más humano”.

1 Esta presentación se nutre de los resultados del proyecto “Una Nueva Agenda para la Cohesión Social en América Latina”, cuya ejecución y desarrollo técnico estuvo a cargo de CIEPLAN (Chile), y el Instituto Fernando Henrique Cardoso (iFHC), Brasil. El proyecto fue financiado por la Comisión Europea (ID de Proyecto Nº 00053153), con la coordinación y el apoyo del PNUD. Los resultados in extenso están contenidos en cuatro volúmenes ya publicados en Chile, Argentina y Brasil. Los coordinadores del Proyecto fueron Bernardo Sorj y Eugenio Tironi. 2 Fiscal Redistribution and Income Inequality in Latin America, Edwin Goñi, J. Humberto López, Luis Servén, The World Bank, 2006. 3 Galtung, Johan (1969). “Violencia, paz e investigación para la paz” en Sobre la Paz. Fontamara. También “Violencia estructural. Aportes a la investigación sobre la paz y los conflictos”, Rowohlt, Reinbek, 1975.

Page 2: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

2

Tal diagnóstico se transformó rápidamente en un imperativo a la acción. “Para el pueblo latinoamericano, la única salida del subdesarrollo es …la revolución armada”, decía André Gunder Frank en 19654. Esta premisa inspiró a todos quienes anunciaron o promovieron la violencia revolucionaria en América Latina en los años sesenta y setenta del siglo pasado5. Simplemente no había otra vía que la violencia directa para acabar con las injusticias y desigualdades, arrancar de la subordinación imperialista, y cumplir con las crecientes expectativas de autonomía de los grupos medios y de los intelectuales. Los líderes y movimientos que impulsaron la violencia revolucionaria no tuvieron éxito, y ya prácticamente desaparecieron de la escena latinoamericana. Pero la “violencia estructural” sobre la que se fundaba su accionar no ha desaparecido: ella sigue hoy tan presente hoy como hace 40 o 50 años. En otras palabras, aunque no están los agentes que las propulsaron antaño, la premisa que justificó la violencia y la lucha armada sigue plenamente vigente. Pues bien, aquí reside lo que podríamos calificar como la peculiaridad latinoamericana: que pese a la persistente injusticia o “violencia estructural”, la región no ha sido asolada por marejadas de violencia como la que han azotado otras regiones del mundo. Sé que siempre es ingrato comparar la violencia, porque la que uno mismo sufre es la peor de todas. Pero si lo hacemos fácil y tomamos solamente lo ocurrido en el siglo 20 descubriremos que la violencia en AL tuvo bastante menor intensidad que en Europa, por ejemplo, que es el referente indiscutido de nuestra civilización. En efecto, haciendo un recuento bastante superficial y conservador, en el Siglo 20 la cifra de muertos por conflictos bélicos globales, regionales y locales, más los episodios de exterminio étnico y violencia política, dejaron en Europa alrededor de 120 millones de muertos, incluyendo las víctimas del régimen comunista de la URSS6. En cambio, en el mismo período, en América Latina los muertos no alcanzaron a los 5 millones, contando la revolución mexicana (el evento más sangriento en la región en el siglo 20), la violencia política en Colombia, la represión a los pueblos indígenas en Centroamérica, la revolución cubana, la represión a los movimientos populares, la guerrilla, y la guerra al narcotráfico

4 Andre Gunder Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin America. New York: Monthly Review Press 1967, revised ed. 1969, London: Penguin Books 1971 5 H.C.F. Mansilla, “Violencia e Identidad. (Un estudio crítico-ideológico del movimiento guerrillero latinoamericano)”. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Número 45, mayo - junio 1985. 6 Un libro de reciente aparición (Bloodlands: Europe Between Hitler and Stalin, Timothy Snyder, Basic Books, 2010) pone al descubierto las dimensiones que alcanzaron las matanzas masivas perpetradas por los regímenes alemán y soviético en el Este de Europa entre 1930 y 1950, especialmente en Polonia, Ucrania, Bielarusia, Rusia y los países Bálticos.

Page 3: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

3

actualmente en curso. Esto significa, tomando en cuenta el tamaño de la población, que a lo largo del siglo 20, 17 de cada 100 europeos murieron por efectos de la violencia directa; en AL, esa cifra alcanzó solo a 1 de cada 100. No he hecho los cálculos para Asia o ni África; pero si uno estima la mortandad de la Revolución China, o lo que significó la II Guerra Mundial para Japón –incluyendo Nagasaki e Hiroshima--, o las bajas provocadas por guerras de independencia del África, y la seguidilla de sangrientos conflictos civiles y tribales que les siguieron, me temo que en estas zonas del mundo las tasas de muertes por violencia directa fueron también más altas que en AL. De lo dicho hasta aquí se concluye lo siguiente: que América Latina tiene el récord mundial indiscutido de la desigualdad; pero no el récord mundial de la violencia en el Siglo 20. Y hay que reconocerlo: esto no es poca cosa. Ya lo sé: alguien me dirá que en AL la mayor cuota de violencia se concentró en la época colonial, y estuvo dirigida hacia los aborígenes. Es cierto; pero la violencia ejercida sobre éstos por los colonizadores hispano-lusitanos fue significativamente menor que la de los colonizadores ingleses en América del Norte; lo que se explica porque, a diferencia de lo que ocurrió en esas latitudes, el proceso de conquista en el Sur del continente, por influencia del catolicismo, tuvo un carácter evangelizador, y “fue realizado planificadamente por una potencia política”7. Otros me objetarán que en ese inventario de la violencia latinoamericana estoy pasando por alto la violencia criminal, que se ha diseminado como mancha de aceite en lo que va corrido del Siglo 21, generalmente al amparo del narcotráfico. Dejemos este tema pendiente, porque a el me referiré con algún detalle más adelante, y volvamos a la pregunta con la que partió esta reflexión: ¿por qué la “violencia estructural” no ha desembocado, como se pronosticó y se promovió, en grandes estallidos de violencia y rebelión?; ¿cómo es que tanta desigualdad e injusticia hayan indo de la mano tan poca violencia directa? O dicho de modo aún más provocativo: ¿por qué la “violencia estructural” Latinoamericana ha sido tan pacífica? Tales preguntas fueron las que guiaron una investigación que realizáramos Cieplan, el Instituto Fernando H. Cardoso y el PNUD, la que contempló una encuesta (ECosociAL-

7 Pedro Morandé, Cultura y Modernización en América Latina, Cuadernos del Instituto de Sociología de la Universidad Católica, 1983, p. 148.

Page 4: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

4

2007) que se aplicó a la población de las principales ciudades de siete países latinoamericanos: México, Guatemala, Colombia, Brasil, Perú, Argentina y Chile8. Ésta se orientó específicamente a identificar qué factores de cohesión social poseería AL que le han permitido compensar los efectos disrruptivos de la “violencia estructural”, evitando con ello el estallido de episodios de violencia directa que una situación semejante habría provocado en otras circunstancias. A partir de ello, la investigación apuntó a detectar cuáles son las amenazas que se ciernen sobre esos factores mitigadores de la violencia directa, a raíz de los gigantescos cambios que están experimentando las sociedades latinoamericanas como resultado de la extensión de las relaciones de mercado y la globalización9. Algunos dirán: “pero la encuesta ECosociAL-2007 no es fiable, pues deja fuera a la población rural, la cual es mayoritaria en América Latina”. Permítanme detenerme y hacerme cargo de esta observación antes de seguir. Si se toma la información del Banco Mundial para 2009, entre los países incluidos en esta encuesta sólo Guatemala cuenta con una población rural que supera levemente a la urbana (ésta última alcanza al 49 por ciento): en todos los restantes la población urbana la excede largamente 10. Quizás ayude a formarse una idea más precisa del grado de urbanización alcanzado en AL observar que países como Argentina (92,2), Chile (88,7), Brasil (86) y México (77,5) cuentan con un porcentaje de población urbana superior a España (77,3), con Colombia (74,8) y Perú (71,5) pisándole los zapatos. Así pues, la asociación de Latinoamérica con el mundo rural ya no es más que una caricatura ya algo añeja. Volvamos a la investigación en cuestión. ¿Qué conclusión se logró obtener de ella? En pocas palabras, que lo que ha evitado que la “violencia estructural” latinoamericana devenga en violencia tout court son tres fenómenos íntimamente ligados entre sí: primero, el mestizaje étnico y religioso, que ha dado lugar a una baja polarización en estos dos planos, los cuales han sido, en toda la historia de la humanidad, los propulsores

