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EL MUSEO DE LA NOVELA DE LA ETERNA, DE MACEDONIO FERNÁNDEZ DRAMATIZACIÓN POR LUIS CARLOS H. DELGADO

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EL MUSEO DE LA NOVELA DE LA ETERNA, DE

MACEDONIO FERNÁNDEZ

DRAMATIZACIÓN POR LUIS CARLOS H. DELGADO

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EL MUSEO DE LA NOVELA DE LA ETERNA,

DE MACEDONIO FERNÁNDEZ

DRAMATIZACIÓN POR LUIS CARLOS H. DELGADO

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EL MUSEO DE LA NOVELA DE LA ETERNA,

DE MACEDONIO FERNÁNDEZ

DRAMATIZACIÓN POR LUIS CARLOS H. DELGADO

Primer acto

Introito

Macedonio y la Muerte

Macedonio sentado en un lecho vacío del hospital y la figura de la Muerte como

interlocutora

Macedonio - Lo último que vi en ella fue su sonrisa.

Me dijo antes: “Amado esposo, que tal vez no llegaste a amarme, no lo lamentes que

hay tiempo todavía; no tomes en cuenta mi aspecto enfermo y agónico, sino mi sonrisa.

No sufras, no hay muerte en una novela buena... ahora déjame llamarla aunque no

partiré con ella, no le temas cuando te lo cuestione. La muerte no existe, la Muerte es

siempre una muerta... no es como el amor, que no muere.”

La muerte – Pero entonces: ¡Ella me llamó! ¡Quiso poner fin a su sufrimiento!

Macedonio – Sí. Te llamó pero ha partido sin ti, y me dejó contigo, sin tener miedo por

mí.

La Muerte – ¿Cómo se ha atrevido a hacerlo? Yo soy la muerte y nadie puede contra mi

poder.

Macedonio – Lo hizo posando sin sombras sobre tu pálido rostro su mirada de niña,

con gallardía, con todo el amor bravío a su vivir.

La Muerte – Yo sé de muerte, de ese partir ¡no!

Macedonio - Sonríe, como ella ¿no sabes acaso de la eternidad del alma?

La Muerte – ¡Yo soy la muerte! Soy el final ¿Qué pretendes?

Macedonio - No eres Muerte, quien por nombre de misterio pueda a mi mente hacer

pálida cual a los cuerpos haces. Sí, Yo he visto cómo echaste 1a caída de tu vuelo, tan

frío a posarse en el corazón de la amorosa; y cuál lo alzaste al pronto, de tanta dulzura,

en cortesía, porque amor la regía, porque amor la defendía allí de la muerte. Muerte es

beldad, que al seguro y ternura de madre jugó por extremar el juego de niña de amor y

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certeza, y me quedó prendida que al sonreírte echó atrás la cabeza inventora, por

ingenios de amor bregando.

La Muerte - Por empeño de amor no puede forzarme.

Macedonio – Con todo, tu copa de muerte no bebió la Eterna del alma y sólo me mirará

a mí, a quién hoy sólo soy el ser de la Espera.

La Muerte - No tolero la engañifa de niña y en castigo me anclaré en ti aunque no me

teman.

Macedonio – No desespero, yo viviré contigo muerte sonreída...

¡Oh! ¡Cuál juego de niña lo lograste, Elena, niña vencedora! Arriba de Dios fingidora en

hora última de mujer.

La Muerte - De todas maneras sufrirás su partida.

Macedonio - Y yo, todo lo que iré diciendo y haciendo, será para matar la muerte que

deseas de Ella.

La escena entra en penumbras y se troca en...

La Perla del Once

Un elemento distintivo de aquél bar ubica el lugar de la acción y poetas muy jóvenes

en una de sus mesas.

Primera escena

Jorge Luis Borges (22 años) -La amistad es una pasión tanto más lúcida que el amor.

Raúl Scalabrini Ortíz (21 años) -Pero es posible que la amistad no baste

Jorge Luis - Después de la muerte de su esposa Macedonio ha querido hacer de la

amistad el asunto de su vida venidera.

Raúl- ¿Sólo por esto estamos aquí?

Jorge Luis– Yo soy realmente su amigo, y si los invité a venir no fue por darle a él más

amigos, sino para sorprenderlos a ustedes con su genio.

Carlos Mastronardi (20 años) – Tú qué sabes de él. Cuéntanos...

Jorge Luis - Macedonio Fernández es tal vez el único genio entre nosotros. Metafísico,

negador del yo. . . crisol de paradojas, caballero justo y sutil, jugador de ajedrez

invencible y polémico, Don Quijote meditabundo y sonriente....un ermitaño marchito

vive su vida en plenitud... un hombre que prefiere esparcir su alma en una conversación

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en lugar de definirse en la escritura, capturar su creatividad y publicarla. Silenciado y

mal conocido por convicción propia.

Raúl – Yo sé de él que a la muerte de su esposa, hace un par de años, abandonó su

profesión de abogado, su hogar e hijos para vivir la bohemia como escritor y filósofo

por inclinación, nómade a través de pensiones e iglesias en las cuales deja escritos

perdidos y continúa su vida errátil.

Jorge Luis – A sus hijos los dejó a cargo de sus familiares; es cierto, abandonó la

profesión y vive como un paria, sin quejas, hasta con humor, paradójico y cerebral. Yo

lo conocí al volver con mi familia, de Europa, en el muelle, donde esperaba a mi padre

que era su colega y amigo, y heredé la amistad de él desde ese momento. Las librerías

de Ginebra y cierto generoso estilo de vida oral que yo había descubierto en Madrid me

hacían mucha falta al principio. Olvidé esa nostalgia cuando conocí a Macedonio.

Carlos– Un genio desconocido, según parece. Pero silencio, que aquí llega

Macedonio (46 años) - Buenas noches señores. Me dicen que faltaron tantos a la

reunión que si falta uno más, no cabe.

(Risas)

Jorge Luis - Ponte cómodo, dame tu abrigo.

Macedonio- No gracias, soy terriblemente friolento y morir para mí es sacarme el

sobretodo.

(Risas menos confiadas)

Macedonio se ubica entre los jóvenes asistentes. Es un hombre desaliñado pero

agradable. Su charla es informal

Macedonio - Estaba preparado como nunca para una improvisación, pero aparte de que

mi voz siempre habló mal de ella misma, sus encantos han empeorado. Me tenía

molesto una ronquera que no sé dónde me empezó y justamente hoy se me ha corrido a

la garganta”. Perdonen: El principio del discurso es su parte más difícil y desconfío

comenzar por él.

(Sonríen pero hay confusión al querer interpretar la paradoja)

Macedonio - Yendo a mi charla, estimados señores espero que reconozcáis que también

es la de uno de tantos que no tienen el mérito de llenar un vacío con otro, como lo hacen

todos los libros que vienen a colmar ese gran vacío que han cubierto todas las

solemnidades escritas, habladas, versificadas, desde miles de años; tanto vacío que no se

entiende cómo ha podido caber en el mundo.

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Carlos – (Por lo bajo) Eso no es simpático.

Macedonio - “El Idiota de Buenos Aires” advierte al mundo sobre los hechos “reales”:

un día de lluvia, corre detrás de las personas para avisarles que sus paraguas se están

mojando.

Jorge Luis– No nos es simpático, lo que dices, porque todos nosotros pretendemos

escribir. Lo acepto, En tu humor hay mucho de mal humor esta noche. No poco me ha

costado traerte aquí, que al fin estamos invadiendo tu morada silenciosa.

Macedonio - Viniendo de mí, estimado amigo, estoy haciendo referencia no a vosotros

sino a mi personal falta de interés por publicar y mi rechazo a la escritura realista. A

partir de los 20 años verán que la vida deja de ser buena, mis chistes son conceptuales:

es mi aversión por la literatura que llamo mala por realista, creo que debiera ser

reemplazada por formas nuevas, ficcionales, y digo esto sin intención de ofender a

nadie.

Raúl - Los “chistes dudosos” no se limitan al humor sino que ponen la risa en duda.

Macedonio – La duda es un buen comienzo contra la realidad. El humorismo es una

respuesta ética hacia la vida, una actitud, un antídoto que libera del acontecer trágico

que puede desencadenar la cotidianidad: «el humorismo es por donde cojea todo”. Está

dirigido al desvanecimiento del yo, cautivo y dolorido. Provoca una restructuración

mental creando lo ilógico y generando felicidad.

Jorge Luis – En mis largas charlas con Macedonio he llegado a compartir su humor en

el avance continuo de su arte que consiste en dislocar la palabra impuesta, quebrarla,

disolver el lenguaje mismo, disolver el límite entre los sueños y la realidad.

