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EL RECURSO DE FUERZA EN LA EPOCA NOVOHISPANA EL FRENTE PROCESAL EN LAS TENSIONES ENTRE IGLESIA Y ESTADO EN LA NUEVA ESPAÑA I Por el doctor Guillermo F. MARGADANT S. ProfesQr de la Facultad de Derecho, UNAM PROLOGO. l. En tiempos renacentistas la justiáa eclesiástica hispana to- dama se arrogaba una amplra competencia extra eclesiástica. Il. El Esta- do reacáona: el regalismo hace retroceder la competencia eclesiástica; uno de sus instrumentos para esto es el recurso de fuerz.a. JI/. El fondo politológt"co del recurso de fuerz.a. IV. El regalismo borbónico en gene- ral. V. El papel del recurso de fuerza para ajustar la actividad judicial eclesiástica a las ideas de este regalismo. VI. El recurso de fuerza como bete noire del Vaticano. VII. El Teal patronato indiano, como suelo ideal para el desarrollo de este recurso. VIII. El fundamento legislativo del recurso de fuerza. IX. La literatura práctico-dogmática como guia para encontrar el perfil concreto de este recurso. X. Los tribunales com- petentes para conocer del recurso de fuerza. XI. El procedimiento típico de este recurso. XII. Las tres ramas en cuanto a la distribudón compe- tencial entre Iglesia y Estado: A) Litigios eclesiásticos; 1) Conflictos intra-eclesidsticos. 2) Controt!ersias matrimoniales. 3) Juicios inquisitonales sobre cuestiones de fe. 4) Controverias sobre "la Bula". 5) Controversias sobre el derrame de ayuda, otorgada por la Igle- sia a la Corona. 6) Remoción de un clérigo, concertada entre Iglesia y Estado. B) La zona indiscutiblemente secular; C) La zona gris entre las indiscutibles competendas eclesiástica y secular. 1) Controversias sobre la administración de fundadones piadosas laicales. 2) Delitos cometidos en perjuicio de clén'gos. 3) Delitos ligados a preceptos religiosos. 4) Mala conducta dentro de iglesias. 5) Derecho de familia en general. 6) Juicios suceson·os. 7) Controversias diezmales. 8) Multas eclesiásticas. 9) Juicios contra r'ndios paganos. 10) Controversias sobre asilo en sagrado. 11) Ejecuct'ón de sentencias legítimamente eclesiásticas, XIII. The Church strikes hack: las censuras. XIV. El Estado paraliza las censuras. XV. Desapan"ción del recurso de fuerza en México; su supervivencia en otros países. X VI, Recurso defuerza y juicio de amparo. 1 Reelaboración de una ponencia. presentada en el XII Congreso del Instituto Mexicano de Derecho Procesal, septiembre de 1989, Tampico, www.juridicas.unam.mx Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.bibliojuridica.org DR ©, 1991 Facultad de Derecho de la UNAM

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EL RECURSO DE FUERZA EN LA EPOCA NOVOHISPANA

EL FRENTE PROCESAL EN LAS TENSIONES ENTRE IGLESIA Y ESTADO

EN LA NUEVA ESPAÑA I

Por el doctor Guillermo F. MARGADANT S.

ProfesQr de la Facultad de Derecho, UNAM

PROLOGO. l. En tiempos renacentistas la justiáa eclesiástica hispana to­dama se arrogaba una amplra competencia extra eclesiástica. Il. El Esta­do reacáona: el regalismo hace retroceder la competencia eclesiástica; uno de sus instrumentos para esto es el recurso de fuerz.a. JI/. El fondo politológt"co del recurso de fuerz.a. IV. El regalismo borbónico en gene­ral. V. El papel del recurso de fuerza para ajustar la actividad judicial eclesiástica a las ideas de este regalismo. VI. El recurso de fuerza como bete noire del Vaticano. VII. El Teal patronato indiano, como suelo ideal para el desarrollo de este recurso. VIII. El fundamento legislativo del recurso de fuerza. IX. La literatura práctico-dogmática como guia para encontrar el perfil concreto de este recurso. X. Los tribunales com­petentes para conocer del recurso de fuerza. XI. El procedimiento típico de este recurso. XII. Las tres ramas en cuanto a la distribudón compe­tencial entre Iglesia y Estado: A) Litigios indiscut~'blemente eclesiásticos; 1) Conflictos intra-eclesidsticos. 2) Controt!ersias matrimoniales. 3)

Juicios inquisitonales sobre cuestiones de fe. 4) Controverias sobre "la Bula". 5) Controversias sobre el derrame de ayuda, otorgada por la Igle­sia a la Corona. 6) Remoción de un clérigo, concertada entre Iglesia y Estado. B) La zona indiscutiblemente secular; C) La zona gris entre las indiscutibles competendas eclesiástica y secular. 1) Controversias sobre la administración de fundadones piadosas laicales. 2) Delitos cometidos en perjuicio de clén'gos. 3) Delitos ligados a preceptos religiosos. 4) Mala conducta dentro de iglesias. 5) Derecho de familia en general. 6) Juicios suceson·os. 7) Controversias diezmales. 8) Multas eclesiásticas. 9) Juicios contra r'ndios paganos. 10) Controversias sobre asilo en sagrado. 11) Ejecuct'ón de sentencias legítimamente eclesiásticas, XIII. The Church strikes hack: las censuras. XIV. El Estado paraliza las censuras. XV. Desapan"ción del recurso de fuerza en México; su supervivencia en otros países. X VI, Recurso defuerza y juicio de amparo.

1 Reelaboración de una ponencia. presentada en el XII Congreso del Instituto Mexicano de Derecho Procesal, septiembre de 1989, Tampico,

www.juridicas.unam.mxEsta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

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PROLOGO

La primera vez que vi conscientemente el término de "recurso de fuerza". fue hace unos cuarenta años, cuando estudié el sistema del amparo mexicano: en mi curso respectivo este mal llamado "recur­sa"Z fue mencionado como antecedente remoto de nuestro juicio de amparo.

Luego, cuando comencé a estudiar $eríamente el derecho indiano, g

encontré a menudo referencias, de paso a este recurso, pero resultó di· ficil hallar una satisfactoria explicación monográfica, a la vez concisa y panorámica. de esta institución procesal. 4

Por lo tanto, finalmente decidí recurrir a la magnífica colección de "pergaminos" 5 sobre temas jurídicos que tiene la Biblioteca A. Caso, de nuestra Facultad, y después de sistematizar los resultados puedo ahora presentar el presente estudio, esperando que el amable lector me ayude a completar este ensayo con datos adicionales de que tenga conocimiento, y que me señale los errores en los que pueda haber incurrido.

l. En tiempos renacentistas la justicia eclesidstica hispana todama se arrogaba una amplia competencia extra·eclesidstica

Durante las primeras décadas del siglo XII, con el Decretum Cra· liani -la famosa Concordantia Discordantium Canonum-, el de·

~ Si definimos el recurso como un medio procesal usado para obtener la enmienda de una de­cisión judicial. el "recurso de fuerza" no se ajusta a esta definición, como veremos.

5 No debe confundirse el derecho indígena. derecho de los indios, con el derecho indiano. de­recho de las Indias, o sea el derecho colonial español. cuya rama correspondiente a estas tierras era el derecho novohispano (no se trataba de un sistema unifonne en toda la América indiana. en realidad, inclusive dentro de la Nueva E-~paña hubo diferencias regionales).

4 En la ampllsima Enciclopedia Espasa-Calpe no se menciona este concepto; falta inclusive en los Apéndices que pude consultar (hasta 1980). La Enciclopedia OMEBA si ofrece un articulo sobre este tema, pero no de la amplitud que yo hubiera necesitado para satisfacer mi curiosidad. En el Anuario de Historia del Derecho Español encontré sólo un articulo monográfico sobre cier­tos aspectos de este recurso (mencionado en la Bibliografla) y también en la Revista de Derecho Procesal Iberoamericano -véase Bibliografia -. y otro. muy bueno pero limitado a Argentina, por Levaggi. en la Revista de Historia del Derecho de Buenos Aires. Luego los ejemplares de la Revista Chilena de Historia del Derecho que tenemos aquí, las Memorias de los demás Congre­sos de Historia del Derecho Indiano, o las cuatro Memorias de nueSlrOS Congresos de Historia del Derecho Mexicano no rindieron materiales adicionales,

5 El ténnino no es completamente correcto: en la historia del derecho señalamos como "perga­minos" los pedazos de pergamino que nos lleguen de'la antigüedad. y que contienen datos que nos ayuden a reconstruir los derechos antiguos mediterráneos o germánicos. Es verdad que muchos de los libros, que tradicionalmente se señalen con la mencionada designación, están encuadernados en pergamino, pero no todos. Algunos colegas hablan de "incunables". aunque es mejor reservar este ténnino para libros impresos. pero todavia no con letras móbiles. No; lo que llamamos "pergaminos" son simplemente libros viejos (en nuestro caso, de derecho), impresos antes de 1800 (y pronto tendremos que empujar este Umite hacia 1850),

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recho canónico pasaba de su fase confusa a la clásica. algo que sucedió primero en el ambiente intelectual de la Universidad de Boloña. Du· rante el resto del siglo XII surgieron sobre esta base las cuatro escuelas de los Decretistas, y con este auge el sistema canónico comenzó a cris­talizar como una estructura sólidamente fundada en reglas generales, y apoyada en compilaciones sistemáticas de normas, circundadas por comentarios de gran autoridad.

Como consecuencia de este desarrollo, y como contestación al deseo del público de ver sus litigios resueltos en un ambiente de mayor obje­tividad, equidad y tecnicidad, en toda Europa occidental los tribuna­les de la Iglesia comenzaron a abrir sus puertas a casos extra-ecle­siásticos (además de dar una muy generosa interpretación a lo que pu­diera considerarse como materia "intra-eclesiástica"). Gracias a esta política de puerta abierta, la justicia eclesiástica pudo contribuir a la moralización de la vida, además de fortalecer el prestigio social de la Iglesia.

Luego, a fines de la Edad Media, en varias partes de Europa occi· dental comenzaron a perfilarse estados al estilo moderno, centraliza­dos alrededor de sendas cortes monárquicas, estados que eran las anti­tesis del ambiente feudal que había predominado en Europa occiden­tal desde el siglo IX o X.

