+++EL QUE-HACER DEL PSICOANALISTA EN LA CLÍNICA DE LA DISCAPACIDAD INFANTIL

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EL QUE-HACER DEL PSICOANALISTA EN LA CLÍNICA DE LA DISCAPACIDAD INFANTIL (1) Liliana Ranieri Cuando de lo que se trata en la clínica de niños es de aquellos que portan algún tipo de discapacidad, o problema de desarrollo, es habitual que sea más de un profesional quienes se ocupan de los desvalimientos que padece. Así, psicopedagogos, psicomotricistas, fonoaudiólogos, médicos, docentes, etc., pueden ser parte de lo que se podría denominar " un entrecruzamiento de transferencias", importante cuestión a dilucidar teóricamente en lo que hace a la intervención de un psicoanalista en la clínica interdisciplinaria. "Lugar del Psicoanálisis en una clínica interdisciplinaria", "Lugar del Psicoanalista en un equipo interdisciplinario", suelen ser lugares de encuentro y desencuentro, lugares de obstáculos a trabajar, lugares de abrochamiento simbólico, de producción de un sujeto. Pero no es sobre la interdisciplina que me interesa particularmente explayarme ahora, sino plantear algunas reflexiones que podrían constituir problemas previos en lo que a esta temática se refiere. Estas cuestiones se relacionan con lo que podría establecerse como específico en esta clínica tan peculiar, y que yo relaciono con el soporte de la transferencia. Antes de continuar, hago un paréntesis para contarles que no fueron pocas las oportunidades en que me he encontrado con psicoanalistas o estudiantes, a quienes fue necesario explicar lo que para mí resultaba una obviedad, después de haber escuchado a algunos niños con Síndrome de Down en análisis: que, por ejemplo, la trisomía cromosómica del par 21 no pone en cuestión la existencia del inconsciente, del Complejo de Edipo, o de la sexualidad infantil. Dando por supuesto que en esto estamos todos de acuerdo, formulo las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que distingue esta clínica que defino como psicoanalítica, de otro tipo de clínica -también psicoanalítica- de algún niño por el que nos consultan porque le dijo una mentirita a la maestra, o porque confunde la b y la v? ¿la cantidad de baba y moco con la que nos encontramos? ¿Qué padecemos los analistas en la transferencia cuando por ejemplo nos encontramos con una niña ciega y psicótica que cuando le ofrezco jugar me dice que quiere leer un libro? ¿o cuando un niño neurótico me invita a arrojarme desde arriba de un escritorio para combatir juntos a las ballenas asesinas que nadan en el mar en que se convirtió el mosaico del consultorio? ¿o cuando simplemente, no hay respuesta ni mirada convocada ante una propuesta de "a qué querés jugar", en un niño que, después de haberle efectuado numerosos estudios diagnósticos, no es posible determinar lo que a su cerebro le ocurre y el motivo de sus convulsiones?. Pensemos en los niños en general: Cierto es que cuando los analistas nos ocupamos de ellos, lo hacemos desde dentro del juego. Por lo menos es esta concepción en la que sostengo mi clínica desde hace varios años, luego de haber comprobado que la interpretación tradicional, si producía algún efecto, era el de expulsar al niño del juego, sino, como en muchos casos, ir a parar a un lugar vacío, es decir, sin posibilitar ninguna articulación significante. Nos las vemos con un sujeto en los tiempos del "todavía no" (todavía no soy grande, pero si es " de jugando" puede ser), "todavía no" que posibilita el ejercicio de la sexualidad infantil. En este tiempo de la constitución del sujeto se construye la escena del juego, juego que no sólo acompaña, entretiene, sino que, fundamentalmente, lo constituye, por permitir que algo se pierda. ¿Qué sino esto es lo que Freud aludía cuando relatando el juego de su nieto de 18 meses, que arrojaba un carretel y lo hacía retornar, mientras pronunciaba las sílabas fort – da, nos decía que este pequeño jugaba a la ausencia materna, y nos hablaba de una renuncia? Lo que además nos permite sostener aquello que Lacan retoma: que el niño juega a lo que ha perdido por estar inserto en el lenguaje, representando la 1

