El Remedio en La Desdicha

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Felix Lope de Vega y Carpio

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Sobre la historia de Abindarráez y la hermosa

Jarifa. Abindarráez el mozo, de los Abencerrajes

de Granada está enamorado de la hermosa

Jarifa, siendo esos amores contrariados por el

padre de ella. Ella le había mandado aviso de

que fuera a visitarla a Coín, que su padre se

había ido a Granada, y hacia allá iba, de

Cártama a Coín, a casarse con ella, cuando cayóprisionero del cristiano…

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Félix Lope de Vega

El remedio en la desdicha

ePUB r1.0

Pepotem2 21.06.13

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Título original: El remedio en la desdichaFélix Lope de Vega, 1596

Editor digital: Pepotem2 (r1.0)

Notas: J. Gómez Ocerín

Editorial: The Project Gutenberg eBookePub base r1.0

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EL REMEDIO EN LA DESDICHACOMEDIA FAMOSA DE LOPE DE VEGA

CARPIOdirigida a:

DOÑA MARCELA DEL CARPIO, SU HIJA[1]

Escribió la historia de Jarifa y Abindarráez,Montemayor[2], autor de la Diana, aficionado anuestra lengua, con ser tan tierna la suya, y noinferior a los ingenios de aquel siglo; de suprosa, tan celebrada entonces, saqué yo estacomedia en mis tiernos años. Allí pudiéradessaber este suceso[3], que nos calificaron porverdadero las Corónicas de Castilla en lasconquistas del reino de Granada; pero si es másobligación acudir a la sangre que al ingenio,favoreced el mío con leerla, supliendo con elvuestro los defectos de aquella edad, pues en latierna vuestra me parece tan fértil, si no meengaña amor, que pienso que le pidió lanaturaleza al cielo para honrar alguna fea, y osle dió por yerro; a lo menos a mis ojos les parece

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así, que en los que no os han visto pasará porrequiebro. Dios os guarde y os haga dichosa,aunque tenéis partes para no serlo, y más siheredáis mi fortuna, hasta que tengáis consuelo,como vos lo sois mío.

Vuestro padre.

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PR�LOGO

La ortografía del original libro impreso estáconservada

Aparte la ortografía, que sólo hemos conservadocuando nos ha parecido encerrar valor fonético,reproducimos aquí el texto que se encuentra en la"Trecena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio,Procurador Fiscal de la Cámara Apostolica en elArzobispado de Toledo. Dirigidas, cada una de por sí, adiferentes personas. Año 1620. Con privilegio. EnMadrid. Por la viuda de Alonso Martín. A costa deAlonso Pérez, mercader de libros".

* * *

Durante más de dos siglos, la vigorosísima figura deLope de Vega quedó oscurecida y sepultada bajo el aludde flores retóricas que, con piadosa intención, derramósobre ella, en su Fama póstuma, su discípulo y amigo eldoctor Juan Pérez de Montalván. En vano fué que Lope

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hubiera cuajado de íntimos rasgos autobiográficos granparte de sus obras, hasta el punto de que muchas de suspoesías no son otra cosa que un comentario lírico asucesos de su vida: el amañado y artificioso retratotrazado por el autor del Para todos en las páginas dellibro que queda citado arriba, en el cual, bajo laexuberancia de apologéticos ornamentos, trata deencubrirse, y aun desmentirse, lo que no parecía decorosose supiera de las flaquezas y pecados del poeta, tuvo queser tradicionalmente recibido como vera efigies de Lopede Vega.

En 1839 publicó Fauriel en la Revue des DeuxMondes un estudio en que se indica el valorautobiográfico de La Dorotea; idea que, rechazada porDamas-Hinard, fué adoptada después por Ticknor en suhistoria (1849) y por von Schack en la suya (1854) ydesenvuelta por Ernest Lafond en su Etude sur la vie etles œuvres de Lope de Vega (París, 1857). Con elloestaba dado el paso capital para llegar al auténticoconocimiento de la vida de Lope, apreciando rectamentelos numerosísimos datos dejados por aquél, más o menosdesfigurados, en muchas de sus obras.

Hacia ese tiempo ya había estado en manos de donAgustín Durán parte de la valiosísima correspondencia de

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Lope con el Duque de Sessa, de la cual había copiadosesenta y dos cartas, que comunicó a von Schack cuandoéste trabajaba en su Historia de la literatura y el artedramático en España. Pero hasta que, en 1863, fueronencontrados en el archivo del Conde de Altamira trestomos de la dicha correspondencia, tan donosa como pocoedificante, Cartas y billetes de Belardo a Lucilo, y,estudiados por don Cayetano Alberto de la Barrera, surgióde ellos el picaresco y apasionado episodio de los amoressacrílegos de Lope con doña Marta de Nevares (con locual fué dado apreciar el fundamento autobiográficopuesto por el poeta a su égloga Amarilis), casi puededecirse que no comenzó a ser conocida la verdaderapersonalidad de Lope.

Sin embargo, no fué la Barrera quien dió noticia alpúblico de aquella larga novela de la vejez del poeta: suNueva biografía, compuesta con gran sagacidad ydiligencia, y a la cual aún es forzoso acudir hoy alestudiar muchas cuestiones (por ejemplo, los ataquesliterarios a Lope del maestro Torres Rámila), a pesar dehaber avanzado tanto desde 1864 el conocimiento de lassergas lopescas, permaneció inédita en la biblioteca de laReal Academia Española hasta 1890, cuando donMarcelino Menéndez y Pelayo la puso al frente de la

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edición académica de las obras de Lope de Vega,llenando con ella el tomo I. Entre tanto, don FranciscoAsenjo Barbieri había publicado en 1876, aprovechandolas mismas fuentes que aquel erudito y hasta sumanuscrito, su libro Ultimos amores de Lope de Vega , enel cual adelanta sobre la Barrera el descubrir noticia delrapto de Antonia Clara, la hija de Lope y Amarilis, por ungalán de la Corte (hecho que hasta ahora no ha sidocomprobado documentalmente) en la égloga Filis, últimopoema que antes de morir preparó Lope para la imprenta.

Otra de las grandes etapas en el conocimiento de lavida del poeta es señalada en 1901 con la publicación delProceso de Lope de Vega por libelos contra unoscómicos por los señores Tomillo y Pérez Pastor, elbenemérito investigador de la vida de Cervantes. De estemodo quedó reafirmado el valor autobiográfico de LaDorotea, aclarado el episodio de los amores con ElenaOsorio y buen número de otros lances de esta oscura ycompleja existencia.

Diligentes investigaciones de los señores RodríguezMarín, Cotarelo, Rennert, Castro, han ilustrado despuéslos amores con Micaela de Luján y otros sucesos de lavida de Lope, hasta el punto de que ya hoy tenemosderecho a decir que, por lo menos en sus rasgos

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fundamentales, la singularísima figura de Lope, libre delas vendas y bálsamos con que la amortajó Montalván, sealza llena de vida ante nuestros ojos. El libro del señorRennert The Life of Lope de Vega (Glasgow, 1904),completado y renovado en gran parte por don AméricoCastro (Vida de Lope de Vega , Madrid, 1919), es por hoyla obra que más completa y perfectamente puede llevarnosa conocer el espíritu de Lope y los novelescos sucesos desu vida. La noticia biográfica que nos ha parecidoindispensable estampar aquí está principalmente basadaen este libro.

* * *

Lope Félix de Vega Carpio nació el 25 de noviembrede 1562, en Madrid, en la Puerta de Guadalajara (parte dela calle Mayor comprendida entre la Cava de San Miguely la calle de Milaneses) y fué bautizado el 6 del siguientediciembre en la hoy desaparecida parroquia de SanMiguel de los Octoes.

Fueron sus padres Félix de Vega y FranciscaFernández Flores o del Carpio (que de ambos modos esdesignada en los documentos publicados por el señor

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Pérez Pastor en el Proceso). Eran éstos naturales del vallede Carriedo, en la Montaña, y habían fijado su residenciaen Madrid el mismo año del nacimiento de Lope. Elpadre, que consagró a la caridad gran parte de las horasde su ejemplar existencia, tanto que sus virtudes fueroncelebradas por Herrera Maldonado en su Vida de donBernardino de Obregón , fué bordador de oficio y murióen 1578. De la madre, para quien no tiene Lope en susobras ningún recuerdo de filial amor, sólo sabemos quefué enterrada en 22 de septiembre de 1589. ¡Dios sabe loque habrá sufrido la pobre mujer en sus últimos años conlas lozanías y desórdenes de su turbulento hijo!

Montalván se detiene a describir las portentosas dotesque revelaba Lope en su niñez; refiere cómo leía enromance y latín a los cinco años, y, antes de saber manejarla pluma, repartía su almuerzo con los compañerosmayores para que le escribieran los versos que élimprovisaba. "Pasó después a los estudios de laCompañía—sigue diciendo su apologista—(Lope declaraen el Proceso que había estudiado en el más modestocolegio de los Teatinos), donde, en dos años, se hizodueño de la Gramática y la Retórica, y antes de cumplirlos doce tenía todas las gracias que permite la juventudcuriosa de los mozos, como es danzar, cantar y traer bien

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la espada..." El mismo Montalván refiere una travesura dela mocedad del poeta, que pone bien de manifiesto lainquietud fundamental de su carácter. Muerto su padre, esdecir, hacia los diez y seis años, huyó Lope de Madrid encompañía de un amigo, llegando hasta Astorga en suescapatoria.

No es fácil tarea la de establecer en ordencronológico los sucesos de la primera juventud de Lope:tal contradicción hay entre las afirmaciones de LaDorotea y lo que resulta de otras fuentes. Consta quesirvió a don Jerónimo Manrique de Lara, obispo deCartagena, "a quien agradó sumamente con unas églogasque escribió en su nombre y con la comedia La Pastoralde Jacinto, que fué la primera que hizo de tres jornadas",dice Montalván, sin que podamos saber en qué tiempoentró Lope a prestar esos servicios ni cuánto duraron.Antes, aún siendo niño, había ya traducido en verso elpoema de Claudiano De raptu Proserpinae, y quizásescrito obras dramáticas en cuatro actos, según indica ene l Arte nuevo de hacer comedias; pero la que llegó anosotros atribuída a esa primera edad, Los Hechos deGarcilaso, no puede haberla compuesto antes de los diezy seis o diez y ocho años. Consta también que estudió enAlcalá, ignorándose en qué años, ya que no ha sido dado

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hasta hoy descubrir su nombre en aquellos registrosuniversitarios. "Según todas las probabilidades—dice laversión española de la Vida del señor Rennert—, Lope sematriculó en la Universidad cuando tenía alrededor dequince años, es decir, en 1577, y estuvo allá cuatro años,saliendo en 1581-82." Sabemos igualmente que participóen la jornada de las Islas Terceras contra los portugueses,campaña que tuvo menos de dos meses de duración, desdeel 23 de junio de 1583, en que zarpó de Lisboa la armadade don Alvaro de Bazán, hasta el 15 de setiembre, en queregresó a Cádiz.

Poco después ya era Lope poeta conocido; colaboraen el Jardín espiritual de fray Pedro de Padilla (1584) yen el Cancionero de López Maldonado (1586, pero conlicencia de 1584), y es celebrado por Cervantes en elCanto de Calíope de La Galatea (1585) en los siguientestérminos:

"Muestra en un ingenio la experienciaque en años verdes y en edad temprana

hace habitación así la ciencia,como en la edad madura, antigua y cana:

no entraré con alguno en competenciaque contradiga una verdad tan llana,

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y más si acaso a sus oídos llegaque lo digo por vos, Lope de Vega."

Antes de este tiempo debieron comenzar los amorescon Filis, la gran pasión de la primera juventud de Lope,inmortalizada en tan bellos romances y en las escenas deLa Dorotea, llenas de agudeza y donosura, sin que seaposible determinar exactamente el año de su principio, sibien parece razonable opinión la expuesta por Ormsby (enun estudio sobre Lope de Vega publicado en la QuarterlyReview (1894), citado en el libro de Rennert y Castro) deque, ya que repetidamente se afirma en La Dorotea queestas relaciones duraron cinco años, éstos debieron serlos comprendidos entre la expedición de las Terceras y lade la Invencible contra Inglaterra. Cierto que en LaDorotea se dice también que don Fernando (Lope) teníadiez y siete años al ser solicitado por Dorotea; pero bienprobado está que Lope de Vega tenía la coquetería dedisminuir la cifra de sus años, como acaso la de aumentarla de sus comedias. No fué el de Filis el primer afecto deLope de Vega (en La Dorotea se nos habla de unaMarfisa, pariente suya, "primer sujeto de mi amor en laprimavera de mis años", a quien aún no ha sido posibleidentificar documentalmente), pero sí el primero que dejó

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honda huella en la producción literaria del poeta. Filis,Elena Osorio, era la hija del representante JerónimoVelázquez, y estaba casada desde 1576 con un talCristóbal Calderón, también comediante. Repentinapasión brotó entre ella y el gran enamorado y gran poeta."No sé qué estrella propicia a los amantes reinabaentonces—léese en La Dorotea—, que apenas nos vimos yhablamos cuando quedamos rendidos el uno al otro." Enprosa y verso ha alabado repetidamente Lope losencantos, físicos y espirituales, de su amada, creando deella una imagen, según atinadamente se hace observar enel libro de los señores Rennert y Castro, que "más bienque en damas de la España tradicional, hace pensar en untipo de gentil cortesana, surgido al contacto de la Italiarenacentista". La figura que traza Lope de la Amarilis desus postreros amores guarda estrecha relación con la deesta heroína de la novela de sus años mozos. Elena parecehaberse interesado mucho por el perfeccionamiento delsaber de su genial enamorado e influído en él para quevisitara cátedras de disciplinas diversas: en más de unsentido debe ser considerada como galana maestra delpoeta.