También en la península ibérica, en parte gracias al famoso matri­monio entre los Reyes Católicos (1469), habían comenzado a estructu­rarse tales estados seculares -Castilla, Aragón--, que, a pesar del ca­tolicismo de sus gobernantes, en el nivel mundano no estaban dispues­tos a tolerar que la Iglesia se mezclara en asuntos que el Estado consi­deraba de su propia, exclusiva competencia.

En los años mozos de estos nuevos estados seculares, la justicia ecle­siástica seguía reclamando para sí:

1) los litigios internos de la Iglesia, desde luego, pero también 2) los litigios contra legos que afectaban intereses patrimoniales de

la Iglesia y de sus suborganizaciones, y también 3) los procesos, civiles o penales, en los cuales clérigos figuraran

como actores o demandados, respectivamente acusados, además de 4) controversias relacionadas con el matrimonio (por ser éste un

sacramento) y, por extensión, 5) pleitos relacionados con la aplicación del derecho familiar en ge­

neral (a cuyo respecto el hecho de que la Iglesia administraba los registros civiles ayudaba mucho);

La justicia eclesiástica extendía, de paso, este campo del derecho de familia hacia

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6) asuntos sucesorios, y también alegaba su competencia para 7) procesos sobre aquellos contratos cuya ejecución de buena fe ha­

bía sido prometida bajo juramento; y 8) la defensa de los intereses de personas ausentes en vista de una

cruzada, o de personae miserabiles (sobre todo viudas o huérfanos). Pero la Iglesia también abria sus puertas para

9) controversias surgidas en relación con otros asuntos. si el actor prefiriera recurrir a tribunales eclesiásticos, a causa del mejor amo biente intelectual ti y moral que esperaba encontrar allí.

En 1500 fue publicado el Corpus furis Canonic,; formado por suce­sivas compilaciones de derecho canónico, creadas desde aproximada­mente 1140, con añadidura de varios cánones "extravagantes". 7 A causa de la mencionada amplitud de la jurisdicción eclesiástica, esta compilación se ocupaba panorámicamente de varios aspectos del derecho: derecho de obligaciones y sus fuentes, derecho de familia y sucesiones, derechos reales, derecho administrativo, procesal y penal, además de formular dogmas jurídicos generales.

II. El Estado reacciona: el regalismo hace retroceder la competencia eclesiástica. Uno de sus instrumentos al respecto es el recurso de fuerza

Sin embargo, esta popularidad de la justicia eclesiástica no duraría para siempre: durante el Renacimiento los nuevos Estados Naciona­les, soberanos, desconfiados de las infiltraciones eclesiásticas en su órbita mundana, comenzaron a vedar a la Iglesia aquella amplisima jurisdicción extra-eclesiástica, e insistieron cada vez más claramente en el principio de que los jueces eclesiásticos deblan limitarse a las ma­terias que el Estado admitía como pertenecientes a la jurisdicción de la Iglesia, y que "los clérigos deben obedecer a las leyes civiles que no ofenden los derechos sagrados de la Iglesia y se dirigen al buen gobier­no y a la administración de la justicia", como lo formularla el Conde de la Cañada a fines del siglo XVIII' A primera vista, estos principios parecen bastante convincentes para un lector moderno, pero tratando de entenderlos en el contexto de su época, uno comprende que dieron lugar a espinosas controversias.

6 En la Edad Media, evidentemente, la mayor parle de los íntelectuales eran clérigos. 7 "Extravagante" significa aqul: normas que se encuentren [Odavla "vagando" fuera ("extra")

de alguna compilación oficial. s Observaciones Prácticas sobre Recursos de Fuerza, 2a. edición, Madrid, 1794, p. 50.

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Ya durante el siglo XIV la corona francesa habla iniciado una politi­ca de quitar a la Iglesia toda influencia oficial sobre las cosas de este mundo, y pronto vemos manifestada esta tendencia, cada vez más vi­rulentamente, en la política de las Coronas castellano-aragonesa y portuguesa, donde este anhelo oficial se insertó en una institución, ini­cialmente de apariencia tan inocente, inclusive benévola para la Igle­sia: el Patronato Real de la Iglesia.

Originalmente esta denominación significa que la Corona se había convertido en "patrono" de la Iglesia, tomándola bajo su protección; pero desde fines de la Edad Media llegaba a ser una institución que se rellenaba y complicaba cada generación más, y dentro de la cual aquella "protección" paulatinamente se convertía en tutelaje, injeren­cia y sumisión. Finalmente, el predominio del Estado sobre la Iglesia tomó una forma extrema en tiempos de los Barbones, cuando, en el ambiente de un claro "regalismo" el Rey, como "Vicario", o sea como lugarteniente de Cristo, ya comenzaba a usar la Iglesia como un de­partamento de seguridad del Estado. La Corona estuvo controlando al clero secular mediante su polltica de nombramientos y promoción; y al mismo tiempo trataba de dominar al clero reglar a través de su supervisión por el clero secular. Finalmente, bajo Carlos IV, la Coro­na llegó al extremo de obligar a los confesores a denunciar los peligros para el Estado que descubriesen por medio de la confesión, y también comenzaba a poner la riqueza eclesiástica al servicio del crédito esta­tal, mediante el sistema de la Consolidación: la "tijera mundana" estuvo triunfando sobre la espiritual. 9

IJI. Elfondo politológico del recurso defuerza

Cuando menos en el siglo XVIII, los autores sobre nuestro tema (como el Conde de la Cañada) ligan el recurso de fuerza con la teoría del contrato social, en la forma que Grocio, Heineccio y Puffendorf le hablan dado. Observamos en esta justificación dogmática del recurso de fuerza un pensamiento jurídico-teológico, en transformación hacia el ideario jurídico-racionalista: en otras palabras, dentro dellus Na­turale el ingrediente teológico estaba retrocediendo ante el análisis racional.

AsI, en el pensamiento de un autor como de la Cañada, a fines del siglo XVIII. el indiviuo tiene el derecho natural de defenderse contra

9 V~ase mi Carlos III y la Iglesia Novohispana, Bihlioteca del Claustro de Sor Juana, Estudios No. 7, México, D, F .. 1983.

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abusos que sufra a manos de cualquier autoridad, inclusive con­tra abusos por parte de los que "tienen voz del Rey"lO o contra la Igle­sia. Para estos autores, un Estado con ambición de ser "justo" tiene el deber de procurar que el individuo tenga acceso a un sistema general de recursos contra eventuales abusos, infligidos por "los de arriba".

En la cúspide de tal sistema de recursos (una cúspide contra cuyas decisiones ya no procede recurso alguno, pero que es circundada por una areola de sabidurla y bondad), se encuentra el Rey. Y éste, colo­cado en tal lugar prominente "por gracia de Dios", y, según los rega­listas borbónicos, instituido por Dios como "Vicario de Cristo", tiene la facultad, dentro de su territorio, de obligar también a la Iglesia a que trate a los súbditos con legalidad y equidad conceptos elásticos, cuya apreciación quedaba entre las manos de los jueces del Rey.

Esta pretensión del Rey de ser superior, dentro de su territorio y en cuestiones mundanas, a las autoridades eclesiásticas, tiene sus raíces, desde luego, en la famosa y frondosa discusión medieval sobre las dos espadas. las Ildos tijeras". Paulatinamente, con altas y bajas. la Iglesia habla perdido esta polémica, y en tiempos de Carlos III los autores españoles ya proclamaban, como si fuera una verdad indiscutible, que únicamente lo referente a "cosas espirituales"ll (incluyendo el gobier­no interno de la Iglesia) corresponella al fuero eclesiástico, y que todas las cosas "profanas y temporales" corresponellan al fuero estatal.

Sin embargo, inclusive los autores más regalistas que hallamos en la Corte de Carlos III admitieron que, como favor especial, la Corona, "excitada" por su "amor a la Iglesia" (de la Cañada) permitia al fuero eclesiástico ocuparse de aquellos litigios en los que clérigos figurasen como demandados o acusados; pero, contrariamente a lo que opinaba el famoso Covarrubias, de dos siglos antes, el Conde de la Cañada con­sideraba que esta concesión era precaria: no era emanación del lus Naturale, sino que correspondla al IlIS Humanum, de manera que la Corona siempre podrla revocarla ad nutum.

IV. El regalismo borbónico en general

Este regalismo tuvo muchos aspectos, pero en el fondo sentimos siempre la lucha entre Iglesia y Estado por el poder mundano, secular

10 Como dicen las Panidasen VII. lOA. 11 Sin embargo, en tiempos de Carlos III la Corona ya habla encontrado pretextos para meter­

~ tambi~n en asuntos "espirituales": entre los comentaristas canónicos favorec1an a Van Espen. por ser recomendablemente regalista. expulsó a los jesuitas e insisda en el Catecismo de Berenguy (~ase mi: Carlos 111 y la Iglesia Novohispana. citado en la nota No, 9.

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Una de las armas más eficac~ en esta competencia, fue la influencia preponderante de la Corona sobre los nombramientos y la promoción de los clérigos. En vista de esta facultad, todo clérigo secular con un mlnimo de ambición, tenia interés en colaborar visible y lealmente con la Corona.

Pero en el largo desarrollo de este Real Patronato, la Corona habla conquistado varias armas más, entre ellas la facultad de someter a censura previa los m"nsajes que enviaba el Papa a los feligreses, y, en general, de controlar el contenido polltico de todo lo que d~de el púl­pito se comunicaba al pueblo. La Corona también se arrogaba la fa­cultad exclusiva de autorizar la convocación a concilios y sinodos, además de aprobar las órdenes del dla de tal~ eventos, y sus decretos finales. l' Además, la Corona controlaba los inform~ episcopales al Vaticano. Un problema se presentaba en relación con el clero regular radicado en tierras hispanas: la Corona no podia controlar sus diversas cúspides, ya que éstas -los Generales de las órden~- se encontraban generalmente en Roma; pero el Rey contaba una solución parcial para ~te problema por el hecho de colocar al clero regular hispano bajo la supervisión del clero secular (cuya cúspide si controlaba). 15

Este Real Patronato también tuvo sus aspectos jurisdiccionales y proc~ales. Por ejemplo, la Corona habla obtenido que, por regla ge­neral, los juicios ecl~iásticos terminarlan dentro del territorio hispa­no, evitándose asilos recursos ante las supremas autoridades ecl~iásti­cas establecidas en Roma_

Además -y con esto llegamos a nuestro tema-, la Corona ~taba dando una interpretación muy restrictiva a lo que debla considerarse como materia intra-eclesiástica, propia para la jurisdicción canónica; y para dar eficacia práctica a esta interpretación tan severa - tan inclinada hacia la calificación de ciertos litigios como secular~ más bien que ecl~iásticos- la Corona se servla del recurso de fuerza_ Y éste servla al mismo tiempo para que la Corona pudiera revisar si en los litigios, reconocidos por ella como auténticamente eclesiásticos, los jueces-clérigos hablan observado correctamente el procedimiento ca­nónico, 10 cual implicaba si no hablan quizás rechazado indebida­mente una petición de recurso.