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EL QUE-HACER DEL PSICOANALISTA EN LA CLNICA DE LA DISCAPACIDAD INFANTIL (1)

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EL QUE-HACER DEL PSICOANALISTA EN LA CLNICA DE LA DISCAPACIDAD INFANTIL (1)Liliana Ranieri

Cuando de lo que se trata en la clnica de nios es de aquellos que portan algn tipo de discapacidad, o problema de desarrollo, es habitual que sea ms de un profesional quienes se ocupan de los desvalimientos que padece. As, psicopedagogos, psicomotricistas, fonoaudilogos, mdicos, docentes, etc., pueden ser parte de lo que se podra denominar " un entrecruzamiento de transferencias", importante cuestin a dilucidar tericamente en lo que hace a la intervencin de un psicoanalista en la clnica interdisciplinaria. "Lugar del Psicoanlisis en una clnica interdisciplinaria", "Lugar del Psicoanalista en un equipo interdisciplinario", suelen ser lugares de encuentro y desencuentro, lugares de obstculos a trabajar, lugares de abrochamiento simblico, de produccin de un sujeto. Pero no es sobre la interdisciplina que me interesa particularmente explayarme ahora, sino plantear algunas reflexiones que podran constituir problemas previos en lo que a esta temtica se refiere. Estas cuestiones se relacionan con lo que podra establecerse como especfico en esta clnica tan peculiar, y que yo relaciono con el soporte de la transferencia.

Antes de continuar, hago un parntesis para contarles que no fueron pocas las oportunidades en que me he encontrado con psicoanalistas o estudiantes, a quienes fue necesario explicar lo que para m resultaba una obviedad, despus de haber escuchado a algunos nios con Sndrome de Down en anlisis: que, por ejemplo, la trisoma cromosmica del par 21 no pone en cuestin la existencia del inconsciente, del Complejo de Edipo, o de la sexualidad infantil.

Dando por supuesto que en esto estamos todos de acuerdo, formulo las siguientes preguntas:

Qu es lo que distingue esta clnica que defino como psicoanaltica, de otro tipo de clnica -tambin psicoanaltica- de algn nio por el que nos consultan porque le dijo una mentirita a la maestra, o porque confunde la b y la v? la cantidad de baba y moco con la que nos encontramos? Qu padecemos los analistas en la transferencia cuando por ejemplo nos encontramos con una nia ciega y psictica que cuando le ofrezco jugar me dice que quiere leer un libro? o cuando un nio neurtico me invita a arrojarme desde arriba de un escritorio para combatir juntos a las ballenas asesinas que nadan en el mar en que se convirti el mosaico del consultorio? o cuando simplemente, no hay respuesta ni mirada convocada ante una propuesta de "a qu quers jugar", en un nio que, despus de haberle efectuado numerosos estudios diagnsticos, no es posible determinar lo que a su cerebro le ocurre y el motivo de sus convulsiones?.

Pensemos en los nios en general: Cierto es que cuando los analistas nos ocupamos de ellos, lo hacemos desde dentro del juego. Por lo menos es esta concepcin en la que sostengo mi clnica desde hace varios aos, luego de haber comprobado que la interpretacin tradicional, si produca algn efecto, era el de expulsar al nio del juego, sino, como en muchos casos, ir a parar a un lugar vaco, es decir, sin posibilitar ninguna articulacin significante.

Nos las vemos con un sujeto en los tiempos del "todava no" (todava no soy grande, pero si es " de jugando" puede ser), "todava no" que posibilita el ejercicio de la sexualidad infantil. En este tiempo de la constitucin del sujeto se construye la escena del juego, juego que no slo acompaa, entretiene, sino que, fundamentalmente, lo constituye, por permitir que algo se pierda. Qu sino esto es lo que Freud aluda cuando relatando el juego de su nieto de 18 meses, que arrojaba un carretel y lo haca retornar, mientras pronunciaba las slabas fort da, nos deca que este pequeo jugaba a la ausencia materna, y nos hablaba de una renuncia? Lo que adems nos permite sostener aquello que Lacan retoma: que el nio juega a lo que ha perdido por estar inserto en el lenguaje, representando la desaparicin del sujeto, que el nio juega a que el carretel quiera ser llamado, que el carretel se haga la causa de que el nio diga Fort Da, el carretel jugando a soportar los efectos del lenguaje, el juguete hacindose cargo del desgarro del sujeto por el hecho de hablar.

