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    difciles de realizar cuanto que la dama de que se trataba no era de vulgar nobleza; no condesa ni duquesa, ms era su estado ms alto que ningunodstas. Se han hecho varias conjeturas sobre quin fue la dama de los pensamientos de Iigo enfermo. Es probable que no se tratase de ninguna

    persona real, sino de una criatura imaginaria. Caso de que se tratase dealguna realmente existente, la que parece ofrecer ms probabilidades fue lahermana de Carlos V Catalina, a quien Iigo pudo ver en Valladolid o enTordesillas, donde la joven princesa haca compaa a su infortunadamadre, la reina doa Juana la Loca. En 1525, Catalina se cas con Juan IIIde Portugal.

    En este alternarse de pensamientos piadosos y de vanos ensueosintervino un factor decisivo, no slo en la evolucin del enfermo, sino en

    la posterior composicin del Libro de los Ejercicios espirituales . Se tratadel discernimiento de los espritus. Reflexionando sobre lo que pasaba ensu interior, Iigo se fue dando cuenta de que los pensamientos de Dios yde los santos entraban con dificultad, pero le dejaban despus contento ysosegado, mientras que los del mundo se introducan suavemente, pero ledejaban seco y descontento. Al principio no reflexion sobre esta variedad, pero poco a poco se le fueron abriendo los ojos, y reconoci que lo que pasaba en su interior era una lucha entre dos espritus contrarios, uno

    bueno y uno malo. Este fue el primer pensamiento que hizo en las cosasde Dios, y despus, cuando hizo los Ejercicios , de aqu comenz a tomar lumbre para lo de la diversidad de espritus.

    Los pensamientos buenos que le venan con insistencia eran stos:Qu sera si yo hiciese esto que hizo San Francisco y esto que hizoSanto Domingo? Con esto se le ocurran cosas grandes y difciles que podra realizar, y su voluntad se inclinaba a ponerlas en prctica. Mastodo su discurso era decir consigo: Santo Domingo hizo esto? Pues yo lo

    tengo que hacer. San Francisco hico esto? Pues yo lo tengo de hacer.El esfuerzo de la reflexin y la luz de la gracia acabaron por prevalecer en el nimo del convaleciente. Cada vez iba viendo con msclaridad que tena que romper con su vida pasada y emprender otraradicalmente distinta. Por fin, la decisin fue tomada. No quedaba ms quedeterminar el modo y el tiempo de ponerla en ejecucin. Dos puntos se leofrecan con carcter prioritario. Apenas salido de su casa, emprenderauna peregrinacin a Jerusaln. Para imitar los ejemplos de los santos, se

    dara a una vida de rigurosa penitencia. Como sucede con otrosconvertidos, meda la santidad con la severidad de las austeridades

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    corporales. La fuerza de estos pensamientos fue tan grande, que poco a poco se le fueron desvaneciendo los sueos de una vida mundana.

    A confirmarle en sus buenos propsitos concurri una que l llamvisitacin, referida en estos trminos: Estando una noche despierto, vio

    claramente una imagen de nuestra Seora con el santo Nio Jess, concuya vista por espacio notable recibi consolacin muy excesiva. Efectoinmediato de aquella visita fue un asco de toda su vida pasada, yespecialmente de cosas de carne, que le pareca habrsele quitado delnima todas las especies que antes tena en ella pintadas. Y as, desdeaquel momento hasta el ao 1553 en que esto contaba, nunca ms tuvo niun mnimo consentimiento en cosas de carne.

    Las seales de la conversin de Iigo fueron tan claras, que su

    hermano mayor y los dems moradores de la casa de Loyola no pudierondejar de notarlas. Entre tanto, l segua madurando sus planes. Empezabaya a levantarse y. con ello, a poder escribir. Le vino la idea de tomar apuntes de los libros que estaba leyendo. Tom un cuaderno de unas 300hojas y se puso a escribir. Las palabras de Cristo las copiaba con tinta roja;las de la Virgen, con tinta azul; y todo con buena letra, porque era muy buen escribano.

    Mientras el convaleciente estaba sumido en sus profundasreflexiones, el mundo iba siguiendo su curso. En agosto de aquel ao1521, Martn Garca, como patrono, se ocupaba de la buena marcha de la parroquia de Azpeitia. Con el rector y los siete beneficiados le vemos deli- berando sobre los actos de culto que deban celebrarse, sobre la puntualidad en su cumplimiento, sobre el reparto de los diezmos ofrecidos por los fieles. Tena tambin tratos con las religiosas del convento de laConcepcin, que proyectaban construir una iglesia junto a su convento.Martn Garca se ofreci a cederles unos solares que posea en aquel sitio,aspirando a ser nombrado patrono de aquella iglesia como lo era de la parroquia. En octubre de aquel mismo ao, Martn Garca acudi a ladefensa de Fuenterraba, atacada por los franceses, y fue partidario de ladefensa de la plaza a toda costa, aun con el sacrificio de la vida,desaconsejando la rendicin, que al fin fue decidida por el capitn Diegode Vera el 28 de dicho mes.

    Los pensamientos de Iigo se extendan hacia el futuro. Qu hara asu vuelta de Jerusaln? Una de las ideas que se le ocurrieron fue la deencerrarse en la cartuja de Nuestra Seora de las Cuevas, cerca de Sevilla,sin decir quin era, para que le tuviesen en menos. As, a un criado que iba

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    a Burgos le encomend que se informase en el monasterio de Mirafloressobre la regla de los cartujos. Le gust, pero aquella idea no pas adelante, parte por tratarse de una meta todava lejana, parte porque lo pareca aIigo que, si viva atado a una regla, no tendra la libertad que l quera

    para llevar una vida de penitente.Lleg el momento de dar el gran paso. Encontrndose con suhermano, le dijo que tema que ir a Navarrete, donde se encontraba elduque de Njera. Ya veremos que no se trataba solamente de un pretexto, pues en realidad deseaba encontrarse con su antiguo jefe. Martn Garcaadivin en seguida de qu se trataba. Sospechaba l y otros de la casa deLoyola que Iigo quera hacer una gran mutacin. Inquieto y turbado por los planes de su hermano, le llev de una habitacin a otra, exhortn-

    dole encarecidamente que no se eche a perder y que mire cuntaesperanza tiene dl la gente y cunto puede valer. Palabras dictadas, esverdad, por el amor fraterno, pero que a nosotros nos revelan la opininque se tena de Iigo y las esperanzas que en l se tenan fundadas. Pero lse mostr inamovible en sus propsitos y se descabull del hermano.Sera a fines de febrero cuando, atravesando la puerta ojival de Loyola,emprendi su larga ruta de peregrino.

    Antes de describir su peregrinacin convendr dar una mirada a la

    situacin externa de su pas tal como se presentaba a los comienzos deaquel ao 1522.La ocupacin de Navarra por parte de los franceses dur solamente

    poco ms de un mes. A ella puso fin la batalla de Noin. Pero enseptiembre y octubre, los franceses intentaron otro asalto, esta vez contrala plaza de Fuenterrabia, que se rindi, como hemos visto, el 28 de octu- bre. Este peligro haba movido a los tres gobernadores que administrabanel reino durante lo ausencia de Carlos V a trasladarse a Vitoria. El 24 deenero de 1522 lleg a la capital alavesa el primer anuncio de la elevacinal sumo pontificado de uno de los tres gobernadores, el cardenal Adrianode Utrecht. Sigui, el 9 de febrero, la comunicacin oficial, y el 10, laaceptacin por parte del elegido.

    Se encontraba tambin en Vitoria, en calidad de gobernador, elcondestable de Castilla Iigo Fernndez de Velasco. Este mantena desdeantiguo una decidida enemistad hacia el duque de Njera, el protector deIigo. El duque se retir a sus dominios en la Rioja, Njera y Navarrete,humillado y perjudicado en sus intereses materiales. Haca veinte mesesque no cobraba su sueldo y, de resultas de las agitaciones del ao 1521,

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    haba perdido y gastado cuanto tiene y saqueada su casa. Para colmo dedesgracia, el 21 de agosto de 1521 fue relevado de su cargo de virrey de Navarra, que fue confiado al conde de Miranda.

    Iigo saba que el duque se encontraba en Navarrete, porque ste

    haba mandado algunas veces a preguntar en Loyola acerca del estado desu gentilhombre herido. El anuncio de la eleccin del nuevo papa debi dellegar a Loyola antes de que Iigo partiese. En todo caso, el camino que l pensaba recorrer hacia Montserrat y Barcelona coincida con el que tendraque seguir el nuevo papa con su comitiva: por la Rioja y la ribera de Navarra, hacia Zaragoza y Barcelona. Iigo tom todas las precauciones para no coincidir con la comitiva pontificia, por temor de encontrar en elsquito del papa personas que le pudiesen conocer. Deseaba a toda costa

    que sus planes se mantuviesen secretos. Su tctica consisti en adelantaseal papa, que sali de Vitoria el 12 de marzo y el 15 se detuvo en Njera.

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    III. PEREGRINO EN MONTSERRAT

    1. EL CAMINO HACIA LA MONTAA SANTA

    Iigo sali de Loyola a fines de febrero de aquel ao 1522cabalgando en una mula. Quiso seguirle un hermano suyo, a quien no

    nombr, pero que fue seguramente el rector de Azpeitia Pero Lpez deOaz. A ste le persuadi que se detuviesen en Arnzazu, donde l pensaba hacer una vigilia de oracin ante la venerada imagen de la Virgen.Aos ms tarde, escribiendo a San Francisco de Borja, le recordar lasgracias recibidas en aquella memorable vigilia. Es probable que all hicieseel voto de castidad. l dijo solamente que lo haba hecho durante sucamino a Montserrat y que lo haba ofrecido a la Virgen, sin saber, comoya not el P. Lanez, que los votos se hacen directamente a Dios. Pero estacircunstancia avala la hiptesis de que el voto lo hizo en un santuariomariano, y no parece que visitase sino el de Arnzazu antes de llegar aMontserrat. El hecho cierto es que la Virgen lo tom bajo su especial proteccin, de tal manera como apunta el mismo Lanez que, conhaber sido hasta all combatido y vencido del vicio de la carne, desdeentonces ac nuestro Seor le ha dado el don de la castidad, y, a lo quecreo, de muchos quilates.

    En anzuola, donde se despidi de su hermana Magdalena, o en

    Oate, dej a su hermano y solo se dirigi a Navarrete, en la Rioja. Suintencin era despedirse de su protector y adems cobrar unos pocos deducados que le deban en casa del duque. Para ello mand una nota altesorero de ste. El tesorero le contest que no tena dinero en caja. Que nose trataba de una excusa lo prueba cuanto antes hemos indicado sobre laapurada situacin en que se encontraba en aquellos momentos el duque de Njera. Pero, al enterarse l de la demanda de Iigo, dijo que para todo poda faltar, mas que para Loyola no faltase; al cual deseaba dar una buena

    tenencia, si la quisiese acetar, por el crdito que haba ganado en lo pasado. Recibido aquel dinero, Iigo lo mand repartir, parte en ciertas personas a quienes se senta obligado y parte a una imagen de nuestra

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    Seora que estaba mal concertada, para que se concertase y ornase muy bien. Y de Navarrete prosigui para Montserrat, adelantndose unos ochodas a la comitiva del papa, que el da 15 de marzo se detuvo en Njera.

