El Pasado Está en La Calle

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 Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2005, vol. 11, nº 2 ( mayo-agost o), pp. 127-140 PRESENTACIÓN ¡EL PASADO ESTÁ EN L A CALLE! Rodrigo Navarrete El pasado, la historia y sus usos en el presente El tema de los usos políticos del pasado en la sociedad presente ha sido profusamente debatido en las diversas ciencias sociales en el ámbito acadé- mico internacional. Desde las nociones más pragmáticas y objetivistas sobre el tema hasta las más construccionistas, las recomposiciones políticas e ideológicas de fines del siglo XX  e inicios del XX I han determinado una revisión de los contextos de producción del saber histórico y sus determinaciones socioculturales y políticas (Anderson, 1991; Hobsbawn, 1997; Le Goff, 1992; Todorov, 1993). Una tesis parece haber quedado clara en los últimos años: una visión del pasado es a la vez una manera de visualizar, interactuar e intervenir en el pre- sente (Gathercole y Lowenthal, 1990; Bond y william, 1994). Ningún conoci- miento historiográfico o científico, por más objetivo y descriptivo que pretenda ser, es neutral o ajeno a los valores, sean éstos filosóficos, sociales o éticos. Cualquier narración histórica de una secuencia de hechos es, en esencia, una reconstrucción, es decir, una selección intencional de datos y evidencias que conformaron un objeto de estudio. Aplicando la teoría habermasiana al campo de la historia, todo conocimiento –en este caso sobre el pasado– se basa en intereses pragmáticos y reflexivos (Habermas, 1981 y 1990). Estos intereses se vinculan a su vez en forma compleja con todos los ámbitos de la dinámica social y cultural, con los cuales tanto la comunidad científica como el investi- gador como agente social individual están conectados y comprometidos histó- rica y socialmente. Es así que en todo conocimiento existen reflexiva o incons- cientemente: a) una serie de intenciones de acción intelectual o social en la comunicación de estas ideas, y b) una serie de consecuencias cognoscitivas que definen y canalizan las teorías y las prácticas sobre este pasado y su vin- culación con el presente (Navarrete, 2004). De esta manera, si entendemos la política como el sistema y las prácticas de relaciones e interacción social y de toma de decisiones individuales y colec- tivas, podremos entender que las visiones del pasado conforman un sustrato político de referentes conceptuales y simbólicos necesario para la legitimación,

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El tema de los usos políticos del pasado en la sociedad presente ha sido profusamente debatido en las diversas ciencias sociales en el ámbito acadé-mico internacional.

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  • Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2005, vol. 11, n 2 (mayo-agosto), pp. 127-140

    PRESENTACIN

    EL PASADO EST EN LA CALLE!

    Rodrigo Navarrete

    El pasado, la historia y sus usos en el presente

    El tema de los usos polticos del pasado en la sociedad presente ha sido profusamente debatido en las diversas ciencias sociales en el mbito acad-mico internacional. Desde las nociones ms pragmticas y objetivistas sobre el tema hasta las ms construccionistas, las recomposiciones polticas e ideolgicas de fines del siglo XX e inicios del XXI han determinado una revisin de los contextos de produccin del saber histrico y sus determinaciones socioculturales y polticas (Anderson, 1991; Hobsbawn, 1997; Le Goff, 1992; Todorov, 1993).

    Una tesis parece haber quedado clara en los ltimos aos: una visin del pasado es a la vez una manera de visualizar, interactuar e intervenir en el pre-sente (Gathercole y Lowenthal, 1990; Bond y william, 1994). Ningn conoci-miento historiogrfico o cientfico, por ms objetivo y descriptivo que pretenda ser, es neutral o ajeno a los valores, sean stos filosficos, sociales o ticos. Cualquier narracin histrica de una secuencia de hechos es, en esencia, una reconstruccin, es decir, una seleccin intencional de datos y evidencias que conformaron un objeto de estudio. Aplicando la teora habermasiana al campo de la historia, todo conocimiento en este caso sobre el pasado se basa en intereses pragmticos y reflexivos (Habermas, 1981 y 1990). Estos intereses se vinculan a su vez en forma compleja con todos los mbitos de la dinmica social y cultural, con los cuales tanto la comunidad cientfica como el investi-gador como agente social individual estn conectados y comprometidos hist-rica y socialmente. Es as que en todo conocimiento existen reflexiva o incons-cientemente: a) una serie de intenciones de accin intelectual o social en la comunicacin de estas ideas, y b) una serie de consecuencias cognoscitivas que definen y canalizan las teoras y las prcticas sobre este pasado y su vin-culacin con el presente (Navarrete, 2004).