De todo tiene menos de edificante lo que de estosamores descubre La Dorotea y comprueba el Proceso. La

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familia parece haber consentido las relaciones mientrasLope compusiera comedias para la compañía de JerónimoVelázquez y no estorbara que Elena tuviera amantes demás alto copete y mejor nutrida bolsa, como el indianodon Bela de La Dorotea, en la realidad don FranciscoPerrenot, sobrino del cardenal Granvela. Por muydiversas fases atraviesan los amores: en un principio,Filis quiere guardar fidelidad al poeta; pero éste no puedesubvenir al sostenimiento de su amada, la que por él seempobrece, por lo cual su madre la vitupera y maltrata y,por último, la entrega a un amante de mayores posibles.Lope, según La Dorotea, huye a Sevilla y Cádiz lleno dedolor; pero, vuelto a Madrid, se presta a ser favorecido ensecreto, consintiendo el oficial señorío de don Bela.

No era posible que durara mucho tal situación:desengañado de Elena, enamorado de doña Isabel deUrbina (la dulce Belisa de los romances), Lope se vengade su antigua amada dejando de dar comedias a su padre yhaciendo circular por Madrid dos poesías, un poema enlatín macarrónico la una y la otra un romance castellano,en que se escarnece y vilipendia a Elena Osorio y sufamilia. Abrese proceso, Lope es detenido y llevado a lacárcel el 29 de diciembre de 1587, y, después de oídostestigos, sentenciado "en cuatro años de destierro de esta

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Corte y cinco leguas (no le quebrante, so pena de serledoblado), y en dos años de destierro del reino, y no lequebrante, so pena de muerte". Después, ante nuevadenuncia de los Velázquez, que dicen que desde la cárcelsigue Lope haciendo contra ellos versos de infamia, losalcaldes, el 7 de febrero de 1588, acuerdan lo siguiente:"Confirman la sentencia de vista en grado de revista conque los cuatro años de destierro de esta Corte y cincoleguas sean ocho demás de los dos del reino y los salga acumplir desde la cárcel los ocho de la Corte y cincoleguas, y los del reino dentro de quince días; no losquebrante, so pena de muerte los del reino, y los demás,de servirlos en galeras al remo y sin sueldo, con costas."

Estamos en el momento más dramático que nos esconocido de la vida de Lope: los lances se precipitan unotras otro como en la más accidentada de sus comedias.Sale de la cárcel para cumplir su destierro fuera del reinode Castilla el 8 de febrero de 1588; acabamos de ver laspenas severísimas en que incurría caso de volver a laCorte, y, sin embargo, en el Inventario general de lascausas criminales que se hallan en el archivo de la salade alcaldes de la casa y corte de S. M., encontró PérezPastor la noticia siguiente: "Lope de Vega, Ana de Atienzay Juan Chaves, alguacil, por el rapto de doña Isabel de

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Alderete." Desgraciadamente ha desaparecido esteproceso. Pérez Pastor prueba cumplidamente la identidadde esta doña Isabel de Alderete con doña Isabel de Urbinay Cortinas, primera esposa de Lope de Vega.Probablemente habrá comprendido el poeta, al salir de lacárcel, que la importante familia de Belisa (su padrehabía sido regidor de Madrid y rey de armas de Felipe IIy Felipe III), con la cual Lope estaría en relaciones desdealgún tiempo antes como se desprende de algunos de losromances, no consentiría el matrimonio de ésta con uncondenado por la justicia, y habrá convencido a su amada,siempre dulce y sumisa, de que se dejara raptar e hicieraasí preciso el casamiento. En un principio la familiadenuncia a Lope, quien ya hemos visto los peligros quecorría con ello; pero después debe haber mediado perdón,ya que, en vez de seguir adelante la causa, el inmediato 10de mayo se casa por poder el desterrado Lope con ladicha doña Isabel de Alderete.

Pero Lope no va pacíficamente a cumplir su destierro,gozando del tranquilo y legítimo amor de su Belisa: el 29del mismo mes de mayo se alista en Lisboa comovoluntario en la Invencible, probablemente "arrastradopor el soplo heroico que inflamó en aquella ocasión atodos los pechos jóvenes", como indican los señores

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Rennert y Castro. No habrá existido otro más apto parasentir tales fiebres patrióticas que el de este gran vatehispano, en quien el orgullo nacional se presenta enformas casi delirantes. A bordo del galeón San Juan diceLope que compuso su poema La Hermosura de Angélica.En diciembre del propio año regresan a España los restosde la Armada. Lope desembarca en Cádiz, viene aToledo, y, reunido con su esposa, habrá marchado aValencia a principios de 1589.

La razón de haber escogido Lope esta rica ciudadcomo lugar donde cumplir su destierro fuera del reino deCastilla debe haber sido el gran florecimiento que habíanalcanzado allí las letras. Allí habrá conocido a los poetasdramáticos Tárrega, Boyl y Aguilar; habrá dado comediasal naciente teatro valenciano y contribuído a lapublicación de las primeras colecciones de romances,base del futuro Romancero general, la primera de lascuales, según Wolf, debió salir en Valencia "pocodespués de 1588" y en la cual se encuentran variosromances que pertenecen a Lope, indudablemente. Su vidaen Valencia parece haber sido todo lo tranquila y feliz queera posible, dado su arrebatado temperamento. Teniendoque sostener su hogar de hombre casado, habrácomenzado allí a escribir comedias para ganar el pan de

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su familia, no "por su entretenimiento, como otros muchoscaballeros de esta Corte", según se alababa de hacerlo enel Proceso; y, en efecto, sabemos que de Valencia enviabaobras dramáticas a directores de compañías teatrales. Delo que dice Cervantes en el prólogo de sus comedias, y deotros datos, parece deducirse que ya en este momento eraLope el autor más popular de la escena española. Sinembargo, que se sepa, no han llegado a nosotros suscomedias de esta primera época.

En 1590, cumplida la parte de destierro fuera delreino, viene Lope a Toledo, y, como secretario, entra alservicio del joven duque de Alba don Antonio, cargo quedesempeñó durante cinco años, residiendo en Alba deTormes buena parte de este tiempo. Aunque siguen siendoperdidas para nosotros la mayor parte de sus comedias,poseemos algunas, hasta una de ellas en su autógrafo, delas que sabemos indubitadamente que corresponden a esteperíodo. También entonces escribió Lope la novelapastoril La Arcadia, primera de sus obras extensas quehabía de ser impresa, en la que, bajo figura de pastores,introduce a su protector y a sus amigos.

A principios de 1595—si hemos de prestar fe a laprofecía del astrólogo César en La Dorotea, que coincidecon lo que resulta de otros datos—debe haber fallecido

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doña Isabel en Alba de Tormes, dejando a Lope padre dedos niñas que no tardaron en seguir la suerte de su pobremadre.

Muerta su esposa, trasladóse Lope a la Corte, dondesu antiguo perseguidor Jerónimo Velázquez pide a lajusticia le sea levantado lo que le falta por cumplir de lacondena de destierro; acaso esperando, según hanmaliciado eruditos modernos, que el fecundo y ya famosopoeta se casaría ahora con Elena, ya también viuda poraquellos tiempos.

Poco después deja Lope el servicio de la casa deAlba, y por algún tiempo es secretario del Marqués deMalpica. En 1598 lo encontramos desempeñando cargoanálogo cerca del Marqués de Sarria, futuro Conde deLemos, el gran protector de Cervantes y tantos otrosingenios.

El 25 de abril de este mismo año de 1598 casóse Lopeen Madrid con doña Juana de Guardo. Su padre, Antoniode Guardo, era rico carnicero que abastecía de vívereslos mercados de la Corte, circunstancia que sirvió de basepara que se mofaran de Lope sus enemigos, con el terribleGóngora a su cabeza. Doña Juana llevó en dote almatrimonio más de veintidós mil reales. Por lo queconocemos del carácter de esta señora, parece haber sido

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mujer vulgar y bondadosa, que sufrió con paciencia lacruz que le imponía la desgobernada conducta de suesposo. Que se sepa, jamás fué cantada en los versos deéste: tiene todas las trazas de un enlace de convenienciaeste matrimonio.

En este año de 1598 publicó Lope sus primeroslibros: la citada novela pastoril La Arcadia y el poemaépico La Dragontea consagrado a las temidas hazañas delmarino inglés el Drake. A principios de 1599, El Isidro,poema en quintillas, en que se narra la vida del que habíade ser Santo Patrón de Madrid.

En abril de 1599 encontramos a Lope de Vega enValencia acompañando al Marqués de Sarria, quien sehabía trasladado allí, lo mismo que toda la corte, con elrey Felipe III y su hermana la infanta Isabel ClaraEugenia, para esperar a sus respectivos cónyuges laarchiduquesa Margarita de Austria y el archiduqueAlberto. Celebráronse en Valencia las velaciones—puesya los desposorios se habían hecho por poderes enFerrara—, y con tan grato motivo representóse el autoalegórico de Lope Las Bodas del alma con el amordivino. El señor Mérimée, en sus Spectacles et comediensà Valencia , menciona otras fiestas celebradas en estaocasión, en las que Lope tomó parte principal. El mismo

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año imprimióse en Valencia el poema de Lope tituladoFiestas de Denia, que describe el festival ofrecido por elDuque de Lerma al Rey y a la Infanta.

Lope debió estar ya de regreso en Madrid en juliosiguiente, ya que en 26 de ese mes es bautizada en SanGinés una hija suya y de doña Juana, Jacinta, que habrámuerto niña, pues nada más volvemos a saber de ella.Dejó el servicio del Marqués de Sarria en 1600. Yaentonces habría escrito Lope más de un centenar decomedias e impuesto forma y dirección definitivas aldrama español.

En época imprecisa, por este tiempo, entró Lope eníntimas relaciones con la que había de ser madre de sushijos Marcela y Lope Félix, la Camila Lucinda, tancelebrada en innumerables versos. Lucinda, por suverdadero nombre Micaela de Luján, parece haber sidouna cómica de secundaria categoría—aunque debehaberse retirado definitivamente de las tablas desde quecomenzó su trato con Lope—, mujer del representanteDiego Díaz, quien, desde 1596, residía en el Perú, dondefalleció a mediados de 1603. Durante largos años estuvoLope enlazado con ella por un afecto tranquilo y pacífico,como conyugal, bien diferente de sus otras tormentosaspasiones. Es esta una época de grandes viajes para

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nuestro poeta, pues suele tener establecidos sus doshogares en poblaciones distintas. Su mujer, con quienoficialmente vivía, residió en Madrid hasta 1604 y enToledo de 1604 a 1610. La "serrana hermosa", Lucinda,quizás vivió primero en Toledo, luego en Sevilla (dondepasó largo tiempo Lope entre 1602 y 1604), después otravez en Toledo, sitio del nacimiento de Marcela (1605), y,por último, en Madrid, cuando dió a luz a Lope Félix(1607).

Al señor Rodríguez Marín corresponde el honor dehaber descubierto una firma de Lope, en un documentonotarial de Sevilla, en que el poeta antepuso a su nombrela inicial de Micaela. ("Porque es uso en corte usado |Cuando la carta se firma, | Poner antes de la firma | Laletra del nombre amado", dice el propio Lope en ElDómine Lucas.) Don Américo Castro, que ha buscadodespués esas iniciales antepuestas en las firmas de losautógrafos de las comedias de Lope y en otros escritos yha estudiado las alusiones a estos amores en comedias ypoemas (Revista de Filología Española, 1918), piensaque la pasión de Lope por Lucinda habrá comenzado en1599, según la alusión de las Fiestas de Denia, hechaobservar ya por la Barrera, y desde 1602 a 1604 habráalcanzado su mayor intensidad, cuando el poeta, hasta en

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documentos públicos, osa poner ante su firma la letra deMicaela. De 1608 es el último autógrafo de comedias encuya firma encuentra el señor Castro la inicial de laserrana, y en comedias posteriores a esta época tampocodescubre ya las alusiones a Lucinda, tan abundantes en lasde los años anteriores. De un pasaje de la Jerusalemparece desprenderse que Lope tuvo cinco hijos enMicaela, sólo dos de los cuales, Marcelica y Lopillo,alcanzaron la edad adulta.

