El Mito Del Salvaje Roger Bartra

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    El mito del salvaje

    Roger Bartra

    Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

    El mito del hombre salvaje proviene de un estereotipo que arraig en la literatura y el arte europeos desde elsiglo XII, y que cristaliz en un tema preciso fcilmente reconocible. Sin embargo, este mito desborda concreces los lmites del medioevo; si examinamos con cuidado el tema, descubrimos un hilo mtico que atraviesamilenios y que se entreteje con los grandes problemas de la cultura occidental.

    Esta extraordinaria continuidad ofrece singulares problemas metodolgicos para comprender las races del mitoy su larga evolucin; al mismo tiempo, nos ofrece una gran oportunidad para explorar ampliamente lascondiciones y procesos que han auspiciado el surgimiento de la idea (y la praxis) de civilizacin, tanestrechamente vinculada a la identidad de la cultura occidental. El hombre llamado civilizado no ha dado unsolo paso sin ir acompaado de su sombra, el salvaje. Es un hecho ampliamente reconocido que la identidad

    del civilizado ha estado siempre flanqueada por la imagen del Otro; pero se ha credo que la imaginera del Otrocomo ser salvaje y brbaro ms o menos distorsionado de las poblaciones no occidentales es unaexpresin eurocentrista de la expansin colonial que elaboraba una versin extica y racista de los hombresque encontraban y sometan los conquistadores y colonizadores. Yo pienso, por el contrario, que la culturaeuropea gener una idea del hombre salvaje mucho antes de la gran expansin colonial, idea modelada enforma independiente del contacto con grupos humanos extraos de otros continentes. Adems, los hombressalvajes son una invencin europea que obedece esencialmente a la naturaleza interna de la cultura occidental.Dicho de forma abrupta: el salvaje es un hombre europeo, y la nocin de salvajismo fue aplicada a pueblos noeuropeos como una transposicin de un mito perfectamente estructurado cuya naturaleza slo se puedeentender como parte de la evolucin de la cultura occidental. El mito del hombre salvaje es un ingredienteoriginal y fundamental de la cultura europea.

    El salvaje permanece en la imaginacin colectiva europea para que el hombre occidental pueda vivir sabiendoque hubiera sido mejor no haber nacido o, ms bien, para poner en duda a cada paso el sentido de su vida. Enesta forma, paradjicamente, el salvaje es una de las claves de la cultura occidental.

    La historia del salvaje europeo hasta el siglo XVI muestra la asombrosa continuidad de un mito preado deresonancias modernas. Tal vez lo ms notable es la leccin que nos da esta suerte de prehistoria delindividualismo occidental: la otredad es independiente del conocimiento de los otros. Fue necesario buscar enla historia antigua y medieval los hilos esenciales que bordaron al salvaje en la tela de la imaginacin europea;slo as fue posible comprender que la historia moderna del hombre salvaje descubierto por loscolonizadores, exaltados por la ilustracin, estudiado por los etnlogos es tambin el desenvolvimiento de unantiguo mito: el salvaje slo existe como mito. Pero fue preciso mirar atrs, muy lejos en la historia, para

    desembarazarnos de las telaraas que envolvan al salvaje con la ilusin de una presencia avalada tanto por ladominacin colonial como por las ciencias sociales especializadas en su estudio: el salvaje, mrtir y al mismotiempo objeto de la otredad. Pensar que la otredad del hombre salvaje era un fruto de la imaginacin europeapareca una audacia inadmisible que ofreca el peligro de ocultar tanto el etnocentrismo occidental como ladominacin colonial. Sin embargo, el mito del hombre salvaje como hemos visto no es simplemente unaemanacin ideolgica del colonialismo: su largusima historia atestigua la presencia de un mito de largo alcancecuya naturaleza es polivalente y difcil de explicar. Por ello fue necesario hacer la historia precolonial de lossalvajes europeos, en una bsqueda por comprender su naturaleza mtica.

