El Rabdomante . Sebastián Salazar Bondy

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EL RABDOMANTE De Sebastián Salazar Bondy Adaptación por el laboratorio Laxion del grupo Cuatrotablas Miserable I.- (Se yergue un poco y husmea el aire; sus orejas parecen moverse.)  ¿Suena? ¿Está sonando ya? (Los otros no le responden y permanecen impasibles. El Miserable I vuelve a la  posición primitiva. Sile ncio) Miserable II.- Pero no es como canto… Miserable III.- ¿Es dura o es blanda? Miserable I.- (Husmea otra vez) ¿Qué? (Silencio.) Miserable II.- Pero no viene cantando… Miserable III.- (Torna a husmear.) ¿Qué? Miserable I.- Ella, pues. Miserable II.- ¡Cómo si cantara! Miserable III.- Mojada, empapada viene. (Silencio.) Miserable I.- (Vuelve a erguirse, a husmear, a mover las orejas.) ¿Suena? ¿Un poco suena, no? (Se está atento un rato. Luego, desalentado, retorna a la posición inicial.) Miserable III.- (Con esfuerzo sobrehumano se despoja del sombrero raído. Vuela una fina  polvareda. Observa la p renda.) Y esto, di, ¿es duro o blando? El sombrero, ¿es duro o blando? Miserable I.- (Toma el sombrero, lo dobla, lo estruja.) Ella es blanda, pero no así. Miserable II.- (Ríe.) Claro que no. ¿Puedo beberme el sombrero? ¿Puedo con él lavar mi ropa? ¿Puedo regar la verdura? El sombrero tampoco viene cantando. Miserable III.- (Animado.) No, no. El sombrero es sombrero. No es animal ni flor, sino sombrero. ¡Dámelo! (Lo toma y se lo coloca con energía.) Miserable I.- Yo creo que ya suena. Iré a ver por dónde viene. (No se mueve.) Miserable III.- Te digo que no viene. Miserable II.- Ella no canta , pero ya sabremos qué rumbo ha tomado. Iremos a su encuentro. ¿Para qué moverse? Miserable I.- Habría que ir moviéndose porque no somos los ú nicos qu e la esperamos. Están los demás. El Gobernador o el ingeniero se la pueden robar. Miserable II.- ¡No es sombrero! ¡Viene para todos! ¿La quieres para ponértela de sombrero ? Miserable III.- Nada de sombrero, porque no viene.

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EL RABDOMANTE

De Sebastián Salazar Bondy

Adaptación por el laboratorio Laxion del grupo Cuatrotablas

Miserable I.- (Se yergue un poco y husmea el aire; sus orejas parecen moverse.) ¿Suena? ¿Está

sonando ya? (Los otros no le responden y permanecen impasibles. El Miserable I vuelve a la

 posición primitiva. Silencio)

Miserable II.- Pero no es como canto… 

Miserable III.- ¿Es dura o es blanda?

Miserable I.- (Husmea otra vez) ¿Qué? (Silencio.)

Miserable II.- Pero no viene cantando… 

Miserable III.- (Torna a husmear.) ¿Qué?

Miserable I.- Ella, pues.

Miserable II.- ¡Cómo si cantara!

Miserable III.- Mojada, empapada viene. (Silencio.)

Miserable I.- (Vuelve a erguirse, a husmear, a mover las orejas.) ¿Suena? ¿Un poco suena, no?

(Se está atento un rato. Luego, desalentado, retorna a la posición inicial.)

Miserable III.- (Con esfuerzo sobrehumano se despoja del sombrero raído. Vuela una fina

 polvareda. Observa la prenda.) Y esto, di, ¿es duro o blando? El sombrero, ¿es duro o blando?

Miserable I.- (Toma el sombrero, lo dobla, lo estruja.) Ella es blanda, pero no así.

Miserable II.- (Ríe.) Claro que no. ¿Puedo beberme el sombrero? ¿Puedo con él lavar mi ropa?

¿Puedo regar la verdura? El sombrero tampoco viene cantando.

