El mundo Disney… o la melancolía de lo no mirado

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Mauricio Weintraub EL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO ESCRITOS Lic. Mauricio Weintraub

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EL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

ESCRITOS

Lic. Mauricio Weintraub

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Cierta noche, cuando apenas llevábamos unos meses de convivencia con quien hoy es mi mujer y sus dos hijos, me encontré solo en casa quizá por primera vez en mucho tiempo.Vivi, mi mujer, se había ido a Disney, en EEUU, con sus dos hijos esa mañana y yo había trabajado todo el día. Final-mente a la noche llegué a casa y sentí lo que en general se siente en esos casos: la alegría y libertad de no tener que compartir el control remoto y, simbolizado en él, la noche, la casa, en definitiva, la vida; aunque sea por un rato.

Recuerdo que llamé a la pizzería más cercana y pedí mi gusto de pizza favorito: Provolone con Jamón. Compré una cerveza negra y encargué medio kilo de helado.La pizza llegó, prendí la tele y puse un partido entre dos equipos de primera B que ya no recuerdo. Me dispuse a ser feliz como solo un hombre en su más primitiva masculinidad puede serlo: Solo, viendo un partido olvidable, comiendo pizza con cerveza y esperando un helado.

Sin embargo, antes de sumergirme en mi pequeño nirvana, decidí llamar a mi mujer a Disney.

EL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

EL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

(Mientras buscaba el número recordé esa publicidad de hace años en la que un vaquero atravesaba el desierto muerto de sed y finalmente llegaba a un improbable bar. Entraba a él con la garganta reseca, se acercaba a la barra y en lugar de pedir una bebida pedía papas fritas saladas, para sólo después de comerlas pedir la tan ansiada Seven Up.Me sorprendí pareciéndome al protagonista de esa publici-dad, estirando hasta el límite al disfrute máximo, solo para gozarlo aún más.)

Llamé entonces al hotel en Disney y después de hacerme entender lastimosamente en mi inglés de secundario conse-guí que la operadora me hablara en castellano. Le dije que quería hablar con tal persona que estaba en tal habitación y fue allí cuando la operadora, al despedirse, me dijo una frase que no ha dejado de retumbar en mi mente los últimos 4 años y que me ha hecho pensar en una serie de cuestiones inimaginables en aquel momento.- Ya le comunico, señor – me dijo la operadora. Y agregó: - Que pase una mágica noche.

Recuerdo que luego de unos instantes, mientras espe-raba la comunicación, miré mi pizza, mi partido, mi helado que estaba por venir y por un instante me sentí pobre. Aparentemente no había allí ni magia, ni mara-villa ni nada. Pensé cómo esa misma noche con la que segundos antes estaba tan satisfecho no podía ahora compararse a aquello que me proponían (o imponían) como bueno, como lo mejor.Me quedé un instante, vacío.¿Cómo había sucedido esto?¿Qué había pasado allí?

“Que pase una mágica noche”

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3ESCRITOSEL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

El mundo Disney es el mundo infantil. El mundo mágico, maravilloso; el mundo donde todo se resuelve, donde todo se calma finalmente. El mundo Disney es el mundo donde todo está bien.

El mundo Disney es también el mundo donde todo cierra, donde en definitiva no hay incógnitas, donde no hay ambigüeda-des: los malos son malignamente malos, los buenos son extraordinariamente buenos.

Sin embargo no solo eso: El mundo Disney es también el mundo de felicidad siempre extrema, de sensaciones siempre maravillosas, siempre luminosas.

El mundo Disney es el mundo que los niños necesitan para evitar ver aquello que no pueden procesar, justamente por ser pequeños. En la niñez, el mundo Disney es el mundo necesario, porque sin él el mundo verdadero es demasiado.El mundo Disney es el mundo que el niño necesita para poder dormir.

