El Procedimiento Arquímico Más Simple Consiste

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El procedimiento arquímico más simple consiste en utilizar el efecto de reacciones violentas -las de los ácidos sobre las bases- a fín de provocar, en el seno de la efervescencia, la reunión de las partes puras y su unión irreductible bajo la forma de cuerpos nuevos. Se puede así, partiendo de un metal próximo al oro -con preferencia la plata-, producir una pequeña cantidad de metal precioso. He aquí, en este orden de investigaciones, una operación elemental cuyo éxito certificamos si se siguen bien nuestras índicaciones. Verted en una retorta de vidrio, alta y tubular, el tercio de su capacidad de ácido nítrico puro. Adaptadle un recipiente provisto de tubo de escape y colocad el aparato en un baño de arena. Operad bajo el recipiente calentando el aparato suavemente y sin alcanzar el grado de ebullición del ácido. Apagad entonces el fuego, abrid la boca del tubo e introducid una ligera fracción de plata virgen o de copela que no contenga la menor traza de oro. Cuando cese la emisión de peróxido de nitrógeno y la efervescencia se haya calmado, dejad caer en el licor una segunda porción de plata pura. Repetid así la introducción del metal, sin prisa, hasta que la ebullición y el desprendimiento de vapores rojos manifiesten poca energía, indicios de una próxima saturación. No añadáis ya nada más. Dejad que se deposite durante una media hora y, luego, decantad con precaución, en un recipiente, vuestra solución clara y aún caliente. Encontraréis en el fondo de la retorta un pequeño depósito en forma de arenilla negra. Lavadla con agua destilada tibia y vertedla en una capsulita de porcelana. Reconoceréis en los ensayos que este precipitado es insoluble en ácido clorhídrico, como lo es en el ácido nítrico. El agua regia lo disuelve y da una magnífica solución amarilla del todo semejante a la del tricloruro de oro. Añadid agua destilada a ese licor, precipitadlo por una lámina de zinc y se depositará un polvo amorfo, muy fino, mate, de coloración marrón rojizo, idéntica a la que da el oro

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El procedimiento arquímico más simple consiste en utilizar el efecto de reacciones violentas -las de los ácidossobre las bases- a fín de provocar, en el seno de la efervescencia, la reunión de las partes puras y su uniónirreductible bajo la forma de cuerpos nuevos. Se puede así, partiendo de un metal próximo al oro -con preferencia laplata-, producir una pequeña cantidad de metal precioso. He aquí, en este orden de investigaciones, una operaciónelemental cuyo éxito certificamos si se siguen bien nuestras índicaciones.Verted en una retorta de vidrio, alta y tubular, el tercio de su capacidad de ácido nítrico puro. Adaptadle unrecipiente provisto de tubo de escape y colocad el aparato en un baño de arena. Operad bajo el recipiente calentandoel aparato suavemente y sin alcanzar el grado de ebullición del ácido. Apagad entonces el fuego, abrid la boca deltubo e introducid una ligera fracción de plata virgen o de copela que no contenga la menor traza de oro. Cuando cesela emisión de peróxido de nitrógeno y la efervescencia se haya calmado, dejad caer en el licor una segunda porciónde plata pura. Repetid así la introducción del metal, sin prisa, hasta que la ebullición y el desprendimiento devapores rojos manifiesten poca energía, indicios de una próxima saturación. No añadáis ya nada más. Dejad que sedeposite durante una media hora y, luego, decantad con precaución, en un recipiente, vuestra solución clara y aúncaliente. Encontraréis en el fondo de la retorta un pequeño depósito en forma de arenilla negra. Lavadla con aguadestilada tibia y vertedla en una capsulita de porcelana. Reconoceréis en los ensayos que este precipitado esinsoluble en ácido clorhídrico, como lo es en el ácido nítrico. El agua regia lo disuelve y da una magnífica soluciónamarilla del todo semejante a la del tricloruro de oro. Añadid agua destilada a ese licor, precipitadlo por una láminade zinc y se depositará un polvo amorfo, muy fino, mate, de coloración marrón rojizo, idéntica a la que da el oronatural reducido de la misma manera. Lavad convenientemente y, luego, desecad ese precipitado pulverulento. Alcomprimirlo contra una plancha de vidrio o contra el mármol, os dará una lámina brillante, coherente, de unhermoso brillo amarillo por reflexión y de color verde por transparencia, cuyo aspecto y características superficialesserán las del oro más puro.A fin de aumentar en una cantidad nueva vuestro minúsculo depósito, podréis volver a empezar la operacióncuantas veces gustéis. En este caso, tomad de nuevo la solución clara de nitrato de plata a la que se habrán añadido

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las primeras aguas de lavado. Reducid el metal con zinc o cobre. Decantad y lavad en abundancia cuando lareducción se complete. Desecad esa plata en polvo y servíos de ella para vuestra segunda disolución. Continuandoasí, reuniréis bastante metal como para hacer más cómodo el análisis. Además, os aseguraréis de su verdaderaproducción, suponiendo incluso que la plata empleada al comienzo contuviera algunas trazas de oro.Pero este cuerpo simple, obtenido con tanta facilidad aunque en escasa proporción, ¿es de verdad oro? Nuestrasinceridad nos impulsa a decir no, o, al menos, todavía no. Pues si presenta la más perfecta analogía exterior con eloro, e incluso la mayoría de sus propiedades y reacciones químicas, le falta, no obstante, un carácter físico esencial:la densidad. Este oro es menos pesado que el natural, aunque su densidad propia sea ya superior a la de la plata.Podemos, pues, considerarlo no como el representante de un estado alotrópico más o menos inestable de la plata,sino como oro joven, oro naciente, lo que revela aún su formación reciente. Por supuesto que el metal producido denuevo es susceptible de tomar y conservar, por contracción, la densidad elevada que posee el metal adulto. Losarquimistas utilizaban un procedimiento que aseguraba al oro naciente todas las cualidades específicas del oroadulto, y denominaban esa técnica maduración o afirmación, y sabemos que el mercurio era su agente principal.Aún se encuentra citada en algunos manuscritos antiguos latinos con la expresión de Confirmatio.Nos resultaría cómodo señalar, a propósito de la operación que acabamos de indicar, muchas observaciones útiles yconsecuentes, y mostrar sobre qué principios filosóficos reposa, en ella, la producción directa del metal. Podríamos,asimismo, dar alguna variante susceptible de aumentar su rendimiento, pero franquearíamos con ello los límites quevoluntariamente nos hemos impuesto. Dejaremos, pues, a los investigadores el cuidado de descubrir todo eso por símismos y de someter sus deducciones al control de la experiencia. Nuestro papel se limita a presentar hechos, y a los