12 Los dec:retoa del tv Concilio MexicaQo, de 1771. fueron inclwive ta.n regalistas. que el Vatio caDO nunca quito ratificarlos.

u Para una lista más completa de las facultades de la Corona dentro de este R.eal Patronato, vhse mi La Iglesia Mexicana yelDerecho, Mhico, D. F.o 1984:. p. 99 y.o

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V. El papel de recurso de fuerza para ajustar la actividad judicial eclesiástica a las ideas de este regalismo

Bajo los Borbones, la última palabra acerca de las discusiones entre Estado" Iglesia correspondia obviamente a la justicia secular, ya que sólo ella (y no, por ejemplo, una comisión mixta de jueces eclesiásticos y seculares) disponia de aquel importante instrumento que era el re· curso de fuerza (a veces llamado "recurso de fuerza y violencia").

En esta denominación. "fuerza" significa: "abuso". 14 de manera que como equivalente de recurso de fuerza también encontramos: "ap· pellatio ab abusu".

Era un recurso por el cual el quejoso (generalmente un lego, pero no siempre) trataba de hacer "alzar la fuerza", o sea: hacer corregir el abuso, que consistla en el hecho de que un tribunal eclesiástico se metiera en asunto que no era de su competencia, o que tal tribunal no habia observado las reglas del proceso canónico (casos de "fuerza de proceder"), lo cual incluia, desde luego, la afirmación de que este tri­bunal hubiera denegado injustificadamente un recurso previsto por el derecho canónico (casos de "fuerza 15 de otorgar").

La iniciativa para la interposición de este recurso no correspondia exclusivamente a particulares (legos o clérigos), perjudicados por la actuación judicial eclesiástica. Si por cualquier medio la Corona se daba cuenta de que los tribunales de la Iglesia estaban ocupándose de algún asunto que en ojos de las autoridades seculares correspondia a la jurisdicción estatal, la Corona podia arrancar tal caso a los jueces eclesiásticos, mediante este recurso de fuerza.

As!, gracias a esta institución, las autoridades judiciales estatales podian dar eficacia práctica a lo que, a juicio de la Corona, seria una limpia división entre la jurisdicción estatal y la eclesiástica, poniendo, además, bajo control secular la actividad jurisdiccional de la Iglesia que quedaba del lado eclesiástico de aquella linea competencial, tra­zada por la Corona. Por lo tanto, este recurso fue una expresión de la idea que el Estado, dentro de su territorio, era superior a la Iglesia, en todas aquellas materias que el Estado consideraba como pertenecien­tes a este mundo.

14 Ast, en el Indice de la Nueva Rec .. edición de 1775. bajo la F, uno encuentra "Fuerzas que hacen UDOS hombres a otros" en el sentido de violentos abusos de unos en perjuicio de otros.

IS Recu~rdese que "fuerza" equivale a "abuso", en esta tenninologta.

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VI. El recurso de fuerza como bete naire del Vaticano

En todos estos aspectos, evidentemente, este recurso fue considerado por el Vaticano como una institución indebida, humillante: inclusive en momentos crlticos de la evolución de este recurso, cuando Madrid insistla en puntos de vista inaceptables por el Vaticano, hubo tumultos delante de la Embajada de España en Roma, por parte del populacho romano, agitado por el clero.

Ya en 341 el Concilio de Antioqula, previendo la posibilidad de ésta -en sus ojos sacrllega- supervisión estatal de las actividades eclesiá.­tico-jurisdiccionales, habla establecido la pena de excomunión para los que pidieran a jueces seculares una revisión de sentencias eclesiásti­cas que considerasen injustas: "nullus a curia praelatorum appellat ad curiam regiam. . ", pero el Galicanismo (que ya se manifestó clara­mente desde mediados del siglo XIV), no respetó este principio estable­cido un milenio atrás.

Luego, en el mundo hispano, dentro del desarrollo del Patronato Real de la Iglesia y del Patronato de la Iglesia Indiana -más fuert~ aún, se siguió esta actitud incompatible con la mencionada regla anti­gua, y especialmente desde el comienzo del siglo XVIII, cuando el rega­lismo borbónico adoptó un esplritu cada vez más radical, observamos un frondoso desarrollo de este recurso, institución que fue tratada por el Vaticano con creciente desconfianza y ojos hostiles, de manera que no es raro que obras juridicas sobre este recurso, publicadas con el beneplácito de la Corona española, luego se encontrasen en ediciones del "Indice de los Libros Prohibidos" redactados o autorizados por el Vaticano.

VII. El Real Patronato Indiano como suelo ideal para el desarrollo de este recurso

Desde 1503, en las Indias la Iglesia se encontraba colocada bajo una variante especial del Real Patronato: el Real Patronato Indiano, más favorable todavía para el Estado que el Real Patronato hispano gene­ral. Ya pronto se presentaron sonadas aplicaciones del recurso de fuer­za, no sólo ante la Audiencia Virreinal, en la Ciudad de México, sino también ante la de Nueva Galicia, en Guadalajara. 16 Sobre todo des­pués de 1700, los Borbones imprimieron al Patronato Indiano unos rasgos que permitieron a este recurso desarrollarse ampliamente.

16 Parry (véase Bibliografla), pp.

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IX. El fundamento legislativo del recurso de fuerza

En las VII Partidas, producto de una época anterior al florecimien­to del Real Patronato de la Iglesia, no encontramos todavía alusión directa a este recurso, ni tampoco en la Recopilación de Montalvo de 1485; pero en 1500, los Reyes Católicos -muy católicos en lo perso­nal, pero sumamente conscientes de los intereses de la Corona cuando ésta entraba en competencia con el Vaticano en el nivel de los intereses mundanos- expidieron una primera medida legislativa acerca del re­curso de fuerza, la cual fue colocada luego en la Nueva Recopilación de 1567,17 Y que fue el punto de partida de varias decisiones monár­quicas sobre este tema, varias de las cuales encontramos en el texto original de la Nueva Recopilación (1567) o en los Autos Acordados, añadidos a este texto primordial. 18

AlU encontramos que Carlos I habla, en 1525, del recurso de fuerza como de una "costumbre immemorial", 19 fórmula que sugiere que no se trataba de una institución moldeada por algún claro texto legislati­vo -que, efectivamente, no encontramos- sino más bien de una ins­titución que habla surgido mediante un método de "trial and error" de la práctica forense y de los vaivenes de la delicada, a menudo espi­nosa, convivencia entre la Corona hispana y la Iglesia.

Fuera de esta compilación y sus añadiduras (Autos Acordados) hallamos, además, algunas normas aisladas, relevantes para nuestro tema, como la Real Provisión del 13.IX.1769 sobre el Defensor Gene­ral de Fundaciones Pias y Patronatos Laicales.

También la Novlsima Recopilación de 1805 trata del recurso de fuerza (y lo alaba) en 11.2.1 y ss.

Paralelamente con estas medidas legislativas, encontramos varias Reales Cédulas casulsticas, no compiladas, que a menudo señalan un zigue-zague por parte de la Corona en relación con nuestro tema, por ejemplo en relación con los eternos conflictos entre el clero regular (los frailes y sus Provinciales) y en secular (los Obispos). Vemos que la Co­rODa vacila frecuentemente, en esta materia. admitiendo a veces que las Audiencias o el Consejo de Indias tomen cartas en tales conflictos a

17 Importantes para la Nueva España son: Nueva Rec. 11.&.34, 36. 37. 38, 39 Y 40 (= Nov. Rec. 11.2.2 y 11.2.3). Nva. Rec. 11.5.80 (= Nov. Rec. 11.2.8 y Nva. Rec. 111.3.14 (= Nov. Ret:. 11.2.5). Para completar la Recopilación de 1567, que aliado de las VII Partidas es el monumento de de~cho castellano mAs relevante para las Indias, siempre es interesante consultar al comenta­rista Acevedo.

18 A.A .. 11.4.2, abrogado segi!:n nota final; 11.4.15, cap. 25; 11.4.35; 11. I 9.31. 19 Nv .... Rec. 11.5.36.

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través del recurso de fuerza, y adoptando en otros casos una actitud más respetuosa de la jurisdicción eclesiástica. Finalmente se inclina a favor de un control del clero secular sobre el regular, ya que los segla­res son más fáciles de dominar por la Corona, como ya dijimos. en vis­ta de que sus promociones dependen del favor regio.

X. La literatura práctico-dogmática como guía para encontrar el perfil concreto de este recurso

Aliado de tales normas legisladas, hallamos interesantes discusiones sobre nuestro tema en la amplia literatura doctrinario-práctica que queda en gran parte incorporada en aquellos "pergaminos" que, a pe· sar de una larga fase de descuido, todavía abundan, afortunadamen· te, en la Biblioteca A. Caso de nuestra Facultad.

Una obra monográfica sobre este tema es la de Ceballos, De Cogni­tione per Viam Violentiae, frecuentemente citada, pero que todavía no he localizado entre nuestros pergaminos. Por otra parte, afortuna­damente, poseemos varios ejemplares de monografia sobre nuestro tema, la del Conde de la Cañada, alto funcionario en el Consejo de Casti\1a y en la Cámara, bajo Carlos IlI. Aunque muchas obras jurí. dicas de aquella época todavía fueron redactadas en latín, este autor (seguramente no por ignorancia del latín, sino más bien con el fin de hacer penetrar su obra más fácilmente en el mundo de los funciona­rios estatales, y quizás en el medio estudiantil), escribe su famosa obra en la lengua vernacular.

El titulo de este segundo tomo de la obra procesal del Conde es: "Observaciones Prácticas sobre los Recursos de Fuerza: Modo y Forma de Introducirlos en los Tribunales Reales Superiores" (he usado para la presente ponencia la segunda edición, Madrid, 1794).

