El Radicalismo Como Religion
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El radicalismo como religin cvica Graciela L. Ferrs*
En Julio Pinto y Fortunato Mallimaci (COMP:)) La influencia de las religiones en el
Estado y la Nacin Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, pp. 103-126
1. Introduccin
Uno de los objetivos certeros de este libro como nos dicen Fortunato Mallimaci
y Luis Donatello en los prximos captulos es la posibilidad de recrear lo poltico
desde lo religioso, sobre todo teniendo en cuenta que una de las caractersticas
especficas del discurso de los lderes polticos latinoamericanos es el uso de un
lenguaje poltico-religioso. Complementan este tipo de propuestas los recientes estudios
sobre populismo, como los de Ernesto Laclau,1 que ahondan en la relacin entre historia
poltica e historia religiosa en el continente. Este captulo encara la sinuosa tarea de
mostrar el lenguaje religioso y el entramado de una simbologa mstica en torno al
liderazgo poltico de Hiplito Yrigoyen, sin perder de vista la secularidad de su
representacin y del radicalismo como partido poltico. Como se sugiere en la
Introduccin de este libro, Yrigoyen, al contraponer la Causa al Rgimen, identifica
al radicalismo como una religin cvica. A esto se suma la fuerte idea del lder radical
de identificar la poltica con un apostolado y de sentirse el verdadero apstol. Lo que
lleva a una relacin poltica que mantendra la premisa formulada por Julio Pinto en el
captulo que nos antecede: en la sociedad se puede dar la misma relacin que entre dios
y sus fieles.
Tambin interpretamos el relato poltico partidario de uno de los ms grandes
intelectuales con los que cont la Unin Cvica Radical en el siglo XX: Ricardo Rojas.
El literato, despus del fatal giro de la historia poltica argentina con el golpe del ao 30,
intenta elaborar una nueva religiosidad de la Nacin, sobre la base de la conciliacin de
su nacionalismo indiano y de las tradiciones liberales-democrticas. En este intento
pueden ubicarse su ciudadana activa como afiliado del Partido Radical y la doctrina de
su libro El Radicalismo de maana (1932), donde ste aparece como una religin
cvica.
* UBA-IEALC.
1. Ernesto Laclau, La razn populista, Buenos Aires, FCE, 2005.
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Entender al radicalismo como religin cvica y escribir en consecuencia con ello,
implica asumir como propia la hiptesis desplegada ya en el primer captulo de este
libro por Gabriela Rodrguez: la importancia de la religin como hacedora y
conservadora del lazo social para el universo poltico de la Repblica Argentina. Y estas
ltimas dos palabras tienen una connotacin propia, porque remiten al imaginario
simblico de la Constitucin Nacional y al horizonte de experiencia y expectativa de
nuestra cultura poltica democrtica. Por ello gua este trabajo la premisa desarrollada
por Fernando Devoto sobre la larga pervivencia de la tradicin liberal en la historia
argentina.2 Perennidad de la cual no lograr liberarse ni la derecha autoritaria, por lo
menos hasta la dcada del 30, segn enfatiza el historiador del nacionalismo argentino.
A partir de esta dcada, sostienen Mallimacci y Donatello, se establece la
cristalizacin de una alianza entre grupos civiles, elites militares y diferentes colectivos,
que constituir el entramado de aquello que los autores denominan la nacin catlica.
Este captulo que, dada su brevedad, slo pretende esbozar en pocas lneas algunas
ideas para futuras investigaciones se desenvuelve a modo de pndulo temporal y
terico entre la nacin cvica y la nacin catlica, y sugiere tanto la emergencia del
lenguaje poltico-democrtico como el lenguaje de los populismos latinoamericanos.
2. Yrigoyen, la poltica como un apostolado
[Yrigoyen] Es el caudillo que con autoridad de caudillo ha decretado la
muerte inapelable de todo caudillismo; es el presidente que sin
desmemoriarse del pasado y honrndose con l se hace porvenir, Jorge Luis Borges, carta a Enrique y Ral Gonzlez Tun, 1928.
Son escasos los trabajos sobre el radicalismo que ponen el acento en el liderazgo
de Hiplito Yrigoyen. Sin embargo, como afirma Marcelo Padoan en unos de los pocos
estudios dedicados a la trama discursiva en torno a la figura de Don Hiplito, Yrigoyen
para sus seguidores ser un apstol, un nuevo Jess de la poltica argentina .3 En esta
2. Se entiende la tradicin liberal en el sentido amplio del trmino, es decir, que contiene dentro de s muchas cosas y ncleos de ideas diferenciados, como aqulla que opone a una tradicin republicana
clsica centrada en la idea de virtud a otra centrada en la de autointers. Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pp. XI y
284.
3. Marcelo Padoan, Jess, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad
yrigoyenista. Estudio preliminar y seleccin de textos por Marcelo Padoan, UNQ, Quilmes, 2002, p.
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afirmacin hay, en realidad, dos consideraciones que estn puestas en juego: por un
lado, la definicin de Yrigoyen del ejercicio del gobierno como un apostolado y, por
otro, la identificacin de su figura en torno a la idea de apstol. Tal es as que, como
demuestra Padoan, sus adversarios son obligados a discutir su liderazgo en estos
trminos. Es decir, cuestionarn la autenticidad del apostolado, pero no la idea misma
de apstol para pensar este liderazgo. Este rasgo, sin lugar a dudas, presenta una
situacin excepcional y novedosa, pocas veces delimitada en stos trminos.4
En lo que respecta a este trabajo, nos interesa mostrar brevemente en este
apartado cmo el entramado de la discursividad yrigoyenista que involucra la
opinin de Yrigoyen sobre s mismo, la de sus seguidores y la de sus adversarios
sirve para identificar al radicalismo como una religin cvica. Esta identificacin es
inseparable del carcter novedoso del liderazgo de Yrigoyen. Horizonte de
experiencia que le permite a Ricardo Rojas la elaboracin terica del radicalismo
como una nueva religiosidad de la Nacin.
Si bien el radicalismo nace como un partido de principios esencialmente
impersonal como recita su Carta Orgnica de 1890, para Yrigoyen el radicalismo no
era un partido poltico, sino un movimiento: la Nacin misma. Desde el principio, esta
idea est unida a la comprensin de la poltica como un apostolado. Yrigoyen aparece
como el hroe restaurador enviado por la Providencia (Yrigoyen, Mi vida y mi
doctrina, 1923). El Manifiesto de la Unin Cvica Radical al pueblo de la Repblica del
30 de marzo de 1916 llama a todos los argentinos a cumplir con el sagrado deber
15. En la mayora de los estudios sobre el radicalismo de las ltimas dcadas, el acento no est puesto
en el sistema de representaciones de la figura de Don Hiplito, sino en su gnesis, en sus diferentes
mecanismos de accin poltica y en la forma de su estructura partidaria en el gobierno (Carlos A.
Giacobone y Gallo (eds.), Manual Bibliogrfico sobre la UCR, Compaa Impresora Argentina,
Buenos Aires, 1989; David Rock, El radicalismo argentino 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu,
1996). Arturo Roig en Los krausistas argentinos se interesa por la dimensin ideolgico-discursiva del
pensamiento poltico de Yrigoyen (Los krausistas argentinos, El Andariego, Buenos Aires, 2006), pero
queda relegada la trama discursiva de sus seguidores, quienes, en definitiva, construyen su liderazgo
poltico. El estudio de Padoan es muy sugestivo al respecto.
4. El trabajo de David Rock (El radicalismo argentino, 1890-1930) pone de manifiesto la novedad que
implic, en trminos de estilo poltico, la figura de Yrigoyen. Pero no se interesa por el sistema de
representaciones del liderazgo de Yrigoyen, sino que hace hincapi en el carcter prebendario que
asume el radicalismo en el gobierno. En trminos generales, el liderazgo de Yrigoyen fue pensado
como una caracterstica residual del pasado, en una lnea de continuidad con el caudillismo y la
oligarqua, interpretacin de varios de sus opositores, particularmente del socialismo. Halpern Donghi
no hablar de una caracterstica residual del pasado, sino de rasgos que se han convertido en constitutivos
de la tradicin poltica argentina (Tulio Halpern Donghi,, La democracia de masas, Paids, Buenos
Aires, 1991). Mientras que Padoan busca exaltar lo novedoso de este liderazgo. El reciente trabajo de
Ernesto Laclau sobre populismo hace una mencin al pasar de la figura de Yrigoyen en Argentina como
populismo latinoamericano, pero sus dos presidencias representan un reformismo y no un populismo ms radical, que constituye su objeto de estudio y teora como el peronismo (Ernesto Laclau, ob. cit., p. 239).
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cvico, porque el pas requiere una profunda renovacin de sus valores ticos.5 En
principio, la misin profundamente tica de la poltica como enfatiza Arturo Roig en
Los krausistas argentinos est vinculada a la influencia del ideal krausista y la
influencia del regeneracionismo espaol en el que se forma Yrigoyen, quien haba sido
profesor de filosofa durante 25 aos en la Escuela Normal de Profesores. La contra el
Rgimen poda ser pensada como una batalla entre el Bien y el Mal; Yrigoyen, un
"apstol"; los miembros del partido, "correligionarios"; la circunscripcin, la
parroquia; la victoria era "la reparacin" y cualquier renuncia, una "apostasa". Como
sugiere Roig, de algn modo, la mstica religiosa se transmut en una mstica poltica.
En torno al concepto krausiano de individualidad giran las biografas que
inmortalizan a Yrigoyen como la realizacin del ideal antropolgico; muestra de ello
son El Hombre (1920), de Horacio Oyhanarte, e Yrigoyen, su revolucin poltica y
social (1943), de Carlos Rodrguez.
En el discurso del 12 de octubre de 1916, Yrigoyen habla de la accin de
gobierno como un apostolado6 y, en un mismo gesto, plantea la resurreccin que
pareciera imposible de la Patria, de la verdad de la Patria, como si un dictado
superior hubiera dispuesto que se fundiese en la ms indestructible solidaridad. En una
carta de Hiplito Yrigoyen a Alvear, aqul escribe: habamos transformado el templo
en un mercado, sintetizando el fundamento de la Causa contra el Rgimen. De
manera sugestiva, Paodan interpreta: si el templo (la patria o la vida pblica) se haba
transformado en un mercado era necesario que un nuevo Jess (Yrigoyen) ingresara al
mismo a echar a los mercaderes (los polticos del rgimen).7 Ya en 1916, se instituye
una representacin mesinica de la figura de Yrigoyen, como muestra la biografa de
Oyhanarte titulada El Hombre, dando por entendido en su figura la realizacin de un
ideal. Yrigoyen aparece de este modo como el Hombre-idea, hombre-encarnacin,
hombre-bandera, hombre-smbolo. Oyhanarte enfatiza la figura del Mesas, Yrigoyen,
como Jess que redime a los hombres del pecado, es Sembrador, evangelista y
profeta sobre su doloroso va crucis no ha cado nunca; y, cuando ms arreciaban los
infortunios, ms se nimbaba de luces su frente y mejor en la borrasca que en la bonanza,
5. Manifiesto de la Unin Cvica Radical al pueblo de la Repblica (30-3-1916). Hiplito Yrigoyen,
Pueblo y Gobierno, vol. III, 2. ed., Buenos Aires, Raigal, 1956, en Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte
de la repblica verdadera, Emec, Buenos Aires, 2007.
6. Hiplito Yrigoyen, Pueblo y Gobierno, vol. III, 2. ed., Buenos Aires, Raigal, 1956 (Publicado en
Proteo el 12 de octubre de 1916). Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte..., ob.cit., p. 354.
7. Marcelo Padoan, ob. cit., p. 29.
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piloteaba con mano segura, almirante insigne, la nave del ensueo.8 Este Jess que
encabeza una cruzada tica contra los polticos del rgimen (los mercaderes) encarna
doctrina-ideal y accin.
El primer tramo de la doctrina y el ideal parece tener una asociacin directa con
la filosofa krausista:9 un Jess que predica una religin del amor, el ideal de la
humanidad. Mientras que la accin est ms conectada con la idea de apostolado,
sacrificio y va crucis, y la creemos ms representativa de la figura de Yrigoyen como
conductor de las multitudes argentinas, interesante definicin de Manuel Glvez. El
autor de El Diario de Gabriel Quiroga usa esta definicin para enfatizar el rasgo
excepcional de su liderazgo no comparable con un orador, caudillo o pensador a secas,
porque su figura encarna, de cierto modo, la argentinidad.10
Interpretacin que, como
veremos, despliega Ricardo Rojas, ya a principios del ao 30, para hablar del
radicalismo entendido como sentimiento popular. La sutil distincin entre el anlisis de
Glvez y el de Rojas radica en que, para el primero, la argentinidad puede nacer y
perecer en una encarnacin: la figura de un hombre (Yrigoyen, Pern, etc.). El segundo,
en cambio, complejiza esta idea porque, si bien relaciona la tradicin personal del
caudillo (Yrigoyen y los personalistas) con la realizacin del ideal de la soberana
popular, este sentimiento es propio del radicalismo, est en su gnesis y es anterior al
partido poltico y a la persona de Yrigoyen. Idea totalizadora que vuelve doctrina la
concepcin del radicalismo como religin cvica y que no se acota al sistema de
representacin de un liderazgo. Glvez sostiene que esta idea de convertir el voto, el
deber cvico, en una de las grandes fuerzas morales es una caracterstica del liderazgo
de Yrigoyen, mientras que Rojas la traslada a lo que llama la tradicin histrica del
radicalismo.11
8. Horacio B. Oyhanarte, El Hombre, Librera Mendesky, Buenos Aires, 1916. Cf. Halpern Donghi, Vida
y muerte..., ob. cit., p.424.
9. Ver Padoan, ob. cit.; Roig, ob. cit.; Osvaldo lvarez Guerrero, El Radicalismo y la tica social.
Yrigoyen y el Krausismo, Editorial Leviatn, Buenos Aires, 1986. Hiplito Yrigoyen ante la condicin humana, junio de 2004, http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/yrigoyen.htm. 10. Manuel Glvez, Vida de Hiplito Yrigoyen, Tor, Buenos Aires, 1945 (Primera ed. 1939), p. 8.
11. No obstante, es interesante que, en 1928, la postura de Glvez es similar a la lectura de Rojas en El
Radicalismo de maana. En el discurso de presentacin a Ernesto Laclau [Jurista y socilogo. Prestigioso
intelectual que vena de dictar conferencias sobre la ciencia poltica en La Sorbone. Se adhiere con
entusiasmo a la Unin Cvica Radical y en particular al Yrigoyenismo en 1928] que el partido radical es decir el verdadero y nico partido radical, al que impropiamente se ha dado en llamar personalista es una expresin viviente y exaltada del sentimiento nacionalista, y que este partido tan hondamente
argentino que nada debe ni a las doctrinas ni a los mtodos europeos, no es un producto de la inteligencia
y del saber libresco de un grupo de hombres, como el demcrata progresista o socialista, sino que ha
surgido de la masa popular, con la cual se identifica en estos momentos trascendentales para la
democracia argentina. Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte, ob. cit., p. 455.
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A fines de la dcada del 20, Manuel Glvez, junto con otros intelectuales como
Ernesto Laclau (1928) o el joven Jorge Luis Borges, penetraron con perspicacia en la
naturaleza del misterio de Yrigoyen. Ms all de sus profundas divergencias sobre el
curso de la historia nacional, compartan una profunda admiracin por el lder radical.
Para ellos, el Yrigoyenismo representa el verdadero y nico radicalismo. Isaas
criollo, quijote de la Democracia y mstico de la Igualdad y de la Libertad, lo
calificar Glvez.12
ste, al igual que Jorge Luis Borges, encontrar en su figura la
consagracin de una leyenda.13
Para Yrigoyen la poltica es tica y la tica es poltica. Escribe Osvaldo
lvarez Guerrero que Yrigoyen al anunciar la prdida de su propia autonoma, la
sublima en funcin de una liberacin colectiva, pero esa renuncia, ese sacrificio, es
deber del dirigente que vive la poltica como un apostolado. Esta idea del apstol y del
sacrificio est ntimamente conectada con concebir a la Unin Cvica Radical como un
movimiento, como la religin cvica de la nacin adonde las generaciones sucesivas
puedan acudir en busca de nobles inspiraciones.14 La Causa contra el Rgimen es la
de la Nacin misma.15
Yrigoyen asume la imagen cristiana del apstol, jugando con la
figura de Jess en una lgica de mesas, profeta, pero tambin de sacrificio y va
crucis como restaurador del orden moral y poltico de la repblica. Ahora bien,
Yrigoyen dona un sentido personal al sentimiento de religiosidad cvica expresado
por el radicalismo? O este sentimiento nace con el sistema de representaciones del
liderazgo de Yrigoyen?
3. El Yrigoyenismo y la resurreccin de un pasado condenado
La poltica se dividi en partidos y nombres. Nadie ha encarnado mejor que
Yrigoyen la voluntad de la masa annima. Pero el yrigoyenismo era anterior y
superior a l. Aunque haya encarnado la realidad trascendental y mgica en su
persona, su mentalidad, sus actos, como apstol y como mrtir, qued sin
representar un sector de esa realidad. Por mucho que en l se hayan
concretado tendencias latentes de las multitudes y que llegase a ser el paladn
de un ideal de limitadas perspectivas, Rosas lo precedi, y la mayor parte de
su obra es la vigencia de cuanto desde la organizacin nacional haba
quedado proscrito con la condena del pasado. Ezequiel Martnez Estrada,
Radiografa de la Pampa
12. Manuel Glvez, ob. cit, pp., 129-137.
13. Jorge Luis Borges, El tamao de mi esperanza, Obras Completas, Emec, Buenos Aires, 2007.
14. Hiplito Yrigoyen, Pueblo y gobierno, Buenos Aires, Raigal, 1956. Memorial a la Corte Suprema
de Justicia, escrita desde la Isla Martn Garca, agosto de 1931, DHY p. 474.
15. Osvaldo lvarez Guerrero, ob. cit., http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-
H/argentina/yrigoyen.htm.
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Para el radicalismo antipersonalista, Yrigoyen es un falso apstol. Su figura es
comparada con Rosas, y su gestin, con la tirana y la prebenda; as, el radical
Benjamn Villafae escribe un libro con el sugestivo ttulo Irigoyen, el ltimo dictador
(1922), y acusa a Yrigoyen de ser un gobernante que aspira a una experiencia
plebeya y autoritaria. Esta lectura se suma a la reaparicin en la escena poltica de
antiguas familias federales que haban estado relegadas polticamente. Aos ms
tarde, en el clima que antecede al golpe militar, asevera con tono beligerante que
Yrigoyen pertenece a la estirpe del mestizo desubicado, la de casi todos los tiranos
y tiranuelos sudamericanos. Tradicin de la Pennsula, donde libran ruda batalla la
civilizacin europea y la barbarie africana, la barbarie de los dogmas religiosos que
llevan en s la tirana de los dogmas polticos.16 Otra vez la antinomia Civilizacin y
Barbarie sintetiza la expresin de un acontecimiento poltico donde las multitudes
aparecen como sujeto o posible sujeto poltico. Para bien o para mal, el Yrigoyenismo
aparece como un fenmeno anterior y superior a la figura de Yrigoyen, que lo asocia a
un pasado proscrito por la tradicin liberal.
La elite tradicional criticaba el populismo de Yrigoyen. La derecha ms
reaccionaria cuestionara su constitucionalidad y su negligencia para resolver el
conflicto obrero. Es el caso del Gral. Jos Flix Uriburu, Leopoldo Lugones y la Liga
Patritica Argentina. La idea de Yrigoyen como falso apstol, tirano y demagogo de
antipersonalistas, conservadores y nacionalistas acompaa la firme creencia de que las
multitudes slo podan gobernarse por el engao o por la fuerza (Snchez Sorondo,
Luis Reyna Almandos, etc.), mientras que la teora freudiana de la identificacin de
las masas con el lder promueve un engranaje complejo en la organizacin de la
sociedad; la tesis del engao de las masas las reduce a la sensacin de sugestin
leboneana.17
Para los opositores, la chusma yrigoyenista es la expresin de una ola
turbia de incultura, un atropello a la civilidad argentina, otra forma de barbarie.
Esta barbarie esta ntimamente relacionada con el sentimiento religioso de las
16. Benjamn Villafae, Degenerados: tiempos en que la mentira y el robo engendran apstoles, Buenos
Aires, 1929. Cf. Halpern Donghi, Vida y muerte..., ob. cit., pp. 478-479.
17. Con Gustav Le Bon, la psicologa de las masas se ubica en el campo de lo patolgico, de la
disolucin de lo normal. As, mientras que la racionalidad tiene que ver con el individuo, la
irracionalidad parte del grupo o multitud. A las masas se asocian las palabras anarqua, revolucin, revuelta, barbarie. Para la cultura posterior a Caseros, grosso modo, la multitud tambin es barbarie, por eso la historia poltica argentina se desenvuelve con individuos, estadistas, genios o hroes, en lucha contra la anarqua y las montoneras (como la historia de Mitre). Las masas son asociadas al
lenguaje de la desintegracin social, recin con Sigmund Freud hablaramos de una complementariedad entre el individuo y las masas.
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sociedades tradicionales; por ejemplo, Joaqun V. Gonzlez definir al gobierno de
Yrigoyen como una autoteocracia.18 Para el socialismo, Yrigoyen es el ltimo
caudillo (Carlos Snchez Viamonte), y cuestiona su continuidad con los vicios
polticos de la oligarqua. Desde una perspectiva distinta de nacionalistas y
conservadores, el socialismo reconoce un clivaje cultural que lo separa del radicalismo
yrigoyenista. Estos insistirn en la necesidad de que el pueblo tome conciencia, a partir
de la educacin, de que no se necesita de grandes hombres para emanciparse. Para Juan
B. Justo, el caudillismo despolitizaba al sustituir a los ciudadanos en la gestin de la
cosa pblica, al tiempo que creaba la ilusin politicista. En suma, para los socialistas,
como para los nacionalistas y para los conservadores, el yrigoyenismo resulta un
fenmeno poltico inadmisible para una cultura poltica moderna.19
4. El Golpe militar del 30. Ricardo Rojas y la UCR
El pas, impulsado al abismo por las fuerzas de la orga, se detuvo de golpe a su
borde. []. El Partido Radical personalista no debe ir a las urnas en solidaridad explcita o tcita con el rgimen depuesto para retornar a los
delitos del pasado. Gral. Jos Flix Uriburu, Manifiesto al Pueblo, 30 de
marzo de 1931.
