El Mysterio en la Liturgia

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Mysterie nlehre 1 1. Introducción Quiero iniciar el comentario al estudio que hizo D. Ignacio Oñatibia sobre la doctrina del Misterio de Odo Casel 1 , con un número del Catecismo de la Iglesia Católica: <<Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo: En efecto, la liturgia, por medio de la cual "se ejerce la obra de nuestra redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia.>> (CEC 1068) Estas sabías y densas palabras introducen y sintetizan bastante bien la presente exposición. La liturgia actualiza la obra de nuestra redención, el Misterio de Cristo. De él vivimos. En él creemos. A él anunciamos y celebramos. En él se condensa la vida de la Iglesia. Pues en efecto, tal como lo afirma Oñatibia en su estudio, el cristianismo no es simplemente una doctrina, una enseñanza, una filosofía, una confesión religiosa, ni un código de preceptos morales; sino, sobre todo, es la obra de nuestra redención, es Misterio, la actualización de la obra de la Redención bajo el velo de los ritos y símbolos de la Liturgia. En el presente trabajo académico me dedicaré a hacer un comentario a la obra de D. Ignacio Oñatibia, antes ya mencionada. Seguiré su esquema punto por punto, intentando hacer una síntesis y una valoración personal. 2. Líneas generales. En el primer capítulo de su estudio, don Ignacio Oñatibia, presenta las líneas generales de la doctrina del Misterio 2 , redescubierta en la escuela de María Laach y teniendo como exponente emblemático a Odo Casel. Es realmente una hermosa 1 I. OÑATIBIA, La presencia de la obra redentora en el Misterio del culto. Un estudio sobre la doctrina del Misterio, de Odo Casel (Vitoria, Ediciones del Seminario Doicesano, 1954): Cuadernos Phase 172. 2 Mysterienlehre es la teología o la doctrina del Misterio. En adelante la nombraremos indistintamente.

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La categoría que ha rescatado el Concilio Vaticano II en la liturgia sobre el misterio

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1. Introducción

Quiero iniciar el comentario al estudio que hizo D. Ignacio Oñatibia sobre la doctrina del Misterio de Odo Casel1, con un número del Catecismo de la Iglesia Católica:

<<Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo: En efecto, la liturgia, por medio de la cual "se ejerce la obra de nuestra redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia.>> (CEC 1068)

Estas sabías y densas palabras introducen y sintetizan bastante bien la presente exposición. La liturgia actualiza la obra de nuestra redención, el Misterio de Cristo. De él vivimos. En él creemos. A él anunciamos y celebramos. En él se condensa la vida de la Iglesia. Pues en efecto, tal como lo afirma Oñatibia en su estudio, el cristianismo no es simplemente una doctrina, una enseñanza, una filosofía, una confesión religiosa, ni un código de preceptos morales; sino, sobre todo, es la obra de nuestra redención, es Misterio, la actualización de la obra de la Redención bajo el velo de los ritos y símbolos de la Liturgia.

En el presente trabajo académico me dedicaré a hacer un comentario a la obra de D. Ignacio Oñatibia, antes ya mencionada. Seguiré su esquema punto por punto, intentando hacer una síntesis y una valoración personal.

2. Líneas generales.

En el primer capítulo de su estudio, don Ignacio Oñatibia, presenta las líneas generales de la doctrina del Misterio2, redescubierta en la escuela de María Laach y teniendo como exponente emblemático a Odo Casel. Es realmente una hermosa síntesis de los puntos más importantes de la teología del Misterio. Teología que ha sido el alma del movimiento litúrgico y de la renovación litúrgica de la Iglesia en el siglo pasado y que llega vitalmente hasta nuestros días.

A Odo Casel, a su sensibilidad espiritual, teológica y litúrgica, debemos la recuperación de la dimensión mistérica en la vida y culto de la Iglesia. El retorno a la concepción cristiana antigua, que tenía como centro la obra de la Redención y la celebración de la misma en la Liturgia, es la gran novedad y el alma de esta doctrina.

