EL PERFUME DE LAS FLORES.

1
EL PERFUME DE LAS FLORES El perfume de las flores embriagaba el lugar. Me sentí atraída por el misterio de lo no conocido y un poco de temor me abrazó al entrar. Pero tomé valor… era necesario hacerlo. Saludé a mi profesora de contabilidad, que ya no quería hacer balances. Una lágrima rodaba por su mejilla; y en la inexperiencia de mis catorce años, poco podía comprender aquel escenario. La gente llegaba acongojada y escuché por allí que el niño hacía tiempo que era sostenido por un hilo delgado. Demasiadas metáforas que en ese entonces no sabía qué eran… literalmente tampoco podía mi entendimiento. Y la gente seguía llegando. Mientras grandes aros multicolores los acompañaban. Por allí algunos tomaban café, otros conversaban sobre las últimas noticias y mientras unos lloraban otros reían… Pero eso sí… Algo los unía: Hablaban en voz muy baja, como si alguien pudiera despertarse. Fue entonces que advertí a un costado del elegante salón, una entrada. De a pequeños grupos entraban y salían silenciosos. Me dirigí hacia allí con mi uniforme del colegio de monjas, siguiendo a mis compañeras de escuela y un poco también por esa curiosidad que a la inocencia traiciona. Y lo vi… Pequeño rostro consumido y blanco que enfrió mi alma. ¡Era un niño! Y la vi… conocí el color de la muerte. A su lado, quien ya no pudo hacer más balances ni movimientos: la profesora… Su madre. Sí… las flores… el perfume, tan solo para intentar dar color y vida a lo que ya no podría ser. Lila Lahitte (LAYLA) EL PERFUME DE LAS FLORES por LILA LAHITTE se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional

Transcript of EL PERFUME DE LAS FLORES.

Page 1: EL PERFUME DE LAS FLORES.

EL PERFUME DE LAS FLORES

El perfume de las flores embriagaba el lugar. Me sentí atraída

por el misterio de lo no conocido y un poco de temor me abrazó al

entrar. Pero tomé valor… era necesario hacerlo.

Saludé a mi profesora de contabilidad, que ya no quería hacer

balances.

Una lágrima rodaba por su mejilla; y en la inexperiencia de mis

catorce años, poco podía comprender aquel escenario.

La gente llegaba acongojada y escuché por allí que el niño

hacía tiempo que era sostenido por un hilo delgado. Demasiadas

metáforas que en ese entonces no sabía qué eran… literalmente

tampoco podía mi entendimiento.

Y la gente seguía llegando. Mientras grandes aros multicolores

los acompañaban.

Por allí algunos tomaban café, otros conversaban sobre las

últimas noticias y mientras unos lloraban otros reían… Pero eso sí…

Algo los unía: Hablaban en voz muy baja, como si alguien pudiera

despertarse.

Fue entonces que advertí a un costado del elegante salón, una

entrada. De a pequeños grupos entraban y salían silenciosos. Me

dirigí hacia allí con mi uniforme del colegio de monjas, siguiendo a

mis compañeras de escuela y un poco también por esa curiosidad

que a la inocencia traiciona. Y lo vi… Pequeño rostro consumido y

blanco que enfrió mi alma. ¡Era un niño! Y la vi… conocí el color de

la muerte. A su lado, quien ya no pudo hacer más balances ni

movimientos: la profesora… Su madre.

Sí… las flores… el perfume, tan solo para intentar dar color y

vida a lo que ya no podría ser.

Lila Lahitte (LAYLA)

EL PERFUME DE LAS FLORES por LILA LAHITTE se distribuye bajo una

Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional