El Perdonavidas

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José Somoza EL PERDONAVIDAS Ó EL CAPITAN JUAN FALSTAFF ESCENA SACADA DE LOS DRAMAS DE SHAKESPEARE PERSONAS El Príncipe de Gales, que luego fue rey con nombre de Enrique V Eduardo Poins, joven caballero, favorito. Sir Juan Falstaff, caballero de malas costumbres. La Tabernera de Catscheap (2) De los gatos baratos. El teatro representa la taberna. ESCENA Salen el Príncipe y Eduardo. Eduardo. Príncipe, el lance ha salido conforme se imaginó. Príncipe. Sí, Eduardo, y jamás yo tan de veras he reído. Eduardo. Cuando el bribón de Sir Juan nos juzgaba decididos á ser de los foragidos, de quien él es capitán, no malició el miserable que ibais con él á robar, para el robo castigar á palos en el culpable. Príncipe. ¿Viste con qué cobardía á indefensos pasajeros, tras de dejarles en cueros, asesinarlos quería? ¡El vil que en su infame empresa teniendo á tres de su gente, de ti y de mí solamente se deja quitar la presa! Eduardo. Y eso que les embestimos los dos sin desembozarnos, y así mejor recatarnos de su vista conseguimos, si bien en la oscuridad de la noche aún fué excusado el habernos disfrazado con tanta prolijidad. Príncipe. Lo mejor de la función nos falta, que es el oir al gordo Sir Juan mentir cuando nos cuente la acción. Eduardo. Eso, Príncipe, será si el cansancio y mala andanza y el volúmen de su panza le dejan llegar acá. Príncipe. Pudieras tener razón en dudar que acá viniera, si la taberna no fuera el punto de reunión. (Entra Sir Juan.) Eduardo. ¡Hola! Sir Juan, buenas tardes; ya estábamos con cuidado; ¿dónde bueno habéis estado? Sir Juan. ¡Maldiga

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Traducción del s. xix de una parte de Enrique iv, de Shakespeare.

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Jos Somoza

Jos Somoza

EL PERDONAVIDAS EL CAPITAN JUAN FALSTAFF

ESCENA SACADA DE LOS DRAMAS DE SHAKESPEARE

PERSONAS

El Prncipe de Gales, que luego fue rey con nombre de Enrique V Eduardo Poins, joven caballero, favorito. Sir Juan Falstaff, caballero de malas costumbres. La Tabernera de Catscheap (2) De los gatos baratos.

El teatro representa la taberna.

ESCENA

Salen el Prncipe y Eduardo.

Eduardo. Prncipe, el lance ha salido conforme se imagin. Prncipe. S, Eduardo, y jams yo tan de veras he redo. Eduardo. Cuando el bribn de Sir Juan nos juzgaba decididos ser de los foragidos, de quien l es capitn, no malici el miserable que ibais con l robar, para el robo castigar palos en el culpable. Prncipe. Viste con qu cobarda indefensos pasajeros, tras de dejarles en cueros, asesinarlos quera? El vil que en su infame empresa teniendo tres de su gente, de ti y de m solamente se deja quitar la presa! Eduardo. Y eso que les embestimos los dos sin desembozarnos, y as mejor recatarnos de su vista conseguimos, si bien en la oscuridad de la noche an fu excusado el habernos disfrazado con tanta prolijidad. Prncipe. Lo mejor de la funcin nos falta, que es el oir al gordo Sir Juan mentir cuando nos cuente la accin. Eduardo. Eso, Prncipe, ser si el cansancio y mala andanza y el volmen de su panza le dejan llegar ac. Prncipe. Pudieras tener razn en dudar que ac viniera, si la taberna no fuera el punto de reunin.

(Entra Sir Juan.)

Eduardo. Hola! Sir Juan, buenas tardes; ya estbamos con cuidado; dnde bueno habis estado? Sir Juan. Maldiga Dios los cobardes! Saca vino, tabernero; (Le traen vino.) Dios los cobardes maldiga; vino, mozo, y nadie diga que hay honra en el mundo entero; todo es infamia y traiciones (Le traen vino.) Este vino tiene yeso! pero an ms infame que eso son los infames collones. El honor acab ya, muerto se debe caer quien le tiene, por no ver ir el mundo como va. Ya, Sir Juan, puedes morir: no ms deshonras aguardes; maldicin en los cobardes, es lo que vuelvo decir. Prncipe. Qu anuncia ese gesto y tono? Sir Juan. T has de ser mi soberano? con un ltigo en la man me atrevo echarte del trono. Sabis, Prncipe, correr con notable agilidad; slo en tal habilidad Eduardo os puede vencer. Los dos guardar no sabis las espaldas los otros; pero las vuestras vosotros muy bien mostris y volvis. Un vaso de vino al punto! (Le traen vino.) Negad vuestra cobarda si os atrevis todava; pero vamos al asunto. Yo en el bosque estaba ya con tres, y vosotros di orden de marchar de all, y hacer alto ms all, porque si algn caminante de nuestras manos huyese, en las vuestras luego diese; no fu la orden terminante? Bien: marchis y antes del da los pasajeros que llegan, que los atamos, que entregan toda su tesorera. Pues eran dignos fe de drseles nombre tal, diez mil duros de caudal que en plata y oro atrap. Prncipe. Diez mil duros! Dnde estn? Sir Juan. Pregunta cien desalmados de quienes fuimos cercados los cuatro, y te lo dirn. Prncipe. Ciento eran por buena cuenta? Sir Juan. Que no me mueva de aqu si yo no me defend por lo menos de cincuenta: un milagro de valor es el haber escapado; ocho estocadas me han dado en la ropa y ceidor; mi espada est hecha una sierra como en su filo se ve; nunca mejor me port, desde que sigo la guerra; os llam, aunque es el cobarde sordo al riesgo de los fuertes. Eduardo. Plegue Dios no hubiese muertes. Sir Juan. Tu plegaria llega tarde: dos que el rostro embozado llevaban, dando su acero golpes de mazo de herrero, (Dios les haya perdonado) con el arma uas arriba, que es mi mtodo ordinario de hacer el quite al contrario, me puse en la defensiva. Pues, seor, de ella cubierto, como por ejemplo as, arrojarse sobre m cuatro embozados advierto. Prncipe. Cuatro? Dijiste que dos. Sir Juan. Cuatro, y los cuatro de frente, pero yo tranquilamente les espero, vive Dios. Sus ocho espadas detengo... Prncipe. Si eran cuatro! cmo diablo?... Sir Juan. De los embozados hablo, y por el nombre que tengo, que de los nueve embozados, aunque cejar comenzaron fu en vano que all quedaron siete de once atravesados... Prncipe. Once embozados aqu ya de los dos han nacido? Sir Juan. Pero aun ms comprometido por otros cinco me vi. Del uniforme el color conoc inmediatamente, y al reemplazo de su gente se aadi un riesgo mayor; porque era la oscuridad tal, que yo no divisaba la mano con que empuaba mi propio acero en verdad. Prncipe. Redondas son tus mentiras, como quien las ha engendrado; de tus palabras menguado! la contradiccin no miras? Cmo divisar podas, uniforme ni otra cosa en noche tan tenebrosa que tu mano no veas? Avergnzate de oir que los dos que ante ti ves, ti, infame, y otros tres palos han hecho huir: y os hemos hecho dejar todo el dinero robado, y lo tenemos guardado, y os lo podemos mostrar: resultando de esta historia ser Sir Juan un embustero, sin que el pobre caballero hallar pueda escapatoria. Sir Juan. El Prncipe tonto fe eres si ests persuadido a que no te he conocido, por qu all no te mat! Agradece mi lealtad tu vida, que no sufriera, si del Prncipe no fuera Sir Juan, tal burla en verdad! Hulgome de haberte dado prueba de lo que te quiero, y tambin de que el dinero que rob, me hayas guardado. Dese este lance al olvido, Prncipe, y atencin presta una noticia funesta que en el camino he sabido. El Rey, de quien hasta el da era sin duda ignorada tu vida desordenada, gentes en tu busca enva. Mira qu has de responder cuando ante la Real presencia en severa residencia te llegues, Prncipe, ver. Prncipe. Supon que t eres el Rey, cuando al Prncipe reprenda porque abandon la senda de la virtud y la ley. Sir Juan. Un vaso de vino venga, (Le traen vino.) para dar mi semblante (Sentndose en un tajo que le sirve de trono.) aquel aire relevante que mi majestad sostenga. Prncipe, las pesadumbres que oprimen mi corazn, obras de tus vicios son, y relajadas costumbres. Reconocerte por hijo me pareci decoroso, siendo de tu madre esposo, y ella misma me lo dijo. Si eres, pues, de sangre real renuncia la compaa de esas gentes, noche y da ocupadas en el mal. No conserves tu lado sino cierto hombre de juicio, que en la carrera del vicio ha sido por ti arrastrado. Noble, de bella presencia, no viejo, aunque ya de edad, de prudencia, probidad, y majestuosa apariencia. Tiempo es ya que nueva vida ds principio, y retirando tus falsos amigos, mando que sir Juan no se despida. Prncipe. No sabes de Rey hacer: djame el solio ocupar. Sir Juan. Ya me quieres destronar? Ya te asusta mi poder? Prncipe. Prncipe, os quiero decir (Echando del tajo Sir Juan, y sentndose l.) que he decretado el destierro del vil Sir Juan, y un encierro si os vuelve hablar, ver oir ese infame corruptor de la incauta juventud, escndalo la virtud, y sepulcro del honor; ese gordo y craso viejo Satans con pelo cano, en el vicio veterano, odre hirviendo en vino aejo. Sir Juan. Esos defectos ms bien yo, padre y seor, los tengo: en que es anciano convengo, sus canas lo muestran bien; ms venerable es por ellas, ms digno de compasin, ms libre de tentacin en materia de doncellas. Si en beber pecador fu, vuestro reino, por desgracia, cuando no pierda la gracia es por no tener con qu. As, padre y Rey piedad! en horca y presidio mueran cuantos mis amigos fueran, pero Sir Juan conservad. El sin par, el sin segundo, de aos y hazaas cargado, cual vivi muera mi lado, y con l la honra del mundo.