Considero un acierto vital haber recuperado la noción de Misterio como esencia de la vida cristiana. Esta palabra encierra un contenido capital. Tres son los sentidos principales del Mysterion: 1) sentido teológico, Dios es en sí mismo Misterio, en él está contenido su plan de salvación, oculto desde toda la eternidad y manifestado en nuestro tiempo y espacio. 2) sentido cristológico, el plan de Dios se revela y se realiza en un momento de la historia en Cristo Jesús. El Hijo de Dios hecho hombre y su obra redentora son el Misterio; Cristo es el Misterio. 3) sentido litúrgico-sacramental, según el plan de Dios, la obra redentora de Cristo, continúa en el mundo a través de la Iglesia, por el misterio del culto. El Misterio cultual es el anuncio, presencia y comunicación del Misterio de Cristo en las celebraciones litúrgicas,

1 I. OÑATIBIA, La presencia de la obra redentora en el Misterio del culto. Un estudio sobre la doctrina del Misterio, de Odo Casel (Vitoria, Ediciones del Seminario Doicesano, 1954): Cuadernos Phase 172.2 Mysterienlehre es la teología o la doctrina del Misterio. En adelante la nombraremos indistintamente.

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contenido bajo el velo de los símbolos. Esta densidad de contenido es el centro de la teología del Misterio.

En estas líneas generales me parece importante señalar las tres preguntas que se hacen en el estudio de la doctrina del Misterio para exponerla con mayor claridad y orden. La primera: ¿en qué consiste la realidad sagrada contenida bajo el velo de los ritos y símbolos del culto cristiano? (el contenido del misterio cristiano). La segunda pregunta: ¿cómo se hace presente esta realidad sagrada en el misterio del culto? (el modo de la presencia mistérica). Y la tercera: ¿en qué acciones litúrgicas se realiza dicha presencia? (la presencia de la obra redentora en los diversos actos de la liturgia).

Vamos a continuación, como he dicho anteriormente, a sintetizar y a comentar cada una de las líneas generales de la teología del Misterio.

3. El Misterio cristiano y los misterios paganos.

Odo Casel al comparar el Misterio cristiano con los misterios paganos afirma la superioridad del Misterio cristiano pero reconoce a la vez algunas semejanzas entrambos. Emplea inteligentemente el recurso de la analogía para llevar a cabo este método comparativo. La analogía establece una relación de semejanzas y a la vez de divergencias entre el analogado principal y el secundario. En esta comparación el analogado principal es el Misterio Cristiano.

Oñatibia afirma que se puede compendiar el pensamiento de Casel en dos afirmaciones: 1) La antigüedad pagana conoció un tipo de piedad que guarda cierta analogía con el misterio cristiano. 2) La terminología que los Padres pidieron prestada al lenguaje de los misterios prueba que entendieron el Misterio cristiano como la realización, en un plano superior, de aquel tipo de piedad cultual.

En el estudio de Oñatibia están claramente expuestas las semejanzas y también las diferencias entre el Misterio Cristiano y los misterios paganos. Las semejanzas no son sólo de forma sino también de contenido, pero no en el sentido causal (entendiendo que los misterios paganos causaran el Misterio cristiano), sino en sentido final (atribuyendo a la Providencia de Dios que se haya valido de los misterios paganos para encarnar su mensaje absolutamente original). En cuanto a las divergencias que separan al Misterio cristiano (lo que lo hace superior e independiente) de los misterios paganos encontramos: 1) el origen divino del Misterio cristiano (La Revelación es iniciativa de Dios) frente al origen humano del culto pagano. 2) la realidad histórica del Misterio cristiano frente a la vanalidad de los mitos paganos y de sus símbolos rituales. 3) la Redención que transforma al hombre en el Misterio cristiano frente a la mística que apenas roza la vida moral del individuo en los misterios paganos. 4) la santidad como marco de la acción del Espíritu de Dios frente a los cultos secretos mezclados con elementos pasionales.

