El Papa de Hitler

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El Papa de Hitler: La verdadera historia de pio XII

EL PAPA DE HITLERLa Verdadera historia de Po XII

John Cornwell El Papa de Hitler

Traduccin de Juan Mara Madariaga

Planeta

Biografa John Cornwell es Senior Research Fellow en el Jesus College de Cambridge, as como periodista y escritor. Autor de otros libros de xito sobre la historia de los papas, colabora asiduamente en varias publicaciones britnicas de prestigio, como The lndependent y The Obsenler, analizando temas referentes a la Iglesia catlica.

Este libro no podr ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados Titulo original: Hitler's Pope. The secret history of Pius XII O John Cornwell, 1999 O por la traduccin, Juan Ma Madariaga, 2000 O Editorial Planeta, S. A,, 2002 Corsega, 273-279.08008 Barcelona (Espaa)

Diseno de la cubierta: adaptacin de la idea original de Josep Baga Ilustracin de la cubierta: el arzobispo Pacelli, futuro Papa Pio XII. abandona el palacio presidencial en Berln, marzo de 1929 (foto O Keystone/Sygma, Londres) Fotografa del autor: O Jerry Bauer Primera edicin en Coleccin Booket: noviembre de 2001 Segunda edicin en Coleccin Booket: octubre de 2002 Depsito legal: B. 45.006-2002 ISBN: 84-08-04118-5 Impreso en: Liberdplex, S. L. Encuadernadopor: Liberdplex. S. L. Printed in Spain - Impreso en Espaa

ndice

Prefacio Prlogo 1. Los PACELLI

La Iglesia oprimida Infancia y juventud en la nueva Roma Seminarista Formado en el aislamiento Catolicismo y antisemitismo 2. VIDAOCULTA

El Papa Po X La crisis del modernismo 3 . JUEGOSDE PODER PAPAL

Pacelli y las relaciones entre la Iglesia y el Estado francs El Concordato Serbio y la Gran Guerra La diplomacia secreta de Pacelli

Negociando el plan de paz Pacelli y el Kaiser El nuncio pastoral Pacelli y los judos bolcheviques El automvil del nuncio 5. PACELIJ Y WEIMAK El concordato de Pacelii y Hitler La estrategia concordataria de Pacelli

La cuestin de los obispos Maquinaciones Berl-Munich Pacelli, decano del cuerpo diplomtico Un drama domstico La vergenza negra

Desmoralizacin en las fdas catlicas La encclica perdida 11. TINIEBLAS SOBRE EUROPA

Pacelli, a la espera El fallecimiento de Po XI

6. UN BRILLANTE D~PLoM.~TIcO

Un nuevo Papa El concordato bvaro Pacelli, un perfecto anfitrin El concordato pmsiano 7. HITLERY EL CATOLICISMO ALEMAN Pacdi en su terreno El Tringulo Rojo El Tratado Lateranense y sus secuelas La doble vida de Kaas El ascenso de Brning Los choques de Pacelli con el canciller del Reich La cada de Brning

12. GLORIA Po XTI apoya a Hitler Coronacin Quin es Pacelli? PAPADE LA PAZ 13. PACELLI, Planes de paz La informacin del Vaticano Po XII presiona a los polacos Alemania invade Polonia Tinieblas sobre la tierran Pacelli y el complot contra Hitler 14. AMIGODE CROACIA

El ascenso de Hitler El boicot a los judos Von Papen y Kaas en Roma Los obispos alemanes capitulan Las negociaciones finales La desbandada del Partido del Centro Hitler aplaude el concordato Brning huye

Protestando a travs de Roma Paceiii contina apaciguando los nimos Sudamrica Pacelli y Francia Pacelli en Estados Unidos 10. Pf0

ROMPE SU SILEEU'CIO Pace& en la Europa del Este

Defendiendo Roma El atroz rgimen catlico de Croacia Croacia y la conciencia del Vaticano La cristiandad oriental y la amenaza comunista, 1941-1945

El oro croata y ODESSA 15. LA SANTIDAD DE Pf0 XII Pacelli, el Cuerpo Mstico y el Holocausto

El viaje de Paceili hacia el silencio El enviado norteamericano El sermn radiofnico de Nochebuena Indiferencia Pacelli y el antisemitismo 17. LOSJUDIOS DE ROMA El rescate en oro

La deportacin La intransigencia de Pacelli El plan de Hitler de secuestrar a Pacelli El silencio litrgico de Pacelli Testimonios judos

La liberacin Pacelli y los judos hngaros Pacelli contra el comunismo italiano El catolicismo en la Europa oriental 19. LA IGLESIA TRIUNFANTE La mariologa de Pacelli Santa Mara Goretti, smbolo de la castidad 20. PODERABSOLUTO Hipocondra Muerte y entierro de Po XII 2 1. Po XII, REDIVIVO

[Pacelli crea1 que slo se podan obtener xitos mediante la diplomacia papal. El sistema de concordatos condujo, a l y al Vaticano, a alejarse de la democracia y del sistema parlamentario. L..] Se supona que los gobiernos rgidos, la rgida centralizacin y los tratados rgidos abriran una era de orden estable, de paz y tranquilidad.

HEINRICH BRUNING, canciller alemn (1930-1932) Po XII y los judos. L...] Se trata de un asunto demasiado triste y demasiado serio L..] un silencio profunda y totalmente cmplice de las fuerzas que traen consigo opresin, injusticia, agresin, explotacin y guerra.

Fracasa el llamamiento a la colegialidad Juan Pablo 11 Fuentes, el debate sobre el silencio, y la santidad Agradecimientos Notas Bibliografa

Indice onomstica y temtico

El proceso de beatificacin y canonizacin de Po XII, venerado por muchos millones de catlicos, no se interrumpir ni retrasar por los injustificables y calumniosos ataques contra aquel virtuoso gran hombre. Padre PETER GUMPEL, S. J., relator del proceso de canonizacin de Po XII

PREFACIO

Hace algunos arios, en una cena con un grupo de estudiantes de doctorado, entre los cuales haba catlicos, surgi el tema del papado y k~ discusin se calde. Una joven ddo que le resultaba difcil comprender que una persona en su sano juicio pudiera ser catlica, dado que la Iglesia se habia pronunciado a favor de los ms perniciosos dirigentes de derechas del siglo (Franco, Salazar, Mussolini, Hitler..J.Su padre era cataln y sus abuelos paternos haban sufrido la persecucin de Franco durante la guerra civil. Se plante entonces la cuestin de la actitud de Eugenio Pacelli (Po XIJ, el Papa del perodo de guerra), y si haba hecho algo o no por salvar a los judos de los campos de la muerte. Como a muchos otros catlicos de mi generacin, el tema me resultaba familiar. La polmica se inici con la pieza teatral de Rolf Hochhuth El Vicario (1963), que presentaba a Pacelli -deforma inadmisible, pensaba la mayora de los catlicos- como un cnico cruel, ms interesado por salvar los bienes del Vaticano que por la suerte de losjudos. Pero la obra de Hochhuth desencaden una controversia acerca de la culpabilidad del papado y de la Iglesia catlica en la Solucin Final, en la que cada aportacin suscitaba una respuesta desde el extremo opuesto. Los principales participantes, cuyos trabajos repaso al final de este libro, se ocupaban sobre todo del comportamiento de Pacelli en los aos de guerra. Sin embargo, su influencia en el Vaticano comenz en la primera dcada del siglo, y fue creciendo durante un pendo de casi cuarenta aos, hasta su elecciirn como Papa en 1939, en vsperas de la segunda guerra mundial. Me pareci que para hacerse una idea imparcial de Pacelli, as como de sus hechos y omisione.r, era necesario contar con una crnica ms amplia que las escritas hasta el momento. Tal estudio deba abarcar no slo sus primeras actividades diplomticas, sino su vida entera, incluyendo el desarrollo de su evidente espiritualidad desde la niez. Estaba convencido de que si se estudiaba la totalidad de su vida, el pontifcado de Po X I I quedara absuelto. Por eso decid escribir un libro que satisficiera a un amplio abanico de lectores, viejos y jvenes, catlicos y no catlicos, que siguen plantendose preguntas acerca del papel del papado en la historia del siglo XX. El proyecto, pens, no deba ser el de una biograft convencional, ya que el impacto de un papa en los asuntos generales borra las acostumbradas distinciones entre biograft e historia. Un Papa, despus de todo, cree, junto con cientos de millones de fieles, que es el representante de Dios en la tierra. Solicit entonces acceso al material reseruado, convenciendo de mi nimo benvolo a los encargados de los diferentes archivos. Actuando de buena fe, dos jesuitas pusieron a mi alcance materiales no considerados hasta ahora: los testimonios bajo juramento recopilados hace treinta aos para la beatificacin de Pacelli, ascomo otros documenros de la Semetan de Estado vaticana. Al mismo tiempo comenc a retlisar y estudiar criticamente la gran cantidad de trabajos relacionados con las actividades de Pacelli durante los aos veinte y treinta en Alemania, publicados en los pasados veinte aos, pero en general inaccesiblespara casi todo el mundo. A mediados de 1997, cuando me aproximaba al fin de mi investigacin, me encontraba en un estado que slo puedo caltj5car de shock moral: el material que habia ido reuniendo, que supona la investigacin ms amplia de la vida de Pacelli, no conduca a una exoneracin, sino por el contrario a una acusacin an ms grave contra su persona. Analizando su carrera desde comienzos de siglo, mi investigacin llevaba a h conclusin de que habh protagonizado un intento sin precedentes de reafirmar el poder papal, y que ese propsito haba conducido a la Iglesia catlica a la complicidad con las fuerzas ms oscuras de la poca. Encontr pruebas, adems, de que Pacelli haba mostrado desde muy pronto una innegable antipatia hacia losjudios, y de que su diplomana en Alemania en los aos treinta le habfa llevado a traicionar a las asociaciones polticas catlicas que podran haberse opuesto al rgimen de Hitler e impedido la Solucin Final. Eugenio Pacelli no era un monstruo; su caso es mucho ms complejo, ms trgico. El inters de su biografa reside en la fatal combinacin de eleuadas aspiraciones espirituales en conflicto con su exagerada ambia6n de poder y control. El suyo no es un retrato del Mal, sino de una fatal fractura moral, una separacin extrema entre la autoridad y el amor cristiano. Las consecuencias de esa escisin fueron la colusin con la tirana, y en ltimo trmino la complicidad con su violencia. A l culminar el Concilio Vaticano 1en 1870, el arzobispo Henry Manning de Westminster salud con alborozo la doctrina de la primaca e infalibilidadpapal, como un triunfo del dogma sobre la historias. En 1997, el Papa Juan Pablo 11, en su documento Memoria sobre la Solucin Final, hablaba de Cnito como Seor de la Historia. Seguramente ha llegado la hora de reconocer lar lecciones de la reciente historia del papado. Jesus College, Carnbridge, abril de 1999.

