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EL OTRO COMO ESPEJO- Graciela Cohen Si me preguntaran cuales son los dos temas fundamentales que puede ayudarnos a despejar el malestar que se adueña de nuestro presente; diría que uno es la noción de “el otro como un espejo” y "el sentimiento de compasión” el otro. El primero nos ayuda a liberarnos de prejuicios y creencias con los que construimos una versión novelada de nuestra historia, de quienes somos y que nos pasa, y el segundo nos da la comprensión que necesitamos para pulir nuestro corazón y derretir con ternura el frío que sentimos por el miedo de vivir. Aunque ambos están unidos íntimamente hoy vamos a entrar en la noción de “el otro como espejo”. Comencemos desde el principio: Sabemos que un espejo es un instrumento que refleja la luz en forma de imágenes; y así, como el estudio de la naturaleza de la luz es muy profundo y preciso, llegar a comprender como y que reflejamos entre nosotros implica gran complejidad. ¿No te resulta asombrosa esa posibilidad? Cuando me pregunte como era posible que nos reflejemos en el otro, la respuesta la encontré al saber que uno de los mayores descubrimientos del funcionamiento de la mente humana es la verdad psicológica de que ¡¡cualquier cosa que deseemos esconder la proyectamos en los demás!! Observar esto con detenimiento y comprometer mi propia experiencia en la observación me fue ayudando con el tiempo a encontrar mayor serenidad al no tomar las cosas como una propiedad privada. Así se fue liberando en mí un espacio de creciente atención amorosa, unidos a una comprensión cada vez más abarcativa. Después de más de veinticinco años de trabajar con personas, puedo decir con certeza que escondemos y por lo tanto podemos proyectar, tanto lo que nos avergüenza como lo que no nos animamos a expresar. Tanto aquello de lo que nos queremos deshacer como lo que nos sentimos incapaces de asumir. O sea que contamos con dos movimientos diferentes para ubicar fuera nuestro tanto lo que nos disgusta como lo que nos gusta, tanto defectos como cualidades, tanto rechazos como anhelos, tanto el odio como el amor. Por lo tanto utilizar la noción del “el otro como espejo” es una clave para indagar en nosotros y encontrarnos con un mundo complejo, hecho de refracciones, interferencias, polarizaciones, inversiones y dispersión. Estos movimientos son distintas formas que puede tener la dinámica del proceso de proyección sin el cual no podríamos reflejarnos y que en nuestro universo humano actúan en tres esferas; una es la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos, otra es la forma en que nos vinculamos con los otros, y la tercera es acerca de cómo nos interrelacionamos con los hechos del destino, la realidad, Dios o como quieras llamarlo.

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EL OTRO COMO ESPEJO- Graciela Cohen

Si me preguntaran cuales son los dos temas fundamentales que puede ayudarnos a despejar el malestar que se adueña de nuestro presente; diría que uno es la noción de “el otro como un espejo” y "el sentimiento de compasión” el otro. El primero nos ayuda a liberarnos de prejuicios y creencias con los que construimos una versión novelada de nuestra historia, de quienes somos y que nos pasa, y el segundo nos da la comprensión que necesitamos para pulir nuestro corazón y derretir con ternura el frío que sentimos por el miedo de vivir. Aunque ambos están unidos íntimamente hoy vamos a entrar en la noción de “el otro como espejo”.

Comencemos desde el principio: Sabemos que un espejo es un instrumento que refleja la luz en forma de imágenes; y así, como el estudio de la naturaleza de la luz es muy profundo y preciso, llegar a comprender como y que reflejamos entre nosotros implica gran complejidad. ¿No te resulta asombrosa esa posibilidad? Cuando me pregunte como era posible que nos reflejemos en el otro, la respuesta la encontré al saber que uno de los mayores descubrimientos del funcionamiento de la mente humana es la verdad psicológica de que ¡¡cualquier cosa que deseemos esconder la proyectamos en los demás!!

Observar esto con detenimiento y comprometer mi propia experiencia en la observación me fue ayudando con el tiempo a encontrar mayor serenidad al no tomar las cosas como una propiedad privada. Así se fue liberando en mí un espacio de creciente atención amorosa, unidos a una comprensión cada vez más abarcativa.

Después de más de veinticinco años de trabajar con personas, puedo decir con certeza que escondemos y por lo tanto podemos proyectar, tanto lo que nos avergüenza como lo que no nos animamos a expresar. Tanto aquello de lo que nos queremos deshacer como lo que nos sentimos incapaces de asumir.