    Uno de los resultados de esta bsqueda ha sido la reconstruccin de la larga historia de un mito pleno declaves para interpretar la cultura occidental. El mito del hombre salvaje alberga una gran riqueza metafrica y

    es un terreno abonado con mltiples significados. Me inclino menos por interpretar los orgenes de la idea deuna civilizacin occidental. Por ello he desdeado un tanto el contexto para dar prioridad a la continuidad del

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    mito. En cada poca las funciones de las leyendas y mitos sobre los hombres salvajes fueron diferentes; sinembargo, hubo ingredientes comunes que permitieron su continuidad. Ahora bien, hay que reconocer que estoseslabones que articulan la continuidad no fueron necesariamente en cada etapa los elementos quedefinan los vnculos del mito con la sociedad que le serva de soporte. Creo que el eslabn que une unaleyenda con otra a travs del tiempo debe entenderse ms a travs del momento posterior que en funcin del

    momento previo.Esta relativa autonoma del mito podra parecer sustentada en el engaoso postulado que establece laexistencia de un vehculo o lenguaje permanente e indeleblemente impreso en el espritu humano, cuya funcinmediadora fundamental aparecera a cada momento de la historia de la mitologa. Este postulado estructuralistano es convincente, como tampoco la idea segn la cual habra una estructura mitolgica originaria que se fueexpandiendo gracias a ciertas cualidades o virtudes intrnsecas de un primer motor mtico creado por undestello, genial o accidental, humano o divino: una especie de Big Bangmitolgico.

    Al rechazar la presencia de una estructura permanente o de una fuerza trascendente, y al no aceptar tampocola explicacin de un impulso original fulgurante, nos enfrentamos al problema desde otra perspectiva: laconcatenacin mitolgica milenaria tiene una estructura lgica ms clara si la leemos al revs, de atrs hacia

    adelante, a contrapelo del fluir de la historia. Por ejemplo, desde la perspectiva moderna podemos decir y hasido dicho que el mito del hombre salvaje es una expresin del contrapunteo entre la cultura y la naturaleza.Pero este contrapunteo, que no es slo una forma racional, sino tambin uno de los ms caros mitos de lacultura occidental, es un mito que contribuye a dar coherencia a la larga cadena del ser salvaje. Cada poca,como hemos visto, elabora su hombre salvaje, con sus peculiaridades distintivas. El agrios griego es muydiferente al homo sylvestris; la idea hebrea de salvajismo no coincide con la nocin renacentista. Y no obstante,estos mitos forman parte de una cadena, estn vinculados entre s.

    Los mitos, tal como se presentan en cada horizonte cultural, no parecen contener las causas de su evolucin yconcatenacin: por el contrario, todo parece conspirar para condenarlos a la inmutabilidad y, por tanto, aperecer si el contexto que los rodea cambia. Lo que permite comprender su supervivencia es el hecho de quealgunos elementos de los mitos con frecuencia aspectos marginales se adaptan a las nuevas condiciones.En este sentido, la evolucin de los mitos presenta puntos de articulacin similares a esos equilibriosinterrumpidos que puntan la evolucin biolgica de las especies como el modelo propuesto por NilesEldredge y Stephen Jay Gould, o a esas redes imaginarias del poder poltico que generan texturas delegitimacin capaces de atravesar largos periodos de tiempo.

    Ciertas facetas del mito del salvaje medieval, posiblemente marginales en su poca, fueron rescatadas por laimaginera renacentista para definir con irona el nacimiento de un nuevo tipo de hombre; lo mismo habaocurrido con el homo sylvestris, que tom del salvaje trgico de los griegos elementos para dibujar el perfil delsentimentalismo amoroso. De esta forma, rasgos que podran haberse perdido en la noche de los tiempos sonrescatados por una nueva sensibilidad cultural, para tejer redes mediadoras que van delineando los lmitesexternos de una civilizacin gracias a la creacin de territorios mticos poblados de marginales, brbaros,

    enemigos y monstruos: salvajes de toda ndole que constituyen simulacros, smbolos de los peligros reales queamenazan al sistema occidental.