    De esta manera, si entendemos la poltica como el sistema y las prcticas de relaciones e interaccin social y de toma de decisiones individuales y colec-tivas, podremos entender que las visiones del pasado conforman un sustrato poltico de referentes conceptuales y simblicos necesario para la legitimacin,

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    continuidad o, por el contrario, trasgresin y transformacin de las condicio-nes socioculturales existentes. El pasado constituye, frecuentemente, el sopor-te sobre el cual se construyen proyectos polticos en el presente. Varios ele-mentos en esta discusin han sido resaltados en las ltimas dcadas por di-versos autores.

    En primer lugar, desde una perspectiva antropolgica, es necesario reco-nocer el sentido culturalmente determinado y contextual en el presente de la verdad histrica. Al margen de que se reconozca o no la preexistencia real de las condiciones pretritas, lo que s es evidente es que al menos nuestro co-nocimiento histrico no necesariamente la historia en s es un producto pro-pio y particular de una cultura occidental moderna y responde a las visiones de mundo y necesidades de sta. En consecuencia, ninguna nocin histrica po-see valor universal y debe ser entendida como relativa a su cultura (Schmidt y Patterson, 1995). Por otro lado, ya que la investigacin histrica depende en gran medida de las fuentes documentales elaboradas previamente por otros actores sociales, debemos tambin reconocer que la construccin del docu-mento histrico en el pasado depende a su vez de la posicionalidad o perspec-tiva del informante de primera mano o protagonista relator, por lo que, en su sentido hermenutico, estamos interpretando una interpretacin de los hechos o procesos (Todorov, 1993).

    En concordancia con lo anterior, siendo la comunidad humanstica o cient-fica un sector social especialmente capacitado con herramientas terico-metodolgicas para el abordaje del pasado y marcado para cumplir esta fun-cin social, la mayor parte de los procesos de seleccin y construccin de las versiones histricas que se conforman en historias oficialmente reconocidas son su responsabilidad social. As, dentro del contexto de produccin sociocul-tural del conocimiento histrico, el historiador o cientfico social conforma una elite con el poder intelectual y poltico para incidir sobre las visiones de mundo de la sociedad en general (Vargas, 1990 y 1999). Por eso es de central impor-tancia destacar otro factor incidente en la produccin de conocimiento histri-co. Dentro de la seleccin de datos o informaciones para la produccin de las versiones histricas no slo se destacan y enfatizan ciertos eventos, persona-jes o procesos, sino que intencionalmente o no se ignoran, marginan o si-lencian otros que pueden atentar contra la correcta lectura de la historia do-minante (Trouillot, 1995).

    Las nociones generales de carcter terico-metodolgico anteriores sobre el proceso de produccin del conocimiento histrico cobran valor en relacin con nuestro tema central a partir de su articulacin con el poder. Est claro de que las distintas versiones del pasado presentes en una sociedad en un mo-mento histrico dado no compiten de manera igualitaria o al menos en igua-les condiciones para prevalecer como versiones del pasado aceptadas por todos. Es precisamente la posicin y el papel que estas diversas versiones juegan en el mbito de la competencia y las relaciones de poder lo que deter-

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    mina su aceptacin, rechazo, conflicto y, en ltima instancia, el surgimiento de una visin hegemnica de la historia en detrimento de otras marginadas o su-bordinadas Ni siquiera los mecanismos de contrastacin y validacin de las distintas versiones histricas generadas en las comunidades cientficas y humansticas dependan nica y exclusivamente de los propios criterios de co-rroboracin de la disciplina sino tambin del contexto social de produccin del conocimiento (Bond y William, 1994; Vargas y Sanoja, 1993).