Miserable III.- (Animado.) No, no. El sombrero es sombrero. No es animal ni flor, sino sombrero.

¡Dámelo! (Lo toma y se lo coloca con energía.)

Miserable I.- Yo creo que ya suena. Iré a ver por dónde viene. (No se mueve.)

Miserable III.- Te digo que no viene.

Miserable II.- Ella no canta, pero ya sabremos qué rumbo ha tomado. Iremos a su encuentro.

¿Para qué moverse?

Miserable I.- Habría que ir moviéndose porque no somos los únicos que la esperamos. Están los

demás. El Gobernador o el ingeniero se la pueden robar.

Miserable II.- ¡No es sombrero! ¡Viene para todos! ¿La quieres para ponértela de sombrero?

Miserable III.- Nada de sombrero, porque no viene.

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Miserable II.- ¿Entonces?

Miserable I.- No digo que sea sombrero sino que hay que ir a darle el encuentro porque ya está

sonando. Despacio, pero suena. Hace rato que suena un poco. ¡Yo voy! (No hace ningún

movimiento.)

Miserable II.- Es igual que el sol. Hace mucho sol, ¿pero quién lo usa en la cabeza para él solo?

Miserable III.- ¡El sol sí que es un sombrerazo grande y maldito!

Miserable I.- ¡Eso! ¡Maldito! ¿O no?

Miserable II.- Pero nadie se lo roba, ni se lo lleva a su casa, ni lo corta para salarlo y meterlo

después en la olla. Nadie se come al sol. Ni el más poderoso, ni el más Ingeniero, nisiquiera el

Gobernador.

Miserable I.- (Ríe.) ¡Eso! Nadie se almuerza al sol.

Miserable III.- ¡Pero a ella si se la almuerzan!

Miserable I.- Por eso quiero ir a darle el encuentro. A lo mejor se la almuerzan los demás antes

que nosotros.

Miserable II.- Anda pues.

Miserable III.- Si puedes, anda.

Miserable I.- (Haciendo un gran esfuerzo para levantarse, sin lograrlo) ¡No puedo! (Se da por

vencido. Con resignación.) No puedo.

Miserable II.- ¡Entonces qué tanto hablas! ¿Quién se la va a robar si nadie se puede mover?

Miserable III.- Y nadie se roba el sol porque nadie puede hacerlo. Si él quiere te agarra, pero tú aél nunca.

Miserable II.- Pero ella es como el sol. Te agarra también. Como culebra te aprieta el cuerpo se

mete adentro. ¡Y corre!

Miserable I.- ¡Cállense! (Aguza el oído.) ¡Suena! ¡Suena! ¿No oyen cómo suena?

Miserable II.- (Al parecer interesado.) Pero no canta, ¿no?

Miserable III.- Camina. (Pega el oído a tierra.) Viene en grupo, conversando.

Miserable II.- ¿En grupo? ¿Conversando? ¡No es ella!

Miserable I.- (También ha pegado el oído a tierra.) ¡Camina como gente!

Miserable II.- (Imita a los otros.) Como hombre camina.

Miserable I.- Como montón de hombres.

Miserable III.- ¿Es ella?

Miserable II.- Creo que sí. No canta. Quién puede ser si no canta?

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Miserable I.- ¡Se acerca!

Miserable III.- ¡No hablen tanto que no oigo nada!

Miserable II.- Tal vez son pasos de gente.

Miserable I.- Si no son sus pasos, son pasos de gente… 

Gobernador.- ¿Y éstos? ¿Son acaso muertos? Ha sido prematuro comunicar a la capital que no

había aún pérdida de vidas que lamentar.

Ingeniero.- Por lo que vemos, coronel, ahora hay que comenzar a lamentarlas.

Gobernador.- (Al portapliegos.) Anote… Hoy lloramos a tres víctimas de la grave sequía que

azota nuestra desdichada región.

El Portapliegos se las arregla para escribir en el cartapacio sin abandonar el botellón.

Miserable I.- ¿Suena?