Pero volvamos a la posicin del analista desde dentro del juego, o como parte del juego, o dentro del juguete, o dentro de las reglas del juego, etc.: he tenido oportunidad de observar profesionales que se dedican a la atencin de nios, no slo psicoanalistas, sino aquellos que efectan una intervencin clnica especfica, que sostienen la importancia del juego dentro de la sesin o consulta, pues les permitira un mejor "rapport" o "vnculo" (significantes usados segn los antecedentes que sostengan su formacin terica) con el nio, es decir, el juego como un recurso auxiliar para facilitar un hacer especfico. Algo as, como agacharse para hacer coincidir la estatura y entrar en el campo visual del nio, conseguir esa "empata" de la que nos hablan los psiclogos comprensivos. Por supuesto, que considero que estas condiciones pueden ser posibilitadoras del sostenimiento de la transferencia, y en este sentido poseen un importante valor. Pero no es a este juego usado como recurso auxiliar al que me refiero, sino a aquel que constituye una operacin clnica en s misma. El analista, desde dentro del juego, ayuda a reconstruir (o construir, a veces), la escena de juego en la que el sujeto se va constituyendo. Aclaro, aunque sin ocuparme de esta cuestin hoy, que esta posicin no es privativa de la intervencin de un psicoanalista. Tambin a otros terapeutas que ejercen distintas especialidades dentro de un equipo interdisciplinario, les compete esta operacin clnica.

Es en esa re-construccin que los analistas de nios sostenemos nuestro que-hacer, operando respecto al tambaleo del entramado simblico de un sujeto. Pero como se trata de una "obra en construccin", a veces nos ocupamos de las paredes, a veces de los cimientos y otras de la pintura final, y a veces vamos y volvemos por entre los andamios, anudando significantes, armando cadenas, construyendo un mito, en lo posible, dejando algo afuera.

Quisiera ac tomar una frase enunciada por Lacan en la Direccin de la Cura, y que nos permite pensar algunas cuestiones sobre el "qu-hacer": "El analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es". Es probable que algn malentendido respecto a ella haya atado a muchos analistas a su silln, y de paso, en la medida de lo posible, que el paciente se quede bien quietito en el divn.

Pero bien sabemos los analistas de nios, que nuestros pacientes, si todo anda bien, no nos permitiran esta escena supuestamente ideal, salvo que nos ataran a un silln para jugar a que nos secuestran (como efectivamente me sucedi una vez en el anlisis de un nio). A nadie se le ocurrira un nio acostado en el divn asociando libremente. Salvo a una pacientita ma que un da se le ocurri jugar al psicoanalista, y que cmo era de esperar, rpidamente, invirti los personajes del juego: yo pas a ser la madre de la niita, y ella la psicoanalista que me informaba que lo lamentaba mucho, pero que mi marido estaba dispuesto a dejarme por otra, y que con respecto a mi hijita, me anunciaba que se quedara a vivir con l. Como observarn no fue slo Juanito el que ley a Freud; los chicos en general, si todo anda bien, saben acerca del Edipo. (Aclaro en este caso, entre parntesis, que se trataba de una nia que padece una importante discapacidad).

Los nios, si todo anda bien, quieren jugar, all nos demandan, y, precisamente, esto, no lo frustramos. Pero s es imprescindible que los supongamos jugando, y digo esto de la misma manera, en una dimensin ms extrema, que una madre supone en su beb un jugueteo con el pezn, y no el ejercicio de un acto reflejo orientado en procura de la ingestin del alimento. El suponer al nio en uno u otro lugar, cambia su destino como sujeto. El analista no puede no estar incluido en este juego de suposiciones.

Tal como afirma Lacan, tambin en La Direccin de la Cura, "El analista paga con su persona, en la medida que la presta como soporte". Es a esto a lo que alude al invocar el ser del analista. Al mismo tiempo, al referirse a la poltica del analista dice que "es mejor que se ubique por su falta en ser que por su ser".