    Un elemento especfico atado al punto anterior es la relacin entre la cons-truccin de los conceptos de tradicin y herencia en relacin con la legitima-cin de los Estados nacionales modernos. Como plantean autores como Hobsbawm (1997) y Anderson (1991), los sentidos de comunidad generados por los Estados nacionales tales como el de ciudadana o historia nacional tienen sus races en la legitimacin del poder estatal sobre la poblacin y so-bre las tomas de decisiones de los grupos. Las tradiciones inventadas con-forman, entonces, no slo el sentido de historia propia sino tambin el de ciu-dadana y, por ende, legitiman la obediencia a los sistemas de valores y prc-ticas generalizadoras definidas por el Estado. De cualquier manera, las versio-nes subalternas nunca desaparecen sino que se mantienen interactuando de ma-nera contradictoria con los constructos hegemnicos y asumen posiciones mviles segn las circunstancias y estructuraciones del sistema poltico y cultural.

    De la misma manera, si consideramos la posicin del productor de las ver-siones histricas como agente social, inmediatamente debemos de notar que su producto intelectual en este caso, una versin del pasado est condicio-nado y definido adems, tanto por su posicin dentro del sistema global inter-nacional de centro-periferia como por su interaccin con el contexto nacional. Igualmente, ya que las versiones del pasado suponen la conformacin de identidades nacionales, grupales y hasta individuales, se intersectan con las relaciones y tensiones raciales, tnicas, de clase o de gnero (Schmidt y Pat-terson, 1995).

    Ms especficamente en el caso venezolano, esta reflexin se hace im-prescindible a partir del papel que ha jugado la historia y las visiones del pasa-do en la reconfiguracin poltica e ideolgica del gobierno venezolano con la toma del poder del presidente Hugo Chvez Fras. A partir de 1999, la rese-mantizacin y el uso poltico del pasado y la historia venezolana se ha conver-tido en un tema nodal para la comprensin de la situacin de recomposicin poltica e ideolgica que el pas experimenta y los posibles proyectos de futuro que los colectivos y el Estado proyectan sobre la nacin. Los acontecimientos polticos en la coyuntura actual han puesto sobre la palestra la discusin sobre eventos y procesos que haban sido considerados neutrales en la historia del pas; por otro lado, han desencadenado un debate sobre su confiabilidad como versin histrica objetiva como pasado real y su utilizacin para la confor-macin de una historia nacional alternativa como historia construida. Esta recomposicin de los discursos y prcticas polticas de la Venezuela del ltimo

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    quinquenio ha promovido no slo la formulacin de diversos y encontrados proyectos nacionales a futuro sino la revisin, reconstruccin e incluso rein-vencin del pasado de la nacin adecuando las versiones de la historia y de la herencia cultural venezolana a las nuevas situaciones y necesidades del pas.

    En este contradictorio y diverso panorama, la historia se renegocia constan-temente para construir visiones distintas de Venezuela. Este debate ha inun-dado los campos de reflexin y accin poltica y sociocultural venezolana; est en los discursos polticos formales, est en los medios de comunicacin, est en la opinin pblica, est en la calle.

    Imaginarios sobre la historia en el contexto urbano de la Caracas de hoy

    El siguiente caso de estudio intenta explicar y aplicar, desde la perspectiva especfica de la arqueologa, la situacin terica presentada previamente. Para los arquelogos, la conciencia de que el pasado posee una presencia en el presente es parte de su quehacer. Desde los mismos positivistas como Lewis Binford (1988), estaba claro que el pasado est aqu con nosotros a travs de su expresin material.

    Lo que s no estaba claro hasta hace muy poco, y que se hace evidente con la introduccin del pensamiento crtico y constructivista en la disciplina, era la fuerza de la representacin cultural sobre el pasado inscrita en los objetos y en los espa-cios de la vida cotidiana. Los arquelogos neomarxistas modifican su visin y sen-tencian, entonces, que aunque el pasado ha muerto, ya no existe, es algo muy poderoso (Gathercole y Lowenthal, 1990). Con esta afirmacin apuntan en dos sentidos: en primer lugar, el pasado ha muerto reconoce la inevitabilidad de los procesos temporales y de los cambios consecuentes probablemente contrapo-nindose a nociones esencialistas que suponen la continuidad o estabilidad de la tradicin. Por otra parte, y es en esto que queremos hacer nfasis, el pasado es poderoso al menos en dos sentidos: uno, en su acepcin de dominacin, por el poder legitimador y subyugante de su presentacin y representacin sobre las condiciones de vida de distintas culturas en el pasado y actualmente por supuesto, incluyendo la nuestra y, en segundo lugar, en su acepcin de capacidad o posibilidad de incidencia en la formacin constante de una memo-ria comn desde los espacios de la vida cotidiana.