Miserable II.- Calla… 

Gobernador.- ¿Anotó?

Portapliegos.- Anotado, coronel.

Gobernador.- Ingeniero, compruebe si estos muertos están verdaderamente muertos por la

sequía o si se trata de víctimas de un hecho criminal. Hay que ser prolijo.

El Ingeniero se aproxima a los Miserables. Con el pie remueve el primero de ellos, al Miserable I,

quien levanta la cabeza y lo mira pestañeando.

Ingeniero.- Este todavía no está muerto, coronel. (Remueve, siempre con el pie, a los otros

dos. Ambos alzan la cabeza.) Tampoco éstos.

Gobernador.- (Al Portapliegos, autoritariamente.) ¡Tache la estupidez que escribió antes! (El

Portapliegos obedece.) Ingeniero, ¿y se puede saber qué hacen esos individuos en actitud de

muertos sin que efectivamente lo sean?

Ingeniero.- (A los Miserables.) ¿Qué demonios les pasa a ustedes?

Miserable I.- (Tembloroso.) Creímos que venía… 

Miserable III.- Oímos algo y pensamos que ya…  

Miserable II.- (Malhumorado.) ¡Yo les dije que no! ¡No canta! ¡No camina! ¡No es sombrero! ¡Esagua!

Gobernador.- (Aproximándose.) ¡Agua! ¡Agua! ¡Agua! ¿Pero es que no tienen ustedes otra cosa

en qué pensar? ¿No les preocupan la patria, la educación de las nuevas generaciones, los

progresos industriales de la humanidad?

Ingeniero.- Y miles de otros temas igualmente cautivadores?

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Miserable I.- (Tímidamente.) El agua es bonita, señor.

Gobernador.- Hervida quizá, pero natural es portadora de gérmenes altamente infecciosos.

Miserable II.- Nunca se fue por tanto tiempo.

Ingeniero.- Es verdad, nunca se fue por tanto tiempo, pero ustedes con su vehemencia y su

falta de imaginación, la inducen a hacerse de rogar. Es bonita, sí, pero también caprichosa.

Gobernador.- Explíqueles, Ingeniero, todos los recursos de la técnica moderna que hemos

puesto en práctica para producir artificialmente lo que la avara naturaleza nos niega.

Ingeniero.- El Portapliegos tiene copia certificada de mi informe al Supremo Gobierno. Bastará

que lo lean. Es objetivo y fundamentalmente físico-geológico-matemático.

Gobernador.- (Al Portapliegos.) Deles la copia.

Ingeniero.- ¿Pero es posible que no sepan leer?

Portapliegos.- Más que posible, señor. Absolutamente seguro. En esta zona, el 99.9% de lapoblación no ha ido a la escuela. Además, hay escuela, pero no maestra.

Ingeniero.- Entonces estos hombres son prácticamente animales salvajes. ¡Ya lo decía yo!

Gobernador.- Explíqueles, Portapliegos, todo lo que, dentro de nuestras limitadas posibilidades

presupuestales, hemos realizado para conjurar la sequía.

Portapliegos.- Primero: bombardeo de cúmulos bajos con energía solar refleja; segundo: desagüe

de embalses naturales mediante túneles; tercero: perforación de pozos artesianos hasta alcanzar

estratos rocosos; cuarto: transportación del líquido elemento hasta nuestra jurisdicción desde

zonas donde existe en abundancia gracias a vehículos tanques adecuados a la operación; quinto:

desecación de la humedad-ambiente por hornos eléctricos, y sexto: oficios y plegarias colectivas ala milagrosa imagen de Nuestra Señora de Vincapervinca, venerada patrona de esta provincia.

Gobernador.- Y hay más todavía. Tenemos en estudio un plan que consiste en el traslado masivo

de los jóvenes de la localidad a otras regiones pródigas en agua y escasa, al mismo tiempo, en

mano de obra. Es lo que técnicamente llamamos inmigración compensatoria.

Ingeniero.- Creo que lo expuesto basta para que estos hombres se formen un concepto cabal

de su notable celo gubernativo, señor Gobernador.