Lo que me parece más interesante es la discusión entre Casel y el jesuita K. Prümm. El punto más debatido reside en saber si el mundo pagano antiguo conoció el tipo de culto que llamamos “Misterio”. Casel, y muchos con él, afirma que sí. Prümm lo niega rotundamente. El segundo punto de discusión gira en torno al momento en que se deja sentir por vez primera la influencia de los misterios paganos en el lenguaje teológico del cristianismo primitivo. Nadie duda del hecho de que los Padres de la Iglesia, ya a finales del siglo IV, hablen de las

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analogías entre misterios paganos y Misterio cristiano y que apliquen a los sacramentos la terminología de los misterios. Pero mientras que Odo Casel afirma que san Pablo y posteriormente los Apologistas y los Alejandrinos (Clemente y Orígenes) emplean ya la terminología mistérica; K. Prümm lo contradice totalmente. Sin entrar en la descripción de los detalles de la discusión y observando simplemente los argumentos que nos presenta Oñatibia, considero más acertadas las afirmaciones y más adecuados los argumentos de Odo Casel.

4. A la luz de la Escritura y de la Tradición.

En este capítulo se nos presenta el arco histórico de la teología del Misterio y algunas discusiones, entre partidarios y opositores, en puntos sustanciales. Me limitaré a hacer una síntesis de la cuestión y dejar para después mi valoración o comentario personal.

Según Casel la antigua alianza no conoció la forma de culto “Misterio” pero sí la de conmemoración. Gracias a la Encarnación del Hijo de Dios el Misterio se ha hecho presente en la historia. Esto explica porque los judíos eran reacios al Misterio cristiano.

Los teólogos del Misterio están convencidos de que los escritos del Nuevo Testamento contienen la doctrina del Misterio. Estos se apoyan sobre todo en la doctrina paulina sobre los sacramentos. Creen encontrar, como ejemplo clásico, en el capítulo 6 de la carta de san Pablo a los Romanos una clara afirmación del carácter mistérico del Bautismo. El caballo de batalla con los que opinan diferente está en el versículo 5: “hemos sido injertados en la imagen de su muerte”. Los teólogos del Misterio subrayan el realismo del acontecimiento bautismal afirmando que el bautizado muere realmente con Cristo. Se realiza en acto la muerte y la resurrección, reales, aunque místicas. Los opositores quitan este realismo aceptando una semejanza entre lo que ocurrió en el calvario y lo que ocurre en el bautismo. La muerte real se dio en la cruz pero en el bautismo sólo los efectos, los frutos de aquella muerte. A mí me parece bastante acertado el matiz de que la muerte se da realmente pero de forma mística. El misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y con él y en él la del neófito, es un acontecimiento que se hace presente por el bautismo, pero de forma mística. Es real, aunque mística.

En cuanto al testimonio de la Liturgia, además del el lenguaje mistérico que empapa todas las oraciones, Casel ve en la anámnesis de la Misa el argumento más decisivo para sostener que la doctrina del Misterio está presente en el culto cristiano. La anámnesis se encuentra en casi todas las familias litúrgicas, lo cual prueba la universalidad y la antigüedad. Casel afirma que en la Misa se hace presente la obra de la Redención, vía anamnética; mientras que la oposición limita la presencia a la muerte redentora o quitando el realismo al memorial se consiente una conmemoración subjetiva.

El testimonio de los Santos Padres, en lo que respecta a la doctrina del Misterio, es abundante y de un valor fundamental. Tenemos a grandes testigos de la Tradición, antes y después de Nicea, tanto griegos como latinos. Algunos nombres son: san Justino, Tertuliano, san Cipriano, Eusebio de Cesarea, san Atanasio, Cirilo de Jerusalén, Gregorio Nacianceno, san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín, san León Magno, etc. Y todos en la misma línea afirmando el Misterio de nuestra fe, la obra de nuestra Redención, presente en la celebración litúrgica, especialmente en la Eucaristía. Cuando los Padres utilizan expresiones e imágenes de la cultura antigua, sobre todo del lenguaje de culto, no lo vacían de su significado original,

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sino que lo elevan a un nivel superior. Y por lo tanto hay que entenderlo al pie de la letra, con todo su realismo original.

En esta misma Tradición de la doctrina del Misterio encontramos una vasta lista de teólogos pre-escolásticos, que ahora no vamos a mencionar, pero que expresan con fidelidad la misma teología. Es interesante ver como los pueblos germánicos, aunque influyeron en el pensamiento teológico de esta época y no tenían precedente de cultos mistéricos, no consiguieron extirpar la doctrina tradicional.