Nada más sabemos de Camila Lucinda; "aparece consilueta poco precisa en las obras de Lope", se dice en labiografía de los señores Rennert y Castro. Sin embargo,muchos de sus más excelsos pasajes líricos estáninspirados en la hermosura de Lucinda, en sus ojos azules(bellas armas de amor, estrellas puras) y en la voz clara yregalado tono con que habla. (¡Triste del que escucha!) Adiferencia de Dorotea y Amarilis, debía ser mujer deescasa cultura (consta que ni escribir sabía) y sinaficiones intelectuales. Lope no alaba en ella más queperfecciones naturales y espontáneas.

En 1602 publica Lope en Madrid La Hermosura deAngélica, poema en que aspira a rivalizar con el Ariosto yque, por lo menos en parte, tenía escrito desde tiempos dela expedición a Inglaterra. Sigue en el libro una colección

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de doscientos sonetos, Rimas, en que están muchos de losde Lucinda, y al final reimprime La Dragontea. En 1604estampa en Sevilla una nueva edición de las Rimas y lanovela El Peregrino en su patria, a cuyo fin inserta unalista de las comedias que tenía escritas hasta entonces:doscientos treinta títulos.

En el verano y otoño de 1604 reside con su mujer enToledo, según una importante carta autógrafa que publicóen parte von Schack y más completa la Barrera, y losmanuscritos de dos comedias, fechados en aquella ciudad.Por éste tiempo ya empieza Lope a quejarse de loseditores que imprimen mutiladas y variadas sus comediasy le atribuyen obras ajenas. A principios de este añohabrá salido la Primera parte de comedias de Lope deVega recopiladas por Bernardo Grassa. La primeraedición es de Valencia.

Como "poeta toledano" es encargado Lope, en mayode 1605, por el Ayuntamiento de la Imperial Ciudad, dedirigir la justa poética celebrada con ocasión delnacimiento del Príncipe de Asturias, después Felipe IV.En aquel mismo verano comenzó la íntima amistad deLope con don Luis Fernández de Córdoba Cardona yAragón, sexto duque de Sessa, relación que había de durarlo que la vida del poeta, por la cual ganó inmortalidad

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aquel prócer.Por este tiempo tenía Lope establecidas en Toledo sus

dos familias. En 8 de mayo de 1605, como de padresdesconocidos, fué bautizada allí Marcela, la hija deLucinda. En 28 de marzo del año siguiente, su hijolegítimo Carlos Félix. A 7 de febrero de 1607, ya enMadrid (Lope alquiló en octubre de este año una casa enla calle del Fúcar, quizás para Micaela), bautizóse LopeFélix, último fruto del amor de la serrana, y Lope lodeclaró hijo suyo en la partida bautismal.

En 1608 apareció la Jerusalem conquistada, epopeyatrágica en que Lope aspira a igualar al Tasso, como antesal Ariosto con la Angélica. Va dedicada al rey Felipe III.Aún hay aquí alusiones a Lucinda, pero ya frías y sinpasión, como de una cosa que se extingue y perece. Al añosiguiente se publicó la Segunda parte de las comedias (enMadrid, por Alonso Martín), y en nueva edición de lasRimas de este año incluyó Lope el Arte nuevo de hacercomedias en este tiempo, defensa de las irregularidadesde sus obras teatrales, escrita amena y humorísticamente,obra importante para el estudio de las teorías dramáticasde su autor.

En setiembre de 1610 adquirió Lope la casa de lacalle de Francos (hoy Cervantes), número 15, que había

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de habitar hasta su muerte, y establecióse en ella con sufamilia legal. Nueve mil reales fué el precio de la casa,que no carecía de comodidades ni de un bello jardín,reposo y contento del poeta. Así se lo describe aFrancisco Rioja en una epístola:

"Que mi jardín, más breve que cometa,tiene sólo dos árboles, diez flores,

dos parras, un naranjo, una mosqueta."

Desarrolláronse en Lope, para que nada en él faltara,instintos de existencia burguesa al sentirse propietario, yen su nueva casa vivió en paz y calma con su mujer y sumuy amado hijo Carlos, durante un período no muy largo,que había de ser cerrado por la muerte. En una bellaEpístola al doctor Matías de Porras, publicada despuésen La Circe, pintó bellamente Lope la felicidad de su vidadoméstica. De tales sentimientos está impregnado el libroLos Pastores de Belén, especie de Arcadia a lo divino,que publicó a principios de 1612, tiernamente dirigido asu hijo Carlos. Acentuándose sus místicos sentimientos,imprimió el mismo año, en Valladolid, los Cuatrosolilóquios... llanto y lágrimas que hizo arrodilladodelante de un Crucifijo, pidiendo a Dios perdón de sus

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pecados, después de haber recibido el hábito de laTercera Orden de Penitencia del seráfico Francisco ; esun patético librillo de arrepentimiento que debe seranotado como precedente de la inesperada transformaciónque veremos operarse en la vida de Lope antes de muchotiempo. Desde 1610 pertenecía a la Cofradía delCaballero de Gracia y a la del Oratorio de la calle delOlivar.

En 1612 salió a luz la que se contó como Terceraparte de las comedias de Lope (Sebastián Cormella,Barcelona), aunque sólo tres son de este ingenio, de lasdoce que contiene el volumen.

La felicidad doméstica, tan tardíamente apreciada porel poeta, no debía durar: en el verano u otoño de 1612murió el niño Carlos Félix, inspirando este dolorososuceso al atribulado padre una bellísima poesía, que seencuentra entre las Rimas sacras, y un año después, enagosto de 1613, falleció doña Juana, enferma desdemucho tiempo antes, a poco de dar a luz a Feliciana, únicahija legítima que había de sobrevivir a su padre.

Pero cinco semanas después de esta muerte yatenemos a Lope figurando en la comitiva de un viaje deFelipe III y la corte a Segovia, Burgos y Lerma y tratandode festejos y galanteos.

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Sin embargo, a principios de 1614 determinóse Lope arecibir órdenes sagradas. En los versos a la poetisaperuana Amarilis dice así:

"Dejé las galas que seglar vestía;ordenéme, Amarilis; que importabael ordenarme a la desorden mía."

Pronto sabremos lo que había de durar aquel orden enLope. Trasládase a Toledo, en marzo de aquel año, y, porsu correspondencia con el Duque, podemos seguir lospreliminares, no sobrado místicos, de su dedicacióneclesiástica. Residió en casa de la cómica Jerónima deBurgos, madrina de Lope Félix, para la cual había escritoLa Dama boba. Ya antes había vivido con ella enSegovia, en el viaje a que acabamos de referirnos. Siguiófrecuentando el mundo de la comedia y participaba en losgalanteos que rodeaban a Jerónima. No obstante, ordenósede Epístola en marzo, de Evangelio en abril y regresó aMadrid en junio, ya sacerdote. Dada la emoción eintensidad de sus obras religiosas, no tememos el menormotivo para dudar de la sinceridad del movimiento quellevó a Lope al sacerdocio, aunque su inquieto espíritu nole haya permitido perseverar por mucho tiempo en aquella

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estrecha vía, como no perseveró en cosa alguna que nofuera abandonarse a la torrencial espontaneidad de sutemperamento.

En este año de 1614 publicó Gaspar de Porres, amigoíntimo del poeta, la Cuarta parte de sus comedias,dedicada al duque de Sessa.

Por cartas de este mismo verano vemos que Lopevenía sirviendo de secretario al de Sessa en sus múltiplesy adulterinos amores. El confesor del nuevo sacerdote leprohibía ocuparse en tan poco edificante menester, y enlas cartas se refleja la angustia de Lope al tener que dejarde servir a su protector, aunque no fuera más que en talesasuntos, por la escrupulosidad de conducta moral que leimponía su nuevo estado.

Aquel otoño—1614—publicó sus Rimas sacras,dedicadas a su confesor. Hubo entonces un certamenliterario para celebrar la beatificación de Santa Teresa, yLope figuró en el jurado calificador, recitando elpanegírico con que se inauguró el concurso.

En octubre de 1615 trasladóse la corte a Burgos,donde se celebraron, por poder, los matrimonios de lainfanta doña Ana de Austria, hija de Felipe III, con LuisXIII de Francia, y el de Isabel de Borbón, hermana delRey de Francia, con el Príncipe de Asturias. El Duque de

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Lerma fué enviado por el Rey para que acompañara adoña Ana hasta el Bidasoa y trajese desde allí a doñaIsabel. El Duque de Sessa fué con el de Lerma y llevóconsigo a Lope de Vega.

De este año es la que se cuenta por Parte quinta delas comedias de Lope (Flor de comedias de España dediferentes autores , recopiladas por Francisco de Avila,1615, Alcalá), si bien sólo una hay en el libro que sea denuestro autor. También entonces apareció la Parte sexta,en Madrid, por la viuda de Alonso Martín.

Pero en la vida del poeta sacerdote iban a presentarseahora nuevos sucesos escandalosos, que habrán hechomurmurar largamente a los maldicientes de la Corte y quedieron pábulo a los ataques de los enemigos de Lope, delos cuales es de recordar una emponzoñada décima deGóngora, publicada por la Barrera. Anúnciase este nuevoperíodo por un inesperado viaje de Lope a Valencia afines de junio de 1616, a pretexto de asuntos de su hijo elfraile descalzo. (Esta es la única noticia que se tiene deél. Acaso sería fruto de algunos pasajeros amoríos delpoeta mientras residió en Valencia con su primeraesposa.) Mas parece probado que el objeto del viaje fuéesperar a la compañía de Sánchez, que regresaba deNápoles con el Conde de Lemos. En esta compañía

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figuraba la cómica a quien Lope llama "la loca" en suscartas, Lucía de Salcedo por su verdadero nombre.Durante su estancia en Valencia estuvo Lope enfermo demucha gravedad. Mas este oscuro y breve episodio("veinte días hablé con la loca") no es más que tanteo yanuncio de la gran pasión que va a llenar la vejez delpoeta. Agotado el fuego de la exaltación mística que lohabía llevado al sacerdocio, vuelve a imponerse sutemperamento erótico. Versos y mujeres, ahora comoantes, llenan la vida del poeta.

A fines de 1616 estaba Lope en las relaciones másíntimas con doña Marta de Nevares Santoyo, mujer deRoque Hernández de Ayala, hombre de negocios. Laégloga Amarilis (Madrid, 1633) es la obra en que nos hadejado Lope la visión literaria de aquella pasión de laedad madura. Amarilis, bautizada también literariamentepor Lope con el nombre de Marcia Leonarda, era naturalde Madrid y debía tener unos veintiséis años cuando Lopela conoció en un jardín con ocasión de una fiesta literaria.Es de advertir que doña Marta, semejante en esto a ElenaOsorio, debe haber sido persona de cierta distinción y congustos literarios y artísticos. Tenía una hermana poetisa.En agosto de 1617 nace Antonia Clara, bautizada comohija de Roque Hernández, prenda de estos amores de los

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ya avanzados años del poeta, consuelo y tormento de suedad postrera. Después doña Marta, guiada por Lope,intenta divorciarse de su marido, y aunque no lo logra, elmatrimonio debió vivir últimamente en casa separada,hasta que la muerte, llevándose en 1618 ó 1619 al RoqueHernández, tan odiado por Lope, estableció la separacióndefinitiva. Poco después del fallecimiento del marido,escribe Lope la dedicatoria a Marcia Leonarda de LaViuda valenciana (Parte XIV, 1620), página en que llegaa lo más extremado el cinismo del poeta al mostrar alpúblico las intimidades de su pecaminosa existencia.

Del año 1617 son las Partes séptima y octava,impresas en Madrid a costa de Miguel de Siles por laviuda de Alonso Martín. Ambas van dedicadas al Duquede Sessa. En este propio año apareció también la Partenovena, primera que figura como publicada por el mismoLope y en cuyo prólogo rechaza por ilegítimas todas lasPartes anteriores. No tenía completa razón para ello:muchas de estas Partes habían sido editadas por personasde su intimidad y es de suponer que con anuencia delautor. Sólo las llamadas Partes tercera y quinta debenhaber salido al público con perfecta ignorancia de Lope;el cual, por lo demás, tenía sobrado motivo para quejarsede la negligencia con que daban a la imprenta los editores

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los libros de comedias, confundiendo muchas veces elnombre del autor y siguiendo manuscritos viciadísimos.Es de observar que Lope, que tan grande interés demostrósiempre por la impresión de sus libros, descuidó hastaeste año el ocuparse de las ediciones de sus comedias.Verdad que, en muchos casos, no era posible que hubieransido publicadas por él en forma más pura que por susanteriores editores—a menos de haberlas en gran parterehecho—, pues no siempre poseería sus propiosmanuscritos, que, vendidos a los directores de lascompañías, habrían ido a parar Dios sabe dónde, sino quetendría que valerse de copias y de copias de copias en lasque el texto estaría mutilado y viciado hasta por laspropias necesidades de la representación escénica.