El golpe militar del Gral. Uriburu produce el primer quiebre de las instituciones
democrticas, al derrocar la segunda presidencia de Hiplito Yrigoyen, clausurando
as la repblica verdadera. Un ao despus, en 1931, Ricardo Rojas anuncia su
afiliacin a la Unin Cvica Radical. Un cronista del peridico Noticias Grficas relata
la sorpresa que caus en los crculos universitarios cercanos a Rojas el hecho de que
ste decidiera volcarse a la poltica activa en medio de la exclusin de la participacin
ciudadana. Pero, precisamente, este escenario hostil es el que lo anima a involucrarse
en la arena poltica, conmovido por la profunda crisis que amenaza a las instituciones
vitales del pas.20
El pensamiento de Rojas no vara demasiado, pero s su insercin
social, a la vez que muestra su singular capacidad para adaptar su sistema de ideas
nacionalistas a nuevas realidades. Su prestigio como reconocido intelectual y la
18. Joaqun V. Gonzlez, Crisis de cultura. Obras Completas, Universidad de La Plata, La Plata, tomo XXI, 1936. Cf. Tulio Halpern Donghi, ob. cit., p.31.
19. Mariestella Svampa, El Dilema Argentino: Civilizacin o Barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista.
El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1994. 20. Ricardo Rojas, Entrevista, en Noticias Grficas, 10/10/1931.
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simpata obtenida por adherirse al partido en su momento ms difcil le garantizan un
rpido ascenso a los niveles de dirigencia. En 1931 escribe El Comicio cerrado y, en
su calidad de Convencional Nacional, Rojas se convierte para los militantes del partido
en el canciller de hierro de la abstencin. Para Rojas, se trata de la proscripcin de
la ciudadana, una situacin de hecho, impuesta por actos de tirana contra todo un
pueblo, cuyas consecuencias an palpamos.21 En febrero de 1932, Rojas e Hiplito
Yrigoyen que recin abandonaba su confinamiento en la isla Martn Garca se
conocen. El ex presidente se lamenta de que hayan tardado tanto en encontrarse ya que
compartan los mismos ideales. Rojas responde: Seor: si yo me hubiera acercado
cuando Ud. ejerca la presidencia, este encuentro de hoy no tendra el significado que
ahora tiene.22 Rojas, que no es personalista, se afilia a la UCR en el momento en
que la mayora de los antipersonalistas huyen. A fines de 1933, en medio de un
revolucionado clima poltico, Justo decreta el estado de sitio, y varios radicales,
junto con los revolucionarios de la insurreccin de Paso de los Libres, son confinados
a Ushuaia, entre ellos, R i c a r d o Rojas. A este confinamiento lo llama exilio, y
con ello recrea el mito de la escritura que funda la repblica libre de la generacin del
37. Escribe desde la crcel: Quin era yo, tal vez un amauta? Quiz un baquiano de la
travesa. O un expatriado aqu en mi propia patria.23
Rojas ingresa a la Unin Cvica Radical, en un momento de derrota para ella,
movido por sus viejos ideales nacionalistas y por su amor al pueblo. Cree que los
sucesos del 30 posicionan al radicalismo en una situacin excepcional: como fuerza
civil y partido poltico. Desde septiembre de 1930 hasta hoy escribe Rojas en El
Radicalismo de maana hyanse frente a frente en la Argentina la fuerza de la espada
y la fuerza del espritu.24 En contraste con la hora de la espada, que anuncia el poeta
Leopoldo Lugones, firme denostacin de la democracia poltica y predileccin por la
fuerza militar, Rojas anuncia la hora de la espiritualidad y deposita su esperanza
cvica en el radicalismo. Esta esperanza radica en entender al radicalismo como la
nueva religiosidad cvica de la Nacin.
Rojas siempre abog por un nacionalismo pacfico, laico y democrtico, como
no se cans de insistir desde su Restauracin nacionalista. No obstante, la necesidad de
una creencia como fundamento de la cohesin social se inscribe de manera
21. Carlos Giacobone, Ricardo Rojas, poltico, Biblioteca de la UCR, Buenos Aires, 1991, p. 104.
22. Horacio Castillo, Ricardo Rojas, Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 1999, p. 231.
23. Ricardo Rojas, Archipilago, Losada, Buenos Aires 1947, p 326.
24. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, Losada, Buenos Aires, 1946, p. 101.
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subrepticia en su sistema de ideas nacionalistas. Expresin de la bsqueda de los
arcanos de la Tradicin nacional, hacedores de un sistema de valores comunes que
garanticen la unidad en la diversidad de una sociedad heterognea en extremo, como
la argentina del Centenario. Estos arcanos, que hacen a la geografa espiritual de la
Repblica, como anunci en El pas de la selva, son los que deben alimentar la
creencia de la historia nacional que se ensea en las escuelas. Con la Reforma
Universitaria del 18, Rojas acenta el papel de la Universidad como creadora de fe
laica.25
Para la poca, la apertura de la poltica de masas termina con el rol privilegiado
de la universidad en el debate pblico para trasladarlo a los aparatos partidarios. A pesar
de formar parte del conjunto de intelectuales sin partido, con la guerra, Rojas pareci
comprender que a los enemigos que haba aspirado a combatir desde el debate cultural
ahora tena que combatirlos desde el campo poltico.26
El acercamiento que se propona
Rojas hacia la nueva generacin, encauzada por la crisis de valores que se desprenda
de la gran guerra, no estaba exento de tensiones. Rojas perteneca a la generacin
precedente, por lo cual arrastraba, como seala Halpern Donghi, una visin de la
democracia como el gobierno de la razn pblica, que reservaba la potestad de la
opinin a las minoras cultas. En cierto modo, es la guerra la que pone fin al
aislamiento del autor de La Restauracin nacionalista y la que brinda un escenario y un
pblico propicio y dispuesto a escuchar el mensaje de 1910. Concluida la guerra
escribe Halpern Rojas aspir a establecer un vnculo ms duradero con las
muchedumbres juveniles que haban aplaudido fervorosamente sus arengas.27 Este
vnculo deba brindrselo el Partido de la Nueva Generacin, fundado por el Comit
Nacional de la Juventud, luego del prestigio ganado en su campaa de poltica
internacional. Rojas fue el encargado de redactar el ideario Profesin de fe de la nueva
generacin del Partido. Eco de una Argentina previa a la Repblica del sufragio
universal, esta profesin de fe se basaba en la creencia en la democracia como
gobierno de la razn pblica, en ntima conexin con las crticas al gobierno
plebiscitario de Yrigoyen.28 Halpern advierte que la fe absoluta de Rojas en una
25. Eduardo Hourcade, Ricardo Rojas: Un pasado para la democracia argentina, Tesis de Maestra, FLACSO, Buenos Aires, 1995, p. 53.
26. Fernando Devoto, ob. cit., pp. 115-116.
27. Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte de la repblica verdadera, ob. cit., p. 116.
