El Padre, la Espada y el Poder

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    EL PADRE, LA ESPADA Y EL PODER:

    LA IMAGEN DE BOLIVAR

    EN LA HISTORIA Y EN LA POLITICA

    Roland Anrup - Carlos Vidales

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    Cmo citar este trabajo:

    Vidales, Carlos y Anrup, Roland (1983), "El Padre, la Espada y el Poder: la imagen deBolvar en la historia y en la poltica", en Carlos Vidales, ed., Simn Bolvar 1783-1983, vol. Monografas N 9, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad deEstocolmo, pp. 35-73.

    EL PADRE, LA ESPADA Y EL PODER:

    LA IMAGEN DE BOLIVAR

    EN LA HISTORIA Y EN LA POLITICA

    Roland Anrup - Carlos Vidales1

    I. Introduccin

    La presencia del personaje histrico en los acontecimientos politicos suimagen, su accin, su influencia, su modo particular de existir y de producir

    hechos politicos a travs de sucesivas generaciones, es un tema que se estudiafrecuentemente en relacin con factores ideolgicos, con estrategias o interesesde clase o de nacin, y con aquellos conocidos elementos de la vida socialque, de una o de otra manera, caben dentro de categoras econmicas, politicas,

    jurdicas, filosficas o morales.

    Existe sin embargo un campo que, influido y condicionado por tales categoras,desarrolla de hecho sus propias dinmicas y plantea sus propios problemas.Definir y delimitar este campo con un nombre (psico-historia, psico-

    politica) no nos puede ayudar, sino en muy escasa medida, a aproximarnos a un

    concepto cuya naturaleza no se explica tanto a travs de definiciones formales,sino ms bien a travs de su uso como instrumento de investigacin y deanlisis.

    1Roland Anrup: investigador sueco, Subdirector del Instituto de Estudios Latinoamericanos de laUniversidad de Estocolmo.Carlos Vidales: investigador colombiano, residente en Suecia, trabaja en el mismo Instituto.Este ensayo ha sido revisado en junio de 2013 por Carlos Vidales. No se ha hecho ningunamodificacin del contenido original de 1983. Se han cambiado las imgenes del original por otras demejor calidad y se han introducido algunas modificaciones de diseo para facilitar su publicacindigital en formato PDF.

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    Podemos, para empezar, formular algunas preguntas que nos permitan iluminarlos territorios de este campo que son de nuestro inters: Qu procesossicolgicos actan en la formacin y en el uso de la imagen del personajehistrico? De qu manera esta imagen satisface o resuelve necesidades y

    requerimientos individuales y colectivos de carcter sicolgico? Qu relacionesntimas establecen las masas, los grupos sociales y los individuos con el

    personaje histrico que ha llegado a ser su lder o padre espiritual? De qumodo se combinan, en el consciente y en el subconsciente de los grupos socialesen pugna, los elementos que constituyen ya real, ya simblicamente laimagen del personaje histrico?

    Tal tipo de cuestiones parece, a primera vista, no ser interesante para elhistoriador. Sin embargo, todo aquel que ha tenido contacto con la investigacinde campo, se ha encontrado muchas veces con esta clase de problemas. Un

    historiador mexicano, por ejemplo, cuenta que cuando se hallaba investigandosobre la sangrienta y heroica insurreccin indgena de Jacinto Canek en elYucatn (ocurrida en 1761), interrog a un joven campesino si saba quin habasido Jacinto Canek, y obtuvo la siguiente respuesta: Claro que lo s, ayer socon l. (Miguel Alberto Bartolom, La insurreccin de Canek, p. 24).

    En una situacin como la que acabamos de describir, la conclusin es muy fcil,pero tambin es retrica: Jacinto Canek sigue vivo en el corazn de su pueblo.De extraordinaria utilidad para ciertos grupos polticos, tal conclusin no ayuda,sin embargo, a responder preguntas tales comopor qu sigue vivo, de qumanera sigue vivo y en qu consiste la dinmica de esta vida que es interior(ntima, individual) y exterior (colectiva, poltica, social) al mismo tiempo.

    Si ligamos este tipo de interrogantes a un personaje histrico concreto, a SimnBolivar, elLibertador, el Padre de varias repblicas y pueblos, el hombre de laEspada, la trgica figura delPoder-querido y delPoder-no alcanzado y, en fin,el smbolo del orden autoritario para unos y de la profeca revolucionaria

    para otros, tendremos entonces la posibilidad de iniciar un estudio sobre unpersonaje histrico verdaderamente vivo y sobre las premisas sicolgicas enque se mueve su vida.

    Ahora bien, es posible distinguir tres tipos de enfoque en el campo de lapsicohistoria:

    El primero, y ms comn, es el que se basa en la vida de los grandeshombres, es decir, en estudios sicobiogrficos de las figuras heroicas del

    pasado, y que suele presentarse en tres variantes:

    a) El personaje histrico es visto como prototipo de su poca, comoportador del etos de su medio social, como receptor pasivo de, porejemplo, los deseos y necesidades de las masas, como su vocero.

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    b) El personaje histrico es considerado como transformador heroico,como innovador que, tratando de enfrentar y resolver sus propios

    problemas, rompe con las convenciones de su medio y logra introduciralgo nuevo en el marco de su propia cultura, modificndola; los ejemplos

    de esta variante abundan, y puede decirse que las figuras revolucionariasson su objeto predilecto.

    c) El personaje histrico es tratado como un simple paciente, como unobjeto de diagnstico y anlisis sicolgico. Esta variante es a menudocaricaturizada como si se tratase del nico mtodo de la psicohistoria. Si

    bien es un mtodo limitado, que presenta riesgos y peligros,especialmente cuando no se tiene acceso a fuentes autobiogrficas, estambin muy til cuando se trata de aportar informaciones acerca derasgos o particularidades de la personalidad.

    El segundo tipo de enfoque consiste en el tratamiento de la cultura, el carcternacional, las tradiciones, los valores y la conducta de grupo, a travs de lainvestigacin de sentimientos humanos especficos, fantasas compartidas, ritosy experiencias comunes, a travs de un perodo histrico de cierta extensin.

    El tercertipo de enfoque, en fin, se refiere a aquellos trabajos de naturaleza msbien terica que comparan, por ejemplo, las similitudes entre el procedimientosicoanaltico y la actividad reflexiva del historiador, as como la importanciadual de los conceptos tericos.

    La mayor parte de la investigacin psiohistrica se ha concentrado en el primertipo de enfoque: el personaje ms que el acontecimiento. En cierto sentido, la

    psicohistoria ha estado implcita en toda historia biogrfica, usndose a menudouna sicologa de sentido comn. Un prerrequisito fundamental de este modo dehacer historia biogrfica es, sin duda, el acceso a suficiente material documental

    privado (diario de vida, correspondencia ntima o relatos confiables de testigosoculares), sin el cual no se puede romper la barrera censora del material pblicou oficial relativo al personaje histrico estudiado.

    En estas notas rechazaremos la psicobiografa, a la cual no consideramos una

    lnea fructfera de investigacin, en parte porque no hay suficientedocumentacin accesible acerca de los pensamientos privados de Bolivar en losdistintos perodos de su vida. Para todo propsito y en todos los sentidos,Bolivar fue un hombre pblico, un producto, hacedor y propagador de unaimagen. Y es fundamentalmente esa imagen, ese mito, esta particular versin dela figura del caudillo, lo que deseamos ver a travs de nuestros lentes

    psicohistricos. Hemos decidido, pues, indagar en las representacionessimblicas acerca de Bolivar y el culto a Bolvar, para dejar planteadas algunasideas acerca de su significado sicolgico, politico e histrico.

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    En el desarrollo de nuestras consideraciones ser necesario, desde luego, hacerreferencias de orden terico: la construccin terica de la funcin del padre y dela imagen del padre, observaciones acerca del ego y de lasicologa de grupo,conceptos sobre el carisma y la relacin carismtica, elementos bsicos de la

    teora del poder, etc. Tales referencias, al mismo tiempo que constituyen unabase conceptual para la interpretacin de los fenmenos que se discuten, sirvenpara intercalar comentarios a lo largo del texto y por eso no se encuentranagrupadas en un captulo especial.

    Algunas consideraciones generales acerca de la psicohistoria parecen necesarias,tanto para fijar ciertos puntos conceptuales de partida, como para precisar elsentido en que ciertos trminos sern usados en estas notas. La psicohistoria esel estudio del cambio de las diferenciaciones simblicas. Las palabrassmbolo y simblico se emplean aqu en un sentido mucho ms amplio que

    el habitual: smbolo no significa aqu una imagen fija de representacin. En laacepcin que usamos, smbolo es cualquier objeto que, representado en la mentede un sujeto individual o colectivo, cumple unafuncin al ser usado para larealizacin de acciones y el desarrollo de hbitos y conductas. Un sujetocualquiera, pues, estar envuelto en un proceso simblico cada vez queemprenda una accin basada en el uso funcional de un objeto.

    El smbolo, as concebido, puede ser analizado, desplegado, para comprenderlos procesos ntimos de las acciones individuales y colectivas. Del mismo modoque un sueo puede ser analizado ad infinitum, hasta incluir en el anlisis toda lahistoria mental de un individuo, tambin todo smbolo ya sea verbal, ya seauna imagen o una idea abstracta es susceptible de un anlisis que llegueeventualmente a abarcar la escala completa de la experiencia humanacompartida. Una serie, un conjunto de smbolos conectados o relacionados entres, puede representar una determinada fantasa, y dar cuenta as de los diversosaspectos del deseo originario.

    As pues, el aparato simblico de la cultura incluye un conjunto derepresentaciones que condicionan toda la existencia consciente y subconscientede los sujetos participantes en esa cultura. Una vez establecidos, tales smbolosadquieren una importancia fundamental para la historia; quedan arraigados en unimpulso atemporal que, en cualquier forma que sea realizado, nunca llega a seruna realizacin cabal del deseo original.

    Cada smbolo se halla en el centro de una inmensa red de significados, que seextiende desde las ms amplias actividades culturales hasta los estados ms

    profundos de la mente individual. Cuanto ms ricos, cargados de dinamismo ycercanos a hechos histricos importantes sean tales significados, tanto msfuerte ser su impacto psicohistrico.

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    Por otra parte, ni los smbolos ni los conjuntos de significados son inmutables.En la medida en que la ideologa social influye en la estructura sicolgica de loshombres, no slo se reproduce a s misma en la mente de stos, sino que loque es ms importante se convierte en una fuerza real, en un poder material

    dentro del individuo, quien a su vez se ve modificado concretamente y acta, enconsecuencia, de un modo diferente.

    El estudio de tales procesos de cambio, de las representaciones mentales de larealidad social, y de las, funciones que tales representaciones cumplen en laactividad social de los individuos y grupos, constituye la preocupacinfundamental de la psicohistoria.