    En el contexto urbano moderno, esto se traduce en la superposicin, com-petencia e interaccin de necesidades y versiones sobre el pasado. El pasado no es ms un bloque homogneo indiferenciado temporalmente e inmerso en la memoria colectiva (Burke, 1999). Ms bien, es una compleja red de retazos difusos y contradictorios que se apropian y desechan segn las necesidades de los actores sociales y sus negociaciones e intereses.

    En este sentido, nos ha interesado utilizar como ejemplo el fenmeno urba-no de la expresin pblica y callejera sobre el pasado y la historia. No slo el

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    graffitti, sino tambin la propaganda poltica a travs de pancartas y avisos en los medios de comunicacin (foto 1). Uno de los primeros factores que nota-mos es que la situacin actual en Venezuela no puede ser analizada bajo los esquemas tradicionales sobre el poder y la subalternidad.

    Foto 1

    Tradicionalmente, la relacin entre los pasados hegemnicos (expresados a travs de la prensa, la televisin y otros medios de comunicacin tanto oficia-les como privados) y los pasados subalternos (expresados a travs de la tras-gresin de los graffittis y pancartas callejeras) se ha visto como una tensa di-cotoma. Por ejemplo, Garca Canclini (2001, 306) plantea:

    Las batallas por el control del espacio se establecen a travs de las propias mar-cas del graffiti de otros grupos. Sus referencias sexuales, polticas o estticas son maneras de enunciar modos de vida y de pensamiento por parte de un grupo que no tiene acceso a los circuitos comerciales, polticos y de los medios de comunica-cin para expresarse, pero que afirma su estilo a travs del graffitti. Su diseo es-pontneo y manual es estructuralmente opuesto a las leyendas comerciales y pol-ticas bien pintadas o impresas y reta a estos lenguajes institucionalizados cuando los altera. El graffitti afirma el territorio pero desestructura las colecciones de bie-nes materiales y simblicos.

    Sin embargo, podra ser un modelo simplista la aceptacin del graffitti o si-milares en la Caracas de hoy como una manera marginal, desinstitucionaliza-da y efmera de asumir las nuevas relaciones entre lo pblico y lo privado, en-tre vida cotidiana y poltica. Caracas, sus paredes, postes elctricos, peridi-cos y canales de televisin se han llenado de llamados contradictorios como BOLVAR VIVE! o NO AL PASADO! (foto 2).

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    Foto 2

    En Venezuela, a lo largo de su historia republicana y democrtica se ha producido un fenmeno dual y contradictorio que se ha afianzado y cobrado matices distintos en la polarizacin poltica actual. Por un lado, se ha reprodu-cido una compactacin del pasado como negacin, algo negativo, una leyenda negra, una obliteracin, incluso de perodos completos como el prehispnico.

    Ese pasado est negado por las necesidades del presente. No existe o es susceptible de ser ignorado, y si existe es malo y debe ser rechazado y olvida-do. Esto incide en una conformacin negativa de la autoestima histrica e identidad nacional de los venezolanos. Evidentemente, no estamos refirindo-nos a un fenmeno de la coyuntura actual, sino ms bien a uno de los elemen-tos ms estructuralmente arraigados en nuestra identidad y en la valoracin histrica nacional (Vargas, 1999). Si fuese posible desglosar ese pasado en distintos perodos que lo componen como proceso siguiendo una matriz cro-nolgica tradicional podramos darnos cuenta de que la perspectiva simblica del pasado en Venezuela ha sido frecuentemente aplanada en un solo campo el pasado en general y en otras ocasiones colocado en planos tambin con frecuencia transhistorizados que desconectan y enfatizan ciertos perodos o momentos de la historia nacional. En primer lugar, sobre el perodo prehisp-nico se observa, en general, un sospechoso silencio que sugiere la necesidad ideolgica de deslastrarse de los orgenes indgenas y enfatizar la tradicin europea como punto de partida cultural nacional. Este silencio es seguido por un contradictorio acercamiento al perodo colonial, para el cual mientras se niega su desarrollo, tal como si fuese un perodo oscurantista en la historia nacional, se valoran sus aportes tecnolgicos y constructivos tales como igle-sias, fortines, mansiones, etc. expresiones culturales claramente asociadas a las elites del perodo.