    El mito prefigura al concepto cientfico

    El descubrimiento de que los homines agrestes medievales prefiguran con asombrosa nitidez muchos de losrasgos de los grupos tnicos primitivos definidos por la antropologa moderna es uno de los aspectos mssorprendentes de su estudio. Es un hecho extraordinario que es necesario investigar, ya que el hombre salvajede la Edad Media es una criatura imaginaria que slo existi en la literatura, en el arte y en el folclor como unser mtico y simblico. As como el estudio de esos hombres que G. P. Murdock llama nuestros

    contemporneos primitivos obliga al hombre moderno a meditar sobre las relaciones entre la cultura y la

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    naturaleza, igualmente la etnografa imaginaria del homo sylvaticus enfrent a la sociedad del medioevo alinquietante problema de la relacin entre el hombre y la bestia.

    A primera vista, el mito del hombre salvaje parece ser un ejemplo perfecto para ilustrar la conocida definicinestructuralista: la finalidad del mito es proporcionar un modelo lgico capaz de superar una contradiccin. Enefecto, el rgido y jerarquizado sistema cristiano impeda pensar en una continuidad entre el hombre y lasbestias; sin embargo, el hombre salvaje era un ser mtico ubicado a medio camino entre lo animal y lo humano;era una bizarra mezcla de bestialidad y civilizacin cuya lgica aterradora y simblica permita pensar en, ysobre todo sentir, los estrechos nexos que unen la naturaleza con la cultura. En este sentido, el mito estableceuna mediacin entre los polos de una contradiccin irresoluble en el interior del sistema cristiano (un ejemplodel paralelismo entre los salvajes modernos y los medievales lo da Lvi-Strauss cuando plantea que eltotemismo implica una actitud mental incompatible con la exigencia cristiana de una discontinuidad esencialentre el hombre y la naturaleza). Pero hay otra interpretacin posible: que la frmula estructuralista sea unamanifestacin moderna del antiguo mito sobre el salvaje, la prolongacin de una estructura mtica queestablece un modelo analgico para pensar y sentir la oposicin entre la naturaleza y la cultura. De estamanera, la ciencia no explicara al mito, sino a la inversa: el antiguo mito occidental del salvaje explicara, almenos en parte, a la ciencia moderna. En el interior de la etnologa moderna subsistira, agazapado, un viejo

    mito.

    Cuando afirmo que el homo sylvaticus medieval es una prefiguracin del hombre primitivo de la era colonial ymoderna uso intencionalmente una nocin medieval. La estructura figural, como la ha analizado con maestraAuerbach, permita establecer una relacin fuera del tiempo y del espacio entre dos acontecimientos opersonas; era la forma en que se interpretaban las sagradas escrituras: el Antiguo Testamento era visto comouna sucesin no de episodios histricos, sino de figuras: de prefiguraciones de la venida de Cristo. Laantropologa estructuralista, en gran medida, plantea una interpretacin similar, provocando el peligro sealado por Auerbach de que los episodios queden sofocados por la espesa red de las significaciones.Mientras que en la interpretacin figural las conexiones histricas y geogrficas eran sustituidas por laprovidencia divina, en la interpretacin estructuralista al menos en la versin de Lvi-Strauss la relacin

    intemporal es establecida por el espritu humano que deja su impronta tanto en el mito como en la cienciamoderna. Entre el mito y el mitgrafo se establece una conexin, de tal manera que la estructura del mitopuede descubrirse gracias a que una estructura similar existe en el espritu del mitgrafo. De momento slo meinteresa plantear el problema: lo inquietante no es que el mito medieval funcione como lo prevn losantroplogos, sino que el pensamiento salvaje que atribuyen a los hombres primitivos sea similar al mito delsalvaje codificado en la Europa del siglo XII, sobre la base de antiguas tradiciones grecolatinas yjudeocristianas.

