El Puntero

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El Puntero ¨…cuando la red de punteros es la red de bienestar social, sus beneficiarios quieren mantenerla…¨ Javier Auyero Alcanza una simple mirada a la política nacional para poder darnos cuenta que la distribución territorial de las prácticas y las experiencias institucionales democráticas hacia el interior del país son desiguales. Prácticamente todos los conflictos en política nacional se van replicando en los diversos ordenes de la organización territorial, siguiendo una dinámica propia. En cualquier sistema donde exista una gobernanza territorial a gran escala, las instituciones políticas están conectadas a través del espacio. Por lo tanto, las estrategias de control político y de construcción de poder no están concentradas a una sola zona. El éxito de estas estrategias depende de cómo interaccionen los distintos niveles del territorio. Los vínculos que se construyen entre los distintos niveles de Gobierno van a tener como ejes a los actores organizados territorialmente. Cómo se establecen estos vínculos y como se conducen en los distintos niveles del territorio resulta esencial para entender la distribución y organización del poder dentro de un Estado. Así mismo, también es necesario pensar la interdependencia de las relaciones que se desarrollan entre los distintos niveles de Gobierno y qué implicancia tiene esto en los resultados políticos. Generalmente se explica que en la dinámica centro – periferia, esta última se encuentra subordinada al ¨centro¨. La ¨periferia¨ necesita al centro por muchas cuestiones, pero ese ¨centro¨ también necesita de esa ¨periferia¨ por razones vitales, fundamentalmente dos: mantenimiento del orden político a lo largo y ancho de todo el país, así como la provisión de servicios. Las estrategias territoriales adoptan particular relevancia a la hora de transformarse en medios para lograr objetivos en el sistema político nacional por parte de las élites políticas. Estas estrategias buscan influir o controlar recursos y personas, mediante el control de un área. ¨Controlar un área¨ significa monopolizar el poder en la arena política local, pero también significa manipular niveles de poder en otras áreas. Es decir, controlar el poder local significa reducir el poder de los oponentes locales, como también clausurar espacios políticos a otros actores que podrían aliarse a la oposición local. La articulación de estas estrategias de control territorial o ¨control de área¨ no siempre se dan respondiendo a las reglas formalizadas que obligan al respeto por la igualdad ante la ley y a seguir criterios universalistas, tales como la honestidad, necesidad o eficiencia, y bastante alejadas de ¨lo institucional¨. Así, ha estado presente, en mayor o menor medida, en todos los sistemas políticos, desde la República romana en adelante, lo que el politólogo Luigi Graziano denomina ¨síndrome clientelista¨, que se constituye en un fenómeno universal, que, sin embargo, suele ser erróneamente reducido al ámbito de sociedades ¨tradicionales¨. En algunos momentos concretos, el clientelismo político adquirió tal importancia que se convirtió en la única manera en que los individuos se relacionaban con el Estado. Este síndrome se teje a partir de relaciones informales, no reguladas mediante un contrato y distintas del orden institucional, por lo que generalmente son consideradas ¨paralelas¨ al mismo. No se las debe confundir con las relaciones propias del feudalismo, admitidas en público y sancionadas legalmente, aunque a menudo se utilicen las evocadas imágenes del señor y del vasallo para ilustrar la descripción. Los lazos clientelares se apartan de la moral proclamada oficialmente. En las instancias administrativas, las prebendas

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  • El Puntero

    cuando la red de punteros es la red de bienestar social, sus

    beneficiarios quieren mantenerla

    Javier Auyero

    Alcanza una simple mirada a la poltica nacional para poder darnos cuenta que la

    distribucin territorial de las prcticas y las experiencias institucionales democrticas hacia el

    interior del pas son desiguales. Prcticamente todos los conflictos en poltica nacional se van

    replicando en los diversos ordenes de la organizacin territorial, siguiendo una dinmica

    propia. En cualquier sistema donde exista una gobernanza territorial a gran escala, las

    instituciones polticas estn conectadas a travs del espacio. Por lo tanto, las estrategias de

    control poltico y de construccin de poder no estn concentradas a una sola zona. El xito

    de estas estrategias depende de cmo interaccionen los distintos niveles del territorio.

    Los vnculos que se construyen entre los distintos niveles de Gobierno van a tener

    como ejes a los actores organizados territorialmente. Cmo se establecen estos vnculos y

    como se conducen en los distintos niveles del territorio resulta esencial para entender la

    distribucin y organizacin del poder dentro de un Estado. As mismo, tambin es necesario

    pensar la interdependencia de las relaciones que se desarrollan entre los distintos niveles de

    Gobierno y qu implicancia tiene esto en los resultados polticos. Generalmente se explica

    que en la dinmica centro periferia, esta ltima se encuentra subordinada al centro. La

    periferia necesita al centro por muchas cuestiones, pero ese centro tambin necesita de

    esa periferia por razones vitales, fundamentalmente dos: mantenimiento del orden poltico

    a lo largo y ancho de todo el pas, as como la provisin de servicios.

