El Partido de Mario Méndez

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El partido de Mario Méndez Juan Manuel y Bruno son amigos desde hace mucho, muchísimo tiempo; para ser más exactos: son amigos desde el preciso día en que Juanma, recién llegado del Chaco, donde trabajaba su papá, se mudó al edificio del barrio de Villa Urquiza, en Buenos Aires, donde vivía Bruno. Ese día Bruno recibió al nuevo vecino en su escondite preferido de la escalera y se hicieron amigos en tres minutos. L nuevo vecino tenía cinco años, era rubio y ya era grandote; Bruno, en cambio, el risueño Bruno, era bajito y era morocho, y tenía un año menos. Los dos chicos eran los únicos varones del edificio, e iban a crecer corriendo por los angostos pasillos, subiendo y bajando las escaleras y metiéndose entre la ropa colgada de la terraza, siempre juntos, inseparables. Cuando se jugó el partido del que se habla en este cuento, Juanma acababa de festejar sus once años y a Bruno le faltaba muy poco para cumplir los diez. Por esos días ls dos jugaban en el mismo equipo, en el club Agronomía. Bruno era delantero, un delantero habilidoso y escurridizo, como buen petiso, Juanma, en cambio, atajaba. Y en el club todos decían que era un arquerazo. Salvo por una cosa no estaban los dos siempre juntos: iban a distintas escuelas. La escuela de Juanma era una de la municipalidad, chiquita y blanca. Bruno iba a una más grande, de nombre raro: él la llamaba Scholem y le había explicado a Juanma que iba a esa porque ahí aprendía su religión judía. Después de la escuela, en la casa d uno u otro, en las escaleras, en el club, la plaza o el campito, siempre andaban juntos. Precisamente en el club comenzó esta historia. El profe que los entrenaba les trajo un día la gran noticia: tenían un desafío contra un club importante, y tendrían que entrenarse más. Juanma y Bruno, como el resto del equipo, se pusieron tremendamente contentos y empezaron a poner a punto una jugada que habían visto por la tele, en un partido internacional: Juanma sacaba del arco bien alto y fuerte, apuntándole a Bruno que picaba por atrás de su marcador y, si la pelota le caía bien, resolvía como casi siempre, goleando. Una vez que la tuvieron lista le mostraron la jugada al profe, que se rió, los felicitó y les dijo que bueno, tal vez el domingo, en el desafío, la podían intentar. El domingo del partido, como todo lo que se espera demasiado, pareció tardar mil años en llegar, pero al fin llegó. A las nueve de la mañana, sn ninguna protesta, ya estaba todo el equipo en la puerta del club, donde los esperaba una combi. Subieron entre gritos, risas y empujones y se sentaron. Juanma y Bruno, como siempre, ocuparon el mismo asiento y desde ahí se sumaron al coro que pedía a los gritos que arrancaran de una vez. El profe los retó un poco, hizo unas bromas, 1

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El partido y otros cuentos de Mario MéndezNarración, el cuento

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El partido de Mario MndezJuan Manuel y Bruno son amigos desde hace mucho, muchsimo tiempo; para ser ms exactos: son amigos desde el preciso da en que Juanma, recin llegado del Chaco, donde trabajaba su pap, se mud al edificio del barrio de Villa Urquiza, en Buenos Aires, donde viva Bruno. Ese da Bruno recibi al nuevo vecino en su escondite preferido de la escalera y se hicieron amigos en tres minutos. L nuevo vecino tena cinco aos, era rubio y ya era grandote; Bruno, en cambio, el risueo Bruno, era bajito y era morocho, y tena un ao menos. Los dos chicos eran los nicos varones del edificio, e iban a crecer corriendo por los angostos pasillos, subiendo y bajando las escaleras y metindose entre la ropa colgada de la terraza, siempre juntos, inseparables.Cuando se jug el partido del que se habla en este cuento, Juanma acababa de festejar sus once aos y a Bruno le faltaba muy poco para cumplir los diez. Por esos das ls dos jugaban en el mismo equipo, en el club Agronoma. Bruno era delantero, un delantero habilidoso y escurridizo, como buen petiso, Juanma, en cambio, atajaba. Y en el club todos decan que era un arquerazo. Salvo por una