El Origen Del Lenguaje de Sigismond Zaborowski
Transcript of El Origen Del Lenguaje de Sigismond Zaborowski
1
El origen del lenguaje de Sigismond Zaborowski
en la traducción de José María Madiedo (1884)
Olga Vallejo M.
Es ya bien conocido el culto que los intelectuales colombianos del avanzado siglo
XIX profesaran por el lenguaje; en el marco de un expandido proceso de construcción
de la nación –inspirado en la hispanofilia–, la lengua española fue también objeto de
estudio, cuya vigencia se reconoce incluso después de las importantes escuelas
lingüísticas del siglo XX. Miguel Antonio Caro (1843-1909), José Rufino Cuervo (1844-
1911) y Ezequiel Uricoechea (1834-1880) son los nombres más destacados en este
ámbito. Es justamente este ambiente el que hace comprensible la intención del poeta y
fecundo tratadista de las ciencias sociales José María Madiedo (1815-1888) al traducir,
al cabo de solo cinco años de la edición en París, L’origine du langage (1879), obra del
polaco Segismundo Zaborowski (1851-1928). Este antropólogo es autor de Ancienneté
de l’homme (1874), L’homme préhistorique (1878), Les migrations des animaux et le
pigeon voyageur (1881), Les grands singes (1881), Les mondes disparus (1886), Races
préhistoriques de l’ancienne Egypte (1898) y Origines africaines de la civilisation de
l’ancienne Egypte (1900), obras de las que no se conoce traducción al español; en lo
que concierne a L’origine du langage no se tienen datos de una traducción distinta de
la que trata este estudio: El origen del lenguaje (1884), traducida por Madiedo y
publicada en la imprenta del conocido Medardo Rivas. Al tratarse de una obra de
carácter científico no se advierte sobre dificultades específicas en el proceso de
traducción, la cual resulta ser fiel en contenido, sentido y estructura; especialmente
cabe destacar que la traducción conserva el espíritu de esta especie de lingüística
antropológica. Decíamos que Zaborowski no era lingüista sino antropólogo, y esta
caracterización deja al descubierto la necesidad de la interdisciplinariedad en los
estudios científicos. Y si bien en la Colombia del siglo XIX no existían estudios
universitarios especializados en lingüística, ciencia que por demás estaba naciendo, el
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2009-13326-C02-02,
financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación español, y es un resultado del proyecto inscrito en el
Sistema Universitario de la Universidad de Antioquia, titulado Hacia una historia de la traducción en
Hispanoamérica. Capítulo Colombia, en ejecución entre 2011 y 2012.
2
área más próxima era la filosofía y el humanismo que destilaba el estudio de las
ciencias jurídicas.
El origen del lenguaje conserva la dinámica de la obra original; así, está dividida
en ocho capítulos y dos apéndices, el segundo de los cuales contiene cuatro capítulos. A
lo largo de las ciento cincuenta páginas la ejemplificación con el comportamiento de
animales y de comunidades indígenas le concede al texto un tono didáctico, lo cual es
coherente con la tarea del autor francopolaco y del traductor colombiano, pues no en
vano la impresión de la traducción es auspiciada por la Biblioteca Filosófica del Colegio
Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Aunque no tenga la estructura específica de un
manual, la intención didáctica es manifiesta en el abordaje del tema; para ello, el texto
se inicia con el planteamiento de la cuestión desde la antigua Grecia, Roma y de la
India. En términos científicos, se recogen las diferentes posturas frente al origen del
lenguaje que podríamos resumir en las siguientes fases: 1) La fase de los gestos del
cuerpo en general y de la cara en particular, de tal manera que Zaborowski entiende ya
que los lenguajes mímicos y gestuales complementan la comunicación y en ocasiones la
sustituyen de tal manera que la comunicación no verbal ya está enunciada en el texto
con exquisita ejemplificación. Nos permite entre otras cosas discernir sobre la lengua
de señas de la comunidad sorda cuyo estatus de lengua todavía no es admitido en
algunos círculos que se consideran cintíficos. 2) La fase de los gritos que equipara con
las voces de los animales enfatizando mucho en los trinos de las aves. 3) La fase de las
interjecciones y palabras imitativas y por último. 4) La fase de la lengua humana. Todo
esto para concluir que:
Digo, pues, que si hay ciertas expresiones que se desarrollan regularmente las primeras,
desde que la facultad de hablar comienza a ponerse en ejercicio; que si esas expresiones
son esencialmente las mismas en todos los pueblos de los cuatro ángulos de la tierra,
habrá que concluir de ello que son nativas al género humano; necesariamente resultantes
de la estructura física del órgano vocal y del producto de su más simple ejercicio. El
examen de las primeras palabras del lenguaje infantil nos dará prueba de lo dicho. (1884:
14)
El segundo capítulo deja atrás este tema para adentrarse en la estructura de las
lenguas; se inicia con el establecimiento del parentesco de las lenguas indoeuropeas
planteado por William Jones en 1786 y con la clasificación que de las lenguas hiciera W.