Durante este último año, en Francia la Revol\lción ya hahía al­canzado su fase más radical. uno de cuyos aspectos era el anticlerica­lismo, y cualquier observador inteligente ya podría comprender que el "antiguo régimen" (a cuya élite el Conde de le Cañada obviamente pertenecía) no sobreviviría fácilmente sin el apoyo de la Iglesia; pero este hecho no frenaba la radicalización del regalismo hispano (que pronto desarro\1aría una nueva rama, la de la Caja de Consolidación, mediante la cual el Estado comenzaba a aprovechar para su crédito el enorme patrimonio eclesiástico).

La ohra del Conde de la Cañada es muy regalista. Es verdad, for­malmente hablando, que el tono que adopta el autor respecto de todo

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lo eclesiástico es muy respetuoso, pero detrás de esta fachada, la subs­tancia de la obra corresponde a lo que uno esperarla de un tratado sa­lido de la pluma de un alto funcionario, muy ligado a la perspectiva de la Corona acerca de las relaciones entre Estado e Iglesia,

Es interesante observar cómo nuestro Conde cubre el puño regalista con un fino guante de terciopelo, usando una lisonjera cortesla para dejar sentir al clero que debe inclinarse ante la voluntad del Monarca: "Si todos los vasaJlos tienen obligación de contribuir al mejor servicio del Rey, aún es más estrecha la de los Eclesiásticos, porque forman una porción muy distinguida de la República", ,.

Esta importante obra recibió la aprobación del Consejo de Castilla, nada sorprendente, ya que desde su respetuosa dedicatoria al Rey no­tamos aquel esplritu regalista, que en esta fase rococó del régimen borbónico era mucho más pronunciado de lo que observamos en las obras de los famosos autores españoles renacentistas a los que de la Ca­ñada tan frecuentemente cita (aunque a menudo reprochándoles que sus opiniones se inclinen demasiado hacia el interés de la Iglesia).

Es curioso que en tiempos de Carlos III, obviamente las grandes li­neas de este recurso, tan importante para la práctica, no hablan cris­talizado todavia con suficiente claridad,21 y, efectivamente, la gran frecuencia con la que haJlamos ejemplares de esta obra en nuestras colecciones de obras antiguas parece indicar que el libro haya sido acogido calurosamente por los jueces, abogados y catedráticos del or­den secular a quienes se dirig1a: obviamente Jlenaba un hueco, ofre­ciendo una brújula, aprobada por la Corona, y por lo tanto bastante confiable, en una materia relativamente nebulosa.

La obra consta de tres partes y va de lo sencillo hacia lo complejo. En la primera, de 175 páginas, encontramos los recursos ordinarios, más frecuentes, ante el fuero estatal, contra "fuerzas" (= abusos) co­metidos en el fuero eclesiástico. La Segunda Parte, de p. 176 a p. 585, habla de aspectos más especiales de este recurso, menos frecuentes, e inclusive poco conocidos por los juristas de la práctica de aqueJlos tiempos, y la Tercera Parte, de p. 584 a 592, trata de los aspectos más excepcionales, sofisticados y discutibles.

Además, el Teatro de la Legislación Universal de España e Indias, de Xavier Pérez López, aquel diccionario jurldico en 28 tomos, publi-

%0 op. cit., p. 105. Aquf se usa todavfa el ,~nninode "Rep6blica" en d sentido de "Estado",

21 Sin embargo. tadavla en la actualidad observamos una gran confusión jurisprudencial alre­dedor de instituciones comunes y corrientes: pensemos en la disolución de una sociedad conyugal, evento tan frecuente, y la interpretación de cuya base legislativa tadavla está en tela de juicio.

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cado en Madrid entre 1791 y 1798, me ha sido muy útil para la prepa­ración del presente ensayo.

Pero también el famoso Salgado, esta vez no a través de su famosisi­mo Laberynthus Creditorum, sino en su De Regia Potestante, o Boba­dilla, con su Política de Corregidores han sido buenos consejeros durante la elaboración de este trabajo.

Además, en forma más incidental, el famoso Covarrubias, "el Bár· tolo español" ha contribuido con algunas opiniones a este ensayo, y las obras voluminosas de Gutiérrez y de Castillo a veces han resultado in­teresantes para la aclaración de nuestro tema, como también Barbosa (De Officio et Potestate Episcoporum AlIegationes) o el famoso Moli· na, con su De justitia et de Jure, mientras que la obra importante de Carlevalo, De judiciis, también contiene, passim, varias referencias a nuestro tema.

Consultando a todos estos autores, una vez más sentí claramente la injusticia de que hayamos guardado durante tantos años en estado de lamentable descuido la colección, excepcionalmente rica, de "perga· minos" referentes al derecho, que tiene nuestra Facultad.

En la literatura en cuestión encuentro también a veces referencias a una obra de Ramos, Ad Legemjuliam et PaPPiam, que no he logrado localizar entre nuestros "pergaminos".

También las opiniones de un autor italiano muy consultado en el mundo hispano, el Cardenal de Luca, a veces son mencionadas por los autores hispanos. en relación con detalles relacionados con este recur­so, ya que en el disperso mundo jundico de la Italia de aquel entonces encontramos el apello per abuso, equivalente del recurso de fuerza.

Además, para el recurso de fuerza en las Indias es interesante nuestro Juan de Solórzano y Pereyra, PoI. Indiana, Madrid, 16.36, V.3.n.27 y V.27 .n.26-345.

XI. Los tribunales competentes para conocer del recurso de fuerza

En el Prólogo a su mencionada monografta, el Conde de la Cañada nos comunica que en sus tiempos el recurso de fuerza fue usado muy frecuentemente en los "tribunales superiores" ¿Cuáles eran éstos?

En primer lugar el "Consejo", como dice la Nueva Recopilación en II.2.2., un término que, en cuanto a la Nueva España, a primera vista deberla significar "el Consejo de Indias";" sin embargo, en 1555 la Corona ha bia decidido que, por lo que se referia a asuntos relaciona-

22 En 1955 la Corona habla excluido el recurso de fuelfza de la competencia del Consejo de In­dias, opinando que el Consejo de Castilla tt'ndrla que ocuparse de este materia, pero mAs tarde la Corona cambió de opinión, al respecto. Véase A.A. I1.4 . .2 Y sus notas.

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dos con las Indias, "el Consejo" en cuestión seria el de CastiJIa, y esta decisión fue incorporada en la Nueva Recopilación. Al hacerse la Re­copilación de Leyes de Indias," empero, la Corona ya habla cam­biado de opinión, y dio competencia al Consejo de Indias, en los casos de conflicto competencial entre los tribunales estatales y los de la Igle­sia indiana. Y el Consejo de Indias conservo r;u competencia respectiva aun cuando, bajo los Barbones, muchas de sus atribuciones fueron trasladadas hacia las sucesivas "Secretaria," ."

Esta suprema autoridad conocerla de los recursos de fuerza inter­puestos contra extralimitaciones competenciales por parte de tribu­nales eclesiásticos dentro ..:e1 pertmetro de la Corte (hasta donde comenzaban las jurisd;.:ciones territoriales de Audiencias y Chancille­rlas)- algo que, para la N-leva España no tenia mucha importan­cia - pero además, tenia un poder de atracción para cualquier otro caso que por alguna razón le interesara, lo cual sl es relevante para nuestro tema.

La actuación del Consejo, en nuestra materia, tenia una importan­cia especial, ya que las decisiones judiciales de esta suprema autoridad gozaban de una aureola que llega cerca del stare decisis anglosajón: 25

encontramos que las sentencias del Consejo "reverenter imitandae in decisione causarum similium", o sea: "deben ser seguidas respetuosa­mente cuando se deciden causas semejantes"; por lo tanto, la jurispru­dencia en materia del recurso de fuerza, del Consejo de Indias pero también la de los otros Consejos de la Corte, debla ser tomada en cuenta por las Audiencias indianas.

Para los casos surgidos fuera del perlmetro de la Corte - como en el caso de las Indias- habla que recurrir, ya no a los Consejos de la Cor­te, sino a una de las dos ChanciJIerlas" (alternativa irrelevante para los casos indianos) o a una de las Audiencias.·7

La Sala de Mil y Quinientos podIa revitar algunas decL'Siones respectivu, del COPlC'jo. !5 11.2.4. t. El Auto Acordado 11.4.71, en IU n6mero 15 declara competentes. al r~pecto. la Sala de

Gobierno con la de 101 Mil Q.uinientol. Antel de 101 Barbones, 101 grandes Consejos, de India •. de Caltilla o de AtaJÓn. tuvieron funcione. legislativaI. administrativas y judiciales: el requisito montetquieuiano de la diYilión de 101 poderes todavla no habla .sido formulado. y, además. una vez fonnulado. tardarta tOOavla medio .iglo para penetrar en la realidad constitucional).

!5 Viue CaltiUa. en el Libro V de.us controwrsiCl •• cap. 89. n. 98. n Super-audiencia •. ntablecidu en VaUadolid y Granada. que tenlan. además de la compe'

tencia nonnal de cualquier Audiencia. jurisdicción exclusiva sobre ciertas categorias de litigios (por ejemplo. acerca de mayorazpl).

17 Una Re del 26.11].1689 (Muro Orejón. 01'. cit .• ]. Doc. 254) ordena a la Audiencia de Guadalajara de enviar los recunos de fuerza. presentamos en relación con los conflicto. entre obiapo. (clero seglar) y doctrineros (clero reglar) directamente "al Consejo" (se. de Indias. en elite catO). V~ue tambifn Nva. Rec. IIA. cap. 25. n. 15.

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La Nueva España (usando este nombre en su sentido intermedio)" contaba desde 1548 con dos Audiencias, la Virreina1, en la Ciudad de México, y la de Nueva Galicia, en Guadalajara." El modelo para su procedimiento, tratándose del recurso de fuerza, era el usado en las Chancillerlas de Valladolid y de Granada. '0 Habla que tramitar este recurso en forma rápida ,} y estos juicios gozaban de una exención de costas, salvo en caso de que el quejoso no habla tenido razón."

Para defender la labor de las Audiencias contra un exceso de que­jas, el recurso de fuerza sólo procedla contra sentencias definitivas, y contra aquellos autos interlocutorios que pudieran causar un daño irreparable. "

La competencia territorial de la Audiencia fue determinada de acuerdo con la sede del juez eclesiástico en cuestión, no según el domi· cilio del quejoso."

