El Misterio de La Niña Sin Huellas

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El misterio de la niña sin huellas El uso de las huellas dactilares con fines identificativos está tan extendido en novelas policiacas, en el cine y televisión que todos nosotros sabemos que es mejor llevar guantes si vamos a cometer un crimen. Aunque a veces es imposible encontrar huellas aun cuando no se haya llevado guantes, como veremos en la verídica historia policiaca que vamos a relatar posteriormente. Pero antes de narrar nuestra historia, vamos a ofrecer algunos datos que nos permitan comprender qué son y cómo se detectan las huellas dactilares. La presencia de un patrón de surcos característico y reconocible en pies y manos es un rasgo común a todos los primates. El propósito de estos surcos se cree que es favorecer la transpiración, mejorar el sentido del tacto y la capacidad de a aprehensión. El hecho de que este patrón de surcos es único para cada individuo es algo que se conoce desde hace miles de años. Por ejemplo, en el 2.000 antes de Cristo, los babilónicos usaban las huellas dactilares en documentos para evitar su falsificación. No obstante, la utilización forense de las huellas no se introdujo hasta finales del s. XIX. En 1901 se crea, en Scotland Yard, un archivo de huellas. Las huellas dactilares pueden ser visibles o latentes. Si nos embadurnamos el dedo en tinta, por ejemplo, y lo posamos sobre la blanca superficie de un papel, ahí aparecerá el característico patrón de surcos al que hemos hecho alusión anteriormente. Este registro en papel serán huellas visibles. Si por el contrario prescindimos de la tinta, y sencillamente posamos el dedo en el papel, ahí habremos dejado un dibujo del patrón de surcos al que llamamos huella, sólo que ese dibujo no es visible a nuestros ojos, decimos que esas son huellas latentes. En las huellas visibles el dibujo se traza con la tinta mientras que en las huellas latentes el dibujo se traza con la transpiración. La composición de esta transpiración es principalmente agua pero también contiene aceites, ácidos grasos, ésteres, sales, urea y aminoácidos. Hay numerosos métodos para poner de manifiesto las huellas latentes y éstos consisten en hacer reaccionar estos compuestos orgánicos con un reactivo para dar un producto, por ejemplo coloreado, que sea visible al ojo humano. Ahora, ya si podemos dar paso a nuestra misteriosa historia policiaca. En 1993, una niña de 8 años fue raptada en Tennessee. Felizmente, la niña pudo escapar y describir el coche en el que fue forzada a entrar. Cuando la policía recuperó el coche cuatro días más tarde, para poder comprometer judicialmente a los propietarios del vehículo, la policía científica se puso manos a la obra para detectar las huellas dactilares de la niña. Sin embargo, ¡ni una huella! Como si la niña nunca hubiera estado en ese coche. Los raptores no habían tenido oportunidad de limpiar las huellas y sin embargo éstas se habían esfumado. Habían desaparecido todas las huellas dactilares de la niña como por arte de magia. A raiz de tan mistirioso caso, la policía científica hizo algunas investigaciones sobre la química de las huellas dactilares, y se llegó a la conclusión de que la huellas, sí, habían desparecido pero no por arte de magia sino por arte de química. La solución al misterio estaba en la fuerzas de van der Waals. En primer lugar, la investigación puso de manifiesto que la niña de Tennessee no era excepcional. A diferencia de las huellas latentes de adulto, que permanecen sobre la superficie de los objetos durante mucho tiempo, la de los niños se evaporan con facilidad por lo que si no se detectan de inmediato terminan desapareciendo en breve. ¿Por qué las huellas de los niños se

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El misterio de la niña sin huellas

  El uso de las huellas dactilares con fines identificativos está tan extendido en novelas policiacas, en el cine y televisión que todos nosotros sabemos que es mejor llevar guantes si vamos a cometer un crimen. Aunque a veces es imposible encontrar huellas aun cuando no se haya llevado guantes, como veremos en la verídica historia policiaca que vamos a relatar posteriormente. Pero antes de narrar nuestra historia, vamos a ofrecer algunos datos que nos permitan comprender qué son y cómo se detectan las huellas dactilares.

    La presencia de un patrón de surcos característico y reconocible en pies y manos es un rasgo común a todos los primates. El propósito de estos surcos se cree que es favorecer la transpiración, mejorar el sentido del tacto y la capacidad de a aprehensión. El hecho de que este patrón de surcos es único para cada individuo es algo que se conoce desde hace miles de años. Por ejemplo, en el 2.000 antes de Cristo, los babilónicos usaban las huellas dactilares en documentos para evitar su falsificación. No obstante, la utilización forense de las huellas no se introdujo hasta finales del s. XIX. En 1901 se crea, en Scotland Yard, un archivo de huellas.

    Las huellas dactilares pueden ser visibles o latentes. Si nos embadurnamos el dedo en tinta, por ejemplo, y lo posamos sobre la blanca superficie de un papel, ahí aparecerá el característico patrón de surcos al que hemos hecho alusión anteriormente. Este registro en papel serán huellas visibles. Si por el contrario prescindimos de la tinta, y sencillamente posamos el dedo en el papel, ahí habremos dejado un dibujo del patrón de surcos al que llamamos huella, sólo que ese dibujo no es visible a nuestros ojos, decimos que esas son huellas latentes. En las huellas visibles el dibujo se traza con la tinta mientras que en las huellas latentes el dibujo se traza con la transpiración. La composición de esta transpiración es principalmente agua pero también contiene aceites, ácidos grasos, ésteres, sales, urea y aminoácidos. Hay numerosos métodos para poner de manifiesto las huellas latentes y éstos consisten en hacer reaccionar estos compuestos orgánicos con un reactivo para dar un producto, por ejemplo coloreado, que sea visible al ojo humano.

    Ahora, ya si podemos dar paso a nuestra misteriosa historia policiaca. En 1993, una niña de 8 años fue raptada en Tennessee. Felizmente, la niña pudo escapar y describir el coche en el que fue forzada a entrar. Cuando la policía recuperó el coche cuatro días más tarde, para poder comprometer judicialmente a los propietarios del vehículo, la policía científica se puso manos a la obra para detectar las huellas dactilares de la niña. Sin embargo, ¡ni una huella! Como si la niña nunca hubiera estado en ese coche. Los raptores no habían tenido oportunidad de limpiar las huellas y sin embargo éstas se habían esfumado.

    Habían desaparecido todas las huellas dactilares de la niña como por arte de magia. A raiz de tan mistirioso caso, la policía científica hizo algunas investigaciones sobre la química de las huellas dactilares, y se llegó a la conclusión de que la huellas, sí, habían desparecido pero no por arte de magia sino por arte de química. La solución al misterio estaba en la fuerzas de van der Waals. En primer lugar, la investigación puso de manifiesto que la niña de Tennessee no era excepcional. A diferencia de las huellas latentes de adulto, que permanecen sobre la superficie de los objetos durante mucho tiempo, la de los niños se evaporan con facilidad por lo que si no se detectan de inmediato terminan desapareciendo en breve. ¿Por qué las huellas de los niños se evaporan con tanta facilidad? La respuesta vino de un detallado anális comparativo de la composición de la transpiración de adultos y niños. En la transpiración de los adultos, las cadenas hidrocarbonadas de los ésteres grasos, son cadenas largas del orden de 32 átomos de carbono, mientras que en los niños estas cadenas hidrocarbonadas son mucho más cortas, del orden de 13 átomos de carbono. La facilidad con la que estos compuestos se evaporan va a depender del punto de ebullición, que a su vez depende (como veíamos en el Tema 4) de la fuerza de los enlaces intermoleculares. Puesto que las cadenas hidrocarbonadas son esencialmente apolares, las únicas fuerzas intermoleculares significativas son fuerzas de London (fuerzas de van der Waals tipo dispersión). Estas fuerzas, que se deben a dipolos inducidos, son más fuertes conforme los tamaños de las moléculas aumentan. Así, pues, el punto de ebullición será más bajo para los compuestos cuyas cadenas hidrocarbonadas son de 13 átomos de carbono (sudor de niños) que para aquellos otros cuyas cadenas son mucho mayores con 32 átomos de carbono (sudor de adultos). Como consecuencia, el sudor de los niños puede evaporarse más fácilmente. Las huellas latentes de un niño pueden volatilizarse en unas pocas horas en un ambiente templado, mientras que las de un adulto van a persistir durante días.

Nota: El relato que aquí he recogido es una adaptación resumida del artículo titulado "Solving the Mystery of Fading Fingerprints with London Dispersion Forces" cuyos autores son Doris R. Kimbrough y Ronald DeLorenzo, publicado en Journal of Chemical Education 75:1300-1301 (1998).

SEPARATA DE QUÍMICA.- CAPÍTULO ENLACES QUÍMICOS.

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