    Desde la Rioja, el camino pasaba por Tudela, Pedrola, Zaragoza,

    Lrida, Cervera e Igualada. En las largas horas de su peregrinacin, su pensamiento se diriga constantemente hacia Dios y a las cosas que pensaba hacer en su servicio. Y, no entendiendo nada de humildad, ni ca-ridad, ni paciencia, ni de la discrecin necesaria en el ejercicio de estasvirtudes, toda su atencin se concentraba en las grandes penitencias que pensaba hacer, midiendo por ellas la santidad. Haba, con todo, una cir-cunstancia, y era que, aunque aborreca profundamente sus pecados, alhacer penitencia no pensaba tanto en ellos como en hacer cosas grandes

    exteriores, porque as las haban hecho los santos para gloria de Dios.Un episodio interrumpi la tranquilidad de aquella peregrinacin. Por el camino coincidi Iigo con un moro, caballero en un mulo. Los doscaminantes trabaron conversacin y vinieron a tratar de la virginidad deMara. El moro conceda que sta hubiese podido ser virgen antes del parto, mas no poda creer que hubiese podido parir quedando virgen. Por ms razones que le dio el peregrino, el moro no se quiso convencer, y,dejando a su compaero, prosigui su camino tan de prisa, que Iigo le

    perdi pronto de vista. Al quedarse solo le asalt esta duda: Haba hechotodo cuanto estaba en su poder para defender la virginidad de Mara?Entraron aqu en juego, como nos dice l mismo, unas mociones quehacan en su nima descontentamiento, parecindole que no haba hechosu deber; y as le venan unos deseos de ir a buscar el moro y darle de puadas por lo que haba dicho. Estuvo largo tiempo dudoso sobre lo quedeba hacer. La solucin que encontr fue dejar suelta su mula hasta llegar a una bifurcacin de dos caminos, uno que conduca a un pueblo cercano

    parece que se trataba de Pedrola, adonde se diriga el moro, y otro queera el camino real. Quiso Dios que, aunque el camino que llevaba al pueblo era mejor y ms ancho, la mula sigui por el camino real, y delmoro se perdieron las huellas. Con ello qued tranquila la conciencia del peregrino. Llegando a un pueblo grande antes de Montserrat parece quese trat de Igualada, compr un trozo de tela de saco para hacerse con luna tnica de peregrino y unas esparteas. De stas se calz solamente ladel pie derecho, que era el que haba quedado ms resentido de las heridas

    sufridas. La pierna la llevaba atada con una venda, a pesar de lo cual y deque iba montado en una mula, por la noche se la encontraba siemprehinchada.

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    2. VELANDO LAS NUEVAS ARMAS AL PIE DE LA MORENETA

    Por fin lleg a Montserrat. El da no nos consta con certeza. El nicodato cierto es el de la vigilia nocturna ante el altar de la Virgen, efectuada

    en la noche entre el 24 y el 25 de marzo. A la vigilia precedi la confesin,que dur tres das. Segn esto, la llegada a Montserrat debi de ocurrir, ams tardar, el da 21 de marzo. Es probable que haya que adelantarla algnda ms.

    La peregrinacin a Montserrat era muy popular en aquellos tiempos.De ah que a Iigo le viniese la idea de realizarla, tanto ms que aquelclebre santuario mariano quedaba al lado del camino que tena querecorrer para llegar a Barcelona, puerto de embarque para Roma, dondetena que solicitar del papa el permiso para ir a Jerusaln. Adems deencomendar sus planes a la Santsima Virgen, como ya lo haba hecho enArnzazu, tena intencin de vestirse all de las armas de su nueva miliciaespiritual, a la manera que los noveles caballeros solan hacerlo para dar comienzo a la terrena. Esta ceremonia iba precedida de una vigilianocturna, durante la cual el nuevo caballero velaba sus armas. As lo prescriban lasSiete partidas y as lo haba visto Iigo practicado en loslibros de caballeras.

    Antes de la vigilia quiso purificar su alma mediante una confesingeneral de toda su vida. Su confesor fue un monje francs que atenda enel monasterio a los peregrinos. Se llamaba Juan Chanon. Este fue el primero a quien Iigo descubri sus planes, mantenidos hasta aquelmomento en secreto. Su confesor debi de poner en manos de Iigo algunode los manuales de confesin que entonces se usaban para facilidad de los penitentes. Es probable que Chanon iniciase a Iigo, o entonces o ensucesivas ocasiones, en los mtodos de oracin, hacindole leer el

    Ejercitalario de la vida espiritual , compuesto por el reformador delmonasterio de Montserrat, Garca Jimnez de Cisneros, e impreso en elmismo monasterio el ao 1500. Para que fuese ms completa, Iigo pusosu confesin por escrito, y emple en hacerla tres das. La vspera de lafiesta de la Anunciacin de la Virgen, 25 de marzo, busc un pobre y,despojndose de sus vestidos, se los entreg. l se visti su tnica de peregrino. As realiz su vigilia a los pies de la Virgen morena, a ratos en pie, a ratos de rodillas, pasando toda la noche en oracin.

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    IV. MANRESA, LA PRIMITIVAIGLESIA DE IGNACIO

    Iigo nos dice que, en amaneciendo, se parti por no ser conocido,y se fue no el camino derecho de Barcelona, donde hallara muchos que leconociesen y le honrasen, mas desviase a un pueblo que se dice Manresa,donde deseaba estar en un hospital algunos das, y tambin notar algunascosas en su libro, que llevaba l muy guardado y con que iba muyconsolado. Una declaracin tan explcita no deja lugar a duda sobre lafecha en que sali de la santa montaa y sobre el lugar a donde dirigi sus pasos. Las razones de su desviacin a Manresa y, sobre todo, su prolongada permanencia en la ciudad del Cardoner resultan menos claras.El Santo habla del miedo de encontrar personas que le pudiesen conocer. No constndonos que tuviese amigos en Catalua, es claro que l aluda alas personas del squito del nuevo papa Adriano VI, entre las cuales haba,sin duda, funcionarios de la corte de Castilla conocidos de Iigo. Enrealidad, este peligro era algo remoto, porque ya hemos visto que l lleg aManresa el 25 de marzo, mientras que la comitiva pontificia estaba todavaen Zaragoza el da 29 del mismo mes.

    1. POR QU SE DETUVO EN MANRESA

    Su plan inmediato era retirarse en Manresa algunos das para notar

    algunas cosas en su libro. Sin duda, se trataba de las luces recibidas enMontserrat. l pensaba quedarse all solamente algunos das, pero stosse convirtieron en unos once meses. Por qu? A falta de una declaracinexplcita del Santo, es necesario recurrir a conjeturas. Un motivo pudo ser la peste, de la que se registraron algunos casos en el principado deCatalua, y que movi a las autoridades de Barcelona a prohibir la entradade forasteros en la ciudad. Consta que fueron emanados bandos en estesentido, uno de los cuales es del 2 de mayo de 1522, es decir, poco ms de

    un mes despus de la llegada de Iigo a Manresa. Al trmino de los brevesdas que l pensaba residir en esta ciudad, pudo encontrarse ante ladificultad de entrar en Barcelona para embarcarse. Hay otra razn

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    probable. Si tenemos en cuenta que la peregrinacin a Jerusaln slo podarealizarse en un determinado periodo del ao, podemos pensar que a Iigose le pas la oportunidad de realizarla durante aquel ao 1522. Porque parahacer la peregrinacin se requera el permiso del papa, y ste lo conceda a

    los peregrinos durante la Pascua, que aquel ao recay en el da 22 deabril. Pocos das de retraso en Manresa, unidos a los que necesitara enBarcelona para procurarse el viaje a Roma, hicieron que le fuese imposiblellegar a tiempo a la Ciudad Eterna. En vista de esto, decidi continuar enManresa. Consta, adems, que el nuevo papa no lleg a Roma hasta el mesde agosto. Pudieron influir las enfermedades que sabemos que sufri enManresa o, simplemente, el hecho de que all encontr las condicionesfavorables para su vida de oracin y penitencia, y no tuvo ya prisa enllevar adelante sus planes, aplazando para ms adelante la peregrinacin.

    En todo caso, y esto es lo ms importante, la permanencia de Iigoen Manresa ha de calificarse como de providencial. Entre pruebasinteriores y divinas ilustraciones, se fue realizando all la transformacinespiritual de Iigo, que culmin con la prctica de los Ejercicios . Con frasefeliz, el Santo calific a Manresa de su primitiva iglesia, aludiendo a losextraordinarios fervores de aquel periodo inicial, y quizs tambin a loscomienzos de su apostolado con el grupo de personas que le rodearon.

    2. VIDA EXTERIOR

    La vida exterior de Iigo era la propia de un peregrino pobre. Vestasu tnica de pao burdo, que le vali el apelativo de lhome del sac, bien pronto cambiado por el ms significativo de lhome sant. Al principioencontr hospedaje en el hospital de Santa Luca, donde se recogan los pobres y enfermos. Pero el lugar habitual de su residencia fue el conventode los dominicos. All viva el P. Galceran Perell, a quien escogi elSanto como confesor, aunque ocasionalmente trat tambin de las cosas desu conciencia con otros sacerdotes. Durante las enfermedades muyrecias que le aquejaron, encontr caritativa acogida en la casa de algunos bienhechores. El mismo nos habla de la casa de un tal Ferrer, padre de unoque fue despus criado de Baltasar de Faria, encargado en Roma de losnegocios del rey de Portugal. Los procesos nos hablan tambin de las casas

    de Amigant y de Canyelles. Por los mismos procesos sabemos tambin que para hacer oracin se sola retirar a una de las cuevas excavadas en la

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    ladera del monte que bordea el ro Cardoner.Aparte de sus ejercicios de devocin, se dedicaba a las obras de

    caridad con los pobres y enfermos. Su principal apostolado era el de laconversacin, con el que se cautiv las simpatas de los manresanos.