XII. El procedimiento típico del recurso defuerza en materia competencial

En el caso de la Nueva España. el recurso se presentarla ante una de las dos Audiencias, y éstas deblan dar preferencia a la petición res­pectiva y tramitarla en forma sumarlsima. En caso de darse entrada al recurso, mediante una "cédula de ruego y encargo" (en materia com­petencial también llamado "auto de legos")" la Audiencia ordenaría al tribunal eclesiástico que estuviera tramitando el caso que diera lu­gar a la reclamación, que remitiera los autos Integras y originales a la Audiencia, para lo cual la justicia eclesiástica tenia normalmente un plazo de 15 dlas.

28 "Nut:va Eapaña" es un concepto impreciso. En sentido amplio (a) es todo d territorio, teóri·

camente, protocolariamentt:, sujeto al Vir~y dt: la Nueva España, comprt:ndiendo inclusive Las Filipinas y el Mar Caribe. En sentido intennedio (b) es d territorio sujeto a la jurisdicción de las Audiencias de Mhico y (desde 1548) de Nueva Galicia, y en sentido estricto (e) es el sujt:tO a la jurisdicci6n de la Audiencia de Mfxico, o sea "la Audiencia Virreinal" (que desde . .. no e .. a coro tt: de a~laci6n res~cto de sentencias de la Audiencia de Nut:va Galicia).

29 La Audiencia de La Nueva Galici.a, cruda en 1548, sólo en 1561 recibió competencia para conocer de recursos de fuerza.

50 Rec.deIndias, 11.15.154. ~1 Rec. de Indias, 11.15.142. Tamb¡~n la facultad de d«idir ciertos casos en ausencia del Presidente de la Audiencia tenia

por finalidad la de favorecer la rapidez (Nva. Ree. 11.5.58). SI! Re<:. de Indias. 11.25, 49 &. 50. " Nva. Rec. n.5.57 (1542). H Nva. Rec. 11.5.59. lS Esta cédula, en caso de ser desobedecida, fue normalmente seguida por una "sobrecarta

conminatoria" .

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Además la Audiencia emplazarla al Fiscal Eclesiástico y a los demás interesados, yen aquel inicial "auto de legos" la Audiencia habitual­mente declararla nulo todo lo que el juez eclesiástico ya habla decreta­do en este caso (embargos, detenciones, etc.). Inclusive ordenarla a la justicia eclesial que alzara las "censuras" (o sea sanciones espirituales), por un término de 80 dIas (plazo normalmente suficiente para deter­minar si el caso regresarla a la justicia de la Iglesia, o si realmente correspondla a la justicia secular, como opinaba el quejoso).

Si, en ojos de la Audiencia, la queja habla sido justificada, se remi· tia luego el caso al juez secular correspondiente, que podla ser la misma Audiencia, pero que también podIa ser algún otro tribunal es­tatal. Sin embargo, la Audiencia tenia la facultad atractiva, o sea: po­dla opinar que, en vista de ciertas particularidades del caso era conve­niente que ella misma siguiera ocupándose de aquel asunto.

La decisión respectiva de la Audiencia debla limitarse a la declara­ción que el tribunal eclesiástico habla "hecho fuerza" por el hecho de considerarse competente.

Contra las sentencias de las Audiencias que resolvieran este recurso, no habla suplicación (i.e. la forma ordinaria de apelación), e inclusive los elementos accesorios de la sentencia (por ejemplo, multas impues­tas por la Audiencia a los clérigos responsables de la "fuerza") no po­dIan corregirse mediante remedio alguno.

Los jueces eclesiásticos en cuestión fueron tratados, formalmente, con gran cortesla, pero si resultaran ser renuentes a colaborar con la justicia secular en la tramitación de este recurso, O sea después de un cuarto requerimiento, se exponian a "ocupación de temporalidades y extrañamiento del reyno".

Este recurso normalmente no causaba costas (en fin, el quejoso ayu­daba a la Corona a afirmar su superioridad respecto de la Iglesia), pero si el quejoso lo habla fundado en una falsa relación de los hechos, entonces si, se verla condenado en costas.

XIII. Tres ramas en cuanto a la distribución competencial entre Iglesia y Estado

Desde luego, para la protección del público lego contra la influen­cia indebida de organizaciones eclesiásticas, y también para garanti­zar al clérigo individual que la justicia eclesiástica no lo tratarla arbitrariamente, este recurso era esencial; pero también lo era para la pretensión de la Corona de que la Iglesia, dentro de su territorio, no se

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ocupara de ciertas cuestiones que el Estado consideraba como extra­eclesiásticas.

Hemos visto que una de las tres funciones del recurso de fuerza era la función competencial, la de determinar donde corrla la linea divi­soria entre los litigios eclesiásticos y los seculares. Pues bien, a este res­pecto podemos distinguir entre tres importantes zonas.

A. Litigz'os indiscutiblemente eclesiásticos

A pesar del vivo interés del público y de la Corona en una generosa aplicación de este recurso, habia algunos temas jurisdiccionales ecle­siásticas que estuvieron inmunes ante el mismo. Se destacan, al res­pecto:

1) Conflictos intra-eclesiásticos

Controversias entre organizaciones eclesiásticas y sus sub-orga­nizaciones o clérigos sometidos a ellas, como regla general no podian salir de la órbita eclesiástica con ayuda de este recurso.

Sin embargo, la Corona estableció algunas reservas al respecto; asl, los pleitos entre obispos y doctrineros (generalmente pertenecientes al clero reglar) dentro de las diócesis de aquéllos, deblan dirimirse ante la justicia secular.

2) ControverSIas matrimonzales

Además, toda controversia legal referente al matrimonio, por tra­tarse de un sacramento, fue considerada por la Iglesia como pertene­ciente a su jurisdicción, sin que hubiera protesta al respecto por parte de la Corona.

3) Juicios inquisitoriales sobre cuestiones de fe

La Corona admitia que los litigios tramitados ante la Inquisición, n? deblan salir de ésta mediante recursos de fuerza. Es verdad que, si estas controversias versaban sobre asuntos sólo ,'nd'irectamente rela­cionados con la fe" la justicia estatal, invocada mediante el recurso de fuerza, podia controlar si en el camino hacia las sentencias se hubiesen cometido infracciones a las reglas procesales, pero este uso del recurso

56 El Teatro de la Legislación menciona como ejemplo las controversias acerca de la prohibi­ción de libros.

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de fuerza se refiere a otra función del mismo. distinta de la competen­cia. único aspecto del recurso d" fuerza que aqul analizamos.

La mencionada inmunidad del Santo Oficio ante un traslado de sus casos hacia la justicia secular se justificaba mediante el argumento de que el ambiente secretivo de los juicios tramitados ante el Santo Oficio sobre cuestiones como las de herejla. era incompatible con la publici­dad que acompañaba el estudio de este recurso por la Audiencia. Ade­más. las dudas sobre la competencia de la Inquisición en ciertos casos (y sobre la debida tramitación de ellos. que podia controlarse median­te otra rama del recurso de fuerza. como vimos). podlan llevarse ante el Consejo de la Inquisición en España. y como este Consejo estuvo su­bordinado al Rey. en caso de necesidad la Corona pudo intervenir en aquel nivel. en forma más discreta.

Pero también hubo otro camino para dejar sentir a la Inquisición que ésta estaba bajo control estatal: en caso de dudas estatales acerca de la competencia de los inquisidores. la Audiencia podla pedir que el decano del tribunal inquisitorial en cuestión se juntara con el deca· no de la Audiencia que era competente por razones de territorio. 57 En caso de no ponerse de acuerdo en forma amigable. la Inquisición re­dactarla luego una lista con nombres de tres prelados. de los cuales el Virrey nombrarla a un tercero en discordia. el cual formarla junto con aquellos dos primeros altos funcionarios la "Sala de Competencia" que decidirla la controversia competencial que habla surgido.

4) Controversias sobre la Bula de la Cruzada

Otra excepción. también válida para la Nueva España. la constitu­yeron las decisiones del Comisario General de Cruzada. relacionadas con actos de ejecución ligados a aquel impuesto de la Bula; aunque pudieran perjudicar al público lego. de la Cañada admite que la Co­rona habla prohibido a sus jueces que interfirieran con esta materia.

5. Controversias sobre el derrame de la ayuda eclesiástica a la Corona

A veces. cuando la Iglesia se mostró generosa hacia la Corona. como después de la costosa Guerra de Sucesión. prometiendo reunir algún impresionante donativo mediante un sistema de derrame. el Rey prohibió a las Audiencias en las Indias aceptar el recurso de fuer­za contra pretendidas arbitrariedades cometidas por las autoridades

57 En una época posterior el Inquisidor en cuestión se reunla, no con el decano de la Audien­cia sino con el Presidente de la. misma.

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eclesiásticas en la determinación y el cobro de las cuotas individuales que resultasen. "Una mano lava la otra". "

6. Remoción concertada de un clérigo

Además, en la Recopilación de Leyes de Indias hallamos" que si, de acuerdo con el Real Patronato Indiano el representante de la Corona y el Prelado indicado para tal caso, juntos hablan retirado un benefi­cio eclesiástico a algún clérigo, el perjudicado no podla recurrir al recurso de fuerza, cosa lógica. ya que no se trataba realmente de un asunto decidido por un tribunal eclesiástico, sino por una comisión mixta.

La Iglesia trataba siempre de extender la lista de estas materias excluidas del recurso de fuerza,40 pero los juristas de la Corona siempre alegaban que no pudiera haber exención alguna a dicho recurso sin apoyo claro en algún texto legislativo estatal: la analogla o la costumbre no podían ampliar la lista que acabamos de ver.

B. La zona indiscutiblemente secular

En el otro extremo de la problemática competencial se encontraban los litigios que el Estado reclamaba para si, sin encontrar gran resis­tencia por parte de la Iglesia: litigios entre legos, entre autoridades seculares inter se, o entre autoridades seculares y legos. La Iglesia hubiera podido alegar que sería difícil encontrar alguna controversia civil o penal en la que no hubiera ciertos aspectos ligados a la esfera espiritual, a través del concepto de la ética, de manera que los tribu· nales eclesiásticos no deberian encontrarse excluidos, per sé, de las mencionadas categorías de litigios, pero parece que la Iglesia no intentó esgrimir este argumento, comprendiendo de antemano que no tendría éxito, ya que la voz del Estado, siempre prevalecería en el recurso de fuerza.

C. La zona gris entre la indiscutible competencia eclesiástica y la estatal

Dentro de esta tercera zona, en la que ambas partes, Estado e Igle. Sid, tenlan buenos argumentos a su favor, el recurso de fuerza en·

'H Además hubQ ciertos campos, vedados a corrección mediante este recurso, que tentan inte­rfs fara la Pentnsula, pero nQ para las Indias.