De 1618 es el Triunfo de la fee en los reynos delJapón, opúsculo histórico, hecho de encargo, en que serelata el suplicio de los primeros mártires en las tierrasdel Extremo Oriente. El propio año salieron dos nuevasPartes de comedias: la X y la XI. (Ambas en Madrid. Acosta de Miguel de Siles la primera y de Alonso Pérez laotra.) En la sexta edición del Peregrino, publicada esteaño, reproduce Lope la lista de comedias de la edición de1604 y añade a ella ciento catorce títulos nuevos,deduciendo diez y seis repetidos.

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La Docena parte de comedias es publicada en 1619.(En Madrid, por la viuda de Alonso Martín, a costa deAlonso Pérez.) Sigue adelante Lope trabajando en laedición de sus obras teatrales, y en 1620 publica laTrecena parte (Madrid, viuda de Alonso Martín. A costade Alonso Pérez) y la Catorce (Madrid, por Juan de laCuesta. A costa de Miguel de Siles).

El 19 de mayo de 1620, para celebrar la beatificaciónde San Isidro, hubo una famosa justa poética en la iglesiaparroquial de San Andrés, de la cual fué director Lope deVega. Poetas de los principales de España se disputaronlos premios. Lope leyó el certamen ante un inmensoconcurso, en que se amontonaban representantes de todaslas clases sociales, alcanzando un gran éxito, queacrecentó, si era posible, su fama. Esta fué una de lasgrandes ocasiones en que Lope saboreó plena ydirectamente el gusto embriagador de la gloria. Alcertamen concurrió Lope de Vega el mozo, el hijo deLucinda, inquieto joven que daba grandes disgustos a supadre, y por primera vez aparece el seudónimo de "elmaestro Burguillos" como firma de unos versos de burlascon que Lope salpimentó la gravedad del certamen. Acaso—han creído algunos—este Burguillos sería un locopopular y famoso por aquella época.

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El mismo año, Marcela, el otro fruto de los amorescon Micaela, tomó el velo en las Trinitarias descalzas,profesando en febrero de 1621.

La propia fecha de 1621 se muestra en la portada deLa Filomena, poema dividido en dos partes, en cuyaprimera contesta Lope a los ataques que le había dirigidoTorres Rámila en 1617 con su Spongia, y que hasta ahorano habían sido recogidos directamente por el poeta, sinosólo devueltos por medio de sus amigos. En la segundaparte refiere Lope su vida—lo que quería que se supiesede su vida—y traza uno de los principales documentos enque se apoya su biografía. En este mismo año aparecen lasPartes XV, XVI y XVII de comedias (Madrid, viuda deAlonso Martín, Alonso Pérez las dos primeras y V. deAlonso Martín, Miguel de Siles, la última).

Madrid celebró la canonización de San Isidro en1622. Para estas fiestas, a petición del Ayuntamiento,escribió Lope dos comedias que se representaron anteFelipe IV en la plaza de Palacio; y el propio Lope fuéencargado de presidir el certamen poético, según se habíahecho dos años antes cuando la beatificación, logrando alhacerlo un éxito no menor que el alcanzado entonces. Aquíapareció nuevamente el Maestro Burguillos, y hasta a suhija Antonia de Nevares, de edad de cinco años, hízola

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aparecer Lope como concurriendo a disputar los premiosde la justa.

Las Partes XVIII y XIX (Madrid, por Juan González,a costa de Alonso Pérez) son de 1623. Por este tiempo yadoña Marta de Nevares debe haber contraído laenfermedad a la vista, de que le resultó una cegueraincurable. En época incierta, pero más tardía—según laégloga Amarilis—, perdió la razón, volviendo arecobrarla antes de su muerte.

En 1624 aparece La Circe, obra poética en que Lopenarra el conocido episodio de la Odisea, seguido de otrosvarios poemas y tres novelas cortas dedicadas a la señoraMarcia Leonarda. Entre los poemas hay algunas epístolasde gran interés biográfico.

L a Parte XX de las comedias, última publicada envida del autor, que después, no se sabe por qué causa,abandonó el trabajo, salió en Madrid a principios de 1625(por Juan González, a costa de Alonso Pérez). En junio deeste año, Lope, "ferviente creyente, aunque gran pecador",según exacta frase del señor Menéndez y Pelayo, ingresóen la Congregación de San Pedro, de sacerdotes naturalesde Madrid, aún hoy existente.

En otoño del mismo año publicó los Triunfos divinos,a imitación de los Trionfi del Petrarca. Va dedicado el

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libro al Conde Duque de Olivares, en el deseo decongraciarse el favor de la Corte, cosa que nunca alcanzóLope. En vano fué que ciñera las sienes de un rey poeta lacorona de España. Lope de Vega, máximo poeta entoncesviviente de la lengua española, no gozó nunca de laprotección cortesana; su nombradía era principalmentepopular: otros eran los ingenios que vivían y medraban enlos salones de Palacio. En setiembre de 1627 apareció laCorona trágica, poema inspirado en la historia de MaríaEstuardo. La obra va dedicada a la Santidad del PapaUrbano VIII, el cual correspondió concediendo al poeta eltítulo de doctor en Teología en el Collegium Sapientiae yla cruz de la Orden de San Juan, con lo cual Lope pudoponer el "frey" delante de su nombre.

Al cabo de tantas y tan gloriosas obras escritas conejemplar actividad en su ya dilatada existencia, el poetase hallaba en la pobreza, según nos lo muestran lasconstantes peticiones al Duque de Sessa que encontramosen sus cartas. (Volumen del Marqués de Pidal que ha sidopublicado en las adiciones a la Nueva Biografía en laedición académica.) No era figura retórica lo dicho en ladedicatoria del Verdadero amante de que sólo tenía"pobre casa, igual cama y mesa y un huertecillo cuyasflores me divierten cuidados y me dan conceptos". Cierto

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que había ganado mucho; pero su mano era aún más rápidapara gastar que para escribir.

En la segunda mitad de 1629 terminó Lope su Laurelde Apolo, poema en que va juzgando y alabando las obrasde buen número de poetas contemporáneos. Fué publicadoen 1630. Tras El Laurel viene en el mismo volumen LaSelva sin amor, égloga que fué cantada ante el Rey y laCorte, puesta la escena con gran magnificencia y aparato.

Otra obra de Lope figuró también entonces en unafunción palatina: la comedia La Noche de San Juan,representada en la fiesta que en tal noche del año 1631dió el Conde Duque en los jardines del Conde deMonterrey en el Prado, en honor de los Reyes. Por estetiempo, antes de 1632, escribió Lope la Egloga a Claudio(mejor sería epístola), obra llena del más vivo interés porlos datos autobiográficos que atesora. Aquí es donde Lopese alaba de haber escrito "mil y quinientas fábulas", "másde ciento en horas veinticuatro"; aquí donde se vanagloriade ser fundador del teatro y donde dice que repartidos lospliegos de su labor entre los días de su vida, sale a cincopliegos su labor diaria. La Egloga quedó inédita hastadespués de la muerte del poeta.

En abril de este año, en la calle de Francos,probablemente en casa del poeta, falleció doña Marta de

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Nevares. Lope la lloró en la ya citada égloga Amarilis,que vió la luz al año siguiente.

Antes de ello, en 1632, publicó La Dorotea, "acciónen prosa" dividida en cinco actos, en que Lope, comohemos dicho, conmemora muchos recuerdos de susrelaciones con Elena Osorio. Esta obra lozanísima,verdadera joya de la novela dialogada española, habrásido escrita en parte en la juventud del autor, pero muyañadida y retocada en su vejez.

En diciembre de 1633 casóse Feliciana, la hija deLope y de su esposa doña Juana Guardo, con Luis deUsategui, empleado público, probablemente pagado conno muy brillantes haberes.

Durante todos estos años, como Lope habíainterrumpido la publicación de las Partes de suscomedias, vinieron apareciendo algunas colecciones"extravagantes" de las mismas.

El último libro que vió la luz en vida del poeta fué elde las Rimas humanas y divinas publicado con elseudónimo de Tomé de Burguillos, aquel personajecómico que había inventado Lope para figurar en lasjustas poéticas de la beatificación y canonización de SanIsidro. Apareció en Madrid en 1634. En este libro estáincluída la famosa epopeya burlesca La Gatomaquia.

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Dos disgustos, al decir de Montalván, oscurecieronlos últimos meses de la vida del genial poeta. Uno parecehaber sido la muerte de su inquieto hijo Lope Félix, que sehabía hecho militar, sirvió en los tercios de la Marina ypeleó bizarramente en varios encuentros. Pereció en unnaufragio yendo en una expedición para pescar perlas enla isla Margarita. Su padre conmemoró su muerte en laégloga pescatoria Felicio, y no debía saber sufallecimiento al tiempo de publicar las Rimas deBurguillos, ya que en la dedicatoria de La Gatomaquia asu hijo nada habla de su fallecimiento.

El otro disgusto debe haber sido el rapto de su hijaAntonia Clara, entonces de diez y siete años y que debíaser muy donosa, tanto, que había representado comediascaseras ante el Duque de Sessa y otros amigos de su padre(conocemos la loa escrita por Lope para una de estasfiestas). No se sabe quién fuera el raptor, aunque por laégloga Filis y otras alusiones se sospecha podría seralgún galán de la Corte de la intimidad de Felipe IV.

Conmovedoramente refiere Montalván la melancolíade los últimos tiempos de la vida del poeta, tan biendotado por la naturaleza para disfrutar y cantar las másembriagadoras alegrías terrenas. El propio autor refierepor extenso los detalles de su breve enfermedad postrera.

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Cayó enfermo el 25 de agosto de 1634, y falleciócristianamente en medio de su familia y amigos, entre losque no faltaba el Duque de Sessa, el día 27 del mismomes. Cuatro días antes aún había compuesto un soneto yuna silva titulada El Siglo de oro.

El mismo Montalván refiere los pormenores de susolemnísimo entierro y de los varios funerales celebradosen sufragio del alma del poeta. También llegaron anosotros las oraciones fúnebres que en tal ocasiónpronunciaron los más famosos predicadores del tiempo.El cortejo fué llevado por la calle de Cantarranas paraque Marcela pudiera verlo desde su convento. Fuéenterrado Lope en la iglesia de San Sebastián, dondereposaron pacíficamente sus restos hasta que a fines delsiglo XVIII o principios del XIX, en una de las usualesmondas, fueron arrumbados no se sabe dónde.

Después de muerto Lope, fueron publicadas dos partesde comedias que el autor había dejado dispuestas para laimprenta: las Partes XXI y XXII. En 1637 aparecieronreunidas en La Vega del Parnaso buen número de laspoesías que había dejado inéditas el poeta. La ParteXXIII de comedias fué publicada en 1638; en 1641, laXXIV, y en 1647, la XXV, último volumen de lacolección de obras dramáticas de Lope de Vega formada

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en tiempos del autor.

* * *

Por dos clases de razones nos hemos detenido anarrar, acaso harto prolijamente, la biografía del poeta.De una parte, Lope es un interesantísimo ejemplarhumano; una personalidad dotada de las mayores riquezasespirituales, de las facultades que se suelen tener por másdiversas y capaz de las reacciones que pueden parecermás opuestas: una de esas figuras que por la diversidad ycaudal de sus dotes parecen ser resumen de la vida detoda una nación y toda una época. Por otro lado, Lope esun artista espontáneo, tan entregado a los azares de suinspiración, que los sucesos de su vida se han encarnadoinmediata y directamente en su obra literaria. Sus escritosno sólo se nos aparecen cada vez más llenos de alusionesa sus aventuras conforme va siéndonos mejor conocida suvida; no sólo traducen maravillosamente los mudablesestados de su tornadizo espíritu, sino que las perfeccionesy defectos de la producción artística—tan abundantes unasy otros—guardan plena armonía con las virtudes y lasfaltas, tan copiosas también todas ellas, de la vida del

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poeta. En Lope no va por un lado la labor del escritor ypor otro la conducta del hombre. No es de esos artistasreflexivos, conscientes, que saben trabajar su obra bellaen un plano superior al de las vulgares realidades de suexistencia y nos presentan un producto artístico depuradode toda baja escoria terrena. Lope, niño eterno,abandónase a los desenfrenados impulsos de sutemperamento lo mismo viviendo que escribiendo.Idéntico ritmo alocado palpita en los hechos de su vida yen las estrofas perennemente fragantes de sus versos;jamás le abandonó la divina embriaguez de laadolescencia. En su vida y sus obras parece darseinacabablemente el aturdimiento que causa en la primerajuventud el exceso de ingobernadas fuerzas. Como hombrey poeta no sale nunca de los diez y siete años.