Macedonio – Gracias, Jorge por tu comprensión. En el principio tuve como Ustedes el

deseo de expresarme, también estudiar la vida psicológica, comprometerme en un

estudio general de estética, también mejorar económicamente. Todo esto se borró tras el

conocimiento inesperado de cierta persona que se me confunde con un sueño; no sé si

sólo la he soñado o si es real. El conocimiento inesperado de esta persona indefinible

rompió todo pacto con la realidad. Comprendí que vivimos tanto como soñamos y se

pierde el límite y la diferencia entre el sueño y la vigilia.

Para serle grato a esa persona o para seguir soñándola, inicié un manuscrito a partir de

ese encuentro que no sé a dónde me conduzca.

Carlos - ¿Cómo es eso?

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Macedonio - ¿Qué puede importar que el ensueño carezca del atributo o de una

esencialidad llamada realidad si los sueños han existido siempre y son tan frecuentes

como la vigilia? Y en el orden de los sentimientos que los acompañan son una vía que

transcurre el Ser, de igual contenido que la vigilia.

Leopoldo- ¿Y en cuanto a su embestida contra la literatura?

Macedonio - Abomino de la realidad en la literatura; me inclino por el agramatismo

antes que una escritura coherente. Mi tentativa estética es una provocación a la escuela

realista, un programa total de desacreditamiento de la verdad o realidad de lo que pueda

contar una novela, y sólo deseo sujetarme a la verdad del Arte, intrínseca,

incondicionada, auto autenticada. Debiéramos desajustar los modos de lectura y

escritura agotados por el realismo. Irritar e incomodar al lector, en la libre asociación de

los sentidos. ¿No te infunde pavura y entristece la orientación en el arte de ensarta un

día tras otro llanamente la sólida cotidianeidad...?

...por lo que invito al lector a no detenerse a desenredar absurdos, cohonestar

contradicciones, sino que siga el cauce de arrastre emocional que la lectura vaya

promoviendo, así sea minúsculamente en él.

...Yo quiero que el lector sepa siempre que está leyendo una novela y no viendo un

vivir, no presenciando una vida. Explotar las palabas en sus elementos aceptivos,

desdibujados, en sus asociaciones irregulares. Hacer actuar o utilizar cosas o núcleos de

asociaciones...

Leopoldo – ¿Por ejemplo?...

Macedonio – El tictac de un reloj velador, el silbido del viento, el guante, un pequeño

peine, un trueno muy lejano, la racha fresca, la cedente patita abollada de un gato, el

primer intento de silbar de la pavita al fuego, la ira de rosa, el piano que se cierra,

desafío del clavel, el represor de perfiles, la mirada que vuelve otra vez a los ojos:

Construyamos una espiral tan retorcida que canse al viento andar en su interior, y de ella

salga mareado olvidando su rumbo; construyamos una novela asa que por una vez no

sea clara, fiel copia realista.

Jorge Luis - Un aleph o cualquier objeto mágico pueden ser una suma o compendio de

todo el cosmos, sin superposición ni transparencia.

Segunda escena

Ahora La Perla está más concurrida por la juventud, lo que da la idea del paso del

tiempo y que existe adhesión a sus palabras.

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Un recién llegado – Me han recomendado que me integre al grupo. ¿Cómo es el

Maestro?

Raúl - Un hombre llamativo, generalmente envuelto en un poncho, lleva una guitarra

consigo pero no suele rasgarla; más bien permanece en silencio y medita las palabras de

nosotros sólo para salir de su absorción con algún brillante giro de frase.

Si falseas el asunto o te salís de foco, suele orientar tu pensamiento con una

interrogación socrática, como al pasar, que te invita a reflexionar.

¿Qué están tratando?

Raúl- Cuestiones metafísicas, sobre el estado místico

¿Qué es eso?

Raúl - Tal como lo vengo interpretando es cierto grado de disolución de la conciencia

de sí mismo. Un vivir sin noción de comienzo, de cesación, sin noción de historia

individual, ni identidad personal, Sin noción de subordinación a un Creador. El estado

místico es vivir como un existente increado; es almismo, como bautiza su metafísica.

- ¿No es muy loco?

Raúl - Es metafísica: El verdadero misterio es la espontaneidad continua. La conciencia

conserva la memoria del tiempo corporal, pero no es mera memoria, es actualidad: es el

sentimiento que la acompaña. Macedonio, con su doctrina, desacredita la narrativa de

sucesos y sólo sostiene las tristezas de la vida, es decir el continuo emocional que

constituye su existencia. Sin tigres nos sentimos heridos y ahorcados por un tigre; sin

cosmos podemos sentir lo que sentirnos, colores, sonidos, olores; Son estados de

consciencia, que no pertenecen al mundo, pero aun así pueden ser imaginados o

percibidos.

- Entiendo que él es viudo.

Raúl – El hecho no vale a favor de la muerte. La mujer habría partido sin la Muerte,

dice. Sólo un nuevo suceso podría introducir el olvido en su vida, y con él provocaría la

muerte real de su mujer: así que no es posible retener su eternidad si pasamos a otra

cosa, o a un nuevo suceso o pasión.

Nos dijo: “La muerte no es la policialidad que conocemos, sino una mesa eternamente

concurrida y de la que se levanta uno y dice, yo me voy a dormir: eso es la muerte”

Jorge Luis - Yo nunca he oído a una persona cuyo diálogo impresionara más, y a la vez

un hombre más lacónico que él. Casi mudo, casi silencioso. Nos reunimos para

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escucharlo, como hoy, todos los sábados, alrededor de medianoche, y nos quedamos

hasta el alba oyendo sus reflexiones, pero Macedonio habla sólo cuatro o cinco veces

cada noche, y cada cosa que dice la atribuye por cortesía al otro.

Me basta saber que el sábado llega esta reunión para justificar el resto de la semana.

Entra Macedonio, las voces se apagan y cuando él se ubica en su asiento reservado, se

silencian. Un contertulio rompe con la actitud pasiva que ha adoptado Macedonio al

incorporarse al grupo.

-Maestro, sus meditaciones me traen el recuerdo de las prácticas budistas. ¿Se trata de

eso?

Macedonio - ¿Te parece que cuando estoy en silencio no pienso?

-No, supongo que nos escucha con atención y amabilidad.

Macedonio – Puede haber algo parecido al ensimismamiento budista en mi actitud, la

palabra no es necesaria al pensamiento, puede cesar u ocurrir, hasta puede uno estar

escribiendo vanamente, sólo para sí mismo... pero mi actitud es contemporánea a

escucharlos.

En cuanto a este silencio de mi actitud, se debe a esta rareza de no poder hablar o

escribir seguido, sin pensar en nada. Si yo hubiera pensado antes de hablar, lo que

tampoco es oportuno, apenas se notaría. Mas el que me acompaña me descubre

pensando; nota estos intervalos de silencio y comprende que soy un pobre diablo: lo que

sería preferible que no se advirtiera tan pronto.

- Broma aparte: ¿Qué es, a fin de cuentas escribir pensando?

Macedonio - Los géneros literarios tienen reglas: si el escritor las acepta no necesita

pensar: le basta con cumplir, como un soldado en la jerarquía del ejército o como un

jugador de fútbol en la cancha: En cuanto a mí, "o me dejan pensar o no prosigo"

-¿Pensando en qué?

Macedonio - ... pensando por ejemplo en la compleja y misteriosa relación entre

realidad y ficción, y más precisamente entre tiempo de ficción y tiempo real. Pensando

por ejemplo en la noción de fin, y por lo tanto también en la muerte.

-Maestro - El budista ¿Se desprende del mundo?

Macedonio – Lo que dices se acerca a mi idea metafísica de vivir sin identidad, la a-

yoicidad, ausencia del Yo; pero en la inmediatez sensible estoy con vosotros. He aquí

una diferencia.

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En ciertos momentos de plenitud mental te olvidas de tu yo, tu cuerpo, tus

vinculaciones, recuerdos, el pasado, todas las impresiones y actos que motivaron mi

alejamiento y todo el largo trayecto de evasión y distanciamiento. Paréceme que acabas

de iniciar tu existencia. El Ser se identifica con la sensibilidad. La Realidad no es otra

cosa que realidad sentida. Fuera de ello nada acontece.

- ¿Y el Mundo que nos rodea, la Vida?

Macedonio – La cosa en sí, el mundo, la vida, no existen. La sensibilidad es el Ser, la

única, continua, eterna, absoluta, plena en todos sus estados. El universo o Realidad y

yo nacimos el primero de junio de 1874 y es sencillo añadir que ambos nacimientos

ocurrieron cerca de aquí, en una ciudad, Buenos Aires. Hay un mundo para todo nacer,

y el no nacer no tiene nada de personal, es meramente no haber mundo. Nacer y no

hallarlo es imposible, no se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo,

por lo que creo que la Realidad que hay la traemos nosotros y no queda nada de ella si

efectivamente muriéramos, como dicen algunos.