    Senta avidez por encontrar personas con las que pudiese mantener con-versaciones de temas espirituales. Pero no las encontr ni en Manresa ni enBarcelona. Solamente hubo una sierva de Dios, muy conocida aun fuera deManresa, que, despus de hablar una vez con el peregrino, exclam:Oh!, plega a mi Seor Jesucristo que os quiera aparecer un da. De locual el Santo qued espantado. Es probable que algunas veces subiese almonasterio de Montserrat para hablar de sus cosas con Juan Chanon, elmonje con el que haba hecho su confesin general. Y es fcil suponer que,

    en aquellas conversaciones, el piadoso benedictino le iniciase en la prctica de la oracin metdica. En todo caso, Montserrat fue el nicocentro dedicado a la oracin metdica con el cual pudo tener por entoncescontacto San Ignacio. El Santo no mencion el Ejercitatorio entre suslibros de lectura; s, en cambio. y con grandes elogios, el libro de la Imita-cin de Cristo , que muchos atribuan entonces a Juan Gersn, canciller dela Universidad de Pars, por lo que se llamaba el Gersoncito, comoahora lo llamamos el Kempis. Le gustaba tanto, que desde que vino a

    sus manos no busc ya ningn otro libro espiritual. Y se posey tanto delas enseanzas de este libro, que pudo decirse de l que en sus palabras yacciones pareca ser un Gersn puesto en ejecucin. Aun durante sugeneralato de la Compaa no tena sobre su mesa ms libros que el NuevoTestamento y la Imitacin de Cristo , a la que llamaba la perdiz de loslibros espirituales.

    Pero, ms que los hombres y los libros, le guiaba Dios. El mismo nosdice que Dios le trataba de la manera que un maestro de escuela trata a un

    nio, ensendole. Y de esto estaba tan convencido, que le pareca queofendera a Dios si dudase de ello.

    3. Los tres periodos de una evolucin interior

    Atendiendo al proceso de la evolucin interior de Iigo, los oncemeses de su estancia en Manresa se puede dividir en tres perodos: el primero fue de tranquilidad, mantenindose el Santo cuasi en un mismoestado interior, con una igualdad grande de alegra, sin tener ningn

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    conocimiento de las cosas interiores espirituales. El segundo secaracteriz por una dursima lucha interior, con dudas y escrpulos. En eltercero recibi grandes ilustraciones divinas y compuso los Ejerciciosespirituales .

    Del primer perodo poco hay que sealar. Viva de limosna. Nocoma carne ni beba vino, aunque se lo ofreciesen, excepto los domingos,en que interrumpa su ayuno. Se dej crecer el cabello, que lo tenaabundante, y hasta entonces arreglado conforme al uso del tiempo. No secortaba las uas de las manos y pies, cosa en la que antes haba sido muycurioso. En la seo o en la iglesia de los dominicos oa cada da misa yasista a las vsperas cantadas, sintiendo en ello gran consolacin. Altiempo de la misa sola leer el evangelio de la pasin. Su principal

    ocupacin era la oracin, a la que dedicaba cada da siete horas, algunas deellas durante la noche. Procuraba hablar de cosas espirituales con las personas que encontraba. Lo dems del da lo empleaba en cosas de Dios,reflexionando sobre lo que haba meditado o ledo.

    La placidez de aquellos primeros meses se transform, ms o menos bruscamente, en una terrible batalla interior. Le vino insistentemente estaduda: Que nueva vida es esta que agora comenzamos? Comparndolacon la pasada, le pareca que sta no tena sentido. Otro pensamiento

    recio le molest: Y cmo podrs t sufrir esta vida setenta aos quehas de vivir? Pero a esto respondi tambin interiormente con granfuerza, entendiendo que vena del enemigo: Oh miserable! Pudesme t prometer una hora de vida? Y as venci la tentacin y qued quieto.

    Ms duro y ms prolongado fue el combate de los escrpulos. Susdudas se referan a las confesiones pasadas. Aun cuando en Montserrat sehaba confesado generalmente con tanta diligencia y en Manresa habarepetido sus confesiones, le asaltaba la duda de haber omitido algunos pecados o de no haber declarado bien los confesados. Volva a confesarse, pero no recobraba la paz. Un doctor de la seo le recomend que pusiese por escrito su confesin. Lo hizo, pero de nada le sirvi. l dice que letomaban los escrpulos, adelgazndose cada vez ms las cosas. Un da sele ocurri que la solucin sera que su confesor le ordenase que novolviese a confesarse ms de las cosas pasadas. No lo hizo, por parecerleque, habiendo salido de l este remedio, no tendra validez. Sucedi, contodo, que el confesor, espontneamente, le mand que no volviese ms

    sobre las cosas pasadas, a no ser que se tratase de algo muy claro. Estaltima salvedad hizo que resultase intil el remedio, pues a l todo le

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    pareca claro.En medio de una situacin tan angustiosa, no dejaba sus siete horas

    de oracin, ni de practicar las cosas espirituales que tena propuestas. Unda, en un momento de aprieto, prorrumpi en esta exclamacin, proferida

    en alta voz: Socrreme, Seor, que no hallo ningn remedio en loshombres ni en ninguna criatura; que, si yo pensase de poderlo hallar,ningn trabajo me sera grande. Mustrame t, Seor, dnde lo halle, que,aunque sea menester ir en pos de un perrillo para que me d el remedio, yolo har.

    La agitacin lleg a veces al paroxismo, con tentaciones impetuosasde suicidarse, echndose de un agujero grande que aquella su cmaratena. Pero, reconociendo que quitarse la vida era pecado, volva a gritar:

    Seor, no har cosa que te ofenda, repitiendo estas palabras, como lasotras, muchas veces.Un da se acord de haber ledo que un santo estuvo sin comer hasta

    que alcanz una gracia que deseaba ardientemente. Un hecho semejante selee de San Andrs Apstol y de San Pablo Ermitao. El Santo pudo aludir a uno de stos. Decidido a seguir aquel ejemplo, empez su ayuno undomingo despus de haber comulgado. Pas toda aquella semana sin probar bocado, continuando, con todo, sus siete horas de oracin y dems prcticas espirituales. Pero al domingo siguiente, su confesor, informado,le mand que interrumpiese aquel ayuno exagerado.

    Lo que no haban logrado todas sus industrias, lo pudo la gracia.Quiso el Seor que despert como de sueo. Y como ya tena algunaexperiencia de la diversidad de espritus con las liciones que Dios le habadado, empez a mirar por los medios con que aquel espritu era venido, yas se determin con grande claridad de no confesar ms ninguna cosa delas pasadas; y as de aquel da adelante qued libre de aquellos escrpulos,teniendo por cierto que nuestro Seor le haba querido librar por sumisericordia. La curacin de los escrpulos fue, pues, fruto deldiscernimiento de espritus, que ya en Loyola haba sido la base de laconversin de Iigo. Aquella terrible prueba haba servido para completar la obra de su purificacin y para convertir a Iigo en un maestro expe-rimentado en la curacin de los escrupulosos. Porque es evidente que lasReglas para sentir y entender escrpulos y suasiones de nuestro enemigode los Ejercicios , que han devuelto la paz a tantas almas, tienen su origenen la experiencia personal de Iigo.

    El tercer perodo de Manresa se caracteriz por las consolaciones54

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    espirituales y por las ilustraciones divinas. El objeto de stas fue muyvariado. Haca cada da oracin a la Santsima Trinidad. Un da, mientrasrezaba las horas de la Virgen sentado en las gradas del altar de la iglesia delos dominicos, se le empez a elevar el entendimiento, como que vea la

    Trinidad en figura de tres teclas, y esto con tantas lgrimas y tantossollozos, que no se poda valer. Y, yendo aquella maana en una procesinque de all sala, nunca pudo retener las lgrimas hasta el comer, nidespus de comer poda dejar de hablar sino en la Santsima Trinidad, yesto con muchas comparaciones y muy diversas. Desde entonces le qued para siempre una gran devocin al misterio de la Trinidad, de la que nosdej rasgos conmovedores en su Diario espiritual .

    Una vez se le represent en el entendimiento, con grande alegra

    espiritual, el modo con que Dios haba criado el mundo. Otra visinintelectual consisti en ver claramente cmo estaba Jesucristo en elsantsimo sacramento del altar. Vea a veces con los ojos interiores lahumanidad de Cristo y su figura, que le pareca como un cuerpo blanco,sin distincin de miembros. Esto lo vio en Manresa muchas veces y se lerepiti durante la peregrinacin a Jerusaln, y otra vez mientras caminabacerca de Padua. Tambin vio muchas veces, en forma semejante y sindistincin de partes, a la Santsima Virgen.

    Todas estas divinas ilustraciones tuvieron como efecto en Iigo unatal confirmacin en la fe, que muchas veces ha pensado consigo: Si nohubiese Escriptura que nos ensease estas cosas de la fe, l se determinaraa morir por ellas solamente por lo que ha visto.

    4. LA ILUSTRACIN DEL CARDONER

    Entre todas, hubo una que tuvo especial repercusin en su alma y unaenorme trascendencia para su futuro. Es la que comnmente se ha venidollamando la eximia ilustracin. Dejemos que l mismo nos la refiera:

    Una vez iba por su devocin a una iglesia que estaba poco ms deuna milla de Manresa, que creo yo que se llama San Pablo, y el camino va junto al ro. Y, yendo as en sus devociones, se sent un poco con la carahacia el ro, el cual iba hondo. Y, estando all sentado, se le empezaronabrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visin, sinoentendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales comode cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustracin tan grande, que le

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    parecan todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particularesque entendi entonces, aunque fueron muchos, sino que recibi una grandeclaridad en el entendimiento, de manera que en todo el discurso de su vida,hasta pasados sesenta y dos aos, coligiendo todas cuantas ayudas haya

    tenido de Dios y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas enuno, no le parece haber alcanzado tanto como de aquella vez sola. Y enuna nota marginal, su confidente, el P. Gonalves da Cmara, aadi estaaclaracin, escuchada de labios del mismo Santo: Y esto fue en tantamanera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le paresca como sifuese otro hombre y tuviese otro intelecto que tena antes.

    Las palabras del Santo son suficientemente claras para descubrirnostoda la magnitud de la gracia recibida. Cuanto al lugar donde ocurri la

    eximia ilustracin, el Santo nos dice solamente que fue en el camino queconduca a la iglesia de S. Pablo. Hacia esta iglesia se poda ir, bien por laorilla del ro, bien por un camino que va por lo alto del monte. Parece ms probable que se tratase de este segundo camino, desde el cual se puededecir con toda verdad que el ro va hondo para quien se pare a mirarlo. Almargen de este camino se encontraba la cruz del Tort, a la cual alude elSanto, despus de relatar la ilustracin, cuando dice que y despus queesto dur un buen rato, se fue a hincar de rodillas a una cruz, que estaba

    all cerca, a dar gracias a Dios. Es hermosa y sugestiva la vista que seobserva desde aquel lugar, con la silueta de la montaa de Montserrat en elhorizonte.

    Como el mismo Santo especifica, no se trat de una visin, sino deiluminacin intelectual. Esta no tuvo por objeto ningn misterio particular de la fe. Fue un abrrsele los ojos del entendimiento, entendiendo y cono-ciendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como de cosas de la fe yde letras. La iluminacin fue tal, que le parecan todas las cosas

    nuevas. Es decir, que sali de all completamente transformado en suinterior. Lo que supera toda ponderacin es la afirmacin del Santo: juntando todas las gracias que haba recibido en su vida hasta aquelmomento, cuando l calculaba que tena ms de sesenta y dos aos, nohaba recibido de Dios tanto como en aquella vez sola. Sabiendo los donesmsticos que recibi del Seor en el decurso de su vida, podemos calificar de verdaderamente extraordinaria esta gracia obtenida en Manresa.