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Prlogo

En el Ao Santo de 1950, cuando millones de peregrinos acudieron a Roma para mostrar su adhesin al papado, Eugenio Pacelli, el Papa Po XII, contaba setenta y cuatro aos de edad y era un hombre todava vigoroso, alto (1,80 m), extremadamente delgado, con menos de 60 kilos de peso,' gil y de hbitos regulares; apenas haba cambiado de aspecto desde el da de su coronacin once aos antes. Lo que ms sorprenda a quienes lo vean de cerca por vez primera era su exagerada palidez: La piel, tirante sobre sus marcados rasgos, casi gris-ceniza, enfermiza, pareca un viejo pergamino -escriba un observador- pero transparente, como si dejara pasar una llama fra y blanca.' El efecto que produca sobre hombres de mundo nada sentimentales era a veces asombroso: Su presencia irradiaba una bondad, calma y santidad que no haba percibido antes en ningn otro ser humano -escriba James LeesMilne-. Sonrea todo el tiempo, de una forma tan dulce y amable que resultaba imposible no sentir amor por l. Tanto me afectaba que apenas poda hablar sin que se me escaparan las lgrimas, y era consciente de que mis piernas temblaban.' En aquel Ao Santo se produjeron muchas iniciativas papales: canonizaciones, encclicas (cartas pblicas a todos los fieles del mundo), incluso la declaracin infalible de un dogma (la Asuncin de la Virgen Mara), y Po XII pareca incuestionablemente asentado en su pontificado, como si siempre hubiera sido Papa y lo fuera para siempre. A ojos de los quinientos millones de fieles de todo el mundo, encarnaba al Papa ideal: santidad, dedicacin, autoridad suprema por mandato divino y, en ciertas circunstancias, infalibilidad en sus afirmaciones sobre cuestiones de fe y moral. Hasta hoy da, los italianos ms ancianos se refieren a l como dultitno Papa.

Hombre de espritu monacal, soledad y oracin, conceda sin embargo frecuentes audiencias a polticos, escritores, actores, deportistas, hombres de Estado y reyes. Pocos eran los que no se sentan encantados e impresionados por l. Tena unas hermosas y afiladas manos, que utilizaba con gran efectividad en sus constantes bendiciones. Sus ojos eran oscuros y grandes, casi febriles, tras las gafas montadas en oro. Su voz, aguda, una pizca exigente, con tendencia a pronunciar las palabras con exagerada meticulosidad. Cuando celebraba ceremonias religiosas, su rostro apareca imperturbable y sus gestos y movimientos eran serenos y elegantes. Con sus visitantes se mostraba llamativamente afable, complaciente, haciendo que se sintieran cmodos, y sin la menor impresin de pomposidad o afectacin. Tena un humor fcil y sencillo, proclive a una risa silenciosa, con la boca abierta. Sus dientes, segn un observador, parecan de marfil antiguo. Algunos hablaban de sensibilidad feha, otros de ocasionales tendencias a una vanidad casi femenina. Ante la cmara se detectaba un vago narcisismo. No obstante, lo que ms impresionaba a sus visitantes era su casta y juvenil inocencia, como la de un eterno seminarista o novicio. Se senta a gusto con los nios, y los atraa. Nunca frivolizaba ni hablaba mal de nadie. Sus ojos se helaban, como los de una liebre, cuando le abrumaba una familiaridad excesiva o una frase poco cuidada. Estaba solo, de una forma extraordinaria y sublime. >Vinieron a continuacin una serie de medidas imperiales contra los judos: impuestos especiales, la prohibicin de abrir nuevas sinagogas, y del matrimonio entre judos y cristianos. En los sucesivos reinados imperiales proliferaron las persecuciones contra los judos, como antes contra los cristianos. En el siglo v se sola atacar a las comunidades judas durante la Semana Santa, y se quemaban sus sinagogas. Cabe preguntarse por qu los cristianos no exterminaron a los judios en esos primeros iiglos del Imperio cristiano. Segn las creencias cristianas, los judos deban sobrevivir y continuar su errante dispora como seal de la maldicin que haban atrado sobre su propio ~ u e b l o .De vez en cuando, los papas del primer milenio pedan una suavizacin, pero nunca el fin de las persecuciones o un cambio de actitud. El Papa Inocencio 111, a comienzos del siglo XIII,resuma la opinin papa1 del primer milenio cuando afirmaba: Sus palabras -" Caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos! "- han extendido su culpa a la totalidad de su pueblo, que los sigue como una maldicin a cualquier sitio a donde se dirijan para vivir y trabajar, donde nazcan y donde mueran. El Concilio de Letrn IV, convocado por Inocencio 111en 1215, les irnpuso la obligacin de llevar cosido a la ropa un distintivo amarillo. Los judos, a los que se negaba la iguaidad social con el resto de la poblacin, se les prohiba la propiedad de tierras, se los exclua de la administracin pblica y de la mayora de las distintas fonnas de comercio, poco podan hacer aparte de prestar su dinero, lo que les estaba prohibido a los cristianos por la ley eclesistica. Pero aunque se les concedan licencias para hacer prstamos con intereses estrictamente definidos, eran sealados por los cristianos como chupasangres y usureros que se aprovechaban de sus dificultades financieras y vivan a su costa. La Edad Media fue una poca de incremento en la persecucin de los judios, pese a los ocasionales Uamamientos a la contencin por parte de los papas ms ilustrados. Los cruzados asumieron como parte de su misin la tortura y asesinato de judos en su ir y

Genir a Tierra Santa, y en aquella poca se extendi la costumbre de las conversiones y bautizos forzados, especialmente de nios judos. Uno de los principales objetivos de la nueva Orden de Predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmn, era la conversin de judos. Entre dominicos y franciscanos surgi una disputa acerca del derecho de los prncipes a forzar el bautismo de los nios judos nacidos en su territorio, como derivacin de los derechos seoriales sobre siervos y esclavos: segn los franciscanos, que en esto se atenan a las enseanzas del telogo Duns Scoto, los judos eran esclavos por designio divino, mientras que el dominico Toms de Aquino argumentaba que, segn la ley natural concerniente a los vnculos familiares, los padres judios tenan derecho a elegir para sus hijos la fe que ms les acomodara." Pero la Edad Media se vio marcada tambin por el insidioso desarrollo de lo qiie ms tarde se iamara el libelo sangriento. Desde Inglaterra, donde comenz a forjarse en el siglo XII, se extendi ripidamente la creencia de que los judos torturaban y sacrificaban a nios cristianos, en conexin,con el mito del robo consuetudinario de hostias consagradas, el pan de la comunin que en la misa se converta en cuerpo y sangre* de Cristo, con el fin de realizar ms tarde ritos abominables con ellas. Al mismo tiempo, los rumores acerca de crmenes rituales, sacrificios humanos y profanacin de hostias dieron aliento a la creencia de que el judasmo conllevaba la prctica de magia negra con el objetivo de socavar y destruir finalmente la cristiandad." Las ejecuciones de judos acusados de crmenes rituales solan ir acompaadas por pogromos de comunidades judas, a las que se acusaba de emplear artes mgicas para provocar enfermedades como la peste negra y otras calaniidades, grandes y pequeas. El inicio de la Reforma signific una reduccin de tales persecuciones, sustituyendo las brujas a los judos en la supuesta responsabilidad de infanticidios cometidos con fines mgicos. Pero en la misma poca, el Papa Pablo IV instituy el p e t o y la obligacin de llevar el distintivo amarillo. A lo largo del siglo XVIII, los judos fueron alcanzando cierto grado de libertad en las regiones ms alejadas del centro romano del catolicismo -Holanda, Ingiaterra, y los enclaves protestantes de Norteamrica-, pero los Estados Pontificios siguieron aplicando medidas represivns contra las comunidades judas hasta bien entrado el XIX.En el breve parntesis de liberalismo que sigui a su eleccin, como hemos dicho, Po Nono aboli el gueto, pero lo restableci bien pronto tras su exilio en Gaeta. La consolidacin del Estado-nacin italiano puso fin al gueto de Roma, si bien sobrevivi de hecho como rea de residencia natural para los judos ms pobres de la ciudad hasta la segunda guerra mundial. Entretanto, el antijudasmo se mantena latente, con ocasionales llamaradas durante el papado de Len XIII, cuando Pacelli era estudiante. La forma ms enquistada de antipata hacia los judos enarbolaba como pretexto su obstinacin, el tema recurrente de las prdicas del maestro de Pacelli, el signore Marchi. Exista, de hecho, una curiosa coincidencia entre el lugar de nacimiento de Eugenio Pacelli y ese mito de la dureza de corazn que muestra la importancia de las costumbres en la perdurabilidad de los prejuicios. En la Via Monte Giordano, la caile donde naci Pacelli, los papas haban celebrado durante siglos una ceremonia antijuda en su camino hacia la baslica de San Juan de Letrn. El Pontfice de turno se detena all para recibir una copia del Pentateuco de manos del rabino de Roma, rodeado por su pueblo; el Papa devolva entonces el texto junto con veinte piezas de oro, proclamando que, aunque respetaba la Ley de Moiss, desaprobaba la dureza de corazn de la raza juda. Entre los telogos catlicos exista en efecto la antigua y firmemente mantenida opinin de que bastara que los judos atendieran con su corazn abierto a los argumentos de la fe cristiana para que inmediatamente comprendieran el error de su opcin y se convirtieran. Esa idea de la obstinacin juda constituy un elemento clave en el caso de Edgardo Mortara. Cuando los padres del secuestrado pidieron en persona al Papa la devolucin de su hijo, Po Nono les dijo que volvera inmediatamente con ellos si se convertan al catolicismo, para lo cual les bastara abrir sus corazones a la Revelacin cristiana. Puesto que los Mortara no aceptaban una condicin tan simple, Po Nono se senta justificado, entendiendo que merecan su sufrimiento como consecuencia de tan obstinado empecinamiento en el error. La dureza de corazn juda iba en paralelo, o a veces se solapaba, con su ceguera, ejemplificada por la liturgia del Viernes Santo del Misal romano, cuando el celebrante rogaba por los prfido~ judos y peda que Dios retire el velo que cubre sus corazones, de forma que tambin ellos puedan reconocer a nuestro Seor Jesucri~to.~'Esta oracin, que el celebrante y los fieles rezaban sin arrodillarse, sigui en vigor hasta que fue abolida por el Papa Juan XXIII. Pacelii, educado en una familia de profesionales del Derecho Cannico (su abuelo Marcantonio fue probablemente consultado en el caso Mortara), conoca con seguridad los argumentos con que Po Nono justificaba su actitud en ese caso, vindose sometido adems a la influencia de las observaciones del signore Marchi acerca de la obstinacin juda. La importancia de esa acusacin reside en el refuerzo que aportaba a la opinin ampliamente compartida por catlicos, a los que en principio cabra exculpar de prcticas antijudas o antisemitas, de que los judos eran responsables de sus propias desdichas; esa opinin indujo los dignatarios de la Iglesia catlica en los aos treinta a mirar hacia otro lado cuando en Alemania se desat el antisemitismo nazi. Pero durante el papado de Len XIII irrun~pieronformas nis acusadas de antijudasnio entre los clrigos romanos, que sin duda influyeron sobre los seminaristas de las tacultades pontificias. Entre febrero de 1881 y diciembre de 1882 aparecieron de nuevo acusaciones de crmenes rituales en la principal revista de los jesuitas, Czvilta Cuttolica. Esos artculos, escritos por Giuseppe Oreglia de San Stefano, S. J., aseguraban que los infanticidios con motivo de las celebraciones pascuales eran prctica comn en el Este europeo, y que el uso de la sangre de un nio cristiano era una ley general que compromete la conciencia de todos los hebreos; cada ao, los judos crucifican a un nio, y para que el sacrificio sea efectivo el nio debe morir en el tormento." En 1890, Czuilta Cuttolica volvi a dedicar su atencin a la comunidad juda con una serie de artculos, que se reeditaron como folleto con el ttulo Dellu quertzone ebrazca zn Europd (Roma, 18911, con el fin de desenmascarar la participacin determinante de los judos en Ia formacin de los modernos Estados-nacin. El autor aseguraba que los judos haban instigado completamente el cristianismo de Alemania: O eres cristiano o eres alemn -dijo-, no puedes ser ambas cosas a un tiempo.' Mientras, manipulaba cuidadosamente el poder de las Iglesias en su propio beneficio.

