El patio de los arrayanes : poesías

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. P A T E L O S . • ÍR A Y

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R I C A R D O ° C 0 V A W W B , A S

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C O L E C C I Ó N « A P O L O »

I . E L P A T I O DE LOS A R R A Y A N E S (Francisco Villaespesa).

Volúmenes de :

A N T O N I O M A C H A D O . M A N U E L M A C H A D O . J U A N R . JIMÉNEZ. G U I L L E R M O V A L E N C I A . JULIO F L O R E Z . R U B É N D A R Í O . E D U A R D O M A R Q U I N A . JOSÉ S A N T O S C H O C A N O . E M I L I O C A R R E R E . A M A D O Ñ E R V O . F R A N C I S C O V I L L A E S P E S A . A L F R E D O G Ó M E Z JAIME. A L F R E D O BLANCO. A N D R É S GONZÁLEZ BLANCO. A N T O N I O DE ZAYAS. L E O P O L D O L U G O N E S . R I C A R D O J A I M E F R E I R E . J U A N P U J O L . N I L O F A B R A . E U G E N I O DE C A S T R O . G A B R I E L D ' A N N U N Z Z I O . M A U R I C I O M A E T E R L I N X . JOSÉ M A R Í A H E R E D I A . A N T O N I O N O B R E .

COLECCIÓN «APOLO»

I

E L P A T I O D E L O S A R R A Y A N E S

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O B R A S D E F R A N C I S C O V I L L A E S P E S A

P O E S Í A Int, mi dad es (3.» edición) 2 p e s e t a s Flores de almendro (2.» ídem) o ' , Luchas (3. a ídem) ..'...'.'.'.'. 2 » Confidencias ( ago tada ) . La copa del Rey de Thule (&» edición) •> > El alto de los bohemios (2.' ídem) •> » Rapsodias "" 5 > Las canciones del camino 5 , Tristitice Rerum S , Carmen " <¿ » El patio de los arrayanes .....'.'.'.'.'. 3 > . . . . _ . E.v P R E N S A Viaje Sentimental 3 ,

Im Memoriam ! .'.'." 5 » El mirador de Lindaraxa..."... . . . . 3 >

D E PRÓXIMA PUBLICACIÓN La trilogía de la Vida: . I. E l l ib ro del A m o r . • I I . E l l ibro del Dolor .

I I I . E l l ib ro de la Muer t e . Las horas que pasan. Visiones de España:

I . G r a n a d a . I I . Toledo .

I I I T S e v i l l a .

T E A T R O La trilogía del Islam:

I . E l A l c á z a r de las P e r l a s ( t r a g e d i a anticrua). I I . E l S u s p i r o del Moro (ídem).

III . A b e n - H u m e y a (idem). César Borgia ( leyenda t r á g i c a ) .

P R O S A S PUBLICADA

El milagro de las rosas (novela) .

EN P R E N S A El libro de los Milagros (nove las co r t a s ) 3,50 »

EN P R E P A R A C I Ó N Astarte (novela) . Vida y arte.

Cuentos bárbaros.

T E A T R O EN PREPARACIÓN

Idolos rotos ( t r a g e d i a m o d e r n a ) . Sacrificada (ídem). El triunfo ( ídem).

i

F R A N C I S C O V I L L A E S P E S A

EL PATIO D E L O S

ARRAYANES

P O E S Í A S

M A D R I D : M C M V I I I

I M P R E N T A D E B . A L -

G A Ñ Ó N Y M O R E N O :

P E L A Y O , 3 6 * % % % V

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w Y

E S P R O P I E D A D

C A P I L L A A L F O N S I N A B I B L I O T E C A U N I V E R S I T A R I A

ü . A . N . L i

B I B L I O T E C A UNIVERSITARIA " A L F O N S O R E Y E S

m 0 Q R I C A R D O C O V A M I * * »

VARGAS VILA EL SUPREMO EX ALT ADOR DE LA VIDA,

CORDIALMENTE %

El Autor.

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Por la espaciosa frente pálida y pensativa,

desciende la melena en dos rizos iguales.

Negros ojos miopes, g ruesa nariz lasciva,

la faz oval y fina, los labios sensuales.

— I J —

Sobre el flexible cuerpo, per turban la n e g r u r a

del enlutado t ra je que su dolor re t ra ta ,

el d 'annunziano cuello con su nivea blancura

y con manchas sangrientas la flotante corbata,

Page 11: El patio de los arrayanes : poesías

Apura un cigarril lo Kedive, reclinado

en un diván obscuro, y entre el humo azulado

del tabaco, sus ojos contemplan con amor

el azul de las venas sobre las manos finas

dignas de rasgar velos de princesas latinas

y ceñir el anillo del Santo Pescador.

O A R I S T O S .

P A R A T U L I O M. C E S T E R O

Page 12: El patio de los arrayanes : poesías

Apura un cigarril lo Kedive, reclinado

en un diván obscuro, y entre el humo azulado

del tabaco, sus ojos contemplan con amor

el azul de las venas sobre las manos finas

dignas de rasgar velos de princesas latinas

y ceñir el anillo del Santo Pescador.

O A R I S T O S .

P A R A T U L I O M. C E S T E R O

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I

Bajo el fúnebre casco de tu pelo

hay en tu rostro una avidez malsana,

y en tu carne morena de gitana

un acre aroma de pantera en celo.

Hecha para el amor y los placeres,

t ienes la eternidad de un bronce griego.

Tu cuerpo es l lama viva, tu alma fuego.

¡Cleopatra debió ser como tú eres!

— 17 — 2

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T u s finas manos de marfil imprimen

en la carne nerviosa sacudida.. .

S o n tus ojos dos vértigos de cr imen. . .

Y esbelta y ágil, insaciable y fuer te ,

l a adelfa de tus labios dá á l a V ida

la palidez sagrada de la Muer te .

n

Bajo la protección de tus pupilas

regresaba el rebaño á los rediles,

en t re un temblor metálico de esquilas

y un desgranar de flautas pastoriles.