28. Como orador en los frontones juveniles, Ricardo Rojas critica la neutralidad poltica del gobierno de
Yrigoyen en la Primera guerra mundial y sostiene que es expresin del espritu cosmopolita y del
materialismo egosta al que se opone su nacionalismo (Rojas, Ricardo La guerra de las naciones, Buenos
Aires, Losada, 1924, p. 21). Como redactor de La Nacin, ser an ms punzante al denunciar la
incapacidad del gobierno para administrar el pas (La Nacin 19/11/1917) y al criticar la teora del
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democracia entendida como el gobierno de la razn pblica, que requiere que el
magisterio de la opinin sea reservado a una minora culta, se hace eco del recelo que en
las elites polticas e intelectuales de la Repblica posible despertaba el incipiente
ascenso de clases.29
No obstante, fue una constante en la obra de Rojas la tensin entre la seductora
fuerza anrquica de las muchedumbres montoneras que libraron nuestra independencia
y la necesidad de una minora culta, una oligarqua de maestros que imprimiera el
rumbo del gobierno y la cultura nacional.30
Lejos de responder a los melanclicos ecos
de la Repblica posible, ms bien consideramos que esta posicin de Rojas forma parte
de entender la cultura como realidad carnal31 y de asumir las antinomias inherentes a
la poltica de masas de la Repblica verdadera. Esto podra explicar tanto la creencia
en la reparticin geogrfica de la funcin del sufragio y el voto calificado32
(La Nacin,
1911) como la salutacin del sufragio universal (segundo prlogo a La restauracin
nacionalista) y el voto a Yrigoyen en 1916.33
Con el golpe del 30, su filosofa de la argentinidad, su nacionalismo, le pareci
error ante aquel fracaso.34
El autor de Himnos quechuas percibe a los enemigos de su
sistema de ideas nacionalistas en el discurso de los simpatizantes del golpe militar al
gobierno democrtico de Yrigoyen. Escribe Rojas:
Cuarenta aos despus de fundada la UCR, vuelven hoy a encontrarse frente a frente, como en la
Colonia y en la Emancipacin, la oligarqua y el pueblo, la reaccin regresiva y la evolucin
plebiscito, que pretende justificar las intervenciones federales a las provincias (La Nacin, 28/7/1918; 8/4/1918; 4/10/1918). El artculo 12 de la Profesin de fe afirma: El partido radical que gobierna el pas desde 1916 se mantuvo en la conspiracin, siempre vencida, sin educar al pueblo por el sufragio o
por la palabra. Transfigurado al producirse la reforma Senz Pea, y favorecido por la coercitiva opcin
de la lista incompleta, surgi en la capital como una reaccin contra el socialismo y contra los partidos
que haban gobernado la repblica, y el artculo 34: La democracia es el gobierno de la razn pblica, que necesita cultura y discusin; lo dems es tirana de la muchedumbre numrica (Ricardo Rojas, La guerra de las naciones, ob. cit.).
29. Tulio Halpern Donghi, Vida y muerte, ob. cit., p. 117. 30. Graciela Ferrs, Nacionalismo y democracia: Ricardo Rojas en el debate de la Ley Senz Pea, en Susana Villavicencio y Mara Ins Pacceca (comps.), Perfilar la nacin cvica en la Argentina.
Figuraciones y marcas en los relatos inaugurales, Ediciones del Puerto, Buenos Aires, 2008, pp. 87-116.
Democracia y Nacin: una relacin (im)posible? Lecturas sobre Manuel Glvez, Leopoldo Lugones y
Ricardo Rojas en Clara Jalif (compiladora) Argentina en el espejo. Nacin, sujeto y existencia en el medio siglo (1900-1950), EDIUNC, Mendoza, 2006, pp. 95-126. 31. Graciela Ferrs, Ricardo Rojas: Hacer la Nacin. Dilogos posibles entre el nacionalismo y la democracia. Tesis de Doctorado, Facultad de Ciencias Sociales, UBA/ Universit Paris 8, Departement de Philosophie, 2011. Indita.
32. Ricardo Rojas, Cuest io nes Elec tora le s , La Nacin 10/09/1911: 9 y 11/09/1911: 9. 33. Ricardo Rojas, La guerra de las naciones, ob. cit., 1924.
34. Ricardo Rojas, Noticias Grficas, 10/10/1931.
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creadora, la generosa intuicin de la argentinidad y el egosmo sensual de sus minoras
alucinadas.35
Claramente, para Rojas, la dictadura de 1930 no era un fenmeno de atavismo
histrico, sino un acto de mimetismo extico, aunque s corresponda al orbe de la
tragedia nacional. Sostiene el autor de Los gauchescos: cada nacin tiene su propio
sino, puesto que es una entidad biolgica. El mal de la nuestra es la imitacin sin
discernimiento ni memoria.36 La imitacin fue el aliento de las oligarquas
retardatarias en sus distintas manifestaciones histricas, y del espritu cosmopolita que
combati en La restauracin nacionalista para la poca del Centenario. Al interior de
su filosofa de la historia, el radicalismo aparece como la expresin del Indianismo:
Descubro en esas luchas originarias, la misma necesidad biolgica que
estallara heroicamente en 1810, hora del alumbramiento, y las que aun
continan, como seales de nuestro crecimiento, con el radicalismo actual.
Lo que antes resista a la ascensin del criollo y del mestizo, es lo que ahora
resiste a la ascensin de sus masas numerosas, ilustradas por la educacin
popular y engrosadas por los hijos de la inmigracin, o sea los criollos
y mestizos de la nueva Argentina, en incipiente ascenso.37
Rojas sostiene que hay dos radicalismos: el del sentimiento popular y el del
partido poltico. El primero entra en consonancia directa con la prdica yrigoyeneana: el
radicalismo es la Nacin misma. Lo que descubre, posiblemente, una filial comn entre
Yrigoyen y Rojas, proporcionada por la influencia del krausismo y del
regeneracionismo espaol.38
Rojas parte de la caracterizacin de los seguidores
yrigoyenistas del radicalismo como temperamento, para reafirmar que esa es la
fuerza espiritual del radicalismo, cuya sensibilidad partidaria se parece mucho al simple
patriotismo.39 Pero el radicalismo como movimiento prosigue Rojas necesita
organizarse en la Unin Cvica Radical como el patriotismo en las formas del Estado. El
35. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, Losada, Buenos Aires, 1946, p.105.
36. dem, p. 99.
37. dem, pp. 17,18.
38. Sugiere Garrido que entre Rojas e Yrigoyen no hubo relacin personal hasta el final de la carrera poltica de este ltimo, en torno a los aos 30. Ms que influencia, lo que se dio entre ambos fue una
sintona facilitada por convicciones comunes, e impulsada en momentos de crisis poltica. Porque en
Rojas, no cabe duda, hay una lnea de coincidencia con el espritu krausista y con la tendencia
regeneracionista. La relacin del krausismo con Rojas vendra por el lado de Joaqun V. Gonzlez, quien funda la Universidad de La Plata siguiendo el modelo krausista de la Universidad de Oviedo,
Extensin Universitaria incluida. Estrictamente Rojas no era krausista ni regeneracionista, pero este
ltimo tuvo mucha influencia en su pensamiento. Mar de Luca Garrido Lpez, Relaciones de la generacin del 98 con la generacin argentina del centenario. El caso de Ricardo Rojas, VI Encuentro de latinoamericanistas espaoles, Instituto Ortega y Gasset, 2006, p.13.
39. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p.213.
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radicalismo como sentimiento popular, cuya carne es el pueblo, sustancia del partido
poltico, es el que representa la entelequia poltica de la argentinidad. La tradicin
histrica del radicalismo es anterior al Partido, lazo de continuidad con los arcanos de la
tradicin democrtica nacional. Ahora, escribe Rojas, necesitamos definir la cosa, dar
al sentimiento radical del pueblo una doctrina radical. Nuevamente, la bsqueda hacia
abajo (raz, radis, radical), hacia lo profundo de la tierra, la raz, que caracteriza toda su
obra (como analizamos en otros trabajos) y delinea la corriente subterrnea de la
historia nacional que va de la colonia a las luchas republicanas y llega a nuestros das:
El cuadro de 1810 se restaura hoy: de un lado el militar engredo rodeado de
aduladores; del otro el conductor civil de una revolucin social; y en medio el
doctor leguleyo, diestro en amaos para acomodarse con el gobernante que
empuaba la espada.40
Hoy como ayer, sugiere Rojas, una conspiracin oligrquica se levanta contra la
plena realizacin de la democracia y la independencia, y enlaza al radicalismo con las
Bases de Alberdi (cap. XXIII) all donde el proscripto escribe: El dogma de la
soberana radical del pueblo. Segn Rojas, Alberdi llama radical a ese dogma de la
Revolucin de Mayo que sigue siendo el dogma del actual radicalismo argentino41.
Por un lado, est el dogma (revolucin) y, por otro, la imposibilidad histrica de
realizacin del dogma: el 6 de septiembre de 1930, hemos vuelto al perodo
preconstitucional escribe el autor de La historia de la literatura argentina, como
cuando el autor de las Bases escriba42.