    La ciencia del buen salvaje

    Una de estas vertientes la constituye la deslumbrante visin del hombre salvaje que Jean-Jacques Rousseaunos ha legado. Conviene preguntarnos si para construir esta luminosa imagen Rousseau orient su miradahacia la lejana, para escrutar ms all de los lmites de la civilizacin, o bien dirigi los ojos hacia su interior,para examinar el fondo de su alma y de su corazn. Se ha credo que Rousseau mir el horizonte paradescubrir el amanecer de la historia y que con los ojos de los viajeros observ a los hombres primitivos defrica y Amrica. Pero tambin se afirma que fue iluminado por el sol primigenio de su propia infancia y que conlos ojos de la mente desnud a los hombres civilizados de su tiempo. Quienes han considerado a Rousseaucomo el fundador de la etnologa, evidentemente han privilegiado la idea de un pensador capaz de dirigir sumirada hacia los Otros y hacia la alteridad de la naturaleza; es una interpretacin que revela su carcterparadjico al tomar como ejemplo a un escritor que fue el gran restaurador del sentimiento mstico y del viajeintrospectivo en el siglo que se caracteriz por exaltar las luces de la razn.

    Es la misma paradoja fascinante del pensamiento de Rousseau, que retoma la antigua imaginera del hombresalvaje, con todas sus contradicciones, para reinscribirla al ms alto nivel en la cultura europea moderna.

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    Rousseau saca al hombre salvaje de las cuevas marginales y lo instala en el altar central del iluminismo. Loshombres salvajes de Rousseau no son los otros: son los mismos que ya conocemos. No vienen del exterior dela cultura europea: son sus criaturas. Su hombre salvaje no es el otro: es l mismo. En este sentido Rousseauno puede ser considerado como el fundador de la antropologa, sino como el gran reconstructor de un antiguomito. Que este mito se haya alojado posteriormente en el seno de la antropologa moderna es otro problema,

    que sin duda tambin debe inquietarnos. Robert Darnton se refiere a la paradoja de considerar a Rousseaucomo el inventor de la antropologa al afirmar que lo hizo de la misma manera en que Freud invent elpsicoanlisis: practicando consigo mismo. La prctica de buscar salvajes y monstruos dentro de uno mismo (yde la cultura propia) es muy antigua y no estoy seguro de que muchos antroplogos modernos la aceptarancomo el origen de su ciencia. Por mi parte, estoy convencido de que se es justamente el origen de laantropologa, y que sus terribles limitaciones (como las del psicoanlisis) provienen del hecho de que es, engran medida, un ejercicio de introspeccin con altas dosis de etnocentrismo y egocentrismo.

    Muchas alusiones al salvaje noble de Rousseau parten de la engaosa creencia de que esta imagen refleja osimboliza a los pueblos primitivos descubiertos en Amrica y en frica. Esta interpretacin se ha vuelto un lugarcomn profundamente arraigado es la creencia que subyace en muchos autores, como por ejemplo UrsBitterli, Michle Duchet, Claude Lvi-Strauss, Tzvetan Todorov y Geoffrey Symcox, a pesar de que los

    importantes avances de los estudios y las reflexiones sobre Rousseau en los aos recientes han permitidoacercarse a la idea del hombre salvaje desde nuevas perspectivas. En contraste, yo he llegado a la conclusinde que el hombre salvaje de Rousseau es europeo, tiene su origen en el mito del homo sylvestris, reproducesus estructuras y responde a un proceso de larga duracin que expresa las tensiones propias de la culturaoccidental. La aplicacin de la poderosa imagen del hombre salvaje a las sociedades exticas de Amrica yfrica es un fenmeno derivado, es un fruto de la larga evolucin del mito en Europa; a pesar de laespectacularidad de las descripciones de costumbres exticas hechas por viajeros, colonizadores y misioneros,el mito del hombre salvaje se preserv como una estructura conceptual europea que funcionaba ms paraexplicar (y criticar) las peculiaridades de la civilizacin moderna que para comprender a los otros pueblos, a lasculturas no occidentales.