- ¿Y la Nada, la muerte?

-Macedonio - La Muerte es una costumbre que suele tener la gente: La Muerte ocurre,

pero nunca mata Hay un solo hombre que se preguntó ¿puedo no Ser?: Es el hombre

que existía. Cuando alguien se va, cuando otro se oculta, es el hombre que existe el que

se demanda ¿hay la muerte? Es quien existe el que cree o se pregunta ¿he nacido hoy,

antes no era? Cuando quiero pensar la Nada ¿surge en mi mente alguna imagen sobre la

cual recaiga ese pensar?

En el Ser la Nada no tiene cabida. De la Nada, nada podemos decir. El Ser no se rige

por el tiempo, porque el tiempo nada es. Y como el tiempo carece de existencia el Ser es

eterno, in-temporal. Me dais la eternidad y en ella la total posibilidad y mi identidad

invariable. El tiempo individual eterno es para todo Posible.

Tercera escena

Macedonio se ha retirado y con él la mayoría de sus contertulios; en la escena

permanecen Jorge Luis, Raúl y otro sujeto

Raúl – “No todo es vigilia la de los ojos abiertos” Qué título intenso y pomposo. Debe

publicarlo. Intentamos convencerlo pero se resiste. Me pone como excusa que debo

escribir una página en la que me presente como su inspirador.

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“Debe decir algo aquí”, me dice, e insiste en que intervengamos en este libro aduciendo méritos

de instigador de que lo escriba.. Inútilmente he pretendido negarme.

Jorge Luis -¿Y por qué no?

Raúl- Prefiero escribir un libro sobre él antes que asumir ese papel en el suyo.

Aun cediendo, rechaza todo lo que podría afirmar allí sobre su persona. Todo lo bueno que le

proponemos Leopoldo Marchal y Bernardez no lo quiere.

Jorge Luis - ¿Y qué es lo que quiere que escriban?

Raúl –Al fin nos dice que diga que sabe silbar, y que es entendido en procedimientos de belleza

femenina, y que ante los astrónomos, aunque sean cordobeses, con toda la ventajita de sus

ingentes aparatos, no tienen rival como guitarrista.

El otro: ¡Es terrible! Buena idea para fracasar.

Raúl – Es lo que le dije

Jorge Luis - El rasgueo de una guitarra puede dar fe de un lenguaje perdido. Así es

Macedonio. Prefiere en lugar de publicar que cualquier tarde , en el rincón más apacible de una

biblioteca, ya sólo sombras y recuerdos, mantener una charla reflexiva para resolver desde otro

punto de vista la verdad de la vida que tuvimos.

Raúl – Sí. Pero no cederemos. No deberá privarnos de su ingenio y ser reconocido como un

auténtico filósofo...

Jorge Luis – Así lo espero. Pero ya es hora de volver a casa.

Confitería el Molino

Caracterizada por alguna decoración de aquél tiempo

Un grupo numeroso de intelectuales comparten con Macedonio. Han transcurrido un

par de años.

Leopoldo - No se sabe si fue en broma o en serio, en 1920 se postuló como candidato a

Presidente y ahora parece que tras la caída de Irigoyen y toda esta atmósfera de

despolitización nos ha convocado para una locura semejante. Su pariente Marcelo del

Mazo nos confió el contenido de una carta personal en la cual más o menos

argumentaba que si el 95% de los votantes del país no tienen convicción ni compromiso

se podría apalabrar adhesiones y conformar una plataforma. De entonces viene

reuniéndonos todos los días por la tarde y los sábados por la mañana en esta Confitería

del Molino. A Jorge Luis le ha explicado que en la Argentina "muchas personas se

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proponen abrir una cigarrería y casi nadie ser presidente; de ese rasgo estadístico deduce

que es más fácil llegar a ser presidente que a ser dueño de una cigarrería".

Jorge Luis. Hay más: Me encontré con él hace unos días y me dijo: “La carta que ayer

concluí y estampillé para vos; como te encontré antes de echarla al buzón y tuve el aturdimiento

de romperle el sobre y ponértela en el bolsillo. Otra carta que por falta de dirección se habrá

extraviado. Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto

me trae tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia mi comicilio.

Leopoldo ¿Recuerdan que en la Perla del Once proyectamos escribir una novela a varias

manos? Cada uno debía escribir un capítulo. La novela se titularía “El hombre que será

Presidente: Narraba la conspiración de un grupo de hombres dispuestos a difundir entre

la población un malestar general que provocara el ansia por la llegada de un salvador.

Jorge Luis – El libro no se escribió nunca. Hubiera podido ser el nacimiento del

surrealismo argentino.

Carlos- Fue por aquella época que falleció su esposa y todo quedó en la nada.

Jorge Luis – Pero inspiró a Roberto a escribir “Los siete locos”

– Ya está aquí, vamos a escuchar que broma nos prepara.

Macedonio- Buenas noches. Hoy repasaremos nuestras estrategias para la Conquista

deBuenos Aires. Los escucharé de a uno.

1. Atestar la ciudad de objetos que hagan la vida incómoda

2. Circulación subvencionadas de gordos y sordos que discutan en el tranvía

3. Lapiceras con una pluma en cada punta

4. Escalones distintos en las escaleras

5. Escaleras empinadas

6. Peines navajas

7. Cucharas de papel plateado

8. Espejos fijos y delgados que no permitan ver la cara entera

9. Velas que no se pueden apagar soplando ni soltarlas

Macedonio- Muy bien Señores, y no nos olvidemos de dejar en todos lados anuncios

que digan “Macedonio, restaurador de agrados y placeres” y “Macedonio, un misterio

político de la próxima presidencia”

Cuando ganemos las elecciones embelleceremos la ciudad, dotándola del misterio que

nunca tuvo, cambiaremos el nombre de las calles, de las plazas y los parques: se

llamarán calles de la Novia, el Recuerdo, la Esperanza. El Retiro, el Silencio de la Paz,

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la Vida y la Muerte, Los Milagros, Las horas, las Noches, el Pensamiento, Juventud,

Rumor, Pechos, Alegría, Sombra, Ojos, Paciencia, Amor, Misterio, Maternidad, Alma.

Se deportaran todas las estatuas que enlutan las plazas, sólo se sustituirá la de San

Martín por una simbolización del “Dar e irse”

Y muchas pequeñas cosas más.

La Richmond

Caracterizada por alguna decoración propia

Comensales varios. En poco tiempo se incorpora en el local un grupo de jóvenes.

En una mesa dos hombres conversan. Corre el año de 1927 en que se gesta la segunda

elección de Hipólito Yrigoyen.

1 - Esos jóvenes son los Martín Fierristas. Aquellos son Borges, Mallea, Escalabrini

Ortíz, Conrado Nalé Roxlo, Macedonio Fernández, un maestro que vuelve con la

humorada de ser Presidente. De su edad se han agregado Leopoldo Lugones y Horacio

Quiroga, notables. Fue real la dicha de amistad que Macedonio brindó a una generación

sin hacerse sentir, delicadamente, influyendo en obras como la de Jorge Luis Borges,

Raúl Escalabrini Ortíz, Eduardo Mallea, Julio Cortázar, Carlos Mastronardi, Olivero

Girondo, Conrado Malé Roxlo, Xul Solar, Roberto Arl, Adolfo Boy Casares, y tantos

más .

Tienen su sede cerca, en Tucumán y Florida, pero celebran todos los días, aquí en la

Richmond, a las siete de la tarde, sus sesiones literarias, de las que participan todos.

2 - Lo de ser Presidente, ¿es una humorada crítica?

1 - Lo parece en tanto si se refiere al absurdo del poder, la desmesura de la publicidad,

la improvisación de los partidos Quien ha vivido los cambios socioeconómicos de fin de

siglo es consciente que los hombres carecen de toda solidez y unicidad.

2 - Y ahora ¿por qué se agrupan de esa manera?

1 - Para cantar su himno antes de iniciar la reunión. Es una graciosa manera.

El grupo se ha reunido en coro y comienzan a cantar con la melodía de la Donna e

móbile del Rigoletto de Verdi, con euforia y desprejuicio:

El grupo canta:

“¡Un automóvile, dos automóviles, tres automóviles, cuatro automóviles! ¡Cinco

automóviles, seis automóviles, siete automóviles, un autobús!”.

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Entre aplausos y risas el grupo se desarma y ocupan las mesas.

FIN DEL PRIMER ACTO

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SEGUNDO ACTO

Macedonio en el centro del escenario, se dirige al público

- Tú, espectador, pues que tienes tanto valor para quedarte real o creerte real, tú, podrías

ahora entrarte en mi novela, perder el ser y librarte de la realidad y sus problemas,

Confiesa: cuánto quisieras colarte de noche en nuestras conversaciones y tener siquiera

una hora para ser personaje. La vida de la Estancia de la Novela ¿quién no la suspira?