    Lo fue muy particularmente, y tal vez a esto aluda el Santo, por la

    trascendencia que tuvo no slo para el futuro de la vida interior de Ignacio,sino tambin en orden a la Compaa. A ella aluda l, sin ninguna duda,

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    cuando, al ser preguntado por algunas cosas del nuevo Instituto, dijo que aesto se podra responder con un negocio que pas por m en Manresa.Con razn, pues, el P. Cmara, a quien Ignacio hizo sus confidencias, co-ment esta afirmacin, diciendo que en Manresa le manifest el Seor

    muchas cosas de las que despus l orden en la Compaa. De aqu se hallegado a tomar pie para afirmar que en aquella ocasin tuvo Ignacio una prenocin de la Compaa. Los hechos que siguieron no confirman estaopinin, porque muchos aos despus de Manresa vemos a Ignacioincierto sobre su futuro lejano, y, como afirm el P. Nadal, era llevadosuavemente hacia donde l mismo no saba, es decir, hacia la fundacinde una nueva orden religiosa. Solamente al ver frustrado su plan de ir aJerusaln con sus compaeros de Pars y despus de largas deliberacionesde todo el grupo, se decidi a emprender la nueva fundacin. Lo que s puede decirse es que en aquella ilustracin vio el nuevo derrotero quehaba de seguir su vida. Iigo no sera ya aquel peregrino solitario que enoracin y penitencia procuraba imitar los ejemplos de los santos, sino quede all en adelante se dedicara a procurar el bien del prjimo, buscandocompaeros que se quisiesen asociar a esta empresa, con los cualesformara un grupo apostlico. Sin tener, pues, una neta visin de lo quehaba de hacer con el pasar de los aos, fue orientndose hacia larealizacin de aquella que haba de ser la misin de su vida. En estesentido cabe relacionar la fundacin de la Compaa de Jess con laeximia ilustracin de Manresa. Esta visin del futuro habr querelacionarla con las meditaciones del Reino de Cristo y de las dosBanderas, que se han de colocar en el perodo de Manresa, y que yatestigos tan autorizados como el P. Jernimo Nadal pusieron en relacincon la fundacin de la Compaa de Jess.

    5. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

    Fruto de sus largas experiencias en la meditacin de las cosas divinasy de una iluminacin especial del Espritu Santo fueron los Ejerciciosespirituales , que, segn la relacin unnime de los testigos, escribiIgnacio en Manresa despus de haberlos experimentado en s mismo. Perono los escribi todos de una vez, tal como han llegado hasta nosotros, sino

    que fue corrigindolos y completndolos, al comps de sus experiencias,hasta los tiempos de Pars y Roma.

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    Llama la atencin el hecho de que Ignacio, que cont con tantosdetalles en su Autobiografa algunos episodios de su vida en Manresa,como es el de los escrpulos, no refiriese nada acerca de la composicin delos Ejercicios . Solamente al trmino de su relato autobiogrfico, y a ruegos

    de su confidente, el P. Luis Gonalves da Cmara, hizo una declaracin breve, pero densa, sobre este punto: Yo escribe el P. Cmara,despus de haberme contado estas cosas, a 20 de octubre [de 1555], pregunt al peregrino sobre los Ejercicios y las Constituciones , deseandosaber cmo las haba hecho. l me dijo que los Ejercicios no los habahecho todos de una sola vez, sino que algunas cosas que observaba en sualma y las encontraba tiles le pareca que podran ser tambin tiles aotros, y as las pona por escrito, verbi gratia, del examinar la concienciacon aquel modo de las lneas, etc. Las elecciones especialmente me dijoque las haba sacado de aquella variedad de espritus y pensamientos quetena cuando estaba en Loyola, estando todava enfermo de una pierna. Yme dijo que de lasConstituciones me hablara por la tarde. De esta brevedeclaracin se deducen dos hechos fundamentales: que los Ejercicios fue-ron el fruto de una elaboracin prolongada y que San Ignacio los practicen s mismo antes de ponerlos por escrito.

    Si la primera experiencia que tuvo fue la de la variedad de los

    espritus que sinti durante su convalecencia, hay que convenir que los Ejercicios tuvieron su origen primero en Loyola. Se trata, como serecordar, de aquel alternarse de mociones que el Santo experimentcuando, por una parte, se senta atrado hacia los ideales mundanos, y, por otra, a la imitacin de los ejemplos de los santos cuyas vidas estabaleyendo. Pero las principales experiencias, y, sobre todo, el trabajo deapuntarlas por escrito en aquel que fue el libro de los Ejercicios , son principalmente obra de Manresa. El P. Diego Lanez, cuyo testimonio es

    de la mayor atendibilidad, nos dice que en Manresa escribi, cuanto a lasustancia, el libro de los Ejercicios . El P. Polanco aade que all leense el Seor las meditaciones que llamamos Ejercicios espirituales yel modo dellas, bien que despus el uso y experiencia de muchas cosas lehizo ms perfeccionar su primera invencin; que, como mucho labraron ensu misma nima, as l deseaba con ellas ayudar a otras personas.Atenindonos al testimonio fidedigno de estos contemporneos, podemosdecir que son de Manresa las meditaciones fundamentales de las cuatrosemanas y el encadenamiento de todas ellas en orden a obtener el fin de los

    Ejercicios , que es vencer a s mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afeccin alguna que desordenada sea. Son tambin de Manresa los

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    dos exmenes: el particular, que el Santo ensear desde los principios desu apostolado, y el general, junto con las normas morales para distinguir entre pecado mortal y venial. Dada la experiencia del discernimiento deespritus que tena desde Loyola, y que se confirm en Manresa, hemos de

    colocar en este perodo las reglas sobre esta materia, ms propias de la primera semana de los Ejercicios . Todo esto en forma rudimentaria, talcomo pudo verse y leerse algunos aos ms tarde, cuando en Salamancaentreg al bachiller Martn Fras todos sus papeles, que eran los

    Ejercicios .

    6. EL PRIMER EJERCITANTE

    Iigo fue el primer ejercitante. Los Ejercicios escritos por l fueronfruto de sus experiencias personales en Manresa. Los escribi para ayudar a los otros, comunicndoles las ideas y sentimientos que a l le habantransformado. A los que se decidirn a practicarlos y tendrn capacidad para hacerlos en su totalidad, les impondr un mes de intensa actividad,con cuatro o cinco horas diarias de meditacin, ms los exmenes yreflexiones. Todo regulado mediante normas bien precisas: adiciones,

    anotaciones, reglas, encaminadas a conseguir el mayor fruto posible. ElSanto no nos dice cundo hizo l los Ejercicios , pero tenemos fundamento para pensar que fue en los ltimos meses tranquilos de Manresa. Aunque,si bien lo miramos, los Ejercicios comenzaron ya en Loyola.

    No sabemos con certeza cul fue el orden por el que Iigoexperiment en s mismo los diversos temas de los Ejercicios . A modo deconjetura, podemos suponer que los practic, en lneas generales, tal comolos dej escritos.

    Su alma estaba bien preparada para recibir las luces del Seor. EnMontserrat se haba purificado mediante una confesin general que durtres das. En Manresa, la terrible prueba de los escrpulos habacompletado esta obra de purificacin. Ahora su alma estaba en paz. Podadedicarse con todo sosiego a la consideracin de las cosas divinas.

    Lo que l iba buscando desde Loyola era poner orden en su vida.Ahora comprendi que lo primero que necesitaba era conocer el fin para elque haba sido criado. En definitiva, se trataba de cumplir los designios deDios sobre l. Para cumplir la voluntad de Dios era necesario, ante todo,conocerla. El obstculo eran las aficiones desordenadas, que

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    entenebrecen los ojos de la mente y arrastran la voluntad hacia el pecado.Tendra que luchar contra estas aficiones desordenadas, para lo cual eranecesario vencerse a s mismo. A ello le ayudaran los Ejercicios , cuyottulo sintetiza todo su contenido: Ejercicios espirituales para vencer a s

    mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afeccin alguna quedesordenada sea.El trabajo que iba a emprender exiga una voluntad generosa y

    decidida. Iigo entr en los Ejercicios con grande nimo y liberalidad consu Criador y Seor.

    Ante todo, se le present ante los ojos el plan de Dios sobre lacreacin: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir aDios nuestro Seor, y mediante esto salvar su alma. Las cosas de la tierra

    han de ayudarle para conseguir este fin. De donde se sigue que tanto hade usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellascuanto para ello le impiden. Las verdades del Principio y fundamento sontan orientadoras para el ejercitante y son un prlogo tan luminoso para laactividad que desarrollar en el curso de los Ejercicios , que resulta difcil pensar que un documento tan importante no sea de Manresa, por lo menosen una redaccin rudimentaria. Con la experiencia y con los estudiosllegar Iigo a darle la formulacin perfecta y armnica que ahora tiene.

    Frente a los planes de Dios se levanta la rebelin de la criatura, esdecir, el pecado. Iigo recorri mentalmente el proceso de su vida,evocando los pecados cometidos de ao en ao, recorriendo los sitios y lascasas donde haba vivido, el trato que haba tenido con otros, los oficiosque haba ejercido. Un doble sentimiento invadi su alma: la vergenza yel dolor. Vergenza ante la fealdad de sus culpas, dolor por haber ofendidoa Dios. Pero el resultado no fue la desesperacin. Imaginando a Cristonuestro Seor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cmo deCriador es venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, yas a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a m mismo, lo que hehecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo. Lavida de Iigo ser una respuesta a esta triple interrogacin.

    En otra meditacin sobre los pecados, todo se resuelve en uncoloquio de misericordia, es decir, en un recurso confiado y amoroso ala misericordia divina, refugio nico del pecador.

    De esta primera parte o semana de los Ejercicios sali ya Iigoenamorado de Jesucristo, considerado como libertador y redentor. No slono volver a ofenderle, sino que procurar seguirle. Cristo se le presenta

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    como un rey, al que deber obedecer y servir con ms fidelidad de la queha tenido con los seores de la tierra. Jess le llama para una granempresa, que es la de restaurar la humanidad perdida. La santidad se le presenta como la conquista de un reino, que debe conseguirse mediante la

    victoria de todos los enemigos de los planes de Dios. Estos enemigos losconoca muy bien Iigo, porque otras veces le haban vencido. Son lasensualidad y el amor carnal y mundano. Iigo se resuelve a participar conla mayor generosidad en esta campaa. No tendr que hacer ms queseguir los ejemplos de Jess, que ir delante de l. Su empeo consistir enconocer ntimamente a Jesucristo para ms amarle y seguirle. Meditandolos pasos del Evangelio desde la encarnacin hasta la pasin y resurreccinde Jess, penetr en las intenciones, es decir, en el espritu del divinoMaestro y en sus mximas, opuestas diametralmente a las del mundo: pobreza y humildad contra codicia y soberbia. Todo lo ver resumido en elsermn del monte, cuando Jess ense al mundo sus bienaventuranzas.Iigo se abrazar con la pobreza actual y con las humillaciones para imitar a Cristo pobre y humillado, alistndose as debajo de su bandera. Seguir aCristo en su pasin y muerte, para participar tambin de la gloria de suresurreccin.