    La bsqueda del salvaje maligno

    Los viajeros han rastreado insistentemente el mal fuera de las fronteras de su patria. Los europeos, a lo largodel siglo XIX, todava buscaban en todos los rincones del mundo los testimonios de seres malignos ubicados amedio camino entre el hombre y la bestia. Uno de los casos ms fascinantes fue el de los niam-niams, una tribude canbales negros que, segn los informes, eran unos extraos hombres dotados de cola que habitaban msall de las mticas fuentes del Nilo. Se trata de un ejemplo del homo caudatus, cuya presencia en la imagineraoccidental es antigua. Los antroplogos del siglo XX no estn tan lejos como quisieran de este tipo deconstrucciones imaginarias, especialmente cuando especulan sobre la existencia de una entidad nicadenominada sociedad primitiva o salvaje. Cuando, por ejemplo, Pierre Clastres afirma contundentemente

    que la violencia guerrera es inmanente a lo que llama el universo de los salvajes, en realidad contina yrenueva la vieja tradicin de los viajeros que descubrieron al homo caudatus entre los niam-niams de fricacentral. La diferencia es que Clastres descubre al homo necans entre los guaicur en Amrica del Sur: laesencia del salvaje, dice, es la violencia guerrera. Si leemos con cuidado sus generalizaciones no ser difcilcomprender que estamos, en gran medida, ante un curioso proceso de primitivizacin del hombre medieval; losgrupos de salvajes que describe habitan en unas comunidades del Medioevo europeo en las que hubiesendesaparecido las jerarquas, los poderes, las riquezas y la moral religiosa. Sin seores feudales ni iglesia, ques lo que queda? Comunidades esencialmente unificadas en las que domina la guerra contra los extraos, lapasin por la gloria y el ansia de prestigio (en realidad los grupos estudiados en la Amazonia y en el Chaco noson sociedades primitivas, sino remanentes marginales y colonizados de civilizaciones antiguas que sederrumbaron).

    Un filsofo francs, Gilles Lipovetsky, apoyado en estas especulaciones que recuerdan a Hobbes, nos exponean con ms nitidez esta primitivizacin de la Edad Media: concluye que todas las sociedades salvajes estn

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    reguladas esencialmente por dos cdigos, el del honor y el de la venganza. Tal vez deberamos tambinentender estas transposiciones como una neomedievalizacin del mundo primitivo y salvaje, una tendencia quepodemos observar asimismo en otros mbitos de la cultura, como por ejemplo en el cine y los cmics elejemplo ms evidente es la serie de cmics The Savage Sword of Conan the Barbarian. Me temo que en estosejemplos la antropologa europea corre el riesgo de encerrarse en su propia crcel hermenutica, como un

    Ulises que hubiese optado por taparse los odos con cera, como hicieron sus marineros, para slo escuchar lasvoces de su propia cultura.

    As, para comprender a los salvajes primitivos de la Amazonia o del Chaco sera mejor, adems de los paseosetnogrficos, una buena lectura de Hobbes. Lo ms gracioso es que en uno de estos paseos, al sur delOrinoco, el etnlogo francs Pierre Clastres fue tomado por una rara especie peluda de hombre y exhibido porlos matowateri ante toda la aldea, donde especialmente las mujeres le jalaron el vello y otras cosas paracomprobar que no era artificial.

    La imagen medieval del hombre salvaje ha sido usada tambin por salvajes americanos para referirse a otrosgrupos tnicos cercanos considerados peligrosos; los indios tzeltales de Bachajn en Chiapas, como da cuentaAntonio Garca de Len, representan durante el carnaval a otros indios supuestamente fieros y salvajes como

    lacandones, mediante el tpico disfraz del homo sylvestris medieval, trado a Amrica por los conquistadoresespaoles, cubrindose de una pelambre de hojas y pita deshilada y provistos de nudosos garrotes, atributosimaginarios que nada tienen que ver con los lacandones reales. Por otro lado, una deliciosa leyendavenezolana de la regin de Lara se refiere a un salvaje que se roba a las mujeres, las lleva al bosque, las subea los rboles y les lame las plantas de los pies hasta el punto de dejarles la piel tan sensible que ya no puedenhuir; un cuento popular se refiere a uno de estos salvajes que se llev a una dama a su rbol, le lami los pies ydespus tuvo un hijo con ella llamado Juan Salvajito, un ser de fuerza sobrenatural.