Conforme nos van siendo mejor conocidas, mayorasombro producen en nosotros las numerosas y fuertesdotes de su espíritu. No es ya sólo para nosotros el másprodigioso improvisador de que tiene noticia la historia;al lado de esa cualidad, descubrimos en gran abundanciaotras, no menos sobresalientes, igualmente espontáneas,no fomentadas ni perfeccionadas con un inteligentecultivo. Es como si la naturaleza hubiera queridomostrarnos en este altísimo espíritu de Lope de Vega a

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cuánto se extendía su posibilidad de crear perfecciones.Hay que admirar la fuerza y salud robustísimas que lepermitieron producir una de las más copiosas obrasliterarias que posee la humanidad, como por juego, sinque en momento alguno se advierta fatiga ni esfuerzo; hayque admirar el caudal de simpatía, el hechizo para laconversación y trato de gentes que se manifiesta en suscartas y nos hace comprender el perenne afecto que sintióhacia él el Duque de Sessa, y sus triunfos amatorioscuando ya ni la edad ni el hábito permitían esperar talescosas; hay que admirar una inmensa capacidad de saber,un conocimiento de cosas antiguas y contemporáneasabsolutamente sin igual, una potencia retentiva y un don deobservación que tocan en lo fabuloso. "Ignoramos quénúmero de palabras empleó Lope—dice el señor Castroen un apéndice de la Vida—, pero es probable que ningúnescritor en el mundo tenga más abundante léxico, ya que laimpresión del lector es que todas las cosas de su tiempofiguran en su obra... El día que se forme el diccionario deLope causará maravilla ver adónde llegó la facultadreceptora de un solo hombre." Y no en cosas de erudición;su obra manifiesta a cada paso la mayor copia deconocimientos en lo que sólo puede dar la experiencia dela vida (una experiencia no muy aprovechada como norma

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de su propia conducta). "Me espanta a veces—diceGrillparzer en sus estudios sobre nuestro autor—lariqueza de pensamiento de Lope de Vega. Pareciendo quepermanece siempre en lo más singular, salta a cadamomento a lo general, y no hay poeta tan rico como él enobservaciones y notas de carácter práctico. Bien puededecirse que no hay situación de la vida a que no hayatocado en el círculo de sus creaciones." No es ni muchomenos exceso retórico el haberle llamado "monstruo denaturaleza"; estamos en presencia de una de las figurasmás ricas en facultades naturales que produjo jamás laestirpe humana: a sus más altas cimas, por ejemplo, a unGoethe, tendríamos que ir para encontrarle pareja.

Pero una falta fundamental de su espíritu echó a perderdotes tan excelsas: Lope fué siempre incapaz de imponerrumbo fijo y permanente a su maravillosa actividad:juguete de la diversidad de impresiones que erasusceptible de recoger su espíritu, sin que ninguna segrabara en él de modo permanente, nunca pudo seguircamino alguno con carácter definitivo. Lo poseía todomenos la facultad de gobernarse a sí propio. El podercentral de su espíritu era débil auriga, y los fogosísimoscaballos de sus diversas facultades galopaban cada cualhacia donde lo orientaba su capricho. De este modo no fué

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posible a Lope imponer una alta significación a su vida:enamorado perenne, no pudo, sin embargo, crearse unamor digno de inmortalidad, como los de Dante oPetrarca, sino que permaneció siempre en un bajo terrenode sensuales devaneos: hombre de mundo, no supolabrarse una posición independiente, y es triste ver susregias facultades empleadas en mendigar favores delDuque en tantas de sus cartas. Al mismo tiempo acaso nohaya sido dueño de una fina sensibilidad moral: no puedenmenos de abochornarnos muchas de las acciones quedescubrimos en Lope de Vega. Infantil también en esto, noparece haber llegado nunca a una clara idea de sudignidad y de la responsabilidad de sus actos. Laencantada selva de representaciones poéticas, tanincreíblemente frondosa que envolvía por todas partes suespíritu, cegábalo para cuanto no fueran ellas.

Esta imposibilidad de someter sus facultades a unadirección fija y encaminarlas hacia un fin impuesto por lareflexión, manifiéstase, en lo literario, en el frecuentefracaso de Lope en las líneas generales de sus obras,sobre todo en sus poemas eruditos. Sabido es que lapersonalidad artística de Lope de Vega presenta dobleaspecto: el de poeta popular y nacional y el de poetaerudito y universal. Lope aspiró, sobre todo en los dos

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primeros tercios de su vida, y la riqueza de sus dotes ledaba pleno derecho a ello, a ser un poeta universal yclásico, cuya gloria igualara, si no oscureciera, a la de losgrandes poetas del Renacimiento italiano. El Ariosto, elTasso, Petrarca, eran el permanente norte de suemulación. Sin embargo, aun poseyendo el inagotabletorrente de inspiración de todos sabido, aun siendo dueñode un muy grande saber de humanidades, de una erudiciónmuy extensa, jamás acertó Lope a componer obra algunade este tipo que pueda decirse afortunada. Sólo loshistoriadores de la literatura se acordarían hoy de Lope sino hubiera escrito más que la Jerusalem, la Angélica ol o s Triunfos. Esos poemas, en general fríos ypedantescos, se salvan solamente por aquellos pasajes enque la espontánea inspiración del poeta rompe el moldeacadémico y se derrama en encendidas expresioneslíricas.

En cambio, cuando Lope, en vez de buscar sus temasen el mundo clásico (siempre ajeno a su temperamento)los tomó del ambiente real que le rodeaba o de la historiade España, viva para él como lo que veían sus ojos,entonces acertó a crear el gran número de obras poéticasque, aunque no sin defectos, lo han colocado en un puestoúnico y solo en las letras españolas. Como poeta popular

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Lope tiene tanta vida como la naturaleza misma. Esindecible su sentimiento de la realidad; penetra con lamayor agudeza en el verdadero ser de los individuoscolocados en las situaciones más opuestas y pone en suslabios la palabra justa en que aquél se nos revele. Cuantoes tocado por su pluma en sus abundantísimos momentosfelices queda impregnado de esa indecible cualidad, sóloposeída por las más altas obras de arte, con la cualprovocan en nosotros una sensación como de vida. Tieck,en una nota inédita existente en la Biblioteca de Berlínentre los papeles del poeta, publicada por el señorBertrand en su libro L. Tieck et le théâtre espagnol ,define la obra de Lope con estas tres palabras:"Naturalidad, verdad, objetividad." Lope "es la naturalezamisma—dice el poeta Grillparzer—; sólo las palabrasson dadas por el arte... Es ilimitado en él el sentimientode lo natural. En mitad del pasaje de peor gusto sepresentan auténticos testimonios de ello". "Las comediasde Lope es el prologuista de la Parte XXIII el que hablason de la naturaleza, y las otras, de la industria."

No hay palabras para expresar cómo conocía y sentíaLope las cosas españolas. La historia verdadera ylegendaria del país en general y de cada comarca y cadaciudad en particular; los usos y costumbres de cada

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región: todas las singularidades de la tradición y de lavida española de su tiempo estaban siempre presentes yvivas en el dilatado ámbito de su memoria. "Lope hacerevivir en la escena —dice el señor Menéndez Pidal enL'epopée castillane— todos los tipos, las costumbres, lasregiones de España, que jamás ha conocido nadie taníntimamente como él, y al mismo tiempo vuelve a tratarpor su cuenta los asuntos de la antigua epopeya,reconociendo en ella la poesía hereditaria de la razaespañola." De este modo, por haber infundido nueva vidapoética a la historia patria; por recoger en su obra cuantoviene a constituír la vida española del momento, en logrande y lo pequeño, lo general y lo particular, álzaseLope en nuestra historia literaria como supremo poetanacional. Por él y su teatro anúdanse las viejas tradicionesmedievales españolas con la vida del siglo XVII y no seda en España—como hace notar el señor Morel Fatio—eldivorcio del espíritu nuevo con el de la Edad Media, quese operaba en Francia al mismo tiempo.

Si Lope sabe sentir y apreciar la épica española yhace de su teatro como una continuación del romancero,no es menos asombroso su sentimiento de la líricapopular. "Su corazón—dice el señor Pidal en la obracitada—ha permanecido siempre abierto a la inspiración

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ingenua y ruda de los humildes: los cantos popularesdespiertan en él el eco fiel y armonioso de la poesía másprofunda." A cada paso en el teatro de Lope, ya unromance o ya una canción del pueblo, deliciosamenteescogida, vienen a realizar un altísimo efecto dramático, yno faltan en su obra comedias construídas sobre la base deun canto popular.

Mas con todo ello, Lope, poeta nacional porexcelencia, no está plenamente representado por obraalguna. No hay, en cuanto de su teatro ha llegado anosotros, ninguna comedia, por bellísima que sea, quepodamos llamar perfecta. La precipitación en el modo detrabajar (representantes y público no le permitíandescanso alguno), su facilidad fabulosa, la falta dereflexión y de dominio sobre sus facultades, hanperjudicado a esta parte de su producción, del mismomodo que a sus obras de poesía erudita. Aquí como allí,los detalles son superiores al conjunto, por bello que éstesea. Muy agudamente hizo ya observar Grillparzer que loexcelente e incomparable de Lope no suele estar en lostemas capitales, sino en cosas accesorias. "En eso esinimitable y, junto con la excelencia del diálogo, infunde asu obra una vida que nos atrae hasta cuando no podemosaprobar el conjunto."

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De este modo, a Lope no podemos juzgarlo por mediadocena de obras. Hay que tratar de columbrar, hastadonde sea posible, la masa gigantesca de su producción,en la cual, borrándose en la magnificencia total las faltasaisladas, se nos manifiesta el poeta como un ser casisobrehumano, dueño de una potencia de crearrepresentaciones artísticas dotada de una fuerza,delicadeza, diversidad y abundancia de tonos y matices,que acaso no haya tenido jamás su igual. Lope, entonces,semeja, no ya un hombre, sino una fuerza de la naturaleza.Propia de la naturaleza es su manera de crear: no seencamina reflexivamente hacia el propuesto fin con elmínimo esfuerzo y la mayor economía de energías; comosimientes llevadas por el viento, deja desperdigarseprofusamente sus facultades creadoras y éstas producenmás de un millar de obras, más o menos imperfectas, envez de esforzarse en lograr una sin falta. "Los dos versossiguientes—dice Grillparzer—podrían ser colocadoscomo lema al frente de las obras completas de Lope deVega:

TRISTAN.— Tiras, pero no reparas.

TEODORO.—Los diestros lo hazen así.

"EL PERRO DEL HORTELANO, ACTO I."

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Tirar sin reparar, a modo de una fuerza natural que noteme se agote nunca el caudal de que dispone, fué siempreel carácter de la creación artística de Lope.

No podemos repetir aquí algunas de las conocidasanécdotas que muestran la rapidez increíble con queescribía Lope de Vega. No debe ser muy exagerado lo quedice en el Arte nuevo de haber escrito comedias enveinticuatro horas. Pero aunque otro dato no tuviéramos,el propio número, que parece fábula, de las obras deLope, nos haría ver la facilidad pasmosa de su podercreador. Lope mismo, en la Egloga a Claudio y en LaMoza de cántaro dice haber escrito mil y quinientascomedias. Montalván hace subir este número a milochocientas y cuatrocientos autos. No pueden, ni muchomenos, admitirse cifras tan altas. Sin embargo, a pesar deque, como sabemos, gran parte del teatro de Lope estáirreparablemente perdido, nos son conocidos los títulosde setecientas veintiséis comedias y de cuarenta y sieteautos, y en la actualidad aún poseemos muy cerca dequinientas de las primeras.

"Si hubo alguna vez un poeta —dice von Schack en suHistoria— a quien su nación no sólo debe un drama sinouna literatura dramática completa, lo fué, sin duda, nuestroespañol." En Lope, realmente, tenemos que saludar al

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fundador de nuestro teatro nacional. No es muy exageradoel prologuista de la Parte XXIII al decir que "antes de síno halló a quién imitar, y después no hubo quienenteramente le imitara". Ni lo es Montalván cuando,hablando de las comedias en su Fama póstuma, dice:"Sepan todos que su perfección se debe sólo a su talento,pues las halló rústicas y las hizo damas, y cuantos despuésacá las han escrito (aunque alguno bárbaramente loniegue) ha sido rigiéndose por esta pauta." "Lope—dice elseñor Menéndez Pidal en la obra citada—supo encontrarla forma de comedia más adaptada al gusto nacional...Fijó el tipo y norma a los cuales podían recurrir conseguridad los genios de segundo orden, sin gastar ya susfuerzas en tentativas divergentes, y así, en vez deldesparramamiento anterior, el teatro conoció desde ahorae impuso a sus secuaces una fuerte unidad de gusto yorientación."

No es que Lope haya sacado de su cabeza la forma delteatro español: nadie, ni aun un genio de su alcurnia,inventa completamente cosa alguna. Prescindiendo deotros precursores menos calificados, el nombre delsevillano Juan de la Cueva debe ser siempre recordadocomo predecesor inmediato de Lope. Lo es en haberaprovechado temas nacionales como asunto de sus

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comedias (hasta en La muerte del rey Don Sanchointroduce un romance popular); lo es en no haberrespetado las reglas que la interpretación que elRenacimiento había dado a la estética dramática deAristóteles imponía como imprescindibles en lacomposición de toda obra teatral. Pero Cueva, que en suEjemplar poético fué el primer escritor crítico quedefendió el naciente teatro español de los ataques de losclasicistas, no era un poeta de genio: sus obras sonsuperiores como idea a como realización, y con suslimitadas fuerzas creadoras nunca habría llegado aimponer sus doctrinas estéticas. Era necesario que entrarael monstruo de naturaleza y se alzara con la monarquíacómica, que avasallara y pusiera debajo de su juridición atodos los farsantes, y llenara el mundo de comedias, enque relumbran los dones preciosísimos de su genio, paraque quedara fundado el teatro español.

