El periodo lýýtico del perýý (1)

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El periodo Lítico del Perú (13 000 a.C. – 7000 a.C. aprox.) Las primeras bandas de cazadores y recolectores nómadas llegaron a los Andes peruanos unos 13 mil años a.C., osea en los últimos tiempos del gélido periodo llamado Pleistoceno Tardío.Grandes áreas andinas estaban cubiertas por el hielo y el litoral peruano era más ancho que en la actualidad. Vivían grandes mamíferos adaptados a los fríos climas de la “era del hielo”, como los mastodontes, megaterios, gliptodontes, smilodontes y paleollamas. Aunque ya se ha descartado la existencia del llamado "hombre de Paccaicasa", los arqueólogos han encontrado restos de habitantes del Pleistoceno Tardío como los hombres de Guitarrero I (Ancash) y de Uchkumachay (Junín) que preferían la recolección y la cacería de mamíferos como venados y camélidos. En el 10000 a.C. el clima cambió bruscamente: el frío Pleistoceno dio paso al cálido Holoceno. Este cambio climático alteró la vegetación y afectó la supervivencia de la megafauna. Los mamíferos gigantes se extinguieron gradualmente, contribuyendo a esto la actividad predatoria de nuestros antepasados, los “cazadores indiferenciados”. En esta etapa surgen importantes talleres donde se fabricaban armas y utensilios para diferentes actividades. La propagación de los cérvidos (tarukas) y los camélidos andinos (llamas, vicuñas y guanacos) incentivó la cacería de estos veloces animales. Para esto se requería instrumentos líticos de mejor calidad (puntas de lanza) que se fabricaban en talleres especiales; era la época de los “cazadores especializados”, donde destacan las tradiciones líticas de Paiján (en la costa norte) y Lauricocha (en la sierra central). Las estrategias de supervivencia variaban según la geografía. Por ejemplo, en las mesetas altoandinas existían “campamentos estacionales” en áreas y temporadas de abundantes camélidos. Arqueólogos como Ramiro Matos y John Rick sostienen incluso que en las zonas altoandinas de Junín existieron, en pleno Periodo Lítico, “cazadores sedentarios” que vivían en “campamentos permanentes” por muchos años, aprovechando la abundancia de camélidos de la zona. Mientras tanto, en la costa era muy importante la recolección de mariscos junto a la caza de venados. Diversos grupos humanos aprovechaban los abundantes recursos de las lomas en las temporadas de fuerte nubosidad costeña. El arqueólogo Edward Lanning propone que estos mismos grupos ascendían a los pisos ecológicos serranos para cazar y recolectar en los periodos de lluvia. Estos cazadores tenían sus itinerarios y seguían lo que Lanning denomina un modelo de “Transhumancia Estacional”.

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El periodo Lítico del Perú (13 000 a.C. – 7000 a.C. aprox.)

Las primeras bandas de cazadores y recolectores nómadas llegaron a los Andes peruanos unos 13 mil años a.C., osea en los últimos tiempos del gélido periodo llamado Pleistoceno Tardío.Grandes áreas andinas estaban cubiertas por el hielo y el litoral peruano era más ancho que en la actualidad. Vivían grandes mamíferos adaptados a los fríos climas de la “era del hielo”, como los mastodontes, megaterios, gliptodontes, smilodontes y paleollamas.

Aunque ya se ha descartado la existencia del llamado "hombre de Paccaicasa", los arqueólogos han encontrado restos de habitantes del Pleistoceno Tardío como los hombres de Guitarrero I (Ancash) y de Uchkumachay (Junín) que preferían la recolección y la cacería de mamíferos como venados y camélidos.

En el 10000 a.C. el clima cambió bruscamente: el frío Pleistoceno dio paso al cálido Holoceno. Este cambio climático alteró la vegetación y afectó la supervivencia de la megafauna. Los mamíferos gigantes se extinguieron gradualmente, contribuyendo a esto la actividad predatoria de nuestros antepasados, los “cazadores indiferenciados”.

En esta etapa surgen importantes talleres donde se fabricaban armas y utensilios para diferentes actividades. La propagación de los cérvidos (tarukas) y los camélidos andinos (llamas, vicuñas y guanacos) incentivó la cacería de estos veloces animales. Para esto se requería instrumentos líticos de mejor calidad (puntas de lanza) que se fabricaban en talleres especiales; era la época de los “cazadores especializados”, donde destacan las tradiciones líticas de Paiján (en la costa norte) y Lauricocha (en la sierra central).