Por lo tanto, si sostenemos que es desde la falta en ser que un analista hace, es en el juego de atarse y desatarse de su silln en el que se debatir su deseo. Aqu es necesario aclarar: el deseo del analista, s, pero en su punto de encuentro con el deseo del paciente. As, el analista podr estar atado pero a condicin de que sea en transferencia, y si se trata de nios se nos agrega la atadura significante del juego. De esta manera, los analistas prestamos nuestra persona y sin saber a priori para qu.

Por esta razn, a veces me permito exclamar "las cosas que hay que soportar! Avatares de la transferencia!", suelo decir para consolarme: secuestrada, atada, maltratada, ensuciada, chupada, ignorada a veces; buscada, requerida, idolatrada, o mimada otras veces. Y as como a veces cabe la pregunta de "quin soy para este niito?", otras veces, la pregunta es "soy?", y en este ltimo caso, ms que de reconstruir, se tratar de construir.

Para ubicar ms precisamente este tema de los personajes que solemos encarnar y para los cuales prestamos nuestra persona, retomo el caso que antes alud: una nia ciega y psictica de 9 aos, que ante la pregunta disparadora "a qu quers jugar?" me dice que quiere leer un libro. Se trataba de una nia ciega desde sus primeros das de vida, que naci prematura y fue afectada de una retinopata, afeccin de riesgo esperable por internacin prolongada en la Terapia Intensiva neonatal. Slo poda percibir mnimos umbrales de diferencia lumnica, pudindose hablar de ceguera prcticamente total.

Yo no s si cuando Gabriela me deca que quera leer un libro, era "de jugando", pero fue necesario que as yo lo suponga para preguntarle cul libro prefera. As surgi el "libro de los gatos". En su realidad era un libro cualquiera, con tapas duras, siempre el mismo, y que nos acompaaba todas las sesiones. Las diferencias al tacto respecto al tipo de papel, nos permitieron establecer un principio y un final de la historia. En la primer hoja, los gatos aparecan saludando y dando la bienvenida, y en la ltima se despedan con la promesa de un reencuentro. Entre ambos extremos, comenzaron a existir en cada hoja, distintas y divertidas aventuras, protagonizadas por varios gatos: corriendo a los ratones, buscando a su mam, haciendo pis, etc. As pude observar a Gabriela, esta vez si, jugando a que lea, y hasta mirando sin ver, acompaando con su rostro (por no arriesgarme a decir con sus ojos), el movimiento de las pginas del libro.

Un da pude entender algo ms de lo que en esta nia era jugado cuando su madre me "confes", que ella desde el principio, cuando pens en los terapeutas que ayudaran a su hija, se la imaginaba viviendo la experiencia de Helen Keller. Keller qu leer el milagro, haban entrado en cadena, se trataba de hacer circular estos significantes, y en esto consisti un largo trecho de su anlisis, jugando a producir un milagro.

El otro nio, el monglico neurtico de 4 aos con el que nad durante mucho tiempo en el mar, protegindolo de los peligros marinos, haba sido imaginado por su padre quien era marino-, en tanto primer hijo varn, como abanderado del Liceo Naval. Pero naci monglico, no haba agua para l, y Diego sola arrojarse a piletas vacas: cadas, accidentes, cornisas, peligros de los que slo el agua podra salvarlo. Manos a la obra con el significante, porque, en verdad, slo el psicoanlisis pudo salvarlo (por supuesto, que no del mongolismo).

En varias oportunidades me he referido al "si todo anda bien", como la condicin de algunas respuestas de los nios.

Cuando las cosas "no andan bien", a lo que me refiero es a aquellos nios que como Martn, no responde ni con palabras ni con la mirada a ninguna convocatoria de juego. Slo corre atrs de una pelota, que en su recorrido no establece ni direccin ni sentido alguno. Largas charlas mas con la pelota para averiguar el sentido de su vida me han facilitado empezar a escuchar algunas palabras de Martn, que s posean algn sentido: "adis", "ven gol".

Cuando no hay camino, se trata de construirlo. Ese camino es el que el nio transita, y dibuja la distancia entre "este que sos vos" y "His Majesty the Baby".