8 Todos los aspectos metodológicos de esta encuesta, así como sus resultados y la base de datos, se encuentran en www.ecosocialsurvey.org. 9 Los resultados detallados de esta investigación fueron publicados en cinco volúmenes: Gasparini, Leonardo; Matías Horenstein; Ezequiel Molina, y Sergio Olivieri. (2008). Polarización Económica, Instituciones y Conflictos. Santiago de Chile: Uqbar, Colección Cieplan. Tironi, Eugenio (Ed.), Redes, Estado y Mercado: Soportes de la cohesión social latinoamericana. Santiago de Chile: Uqbar, Colección Cieplan. Valenzuela, Eduardo; Schwartzman, Simon; Valenzuela J. Samuel; Scully, Timothy R.; Somma, Nicolás M.; Biehl, Andrés. (2008). Vínculos, creencias e ilusiones. La cohesión social de los latinoamericanos. Santiago de Chile: Uqbar, Colección Cieplan. Cardoso Fernando H. y Foxley Alejandro (2009), A Medio Camino. Nuevos Desafíos de la Democracia y el Desarrollo en América Latina. Santiago de Chile: Uqbar, Colección Cieplan (versión en portugués). Sorj Bernardo y Martucelli Danilo, El Desafío Latinoamericano. Cohesión Social y Democracia (2008). Buenos Aires: Siglo XXI (versiones en portugués e inglés). Cox Cristián y Schwartzman Simón, Políticas Educativas y Cohesión Social en América Latina (2009). Santiago de Chile: Uqbar, Colección Cieplan (versión en portugués). 10 World Development Indicators, World Bank. http://data.worldbank.org/indicator/SP.URB.TOTL.IN.ZS

Page 5: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

5

primordiales de la violencia; segundo, una cohesión social fundada en solidaridades elementales que se anidan en prácticas religiosas, en extensos vínculos familiares, en relaciones de amistad, y en un sentido de pertenencia a la nación; y tercero, el efecto cohesivo que produce la percepción de una mayor movilidad social, como efecto de la expansión de la escolaridad y de las optimistas expectativas sobre el futuro. No se me pasa por alto que estas conclusiones contrarían muchas de las preconcepciones sobre AL que predominan tanto en la región como especialmente fuera de ella. Por lo mismo mirémoslas con algo más de detalle. Al menos si se toma como referencia los países estudiados en ECosociAL-2007, en AL no se registra la polarización étnica que existió (y existe) en otras regiones --incluyendo Europa--, la cual ha sido fuente de sangrientos conflictos11. Esto se remonta en gran parte a la experiencia colonial: de una parte, las colonias luso-hispanas fueron colonias de poblamiento y evangelización, a la que se trasladaron amplios contingentes de colonos españoles y portugueses; y de la otra, a diferencia de sus contrapartes británicas o francesas, los españoles y portugueses formaron sociedades racialmente mezcladas12. Tampoco hay que pasar por alto que en Latinoamérica no se conocieron estructuras de segregación institucionalizadas, como si ocurrió en Europa o EE.UU hasta muy avanzado el siglo 20, y que fueron origen de sangrientas olas de violencia13. Esta larga historia de mestizaje es lo que explica la baja polarización étnica que se observa hoy en los países de la región, lo que ha resultado un eficaz antídoto contra la violencia, y un soporte básico de la cohesión social latinoamericana. La mayor parte de la población declara adherir a la religión traída por los conquistadores, lo que hace de Latinoamérica la región más católica del planeta. Esta homogeneidad religiosa ha sido otro soporte de la cohesión social latinoamericana. Se trata, sin embargo, de un catolicismo singular, que desde su llegada integró a sus creencias y rituales las concepciones y prácticas religiosas de los habitantes autóctonos y de aquellos de origen africano14. En otras palabras, en AL el mestizaje fue no solo racial, sino también religioso. Esta experiencia le permitió al catolicismo latinoamericano convivir también, desde antes de la independencia, con corrientes agnósticas y ateas que alcanzaron gran relevancia en los sectores más educados. Esto mismo ha permitido que la explosiva expansión de las