Durante el ao 1927, Hitler mantuvo una significativa correspondencia privada con un simpatizante catlico del nazismo llamad o Magnus Gott, un joven y problemtico clrigo desterrado por sus superiores a un lugar apartado en el campo llamado Lehenbuhl. Gott haba escrito varias cartas a Hitler, polmicas pero halagadoras, para las que obtuvo dos respuesta^.^ En la primera, Hitler caracterizaba a la Iglesia catlica como un aparato tcnico inmenso que empequeece al Partido Nacionalsocialista. No es tarea del partido, prosegua, apelar a los cristianos leales, sino ganar para la nacin a todos sus elementos y su cultura moral y espiritual, que se han perdido. En una segunda carta, enviada desde Munich en marzo, Hitler declaraba: Siempre y en todas circunstancias resulta una desgracia cuando la religin, en una forma u otra, se entremezcla con los partidos polticos. La politizacin de la religin, prosegua, es perniciosa; y acusaba al Partido del Centro de fomentar un agrio conflicto contra la idea nacional desde finales de la Gran Guerra. Conclua con la generalizacin de que la cristiandad poltica no haba ganado nuevos miembros para la Iglesia, pero le haba hecho perder a millones. Esa opinin coincida extraamente con la expresada por Po X con respecto a Francia, y con las de Po XI referidas a Italia y al catlico Partido Popular (Partito Popolare). Con el tiempo, la misma opinin sena compartida por Po XII en el caso de Alemania y el Partido del Centro. Durante el perodo de posguerra se haba producido en la poltica alemana un crecimiento sin precedentes de la vida y la actividad catlica alemana, tanto religiosa y cultural como poltica, estimulado por la fuerza del Partido del Centro. Proliferaban las asociaciones y sindicatos catlicos, las vocaciones y publicaciones religiosas, y se constataba un patente incremento del fervor pblico. El nmero de clrigos diocesanos creci de 19 000 a 21 000 en el transcurso de los aos veinte. Las fundaciones monsticas para hombres casi se duplicaron, de 336 a 640, creciendo el nmero de miembros de rdenes religiosas de 7 000 a 14 000, mientras que el de monjas se elevaba de 60 000 a 77 000. La poblacin catlica de Alemania era de unos 23 millones en 1930, aproximadamente un 35 % del total, habiendo crecido en casi dos millones y medio desde la guerra, a pesar de la considerable prdida de territorios poblados en gran medida por catlicos.' Corroborando la visin de Scheler y Erzberger, los escritores, poetas, artistas y periodistas catlicos contribuyeron grandemente a moldear la actividad cultural de la -poca de Weimar. Bajo la influencia de pensadores como Romano Guardini v Pieter L i ~ ~ e r t , el pensamiento catlico adquiri una gran reputacin de energa y originalidad. En Frankfurt. Breslau (Wroclaw) v Berln se crearon ctedras sobre las ideas catlicas. Florecan los clubs acadmicos y profesionales catlicos y haba frecuentes conferencias y seminarios sobre temas catlicos en toda Alemania. Aunque el catolicismo era un credo minoritario si se comparaba con el protestante, estaba mejor organizado. Mientras que los grupos juveniles protestantes reunan a unos 700 000 individuos, la Juventud Catlica alcanzaba el milln y medio. Incluso tras el rpido xito de las organizaciones nazis, hasta 1933 el catolicismo era todava la institucin social ms amplia del pas. Las publicaciones catlicas dieron un gran impulso a las asociaciones del mismo signo. A finales de los aos veinte haba unos cuatrocientos diarios catlicos, lo que representaba aproximadamente el 15 % del total. Haba adems 420 publicaciones peridicas catlicas, treinta de las cuales contaban con una tirada superior a los 100 000 ejemplares, dos agencias de noticias nacionales y una revista de cine, Fzlm-Rundschazr,que influa notablemente sobre la floreciente industria cinematogrfica alemana. En prcticamente todos los rincones del pas se celebraban con frecuencia concentraciones de trabajadores catlicos, boy scouts y otros grupos juveniles, as como ceremonias religiosas al aire libre. En 1927, ochenta mil feligreses acudieron a una misa al aire libre en D ~ n m u n dLas . ~ procesiones catlicas, permitidas de nuevo por la Constitucin de Weimar, se hicieron ms populares que nunca. En la fiesta del Corpus Christi, la Eucarista era transportada en una custodia ricamente engalanada a lo largo de Unter den Linden en Berln, y en la procesin participaban muchos polticos, invariablemente liderados por un canciller catlico. Cuando el partido de Hitler consigui, propulsado por la altsima tasa de desempleo (3,2 millones de parados en 19301, su espectacular salto adelante en las elecciones al Reichstag del 14 de septiembre de 1930, la Iglesia catlica era todava en Alemania una fuerza formidable. En qu medida haba conseguido Hitler durante los aos veinte atenuar los temores de los catlicos hacia el nacionalsocialismo? {En qu medida era el xito inicial de Hitler un resultado, incluso, de un deslizamiento de los catlicos hacia el nacionalsocialismo? El triunfo de Hitler en las urnas en septiembre de 1930 llev a su partido de un 2,6 % a un 18,3 %, y aument el nmero de sus escaos en el Reichstag de 12 a 107. Los nazis se convirtieron as en el segundo partido de Alemania, por detrs de los socialdemcratas. El desplazamiento pareca deberse en gran medida al atractivo de un partido ideolgicamente de derechas para los protestantes que buscaban soluciones radicales para la calamitosa situacin econmica. Pero tambin hay pruebas, en la regin de la Selva Negra, por ejemplo, de asociaciones obreras catlicas que derivaron hacia el nacionalsocialismo como consecuencia del anticlericalismo local y la desilusin con respecto a la Kepblica de Weimar.' Aun cuando los liberales haban quedado diezmados y los socialdemcratas haban descendido un 5 YO,el Partido del Centro, conservando su voto tradicional en las reas catlicas, mantena su porcentaje en el 14,8, aumentando incluso el nmero de escaos de 62 a 66. En esa poca, la crtica de los catlicos hacia el nacionalsocialismo segua siendo vehemente, y se mantena tanto desde la prensa como desde los plpitos. El periodista catlico Walter Dirks describa en el nmero de agosto de la revista Dze Arbeit la reaccin catlica frente al nazismo como una guerra abierta. La ideologa nacionalsocialista, aseguraba, est en contradiccin abierta con la Iglesia [catlica]. Entre los informes de los activistas nazis recogidos por Theodor Abel en 1934 hay testimonios expresivos de la combativa resistencia catlica frente al nacionalsocialismo en los primeros aos treinta. La Iglesia [catlica] nos haca la vida difcil. Se negaba el consuelo de la religin y la inhumacin en tierra sagrada a los nacionalsocialistas asesinados, deca un testigo.' Otro. escribiendo acerca de la persecucin del centro contra los nazis, se quejaba de que en cierta localidad se nos apart de los sacramentos porque nos negbamos a dejar el partido. Una carta dirigida al obispo sirvi de bien poco. (Cmo pudo ser, entonces, que el antagonismo entre catlicos y nazis no se materializara en una confrontacin abierta, como tema Hitler? Un punto de partida instructivo puede ser la correspondencia, tras las elecciones al Reichstag de 1930, entre el Gauleitung (mando del rea) nacionalsocialista en Hesse y la oficina del obispo en Mainz. El oficial de prensa del Gauleitung quera saber si el obispo comparta la opinin de cierto cura del pueblo de Kirschhausen, quien haba ofrecido a sus feligreses las siguientes orientaciones: 1. Ningn catlico poda pertenecer como miembro al partido de Hitler. 2. Ningn miembro del partido de Hitler poda participar [en reuniones parroquiales], ya fuera en funerales o en otros acontecimientos. 3. Mientras un catlico sea miembro del partido de Hitler, no podr ser admitido a los sacramento^.^ La consulta del Gauleitung obtuvo pronta confirmacin del vicario general de Mainz: el cura de Kirschhausen haba hablado de acuerdo con el pensamiento diocesano. El prelado llamaba la atencin, adems, hacia la poltica de odio racial del partido de Hitler, que segn el vicario general era anticristiana y anticatlica. Luego sealaba que aunque Hitler hubiera mostrado cierta admiracin por las instituciones catlicas en Meitz Kampf, eso no poda disfrazar el hecho de que la poltica religiosa y educativa del nacionalsocialismo es incompatible con el cristianismo catlico*. El conflicto de Mainz, muy discutido en su momento, intranquiliz a los obispos catlicos alemanes Haba o no hablado Mainz de forma imprudente? (Deberan los obispos hacer pblica una declaracin conjunta? Algunos murmuraban en privado que a la poltica de Mainz le faitaba prudencia tctica; despus de todo, no haba enarbolado el nacionalsocialismo la cristiandad positiva contra el marxismo ateo? En cualquier caso, los obispos catlicos no llegaron a ponerse de acuerdo sobre un documento conjunto en la conferencia que mantuvieron en Fulda a finales del otoo. En su lugar, el cardenal Bertram de Breslau (Wroclaw), presidente de la conferencia, hizo pblica una circular con motivo del Ao Nuevo en la que adverta a la Iglesia catlica alemana contra el extremismo poltlco y la insania y perversidad del racismo. En febrero de 1931, sin embargo, los obispos bvaros elaboraron unas directrices ms especficas para el clero de su regin. Evitando la franqueza de la posicin de Mainz, adoptaron un enfoque ms pluralista y pegado al terreno, argumentando que los sacerdotes deban juzgar cada situacin concretamente, por sus propios mritos: Como guardianes de la verdadera enseanza de la fe y la moral, los obispos deben advenir contra el nacionalsocialismo, en la medida en que proclama opiniones culturales y polticas incompatibles con las enseanzas de la fe catlica.'W mes siguiente, los arzobispos catlicos de otras tres regiones (Colonia, Paderborn y Alto Rin) afirmaban en los trminos ms claros que el nacionalsocialismo y el catolicismo eran incompatibles, y repetan el dictamen clave de la carta de los obispos bvaros. As pues, en los crticos aos anteriores a 1933, cuando Hitler se aproximaba a su momento cumbre y el movimiento nazi proliferaba y se extenda, esas iniciativas episcopales apuntaban a una respuesta unida y rotunda de la Iglesia catlica. Las excepciones no eran muchas: el abate benedictino Alban Schachleitner, que apoyaba a los nazis por lo que consideraba razones tcticas contra los luteranos; el desequilibrado padre Wilhelm Mana Senn, que crea que Hitler haba sido enviado al mundo por la divina Providencia; el corresponsal catlico de Hitler, padre Gott ... Poda subsistir alguna ltima duda en la mente del catlico medio acerca de la ideologa nacionalsocialista y sus probables consecuencias? En su estudio acerca de la actitud catlica ante los nazis, Klaus Scholder, el historiador de la Iglesia alemana de aquel perodo, cita dos folletos clave y una enrgica campaa de prensa. En la primavera de 1931, un diputado catlico en el Reichstag, Karl Trossmann, public un libro, que fue un xito editorial, titulado Hitler y Roma; en l describa a los nacionalsocialistas como un panido brutal que suprimir los derechos del pueblo*. Hitler, declaraba, estaba conduciendo a Alemania a una nueva guerra, una guerra que slo poda terminar con un desastre an mayor que la pasada. Poco despus, el autor catlico Alfons Wild public un ensayo, ampliamente difundido, titulado Hitler y el catolicismo, en el que proclamaba que la concepcin que Hitler tiene del mundo no es cristiana, sino racista; su mensaje no es la paz y la justicia sino la violencia y el odio. Por aquella misma poca, dos periodistas catlicos, Fritz Gerlich e Ingbert Naab, desvelaban la amenaza del nacionalsocialismo en las pginas del peridico muniqus Der Gerade Weg, El camino recto, caracterizndolo como una plaga*. En el nmero fechado el 21 de julio de 1932 declaraban que el nacionalsocialismo significa enemistad con los pases vecinos, despotismo en los asuntos internos, guerra civil y guerra internacional. El nacionalsociahsmo significa mentiras, odio, fratricidio y miseria sin lmites. Adolf Hitler predica la ley del engao. ;Vosotros, los que habis cado vctimas de la seduccin de quien slo persigue su propio poder, despenad!." Este frente unido y vehemente de la Iglesia catlica alemana, sin embargo, no era acorde con las opiniones que regan en el Vaticano, opiniones moldeadas y promovidas cada vez ms por Eugenio Pacelli.