Por supuesto, si hay un mundo Disney, hay también un mundo Anti Disney. El mundo Anti Disney es el mundo oscuro, tenebroso. Es el mundo que atemoriza, asquea, enoja.

Al igual que el mundo Disney, el mundo Anti Disney es un mundo que tampoco tiene incógni-tas, no tiene huecos, no tiene contradicciones. Los malos son malignamente malos, los buenos… casi no existen.

El mundo Anti Disney es, al igual que el mundo Disney, un mundo infantil y por lo tanto tranqui-lizador. Es un mundo de mierda, pero que tranquiliza: No nos gusta donde estamos, pero al menos estamos seguros de estar en un mundo de mierda. Al menos estamos en un mundo previsible.

También en el mundo Anti Disney hay héroes y demonios; los demonios están por todas partes, los héroes están siempre en la mirada esperanzada del niño que los espera.El mundo Anti Disney es el mundo que el niño necesita para poder dormir. Mal, pero dormir al fin.

El mundo Disney y el mundo Anti Disney son las dos caras del mismo mundo. Ambos se necesitan y se complementan. No existen el uno sin el otro.

En el uno aparece el otro, como la sombra o como lo deseado. Como lo temido o lo anhelado.Ambos mundos son, en definitiva, el mundo de los niños.

LOS MUNDOS

El mundo Disney: El mundo Anti Disney: El mundo Disneyy el mundo Anti Disney:

“Ambos se necesitan y se complementan. No existen el uno sin el otro”

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ESCRITOS4EL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

El niño es aquel ser que está más profundamente conectado con lo que es, con el amor.Y es el ser más frágil.Extremadamente frágil.

En su extrema fragilidad necesita construir seguridades en aquello que es esencialmente inseguro. Para ello necesita padres que puedan acompañarlo en su proceso de sentirse medianamente seguro en un mundo incierto mientras construyen la estructura necesaria para habitar las incertidum-bres propias de la vida. Para que esto pueda ir ocurriendo, sus padres suavizan aquello que puede intranquilizarlo mientras lo ayudan a habitar la complejidad que la verdad tiene.

Cuando el proceso es medianamente saludable, el niño crece y se transforma en un adulto relativamente seguro de aquello de lo que puede estar seguro y relativamente abierto a la incerti-dumbre esencial.

El adulto no vive en el mundo Disney ni en el mundo Anti Disney. Vive, o al menos eso intenta, en este mundo cotidia-no, de sombras y luces. De todos y nadas. De huecos y llenos.

El adulto ve el hiato, ve la x esencial que la vida no despeja, ve el misterio. Y, temblando, intenta abrirse a él.

Comprende, comprendiendo-se, que la complejidad es nuestra carne, que estamos hechos de una materia nunca del todo diferenciable, nunca del todo definible. Que en el mismo nivel y en el mismo sentido somos un sí y un no, al mismo tiempo. Y que en el fondo somos llevados por algo tanto más grande que nosotros; algo que apenas alcanzamos a percibir, nunca a comprender. Algo a lo que solo accedemos mínimamente si renunciamos a acceder. Tan complejos somos. Hijos de algo tan complejo somos.

LOS SUJETOS

Sin embargo, cuando el niño no es ayudado suficientemente, nunca crece y permanece niño en cuerpo de adulto. Cuando esto sucede el niño en cuerpo de adulto se transforma en un ser con una extrema necesidad de previsibilidad, tanta que intenta siempre construir lo previsible allí donde no está. Ese ser es aquel que como no puede habitar la verdad, dibuja una verdad habitable e intenta vivir en ella. De esta manera pinta un paisaje seguro allí donde solo hay un cielo incierto y sale vestido según aquello que pintó; sorprendiéndose vestido con un sobretodo bajo el sol o desnudo bajo la lluvia.Por ello la diferencia entre una estructura infantil y una estructura adulta no es la inseguridad esencial, sino la apertura a la inseguri-dad esencial. Mientras la estructura infantil esconde su temor y se cierra, la estructura adulta asume su temor e intenta abrirse.