    Las estrategias territoriales adoptan particular relevancia a la hora de transformarse

    en medios para lograr objetivos en el sistema poltico nacional por parte de las lites

    polticas. Estas estrategias buscan influir o controlar recursos y personas, mediante el control

    de un rea. Controlar un rea significa monopolizar el poder en la arena poltica local, pero

    tambin significa manipular niveles de poder en otras reas. Es decir, controlar el poder local

    significa reducir el poder de los oponentes locales, como tambin clausurar espacios polticos

    a otros actores que podran aliarse a la oposicin local.

    La articulacin de estas estrategias de control territorial o control de rea no

    siempre se dan respondiendo a las reglas formalizadas que obligan al respeto por la igualdad

    ante la ley y a seguir criterios universalistas, tales como la honestidad, necesidad o eficiencia,

    y bastante alejadas de lo institucional. As, ha estado presente, en mayor o menor medida,

    en todos los sistemas polticos, desde la Repblica romana en adelante, lo que el politlogo

    Luigi Graziano denomina sndrome clientelista, que se constituye en un fenmeno

    universal, que, sin embargo, suele ser errneamente reducido al mbito de sociedades

    tradicionales. En algunos momentos concretos, el clientelismo poltico adquiri tal

    importancia que se convirti en la nica manera en que los individuos se relacionaban con el

    Estado.

    Este sndrome se teje a partir de relaciones informales, no reguladas mediante un

    contrato y distintas del orden institucional, por lo que generalmente son consideradas

    paralelas al mismo. No se las debe confundir con las relaciones propias del feudalismo,

    admitidas en pblico y sancionadas legalmente, aunque a menudo se utilicen las evocadas

    imgenes del seor y del vasallo para ilustrar la descripcin. Los lazos clientelares se apartan

    de la moral proclamada oficialmente. En las instancias administrativas, las prebendas

  • arrancadas por las clientelas atacan a la raz del principio equitativo plasmado en el

    ordenamiento jurdico.

    Los clientelares son vnculos sociales de tipo instrumental. El ncleo principal de la

    relacin consiste en el intercambio recproco de bienes y servicios entre dos sujetos, como

    base de cualquier sistema de clientelas: el patrn, que proporciona bienes materiales,

    proteccin y acceso a diferentes recursos, privados y pblicos; y el cliente, que ofrece a su vez

    servicios personales, lealtad y apoyo, que en la poltica se traducen en votos.

    La ingeniera clientelar forma extensas redes de intercambio, concebidas con

    frecuencia como pirmides compuestas de relaciones didicas. El patrn queda convertido en

    cliente a su vez de otros individuos, y en intermediario entre sus clientes y stos. Se

    transforma en un mediador entre personas unidas por lazos de inters, amigos de amigos,

    que pueden cubrir desde los centros rectores de la sociedad hasta los lugares ms apartados.

    Para que persista la relacin clientelar es importante que se entable un trato personal

    y directo, sea cual sea el eslabn de la cadena de que se trate. Es en este momento donde

    empieza a vislumbrarse una figura antiqusima y que cumple un rol primario: el puntero.

    Frecuentemente, cuando se desarrolla la temtica del clientelismo, se muestra a los

    punteros como negreros de pobres y siempre se acenta el altsimo costo que entraa

    sostener una red de punteros. Todas estas variables no pueden ser consideradas como

    inexistentes, sin embargo, se omiten otras caractersticas. Tal como lo explica el socilogo

    Javier Auyero, en dos de sus obras ms clarificadoras en este tpico: La poltica de los

    pobres: Las prcticas clientelistas del peronismo y Clientelismo poltico: las caras ocultas,

    para el pobre comnmente el puntero es un vecino que vive cerca de l, conoce a su familia y

    sus necesidades, y est disponible las 24hs. La estigmatizacin con la que cargan los pobres

    al tener que recurrir a distintos beneficios sociales se fluidifica cuando es obtenida por parte

    de un vecino que se conoce desde hace mucho tiempo. Se instituye en un andamiaje que

    vulnera todo el sistema burocrtico del Estado moderno y consigue alcanzar los

    requerimientos vecinales mediante mecanismos ms directos y con mayor inmediatez.

    Bien explica Auyero, los punteros se erigen como lderes comunitarios inmediatos a

    los vecinos. Muchos de ellos tuvieron sus inicios realizando trabajos sociales en comedores,

    clubes, etc., para despus comenzar a militar. Sin embargo, su rol primordial es que tienen

    acceso a informacin muy pormenorizada de los vecinos gracias a la cercana que tienen, lo

    cual los habilita como un dispositivo de informacin muy til a la hora de superar uno de los

    mayores problemas que tienen los programas sociales: conocer el ingreso de cada pobre. Es

    decir, en base a los lazos personales y directos que tienen con los vecinos, el puntero conoce

    bien sus necesidades. Claro que este conocimiento tan personal opera de distintos modos,

    por una parte, les permite la distribucin de bienes especficos en los momentos que son

    necesarios, pero tambin esta capacidad de respuesta ante necesidades de vecinos lo sitan

    en el rol de convocar y movilizar a los distintos grupos que tiene a su cargo en marchas

    partidarias.