PACELLI EN SU TERRENO Instalado en el Vaticano como cardenal secretario de Estado, Paceli era responsable de la poltica exterior y las relaciones con los Estados de todo el planeta, mientras que Po XI se vea castigado por la enfermedad y confiaba cada vez ms las tareas de gobierno a su cardenal favorito. Paceiii se encontraba de nuevo en territorio propio en ms de un sentido, ya que haba servido en el Secretariado durante diecisis aos, desde la meritora de un humilde clrigo hasta ocupar el puesto de subsecretario. Pero mientras se sumerga en la tarea de supervisar las vastas y complejas relaciones de la Iglesia en todos los continentes, se vea envuelto en otro drama domstico relacionado con su ama de llaves, sor Pasqualina." Cuando se despidi de la gente de Berln en diciembre de 1929, tambin lo hizo de sor Pasqualina y sus dos asistentas, monjas como ella, que integraban su servicio domstico. No planeaba llevarlas con l a Roma. Segn la hermana de Pacelli, Elisabetca, se haba formado una pobre opinin de la monja, que Elisabetta describa como mandona y extremadamente astuta (). Al llegar a Roma se aloj transitoriamente en Via Boezio con su hermano Francesco, antes de establecerse en las habitaciones a disposicin del cardenal secretario de Estado, sobre los balcones del palacio Apostlico. Justo antes del traslado, pidi a Elisabetta que se hiciera cargo de su nuevo hogar en el Vaticano. sta le record que era esposa y madre y que tena por tanto ciertas obligaciones, pero Pace& no pareca renunciar a su propsito y le asegur que esas tareas no afectaran a sus deberes familiares. Un da o dos despus de esa conversacin. segn cont Elisabetta al triburral de beatificacin, sor Pasqualina apareci en Roma, sin advertir a nadie y sin permiso de su congregacin ni de Pacelli. Primero alquil una habitacin en un convento en Via Nicolo V y luego, alegando su pobreza y falta de dominio del italiano, suplic a Elisabetta que la tomara a su servicio, hacindose pronto con el control de las tareas hogareas y asumiendo en todo su habitual papel de mando. Elisabetta cont que mantuvo a la monja fuera de la vista de su hermano, pero aadi que no poda entender por qu l no la despeda. Finalmente, se las ingeni para despedir a Pasqualina de la casa y, segn ella crea, de Roma, con una medida drstica: Estaba tan harta de ella que finalmente le dije que bamos a cerrar el piso para hacer una visita a Lourdes. Elisabetta cumpli su amenaza, pero tan pronto como abandon la ciudad, sor Pasqualina se present en las habitaciones de Pacelli en el Vaticano con el pretexto de amueblarlas y decorarlas de nuevo. Una vez que se hubo asentado en sus nuevos cuarteles, llam a las dos antiguas asistentas monjas que la ayudaban en Alemania. Pacelli estaba de nuevo en manos de Pasqualina y el monjero, y as se mantendra hasta el da de su muerte, casi treinta aos ms tarde.

Desde el momento en que se hizo cargo de la Secretara de Estado, Pacelli se vio de nuevo absorbido por los problemas alemanes, siend o una de sus principales preocupaciones el ascenso del partido nazi de Hitler. Pero por mucho que le disgustara el explcito racismo de los nacionalsocialistas, tema mucho ms al comunismo y a lo que en el Vaticano comenz a denominarse el Tringulo Rojo: la Rusia sovitica, Mxico y Espaa. El veredicto de la Santa Sede sobre Hitler era, como poco, ambiguo: al fin y al cabo, los nazis no haban jurado destruir la cristiandad, y de hecho haban realizado ciertos gestos conciliadores hacia la Iglesia catlica. Desde el punto de vista de la Secretara de Estado vaticana, la amenaza del comunismo era por el contrario mucho ms real y grave. Lenin y, tras l, Stalin no haban escondido nunca sus intenciones. Haban declarado la guerra a la propia religin, y la Iglesia ortodoxa rusa haba sufrido serias y contundentes persecuciones por parte de los comunistas desde 1917. Se encarcelaba y ejecutaba a obispos y sacerdotes; se saqueaban las iglesias, destruyndol.xi o convirtindolas en museos ateos; las escuelas y los medios de comunicacin se utilizaban como instrumentos para vilipendiar la religin. Se convirti en un crimen el hecho de hablar de Dios a nios menores de diecisis aos. Aunque los catlicos romanos no alcanzaban en Rusia la cifra de milln y medio, y no significaban por tanto una amenaza para el rgimen, la Iglesia catlica tambin fue vctima de la persecucin bolchevique. En 1923. el administrador de la archidicesis clave de Muhilev y su vicario general fueron detenidos junto a otros trece clrigos, acusados de fomentar la contrarrevolucin. Al vicario general le cortaron una oreja y lo torturaron hasta hacerle perder el conocimiento. Fue ejecutado el Viernes Santo de ese mismo ao. Poco despus, el exarca de la Iglesia catlica bizantina en Rusia fue condenado a prisin perpetua. N mismo tiempo, cientos de obispos, clrigos y laicos fueron detenidos y trasladados a un campo en Solowki, junto al mar Negro. En 1930 slo quedaban trescientos sacerdotes catlicos en toda la Rusia sovitica (cuando en 1921 eran 9631, de los que un centenar estaban en prisin." El 19 de marzo de 1930, un mes despus de que Pacelli se hiciera cargo formalmente de su nuevo puesto, Po XI celebr una ceremonia de expiacin en un San Pedro lleno a rebosar, durante la que se invoc a los santos de la sagrada Rusia y se cant un De profundis por las almas de los recientes mrtires. Los catlicos mexicanos tambin haban sufrido persecucin, desde finales del siglo xix, en sucesivas oleadas de revoluciones indgenas de tipo comunista, aunque poco o nada deban. incluso despus de 1917, al marxismo o a la Komintern. En 1924, sin embargo, coincidiendo con la presidencia de Plutarco Elas Calles y el inicio de otra persecucin despiadada, Mxico se convirti en el segundo pas de Occidente que reconoca a la Unin Sovitica. Segn las fuentes catlicas, unos 3 500 sacerdotes, religiosos y laicos tueron asesinados durante los cuatro aos de presidencia de Calles y los siete siguientes, en los que perdur su influencia. La propia presencia de un sacerdote en Mxico era en la poca de Calles un delito gravsimo, y la Iglesia se vio forzada a pasar a la clandestinidad, viajando disfrazados por todo el pas sus sacerdotes, como describira ms tarde Graham Greene en El poder y la gloria, para decir misa en graneros y establos.

Po XI haba denunciado en 1926 el rgimen de Calles en su encclica Inzques afflictusque,proclamando que en Mxico se proscribe y pisotea la propia idea de Dios y cualquier cosa que se parezca a su culto pblico. En una iniciativa destinada a fomentar la resistencia de los catlicos alent a la jerarqua mexicana a pronunciar un interdicto, esto es, una suspensin completa de las ceremonias religiosas y los sacramentos en todo el pas. La persecucin sigui sin relajarse, pero igual sucedi con la resistencia a todos los niveles, incluyendo la actividad terrorista de los llamados wristeros. En opinin del historiador de la Iglesia H. Daniel-Rops, esa resistencia logr la derrota final de los elementos antirreligiosos en la lite gobernante de Mxico."