En la Escolástica, aunque sigue presente la doctrina del Misterio, comienza a reforzarse una tendencia sacramental que vacía el realismo de la presencia del Misterio de la cruz en los actos cultuales, y sobre todo en torno a la teología eucarística. La atención se centra en la celebración de la Misa. Nos encontramos con una nueva discusión entre Casel y sus opositores en la interpretación de los textos de la summa theológica de santo Tomás de Aquino. Casel sostiene que santo Tomás se encuentra en la tradición de la doctrina del Misterio, que hay que interpretar sus escritos con el sentido realista que tenían sus expresiones en su época y a la luz de la doctrina del signo sacramental, que contiene realmente la realidad significada. Entre la oposición, B. Poschmann afirma que la pasión está ciertamente representada sacramentalmente pero que no está presente en la Eucaristía. Se hace presente la virtud divina, Cristo y sus efectos, pero es sólo una representación sacramental de su muerte. La mayoría de los Escolásticos han entendido la representación sacramental de la Pasión en este mismo sentido puramente intencional.

Trento formula la doctrina católica de la Misa, por lo que adversarios y partidarios de la doctrina del Misterio se apoyan en sus afirmaciones dogmáticas para fundamentar sus posturas. La discusión se polariza en el sacrificio de la Misa, en su sentido realista, y sobre todo en la identidad del sacrificio de la cruz y del sacrificio de la Misa. El Concilio no dijo nada acerca de la identidad entre ambos sacrificios. Casel afirma que la doctrina tridentina solo se puede entender afirmando dicha identidad. Esto es, que la Misa es el sacramento o misterio del sacrificio de la cruz, él mismo que se hace presente sacramentalmente. Los opositores, entre los que se encuentra J. B. Umberg, afirma que cuando el Concilio se refiere la diferencia entre sacrificio cruento de la cruz y al sacrificio incruento de la Misa está hablando de la inmolación y no de la forma. En consecuencia tenemos dos sacrificios distintos.

Después del Concilio de Trento la doctrina del Misterio se vio enturbiada y disminuida hasta el surgimiento del movimiento litúrgico del siglo XX.

Por último, en este recorrido histórico, me parece oportuno citar las palabras de Oñatibia con respecto a la Encíclica “Mediator Dei”: la tesis fundamental de la doctrina del Misterio que afirma la presencia de toda la obra de la Redención en los actos litúrgicos no está aprobada ni condenada en la encíclica. Deja en libertad a partidarios y adversarios para continuar sus discusiones en búsqueda de una mejor comprensión.

5. El contenido del Misterio cristiano.

Llegamos a la aportación más importante que, según Oñatibia, la escuela de María Laach ha hecho a la teología de nuestro tiempo. La tesis esencial de su doctrina afirma que en el

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Misterio de culto es la obra de la Redención en sí misma, en su realidad física, la que se hace presente, y no sólo un efecto de aquella, una mera aplicación de la gracia merecida para nosotros por Cristo. Se hace presente la misma obra de la Redención, toda entera y con su carácter histórico, también se hace presente la persona de Cristo juntamente con sus Misterios. Veamos cada uno de estos puntos.

La primera afirmación es que la misma obra de la Redención se hace presente en el Misterio de culto. Los argumentos de Casel y demás teólogos del Misterio se apoyan en los testimonios de la Tradición, en una razón teológica que afirma que la vida cristiana es comunión real con Cristo (morir con Cristo en el Bautismo es también decir que Cristo, su muerte, se hace presente en el acto) y el axioma sacramental que dice que los sacramentos realizan lo que significan, y en los sacramentos está significada la pasión de Cristo, por lo cual se hace presente. Los opositores (aquí G. Söhngen) y otras interpretaciones (como la tendencia psicológica modernista) reducen el Misterio del culto a la sola presencia de los efectos de la Pasión de Cristo, a la gracia santificante.