Schlegel en 1818, introduciendo con ellos los logros de la Filología comparada, que
permitió ampliar, gracias al establecimiento de una protolengua, el estudio de las
lenguas modernas. De ellos se desprende el interés de la gramática histórica por la raíz
léxica: a partir del ejemplo de la palabra ‘históricamente’ se llega a una especie de
partícula radical ‘id’ de la cual no hay más que decir ni cómo explicar que signifique
esencialmente «el que sabe o halla» (19).
3
Estos dos capítulos hacen las veces del estado del arte de la cuestión; es
destacable también de estos apartados la distinción entre Lingüística y Filología: en la
primera se reconoce una ciencia natural mientras que la segunda se ve como una
ciencia histórica. Sin embargo, muchas de estas posiciones naturalistas son
interceptadas por el traductor basándose en su experiencia como político, quien se
resiste, por ejemplo, a aceptar que entre el hombre y el animal las diferencias sean de
poca importancia: «Este error, que acaso es también de Darwin, procede de una
omisión de observación de un hecho sumamente distintivo en nuestra especie a saber:
la noción personal del propio yo en el hombre, que es nada menos que el origen en él de
la idea de progreso. ¿Qué hay de esta idea en los animales? Nihil» (31). Este es un
ejemplo de la interesante labor del traductor, ya que aunque Madiedo interviene con
sus opiniones, comentarios o ejemplos en la relación del texto, lo hace teniendo el
cuidado de mostrarlo de manera explícita, sin contaminar el texto traducido. En
algunas ocasiones Madiedo se siente obligado a discutir con el autor del texto cuando
sus creencias o su compromiso docente con el lector se lo exigen.