    Al trmino de sus Ejercicios , Iigo tena resuelto el problema de su

    vida. El servicio de Dios ser su ideal; Jesucristo, su modelo; el anchomundo, su campo de trabajo. Porque desde entonces ya no ser el peregrino solitario que medita y hace penitencia, sino que se dedicar contodas sus fuerzas a ayudar a las almas, es decir, a llevar a los hombres alcumplimiento de su destino.

    Antes de salir de Manresa, podemos suponer que hizo su ltimavisita a la seo, a la iglesia de los dominicos y a las ermitas donde habaorado con tanta devocin. Es probable que subiese tambin a Montserrat

    para despedirse de la Virgen morena y de los monjes del monasterio. A susamigos manresanos les dej lo poco que tena: su escudilla, el cordn conel que se haba ceido y su sayal de peregrino. l se llevaba, en cambio, elrecuerdo imperecedero de lo mucho que haba recibido en la ciudadcatalana. Haba llegado all como un penitente recin convertido. Salatransformado en un hombre espiritual, lanzado a las grandes empresas dela gloria de Dios a que estaba destinado, el germen de las cuales se ence-rraba en los Ejercicios , hechos y escritos en Manresa. Con el andar del

    tiempo, el nombre de Manresa quedar universalmente ligado al recuerdode San Ignacio. Centenares de visitantes acudirn a orar en la santa cuevay Manresa ser el nombre de no pocas casas de oracin.

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    V. SIGUIENDO LAS HUELLASDE JESS

    Ibase allegando el tiempo que l tena pensado para partirse paraJerusaln. Y as, al principio del ao de 23 se parti para Barcelona paraembarcarse . As el Santo en su Autobiografa . El nico objeto de su viajea Barcelona era embarcarse para Italia. El tiempo estaba condicionado por la Pascua, durante la cual los peregrinos pedan al papa el permiso para peregrinar a Jerusaln. La Pascua cay aquel ao en el da 5 de abril.Segn los clculos ms verosmiles, el Santo sali de Manresa hacia el da18 de febrero de aquel ao 1523.

    1. PARADA EN BARCELONA

    Entr en Barcelona por el portal Nuevo. Desde all, pasando por las

    calles de la Puerta Nueva y Carders, lleg a la plaza de Marcs, donde sedetuvo para orar ante la imagen de Nuestra Seora de la Gua. Siguiendo por la calle de Corders, la plaza de la Lana y la calle de la Boria, doblhacia la izquierda por la calle de Febrers hoy da, calle de San Ignacio , donde tena su casa y tienda Ins Pascual. En la casa de esta bienhechora suya encontr hospedaje durante aquellos das y en su se-gunda estancia en Barcelona. Por desgracia, aquella casa hoy da ya noexiste, habiendo sido derribada en 1853 al ser abierta la calle de la

    Princesa.Pas Iigo en Barcelona poco ms de veinte das, los necesarios para procurarse el pasaje a Roma. Pero no poda permanecer inactivo. Lomismo que en Manresa, todo su afn fue encontrar personas con quienes poder hablar de cosas espirituales. Por los procesos sabemos quefrecuent, el monasterio de las jernimas, dedicado a San Matas, y situadoentonces en la plaza del Padr. En las afueras de la ciudad y en las faldasdel Collcerola exista un monasterio de monjes jernimos, del que todavahoy quedan algunas ruinas. Tambin a este monasterio y a las vecinasermitas esparcidas en la zona de San Gins dels Agudells se dirigi el

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    Santo con el mismo fin. Pero ya sabemos que su deseo de encontrar personas espirituales no qued plenamente satisfecho, como tampoco enManresa.

    Estaba un da sentado con los nios en las gradas de la iglesia de San

    Justo escuchando el sermn, cuando una seora llamada Isabel Ferrer,esposa de Francisco Roser o Rosell, vio como un resplandor que sala delrostro del Santo. Al mismo tiempo sinti una voz interior que le deca:Llmale, llmale. Acabado el sermn y de regreso a su casa, situada enla misma plaza de San Justo y frente al portal de la iglesia, cont a sumarido lo que haba visto. Los dos decidieron invitar a su casa a aqueldevoto peregrino. De sobremesa le pidieron que les hablase de las cosas deDios. Desde entonces qued Isabel tan aficionada al peregrino, que se

    convirti en su mejor bienhechora en Barcelona, Pars y Venecia. Mstarde, fundada ya la Compaa, esta aficin de Isabel a Ignacio desembocen los hechos que relataremos a su tiempo.

    En su conversacin habl Iigo de su proyectado viaje a Roma,diciendo que pensaba embarcarse en un bergantn. Sus huspedes ledisuadieron, recomendndole que lo hiciese en un barco ms grande, en elque pensaba viajar un pariente de ellos. El Santo acept el consejo, y fue providencial, porque aquel bergantn se dispers poco despus de la salida

    del puerto de Barcelona.Iigo tena proyectado hacer su peregrinacin con el ms absolutodesprendimiento de los medios humanos: solo y sin dinero. Se leofrecieron muchos acompaantes; pero l, cortsmente, los rechaz. A unoque le dijo que, no sabiendo latn ni italiano, era temerario viajar sinningn compaero, le respondi que, aunque se tratase del hijo o hermanodel duque de Cardona, l no lo tomara. Porque deseaba tener tres virtudes:fe, esperanza y caridad. Y, si llevase un compaero, cuando tuviesehambre acudira a l; si se cayese, esperara que aqul le levantara. Y estaconfianza en las criaturas era la que l quera colocar en Dios slo. Por lamisma razn quiso embarcarse sin provisin ninguna. Pero en este puntose vio obligado a ceder en parte, porque, aunque el patrn de la nave leconcedi un pasaje gratuito, le puso como condicin que llevase consigolas provisiones de bizcocho para mantenerse, y que de otra manera deningn modo le recibiran. Aqu le vinieron fuertes dudas: Esta es laesperanza y la fe que t tenas en Dios, que no te faltara? Dud mucho

    sobre lo que tena que hacer. Por fin, no sabiendo cmo salir de aquelconflicto, decidi ponerse en manos de su confesor. Este le aconsej que

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    pidiese lo necesario para el viaje y lo metiese consigo en la nave.Una ancdota curiosa. Una seora a quien acudi en demanda de

    limosna le pregunt para dnde pensaba embarcarse. Iigo dud si tenaque responderle. Por fin le dijo solamente que pensaba ir a Roma. A lo

    cual replic la seora: A Roma queris ir? Pues los que van all no scmo vienen; queriendo decir anota el Santo que los que iban aRoma se aprovechaban poco en cosas de espritu. La razn por la que dudsi deba manifestar sus planes de viaje era el miedo de la vanagloria,tentacin que le acompa durante todo este perodo. Por eso no se atrevaa decir de dnde era ni a qu familia perteneca. Seal de que su familiaera conocida aun fuera del Pas Vasco.

    Por fin, recogidas sus provisiones, fue al puerto para embarcarse.

    Pero, estando all, encontr que le haban quedado algunasblancas en el bolsillo. Su decisin fue dejarlas sobre un banco.

    2. HACIA R OMA

    Hacia el 20 de marzo, Iigo se embarc con rumbo a Gaeta. Confuerte viento en popa, el barco realiz la travesa en cinco das, a pesar delos temporales que tuvieron que soportar. Al desembarcar, los pasajeros seencontraron con otro problema: el temor de la peste que amenazaba aaquella zona. Iigo emprendi en seguida el camino hacia Roma. Entre los pasajeros que se juntaron con l haba una mujer con sus dos hijos, unchico y una chica vestida de muchacho. Pernoctaron en una hospederallena de soldados. Estos les dieron de comer y beber en abundancia, demanera que pareca que tuviesen intento de escalentalles. Para dormir pusieron a la mujer y a su hija en un piso alto, dejando al peregrino y alchico en un establo. A medianoche se oyeron grandes gritos de las pobresmujeres, que se defendan del asalto de los que las queran violentar. El peregrino sali enrgicamente en su defensa, gritando: Esto se ha desufrir? Su intervencin fue tan eficaz, que dej desarmados a losagresores, que no pudieron conseguir su intento. El peregrino se llevaquella misma noche a las mujeres. El muchacho haba huido ya.

    Llegaron a una ciudad cercana, que, por todos los indicios, era Fondi.La encontraron cerrada, sin que nadie quisiese darles limosna. As pas el peregrino un da, extenuado por la debilidad y las fatigas de aquel viaje. Alda siguiente, oyendo decir que vena la seora de la ciudad, que era

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    Beatriz Appiani, esposa de Vespasiano Colonna, se acerc a ella, pidindole el permiso para entrar en la ciudad. Lo obtuvo. Tras descansar un par de das, continu su camino, y lleg a Roma el 29 de marzo, Do-mingo de Ramos. Inmediatamente solicit del papa el permiso para

    realizar su peregrinacin al Santo Sepulcro y los otros Santos Lugares. Laconcesin lleva la fecha del 31 de marzo de 1523.

    3. EN VENECIA PARA EMBARCARSE

    Iigo pas en la Ciudad Eterna toda la Semana Santa y la fiesta dePascua, 5 de abril, con toda su octava. El 13 14 de abril sali para

    Venecia, siguiendo el camino que por Orvieto, Spoleto y Macerata llevabahasta las orillas del Adritico. Luego, por la costa, pas por Psaro, R-mini, Ravenna, hasta Comacchio y Chioggia, al sur de la laguna vneta.Desde all tena que ir a Padua para procurarse un certificado mdico,necesario para poder entrar en Venecia. Se dirigi all con sus compaerosde viaje; pero no pudo seguirles, porque caminaban muy recio, dejndole,casi noche, en un grande campo. Estando all solo, se le aparesci Cristode la manera que le sola aparescer [...] y lo confort mucho. Fue una

    aparicin semejante a las que haba tenido en Manresa. Despus todo lefue bien. Mientras los compaeros sorteaban la dificultad del certificadofalsificndolo, al peregrino nadie se lo pidi, y sin l entr en Venecia. Losguardas, subiendo a la barca, examinaron a todos uno por uno y a l solo ledejaron tranquilo.

    En Venecia se mantena mendigando. Dorma en los prticos de lasprocuratie que rodean la plaza de San Marcos. Un da le top un hombrerico espaol, que le pregunt a dnde iba y a qu. Al enterarse de sus planes, le invit para estar en su casa hasta que se embarcase. All pusoIigo en prctica un modo de conversacin que haba comenzado ya enManresa. Durante la comida hablaba poco, pero se fijaba en lo que setrataba, para tomar de ello ocasin para hablar de Dios. Y, acabada lacomida, lo haca. Aquel hombre de bien que le haba hospedado y lossuyos se aficionaron tanto al peregrino, que no le queran dejar marchar desu casa.