Gobernador.- En efecto, Ingeniero, no descanso un minuto en la tarea de aliviar las penurias de

nuestro estoico pueblo. (A los Miserables.) No hay agua, es la triste verdad.

Miserable II.- (A los otros dos.) Yo sabía que no venía.

Miserable I.- ¿Sonaba o no sonaba?

Miserable III.- Pero no era ella.

Gobernador.- (En tono paternal.) Amigos, no obstante nuestra condolida certeza de que la

sequía continuará por algún tiempo más, el Ingeniero y el servidor que les habla nos hemos

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declarado en sesión permanente por si se da el improbable caso de que haya que adoptar alguna

decisión de emergencia. Confíen en nosotros.

Ingeniero.- Y no piensen, como acertadamente ha dichGo el señor Gobernador, sólo en agua

puesto que no sólo de agua vive el hombre.

Gobernador.- Exacto. Y lo afirmo con pleno conocimiento de causa. En ese botellón que sostieneel Portapliegos siempre tengo a la mano unos cuantos litros, pero, en realidad, apenas si bebo un

pequeño vaso en el almuerzo. A mí el agua no me parece enteramente saludable. Y como no la

deseo, no me hace falta.

Ingeniero.- Y ni siquiera el Portapliegos, que la carga, padece de sed. Nunca lo he oído pedir

para sí, dicha sea la verdad, ni un dedal.

Gobernador-. Claro que él tiene su ración bonificada por tiempo de servicios. Eso le basta y le

sobra. 

Ingeniero.- (Ante una inclinación del Portapliegos.) Nuestro adelanto en leyes sociales es

extraordinario, coronel.

Gobernador.- Bueno, Ingeniero, continuemos nuestra inspección. (A los Miserables.) ¡Más ideas

y menos agua en la cabeza, hijos!

Miserable I.- Si la oímos cantar será que ya viene.

Miserable II.- En silencio, sin cantar nada, un día vendrá.

Miserable III.- Se fue, y volverá.

Ingeniero.- Así es. (Al gobernador) Son ignorantes pero pacientes. Vale mucho nuestro pueblo,

coronel. Vale mucho. (Cediéndole el paso.) Ud. Por delante.

Rabdomante.- ¡Una palabra, por favor, coronel!

Gobernador.- (Se da vuelta. Contempla de abajo arriba al recién llegado.) ¿Me habla usted a mí?

Rabdomante.- Sí, a usted, coronel. Lo busqué en la Gobernación. Ahí me dijeron que se hallaba

inspeccionando este sector.

Gobernador.- Estoy de inspección, sí, pero no atiendo visitas en cualquier parte y mucho menos

a la intemperie. Pida audiencia. (Al Portapliegos.) Anote el nombre de este señor en la lista del

 jueves.

Rabdomante.- Es un asunto muy urgente.

Gobernador.- Tengo muchos asuntos urgentes antes que el suyo.

Rabdomante.- Más urgente que el mío ninguno, coronel. Traigo el agua.

Gobernador.- ¡Otra vez el agua! Hable con el Ingeniero.

Ingeniero.- ¿Cómo es eso?

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Rabdomante.- Tengo la solución para el problema de la sequía.

Ingeniero.- Permita que me sonría. Han sido agotadas todas las soluciones. No hay método

científico que remedie esta crisis.

Rabdomante.- Mi método es el más antiguo de todos. Estoy convencido de que no lo ha

ensayado usted.

Ingeniero.- No le entiendo. Lo veré en mi despacho mañana a mediodía.

Rabdomante.- ¿Y por qué esperar hasta mañana? Dentro de una hora puede haber aquí agua

como jamás la hubo.

Gobernador.- (Interesado.) ¿De dónde la sacará usted?

Rabdomante.- La haré brotar de la tierra.

Ingeniero.- (Despectivo) ¡Oh, un charlatán! La ciencia, coronel, rechaza esa vil retórica.

Miserable III.- (Tímidamente, al Rabdomante) ¿Brotará de la tierra señor?

