El Principio Del Daño

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17/11/2015 ¿Cómo debe legalizarse la mariguana? Grupo Milenio http://m.milenio.com/tribunamilenio/como_debe_legalizarse_la_mariguana 1/4

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17/11/2015 ¿Cómo debe legalizarse la mariguana? ­ Grupo Milenio

http://m.milenio.com/tribunamilenio/como_debe_legalizarse_la_mariguana 1/4

TRIBUNA MILENIO

¿Cómo debe legalizarse la mariguana?

Parece que no hay regreso: en México, la mariguana camina rumbo a la legalización. Falta ahora discutir los cómos: el alcance de esalegalización. Porque hay tantas preguntas como experiencias a las cuales voltear, desde el modelo holandés, que permite el consumo endeterminados espacios pero un tanto paradójicamente penaliza la distribución y venta, hasta el portugués, que extiende la despenalizacióna todas las drogas, hasta el uruguayo, que admite el empleo recreativo del cannabis, hasta el de ciertas partes de los Estados Unidos, enlos que la libertad se ciñe a lo medicinal, hasta el de Colorado, que admite el uso recreativo y apuesta a un franco y abierto modelo denegocios.

El principio del dañoArturo RochaInternacionalista por el CIDE, experto en políticas de drogas.

El proyecto de sentencia de Zaldívar pasará a los anales como el principio del fin: la primera fisura dentro del entramado legal quellamamos guerra contra las drogas. La esencia del fallo, sin embargo, no recae en las acotadas implicaciones del amparo sino en lavigente defensa de la tradición liberal. En 1859, Stuart Mill fraguó en su libro On Liberty –una auténtica catedral de liberalismo político–un principio para delinear la relación entre el individuo, la sociedad y el gobierno. “El principio del daño” marca la pauta para el uso dela fuerza física y la coerción: “el único propósito para el ejercicio legítimo del poder sobre cualquier miembro de una comunidadcivilizada, en contra de su voluntad, es prevenir el daño hacia otros”.

La objeción de Zaldívar se refugia en Mill. El amparo garantiza explícitamente el derecho al libre desarrollo de la personalidad, puesdefiende a la libertad como bien necesario para garantizar la autonomía de los ciudadanos. Sin embargo, se trata de un primer pasoencomiable en su estrategia pero insuficiente como modelo frente al porvenir. El primer problema del amparo es que sus cláusulas ycodas son inconsistentes con la bandera liberal que aúpa. Entrelazado aparece un segundo obstáculo: la miopía del proyecto frente alestrago más urgente del prohibicionismo.

Del derecho a consumir lo que nos plazca no se sigue lógicamente la prohibición al mercado cannábico; aun para los cuatro quejosos deSMART, la Suprema Corte ejerce una defensa constitucional a medias. ¿Celebraríamos, por ejemplo, que el tribunal constitucionalgarantizara el derecho al agua permitiendo que algunos ciudadanos pudieran construir sus propios sistemas hídricos? Incluso elprogresismo de la Primera Sala esconde prejuicios y miedos del prohibicionismo, en tanto que los ministros prefieren que sean loscárteles y grupúsculos delictivos los que gestionen, de facto y de jure, el mercado de marihuana.

El escenario más conservador admisible para el futuro sería la generalización del amparo hacia el resto de la sociedad. Si la SupremaCorte amparara cuatro casos más, las futuras apelaciones se resolverían automáticamente hacia la misma dirección. En tal escenario,aunque por una vía distinta, México seguiría el modelo de legalización que ha sido adoptado en la capital estadounidense. EnWashington D.C. está permitido cultivar, consumir y obsequiar cannabis, pero el comercio permanece prohibido.

Los defensores del modelo washingtoniano aducen que es un punto medio entre el consenso punitivo y la comercialización industrial: seabre la puerta a la libertad de consumir cannabis, menguando el músculo de los empresarios y cabilderos de la industria. Sin embargo,el modelo de Washington D.C. dista de ser idóneo para México. La obvia dificultad técnica que implica cultivar una planta y procesarlapara obtener marihuana garantiza la vitalidad del mercado negro. Además, se exagera sobremanera en la fuerza potencial de la futuraindustria cannábica y se olvida que, según estudios científicos como el de la prestigiosa publicación The Lancet, estamos lidiando conuna sustancia menos nociva y adictiva que el alcohol o el tabaco. Además, la estrategia de grow and give impide el gravamen fiscal a unaindustria que, en estados como Oregón y Colorado, ha permitido financiar escuelas y hospitales públicos.

El mejor camino para México consiste en abrir la vía del mercado y la del Estado simultáneamente; lanzarlos a competir y observar quiénlo hace mejor. Por un lado, tomar en serio el derecho a la libre personalidad y regular el mercado de la marihuana. Por el otro, unEstado en control del vástago médico del cannabis –un avance apoyado por el 80% de los mexicanos, según una encuesta deParametría.

Abrazar el alegato liberal y la evidencia empírica conduce hacia la vía del mercado reglamentado. Sin embargo, la conclusión máscontundente no apunta al modelo de Colorado ni al de Uruguay, sino al de Portugal, país que transitó de una óptica de seguridad ycárceles a una de salud pública: en 2001, Lisboa reformó sus leyes, despenalizando el consumo de cualquier droga, incluyendo las máspotentes. Nuestro derecho constitucional al libre desarrollo es letra muerta, pues el Estado arresta a cientos de miles de ciudadanos yencarcela, en brutales prisiones hacinadas, al menos a otros 20 mil individuos por delitos de drogas –que no representan mayores dañospara la sociedad. El elefantiásico encarcelamiento por delitos de drogas es una hórrida embestida autoritaria en contra de la libertad.

México debe seguir el camino que el Presidente Obama ha marcado al excarcelar a más de 6,000 presos por delitos de drogas pues elencarcelamiento masivo, además de sumamente costoso y contraproducente –en tanto que funciona como academia del crimen–, es uno

de los métodos más acabados de despotismo en pleno siglo XXI. El ahorro en prisiones, cortes y policías, junto con la aportación fiscaldel mercado cannábico, permitirían financiar centros clínicos y expandir el derecho a la salud. Pero, aunque no aportase un centavo a lasarcas públicas, en nombre de nuestro liberalismo constitucional, la miserable situación carcelaria debe cambiar.