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    4. PEREGRINO EN TIERRA SANTA

    La peregrinacin a Tierra Santa fue, desde los tiempos ms remotos,una prctica piadosa del pueblo cristiano, que experiment un notable

    incremento en el siglo XV y principios del XVI. Para realizarla serequera, como hemos visto, un permiso especial del papa, que lo concedacon un documento expedido por l mismo o por algn prelado autorizado.Todos los detalles estaban fijados: el tiempo del ao, el traje del peregrino,el precio que haba que pagar, el lugar de alojamiento. Desde que losturcos dominaron en el Oriente Prximo, la seora de Venecia estabaautorizada para organizar una sola peregrinacin al ao. Los peregrinos,venidos de todas partes, se congregaban en Venecia por Pentecosts y

    tomaban parte en la procesin de la fiesta del Corpus Christi. Desde elmomento de poner pie en Palestina quedaban sujetos a la jurisdiccin delos franciscanos, que detentaban desde el ao 1342 la custodia de TierraSanta. Ellos les preparaban el hospedaje y les combinaban los itinerarios.

    Sobre la peregrinacin de Iigo en 1523 estarnos bien informadosgracias a los diarios de dos de sus compaeros: Pedro Fssly, fundidor decampanas y de armas en Zrich, y Felipe Hagen, ciudadano de Strasburgo.Este ltimo comienza su relato con esta observacin: Todo el que quiera ir

    a visitar el Santo Sepulcro tiene que proveerse de tres sacos: uno bien llenode ducados, marcelos y marquetes (monedas venecianas de plata), otro re- pleto de paciencia; el tercero, de fe. En realidad, como demostr laexperiencia, la peregrinacin costaba mucho dinero entre pasajes,vituallas, hospedaje, guas, etc. Ms necesaria era la paciencia para poder soportar no slo las incomodidades del viaje, sino tambin las vejacionesde parte de los turcos y beduinos. Sin una fe muy viva, es claro que tantasmolestias resultaban insoportables. Iigo prescindi del primero de estos

    tres sacos y se provey muy bien de los otros dos. No tena dinero para pagarse el pasaje, y para su mantenimiento no tena ms que la esperanza puesta en Dios.

    De ordinario, el grupo de los peregrinos era muy numeroso; pero,aquel ao 1523, muchos que haban acudido a Venecia para embarcarse sevolvieron atrs al tener noticia de la cada de Rodas en poder de los turcosen 1522. Los que partieron fueron solamente 21: cuatro espaoles, tressuizos, un tirols, dos alemanes y once entre flamencos y holandeses. Iigono menciona ms que un solo nombre, el del noble espaol Diego Manes,comendador de la Orden de San Juan, a quien acompaaba un criado. El

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    otro espaol era un sacerdote. El cuarto, Iigo.Lo primero que necesitaba era que alguien le admitiese en su

    embarcacin, dado que no tena dinero para pagar el pasaje. A fin de poner toda su confianza en Dios, no quiso acudir al embajador del emperador en

    Venecia Alonso Snchez. Pero el generoso espaol que le hosped en casale procur una audiencia con el recin elegido dux de Venecia AndrsGritti. Este le escuch con benevolencia y mand que fuese admitido en el barco que haba de llevar a Chipre al nuevo embajador de la Serensima, Nicols Dolfin. El barco se llamaba Negrona , y en l se embarcaron,adems de Iigo, otros siete peregrinos. Los otros trece encontraron sitioen la nave peregrina, que parti antes.

    Antes de embarcarse sufri el peregrino un contratiempo: una grave

    enfermedad de calenturas, que le afligi durante algunos das. La fiebreces, pero el barco tena que zarpar el da en que l haba tomado una purga. Su husped pregunt al mdico si poda embarcarse en aquellascondiciones. Respondi que para all ser sepultado, bien se podraembarcar; mas l se embarc y parti aquel da; y vomit tanto, que sehall muy ligero y fue del todo comenzando a sanar.

    La Negrona se hizo a la vela el 14 de julio, y, tras varias peripecias,arrib al puerto chipriota de Famagusta el 14 de agosto. En Chipre, los peregrinos que haban viajado en ella se pusieron de acuerdo con el patrnde la nave peregrina, que por 20 ducados se ofreci a llevarlos hasta Jafa.Desde Famagusta fueron caminando hasta Salinas (hoy Lrnaca), desdedonde deba partir la nave peregrina. En sta, Iigo no meti, para sumantenimiento, ms que la esperanza que llevaba en Dios, como habahecho en la otra. En todo este tiempo, en medio de tantas peripecias, sele apareca muchas veces nuestro Seor, dndole mucho consuelo yesfuerzo. Zarparon de Lrnaca el 19 de agosto y llegaron a Jafa el 24 delmismo mes, pero no recibieron el permiso para desembarcar hasta el 31.Montados en sendos asnillos, llegaron a Ramla, a 20 kilmetros al sudestede Jafa. All pernoctaron. Dos millas antes de llegar a Jerusaln, el espaolDiego Manes exhort a todos a que se aparejasen en sus conciencias yque fuesen en silencio. A la vista de la Ciudad Santa experimentaron untransporte de entusiasmo, caracterstico en todos los peregrinos en aquellaocasin. Iigo dice que aquella alegra no pareca natural. A la entrada dela ciudad les salieron los franciscanos con la cruz alzada. Era el sbado 4

    de septiembre.

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    5. EN LA TIERRA DE JESS

    Es fcil adivinar los sentimientos de Iigo. Vea realizado por fin susueo de Loyola, cuando, a la lectura de laVida de Cristo , haba

    proyectado aquella peregrinacin. Para l no se trataba, en sus planes, deuna peregrinacin pasajera. Ya no se movera de all.El itinerario que siguieron los peregrinos en sus visitas fue el de

    costumbre. Por la maana del da 5, despus de or misa en el convento deMonte Sin, se dirigieron procesionalmente, con cirios encendidos, haciael cenculo, donde recordaron la ltima cena y la venida del EsprituSanto. De all pasaron a la iglesia de la Dormicin de la Virgen. Por latarde visitaron el santo sepulcro, donde pasaron la noche en vela. Alamanecer se confesaron y comulgaron. A las seis de la maana se cerrabala iglesia, y los peregrinos tenan que dirigirse a su hospedera paradescansar. Por la tarde de aquel da recorrieron la va Crucis, con lasestaciones bien sealadas, desde la torre Antonia hasta el Calvario y elSanto Sepulcro.

    Al da siguiente, lunes da 7, fueron a Betania y al monte Olivete.Los das 8 y 9 los dedicaron a Beln. El 10 y el 11 los pasaron en el vallede Josafat y, atravesando el torrente Cedrn, visitaron el huerto deGetseman. La noche del 11 la pasaron nuevamente en el Santo Sepulcro.Los das 12 y 13 fueron de descanso. El 14 salieron en direccin de Jericy del ro Jordn. El camino era malo y pedregoso. En el Jordn, todoshubiesen querido baarse en aquellas aguas santificadas por el bautismodel Redentor, pero los turcos que los guiaban les dieron prisa, por lo cualalgunos solamente pudieron lavarse all la cara y las manos. Al regresar aJerusaln pasaron por el pie del monte de la Cuarentena. Los suizos y losespaoles hubiesen querido subir a la cima del monte donde Jess ayun yfue tentado del demonio, pero los guardias no les dieron tiempo parasatisfacer aquella devocin.

    Los das 16 al 22 de septiembre los pasaron en Jerusaln. Iigodedic aquella pausa a preparar su plan de quedarse en Jerusaln,visitando siempre aquellos lugares santos, y tambin tena propsito,adems de esta devocin, de ayudar las nimas. Se dirigi al guardin deMonte Sin para manifestarle su propsito y mostrarle las cartas derecomendacin que llevaba consigo. El guardin le expuso la necesidadque padecan los frailes. Para Iigo, la respuesta fue fcil. l no les pediranada de la casa, sino solamente que le escuchasen de cuando en cuando en

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    confesin. Ante esta respuesta, el guardin se mostr ms blando, peroaadiendo que la ltima palabra la tena que dar el provincial, que seencontraba por aquellos das en Beln.

    El peregrino crey que haba conseguido ya lo que tanto anhelaba.

    Mientras esperaba la llegada del provincial, se puso a escribir cartas parasus amigos de Barcelona. Sabemos que escribi a Ins Pascual; pero, por desgracia, esta carta no ha llegado hasta nosotros. En ella habramosencontrado detalles sobre la peregrinacin del Santo y sobre sussentimientos ntimos al encontrarse en la tierra de Jess.

    La respuesta del provincial no fue la esperada. Dijo a Iigo que,despus de haber reflexionado sobre ello, crea que no deba acceder a susdeseos. La experiencia de otros peregrinos le llevaba a tomar esta decisin.

    Algunos que haban querido quedarse haban sido tomados prisioneros;otros haban muerto. Este peligro no era como para amilanar a un hombretan decidido como Iigo. Pero, frente a su insistencia, el provincial se de-mostr inamovible, dicindole que le poda excomulgar si se quedase sinsu permiso. Se mostr dispuesto a mostrarle las bulas que le autorizaban aaquello. Entonces Iigo tuvo que rendirse, viendo que aqulla era la volun-tad de Dios. No haba ms remedio que emprender el camino del retornocon los dems peregrinos.

    Pero antes de la partida le vino un gran deseo de volver a visitar elmonte Olivete. Sin decir nada a nadie ni tomar gua alguna, se descabellde los otros y se fue solo al monte Olivete. Y no lo queran dejar entrar lasguardas. Les dio un cuchillo de las escribanas que llevaba; y, despus dehaber hecho oracin con harta consolacin, le vino deseo de ir a Betfage.Y, estando all, se torn a acordar que no haba mirado bien en el monteOlivete a qu parte estaba el pie derecho o a qu parte el izquierdo; y,tornando all, creo que dio las tijeras a las guardas para que le dejasenentrar.

    Cuando los frailes se dieron cuenta de que faltaba, se pusieron a buscarle, mandando a un criado. Este, al encontrar a Iigo, le amenaz conun bastn, y con seales de mucho enfado le trab del brazo y leacompa al convento. A Iigo le vino entonces el recuerdo de Jess, quele pareca que vea a Cristo sobre l siempre. Y esto, hasta que alleg almonasterio, dur siempre en grande abundancia.

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    6. EL REGRESO A VENECIA Y BARCELONA

    El 23 de septiembre, hacia las diez de la noche y por caminossecundarios para no ser molestados, los peregrinos se dirigieron a Ramla,

    adonde llegaron hacia las once de la maana siguiente, hambrientos yrendidos por el sueo y el cansancio. No todas las penalidades terminaronall. El gobernador de la ciudad reclamaba de cada uno un ducado y unvestido. Tuvieron que detenerse en aquella ciudad varios das, en unambiente malsano, agravado por la escasez de agua potable. Algunosenfermaron. Finalmente, el gobernador les dio la orden de partir el 1. deoctubre.