    La larga duracin de los mitos

    Otras expediciones han llevado a la imaginacin occidental a buscar las huellas del hombre salvaje en el lejanooriente, ese espacio mtico que contina siendo la tradicional fuente de muchos ensueos europeos. Por ello, elanuncio en 1971 del descubrimiento de un grupo primitivo que nunca haba tenido contacto con la civilizacin(los tasaday de la isla de Mindanao en Filipinas) caus una gran sensacin en todo el mundo; muy pronto laprensa convirti al supuesto grupo primitivo de la edad de piedra en objeto de la curiosidad pblica: los tasadayparecan ser unos gentiles salvajes que vivan en cuevas, usaban slo herramientas de piedra y aparecan enlas fotografas como unos personajes sonrientes, sanos, limpios y hermosos, casi totalmente desnudos,cubiertos apenas con sus delicados taparrabos de verdes y frescas hojas de orqudea. El hecho de que se tratede un grupo de seres primitivos inventados es una prueba ms de que las estructuras culturales de laimaginacin occidental siguen requiriendo la presencia de hombres salvajes; y es otra prueba ms de lasenormes dificultades de todo intento por escapar del crculo hermenutico. Igualmente sintomtico es el gran

    inters que despierta la bsqueda del abominable hombre de las nieves, el yeti de los Himalayas o el yeren delos bosques de Shennonjia en China. En 1990 la seccin cientfica del New York Times public la noticia de lasbsquedas de un hombre salvaje que podra ser descendiente de una especie extinta de homnidos, segn losmiembros de la Sociedad Internacional de Criptozoologa, fundada por el zologo francs Bernard Heuvelmans;se reproduca tambin un cartel difundido por las autoridades chinas con el dibujo del yeren, solicitandoinformacin sobre el buscado salvaje. En esa misma poca ocurri tambin que un antroplogoestadounidense, Frank E. Poirier, profesor de la Universidad Estatal de Ohio, que realizaba estudios y undocumental sobre el misterioso yeren en el noroeste de Hubei, mientras descansaba en la orilla de un rodespus de baarse, fue tomado por los aldeanos por un hombre salvaje. No es una seal de que labsqueda del hombre salvaje rinde sus mejores frutos si investigamos los territorios que se extienden del otrolado del espejo en el que nos contemplamos?

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    La perspectiva evolucionista

    El enigma de la larga continuidad del mito del hombre salv je no se disuelve fcilmente. El problema radica enque la estructura mitolgica del hombre salvaje es tambin, para la cultura moderna, el origen mismo de unacivilizacin que se revuelve contra su cuna primigenia. Por ello el salvaje ha sido convertido en un objetoprivilegiado del pensamiento y el arte modernos, y transformado en un concepto racional y cientfico quepretende captar y definir la otredad de las sociedades no civilizadas. El mismo pensamiento salvaje seala lapresencia de un universo mental regido por el mythos y opuesto al logos. El logos del etnlogo ha intentadoexplicar el mythos del salvaje, pero ha encontrado innumerables dificultades. Me parece que, ante losobstculos de un logos que no logra explicar cabalmente al mythos, es necesario realizar un viraje drstico, quepuede parecer aunque no lo esun retorno: intentar explicar el logos por el mythos.

    As, he querido buscar algunas claves de la identidad y la razn occidentales en su propia mitologa,reinterpretar la idea de un pensamiento salvaje (productor de mitos) no como una nocin racional, sino como unmito. De esta forma es posible re conocer la presencia de un profundo impulso mtico en el seno de la culturaoccidental: un antiguo horror y al propio tiempo una gran fascinacin por el salvajismo. Es preciso escapar, huirde la bestialidad natural del hombre salvaje, as como a la tentacin, la atraccin por el buen salvaje poseedor

    de tesoros y secretos invaluables.