Las estrategias de supervivencia variaban según la geografía. Por ejemplo, en las mesetas altoandinas existían “campamentos estacionales” en áreas y temporadas de abundantes camélidos. Arqueólogos como Ramiro Matos y John Rick sostienen incluso que en las zonas altoandinas de Junín existieron, en pleno Periodo Lítico, “cazadores sedentarios” que vivían en “campamentos permanentes” por muchos años, aprovechando la abundancia de camélidos de la zona.

Mientras tanto, en la costa era muy importante la recolección de mariscos junto a la caza de venados. Diversos grupos humanos aprovechaban los abundantes recursos de las lomas en las temporadas de fuerte nubosidad costeña. El arqueólogo Edward Lanning propone que estos mismos grupos ascendían a los pisos ecológicos serranos para cazar y recolectar en los periodos de lluvia. Estos cazadores tenían sus itinerarios y seguían lo que Lanning denomina un modelo de “Transhumancia Estacional”.

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El arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras explica las características socio-económicas de la “comunidad primitiva” en el Perú: “El sistema de relaciones económicas y sociales era de tipo recíproco directo, que quiere decir que se basaba en la ayuda mutua directa entre cada una de los miembros de la banda, sin depender de intermediarios. No existía la propiedad individual de los bienes de subsistencia, dado que las presas de caza requerían casi siempre la participación de varios para lograrse y porque la adquisición de alimentos estaba de alguna manera abierta a todos. Los instrumentos de caza eran susceptibles de ser producidos por todos los miembros, dado que no requerían de ninguna especialidad. Dicho de otro modo, todos los que vivían juntos eran gentes de la misma clase, aun cuando tuvieron distintas actividades según sea su edad y sexo. La vivienda era colectiva, común; normalmente era un lugar abrigado, protegido de los rigores del clima, cercano a las zonas de caza o recolecta de plantas, cuevas, abrigos rocosos, etc.”

Sobre la organización social en el Periodo Lítico, se acepta generalmente que la unidad básica era la banda. Esta era conformada por un grupo variable de personas que convivía en una cueva o en un campamento. El promedio de personas por banda sería de 30 individuos; donde predominaban las mujeres y los niños. Es lógico suponer que en zonas o temporadas difíciles para la supervivencia el grupo desminuía en número, pero en tiempos de paz y abundancia, el mismo se incrementaba fuertemente.

Se considera que en las bandas paleolíticas era común que los varones se dedicaran a la caza, mientras las mujeres aportaban con la recolección de vegetales silvestres. A esto se denomina “división sexual del trabajo”. Los hombres jóvenes y fuertes se encargaban de cazar a las bestias, para conseguir carne, lana y huesos. La gran tarea de cuidar directamente de los bebes y niños estuvo en manos de las mujeres, quienes muchas veces salían a buscar los frutos acompañados de los menores.

Ambas actividades -caza y recolección- eran fundamentales para la supervivencia de la banda y lo más probable es que la llamada división sexual del trabajo no fue excluyente: hombres y mujeres participaban de las diferentes faenas según las condiciones geográficas y necesidades del grupo. Los bienes obtenidos eran distribuidos de acuerdo a las necesidades inmediatas del colectivo. Quien dirigía a una banda era el hombre más fuerte y experimentado, el mismo que gozaría de algunos privilegios ligados a su responsabilidad en el grupo.

Es de suponer que las bandas eran endogámicas; es decir, que la reproducción se daba solamente entre los integrantes de una; sin embargo, esto sólo debió cumplirse en los grupos menores, típicamente nómades y más remotos. En el caso de los grupos cazadores y pescadores sedentarios y de creciente población

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(estudiados por Rick y Moseley, respectivamente) es probable que se haya practicado la exogamia, sobretodo entre las poblaciones que necesitaban complementar sus recursos a través del intercambio y protegerlos mediante alianzas.