Yo busco que cada espectador entre y se pierda a sí mismo en mi novela; que ella lo

vaya asilando, encantando, desterrando de la realidad. Hay espectador que lo desea pero

no se atreve a renunciar por siempre a la vida por el arte. Unos quieren la vida, otros

quieren el arte.

Siento pasos leves y una traviesa sombra en esta página. ¿Eres tú? Bienvenido.

Habilitaremos en “La Novela” un pabellón de lectores ganados a su encantamiento, un

mundo de conciencias, a su vez leídas por otros personajes de la novela, tornándose en

ficticios y pasivos, moradores de la inexistencia y trasvertidos en autor y personaje.

- Aparece un personaje y cuestiona

- Quiénes van a compartir la novela conmigo, ¿acaso un espectador? Yo he tenido

papeles importantes en otras novelas y deseo conservar mi prestigio.

Macedonio – La Eterna, para que sepas y no te ufanes, ya ha actuado en otras obras

célebres en el papel de Leonora, de Poe, Mignon, de Goethe, Beatriz, del Dante, la

Amada Inmnóvil, de Amado Nervo, Rebecca, de Ivanhoe, así que quédate tranquilo; y

tú, espectador no te preocupes por quien habla, continúa prestando atención que vamos

a ingresar a la Novela de la estancia. Está situada sobre el Río de la Plata y la habitan el

Presidente y sus amigos conspiradores, precisamente a veinte cuadras y tres minutos de

Constitución. La propiedad está en litigio eterno, de la cual por derecho el Presidente ha

obtenido la aquiescencia para domiciliarse en ella, a cambio de vigilarla y solventar sus

cargas.

Voy a nombrarles ahora al Vigilante, que ve entrar y salir a los personajes y se asegura

que todos sepan que esto es ficción, que es alucinación creer que lo narrado acontece.

Reparad en la leyenda del portal: “Aquí dejad vuestros pasados, transponedme y vuestro

pasado no os seguirá.”

Y ahora conocerán al personaje del Presidente y la Eterna, personajes efectivos, y a

Dulce Persona y Quizagenio, personajes frágiles por vocación de vida.

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El resto está de maniobras, ensayando la firmeza de su afición al artístico no – ser.

Escena En El interior de la casa:

La casa, blanca, antigua, modesta de la estancia. ¿Qué dice la casa, el camino?

-Por mí pasan los hombres, los inmortales hombres pasan pero inmortales.

Cuatro son las ventanas de la casa de la Novela: el Tiempo en las arrugas de sus

revoques; las palabritas del viento en la chimenea de la cocina; el palpitar siempre

presente de la agüita costera del Plata; y la llamita del triángulo de una vela erguida,

parada lejos que toda mirada encuentra en todo mar, trasladándose junto al horizonte

donde cualquier leve velamen toca el cielo.

Dulce persona - Eterna llegó después de nosotros en la noche, y ante la demanda del

Presidente por la pasión, le respondió “Aún no. Hay tiempo.”

Quizágenio –Por ansias de esa negación el Presidente deberá aprender a amar.

Dulce Persona- El Presidente no tiene una respuesta suficiente para la demora de ella,

sólo ausencia. Tras la ocultación de la amada, en esa opacidad que dejó su partida, el

Presidente fabrica otra realidad; intenta crear en la pura ensoñación imaginaria lo que

podría darle un hogar a la Eterna. Construye así un ser de goce pero no puede evitar la

angustia por la falta de pasión y sentirse triste.

Quizagenio- Esta inexistencia a la cual nos obliga es un intento de recuperar a la Eterna,

perpetuar su deseo por ella más allá de la muerte, una especie de inmortalidad del

recuerdo que nunca muere

Dulce Persona – El anhelo que lo animó en la construcción de su novela es hacerle un

lugar para la no existencia en que necesita hallarse la Eterna y albergar allí a Deunamor,

el meditador solitario y al No-Existente Caballero para tener un estado de efectividad,

ser real en su espera, una morada digna de la sutilidad de su ser y exquisitez de su

aspiración para ser encontrado en alguna parte de su novela, mientras espera la llegada

de vuelta de la amada, que él llamaba Bellamuerte.

Quizagenio - Lo entiendo: La escritura que nos envuelve es su trabajo de duelo, que da

un marco al vacío por su amor perdido. Así que su recurso, mediante las palabras,

configura esta inexistencia que nos implica. Yo quisiera salirme de la Novela y estar

vivo. ¿Qué sientes por él Dulce Persona?

Dulce Persona - Que podría llegar a amarlo y hacerle olvidar a la Eterna. ¿Y tú?

Quizágenio - Que podría amarte a ti.

Dulce Persona – Cambiemos de tema. Yo no quiero abandonar la Novela.

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Retoma la escena narrada:

La Eterna – Aún no,... hay tiempo.

El Presidente- “Me dices “aún no”, ¿pero qué quieres de mí?". “¿qué soy para el deseo

tuyo? En lo que dices Eterna hay un deseo enigmático, quizá una frustración en tu vida

de la cual soy responsable...

He olvidado súbitamente el porqué de no haber obtenido tu amor ni el de mí mismo. Me

falta el don de absorberme del todo en una pasión que sólo de ti podría venirme y

hubiera sido mi dicha absoluta.

La Eterna – No se conmueva ni se dañe. Después de la acción que tiene planeada para

sus personajes hablaremos otra vez, posiblemente bajo otro sentimiento.

El Presidente – Está bien; decidamos para el momento lo más triste: la acción sin

propósito, sin amor, sin objeto; ansío en ella mi curación, es decir saber amar a Usted y

satisfacer su deseo

La Eterna – La acción debiera ser realizada lozana y graciosamente, como una curación

de tus depresiones y desorientación.

El Presidente – Te confieso, mi incrédula compañía, que falseando las posibilidades de

la acción no hay más que un autor en agotamiento que no da más.

Con todo pondré a prueba a mis personajes a ver si son capaces de responder a la

ficción en la que voy a implicarlos. Voy a darle un cometido a cada uno de ellos.

La Eterna - No he venido sólo para verlo a Usted, sino que debo asociarme a todas las

alternativas de su empresa y estar cerca suyo para cuidar su espíritu.

Escena, Macedonio frente al público

- Escribo y escribo, corrijo, corrijo, y así mantengo mi existencia. Me ha impresionado

el suicidio de Leopoldo Lugones. El suicidio no se corrige, así que sigo escribiendo y

corrigiendo para no ceder a esa tentación; escribir y corregir es una estrategia mágica

para sostener la propia vida y la de mis personajes como personas. Nada saben de mí

pero me sienten vagamente como un alma sin rumbo, quizá un desdichado. He

comprobado la ineficacia de la acción y aún de la amistad, frente a la pasión no lograda

y fallida por mi amada; (aunque decir esto de la amistad resulta injusto) La acción, la

conquista de Buenos Aires para la belleza ha sido una aventura imposible.

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Con todo, en un día de 1938 y dentro de un período de mero vivir, de frivolidad, al

ocurrir que el cuerpo de Alfonsina Storni tocó las aguas de la muerte, la ciudad se

desplazó sobre su eje. Ocurrieron un clamante “No mueras” y una, aunque dolorida,

aprobación, de una temida y triste declinación de vivir; Al instante de la muerte de un

alma soñadora, Buenos Aires entró en el Misterio. A la misma hora de la mañana

siguiente, nos dábamos los buenos días así como así.

Me dijo Dulce Persona al sentir mi descontento y el desacomodo de todo mi ser: “Te

quiero triste amigo y has todo lo que quieras clamar o decir.”

Escuchándola, cualquier atisbo de cambio en mí, me amenaza el olvido de la Eterna.

Sin nuevos sucesos no hay olvido, porque no es el Tiempo - que nada es- sino los

nuevos sucesos los que debilitan las imágenes del pasado. Podría ser una fórmula para

inolvidar sustraerse a nuevos sucesos importantes cuando se nos obliga de dejar de ver a

la Eterna.

El Presidente y Dulce Persona

El Presidente – He escogido hacer de la amistad el asunto de mi vida venidera. De mis

excursiones fuera de casa, a las personas que se me hacen simpáticas las invito a vivir

conmigo. Ser personaje es soñar ser real, y lo mágico de ello es que no son el sueño

mío, sino el sueño de ser en el que ávidamente se ponen.

Dulce Persona – De cuantos son en la novela todos estaban cuando arribé yo. Desde la

ciudad te traje un ramo de flores.

El Presidente – Que suavidad fue verte tan en sí, trayendo flores de la ciudad y el

encanto de caminar cruzando con las flores a través del jardín.

Dulce Persona-. Quizagenio fue quien me abrió la puerta y me llevó a la cocina de

campo, tibia, de abundante fogón que en invierno se ama, con aquel constante silbar del

viento por las rendijas.