Rabdomante.- ¡A chorros!

Miserable I.- ¿Y sonará?

Rabdomante I.- Estallará como un cohete de fuegos artificiales y cantará. (Los Miserables, alegres,

ríen.)

Ingeniero.- (Irritado) ¡Pura palabrería! Y como de costumbre, los ignorantes comienzan a creer

en el embustero. ¡Ponga fin a esta impostura, coronel!

Gobernador.- (Que hasta ese momento parecía dar crédito al Rabdomante) ¡Alto! ¿Qué pretende

usted, desconocido y forastero, despertando la esperanza en estas pobres almas crédulas?

Ingeniero.- ¿Y quién es este individuo? ¡Tal vez un espía extranjero, un infiltrado!

Gobernador.- (Con tono rutinario.) Nombre, nacionalidad, instrucción, oficio, estado civil,

documentos de identidad, etcétera… (Al Portapliegos) Anote todo.

Rabdomante.- Puedo hacer surgir el agua del sueño ahora mismo.

Ingeniero.- ¿Es usted ingeniero?

Gobernador.- Nombre, nacionalidad, instrucción, oficio, estado civil, documentos de identidad,

etcétera… 

Rabdomante.- Soy un rabdomante.

Ingeniero.- (Riendo sarcásticamente.) ¡Bah! ¡Un mago! ¡Coronel, un mago en pleno siglo XX,

se da cuenta!

Gobernador.- ¿Cómo mago? ¿Hace pases con la mano y listo?

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Ingeniero.- Ni siquiera eso. ¡Un rabdomante! Una especie de brujo que adivina dónde hay

agua… (Al Rabdomante.) ¿Hasta en las rocas, no es así?

Rabdomante.- (Al Gobernador) Alumbro las aguas subterráneas, descargo las fuentes ocultas,

descorro las costuras de la tierra seca. Soy un zahorí… 

Ingeniero.- ¡Zahorí, eso! Felizmente usted mismo lo ha dicho. ¡Pero le advierto que la brujeríaestá prohibida en este país! ¡Carece de explicación científica y las leyes no la reconocen como un

oficio!

Rabdomante.- (Siempre el Gobernador) Mi varita localiza el agua aún en el yermo más estéril.

Miserable I.- ¡Llame al agua, señor!

Miserable III.- ¿Dónde está? Díganos, ¿dónde está el agua?

Gobernador.- (Al Ingeniero) ¿Cuál es su última palabra Ingeniero?

Miserable II.- ¿No es cierto que no canta? ¿Qué no es sombrero tampoco?

Ingeniero.- La sola pregunta ofende, coronel.

Miserable II.- ¡Que no cante, qué importa! ¡Pero, por favor, que sea fría, bien fría!

Gobernador.- (Al Portapliegos.) ¡Anótelo todo! (El Portapliegos escribe entusiasmado.) ¿Quiere

decir, Ingeniero, que se opone usted oficialmente a que este hombre busque el agua?

Oficialmente, repito.

Ingeniero.- ¡Oficialmente, sí, me opongo!

Miserable II.- ¡Búsquela! ¡Búsquela!

Ingeniero.- ¡Es un truco! ¡Una payasada!

Miserable III.- ¡Que venga!

Rabdomante.- (Al Gobernador) Déjeme usted probar, simplemente probar…  

Miserable I.- ¡Déjelo, señor coronel! (Los otros dos Miserables gimen suplicantes.)

Gobernador.- (Al portapliegos) Anote que el pueblo lo pide.

Ingeniero.- Por eso mismo, el hecho es una locura, coronel.

Miserable III.- ¡La queremos tanto! ¡Aguita linda!

Gobernador.- (Al portapliegos) Y anote también que yo siempre respeto la voz del pueblo (Al

Rabdomante) Hágalo, ¡Ah, pero le advierto que si fracasa el castigo será implacable!

Ingeniero.- Grace error. Gravísimo error. ¡Nos pesará!

