El movimiento anarquista en los años del colera. Daniel Barret

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  • 8/2/2019 El movimiento anarquista en los aos del colera. Daniel Barret

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    TIERRAYTEMPESTAD

    ELMOVIMIENTOANARQUISTAURUGUAYO

    ENLOSTIEMPOSDELCLERA

    En recuerdo de Carlos Alfredo Garca

    Moreira, Elbia Leite, Ildefonso Santamarta (el

    Gallego Alfonso), Luis Alberto Prim (el Negro

    Pocho), Boris Rodrguez, Daymn Miralles, Luis

    Gimnez (el Ferrujo), Freddy Moyano, EduardoDaz (el Cabeza), Fernando Cousillas, Ins Pato y

    tantsimos otros que a lo largo de los aos de los que

    aqu se hablar animaron diferentes propuestas y

    prcticas anarquistas que hoy parece se las hubiera

    devorado el olvido.

    El ao 2008 parece especialmente propicio paralas conmemoraciones de esos aniversarios "redondos" quese expresan en dcadas o en lustros. ste ser pues elalmanaque en que encontraremos interesados en celebrarlas cosas ms diversas y habr para todos los gustos; desdelos excesivos y desgastados 160 aos del ManifiestoComunista hasta los ms exiguos y modestos 35 de lahuelga general contra el golpe de Estado en Uruguay,pasando por los 90 del movimiento estudiantil deCrdoba, los 80 del asalto al Cambio Messina y los 40 del"mayo francs". O, ya en el terreno de los anti-festejos ylos episodios histricos ms turbios, los 70 de la "noche delos cristales rotos" -aquel incalificable atropello genocidaperpetrado por los nazis en una noche de noviembre de1938- y los 75, sin pena ni gloria, de la dictadura deGabriel Terra que ni siquiera su desvencijado PartidoColorado osa rememorar. De nuestra parte, slo cabe sermomentneamente moderados y concentrarnos en lo quems directa y prximamente nos atae: la huelga generalcontra el golpe de Estado en Uruguay y su frustrado des-enlace. Pero tampoco se tratar de engrosar el amplio yexagerado volumen de mitografas circulantes ni de pro-nunciar el ensimo canto pico al respecto sino fundamen-talmente de entender el porqu; lo que hubo antes y lo quepas despus; las movilizaciones sociales y polticas que

    preceden a la huelga general y la dictadura militar que lasucedi. Se tratar de descifrar algunas claves del procesovivido en aquellos aos y de hacerlo desde la perspectivadel pensamiento y las prcticas anarquistas. Y tambin,puesto que la historia no puede reducirse a un objeto deveneracin y culto sino que habr que concebirla ape-

    nas como un manantial de enseanzas a recoger y ate-

    sorar, se tratar de hacerlo desde una mirada crtica cuyasviejas cuentas pendientes se extinguieron y ya no podrnser cobradas a sus antiguos deudores. En definitiva, lo

    impago interesa poco y nada, puesto que la mirada crticase vitaliza hacia su futuro y no hacia su pasado y las revo-

    luciones que ms importan no son las que pudieron fecun-darse ayer sino las que habrn de gestarse a partir de hoy.

    1.- El contexto latinoamericano: 1968-1973

    Los aos 60 en el Uruguay fueron el escenario de

    un triple movimiento ascendente:1 en primer lugar, la for-macin de una compleja y diversificada arquitectura orga-nizativa que permiti darle un lugar a vastos sectoressociales anteriormente desconectados de ciertas expresio-nes reivindicativas; en segundo trmino, una persistenteagitacin que renovaba peridicamente y sin solucin decontinuidad sus ejes movilizativos; y, por ltimo, una ace-leracin de los ritmos polticos del campo popular que

    se encarg de actualizar, acentuar y extender el clima

    de confrontacin inmediata e intuir una resolucin

    favorable del mismo. Todo ello se pondra exuberante-mente de manifiesto en el agitado lustro que va de 1968 a1973. El contexto internacional, por otra parte, aportabaejemplos que en su momento abonaron abundantementelas matrices de elaboracin poltica predominantes y lasconvicciones correspondientes. En Amrica Latina, elacontecimiento clave en tal sentido fue sin duda alguna larevolucin cubana triunfante en 1959, entendida en aquelentonces -equivocadamente, a nuestra manera de ver-como el anticipo y tambin el eptome de toda una etapahistrica signada por los procesos de "liberacin nacio-nal"; una etapa cuyos comienzos o motivaciones inicialeshabran de ser "anti-oligrquicos" y "anti-imperialistas"pero que rpidamente habra de configurarse como untrnsito hacia el "socialismo" a partir de la hegemona desus sectores ms avanzados o de la clase obrera como tal.Poco importaba que se tratara de una trasposicin mecni-

    ca y poco creativa a esta regin del mundo de procesosintransferibles como el argelino o el vietnamita: despusde todo, tales convicciones haban sido ya postuladas porla direccin cubana y, antes an, tambin por el XXCongreso del Partido Comunista de la Unin Soviticacelebrado en 1956, lo cual permita alinear detrs de lasmismas tanto a las diversas formaciones guerrilleras queproliferaron en el continente durante los aos 60 como alas organizaciones que respondan con grados variables delealtad a la patria de Lenin y de Stalin.

    Durante aquellos aos 60 y 70 la confianza en unfuturo revolucionario ms o menos prximo era desbor-dante. Nadie pensaba, por cierto, que la evolucin fuerarepentina e indolora pero tampoco haba demasiadas dudasen las filas de la izquierda de que -segn la poco felizexpresin de poca- las "condiciones objetivas" estabandadas. La incgnita a resolver y por tanto el eje de los prin-cipales debates no era otra cosa que la estrategia de forma-cin de las "condiciones subjetivas" de la revolucin.Tanto los focos guerrilleros segn la impronta castro-gue-varista como los frentes electorales de signo reformista oincluso las intempestivas apariciones populistas en trajemilitar eran interpretadas como captulos de avance cohe-rentes con el inexorable final del libro de la historia. Deacuerdo a los cnones marxista-leninistas ampliamenteprevalentes en ese entonces, las relaciones de produccin

    propias del capitalismo dependiente se haban constitudolargamente en un obstculo al desarrollo de las fuerzas

    productivas y sa y no otra era la condicin necesaria parainaugurar un tiempo revolucionario: slo quedaba porresolver, etapa por etapa, el intrngulis de la acumulacinsocio-poltica contra el "enemigo principal". El acceso algobierno de fuerzas real o declarativamente anti-imperia-listas en el Chile de Allende, el Per de Velazco Alvarado,la Bolivia de Torres, el Ecuador de Rodrguez Lara, elPanam de Torrijos o la Argentina de Cmpora, funciona-ban como la satisfactoria confirmacin de esas optimistasconvicciones.