LOS HOMBRES DEL PERIODO LITICO

Los hombres del período Lítico

El Lítico es el período en que nuestros primeros antepasados se dedicaban principalmente a la caza, la recolección y la pesca. Entre los habitantes que nos han dejado importantes huellas de su presencia tenemos a los hombres de: Guitarrero I, Tacahuay, Chivateros, Paiján, Lauricocha y Toquepala.

El Arcaico Superior o Tardío ( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )

El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.

Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales”.

El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones

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diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.

Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.

En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).

Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.

En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.

Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo”.

Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo

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dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.

En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”.

Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).

Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.

Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.

Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos

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enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.

Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”.

EL PERIODO ARCAICO

Es el periodo en que el hombre andino empezó a abandonar progresivamente su economía depredadora para reemplazarla por una economía de producción de cultígenos y de pastoreo de camélidos. Estos avances permitieron el crecimiento demográfico, la sedentarización, la especialización artesanal y las primeras formas de estratificación social que caracterizaron la Revolución Agropecuaria en los Andes Centrales.

Diversos grupos humanos, desde el séptimo milenio antes de nuestra era, experimentaron el tránsito de la vida cazadora y recolectora predominantemente nómade hacia una economía de producción agrícola y pastoril. El transito de viejas formas económicas hacia una nueva, impulsó la creación de instrumentos y técnicas que ampliaron las fuerzas productivas y aceleraron la sedentarización. Se produjo un gran crecimiento demográfico, lo que agudizó la crisis en las relaciones sociales y el desarrollo de complejas formas de control, aprovechamiento y especialización de la fuerza de trabajo, todo esto

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característico de la llamada Revolución Agropecuaria, que en los Andes Centrales, corresponde al Periodo Arcaico Tardío.

Los arqueólogos Ramiro Matos y Róger Ravines sostienen que en este proceso “las nuevas formas de producción exigen necesariamente un cambio en el manejo económico. La población aumenta y las necesidades igualmente. La economía de caza y recolecta era ya insuficiente para satisfacer la demanda, fue entonces conveniente asumir nuevas formas económico-sociales. Esta transición de una economía extractiva, muchas veces depredadora, de caza y recolecta, hacia una productiva, de subsistencia, racional y controlada, es lo que caracteriza al periodo Arcaico".

A nivel social el Periodo Arcaico se caracteriza por el surgimiento de las primeras tribus. Algunos grupos humanos que se fueron especializando (pastores, horticultores, pescadores) y que incrementaron fuertemente su población debieron complementar sus recursos a través del intercambio y protegerlos mediante alianzas. Las antiguas bandas cedieron lugar al surgimiento de las tribus. Fue la necesidad de formar una comunidad grande y fuerte. Esto aseguraba protección y bienestar; además una gran ventaja sobre las pequeñas bandas nómades que competían por los recursos.

Las tribus son grupos relativamente amplios de gente ligada por vínculos de parentesco y congregadas en un mismo territorio. La necesidad de producir los alimentos agropecuarios y defender sus excedentes, condicionó el forjamiento de grupos humanos cada vez más amplios y estables. La vida en las aldeas agrícolas y pastoriles se fue organizando en torno a lazos de consaguinidad y de territorialidad, vínculos básicos que aseguraban la cohesión, defensa y bienestar del grupo.

En las nuevas condiciones de convivencia los miembros que poseían más conocimientos agrícolas y ganaderos fueron reconocidos como jefes o patriarcas, con experiencia y sabiduría para dirigir, normar y arbitrar en la vida económica y social de la aldea. El surgimiento de las tribus debió ser paralelo al surgimiento de las familias nucleares, donde un aldeano es responsable de su mujer e hijos. El jefe y la comunidad le asignan una parcela de suelo cultivable y se van estableciendo relaciones de reciprocidad y redistribución cada vez más complejas. Esto debió cumplirse en las comunidades que alcanzaron mayor desarrollo agropecuario y excedentes productivos.

Aunque es difícil determinar la evolución social de los primeros aldeanos, se puede especular en base a los estudios antropológicos. Muchas tribus comenzaron a competir por los pastos y los escasos suelos fértiles. Algunas de ellas en lugar de luchar se debieron unir y fundirse para formar los primeros clanes, que en el Perú llamamos ayllus.