El Presidente - Nosotros también lo oímos desde el comienza de la Novela, con el

mismo timbre que en los campos. Estoy agradecido por el tiempo que me tuviste como

huésped en tu casa. Tu Padre en este día no está, no es regular residente, viene y se

queda de tiempo en tiempo

Dulce Persona - Sabía de esa costumbre y quise saludarte. Sentí pena cuando te fuiste a

la estancia.

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El Presidente – El estar aquí me dio oportunidad para reunir los personajes de mi

Novela y de volver a tener contacto con mi hijo Alfonso.

Dulce Persona - ¿Qué fue de él?

El Presidente – Ahora me acompaña más con un afecto dulce y paciente, compartiendo

sus penetrantes hallazgos en arte, en sociología, en psicología. Preocupado por mí viene

recorriendo las pensiones por donde he pasado recuperando mis escritos abandonados y

también él, incitándome a publicar.

Tu visita me da la ocasión de solicitarte que me los transcribas.

Dulce Persona – Lo haré con mucho gusto.

El Presidente - Sabéis que escribía simultáneamente una novela buena y otra novela

mala; por día una página de cada una. Hubo una vez que me encontré perplejo cuando el

viento hizo volar los manuscritos, porque no sabía a cuál correspondía cada página;

nada me auxiliaba porque la numeración era la misma, igual la calidad de ideas, papel y

tinta, ya que me esforzaba en ser inteligente en una y en otra para que mis mellizas no

animaran querella. Trataré de reunirlos coherentemente y te los entregaré en tu próxima

visita.

Escena La luna

Dulce Persona- Quizagenio, necesito tu aliento sobre esta página de desaliento. Porque

todo sentir es triste. Sé que me prestarías tu vida pero ya es bastante que uno a otro nos

pensemos.

Yo me enamoré de él desde conocerlo, cuando en su incierta vida fijó por un tiempo su

domicilio en mi casa. No supo de este amor, fue un amor no sabido.

Y ahora he visto pasar por la ventana a una mujer vestida de negro que debe estar con

él. Ojos negros, tenían que ser los de ella.

Quizagenio – Yo predigo que tus ojos azules son los mejores y más negros que quieras.

Dulce Persona - Te equivocas del todo, ella le interesa mucho.

Quizagenio – Dile al señor Autor que quedemos sólo escritos cuando nos tenga

sufriendo.

Dulce Persona – Todos tristes pero te diré que es la primera vez que me haces

cumplidos.

Quizagenio – Siento amor y por eso quisiera vida ahora, que es cuando en las novelas

debieran darnos vida.

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Dulce Persona - Hace siete años que perdió a su esposa. Siento amor por él y quisiera

una vida ahora y que ese amor lo hiciera feliz.

Dulce Persona se acerca al Presidente que está contemplando la noche.

El Presidente - Puede amarse a la luna, es más cielo que el cielo aunque parece

pobrecita frente a tantas estrellas, pero si lo sientes bien es la única que nos mira, quizá

entiende mi dolor y me acompaña.

Dulce Persona- Pero también desaparece rodando a lo largo del horizonte, gustándolo y

pensando en sí sola.

-Tal vez en su ausencia no deja de pensar en mí, o también luce para otro; pero retorna

creciendo o decreciendo, como un visitante distinto en cada noche; amor alternante que

a ti te pone en sospecha, pero en cuanto a mí, hombre de continuo amor, no dudo del

suyo.

- Sin embargo no es más que luz del sol lo que recibe y sin amor y por fuerza lo refleja a

la tierra.

-¿Te parece no estar renunciando a una explicación?

-Tú dices que no hay acontecer libre

- Cierto ¿No oyes algo que nos quiere decir?

-¡Todo lo conciertas con el misterio!

El Presidente - La noche que elige sus preciosos atavíos, parcos, delicados, invariables;

la palidez lunar de tu faz que se azula en los negros ojos y cabellos. La que tiene voz

cercana que nos zozobra y ancho rumor...la noche que nos roza y nos hace temblar

como sus luces distantes...

Dulce Persona – La noche, con sus latidos de un esperar, con que te das toda la belleza

que defienda tu eternidad y el elegido deseo de con quién quieres vivirla.

- El Presidente - Beldad y tristeza quiso ser la luna y apareciste. Bella hasta el dolor en

mí, de igualarte en el ser imposible, de sumirte en el arte también.

Cuando me trajiste aquel ramo ¿lo recuerdas? Al irte entresacaste dos rosas, de desigual

tamaño, una blanca y otra roja, pasando de una a otra la mirada, comparando:

anudándolas luego las colocaste en un vaso para mí; luego yo las desaté y dejé sólo la

blanca.

Duce Persona se aleja al reencuentro con Quizagenio

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Quizagenio - ¿Sabes que el Presidente, a hurtadillas de la novela, tiene coloquios

telefónicos a oscuras con la Eterna?

Dulce Persona – Lo sé. Hablan largamente y siempre la Eterna concluye con un cantito

lloroso y rebelde de niño a quien algo se le niega.

Quizagenio – Quiere hacer lo que quiera y que le den muchos mimos antes de dormirse,

y soñar cuanto le guste, que piensen en ella y que alguien la ame y la sueñe.

Dulce Persona – Hay esperanzas de eternidad cuando los días de amor perfecto son más

que los de torpeza, olvido, languidez y aprendizaje de amor. De lo contrario el pasado

cae en la nada.

Quizagenio – El amor perfecto es opción definitiva por una eternidad.

Dulce Persona – Siento a su lado que el pasado no es irreversible, me lo dice siempre y

no es por piedad. Lucha entre su pasión actual, mi imagen, y el recuerdo de la persona

muerta.

Quizagenio – Prueba de arte en el novelista, trasuntar los estados emocionales de un

boxeador a quien se cuentan los diez segundos.

Dulce Persona - Es falso el amor que amparos nos pide. El amor es igualdad. Queremos

distintamente, a veces encendemos, a veces apagamos la luz; ver y no ver: que se nos

vea o que no. Culminación en novela, Poder de una situación y escena igual sobre

sentimientos que hayan cambiado, como tiranía y confusión

Macedonio dirigiéndose al público:

Macedonio – Ha pasado un tiempo y lo ridículo de revestir de amistad esta nueva pasión

nacida imprevistamente se agrava por nuestra diferencia de edades: Tengo 72 años y

ella sólo 19. Pero aunque sea por dos horas quisiera intentarlo. La he resguardado en

mis escritos simulada bajo la imagen de Dulce Persona y he delegado a Quizagenio

alguna expresión de amor, pero si la volviera a la vida tan sólo me llamaría “Maestro” y

si se tratara de éste, vuelto también a la vida, tendría más derecho que yo de ser su

amante.

Al entregarle mis papeles para que me los transcriba no he dejado de borronearle con

intención: “Escribes el manuscrito de esta novela en la que te doy mi espíritu como el

tuyo me diste.

Escena Dulce-Persona y el Presidente

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Dulce Persona- Maestro, me emocionó releer su dedicatoria en el manuscrito y lo

relacioné con el título de la obra “Niña del dolor, la Dulce Persona de un amor que no

fue conocido”. Yo lo cambiaría por “La Persona de amor de la dulce niña de dolor de un

amor que aunque imposible, ahora al menos es sabido.

El Presidente - Y difícil de ocultar.

Dulce Persona -. Desdichada por las amonestaciones de mi padre y que yo combatía.

¿Se acuerda de aquel incidente que pasó en nuestra mesa el día que se enojó tanto

conmigo y que usted me defendió para aplacarnos? Yo comprendí después que él estaba

abrumado por problemas económicos, y yo le conté a Usted que me consideraba

neurótica y me castigaba e injuriaba también con tristes sospechas que nunca merecí,

de que me dominaran ciertas pasiones.

El Presidente – Por esa razón me fui de tu casa. Tu padre es un hombre buenísimo que

quiere a toda su familia abnegadamente pero la carga creciente de su bancarrota se

añade a un trazo de histerismo que se ha acentuado en ti.

Dulce Persona – Es cierto, eso pensé ¡Pobre Presidente que tuvo que zanjar la situación

con su retiro!

El Presidente – En cuanto a tu ser, por desdicha quizá y al mismo tiempo por tus formas

incitantes e inocentes de sensualidad, por tu rostro agradable y tu voz hermosa,

desairada en el andar, con tus cabellos rubios, muy dócil al cariño, te confieso que

indudablemente me enamoré aunque quise evitarlo y seguir siendo tu amigo.