Rojas ensambla el espritu del radicalismo con su doctrina nacionalista y
democrtica porque se trata de un partido de alcance nacional, que se identifica con la
Nacin y rene en su seno a los nietos de nuestros prceres fundadores y a los hijos
de los modernos inmigrantes, al obrero manual y al estudiante universitario, al
chacarero de la Pampa y al pen de la Puna. No slo se trata del nico partido
nacionalista de esencia popular43 que expresa en su doctrina la representacin de toda
la sociedad de heterogeneidad extrema que ocupa las reflexiones constantes del
sistema de ideas nacionalista de Rojas, sino que se identifica con la voluntad
histrica de nuestro ser nacional: la argentinidad. Y, como bien enfatiz Glvez en
su Vida de Don Hiplito Yrigoyen, hay una caracterstica que emana del lder radical
40. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p.23.
41. dem, p. 33.
42. dem, p. 34.
43. dem, p. 7.
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en la que todos estn de acuerdo seguidores y enemigos: su argentinidad.44 La
identificacin del radicalismo con la Nacin y con la voluntad popular es algo propio
del sistema de representaciones del liderazgo de Yrigoyen. Est presente en el
Yrigoyenismo que entiende al radicalismo como movimiento, contrario a la prdica de
los antipersonalistas. Rojas no puede ignorar y, de hecho, no ignora esta relacin.
Como se dijo, ste no tuvo vinculaciones con Yrigoyen mientras estaba en el
poder, ni lo conoca con anterioridad a su confinamiento en la Isla Martn Garca. De
hecho, critica las formas del liderazgo de Yrigoyen en un tono similar a las pregonadas
por el socialismo all por el 20. Pero algo haba cambiado, y el acento de la
impugnacin se modifica. Rojas siente, con el golpe del 30, que su teora de la
nacionalidad fracas y, compartiendo el dolor del pueblo, cree un deber moral y
cvico incorporarse a las filas de la UCR, el nico partido poltico de masas hasta el
momento. Quizs haba fracasado su teora de la nacionalidad asociada a la creencia
de la democracia como el gobierno de la razn pblica? Mientras poda dar esta lucha
en el debate cultural, porque la efectividad de este gobierno responda a la existencia de
una minora culta, slo poda efectuar la defensa de la democracia de masas en el
campo poltico.
El radicalismo histrico escribe Rojas se bifurca entre el federalismo
gauchesco de la poltica interior y el romanticismo democrtico de la expatriacin
liberal.45 Corrientes que vuelven a unirse en el Acuerdo de San Nicols y dan un
sistema tutelar de la constitucin que hoy, asevera Rojas, necesita reformarse porque la
realidad se ha modificado. El radicalismo surge en el ocaso del gobierno tutelar
oligrquico por el despertar popular. Ms adelante, prosigue Rojas en El Radicalismo
de maana:
La Unin Cvica Radical trajo a la escena el coro, el pueblo que intervino en
la accin, no como una bulliciosa causa secuaz, sino como una autnoma
entidad sufragante. La misteriosa voz de la multitud, expresin colectiva de
la conciencia humana, empez a reclamar derechos, a comentar no slo la
marcha de los gobiernos espontneamente constituidos, sino la necesidad de
que los gobiernos se constituyeran de acuerdo con la voluntad popular.46
Esa modificacin de la realidad de la que habla Rojas parece sugerir la irrupcin de las
multitudes como sujeto poltico en la escena nacional. Cambio de realidad, del cual el
44. Manuel Glvez, ob. cit., p. 8.
45. Ricardo Rojas, El radicalismo de maana, ob. cit., p. 54.
46. dem, p. 202.
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sistema de representaciones del liderazgo de Yrigoyen es testimonio. Perspicaz a los
nuevos tiempos, adelantado, quizs, ya en La argentinidad (1916), Rojas explicita una
intuicin que arrastra de su precoz incomodidad con la historiografa liberal: son las
multitudes y no los grandes hombres, las forjadoras de la emancipacin americana.
Escribe Rojas:
Tal es el perodo de los caudillos, perodo complejo y mal documentado, que todava no tiene historia, porque hasta ahora slo ha tenido ciegos
fustigadores. Yo creo que debemos a nuestras guerras federales mal llamadas brbaras la efectiva rotura del molde colonial, que nos permiti plasmar para nuestra democracia un nuevo molde poltico y una nueva
estructura civil, genuinamente argentina.47
En la imagen de las montoneras como pueblo en armas, ola turbia y sangrienta que
los historiadores unitarios y liberales llamaron barbarie, Rojas encuentra los
grmenes de la venidera cultura argentina. Aqu estn los orgenes de la democracia
argentina, la democracia efectiva,48 en la imagen recurrente del pueblo armado:
las tropas de la revolucin fueron el pueblo en armas; fue la nuestra, desde sus
orgenes, una milicia democrtica; las muchedumbres que aparecen como legin
homrica en el ao 10, son las que aparecen como indomable montonera en el ao
20.49 Su maestro y amigo Miguel de Unamuno fortalece este anhelo con la categora
de intrahistoria y le permite expresar que, ms all de los actores histricos de la
independencia, el caudillaje era el elemento, aunque de modo subconsciente,
genuinamente nativo, original y propio de la sublevacin.50 Bajo este hlito que
rodea a las levas de la revolucin independentista, sugiere en La restauracin
nacionalista que la barbarie, siendo gaucha, y puesto que iba a caballo, era ms
argentina, ms nuestra que, por ejemplo, el seor Rivadavia.51 En Blasn de Plata,
afirma que la sociedad argentina que realiz la emancipacin est compuesta
principalmente por mestizos.52
Queda as compuesta el alma indiana: el espritu o
hlito de la revolucin encarnado en la fusin de un conjunto heterogneo; masa
47. Ricardo Rojas, La argentinidad. Ensayo histrico sobre nuestra conciencia nacional en la gesta de la
emancipacin 1810-1816, La Facultad, Buenos Aires, 1916, p. 157. 48. dem, p. 13.
49. dem, pp. 41 y 135.
50. Ricardo Rojas, La restauracin nacionalista, Ministerio de Justicia e Instruccin Pblica, Talleres
Grficos de la Penitenciara Nacional, 1909, Buenos Aires, p. 304.
51. dem, pp. 304- 305.
52. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., pp. 109-113.
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oscura de las mestizaciones.53 Las caracterizaciones del alma indiana se encontraban
en las definiciones sobre Yrigoyen y el Yrigoyenismo que blasfemaban sus adversarios.
Falso apstol, de algn modo, era sinnimo de conductor de la barbarie.
5. Yrigoyen y la tradicin del gobierno personal
A partir del golpe del 30, Ricardo Rojas intenta elaborar una nueva religiosidad
de la Nacin, sobre la base de la conciliacin de su nacionalismo indiano y las
tradiciones liberales-democrticas. La Unin Cvica Radical y la figura de Yrigoyen
forman una parte central de este proyecto. Hbilmente, en El Radicalismo de maana,
enlaza la tradicin histrica del radicalismo con la tradicin del gobierno personal.