    Se trat de un tiempo histrico en el que parecanverificarse teoras evolucionistas segn las cuales los cam-bios revolucionarios no son el resultado y el crisol de deci-siones individuales y colectivas profundamente enraizadasen los deseos y en la voluntad de la gente real y concretay de las organizaciones que se hacen y deshacen en sudevenir combatiente sino el producto mecnico y la des-

    embocadura de una sucesin de "modos de produccin"que por s solos generan las condiciones o las excusas deuna sociedad que supera sus propias contradicciones enuna suerte de epifana "socialista". En ese marco terico alque ya no es posible ni deseable recurrir, lo real era inter-pretado como una consecuencia indefectible de la "necesi-dad" y como una etapa insalvable de una larga travesa his-trica. Por cierto que la propia historia precedente era losuficientemente ilustrativa para la negacin puntual dedichas convicciones, pero su caprichosa reinterpretacinen versin sovitica era en aquellos aos lo suficientemen-te "prestigiosa" y avasallante como para que se creyera enella a pies juntillas; una celebracin del dogma de la cual,afortunadamente, los anarquistas no formbamos partepero que, no obstante, limitaba nuestros despliegues. Todoeso ha cambiado profunda y radicalmente luego de la

    debacle del "socialismo realmente existente" y slo unainvencible tozudez puede mantenerlo en alto, pero unaadecuada descripcin de poca como la que aqu se inten-tar no puede menos que dejarlo formulado a punto de par-tida en tanto componente sustancial de las concepcionespredominantes en los aos que ahora nos ocuparn.

    2.- A la guerra con pocas armas

    El movimiento anarquista uruguayo llega a eseperodo de 1968 a 1973 con la casa en desorden. Desde ladecepcin provocada por la derrota de la revolucin espa-ola, el movimiento anarquista se sumi a nivel interna-cional en un prolongado reflujo. Carente de un paradig-ma revolucionario remozado que sustituyera al viejo

    anarcosindicalismo, confinado en sus pequeas organiza-ciones especficas y limitado muchas veces a meras tareas

    de propaganda, enfrenta la segunda post-guerra con ladedicacin generosa de siempre pero una reducida inci-dencia social y escasas posibilidades de imprimirle suspautas a las luchas que se libraban aqu, all y acull.Como contrapartida, la emergencia del bloque sovitico ylos procesos de descolonizacin en frica y Asia le con-fieren a las opciones jacobinas y estatistas de cambio,tanto en su vertiente marxista-leninista como en la nacio-nalista y populista, un inusitado vigor; situaciones que

    1 Hablar de los aos 60 no implica desconocer que, en gran medida, las semillas que luego habran de ger-minar fueron en realidad sembradas en los aos 50: la organizacin de los trabajadores rurales emprendida

    por Ral Sendic que luego dara lugar a la formacin del Movimiento de Liberacin Nacional (MLN), el lide-razgo de Rodney Arismendi y su equipo en el Partido Comunista (PC), las primeras fracturas dentro de los

    partidos Colorado y Nacional, la aprobacin de la ley orgnica universitaria y hasta la formacin de laFederacin Anarquista Uruguaya (FAU) son hechos histricos propios de aquella dcada. Tambin existe

    consenso en cuanto a que la crisis econmica que actu como teln de fondo se sustancia a mediados delos aos 50 y es perfectamente demostrable que las figuras ms relevantes del perodo que comienzaen 1968 se formaron o se consolidaron en las luchas sociales y polticas de la dcada anterior sinceder demasiados protagonismos a los elementos ms jvenes. Enfatizar en esto responde a la nece-sidad de explicar, a nuestros actuales efectos, los motivos por los cuales no llegaron a adquirir una excesi-va autonoma de vuelo las expresiones orgnicas generacionales propias del ascenso movilizativo de finesde los aos 60.

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    limitan todava ms el atractivo inmediato de una concep-cin que, en su inequvoca especificidad, slo poda man-tener una sobresaltada relacin con dichos cursos de trans-formacin social. En el Uruguay, con las singularidadesdel caso, la realidad del movimiento anarquista respondaigualmente a las caractersticas sealadas.

    El impacto producido por la revolucin cubanainaugura un ciclo de discusiones cismticas en laFederacin Anarquista Uruguaya. La compleja y variadadiscusin que se da a propsito del punto y su derivacinhacia temas en torno a los cuales giraron importantes dife-

    rencias de concepcin delataron una crisis terica, ideol-gica, poltica, metodolgica y organizativa que parecaimpensable en el momento de la fundacin, en octubre de1956. La ausencia de un robusto paradigma revolucionariocompartido que permitiera incorporar y resolver las nove-dades y exigencias de los tiempos que se abran a comien-zos de los aos 60 se puso en evidencia con profundidad yamplitud inocultables.

    Del cisma consumado en 1963 resultaran dosfracciones poco menos que irreconciliables y lo que cadauna gan en armona y coherencia inmediatas lo perdi

    a la postre en trminos de riqueza, diversidad y pers-

    pectiva de largo aliento: una de ellas se agrup duranteun lapso muy breve como Alianza Libertaria Uruguaya yno supo encontrar la amalgama que permitiera trascenderlas prcticas particulares de sus agrupaciones y militantes

    independientes mientras que la otra, manteniendo sinvariaciones la denominacin de F.A.U., logra compactarsey desarrollar lineamientos que le permitirn un protagonis-mo mucho ms pronunciado a nivel general en el perodosubsiguiente. No obstante, sin perjuicio de ese protagonis-mo -y del tesn y de la entrega puestos de manifiesto en lademanda- la fraccin que continuara llamndose F.A.U.inaugura un proceso de bsquedas de final abierto que lallevara a una prdida gradual de identidad anarquista en elsentido fuerte e intransigente del trmino. Es as que sepasa, no demasiado tiempo despus, del original nombreF.A.U. -como sigla y con los puntos correspondientes- a la"FAU sin puntitos"; es decir, una organizacin que ya nose consideraba como federacin ni como anarquista, sinperjuicio de que sta fuera la definicin personal del grue-

    so de su militancia.2

    La "FAU sin puntitos" que es ilegalizada endiciembre de 1967 albergaba todava expectativas respec-to al derrotero del proceso cubano que el tiempo se encar-gara de refutar contundentemente; se mostraba dispuestaa reconsiderar las posiciones clsicas respecto al poder;abandonaba su inicial configuracin federal en aras de unaforma organizativa de mayores disciplina y centralizacinque se supona ms apta para el desarrollo de un "aparatoarmado" y la resolucin de las implicancias consiguientes;evidenciaba inclinaciones aliancistas hacia los sectoresque entonces componan la "izquierda revolucionaria"; y,por ltimo, se propona transitar el arduo camino de elabo-racin de una sntesis terico-poltica con el marxismo que-tal cual se poda conjeturar desde un principio y sin mar-gen de error- tarde o temprano la llevara a un callejn sin

    salida.3

    3.- El 68 uruguayo

    Desde su propia y casual asuncin presidencial,en diciembre de 1967, Jorge Pacheco Areco mostr susorientaciones represivas mediante la ilegalizacin de 6agrupaciones de la izquierda radical; una de las cuales fue,precisamente y tal como se acaba de decir, la FAU. Desde

    1968 en adelante, la aplicacin de las llamadas "medidasprontas de seguridad" fue un lugar comn en las polticasdel gobierno, incluso aunque el decorativo parlamento las

    levantara en ms de una ocasin.4 Las "medidas prontas"permitieron una y otra vez, entre otras "bellezas" de simi-lar tenor, el encarcelamiento arbitrario de militantes sindi-cales, barriales y estudiantiles as como ofrecieron elmarco normativo para la aplicacin de un rgimen militarde trabajo a ciertos sectores del funcionariado pblico. sefue, sin duda, uno de los vectores de la radicalizacinsocial y poltica que comienza en 1968; una radicalizacincuyo sustrato movilizativo sindical se situ a nivel de lasdemandas salariales acumuladas como consecuencia delos registros inflacionarios desusadamente altos de 1967.Esas demandas no hicieron sino incrementarse a partir dela adopcin de polticas de ajuste recomendadas por elFondo Monetario Internacional y basadas en la contencindel consumo a travs de la congelacin de los salarios.Para colmo, el elenco de gobierno mostraba un rostro des-enfadadamente burgus que contrariaba las tradiciones demediacin y "neutralidad" del Estado uruguayo: el masca-rn de proa era entonces un sector de las clases dominan-tes hacindose cargo de sus asuntos con muchos palos yninguna zanahoria.