Y un mastín de pupilas encendidas,

hirsuta piel y corpulencia brava,

en t re las al tas hierbas florecidas

las huellas de tu paso ras t reaba.

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Ceñí tu talle, al expirar el día, <

bajo el verde nogal que protegía

la clara fuente de sonoros caños...

A l l í nuestros corderos se mezclaron,

y desde aquella tarde, pernoctaron

en un mismo redil nuestros rebaños.

— 20 —

ni

A través de la túnica, la nieve

y el rubor de tus rosas se revela . . .

Tu espíritu es más ágil y más leve

que el fino tul que tus encantos vela.

A l tálamo nupcial desnuda vienes

de espíritu y de carne. Tiemblan todas

las purezas en tí, mientras detienes y

tu planta en el umbral de nuestras bodas.

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De ternura y de amor tu cuerpo ungiste

y de piedad las manos. L a Pureza

es el único velo que te viste...

¡A mi lecho nupcial sé bienvenida!

¡La inmortal juventud de tu belleza

e terna juventud dará á mi vida!

A.

- 3 2 —

I V

Lo presentido de tu carne l lega

bajo los oros "de la tarde clara,

con la a legr ía de una v i rgen gr iega

que va á of rendar sus velos en el a r a .

Y se enciende al ardor de mi deseo

—pupila extática, boca lasciva—

tu correcto perfil de camafeo

como tallado en una l lama viva.

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Tiembla tu intacta lámpara. Pres iente

el tibio soplo de mi labio ardiente,

viendo en el blanco muro, estremecida

pasar la sombra de tu mano única,

desatando los broches de la túnica

para el supremo tr iunfo de la Vida. A l borde de la túnica blanquea

la maravilla de tu pie desnudo...

¡Para ser otra Pa las Athenea

solo te fal ta el casco y el escudo!

L a s palomas de Eros, sorprendidas,

al verte, huyeron del indócil niño,

á a r ru l la r sus amores, escondidas

bajo la gasa azul de tu corpiño.

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En tus gestos se esculpe la suprema

euritmia de una estátua ó de un poema.

Es música tu voz, y cuando cantas

las aves en los cielos se detienen,

y los leones, silenciosos, vienen

á lamer la blancura de tus plantas.

VI

Un per fume de muer tas pr imaveras

resucita en el aire , cuando empañas

la tentación azul de l a s ojeras

con la sombra fugaz de tus pestañas.

i

t

L a ajada palidez de tus meji l las

evoca al pensamiento gr is y triste,

lo frágil de las rosas amari l las

que en último otoño me ofreciste.

Page 19: El patio de los arrayanes : poesías

Con los ojos cerrados, pensativa,

tan inmóvil y pálida, pareces

una muerta soñando que está viva.

Y es tu mano tan blanca, que hoy, apenas

bajo la nieve de sus palideces

azulea el rel ieve de las venas.

i

— 28 —

V I I

El la desnuda y t ímida r e í a

al ver en los cristales de la fuente

su imagen que en la l infa t ransparente

sus íntimos secretos descubría.

El agua de placer se es t remecía

al copiarla en su seno. Y sonriente,

con gestos de pudor, en la corriente

la punta de los pies humedecía.

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Miró brillar, de pronto, l lameantes

mis ojos, en la verde Pr imavera

de las frondas. Los senos palpitantes

s é cubrió con las manos temblorosas,

y bajo el oro de su cabellera

fué su cuerpo un re lámpago de rosas.

V I I I

El aire e ra mortal como un veneno,

y en el febril perfume de la siesta

se hinchaba, bajo el sol, igual que un

el verde corazón de la floresta.

Sorprendí tu blancura en el descanso

del baño, bajo el palio de la umbría. . .

E l agua t ransparente del remanso

era el solo cendal que te envolvía.

— 31 —

\

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Hubo un hervor de espumas en las ondas;

al sent ir mi contacto, diste un grito:

y t rémulas de amor vieron las frondas

en las aguas azules y serenas,

en t re mis brazos, renovarse el mito

de los Tr i tones y de las Sirenas.

/

— 32 —

IX

Del río en los remansos cristalinos

deshojaba el crepúsculo sus flores,

y turbaba la paz de los caminos

el ¡evohé! de los vendimiadores.

Cruzó un temblor de flautas en el viento.

L a s frondas eran al amor propicias.

Se insinuaban besos en tu acento

y en mis manos temblaban las caricias.

1

Page 22: El patio de los arrayanes : poesías

Sobre las hierbas verdes y tranquilas,

sent í en mortal abrazo estremecerse

tu cuerpo, ya rendido á mi querel la .

Y contemplé en el mar de tus pupilas

apagarse la tarde, y encenderse

e l faro azul de la pr imera estrella.

X

Bajo el al to laurel , en el boscaje

Venus nos fué propicia aquella hora. . .

Rasgaban las verduras del paisaje

el velo azul y rosa de la Aurora .

r •

V i mis ojos temblar en tus zafiros,

á mi tacto tu piel se hizo de seda,

y para oir la voz de tus suspiros

se detuvo la brisa en la arboleda.

— 35 —

Page 23: El patio de los arrayanes : poesías

El sol, tu palidez agonizante

besó, á t ravés de la gloriosa r a m a ,

y en t re los oros de su luz t r iunfante

quedó temblando en el campestre lecho,

como gotas de sangre en t re la grama,

a lgún rubí de tu collar deshecho.

- 36 -

XI

L a s brisas del crepúsculo venían

cargadas del olor de las montañas,

y suaves al pasar estremecían

con su cálido aliento tus pestañas.

En la muerta humedad de tus pupilas

sentí desfallecer la primavera,

mientras t int ineaban las esquilas

en el silencio azul de la pradera.

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I

I i

: ' MÍ 1

A l ver te agonizante entre 'mis brazos

sentí la tentación de ahogarte en ellos.