Observador agudo, el pasado como horizonte le permite interpretar los misterios de la
poltica argentina como la lucha entre la ciega realidad americana y las teoras exticas
o anacrnicas que pretendan violentar esa realidad. En esa realidad americana, la
relacin del caudillo con las masas populares representa la geografa espiritual de la
Repblica.54 En nuestra lengua, afirma Rojas, el caudillo es de tradicin secular. El
caudillo convive con la tradicin democrtica, cuando no la informa. A pesar de sus
crticas a la figura de Rosas como tirano, lo rescata como un prototipo genuino que
acept la realidad social de nuestro pas y gobern sin pretender modificar su
estructura. Producto del ambiente y con bases populares, Rosas escribe Rojas
disciplin la realidad social para la constitucin del estado.55 La tradicin del
gobierno personal iba desde el Inca, presunto hijo del Sol, pasando por el conquistador
y la mezcla de costumbres feudales con caciques y formas indgenas, los llamados
libertadores y Rosas, hasta llegar a la figura constitucional del Presidente como jefe
supremo. Para Rojas, la tradicin del tirano, del caudillo, del libertador, del virrey, del
adelantado, del conquistador, del inca y del cacique remoto, se resume en ese inmenso
poder personal instituido por la ley.56 As, el poeta reenva la tradicin liberal
constitucionalista al sino trazado por la tradicin de los gobiernos personales en la
Amrica espaola, y considera que la Ley Senz Pea aparece como un instrumento
para pacificar la poltica. Tanto las Bases de Alberdi como la accin poltica de Rosas,
pertenecen a la tradicin poltica argentina, as como las montoneras. Oscilacin entre
53. Ricardo Rojas, Eurindia, Losada, Buenos Aires, 1951, p. 114.
54. Ricardo Rojas, El Pas de la selva, Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 138.
55. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., p. 53.
56. dem, p. 113.
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el personalismo en el gobierno y la expresin genuina de un pueblo indmito. En este
contexto, no es extrao que Rojas afirme que el jefe es necesario en los partidos y
slo hablan contra l los que olvidan la historia.57 Esta idea de la necesidad de
liderazgo (cara a los antipersonalistas) es solidaria con aquella otra en la cual el pueblo
es fuente, substancia, atmsfera del radicalismo.
El partido poltico es la forma de la organizacin popular. En la escisin de los
dos radicalismos, en la simbiosis entre ambos lder/jefe/caudillo y
masas/multitud/afiliados/correligionarios est la lectura progresiva de la tradicin
poltica argentina. Dicho de otro modo: tiene sus antecedentes en el caudillismo anterior
al Acuerdo de San Nicols, se plasma en los poderes que la Constitucin del 53 brinda
al Ejecutivo, pero no obedece a la tradicin tutelar, sino al novedoso y naciente sistema
de partidos de masas. Prosigue Rojas con aguda escritura:
[] una asociacin partidaria ha de ser iglesia, milicia y escuela. Aqu el caudillo es de tradicin secular []. El ministerio del caudillo argentino es originariamente militar, pero en la poltica democrtica vita militis adems de militar, su ministerio es docente y sacerdotal: iglesia, en griego, quiere
decir asamblea de correligionarios y colegio es lugar de doctrina.58
Esta ya no es la democracia que gobierna a una minora culta, el gobierno de la
razn pblica, sino la democracia de los partidos de masas. El radicalismo escribe
rene muchedumbres fervorosas y heterogneas.59 En esta democracia, Rojas parece
sugerir que se conjuga el gobierno de la razn y de la fe. El lder del partido poltico de
masas es sacerdote y pedagogo. En las ltimas pginas de El Radicalismo de
maana, Rojas ratifica su pensamiento de treinta aos en el que funda su profesin de
fe radical, expresin dir ms adelante de fe popular.60 Comprendi que ese lugar
que pretenda ocupar la Universidad en el campo poltico como creadora de fe laica
(Partido de la Nueva Generacin) deba ser y haba sido ocupado por el partido poltico.
La fe que exigen los nuevos rumbos de la democracia es la fe popular. Movido por la
crisis poltica y moral a las instituciones libertarias, la facticidad de la historia poltica
nacional se le revela como la imposibilidad de cristalizar instituciones democrticas
estables entre demagogias y tiranas:
57. dem, p. 208.
58. dem, pp. 207-208.
59. dem, p. 213.
60. dem, p. 297, 301.
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[] el gobierno de la democracia, creado por el pueblo, debe ser esclavo de la ley y no agente del despotismo []. La solidaridad social es la forma poltica de la fraternidad []. Desde Cristo hasta Comte, la religin y la moral, vienen predicando esa misma fraternidad, y la democracia es el
esfuerzo para incorporar esos antiguos anhelos del hombre a la organizacin
de las sociedades civilizadas.61
La preocupacin por la fraternidad, por la cohesin social, lleva a la reflexin
sobre la relacin entre religin, moral y poltica. La crisis de los aos 30 lleva a Rojas a
una identificacin mstica con el radicalismo, tal como confiesa en su libro. Si sinti
fracasar su filosofa de la argentinidad como constructora de una solidaridad social,
ahora deposita su nueva esperanza cvica en el partido. Un partido en el que su lder
an estaba vivo. Como se dijo con anterioridad, en su doctrina radical, el halo mstico
de la figura de Yrigoyen (creador de fraternidad y tambin de fuertes antagonismos) lo
traslada a la tradicin histrica del radicalismo. Una manera de eternizar el lazo entre el
caudillo y la multitud que, no obstante, requiere ahora de un partido de masas como
intermediacin. Pero este partido, siguiendo a Rojas, observador agudo del fenmeno
del yrigoyenismo, tiene la necesidad de un lder, slo hablan contra l los que olvidan
la historia. Se conjugan la emergencia de un partido de masas (que rene fuerzas
fervorosas y heterogneas) y la posibilidad de concebir a la sociedad como una masa
homognea, cuya coherencia est asegurada exclusivamente por la presencia de un
lder.62 Es que hay una relacin directa entre la democracia de masas, el populismo y
la fe? Escribe Rojas en El cristo invisible (1927): La asociacin cvica de una
democracia como la nuestra, puede ser una hermandad religiosa, en el ms amplio
sentido de esta palabra.63
6. Reflexiones finales
En este captulo, hemos tratado de visualizar, aunque de modo sucinto, dos
interpretaciones complementarias del radicalismo como religin cvica: la de Yrigoyen
y los personalistas, y la de Ricardo Rojas. Hiplito Yrigoyen alcanza la presidencia de
la Nacin, primera experiencia democrtica de la Repblica, y se erige como el mesas
restaurador de la moral cvica. El sistema de representaciones de su liderazgo, de cierto
61. dem, p. 283.
62. Laclau, ob. cit., p. 81.
63. Ricardo Rojas, El Cristo Invisible, La Facultad, Buenos Aires, 1927, p. 351.
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modo, recoge el contenido cvico-religioso y moral del regeneracionismo espaol y del
krausismo, sintetizado en la expresin la Causa contra el Rgimen, y en su idea de la
poltica como un apostolado. Por otra parte, posee la novedad de ser la primera
experiencia democrtica representativa tanto del elemento nativo como del inmigrante.
Por su lado, el autor de Historia de la literatura argentina es, para nosotros,
quien construye un relato en el que, claramente, el radicalismo aparece como una
religin cvica: un estadio obligado de la civilizacin argentina asociado a la democracia
como nica va poltica posible, o, al menos, correspondiente con nuestra nacionalidad.
Esta democracia asimila las montoneras, la tradicin del gobierno personal, la tradicin
liberal constitucional y la hermandad religiosa.
Hasta la dcada del 30, Ricardo Rojas se mantiene como un intelectual que est
ligado a la poltica universitaria. Decano de la Facultad de Filosofa (1922-1924) y
Letras, y luego Rector de la Universidad de Buenos Aires (1926-1930), intenta llevar a
cabo el programa poltico que redact en su Profesin de fe de la Alianza de la Nueva
Generacin (1919).64
La Alianza pretenda conjugar el sueo de la nueva generacin
reformista del 18 con la emergencia de una fuerte movilizacin y con el debate dentro
de la sociedad en torno a la Primera Guerra Mundial.65
Se mantiene en Rojas esta
cosmovisin de la poltica en la cual la construccin de la nacin hacia el futuro es una
construccin moral que parte de la individualidad en la universalidad: del ideal a la
accin, de la conciencia individual a la colectiva, del hombre a la nacin y de sta a la
civilizacin humana. A pesar de sus metforas orgnicas y de la bsqueda de una
genealoga de la nacin, para Rojas el civismo es la clave de la nacionalidad,66
no
obstante, sigue pensando en las minoras cultas para la construccin de la nacin.