La segunda afirmación sostiene que en el Misterio del culto se hace presente la persona de Cristo juntamente con sus Misterios. Aceptada la primera afirmación por fuerza se ha de admitir esta segunda, ya que no se puede concebir la presencia de una acción sin su principium quo, y este principio es la humanidad de Cristo. Esta presencia no se reduce a la Eucaristía sino que se extiende a todos los sacramentos, tal como lo atestiguan los santos Padres de la Iglesia. Ahora bien, la presencia de Cristo es sólo el requisito, lo decisivo en el culto es la presencia de las acciones salvíficas de Cristo. Es la presencia de Cristo y su pasión redentora. Ambas juntas, ya que la sola presencia de la victima anteriormente sacrificada no es sacrificio, afirman los teólogos de María Laach. Por el contrario G. Söhngen reduce el culto cristiano a la presencia de Cristo, no su pasión redentora.

En una tercera afirmación los teólogos de María Laach subrayan el carácter histórico de la obra de la Redención y afirman que la misma obra histórica se hace presente aquí y ahora en el Misterio del culto. Ahora bien, hay que interpretar bien esta afirmación ya que ha dado lugar a muchos mal entendidos. No se trata de una repetición del mismo acontecimiento histórico, pues es metafísicamente imposible, se trata de la actualización del único acontecimiento redentor. La Redención no es solo un acontecimiento histórico ya que trasciende la historia, tiene un carácter escatológico, se realiza en un estado intermedio entre el tiempo y la eternidad. Es este carácter histórico-escatológico lo que hace posible que le acontecimiento redentor se haga objetivamente presente en cualquier tiempo y espacio. G. Söhngen concibe al Misterio presente en el culto no como algo histórico o escatológico sino como una realidad que pertenece a la eternidad de Dios.

La cuarta afirmación de este capítulo sostiene que la obra de la Redención, que tuvo su momento culminante en la muerte sacrificial del Señor, se compone de una larga serie de acciones redentoras, y todas ellas se hacen presentes juntamente con la muerte en el Misterio de culto. El Misterio de Cristo es un todo orgánico que no puede ser fraccionado, por lo que toda la obra de la Redención se hace presente. La pasión se hace presente por sí misma, in directo, y las demás fases de la Redención solamente con y en la pasión, ex obliquo, subordinadas al episodio central de la Redención. F. Diekamp admite la presencia de la pasión del Señor en el sacrificio eucarístico, pero no ve suficientemente garantizada la presencia de toda la vida de Cristo desde su encarnación hasta su segunda venida.

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En mi opinión personal estoy de acuerdo con las cuatro afirmaciones que en este capítulo ofrecen los teólogos del Misterio. Tienen su lógica progresiva. Al aceptar la primera fácilmente se abrazan las siguientes. Además los argumentos son claros. Se hace presente Cristo, su obra redentora (la misma y única), y sus misterios. Ahora bien, la siguiente pregunta salta por la misma lógica ¿cómo se hace presente? Este es nuestro siguiente capítulo.

6. El modo de la presencia mistérica.

Este punto está lleno de controversias e hipótesis. Vemos primero la controversia entre G. Söhngen por una parte y Casel y Warnach por la otra. Los teólogos del Misterio afirman que el medio en que se hace presente la obra de nuestra Redención es el sacramento mismo, y de forma objetiva, in misterio. Casel sostiene que esta doctrina se encuentra en Romanos 6 y en los santos Padres. Se apoya además en dos argumentos de razón basados en la analogía fidei: 1) La analogía que existe entre la Encarnación del Verbo y los sacramentos; estos son una continuación de aquella. 2) La analogía entre la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía y la presencia real de la Pasión en el sacrificio eucarístico; y lo que se dice de la Eucaristía vale analógicamente para los demás sacramentos. G. Söhngen presenta su hipótesis de la presencia “efectiva” y tacha de superflua la doctrina de la presencia objetiva de Casel. Söhngen dice que la acción salvífica se actualiza solo en el momento y en cuanto que es realizada en nosotros y para nosotros, no es una realidad sustancial sino pneumático-dinámica, y por lo tanto subjetiva. Se apoya en el concepto de la gracia sacramental como conformación con Cristo. Cuando celebramos un sacramento en la Iglesia somos configurados con Cristo, así el Misterio de la Redención es representado y se hace presente en nosotros. Esta hipótesis se reduce a una doctrina de los efectos del sacramento, pierde la objetividad del Misterio y no salva la identidad numérica de la acción que se hace presente (representación).