cosa no estaban los dos siempre juntos: iban a distintas escuelas. La escuela de Juanma era una de la municipalidad, chiquita y blanca. Bruno iba a una ms grande, de nombre raro: l la llamaba Scholem y le haba explicado a Juanma que iba a esa porque ah aprenda su religin juda. Despus de la escuela, en la casa d uno u otro, en las escaleras, en el club, la plaza o el campito, siempre andaban juntos.Precisamente en el club comenz esta historia. El profe que los entrenaba les trajo un da la gran noticia: tenan un desafo contra un club importante, y tendran que entrenarse ms. Juanma y Bruno, como el resto del equipo, se pusieron tremendamente contentos y empezaron a poner a punto una jugada que haban visto por la tele, en un partido internacional: Juanma sacaba del arco bien alto y fuerte, apuntndole a Bruno que picaba por atrs de su marcador y, si la pelota le caa bien, resolva como casi siempre, goleando. Una vez que la tuvieron lista le mostraron la jugada al profe, que se ri, los felicit y les dijo que bueno, tal vez el domingo, en el desafo, la podan intentar.El domingo del partido, como todo lo que se espera demasiado, pareci tardar mil aos en llegar, pero al fin lleg. A las nueve de la maana, sn ninguna protesta, ya estaba todo el equipo en la puerta del club, donde los esperaba una combi. Subieron entre gritos, risas y empujones y se sentaron. Juanma y Bruno, como siempre, ocuparon el mismo asiento y desde ah se sumaron al coro que peda a los gritos que arrancaran de una vez. El profe los ret un poco, hizo unas bromas, algunas recomendaciones, y arrancaron. En media hora, o un poco ms, llegaron al club. Ah tuvieron la primera sorpresa. El club se llamaba M.A.C.A.B.I y en la vereda haba una hilera de barriles como una trinchera, una especie de barra metlica (como los paraavalanchas coment Huguito, que haba ido a la cancha con su pap y ya tena a todos aburridos con su historia) y en la puerta, parado, un polica de uniforme. Lucas pregunt por qu todo eso y Bruno, por una vez suspendiendo su contagiosa sonrisa, se adelant a la explicacin del profe: es por la seguridad, por esos atentados que hicieron. Todos asintieron, acordndose un poco del horror que haba mostrado la televisin haca un tiempito y entraron al club con un poco menos de ruido.Antes de empezar el partido el profe hizo las ltimas indicaciones y entraron a la cancha. Juanma prob la red, salt para cachetear el travesao y se escupi los guantes. Bruno saltaba en el medio de la cancha, calculando cul de los rivales iba a marcarlo. Al principio le haba parecido que no conoca a nadie, pero despus lo vio en el arco al Tomate Jann, un compaero de su grado, colorado y todava ms alto que Juanma, del que tambin decan que era buen arquero y lo salud con un gesto, estirando su sonrisa. El Tomate le respondi levantando una mano enguantada. Por fin el refer dio la orden y comenz el partido, que result muy parejo. Los locales eran buenos, y estaban bien entrenados, y los chicos de Agronoma no andaban tan mal: al trmino del primer tiempo Bruno haba estrellado un tiro en un poste y Huguito se haba perdido un mano a mano con el Tomate. Juanma, a su vez, haba sacado al crner un pelotazo que tena destino de gol y un cabezazo del nueve de los locales haba picado dos veces en la lnea antes de que uno de los defensores la tirara afuera. Parejo y emocionante, el primer tiempo termin cero a cero: era un partido que daba gusto. En el segundo tiempo llegaron los goles. El primero, despus de una distraccin de la defensa, lo hicieron los locales. Al rato, Huguito, que estaba inspirado, hizo dos goles seguidos, pero faltando unos diez minutos los dueos de casa empataron otra vez el resultado, esta vez con un tiro libre. Cuando faltaban cinco minutos y pareca que iba a ser un empate inamovible, Juanma vio a oportunidad de hacer la jugada que haban practicado con Bruno. Haba atrapado la pelota en un crner y a la carrera, antes de que los locales se armaran, meti un pelotazo para su amigo, que la recibi justo y sin dejarla picar la pas por arriba del arquero y corri por un costado. Tena que ser gol, un golazo, pero el Tomate, desesperado, se tir de