L a ta rde ensangrentaba los ribazos,

y á los reflejos de su luz postrera

ardieron fugitivos tus cabellos

como un áureo vellón en una hoguera .

- 38

X I I

Era la ta rde como un rojo velo

que palpitante en el Poniente ardía ,

mientras en el rosal azul del cielo

el nacar de la luna florecía.

Hubo en tu labio un ruego y "hubo un vago

temor en tu pupila incitadora...

L a fuga del crepúsculo en el lago

daba á tu tez un resplandor de aurora .

Page 25: El patio de los arrayanes : poesías

Cruzó un plañir de bronces por los llanos..

Besé tus labios y acallé tu ruego. .

Sen t í en la nuca el peso de tus manos,

mirando en tus pupilas dilatadas

deshacerse en relámpagos de fuego

la negra tempestad de tus miradas.

— 40 —

/

X I I I

Surgió, de pronto, tu silueta impresa

en t re las sombras y á mi encuentro vino

con un encorvamiento de felino

que se dispone á devorar su presa.

Te sentí palpitar en t re mis brazos,

tu cálido contacto me encendía,

mient ras mi débil cuerpo hecho pedazos

en tus ga r ras de esfinge sucumbía.

— 41 —

Page 26: El patio de los arrayanes : poesías

Y la fiera dormida despertóse

en mi carne, y, rugiendo abalanzóse

sobre tu cuerpo, con la fauce abierta,

ávida de morder. . . Y cuando el día

nos alumbró, sobre tu faz corría

una azulosa palidez de muerta.

X I V

¡Oh, el desper tar en eF Tragante prado!

Sobre mi brazo el peso de tu cuello,

y tu mano en mi hombro, y el callado

perfume de tu aliento y tu cabello!

L a sonora frescura de las fuentes,

de las alondras el primer gorgeo,

y tus t ímidas f rases balbucientes

entre algún perezoso parpadeo.. .

— 43 —

Page 27: El patio de los arrayanes : poesías

El sueño que los músculos enerva

se borra an te los trémulos destellos

del sol que tiembla en el cristal del río.

Y luego, sacudir sobre la hierba

húmeda, al abrazarnos, los cabellos

rut i lantes de gotas de rocío!

XV

Tú fuiste para el pobre peregrino

en las fat igas de la tarde roja,

una flor que se coje en el camino,

se aspira su perfume y se deshoja.

Bajo el Cándido lino de tu tienda

á mis nómadas penas sonreiste...

Amaneció. Y me perdí en la senda

mucho más solo, pero menos triste.

— 45 —

Page 28: El patio de los arrayanes : poesías

Disipóse en la blanca polvareda

tu silueta, á lo lejos... Hoy no queda

más que una frágil sombra que indecisa

atraviesa mis sueños balbucientes. . .

Sólo recuerdo el blanco de tus dientes

en t re el rojo clavel de tu sonrisa.

Page 29: El patio de los arrayanes : poesías

Disipóse en la blanca polvareda

tu silueta, á lo lejos... Hoy no queda

más que una frágil sombra que indecisa

atraviesa mis sueños balbucientes. . .

Sólo recuerdo el blanco de tus dientes

en t re el rojo clavel de tu sonrisa.

Page 30: El patio de los arrayanes : poesías

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ROMANCE AMOROSO.

—iPaje mío, pa je mío,

dime, ¿por qué estás tan pálido?

Son dos lises tus mejil las,

dos azucenas tus manos.. .

L a s ojeras de tus ojos

como los lirios morados.

—Pasé la noche, á la luna

por tus jardines vagando;

y el per fume de tus rosas

me puso el rostro tan pálido.

Page 31: El patio de los arrayanes : poesías

—Si el perfume de mis rosas

la color te ha cambiado,

ent ra esta noche, á la una,

por la ventana , en mi cuarto.. ."

¡Te haré volver los colores

con las rosas de mis labios!

E l pa je al sonar la una,

cruza el salón del palacio.

Calza sandalias de seda

para andar sin ser notado,

y en el cuarto de la infanta

por la ventana se ha entrado.

E l sol doraba el Oriente;

cuatro veces cantó el gallo

y en t re los altos rosales

el pa je torna callado,

como una sombra sin vida,

igual que un muerto de pálido.

— 50 —

[Doblaban lentas y tristes

las campanas de palacio!

Y en e l rincón más obscuro

del ruinoso camposanto,

por orden del Rey , dos hombres

una fosa están cavando!

Page 32: El patio de los arrayanes : poesías

I I I

R O M A N C E M O R I S C O . i

Una horca están poniendo

en las torres del Alhambra

para colgar, á la aurora ,

á Moraima, la Sul tana .

En un potro jerezano,

armado de todas armas,

por el camino'de A ta r f e

el bravo Al ia tar cabalga.

— 53 —

Page 33: El patio de los arrayanes : poesías

A n t e sus ojos, cual nubes

álamos y^ olivos pasan,

y es tan densa y tan obscura

la polvareda que alza,

que las gentes del camino

no logran verle la cara.

Cruzando va Pue r t a Elvi ra ,

y es su ca r re ra tan rápida

que cuando la oye el oido

ya no le vé la mirada.

Bajo los cascos del potro

de Bibarambla en la plaza

lanzando chispas de fuego

las piedras rotas sal taban.

¿A qué vienes, Aliatar?

el R e y colérico exclama.

—Vengo á salvar con tu muer te

la vida de la Sultana. . .—

— 54 —

Y desenvainando el corvo

hierro de su cimitarra,

de un tajo le segó el cuello

al R e y moro de Granada .

Y la cabeza del R e y

en la punta de una lanza,

goteaba sangre , á la aurora ,

en las torres del Alhambra .

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I

L A P R I N C E S A E N C A N T A D A .

L a mano de un ensueño me condujo

á la Alhambra de mármol y cristal,

donde encantada yaces bajo el lujo

de un verde y l lameante naranja l .