O sea que contamos con dos movimientos diferentes para ubicar fuera nuestro tanto lo que nos disgusta como lo que nos gusta, tanto defectos como cualidades, tanto rechazos como anhelos, tanto el odio como el amor.

Por lo tanto utilizar la noción del “el otro como espejo” es una clave para indagar en nosotros y encontrarnos con un mundo complejo, hecho de refracciones, interferencias, polarizaciones, inversiones y dispersión.

Estos movimientos son distintas formas que puede tener la dinámica del proceso de proyección sin el cual no podríamos reflejarnos y que en nuestro universo humano actúan en tres esferas; una es la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos, otra es la forma en que nos vinculamos con los otros, y la tercera es acerca de cómo nos interrelacionamos con los hechos del destino, la realidad, Dios o como quieras llamarlo.

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En estos tres universos se desarrolla nuestra vida y allí es donde proyectamos nuestras imágenes e ideas. Utilizando la noción “del otro como un espejo” podemos descubrir más de una verdad personal.

Entonces así como la excelencia de un espejo depende de su pulido, también en nosotros cuando más pulimos nuestra mirada, más claridad obtenemos acerca de aquello que reflejamos, y esta experiencia que es abierta e inacabada nos forma y nos ayuda a madurar. Por lo tanto un Sócrates, para dar un “ejemplo filosófico y contundente”, puede ser un espejo donde por contraste podemos vernos cobardes, o por semejanza, descubrir el deseo de ser verdaderos.

El gran poeta Whalt Withman lo sintetizo maravillosamente cuando dice al final de Canto a mi mismo, “me contradigo, pues si me contradigo, soy inmenso y contengo multitudes”. Si ... “somos inmensos y contenemos multitudes” ya que sólo el ser humano puede moverse en diferentes dimensiones de ser.

Frente a una roca podemos ver firmeza o dureza, en una flor podemos ver fragilidad o gracia, nos inspiramos al imaginar el vuelo de los pájaros o el delicioso sabor que paladean las abejas y todo esto son sólo proyecciones.

El sentimiento de alegría que nos puede inundar cuando vemos un picaflor o el impacto repentino que sentimos al ver el movimiento enloquecido de las copas de los árboles mezclándose con el viento o el respecto frente al poder de un león, todo esto es algo que agregamos nosotros.

Nuestra dureza o gracia no son comparables con la de una roca o una flor, nuestro vuelo o la sensación de delicia, no tienen nada que ver con el de un pájaro o una abeja, nuestro poder no tiene nada que ver con el de un león, porque nuestro crecimiento no va por caminos únicos ni responde a un viaje programado. Quizás alguien piense o suponga que podemos rememorar un antiguo saber, de todas maneras no podemos dudar que sigue siendo la experiencia de un ser humano. No estamos terminados al nacer, estamos continuamente cambiando. Lo que estas identificaciones solo nos muestran es que “somos inmensos y contenemos multitudes” y en el camino de encontrar los puentes hacia nosotros mismos nos vamos reflejando a partir de la capacidad humana de proyección que vamos madurando a través del vivir.

¿Y como logramos ser más conciente de ella, fluir y reconocer los obstáculos que de allí surge cuando nos relacionamos?

Observando nuestros pensamientos habituales, sus juicios, basados en la culpa y el miedo e indagando en las reacciones emocionales que resultan de ellos. Y nos preguntamos ¿cómo hacerlo?

Los terapeutas gestálticos somos expertos en el encuentro y desarrollo de recursos que

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favorecen estas comprensiones, me gustaría compartir contigo algo que conmigo compartió mi amiga Suravi, una clave que le dio Katie y que ella practica como un koan y difunde con pasión. Es una manera sencilla que llevada adelante con constancia ayuda a entrar profundamente en la complejidad liberándonos de la complicación.

Se trata simplemente que cuando se me ocurre algún pensamiento enjuiciador me pregunto ¿esto es verdad? ¿Estoy segura que esto es verdad? Comencé a practicarlo llevada por el entusiasmo de esta red de mujeres-curadoras entonces si pensaba “Mi compañero ha dejado de amarme”, “Mi hija es desconsiderada”, “Necesito más dinero para llevar adelante mis proyectos sociales”, inmediatamente me preguntaba ¿es cierto? “Quiero que mis alumnos me presten más atención”, “Mi amiga Sara es egoístas”, “Mi padre no debería fumar tanto”, inmediatamente me preguntaba ¿estoy absolutamente segura que es verdad? Empecé a detenerme, a observar esas ideas y al lograr mirarlas con una atención amorosa o sea sin agregar ningún juicio, entrando en una pausa, comencé a darme cuenta que si era sincera conmigo misma no podía decir que lo que se me ocurría era absolutamente cierto; y cuando busqué pruebas para justificar mis argumentos y las mire con verdad en el corazón descubrí una y otra vez una cantidad de trucos increíbles para seguir practicando el deporte más exitoso de todos los tiempo: tener razón, jugar a ser dios, crear mi propio mundo perfecto y anunciar a mi audiencia interior que yo, los otros y el destino mismo de la humanidad debía seguir mis ideas.