    Ya la concentracin del 1 de mayo sirvi comoaugurio de lo que iba a ocurrir en los meses siguientes conlos duros enfrentamientos habidos entre las fuerzas poli-

    ciales y los sectores ms aguerridos que participaban en elacto convocado por la Convencin Nacional deTrabajadores (CNT); acto que cont con la presencia delos caeros de Artigas, llegados pocos das antes luego deuna marcha de cientos de kilmetros hasta Montevideo.De inmediato se inicia la agitacin en liceos y facultadescontra el aumento del boleto estudiantil y el movimientorespectivo pasa a adquirir una gravitacin cada vez mayoren el conjunto de organizaciones populares. El mes dejunio es el escenario de dos decisiones gubernamentales yainsinuadas y que no hacen ms que acentuar el nimomovilizativo: el da 13 se implantan las Medidas Prontasde Seguridad y apenas 15 das despus se decreta la con-gelacin de precios y salarios. En este ltimo da se inau-gura tambin el desdichado ciclo de militarizaciones conlos funcionarios del Consejo Nacional de Subsistenciasque inmediatamente ser continuado por la propia de lostrabajadores de las Usinas y Telfonos del Estado (UTE;hoy Usinas y Transmisiones Elctricas), las ObrasSanitarias del Estado (OSE) y las Telecomunicaciones.

    Es en ese contexto que la todava incipiente gue-rrilla urbana representada por el MLN sube la apuesta desu accionar y secuestra al presidente de UTE -una de lasfiguras ms impopulares del gobierno- el da 7 de agosto.Prcticamente de inmediato, las fuerzas represivas ingre-san en plan de allanamiento a locales universitarios, enclara violacin de su autonoma. Las movilizaciones deri-van sistemticamente en enfrentamientos violentos y loscuerpos del Estado cobran sus primeras vctimas en filasestudiantiles: el 14 de agosto cae Lber Arce y el 20 desetiembre lo hacen Hugo de los Santos y Susana Pintos. Lasiesta provinciana caracterstica del Uruguay "liberal ybatllista" recibe un cimbronazo estrepitoso y la conciencia

    se remueve en sus races ms profundas: para muchos sehaba vuelto indiscutible que se trataba de la clarinadaaugural de un proceso revolucionario. La otrora llamada"Suiza de Amrica" fusionaba as sus destinos con los delresto de los pases latinoamericanos.

    4.- La lucha contina

    Los aos sucesivos son una continuacin deaquello que 1968 permiti escenificar, pero ahora dentrode marcos organizativos ms rgidos y sin la creatividadespontnea aportada por aquellas luchas callejeras; unacreatividad facilitada por la rpida y comprometida incor-poracin de miles de nuevos militantes que desbordaronlas estructuras ms institucionalizadas del campo popular.Desde 1969 en adelante, las organizaciones de izquierda seabocaron a preservar los espacios sociales sobre los cuales

    ejercan algn tipo de influencia y los encuentros facilita-dos por las dinmicas de accin se diluyeron y se empo-brecieron en las mucho ms engorrosas negociacionescupulares, previamente mediatizadas por los intereses"partidarios". Pero el enfrentamiento s se profundizara endistintos planos, adoptando frmulas relativamente senci-llas, reductoras y quizs maniqueas que permitieran expre-sar en trazos muy gruesos todas las complejidades yvariantes del conflicto social. El problema era -segn laconcepcin ms extendida- entre la oligarqua aliada alimperialismo y el pueblo. No haba ms que optar por unoso por otros y quien lo hiciera por el campo popular habrade confluir inevitablemente en las ofertas "frentistas" y de"liberacin nacional" que comenzaban a despuntar y aadquirir la fuerza acorde con el auge movilizativo.

    En 1969 continan las huelgas de larga duracin

    en sectores estratgicos de la economa (frigorficos, ban-carios, UTE, etc.), los estudiantes mantienen sus moviliza-ciones por autonoma y aumentos presupuestales y la gue-rrilla del MLN incrementa la frecuencia y espectaculari-dad de sus acciones llegando, en lo que sera su operativoms resonante, a la toma de la ciudad de Pando el da 8 deoctubre. Con esto ltimo, segn algunos observadores, sehabra abandonado el carcter folklrico y simptico de lasacciones anteriores para dar paso a los enfrentamientosrealmente cruentos. En 1970, el MLN realiza variossecuestros y en uno de ellos es ajusticiado el funcionarionorteamericano asesor en "interrogatorios" Dan AnthonyMitrione as como antes lo fuera el comisario policialHctor Morn Charquero. El parlamento vota en el mes deagosto la suspensin de las garantas constitucionales parafacilitar atropellos represivos de la ms diversa ndole. Eneste ao son intervenidas las dos ramas de la enseanza

    media y ello concentra la atencin del movimiento estu-diantil.

    Pero 1971 ser un ao parcialmente distinto pues-to que, tratndose de un ao electoral, el gobierno no podadejar de ofrecer su cara ms "bonita": son nuevamentelegalizadas las organizaciones que haban sido proscritas

    en diciembre de 19675, cesa la intervencin en los organis-mos de enseanza media y se produce un aumento relati-vamente significativo del salario real. De cara a las elec-ciones, se forma el Frente Amplio; la ms amplia con-fluencia entonces posible de fuerzas "anti-oligrquicas" y"anti-imperialistas", compuesta por los sectores de laizquierda tradicional, la democracia cristiana y fracciones"progresistas" procedentes de los partidos Blanco yColorado. No obstante, y sin perjuicio de su respaldo alFrente Amplio, el MLN contina con acciones de enverga-

    dura, nuevos secuestros y dos grandes fugas desde laCrcel de Mujeres y el Penal de Punta Carretas. En su ros-tro ms srdido, 1971 nos trae tambin las primeras accio-nes de los escuadrones para-policiales, las muertes deotros dos militantes estudiantiles -Heber Nieto y JulioSpsito- y la incorporacin formal de las fuerzas armadasa la "lucha anti-subversiva"; hecho ste que a la postre serdecisivo y fundamental.