11 Schwartzman, Simon. “Etnia, condiciones de vida y discriminación”, en Valenzuela, Schwartzman, Biehl, Valenzuela, Scully, Somma y Biehl, op. cit., 2008. 12 Valenzuela J.S. et. al., “Creencias religiosas, identidades y religiosidad”, en Valenzuela et. al op. cit., 2008. 13 Valenzuela, E. “Desorganización, solidaridad y movilidad. Algunas peculiaridades de la cohesión social latinoamericana”, en Valenzuela E. et. al, op. cit, 2008. 14 Valenzuela, J. S. et. al, op. cit. También Morandé, op. cit.

Page 6: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

6

religiones “evangélicas” se haya realizado sin mayores conflictos. Es más: lo que se observa es una razonable convivencia entre diferentes religiones, con un alto nivel de movilidad o de “migraciones religiosas”15. Así entonces, la transición desde el catolicismo al pluralismo religioso no tuvo en AL el carácter traumático que tuvo en otras latitudes. Aunque en los años recientes la intensidad de las prácticas religiosas se ha moderado, la identidad religiosa sigue siendo elevada. Esta religiosidad híbrida, plural y obstinada, no hay dudas, es otro componente de la cohesión social Latinoamericana.

Otras singularidad latinoamericana es la persistencia de ciertas solidaridades básicas. Una de ellas es el apego a la familia: ella es la principal fuente de socialización, y se asume que la responsabilidad padres-hijos se extiende mucho más allá del paso del umbral de la edad adulta16. Le siguen las relaciones de amistad y vecindad: el número declarado de amigos cercanos alcanza un promedio de 5.7; y el de vecinos conocidos por su nombre alcanza 8,4. Brasil posee, de lejos, el mayor número de amigos y de vecinos conocidos per cápita; lo que parece confirmar la validez de la medición, pues al menos coincide con la apreciación popular que se tiene de éste como un país amistoso –el país del “millón de amigos”, como lo entonara tan bien Roberto Carlos. El “familismo” y “amiguismo” latinoamericanos tienen una contratara que no se puede pasar por alto: una extrema desconfianza hacia las personas ajenas al círculo más cercano; aquellas con los cuales se tienen los llamados “lazos débiles”17. En efecto, sólo 13% declara que “se puede confiar en la mayoría de las personas”; cifra extremadamente baja si se la compara, por ejemplo, con Suecia (64%), Estados Unidos (36%), Alemania (33%), Gran Bretaña (29%) o incluso Francia (21%)18. Esta fragilidad de los “lazos débiles” tiene consecuencias que no son para nada triviales, pues estos son el tipo de nexos en que descansa un régimen de tipo contractual, como es el capitalismo, así como ese apego al orden institucional que es requisito de la democracia.

15 Valenzuela, J. S. et. al, op. cit. 16 Los indicadores de apego familiar son el grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones: “las personas deben permanecer en contacto con su familia más cercana aún cuando no tengan mucho en común”, “las personas deben permanecer en contacto con su familia más lejana como tíos, sobrinos o primos aún cuando no tengan mucho en común”, y “en general lo paso mejor con mis amigos que con mi familia”. Los indicadores de solidaridad intergeneracional están construidos a partir del grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones: “cuando los hijos se van de la casa, no deberían esperar que los padres los sigan ayudando económicamente”, “cuando los padres envejecen, los hijos deberían hacerse cargo de ellos económicamente” y “preferiría que mis hijos solteros se quedaran en casa, aun cuando tengan la capacidad de valerse por sí mismos”. 17 Granovetter, Mark. (1973). "The Strength of Weak Ties", American Journal of Sociology, Vol. 78, Issue 6, May 1973, pp. 1360-1380. 18 Encuesta Mundial de Valores, http://www.worldvaluessurvey.org/