Palomita sultana! En tu cabeza

al peinarte, clavó largo alfiler

la maga que envidiaba tu belleza,

y se trocó en paloma la mujer .

Page 36: El patio de los arrayanes : poesías

Yo venceré dragones y gigantes

para l legar donde tu vida espera.

Tu áureo alfiler a r rancará mi amor.

Y surgirás. . . El peine de diamantes

peinando el oro de tu cabel lera

en la penumbra de un naran jo en flor.

— 6c —

II

LAS T R E S TORONJAS.

Hay tres toronjas cerca de un lago;

áureos esmaltes en t re el verdor.

Son tres princesas que encantó un mago

porque n inguna quiso su amor.

Una es muy rubia, su porte es grave .

L a otra morena, rosa carnal . . .

D e la pequeña sólo se sabe

que no ha existido ni existirá.

— 6 l —

t

Page 37: El patio de los arrayanes : poesías

P a r a robarlas t reparé un día

los encantados muros espesos...

Ante mis plantas caerá el dragón. . .

D a r é á la rubia mi poesía,

á la morena daré mis besos,

y á la pequeña mi corazón.

m

C A P E R U C I T A .

—Caperucita, la más pequeña

de mis amigas, ¿en dónde está?

—Al viejo bosque se fué por leña,

por leña seca para amasar .

—Caperucita, di, ¿no ha venido?

¿Cómo tan tarde no regresó?

—Tras ella todos al bosque han ido,

pero ninguno se la encontró.

Page 38: El patio de los arrayanes : poesías

—Decidme, niños, ¿qué es lo que pasa?

¿Qué mala nueva l legó á la casa?

;Por qué esos llantos? ¿Por qué esos gritos?

¿Caperucita no regresó?

—Solo t ra jeron sus zapatitos...

¡Dicen que un lobo se la comiól

E L PRÍNCIPE.

—Decidme ¿visteis aquel que adoro?

Porta en sedosa bolsa escarlata

para mis dedos cintos de oro,

para mis sienes velos de plata .

Bordado en gemas fulge su sayo:

sus armas lanzan áureos fulgores. . .

Bajo los cascos de su caballo

hasta en la a rena brotan las flores—»

Page 39: El patio de los arrayanes : poesías

Canta la virgen. . . Por los senderos

en flor, se esfuma la pr imavera. . .

Pór tanlo herido cuatro escuderos:

y desolada la niña advierte

que bajo el oro de la visera

su rostro es pálido como la muerte-

E L A N I L L O D E L A R E I N A .

E s t á la Reina llorando á solas,

porque el anillo que el R e y la dió

cuando casaron, cayó en las olas

y un pez muy rojo se lo t ragó.

—De la sortija nupcial, ¿qué has hecho?

—No la he perdido!.. Cayóse al mar. . .

Y el R e y celoso, en su despecho

á la Pr incesa mandó matar .

Page 40: El patio de los arrayanes : poesías

Solo á su estancia se fué á comer. .

U n pez sirvieron sobre la mesa.

Se vió al monarca palidecer,

porque al partirlo, en él se halló

el áureo anillo que á la Pr incesa

al desposarse le regaló.

Vp

B A L A D A S .

P A R A A L F R E D O GÓMEZ J A I M E

t i i

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Solo á su estancia se fué á comer. .

U n pez sirvieron sobre la mesa.

Se vió al monarca palidecer,

porque al partirlo, en él se halló

el áureo anillo que á la Pr incesa

al desposarse le regaló.

Vp

B A L A D A S .

P A R A A L F R E D O GÓMEZ J A I M E

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Page 42: El patio de los arrayanes : poesías

Hilábamos aquel d ía

á la sombra de los tilos;

giraba el huso en silencio

cuando pasó el peregrino.

—¡Oh, jóvenes hi landeras

—con trémula voz nos dijo—

de la ciudad del ensueño

es este, acaso, el camino?

Page 43: El patio de los arrayanes : poesías

A l escuchar sus palabras

de rubor enrojecimos,

y de nuestras manos t rémulas

cayóse el huso y el lino.

L e indicamos el sendero,

y se perdió el peregrino. . .

—Hermana, ¿por qué suspiras

suspirando nos dijimos...

Y proseguimos hilando

á la sombra de los tilos

— 72 -

I

n

En la quietud de la noche

su mano llamó á mi puerta. . .

L a lámpara se ha apagado. .

¡Espérate que la encienda!

En el nocturno silencio

volvió á l lamar con más fuerza .

¡Cuando acabe de vestirme

bajaré á abrir te la puertal

— 75 —

Page 44: El patio de los arrayanes : poesías

L a vieja l lave de oro

deseché con mano trémula. .

E l viento apagó la lámpara

y exclamé tímida:—Entra.

Y temerosa, apoyada

en el dintel de la puerta,

sentí el eco de sus pasos

apagarse en las tinieblas.

— 7 4 —

I I I

—Hermana, junto á la fuente

se acercó á pedirnos agua,

¡La sed que sació su boca

ha quedado en nuest ras almas!

Su mano tocó este barro,

su labio besó este ánfora,

y desde entonces parece

que al caer en ella el agua

— 75 —

Page 45: El patio de los arrayanes : poesías

alguna cosa despierta. . .

y que es su voz quien nos habla.. .

—Hermana, tus manos t ímidas

desataron las sandalias,

y enjugaron tus cabellos

las heridas de sus plantas. . .

Por eso, si me acaricias,

mi faz se pone tan pálida,

que se me escapa la sangre ,

y se c ierran mis pestañas.

De jó en tus rubios cabellos

un per fume que embriaga

mi corazón de t e rnura

y de cariño mi alma. . .

—Hermana, en t re aquellos álamos

que á la luna son de plata,

vimos borrarse su sombra.. .

*Y desde entonces, hermana,

venimos junto á la fuente ,

á henchir de amargura el ánfora

donde él apoyó sus labios,

con la hiél de nuest ras lágrimas.