    La nave peregrina parti del puerto de Jafa el 3 de dicho mes. El patrn de la nave no haba hecho suficientes provisiones, las cualescomenzaron a escasear, tanto ms cuanto que, por la calma del viento, se prolong la travesa. Haba a bordo algunos enfermos, uno de los cualesmuri. El da 14 desembarcaron en Lrnaca.

    El problema que all se present a los peregrinos fue el de la navedonde embarcarse para proseguir el viaje hasta Venecia. La Negrona habasalido unos diez das antes, sin esperarles. Quedaban otras tres naves. Una,grande, perteneca a la familia de los Contarini, ricos armadoresvenecianos. Su patrn pidi 15 ducados por cada pasajero. Dos espaoles,Diego Manes y su acompaante, accedieron. Diego, adems, recomend al patrn que admitiese de balde a Iigo, diciendo que no poda pagar, peroque lo mereca por ser santo. El patrn respondi con esta burla: Si essanto, que camine sobre las aguas, como Santiago. Otros peregrinos,entre ellos Fssly y los otros suizos, obtuvieron pasaje por menos dineroen otra nave que se llamaba Malipiera . No sabemos si Iigo se embarc ensta o en otra llamada Maran . l dice solamente que pudo entrar en unanave muy pequea. Mientras duraban los tratos, los peregrinos sededicaron a visitar la isla. Entre otras cosas, visitaron la iglesia de losfranciscanos en Nicosia.

    A principios de noviembre, la nave en que viajaba Iigo se hizo a lamar, lo mismo que las otras dos naves, que Iigo llama, a la una, la grande,y o la otra, la de los turcos. Salieron con buen tiempo, pero por la tardese declar una fuerte tempestad, por efecto de la cual, la nave grande sefue a perder junto a las mismas costas de Chipre, y slo los pasajeros sesalvaron. La de los turcos se perdi con toda la gente que llevaba. Encambio, la nave pequea, en que iba Iigo, pas mucho trabajo, pero pudo

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    salvar la tempestad y a fines de diciembre atrac en un puerto de la Apulia.Aquel invierno era fro y nevoso, y el peregrino no llevaba ms ropa queunos zaragelles de tela gruesa hasta la rodilla, y las piernas desnudas, conzapatos, y un jubn de tela negra, abierto con muchas cuchilladas por las

    espaldas, y una ropilla corta de poco pelo.A mediados de enero de 1524 llegaron a Venecia. All le encontraquel espaol que le haba acogido en su casa antes de embarcarse. Este ledio 15 16 julios moneda equivalente a un dcimo de ducado, quereciba el nombre del papa Julio II y un pedazo de pao, del cual Iigohizo varios dobleces para abrigar su estmago. No tena por qu prolongar su permanencia en la ciudad de la laguna, y as emprendi el viaje paraGnova. All se embarcara rumbo a Barcelona.

    El Vneto, la Emilia, la Lombarda y la Liguria eran las regiones quetena que atravesar. La primera parada de que nos habla en sus Memoriasfue Ferrara. De all nos cuenta esta ancdota: estando un da en la catedral para cumplir sus devociones, se le present un pobre. Le dio un marquete,moneda de pocos cntimos. A este pobre sigui otro, y le dio una monedamayor. Acudi un tercero, y, no teniendo otra moneda ms pequea, le dioun julio. La procesin de pobres se engros, hasta que el peregrino tuvoque decirles que ya no le quedaba nada para darles. Una vez ms demostr

    as que el dinero no le importaba nada y que para el futuro se fiaba de laProvidencia.A su paso por la Lombarda tena que atravesar los campamentos de

    tropas imperiales y francesas. Recordemos que estaba en pleno desarrollola guerra por la posesin del Milanesado, que haba de desembocar, al aosiguiente, con el apresamiento del rey Francisco I en la batalla de Pava.Los soldados espaoles le aconsejaron que se desviase para no encontrarsecon las tropas en lucha. Pero l no sigui este consejo. A la puesta del sollleg a un pueblo cercado. Los soldados le tomaron por un espa y lesometieron a un minucioso registro. Viendo que ste no daba ningnresultado, le llevaron al capitn. En esta ocasin se repiti lo que le habaocurrido en Palestina. Vindose llevado por los soldados, tuvo unarepresentacin de cmo Jess fue apresado antes de su pasin. Hace notar,con todo, que aqu no se trat de una visin, como otras veces. Hallndosedelante del capitn, le asalt la duda de si deba darle el tratamiento de suseora. Le pareci tentacin, y decidi no hacerle ninguna reverencia, ni

    siquiera descubrirse la cabeza. Al interrogatorio del oficial no respondims que con palabras entrecortadas por largas pausas. El capitn le despi-

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    di como hombre sin seso. Por fortuna, un espaol que viva por all lerecogi en su casa y le ofreci de cenar y dnde pasar la noche.

    Al da siguiente prosigui su camino, hasta que al atardecer se repitila escena del da anterior, pero en campo francs. Esta vez tuvo ms suerte,

    porque el capitn le pregunt de dnde era, y, al saber que eraguipuzcoano, le trat bien, diciendo que casi era paisano suyo, pues era decerca de Bayona. Mand a sus soldados que le tratasen bien y le diesen decenar.

    As lleg a Gnova. All se encontr con Rodrigo Portuondo, al queRibadeneira llama general de las galeras de Espaa. En realidad tena elencargo de proteger los barcos que llegaban con tropas a aquel puerto. Alverle Portuondo, le reconoci, porque haban coincidido en la corte de

    Castilla, y le dio todas las facilidades para su viaje a Barcelona. La travesafue difcil, porque estuvieron en peligro de caer en manos de AndrsDoria, que entonces estaba de parte del rey francs.

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    VI. Estudiante en Barcelona: 1524-26

    Despus que el dicho pelegrino entendi que era voluntad de Diosque no estuviese en Jerusaln, siempre vino consigo pensando: quidagendum; y al fin se inclinaba ms a estudiar algn tiempo para poder ayudar a las nimas, y se determinaba ir a Barcelona.

    El peregrino se ve en la necesidad de tomar una decisin importante.Qu har una vez que ve frustrado su plan de quedarse en Tierra Santa?Sobre esto tuvo tiempo para reflexionar durante el largo viaje de regreso.Por fin, la decisin fue tomada. Para poder ayudara las nimas, que erasu ideal, vio que necesitaba estudiar. Y se decidi a ello a sus treinta y tresaos de edad. Como todos los estudiantes, comenzara con la gramtica,despus estudiara artes o filosofa. De momento, sus planes se parabanaqu. Pero no resulta infundado descubrir en este propsito de estudiar paraayudar a las nimas una vocacin, por lo menos implcita, al sacerdocio.El Santo no revel cundo empez a sentir la vocacin al sacerdocio.Podemos situarla en este perodo de sus primeros estudios. Dnde loscursara? Recordando la amistad contrada en Manresa con un monjecisterciense del monasterio de San Pablo, pens que aqul sera el hombreindicado para ayudarle. Por eso, cuando Isabel Roser se ofreci paracostear sus gastos y el bachiller Jernimo Ardvol para ensearlegratuitamente, l les manifest su plan de estudiar en Manresa. Fue a laciudad del Cardoner, pero all se enter de que aquel monje haba muerto.De vuelta a Barcelona, acept el ofrecimiento de sus bienhechores. En lacasa de Ins Pascual encontrara una habitacin. Isabel Roser cubrira susgastos. Jernimo Ardvol sera su maestro.

    A los dos primeros los conocemos ya. Jernimo Ardvol era un bachiller, natural del pueblecito de La Fatarella, dicesis de Tortosa.Cuando Iigo lleg a Barcelona, Ardvol era uno de los bachilleres queenseaban latn en las Escuelas mayores de Barcelona. Durante el curso1525-26 ocup la ctedra de dicha materia en aquellas Escuelas, cobrandoel sueldo estipulado de 40 libras.

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    1. LA ENSEANZA HUMANSTICAEN BARCELONA

    Cul era el estado de la enseanza en Barcelona? A pesar de que,

    con un privilegio expedido en 1450, el rey Alfonso V de Aragn habaconcedido la creacin de un estudio general en Barcelona creacinconfirmada el mismo ao por el papa Nicols V la Ciudad Condal nocont con un estudio general hasta el ao 1533. Funcionaban, con todo, lasEscuelas mayores, fruto de la unin de las escuelas de la ciudad con las dela catedral. En 1507 se les juntaron las escuelas de medicina. En 1508, laciudad eman unas ordenaciones de los estudios, vigentes todava a lallegada de San Ignacio.

    En estas ordenaciones se enumeran, entre otras materias, los libros prescritos para la enseanza del latn. A travs de estas disposiciones,descubrimos que Barcelona haba salido ya de los cauces medievales, paraentrar de lleno en los del humanismo. El latn no se estudiaba ya por el

    Doctrinale puerorum , de Alejandro de Villa Dei, con el que se habaformado durante tres siglos toda la escolaresca de la Europa occidental,sino con las modernas Introductiones in linguam latinan , de Antonio de Nebrija, publicadas en Barcelona. Como autores de preleccin se

    prescriban la Eneida , de Virgilio; los Disticha moralia , de Catn, y elContemptus , de Bernardo de Morls.El gran animador de los estudios humansticos en Barcelona fue

    Martn de Ibarra, natural de Logroo, pero originario del Pas Vasco.Adems de regentar varios aos la ctedra de Gramtica en la escuela,entre 1510 y 1542, fund en 1532 una especie de academia particular deestudios humansticos. Socios suyos fueron Cosme Mestre, Arnaldo deSan Juan y el maestro de San Ignacio, Jernimo Ardvol. En los estatutosque aprobaron los cuatro aquel mismo ao, estos cuatro maestros serepartan las materias que cada uno tena que ensear y se pactaban losemolumentos que les tocaran. Completando estos datos sobre JernimoArdvol, baste apuntar que en 1535 contrajo matrimonio con MargaritaMestre, prima hermana de su socio Cosme Mestre. De este matrimonionacieron cuatro hijos, el segundo de los cuales, bautizado con el nombre desu padre, fue beneficiado de la iglesia de Santa Mara del Mar y despus prroco de San Martn de Arenys. El maestro de San Ignacio hizo sutestamento en Barcelona el 12 de marzo de 1551, ao de su muerte.