    Grabado de M. N. Bate, Londres, 1819

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    II. La imagen y la funcin del Padre

    Al abordar la existencia sicolgica de Bolivar en la historia y en la poltica,conviene tener presente algunos hechos que no son objeto de estas notas, peroque de un modo u otro influirn en nuestras observaciones: la existenciahistrica y politica de Simn Bolvar es un hecho sicolgico para el mismoBolivar; las relaciones que l establece con su propio yo tienen por lo dems su

    propia historia y su propio desarrollo, y forman parte de ese apasionante campode estudios que ms de un historiador ha intentado recorrer y escudriar paraaproximarse a la sicologa del Libertador; y por otra parte, la historiaclnica de tal sicologa puede ser ampliamente documentada y cientficamentediscutida, a partir de las circunstancias objetivas en que fue modelado estecaso sicolgico (la temprana prdida de la madre, la presencia de latuberculosis en la primera infancia, la particular relacin con el padre, con el to

    y con los maestros, la evolucin de sus relaciones con la mujer o con lasmujeres, los accesos de delirio y sus caractersticas sicosomticas, lainfluencia de su enfermedad sobre la siquis, el ciclo evolutivo de sutemperamento, etc.).

    Bolivar no es, de ninguna manera, un ser normal: su ms notable anomalaes, desde luego, esa combinacin de talento y cualidades temperamentales ymorales que se llamagrandeza en la terminologa de la historia clsica. Pero les anormal tambin en un sentido mdico, es un enfermo, y su enfermedad esuna combinacin sicosomtica de sus dolencias fsicas (particularmente latuberculosis) y de ciertas afecciones de la personalidad cuya naturaleza,repetimos, no estudiaremos aqu. Lo que importa es sealar que las anomalas deBolivar no importa cul sea su diagnstico no son ajenas a la imagen queen torno a Bolvar crean sus contemporneos y las gentes de las generaciones

    posteriores. As por ejemplo, el delirio sobre el Chimborazo, presentado por elmismo Bolivar como una manifestacin febril de su angustia por los destinos deAmrica, ser considerado por muchos historiadores y politicos como una visin

    proftica una especie de trance de clarividencia y premonicin que esinherente, ya a la revelacin divina, ya a las caractersticas innatas del genio

    revolucionario. Un delirio es un delirio, sin embargo; y si preferimos dejar paraotra ocasin el anlisis sicolgico de este momento crtico de la salud fsica ymental del Libertador, es precisamente porque nos interesa concentrar nuestraatencin en el otro aspecto del problema: el de por qu y cmo este delirio seconvierte ensmbolo, en imagen, en instrumento poltico, en arma de combate y,caso extremo, en premisa ideolgica para la construccin de una conciencianacional latinoamericana.

    Vuestra gloria crecer con los siglos como crecen las sombras cuando el soldeclina, exclam ante Bolivar el cura Choquehuanca, y ms tarde Jos Mart,

    en admirable sntesis, nos explic por qu: porque lo que l no dej hecho, sin

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    hacer est hasta hoy; porque Bolivar tiene que hacer en Amrica todava. Yesto es verdad: la Amrica Latina necesita hoy de libertad y de Libertadores, deJusticia y de brazos justicieros, de un destino nacional y de hombres dispuestos aconstruir ese destino. Tales cosas estn pendientes todava en ese continente.

    Pero tambin, para millones de individuos, para partidos politicos y grupossociales, tienen rodava que hacer en la historia de la sociedad y en la relacindel hombre con su porvenir, el Padre y la imagen del Padre, la Espada y lo queella simboliza y evoca, y el Poder como meta irrealizada, temible y apetecible almismo tiempo. El Padre, la Espada y el Poder: tres categoras diferentes en unasola persona histrica: Simn Bolivar. Tal imagen tiene una indudable y muyvigente funcin social, porque adems de satisfacer necesidades histricas y

    polticas, resuelve tambin problemas espirituales y afectivos, en suma,sicolgicos.

    Conocer y analizar esta imagen no es suficiente, si no nos esforzamos porcomprender, por aprehender sufuncin. Y esta funcin no est determinadasolamente por el juego de intereses polticos y econmicos que constituye elsustrato de la vida social sino, tambin, por la formas de conducta individual ycolectiva que tejen la trama de voluntades humanas que, al decir de Engels,realizan el proceso de la historia.

    Conviene pues exponer algunas ideas acerca de la imagen del Padre y de sufuncin, desde un punto de vista sicolgico. En el estadio de la identificacin

    primaria, el padre idealizado es esa imagen del padre autor y creador de leyes,principio de las mismas, temido y admirado, en el cual el nio delega laomnipotencia en sus pensamientos, y que representa un poder ilimitado, aunqueoscuro en sus razones, protector y castigador. Tal es, ms o menos, su presenciaen el mbito de la imaginacin:

    En el estadio de la identificacin secundaria, el padre ya no funciona comocreador de las leyes sino como su representante, tal como lo plantea Lacan,quien, en efecto, nos ensea a discernir, por debajo del padre real, un conjuntode funciones que no son fciles de articular: la metfora paternal, el nombre del

    padre, la deuda paternal-deuda simblica, etc. (ver en especial las pginas de loscrits relativas a Schreber: 575-583).

    El papel del padre tiene entonces relacin con un proceso cuyo desarrollodetermina el paso de la relacin dual imaginaria al campo de lo simblico. Laidentificacin abandona el mbito de la imaginacin y entra en un ordensimblico, donde la ausencia del sujeto para alguien, y de alguien para l, estraducida a una nominacin, a un cdigo en el que cada sujeto en cuestinocupa un lugar determinado. Este es, puede decirse, el momento cultural del

    proceso: el sujeto es identificado por un significante, y todas las posibilidades de

    su identidad se estructuran a partir de esa matriz simblica esencial. Estemomento abre, inaugura un nuevo mbito: se pone fin al vnculo proyectivo-

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    introyectivo fascinador, y se inicia el proceso de la identificacin sobre unanueva base: los dos miembros de la relacin (padre e hijo) se han perdidorecprocamente, ya no existen el uno para el otro, y el primero se erige como unarealidad diferente y ajena, superior y distante, realidad sicolgica que es una

    construccin simblica del segundo.Ahora bien, la relacin entre la funcin paterna y la representacin del Poder esntima y estrecha. La primera es la condicin de posibilidad para que exista lasegunda, ya que sta se construye, obviamente, gracias a la existencia defunciones del psiquismo que permiten la existencia de la representacin. Pero, asu vez, la representacin que cada sujeto se hace del padre y del poder, es capazde influir en sus funciones squicas y fsicas: la funcin es modificada por lasignificacin que adquiere al ser representada en el psiquismo, esto al entrar aformar parte de la representacin.

    El sujeto se constituye, se mantiene, se reconoce a s mismo parcialmente almenos, a travs de su identificacin con la imagen delotro (es decir, del padrey del poder).

    Usamos la palabra delen un doble sentido. Primero, queremos decir: a imagen ysemejanza de cmo el padre y el poder (el otro) se presentan o estnrepresentados para el sujeto que se identifica con ellos, con ese otro; y aqutenemos en cuenta, tambin, que esa imagen del padre y del poder es, o puedeser, la imagen que el padre y el poder tienen de s mismos y que el sujeto que se

    identifica con ellos acepta como tal. En este caso el sujeto se construye poridentificacin con la representacin del otro.

    Y, segundo, el trmino delpuede tener tambin el sentido de que el sujeto seconstituye sobre la base de la imagen que el otro tiene de l y que de este modolo identifica como sujeto. El otro ve al sujeto de determinada manera, y el sujetose identifica con esta imagen. Tal proceso es posible porque en la siquis delsujeto existen, asociadas de mltiples formas con la imagen del padre, lasimgenes, discursos, prcticas, signos y representaciones acerca del papel quelos guas; conductores, lderes y jefes juegan en el proceso social; esas formas de

    asociacin, que proveen el material fantstico sobre el cual los individuos y lospueblos construyen el mito acerca de s mismos y de sus padres, puedenvariar, y de hecho varan, segn las diferencias culturales, ticas, religiosas,estticas, polticas y econmicas que dan cuenta de la coyuntura particular enque cada proceso social tiene lugar.

    Es de hacer notar, por ltimo, que la funcin del padre y del poder se evoca amenudo sobre la base de un personaje ysus accesorios histrico-personales: laespada, el bastn, el libro de la ley, el vestuario, el gesto y la pose, el caballo, lafrase que lo identifica, el ttulo. Se crea as un montaje teatral, dramtico, que

    subraya la fuerza y la virilidad del smbolo y que remite la funcin del padre y

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    del poder a esos atributos externos, a esos velos, a esos elementosrepresentativos.

    De qu modo se han identificado las gentes con ese Padre, con su poder, y consu representacin del poder? De qu modo se identificaban con la imagen queBolivar tena de s mismo y que l quera reproducir y perpetuar? Cul era estaimagen? De qu modo, en fin, se identificaban ellos con la imagen que Bolivartena acerca de ellos, de su identidad y de su destino? Cul ha sido la evolucinde estas representaciones y sentimientos, y cul ha sido la suerte de la espada, elms importarte de los accesorios simblicos de este Padre? Tales son algunas delas cuestiones que discutiremos a lo largo de estas notas.

    III. El smbolo en la trama del Poder

    Acaso pudiramos comenzar como en aquellos cuentos de Garca Mrquez enque el relato se inicia por su desenlace recordando algunas situaciones

    producidas durante los ltimos meses de vida de Simn Bolvar. Poco antes desu alejamiento definitivo del poder, el Libertador se ve sometido a la accin delas potentes fuerzas polticas y sociales que se mueven en el caos original de larepblica. Sus amigos y partidarios constituyen una muchedumbre heterognea eindisciplinada, sacudida por conflictos internos y luchas intestinas, pero ms omenos cohesionada por la ambicin del poder y por muchas otras ambicionescuya legitimidad o ilegitimidad no es del caso discutir.

    Entre las huestes bolivarianas tal vez fuera mejor decir bolivaristas, paraacoger a quienes usan el nombre de Bolivar para fines diferentes de los que

    plantea la concepcin bolivariana de la historia y de la politica estn lascamarillas militares, los legionarios extranjeros, los soldados sufridos yharapientos que tantas brillantes campaas han hecho bajo las rdenes delLibertador, y una abigarrada masa de polticos civiles, unos llenos de talento yde fuerzas morales, otros oportunistas y bellacos, mediocres y arribistas. Hroesy traidores, seres luminosos como Sucre y taimados como Montilla: de todo hayentre las gentes que apoyan al rgimen bolivarista.