Page 7: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

7

En Latinoamérica prevalece también un sentido de pertenencia nacional que supera largamente al que se encuentra en Europa y otras regiones del mundo19. El nacionalismo es fuerte y popular; no obstante éste no ha sido fuente de tantos conflictos violentos como ha ocurrido en otras regiones del mundo, donde junto con los otros dos factores ya mencionados, religión y etnia, han sido el origen de grandes y costosos conflictos. ¿De donde viene ésta otra singularidad Latinoamericana? La explicación más consistente la provee Centeno (1997), quien afirma que su inserción dependiente en la economía mundial hizo que su clase dominante dependiera históricamente del comercio con el exterior, y no de la extracción de impuestos a su propia población. Por lo mismo, ella no necesitó crear Estados ni Ejércitos poderosos, los cuales siempre van de la mano, siguiendo la línea conceptual de los estudios clásicos de Charles Tilly20. “No states, no wars”: esto explicaría la baja tasa de violencia latinoamericana, porque sin Estados ni ejércitos no hay guerras, que son la gran fuente de matanzas en la historia de la humanidad 21. Lo anterior contribuye a explicar también la otra gran singularidad de lo que podríamos llamar la cohesión social latinoamericana. Ésta no brota coactivamente desde el Estado, como en la experiencia europea, ni tampoco desde la economía, como sucede en EE.UU. La explicación es la misma que se indicó más arriba: así como no necesitó del Estado, la clase dirigente latinoamericana tampoco requirió de una economía local fuerte ni de un mercado doméstico abundante para prosperar. Ésta vivía de la extracción de renta de los recursos naturales cuya demanda estaba en el extranjero, no de la extracción impositiva o del consumo interno. Por consiguiente el desarrollo de la economía y mercado local fue precario, con lo cual las relaciones económicas no alcanzaron la capacidad vinculante que lograron en el Norte del continente americano. La peculiaridad de la cohesión social latinoamericana está precisamente aquí: que no surge del Estado, a la europea, ni de la economía, a la estadounidense, sino de la socialización primaria provista por la religión, la familia, los amigos y la Nación; todo esto que Pedro Morandé llama la “síntesis cultural latinoamericana”22. Ahora bien, tal tipo de vínculos, ¿son capaces de sostener la cohesión social latinoamericana, amenazada por la persistencia de la desigualdad, a lo que se suma un contexto que promueve las libertades individuales? Las dudas al respecto son más que pertinentes. Sin embargo, la evidencia disponible revela que ha brotado un poderoso

19 Valenzuela, E. op. cit. 20 “War makes states, and states makes war”. Ver Ian Roxborough, “Thinking about war”, Sociological Forum, vol 19, No 3, september 2004. 21 Centeno, 1997: 26. , Miguel Angel. (1997). “Blood and Debt: War and Taxation in Nineteenth-Century Latin America”. American Journal of Sociology, 102(6), 1565-1605. Tilly 22 Morandé, op.cit.

Page 8: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

8

anticuerpo a las tendencias centrífugas del individualismo, como son las elevadas expectativas de progreso y movilidad social de la población latinoamericana. Éste es, hoy por hoy, otro pilar de su cohesión social. Con la excepción de Argentina, en todos los países prevalece en la población un sentimiento de progreso que abarca tres dimensiones diferentes: mejoría respecto a los padres; avance respecto a su propio pasado; y una mejor performance de sus hijos respecto a ellos mismos23. Se trata de un optimismo que en Europa escasea desde hace varias décadas, y que ahora comienza a escasear también en los EE.UU, que hasta hace poco era el campeón mundial en la materia24. A lo anterior se suma un fenómeno inesperado: que los latinoamericanos se inclinan a imputar la pobreza y la riqueza a factores individuales (trabajo, disciplina, talento, alejamiento de los vicios) antes que a factores adscriptivos, imputables al sistema o las estructuras. Esto acerca a Latinoamérica más al “modelo estadounidense” de cohesión social que al modelo europeo. En aquel, precisamente, las elevadas --y generalmente infundadas-- expectativas de movilidad conducen a soportar niveles de desigualdad que, en Europa por ejemplo, serían intolerables, pues se los estima transitorios o bien merecidos25. En esto consiste el famoso “sueño americano”, que según lo visto se ha transformado en un sueño latino-americano. En suma, baja polarización étnica y religiosa, fuertes vínculos primarios alrededor la familia y la amistad, intenso sentimiento religioso y de pertenencia a la Nación, más las elevadas expectativas de movilidad social en base al esfuerzo propio, son los factores que hace que las sociedades Latinoamericanas no sean arrastradas al conflicto interno y la violencia por efecto de su extrema desigualdad socio-económica. Ahora bien, ¿constituirán esos rasgos un dique suficientemente robusto para contrarrestar el efecto centrífugo de las tendencias actualmente en curso, que se caracterizan precisamente por erosionar el imperio de la familia, de la amistad, de la nación, de la religión, en fin, de la comunidad, en favor de la acción individual e institucionalizada? Me