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    2. EL DISCPULO DE JERNIMO ARDVOL

    Bajo la direccin de su maestro, Iigo se puso a estudiar losrudimentos de latn, siguiendo las Introductiones , de Nebrija. Pronto se le

    present un obstculo. Mientras comenzaba a aprender de memoria lasdeclinaciones y otras reglas gramaticales, le venan grandes ilustraciones ygustos en materias espirituales, de manera que no poda estudiar. Aqu,como otras veces, su arma fue el discernimiento espiritual. Se dio cuentade que aquellos movimientos no podan venir de Dios, dado que le estor- baban en una cosa tan necesaria como era el estudio. La reaccin fueinmediata. Se fue a casa de su maestro, que estaba cerca de la iglesia deSanta Mara del Mar, y le pidi que le escuchase en aquella iglesia.

    Sentados los dos en un banco, Iigo dio cuenta a Ardvol de lo que le pasaba, aadiendo: Yo os prometo de nunca faltar de oros estos dos aosen cuanto en Barcelona hallare pan y agua con que me pueda mantener.Con esta promesa, hecha con harta eficacia, no volvi a sentir ms aque-lla tentacin.

    Cuanto a la salud, se encontr bien en Barcelona, no sintiendoaquellos dolores de estmago que tiempo atrs le haban molestado. Estole movi a volver a sus penitencias pasadas. Se haba resignado al uso de

    los zapatos. Sin dejarlos, empez a hacer un agujero en las suelas, quecada vez se fue haciendo ms grande, hasta el punto de que, al llegar elinvierno, ya no traa sino la pieza de arriba.

    Sus propsitos de dedicarse plenamente al estudio no podan frenar sus ansias de hacer el bien. Sus actos de apostolado fueron, ante todo, el buen ejemplo; luego, las conversaciones espirituales y las obras de caridadhacia los pobres y enfermos. El deseo de aprovecharse de su trato y deayudarle en sus obras de beneficencia le atrajo las simpatas de algunas delas damas ms distinguidas de la nobleza barcelonesa, como Leonor Sapilay su nieta Ana de Gualbes; Estefana de Requesns, hija del conde dePalams, que en 1526 cas con Juan de Ziga, comendador mayor deSantiago y ayo de Felipe II; Isabel de Requesns, casada con Juan deBoixdors; Guiomar Gralla y Despl, hija del maestre racional de CataluaMiguel Juan Gralla y de una sobrina del arcediano Luis Despl; Isabel deJosa, esposa del noble Guillermo de Josa; Isabel Ferrer, casada con JuanRoser, a la que ya conocemos.

    Parece que en Barcelona hizo Iigo sus primeros ensayos de dar los Ejercicios , y es probable que con ellos atrajese a su seguimiento a los que

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    podramos llamar sus tres primeros compaeros. Polanco dice quecomenz desde all a tener deseos de juntar algunas personas a sucompaa para seguir el diseo que l desde entonces tena de ayudar areformar las faltas que en el divino servicio vea y que fuesen como unas

    trompetas de Jesucristo. Los tres compaeros fueron Calixto de Sa, Juande Arteaga y Lope de Cceres.

    3. LOS CONVENTOS DE MONJAS

    Las monjas no pudieron quedar fuera del alcance del celo de Iigo.Tanto ms que respecto a ellas haba otro elemento que estimulaba su celo:

    el deseo de contribuir a la reforma, tan necesaria, de los conventos.Este problema vena presentndose en Barcelona desde todo el siglo

    XV. Del convento de las jernimas lleg a decirse que sus moradoras parecan ms damas que monjas. El punto de mayor conflicto era el de laclausura, que se haba relajado de una manera escandalosa. No slo lasmonjas salan del convento, sino que los seglares, parientes y amigos deellas franqueaban con mucha facilidad sus puertas.

    De los ocho conventos de monjas existentes entonces en Barcelona,nos consta que Iigo tuvo comunicacin con tres: el de las jernimas deSan Matas, el de las benedictinas de Santa Clara y el de las dominicas de Nuestra Seora de los Angeles. Hemos visto ya cmo antes de su peregrinacin haba tratado con las jernimas. Por tratarse de un conventotan querido de San Ignacio como el de Santa Clara, bien merece que nosdetengamos unos momentos en l. Al decir que sus monjas eran be-nedictinas, hemos hecho una afirmacin que encierra todo un drama. Enrealidad, el convento de San Antonio y Santa Clara, situado en el barrio deRibera, cerca de la puerta de San Daniel, haba pertenecido a la Orden deSanta Clara desde su fundacin en el lejano ao de 1237. De l habansalido en 1326 las monjas que fundaron el convento de Pedralbes. A lolargo del siglo XV y a principios del XVI las monjas de Santa Clarasostuvieron una larga lucha en defensa de sus privilegios. Los superioresfranciscanos, tanto observantes como conventuales, fueron incapaces deconseguir la reforma que ellos consideraban legtima y necesaria. Lointentaron tambin, infructuosamente, los Reyes Catlicos, que en 1493ordenaron que se hiciese una visita del convento. Por fin, las monjasoptaron por una decisin radical: abandonar la regla de Santa Clara y

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    abrazar la de San Benito. Un breve de Len X, fechado el 23 de junio de1513, sellaba aquella transformacin, que en 1518 poda considerarsecomo un hecho consumado. Tras las vicisitudes de la historia, entre las quedescuella la semana trgica de 1909, este monasterio, puesto bajo la

    advocacin de San Benito, subsiste todava hoy en las alturas del Montse-rrat, a tres kilmetros de distancia del santuario mariano, junto al caminoque lleva a Monistrol.

    Cuando bingo lleg a Barcelona para estudiar, haban pasadosolamente seis aos desde el paso de aquel convento a la regla de SanBenito. Este hecho ha de ser tenido en cuenta cuando se lean las cartas delSanto con una de las monjas de Santa Clara llamada Teresa Rajadell. Estascartas a la ferviente religiosa, consideradas, justamente, como la mejor

    muestra de la direccin espiritual de San Ignacio en materia dediscernimiento de espritus, no pueden entenderse si no es dentro delcontexto histrico en que fueron escritas. En aquella comunidad existatodava una fuerte tensin. El cambio de regla no haba pacificado losnimos. La tan deseada reforma no llegaba. Un grupo de religiosas, entrelas que se distingua Teresa, eran partidarias decididas de aquella reforma, pero tenan que enfrentarse con la resistencia de algunas de sus hermanasen religin. Lleg un momento en que Teresa y la misma priora, Jernima

    Oluja, propusieron someterse a la obediencia de San Ignacio. El Santo, quetena ya, desde 1547, la desagradable experiencia del caso de la Roser, noadmiti la propuesta, pero se esforz durante toda su vida por favorecer una reforma que consideraba necesaria para el divino servicio: la de ste yla de los dems conventos femeninos de Barcelona.

    Estos hechos rebasan el perodo de la estancia de Iigo en la CiudadCondal para cursar sus estudios. Pero era ste el momento ms adecuado para aludir a ellos. Digamos para completar lo dicho que el Santo, para

    conseguir su intento, puso en juego todos los medios y todas las personasque estuvieron a su alcance: sus sbditos barceloneses, el virrey deCatalua, el obispo de Barcelona, el embajador en Roma, el prncipe donFelipe. Todo deba conducir a que, finalmente, el asunto llegase a manosdel papa, el nico que poda decir una palabra definitiva en el asunto.

    Pero la reforma tan deseada tard en llegar. Todava en 1559, el P.Miguel Gobierno, rector del colegio de Barcelona, informaba al P. DiegoLanez, sucesor de San Ignacio en el gobierno de la Compaa, sobre el

    estado de aquel asunto. La solucin mejor pareca ser que no se admitiesennuevas novicias y se devolviesen a sus casas aquellas que an no hubiesen

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    hecho la profesin. Con ello se calculaba que, en cuatro o cinco aos, lasituacin podra encauzase por el recto camino. Circul en Barcelona elrumor de que haba llegado un breve pontificio por el que se cerraba elconvento de Santa Clara. La sacudida fue enorme. Pero el resultado fue

    positivo, porque como aade el P. Gobierno nunca aquel monasterioestuvo tan pacfico en sujecin de la obediencia como ahora. La primeraen desear la reforma era la seora abadesa.

    4. ERASMISMO

    No nos consta que Iigo entrase en contacto, ya en Barcelona, con el

    grupo erasmista, que exista ya por aquel tiempo en la Ciudad Condal. Enaquellos aos, en los que las cuestiones teolgicas apasionaban los nimosen toda Europa, un grupo de barceloneses que, como altos funcionarios delConsejo Supremo de Aragn, haba ido en 1520 en seguimiento delemperador Carlos V, primero a Castilla y despus a Flandes y Alemania,tuvieron ocasin de conocer las ideas reformadoras de Erasmo. A ellas seaficionaron tambin algunos clrigos de la ciudad. Un dato curioso: IsabelFerrer, que adopt el apellido Roser de su marido, era parienta de los

    funcionarios reales Juan Ferrer y Miguel Mai. Este ltimo fue el erasmistade ms prestigio en Barcelona y, desde diciembre de 1528, embajador imperial en Roma. Ribadeneira afirma que algunos recomendaron a Iigoen Barcelona que leyese el Enchiridion militis christiani , de Erasmo. Es probable que as fuese. Pero parece que en aquella recomendacin tenams peso el mrito literario de aquella obra que las ideas en ellaexpresadas. Ms ocasin iba a tener Iigo de conocer el erasmismo en Al-cal, donde aquel movimiento estaba ms en boga y tena ms seguidores.

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    VII. ESTUDIANTE EN ALCALA: 1526-27

    Al trmino de su segundo curso de latn, su maestro le dijo a Iigoque ya poda estudiar artes o filosofa, y le recomend que se fuese paraello a Alcal. Para estar ms seguro, l se hizo examinar por un doctor enteologa, el cual le dio el mismo consejo. Y el peregrino se dirigi aAlcal.

    1. LOS ESTUDIOS

    Iigo dijo que estudi en Alcal cuasi ao y medio. Como en otrasocasiones, sus clculos cronolgicos tienen slo un valor aproximativo.Esta permanencia en Alcal pudo durar de marzo del 1526 a junio de 1527,fecha tope; pero es posible que todava haya que acortarla en dos o tresmeses.

    Lo referente a los estudios lo liquid en dos renglones: estuditrminos de Soto (es decir, lasSmulas o lgica de Domingo de Soto) yfsica de Alberto (los Physicorum libri VIII , de Alberto Magno) y elMaestro de las Sentencias (losSentemiarum libri IV , de PedroLombardo). Como stas eran las materias que se explicaban en laUniversidad de Alcal, fundada en 1508 por el cardenal Cisneros, hay que pensar que Iigo las estudi en las aulas universitarias. Existe, con todo, ladeposicin de un testigo de los procesos que all se le hicieron, segn la

    cual Iigo y sus compaeros estudiaron en privado, bajo la direccin de un profesor que les daba lecciones. En uno y otro caso, aquellos estudiosfueron hechos de prisa y con poco fundamento, como el Santoreconocer ms tarde.

    Y es que, ms que a estudiar, se dedic a sus actividades apostlicas.Y, estando en Alcal, se ejercitaba en dar Ejercicios espirituales y endeclarar la doctrina cristiana; y con esto se haca fruto, a gloria