TRATADO LAERANEMEY SUS SECUELAS Po XI y Pacelli estaban convencidos de que no era posible llegar a un acuerdo con los comunistas de ningn pais del mundo. En el caso de los movimientos totalitarios y regmenes de derecha, por el contrario, algo poda hacerse. En Italia, la Santa Sede haba firmado un pacto con Mussolini en febrero de 1929, que prefiguraba el que firmara Pacelli en 1933 con Hitler. Negociado y redactado por el hermano de Pacelli, Francesco, y su predecesor en la Secretara de Estado, Pietro Gasparri, el acuerdo pona fin siquiera transitoriamente al antagonismo existente entre el Estado italiano y la Santa Sede desde 1870. De acuerdo con los trminos del Tratado Lateranense, el catolicismo romano se converta en la nica religin reconocida como tal en todo el pas. El acuerdo reconoca igualmente el derecho de la Santa Sede a imponer en Italia el nuevo Cdigo de Derecho Cannico, cuya expresin ms significativa, en opinin de Po XI, era el artculo 34, en el que el Estado reconoca la validez de los matrimonios celebrados en la iglesia. Se reconoca al papado soberana sobre el minsculo territorio (44 hectreas) de la Ciudad del Vaticano y derechos territoriales sobre varios edificios e iglesias de Roma, as como el palacio de verano de Castel Gandolfo a orillas del lago Albano. En compensacin por sus prdidas en tierras y propiedades, se conceda al Vaticano el equivalente a ochenta y Cinco millones de dlares actuales. El poderoso Partito Popolare, semejante en muchos aspectos al Partido del Centro alemn, se haba disuelto, y su lder, don Luigi Sturzo, se haba exiliado. El propio Vaticano haba aconsejado a los catlicos el abandono de la actividad poltica como tales catlicos, dejando tras de s un vaco poltico en el que medraban los fascistas. En las elecciones de marzo que siguieron a la firma del Tratado de Letrn, el Vaticano anim a los sacerdotes de toda Italia a apoyar a los fascistas, y el Papa habl de Mussolini como de un hombre enviado a nosotros por la Providencia*. En el lugar del catolicismo poltico, el artculo 43 conceda a la Santa Sede la facultad de promover el movimiento conocido como Accin Catlica, una forma anmica de organizacin laica dominada por los clrigos, descrita sobriamente por Po XI como la participacin organizada de los laicos en el apostolado jerrquico de la Iglesia, trascendiendo los partidos polticos." El artculo 43 estipulaba no obstante que la Accin Catlica slo quedaba reconocida en la medida en que desarrollara su actividad fuera de cualquier partido poltico y en directa dependencia de la jerarqua de la Iglesia para la difusin y puesta en prctica de los principios catlicos. En un segundo prrafo, el artculo declaraba que a todos los clrigos y miembros de las rdenes religiosas italianos se les prohiba inscribirse y participar en las actividades de cualquier partido poltico. En la Alemania de finales de los aos veinte, con mucha antelacin por tanto al Concordato con el Reich, Pacelli tambin haba promovido la Accin Catlica, anunciando su establecimiento en una celebracin eucarstica en Magdeburgo en 1928. Como hemos visto, la aversin de Pacelli por el catolicismo poltico - q u e databa de la poca de Po X y las turbulentas relaciones Iglesia-Estado en Francia- era profunda, si bien muda hasta el momento. Su inters por el Partido del Centro y cualesquiera catlicos que participaran en el gobierno de Alemania, como se fue viendo cada vez ms claramente, se centraba en cmo poda explotarlos como contrapartida para conseguir un concordato con el Reich favorable a los intereses de la Santa Sede. El Tratado Lateranense, redactado y negociado por su hermano mayor, Francesco, con todas sus medidas para paralizar el catolicismo poltico y social, contena ya todo lo que Pacelli anhelaba de un concordato con el Reich. Irnica y ominosamente, una figura clave en la poltica alemana que se haba sentido igualmente cmoda y complacida con la firma del Tratado Lateranense, y que mantena esperanzas de alcanzar un acuerdo similar para su futuro rgimen, era Adolf Hitler. Pocos das despus de la firma de ese tratado escribi un artculo para el Vdkischer Beobachter, publicado el 22 de febrero de 1929, saludando calurosamente* el acuerdo. El hecho de que la curia pueda firmar la paz con el fascismo -decamuestra que el Vaticano confa en las nuevas realidades polticas mucho ms que en la antigua democracia liberal, con la que no pudo llegar a un acuerdo. Volviendo a la situacin alemana, reprochaba al Partido del Centro su recalcitrante apego a la poltica democrtica. Al predicar que la democracia todava conviene a los catlicos alemanes, el Partido del Centro [...] se est situando en flagrante contradiccin con el espritu del tratado que hoy ha firmado la Santa Sede. La conclusin de su desvaro contena una grave distorsin, as como una notable intuicin de las futuras oportunidades: El hecho de que la Iglesia catlica haya llegado a un acuerdo con la Italia fascista -deca[...] prueba ms all de toda duda que el mundo fascista est ms prximo al cristianismo que el liberalismo judo o el marxismo ateo, al que el supuestamente catlico Partido del Centro est tan ligado, en detrimento de la cristiandad y de nuestro pueblo alemn.)) Pese a las confiadas afirmaciones de Hitler, el Vaticano no era en absoluto proclive al partido nazi; la Santa Sede no comparta el racismo implcito ni explcito del nacionalsocialismo y adverta acerca de su potencialidad para establecer un credo idlatra basad o en fantasas paganas y en una historia popular espuria. El hecho era, no obstante, que desde los das de Po Nono, el Vaticano alentaba la desconfianza hacia la socialdemocracia como precursora del socialismo y por tanto del comunismo. As pues, la valoracin que el Vaticano haca pragmticamente de cada partido poltico estaba matizada por su actitud con respecto a la amenaza comunista. En este sentido, aunque parezca absurdo, incluso la asociacin nominal de los nazis con el socialismo era suficiente para despertar dudas acerca del partido entre algunos cndidos monseores del Vaticano. El editorialista de L'Osservatorc Romano declaraba el 11 de octubre de 1930 que la pertenencia al partido nazi era incompatible con la conciencia catlica*, aadiendo: como lo es la pertenencia a cualquier tipo de partido socialista*.

En definitiva, Po XJ y Pacelli juzgaban los movimientos polticos sobre la base de sus credenciales antiizquierdistas, lo que condujo a la Santa Sede a prohibir al Partito Popolare aproximarse a los socialistas en 1924, neutralizando as sus intentos de frenar a Mussolini. Despus de 1930, cuando el Partido del Centro alemn necesitaba ms que nunca de cierta estabilidad colaborando con los socialdemcratas, Pacelli presion sobre sus dirigentes para que se alejaran de los socialistas y cortejaran a los nacionalsocialistas. En la medida en que stos haban declarado la guerra abierta al socialismo y al comunismo, sin hacer distingos entre eilos, Po XI y Paceiii se inclinaban a considerar las ventajas de una alianza transitoria y tctica con Hitler, circunstancia que ste explot a su antojo cuando le lleg el momento. En qu medida esa potencial alianza con el diablo del nazismo era consecuencia de los temores por el futuro de la Iglesia en Alemania, y en qu medida se trataba de una tctica para llevar adelante los propsitos del poder papal, pronto quedar elucidado. LA DOBLE VIDA DE KAAS La continua y estrecha implicacin de Pacelli en los asuntos alemanes tras su regreso a Roma se vio facilitada por la doble vida olt tica de Ludwig Kaas, su discpulo y confidente ms cercano y lder del Partido del Centro desde 1928. No bien se haba establecido Pacelli en el Vaticano, Kaas comenz a descuidar sus responsabilidades polticas en Alemania y a viajar continuamente a Roma al servicio del cardenal secretario de Estado.. pasando semanas enteras en los apartamentos de Pacelli. Si el destino poltico de Alemania dependa en alguna medida de las opiniones y acciones del Partido del Centro, la posicin de Kaas como lder del partido e ntimo de Pacelli era significativa. Qu llev al lder del Partido del Centro a Roma para mantener conferencias privadas con Pacelli durante semanas? En cuanto Pacelli ocup su nuevo puesto a comienzos de febrero de 1930 reanud su trabajo con Kaas sobre el concordato con el Reich, al tiempo que prosegua las negociaciones sobre el concordato de Baden.Ib Tambin inform a su sucesor en la nunciatura en Berln, el arzobispo Cesare Orsenigo, de que esas cuestiones de alta diplomacia seguira llevndolas i personalmente, junto a Kaas.

Como era su costumbre en cualquier negociacin, Pacelli haba encontrado un instrumento til para emplearlo como palanca diplomtica. En 1930 fue la cuestin de los capellanes castrenses, algo esencial en aquella poca. (Deban depender los capellanes catlicos de un obispo castrense especialmente nombrado o de la jurisdiccin del obispo del lugar donde residan? El ejrcito haba optado por la primera opcin, con el fin de eliminar un eventual conflicto de intereses y de ejercer mayor control. Los obispos diocesanos catlicos alemanes tendan por el contrario a la segunda; y Pacelli consider que se trataba de una importante baza en las negociaciones del concordato." As pues, el 9 de marzo, el representante diplomtico bvaro ante la Santa Sede, barn Von Ritter, inform a Munich que Kaas estaba en el Vaticano y que Pacelli haba pedido una entrevista sobre la cuestin del obispo castrense, que quiz podra extenderse a una discusin sobre una relacin concordataria con el Reich con el fin de asegurar el cumplimiento de los modestos deseos de la Santa Sede a cambio de ciertas ventajas que aqul pretende.'' Cuando el representante del Reich ante la Santa Sede, Diego von Bergen, se dio plena cuenta del quid pro quo que propona Pacelli, su respuesta fue brusca: Cardenal secretario de Estado menciona posibilidad de resolver cuestin capellanes castrenses en marco concordato con el Reich. Tal transaccin est fuera de lugar.'9 En Berln, entretanto, el gobierno del Reich tena otras cosas en que pensar, ms ail del acuerdo con Pacelli y quid pro quos que slo podan acrecentar sus dificultades. Mientras Kaas y Pacelli cavilaban en Roma sobre la ampliacin de los concordatos, en Alemania la democracia parlamentaria se encontraba bajo una grave amenaza debido a la crisis econmica que empeoraba desde el crack de Wall Street de 1929, lo que iba a conducir finalmente a las elecciones del 14 de septiembre de 1930, en las que el partido de Hitler alcanzara un gran xito. Haba adems un crculo de poderosas figuras militares que promova el desmantelamiento de la democracia alemana, en particular el general Kurt von Schleicher, un veterano de guerra que pretenda ejercer su influencia sobre el presidente Von Hindenburg. Protegido de otro conspirador, el general Wilhelm Groener, Schleicher (cuyo nombre significa en alciiin furtivo o merod e a d o ~ )ayud a organizar el Freikorp tras la primera guerra mundial y se convirti en una estrella ascendente en la nueva Reichswehr, el renacido ejrcito alemn. En 1928 tena el control de los servicios de inteligencia y era el jefe de enlace entre la Reichswehr y el gobierno. En 1930 se le consideraba el hombre ms poderoso de Alemania, con una red de espas, autoridad para intervenir telfonos y gran influencia sobre la prensa.

EL ASCENSO DE BRUNING El 27 de marzo de 1930, la gran coalicin encabezada por Heiner M d e r se rompi como consecuencia de las desavenencias surgidas en el gabinete y en el Reichstag acerca de los pagos de subsidios a los desempleados. El Partido del Centro se convirti de nuevo en el eje del poder cuando uno de sus diputados ms populares, Heinrich Brning, catlico devoto que haba ascendido desde el ala sindical del pamdo, fue nombrado canciller por Von Hindenburg. Soltero, de cuarenta y cinco aos y suave diccin, Brning se haba sentido muy afectado por su experiencia en las trincheras d e la Gran Guerra, en la que haba conseguido varias condecoraciones. Estaba decidido a reforzar la unidad del pas, aliviar la pesada carga de los pagos de reparacin a los aliados y convertir a Alemania en un pas de nuevo dominante en Europa. Desgraciadamente, su coraje personal se vea estorbado por una aguda miopa en el arte de lo posible. Conocido como el canciller del hambre, propuso una serie de medidas de austeridad destinadas a reequilibrar el presupuesto nacional. Cuando el Reichstag rehus votar favorablemente su propuesta en julio de 1930, introdujo esas medidas invocando el artculo 48 de la Constitucin de Weimar, que le permita gobernar mediante decretos presidenciales. El mismo artculo, no obstante, facultaba al Reichstag para declarar invlidos esos decretos presidenciales, y eso es lo que sucedi en este caso, por 236 contra 222 votos, lo que oblig a celebrar unas nuevas elecciones en un ambiente de desastre econmico, lo que result un grave error de clculo. El 14 de septiembre de 1930, el voto nazi se multiplic por ocho, de ochocientos mil a casi seis millones y medio de votos, lo que convirti al partido nacionalsocialista en el segundo de la cmara y lo situ en condiciones de compartir el poder, en el contexto de la cada vez peor crisis econmica.