3 1.6.38 & 39, con ingredientes de decisiQnes de 1603 y 1654. 40 De la Cañada, op. cit. Parte Primera, pasúm.

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contraba una aplicación decisiva, y serna de instrumento aclaratorio, trazando la linea divisoria. Y como este recurso se encontraba entre manos estatales, en la mayoria de los casos dudosos la decisión favore­cia, como es natural, a la justicia secular (sobre todo en tiempos del regalismo borbónico, tan desconfiado de las pretensiones de la Iglesia).

1) Controversias sobre la administraci6n de fundaciones piadosas laicales

Una importante zona de fricción entre las dos jurisdicciones fue la de las Obras Piadosas y Patronatos, fundados por legos con fines liga­dos a la religión, pero administrados por legos.

Es dificil exagerar la importancia que hayan tenido en la Edad Media los patronatos para la cristianización de Europa, o la importan­cia de las obras piadosas para la beneficencia, el cuidado hospitalario y la educación. Mediante tales patronatos o fundaciones de obras pias, personas poderosas y opulentas, con el fin de ayudar para la propaga­ción de la fe, ya menudo en la esperanza de poder borrar asi algunos renglones poco edificantes en la cuenta que les correspondia en la con­tabilidad celeste, dieron terrenos o dinero, o ambos, para establecer capillas, hospitales, monasterios, etc.

En muchos casos los patronatos pertenecian a la categoria de los "patronatos colativos", lo cual significaba que su administración correspondia a órganos eclesiásticos. Entonces, los ingresos de los bienes dotados quedarian "libres de pechos", y toda controversia acer­ca de la administración de los bienes y aplicación de los ingresos correspondia a la competencia de la justicia eclesiástica: pero en muchos otros casos (en la mayoria, por lo que a España se referia) el generoso lego que habia tomado la iniciativa para la creación de un patronato, reservaria para su familia ciertos derechos "patronales" (por ejemplo, de intervenir en la administración de la fundación en cuestión, de ocupar asientos especiales en las iglesias por él fundadas, de presentar candidatos para ciertas posiciones clericales, de hacer ce­lebrar ciertas misas para el descanso de las almas de la familia, etc.), y en caso de controversias entre legos y orfanizaciones eclesiásticas rela­cionadas con tales patronatos "laycales' , la Corona insistia en la com­petencia de la justicia secular.

Aunque en esta categoria "laycal" el control sobre la administración de las fundaciones correspondia generalmente a los obispos, esto, en opinión de la Corona, de ningún modo justificaba que las controver-

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sias sobre las cuentas fuesen dirimidas ante el fuero eclesiástico: una cosa es el control, pero otra cosa, muy distinta, es la determinación del fuero competente en caso de litigación; además. bienes que sernan para fines piadosos, según autores regalistas, no dejaban de ser bienes profanos, sujetos a la justicia secular. Por lo tanto, si los administrado­res eran laicos, la Iglesia no tenia argumento alguno para atraer los litigios respectivos hacia sus tribunales.

Es interesante, al respecto, que ya las VII Partidas, a mediados del siglo XIII. establecieron" que el Obispo, cuando tiene problemas con el administrador laico de una obra piadosa, debla someter el caso a un juez secular; si este juez se comportara negligentemente. entonces el obispo podía amonestarlo, y si no tuviera éxito con tales amonesta­ciones, este prelado podía dirigirse al rey; pero no podla invocar la jus­ticia eclesiástica.

En los casos de incumplimiento de los administradores legos, bien comprobado y sin controversia en cuanto a la cantidad monetaria exacta, varios prestigiados autores anteriores a de la Cañada habían considerado que un fuero mixto seria competente, o que a prevención ~ a elección del actor ~, los jueces estatales o eclesiásticos podlan ha­cer ejecutar un saldo liquido. En tal caso, según ellos, la actuación del primer tribunal que hubiera aceptado el caso no podia ser discutida y revisada por algún juez del otro fuero: ubi coeptum est semel '-udi· cz'um, z"bif'inire debe!: la elección preventiva era definitiva. Pero si el saldo no estuviera líquido, y la liquidación (o sea la determinación exacta de la cantidad debida por el administrador) diera lugar a una controversia, sólo los jueces estatales podlan conocer del litigio en cuestión, no los eclesiásticos, que sertan juez y parte. Los obispos podian visitar a los administradores legos, inspeccionar su gestión, y presionarlos extrajudicialmente, inclusive mediante sanciones sobre­naturales, pero un litigio sobre la determinación de las cantidades exactas debidas por ellos, correspondla al fuero estatal, y si un juez eclesiástico se ocupara de tal cuestión, el lego, mediante un recurso de fuerza, podía hacer trasladar el litigio hacia la justicia de la Corona.

El Conde de la Cañada rechaza la anterior opinión, expresada por autores renacentistas, para lo cual se apoya en una Real Provisión del 13.IX.1769, de tiempos de Carlos III, que establecia a un Defensor General de Fundaciones Pias y Patronatos Laycales y precisaba nuevas normas al respecto, en perjuicio de la justicia eclesiástica.

41 P.1.6.48.

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2) Delitos contra clérigos

La Iglesia consideraba también como litigios que por naturaleza correspondlan a sus tribunales, los que surgieran por ofensas al clero (por ejemplo, robos y asaltos en perjuicio de clérigos, o asesinatos de ellos). A este respecto, la Corona hacia una concesión parcial, estable­ciendo que tales delitos tentan un aspecto doble: un sacrilegio - delito de la competencia eclesiástica - y un delito común, de la competencia secular. Por ejemplo, un asalto contra un sacerdote podla verse por la justicia eclesiástica desde el ángulo de sacrilegio, pero la faceta "asal­to" debla ser tramitada ante la justicia secular. 4'

3. Delitos ligados a preceptos religiosos

Otra categorla de casos que la Iglesia reclamaba para su justicia, pero que mediante el recurso de fuerza fue finalmente trasladada ha­cia la justicia secular. se referfa a delitos intimamente relacionados con la fe, como bigamia, sodomla, conducta indecorosa dentro de una iglesia," o el delito de "jurar en vano". La única injerencia que en estos delitos podlan tener los clérigos, según el sentir de la Corona, fue la de denunciar tales casos a la justicia real; además podlan imponer sanciones sobrenaturales en añadidura a las sanciones seculares que impusiera la justicia real; sin embargo, si la justicia secular absolviera, mientras que la justicia eclesial impusiera sanciones espirituales, me­diante el recurso de fuerza el individuo afectado podla hacer alzar ta­les "censuras" eclesiásticas. 44

En relación con el incumplimiento de deberes, garantizados me­diante juramento, se presentaba una situación especial en relación con funcionarios públicos: cada nuevo funcionario estatal tenta que jurar que cumplirla lealmente con sus deberes oficiales, pero los tribunales eclesiásticos no podlan tomar tal juramento, institución religiosa, como pretexto para aceptar en sus tribunales quejas del público o de organizaciones eclesiásticas contra el funcionario, por su pretendido incumplimiento. Esto hubiera podido llevar hacia un enjuiciamiento general de la actividad polltica y burocrática por jueces eclesiásticos: por lo tanto, la Corona, dando el perfil concreto al recurso de fuerza, habla vedado a la justicia eclesiástica toda decisión sobre la cuestión de si un juramento habla sido en vano.

4Z Solónano. Poi, Indiana, V.18.16. 45 Nueva Rec. 1.2.1. .. Nueva Rec. 1.1.10.

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5) Controversias sobre el derecho de familia en general

Según la Iglesia, el matrimonio es un sacramento: no se celebra en la tierra, como cualquier otro contrato, sino en el cielo; y el Estado aceptaba esta afirmación, de manera que no hubo discusión sobre la jurisdicción de tribunales eclesiásticos en controversias sobre el matri­monio. Pero cuando la Iglesia, en vista de que el matrimonio es una institución tan central en materia familiar, quiso aprovechar lo ante­rior para extender de paso su jurisdicción a cualquier controversia familiar, el Estado se opuso, ya fines del siglo XVIII ya quedaba bien establecido el principio, reforzado por el recurso de fuerza, de que, fuera de lo matrimonial, la justicia de la Iglesia no podia dirimir las controversias familiares.

6) Juicios sucesorios

A fines del siglo XVIII un autor regalista como el Conde de la Caña· da opinaba que los juicios testamentarios correspondían a la justicia secular, con excepción de los casos en que un clérigo legara por testa· mento todo su patrimonio a la Iglesia. Sin embargo, inclusive de la Cañada tuvo que reconocer que exisUa al respecto una zona que po­dría prestarse a dudas legítimas: la de los juicios que podrian surgir si un lego (no un clérigo, como en la excepción anterior) dejase toda su fortuna a obras plas, 45 pero la práctica del Consejo Real parece haber sido que tales casos dudosos también correspondieran a la justicia real. De la Cañada reconoda que la situación quizás podria conside­rarse como discutible de lege condenda, pero de lege condita estuvo de acuerdo con esta práctica, ya que una Real Cédula especial del 15.XI.1781 habia confirmado oficialmente esta actitud del Consejo.

7) Controversias decimales

Otra zona conflictiva ha sido siempre la litigación sobre controver­sias "decimales" o "diezmales" (o sea sobre la determinación y el cobro de los diezmos, el principal impuesto eclesiástico, a veces también lla· mado el de "diezmos y primicias"). 46

45 Véase Gutiérrez. PTacticorum Quaestiones, n. 9AS.n.!!..

46 Mediante una interpretación bastante audaz del principio del derecho mosáico. de que los diezmos de la cosecha y primogénitos de los rebaños. deblan reservarse para ciertas fiestas reli­giosas domésticas, la Iglesia habla introducido este impuesto a fines del siglo V, quizás primero como costumbre, fortaleciendo luego esta institución consuetudinaria mediante normas canóni­CM.

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En las Indias, el cobro de los diezmos correspondia a la Real Ha­cienda, y de lo cobrado, el Fisco estatal solla retener una novena par­te, entregando luego el saldo a la Iglesia, que debla usarlo en una for­ma convenida con la Corona. 47 La situación podia complicarse por la frecuencia con que se "daban en arrendamiento" los diezmos y primi­cias a ciertos individuos u organizaciones legos, los "diezmatarios". 48

Parece que toda controversia acerca de la determinación y del cobro de tales diezmos, era de la competencia secular. Además, si la Iglesia trataba de aumentar los diezmos sin autorización por parte del Estado, éste ofrecla al público perjudicado el "recurso de nuevos diez­mos" - una rama del recurso de fuerza - .