Una cuestión ligada al punto anterior es ¿Quién es el sujeto que realiza esa acción sotérica que se hace presente en el Misterio de culto? La respuesta es clara: si el contenido es la muerte y resurrección históricas de Cristo el sujeto no puede ser otro que el Cristo histórico. Y junto con él y en él la Iglesia, su Cuerpo y Esposa. En el Misterio de culto la Iglesia es en primer lugar pasiva-receptiva, y en segundo lugar activa. Como afirma el actual Catecismo de la Iglesia Católica: los sacramentos son obra de Cristo y a la vez son obra de la Iglesia, en cuanto que vive en Cristo su sacerdocio. La Iglesia no es el único sujeto ni el principal. El sujeto es Cristo total, cabeza y miembros, siendo la cabeza el sujeto principal.

Cuando Casel trata de precisar la naturaleza de la misma presencia mistérica dice que es una presencia sacramental. La obra de la Redención se hace presente in sacramento, in misterio. La presencia mistérica es un modus essendi sacramentalis. Esta manera de estar presente es un misterio propiamente dicho. Es una presencia real y objetiva. Pero no un modo natural de ser, sino en misterio. La obra histórica de la Redención y la presencia de ésta en el sacramento son realidades que pertenecen a dos órdenes diferentes, y sin dejar de ser la misma. La primera se realiza in tempore, la segunda in sacramento. De tal manera que la presencia del Misterio en el culto no es una repetición de la obra de la Redención sino su actualización.

Para explicar lo dicho anteriormente, Casel aplica a la presencia sacramental de las acciones salvíficas de Cristo en el culto la explicación tomista de la presencia sacramental del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía. Es el recurso de la analogía. Otros como R. Guardini, G. Sönhgen, V. Warnach, E. Masure, intentan explicar esta realidad mistérica usando el recurso

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de la analogía con el orden natural. Existen muchos intentos de explicación, unas hipótesis equivocadas, otras más acertadas. Sin entrar en los detalles de cada una de ellas me quedo con la de Warnach, que era la más acertada hasta 1954. Warnach parte del concepto de tiempo y espacio del Nuevo Testamento como una limitación del ser, como algo relativo, como un vacío que la Redención viene a colmar para llevarlo a la eternidad. La Pascua del Señor es el transito del tiempo a la eternidad, un acontecimiento escatológico, el único hecho histórico que está fuera del tiempo y lo trasciende. Ahora bien, en este mundo (tiempo y espacio) debe realizarse nuestro encuentro ontológico y personal con el Cristo de la Pascua para realizar con él su tránsito de la muerte a la vida. Este encuentro nos lo proporciona el Misterio de culto que contiene la presencia de la Pascua del Señor. Este fenómeno puede darse de dos modos: viene él a nosotros y se nos hace presente o vamos nosotros y nos hacemos presentes a él. Los teólogos del Misterio afirman el primer sentido, Warnach el segundo, yo creo que los dos modos de concebirlo son posibles y que la realidad sigue siendo Misterio.

7. La presencia de la obra redentora en los diversos actos de la Liturgia.

Este punto de la doctrina del Misterio también ha sorprendido a los teólogos modernos y sido mal interpretado por muchos, pero no ha sido tan debatido como los dos capítulos anteriores, y por lo mismo tampoco los teólogos del Misterio lo han profundizado demasiado.

La idea analógica es la clave de la doctrina del Misterio en este punto particular. La presencia del Misterio no es unívoca en todos los actos litúrgicos, se realiza de formas diferentes en los diversos analogados. La Eucaristía es el primer analogado en el orden sacramental, en ella se realiza la presencia del Misterio en toda su profundidad e intensidad. Los demás sacramentos participan, en grado menos perfecto, de lo que en el sacrificio eucarístico se realiza en toda su perfección. Casel acepta una cierta gradación de la presencia del Misterio en los actos litúrgicos: en todos se hace presente la obra de la Redención, pero en cada uno de forma diferente según sea la naturaleza, el fin y el significado de cada sacramento. La realidad es que los siete sacramentos forman un sistema orgánico y homogéneo. Si la Eucaristía contiene real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, no nos debe de extrañar que los demás sacramentos contengan también a su manera la presencia de Cristo y de su obra.