Dulce Persona – Pero yo lo amo también

El Presidente – Hay dos hablillas que he descubierto entre los habitantes de la Novela,

son la Muerte y la Vejez o el Proceso de los Años. La fatalidad de morir y del progresar

de la edad como acaecimiento y cambio por sola virtud del tiempo. Son dos engaños: la

muerte ya he explicado que nada es, y la más intensa vejez, en un mayor número de

casos, es la vejez joven, la que ocurre de veinte a veinticinco años, como a tu edad,

cuando se descarga sobre uno la responsabilidad y exigencias de la vida, saliendo del

vivir providenciado por padre y madre, de que se ha gozado y que se agota. La vejez es

simplemente no los años sino toda la relación de excesiva carga de la vida con respecto

a la reactividad personal psicológica. Aunque también miro el ridículo de mi vida que

desde hace treinta años estudio al mismo tiempo biología, es decir como no morir, y

metafísica, es decir como Nadie muere.

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Dulce Persona - ¿Por qué no podríamos seguir así toda la vida, sin pasar el tiempo, sin

apreciarnos menos, todos juntos, en La Novela?

Presidente - ¿Por qué no?

Dulce Persona - Porque es exploración inventada, no impuesta, tan severa en aspectos

como fresco tu corazón para la entusiasta ficción.

El Presidente - ¡No! Que no haya visto el crecer de tu cariño, nacido tan pronto en las

lozanías de tu sensibilidad, me avergüenza. Comprenderás porque no tuve esperanza

alguna cuando sonó el primer aviso, cuando luchando contigo misma se determinó

penosamente a despertarme de mi ilusión. Y no era engreimiento sino encantamiento y

fe en las fortunas de la Pasión.

Dulce Persona - ¡Que silenciosa está la casa! Como si nadie hubiese.

El Presidente – Y nosotros llevamos conversando dos horas en un coloquio feliz de

hablar cada uno más que el otro.

Dulce Persona – Pienso que en esta conversación, sin que supiéramos de ello, la amistad

y el amor ¿no están comenzando desde siempre en nuestras almas?

El Presidente - Estas dos horas de felicidad se hicieron absurdas por la composición del

encuentro del amor y la amistad.

Dulce Persona - Por las rendijas el viento parece decirnos que la convivencia de la

amistad y el amor, en nuestras pobres almas, hacen nacer el dolor y nos obliga a

cambiar el diálogo.

Escena Introducción de la Eterna en la Novela

El Presidente – Eterna, me he olvidado de ti por dos horas. Yo viví dos horas de tu

olvido; tuve el Olvido de la Eterna, vuelto hacia otra persona, al contemplar en su

semblante alegría de amor, pura y exaltada simpatía dichosa, operando de su encanto mi

pasado desdichado por otro de dignidad y gracia.

Eterna - Presidente; no más por hoy. Nada en mi vida fue más atroz que leer estas

líneas. Adiós. Me voy creo sin esperanzas ya. No me detenga. No puedo imaginarme

que me comprenda nunca.

Esta mortificación insufrible se mitigará un poco con mis rezos...

Pero Usted, sin plegarias, sufrirá ahora más que yo. Quiero que rece, infelices de este

siniestro vivir. Ansiáramos escapar de la vida a un capítulo de Relato ¿Quién me

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mostrará que Ud. nunca existió, que sólo lo leí, que yo misma no soy sino una sombra,

una silueta en páginas.

...Si al menos deseara posar su cabeza en mi seno para ampararlo...

El Presidente – No deseo caer en ese declive maternal que en el amor es un error

Amparar... y cuando esquivo esa imagen de maternalización de la relación de amor se

alza tu rostro triste, descontento y tan suave y sólo concibo en su contra la identificación

de iguales en la pasión.

Adiós Eterna, sé que las ansias y mi olvido desvanecen tu Eternidad

Deunamor – Cada uno de los personajes intenta hacer algo para dar vida a la Eterna:

Uno habla de buscar un rayo de luna en una rosa, otro de hallar un ala de golondrina

dibujándose sobre la faz de la gran luna.

Uno interrumpe Cómo vamos a darle vida que no tenemos. Pero lo que necesitáis no es

tener vida; lo que falta es saber si la Eterna la quiere. Hasta ahora no hemos pensado en

esto. Sólo el Presidente podría decirlo. ¿Eterna, quiere la vida?

El Presidente – No podéis atormentarme más con tal pregunta. Querría la vida si alguien

que anda en el mundo valiera lo que vale el amor de ella. Pero así no sucede y antes

bien su único motivo de contento es saberse personaje.

El pedido del pasado

El Presidente- Dulce Persona, todo este tiempo ha sido un tiempo de dolor y de culpa.

Volvió a mí el recuerdo de mi pasado, aquellas noches de hogar que transcurrían para

mí en la contemplación y cuidados por la respiración de los cinco seres del hogar filial,

unidos bajo aquel techo, con las expectativas de mi habitual ansiedad por la salud y

subsistencia de todos.

Sabrás Dulce Persona que a eso de las once cuando todos dormían, dejaba el escritorio y

hacía un recorrido de todas aquellas figuras amadas, los cuerpos denunciando por la

ropa de las camas, las cabezas, las manos. ¿Ese pasado no puedo tenerlo más?

Duce Persona – Yo he visto pasar desde la ventana a tu extraña visitante, ojos negros,

hermosos, tristes; serios y atractivos. Sentí el desmayo de sólo ser la niña del dolor que

no podía aspirar a tu amor.

El Presidente - Me reprocho de esta alucinación del pasado y el poner en escena

confusión y sentimientos tiránicos que te dañan a pesar de mi amor.

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Dulce Persona – El amor es uno solo, yo comprendo que a las dos nos amas, que

podríamos ser sólo una y la misma para detener todo el dolor y la culposa pregunta por

¿a quién has amado más? La sustancia del amor es en verdad única, aunque parezca

varia o heterogénea.

El Presidente – Te agradezco, hay belleza para darnos toda la intelección del misterio...

para detener todo el dolor,... pero llaman, ¡verdad que llaman? : Es la Eterna. Es un

sueño en lo real. Un secreto entre los dos, la fantasía de un acompañamiento.

En todas partes llama para que nada del amor quede sin intentar y nada duerma en él,

cual si muerte pudiera haber.

Duce Persona – En tu melancolía hay sólo agonía de renacer. Trocará tu dolor en sed de

delicia.

El Presidente – ¡Nueva a mí fresca de muerte, y otra vez demandándome amarla, no

resucitada sino renacida, que fue la espera Deunamor, de un soñar sin límites.

Dulce Persona – En tus ardientes ficciones, verla transmutada, siempre hermosa.

Presintiendo lo que ha de ser y querer ser cada mañana. Sólo aprendiz soy aún del

misterio del amor, infiel de haberte amado ¿No es así una muerte, la única acontecible

al amor pleno, amarte con olvido de que ya te amaba? Admito que yo sé que no soy

para tí aunque crea que puedas fusionarme con la Eterna

El Presidente – Esta atracción de amor por ti me ha sobresaltado. A pesar de poder

gozar de tu voz, amor triste por imposible, a punto de humillación para mí e impotencia,

Dulce Persona- Sufro tristezas, aspiraciones, descontento, un llorar. Lo quiero, triste

amigo, en esta hora lo amo

El Presidente – Yo no soy el Presidente aunque lo haya creado tan parecido a mí, estoy

por saber quién soy ahora. Tras una lucha de conciencia me atrevo al

desenmascaramiento de mi pasión y la de la identidad real de mis personajes frágiles

como tú, Dulce-Persona y mi doble enamorado, Quizagenio. He vacilado en el

reconocerte por las hechicerías y mutaciones en que transfigura la avidez de

renovaciones de tu beldad eterna

Dulce Persona – Todos estos personajes enmarañados son reales. Cualquier imagen en

la mente es realidad y vive en el mundo la realidad: toda mera imagen en una mente

conlleva un afecto: placer, dolor; en el deseo de ser el ser existe, aunque escamotee el

vivir en el mundo.

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El Presidente - Todo lo hay en lo eterno y así puede acaecerme amargura de haber

dejado de amarte siendo siempre la que amo, puedo otra amar en ti, si cambias tanto que

mi memoria no te alcance y reconozca.

Dulce Persona – Déjame aprender y luego adivinar.

El Presidente - ¿Cómo llenar la ausencia de seis años y mis dudas? ¿Hay belleza para

detener todo el Dolor. Para darnos la intelección del Misterio? ¿Dónde está la belleza

aclaradora de “ser” e hipnotizadora del Dolor? La he buscado en Cervantes, en

Beethoven, en Wagner o en algo del delirio mayor, en entonación adorante,

deslumbrada del Hombre de Walt Whitman. Es la Eterna aquella sola en quien el

secreto halló el seguro de no poder encontrarlo, nadie lo descubriera ni cómo es ni si es

secreto en un sueño o no real.

Dulce Persona (como para sí) – Si de tan tremenda cosa se trata opino que el relato se

desencamina. La ciencia es pedante y estéril y el arte tiene mucho de chiquillería y de

receta como para darte una respuesta.