    2Existen versiones documentales coincidentes alrededor de este asunto de la supresin de los puntitos yde su significacin por parte de dos de los protagonistas ms relevantes de dicha organizacin: Juan CarlosMechoso y Hugo Cores; incluso aunque ambos siguieran luego caminos divergentes. Vid., de Mara EugeniaJung y Universindo Rodrguez, Juan Carlos Mechoso anarquista, pg. 64; Ediciones Trilce, Montevideo,2006 y tambin, de Hugo Cores, Memorias de la resistencia, pg. 112; Ediciones de la Banda Oriental,Montevideo, 2002. Cabe sealar tambin -aunque importe muchsimo menos- que dichas versiones tambincoinciden con los recuerdos de este articulista.

    3Puede decirse, en un sentido restringido, que la presentacin de la revista Rojo y Negro contiene un cier-

    to resumen de este programa de trabajo; vid. su N 1, pgs. 3 a 6, Montevideo, mayo de 1968; precisamen-te en los albores del perodo que ahora nos ocupa.

    4 En realidad, las medidas prontas de seguridad ya haban sido adoptadas en 1967, el primer ao degobierno colorado, pero entonces se aplicaron slo durante 12 das.

    5Por supuesto que tal medida abarc tambin a la FAU. Sin embargo, en este caso la legalizacin era absur-da puesto que la FAU no tena inters alguno en participar del proceso electoral y mantuvo imperturbable-mente el accionar clandestino que ya haba sido asumido como permanente.

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    La escalada represiva no har ms que agudizar-se en 1972 -ya con Juan Mara Bordaberry en la presiden-cia, como consecuencia de las elecciones de noviembredel ao anterior- sobre todo a partir de la decisin delMLN de incrementar sus acciones de enfrentamiento a loscuerpos armados del Estado que obrarn como excusa dela inmediata ofensiva militar. En el plano de los instru-mentos jurdicos se pasa de la suspensin de las garantasconstitucionales a la declaracin del "estado de guerrainterno" y de ste a la Ley de Seguridad del Estado.Equipadas con tales instrumentos y en un rgimen genera-

    lizado de torturas, las fuerzas armadas diezmarn en pocosmeses la estructura del MLN y continuarn con sus apres-tos propiamente "polticos" para hacerse cargo finalmentede la titularidad del gobierno. Los cuerpos represivos delEstado, una vez concluda exitosamente su "lucha anti-subversiva", avanzarn sus piezas ya no slo sobre los res-coldos de las organizaciones guerrilleras sino sobre todoaquello que les representara alguna clase de obstculo.

    5.- La presencia anarquista

    En ese marco de convulsiones sociales y polti-cas, los anarquistas uruguayos salieron a dar su propiabatalla; incluso a pesar de sus debilidades, de sus dudas yde sus bsquedas sin resolver. Y as lo hicieron tanto aque-llos que continuaron agrupados en la FAU como tambin

    quienes definieron para s un camino distinto desde 1963.La FAU continu centrando su accionar en tornoa su presencia en el movimiento sindical pero tambin semostr resueltamente decidida a constituir un "centro pol-tico" desde el cual establecer un rol de direccin sobre dis-tintos frentes de actividad. En el plano sindical, desde1968 en adelante, da vida a la Resistencia Obrero-Estudiantil (ROE), pensada para oficiar como receptculoprobable de lo que en el marco de la CNT se conoci comoTendencia Combativa; es decir, una amplia confluencia deagrupaciones orientadas por organizaciones de la izquier-da radical que pudiera funcionar como alternativa a lasorientaciones predominantes en la central obrera ejercidasfundamentalmente por el PC. Al mismo tiempo, va cre-ciendo en su seno la presencia estudiantil, la que pasa avolcarse preferentemente alrededor de las tareas de apoyoa los conflictos sindicales. En trminos de la concepcin

    organizativa global, los militantes de la FAU que actuabana travs de la ROE se constituyen en su "pata" de actua-

    cin pblica o semi-pblica6 mientras que paralelamentese destina tambin un sector de sus activistas a la confor-macin de un "aparato armado" que constituira su "pata"estrictamente clandestina. Sobre la base de esta conforma-cin, la FAU tiene un desarrollo numricamente importan-te entre los aos 68 y 72 consiguiendo activar buena partede sus lineamientos iniciales. La forma en la cual se pro-cesan los conflictos sindicales que quedan bajo el rea deinfluencia de sus militantes va visibilizando, aunque siem-pre en condicin de minora, una metodologa efectiva-mente alternativa a la conduccin mayoritaria de la CNT yen el seno de dichos conflictos se combinan acciones deboicot, de sabotaje y de apoyo externo realizado desde lamilitancia clandestina. Su "aparato armado" -que desde

    1971 adopta el nombre de Organizacin PopularRevolucionaria 33- acompaa ese desarrollo incrementan-do su capacidad operativa y pasa desde las acciones definanciacin y pertrechamiento hasta la mayor compleji-

    dad de los secuestros7.

    En contrapartida, la FAU de aquel entonces da la sen-

    sacin de funcionar relativamente bien en una sucesin

    de momentos tcticos, pero en su proceso de bsquedas

    tericas va perdiendo imperceptiblemente parte de su

    lejana identidad original. El marxismo es ya utilizado adiestra y siniestra en sus anlisis, se transforma en el con-tenido sustantivo de sus cursos de formacin a travs detextos de Louis Althusser, Nicos Poulantzas y MartaHarnecker -fundamentalmente en la "pata" de actuacinpblica o semi-pblica- y es se el reconocimiento terico

    de fondo de un sector cada vez mayor de su militancia8.Por su parte, aquellos anarquistas que haban

    quedado al margen de la FAU tambin hacen de las suyas.Tanto la gente de Bellas Artes como el Grupo Libertario deMedicina tienen destacada actuacin en la agitacin calle-jera del ao 1968 en el marco del accionar de laFederacin de Estudiantes Universitarios del Uruguay(FEUU); no obstante lo cual, en el caso de los compaerosde Medicina, rpidamente se opta por un formato conspi-rativo que extraamente acerca a muchos de sus militantesal MLN y ello repercute en los desafortunados trminos deuna notoria prdida de influencia gremial. La Comunidaddel Sur, por su parte, da lugar directa o indirectamente aexperiencias perdurables sobre las cuales luego se perdertodo tipo de incidencia: el Movimiento Nacional de Luchapor la Tierra, la Federacin de Cooperativas de Producciny la Federacin Uruguaya de Cooperativas de Vivienda

    por Ayuda Mutua (FUCVAM). Un grupo de compaerosde la Comunidad del Sur da vida tambin, junto con algu-nas individualidades y desde 1968 en adelante, a laEditorial Accin Directa; editorial que a la postre ser unade las pocas expresiones que difundir durante el perodomateriales expresamente de signo anarquista. En esteespacio libertario disperso tambin estuvieron la presenciay las ganas, pero la ausencia de un paradigma revoluciona-rio compartido y estrictamente anarquista dejaba sentir susprolongados y profundos efectos.