23 Valenzuela, E., op. cit. 24 Los “optimistas” respecto a su propia vida y la de su familia bajaron en EE.UU de 81% en 1999 a 64% en 2010; los “optimistas” respecto al futuro de los EE.UU lo hicieron desde 70% a 61%; y los “optimistas” respecto al grado de fortaleza de la economía estadounidense lo hicieron desde 64% a 56%. http://pewresearch.org/pubs/1635/future-life-2050-computers-cancer-cure-space-travel-energy-world-war-terroist-jesus-return 25 Alesina, Alberto, y Edward Glaeser. (2005). Fighting Poverty in the US and Europe: a World of Difference. New York: Oxford University Press.

Page 9: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

9

refiero, entre otras, a la emancipación de la mujer del espacio doméstico y su incorporación al trabajo remunerado, la extensión de las relaciones de mercado, o la reorientación de la escuela desde la constitución de la identidad nacional a la formación de capital humano26. La cuestión se complica aún más si la degradación de tales vínculos se diera a la par con otros dos fenómenos: la frustración de las expectativas de movilidad social de los latinoamericanos, ilusionados en que la masificación de la educación abrirá a sus hijos las puertas a mejores puestos de trabajo, mayores ingresos y más elevados niveles de consumo, de una parte; y de la otra, la desconfianza hacia las instituciones de toda índole, lo que inhabilita su función compensatoria de las frustraciones. Si estos tres astros se alinean (erosión de los vínculos primarios, frustración de las expectativas y desconfianza en las instituciones), la situación de las sociedades latinoamericanas bien podría hacerse efectivamente explosiva. Como ya se indicó, la fortaleza de los vínculos primarios va de la mano de una desconfianza hacia las personas ajenas a ese círculo intimo. Cinco de cada diez encuestados por ECosociAL-2007 declara tener poca o ninguna confianza en el gobierno, el parlamento, los alcaldes, los jueces y las policías, mientras la incondicionalidad hacia la democracia es escasa27. Esto confirma la famosa tesis de Granovetter, según la cual la contratara de “lazos fuertes” muy intensos son “lazos débiles” frágiles, lo cual es una dificultad para crear las instituciones y las confianzas que son básicas para la democracia y el desarrollo económico. Algo particularmente grave para el futuro de la cohesión social latinoamericana es la inseguridad en que vive gran parte de la población ante la extensión de la delincuencia. Cuatro de cada 10 encuestados se declaran presos de un sentimiento de victimización y temor, siendo los grupos más pobres los más afectados por el temor y por la sensación de minusvalía e impotencia que éste genera. Ésta es, si se quiere, otra expresión de la desigualdad latinoamericana. Como se decía antes, Latinoamérica es hoy predominantemente urbana: de las 20 ciudades con más de 12 millones de habitantes en el planeta, cuatro están aquí: Ciudad de México, Sao Paulo, Buenos Aires y Río de Janeiro. Siguiendo el modelo de Europa y los Estados Unidos, desde los años 60 del pasado siglo los países más desarrollados de la región intentaron resolver la “cuestión social” a través de “soluciones urbanas”. Esto se tradujo en

26 La función de la escuela como el hogar de la Nación y de la república ha sido desplazad por las reformas de los contenidos y de las prácticas escolares, las cuales han redireccionado la educación a la formación de capital humano para satisfacer las expectativas de movilidad social individual. Ver Cox y Schwatzman, op. cit. 27 El indicador “lealtad democrática” supone la adhesión a las siguientes dos afirmaciones: “es mejor la democracia a cualquier otra forma de gobierno” y “los derechos de las personas se deben respetar en toda circunstancia”.