El recurso de la analogía es bastante acertado al aplicarlo a la diversidad de los actos litúrgicos y a la naturaleza, finalidad y efectos de los mismos. El Misterio de la redención se hace presente en todos los actos litúrgicos pero de acuerdo a la naturaleza de cada sacramento y sacramental.

8. Conclusión.

Quiero finalizar este trabajo con dos conclusiones, una referida al estudio de Ignacio Oñatibia, y otra respecto al seminario sobre la teología de los misterios en Odo Casel en su globalidad.

Acerca del presente estudio de la obra de Ignacio Oñatibia escribo mis impresiones por partes, a manera de sentencias:

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1. El impacto novedoso de una doctrina antigua. Me ha gustado el redescubrimiento que los teólogos del Misterio han hecho sacando brillo a una doctrina tan antigua. En lo personal me ha impactado. Es algo nuevo para mí. Una doctrina que no se me había presentado hasta ahora

2. La solidez de argumentos en la discusión constante. Con lo que he leído en el estudio de Oñatibia me he dado cuenta, a grandes rasgos, de las discusiones que esta doctrina ha generado en su desarrollo el siglo pasado. Veo la solidez de argumentos y admiro los avances que nos ofrecen. Soy consciente que sigue estando la necesidad de explicarlo mejor, pero lo cierto es que hemos recuperado la realidad del Misterio cristiano.

3. El realismo sacramental subrayado. Este realismo objetivo que subrayan los teólogos del Misterio me ha parecido fundamental. Es un punto que se defiende en todas las discusiones y que está en fondo de la doctrina. El Misterio se hace presente real y objetivamente en la celebración litúrgica, en todos los actos de culto, primordialmente en la Eucaristía.

4. La presencia del Misterio sigue siendo Misterio. Esta sentencia me parece esencial aunque parezca una redundancia. El contenido del Misterio cristiano es el Misterio (Cristo y la obra de la Redención en su conjunto y en su misma identidad histórica) y se nos hace presente in misterio por vía memorial. Por lo tanto sigue siendo Misterio. Estamos en él, nos envuelve. Como dice Pablo en Hechos de los Apóstoles (17,28): “en él nos movemos, existimos y somos”.

5. Un acierto al acudir al recurso de la analogía en el modo en que se hace presente el Misterio y al aplicarlo también a los diversos actos de la Liturgia.

6. La estructura unitaria del sistema sacramental. La teología del Misterio nos da una visión unitaria de todos los actos en el Misterio del culto o celebraciones litúrgicas, con la debida diferencia de naturaleza y de significado.

7. Me siento responsable en la transmisión de esta doctrina. Una vez recibida la teología del Misterio y después de haberla estudiado en sus líneas generales con este pequeño trabajo de síntesis, soy responsable de la transmisión de la misma. Oportunidades no me faltan para poderla comunicar a otros. En este sentido de transmisión y de humilde aprendizaje, me siento miembro de esta escuela y agente activo de la misma.

Por último, yendo más allá de este trabajo, quiero comentar mi opinión acerca del seminario sobre la teología de los misterios en Odo Casel. Me ha parecido totalmente novedoso, tremendamente fascinante y de una centralidad fundamental tanto para la comprensión como para la mejor celebración de la Liturgia. La ruminación espiritual de los contenidos me ha dejado el buen sabor del Misterio, que “a vida eterna sabe”, y la conciencia viva de que al celebrar la Liturgia, en todos los actos de culto, se hace presente la obra de nuestra Redención. Esta teología ha impactado mi conciencia. Ahora, aunque celebrando los mismos sacramentos que ya antes celebraba, principalmente la Eucaristía, por la conciencia del Misterio, mi manera de vivirlos es distinta. Mi conciencia ha despertado a una nueva realidad, como si se me hubieran abierto los ojos para reconocerlo o como si me hubieran curado de una ceguera espiritual. Realmente no tengo palabras para describirlo, sencillamente es tremendo y fascinante. Me encuentro profundamente agradecido, sobrecogido y regocijándome en la presencia misteriosa de Cristo, a quien encuentro vivo en los sacramentos.