Ahora bien, ¿qué opinaba el Lope de Vega, poetaerudito, que aspiraba a igualar la gloria de los más altospoetas clásicos, de la obra que atropelladamente ibacreando el otro Lope de Vega, poeta popular? Comoobserva el señor Menéndez Pidal en el dicho libro, escurioso que mientras Juan de la Cueva, convencidodefinidor del teatro nuevo, no tenía fuerza ni habilidad

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para imponerlo, Lope, de ideas más bien clásicas, fueraquien con su genio creador fundara uno de los dos másgrandes teatros románticos de la humanidad. Al principio,Lope parece despreciar sus comedias: "Si allá murmurande ellas algunos que piensan que las escribo por opinión—dice en la carta de 1604—, desengáñeles V. md. ydígales que por dinero." En la Epístola a don Antonio deMendoza llama "versos mercantiles" a los de suscomedias. Repetidas veces, por ejemplo en el prólogo deEl Peregrino, se disculpa de que éstas "no guarden el arte"alegando que el público las quiere así, y él no hace másque continuar las cosas tal como las ha encontrado,siguiendo el mal estilo que se ha introducido en el teatroespañol. Del Arte nuevo de hacer comedias, defensatímida de su teatro en la que no sale aún del terreno depedir perdón por sus muchas faltas, dice así el señorMenéndez y Pelayo, en el tomo III de la Historia de lasideas estéticas, y en tales palabras puede darse porresumido el problema de la posición de Lope en estacuestión, sobre todo antes de los años de su vejez: "ElArte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, tantraído y llevado por los críticos, hasta el extremo dehaberse convertido algunos de sus versos en proverbios,ha parecido a muchos una especie de enigma o acertijo,

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siendo, como es, su sentido claro y llano para todo el queno le considere aisladamente sino poniéndole en relacióncon las demás obras de su autor y con el sentido estéticoque predomina en ellas. En Lope hay dos hombres: el granpoeta español y popular y el poeta artístico, educado,como todos sus contemporáneos, con la tradición latina eitaliana. Estas dos mitades de su ser se armonizan cuandopueden, pero generalmente andan discordes, y, según lasocasiones, triunfa la una o triunfa la otra. Con su alma depoeta nacional, Lope tiene conciencia, más o menos clara,de la grandeza de su obra, y la lleva a término sindesfallecer un solo día. Pero al mismo tiempo se acuerdade que le enseñaron, cuando muchacho, ciertos librosllamados Poéticas, en los cuales, con autoridades mejor opeor entendidas del Estagirita y del Venusino, sereprobaban la mezcla de lo trágico y lo cómico y elabandono de las unidades. De aquí contradicción yaflicción en su espíritu." Pero según fué viviendo fuéaprendiendo Lope a apreciar más altamente su teatro. En1617 ya se decide a publicar directamente sus comedias,"aunque nunca las hizo para imprimirlas", dejando eldesdén con que las había tratado hasta entonces. Sinembargo, siempre tuvo por más valiosos sus poemas;"jamás tuvo arrogancia" por sus comedias, "porque

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teniendo ingenio y letras para los libros que corren suyospor Italia y Francia, tiene las comedias por flores delcampo de su Vega, que sin cultivo nacen". (Prólogo de laParte XX.) No sabia él que aquellas silvestres florecillaseran lo que le aseguraba la inmortalidad.

No vamos a entrar aquí, claro está, en la plurisecularcontienda, largo ha extinguida, entre los partidarios delteatro clásico y los del romántico, que tantos arroyos detinta y bilis hizo derramar en tiempo de nuestros mayores,próximos y remotos. Acaso, sin embargo, hubiera podidoser resuelta a gusto de todos considerando que el teatroespañol (o el inglés), aunque coincidiendo con las obrasdramáticas del arte clasicista, a las que se aplicaban lasleyes aristotélicas y horacianas, en ser recitado poractores en un escenario, pertenecía a diferente géneroliterario y era nacido de origen muy diverso. Siconsideramos que gran número de las obras de Lope (o deShakespeare) son fiel dramatización del relato de unacrónica o de un cuento; si atendemos a lo frecuentes,extensos e importantes que son en Lope los romances enque se narran cosas que constituyen parte integrante de laacción y que, sin embargo, no han podido ocurrir ante losespectadores; si vemos que en el teatro español, más quea la pintura de los caracteres en pugna se atiende a

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desarrollar el argumento, generalmente complicadísimo,llegaremos a pensar que tales obras, más que con lastragedias y comedias de tipo clásico, tienen parentescocon crónicas y novelas: que deben ser tenidas por lazo deunión entre los géneros épico y dramático más que comopuros dramas. Ya Bouterweck, historiador de nuestrasletras y uno de los fomentadores de los estudios deliteratura española en Alemania a principios del siglo xix,decía, según Bertrand (Tieck et le théâtre espagnol ) queuna comedia española es un cuento dramático. Tieck,según el mismo autor, escribe que "cada una de las buenascomedias de Lope está tratada como un cuento lleno dealta poesía". Y en otro lugar, analizando una obra deLope, dice: "Si se exceptúa el principio, está construídacomo un cuento y tiene un carácter completamentenarrativo." "Lope se propuso dar a sus comedias la formade una novela dramática—dice en su Historia Ticknor—ycon su gran talento llegó a establecer esta base como lafundamental del teatro español." El propio Lope habíadicho en el proemio de su novela El Desdichado por lahonra: "Demás que yo he pensado que tienen las novelaslos mismos preceptos que las comedias, cuyo fin es haberdado su autor contento y gusto al pueblo, aunque seahorque el arte." Finalmente, don Ramón Menéndez Pidal,

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en la obra varias veces citada, se expresa en estostérminos: "Puede decirse que fué ella—la prosa narrativa—quien le imprimió su carácter definitivo haciéndolepasar de las hondonadas y laberintos en que se perdía alancho campo que debía recorrer tan gloriosamente. Fué asu semejanza como se formó el nuevo drama, donde todoes acción, movimiento y vida. A ella es a quien ha debidosu vivacidad, la rapidez de su acción, la libertad deabarcar las épocas y los lugares más alejados unos deotros, esas bruscas transiciones gracias a las cuales eljuglar antiguo y el cronista, venido tras él, transportaban asu antojo la atención de los oyentes del uno al otro lado delos lugares donde se desenvolvía el relato. Tal es elorigen de esos continuos cambios en el lugar de la escenaque han permitido al nuevo drama tratar los asuntos máscomplejos de la epopeya, de la historia y de la novelaantigua. Concebida de esta manera, la comedia españolase ha constituído bajo la forma de una epopeya dramáticay el principio al cual obedece no es otro que éste: todo loque puede ser narrado puede también ser representado enla escena."

Poco a poco, según van siendo mejor estudiadas lascomedias y conocidos los sucesos de la vida del poeta, aque no faltan alusiones en aquéllas, comienza a ser

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posible el establecer su sucesión cronológica con mayorrigor de lo que lo había sido hasta ahora. De este modollegará a verse con toda claridad la evolución del artedramático de Lope en su larga carrera. Pero en lo esencialno se saldrá—es de esperar—de lo entrevisto por elseñor Menéndez y Pelayo, quien viene a afirmar que enlas comedias de la juventud de Lope predomina elcarácter lírico y hay gran complicación de argumentos eincidentes, mientras que en las obras de la vejezsimplifícase el asunto y el tono épico se sobrepone allírico. En las dos comedias que contiene este volumen,pertenecientes a muy distinto tiempo de la vida del poeta,puede comprobarse cumplidamente este general aserto.

Lope de Vega, como se ha dicho antes, conoció envida la mayor popularidad que jamás puede haberalcanzado autor alguno. León Pinelo en sus Anales deMadrid alaba "la estimación que le dió el pueblodondequiera que estuvo, y particularmente en esta Corte,donde en oyéndole nombrar los que no le conocían separaban en las calles a mirarle con atención, y otros quevenían de fuera luego le buscaban y a veces le visitabansólo por ver y conocer la mayor maravilla que tenía laCorte, y muchos le regalaban y presentaban alhajas sinmás título que el de ser Lope de Vega, y si llegaba a

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comprar cualquiera cosa de mucha o poca calidad, ensabiendo que era Lope de Vega se la ofrecían dada o se lavendían con toda la cortesía y baja de valor que les eraposible;... dieron en Madrid, más de veinte años antes quemuriese, en decir por adagio a todo lo que queríancelebrar o alabar por bueno, que era de Lope; losplateros, los pintores, los mercaderes, hasta lasvendedoras de la plaza, por grande encarecimiento,pregonaban fruta de Lope, y un autor grave, que escribióla historia del señor don Juan de Austria, para levantar depunto la alabanza, dijo de uno que era capitán de Lope, yuna mujer, viendo pasar su entierro, que fué grande, sinsaber cúyo era, dijo que aquel era entierro de Lope, enque acertó dos veces". Quevedo, en la aprobación de lasRimas de Burguillos, se refiere también a este uso popularde calificar como de Lope a lo excelente: "Frey LopeFélix de Vega Carpio, cuyo nombre ha sidouniversalmente proverbio de todo lo bueno."

"Gozó sin litigio Lope la fama en la mocedad—dicePellicer en su Panegírico—; aguardábanle lascontradicciones para la vejez." En los últimos años de lavida del poeta, el tornadizo favor del público parecehaberse complacido más en las obras de algunos nuevosingenios que en las del viejo creador del teatro español;

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más de una vez el público recibió con hostilidad algunade sus últimas creaciones. El aplauso y protección de lasesferas oficiales ya hemos visto también que buscó depreferencia otras frentes para colocar en ellas suscoronas. El poeta habrá conocido en la última época de suvida la amarga sensación de sobrevivirse, de quedarrezagado en la marcha del gusto público de su tiempo. Nopoco le habrá dolido esta desventura que venía a sumarsea las desdichas privadas que ennegrecieron y llenaron deamargura sus últimos días.

Muerto Lope, su obra quedó un tanto oscurecida por lade Calderón, su continuador famosísimo, y fué cada vezmás olvidada en el creciente mal gusto que se extendíasegún iba avanzando el siglo XVII. En el XVIII, corrió lasuerte de todo el teatro español, y sólo a principios delXIX renació su fama con la reivindicación general denuestro teatro por los escritores románticos, alemanesprincipalmente. Pero también entonces la nombradía deCalderón hizo sombra a la de Lope, que todavía vino aquedar en lugar secundario. Grillparzer en los países delengua germánica; en Inglaterra la redacción de TheAtheneum, Chorley y Ormsby, iniciaron la tendencia decolocar a Lope en el excelso lugar que le corresponde enel teatro español, tendencia que recibió consagración

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oficial entre nosotros cuando en 1890 don MarcelinoMenéndez y Pelayo acometió la tarea de publicar laedición académica de las obras de Lope de Vega. Deentonces acá, los estudios sobre Lope han venido siendocada vez más numerosos e intensos, y en la valoraciónactual de nuestras letras, Lope de Vega, aunque sin elsentido universal de Cervantes, su no muy amadocoetáneo, goza de una preeminencia y significación únicasen el orbe de la literatura española.

J. Gómez Ocerín. R. M. Tenreiro.

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PERSONAJES[4]

ABINDARRÁEZ.

PÁEZ.

PERALTA.

JARIFA.

BAJAMED.

ZARA.

ZORAIDE.

ARRÁEZ.

MANILORO.

ALBORÁN.

ESPINOSA.

CELINDO.

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NARVÁEZ.

ALVARADO.

MENDOZA.

NUÑO.

CABRERA.

ARDINO.

ALARA.

ORTUÑO.

ZARO.

DARÍN.

Representóla Ríos, único representante[5].

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ACTO PRIMERO

Salen a un tiempo por dos puertasAbindarráez y Jarifa. Sin verse.

ABIND.— Verdes y hermosas plantas,[6]

Que el sol con rayos de oro y ojos tristesHa visto veces tantasCuantas ha que de un alma el cuerpo fuistes;Laureles, que tuvistesHermosura y dureza:Si no es el alma agora[7]

Como fué la corteza,Enternézcaos de un hombre la tristeza,[8]

Que un imposible adora.

JARIFA.— Corona vencedoraDe ingenios y armas, Dafne, eternamentePor quien desde el auroraHasta la noche llora tiernamenteEl sol resplandeciente:

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Si no habéis de ablandarosAl són del llanto mío,¿De qué sirve cansaros,Y mi imposible pretensión contaros,Que al viento sólo envío?