Page 46: El patio de los arrayanes : poesías

I V

—Vísteme, vísteme, hermana,

con su t ra je y con sus joyas:

coróname de azahares,

ponme su anillo de bodas,

que quiero, si á verme l lega

antes que baje á la fosa,

que muerta y todo, me encuentre

vestida en t ra je de novia.

Page 47: El patio de los arrayanes : poesías

D e la madera de tálamo

que hagan el féretro ahora,

y adórnalo con las sábanas

que bordé para mis bodas.

Y si él se muere de pena

al verme muerta, coloca

su cuerpo al lado del mío

bajo una carga de rosas

Y si no viene, que sepa

que en el fondo de la fosa,

como en un lecho, le espero

vestida en t ra je de novia.

— 8 o —

L a clara luz de la lámpara

a lumbra tu rostro pálido,

mientras el huso de plata

g i ra rápido en tus manos,

con el lino del ensueño

tu velo nupcial hilando.

L a lámpara arde. . . Pa rece

q u e quiere decirte algo.. .

— 81 —

i

Page 48: El patio de los arrayanes : poesías

-«No cierres á la esperanza

tn balcón. V e n d r á el amado

una noche, vacilante

como un ebrio, sujetando

los latidos impacientes

de su pecho, con las manos».

L a última per la de ensueño

en la clepsydra ha temblado.

Se estremecen las cortinas...

L a lámpara está esperando

que su luz t rémula apaguen

irnos temblorosos labios.

—¿A dónde vas peregr ine,

silencioso y empolvado,

las barbas enmarañadas,

rotos el sayal y el báculo,

con los cabellos al viento

sobre los hombros flotando?

—El viento arrasó mi casa.

Sa l sembraron en mis campos

- 8 } —

f

Page 49: El patio de los arrayanes : poesías

]He visto á cuantos amaba

morir de amor en mis brazos!

—¿Qué buscas, qué esperas? —Nada.

—¿A dónde vas?

—Al acaso,

como las hojas que el viento

arremolina á mi paso.

—Detente por Dios, viajero!

H a y un lecho en mi palacio

donde jamás el Amor

al pudor ha desnudado.

Ven te , y de jaré mi vida

como un per fume en tus labios!—

Y alejóse el peregrino

silencioso y empolvado,

con los cabellos a l viento

sobre los hombros flotando,

las oarbas enmarañadas,

rotos el sayal y el báculo.

Llorando quedó la virgen,

y él también se fué llorando.

- 85 -

Page 50: El patio de los arrayanes : poesías
Page 51: El patio de los arrayanes : poesías

—Será el amor?—gritó, pálido,

llenos los ojos de lágrimas. . .

—Acaso—dijo mirándome.. .

Su voz de pasión temblaba. . .

L lamaron quedo, muy quedo

á las puer tas de la casa.

—¿Será la Muerte?—le dije..

El la no me dijo nada.. .

Y se quedó inmóvil, r íg ida,

sobre la blanca almohada,

las manos como la cera

y las meji l las muy pálidas.

V O C E S P E R D I D A S

P A R A L U I S L Ó P E Z B A L L E S T E R O S

Page 52: El patio de los arrayanes : poesías

E L MADRIGAL DE LAS VIOLETAS.

Ent re la grama de la orilla abiertas,

viendo las aguas resbalar tranquilas,

nos recuerdan á veces las pupilas

y las ojeras de las novias muertas.

¡Oh, mi primer amor!... Melancolías

futuras que tus ojos me auguraron. . .

¡Cogiendo una violeta se encontraron

tus manos temblorosas con las mias!

Page 53: El patio de los arrayanes : poesías

¿No te evoca, poeta, su fragancia,

á primera novia de tu infancia,

cuyas car tas conservas bajo llaves

con el pr imer soneto en tus gavetas,

y de la que ahora sólo sabes

que eran sus ojos como dos violetas?

n

D E L LIBRO D E L DOLOR.

L a sed que la fiebre aviva

en la l lanura desierta:

¡postración del alma muerta

dentro de la carne viva!

Y un afán, sólo un afán

de paz y renunciamiento. . .

—I Canciones que t ra jo el viento

y que en el viento se van!

— 93 —

Page 54: El patio de los arrayanes : poesías

—¿Y los brazos enlazados

a l cuello, en la despedida?

—¡Pobres brazos de la vida

bajo la t ierra olvidados!

Siempre lo desc<jpocido,

la sombra que te acompaña,

y el filo de una guadaña

sobre el cuello suspendido.

Y la inquietud de morir

y el espanto de nacer . . .

¡De nuevo volver á ser

para volver á sufrir!

— 94 —

111

LA H O R A ROMÁNTICA.

L a sombra de Don Juan , con paso lento

se proyecta en la calle retorcida,

espada al cinto, capa desceñida,

y la ancha pluma del chambergo al viento.

Tras las espesas rejas del convento

Inés aguarda trémula. L a vida

se escapa por sus venas á medida

que se aproxima el paso somnoliento.

— 95 —

Page 55: El patio de los arrayanes : poesías

Brilla l lena de luz una ventana. . .

Rezan las monjas.. . Y doblar se siente

al ag i ta r la el viento, una campana.

— ¿Por quién son, Doña Inés, esos clamores?

Y ella, responde silenciosamente:

— ¡Una novicia que murió de amores!

I V

E N LA V I T E L A U E UN ABANICO

L a lluvia, con sesgadas

l íneas grises, esfuma

los campos silenciosos.

L a s ramas deshojadas

agitan en la bruma

sus brazos temblorosos.

Ni un gorgéo ni un eco turban la adusta calma

del paisaje sin flores...

— 9 7 —

Page 56: El patio de los arrayanes : poesías

L a humedad del crepúsculo se nos mete en el alma. .

S e borran en las nieblas las vidas sin amores.

E r r a n t e s peregrinos,

los húmedos cabellos á los vientos flotantes,

contemplan taciturnos sus pálidos semblantes

temblar sobre las charcas de los largoscaminos.