Con este sistema raras veces podia surgir una duda acerca de la competencia secular para las controversias decimales: la Iglesia no po­dia aumentar unilateralmente el peso de los impuestos eclesiásticos, la justicia real decidla en cuanto a la determinación del crédito fiscal in­dividual, los conflictos del público con los "publicanos" eran de com­petencia secular, y el responsable de la ejecución fiscal respectiva era también la justicia secular. 49

8) Multas eclesiásticas

En relación con este tema mencionaremos también que la Iglesia no podia condenar a legos, eficazmente, a penas pecuniarias, un princi­pio que el Derecho Indiano expresamente confirmaba. 50

9) Juicio contra paganos

Casos contra indlgenas paganos quedaban totalmente vedados a la justicia eclesiástica. 51 En caso de descubrir violaciones de esta regla, el Protector de Indios, adscrito a cada Audiencia indiana, podla quitar el caso a los jueces eclesiásticos median.te el recurso de fuerza .

• 7 Este impuesto {avoreda sobre todo al alto clero; el bajo clero viv1a más bien de los derechos parroquialea.

f8 Recu~rdeR lo. "publicaDos" del Nuevo Testamento. 49 Ignoro si aqul. en la Nueva España. el sistema del arrendamiento de impu~tos tambifn se

haya extendido hada el campo decimal, en cuyo caso es de suponerse que la Real Hacienda haya figurado como parte en el contrato ~pectivo. de manera que, lógicamente (altalia en tales arreglos la clAusula excepcional que otorgara competencia la justicia eclesiástica. pero no he hecho al respecto una investigación documental. Conozco, empero, casos de arrendamientO de impuestos en la Nueva Espma en los cuales los gremios de mercaderes, o sea los Consulados, figuraban como arrendatarios, de manera que el sistema de los "publicaDOS" no era desconocido en estas tierras.

50 R.1.1.7.47. li1 R.1. 1.10.4,

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10) Procesos penales contra clérigos

Durante mucho tiempo la Iglesia reclamaba con éxito para sus tri­bunales los casos de delitos, cometidos por clérigos, para que "la ropa sucia se lavara dentro de la casa", pero durante las últimas décadas del siglo XVIII el regalismo borbónico exigta que los delitos "graves" sobre todo delitos de subversión - se llevaran hacia la justicia secular.

11) Controversias sobre el asilo en sagrado

Otra zona de fricción era la del derecho de asilo que la Iglesia se arrogaba, prohibiendo que oficiales seculares entraran inclusive en domicilios u otras propiedades inmobiliarias, privadas, de clérigos.

Esto dio lugar a un pintoresco conflicto en Guadalajara, en 1565:" unos indios, asaltantes de camino, hablan sido capturados; como eran influyentes en sus pueblos, la Audiencia de la Nueva Galicia habla pospuesto el juicio, para que las emociones en el mundo indlgena se calmaran un poco, y durante este intervalo los reos huyeron al Con­vento de San Francisco, en Guadalajara. La Audiencia mandó a un Alguacil para reclamarlos, pero el Obispo, Ayala, conocido como de malas pulgas, se presentó personalmente en el Convento para protes­tar contra esta violación del pretendido derecho de asilo de la Iglesia. Los indios se agarraron de las rodillas y ropa del obispo, yen la tarea de recapturar a los acusados, el alguacil y su gente dieron unos golpes al prelado. Los indios fueron recapturados, enjuiciados y ahorcados, pero el tribunal del obispo pronunció la excomunión contra Lope de Cisneros, el alguacil, y como éste era comerciante, la excomunión le dolla, no sólo en su alma sino también en su patrimonio. La Audiencia de Guadalajara dio entrada al recurso de fuerza contra el obispo, y exigió la suspensión de la excomunión. Cuando Ayala deso­bedeció a este Auto, fue condenado a confiscación de bienes y exilio. En cuanto a los bienes, la Audiencia no encontró gran cosa; lo único interesante fue una esclava negra, cocinera del obispo, que fue llevada a prisión de la Audienci.

El obispo mismo se escondió, y luego extendió la excomunión a to­dos los oidores. Como contestación, la Audiencia formuló un Auto que obligó al Obispo a levantar esta excomunión colectiva, per:o , en vez de obedecer, Ayala la agravó todavla mediante un interdicto gene-

52 V~a~ Parry. op. cit. ~n la Bibliografia, pp.

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ral en perjuicio de toda la ciudad de Guadalajara, que de pronto se quedó sin servicios religiosos ... Overreact'ion on overreaction!'.

Afortunadamente, era el año de 1565, o sea el del Segundo Concilio Mexicano, de manera que el Arzobispo, dispuesto a ayudar para que liquidar este grave conflicto entre Estado e Iglesia, requirió la pre­sencia de Ayala en aquel Concilio (o sea en la capital). Durante la ausencia de Ayala, era más fácil arreglar el problema jalisciense con el representante que Ayala habia dejado allí, su Provisor, y cuando Ayala regresó a su sede, encontró el conflicto resuelto en sentido favo­rable a la Audiencia (contrariamente a sus instrucciones).

En los próximos dos siglos y medio, el derecho de asilo sufrió otras menguas, a través de la expedición de nuevas normas o mediante la aplicación del recurso de fuerza, y cuando se iniciaba la Indepen­dencia el asilo en sagrado se encontraba reducido a proporciones mínimas.

12) Ejecucz'ón de sentencias legítimamente ecleszasticas

Inclusive si la justicia de la Iglesia hubiera tramitado un caso váli­damente, también según la opinión de la Corona, de todos modos, después de la sentencia los jueces eclesiásticos no podian continuar el caso hacia el procedimiento ejecutivo que eventualmente se necesita­ra. Aprehender a condenados y embargar bienes era de la competen­cia exclusiva del brazo seglar, salvo delegación expresa por la justicia secular a la eclesiástica." Por este uso del brazo secular la Iglesia tenia que pagar derechos en caso de tratarse de sentencias contra españoles; tratándose de indios, este servicio del Estado a la Iglesia era gratuito. 54

Lo que hizo esta intervención secular muy dolorosa para la Iglesia fue el hecho de que el juez secular, antes de prestar su brazo para la ejecución de una sentencia eclesiástica, tenía la facultad -el de­ber. inclusive - de estudiar si la sentencia eclesiástica era realmente "justa",

XIV. The church strikes back: las censuras

En caso de considerar que una sentencia estatal contra pretendidos abusos ("fuerzas)" de la Iglesia tuviera un contenido injusto, la Iglesia podia reaccionar mediante "censuras". o sea mediante sanciones eele-

!>3 V~ase Nva. Rec. 1.4.6 y IV .L.14/15, Y Rec. de Indias, 1.10.12. S4 R,I. 1.10.4.

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siásticas (como la excomunión), en cuyo caso el juez secular podia pe­dir al tribunal eclesiástico, superior al que lo había "censurado", que se alzaran tales sanciones espirituales. 55

Si luego la justicia de la Iglesia no le hiciera caso, el juez "censura­do" podia interponer el recurso de fuerza ante la Audiencia corres­pondiente_ Por lo tanto, "el cuchillo de las censuras" no era una arma definitiva en manos de la Iglesia. aunque mientras tanto, antes de una decisión favorable por parte de la justicia real, las censuras po­dían doler a la conciencia del juez excomulgado y perjudicar a Su pres­tigio social.

Sin embargo, generalmente tal sufrimiento no duraria mucho tiem­po, ya que el auto que resultara el recurso de fuerza solía expedirse pronto, y, además, tenía una eficacia inmediata, ya que la Recopila­ción de Leyes de Indias 56 estableció como resultado de tal auto que la Iglesia debía absolver de tales censuras, "sin réplica y sin dar lugar a que se use de rigor".

XV. El Estado prohibe las censuras como represalias por sentencias seculares

Por lo tanto, en aquella época de religiosidad y de un monopolio oficial de la Iglesia Católica, tales "censuras" de la justicia eclesiástica - el "cuchillo eclesiástico" - podían ser dolorosas para los jueces afec­tados, pero solamente por unos momentos, ya que por regla general. finalmente, la justicia secular obligaría a la justicia eclesial a levan­tar esta sanción. Sin embargo, aquella fase intermedia, del recurso ante el juez eclesiástico, superior al que había impuesto las censuras, podía dar lugar a retrasos, e inclusive a sabotaje por parte de la justi­cia eclesial.

Por esta razón, y probablemente también a causa del carácter "hu­millante" de un recurso que el Estado tendria que interponer ante aquel juez eclesiástico superior (una Corona que se respeta ordena. pero no suplica). una Real Cédula del 19. XI.1771 (ignoro si haya reci­bido del Consejo de Indias el "pase" necesario para tener validez en las Indias), eliminó aquel recurso intermedio, y ordenó que el juez ecle­siástico, irritado por la conducta profesional de un juez secular, en vez

:'5 Un autor tan reg<ilista como Cañada consideraba que esta petición (en realidad un recurso) de un juez secular antl;" un juel eclesiástico era una institución humillante para la Corona, y por lo tanto indebida. op. cit_ p. 79.

56 RI 1.10.9. con ingredientes de Res de 1586 y 1594.

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de recurrir a "censuras", debla dirigirse con su inconformidad "en de­rechura" al Consejo, o inclusive, por vla reservada, al Rey mismo, a través del Despacho UniversaL Asl, desde 1771, el juez eclesiástico ya no podla vengarse mediante sanciones eclesiásticas a un juez secular que hubiera intervenido con éxito en la labor justiciera de la Iglesia. Este, en ojos de la Corona, sólo habla cumplido con su deber (aunque tal deber quizás irritase a las autoridades eclesiásticas)_

Esta cuestión estuvo ligada a la famosa controversia entre Estado e Iglesia acerca de la Bula In Coena Domini. Esta Bula contenla un ca­tálogo de actos que deblan considerarse como delitos contra la Iglesia, y desde el comienzo del siglo XIII debla leerse cada Jueves Santo. Paulatinamente se alargó esta lista, hasta que, en 1627, el contenido de esta Bula cristalizó en forma definitiva_ Como uno de los delitos en cuestión, se mencionaba el del juez secular que como consecuencia del recurso de fuerza quitara a un asunto a la justicia eclesiástica. Eviden­temente, la Corona, en virtud del Real Patronato sobre la Iglesia, prohibía la lectura de ~sta Bula, enfrentándose a una desobediencia muy frecuente por parte del clero, y esta cuestión continuaba siendo una manzana de discordia hasta 1770, cuando el Papa Clemente XIV finalmente cedió a la presión de la Corona y suprimió la lectura anual de esta Bula.