ABIND.— Claro, apacible río,Que con el de mis lágrimas te aumentas,Oye mi desvaríoPues que con él tus aguas acrecientas.Razón será que sientasMis lágrimas y daños,Pues sabes que me debesLas que por mis engañosLlorar me has visto tan prolijos años,Y por bienes tan breves.

JARIFA.— Porque tu curso lleves,Famoso río, con mayor creciente,Y la margen renuevesQue en tus orillas hizo la corrienteDe aquella inmortal fuenteQue a mis ojos envíaEl corazón más tristeQue ha visto en su tardía

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Carrera el sol en el más largo día,Hoy a mi llanto asiste.

ABIND.— Jardín que adorna y visteDe tantas flores bellas Amaltea:[9]

Aquí, donde tuvisteAquella primavera que hermosea,Cuando por ti pasea;Aguas, yerbas y flores,Aquí vengo a quejarme,Y no de sus rigores,Sino de un imposible mal de amores,Que ya quiere acabarme.

JARIFA.— Si para lamentarme,Aquí, donde perdí mi libre vida,Lugar no quieren darmeEl blando río y planta endurecida,Al cielo es bien que pidaPiadoso oído atento.Oídme cielo hermoso;Óyeme, amor, contentoDe haber triunfado de mi libre intentoCon arco poderoso.

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ABIND.— Si hay algún dios piadosoPara con los amantes, y si algunoDeste mal amorosoProbó el rigor, tan fiero y importuno,Pues no hay amor ningunoQue pueda ser tan fiero,O me remedie o mate;Que por mi hermana mueroY en tan dulce imposible desespero:Tal es quien me combate.

JARIFA.— Al último remateDe mi cansada vida, al postrer dejo,Cuando no es bien que trateDe buscar medicina ni consejo,Como cisne me quejo.Fiero amor inhumano,Mi hermano adoro y quiero,Por imposibles muero.

ABIND.— ¡Jarifa!

JARIFA.— ¡Abindarráez!

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ABIND.— ¡Hermana!

JARIFA.— ¡Hermano!

ABIND.— Dame esos brazos dichosos.

JARIFA.— Dadme vos los vuestros caros.

ABIND.— ¡Ay, ojos bellos y claros!

JARIFA.— ¡Ay, ojos claros y hermosos!

ABIND.— ¡Ay, divina hermana mía!

JARIFA.— ¡Ay, hermano mío gallardo!

ABIND.— ¡Qué nieve cuando más ardo!

JARIFA.— ¡Qué fuego entre nieve fría!

ABIND.— ¿Qué esperas, tiempo inhumano?

JARIFA.— Tiempo inhumano, ¿qué esperas?

ABIND.— ¡Ah, si mi hermana no fueras!

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JARIFA.— ¡Ah, si no fueras mi hermano!

ABIND.— Señora, ¿de qué sabéisQue hermanos somos los dos?

JARIFA.— De lo que yo os quiero a vos,Y vos a mí me queréis.Todos nos llaman ansí,Y nuestros padres también;Que, a no serlo, no era bienDejarnos juntos aquí.

ABIND.— Si ese bien, señora mía,Por no serlo he de perder,Vuestro hermano quiero ser,Y gozaros noche y día.

JARIFA.— Pues tú, ¿qué bien pierdes, di…Por ser hermanos los dos?

ABIND.— A mí me pierdo y a vos:Ved si es poco a vos y a mí.

JARIFA.— Pues a mí me parecíaQue a nuestros amores llanos

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Obligaba el ser hermanos,Y que otra causa no había.

ABIND.— Sola esa rara hermosuraA mí me pudo obligar,Ese ingenio singularY esa celestial blandura,Esos ojos, luz del día,Esa boca y esas manos;Porque esto de ser hermanos,Antes me ofende y resfría.

JARIFA.— No es justo que en el amor,Abindarráez, tan justoDe hermanos, halles disgusto,Siendo el más limpio y mejor.Amor que celos no sabe,Amor que pena no tiene,A mayor perfeción viene,Y a ser más dulce y suave.Quiéreme bien como hermano:No te aflijas ni desueles,Sigue el camino que sueles,Verdadero, cierto y llano;Que amor que no tiene al fin

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Otro fin en que parar,Es el más perfeto amar;Que al fin es amar sin fin.

ABIND.— ¡Ah, hermana! Pluguiera a AláQue vuestro hermano no fuera,Y que este amor fin tuviera,Que el de mi vida será,Y que celos y querellasTuviera más que llorarQue arenas tiene la marY que tiene el cielo estrellas.Por bienes que son tan rarosEra poco un mal eterno;Que penas, las del infiernoEran pocas por gozaros.Mas, pues vuestro hermano fuí,No despreciéis mi deseo.

JARIFA.— Antes le estimo, y te creo.

ABIND.— ¿Pediréte algo?

JARIFA.— Sí.

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ABIND.— ¿Sí?

JARIFA.— Sí, pues.

ABIND.— ¿Qué te pediré?

JARIFA.— Lo que te diere más gusto:Todo entre hermanos es justo.

ABIND.— No fué justo, pues que fué.Ahora bien: dame una mano,Y pondréla entré estas dos,Por ver si así quiere DiosQue sepa que soy tu hermano.

JARIFA.— ¿Aprietas?

ABIND.— Doyla tormentoPor que diga la verdad;Que es juez mi voluntadY potro mi pensamiento.Con los diez dedos te aprieto,Cordeles de mi rigor,Siendo verdugo el amor,

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Que es riguroso en efeto,Pues agua no ha de faltar,[10]

Que bien la darán mis ojos;Di verdad a mis enojos.

JARIFA.— Paso, que es mucho apretar;Que no lo sé, por tu vida.

ABIND.— Yo no lo pregunto a ti.

JARIFA.— ¿Ha de hablar la mano?

ABIND.— Sí.Bien podéis, mano querida.Pero mi pregunta es vanaY ella calla en el tormento.A lo menos, en el tientoNo sabe a mano de hermana.¿Que al fin lengua te faltó?Dime, blanca, hermosa mano:¿Soy su hermano? Digo hermano,Y responde el eco, no.Testigos quiero tomar.

JARIFA.— ¿Qué testigos?

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ABIND.— Esos ojos,A quien por justos despojosMil almas quisiera dar.¿No respondéis? Culpa os doy,Lengua de fuego inhumano.No me miran como a hermano;No es posible que lo soy.Pues ¿preguntaré a la boca?Esta no dirá verdad,Cuando pura voluntadEl instrumento no toca.Pues ¿a los tiernos oídos?Pero ya con escucharme,O pretenden consolarmeO quitarme los sentidos.El gusto, si está olvidado,¿Qué pregunta le he de hacer?Que el gusto de la mujerNo quiere ser preguntado.Mas ¿qué importa, ojos, oídos,Boca, manos, gusto, hacerosTestigos, si he de perderosSólo porque sois queridos?Dése, pues, ya la sentencia

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En que sea el cuerpo hermanoY el alma no; que es en vanoQuerer que tenga paciencia;Pero, aunque vencido estoyY a la muerte condenado,Quiero morir coronadoPues como víctima voy.Dadme, hermosas flores bellas,Rubí, zafir y esmeraldaPara hacer una guirnalda.

Haga que compone una guirnalda.

JARIFA.— Bien es que te adornes dellas.Triunfa de mi loco amorY de mi seso perdido;Que, aunque piensas por vencido,Yo sé que es por vencedor.Pon la rosa carmesíDe mi prestada alegría,Y mi celosa porfíaEn el lirio azul turquí;En el alhelí pajizoMi desesperado ardor,Y en la violeta el amor

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Que mi voluntad deshizo;Mi imposible en el jazmínBlanco, sin dar en el blanco.

ABIND.— ¡Cuánto se te muestra francoEl cielo, hermoso jardín!Bella guirnalda he tejido,Ciña mis dichosas sienes.

(Póngase la guirnalda).

JARIFA.— Galán por estremo vienes.

ABIND.— Y coronado y vencido.

JARIFA.— Muestra, pondrémela yo,¿Qué te parece de mí?¿No estoy buena?

ABIND.— Mi bien, sí.

JARIFA.— ¿Soy tu hermana?

ABIND.— Mi bien, no;Y en lo que os quiero me fundo.

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JARIFA.— Dime ya tu parecer.

ABIND.— Hoy acabáis de vencer,Como otro Alejandro, el mundo.Parece que agora en élNo cabe vuestra persona,Y que os laurea y coronaPor reina y señora dél.

JARIFA.— Si así fuera, dulce hermano,Vuestra fuera la mitad.

ABIND.— ¿Tanto bien a mi humildad?Dadme vuestra hermosa mano.[11]

(Zoraide, alcaide de Cartama, Alborán, moro)

ZOR.— ¿Eso dicen en GranadaDel buen Fernando?[12]

ALBOR.— Esta nuevaAgora la fama lleva.

ZOR.— Tu buen suceso me agrada:

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No hay a quien amor no deba.

ALBOR.— Es muy propio del valorObligar al tierno amorDesde el propio hasta el estraño.No habrá más guerras este año,Que ansí lo dice Almanzor.

ZOR.— ¿Traes cartas?

ALBOR.— Señor, sí.

ABIND.— ¡Nuestro padre!

ZOR.— ¡Oh hijos caros!Huélgome mucho de hallarosEn esta ocasión aquí:Llegad, que quiero abrazaros.

ABIND.— Sin duda trae AlboránBuenas nuevas.

ZOR.— No me danPoco gusto, si este inviernoDescansare del gobierno

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De militar capitán.

ABIND.— ¿Dejó Fernando la guerra?

ALBOR.— Por este año está olvidada.

ZOR.— Colguemos todos la espada,Y esté segura la tierraY la frontera guardada;Que harto el cuidado me aprietaEn defender a Cartama,Porque jamás en la camaMe halló el sol ni la trompetaQue la gente al campo llama.Fernando es ido a Toledo:Seguro pienso que quedoDe dejar mi casa. Ven,Responderé al Rey y a HazénCuanto agradecerles puedo.O quédate, si por dichaAbindarráez quisiereSaber nuevas.

ABIND.— No hay que espereDespués de la nueva, dicha.

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Aquí mi esperanza muere.

ZOR.— Ven tú, Jarifa, que tengo

(Vase Zoraide)

Que hablarte.

JARIFA.— Adiós; luego vengo.

(Vase Jarifa)

ABIND.— ¿Que aquí mi padre se queda?¿Posible es que vivir puedaLa esperanza que entretengo?—Alborán, ¿que no hay jornada?

ALBOR.— Ya el cristiano ha recogidoSobre la pica ferradaEl tafetán descogidoDe la bandera cruzada.Ya Mendozas y Guzmanes,Leivas, Toledos, Bazanes,Enríquez, Rojas, Girones,Pachecos, Lasos, Quiñones,Pimenteles y Lujanes,Truecan las armas por galas,

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Por música el atambor,Y por las plazas las salas;A Belona por Amor,A quien nacen nuevas alas.Ya Bencerrajes, Zegríes,Zaros, Muzas, Alfaquíes,Abenabos, Aibenzaides,Mazas, Gomeles y Zaides,Hacenes y Almoradíes,Dejan lanzas, toman varas,Juegan cañas, corren yeguas;Que se escuchan a dos leguasLos relinchos y algazarasCon que celebran las treguas.

ABIND.— ¿Abencerrajes dijiste?Pues ¿han quedado en GranadaDespués del suceso triste?[13]

ALBOR.— Fuése la lengua engañadaAl nombre ilustre que oíste;Que ya no hay en todo el mundop>Sino tú.

ABIND.— ¿Cómo?

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ALBOR.— No digoSino que eres tú segundoAl valor de que es testigoCielo, tierra y mar profundo.

ABIND.— No, Alborán, eso me di.Dame esa mano.

ALBOR.— Mancebo¡Qué deudos perder te vi!Reviente con llanto nuevoEl alma de nuevo aquí.No te miro vez algunaQue de su triste fortunaY próspera no me acuerde:A nadie de vista pierdeLa envidia, aunque esté en la luna,Aún veo en viles espadasLas cabezas separadasDe aquellos ilustres cuellos,Y asidas de los cabellos,En el Alhambra clavadas.Aún corre la sangre aquí,Y aún aquí la envidia aleve

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Me parece que la bebe.¡Oh vil Gomel, vil Zegrí!¿Lloras?

ABIND.— Su historia me mueve.Pero dime, Alborán, así los cielosTe dejen ver el fin de tu esperanza,Y lo que quieres bien gozar sin celos;Ansí en el campo la gallarda lanzaY en la plaza tu caña sea famosa,Y el Rey te dé su Alhambra en confianza;Ansí de amiga cara o dulce esposa,Si dellos tienes esperanzas vanas,Alcances hijos, sucesión dichosa;Y dellos, en moriscas africanas,Los nietos, que colgados de tu cuello,Con tiernas manos jueguen con tus canasAnsí primero veas su cabelloNevado que tu muerte, y lleno acabesDe fama y años, que Alá puede hacello,Que me digas, pues sé yo que lo sabes,Si soy yo Bencerraje, y si deciendoDe los que alabas y es razón que alabes,O, como por ventura estoy temiendo,

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Soy hijo del alcaide de Cartama,[14]

Puesto que la verdad del alma ofendo;[15]

Que por la fe que el noble estima y ama,[16]

De guardarte secreto eternamente.Dime tú lo que dicen alma y fama.