    El acceso a informacin de primera mano que tienen los punteros tambin es usado

    como moneda de cambio a la hora de asegurarse el apoyo poltico que necesita en marchas y

    urnas. El puntero exige a sus beneficiarios la asistencia a marchas y actos partidarios, ya

    que de ello va a depender la evaluacin de sus jefes polticos. La enorme maquinaria

    burocrtica demandada por los programas de asistencia universal y los diversos criterios de

    distribucin son el caldo de cultivo para que se lleven adelante tales maas. La

    implementacin de estos programas quedan en manos de punteros, con la posibilidad de

    decidir quienes acceden o no y por cuanto tiempo.

    Como operan los punteros casi siempre se analiza desde la lgica de la compra de

    votos. Es decir, siempre abordando desde este aspecto la relacin que existe entre punteros y

    pobres pero dejando de lado otras variables relevantes. Generalmente se expone que el pacto

    clientelar funciona como poltica del miedo ante las amenazas de la quita de los beneficios

    que perciben. La concepcin de esta lgica es que los punteros seleccionan y distribuyen

  • recursos a pobres que tienen sentimientos de reciprocidad ms fuertes porque son los que

    les compensarn votando lo que ellos les indiquen. Lo que se llama generalmente lealtad.

    Focalizar el anlisis de las prcticas de los punteros solamente desde esta perspectiva deja

    afuera la construccin de vnculos y experiencias polticas de los sectores populares, haciendo

    necesaria la exploracin desde otro lugar, en donde el hacer (aquello que las polticas

    prescriben) se constituye como fundamento en la constitucin de los vnculos.

    En primer lugar, es en el hacer donde los propios funcionarios gubernamentales

    encuentran el ideal de una asistencia social vinculada con el empoderamiento y la

    participacin de la sociedad civil: el trabajo dispensado transforma los recursos en bienes

    merecidos, y a quienes los reciben en merecedores-de y en beneficiarios activos en camino

    de inclusin. En segundo lugar, el hacer construye el reconocimiento social y gubernamental

    del puntero: el trabajo desempeado por los vecinos en los espacios comunitarios es una de

    las bases sobre las que se produce la legitimidad del referente barrial, visto como aquel que

    haciendo hacer a los otros, hace por y para bien de los vecino. Y en tercer lugar, en universos

    socialmente definidos por la falta de empleo y en los que la vagancia es, dentro y fuera de

    ellos, una de las acusaciones ms comunes, el hacer involucra rutinas y sentidos mediante los

    cuales las personas construyen una imagen positiva de s, opuesta a la pasividad.

    En tiempos electorales, donde se acrecientan promesas de eliminar de la poltica a

    los punteros que usan tu trabajo y se quedan con tu plata, se hace necesario entender un

    poco ms el tema. La red de punteros, muchas veces, es la que permite que los beneficios de

    las polticas sociales lleguen a los pobres en el momento en que son necesarios y, a partir de

    esto, se puede llegar a dilucidar, desde una dimensin distinta al anlisis clsico, la relacin

    de lealtad que se manifiesta entre los vecinos y el puntero. La mayora de las veces, la figura

    del puntero aparece como la nica propuesta de poltica social para los pobres.

    El puntero no es un maximizador del bienestar social, tampoco busco mostrarlo de

    esa manera. Lo que si intento es revelar sus diferentes habilidades y desde ah exponer como

    obtiene apoyo poltico. Claramente el puntero no es la solucin ideal, lo cual no implica

    hablar de falta de condiciones en el desarrollo de su actividad. Ms bien se puede decir que

    sus objetivos no son meramente sociales sino que tambin tiene objetivos electorales

    partidarios. Muchas veces la presencia del Estado se lleva adelante mediante los punteros y,

    aunque la realidad muestra que hacen clientelismo, los vecinos se sienten beneficiados por el

    mismo y tienen ms para perder que por ganar con la eliminacin de los referentes vecinales.

    Bibliografa

    Gibson, Edward. Boundary Control: Subnational Authoritarianism in Federal

    Democracies (Cambridge, 2012).

    Zarazaga, Rodrigo. Vote-buying and Asymmetric Information, Working

    Paper N398, Kellogg Institute, 2004.

    Auyero, Javier. La poltica de los pobres: Las prcticas clientelistas del

    peronismo. Siglo XXI. Buenos Aires.

    Auyero, Javier. Clientelismo poltico: las caras ocultas. Capital Intelectual.

    Buenos Aires.

  • Auyero, Javier. Favores por votos? Estudios sobre el clientelismo poltico

    contemporneo. 1997, Losada. Buenos Aires.

    Acua, Carlos, Kessler Gabriel. Evolucin de la poltica social argentina en la

    dcada de los noventa: cambios en su lgica, intencionalidad y en el proceso

    de hacer poltica social 2002.