El Presidente: No me ofendéis tomándolo a resignación. Piadosa como fuiste conmigo

forja tu misma el beso de la fatalidad de lo imposible y separémonos de cuando más

cerca estuvimos. De la única caricia que nos dimos, de lo más cerca que nos tuvo

nuestros sometidos destinos. Fenece muchacha, no te escribo más.

Dulce Persona – Espera no me extingas, he sido tu apasionada ilusión durante más de

dos horas. Sólo convencerás al espectador si no se habla más de mí en todo lo que falta

en la novela.

Se incluye la eterna en la escena e interfiere

La Eterna al Presidente - Tómese del pliego de mi vestido y sígame a su penitencia.

El Presidente – Enfurruñado, dominado, embriagado de verla siempre más bella,

cariñosa, enérgica, clarividente, acepto por fin que me trate como un niño a quien la

madre corrige Básteme que toda belleza haya en ti; ¿qué importa lo que soy yo?

La Eterna- Un niño a quien puedo acariciar, y así tengo lo que también podrías tener,

convidar y codiciar tú: todo lo que puede acaecernos por el causalismo novelístico, de

cuánto escribes a medida que escribes y lees, sin pensar cuánto me lacera, quizá, y me

arrebata de lo que mayor bien mío era lo que iba a darse para mí.

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El Presidente – Es cierto, Eterna, por ello me torné en un instante y para siempre niño,

pero la verdadera situación es la tortura de no poder recibir ni aceptar caricias, la

desventura mayor y menos aparente y más sola e irreconocida que cabe a lo humano.

La Eterna – Perdiste las caricias de tu padre muy niño. Tus progenitores fueron tus

dioses a pesar de tu ateísmo. Dioses por afecto y por pasión. Tu memoria quiebra la

unidad del tiempo y sostiene la eternidad absoluta y la permanencia en tu espíritu. Así

conmigo.

El Presidente – Mi padre se me ha aparecido a la hora de una siesta, a plena luz del día y

me abrazaba y besaba y empezó prontamente a hablarme.

La Eterna – Tu amor es un instante de un amor total y perpetuo. Así mi eternidad, un

amor constante que desaloja a la muerte.

Lo problemático

Macedonio escribiendo y compartiendo con el público

-Exiliada mi metafísica de la inexistencia material e independiente de la conciencia de

la vida en sí. Falseada la eterna ausencia de un yo, nunca comenzado, sin causa, vario e

sinustancial, donde la Nada no tiene cabida; ya no hay juego con la muerte que ocurre y

mata. La Novela está en tinieblas.

Comprendo que el espectador anhela la resurrección de Dulce Persona y la continuación

de sucesos de la vida en la Novela. Posiblemente el dolor de la Eterna tiene tal halo de

grandeza que el espectador o lector no tiene alientos para seguir siendo lector de la

Eterna y por ningún modo desearía ir adelante sabiendo de ese sublime y transido

destino.

Macedonio recita mientras escribe: “Apasionada joven dormida, amada inmóvil, qué

latido del alma trágica de las cosas hace, inocente maestra de tentación, para que todo lo

miserable que he juntado en mí mientras quemaba mis dolores y de la vida me ahogue,

para que temblando en crimen y miseria me alce sudoroso y sollozando, pálido en la luz

pálida del amanecer... Cualquier cosa que yo haga contigo Adriana, aquí y ahora será lo

único no imposible, mandato de la Tragedia. No sé porque me levanto de mi lugar

oscuro y me veo trémulo ante la luz del trémulo amanecer parado frente a mi puerta,

inclinado hacia tu lecho que es el mío. La soledad me empuja las espaldas en este rincón

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de la dormida casa, el pasado y el porvenir los piso con rabia. Todo es una sola mancha

en el mundo.” Busco tu boca, Elena, besémonos.

Dulce Persona – Me apena el Presidente, quisiera la vida para él, Mas no lo veo en buen

camino. Lo consume la inteligencia, vacila entre la pasión y el Misterio del ser. Le falta

una palabra, una, no más, una sola percepción que lo salvara.

El ama lo que ha creado y no lo que ella es.

Quizágenio – La suya no es verdadera memoria, es actualidad, el verdadero misterio es

la espontaneidad continua. Sólo sostiene las tristezas de la vida, es decir el continuo

emocional de su existencia.

Dulce Persona. Un nuevo suceso en la vida puede introducir el olvido, así que una

nueva pasión significaría la muerte real de la Eterna. ¿Pero cuál es la angustia

metafísica personal del Presidente. Él no cree en la Muerte y no puede amar lo que se

cree mortal, lo que él no sabe que sea inmortal. No puede amar a quien espera morir. He

aquí la desdicha del inmortalista del Presidente, no poder amar lo que puede llegar a

morir.

Macedonio frente al público

Sin nuevos sucesos no hay olvido, porque no es el Tiempo - que nada es- sino los

nuevos sucesos los que debilitan las imágenes del pasado. Podría ser una fórmula para

inolvidar sustraerse a nuevos sucesos importantes cuando se nos obliga de dejar de ver a

la amada.

En este punto Eterna niega la Eternidad y acepta ese despido de amor que es la muerte;

pero la muerte nada es sin la liquidación del Olvido a los que amamos.

No pudimos embellecer la ciudad. Es de una fealdad irremediable de la cual nada puede

entreverse del misterio.

Eterna ahora, por mi olvido, es como las casas que quieren vivir para el presente, vivir

para morirse.

Dijo Deunamor, siempre será triste el Presidente, o si no dadle otro pasado, y ese

pasado ya lo cambió la Eterna; ella tiene el poder de cambiar el pasado de los otros,

pero no el suyo.

No es así. El pasado lo gesté yo por defección culposa de mi amor, por no haberme

elevado la vida a la gracia y ternura de la Eterna.

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Ella tiene el poder ahora para tolerar el pasado de amor fallido y el desconocimiento de

ella por su amante.

Ella puede desprenderse del Olvidador, olvida su presencia y su ausencia Y el olvidador

se desespera cada vez que Ellanomujer lo mira sin recordarlo.

Sí, es genial el sí de matar, con su no, con su olvido, con su avergonzar. Más siempre es

doloroso su pasado en mí, no dimitible, no desasible.

Mi fallo entre los dos fue desarrollar mi pensamiento, sediento de noción, de

conocimiento, como pasión, porque el Amor es el ser, lo más de ser, aunque el

Pensamiento si bien puede ser también pasión, es menor que la Pasión del Amor. Así

que trabajaré en mi novela sin mundo, quizá para mi propia liberación, pero hasta ahora

desdichado, aún enamorado de quien si la olvido no puede recordarme ni por un cuarto

de hora.

El dolor del pasado es una joya sentimental que la Eterna sembró en mi pecho, amor de

un imposible sutilísimo solo en el alma de la Eterna engendrado, que por un olvido

puede turbar su futuro de amor. Sus lágrimas, si las tuviera, son la Lágrima del pavor y

afán de una existencia sin fin, de imposible cesación. Así que vengo pasando de pena en

pena a la de sospechar que, no está cierta más que de su pleno amor y no del mío, y que

por esto está dolorida.

La Eterna no quiso ser la únicamente amada por el hombre de más amor. El mayor

amante no llegó a la mayor amante, tuvo el amor pero no el todo amor del mayor

amante. La realidad todavía no puede detenerse: el absurdo y la torpeza de la Pluralidad

de amar continúa, no se ha deshecho.

El deseo de dos personajes por vivir

Dulce Persona –El dolor de la Eterna tiene tal halo de grandeza que ya no tengo alientos

para seguir siendo su lector y de ningún modo desearía ir adelante sabiendo de este

sublime y transido destino del autor. No tardará Quizagenio en husmearlo y

reaparecerse en pos mío. El sabe de cuentos y diálogos insuperables y el espectador o

lector tendrá también el pícaro placer de no seguir viendo a un autor que se ha

empeñado en infortunios trastocados en una felicidad irrompible, esclavo de su instinto

pesimista. A mí, el autor me duele más que nadie, nadie tuvo más aptitudes que yo para

una cálida sociedad de afectos. Terminado el espectáculo algunos se quedarán junto a

él. Yo me exceptúo, no contará que como a un infante le de comer en la boca. El poder

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de la Eterna ha sido saborizar una taza de té de un modo justo a su gusto. Sigamos

Quizagenio, ¿es la vida que nos está naciendo?

Quizagenio – Anoche, como estaba desvelado, me puse a leer una novela. Se llama:

Adriana Buenos Aires ¿Te gusta? Quiero leerte un capítulo.

Me parece que en el momento en que un personaje aparece en una página de novela

contando otra novela, él y todos los personajes que aparecen escuchándole asumen la

realidad y sólo se les siente personajes a los de la novela narrada: quiéralo o no el lector.