    6.- Una visin alternativa

    Mientras tanto, ya desde fines de los aos 60 yprincipios de los 70, comienzan a manifestarse corrientesjuveniles ms o menos vagamente inspiradas en el "mayofrancs". En un principio se trata de un espacio hbrido enel que se combinan un poco forzadamente tres lneas deinfluencia: la emergencia de los movimientos juveniles delos aos 60, las guerrillas latinoamericanas y la experien-cia revolucionaria del anarcosindicalismo espaol. Lasconcepciones que por ese entonces elaboraba AbrahamGuilln se constituirn en una referenciaterica que buscaba amalgamar tales lne-as de fuerza y durante un breve lapso de1969 una agrupacin retoma la tradicio-nal denominacin de JuventudesLibertarias e intentar trabajar aproxima-damente en base a dichas preocupacio-nes. Esta experiencia se reeditar en 1971nuevamente como JuventudesLibertarias, pero ya con mayor desarrolloideolgico-poltico y con ms amplia

    pero siempre reducida repercusin. Paraese entonces haba madurado la idea deque no era posible incorporarse libertaria-mente a los procesos de cambio en cursosin contar con el respaldo de algunaforma de organizacin especficamente

    anarquista y un trabajo ideolgico consecuente en tal sen-tido; todo ello unido a la conviccin de que la FAU -embarcada en su intento de construir una sntesis con elmarxismo- haba renunciado a dicha aspiracin. Desde unprimer momento se llega a la conclusin de que esa inten-cin de "sntesis" slo poda perdurar en el tiempo sobre labase de indefiniciones que tarde o temprano habra queabordar en un sentido o en otro.

    Esa conviccin sita este campo en un lugar dis-tinto al de las dos fracciones que haban resultado de ladivisin de la FAU de 1963; extendiendo su visin crtica

    en ambas direcciones. Por un lado, se estimaba importan-te haber mantenido inalterados los elementos bsicos delpensamiento anarquista y eso aproximaba este espacio alos que haban sido los componentes de la ALU; pero, porotra parte, tambin se consideraba rescatable el arraigo enlas organizaciones populares y la necesidad de activar unproceso de renovacin terico-ideolgica que luca comoimpostergable, lo cual de hecho radicaba algunas expecta-

    tivas tambin en la FAU9. Eso explica el hecho de que eneste territorio de ideas se explayaran elementos que perte-necan a la ROE tanto como a la faceta "especificista" delintento; es decir, a las Juventudes Libertarias mismas. Elloera favorecido por la conclusin bsica de que la "sntesis"con el marxismo era en realidad una quimera de corta viday que tarde o temprano habra de producirse un reordena-miento organizativo que disipara todas las dudas que se

    encontraban momentneamente en suspenso. En ciertomodo aqu se planteaba una cierta esperanza ingenua e"iluminista" respecto al predominio de la razn abstracta ya que ello reunira a todos los anarquistas bajo las mismasbanderas luego de que el proceso en curso produjera por smismo las tres o cuatro formulaciones bsicas de un para-digma libertario remozado.

    La idea era extraordinariamente optimista en elcorto plazo y slo el correr de los aos permitira demos-trar que se trataba de una intuicin correcta. Sin embargo,lo cierto es que las caractersticas generacionales impidie-ron que dicha corriente pudiera adquirir una mnima gra-vitacin inmediata ms all de la que se expres en formarelativa y acotada durante esos aos en algunos liceos,escuelas tcnicas y facultades. La radicalizacin entoncesen ascenso no ofreca demasiado margen para el surgi-miento de planteos y agrupamientos apoyados prevalente-mente en elementos de novedad: el campo de oposicionesya estaba trazado, slo admita la formacin de alianzassobre la base de lo ya existente y los grandes orientadoresde la movilizacin eran, como ya se ha dicho, aquellos

    6Si bien la ROE estuvo pensada como un espacio de tendencia y de encuentro entre agrupaciones de laizquierda revolucionaria, la ya sealada rigidizacin de posiciones que se da desde 1969 en adelante, estre-cha el espectro de pertenencias y lo reduce virtualmente a la FAU; particularmente desde la fundacin delFrente Amplio en 1971.

    7Obviamente, en un trabajo de las caractersticas del actual no es posible realizar otra cosa que un apre-surado y pobre resumen. Para un repaso pormenorizado del perodo, sin embargo, est a disposicin el tra-bajo de Juan Carlos Mechoso, al cual se recomienda recurrir; vid., Accin Directa Anarquista. Una historiade FAU, especialmente su Tomo I; Editorial Recortes, Montevideo, 2002.

    8

    Vid. lo afirmado por Hugo Cores, op. cit., pg. 112 y passim. En relacin con este tema altamente contro-

    versial, cabe decir que el texto de Mechoso minimiza el fenmeno y seguramente ello es atribuible a que suubicacin netamente clandestina en la organizacin impeda percibir en su cabal dimensin los alcances delmismo y los correspondientes riesgos terico-ideolgicos. De nuestra parte, aunque poco importe a todoslos efectos, es de sealar que, si bien las diferencias con Hugo Cores son absolutamente insalvables entanto fue el principal exponente de la conversin marxista y quien trabaj sistemticamente y en forma fran-ca en esa direccin, entendemos que su tratamiento de este tema refleja ms fielmente lo que en realidadocurra entre la militancia de la FAU considerada como un todo.9 No obstante, esta ltima coincidencia con la FAU debe entenderse en un plano exclusivamente formal,

    puesto que, como ya se ha visto, el programa de trabajo de las Juventudes Libertarias en torno a la necesi-dad de renovacin terico-ideolgica esquivaba resueltamente la idea de la sntesis; entendindose, antesbien, como una actualizacin a partir de una reafirmacin de los postulados libertarios clsicos.

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    militantes formados o consolidados durante los aos 5010.Las Juventudes Libertarias estaban integradas por los"hijos" de esa generacin, no encontraron el lugar apropia-do en la mesa "familiar" y la infaltable tentacin conspira-tiva de algunos de sus miembros los oblig a disolverse sinpena ni gloria. En compensacin, sus convicciones bsicasseran confirmadas por los acontecimientos posteriores;algo que slo pudo ser visualizado mucho despus.

    7.- Golpe de Estado y huelga general

    En febrero de 1973, las fuerzas armadas tenancompletamente bajo control todo lo que hubiera podidorepresentar una "amenaza" guerrillera. Las crceles pre-sentaban ya una situacin de superpoblacin y los jironesde accionar armado que pudieron mantenerse a salvo sereplegaban con miras de reorganizacin hacia los pasesvecinos; especialmente Chile y Argentina. Pero el aluvinmilitar estara muy lejos de detenerse luego de haber dadocumplimiento a la misin especfica que la conduccin delEstado les haba encomendado: ahora, su lgica de actua-cin en el marco de la "doctrina de la seguridad nacional",las impulsaba a desembarazarse de todo aquello quepudiera significar una continuacin de la "agresin" y,segn esa concepcin predominante, todo poblador delpas poda transformarse en un instrumento del enemigo yser concebido como un agente potencial o consumado de

    Mosc y de La Habana11. Es en ese mes de febrero que seproduce el primer ensayo golpista y las fuerzas armadasemiten dos pronunciamientos de contenido "nacionalista"y "desarrollista" -popularmente conocidos como "comuni-cados 4 y 7"- que sembrarn un inslito desconcierto.