Rabdomante.- (Saca del bolsillo interior de su saco una varita en forma de V.) Por favor, ahora

silencio… La vara hablará… ¡Silencio! 

Ingeniero.- ¡Esto es ridículo!

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Gobernador.- ¡Silencio, Ingeniero! (Al portapliegos) No deje de anotar ni un solo detalle

Rabdomante.- Aquí no está. No… No… No... No está acá. ¡Ah! 

Gobernador.- ¿Está ahí?

Miserable II.- ¿No canta, no?

Miserable II.- ¡Ahí sonaba!

Rabdomante.- Esperen un poco… Silencio. Parece que está escondida aquí. ¡La tengo! ¡La he

atrapado! ¡Está en mis manos! ¡Se me quiere escapar! ¡No puedo dominarla! ¡Es fuerte, enorme,

feroz! ¡Ay! ¡No! ¡No te vayas! ¡No! ¡Ayúdame! ¡No! ¡No! ¡Ha huído! Era grande y poderosa. Estoy

muy débil y la he perdido… 

Ingeniero.- ¿Hablaba usted del agua?

Gobernador.- ¿Dónde está el agua? ¡Eso es lo que nos interesa!

Rabdomante.- Me ha derrotado… ¡Pero ahí, al pie d ese árbol, está su madriguera! La helocalizado y será mía. Oh, es preciso ser muy astuto para cazarla.

Ingeniero.- ¿A quién pretende embaucar usted con esta estúpida farsa? ¡El agua no es una

fiera!

Gobernador.- ¡Ni un pez para pescarla con anzuelo! (Al portapliegos) No se duerma. Anótelo

todo. El agua no es un pez dije. ¡Aunque un pez sea siempre un animal acuático!

Rabdomante.- Claro que no es fiera ni pez, pero tiene vida, camina, palpita, huye…  

Ingeniero.- ¿No se lo advertí, coronel? ¡Una estafa completa!

Gobernador.- Disculpe, pero fui yo quien lo dijo primero. Y añadí que si fracasaba el castigo seríaimplacable. ¿Lo dije o no lo dije?

Portapliegos.- Lo dijo, coronel. Lo anoté. Por aquí debe estar… 

Rabdomante.- Señores, permítanme que ensaye una vez más, ¡la encontraré!

Ingeniero.- ¡De ninguna manera! A nadie le interesa ser testigo d su epilepsia. Menos, como

es natural, a la autoridad legalmente constituida.

Gobernador.- Irá preso. No hay más que hablar. ¡Y a esos cándidos sáquelos de ahí que parecen

topos!

Ingeniero.- ¡Fuera topos! ¡Se acabó el circo! ¡Largo! ¡Largo!

Miserable III.- ¿No saldrá?

Miserable II.- Ni canta, ni nada… 

Rabdomante.- Pero sí, cantará, sonará, hará lo que ustedes quieran.

Ingeniero.- ¿Lo va usted a dejar que predique su error y siembre la mala semilla?

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Gobernador.- ¡De ninguna manera! ¡Nadie siembra aquí nada sin mi permiso! ¡Dije que va preso

y preso va! ¿Trajo usted las esposas?

Portapliegos.- Una docena, coronel. Creo que bastan.

Gobernador.- Colóqueselas al detenido… ¡Pero sólo un par! 

Rabdomante.- Aquí están mis manos.

Ingeniero.- ¡Extiéndalas! ¡Y basta de tonterías!

Rabdomante.- Pero le aseguro que ahí al pie del árbol, está su guarida. Y no muy honda. Sin

embargo, es fuerte, debo reconocerlo, y hay que cogerla sorpresivamente, por la cabeza, con vigor

y rapidez. Déjeme probar de nuevo.

Ingeniero.- ¡Oh, dejémonos de oír sandeces! ¡A la cárcel!

Rabdomante.- Disculpe pero no son sandeces. Todo esto tiene una explicación científica. Las

aguas en proceso de filtración, que inducen potenciales electrokinéticos, o sea que, producen lo

que se llama Efecto de Quincke… Usted, sin duda, lo sabe…  

Ingeniero.- (Interrumpiendo) ¿Qué ha dicho?