Lo empecé a ver tan ridículo que el solo y simple hecho de preguntarme ¿eso es verdad?, me empezaba a causar una risa interna liberadora e incontenible cada vez que me hacia la pregunta.

Aun así me di cuenta que a pesar de lo débil o absurdas de mis ideas no podía dejar de pensarlas, inevitablemente me enfrenté con el impacto de reconocer que, aunque frente a la observación, esos pensamientos demostrasen ser frágiles, igual me provocaban una serie increíble de reacciones y estados de animo.

Si me venia a la mente por ejemplo “mi compañero no me quiere” podía llegar a inhibir mi alegría con él como si solo estuviéramos ligados por la tristeza o el enojo o si pensaba “mi hija es desatenta” me mostraba demandante con ella como si me debiera algo. Y al revisar con cuidado y honestidad cada juicio, la idea de “mi compañero no me quiere” se podía transformar en “yo no lo quiero” o “no me quiero a mi misma” o “mi hija no me considera” en “yo no me considero” o “yo no soy considerada con mi hija” y así ... así.

Entonces observar mis pensamientos y aprender a hacerlo con amor, ir más y más dentro de mí, observar cada situación mirándola como un espejo y darme cuenta lo que proyectaba en ella ... se convirtió para mi en una práctica en sí misma que me fue liberando de un malestar innecesario, recuperando así la realidad del presente. Lentamente me torné hacia mi corazón y un sentimiento de amistad por mi misma por los otros y por los hechos de la vida se transformo en un visitante esperado y compartir esto es mi modo de amistad ya que es una manera de curar un tema común que nos lleva al error de sentirnos solos y fuera de la vida.

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Sin darnos cuenta nos volvemos adictos a estas ideas automáticas, las sembramos dentro nuestro con respuestas emocionales y cosechamos de estas semillas hábitos en forma de comportamientos, provocándonos desconcierto y ajenidad. Vivimos entonces en una atmósfera interior negativa y pesada que nos llena de frustración y tensión, nublamos nuestra percepción de nosotros mismos, definimos un comportamiento sin logros y desconocemos nuestros límites en la cooperación con los hechos de la vida.

Así comprobé que la sensación de sentirnos un poco desequilibrados, es el resultado natural de esta atmósfera interior alimentado por un estado mental basado en la comparación y construido entre culpas y miedos. Si nos habituamos a este clima podemos llegar a la idea de que esto es lo normal.

Por otro lado comprobé que la vida se hace más sencilla cuando dejamos de luchar con nosotros mismos y con el otro o con las cosas que no podemos controlar y que las relaciones se hacen más fluidas si logramos recuperar un centro en equilibrio, siempre balanceándose, perdiendo y encontrando su armonía en constante cambio.

Estamos diseñados en base a pautas de conexión entre diferentes mundos: el interno y el externo, el yo y los otros, la paciencia y la impaciencia, la mujer y el hombre, una manera de compartirlo contigo es pensar que podemos vivir de tres modos diferentes esta conexión. Una es el modo de la locura, donde el centro de la persona esta “fuera de sí” o sea fuera del interior de la persona que vive su presente en constante enemistad, la segunda manera es la de los sabios o santos verdaderos que están “en sí”; o sea su centro está en contacto con lo que se llama sus voces o guías interiores, reconocen su centro en un sentimiento de amistad creciente con su ser interior.

La tercer manera es la de los llamado “normales” que somos la mayoría y que estamos un poco afuera y un poco adentro buscando siempre el equilibrio, perdiendo y encontrando los componentes de cada mundo y los puentes de unión entre ellos.

Entonces cuando más buscamos en nosotros, más nos acercamos a nuestro ser interior y al ir encontrándonos nos damos cuenta que es infinito. Y cuando más buscamos fuera nuestro, descubrimos que también la búsqueda es infinita. Y al darnos cuenta que podemos estar en el medio de esa infinitud evocamos una armonía y nos convertimos en un puente de amistad.

Como seres humanos pertenecemos a la superficie y a la hondura, a la tierra y al océano. Otra forma de decirlo es que pertenecemos a lo que esta fuera de la piel y a lo que esta dentro de la piel. Podemos vivir en la tierra, pero no siempre. Si cada tanto no volvemos al mar, nos secamos, sin empaparnos con algo de rocío nos opacamos, estando tan volcados hacia el mundo nos endurecemos con mascaras exageradas y si nuestras manos no se abren cada tanto tomando algo vivo languidecemos recordando con nostalgia un poco de amor. Es así como le damos vida al alma y nos hacemos fuertes.

Entonces, incluir la noción del “otro como un espejo” se transforma en una gran guía que nos

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ayuda a madurar la aceptación de ambos extremos y al reconocer lo que proyectamos podemos hacernos más fuertes y sentir una autoridad interior que nos permite ser creadores y participes entre lo que está fuera nuestro y lo que está dentro nuestro. De este modo nos vamos sintonizando con los insistentes caminos de la vida que con su irresistible atracción nos impulsan inevitablemente hacia algo opuesto donde podemos descubrir algo esencial de nosotros mismos.

Incluir la noción del “otro como un espejo” nos da un soporte para ir más profundo en todo lo que se refleja y encontrar sentimientos y anhelos que son la base que nos realiza como humanos, entonces, al descubrir lo que esta por debajo del dolor genuino, quizás encontremos el hambre de amor, o en las excesivas exigencias un camino equivocado de encontrar la bondad, o nos reencontremos con nuestro propio poder al desenredarnos de la confusión o acercándonos con delicadeza a nuestras heridas y cobrando fuerza para estar “a cielo abierto” podremos sentir la libertad de salir de los espejismos.

Recuerdo una historia Un día el sheik de Jaipur invito a su palacio a pintores algunos venidos de China y otros de Grecia y les encargo que decoren con frescos dos muros enfrentados. Fue colocada una cortina entre los dos grupos que trabajaron día tras días sin ver la tarea del otro. Mientras los chinos usaban todas clases de pinturas y dibujaban con gran dedicación hermosas y delicadas figuras, los griegos pulían y alisaban el muro sin descanso, tomados por una gran confianza. El día convenido el sheik se presento con parte de su corte en el gran salón. Primero fue a ver el lado de la cortina donde se encontraban los pintores de la China, quedaron impactados al ver tanta belleza.

El sheik era amante de todas las artes y en especial de la pintura entonces declaro sin sombra de dudas que era imposible concebir algo más hermoso. Pero cuando la cortina fue corrida, las pinturas de los chinos se reflejaron en el muro que los griegos habían pulido a la manera de un espejo y algo inusual sucedió. El sheik cayó en una extraña calma, era como si gotas de agua pura lo lavaran y limpiara por dentro, las mujeres de la corte estaban brillantes como flores después de la lluvia, los griegos, los chinos, el sheik y su corte, todos se sintieron sorprendidos ¿era posible que un reflejo fuera más hermoso que el original? ... no era posible ... estaban sorprendidos y las miradas se encontraban y se convertían como por arte de magia en amistad y todos se sintieron unidos más allá de la comparación Esa noche el sheik durmió envuelto en una sensación de gran calma y soñó con manos de niños. A la mañana siguiente cuando se despertó resolvió con sencillez algunos temas que hacia mucho que lo preocupaban.

No podemos saber con certeza que le paso al sheik pero si sabemos que los niños pueden ser una gran fuente de inspiración ya que reflejan las cosas con absoluta claridad. Son un espejo ... ríen y lloran en equilibrio y así como las plantas van hacia la luz los niños nos muestran como es vivir en una posición no-comparativa y espontánea. Podemos rozar ese clima liberador si aprendemos a utilizar esta capacidad de la conciencia de reflejar y enfrentamos con honestidad lo que allí se nos muestra como un camino de vuelta hacia nuestras verdades.

Todos los que saben han dicho que “la verdad libera” entonces es así como las mascaras dejan de disimular el rostro original, como una fuerza vital nos mueve, siembra nuestros campos, y nos

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permite una espera con sentido, es así como recuperamos una certeza que se refleja en una delicada y tenue luz y que nos indica que aunque tengamos la sensación de estar perdidos, siempre hay algo dentro nuestro que nos acompaña con amor.

... Hasta el próximo correo

Graciela Cohen