64. Graciela Ferrs, Ricardo Rojas y la Alianza de la Nueva Generacin, 1919, XII Jornadas Interescuelas. Departamentos de Historia. 10, 11, 12 y 13 de agosto de 2011. Latinoamrica 200 aos
despus Revolucin, Independencia, Estados Nacionales, Catamarca, Argentina. CONICET. www.blogs.ffyh.unc.edu.ar/jornadasinterescuelas/.
65. Mara Ins Tato, La contienda europea en las calles porteas. Manifestaciones cvicas y pasiones nacionales en torno de la Primera Guerra Mundial, en Mara Ins Tato y Martn O. Castro (comps.), Del Centenario al peronismo. Dimensiones de la vida poltica argentina, Imago Mundi, Buenos Aires, 2010.
66. No est dems volver a remitir a la lcida disertacin en este libro de Julio Pinto acerca de las falsas
dicotomas entre los conceptos de nacin cvica y nacin cultural y los importantes aportes de la historia conceptual al respecto (Palti, etc.). El politlogo francs Gil Delannoi ha expresado con lcida
perplejidad la ambivalencia del significado de la nacin y de ese plus en el que inscribe a la nacionalidad. La nacin, afirma Delannoi, se mueve dentro de categoras opuestas: es un ente terico y esttico, orgnico y artificial, individual y colectivo, universal y particular, independiente y dependiente,
ideolgico y apoltico, trascendente y funcional, tnico y cvico, continuo y discontinuo. Gil Delannoi y
Pierre Taguieff, Teoras del Nacionalismo, Paids, Barcelona, 1993, pp. 10-17. Desde la perspectiva de los
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La Primera Guerra Mundial trajo consigo el desencanto del modelo liberal
democrtico y la bsqueda de alternativas ms revolucionarias provenientes tanto de la
izquierda como de la derecha (Lenin, Mussolini, Primo de Rivera). En este contexto, a
diferencia de la mayora de sus colegas que no vean futuro en la democracia, el poeta
de El Pas de la selva enfatiza como nica va poltica posible la alternativa democrtica
a travs del radicalismo. Frente a las teoras exticas y anacrnicas que pretendan
violentar la realidad sudamericana, para Rojas, el radicalismo era un engendro genuino
de nuestra nacionalidad, no un partido de imitacin. En 1930, el radicalismo era la
expresin poltica misma de la confrontacin con la dictadura, ya que los militares
incursionaron por primera vez en el escenario poltico del pas para destituir a un
Presidente Radical. Rojas exclama que ha ingresado a la Unin Cvica Radical en un
momento de derrota para ella, movido por mis viejos ideales nacionalistas y por mi
amor al pueblo.67 Porque esa criatura espiritual que es la patria, segn los trminos en
que la defini Renan en Quest-ce quune nation?, se ha desvanecido ante sus ojos, y l
se pregunta:
De qu antros poda haber surgido, as, de pronto, aquel ncubo de la
dictadura que vena a remplazar a la Argentina del antiguo ensueo y
a poseernos con sus garras aceradas? Eso vena desde muy lejos en
nuestro pasado y era un fenmeno de atavismo histrico, o vena de
afuera, por un acto de mimetismo a la vez frvolo y trgico?68
En el 30 percibe el fracaso de su prdica, la cohesin del lazo social y el
sentimiento mancomunado de nacionalidad a travs de la educacin moral y de la
escuela pblica y laica. Un hondo sentimiento de argentinidad lo conduce a las filas
del radicalismo, all escribe Rojas padeca la carne argentina. Por ello, prosigue,
ped la cruz del pueblo para echrmela yo tambin al hombro y crucificarme por la
historiadores del nacionalismo, Anthony Smith seala que en pases de inmigracin como la Argentina,
Nueva Zelandia, Australia, EE. UU. y el Canad, la identidad cultural constituye una verdadera
innovacin, porque carecen de una identidad homognea preexistente, ya que se trata de nacionalismos
sin naciones o nacionalismos territoriales (Smith, Antony: Las teoras del nacionalismo, Pennsula,
Barcelona 1976, p.301. Esta ltima perspectiva ha influido considerablemente en los latinoamericanistas,
en particular, en la Escuela de Xavier-Guerra y, en especial, en Mnica Quijada y Pilar Bernaldo de
Quiroz, que se han dedicado a la construccin de la nacin y la repblica en la Argentina. En lo que
respecta al particular caso de Ricardo Rojas, me remito a mi tesis doctoral Ricardo Rojas: Hacer la
Nacin. Dilogos entre el nacionalismo y la democracia, UBA-Paris8, 2011. Cf. Elas Palti, La nacin
como problema, Los historiadores y la cuestin nacional, FCE, Buenos Aires, 2003. Smith, Antony: Gastronoma o geologa? El papel del nacionalismo en la reconstruccin de naciones, en Zona Abierta 79. Madrid, 1997 y Tres conceptos de nacin, en Revista de Occidente, N. 161, Madrid, 1994. 67. Ricardo Rojas, El Radicalismo de maana, ob. cit., p. 8.
68. dem, p. 303.
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patria.69 Asume, as, como Yrigoyen, la poltica como un apostolado. Pero,
conjeturamos, a diferencia de Don Hiplito, Rojas percibe algo ms profundo que la
Causa contra el Rgimen: la democracia contra la nacin catlica. Alianza entre elites
militares, grupos civiles y diferentes colectivos, que, segn veremos a continuacin,
constituir la Argentina venidera.
Anexo
Oracin fnebre en el sepelio de Hiplito Yrigoyen, 6 de Julio de 1933
Por Ricardo Rojas (seleccin de fragmentos)
Yo habra preferido no hablar ahora y perderme como uno ms entre la muchedumbre,
cuyo silencio de abismo y cuyo rumor de ocano es superior, en casos tales, a todo
empeo de elocuencia [] las varias tonadas de nuestro federalismo, que hallaron al fin
en aquel gran caudillo porteo al forjador de la nueva unidad nacional, no como antes
por pactos de Estados, sino por hermandad de corazones en la solidaria empresa de un
mismo ideal poltico. Digo esto, porque me ha dado la misin de hablar en esta
ceremonia la Universidad del Litoral [] tambin los radicales de Santiago [] y los
de San Juan de Cuyo [] y los de Jujuy []. Si la bandera de nuestra libertad civil
est enlutada, lo est por su muerte; pero tambin por la muerte de las libertades
argentinas [] su silueta de apstol [].Americano prototpico []. Am a la patria
con un amor cristiano, y por eso la am, no con smbolos ni abstracciones, sino en la
carne sufrida del pueblo []. Este gran caudillo criollo criollo cabal ha prestado a la
Argentina cosmopolita y mercantil de los ltimos cuarenta aos, un servicio de orden
espiritual ms valioso que dos presidencias, y es el de haber aglutinado en la Unin
Cvica Radical, a los argentinos de todas las regiones y de todas las clases, superando
las desarmonas tnicas en una cohesin nacionalista, y soldando las generaciones
nuevas en la tradicin histrica de nuestra democracia. []. Yo que no conoc a
Yrigoyen en los tiempos de su fabuloso podero, que no visit sus antesalas, que no
recib sus favores, que disent con algunos de sus actos; yo que he dedicado mi vida al
esclarecimiento de la argentinidad y que, inspirado por ella y por amor al pueblo
despojado, ingres en la milicia radical cuando sobrevino su cada, puedo decir a
69. dem, p. 304.
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nuestros adversarios que no se engaa a un pueblo con gacetillas, porque los pueblos
tienen una misteriosa manera de saber la verdad.