    A mi juicio es necesaria una perspectiva evolucionista capaz de hacer una historia de los mitos (o, si seprefiere, una antropologa de las ideas), para comprender las largas secuencias de eventos sin dejar deapreciar la presencia de estructuras. El enfoque evolucionista intenta ir ms all de la narracin secuencial,pero no se limita a la revisin formal de las estructuras mitolgicas. Creo que es necesario, adems, enfocarnuestra atencin en ciertos momentos de transicin durante los cuales se operan mutaciones sintomticastanto en la composicin del mito como en su funcin, dentro de la textura cultural que la envuelve. Por estemotivo me parece revelador el ejemplo de Piero di Cosimo y sus pinturas mitolgicas. Qu determina lapeculiar composicin de elementos mticos que pinta Piero? Desde el punto de vista de la historia de las ideaspodramos afirmar con Panofsky que se trata de un eslabn, desarrollado a partir de Lucrecio, en la reflexinsobre la evolucin del hombre. Otra interpretacin podra ser la siguiente: una estructura mtica profundamenteenclavada en el espritu humano enva seales o mensajes que son traducidos por cada cultura e individuo (eneste caso, la visin renacentista de Piero di Cosimo) a formas concretas.

    La primera interpretacin no permite entender las razones por las que una determinada idea encarna en la obrade Piero; la segunda interpretacin asume la existencia de lo que podramos llamar un sistema de mensajes:los cuadros de Piero seran construcciones mticas cuyas peculiaridades obedeceran a la recepcin codificadade ciertas instrucciones provenientes de una estructura profunda (una especie de gramtica generativa) en laque habra cristalizado la oposicin naturaleza-cultura. Esta forma de analizar los mitos dificulta lainterpretacin evolucionista. Para comprender esta dificultad conviene dar un salto a la biologa: el cdigogentico de los organismos no contiene, como se sabe, las instrucciones para un cambio evolutivo; los cambiosy las variaciones no se encuentran programados en los mensajes genticos. Es la estabilidad de la especie la

    que est programada, no su evolucin. Me parece que la neurobiologa evolucionista se ha enfrentado a undilema similar; tal como lo formula Gerald M. Edelman, los mapas neuronales no se pueden explicar por laoperacin de cdigos genticos preestablecidos que enviaran supuestamente instrucciones sobre la manerade tejer las redes de sinapsis. Segn Edelman, debemos entender la red neuronal a partir de un sistema deseleccin, en el cual la conexin ocurre ex post facto a partir de un repertorio preexistente; es decir, lasconexiones no se tejen a partir de un instruct ivo (como en un telar o una computadora) sino a partir de unrepertorio previo sobre el que opera un proceso de seleccin de las conexiones ms funcionales. Lacomparacin entre los fenmenos biolgicos y los culturales es estimulante e ilustrativa, pero no puede llevarsedemasiado lejos. Lo que he querido sealar es el problema terico al que se enfrenta la interpretacinevolucionista: la necesidad de eliminar la contraposicin cultura-naturaleza y abandonar la esperanza deencontrar un lenguaje natural universal.

    Mi esperanza es que, en la medida en que se comprenda la naturaleza mtica del salvaje europeo, puedaenfrentar la historia del tercer milenio, una historia cuyas desgracias previsibles e imprevisibles tal vez puedan

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    ser atenuadas o incluso evitadas si el Occidente aprende por fin que hubiera podido no existir, sin que por ellolos hombres sufrieran ms de lo que sufren hoy por haber perdido tantos caminos que quedaron abandonadostan slo para que, si acaso, la voz melanclica de algunos poetas o la curiosidad de raros eruditos los evoque.La Europa salvaje nos ensea que hubiramos podido ser otros

    NOTA

    Este texto est basado en pasajes que forman parte de textos mucho ms amplios, principalmente de mis librossobre el mito europeo de los hombres salvajes, en donde he realizado una interpretacin evolucionista,contrapuesta a la explicacin estructuralista dominante. Hilados a manera de reflexiones un tantofragmentadas, me parece sin embargo que pueden ser tiles como una invitacin a reflexionar sobre losposibles usos en las ciencias humanas de los paradigmas darwinianos que han resultado del granresurgimiento del evolucionismo gracias a los aportes de autores como Stephen Jay Gould, Niles Eldredge yGerald M. Edelman.

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