Este recorrido, por donde hemos empezado a caminar en la vida, lo hemos hecho todos, pero cuando en el "este que sos vos" aparece lo que no es fcilmente digerible, metabolizable, aceptable o como se quiera llamar, como por ejemplo, un diagnstico de patologa de los lapidarios, o cualquier otro atributo de su existencia (no necesariamente se tiene que tratar de alguna enfermedad), que impida hacer algn tipo de serie en la distancia con ese ideal, falito de mam, all las cosas no andan porque no hay camino por donde andar.

El haber tenido la oportunidad de escuchar a padres de bebs de poco tiempo de vida, afectados de algn tipo de patologa, me confront con el pattico discurso de quienes no encuentran chance de armar esta serie, que introduzca al nio en la filiacin.

Por otro lado, las chances de que el nio mismo propicie lo que all no ocurre, o ocurre tan deficitariamente, suelen ser inferiores, por contar de entrada con algunas de las desventajas de la insuficiencia.

"Esto es lo que nos dieron cuando naci", deca un pap que tena en una mano un sobre lleno de estudios, y en la otra un beb de 45 das.

Armar este camino, en estos casos, se hace difcil, aunque no imposible, sobre todo si media, en este armado, el trabajo de un terapeuta en Estimulacin Temprana, de cuya especificidad no voy a hablar ahora.

Cabe la posibilidad, y esto es lo que ms abunda, que alguna serie se arme, y que el camino se construya, aunque lleno de baches: los sntomas infantiles son los que suelen ocupar ese lugar. Y ac "todo anda bien" pero hasta por ah noms, porque es donde la tarea de un psicoanalista hace falta.

Entre His Majesty el abanderado del Liceo Naval, y el monglico, Diego pudo construir un camino, con peligros, pero simblicos, gracias al anlisis, y as preservar su lugar en tanto sujeto. Desde entonces podr encarnar algn hroe de los tantos que el imaginario social provee a la infancia para cada temporada.

Lo que tambin es importante, y esto tiene relacin con la tarea de diagnosticar, es distinguir, por ejemplo, cuando un nio juega a ser un "Power Ranger" (aunque ya estn pasados de moda) de cuando efectivamente es un "Power Ranger".

Y volviendo al tema de la baba y de los mocos, es cierto que en esta clnica uno se encuentra con chicos con mayor cantidad de mocos (que los pediatras curarn o no), pero lo que nos interesa es que hay chicos que son puestos en el lugar del moco, hay chicos que estn hechos moco, hay chicos que son un moco, y hay chicos que juegan con los mocos, y son todos diferentes.

El nio puede ocupar distintos lugares en el trnsito hacia la subjetivacin (o no), pero en una clnica con estas caractersticas, creo que es imprescindible un analista con la disponibilidad para atarse y desatarse, no slo para sentarse en una mesa con un nio y cantar "truco", sino tambin, por ejemplo, para hacer dibujos con la baba, ponerle nombre a una convulsin, o hablar con una escupida que recibi en la camisa.

Como habrn observado, no he hablado mucho de los padres y del que-hacer con relacin a ellos. Podramos decir muchas cosas al respecto, pero decid privilegiar la intervencin con los nios, porque creo que el importante obstculo que puede plantersele a los analistas, no es tanto el escuchar a padres hechos moco por tener un hijo discapacitado, como el enfrentarse a un nio que est hecho moco por la discapacidad misma, aun en el mejor de los casos, es decir, cuando de ella se pudo apropiar.

En el final existe una reflexin personal que quiero compartir con Uds.: si la experiencia como psicoanalista de nios me enriqueci enormemente la comprensin del sujeto adulto, en tanto aquel que ha completado el armado de la estructura psquica (y esto es algo que ya he escuchado comentar a otros psicoanalistas de nios), debo tambin afirmar que los casi 20 aos de prctica como psicoanalista de nios, pero en este caso particular, afectados por graves problemas orgnicos, o graves cuadros psicopatolgicos, ha enriquecido mi comprensin sobre la infancia en general y los procesos psquicos que en ella se producen, por lo tanto, del sujeto.

Notas1 Presentado en las Jornadas sobre "La Discapacidad, intervenciones posibles", organizadas por el Crculo Psicoanaltico Freudiano, el 30 de octubre de 1999