atrs y aunque despus dijo que fue in querer, lo enganch a Bruno en los tobillos y lo revole como dos metros. Ah se arm. Juan Manuel, viendo a su amigo ms querido volar por el aire sali el arco hecho una fiera y corri a encarar al Tomate, que aunque nadie lo escuchaba peda disculpas a los gritos. Juanma, fuera de s, lo empuj hacia atrs y, cuando el arquero intent hablarle, le grit un insulto que no alcanz a completar: Callate, judo de empez a decir cuando se dio cuenta de la barbaridad que estaba diciendo y se call la boca, avergonzado. Se dio vuelta, rojo de vergenza, y vio que desde el piso, serio como nunca lo haba visto, Bruno le clavaba los ojos. El tumulto se deshizo en un instante y como faltaba poco, el refer prefiri terminar el encuentro con un empate. Antes de ir a los vestuarios Juan Manuel se acerc a los rivales y balbuce un pedido de disculpas que el Tomate recibi en silencio. Pero cuando quiso hablar con Bruno ste le desvi la mirada y le dio la espalda. En el micro, a la vuelta, por primera vez no se sentaron juntos.Esa noche, en la cena, Juan Manuel apenas comi unos bocados y pidi permiso para irse a la cama muy temprano. Asombrada, su mam lo sigui a la habitacin y se sent en su cama. -Qu pasa, Juan?- pregunt, acaricindole la cabeza.Juanma apoy un codo en la almohada y mir a su madre. Lo que haba pasado se le haba quedado atragantado muy adentro, era mejor sacarlo, contar de una vez la vergenza que senta. Haciendo un esfuerzo para no llorar le cont todo a su madre, sin olvidar ningn detalle. A medida que avanzaba su relato, la mam se iba poniendo ms seria y aunque no dej de acariciarlo ni un instante, al terminar tena cara de enojo. O casi. No te enojes, ma dijo Juan Manuel al final-. Yo te juro que estoy arrepentido, nunca ms voy a decir algo as. Yo no siento eso.La mam vio en los ojos de su hijo que deca la verdad, y lo calm. Ya s que ests arrepentido, hijo, y me parece bien. Pero no soy o la que tiene que estar enojada, sino vos, vos tens que estar enojado con vos mismo. Y tens que hacer algo con Bruno, no?.Juan Manuel hizo que s con la cabeza, recibi un beso de su madre y se qued pensando. Un rato antes de dormirse ya saba lo que tena que hacer.Dos das despus el equipo se entrenaba en el club. Juanma lleg rogando que Bruno fuera al entrenamiento: se haba pasado los dos das desde del partido esperndolo en vano en el escondite de la escalera y tena que hablar con l de una vez por todas. Lleg primero que nadie al vestuario, se cambi y esper. Poco a poco fueron llegando los otros chicos, pero cuando se hizo la hora de empezar y el profe los llam desde la cancha, Bruno todava no haba llegado. Empezaron con un peloteo al arco de Juanma, que atajaba pensando en otra cosa, tanto que el profesor le llam la atencin un par de veces. No viene, pensaba Juanma entre tiro y tiro, no va a venir ms, no quiere ser ms mi amigo, y le dola la panza de pensarlo. Un pelotazo le peg en un hombro y se meti al arco, pasndole por encima de la cabeza. Los chicos se rieron y Juan Manuel se meti a desenganchar la pelota de l red con toda la bronca. Pasala- escuch que gritaban se dio vuelta, enojado. Ah le cambi la cara: el que se la peda, el jugador recin llegado, era Bruno, su amigo del alma.Por primera vez desde que jugaba al ftbol Juan Manuel tena ganas de que el entrenamiento se terminara de una vez. Tena que hablar con Bruno, ya no poda esperar. Una hora despus son el silbato y todos corrieron a las duchas Juan, en cambio, corri hasta su amigo. Medio rojo por la vergenza y esperando no confundirse de palabra agarr a su amigo por los hombros y lo dio vuelta. Sha shalom, Bruno dijo, medio tartamudeando. Bruno lo mir a la cara. Quizs porque haba pronunciado la palabra paz de cualquier modo, quizs porque estaba muy colorado, a Bruno le vino la risa de siempre a la cara y antes de que alcanzara a contestarle nada ya se estaban dando un enorme abrazo. Bruno no necesitaba un discurso para saber que su amigo segua siendo su amigo, que esa idiotez que haba dicho la haba dicho sin pensar, y que ellos, como siempre, seguiran siendo inseparables.

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