    Segn las concepciones terico-polticas sosteni-das por el PC -y desde las cuales se haba ejercido unasevera "colonizacin" de casi toda la izquierda uruguaya-las fuerzas armadas ocupaban un lugar neutral en la estruc-tura productiva y por esa razn podan manejarse en rgi-men de "opcin libre" alrededor de su ajada contradiccinprincipal entre la "oligarqua" y el "pueblo". En esa tras-nochada dialctica de base economicista tan cara a la

    vulgata marxista-leninista, el anlisis prescinda olm-

    picamente de las caractersticas institucionales de las

    fuerzas armadas, de su estructuracin jerrquica, de

    su fundamento funcional en las nociones de mando yobediencia y hasta de su articulacin en complejas tra-

    mas de poder que normalmente les asignan tareas de

    conservacin de las tradiciones, la disciplina y el orden.

    As, una porcin ms que significativa del campo popularse extravi abonando ilusiones vanas respecto a una even-

    tual orientacin "peruanista" de las fuerzas armadas12 enlugar de abocarse a organizar meticulosamente la resisten-cia a un golpe de Estado completamente regresivo del cualsu nico enigma consista en conocer con exactitud el mes,la semana, el da y la hora.

    Y tal cosa ocurri en la madrugada del 27 dejunio de 1973. La militancia de base respondi en todaspartes con la ocupacin de los lugares de trabajo y de estu-dio sin que pareciera imprescindible una sola voz demando al respecto: slo fue necesario recordar una vieja

    resolucin tomada varios aos antes y la resistencia algolpe de Estado se consum de inmediato y adquiridimensiones que nunca antes haba tenido huelga alguna.A partir de all se sucedieron las desocupaciones a puntade bayoneta en lugares casi siempre fabriles que unaspocas horas despus volvan a ser ocupados con el respal-do de los vecinos ms prximos y los estudiantes de lazona. De poco le sirvi a las fuerzas armadas la disolucinde la CNT, 3 das despus del golpe: la resistencia popularcareca de comit central y, por definicin, la gente nopuede ser ilegalizada. El 9 de julio una multitud se enfren-

    t a los cuerpos represivos en la principal avenida monte-videana. El 11 de julio finalmente, la CNT y la FEUU con-siguen lo que las fuerzas armadas no haban podido lograr:llegada la hora de los dirigentes y del replanteo poltico, selevanta la huelga general; en la CNT con la posicin dis-cordante de la Federacin Uruguaya de la Salud (FUS), laFederacin de Obreros y Empleados de la Bebida (FOEB)y la Unin de Obreros, Empleados y Supervisores deFUNSA y en la FEUU con la negativa de la Asociacin de

    Estudiantes de Bellas Artes.13 La huelga general habasido derrotada pero gracias a ella -a su profundidad, a suextensin, a la energa puesta de manifiesto en la deman-da- la dictadura militar naca herida de muerte en trminosde legitimidad y de respaldos internos.

    8.- Los militares a sus anchas

    Pocos meses despus, a fines de octubre, seraintervenida la universidad y con ello se cerraba toda posi-bilidad de actuacin pblica o legalmente admitida. Losmilitares tenan el pas entero bajo sus botas, se dedicarana dotarse de los elementos jurdicos y orgnicos necesariospara gobernar e iran eliminando uno por uno los focos deresistencia. Formalmente, el presidente de la repblicacontinu siendo Juan Mara Bordaberry hasta 1976, peroen los hechos eran las fuerzas armadas las que ocupabanlos resortes gubernamentales reales en compaa de unaolvidable y supernumeraria caterva de laderos en traje decivil. Entre 1973 y 1980 el pas se transformara en unpramo desolado donde los discursos adversos no tenanposibilidad alguna de asomar sus narices. Mientras tanto,al igual que en Argentina y en Chile y en ausencia de orga-nizaciones de trabajadores que pudieran activar algn tipode antagonismo, los militares auspiciaban los primerosensayos de aplicacin de frmulas econmicas ms omenos adscritas a la escuela neoliberal.

    Qu pasaba entonces en tiendas libertarias? LaFAU acenta su proceso de redefinicin, reorganizndoseclandestinamente en Buenos Aires e incorporando un buennmero de militantes de otras procedencias que ya hacandefinitivamente imposible un regreso a las viejas posicio-nes anarquistas. Es en Buenos Aires, en julio de 1975, quecelebra las sesiones finales del congreso constitutivo deuna organizacin distinta: el Partido por la Victoria delPueblo. La actuacin de dicho partido es localizada por losservicios de inteligencia militar y el mismo resulta ser vc-

    tima de una virtual poltica de exterminio:14 quienes noson retenidos en las crceles "desaparecen" y los que detodos modos logran superar el cerco deben partir rumbo al

    exilio en Europa. En aquellos episodios, los viejos militan-tes, formados en los aos 50 y que todava podan mante-ner algn tipo de aliento libertario, quedan por el camino.Los sobrevivientes de esa campaa represiva se renen enun encuentro en Pars en 1977 -conferencia de balance y

    perspectivas la llama Hugo Cores-15, realizan una "auto-crtica" de la derrota en la cual cargan inslitamente lastintas sobre el pensamiento libertario que pudiera haberllegado hasta esa instancia y se constituyen ya en un parti-do declaradamente marxista que slo reconoce en el anar-quismo sus lejanos orgenes pero no precisamente unafuente de inspiracin.

    Desde haca un buen tiempo, pequeos gruposdel "aparato armado" orientados a la recuperacin de unatonalidad ms fuertemente anarquista haban densificadosus desgajamientos. Eso fue lo que ocurri con LosLibertarios, cuyos militantes acaban casi todos tras lasrejas con la excepcin de dos extraordinarios compaeroscados en combate: Julio Larraaga (el Polo) en abril de1974 e Idilio de Len (el Gaucho) en octubre del mismoao. Por su parte, en Buenos Aires se separa una TendenciaAnarquista Revolucionaria, que busca sin encontrarlos alos militantes del grupo anterior. Son ms numerosas lasseparaciones desde posiciones anarquistas que se produ-cen en la ROE, la ms importante de las cuales es la de laAgrupacin Militante de la Universidad del Trabajo.

    Los embates represivos desarticularon todo lo

    que pudo haber hasta 1973 y tambin libertarios que hab-an pertenecido al Grupo Libertario de Medicina o a laComunidad del Sur o a la Escuela de Bellas Artes debie-ron emprender el camino del exilio. Es en el exilio que seformarn dos agrupaciones -Ncleos por la Resistencia 29de octubre y Organizacin de la Resistencia- pensadaspara apoyar las actividades de recomposicin libertaria.Dentro del pas, los anarquistas slo pudieron mante-

    ner pequeos grupos conectados entre s y nuevamente

    abocados a tareas bsicas de intercambio informativo,

    discusin, anlisis, elaboracin, fortalecimiento mutuo,

    solidaridad y organizacin incipiente; algo que nunca

    lleg a abarcar ms de unas pocas decenas de militan-

    tes.