El tercer capítulo intenta probar, con múltiples ejemplos del comportamiento
animal, la capacidad comunicativa de los gestos; continúa con una amplia citación de
lingüistas, etnólogos y biólogos. Las investigaciones de C. Darwin son la base
fundamental para concluir que «la diferencia esencial que separa los medios de
comunicación de los hombres entre sí, de los que poseen los animales es que entre los
últimos son instintivos, mientras que entre los primeros son enteramente arbitrarios y
convencionales» (25); líneas antes de esta afirmación se ha dicho que lo animal no es
lenguaje, advertencia que bien puede considerarse como un antecedente a la distinción,
tan importante para la Lingüística del siglo XX, entre ‘lengua’ y ‘lenguaje’. Los capítulos
IV y V continúan la reflexión en la línea que viene marcada: comparando los aspectos de
las emisiones de voz, de los ruidos y sonidos articulados por hombres y animales;
después de establecer la condición ideológica, que supera la comunicativa en los
animales, los capítulos VI, VII y VIII se dedican a describir más que el origen del lenguaje
el uso del lenguaje en diferentes comunidades. La figura del traductor es muy interesante en este caso. Su participación en el
texto es fundamental aunque recurre a las notas para hacer aclaraciones al lector;
ayudado de guiones largos y comillas Madiedo pone en su sitio la tarea del Creador en
el lenguaje humano, así afirma que “Para nosotros vale mucho el lenguaje, ciertamente,
pero más vale el hombre, y el hombre ha sido hecho por Dios, de una sola pieza. Basta”
(1884: IV); con estos argumentos discute con el antropólogo, quien apoyado en la
nómina de autores citados, deja planteada la supremacía antropológica del lenguaje: la
clasificación de Schlegel, las leyes de Grimm, el trabajo de Bopp, las teorías de
Schleicher; da cuenta de un manejo importante de la concepción aristotélica y de
Lucrecio sobre la formación de los lenguajes.1 De la misma manera, su compromiso de
1 Zaborowski cita constantemente De rerum natura de Lucrecio (s. I a. C.), Lecciones sobre la ciencia
del lenguaje de Ernest Renan (1866), Estudios de lingüística y filología de André Lefèvre (1877), Tratado
de la formación mecánica de las lenguas de De Brosses (1765), La vida del lenguaje de M. Withney (1877),
La expresión de las emociones de Charles Darwin (1877), La estratificación del lenguaje de Max Müller
4
no apartarse del texto 1 lo obligan a traducir al texto 2 con la voz más apropiada. En los
casos en que, a su juicio la palabra es muy erudita o extraña, se permite presentar la
explicación y un sinónimo que no estaría en el texto, por ejemplo: «En los días de los
Vedas –libros sagrados de los indios orientales– los brahmanes levantaron la palabra al
rango de la divinidad y le consagraron himnos» (Zaborowsky 1884: 7).
Si bien Zaborowski no es lingüista sino antropólogo deja entrever en su obra sus
profundos conocimientos del mundo lingüístico conocido en la época, como por
ejemplo el descubrimiento del sánscrito y el parentesco de éste con las lenguas
indoeuropeas; tema del que Cuervo fue todo un maestro. Sabemos que Cuervo, para
elaborar su Diccionario de construcción y régimen, había empezado por un estudio
escrupulosísimo de la lengua castellana, rastreando en todas las manifestaciones de su
desenvolvimiento histórico los principios reguladores de los sonidos, las formas y la
significación de las voces; busca el origen de estas palabras, teniendo en cuenta la
posición que ocupa la lengua entre las otras lenguas romances, sin olvidar aquellas que
pueden haberle suministrado sus elementos constitutivos o adventicios; por eso, para
comprobar la continuidad de una voz con la fuente que se le atribuye, ha estudiado y
conoce en las lenguas originarias las circunstancias que en la época de transición
determinaron la forma actual. Labor ardua, sin duda, y para la cual se necesita no pocas
veces el auxilio de los especialistas; por esto, cuando una etimología se sale de la línea
de estudios generalmente autorizados, Cuervo indica el autor que la abona, no sólo para
que pueda quien lo desee, hallar noticias más circunstanciadas, sino para cerrar las
puertas del Diccionario a lo que de otro modo pudieran los no conocedores reputar
como tentativas de un mero aficionado.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CALDERÓN, Álvaro. 1987. «El origen del lenguaje de Zaborowski. Una temprana traducción en
Colombia», Thesaurus. Boletín del Instituto Caro y Cuervo 42, 741-745, <http://cvc.
cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/42/TH_42_003_193_0.pdf>.
ZABOROWSKI, Sigismond. 1884. El origen del lenguaje. Traducción de J. M. Madiedo, Bogotá,
Imprenta de Medardo Rivas, <www.banrepcultural.org/sites/default/files/89447/
brblaa785916.pdf>
(1877), El transformismo en lingüística de Girard de Rialle (1875). Sobre estos autores y su manejo en
Zaborowski, véase Calderón (1987).