X VI. ¡ Podfa el recurso de fuerza verse minado mediante consuetudines contra legem?

Permltanme, en este punto, una breve excursión acerca de la muy particular relación que exisUa en tiempos novo hispanos entre el de­recho escrito y las costumbres que lo contradijeran. Es precisamente en relación con el recurso de fuerza que surgió una interesante contro­versia acerca de la validez de costumbres contra legem, que hubieran cristalizado - en este caso - posteriormente a la clara norma anticle­rical de Nva. Rec_ IV.1.15. Los autores reconocieron que la nueva norma monárquica anulaba las costumbres contra legem que exis­tieron en el momento de su expedición; pero la discusión versaba luego sobre la duda de sin con posterioridad a esta clara norma legislada, pudiesen tomarse en cuenta nuevas costumbres razonables y válidas, incompatibles con esta norma del ius scriptum. En la obra del Conde de la Cañada vemos que a fines del siglo XVIII ya estaba triun­fando la opinión moderna, de que también para el futuro la norma le­gislada corta el camino hacia nuevas costumbres válidas contra

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legem,57 pero con una salvedad: si el público se adhiriera a tales nuevas normas "con ciencia y paciencia del Rey". entonces debla suponerse que la Corona habla reconsiderado la situación, y que la opinión monárquica más reciente abrogaba aquella actitud anterior de la Corona, que habla sido expresada en aquella norma de derecho escrito.

Sin embargo. esta presunción sólo haria prevalecer la consuetudo contra legem en casos bastante claros: en casos nebulosos no era admi· sible la mera conjetura de que la Corona probablemente se hubiera dado cuenta de la existencia de una costumbre contraria a sus órdenes escritas.

XVII. Desaparición del recurso de fuerza en México; su supervivencia en otros paúes

A ralz de la Independencia de México hubo una interesante contro­versia entre la Iglesia y la nueva nación. La Iglesia en México conside­raba desde 1821 que el Real Patronato Indiano, tan molesto para la Iglesia, habia estado tan intimamente ligado a la Corona, que este Patronato habia perdido su eficacia desde e! momento en que la Coro­na ya no tuvo influencia en México.

Contrariamente a esta opinión, el nuevo Estado consideraba, desde luego, que era e! heredero de la Corona, de manera que todas las fa· cultades que e! Patronato, antes, habla otorgado a la Corona, ahora les correspondieron a las nuevas autoridades.

La controversia no fue resuelta y cuando finalmente, en 1836, la Santa Sede reconoció oficialmente la Independencia de México, a pesar del carácter conservador de! gobierno de aquel momento, el ambiente politico general de! pals todavia no se prestaba para la ce­lebración de un Concordato; y unas décadas después sobrevino la Re­forma, creando una atmósfera polltica en la que era imposible reco­nocer validez oficial alguna a los actos de tribunales eclesiásticos, de manera que el recurso de fuerza ya no tenia materia a qué aplicarse.

Es interesante, empero, que antes de la Reforma (1859), todavia existia e! fuero eclesiástico. 58 Era pensable, desde luego, que en éste pudieran cometerse fallas procesales, o que alli un juez se negara inde­bidamente a admitir recursos previstos en el sistema procesal eclesiás-

57 op. cit., p. 70. 511 La Ley Juárez, de 1855. abre la lucha oficial contra dicho fuero, pero todavta no lo ataca

frontalmente.

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tico, O que el fuero de la Iglesia se ocupara de asuntos que, en opinión del Estado, quedaran fuera de su competencia. Sin embargo, las leyes forenses anteriores a 1859 que he revisado (de indole federal o dis· trital) no hacen referencia a dicho recurso, lo cual no deja de ser extraño.

En otros paises, el recurso de fuerza ha tenido una suerte variada. pero fue perdiendo su aplicabilidad en la medida en la que sentencias, emanadas del fuero eclesiástico perdieran su eficacia estatal.

En la actualidad todavia juega un papel práctico en Italia, España, Argentina y Colombia."

XVII. Recurso defuerza Y juicio de amparo

Frecuentemente vemos el recurso de fuerza mencionado entre los antecedentes de nuestro juicio de amparo. ¿Es justificado?

1) Una distinción básica entre las dos instituciones se presenta en re· lación con lafinalidad de las dos figuras. La del amparo es fundamen· talmente la defensa de las mal llamadas ''garantfas individuales ", o sea los derechos intocables del individuo confirmados (o, según algu. nos, creados) por la Constitución. Pero aliado de esta función primor. dial surgió durante el siglo pasado otra más: la función· casación del amparo, basada en una interpretación algo artificiosa del articulo 14 constitucional.

La tarea de dirimir dudas acerca de la distribución de los juicios dentro del poder judicial secular, corresponde actualmente primor· dialmente al sistema de la inhibitoria y de la declinatoria. Sin embargo, esta materia no queda completamente ajena al juicio de amparo, ya que el desarrollo del "amparo· casación" ha otorgado a los jueces encargados del amparo, un control general de la legalidad, dentro del cual también las reglas sobre la competencia judicial secu· lar quedan bajo la vigilancia potencial de los jueces federales. 60

Por lo tanto, en materia competencia] encontramos que el juicio de amparo permite guardar limpias las lineas divisorias (1) entre las como petencias legislativas (federal o local) y (2) dentro de la justicia secu· lar, aunque nunca por iniciativa autónoma de los jueces en cuestión.

En cambio, el recurso de fuerza en su aspecto competencial (usado

59 Para su extinción en Argentina, véase el excelente estudio de Abelardo Levaggi, que figura en la Bibliografta.

60 Digo "potencial". ya que esta rama de la justicia no puede intervenir de oficio cuando tiene conocimiento de una violación de las reglas sobre la competencia judicial.

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para combatir "la fuerza de conocer") suponía un dualúmo que en la actualidad ya no existe, o sea: entre

a) la jurisdicción eclesiástica con, en ciertas áreas, eficacia oficial, y b) La jurisdicción secular. Era una institución de la justicia estatal, que debía dejar sentir a las

autoridades judiciales eclesiásticas hasta dónde la Corona les permitía ir, y dónde comenzaba por parte de la justicia clerical una "fuerza de conocer" .

2) Como el amparo también sirve para proteger al ciudadano contra errores cometidos en cuanto a la legalidad (amparo-casación), también a este respecto encontramos una diferencia y una coinciden· cia. El recurso de fuerza no servía, como el amparo, para proteger al público contra defectos de la justicia estatal, pero si podia proteger al ciudadano (inclusive al clérigo) contra las "fuerzas de proceder" (inclusive las "fuerzas de otorgar", como dije arriba) cometidas por la justicia eclesiástica.

3) Además, el recurso de fuerza tenía la finalidad política de dejar sentir claramente a la Iglesia quién era el verdadero soberano dentro de las fronteras del mundo hispano, un aspecto que en mi opinión fal­ta en el amparo (aunque no se puede negar que nuestro sistema de amparo puede tener un saber centralista, anti-federal).

4) Además, el recurso de fuerza, usado contra la fuerza de proceder, sólo podía ser esgrimido en contra de las pretensiones eclesiásticas, o sea en forma as'imétrica, mientras que el amparo, en materia compe­tencial legislativa, es sl'métrico, y puede servir, tanto para combatir un indebido acto legislativo federal, como un indebido acto legislativo local.

5) Otra simetría, empero, es común a ambas instituciones: para la decisión acerca de la distribución de la competencia entre dos esferas (la jurisdicción de la Iglesia o del Estado, en el recurso de fueza; la fa­cultad legislativa de la Federación o de una entidad federativa, en el amparo) el individuo inconforme debe recurrir a la justicia pertene­ciente a sólo una de las dos entes interesadas (en caso del recurso de fuerza: la justicia secular, o sea la del Estado; en caso del juicio de am­paro, la justicia de la Federación). En otras palabras, en ambos casos la decisión acerca de si la competencia corresponde a una esfera o a otra, es tomada por jueces que pertenecen a tan solo una de las dos esferas en cuestión (y no por una comisión mixta).

6) Saliendo del tema del control sobre las competencias, encontra­mos que en ambas instituciones, otra rama de la justicia puede revisar

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si otra rama de la justicia ha observado correctamente sus propias reglas procesales, inclusive las reglas sobre la admisibilidad de recur­sos. En el recurso de fuerza es la justicia secular que controla la debida observación del procedimiento por parte de la justicia eclesiástica; en el amparo, es un órgano de la justicia federal que puede controlar si otro órgano (de la justicia federal, de la justicia local, o administrati­vo) ha aplicado el derecho correctamente a un caso concreto.

7) En el amparo, la justicia federal no puede intervenir espontánea­mente en los casos en los cuales, en su opinión, el derecho no ha sido aplicado correctamente: debe esperar la iniciativa del perjudicado.

En el recurso de fuerza, la justicia estatal si puede intervenir de ofi­cio en los casos en que opina que la justicia eclesiástica se haya extrali­mitado, o haya aplicado el derecho incorrectamente.

B) El principio del "stare decisis" era más claro en cuanto al recurso de fuerza, que en relación con el sistema actual de la "jurisprudencia definida", conectado con el sistema del amparo.

9) Añadamos a lo anterior que tanto en el sistema del recurso de fuerza, como en el del amparo, existe una posibilidad de suspender lo que el juez original haya hecho, pero que este efecto era un resultado automático del auto por el cual se daba entrada al recurso de fuerza (el "auto de legos" suspendia toda medida ya decretada por la justicia eclesiástica en el caso en cuestión), mientras que en materia de ampa­ro la suspensión queda supeditada a las condiciones de los arto .. de la actual Ley respectiva.

10) En la rama del recurso de fuerza que combata las "fuerzas de proceder", encontramos una semejanza marcada con el amparo, en la rama del amparo-casación: como medio de control secular sobre la debida observancia del procedimiento eclesiástico, el recurso de fuerza procedia fundamentalmente contra sentencias definitivas, pero también, excepcionalmente, contra aquellas interlocutorias que causaran un daño irreparable.

Por lo tanto, unidas a varias diferencias fundamentales (sobre todo en cuanto a la finalidad), existen algunas semejanzas entre ambas ins­tituciones.

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