Gobernador.- ¿De qué habla? ¿Lo anotó usted?

Portapliegos.- Si el señor tuviera la amabilidad de repetirlo… La verdad es que no le entendí

nada.

Rabdomante.- El señor Ingeniero me tiene que comprender. Se produce el efecto de Quincke,

¿entiende?, y en el subsuelo se desatan corrientes eléctricas. Estas, como es lógico, provocan la

aparición de campos magnéticos que modifican localmente… 

Gobernador.- (Al ingeniero) ¿Y todo eso?

Rabdomante.- Solo localmente, que conste, pues este detalle es muy importante (A los

Miserables) Campos magnéticos, pues, que modifican localmente el campo magnético terrestre.

Los rabdomantes podemos captar… Es inútil, ya lo sé. Vamos.  

Gobernador.- (Al ingeniero y al portapliegos) Adelante ustedes.

Ingeniero.- Sí, coronel.

Portapliegos.- Usted conmigo.

Gobernador.- Hijos míos, no piensen tanto en el agua. Para eso estamos nosotros. Piensen más

bien en el sol que brilla, en el viento que viene de lejos, en la vida que están grata de vivir, en

tantas cosas bellas como Dios nos ha dado… Hasta luego. 

Miserable I.- Y quizá ni suena.

Miserable II.- ¿Y si canta?

Miserable III.- Y, a los mejor, hasta es sombrero.

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Miserable II.- Ese hombre dijo que allá no más estaba su cueva.

Miserable III.- ¡Se le escapó! ¡Fuerte, bien fuerte es la bandida!

Miserable II.- Sólo con un palito la encontró.

Miserable I.- Con el palito que dejó tirado allá. ¿Lo ves?

Miserable II.- Allá está pues… 

Miserable III.- Se olvidó de llevárselo. Una rama verde… 

Miserable II.- ¡Qué va a servir eso!

Miserable III.- Hizo así, ¿viste? ¿Fue así?

Miserable I.- Así mismo.

Miserable II.- Y se puso a temblar como de tercianas.

Miserable III.- Ahora también está el palito temblando… ¡Tiembla! ¡Tiembla! ¡Yo tambiéntiemblo! ¡Me arrastra abajo! ¡Me lleva!

Miserable I.- ¡Agárrala fuerte!

Miserable II.- ¡Que no se escape!

Miserable III.- ¡Salta! ¡Patalea! ¡Muerde!

Miserable II.- ¡Cavemos! ¡Cavemos!

Miserable I.- ¡Cavemos bien hondo!

Miserable III.- ¡No puedo más! ¡Se va! ¡Rápido!

Miserable II.- ¡Aguanta! ¡Aguanta todo lo que puedas!

Miserable I.- ¡Hay que cavar más!

Miserable III.- ¡Ay! ¡Ay! ¡Se va! ¡No puedo más!

Miserable II.- ¡Canta! ¡Canta de verdad! ¿La oyes?

Miserable III.- ¡Grita! ¡Grita como yo! ¡Está sufriendo! ¡La saco! ¡La saco!

Miserable I.- ¡Ya está aquí!

(Un chorro de agua surge, como un disparo fresco y brillante, desde el fondo de la tierra.

Miserable III.- ¡La vencí! ¡Yo la vencí! ¡Soy más fuerte que ella!

Miserable II.- ¡Entramos a su casa y la sacamos afuera!

Miserable I.- ¿Y la ramita? ¿Dónde está la ramita?

Miserable III.- Aquí la tengo. Vamos a llenar de agua todas las pampas, los cerros, las rocas.

Vamos a hacer lagos por todas partes. Vamos a fabricar un mar grandazo.

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Miserable I.- ¿Y el brujo?

Miserable III.- ¿Qué brujo?

Miserable I.- Había brujo. El del palito. ¿No había brujo?

Miserable II.- ¿Brujo? No había nadie. Nosotros tres. ¿Había brujo?