Con ello he hallado un método mágico para que tú y yo tengamos vida, seamos

personas. Ojalá nuestro autor nos esté escuchando ahora, lo aprenda y lo use, apiadado

por nosotros. Los autores de novelas no han de ser indiferentes a las ansias de sus

personajes. Hay personajes ingratos que aprovecharían al instante la que les da y se irían

a vivirla sin quedarse una línea más en la novela.

Dulce Persona –Yo no sé si haría lo mismo, aunque me inspira simpatía nuestro pobre

autor.

Quizagenio – Confieso que no lo veo dispuesto a publicar esta novela.

Dulce Persona – Si fuese la Eterna la que le implorara tener vida ¿Que podría

contestarle? Quizá por magia de palabras de artista pudiera hacerla viviente... a partir

del deceso de su esposa a quien parecía amar intensamente, se siente con derecho a

rogarme creer en su retorno, como un milagro de su novela, y ha perdido su

sensibilidad, hasta quedar reducido a un cuerpo sin conciencia en actitud de espera, sin

sufrir o sentir la espera de volverse a reunir con la amada y ser feliz. A Deunamor,

pensador solitario, no le interesa ser, tener sentido. Su insensibilidad es como una

perspectiva de poder llegar a ser una sensibilidad.

Quizagenio – Todo esto es muy misterioso. Quizá Lo nuestro, en cambio sea una agonía

de nacer; hemos podido vivir en sus páginas sin conciencia de vivir. Quizá sea mejor no

saber nunca lo que es la vida.

Dulce Persona - No desesperes tan pronto. Así que preséntame el cuento que me

prometiste.

Quizagenio - Perdóname mi tardanza, hasta ahora he vivido sin esperanzas, lo único que

le importaba a mi alma era estar hablando contigo, aún cuando me escuchabas distraída

Dulce Persona –Léeme la historia ya...

Quizagenio - ...” No sé porque me levanto de mi lugar oscuro y me veo trémulo ante la

luz del trémulo amanecer, parado frente a mi puerta, inclinado hacia tu lecho que es el

mío; pero la soledad me empuja las espaldas en este rincón de la dormida casa...

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Dulce Persona – Que triste es todo esto

Quizagenio – Lo patético es que la pobre muchacha que está dormida cree que la

persona que le habla es su amado, mientras que se trata de un amigo común enamorado

de ella. Y él no sabe si besarla o no.

Dulce persona - Vuelve a leerme esa página; nuestro dolor acompañe el dolor de esos

personajes. Pasiones de los vivientes, quién las sintiera.

Quiagenio - ¿No es mejor ser como nosotros, suave Dulce Pasión. Digo Dulce Persona?

¿Qué piensas de lo que le acaece a esos seres?

Duce Persona - ¿No son como nosotros? ¿Más felices que nosotros? ¿Somos como el

espectador y el autor?

Quizagenio –Yo quisiera y no sé explicarte que son: a que reino pertenecen; cuál es su

creencia y su destino. Considera que he aceptado vivir sin esperanzas.

Dulce Persona – Pero yo prefiero que me cuentes la historia de ese beso.

Quizagenio – Pues he aquí que titubea una vez más y la besa. “No te besaré Adriana en

la boca, por que busco el beso de amor y me lo respondas.”

Dulce Persona – ¿Sabes que por momentos, ante la vehemencia con que lees, me siento

como alzada por la vida.

¿Y cómo concluye la escena?

Quizagenio -Pues al inclinarme a besarla susurrándole: “Busco tu boca, Adriana,

besémonos”. Una sombra se movió en la estrechez de la puerta.

Dulce Persona -¿Qué sombra es esa? ¡Es terrible la vida., pero ya no tiemblo ni me

asusta ¡ Hoy acepto sobresaltos y tinieblas ¡ yo quiero la vida!

Quizagenio .Nuestro amor no tiene por qué callarse.

(Volviéndose al público) Volved a la vida. En este tiempo tuvimos nosotros vuestra

conciencia y supimos qué es ser humanos, gracias.

Dulca persona - Aprended vosotros por si alguna vez la vida os hace personajes, y os

amáis.

EPILOGO

Macedonio sentado en un sillón frente al público.

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El personaje a un costado también frente al público

Macedonio – Dejo mi novela abierta autorizando al lector o espectador, siempre ricos en

sugestiones, supriman, enmienden, cambien, la editen libremente, con o sin intención de

mi obra y nombre, pero si acaso ocurre que algo quede.

Alfonso, mi hijo, hará lo suyo cuando yo haya partido, pero ahora, al despedirme de

Ustedes, le he pedido a mi personaje prestigioso, que me acompañe en este epílogo con

un poema mío del cual yo, esta vez seré un eco.

Personaje (recita)

“Suspensa has quedado, plácido el respiro que murmura el quiero existir, Plácido un

mirar a lo lejos, y un pensar descansando sin agitación y demandas de vida. Influencia

la blanca mano del cariño que sobre la mía posaste, como por una brisa. Y así voy

sabiendo los pasos nuevos de tu pensar.

Macedonio – Oh Eterna, en tu boca ya no se diga más soy pasajera.

Personaje (continúa) - Conociendo en la tibia opresión de tu palma los andares de tu

alma.

Bebiendo contigo el aire que respiro, que recién latió con la voz en que decías

Soy pasajera.

Macedonio – Lo que dijiste, y el callar sin mirarme ahora, tan precioso de una espera

Graciosa y segura de la respuesta que sabes...

Personaje – Mi mente quedó buscando enamorada con todas sus fuerzas

Macedonio - por dártela inmensa, Eterna

Personaje – Ese callar. Eterna, en la boca que fiada de amor sutilmente sonríe, ese callar

gentil como es clara la luz de tu sonreír que sólo yo descubro, quisiera guardarlo

Macedonio – Y en mi eterna memoria he de tenerlo eterno como el muy rico decir que

tuvo nuestro amor

Personaje – A los enojos de amante que en mí hay contra lo efímero. Y en todo mi

pensar, contra las muertes.

Macedonio .- Quita ese callar con que en el segundo de amor juegas y finges la no

esperanza mientras cierta esperas la respuesta que sabes tengo inocultable para todas las

ficciones del cesar, del partir, que llamamos morir.

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Personaje – la magnificencia de una creación de Vida me diste. Él comienzo más real de

la mía.

Macedonio – más prístino, más inaugural de un nacer en tus palabras “Sí, yo también te

amo.

Personaje refiriéndose a Macedonio con un expresivo movimiento corporal)

- ”...Sí, está trémulo, como quien tiembla feliz de un sueño hermoso y dolorido del

despertar que se lo quite; está trémulo sin creer en la ofrenda de amor, sin creer todavía,

sin segura alegría, sin darle su fe al presente de amor de ella que con tantos ruegos

llamó antes. Ese amor que tantas veces los ensueños le dieron y el despertar le

despojaron.

Macedonio – Aunque pudiera que hoy lo real sea más venturoso para mí que todo

ensueño, que seas tú quien me lo diga otra vez, me llame, me despierte, porque aún

fáltame denuedo arrojo, valor, para correr yo la cortina de la mañana, al despertar.

(Mientras se van desvaneciendo las sombras y por la ventana va entrando la luz e

ilumina una figura:

-Te hablo lector, soy la Eterna. Deja que se alce mi figura y a ti mi acento y te diga

mirándote de cerca: ¿Sientes mi hálito? ¿Tengo una voz que tú oyes? Quizá me ha

acontecido que alguna vez fui real y un artista extraño en designios, con avidez, tesón,

atormentado, me tornó un sueño en páginas que su mano cubría de palabras. Soy una

mujer quizá noble, quizás hermosa y fuerte en el pensar, de sentimiento generoso y de

grave destino, quizá altiva y de majestuosas maneras, quizá de suntuosa casa, con un

pasado límpido y severo, quizá no dichosa pero capaz de una ventura cuya risa

exquisita, estremecida, rebosante, resonando sin estrépito que quizá borrara del mundo

la idea de la Muerte. Más allá de esta página nada sabré de mí, o si habrán de olvidarme,

pero aquí retorno para reencontrar un lugar en sus corazones. ¿No es una tristeza lector

que los vivientes venturosos de la estancia de la Novela erren lejos, dispersos, quitados

de volver a aquella existencia inocente? ¿Qué dejen sin salvar de la humillación a la

Eterna o a Dulce Persona por una brusquedad de cambio de tono involuntario del

Presidente?“

¡No te da pena ajar el sereno y doloroso talante de la Eterna? ¿No te consterna el

destino cruel y la mansedumbre de la tierna Dulce-Persona

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Con todo, ningún autor, salvo éste, tuvo la visión de la tortura del lector o espectador

después de la palabra fin o la caída del telón, por contemplar las espaldas curvas del

dolor sin muerte de los personajes desvanecerse en la distancia

TELÓN