    Los enemigos y adversarios de Bolvar no son mejores. En este campo tambinhay de todo. Incluso el reducido grupo de conspiradores que acaba de intentar elasesinato del Libertador, es heterogneo y tiene contradicciones internas. LuisVargas Tejada y Florentino Gonzlez parecen ser dos polos opuestos, nosolamente por sus concepciones politicas y econmicas, sino adems por suestilo, por su conducta moral y por sus cualidades temperamentales. Pero tantoel uno como el otro odian el militarismo, son civilistas, aborrecen el

    paternalismo bolivariano, rechazan y temen toda forma, abierta o encubierta deautocracia y se sienten como muchos otros ciudadanos mucho ms

    protegidos y representados bajo la sombra de otroPadre: el general Francisco de

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    Paula Santander, hroe militar y civil de la Repblica, de los Padres de la Patria,Hombre de Leyes, anticlerical, masn y republicano y, en suma, el nico

    poltico a quien se puede considerar capaz de enfrentarse, de igual a igual, aSimn Bolvar.

    De igual a igual? No exactamente. A Bolivar, viejo y enfermo, destrozado porla tuberculosis y por las decepciones polticas, lo rodea una aureola de gloria acuyas alturas nadie se atreve a llegar. Todos, incluso Bolvar, saben que Bolvarha comenzado el proceso irreversible de la agona, a partir del 25 de setiembrede 1828, da del atentado en Palacio. El propio Bolvar repite, en conversacionescon amigos y en cartas personales y de estado, que slo aspira a alejarsedefinitivamente del poder y morir en paz, puesto que comprende muyclaramente su propia situacin. La lucha poltica entre bolivarianos yantibolivarianos, pues, no se centra en torno a la persona fsica del Libertador,

    pues esta persona ya est disolvindose en el pantano implacable de la muerte.En trminos de Poder, la lucha se establece entre los administradores militares yciviles de la imagen bolivariana, de esa gloria que crecer con los siglos comocrecen las sombras cuando el sol declina, y aquellos individuos y grupossociales a quienes conviene la destruccin de esa imagen histrica para poderestablecer sus propias normas de Poder. Mi gloria, mi gloria! Por qu me laarrebatan?, pregunta entonces Bolvar, dolido y desconcertado, mientras unos yotros se disputan esa gloria: los unos para demolerla y despedazarla, los otros

    para construir con ella un sistema de smbolos e imgenes polticas que sirvan

    de instrumentos adecuados para ejercer el control del poder en la nacienterepblica.

    El clebre proyecto de establecer una monarqua es ilustrativo: quienes aspiranal control monoplico del poder, los ms inteligentes y atrevidos hombres delConsejo de Estado, conciben el proyecto no solamente para salvar al pas de laanarqua y consolidar la unidad de la Gran Colombia, sino adems yfundamentalmente para concentrar en sus manos el Poder con maysculas. Y elPoder con maysculas es el conjunto de los innumerables poderes locales yregionales que se encuentran repartidos entre las manos de muchos grupos

    oligrquicos de provincias (los responsables de la anarqua), a quienes esnecesario despojar de sus privilegios y preeminencias para proceder a construirun Estado fuerte, centralizado, autoritario y eficaz. El proyecto de monarquatiene, adems, una virtud: Bolvar ser el rey, y puesto que Bolvar est enfermoy moribundo, Bolvar ser manejable. Pero los proyectistas no han contadocon lo increble: Simn Bolivar, el Padre de la Patria, el Libertador, el hombreceloso de su gloria y de su grandeza, se niega airadamente a aceptar el engendro.Por qu se niega? Sencillamente porque su Reino no es de este mundo.Porque l ha trabajado toda su vida para el otro mundo, el de la gloria

    histrica, el de la posteridad, el de aquella dimensin politica en la cual puedacreer con los siglos como crecen las sombras cuando el sol declina.

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    Bolvar en 1930. Carboncillo de Jos Mara Espinosa

    Pero los conspiradores no se rinden fcilmente. Fracasado el proyectomonrquico, se producen numerosos levantamientos y pronunciamientosmilitares regionales, con el claro propsito de obligar a Bolvar a reasumir la

    dictadura. En Riohacha, Cartagena y Santa Marta, los militares bolivaristaspresionan para rodear al Libertador con un cerco de cuartelazos

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    anticonstitucionales en una regin del mundo que, en rigor, no tieneconstitucin. Bolivar resiste tambin estos embates, pues ya no desea otra cosaque morir en paz. Pero su amigos y partidarios lo presentan como el JefeSupremo, inspirador y autor intelectual de cuanta arbitrariedad militarista se

    comete contra la oligarqua civilista y democrtica. Y esta oligarqua acepta elregalo: Bolivar ser el culpable de cuanto hagan los bolivarianos y los

    bolivaristas.

    As, cuando Venezuela decide separarse de la Gran Colombia, se dir que elEstado de Venezuela no est dispuesto a tratar con el de la Nueva Granadamientras el general Bolivar permanezca en suelo colombiano. Parecidosepisodios se repiten una y otra vez, y no vale la pena abundar sobre hechos bienconocidos por los historiadores. Conocemos hoy los resultados de esta lucha

    poltica, en trminos de poder (o de impotencia, si hemos de juzgar por la

    medida del subdesarrollo, la dependencia politica y econmica y los traumassociales que han sufrido y sufren los pases bolivarianos), pero no hemosdiscutido an a fondo las consecuencias que tales conflictos han acarreado en lateora de la historia, en la concepcin histrica, y en la psicohistoria.

    Mencionemos pues, para abordar el tema, la interpretacin sicoanaltica deFreud sobre el Totem y el Tab, la primera de todas sus interpretacionesgenerales sobre la cultura. He aqu su parte esencial: despus de que el temido

    al mismo tiempo odiado y amado padre fue muerto por sus propios hijos,comenzaron stos a identificarse con l como con un hroe ideal. Una parte deellos intent tomar el liderazgo, pero sus rivales sus propios hermanos loimpidieron mediante el odio y los celos. Finalmente, uno de ellos logr imponersu autoridad sobre los dems gracias a la eliminacin de sus ms peligrososrivales. El parricidio produjo, de un modo u otro, profundos sentimientos deculpa y temor por la venganza o el castigo.

    Asimilar al padre asesinado (comerlo, consumirlo, digerirlo), les permitiabsorber su fuerza secreta y crear una profunda identificacin con l y entreellos mismos. Tal identificacin tiene como resultado que los asesinosconstruyen para s mismos una imagen interior de su vctima como un ideal

    poderoso al cual endiosan y adoran. As niegan y borran su culpa. Asconvierten su oculta e inconfesada animosidad en una creciente e irracionallealtad. As forjan el mito.

    Es conveniente tener en cuenta la explicacin de Freud en un sentidometafrico. La parbola de los asesinos que endiosan a su vctima para lavar elhorror del crimen, se ha repetido demasiadas veces en la historia como para que

    podamos despreciarla. Las imgenes histricas que se han construido comoresultado de esta maniobra sicolgico-politica, han despedido siempre un

    sospechoso olor de funeral interrumpido, de retrica de cementerios, en que lasalabanzas desmesuradas e hiperblicas a la vctima cumplen la funcin de

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    certificar su muerte y de terminar de una vez por todas con el entierro acasopara acabar con la incmoda presencia del hroe en cuestin y, al mismotiempo, para fraguar una imagen manejable y utilizable, inventando una personade inimaginable grandeza con la cual una lite de privilegiados administradores

    de la historia tiene una relacin ntima, una amistad y una complicidad eternas.Mario Briceo Iragorri ha advertido de qu manera, en el caso de SimnBolivar, las exequias se han prolongado ya ms de cien aos: l est vivo, y simuchos lo miran como muerto, debemos luchar tenazmente contra tal idea.Bolvar muri para aquellos que quisieron hacerse sus albaceas. Y ha sidodurante los largos cien aos de nuestra historia republicana, un muerto cuyafama sirvi para dar lustre a todas nuestras deficiencias. Hemos vivido de lagloria de un gran muerto. De un muerto a medio enterrar que, pese a sugrandeza, ha despedido un hlito fnebre en nuestro propio ambiente cvico

    (Briceo Iragorri,El caballo de Ledesma, pg. 43).Es verdad: Bolivar muri para aquellos que quisieron hacerse sus albaceas. Sloas, muerto, pueden ellos sacar de la manga un fraguado testamento poltico yadministrar esa fabulosa herencia de fuerza histrica y poltica que bulle en la

    presencia viva del hroe. Por esta misma razn hay en la historia grandes lderesreligiosos, espirituales y polticos, cuya muerte debe ser peridicamenterenovada, representada, consumada y certificada por los albaceas, a efecto de: 1)asegurarse de que el muerto est bien muerto y no puede desenmascarar a susrepresentantes; 2) asegurarse el monopolio de la representacin del muerto,

    por los siglos de los siglos; y 3) realizar el aggiornamento del fraude,modificando ciertas clusulas del testamento que se administra, o agregndolenuevas, en concordancia con las exigencias de los tiempos.

    As, cuando el tirano Gmez lleg, en 1900, a Caracas, al mando de undestacamento del ejrcito insurreccional de Castro, tuvo buen cuidado deacampar al pie de la estatua de Bolvar, en el centro de la plaza. Gmez siemprepens en s mismo en relacin con el Libertador. Cuando lleg al poderfalsific la fecha de su nacimiento para que coincidiera con la de Bolvar, y laasent en San Antonio, de manera que en las conmemoraciones... su propioretrato apareciera al lado del de Bolvar (Thomas Rourke, Gmez, Tirano delos Andes, Ed. Claridad, Bs.As., 1940, pg. 160).

    Aos ms tarde, en las tierras dominicanas, uno de los escritores al servicio delrgimen habra de escribir esta lneas inmortales: Hace 2000 aos, Jess

    predic su doctrina de la justicia y la paz; hace ms de un siglo Bolvar proyectsu federacin de naciones americanas; hace diez aos Trujillo present susluminosos proyectos para la creacin de la liga de naciones americanas (Citado

    por William Krehm,Democracia y tiranas en el Caribe, Ed. Parnaso, Bs.As.,

    1959, pg. 254).

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    Y no es posible rer, pues detrs de esas palabras hay tragedias y crmenes,sangre humana derramada y vctimas incontables de la arbitrariedad y del terror.As funciona la imagen del Libertador en las manos de los Liberticidas. As secierra el ciclo del mito al servicio del Poder.

    IV. La Espada y el Poder

    Los smbolos, evocaciones y funciones en torno a las ideas de Padre, Espada yPoder, se entrelazan y combinan de las ms diversas formas en estasinnumerables construcciones del mito bolivariano. La gloria de Bolvar, en estesentido, no crece con los siglos como crecen las sombras cuando el soldeclina, sino de una manera mucho ms compleja: es como si el hombre real,Simn Bolvar, estuviese parado con toda su grandeza real, en el centro de una

    galera de espejos vivientes que cambian de forma sin cesar y que reflejan hastael infinito un nmero infinito de imgenes distorsionadas, que se modifican lasunas a las otras, en un juego en el cual es imposible saber cul es el Bolivarverdadero ni cuntos falsos Bolvares se estn moviendo y actuando.