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    Por otro lado, es cuando llegamos al perodo independentista cuando se produce la exaltacin del pasado venezolano en su forma ms hiperblica, obviamente vinculada con el perodo de conformacin del Estado nacional. Es en relacin a este perodo que el presente construye su panten de hroes, su saga de hazaas admirables, su compendio de virtudes nacionales, su glosa-rio moral y cvico, sus bulevares de edificios y monumentos respetados y sus vitrinas de objetos venerables. De hecho, la formacin del Estado venezolano desde el siglo XIX se afianza sobre la construccin de un panten simblica y fsicamente en su sede de la antigua iglesia de Altagracia de prceres e indi-viduos ilustres que condensan virtudes representativas de la venezolanidad. Es precisamente en conexin con este perodo que en la actualidad se presen-tan la mayor parte de las pugnas y las tensiones simblicas en las calles de las grandes ciudades del pas.

    Respecto al resto del perodo republicano del siglo XIX, al igual que con los inicios dictatoriales del siglo XX, pareciera haber cierto silencio otra vez, slo interrumpido por una visin monumental y arquitectnica de la construccin de la nacionalidad y la exaltacin reciente de ciertos personajes icnicos previa-mente ignorados o marginados de la gesta nacionalista como, por ejemplo, Zamora, Maisanta o Castro.

    Los valores generados durante el perodo independentista se compactan, en-tonces, en una visin de pasado indiferenciado cuando discutimos el perodo democrtico de la segunda mitad del siglo XX, del presente radicalizado durante el perodo de gobierno de Chvez y, sobre todo, del futuro poltico y simblico de Venezuela. Luego de un perodo de abandono o desdn por la historia nacional en los discursos, prcticas y espacios pblicos, comenzamos ahora a presenciar una saturacin de simbologas sobre el pasado, una batalla sobre la base de valoraciones histricas capaces de dar sentido a los proyectos polticos presen-tes (foto 3). Bolvar, Mara Lionza, Maisanta, Coln, Rivas, Guaicaipuro cobran nuevamente valor en el discurso oficial de los polticos tanto aliados como en-frentados al gobierno actual y a su vez en los mensajes y dinmicas de distin-tos sectores sociales.

    Un elemento llamativo en esta actual contienda poltico-simblica es el de que mientras el nacionalismo chavista recurre frecuente y abundantemente a estos recursos, la oposicin prefiere neoliberalmente nicamente pensar en el futuro. Sin embargo, segn algunos elementos esgrimidos durante los puntos lgidos de la tensin como, por ejemplo, durante el perodo del referndum revocatorio, paradjicamente, ambos discursos parecan apuntar a un mismo fin en el debate sobre el pasado y las necesidades futuras: el llamado a cons-truir un futuro sin mirar al pasado. Creo que esto puede explicarse a partir del sustrato histrico hegemnico generalizado e internalizado por el ciudadano poltico y comn de descalificacin del pasado que la sociedad venezolana acarrea durante dos siglos por lo menos.

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    Foto 3

    Tomemos el caso de las pancartas colocadas durante el mismo perodo en la sede del MVR de la Av. Libertador y en la sede de Alcalda de Baruta en la Av. Ro de Janeiro. Entre ellas se produjo, a mi parecer, un interesante dilogo diferido en el que una responda a la otra segn los eventos circunstanciales. En la primera, en grandes letras sobre fondo rojo se lea Piensa. El pasado no se repara mientras la segunda esgrima sobre una gigantografa de Capri-les Radonski detenido, Somos un pas con ms futuro que pasado (fotos 4 y 5). Es evidente que ambas se referan a un pasado inmediato: los ltimos cin-cuenta aos del perodo democrtico prechavista. Sin embargo, mientras una plantea la necesidad de reflexin sobre el efecto de este perodo sobre la nacin y la necesidad de recurrir a un nuevo sistema de gobierno para cambiar los erro-res anteriores, la segunda invita a olvidar lo sucedido y concentrarse en el pro-yecto a futuro que su sector ofrece. Pareciese, incluso, si las colocamos en di-logo que la segunda increpa a los distintos sectores nacionales incluyendo al chavista a dejar de anclarse y justificarse en el pasado.