Brning se vio obligado a encabezar un precario gobierno en minora y a gobernar por decreto durante casi dos aos, obviando las grandes minoras de los socialdemcratas y nacionalsocialistas en el Reichstag y a administrar un tratamiento an ms estricto a la debilitada economa alemana. Cuando lleg a la Cancillera en enero de 1930, el paro registrado se situaba en unos tres millones. En diciembre del mismo ao, la cifra era de 4 480 000; a finales de 1931, de 5 615 000.20Con Hitler esperando entre bastidores, e1 debilitamierito de la democracia parlamentaria prepar el camino a la aceptacin de la dictadura por la opinin ~ b l i c aen 1933. Sin embargo, Brning era, tanto en carcter como en intencin, la anttesis misma de un demagogo. Su formacin poltica deba mucho a las ideas de solidaridad exploradas por Scheler y Erzberger, que ponan el acento en la delegacin de los poderes reguladores a sindicatos y asociaciones voluntarias de gestin, aun concediendo el control poltico ltimo a un Parlamento basado en el sufragio universal. Al defender ese programa se situaba en abierta oposicin al empresario industrial y devoto catlico Fritz Thyssen, quien abominaba de los sindicatos obreros y preconizaba un modelo poltico corporativista. Citando la encclica Quadrugesscmu anno de Po XI (1931 ), escrita para celebrar el cuadragsimo aniversario de la Rerutn Novunrm de Len XIII, B ~ n i n gcriticaba su apoyo a Thyssen, considerando que el papado no haca lo suficiente contra el corporativismo de estilo fascista italiano." Aos ms tarde aseguraba que su estrategia secreta consista en llevar a Alemania hacia una Constitucin como la britnica. una democracia parlamentaria con un monarca constitucional. Las discusiones acerca de la exactitud de su balance de aquellos aos, publicado en sus Memorias en 1970, siguen hasta hoy, as como los debates sobre eventuales alternativas a su severa poltica deflacionista.12 El contexto en que se desarroll la labor de Brning como canciller -la crisis econmica y las premoniciones de una inminente catstrofe poltica- hace resaltar an ms su negociacin con Pacelii. En cuanto a ste, las agonizantes responsabilidades de Brning como canciller de un gran pas en crisis eran menos significativas que su carcter maleable y su condicin de catlico al que poda presionar en su intento de alcanzar un concordato con el Reich favorable a la Santa Sede. En marzo de 1931, mientras Alemania bulla en un creciente caos econmico Y poltico, Pacelli acosaba a Berln con sus demandas concordatarias, insistiendo en que el Reich deba ceder en la cuestin de las escuelas -la misma condicin que no haba conseguido arrancar del gobierno de Prusia-. Como contrapartida, indicaba que estaba dispuesto a aceptar la propuesta del Reich acerca de los capellanes castrenses y su sometimiento al obispo castrense. No es de extraar, pues, que en Berln escasearan las ganas de lograr un acuerdo con Pacelli, incluso entre los dirigentes ms leales del Partido del Centro, si se excluye, naturalmente, a Ludwig Kaas. El asunto lleg a su punto ms lgido en Pascua, cuando varios miembros del partido, liderados por el entonces ministro del Interior, Joseph Wirth, visitaron Roma. Wirth inform a Paceiii de que, dado el voltil estado de la poltica alemana, las demandas de la Santa Sede estaban fuera de cuestin. En otra reunin en el Vaticano, Wirth se enfrent al propio Po XI cuando el Pontfice intent persuadirle de que el Partido del Centro renunciara a su coalicin con los socialistas mayoritarios en el Landtag de Prusia. La discusin alcanz tal grado de acaloramiento que Wirth sali bramando de la audiencia." Sin desanimarse por ello, Pacelii decidi aguardar hasta que pudiera encontrarse cara acara con el canciller Brning. La oportunidad para ese encuentro surgi6 en agosto, cuando ste acudi a Roma para entrevistarse con Mussolini. Brning lleg a la Ciudad Eterna en el momento en que se produca una grave crisis del sistema bancario alemn por la quicbra de los bancos Nacional y de Darmstadt el 1 3 de julio, lo que desencaden un torrente de retiradas de los depsitos de ahorro en todo el pas y la suspensin de las actividades bancarias. Cuando los negocios volvieron a reanudarse el 5 de agosto, los intereses bancarios ascendan al 15 % y la tasa de depsito superaba el 20 %. Con cuatro millones y medio de desempleados y el desplome de Ja produccin industrial y las exportaciones, Brning pensaba que podra persuadir a Mussolini de que ayudara a Aiemania a hacer frente a los pagos de las reparaciones de guerra.

Cuando Brning visit a Pacelli, antes de la prevista audiencia con el Papa en la maana del 8 de agosto de 1931 , reflexionaba con irritacin sobre el tedioso protocolo que le obligaba a arrastrar los pies a paso de tonuga a travs de incontables salas con guardias de honor que entrechocaban los talones a su paso. No era lo ms apropiado para un poltico que viaja rpido, y para el que cada minuto cuenta. El canciller pas finalmente cuarenta y cinco minutos a solas con Pacelli en su despacho. La conversacin se inici muy amigablemente, segn Brning, hasta que Paceiii comenz a recomendarle iniciativas que slo podan agravar la situacin poltica que atravesaba Alemania. Al parecer, Pacell valoraba en poco los apuros y el estado de nimo de su visitante." Cuando Pacelli volvi a plantearle su quid pro quo, esto es, la idea de intercambiar las capellanas castrenses por las duras condiciones del Vaticano para un concordato con el Reich, Brning no aguant ms. Ya haba comprometido al Reich en una poltica que obligaba a los capellanes castrenses a informar al obispo militar, y pensaba que Pacelli iba a apoyarle incondicionalmente en esa cuestin. De poco haba servido la labor preparatoria que Ludwig Kaas haba realizado entre bastidores para aquella reunin. En cualquier caso, Brning se mantuvo inflexible en la cuestin de las escuelas. Dada la crisis que atravesaba Alemania, era imposible que un canciller catlico pudiera aceptar aquellas condiciones draconianas. Le dije que no se poda siquiera plantear el tema. La mayora de los grandes Lander alemanes ya contaban con un concordato propio, y se estaban desarrollando negociaciones prometedoras con los restantes. Si intentaba en aquel momento plantear la cuestin de un concordato con el Reich, slo conseguira soliviantar a los protestantes por un lado y un desconcierto total por parte de los socialistas.21 Ignorando las realidades polticas que Brning trataba de explicarle, Pacelli insista. Aconsej a Brning cmo deba dirigir en el futuro su gobierno, estableciendo una administracin de derechas precisamente para alcanzar el concordato, y que este deba firmarse inmediatamente." No era difcil deducir que si el precio para ese acuerdo era introducir a los nazis y a Hitler en el gobierno, deba ponerse a la tarea sin dem0ra.l' El canciller le dijo de nuevo a Pacelli, con brusquedad, que minusvaloraba la situacin poltica de Alemania y, sobre todo, la verdadera naturaleza de los nazis. Sin duda, Brning recordaba su encuentro con Hitler el 5 de octubre, en el que intent sondear al lder nazi acerca de una eventual cooperacin. Hitler haba despotricado frente al canciller durante una hora mientras que los carnisas pardas se paseaban arriba y abajo ante el supuestamente secreto lugar de reunin. Le impresion la cantidad de veces que Hitler haba utilizado la palabra vernichten (aniquilar),y concluy que el lema de ste sera siempre primero el poder y luego la polticax2' Entre Pacelli y Brning saltaron chispas cuando surgi la cuestin de una serie de tratados Iglesia-Estado con los protestantes. Los sucesivos gobiernos de Weimar haban recibido complacidos los convenios con otras confesiones, siguiendo el modelo de los concordatos de Pacelli, una poltica que Brning estaba decidido a mantener. Pacelli le dijo abiertamente que le pareca increble que un canciller catlico pudiera firmar un concordato protestante." Le dije enojado -recuerda Brning- que de acuerdo con el espritu de la Constitucin que yo haba jurado defender, estaba obligado a estudiar los intereses de la Iglesia protestante con la misma ecuanimidad que los de las dems religiones."' Al parecer, Pacelli perdi entonces los nervios y se lanz a.condenar toda la poltica del canciller recurriendo a una amenaza que a esta distancia parece ridcula, como sin duda se lo pareci a Brning en aquel instante. Dando vueltas en tomo al canciller alemn, Pacelli le dijo que, dada su falta de cooperacin, la posicin de Ludwig Kaas se vera muy debilitada, y que tendra que pedirle que renunciara a la presidencia del Partido del Centro y aceptara un puesto eclesistico de segundo orden en el Vaticano." Brning, asombrado, respondi que, siendo Kaas sacerdote adems de un eminente poltico alemn, difcilmente podra oponerme yo a sus decisiones. Prosigui diciendo que, sin embargo, debera oponerse a cualquier intento por parte del Vaticano de influir en sus decisiones polticas o de interferir en la posicin del Partido del Centro." Segn Brning, se produjo entonces un curioso intercambio de opiniones, en el que el canciller hizo alusin a la ominosa infraccin por parte de Mussolini de algunos artculos del Tratado Lateranense, que indicaba la intrnseca debilidad de tales concordatos con regmenes totalitarios. Pocas semanas antes, en efecto, justo dos aos despus de la firma de ese tratado, Mussolini haba criticado el inocuo y apoltico movimiento de Accin Catlica, acusando a la Iglesia de hacer poltica bajo el disfraz de sus asociaciones religiosas, especialmente en los movimientos juveniles. La estrategia de Mussolini apuntaba a quebrar la nica organizacin de masas de la Iglesia que contaba con la posibilidad, al menos terica, de desarrollar una actividad poltica, y de ah su temor de que pudiera en algn momento volcarse hacia la agitacin y la protesta. En mayo de 1931 se haban quemado pblicamente ejemplares de L'Ossewatore Romano en los que aparecan crticas contra el rgimen, y los jvenes matones fascistas haban golpeado a los vendedores del peridico. Tres semanas antes de la llegada de Brning a Roma, Po XI haba publicado su encclica Non abbzmo bzsogno (No tenemo.7 necesidad), una enrgica denuncia del gobierno fascista por su tratamiento injusto de la Accin Catlica. Sin embargo, plante como base de sus argumentos la inaceptable pretensin del fascismo italiano de controlar la totalidad de la vida de sus ciudadanos, sin censurar la grotesca realidad poltica del fascisnlo. Al cabo de dos o tres aos, la misma limitada protesta catlica contra el rgimen nazi en Alemania seria igual de selectiva. Reflexionando sobre la crisis entre el Vaticano y el gobierno de Mussolini, Brning dijo a Pacelli que era obvio para todos que los dirigentes fascistas se burlaban de la debilidad de las denuncias del Vaticano frente a las constantes infracciones del Tratado Lateraneme, y que vea grandes peligros a largo plazo para la Iglesia si se produca una identificacin demasiado estrecha entre el Vaticano y el fascismo italiano. Segn Brning, Pacelli insisti no obstante en que el Partido del Centro deba llegar a algn tipo de acuerdo con los nazis. Le expliqu que, hasta entonces, todos los intentos honorables de llegar a un acuerdo con la extrema derecha en beneficio de la democracia haban fracasado. [Pacelli] no comprenda la naturaleza del nacionalsocialismo. Por otra parte, aunque los socialdemcratas alemanes no eran religiosos, s eran al menos tolerantes. Pero los nazis no eran religiosos ni tolerantes." Dicho esto, y como se le haca tarde para su entrevista con el Papa, Brning tuvo que despedirse de Pacelli. Durante la audiencia papal, en la que no estuvo presente Pacelli, Brning escuch cmo Po XI hablaba casi sin pausas, con una admirable memoria, de sus experiencias personales y de las relaciones que le ataban a Alemania*. Despus de lo cual dijo algo que le son como una bomba: Tras mi conversacin con Paceiii no poda creer a mis odos cuando el Papa se congratul repentinamente de la clara y valerosa actitud de los obispos alemanes contra los errneos principios del nacionalsocialismo. Brning relata que entonces comenz a hablar contra la conveniencia de los concordatos con regmenes totalitarios, y que el Papa no le contradijo: La experiencia muestra -dijo al Santo Padreque los concordatos siempre comportan el riesgo de que, poco a poco, la Iglesia se vea obligada a ceder ms y ms terreno en reas en que el concordato era ambiguo. Slo se llegara a un choque real cuando cada catlico comprendiera instintivamente que deba ponerse de parte del Vaticano. Los desacuerdos sobre cuestiones menos claras seran difciles. Brning crey que sus observaciones producan una profunda impresin en el Pontfice. En un segundo encuentro con Pacelli en la recepcin que se ofreci aquella noche, y que pondra fin a cualquier trato entre ambas personalidades, Brning cont al secretario de Estado su conversacin con el Papa. Le inform claramente de que haba reflexionado sobre su encuentro de aquella maana y como consecuencia haba decidido retirar tanto la cuestin de los capellanes castrenses como la del concordato con el Reich, dejando el asunto para su sucesor como canciller. El punto y final de Brning fue la irnica observacin -retrospectivamente aterradora- de que crea que el Vaticano se encontrara mejor en manos de Hitler [...] que con l mismo, un devoto catlico." Pero Brning, o su editor, dej sin publicar su ms devastadora caracterizacin de Pacelli. La reflexin de su manuscrito, no incluida en las Memorzas publicadas, dice as: [Pacelli crea] que slo se podan obtener xitos mediante la diplomacia papal. El sistema de concordatos le condujo, a l y al Vaticano, a alejarse de la democracia y del sistema parlamentario. L...] Se supona que los gobiernos rgidos, la rgida centralizacin y los tratados rgidos abriran una era de orden estable, de paz y tranquilidad." Esa misma noche, Brning tom el tren para Alemania. Exhausto y nervioso, no consegu dormir aquella noche - e s c r i bi-. En el Brennerpass [puerto del Brenero] llova a cntaros y haca un fro horroroso. Kaas subi al tren en Innsbruck, y me pregunt con desconfianza acerca de mis conversaciones con Pacelli. Debido a mi fatiga, quiz no supe explicarle toda la improcedencia de las exigencias de Pacelli. Llegu a Berln cansado y lleno de ansiedad." Pese al enfrentamiento de Brning con Pacelli, y de sus advertencias a Po XI sobre las calamitosas consecuencias que ello poda acarrear, el Papa y Pacelli siguieron animando al Partido del Centro a explorar la eventualidad de un acuerdo de cooperacin con los nazis. El catalizador fue Ludwig Kaas, cada vez ms apegado a Pacelli y convertido en su portavoz. A lo largo del ao se haban planteado interrogantes acerca de la lealtad de Kaas, hasta el punto de llegar a ofrecer su renuncia como lder del partido. Ese gesto, interpretado como signo de acatamiento a su poltica, pareci disipar las dudas y se rechaz su dimisin. Pero en noviembre de 1931 declar abiertamente su opinin, ya expuesta por Pacelli y claramente impugnada por Brning, de que los grupos de derecha e izquierda que nunca haban colaborado deberan hacerlo ahora con un propsito concreto y por un tiempo limitado." A finales de diciembre, el Papa repeta su sugerencia al barn Von Ritter, el enviado bvaro a la Santa Sede, de que una cooperacin entre la Iglesia alemana y los nacionalsocialistas quiz slo temporal y con un propsito especfico, podta evitar un mal mayor." Ritter dej claro en su comunicacin al gobierno que la recomendacin del Santo Padre era puramente pragmtica. Despus de todo, cmo deba reaccionar el Partido del Centro si los nazis seguan creciendo y llegaban a formar gobierno? Como probaran los acontecimientos, la idea de tal cooperacin, originada en los despachos del cardenal secretario de Estado, quedaba muy lejos de las intenciones de los obispos catlicos alemanes, el clero y los propios fieles. Entretanto, frenado en sus intentos de presionar a Brning para que firmara el concordato del Reich con la Santa Sede en agosto, a Pacelli se le present otra oportunidad de llevar adelante su poltica concordataria con los Lander. Esta vez fue Baden, donde el asunto todava estaba sin resolver, y donde el arzobispo Carl Fritz, de Friburgo, siempre fro hacia las ambiciones concordatarias de Pacelli, mora el 7 de diciembre de 1931. Pacelii vio inmediatamente la oportunidad de aprovechar el proceso de seleccin episcopal. El gobierno de Baden en aquel momento era el producto de un incmodo pacto entre una coalicin liderada por el Partido del Centro y los socialdemcratas. Convencido de que la presin para firmar el concordato romperia el frgil statu quo alcanzado, el presidente del Partido del Centro en Baden, Peter Fohr, rog a Paceili que fuera discreto. De hecho, viaj a Roma para explicarle en persona que la mejor forma de preservar la coalicin y con ella la posicin dominante del Partido del Centro era posponer indefinidamente la firma del concordato. Pidi pues a Pacelli que confirmara los viejos tratados alcanzados entre Baden y la Santa Sede en el siglo anterior, que permitan la intervencin seciilar y local en la seleccin de un nuevo obispo. Pacelli no tena la menor intencin de tomar en consideracin el consejo que se le daba, y en una arrogante carta a Fohr, en la que reprenda al gobierno de Baden por su actitud e intenciones, declaraba que unas relaciones satisfactorias entre la Iglesia y el Estado slo se podran alcanzar con un nuevo concordato. En una carta ms rotunda an al Kultusminisfe; [ministro de Cultos Pblicos y Educacin] de Baden, Pacelii recurra de nuevo al chantaje moral: Si el gobierno no se decide a cumplir su propsito de firmar un concordato tan pronto como sea posible, la Santa Sede no tendr otra opcin que proceder al nombramiento de un nuevo obispo de la dicesis de Friburgo de acuerdo con el canon 329, prrafo 2, del nuevo cdigo de Derecho Cannico.sJ9 Las negociaciones transcurran tediosamente en la primavera de 1932, cuando Pacelli cumpli su amenaza, decidiendo el nombramiento de un nuevo obispo desde el Vaticano sin atender a los derechos o deseos de la dicesis. De hecho, sin embargo, el nombramiento, anunciado por Kaas a Fohr en el edificio del Reichstag a mediados de abril, recay sobre Konrad Grober, obispo de Meissen, que era muy apreciado en Baden. Pero lo que a largo plazo result ms importante fue que Grober, a quien se conoci ms tarde como el obispo pardo por sus simpatas hacia los nazis, era un seguidor entusiasta de Pacelli y de su poltica concordataria. En cuanto fue nombrado se apresur a presionar al gobierno de Baden para que firmara pronto el concordato. La presin y las negociaciones continuaron durante el otoo, cuando Pacelli consigui por fin su objetivo. Pero pronto se demostr que Fohr tena razn en cuanto a las consecuencias polticas. Poco despus de que el nuevo tratado quedara confirmado en el despacho de Pacelli en agosto de 1932, una serie de feroces enfrentamiento~polticos condujeron a la ruptura entre los socialdemcratas y la coalicin de Baden que haba mantenido la estabilidad del Land desde 1918. Una nueva coalicin entre el Partido del Centro, el Partido del Pueblo Alemn y el Partido Econmico consigui la ratificacin parlamentaria del concordato, haciendo uso del voto de calidad del presidente del Landtag. Desde entonces, el futuro del centro catlico quedaba en precario.