    Veamos, por ejemplo, algunas de las relaciones que el propio Padre estableceentre la Espada y el Poder. Al jurar la Constitucin de la repblica ante enCongreso Constituyente de Colombia, dice Bolvar:

    Yo soy el hijo de la guerra: el hombre que los combates han elevado a laMagistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango, y la victoria lo haconfirmado.Pero no son stos los ttulos consagrados por la justicia, porla dicha, y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado aColombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal, quealgunas veces el cielo deja caer en la tierra para el castigo de los tiranosy escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el dade la paz, y ste debe ser el ltimo de mi poder, porque as lo he juradopara m, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haberrepblica donde el pueblo no est seguro del ejercicio de sus propiasfacultades.

    Y seguidamente, para aclarar y precisar an ms su pensamiento, agrega:

    Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular;es una amenaza inmediata a la soberana nacional. Yo quiero serciudadano para ser libre, y para que todos lo sean. Prefiero el ttulo deciudadano al de Libertador; porque ste emana de la guerra, aqul emanade las leyes. Cambiadme, Seor, todos mis dictados por el deBuenCiudadano.

    Durante la dura guerra de Independencia haba dicho el Libertador: No

    envainar jams la espada mientras la libertad de mi patria no est

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    completamente asegurada. Y en febrero de 1827, cuando se desarrollaba en suplenitud el proceso de la dictadura, haba reiterado: Mi espada y mi coraznsiempre sern de Colombia.

    La Espada, pues, ese azote del genio del mal, es un instrumento necesariopara librarse de la tirana y plantear la libertad de los pueblos, a condicin deque ella se mantenga alejada del Poder, y de que este Poder emaneverdaderamente de la voluntad de los pueblos libres y no del arbitrio del Padrede la Patria; porque este Padre, este Hombre de la Espada, este Libertador,concentra en sus manos y en su personalidad tan enorme suma de autoridad y dePoder, que se convierte en un ciudadano peligroso y en una amenazainmediata a la soberana nacional.

    Pero es en vano. Todava vive Bolvar cuando el general Pez decide invocar a

    Bolivar para unir en forma permanente la Espada y el Poder:La espada redentora de los humanos!!! Ella en mis manos no ser jamssino la espada de BOLIVAR: su voluntad la dirija; mi brazo la llevar.Antes perecer cien veces, y mi sangre ser perdida, que esta espada salgade mi mano, ni atente jams a derramar la sangre que hasta ahora halibertado. Conciudadanos, la espada de BOLIVAR est en mis manos:POR VOSOTROS Y POR L IR CON ELLA A LA ETERNIDAD(Pez, Manifiesto a los Colombianos del Norte, 7 de febrero de 1829).

    Durante los primeros cien aos de vida republicana, en todas las naciones

    bolivarianas, se repite una y otra vez esta distorsin autocrtica, este desarrollomilitarista, esta conjuncin liberticida de la Espada y el Poder bajo laadvocacin del Padre. Y, paralelamente, se produce tanto la divinizacin delhroe militar y de todos sus atributos guerreros, como el desarrollo del crecientefetichismo en torno a los objetos materiales que constituyeron pertenencias

    personales del hroe. As, laEspada ya no es el concepto genrico de la GuerraLibertadora, la frmula verbal de representar la lucha armada contra la tirana,sino la cosa concreta misma, la hoja de acero con empuadura dorada, el objetometlico y refulgente, desprovisto de todas sus implicaciones poltico-sociales,

    excepto de aquellas que sirven para decir: esta reliquia perteneci al hroe y estareliquia es el instrumento del Poder que ahora detentamos, que heredamos delhroe y que continuaremos detentando a cualquier precio.

    Luis Tejada, el ms grande de todos los cronistas colombianos, ha escrito lneascidas sobre estos dos procesos, el del fetichismo y el de la divinizacin delhroe militar. En cuanto al primero, tenemos que reproducir casi ntegramenteuna de sus crnicas:

    La minuciosa investigacin a que se est dedicando Cornelio Hispanopara encontrar el nmero de camisas que tuvo el Libertador, pertenece aun gnero histrico pueril, de decadencia, perfectamente inusitado en un

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    pueblo en que las actividades histricas no han alcanzado siquiera unarelativa madurez; en realidad, la laboriosa adquisicin de todos esos

    pequeos datos anecdticos no puede interesar a inteligenciassinceramente serias... pero s ayuda a precipitar este fenmeno de

    beatificacin de las reliquias personales de los hroes, que estamospresenciando en Amrica y que relaja y envilece el verdadero sentidomstico y esencial de la historia; hay ya quienes le han dedicado odas,sonetos y madrigales a la ltima camisa que us Bolvar y a los pauelosy pantuflas de sus concubinas.

    Y contina Luis Tejada:

    Es decir: el sentido histrico ha degenerado en fetichismo brutal,siguiendo un proceso paralelo al que ha sufrido entre nosotros el sentido

    religioso: nuestro pueblo no posee ya una idea pura y eminente de Dios;...ha materializado sus sentimientos religiosos, concretndolos enmugrientas y milagreras reliquias de santos, en fetiches locales, enemigosa menudo los unos de los otros; no conoce a Dios; adora el manto de laVirgen o el pie de palo del Seor de Monserrate.. Un proceso paralelo ycomplementario puede advertirse en la evolucin del sentido mstico de lahistoria: no existe ya la concepcin pura y esencial del hroe, como unafuerza espiritual impulsora, como un suscitador y creador de nuevos yfecundos ideales colectivos; se ha erigido en Hroe al caudillo militar,tipo primitivo, violento y brillante, de cualidades puramentetemperamentales; y se ha llegado a venerar en l no slo los atributossimblicos de su profesin, la espada o el morrin de plumas, sinotambin sus ms ntimas prendas personales, los calzoncillos o la camisa;o, como en la idolatra religiosa, sus secreciones fisiolgicas, el sudor dela frente y la sangre de las heridas; y an ms: los objetos que tocincidentalmente a su paso, el balcn por donde salt en una noche de

    pnico, o el lecho en donde en otra noche de placer aliment suspasiones... (Luis Tejada, Gotas de tinta, pgs. 161 y 162).

    En otra crnica, titulada precisamenteEl mito boliviano, Tejada protesta contrala deformacin de la fisonoma histrica del Libertador que se presenta comola divinizacin del hroe por su aspecto militar, y luego dice:

    Es justa la divinizacin del hroe militar? Yo creo que no; el hroemilitar ocupa realmente un segundo trmino en nuestra revolucin; elhroe militar no concibi el movimiento ni lo suscit; no cre losacontecimientos; naci de ellos y march enrolado en su trayectoria fatal.Fueron los hroes civiles, los idelogos de la revolucin, los queconcibieron, suscitaron y crearon; ellos fueron los que desencadenaron los

    sucesos poniendo en camino dos fuerzas contrarias que, ya en esta vadinmica, tenan fatalmente que encontrarse y eliminarse; entonces surgi

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    el hroe militar y su actitud se redujo necesariamente a imprimir un ordenrelativo a ese movimiento, siendo al mismo tiempo arrastrado por l,teniendo que sujetarse ntimamente a su dinmica implacable... (LuisTejada, Gota de tinta, pgs. 155 y 156).

    Es oportuno comparar estas afirmaciones con las del estadista Simn Bolivar,cuando explica, ante el Congreso de Angostura, el papel histrico del militarSimn Bolivar:

    Un hombre, y un hombre como yo! qu diques podra oponer el mpetude estas devastaciones? En medio de este pilago de angustias no he sidoms que un vil juguete del huracn revolucionario que me arrebatabacomo una dbil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzasirresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos: atriburmelos no

    sera justo, y sera darme una importancia que no merezco.Fetichismo y divinizacin, el Hroe y su Espada: el hroe con cualidadessobrehumanas, y su espada (espada-objeto, ya no ms espada-concepto)impregnada para siempre de ciertos atributos esenciales que la hacen distinta atodas las dems espadas que se han forjado a lo largo de la historia. La posesinde esa espada especfica dar a quien la posea ciertas virtudes bolivarianas. Surescate o recuperacin de manos de los usurpadores a manos de losrepresentantes del pueblo, certificar el carcter autnticamente bolivariano destos y dejar de algn modo desarmados a aquellos. La lucha entre los que

    detentan el Poder y los que aspiran a conquistarlo en funcin de una causarevolucionaria no se entablar solamente en torno a los problemas ideolgicos,filosficos, politicos, econmicos, del desarrollo social: ser tambin una luchaen torno a la posesin del fetiche histrico, de la cosa que representa, simbolizay evoca al hroe, del objeto que mediante el arte de la alquimia sicohistrica semantiene impregnado, a travs de los siglos, de los atributos del hroe. Y puestoque la lucha ser armada, militar, lo primero que hay que rescatar para el puebloser la Espada, el instrumento de la guerra libertadora, pues de ese modo serescata tambin el concepto de la guerra libertadora y se pone el conflicto en sus

    justos trminos desde el comienzo: la guerra contina, la lucha de Bolivarcontina.

    En efecto, cuando el movimiento guerrillero colombiano 19 de Abril (M-19) setoma por asalto la Quinta de Bolvar y se apodera de la espada del Libertador,afirma y justifica de esta manera su accin:

    BOLVAR, TU ESPADA VUELVE A LA LUCHA... La lucha deBolvar contina, Bolvar no ha muerto. Su espada rompe las telaraas delmuseo y se lanza a los combates del presente.Pasa a nuestras manos. Alas manos del pueblo en armas. Y apunta ahora contra los explotadores

    del pueblo. Contra los amos nacionales y extranjeros. Contra ellos, los

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    que la encerraron en museos, enmohecindola. Los que deformaron lasideas del Libertador. Los que nos llamarn subversivos, aptridas,aventureros, bandoleros. Y es que para ellos este reencuentro de Bolvarcon su pueblo es un ultraje, un crimen. Y es que para ellos su espada

    libertadora en nuestra manos es un peligro.La identificacin de la lucha y de las ideas del Libertador con los intereses del

    pueblo es lo que justifica esta apropiacin de su espada por parte del Pueblo enArmas o, lo que parece ser lo mismo, por parte del M-19.

    Pero Bolivar no est con ellos los opresores sino con los oprimidos.Por eso su espada pasa a nuestras manos. A las manos del pueblo enarmas. Y unida a las luchas de nuestros pueblos no descansar hastalograr la segunda independencia, esta vez total y definitiva... (Boletn del

    M-19, N 2, febrero de 1974).Con el pueblo, con las armas, al Poder, es la consigna de esta organizacinrevolucionaria bolivariana que desde el inicio de sus operaciones rescata yreproduce, al parecer de un modo consciente y premeditado, el mito y la imagendel Libertador y sus funciones psicosociales, con todos los atributos excitantes yestimulantes que despierta la presencia viva del Padre con su Espada, enconjuncin con su Pueblo, marchando a la conquista del Poder.