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    Foto 4

    Foto 5

    El problema podra radicar en que ambas tambin sucumben a la idea de un pasado compacto, indiferenciado y monoltico, nocin legitimadora tpica de la modernizacin de la Venezuela petrolera y que ha generado un efecto per-judicial sobre la nocin de la historia nacional. No queremos afirmar con esto

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    que las percepciones del pasado no se puedan cambiar o que no estamos en vas de cambiarlas. Sin embargo, sin una verdadera reflexin crtica y una au-toevaluacin permanente sobre nuestro sustrato hegemnico sobre la historia, difcilmente podremos tomar conciencia de esta atadura simblica y generar nuevos espacios y discursos sobre y para el pasado. Parece que es necesario, como parece estar sucediendo, construir nuevos hitos, referencias y versiones de la historia nacional.

    Aproximaciones desde nuestro presente

    El propio mundo acadmico de la Universidad Central de Venezuela ha si-do fuertemente impactado por esta reflexin y, precisamente, algunas de estas experiencias han servido de fuente de inspiracin para la conformacin de es-te tema central. La reactivacin en los ltimos cinco aos del Seminario Herencia cultural y utilizacin poltica del pasado por el Departamento de Arqueologa, Etnohistoria y Ecologa Cultural de la Escuela de Antropologa (Faces-UCV) y su amplia acogida por el sector estudiantil y docente son evi-dencia de la trascendencia de esta discusin. Posteriormente, la realizacin del ciclo de charlas por el grupo NAVE en la misma Escuela de Antropologa y del ciclo de charlas Imaginarios y polarizacin poltica de la Venezuela actual por esta misma revista, ambas en 2003, han conformado una plataforma de discusin sobre el tema.

    Con este tema central intentamos abordar de manera amplia la temtica del pasado histrico y las tradiciones, vista desde las ms diversas disciplinas histri-cas, sociales, antropolgicas y humansticas, para as poder obtener un horizonte en el que el tema se desdobla en una inmensa cantidad de versiones y narrativas segn la posicionalidad disciplinaria de quien lo reconstruye o interpreta.

    Como primer aporte, tenemos el trabajo de carcter terico-metodolgico general presentado por Emanuele Amodio desde la antropologa. Amodio plantea que el dispositivo productor de pasado y tradicin se desarrolla y fun-ciona en el contexto de los sentidos y prcticas sociales, por lo que cualquier visin de la historia es de alguna manera culturalmente relativa y socialmente contextualizada. Enfatizando que no todas las sociedades poseen la misma comprensin de la temporalidad, plantea que la nocin de tiempo en Occiden-te se basa en un paradigma secuencial, en el que podemos reconocer tres fases sucesivas, todas con existencia en el presente: una serie de presentes-pasados, el presente-presente y los posibles presentes-futuros. As, el pasado conforma una estructura identitaria temporal subordinada a las necesidades e intereses del presente, tanto de los individuos en el sentido freudiano de Novela Familiar como del colectivo en el sentido de relatos histricos que dan sentido y devenir al contexto social que lo produce. La seleccin, interpre-tacin ideolgica y enlace interpretativo pasado-presente estn, de este modo, condicionados por el sistema de relaciones de poder y sus mecanismos de reproduccin y se adecuarn a las ideologas dominantes. Sin embargo, Amo-

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    dio no niega la existencia de un pasado real reductible a un mero constructo ideolgico, pero s afirma que el pasado-presente es el nico cognoscible e identificable dentro de la vivencia del presente. Su provocadora conclusin plantea que la nica forma de poder resolver este dilema se basara en dos premisas bsicas. Primero, reconocer el carcter de etno-historias de todas las historias cientficas o no, oficiales o no, de nuestra sociedad en el sentido de historias construidas desde lo interno de los sistemas de valores y visiones de mundo de los presentes culturales y, por tanto, de valor identitario. Luego, in-tentar construir una visin del pasado desde afuera, es decir, aplicando la distancia antropolgica que permite ver todo momento pretrito como otre-dad temporal.