Page 10: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

10

la creación de extensas urbanizaciones habitadas exclusivamente por las capas más empobrecidas, sin vida social, cultural ni económica propia, desconectadas de toda dinámica urbana, sin presencia de las autoridades ni las policías, con elevados niveles de violencia y criminalidad y, en muchos casos, dominadas por el narcotráfico28. El resultado no es muy diferente al que se produjo con esto en el mundo desarrollado: el estallido periódico de revueltas urbanas, con jóvenes que se incorporan masivamente a las “maras” o pandillas juveniles, responsables ya de un alto porcentaje de los homicidios en Guatemala, El Salvador y Honduras, así como en Río de Janeiro, São Paulo, Buenos Aires, Bogotá, Medellín, México DF, Guadalajara y otras ciudades latinoamericanas29. Con un Estado impotente para ofrecer seguridad, la población podría orientarse hacia respuestas individuales o hacia soluciones autoritarias y antidemocráticas. Algo de esto ya está ocurriendo, con la expansión de la auto-defensa entre la población latinoamericana: en efecto, ECosociAL-2007 revela que más de un tercio de la misma justifica tener armas de fuego para defenderse de la delincuencia. Esta es la nueva “vía armada”: ella ya no apunta, como antes, a tomar en las propias manos el cambio social o la revolución, sino la auto-defensa ante el alza de la criminalidad. Es curioso, pero la delincuencia ha traído de vuelta al panorama intelectual latinoamericano la doctrina de la “violencia estructural”. La violencia criminal, se afirma ahora, sería la otra cara de la desigualdad y la pobreza de la región. Es lo que afirma, por ejemplo, el prestigioso y en ningún caso “izquierdista” The Economist, en un reporte especial sobre América Latina de septiembre 201030. En ciertos casos, los mismos que ayer apostaron a que la “violencia estructural” conduciría a la violencia revolucionaria, afirman ahora --no sin cierto grado de satisfacción por ver cumplidas sus viejas profecías-- que la misma está conduciendo a la delincuencia y el narcotráfico. Violencia revolucionaria y violencia criminal tendrían, en suma, el mismo origen: la desigualdad.

Pero tal cosa no es cierta. No existe vínculo directo entre “violencia estructural” y violencia criminal. De hecho, los países donde más aumenta esta última no son los que padecen más desigualdad y pobreza, sino al contrario, donde ellas están disminuyendo. El mejor ejemplo es Venezuela, país que comparte con Honduras el récord de la criminalidad, en circunstancias que ha reducido radicalmente la pobreza y la desigualdad con las políticas redistributivas más agresivas de AL. Como bien lo recuerda Joaquín Villalobos, el

28 Tironi, Manuel y Tironi, Eugenio, “Ciudad, Cohesión y Violencia: La experiencia europea y América Latina”. En E. Tironi (Ed.), op.cit. 2008. 29 Kees Koonings & Dirk Kruijt, eds. Fractured Cities. Social Exclusion, Urban Violence and Contested Spaces in Latin America. London: Zed Books, 2007. 30 The Economist, september 11 – 17, 2010.

Page 11: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

Taller Desarrollo, Cohesión Social y Democracia Bogotá, 13 abril 2011

Eugenio Tironi (CIEPLAN)