Por los parduscos muros se desliza la lluvia

con lentitud de lágrimas, y t ras la vidriera

se inclina melancólica una cabeza rubia:

el rostro todo ojos y los ojos ojeras.

Y escondida en el cesped, sobre el húmedo suelo,

yace una blanca y lívida cabeza ensangrentada:

de sus ojos vidriosos en la débil mirada

se refleja la obscura pesadumbre del cielo.

L a clara voz del Ange lus esparce una dulzura

de paz sobre el paisaje. Hay temblor, hay t e rnu ra

- 98 -

de verdes hojas bajo los apagados gr ises

que manchan los movibles lienzos del aguacero.

Ta les son ¡oh, mi amada otoñal, los países

que copiar en las sedas de tu abanico quiero!

— 9 9 —

Page 57: El patio de los arrayanes : poesías
Page 58: El patio de los arrayanes : poesías

Se alzó, presa de impúdicos ardores.

U n grito de pasión ciega y rabiosa

despertó á los chacales del desierto;

y á la laz de la luna, unos pastores

en los marmoreos brazos de la Diosa

al santo cenobita hal laron muerto.

\

*

— I 0 2 —

RIMAS D E L AMOR Y D E LA S O L E D A D

P A R A JULIO F L Ó R E Z

í

Page 59: El patio de los arrayanes : poesías

Se alzó, presa de impúdicos ardores.

U n grito de pasión ciega y rabiosa

despertó á los chacales del desierto;

y á la laz de la luna, unos pastores

en los marmoreos brazos de la Diosa

al santo cenobita hal laron muerto.

\

*

— I 0 2 —

RIMAS D E L AMOR Y D E LA S O L E D A D

P A R A JULIO F L Ó R E Z

í

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Page 61: El patio de los arrayanes : poesías

Y las sedosas manos de qué sombra,

resbalando entre encajes y en t fe velos,

se quedaron amor estenuadas

al cálido contacto de tu cuerpo?

Pál idas y sin sangre las mejillas,

yaces como una muerta sobre el lecho.

Y mientras canta el ruiseñor, y tiembla

en el balcón la escala de Romeo,

la blanca luna, atravesando encajes,

empolva con su plata tus cabellos.

— 106 —

II

L a noche me envolvió como un perfume;

y en el silencio tus pisadas eran

un lento resbalar de terciopelos

sobre una frágil ilusión de seda.

Tembló tu corazón bajo mi mano

con timideces de paloma presa,

y aspiré en el aliento de tu boca

todo el per fume de la primavera.

Page 62: El patio de los arrayanes : poesías

Tus rizos me envolvieron! Y ent re el vago

olor á musgo de tu cabellera,

suspirante absorví como un veneno

el acre aroma de tu carne enferma.

— 108 —

III

Temblabas de inquietud! Nocturnas brisas

agitando los leves cortinajes,

entre aromas campestres, nos t ra jeron

ecos de melancólicos cantares.

L a frágil flor de luz de nuestra lámpara v

deshojó sus fulgencias en el aire,

y la noche plegóse como un vuelo

á las vivas turgencias de tu carne .

— 109

Page 63: El patio de los arrayanes : poesías

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K '

i ' i Wl '

'i til

i i

Bajo el tul invisible de la sombra

tuvo tu cuerpo tibias suavidades

de musgo bajo el sol, y hasta el salobre

sabor de las espumas de los mares.

— I I O —

I V

*

Música de claros surtidores

¿qué dices á los verdes a r rayanes

que tiemblan al oirte y palidecen

cual si fueran de pronto á desmayarse?

Música de los claros surtidores

¿qué caricias derrama en el aire

que al sonoro llover de tus estrellas

se estremecen las ramas de los árboles

— I I I —

Page 64: El patio de los arrayanes : poesías

y el ruiseñor se calla, y lentamente

deshojan su per fume los rosales?

¡Oh, mi tímido amor sin esperanza,

que ni de dichas ni de besos sabes

porque los labios que besar soñabas

ya jamás se han de abrir para besarte.

Son mis versos como esos surtidores,

que en el silencio de la noche abren

en la paz del jardin, bajo la luna,

sus claros abanicos de diamantes!

— 112 —

Alma vigila tu secreto. Espera

el paso fugitivo de esa sombra

que hará en tus viejos parques otoñales

resucitar las agostadas rosas.

Espera el oro de esas frescas voces

que harán abrirse y florecer la fosas,

mientras t r iunfales las campanas viejas

de tu Pasión repicarán á Gloria. . .

— 1 1 3 —

Page 65: El patio de los arrayanes : poesías

I Milagros de un amor eterno y santo

t ras las miserias de esta vida sórdida!

Mesón donde el perdido caminante

cansado del camino y de la torva

pesadumbre infinita de los días,

c ierra los ojos tristes, y reposa

soñando e ternas dichas, en los brazos

de silencio y de paz de a lguna sombra.

V I

L a s lágrimas sonoras de una copla

con el per fume de la noche, entran

por mi balcón, y todo cuanto duerme

en mi callado corazón despierta

«¡Amor! ¡amor! ¡amor! Sang re de celos»

gime la triste copla cal lejera:

blanca paloma herida que sangrando

á refugiarse á mis recuerdos l lega.

Page 66: El patio de los arrayanes : poesías

¿Ya no recuerdas aquel rostro pálido,

las pupilas tan grandes y tan negras

que te hicieron odiar al amor mismo

y maldecir la vida y la belleza,

y amar al crimen y gustar la sangre

que tibia mana de la herida fresca?

Duerme ya, corazón... Se va la música

aullando de pasión por la calleja.

Y en la paz de la noche solo late

e l tiempo en el reló que, lento, cuenta

las venturas perdidas pa ra siempre

y los dolores que sufr ir te quedan.

«¡Amor, amor, amor!» ¡Que nadie bese

lo que ni en sueños mi esperanza besa!

¡Antes que en brazos de otro amor prefiero

entre mis brazos contemplarte muerta!