    Tal parece, sin embargo, que el uso de estos elementos dramtico-histricos,teatrales, es insuficiente para la prctica politica, no porque sea insatisfactorio,

    sino porque en ese nivel de referencia el de la prctica es ineficaz paradirigir la curacin, la teraputica revolucionaria. La necesidad de superar la

    perspectiva teatral, que bloquea las cosas en el nivel de los personajes e impideel acceso a la comprensin de los desarrollos histricos, tendr que hacerseevidente, tarde o temprano, para cualquier organizacin de esta naturaleza.

    Desde el punto de vista de la organizacin misma, es indudable que el carctercada vez ms abusivo (en el sentido de abuso de confianza) de este tipo dereferencia a un personaje teatral, asigna a la propia intervencin y a toda laactividad de tal organizacin un carcter teatral del mismo tipo. Las

    manifestaciones de un amor apasionado o admirativo, por otra parte, todas esastentativas de identificacin con y a travs de esos sentimientos, todo esoforma parte del depsito de accesorios sicolgicos, que aspiran a una realizacina travs de la prctica politica. La creencia de que una profunda identificacinen el orden de las vivencias, de los sentimientos, sita a quien se identifica mscerca de la verdad, slo sirve para ocultar el hecho de que tal tipo de referenciano deja de ser una referencia a una coleccin de accesorios.

    Es verdad, no obstante, que el recurrir a los accesorios, al psicodrama, tiene enocasiones cierta eficacia, porque evidencia algo de lo que la organizacin es ydel modo como aborda y plantea su propia realidad en la sociedad y en la

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    historia. Pero si an hoy este mecanismo funciona a veces, ello no nos exime depreguntarnos por qu tal o cual accesorio de la coleccin ha sido eficaz, y si sele podr seguir usando; por qu el empleo de tal o cual imagen, de tal o cualrepresentacin, de tal o cual evocacin de sentimientos pudo prosperar. Es decir:

    qu funcin cumple realmente este tipo de accesorios? Por qu esa necesidad,existente en alguna medida en todas partes, de contar con una imagen humana,con un hombre que concentre en s mismo y rija las lneas de fuerza de lahistoria? Qu es lo que est en juego, realmente, detrs de la utilizacin de laimagen del Padre y del Poder?

    Como ms adelante veremos, es lo libidinal lo que mantiene la unidad del grupo:las fuerzas cohesionadoras, unificadoras, actan bajo la influencia de unarelacin emocional definida entre el lder y sus adeptos, y stos se amanmutuamente a travs de ese amor que la figura del padre sustituto prodiga a

    cada uno.Si, como parece, este es un mecanismo sicolgico que afecta y condiciona eldesarrollo ideolgico del grupo, son evidentes aqu los riesgos que resultan deluso de accesorios como fetiches histricos, y del empleo de la imagen del hroeen su calidad de Padre omnipotente: a travs de tales formas de divinizacin yde tales representaciones psicodramticas, el lder o la jefatura presentes puedentransferir en su beneficio la relacin amorosa de la multitud con el Hroeausente: Bolivar est con nosotros a travs del Jefe, el Jefe es el representante deBolivar en la tierra, su vocero y mediador, y por medio del Jefe noscomunicamos con el Padre. As quedan planteadas, al menos en el mbitosicolgico, las condiciones de existencia del culto a la personalidad, las premisas

    para la reproduccin del Caudillo politico-militar, hacedor de la historia,protagonista de un drama espectacular al que las masas populares asisten encarcter de espectadores y agradecidos beneficiarios.

    El culto a la personalidad, encarnacin de imgenes parentales, es siempre, en lavida politica, el sntoma patolgico que rubrica la ocultacin de lo politicoverdadero, de las reales fuerzas profundas, de las causas y consecuenciasesenciales de las transformaciones histricas. Slo mediante el esfuerzoconsciente de volver a activar los accesorios teatrales y lograr que sea el propiopaciente, el pueblo, quien los represente, podr una organizacin politicaimpulsar cambios verdaderamente revolucionarios en la vida y en la sicologa delas masas, a condicin, claro est, de que tales cambios sean realizados por el

    pueblo mismo, como protagonista y hacedor de su propia obra. De otro modo, laEspada continuar siendo ese azote del genio del mal, esto es, un instrumento

    para la concentracin y el monopolio del poder, y ste poder no ser ms que elapetecido trofeo de la guerra, que el vencedor recibe y perfecciona paraconsolidar su dominio sobre el resto de la sociedad.

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    Pero en nuestra galera de espejos, como en la vida, los extremos se tocan.Cuando el gobierno colombiano inicia la primera investigacin sobre lasoperaciones del M-19, dirige los organismos de seguridad del Estado el generalJos Joaqun Matallana, firme defensor del sistema imperante, irreductible

    adversario de las guerrillas y apasionado bolivariano. Dos Bolvares seencuentran entonces, frente a frente, en el curso de los interrogatorios: el Bolivarde los que detentan el poder y luchan por conservarlo, y el Bolvar de la guerralibertadora, el que alza la bandera de la lucha contra los que detentan el poder, elBolvar subversivo, el insurgente. Y estos dos Bolvares son verdaderos en elsentido de que ambos estn vivos, actan en la dinmica diaria de la lucha socialy poltica, y estn siempre presentes en cada uno de los campos en conflicto.

    V. Entre el Poder y la GloriaSe ha calculado que, en el curso de sus actividades polticas y militares, Bolvarrecorri ms de cien mil kilmetros, superando ampliamente en este fenomenal

    peregrinaje a Marco Polo, Alejandro Magno, Cristbal Coln y NapolenBonaparte. A dnde va este hombre que as se mueve sin cesar, atravesandocordilleras, llanuras, valles y desiertos, a pie, a caballo, a lomo de mula? Dequ huye? Qu busca? Su inconcebible, monstruosa, patolgica movilidad,puede explicarse tan slo por las exigencias politicas y militares de la guerralibertadora o, ms bien, tales exigencias son el producto del anlisis racional de

    un hombre que necesita moverse, viajar, estar presente en todas partes, salir detodas partes y estar siempre llegando a todas partes?

    Todas las explicaciones posibles han sido ensayadas para buscar el origen deesta mana ambulatoria. Se han invocado las caractersticas innatas, hereditarias,del genio Simn Bolivar; se han construdo teoras para demostrar la

    psicopatologa del Libertador; se ha propuesto, al menos por Juan Bosch, queBolivar se sinti obligado a expandir sus ejrcitos sobre los vastos territorios deAmrica para evitar la continuacin de la guerra social que sumi a Venezuelaen un bao de sangre entre 1812 y 1814; se han aducido, en fin, razones

    politicas, militares, sicolgicas, morales, genticas... pero an en los estudiosms completos, sistemticos y profundos, queda siempre la sensacin de quealgo falta, de que algo verdaderamente esencial o importante se nos ha escapadoy de que no hemos podido verle bien la cara y el carcter a este personajeincesantemente movedizo.

    Sabemos que su extraordinaria inquietud no era solamente fsica. Sabemos, porejemplo, que durante el sitio de Puerto Cabello, en 1812, permaneci trece dassin dormir, y que durante toda su vida mantuvo esta prodigiosa capacidad deconcentracin en la actividad corporal y mental. Sabemos que en sus discursos y

    conversaciones su raciocinio viajaba con enorme rapidez de una idea a otra, y

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    que las variaciones sorpresivas de su lenguaje eran una de sus caractersticasms conocidas. Y sabemos, en fin, que tanto a sus contemporneos como a lamayora de sus historiadores les produjo siempre una vaga sensacin deasombro el espectculo de este Quijote eternamente mvil que no parece tener

    un objetivo definido, excepto el de plantear la libertad en donde antes reinaba latirana.

    Pero Simn Bolivar, genio hereditario o no, enfermo o no, s tiene un objetivomuy definido. Todas sus acciones, toda su conducta, todas sus iniciativas y todassus palabras son las de quien vive teniendo siempre ante sus ojos el juicio quele merecera la posteridad, atento incansablemente a la gloria de su nombre(Cristbal L. Mendoza, enRevista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela,diciembre de 1958, vol. XVII, nmero 57, pg. 612).

    Los hombres que conocieron de cerca al Libertador saban de este casiangustioso afn suyo por forjarse un sitio de honor en la otra vida, la de laHistoria, la que se vive en la memoria de los siglos. Bolvar repeta en susdiscursos y en sus cartas los nombres de los grandes personajes histricos endirecta referencia a su propia persona. Cuando afirmaba que no quera ser comoCsar ni como Napolen y deca que yo quiero superarlos a todos endesprendimiento, ya que no puedo igualarlos en hazaas; cuando, frente a lanecesidad imperiosa de asumir la dictadura, insista en que no soy como Silaque cubri de luto y de sangre a su patria: pero quiero imitar al dictador deRoma en el desprendimiento con que abdicando el supremo poder volvi a lavida privada, y se someti en todo al reino de las leyes; cuando declaraba queyo hago confesin general todos los das, o ms bien examen de conciencia, y ala verdad tiemblo de mis pecados hechos contra mi voluntad, hecho en favor dela causa; cuando sostena que mi nico tesoro es mi reputacin; cuandoexpresaba que hasta ahora, he combatido por la libertad, en adelante quierocombatir por mi gloria aunque sea a costa de todo el mundo. Y mi gloriaconsiste en no mandar ms; cuando repeta que, aun perdiendo todo sobre latierra, me quedara la gloria de haber llenado mi deber hasta la ltimaextremidad, y esta gloria ser eternamente mi bien y mi dicha; cuando

    aconsejaba a sus oficiales: tengamos una conciencia recta y dejemos al tiempohacer prodigios; cuando sentenciaba que el mando me disgusta tanto comoamo la gloria, y gloria no es mandar sino ejercitar virtudes; cuando reconocaque quiero asegurar despus de mi muerte una memoria que merezca bien de lalibertad; cuando reiteraba que yo podra arrollarlo todo, mas no quiero pasar ala posteridad como un tirano; y en fin, cuando deca que yo siento por lo

    presente y por los siglos futuros, o prefiero la ruina de Colombia a ormellamar con el epteto de usurpador, es entonces cuando los que le rodeancomprenden que se encuentran frente a un hombre obsesionado por

    reproducirse, por recrearse a s mismo, por procrearse para la historia. Estehombre no piensa, como el agnstico, en vivir plena y totalmente esta vida

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    terrenal; tampoco pretende, como el mstico catlico, hacer de esta vida untrnsito, un camino para asegurarse la otra vida, la del paraso, la de la gloriaeterna; este hombre quiere asegurarse la trascendencia histrica, quiere vivir enla memoria de las gentes como un ser excepcional, quiere ser recordado con

    gratitud, amor y respeto y, por eso, al reiterar por ltima vez su decisin derechazar cualquier autoridad o mando poltico, insiste en que mi honor y migloria exigen este acto solemne de absoluto desprendimiento, para que el mundovea que en Colombia hay hombres que desprecian el poder supremo yprefierenla gloria a la ambicin.