El niño:

El adulto:

Llega un momento además, en que el adulto intuye, más como una revelación que como un acto propio, que todo temor es el temor a la propia muerte. Frágiles como somos, nuestra parte más humana siempre teme a aquello que es su única certeza y que permanente-mente se repite en su ser como un mantra: Habrá un día en que ya no estaré aquí.Y en este temor están contenidos todos los otros temores, en esta pérdida todas las otras pérdidas, en este fin todos los otros fines.

Cuando esto ocurre, el adulto comprende que todas sus disquisicio-nes filosóficas son sólo ese pequeño temor del no ser hecho llanto y habitando su propia muerte en vida, se acerca temblando a su propio abismo y lo mira absorto. Temblando y sabiéndose pequeño e incapaz de abarcar lo inabarcable.Y llora.Y algo se calma. Y se suelta.Mientras llora.

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5ESCRITOSEL MUNDO DISNEY… O LA MELANCOLÍA DE LO NO MIRADO

Cuando algo de esto ocurre, cuando en una vida hay algo de estos destellos, el adulto comprende que el único mundo mágico es este y que el mundo Disney o el Anti Disney o cualquier otro que no sea éste son solo papeles de cartón que imitan las sombras del reflejo de lo que nunca estuvo, o de lo que sólo estuvo para ayudar al niño. Como una muleta que ayuda a caminar, como un calmante que acompaña mientras se espera que el cuerpo pueda no necesitarlo.

Y entonces se agradece también a la muleta, al calmante. Y se lo deja ir.

LA DECISIÓNSin embargo, cuidado: Cuando el parámetro de la vida es aquel mundo que no existe, cuando la vara a partir de la cual se mide es la de aquello que nunca estuvo, todo lo que hay pierde y la propia vida queda resentida ante quien la mira. Triste por no ser valorada, por ser desvalorizada en la comparación con aquello que no es. Como un niño solo, comparado con el ideal que nunca ha estado; triste, mirando la espalda de un padre que mira hacia otro lado.

Por eso, quizá sea ésta nuestra decisión definitiva: ¿A quién queremos más? ¿A aquella vida Disney que nunca ha existido o a esta que hemos amasado con cada decisión y a cada instante?¿A quién queremos más? ¿A aquel hijo que idealizamos y que no hemos tenido o a este que está frente a nosotros, mirándo-nos y esperando por el amor que le es propio, aunque sólo nosotros podamos dárselo? ¿A quién queremos más?

Porque solo puede amarse los que verdaderamente es.

Porque solo en este amor somos.

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Músico (egresado del Conservatorio Nacional “Carlos López Buchardo”) y Lic. en Psicología (egresado de la Universidad de Flores).

Como músico ha dirigido las más importantes orquestas de nuestro país. Actualmente es el director general del Proyecto Encuentro perteneciente al Collegium Musicum de Buenos Aires.Se especializa en la problemática del miedo escénico desde 2002 dictando cursos y masterclasses en todo el país y en el exterior. Es autor de los libros “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” y “El Sentido del Miedo Escénico”, ambos editados por Claves Musicales y que se han vendido en 10 países de América y España. Entre 2006 y 2011 ha tenido a su cargo la materia “Miedo en el Escenario” en el profesorado de música del Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, primera cátedra destinada a trabajar esta problemática en un conservatorio oficial. Actualmente es el director de la Formación en Miedo Escénico de la Universidad de Flores, primer espacio destinado a formar docentes de música que se dediquen a trabajar esta problemática con sus alumnos.

Es docente de las materias Psicología General I y II en la Facultad de Psicología de la Universidad de Flores.

Actualmente su actividad se divide en tres espacios: la dirección orquestal y enseñanza musical, las clases y cursos dirigidos a trabajar la problemática del miedo escénico y la atención de pacientes como psicólogo clínico.

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