L a leve sombra de un recuerdo avanza

sin romper los cristales del silencio,

y se inclina á mi oído y en él vierte

algo que es solamente como un eco

de palabras ahogadas en la brisa

y músicas perdidas en el viento.

Y á su tacto, de súbito, se rasgan

las te larañas de la sombra, y siento

— 1 1 7 -

Page 67: El patio de los arrayanes : poesías

su carne palpitar entre mis brazos

y colgarse sus manos de mi cuello.

¿Quién eres? ¿Dónde estás? En mis pupilas

sólo la vaga sensación conservo

de unos labios muy rojos y muy tibios,

y unos ojos muy grandes y muy negros

que brillan en un rostro exangüe y pálido

bajo la tempestad de los cabellos...

Abro los ojos á la luz, y miro

algo como la sombra de un aliento

que humea en el ambiente, y se disipa

empañando el cristal de los espejos'

V I I I

A b r í las manos sobre el surco estéril

y el t r igo cayó en él. Se hizo el milagro

surgieron y granaron las espigas,

y las hambres de todos se saciaron.

De la roca brotó la clara fuente

al golpe de mi vara ,

y los labios de todos los sedientos

su sed calmaron en las frescas aguas.

Page 68: El patio de los arrayanes : poesías

¡Oh, mi insaciada eterna! Oh, tú, la Unica!

¿por qué tan tarde á mis r iberas vienes?

Mi corazón es un estéril páramo.. .

Mi pobre alma es una seca fuente!

— 120 —

IX

Una profunda indecisión agita

la túnica sangrienta de mi alma.

H e perdido el camino de la vida.

E l Bien y el Mal me cansan,

y solo sigo el ritmo que en mis venas

las turbulencias de la sangre marcan.

No me esclaviza ni el poder ni el oro,

porque ni glorias ni r iquezas sacian

— 1 2 1 —

Page 69: El patio de los arrayanes : poesías

este ardor insaciable de mi cuerpo

y esta sed infinita de mi alma.

¡Amor! Hubo un instante en que á la sombra

de las verdes palmeras de Samaría ,

mis labios melancólicos saciaron

su ardor en la frescura de tus aguas.

Mas la sed de mi espíritu no ha hallado

en la ardiente aridez de su jornada,

bajo la sombra de las t res palmeras,

el ánfora de la Samari tana. . .

Sed de inmortalidad, sed de infinito

¿en qué labios en flor podré apagar la

si de amarse las almas se fat igan

y hasta los labios de besar se cansan?

Por eso voy vagando por la vida,

fugaz como la sombra de un fantasma,

sin pensar en qué fuente ni en qué árbol

f rescura y paz encontraré mañana.

— 122 —

X

¿Qué fuistes en su vida sino un viejo

y enfermo peregrino, que, por lástima

á su edad y á lo largo del camino,

por una noche te ofreció posada?

¿No notas que la sombra de tus penas

se proyecta en la vida de la casa,

que los niños no juegan, ni la abuela

hila su cofia, ni el canario canta,

— 123 —

Page 70: El patio de los arrayanes : poesías

y los perros aullan cuando entras

como al paso invisible de un fantasma?

E l l a dejó de hilar su blanco velo,

temiendo que á la luz de tu mirada

e l símbolo más puro de sus nupcias

sirviera á sus ensueños de mortaja.

Sigue tu e terna ruta, peregrino. . .

Empuña tu bordón y dá las gracias.. .

T u amor será como esas campanillas

azules que festonan su ventana. . .

Vivi rá en la penumbra de una noche

para morir al sol de la mañana.

— 124 —

XI

Me incliné en el silencio de la noche

con el oído en t ierra, por si oía

sobre la paz obscura del camino

los pasos fugitivos de la Vida.

Eran los cielos cual bril lante esmalte

de azul, lleno de estrellas esculpidas,

y en la pétrea extensión de la espesura

la plata de las aguas no corría.

— 125 — t

Page 71: El patio de los arrayanes : poesías

L a mano coloqué sobre mi pecho,

y ni mi propio corazón lat ía. . .

Quise gri tar y no encontré palabras;

intenté huir, pero la planta asida

permaneció en el suelo, y sentí entonces

lo que debe sentir la estatua viva

que en un gesto de mármol alza a l cielo

la e terna ceguedad de sus pupilas.

— 126 —

Page 72: El patio de los arrayanes : poesías

NOSTALGIA D E BRUMAS.

Bajo los cegadores cielos de Andaluc ía

turba sus claros ojos una tristeza gris:

nostalgias y saudades de la melancolía

brumosa y apagada del cielo de Par ís .

Probó la embriaguez lúbrica de los vinos de oro,

enloqueció de amores en la florida reja,

y en fiestas de oro y sangre vió revolverse al toro

obscuro entre los pliegues de la capa bermeja.

Page 73: El patio de los arrayanes : poesías

Y en t re senos de bronce y brazos asfixiantes,

sobre ojos que brillaban como negros diamantes,

evocó de otros ojos la celeste ilusión.

Y mirando del Betis la corriente serena,

recordó con tristeza la turbia agua del Sena

donde flotó el cadáver de la rubia Mignon.

— 1 3 0 —

0 n

PARAFRASIS.

D e codos en la mesa, la mejilla

apoyada en el dorso de la mano,

vuelvo á sentir como una pesadilla

la calentura de tu amor lejano.

Mis ojos no te ven, pero te siento

avivar el sopor en que me postro,

y estás tan cerca que me abrasa el rostro

el cálido per fume de tu aliento.

— 1 3 1 —

Page 74: El patio de los arrayanes : poesías

«¡La boca mi bacío tutta tremante!»

Sobre las vivas páginas del Dante ,

ciegos á nuestro instinto, nos besamos.

Vimos una mirada de agonía. . .

E l libro, melancólicos cerramos. . .

¡Y no leímos más desde aquel día!

— 1 3 2 —

n i

L E Y E N D O ROLLA.