    Y el mundo lo ve: en la lejana Suecia, al anunciar a sus lectores la muerte delLibertador, dice un peridico:

    Por ahora parece... que la memoria de Bolvar habr de compartir en el

    futuro la misma gloria de Milcades y de Escipin, y esto es bastante paraaquel que verdaderamente ha vivido para la inmortalidad (SvenskaMinerva, Estocolmo, 11 de marzo de 1831, N 20. En trminos parecidosse expresan otras publicaciones europeas2).

    Bolvar insiste en innumerables ocasiones en su rechazo al poder el materialdocumental es abrumador al respecto, y expresa casi siempre la misma idea:l odia el mando poltico porque lo considera una activdad que lesiona yobstaculiza la edificacin de su gloria. Y sin embargo se ve obligado, una y otravez, a asumir el mando y en ms de una ocasin bajo la forma de dictadura

    unipersonal, porque a ello lo empujan los conflictos intestinos de la jovenrepblica, los peligros internos y externos, el desarrollo de las facciones civiles yel desmesurado crecimiento de un aparato burocrtico-militar que trabaja porconvertirse en la columna vertebral del Poder del Estado. Pero tambin elLibertador se ve obligado a ejercer la dictadura, porque de algn modo intuye ocomprende que no habr gloria para l si no hay consolidacin de la repblica;de algn modo que l no confiesa abiertamente y que el liberalismo del sigloXIX se niega a reconocer, el Poder politico y la Gloria histrica se contradicen

    pero tambin se complementan y se alimentan recprocamente, establecen entres una relacin dialctica de atraccin y rechazo, de convergencia y divergencia,de amor y de odio.

    Para los hombres de los siglos anteriores, imbuidos de la concepcinmaquiavlica, no haba conflicto: el Poder era un prerrequisito de la Gloria, erael mejor instrumento para conquistar la Gloria, a condicin de que el Prncipe

    2 Vidales, Carlos (1983), "La muerte de Bolvar en la prensa sueca", en Carlos Vidales, ed., SimnBolvar 1783-1983: Imagen y presencia del Libertador en estudios y documentos suecos,Monografas, vol. N 9, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo,

    Estocolmo, pp. 11-34.

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    supiese y pudiese, primero, conservar y fortalecer su Poder y, segundo, gobernarde modo que el Pueblo viviese agradecido y unido.

    Para los marxistas ortodoxos, el Poder tiene el valor ambivalente de objetivo yde medio: objetivo, en tanto que sin su control es imposible iniciar laconstruccin de una nueva sociedad; medio, en tanto que es a travs de laedificacin de un Nuevo Poder que ser posible orientar la construccin de esanueva sociedad. La Gloria viene de aadidura: la gloria consiste en serverdaderamente revolucionario, esto es, en acelerar voluntariamente lo que pornecesidad debe ocurrir, porque la Historia marcha ineluctablemente en una soladireccin, sujeta a leyes generales inmodificables. As pues, el Poder y la gloriamarchan unidos,solamente si el Poder acta en el sentido en que la Historiamarcha.

    Pero Bolvar y sus contemporneos tienen otra concepcin: la Historia marchaen el sentido que le imprime la Voluntad de los Hombres Superiores, y la gloriade tales Hombres Superiores depende de si ellos conducen la historia porcaminos positivos, en funcin de ciertos valores morales, de una ticaconcebida como verdad ms o menos inmutable o como imperativocategrico. Y es en este punto donde, para ellos, surge el conflicto entre elPoder poltico y la Gloria histrica: porque en el ejercicio del Poder, el HombreSuperior est sujeto a cometer actos de tirana, de injusticia y de arbitrariedad.

    Ahora bien: en lo que Foucault ha llamado la concepcin jurdico-discursiva,

    el Poder es visto como posesin, como algo que el sujeto soberano posee adiferencia de los dems. La esencia de este poder es la capacidad de prohibicin,de coercin: se trata esencialmente de un poder de decir no, de prohibir, deimpedir. As concebido, el Poder es algo fundamentalmente negativo, es unarelacin punitiva, coercitiva, entre dominante y dominado, es algo que est en laexclusiva posesin de aquellos que dominan, y que les permite mantener bajo sucontrol a los subordinados y reprimirlos.

    Visto desde un ngulo afirmativo, este concepto del Poder se expresa en laconocida definicin: es la capacidad que tiene un individuo, un grupo, una

    clase social, de imponer su voluntad sobre los dems miembros de la sociedad.Pero el Poder no es solamente una relacin unidireccional entre el dominador fuente y sujeto de la capacidad de coercin y los dominados objetos del

    poder; no desciende de un solo centro, sino que, por el contrario, se halladifundido a travs de todo el cuerpo social, en un retculo complejo de diversascapacidades parciales y relativas que todos los individuos y grupos tienen, endiversas medidas, de imponer su voluntad a otros, o de impedir que otros lesimpongan su voluntad. Tenemos que considerar por eso, no slo el Poder conmaysculas, sino los distintos pequeos poderes, los variados y mltiples sitios

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    en que esos pequeos poderes se ejercen y los diversos modos particulares comoson ejercidos.

    Y es en este retculo complejo de poderes parciales, individuales, locales,regionales, en este juego de fuerzas que se anulan, se neutralizan, luchan entres, se estimulan recprocamente y confluyen a veces en direccin a la guerra civilo a la dictadura, en donde el Poder de Bolivar es poco a poco triturado,despedazado y reducido a un despreciable despojo. Los mismos que meses odas antes de la abdicacin al mando lo llamaban guerrero inmortal, Padrede la Patria, se refieren ahora a su nombre con los eptetos ms furiosos.Veamos, por ejemplo, cmo habla el Prefecto del Zulia, en una Proclama del 18de setiembre de 1830, que es reproducida con todos los honores en la Gacetade Gobierno de Venezuela el da 22 de octubre del mismo ao (N 292):

    ...Durante tantos aos que el general Bolvar ejerci sobre nosotros suaciaga dictadura, slo aspir a consagrar en su persona el mando absolutoy perpetuo, abriendo a su ambicin una senda de crmenes y atentados quehan hecho de Colombia un vasto teatro de desolacin. Pero Venezuelasiempre fiel a los principios de la libertad, miraba con horror los hierrosque quera imponerle, y por un acto solemne y simultneo desconoci laautoridad del dictador... Falto de valor el dictador, fue a ocultar suhumillante cada a Cartagena, de donde prometi embarcarse para pasesextranjeros. Pero ah! habindose reunido sus ms criminales cmplicesen aquella plaza, ha llegado a ser ella el foco de todas sus intrigas ymaquinaciones. Desde all atiza Bolvar la discordia: arma las facciones,esparce la desolacin y la muerte, pone en ejercicio los prfidos mediosdel engao y la intriga, yse goza como Nern viendo incendiar a Roma.

    Y luego de describir de qu manera las fuerzas antibolivarianas se enfrentan,con xito, a los pequeos golpes de cuartel con que los militares bolivaristasquieren imponer su voluntad, este Prefecto del Zulia, en una sintomticamaniobra sicolgica, utiliza las mismas palabras textuales que el Libertador hausado otras veces para decir: He aqu lo que puede siempre el pueblo cuandoconoce sus fuerzas y se resiste contra sus tiranos.

    Estas actitudes, que ya hemos mencionado en pginas anteriores, no solamentereflejan necesidades inmediatas de la lucha poltica. Son tambin sntomas deotros tipos de exigencias: quienes as hablan necesitan ocultar el hecho de queellos comparten objetiva y concretamente toda la responsabilidad de lo bueno ylo malo que haya hecho el tirano, a quien hasta ese momento han apoyado,cuyo poder han compartido y en cuyo nombre han cometido excesos de los que,

    probablemente, l jams tuvo noticias. Quienes as hablan necesitan ocultar elhecho de que sus propsitos no apuntan a destruir toda la red del poder, todo el

    complejo juego de poderes parciales, sino simplemente a deshacerte de aquelelemento de poder que est viejo, caduco e inservible, y que se ha convertido en

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    un obstculo para la reproduccin y la consolidacin del juego de poderes queconstituye el eje del sistema de dominacin. Y esta necesidades no estnconscientemente planteadas en la mente de esos hombres, pues ni los individuosni las clases actan siempre con la sabidura preconcebida de Nicols

    Maquiavelo: estn planteadas como impulso sicolgico, como mecanismointuitivo y emotivo, como formas de compulsin interna que definen y orientanla conducta de los grupos humanos frente a sus propias culpas y en la bsquedade sus autojustificaciones.

    VI. El Padre como hacedor de su imagen

    Bolvar era completamente consciente de que, en gran medida, su gloriadependa de lo que l mismo hiciera para forjarla. No eran suficientes las

    hazaas, las guerras, las grandes victorias polticas y militares. Se necesitabaalgo ms: era preciso conocer a fondo el espritu, las ambiciones, lasdebilidades, los temores y los odios de las gentes que lo rodeaban.

    El Libertador era sagaz y comprenda que los pueblos secularmente humilladosy pisoteados queran que se les diera una oportunidad de revancha, pero

    buscaban tambin la proteccin y la gua de un padre benvolo y severo almismo tiempo. l lea con atencin cuanta lnea de aplauso o de denuesto seescriba sobre l; observaba atentamente las reacciones, el lenguaje, lasconductas de sus soldados, de sus oficiales, de los hombres y mujeres del

    pueblo, de sus amigos y de sus enemigos.l, mejor que nadie, entenda con cunta ansia, con cunta esperanza largossiglos contenida, con cunta fe las gentes esperaban un redentor, un Mesas, un

    jefe trascendente y superior, procreador de ideas y profeta del porvenir. En unaprovincia le ofrecan una corona; en otra lo nombraban Inmortal y l,seguramente, alcanzaba a sentir el formidable poder de esas muchedumbresmediocres y mortales que eran capaces de crear la inmortalidad del hroe atravs de la innumerable voluntad colectiva; en las horas de triunfo y apoteosisl vea el proceso de la construccin de su gloria histrica en el delirio de las

    multitudes; en las horas de derrota, la abnegacin y la lealtad de sus soldados yoficiales le permita conocer la otra cara de la gloria. Por todo esto, SimnBolivar no se limitaba a hacer hazaas polticas y militares; tambin seesforzaba por orientar, estimular, provocar ciertas reacciones en la opinin

    pblica, y lo haca no solamente en trminos de estrategia poltica sino adems,en trminos de estrategia histrica. Un ejemplo muy ilustrativo lo constituye suconfesin ntima a Peru de Lacroix:

    Usted habr notado, no hay duda, que en mis conversaciones conlos de mi casa y otras personas nunca hago el elogio de Napolen; que, alcontrario, cuando llego a hablar de l o de sus hechos es ms bien para

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    criticarlos que para aprobarlos, y que ms de una vez me ha sucedidollamarlo tirano, dspota, como tambin el haber censurado varias de susgrandes medidas polticas y algunas de sus operaciones militares. Todoesto ha sido y es an necesario para m, aunque mi opinin sea diferente;

    pero tengo que ocultarla y disfrazarla para evitar que se establezca laopinin de que mi poltica es imitada de la de Napolen, que mis miras yproyectos son iguales a los suyos, que como l quiero hacermeemperador o rey, dominar la Amrica del Sur como ha dominado l laEuropa; todo esto lo hubieran dicho si hubiera hecho conocer miadmiracin y mi entusiasmo por aquel gran hombre. (Peru de Lacroix,Diario de Bucaramanga).