    Seguidamente, se presenta una trada de aportes de enfoque histrico que, desde diversas posiciones terico-metodolgicas y polticas, abordan el pro-blema de la produccin de discursos y prcticas en asociacin con el pasado, la historia nacional y la herencia cultural venezolana antes y durante el perodo de conformacin de la denominada Quinta Repblica.

    En segundo lugar, tenemos el trabajo de la historiadora Gonzlez de Lucca, en el cual analiza el uso de la historia en la poltica nacional venezolana y, es-pecficamente, la forma en que actualmente ha surgido una tensin entre el pasado y un presente, segn la autora, con una forzosa proyeccin a futuro. Sin negar la necesaria relacin entre visiones de la historia y necesidades pol-ticas, aboga por el compromiso cientfico y moral del historiador de no supedi-tar la verdad histrica y respetar la evidencia a las necesidades coyunturales del momento y de la faccin sociopoltica a que se adhiere. Segn Gonzlez de Lucca, la polarizacin poltica actual de la sociedad venezolana ha propi-ciado el surgimiento de versiones encontradas de la historia nacional divididas entre una bolivariana revolucionaria, que detenta el poder poltico y que de manera autoritaria y vertical postula el revisionismo radical del pasado histri-co, y una ms diversa, multivocal e ideolgicamente plural, que caracteriza a los sectores no afectos al gobierno actual. Analizando casos como la revaloriza-cin o rescate de figuras histricas como Bolvar, Cipriano Castro, Maisanta, Za-mora, Simn Rodrguez, etc., plantea que desde los sectores de poder polticos se ha desarrollado una versin de la historia convertida en ideologa y teora revolu-cionaria a partir de una reedicin de los eventos y rituales conmemorativos, as como de una reelaboracin de los discursos sobre la historia patria.

    Partiendo quizs de la tesis similar de que las visiones y usos de la historia estn condicionados por las necesidades del presente sin negar la existencia de un pasado real independiente a su interpretacin, Vargas, por el contrario, aboga en su artculo por una visin de la historia polticamente sensibilizada y comprometida. La autora realiza una revisin histrica crtica de las aproxima-ciones que se han presentado a lo largo de la historia nacional al problema del pasado indgena, y de la forma como stas han afectado los procesos de iden-tificacin social y los proyectos polticos. Para Vargas, las distintas versiones

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    sobre el pasado real interactan y negocian de acuerdo con el sistema de re-laciones de poder de la sociedad y generan mecanismos de control no slo sobre el pasado sino sobre las ideas y acciones de los individuos en el presen-te. En este sentido, analiza el papel de los sectores acadmicos e intelectuales en la formacin de una visin parcial y elitista del pasado y la herencia cultural venezolana desde el positivismo de fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX incluyendo el surgimiento de la modernidad a fines del siglo XIX, el perodo gomecista y la Venezuela democrtica. Igualmente, analiza su papel en la marginacin de los sectores populares en esta construccin, a quienes reco-noce como los verdaderos garantes y herederos de esta herencia cultural. Vargas enfatiza el compromiso central que las comunidades cientficas tienen y han tenido en la produccin de las versiones del pasado y afirma que la vi-sin de nuestro pasado indgena debe incorporarse de manera activa a la im-plementacin de las polticas de Estado actuales, si se quiere estimular una cultura poltica y ciudadana verdaderamente integral, democrtica, plural y par-ticipativa. La valorizacin de nuestras races histricas, lejos de pretender uto-pas arcaizantes de vueltas al pasado, fomentara el dilogo abierto y com-prometido entre los sectores nacionales y las naciones latinoamericanas a par-tir del reconocimiento de la especificidad, de una identidad comn propia y genuina dentro del homogeneizador marco de la globalizacin. Para Vargas, la doctrina bolivariana es precisamente el arma para la construccin de esa ideologa: el reconocimiento de la unidad histrica de Amrica Latina, de nues-tra pluriculturalidad y la bsqueda de una identidad social latinoamericana.