Mientras Pacelli prosegua las negociaciones con el gobierno de Baden como preludio al concordato con el Reich, las bases de la democracia se estaban desintegrando en Alemania, con sus cinco millones de parados v un sinnmero de infonunios econmicos gravsimos. Gracias en gran medida al complot de Schleicher, y en parte a la decepcin de Von Hindenburg, Brning, el canciller del hambre, se vio obligado a dimitir el 30 de mayo de 1932. Schleicher y sus compinches de la Reichswehr convencieron a Von Hindenburg de que nombrara a Franz von Papen en su lugar. Von Papen, diputado del ala derecha del Partido del Centro, aristocrtico y seductor, perteneca a la alta sociedad y se mova a sus anchas en aquel medio formado por altos oficiales militares, empresarios industriales y terratenientes. Bajo la tutela de Schleicher, form un gabinete dominado por aristcratas poco representativos y plutcratas, con el propio Schleicher como ministro de Defensa. Al mismo tiempo, al no aparecer por el Reichstag, Von Papen se enajen inmediatamente la voluntad de su propio partido. Ludwig Kaas, todava presidente del Partido del Centro, le haba dicho que n o sucedera a Brning como canciller, y Von Papen le haba ptometido que no presidira un gabinete. Kaas, en el momento en que su partido ms lo necesitaba, se quit malhumoradamente de en medio retirndose al Alto Adigio para escribir un ensayo sobre el Tratado Lateranense. Mientras, la primera decisin de Von Papen consisti en disolver el Reichstag, convocando nuevas elecciones para el 31 de julio. Su segunda decisin fue levantar la prohibicin impuesta a las SA, los camisas pardas de Hitler.