(Entra la Tabernera.)

Tabernera. Piedad, Prncipe y seor, si l muere, yo desdichada viuda quedo y arruinada: es mi esposo, es mi deudor. Sir Juan. No hagis caso, est fatal la infeliz de la cabeza, por verse hoy en la pobreza, cuando ya se vi tal cual. Tabernera. Cmo! Sir Juan, negars haberme palabra dado por Pascua, estando sentado, en mi habitacin de atrs? Levantados los manteles, ante el fogn lo juraste por Dios y una cruz, que echaste en mi molde de pasteles: y el mismo da Su Alteza, porque del Rey murmurabas y sochantre le llamabas, te abri un geme de cabeza. No me dijiste aquel da, conforme yo te curaba, y la sangre te lavaba, que habas de hacerme usa? No vino inmediatamente la vecina figonera, y dijo de esta manera: Vecina, qu hace la gente? Y prestado me pidi vinagre de lo exquisito para un plato de bonito, que probar te se antoj? Por cierto que yo evit que hicieras tales excesos teniendo abiertos los sesos, y entonces ella se fu. Por seas que me encargaste no tratar con gente tal, pues ella no era mi igual, Y en seguida me abrazaste. Y an me obligaste poner la cara por siete duros para sacarte de apuros, los cuales no he vuelto ver, plazos dando y dilaciones al pago de da en da, diciendo que te deba el Prncipe mil doblones. Prncipe. Yo te los debo, embustero? Sir Juan. Y an me debis mucho ms, pues mi amor y mi amistad no es pagada con dinero. Tabernera. Vuestra alteza no le crea, pues contra vos con desprecio de pcaro, feo y necio son las palabras que emplea; y que de Eduardo gustis porque es otro tal que vos, y que en sandeces los dos el da entero empleis, sobre un bastn cabalgando al patijuelo corriendo, los peleles haciendo, copos de estopa quemando. Dice que le habis robado cincuenta onzas que tena consigo, y mientras dorma se las habis soliviado; pero que s con certeza supiera que el ladrn es el Prncipe, puntapis los cobrar de Su Alteza. Prncipe. Pues bien: yo, mientras dormas borracho, te registr, y slo en tu bolsa hall cuentas de lo que debas; mas pues tenemos espadas, (Sacando la espada.) el Prncipe te perdona que vengues en su persona tus ofensas estocadas. Sir Juan. Con que vos en realidad tuvisteis atrevimiento de olvidar en un momento la buena fe y amistad, sorprendiendo un caballero indefenso y desarmado, al dulce sueo entregado, y en un abandono entero? Dud que fuese verdad! mas pues un mortal ha habido que Sir Juan se haya atrevido, Prncipe osado, escuchad: te perdono. Tabernera, ve y dispn el desayuno; no te burles de hombre alguno; tus huspedes venera, cuida tu casa y ajuar, tu familia corrige, y sers dichosa; dije, y pelitos la mar. A vos, Prncipe heredero, (Arrodillndose ante el Prncipe.) os hago pleito homenaje; salvo de mengua y ultraje, vuestro trono har este acero. Prncipe. Sabed, Sir Juan, que no soy encubridor de ladrones. A hacer las restituciones de lo que robasteis voy. Jams te acerques m hasta que algn hecho ilustre vuelva tu nobleza el lustre que se ha oscurecido en ti. De tus vicios compaero me juzgan; pero vern que doy ejemplo Sir Juan del honor en el sendero.

(Vase con Eduardo.)

Sir Juan. El sendero del honor (Este soliloquio debe declamarse en tono pausado y aire reflexivo.) al cementerio dirige: al que el del tinelo elige, le gua mejor olor, La menor dislocacin no puede el honor curarme, ni aun el dolor aliviarme de una leve contusin. Y fe que el honor deba, ya que al hombre comprometa que en quimera se meta, entender de ciruga. Para el muerto es triste cosa no poderse levantar ver su honor y admirar el rtulo de su losa. Para el vivo es un dolor ver que la envidia maldita el ganado honor le quita; luego es un cuento el honor.