11

ex dirigente guerrillero salvadoreño, “la pobreza no genera mecánicamente inseguridad, lo que sí genera inseguridad son el empobrecimiento moral, el debilitamiento institucional, la cultura de corrupción y la polarización político-social”: a su juicio, esto es lo que ha venido ocurriendo en Venezuela, y es lo que explica el alza en sus tasas de criminalidad31. En suma, así como la “violencia estructural” no condujo ayer a la violencia revolucionaria, ella tampoco conduce hoy automáticamente a la violencia criminal. En conclusión, los fantasmas que amenazan la singular cohesión social Latinoamericana no provienen de la desigualdad social, ni de la polarización étnica o religiosa, sino de otros cuatro procesos estrechamente ligados entre sí: 1) la erosión de los vínculos tradicionales, con el fin de la familia extensa tradicional, la incorporación de las mujeres a la vida pública, la declinación de la intensidad de la vida religiosa, la revitalización de las identidades étnicas y locales, y el individualismo motivado por el estilo de capitalismo adoptado en la mayor parte de la región; 2) la debilidad de las instituciones para sustituir esos vínculos y administrar las crecientes expectativas de progreso de la población; 3) la frustración ante un sistema socio-económico que podría ser incapaz de satisfacer las ilusiones de progreso y movilidad; y 4) la inseguridad ante la delincuencia y el narcotráfico, que podría erosionar la ya escasa legitimidad de las instituciones democráticas y conducir a la “privatización” del orden por la vía de la autodefensa. ¿Qué hacer frente a tales amenazas? No pretendo tener la respuesta. Sólo me atrevería a sugerir algunos aspectos en los que habría que poner atención. Lo primero es obvio: evitar por todos los medios que se frustren las optimistas expectativas de movilidad social de la población, las que son empujadas por la expansión educacional, la estabilidad política, la reducción de las brechas, todo esto en un contexto de crecimiento económico como el observado en la última década. Las ilusiones de progreso de la población son, por lo demás, uno de los mayores activos de Latinoamércia.. Sin embargo, si llega a cundir la frustración en un contexto de instituciones débiles y sin contar ahora con la red de protección material, afectiva y simbólica que prestaban los vínculos tradicionales, el resultado puede ser catastrófico. Para evitar este peligro la región debe seguir creciendo económicamente, como corresponde a un orden social “monetarizado”32. La cohesión social latinoamericana se ha vuelto, como nunca, “crecimiento-dependiente”.

31 “La Guerra que Viene”, Joaquín Villalobos, El País, 28 septiembre 2010. Villalobos fue dirigente guerrillero salvadoreño, y hoy se desempeña como consultor internacional en resolución de conflictos. 32 El concepto es de Cousiño, Carlos, y Eduardo Valenzuela (1994). Politización y Monetarización en América Latina. Santiago de Chile: Cuadernos del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Page 12: El "Milagro" Latinoamericano. O cómo es posible tanta cohesión con tanta desigualdad.

MILAGRO LATINOAMERICANO Eugenio Tironi, CasaAmérica, Madrid, 8 octubre 2008

12

Lo segundo, no dejarse arrastrar por la noción de que “no se puede hacer nada frente a la violencia criminal mientras no se acabe con la violencia estructural’”. Esto es falso y peligroso. Si los Estados democráticos de AL no dan una respuesta efectiva a su demanda por seguridad, la población se volcará masivamente a soluciones autoritarias. En otras palabras, en el futuro podríamos tener una nueva ola de autoritarismos justificado ya no por el fantasma de la violencia revolucionara, sino por el fantasma de la violencia criminal. Lo tercero, hay que abandonar ese tic que nos conduce a andar mirando cómo aplicar en Latinoamérica los modelos europeo o estadounidense, para terminar peleándonos en torno a ellos. Bastante más provechoso sería partir de lo que tenemos, que cuando menos nos ha salvado de situaciones de violencia como las que han asolado a otras regiones del mundo. Me refiero a esas solidaridades o vínculos básicos que se anidan en las prácticas religiosas, la familia, la amistad, el vecindario y la lealtad a la nación: ellas deben evolucionar y actualizarse, por cierto, pero no sacrificarlas en el altar del desarrollo. Esto implica asumir los rasgos propios de la cohesión social latinoamericana no como arcaísmos que hay que demoler para construir sobre ellos un modelo europeo o estadounidense, sino como parte de un patrimonio valioso que debemos conservar para, desde ahí, recoger todo lo que pueda ser útil de otras experiencias. Lo que va de la mano, desde el punto de vista de la sociología, con asumir lo que señalara Pedro Morandé hace ya varias décadas: no seguir entregándose dócilmente en brazos de la economía, y reconciliarse con la historia y la antropología.