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Para el antropólogo Fernando Silva Santisteban el clan es un grupo de personas asociadas que viven en comunidad y que se consideran parientes, pues descienden de una pareja sagrada; sin embargo, no pueden reconstruir con precisión esa genealogía. Es ahí que entre las creencias de sus miembros se incluye uno o más relatos míticos que explican simbólicamente el origen del clan. Los mitos dieron cohesión al clan o ayllu, hicieron más llevadera la vida en comunidad al justificar los mecanismos de reciprocidad y redistribución con supuestos mandatos divinos.

Siguiendo al arqueólogo Luis G. Lumbreras, el Arcaico es dividido en dos etapas: Arcaico Inferior (o Temprano), de los agricultores incipientes, y el Arcaico Superior (o Tardío), de los agricultores sedentarios con algodón. Cada periodo tiene sus propias características y logros alcanzados por nuestros antepasados, los mismos que pasamos a estudiar inmediatamente.

EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO

( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )

El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.

Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales”.

El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores,

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fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.

Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.

En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).

Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.

En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.

Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo”.

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Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.

En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”.

Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).

Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.

Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.

Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo,

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con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.

Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”.

LOS HOMBRES DEL ARCAICO TARDIO

Recinto público de Cerro Paloma, la obra arquitectónica más antigua del Perú y América. Dibujo: Santiago Agurto

El Arcaico Tardío (4000 a.C. - 2000 a.C. aprox.) es el periodo en que el hombre andino consolida su economía productiva gracias al desarrollo de la agricultura y la ganadería. Asímismo, surgen las sociedades complejas, los primeros centros ceremoniales y la especialización artesanal (tejido, escultura, mates).

Entre los principales grupos humanos de este periodo tenemos a los hombres de: Cerro Paloma, Sechín Bajo, Bandurria, Caral, Huaca Prieta y Kotosh.

EL ARCAICO INFERIOR O TEMPRANO

(7000 a.C. - 4000 a.C. aprox.)

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Al comenzar el Holoceno, los drásticos cambios climáticos ocasionaron una crisis en la economía depredadora del Periodo Lítico. Esto hizo necesario que los antiguos peruanos dejen gradualmente sus formas parasitarias de subsistencia para desarrollar las primeras formas de producción de alimentos (horticultura y pastoreo), gracias a sus conocimientos milenarios sobre la vida y reproducción de plantas y animales adquiridos durante el Periodo Lítico.

En la sierra central y nor-central la flora y la fauna fue disminuyendo, obligando a que especies como los venados (tarukas) y guanacos emigraran a los Andes del Sur. Los antiguos recolectores y cazadores se vieron obligados a buscar nuevas estrategias de supervivencia.

Este difícil reto fue afrontado por nuestros antepasados ingresando a un proceso de experimentación que desembocó en el desarrollo de una incipiente agricultura de huerto y la domesticación de camélidos como la llama y la alpaca.

El arqueólogo Kauffman Doig explica que “en un principio ante la precariedad de la caza y la pesca fluvial acostumbradas, debió intensificarse el patrón de acopio de vegetales comestibles, buscándose nuevas variedades y experimentándose diversas formas de aprovechamiento que luego derivarían en formas de cultivo elementales, estas últimas, a lo largo de milenios, fueron adquiriendo complejidad, con la invención de técnicas agrarias, la domesticación de un creciente número de cultígenos y la adopción de patrones culturales sedentarios más avanzados”

En el litoral peruano, principalmente en la costa central, los habitantes reforzaron sus formas de vida basadas en la pesca intensiva, la recolección de mariscos, la cacería de aves guaneras y de lobos marinos. Así, la riqueza biológica de nuestro litoral hizo posible el asentamiento de las primeras aldeas de pobladores rumbo a la sedentarización. Adicionalmente, estos grupos complementaban su dieta con el desarrollo de la horticultura de frijoles, pallares y calabazas.

LOS HOMBRES DEL ARCAICO TEMPRANO

Se denomina Arcaico Temprano o Inferior (7000 a.C. - 3500 a.C. aprox.) al periodo en que los antiguos peruanos inician el cultivo de plantas y la crianza de animales. Es otra palabras el hombre andino comienza a experimentar con la agricultura y la ganadería, actividades que hacen posible un gradual proceso de sedentarización.

Entre sus representantes tenemos a los hombres de: Nanchoc, Santo Domingo, Telarmachay, Chilca y Guitarrero 2.

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