    Miguel de Unamuno escribi certeras palabras acerca de esta confesin deBolivar: no os parece or a Don Quijote hablando de Amads de Gaula? El

    Libertador es, para Unamuno, el Quijote de Amrica; las muchedumbresanrquicas, desordenadas, sedientas de justicia, son Sancho Panza; y la gloria esDulcinea del Toboso. Estamos de acuerdo, pero agregamos: mirad qu Quijote yqu Sancho; y sobre todo, observad a Sancho. Porque mientras el Sancho deEspaa est dispuesto al combate a cambio de la firme promesa de que su amole dar el gobierno de un nsula (cuyos habitantes, si son negros, Sancho se

    propone vender como esclavos), el Sancho de Amrica, multitudinario yannimo, pauprrimo e ignorante, es tan loco que va a las batallas, detrs de unQuijote que le ofrece estas cosas: De ahora en adelante, avanzis bajo la

    sombra de un bosque de laureles... Catorce millones de americanos oscubrirn con el escudo de sus armas... os cubriris de gloria!

    Algo excepcional debe de haber en este Quijote que as suscita el herosmo y laveneracin, y algo muy curioso debe ocurrir en el alma de este Sanchoinnumerable que as se decide a hacer todas las proezas que sean necesarias paraque el Caballero Andante alcance la gloria y la alabanza de las generacionesvenideras, y podamos as, por los siglos de los siglos, obedecer y venerar a este

    padre severo, soador y omnipotente, que nos alumbra el camino y nos orientaen nuestra lucha conta los eternos enemigos de siempre.

    Por eso, los contemporneos del Libertador, al expresar su elogio o suadmiracin por el Jefe Supremo, por el Padre de la Patria, usan siempre

    palabras en relacin directa con la inmortalidad. As por ejemplo, el 18 de abrilde 1820, a las nueve de la maana, se celebr un Acto Literario organizado

    por los sacerdotes franciscanos, en la Iglesia del Convento de la Orden, en SantaFe de Bogot. Los carteles anunciando el evento decan en grandes letras: ALHROE INCOMPARABLE, ESPANTO DE LA IBERIA Y GLORIA DE SUPATRIA, AL GUERRERO INVICTO, AZOTE DE LOS TIRANOS YPROTECTOR DE LOS HOMBRES, AL GENIO DE LA EMPRESA, SERENO

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    EN LA ADVERSIDAD, MODESTO EN LA ELEVACIN, Y SIEMPREGRANDE, SIMN BOLVAR.

    Cartel del Acto Literario organizado por los frailes franciscanos en homenaje a Bolvar,Santa Fe, 18 de abril de 1820

    Y as es en todas partes a donde llega el Libertador. En el Per los indios de lasierra le dicen el taita Bolvar, el padre Bolvar. El peridico El Sol del

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    Cuzco (N 29) publica en 1825 una pieza literaria que se presenta como unacarta del fundador del imperio de los Incas, Manco Cpac, a Simn Bolivar:

    Desde la tumba, ilustre regenerador de mi patria, vengador de la sangrede mis hijos, yo te saludo... Tiempo ha que esper yo con ansia este granda... Y aunque el fanatismo y la supersticin se alzaron contra ti, supeque era para relevar tu mrito, aumentando tus peligros, ensalzando tusglorias... Despus, entre los padres conscritos de tu patria me asombr alverte presentar un cdigo de bien, de libertad. Bolvar, Bolvar, al leereste rasgo, me avergonc de m mismo, que aunque el fundador eratambin el autcrata de mi imperio... A Dios! La lmpara de mi gloria seextingue. Vuelvo a mi reposo, dejando a mi Per descansando,Libertador, a la sombra de tus laureles (Reproducido en la Gaceta deColombia N 226, Bogot, domingo 12 de febrero de 1826).

    Durante la estada de Simn Bolvar en el Cuzco, en aquellos das de 1825, losfieles cantan en las iglesias, en el acto de la misa, los siguientes versos degratitud al Padre Eterno:

    De Ti viene todolo bueno, Seor,

    Nos diste a Bolivar,Gloria a Ti, gran Dios!

    En 1826, el ecuatoriano Jos Joaqun de Olmedo exalta la figura de Bolvar y

    dice que el rayo de Junn y elcanto de victoriaque en ecos mil discurre, ensordeciendoel hondo valle y la enriscada cumbre,

    proclaman a Bolvar en la tierrarbitro de la paz y de la guerra.

    En setiembre de 1823, durante el banquete ofrecido al Libertador en Lima, elPresidente del Congreso, Dr. Figuerola, alza su copa en un brindis por el hroe e

    improvisa unos versos que terminan as:As cuando brillaOh! Simn, tu espada,Qu regocijada

    brilla la ciudad!El gozo ms purorebosa toda alma,Tu espada es el almade la Libertad!

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    En Bogot le dicen semidis. En Quito le ofrecen una corona de oro. En lasgacetas y peridicos de las nuevas naciones se reproducen versos, odas,apologas, cartas y comunicaciones que van marcando la ruta de un proceso dedivinizacin creciente. Cuando Bolvar pasa, en enero de 1822, por la hacienda

    de Rafael arboleda, recibe de una muchacha indgena un verso que lo declarainmortal, genio tutelar a quien el Cielo al cabo de tres siglos ha escogido.

    Y tambin en Caracas: all la Universidad realiza un acto literario el 18 defebrero de 1827, para ofrecer un discurso de homenaje a su Protector elGuerrero Poltico Simn Bolivar, Libertador de tres Repblicas y Presidente dela de Colombia. El orador, Dr. Jos Hernndez Sanavria, describe con emocinlas campaas militares de Bolvar, y exclama:

    Deidad soberana! Emanacin divina, que desde el cielo desciende a la

    tierra! T que fuiste el don precioso que consign la Providencia en lavoluntad de los humanos, y les inspiras los ms nobles sentimientos!recibe los transportes con que te aclama el siglo XIX fecundo de prodigio.T eres el poderoso imn de los corazones que con un movimientosimultneo te buscan y contemplan! Recibe el justo tributo que teconsagra este cuerpo literario idlatra de tus dones y la gratitud de lasgeneraciones futuras.

    Simn Bolivar observa todo esto y toma nota cuidadosa de lo que significa.Escribe: Yo valdra algo si me hubiesen alabado menos, y agrega de

    inmediato: no creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza. Este Quijotesabe que con Sanchos como los que le acompaan, su poder se convertirfatalmente en tirana y autocracia, y su nombre se har odioso para la historia.Este hombre teme la alabanza de sus contemporneos porque necesitadesesperadamente la de los hombres del porvenir. l conoce a susconciudadanos, sabe cules son sus debilidades, y ha visto el fondo del alma desus arrogantes oficiales,Padres de la Patria, que intrigan y se estorban los unosa los otros y despus querrn gobernar, y despus intrigarn, y despusmandarn, y despus harn morir como a Milcades a los libertadores de la

    patria! l sabe que es insoportable el espritu militar en el mando civil, perosabe tambin que l mismo ha contribuido a desencadenar fuerzas que, tarde otemprano, han de confluir para el establecimiento de las tiranas militares.

    Y en ese entorno social de guerras libertadoras y de caos primigenio, en esasociedad naciente en que marchan del brazo el legionario extranjero, casisiempre monrquico, aristocrtico o aristocratizante, militarista, deslumbrantecon sus charreteras doradas y sus ttulos difciles de pronunciar, y el llanerosemibrbaro, valiente, impetuoso, individualista, espontneo y fiero; en esemundo revuelto en que las muchedumbres irredentas vislumbran el inicio de una

    nueva vida, a todos sirve, de un modo o de otro, la sagrada conjuncin delPadre, la Espada y el Poder.

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    Y el aparato de seduccin colectiva que as se crea alcanza, incluso, a afectar alos visitantes extranjeros. Una seora inglesa que se encuentracircunstancialmente en Caracas describe as sus sentimientos al ver entrar aSimn Bolvar en la ciudad, en enero de 1827:

    ... Aun nosotras las seoras no podamos refrenar los ruidosos vivas quebrotaban de nuestros pechos. Oh, fue un momento tal como yo nuncahaba sentido una cosa igual! Y cuando la multitud que preceda y seguaal hroe se pona en movimiento, aumentaban las aclamaciones y, juntocon el ruido de las tropas que avanzaban, pareca el rpido rodar de untrueno de donde el clarn de las trompetas y el vocero venan como de lasalturas del cielo; no podra yo decir de las nubes porque no haba ningunaen ese glorioso da. Si literalmente yo no hubiera estallado en un raudal delgrimas, me hubiera desmayado con el exceso de la emocin. Y si una

    mujer inglesa sentia as, puede usted suponer cules seran lossentimientos de las nativas! Pero cuando el Libertador se present a lavista,fue realmente como si cada uno estuviera mirando a su propiopadre, a su liberador! y todas las mujeres lloraban, como yo misma, enmedio de su arrebatadora alegra, ondeando sus pauelos desde susventanas y gritando: Viva, Viva Bolivar!... Todos los nativos de aqusaludaron el regreso de su adorado Libertador como a su ms segurodefensor, en el presente momento, contra una multitud de amenazadorespeligros intestinos, as puede usted comprender en parte al menos, su

    alegra (Publicado en la revista femenina La Belle Assemble en1827. Reproducido por laRevista de la Sociedad Bolivariana, Caracas,diciembre de 1966, vol. XXV, N 89, pgs. 891-98).

    VII. Imagen y relacin carismtica

    Pero la imagen y la gloria de Bolvar no se construyen solamente en funcin delos esfuerzos del hroe. Cada grupo social, cada fuerza politica, cada individuo,

    producen para s y para la sociedad en la cual viven y luchan, aquella imagen y

    aquella gloria de Bolivar que les ayudan a resolver sus problemas, susinterrogantes, sus carencias sentimentales, intelectuales o politicas; la imagen, lagloria, el mito, son elementos vivientes, orgnicos, de la personalidad individualy colectiva. As, un sacerdote catlico, miembro de aquella iglesia cuyo poderespiritual y temporal se ha construido sobre los cimientos de la continencia y elcelibato, quiere afirmar que la vida de Simn Bolvar nos revela que fue unhombre casto, severo, austero... La castidad es un manantial poderoso deenergas fsicas y morales, es una cascada refrescante del espritu, un ambienteluminoso de vida, un estmulo al esfuerzo, un empeo al trabajo, una antorcha

    que dirige el pensar del hombre, una visin fulgente del futuro, una culturarebosante de bellezas que atraen, que fascinan, que conquistan, que subyugan y

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    vencen (Ricardo Sabio Pbro., Simn Bolvar sin espada, Grficas Salesianas,Cali, Colombia, 1970, pg. 248).

    Para el pueblo raso, en cambio, la Paternidad histrica y politica, el Poder, lacapacidad de acaudillar y atraer a las multitudes, tienen que ir parejas con la

    potencia sexual y con el ejercicio prctico de la virilidad:

    se han propalado lamentablemenete, chistes, chismes, cuentos, fbulas,ancdotas, dichos, los y enredos de Simn Bolivar sobre sus relaciones ytratos con mujeres. Llevo muchos aos en los colegios y los mozos

    bachilleres hacen frecuentes preguntas sobre este tema, todas en unsentido peyorativo (!!) para el Libertador. Piensan y creen que SimnBolivar fue un hombre lujurioso, lbrico, lascivo, libidinoso, obsceno,rijoso: casi un stiro (Ricardo Sabio Pbro., obra citada, pg. 247).

    Si hacemos caso omiso de la comprensible reaccin del sacerdote, podremosentender lo que la gente comn y corriente suele pensar: Bolivar era grande en

    pasiones y sentimientos; era un hombre predispuesto para dirigir, hacer ydominar; era potente; tena, pues, que amar a las mujeres con toda la fuerza y laenerga de su sexo. Y por eso, para los ojos del pueblo raso, tales conclusionesno pueden tener un sentido peyorativo sino altamente admirativo, y forman

    parte del mito y la leyenda en torno al Libertador.

    Y as tambin la Espada: la espada de su pluma, dice Jos Mara Samper,escritor de profesin, hablando de los escritos de Bolvar. Manuela Senz ama

    la espada del Libertador, dicen con malvola irona las comadres de Santa Fede Bogot. Bolivar, tu espada vuelve a la lucha... hoy la opresin, la miseria yla tirana que llevaron a Bolvar a desatar la guerra popular, se enseorean mscrueles, ms despiadadas, ms inhumanas que nunca, sumiendo a nuestro puebloen la noche terrible de torturas, atropellos e injusticias, exclama el M-19 deColombia.

    Pero ni la espada tiene la fuerza creadora de la pluma, ni sirve solamente parasimbolizar la fuerza ertica del hroe, ni, lo que es ms importante, se us jams

    para algo que pudiera recibir en justicia el nombre de guerra popular. Es

    verdad que el brillo de la Espada crea la ilusin de que es el arma lo queproduce las nuevas Repblicas, y oculta el hecho de que tales Repblicas sonhijas de un largo y callado proceso histrico en el cual la Espada no juega otro

    papel que el de instrumento del partero en este parto o, si se quiere, en esaoperacin cesrea; es verdad tambin que la guerra nacionalorganizada ydirigida por Bolvar asume muchas veces la forma de guerrapopular, social,

    pero hay que recordar que esto no significa que el pueblo y los oprimidos estnsiempre de parte de Bolvar: en Venezuela, entre 1812 y 1814, y en el sur deColombia a lo largo de todo el proceso de la independencia, los pobres se

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    agrupan en torno a las banderas de Espaa y los ricos y aristcratas defienden ala patria.

    Es incuestionable, en cambio, que la Espada del Libertador puede tener un papeldecisivo que jugar en la formulacin de una guerra de independencia nacional(de liberacin nacional, diramos hoy):

    Por eso es necesario que ahora, como hace siglo y medio, loscolombianos empuemos la espada con que Bolivar extirp elcolonialismo espaol; quesin distingos de ninguna especie nos lancemosa recorrer los caminos de la Patria, en lucha por la segunda y completaindependencia; que junto al Libertador, su pensamiento y su espada,derrotemos al Imperialismo y sus aliados..., dice entonces el M-19 deColombia, acentuando las tareas de una guerra de unin nacional,

    policlasista, democrtica e independentista, y no de una guerra social, declase. (Boletn extraordinario del M-19, 7 de agosto de 1980).

    Los grupos sociales y politicos, pues, crean y modelan la imagen y el mito,dentro del marco de condiciones, exigencias y valores muy definidos: intereseseconmicos, histricos y polticos sealan los limites de estas condiciones.

    Pero no slo de pan vive el hombre: en el fondo de las motivaciones humanashay tambin una energa que proviene de los intereses, necesidades y temoresinconscientes y subconscientes, y que tienen relacin con la personalidad, elego, la vida emocional y afectiva. En este proceso tienen una gran importancia

    los valores y medidas de valor que se han transmitido, de generacin engeneracin y de siglo en siglo, y que son funcionales y vivientes en la cultura yen la sociedad. En la Nueva Serie de Lecciones para una Introduccin alPsicoanlisis afirma Freud:

    El Superego del nio no se configura propiamente segn el modelo desus padres, sino conforme al Superego de estos ltimos; se llena con elmismo contenido, pasa a ser el portador de la Tradicin, de todas lasvaloraciones que han permanecido a travs del tiempo, que se han ido

    pasando de unas generaciones a otras a travs de ese medio... Las as

    llamadas concepciones materialistas de la Historia pecan probablementepor menospreciar este factor. Prescinden de l diciendo que lasIdeologas de los hombres no son sino resultado y superestructura delas relaciones econmicas existentes.Esto es verdad, pero muyprobablemente no toda la verdad. La Humanidad no vive totalmente en elpresente nunca. En las Ideologas del Superego vive el pasado, latradicin de la raza y del pueblo, que slo cede lentamente ante losinflujos del presente, ante nuevos cambios, y que, en tanto que ejerce suinfluencia a travs del Superego, juega un papel poderoso e

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    independiente de la relaciones econmicas en la vida del hombre(Freud, Nueva Serie, leccin XXXI).

    Detengmonos un poco ms en la concepcin freudiana de estos procesos. ParaFreud no existe mayor diferencia entre sicologa individual y sicologa degrupos; una muchedumbre no posee facultad crtica y est abierta a toda clase deinfluencias, pero muchedumbres y grupos son capaces de abnegacin, altruismoy vocacin por un ideal, y las gentes pueden elevar su conducta tica a travs dela pertenencia a un grupo (Freud, Psicologa de Grupos y Anlisis del Ego).

    Ahora bien, los grupos y las muchedumbres son dirigidos por palabras,especialmente por ciertas frmulas frecuentemente repetidas. El grupo pideilusiones o la satisfaccin de ilusiones y se gua ms por la realidadsicolgica que por la realidad objetiva. Es lo libidinal lo que mantiene la unidad

    del grupo. En dos ejemplos ofrecidos por Freud, el ejrcito y la Iglesia Catlica,hay un lider (el comandante o el Cristo) que ama y gua a sus soldados ocreyentes por igual; y stos, a su vez, se aman mutuamente a travs de ese amorque la figura del padre sustituto prodiga a cada uno.

    En el interior de la muchedumbre o del grupo hay siempre dos elementosemocionales: primero, una relacin con un Lder, relacin cuya estructura essimilar a la del amor, donde el objeto amado reemplaza al ideal del ego; ysegundo, la identificacin interna del grupo, de los miembros entre s, en que

    parte del objeto amado es interiorizado, internalizado, en un proceso que

    conduce al establecimiento de fuertes lazos emocionales entre los miembros delgrupo.

    En este sentido, el grupo o la muchedumbre revolucionaria no busca solamentereparar injusticias econmicas y polticas, sino tambin satisfacer necesidadessubconscientes e inconscientes. El caudillo revolucionario desempea un papelen la vida emocional del movimiento revolucionario, normalmente como unideal inconsciente del ego de sus miembros; l puede articular los deseos de lahermandad de revolucionarios, en orden a establecer la justicia y la igualdad,mediante la repeticin del homicidio originario contra el Padre, al tiempo que la

    culpa de tal hecho se lava con el sacrificio cotidiano en honor del Padre, bajo laforma de un expresa voluntad de morir por la revolucin.

    Grupos y muchedumbres necesitan de lderes; tienen una sed de obediencia quelos lleva a someterse a cualquiera que se levante a s mismo como caudillo,aunque este mismo caudillo, para poder despertar la fe del grupo o alimentar suconfianza en s mismo, tenga que estar fascinado por la poderosa fe en una idea,en una causa. El Lder y la causa dan a la multitud un poder misterioso eirresistible, en tanto que la muchedumbre de adeptos otorga prestigio y gloria alLder, en una relacin recproca que ha sido comprendida en la nocin de

    carisma.

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    Al establecer esta relacin y reproducirla a lo largo de sucesivas generaciones, elgrupo reactualiza, revive, reactiva elementos muy antiguos de la herenciahumana arcaica: la horda primitiva, el pequeo grupo regido por un machodesptico, originalmente el padre. Esta hiptesis, que Freud fue el primero en

    introducir (en Totem y Tab, desarrollando una de las ideas de Darwin), hatenido importantes implicaciones para la sicologa de grupos. Freud pensaba quetal hiptesis contribua a explicar la actividad emocional de los grupos humanosy que permita establecer orden y coherencia en la comprensin de estosfenmenos. Desde entonces, esta construccin especulativa no ha cesado deembarazar a los empiristas, ya que no parece basarse en otros hechos que losde la vida emocional inconsciente de los grupos humanos, hechos que casinunca puede ser documentados por los medios clsicos de la investigacinhistrica.

    Sin embargo, es solamente mediante el uso de mtodos de anlisis ms ampliosque los del historiador clsico, que ser posible investigar la relacin carismtica

    profunda planteada entre Simn Bolvar y sus muchedumbres, las de ayer y lasde hoy. Cuando uno de los personajes de la novela Huasipungo, de Jorge Icaza,concita a la multitud de indios del pueblo de Tomachi a construir el caminocarretero sin ayuda oficial, presenta la empresa casi como una rebelin, comouna afirmacin del orgullo y de la independencia de su comunidad, y provoca eldelirio de la multitud afirmando que los lideres espirituales de esa comunidadsern tan grandes como Bolvar que ha de estar sentadito a la diestra de Dios

    Padre!Aqu estamos frente a un hecho histrico, a una relacin de carisma entre elLder y su muchedumbre, que se reproduce y modifica a travs de los siglos. Se

    podr aducir que la situacin descrita es ficticia y slo ocurre en una novela. Esverdad. Pero no es ficticio el hecho de que el novelista la ha imaginado como

    posible y verosmil y, adems, situaciones como sta se han repetido y se repitenen la vida real, en todos los pases bolivarianos. Y tales situaciones, que sealandirectamente el ncleo de la relacin carismtica, no pueden ser analizadassolamente con los instrumentos metodolgicos y conceptuales propios de la

    historia. Se requieren, tambin, los instrumentos de la sicologa y delsicoanlisis, con ayuda de los cuales