    El trabajo presentado por Romero desarrolla un anlisis del discurso sobre la historia, expresado en las alocuciones y declaraciones del presidente Hugo Chvez, con el fin de demostrar que existe un proyecto poltico dentro del cual la visin de la historia nacional constituye un eje central en la construccin de la hegemona ideolgica. Romero atiende al hecho, desde un anlisis de la incidencia de las transformaciones del poder en las prcticas polticas, de que el discurso chavista se traslad desde la posicionalidad del antipoder al poder, no slo en trminos de gobernabilidad sino tambin de legitimacin ideolgico de un nuevo proyecto poltico. Segn Romero, el gobierno chavista ha sabido aprovechar efectivamente la crisis de gobernabilidad, y de valores histricos y simblicos del perodo anterior, para generar una legitimacin de su poder apoyada en la redefinicin de hitos histricos venezolanos y as producir una resocializacin integradora de un sentimiento venezolanista, que surge como respuesta a la crisis de valores derivados del agotamiento de las identidades polticas de la democracia puntofijista. Invocando el Proyecto Bolivariano, desplazando el debate histrico de los espacios cerrados a los pblicos me-diante nuevos discursos y prcticas el actual gobierno ha creado, para el au-tor, un constructo simblico que podra acarrear efectos contraproducentes en los valores democrticos nacionales y generar mecanismos de exclusin e intolerancia en los distintos sectores sociales de la nacin.

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    Los ltimos dos trabajos representados en este tema central consisten en estudios de casos especficos sobre discursos o artefactos culturales que per-miten observar como estos procesos de resignificacin del pasado se articulan y actan en las prcticas sociales.

    El trabajo de Ruiz reflexiona, a partir del anlisis del discurso, en relacin con un caso de estudio en el que las tensiones y contradicciones entre las fuentes histricas primarias y secundarias ponen en evidencia la compleja interaccin entre las versiones de los acontecimientos y sus interpretaciones a partir de un presente poltica e ideolgicamente interesado. Segn Ruiz, el estudio sistem-tico del documento-proyecto de Jos Ignacio Moreno realizado en Caracas en 1798 por parte del historiador moderno Pez Pumar, ubicndolo dentro del es-pritu independentista criollo, en vez de, como de hecho lo fue, dentro una pers-pectiva conservadora medievalista, deja claro el problema de las omisiones, si-lencios y distorsiones que sufren los datos histricos en su proceso de actuali-zacin interpretativa.

    El ilustrativo anlisis de Suazo interpreta uno de los artefactos culturales de mayor densidad simblica y poltica en los contextos urbanos modernos: el monumento. La escultura pblica y su emplazamiento en el contexto urbano, para Suazo, condensa modelos de autoridad del Estado y simultneamente, acta sobre las tensiones y contradicciones del imaginario social. Sin embar-go, a lo largo de la historia nacional, la percepcin del monumento y su rela-cin con la memoria colectiva ha transitado diversas etapas las cuales, para Suazo, consisten en: una de devocin, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, otra de desdn, que cubre el perodo de la Venezuela demo-crtica y, finalmente, una de asedio, que abarca la actual Venezuela del siglo XXI. Sin ser mutuamente excluyentes, esta visin de etapas histricas nos permite entender las transformaciones y races histricas de una dinmica de inmensa actualidad en la realidad cultural venezolana. Las recientes polmicas generadas en torno a monumentos destruidos, removidos, modificados o re-semantizados en ciudades principales de nuestro pas como Caracas y Valen-cia tal es el caso de la estatua de Mara Lionza en la autopista Francisco Fa-jardo o de la de Coln en Plaza Venezuela son testimonios de este proceso de recomposicin simblica.

    Con esta compilacin hemos intentado, entonces, presentar un amplio y di-verso panorama de los posibles acercamientos que desde la academia se pueden realizar en relacin con la situacin poltica y simblica sobre el pasa-do en la Venezuela actual. Entendemos que el intelectual, como agente social y actor en la situacin, vive los procesos sociales como protagonista y como observador y que esta posicionalidad conflictuada le otorga una posicin privi-legiada tanto para el anlisis como la intervencin y participacin en los proce-sos histricos en desarrollo. En este sentido, esperamos que este tema central colabore no slo en la produccin de discursos reflexivos sobre la percepcin

  • Revista Venezolana de Economa y Ciencias Sociales

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    y el uso de la historia en Venezuela sino que sea capaz de incidir en las prc-ticas sociales y culturales que los implementan y activan.

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