    10El planteo generacional puede parecer rebuscado pero no lo es. En cierto sentido, algo similar ocurri enfilas marxista-leninistas con el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), el que, en su momento tampoco

    pudo lograr consideracin alguna como organizacin madura; no pudiendo incidir con sus planteos en elMLN, fracasando en el intento por formar un partido propio e incorporando luego una buena cantidad de suselementos ms destacados al Partido por la Victoria del Pueblo.

    11La llamada doctrina de la seguridad nacional fue la concepcin bsica de los ejrcitos latinoamericanosen el contexto de la Guerra Fra. En general, los planteos ms simplistas tienden a asignar un protagonismoexcluyente en su formacin y difusin a los Estados Unidos a travs de su Escuela de las Amricas enPanam. Sin embargo, la misma se constituy tambin con los relevantes aportes del general DAllegret -militar francs con experiencia en Indochina y en Argelia- y encuentra un antecedente de nota en el planargentino llamado Conintes (Conmocin Interna del Estado) bajo la presidencia de Arturo Frondizi en 1958.Y, por supuesto, su principal terico fue el brasilero Golbery do Couto e Silva cuyas elaboraciones primige-nias datan de fines de los aos 40.

    12El PC estableci una distincin entre sectores peruanistas y sectores fascistas dentro de las fuerzasarmadas, de modo tal que su caracterizacin de la situacin de febrero y luego de la dictadura misma nuncalleg a abordar satisfactoriamente el componente institucional de la misma; todo ello con perseverancia y

    obcecacin aplicadas puntillosamente, sin tasa ni medida. Es precisamente este tipo de cosas lo que obligaa preguntarse una vez ms exactamente en dnde resida la fascinacin cientfica de los anlisis marxis-ta-leninistas que se le espetaban entonces a los anti-cientficos anarquistas.

    13La posicin de los sindicatos opositores dentro de la CNT fue profusamente difundida con posterioridady se le conoce como Documento de las 3 F (FUNSA, FUS, FOEB). Cabe sealar que el sindicato deFUNSA fue uno de los bastiones de la FAU mientras que las orientaciones bsicas en Bellas Artes respon-dan a aquellos que en algn momento haban integrado la ALU: por esas ironas de la historia volvan a iden-tificarse en una misma posicin de combate aquellos que diez aos antes se haban separado en forma defi-nitiva.

    14El ensaamiento militar fue tal que alguno de los protagonistas uniformados lo recuerda y lo pregona conorgullo todava hoy, ms de 30 aos despus. Vid., de Jos Gavazzo, su tragicmica letana en www.envo-zalta.org/CREACION_DEL_PVP.pdf; letana en la cual su autor mantiene errores y confusiones generadasen aquellos aos de los cuales slo pudo retener las referencias policacas pero no las minucias ideolgico-

    polticas.

    15Vid., de Hugo Cores, op. cit., pg. 14.

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    9.- La "apertura democrtica"

    Para fines de 1980 las fuerzas armadas tenanpensado realizar su jugada maestra: un plebiscito constitu-cional que institucionalizara con visos de eternidad su pre-sencia en las esferas gubernamentales. Relativamente des-gastados, no carentes de contradicciones internas y reque-ridos de una legitimacin ms amplia de la que habanobtenido hasta ese entonces optan por generar espacios dediscusin pblica con figuras polticas de segundo y tercerorden, convencidos de que una maquiavlica combinacin

    de vigilancia y de miedo llevara a que las mayoras elec-torales hicieran una opcin por el "mal menor" y refrenda-ran con su voto un proyecto que de todos modos sera pre-ferido, segn su miope punto de vista, ante el vaco, laincertidumbre y la perpetuacin indefinida de la mismasituacin. Al calor de las discusiones ambientadas pordicho plebiscito, hasta algunos anarquistas innominados sepermiten hacer conocer sus modestas opiniones y uncomunicado se encarga de difundir en su crculo de "amis-tades" la importancia de levantar una negativa radical a

    todo lo que proviniera de fuentes militares.16

    Increblemente y contra todos los pronsticos, lareforma constitucional propuesta por las fuerzas armadases rechazada en el plebiscito correspondiente y ello obligaa los uniformados a formular un cronograma de dilogo y"apertura"; algo que inicialmente slo contemplaba a la

    oposicin de los partidos "tradicionales" Nacional yColorado. Ms all de estas intenciones mnimas, los mili-tares tambin estaban necesitados de ofrecer alguna clasede respiro a la sociedad, as fuera bajo el ms estricto con-trol. As es que, en 1981, su Consejo de Estado, que hacalas veces de parlamento, aprueba una Ley de AsociacionesProfesionales pensada para habilitar la organizacin dealgo que se pareciera a un sindicato pero que mantuvierael encorsetamiento propio de los momentos de supervisinabsoluta y que dejara fuera de toda prerrogativa a los fun-cionarios pblicos. La ley no contemplaba la posibilidadde que se organizaran federaciones sindicales sino que selimitaba a la constitucin de "asociaciones civiles" de pri-mer grado; no obstante lo cual es rpidamente desbordaday en poco menos de dos aos da lugar a la formacin de unPlenario Intersindical de Trabajadores (PIT) con la presen-cia directa de los sindicatos de base. Simultneamente,alrededor de las cooperativas de apuntes y de ingeniosasrevistas, se va produciendo la reorganizacin del movi-miento estudiantil en la llamada Asociacin Social yCultural de Estudiantes de la Enseanza Pblica mientrasque tambin comienza a generarse una serie de interesan-tes publicaciones barriales que apuntan a difundir proble-mas propios y a incentivar la activa participacin de losvecinos en torno a los mismos. Para completar el panora-ma es ineludible decir que la FUCVAM tambin se cons-tituye en uno de los ejes de la reorganizacin y la movili-zacin populares con campaas por la vivienda que reco-gen una enorme adhesin popular.

    Entre 1981 y 1982, adems, el diseo econmicomilitar ingresa en su fase de bancarrota luego de queAparicio Mndez, en la primera magistratura desde 1976,traspasara la banda presidencial a Gregorio lvarez; el pri-

    mer presidente uniformado propiamente dicho. Se apruebauna Ley de Partidos Polticos, se realizan elecciones inter-nas en los mismos con el Frente Amplio proscrito y triun-fan ampliamente los sectores opositores a la dictadura;encargados desde entonces de buscar, en dilogo con lasfuerzas armadas, una salida "democrtica". La mesa dedilogo se instala finalmente en mayo de 1983 y es levan-tada sin acuerdo alguno apenas un par de meses despus,

    lo cual habilita nuevas disposiciones represivas. No obs-tante este primer fracaso, el proceso de "apertura" no tienemargen alguno para la marcha atrs; sobre todo por cuan-to la movilizacin popular ha ganado terreno y en su din-mica ha constituido actores imprevistos y con la fuerzasuficiente para presentarse como convidados de piedra. Enjulio de 1984 es finalmente des-proscrito el FrenteAmplio, que ya participaba de las negociaciones con losmilitares luego de que el Partido Nacional se retirara de lasmismas. En agosto se llega a los llamados "acuerdos delClub Naval", comienzan a ser liberados algunos presos

    polticos que ya haban cumplido la mitad de su condena yfinaliza la intervencin a la universidad. El ltimo domin-go de noviembre se realizan las elecciones nacionales ytriunfa la frmula del Partido Colorado: Julio MaraSanguinetti -el gran arquitecto de la "apertura" junto con elteniente general Hugo Medina- asumir el mando del pasen marzo de 1985 y comenzar su perodo de "cambio enpaz"; es decir, el reacomodo "democrtico" del capital ydel Estado.