Miserable III.- Había el palito, la ramita. ¿Pero brujo?

Miserable I.- ¿No había nadie, no? ¿Quién iba a haber aquí? No había nadie.

Miserable III.- ¡Vamos a sacar el agua! ¡Vamos a enseñarle a la gente a agarrar el agua por el

cogote en su covacha!

Miserable I.- ¡Hay que avisar a todo el mundo! ¡Agua! ¡Agua! ¡Agua!

Miserable II.- ¡Agua! ¡Agua!

Miserable III.- ¡Agua!

(Han salido.)

Rabdomante.- ¡Huya usted! Yo no tengo nada que temer. Les traje la verdad. Ellos la emplean

como quieren. Es su derecho.

Portapliegos.- ¿Pero por qué habían de matar? Tuvieron el agua y parecía que les henchía el

pecho y los puños. ¿Vio cómo estrangularon al Gobernador? ¿Se fijó usted en lso despojos del

Ingeniero? ¿Quiere usted acabar en lo mismo? Yo no. Me largo.

Rabdomante.- El agua se volvió fuego. El agua también odiaba al Gobernador.

Portapliegos.- Cuando asomaba, la ponía en una celda. Eso es cierto. Aquí el agua fue

encadenada… Ellos la vengan, tal vez… 

Rabdomante.- Pero a mí tienen que agradecerme lo que hice por ellos. No creo que a usted

tampoco tengan que pedirle cuentas. Al fin y al cabo, usted anotaba lo que el coronel le ordenaba.

Portapliegos.- ¡No me perdonarán que yo tuviera mi ración bonificada por tiempo de servicios, se

lo aseguro! ¿Entenderán eso, acaso? ¿Y entenderán que usted les regaló el secreto de la varita por

amor, desinteresadamente? Tampoco. Vamos. Conozco bien los caminos y llegaremos a una

región segura.

Rabdomante.- No me interesa la seguridad. Me preocupa la sequía y busco los sitios donde ella

reduce a las personas a simples formas para devolverles con el agua el sentido.

Portapliegos.- De acuerdo. Iremos a un sitio donde la situación es mucho peor que la que aquí

encontró usted.

Rabdomante.- ¡Llévame ahí! Ese es mi sitio.

Portapliegos.- ¿Le interesa? Pues lo llevaré. Pero con una condición… 

Rabdomante.- ¿Qué condición?

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Portapliegos.- Procederemos de un modo diferente. Acudiremos primero a las autoridades. A

ellas les ofreceremos el agua, toda el agua que su vara pueda extraer del suelo. Y que ellas las

distribuyan conforme a las leyes o a su voluntad.

Rabdomante.- ¿Cómo es eso de conforme a las leyes o a su voluntad?

Portapliegos.- Si quieren alquilarla, que la alquilen; si quieren venderla, que la vendan; si quierenobsequiarla… 

Rabdomante.- ¡No! No es ese mi oficio.

Portapliegos.- De ahora en adelante lo será. Nosotros comercializamos el secreto. Nos pagan y a

otro lugar en seguida, a ofrecer nuestra mercadería. Usted la fabrica y yo la vendo.

Rabdomante.- Se ha equivocado usted conmigo. No soy un comerciante.

Portapliegos.- De otra forma, usted siempre irá a dar, como le sucedió acá, a la cárcel. Y si se libra

de ella, como ahora, los sedientos libres de la sed lo sacrificarán. ¡Ya vuelven! ¡Huyamos!

Rabdomante.- Aquí me quedo.

Portapliegos.- ¡Lo matarán! Vamos. No sea imbécil. Su secreto es oro puro. ¡Será rico!

Rabdomante.- Soy imbécil. Déjeme tranquilo.

Portapliegos.- ¡Váyase al diablo! Me largo.

Miserable I.- ¿Y este, quién es? No es como nosotros. ¿Será uno de ellos?

Miserable II.- Si no es como nosotros, seguro que es uno de ellos.

Miserable III.- Tiene que ser uno de ellos. No es como nosotros.