E n el reposo de esta alcoba, en esta

paz de damascos y de bronces viejos,

el hálito calino de la fiesta

aún empaña el cristal de los espejos.

Sobre el lecho, la piel de una pantera

parece revivir á la luz cruda,

cual si temblar sobre su piel sintiera

la calidez de una mujer desnuda.

Page 75: El patio de los arrayanes : poesías

• - j

Con temblores de sedas femeninas

palpitan en el a i re las cortinas,

mientras en el balcón aspira Rolla

el último rosal de la floresta...

Siempre en los tr iunfos de la carne en fiesta,

¡alma, con tu dolor te quedas sola! Del alma se apodera y la ensombrece

este gr is de la lluvia vespertina.

Se esfuman los contornos, y parece

que hasta la carne es hecha de neblina.

Deshilachado flota el pensamiento.

El labio apenas si un recuerdo nombra,

y cuerpo y alma disolverse siento

en la humedad salobre de la sombra.

Page 76: El patio de los arrayanes : poesías

No sé ni respirar . En torno mío

g i fa la torva angustia del vacío.

Abro los ojos, y una luz celeste

—la de tus ojos—el jardín reviste. . .

Si el duro sueño de la muer te existe

debe ser un ensueño como este! •v>

E N E L H A R É M .

P A R A F j J T . i f R SASSONE

Page 77: El patio de los arrayanes : poesías

No sé ni respirar . En torno mío

g i fa la torva angustia del vacío.

Abro los ojos, y una luz celeste

—la de tus ojos—el jardín reviste. . .

Si el duro sueño de la muer te existe

debe ser un ensueño como este! •v>

E N E L H A R É M .

P A R A F j J T . i f R SASSONE

Page 78: El patio de los arrayanes : poesías

EN E L HARÉM,

Soy un sultán poeta. D e todas las cautivas

de mi ha rém.una sola con su esplendor me ciega:

belleza luminosa de noble estirpe g r i ega

y manos á los juegos de amor jamás esquivas.

Sin mas velo que el oro de sus t renzas lascivas

á mis trémulos brazos, loca de pasión, l lega,

y á los labios sedientos de caricias ent rega

de sus mórbidos senos las rojas rosas vivas.

— J 3 9 —

Page 79: El patio de los arrayanes : poesías

*

Los labios á los labios besan voluptuosos,

mientras t ras los móvibles tapices, envidiosos,

los pálidos eunucos murmuran al oído.

F I N

Page 80: El patio de los arrayanes : poesías

*

Los labios á los labios besan voluptuosos,

mientras t ras los móvibles tapices, envidiosos,

los pálidos eunucos murmuran al oído.

F I N

Page 81: El patio de los arrayanes : poesías

Í N D I C E

Dedicatoria. Autorre t ra to . Oaristos. P¿KS-

I .—Bajo el f ú n e b r e casco de t o pelo 17 I I .—Bajo la p ro tecc ión de t u s pup i l as 19

I I I .—Á t r a v é s de la túnica la n i e v e 21 IV.— L o presen t ido de t u c a r n e llega 23'

V .—Al borde l a tún ica b l a n q u e a 25 VI.—Un p e r f u m e de m u e r t a s p r i m a v e r a s 27

V n . — E l l a , desnuda y t ímida , r e i a 29 V I I I . — E l a i r e e r a m o r t a l c o m o un veneno 31

IX.—Del r ío en los r e m a n s o s c r i s t a l inos 33 X.—Bajo el a l to l aure l , en el bosca je 35

X I . — L a s b r i s a s del c r epúscu lo v e n í a n 37 X I I . — E r a la t a r d e como un r o j o ve lo 39

XI I I .—Surg ió de p r o n t o t u s i lue ta i m p r e s a 41 XIV.—¡Oh, el d e s p e r t a r en el f r a g a n t e p r a d o ! 43 X V . — T ú fu i s te p a r a el pobre p e r e g r i n o 45

Romances. I .—Romance a m o r o s o . . . . , 49

I I .—Romance mor i sco 53 Canciones de niños.

I .—La pr incesa e n c a n t a d a 59 I I .—Las t r e s t o r on j a s 61

I I I .—Caperuc i t a 63 IV .—El Pr ínc ipe 65 V . — E l ani l lo de la R e i n a i 65

— 1 4 3 —

Page 82: El patio de los arrayanes : poesías

Baladas. I.—Halábamos aquel día 71

II .—En la quietud de la noche 73 I I I .—Hermana; junto á la fuente 75 IV.—Vísteme, vís teme, h e r m a n a 79 V.—La c l a r a luz de la l á m p a r a . . . , 81

VI.—¿A dónde vas , pe regr ino 6 3

VII .—Llamaron quedo, m u y quedo 8 7

Voces perdidas. I.—El Madr iga l de las violetas. 9 1

II.—Del libro del dolor 9 3

III .—La ho ra románt ica • - v 9 5

IV .—En la v i te la de un abanico • • 9 7

V.—En el ye rmo 1 0 1

Rimas del amor y de la soledad. I.—¿Qué te dijo la mús ica perdida 1(6

I I — L a noche me envolvió como un pe r fume . . 107 I I I .—Temblabas de inquietud! Noc turnas b r i sa s 109 IV.—Música de claros sur t idores 1 1 1

V.—Alma v i g ü a tu secreto. Espe ra 118 VI .—Las l á g r i m a s sonoras de una copla 115

VII .—La leve sombra de un recuerdo a v a n z a . . . 117 VII I .—Abrí las manos sobre el surco es tér i l 119

IX.—Una p ro funda indecisión ag i t a 121 X.—¿Qué fuis tes en su v ida sino un v ie jo 123

XI.—Me incliné en el silencio de la noche 125 Recordando.. .

I .—Nostalgia de b rumas 1 2 9

I I .—Para f ras l s ^ III .—Leyendo Rolla IV.—Mient ras cae la l luvia 1 3 5

E n e l H a r é m 1 3 9

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