    10.- La reorganizacin anarquista

    Desde el punto de vista por el cual ha optado elpresente trabajo, lo que es imprescindible destacar es lareorganizacin anarquista que se da en este contexto. Enlos aos 1983 y 1984 el movimiento popular uruguayo no

    slo se rearticula puntualmente y de cabo a rabo sino queingresa en una fase de movilizacin continuada. En los pri-meros meses de 1983 hay -contra todo pronstico y muy apesar de las intenciones militares de habilitar apenas una"apertura" controlada- cientos de sindicatos, agrupacionesestudiantiles, revistas barriales, cooperativas de vivienda,comedores populares, policlnicas de vecinos, etc.; a lolargo y a lo ancho del pas. Es esta constelacin inacaba-ble de organismos de base lo que permite realizar por pri-mera vez en 10 aos un acto sindical el da 1 de mayobajo la responsabilidad del entonces llamado PlenarioIntersindical de Trabajadores. Es a ese acto, por poner sloun ejemplo, que llega inesperadamente una gruesa colum-na procedente de los lejanos barrios obreros del Cerro y La

    Teja coreando por la libertad de los presos polticos17; unacolumna en cuyo frente vienen, entre otros, los militantesde la recin formada "Agrupacin Anarquista Pedro

    Boadas Rivas" en tanto organizadores de la misma.18 Enesa efervescencia no era extrao, entonces, que fuerananarquistas quienes conformaran la cuarta parte de lacomisin de organizacin del primer paro general en dic-tadura -el 18 de enero de 1984- ni que ese mismo da talesincorregibles sujetos hubieran perpetrado una moviliza-cin en el Cerro en la playa! y secundada por miles debaistas.

    Nunca se sabr exactamente cundo, pero esseguro que, en algn momento, en el trajn de alguna deesas mltiples movilizaciones callejeras de los aos 1983y 1984, volvi a ondear desafiante nuevamente la banderarojinegra. Nacidos casi desde la nada -por smosis, porgeneracin espontnea, por contagio o vaya uno a saberpor qu cosa- para ese entonces aquellas pocas decenas demilitantes libertarios que sobrevivieron a los primeros

    aos de la dictadura se habantransformado en cientos deanarquistas arraigados en lasnuevas organizaciones popu-lares de base: desde el Cerro yLa Teja hasta Villa Espaola yBella Italia, desde la centralelctrica y la refinera hasta el

    hipdromo y los despachos de aduana pasando por lasimprentas, los bancos, los hospitales y los establecimien-tos de enseanza. La abrumadora mayora rondabaentonces los 20 aos y no era el producto del proselitis-

    mo deliberado de ninguna organizacin especfica sino

    el resultado de una incontenible apetencia libertaria y

    de unas ganas enormes por forjar una palabra intrans-

    ferible en la interminable empresa de construir su pro-

    pia vida. Es en esa atmsfera que el pensamiento y lasprcticas anarquistas recuperan un lugar y una trayectoriasin posibilidad de sustitucin.

    No era ni poda ser la revolucin, por supuesto,pero s fue la oportunidad para crear una tupida red deorganizaciones sociales a partir de cero; sin vanguardiasiluminadas, sin dirigentes perpetuos y sin estructuras ins-titucionalizadas a reverenciar. Bastante haban dicho yhecho ya las fuerzas armadas en nombre del pas sinhaberlo siquiera consultado como para que alguien pudie-ra defender inmediatamente luego y con un mnimo dedignidad el criterio de la representacin: fue por tanto lahora de la presentacin, de las asambleas multitudinarias yde las voces corales desatadas; esa circunstancia estadsti-camente poco probable que nace de la reflexin y lasentraas en la cual cada uno se siente entablando con losdems una relacin entre hombres y mujeres libres, igua-les y solidarios. Por eso a nadie pudo resultarle raro quenada menos que en el ente encargado del servicio de ener-

    ga elctrica, en la UTE, la agrupacin anarquista delmismo hiciera aprobar una estructura sindical basada fun-damentalmente en las asambleas y en consejos de delega-dos de todo el pas y no en un secretariado ejecutivo. Oque, ya para herir ex profeso la coraza epidrmica de losprofetas leninistas, la delegacin de los funcionarios pbli-cos al PIT fuera elegida por sorteo, en el entendido de queno se trataba ms que de simples portadores de las posicio-nes de base.

    En ese clima fue que se form no menos de unadocena de agrupaciones libertarias; dos de las cuales -Resistencia Libertaria y Lucha Libertaria- eran en realidadfederaciones incipientes o coordinadoras de agrupaciones.Seran esas agrupaciones y los militantes individuales quehaba en un lado y en el otro quienes se encargaran deretomar y encarnar de all en adelante un proyecto anar-quista. En unas jornadas realizadas en el mes de diciembre

    de 1984, en la denominada Semana de DinamismoLibertario, pasara algo ms de medio millar de militantescasi recin llegados a las tiendas anarquistas. A partir deall comenzara otra historia: 1985 ya no admita una repe-ticin de las frmulas de 1968 y planteaba respecto a esafecha un consistente esfuerzo de renovacin. Ni qu hablarde que tal exigencia se planteaba entonces y se planteatambin en los tiempos que corren, ahora en forma redo-blada. Dicha renovacin es incierta en su desembocadura,pero en todo caso no deja de haber en ella un elemento decerteza inconmovible y es que lo que compete a los anar-quistas hoy como ayer son pensamientos y prcticas cen-trados en torno a una crtica radical del poder y a una ticaintransigente de la libertad.

    Daniel Barret

    16En el mencionado plebiscito las opciones se reducan a un s y un no: el s implicaba la aprobacinde la reforma constitucional mientras que el no era su lgica reprobacin. El comunicado de que hablamosno convocaba expresamente a votar en contra de la reforma constitucional que los militares sometan a laconsideracin ciudadana sino que reclamaba una negacin militante que fuera ms all de la propuestamilitar propiamente dicha.

    17Reclamar por la libertad de los presos polticos era en ese momento prcticamente una transgresinultra-izquierdista puesto que la consigna oficial del acto se centraba en el pedido de una amnista; es decir,

    una amnesia y un perdn decididamente ajenos a una sensibilidad libertaria.

    18El nombre de aquella agrupacin de libertarios cerrenses recordaba desenfadada y orgullosamente lamemoria de un anarquista cataln, militante del sindicato del vidrio en Barcelona, participante en la expropia-cin del Cambio Messina, preso durante ms de 20 aos en las crceles uruguayas y muerto como un humil-de canillita en las calles de su barrio de adopcin, el Cerro. Por otra parte, cabe informar a los lectores nouruguayos que canillita es la expresin popular que designa a los vendedores callejeros de diarios y revis-

    tas.