Comenzaba as un violento verano a la espera de las nuevas elecciones. En junio se produjeron cientos de enfrentamientos en todo el pas, y gran nmero de muertos en peleas entre nazis y comunistas. Acusando a estos ltimos de provocar la violencia en Prusia, Von Papen utiliz como cabeza de turco al gobierno del Land e hizo que Von Hindenburg destituyera al primer ministro prusiano, Otto Braun. Von Papen asumi poderes ejecutivos como Reichskonzissar. Dos semanas despuks, los nazis conseguan una resonante victoria en las elecciones ai Reichstag, alcanzando el 37,4 % de los votos frente a un 21,6 O/o de los socialistas mayoritanos y un 16,2 % del Partido del Centro. Los comunistas recibieron el 14,5 % de los votos. Alemania se haba hecho tericamente ingobernable, ya que dos panidos opuestos a la Constitucin de Weimar, el nazi y el comunista, sumaban juntos la mayora del Reichstag. La dura realidad, adems, era que los nazis constituan ahora la mayor fuerza poltica de Alemania, con 230 escaos. 13 700 000 electores y un ejrcito privado de 400 000 camisas pardas y camisas negras. Tras las elecciones de julio, la jerarqua alemana repiti sus denuncias y su condena contra los nazis en las actas publicadas de la conferencia episcopal mantenida en Fulda en agosto. Todas las autoridades diocesanas han prohibido la pertenencia a ese partido, declaraba el documento. El programa oficial de los nazis, decan los obispos, contiene doctrinas falsas, y las declaraciones de muchos de sus dirigentes son hostiles a la fe. Finalmente, decan, el juicio colectivo del clero catlico era que si los nazis conseguan el monopolio del poder que tanto deseaban, los intereses de los catlicos resultarn extremadamente daados." Para el derechista Von Papen, por el contrario, una coalicin con Hitler pareca la mejor opcin para mantenerse como canciller. Una coalicin con los nacionalsocialistas tambin resultaba atractiva para Pacelli en Roma, aunque las razones fueran diferentes. Intentaba de nuevo vender la idea de una coalicin para bloquear a los socialistas y evitar la bolchevizacin de Alemania. Pregunt al barn Von Ritter si el Partido del Centro iba a asumir sus responsabilidades desde la derecha y alcanzar una coalicin que corresponda a sus principios.'' De hecho, ms para mantener el gobierno constitucional que para abrazar la poltica nazi, el Partido del Centro comenz por fin a considerar la posibilidad de entablar negociaciones para establecer una coalicin con Hitler, negociaciones que se mantuvieron durante agosto y septiembre. La revista catlica Der Gerade Weg caracteriz el proceso como un cuento de lobos y corderos. Hitler, sin embargo, apostaba ms alto, exigiendo todo el control. Quera la canciilera y los puestos claves del gabinete para su propio partido. Von Hindenburg, por su parte, pretenda apartarse del precipicio, reconviniendo a Hitler por su desprecio a la Constitucin. Mientras las estructuras democrticas de Alemania se aproximaban al colapso bajo la cancillera de Von Papen, Ludwig Kaas completaba su ensayo sobre la significacin poltica del Tratado Lateranense. Crea que sus reflexiones sobre la cuestin seran trascendentales para las relaciones Iglesia-Estado, no slo en Italia, sino en su propio pas." Considerando las estrechas relaciones entre Pacelli y Kaas, ese ensayo aclara el pensamiento de Pacelli en aquellos momentos. Kaas argumentaba que el tratado con Mussolini representaba un acuerdo ideal entre el moderno Estado totalitario y la Iglesia moderna, un tratado en el que la cuestin central era la aceptacin por el Estado del Cdigo de Derecho Cannico para los ciudadanos catlicos. La Iglesia autoritaria -razonabadebera comprender al Estado "autoritario" mejor que otras. Mussolini haba ordenado las cosas sobre la base de una concentracin jerrquica de poder bajo la ilimitada voluntad del Duce, pero como Kaas explicaba, n o tendra sentido para ste interferir en los detalles del Derecho Cannico. Nadie podra comprender mejor la reclamacin de una ley general, como la demandada por la Iglesia, que el dictador que en su propia esfera ha establecido un edificio fascista radicalmente jerrquico, incuestionado e incuestionable. Nunca se haba caracterizado ms claramente la ideologa de la primaca papal, legislada justo quince aos antes en el Cdigo de Derecho Cannico de 1917, ni se haban planteado ms abiertamente sus paralelismos polticos con el fhrer-prinzip (principio del liderazgo) fascista, ni se haba urgido con mayor franqueza la necesidad de que los catlicos se apartaran de la actividad social y poltica. Es inconcebible que ese ensayo se escribiera sin una previa consulta a Pacelli o incluso su propia supervisin y aprobacin, ya que, segn el propio Cdigo, Kaas precisaba el permiso de su superior inmediato para publicar sus opiniones. El espritu del propio

Pacelli respira, de hecho, en cada lnea del manifiesto sobre las relaciones entre la Santa Sede y el Estado fascista, publicado, como lo fue, en el mismo momento en que Pacelli, desde el Vaticano, estaba tomando decisiones trascendentales para el destino de la Iglesia catlica en Alemania.

. Hitler y Pacelli

Slo un dictador poda garantizar a Pacelli el tipo de concordato que ste pretenda. Slo un dictador con la astucia de Hitler poda considerar el concordato como un instrumento para debilitar a la Iglesia catlica en Alemania. Una vez firmado -cuando Pacelli y Hitler llegaron a su fatal acuerdo en julio de 1933-, ambos expresaron su opinin acerca del significado del tratado. El abismo entre sus puntos de vista era notable. En un escrito dirigido al partido nazi del 22 de julio. Hitler declaraba: El hecho de que el Vaticano firme un tratado con la nueva Alemania significa el reconocimiento del Estado nacionalsocialista por la Iglesia catlica. Este tratado muestra al mundo clara e inequvocamente la falsedad de la afirmacin de que el nacionalsocialismo es hostil a la religin.' El 14 de julio, durante una reunin del gobierno tras la firma del concordato, declar a sus ministros que lo consideraba una aprobacin moral de sus planes: El concordato entre el Reich y la Santa Sede concede a Alemania una oportunidad -recogen las actas de aquella reunin-, creando un mbito de confianza que ser especialmente significativo en la urgente lucha contra la judera internaci~nal.~ En cuanto tuvo noticia de la carta de Hitler del 22 de julio, Pacelli respondi con vehemencia en un artculo dividido en dos partes que se publicaron el 26 y el 27 de julio en L'Osservatore Romano. En primer lugar negaba categricamente la afirmacin de Hitler de que el concordato implicara una aprobacin moral del nacionalsocialismo. Luego prosegua declarando cul haba sido el verdadero propsito de su poltica concordataria. Aqu estaba el objetivo que rondaba tras la diplomacia de Pacelli desde las negociaciones del concordato con Serbia en 1913 hasta la firma del concordato con el Reich en 1933. Haba que subrayar, escriba, que el

Cdigo de Derecho Cannico es el fundamento y el esencial supuesto legal del concordato, lo que significaba no slo el reconocimiento oficial [por parte del Reich] de la legislacin eclesistica, sino tambin la adopcin de muchas disposiciones de esa legislacin y la proteccin de toda la legislacin de la Iglesiau. La victoria histrica en ese acuerdo, deca, corresponda enteramente al Vaticano, porque el tratado no slo no significaba la aprobacin del Estado nazi por parte de la Santa Sede, sino por el contrario el total reconocimiento y aceptacin de la ley eclesistica por el Estado alemn. Los dramticamente divergentes propsitos de Paceili y Hider eran el trgico contexto de las negociaciones concordatarias, iievadas con el mayor secreto sobre las cabezas del episcopado y de los dirigentes catlicos laicos durante seis meses, desde la llegada de Hitler al poder.

EL ASCENSO DE HITLER

El camino de Hitler hacia el poder recorri la formacin de varios gabinetes sucesivos, que se fueron alejando cada vez ms del Parlamento y por tanto de las formas democrticas de gobierno. En la primera reunin del Reichstag el 12 de septiembre de 1932, Franz von Papen, el mundano aristcrata y admirador de Hitler. tuvo que enfrentarse a un voto de censura y convocar nuevas elecciones para el 6 de noviembre. Mientras tanto segua como canciller, atacado tanto por los nazis como por los comunistas, a los que una su desprecio a la poltica democrtica. Las nuevas elecciones, las quintas que tenan lugar ese ao, vieron cmo los nazis aparecan como primer partido de la cmara, pese a haber perdido dos millones de votos y gran nmero de afiliados, lo que indicaba que el partido de Hitler quiz estaba perdiendo impulso. A finales de 1932, una mayora absoluta nazi pareca tan elusiva como hasta entonces, y mientras Hitler segua renuente a formar una mayora parlamentaria coaligndose con otros partidos, Von Hindenburg pareca igualmente reacio a entregarle la Cancillera. Al mismo tiempo, ni la Reichswehr ni los industriales estaban dispuestos a aceptar otro gobierno dominado por los socialistas. El Partido del Centro se vio as desamparado, incapaz de hallar un socio de gobierno; dudando sobre cul deba ser su siguiente movimiento, pero decidido a preservar la constitucionalidad del gobierno. El 2 de diciembre, el presidente Von Hindenburg acept la renuncia de Von Papen y el archiconspirador Schleicher se convirti en canciller por un breve plazo, con la declarada ambicin de escindir a los nazis en el Reichstag y crear una nueva coalicin que incluyera a una parte de los nacionalsocialistas, sin Hitler. Pese a todas sus maquinaciones, Schleicher se demostr tan incapaz como Von Papen de formar un gobierno viable. Con el nuevo ao, tras entablar conversaciones con Hitler, Von Papen propuso a Von Hindenburg una frmula que conceda a Hitler la Cancillera mientras que l mismo pretenda actuar como el verdadero poder en la sombra desde la Vicecancillera. Von Hindenburg se mostraba escptico, pero el esquema de Von Papen, al parecer, le protega de la amenaza de un escndalo que inclua la apropiacin indebida de ayudas concedidas a los propietarios de tierras y evasin de impuestos. Sobre esas corrompidas bases se aposent Hitler en el poder. Hitler jur su puesto de canciller el 30 de enero de 1933, junto con Herrnann Goring, quien al mismo tiempo que el Ministerio del Aire desempeaba el puesto de ministro del Interior en el gobierno prusiano, lo que le daba el control sobre la polica en Prusia y un amplio margen de maniobra para ejercer la coercin, que aprovechara en las inmediatas semanas purgando de opositores el partido. El nuevo ministro de Defensa. con una influencia clave en el ejrcito, era el general Werner von Blomberg, simpatizante nazi al que haba cautivado el carisma de Hider. Alfred Hugenberg, lder del ultraconservador Partido Popular Nacional Alemn (DNVP), asumi las carteras de Economa y Agricultura. Hitler no quera sin embargo verse estorbado por ningn tipo de reparto del poder y convoc de inmediato nuevas elecciones para el 5 de marzo, utilizando todos los resortes que le conceda la Cancillera para controlar los medios de comunicacin, para cerrar la boca a los partidos de la oposicin democrtica y para iniciar la persecucin de judos e izquierdistas. El 27 de febrero se produjo el clebre incendio del Reichstag, del que Hitler inmediatamente acus a un comunista holands. En la consiguiente histeria anticomunista, Von Hindenburg concedi a

Hitler autoridad para suspender los derechos civiles garantizados por la Constitucin de Weimar, que ste aprovech para reforzar su campaa electoral con el fin de obtener una mayora absoluta que le proporcionara el respaldo suficiente para establecer su propia dictadura. En las elecciones del 5 de mano, sin embargo, los nacionalsocialistas siguieron sin alcanzar la mayora absoluta, pero la alianza con los nacionalistas de extrema derecha de Hugenberg les proporcion una mayota conjunta de1 52 %, con 340 de los 647 escaos del Reichstag. Con una participacin del 88,7 %, los nacionalsocialistas obtuvieron ms de diecisiete millones de votos. Los socialistas descendieron al 18$ %, mientras que el centro catlico, que haba desarroliado una valiente campaa frente a la intimidacin generalizada de los nazis, mantena firmemente el 13,9 % de los votos, ganando incluso tres escaos. Hasta mano de 1933, por tanto, el catolicismo alemn, con sus veintitrs millones de fieles, representaba todava una fuerza democrtica independiente y vigorosa, que junto a la jerarqua catlica segua condenando sin ambages el nacionalsocialismo. Aunque el Partido del Centro no contaba con aliados viables para formar una coalicin, y por tanto no poda competir por el poder, Hitler tema una reaccin desde el bastin del catolicismo poltico como un todo, conjunto que iba mucho ms all de los votantes del Partido del Centro, con incontables lazos y asociaciones a muchos niveles en todo el pas. Consecuente con su decisin, tomada haca mucho, de no desencadenar una nueva Kulturkatnp~evitando as el riesgo de una oposicin o resistencia pasiva por parte de los catIicos, Hitler no quera enfrentarse frontalmente a los obispos. Pero algo tena que hacer para neutralizarlos, y ah vino en su ayuda la ambicin de Pacelii de conseguir un concordato con el Reich. Desde el punto de vista de Hitler, la solucin ideal para vencer la amenaza catlica consista precisamente en llegar a un acuerdo en la cumbre con el Vaticano similar en todos los aspectos al Tratado Lateranense, que haba acabado con la actividad poltica catlica en Italia e integrado de hecho a la Iglesia en el Estado fascista. Tal como lo vea Hitler, un acuerdo de esa naturaleza garantizara las libertades de la