ALBOR.— ¡Oh ilustre y generoso decendienteDe aquellos malogrados BencerrajesPor su valor y envidia juntamente!¡Oh reliquia de aquellos dos linajes![17]

¡Oh fénix de su muerte, sangre y fuego,Porque mejor de los aromas bajes![18]

En este punto de Granada llego,Y el traer sangre tuya en la memoria(Que casi te la doy en llanto ciego),Ha hecho que te obligue con su historia,Que ya la sabes por ajena fama,A restaurar su antiguo nombre y gloria.[19]

No es tu padre el alcaide de Cartama,Que, puesto que es tan noble, fué Selimo,[20]

Pero el Alcaide, como ves, me llama.No puedo detenerme.

ABIND.— Tanto estimo...

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ALBOR.— Venme después a hablar.

ABIND.— ¿Qué así me dejas?

ALBOR.— Perdona un poco.

(Vase)>

ABIND.— Mi esperanza animo:Cierre la puerta el alma a tantas quejas.Hermosas, claras, cristalinas fuentes,Jardines frescos, celebrados árboles,Que aquí me vistes de Jarifa hermano,Ya no soy el hermano de Jarifa;Ya puedo ser su amante y ser su esposo:Dad todos parabién a Abindarráez.Ya no soy aquel triste AbindarráezQue os daba tanto llanto, puras fuentes;Ya no escribiré hermano sino esposo,Por las cortezas de los verdes árboles.Pero, si no me quiere mi Jarifa¡Cuánto mejor me fuera ser su hermano!Mas aunque no me quiera, el ser su hermanoYa quita la esperanza a Abindarráez

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De la gloria que el alma ve en Jarifa.Dirán que esto es verdad las sordas fuentes,Y sus hojas harán lenguas los árboles:Tanto es el bien de poder ser su esposo.Si sólo el ser posible ser su esposoEstorbaba del todo el ser su hermano,Jardines, yedras, flores, plantas, árboles,Aquí, donde lloraba AbindarráezHechos sus ojos caudalosas fuentes,Aquí se llama esposo de Jarifa.¡Cielos! ¿Que gozar puedo de Jarifa?¿Que ya es posible que yo sea su esposo?Riendo lo murmuran estas fuentes,Que me llamaron tristemente hermano.Decid que soy su esposo AbindarráezQue el viento os dará voz, amigos árboles.¡Qué de veces al pie de aquestos árbolesMiré los bellos ojos de Jarifa,Y ella me dijo: "¡Hermano Abindarráez!"Pues ya su esposo soy, no soy su hermano,O, a lo menos, ya puedo ser su esposo:Decídselo, si vuelve, claras fuentes.Fuentes, ya cesa el llanto; verdes árboles,Ya parto a ser esposo de Jarifa,

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Que ya no soy su hermano Abindarráez.

(Vase)

Sale Narváez[21] y Nuño, soldado.

NARV.— Bañaba el sol la crespa y rubia crestaDel fogoso león, por alta parte,Cuando Venus lasciva y tierno MarteEn Chipre estaban una ardiente siesta.La diosa, por hacerle gusto y fiesta,La túnica y el velo deja aparte,Sus armas toma, y de la selva parte,Del yelmo y plumas y el arnés compuesta.Pasó por Grecia, y Palas vióla en Tebas,Y díjole: "Esta vez tendrá mi espadaVitoria igual de tu cobarde acero."[22]

Venus le respondió: "Cuando te atrevas,Verás cuánto mejor te vence armadaLa que desnuda te venció primero."[23]

NUÑO.— Oyendo he estado hasta el fin,Si en historias tengo parte,Esa de Venus y Marte,Desarmado en el jardín;

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Y que Palas la vió en TebasY vencerla quiso armada,Porque cortase su espadaDesde la gola a las grebas;Y que Venus respondió(Que es todo filatería)Que armada la venceríaQuien desnuda la venció.Pero, señor, ¿a qué intentoTanto estos días te inclinasA Venus, cuanto afeminasA nuestro Marte sangriento?Dime la causa, señor.

NARV.— Todo es, Nuño, declararteQue puesto que armado Marte,Le vence desnudo amor.

NUÑO.— Pues qué, ¿un fuerte capitánPuede a nadie estar sujeto?

NARV.— ¿A un dios no?

NUÑO.— ¿Dios?

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NARV.— En efeto,A amor ese nombre dan.

NUÑO.— Que le dió...

NARV.— La antigüedad.

NUÑO.— ¡Gentil dios! ¡Buena razón!¡Donde hay tanta imperfección,Inconstancia y variedad!Entre otras mil cosas, dos.Le quitan ese gobierno.

NARV.— ¿Cuáles son?

NUÑO.— No ser eternoForzoso atributo en Dios,Y carecer de razón.

NARV.— Luego amor ¿no es inmortal?

NUÑO.— No; que al primer vendavalSuele mudar de opinión;Y tarde se ve en mujerAmor firme, amor durable.

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NARV.— Antes no hay mujer mudableCuando comienza a querer,Y no hay para qué te afirmesEn el engaño que cobras:Hacémoslas malas obras,Y querémoslas muy firmes.Antes amor en el hombreSuele ser más imperfecto.

NUÑO.— Antes, por ser más perfecto,Le dieron como hombre el nombre,Porque a ser, antes o agora,Más en mujer su valor,No le llamaran amor.

NARV.— ¿Qué le llamaran?

NUÑO.— Amora.

NARV.— ¡Amora!

NUÑO.— Sí. ¿No pintamosComo mujer la piedad,La castidad, la verdad,

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Porque en ellas tanta hallamos?Pues si en mujer el quererEs de perfección capaz,¿Por qué le pintan rapaz,Sino en forma de mujer?[24]

Mas, dejando a las escuelasTan vanas sofisterías,Dime, señor, ¿de qué díasEs este dolor de muelas?

Narv..— De un mes.

NUÑO.— Y ¿quién te enamora?

NARV.— Bien dices; que mora fué.

NUÑO.— ¡Mora!

NARV.— Mora.

NUÑO.— Bien podréCantarte a la perra mora[25]

¿Dónde la viste?

NARV.— En Coín.

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NUÑO.— ¿Cuándo?

NARV.— En las treguas pasadas,Dando a unas rejas doradasPor remate un serafín.

NUÑO.— ¿Y el zancarrón de Mahoma,Y date desasosiego?[26]

NARV.— ¡Oh Nuño! Todo soy fuego,Que hable o calle, duerma o coma.

NUÑO.— No se te dé dos cuatrines;Consuelo y regalo toma,Que en el cielo de MahomaSon bajos los serafines.Estas moras son lascivas;Tú eres hombre famoso;No será dificultosoGozarla como la escribas.Toda esta tierra te adoraPor galán, noble, discreto,Valiente, rico: en efeto,Ya te conoce esa mora.Dame una carta, y yo haré

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Que venga esa galga aquí.[27]

NARV.— ¿Llevarássela tú?

NUÑO.— Sí;Que bien su arábigo sé.Pondréme unos almaizales,Y hecho moro, iré a CoínA traerte el serafín,Que aquesta noche regales;Que basta por testimonioQue te firmes don RodrigoDe Narváez.

NARV.— ¡Oh, Nuño amigo!¡Vive Dios, que eres demonio!Pero la letra cristiana,¿Cómo la podrá entender?

NUÑO.— Que para todo ha de haberRemedio y industria humana.Aquel moro, tu cautivo,La escribirá.

NARV.— Dices bien.

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NUÑO.— Pues voy por él.

NARV.— Trae tambiénRecado.

NUÑO.— Ya le apercibo.

(Vase)

NARV.— Amor, si fuerais igualA la edad y al cuerpo mío,Yo os retara en desafío;Pero así parece mal.Aquel fronterizo fuerte,Aquel andaluz temido,Aquel Narváez, que ha sidoEntre moros rayo y muerte,Hoy vencéis, hoy sujetáisCon una mora. ¿Qué es esto?

(Salen Nuño y Arráez, moro, y recado de escribir)

NUÑO.— Toma esa pluma y di presto.

ARR..— ¿Qué es, señor, lo que mandáis?

Page 100: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Hinca la rodilla en tierra,Y escribe.

ARR..— Decid, señor.

NARV.— ¿Eres hombre de valor?

ARR..— Fuilo en la paz y la guerra.

NARV.— ¿Dónde tan a solas ibasCuando ayer te cautivé?

ARR..— Después te lo contaré,Señor, que esta carta escribas.

NARV.— ¿Cómo te llamas?

ARR..— Arráez.

NARV.— ¿De dónde eres?

ARR..— De Coín.

NUÑO.— ¿Conoces al serafínDe Rodrigo de Narváez?

Page 101: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Calla, loco, que ya escribo.

NUÑO.— No creo que lo estás poco.—¡Cuántos locos hace un loco!¡Cuerdo yo, que libre vivo!¡Vive Dios, que es gran flaquezaTropezar la voluntad!Que amor es enfermedadY sale por la cabeza.Yo no quiero más amorQue mis armas y caballo;En esto mis gustos halloY me porto a mi sabor.Sólo mi arnés es mi dama;Este adoro, déste fío,Tanto, que, a no ser tan frío,Aun le acostara en la cama.Yo le limpio, yo le visto,Porque en la necesidadMe muestra la voluntadCon que una espada resisto.Mi amor es lanza y caballo;Soldado que a amor se inclina,Tan cerca está de gallina

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Cuanto pretende ser gallo.Bien que, amor, ya os tengo a vosAlguna vez por juez;Pero esto sola una vez,Que no ha de ser más, ¡por Dios!La mujer, fácil estopa,Es mancha de aceite, fuego,Que, si no se ataja luego,Cunde por toda la ropa.

NARV.— No tengo que decir más.

ARR..— Mucho debe a tu valorEsta a quien tienes amor.

NARV.— Bien la quiero.

ARR..— Tierno estás,Pues te confiesas vencido,Siendo Narváez, señor,El hombre más vencedorQue el mundo ha visto y tenido.

NARV.— (Esto aparte)Toma, Nuño, y a un balcón

Page 103: El Remedio en La Desdicha

De cuatro rejas azules,[28]

Después que te disimulesCon la trazada invención,Dirige tus pasos ciertos;Que en la plaza le verás.Llama a su puerta.

NUÑO.— Y ¿qué más?

NARV.— La respuesta y los conciertos.

NUÑO.— La mora ¿se llama?

NARV.— (No lo oiga el moro). Alara,Y que es casada he sabido.

NUÑO.— Creo que con su maridoMás presto se negociara;Que te tienen tanto amorLos moros destas fronteras,Que es lo menos que pudierasAlcanzar de su favor.

ARR..— Dice Nuño la verdad:Adoran tu nombre y fama.

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NUÑO.— Voyme.

ARR..— ¡Dichosa la damaA quien tienes voluntad!

NARV.— Guíete amor.

(Vase Nuño)

NARV.— Dime, Arráez:¿Dónde ayer ibas?

ARR..— Señor,Sólo a saber que el amorEra mayor que Narváez.Mi cautiverio he tenido,Señor, por bien empleado,Sólo por ver humilladoHombre a quien nadie ha vencido.Yo iba a ver mi laborY alejéme, sin pensallo.Donde me llevó el caballoY a él le llevó el furor.

NARV.— Pues ¿en qué ibas divertido?

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ARR..— En un largo pensamientoCon que a veces mar y viento,Cielo, fuego y tierra mido.

NARV.— Moro, pues sabes el mío,Dime el tuyo; que, si puedo,Obligado a tu bien quedo.

ARR..— De tu grandeza lo fío.

NARV.— Esta mi pasión me obligaA pensar que quieres.

ARR..— Quiero...Pero mi tormento fieroNo permitáis que os le diga;Mayor es que amor airado.

NARV.— ¿Mayor que amor puede ser?

ARR..— Es celos de mi mujer,Rodrigo, que soy casado.

NARV.— ¡Con celos, y estás aquí!No lo quiera Dios, Arráez;

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Ya eres libre.

ARR..— ¡Oh gran Narváez!Hoy vive mi honor por ti.Dame esos pies.

NARV.— Vete luego.—¡Páez!

(Sale Páez, soldado)

PÁEZ..— Señor.

NARV.— Dale a este moroSu caballo y armas.

ARR..— Lloro.De alegría.

PÁEZ..— Ya lo entrego.

(Vase)

ARR..— Yo te enviaré mi rescate,A fe de hidalgo.

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NARV.— Con celosNo quieran, moro, los cielosQue yo en la prisión te mate.Vete libre, que es razón,Aunque poco lo has quedado,Que con celos y casado,No quieras mayor prisión.¿Tienes hermosa mujer?

ARR..— No la hay más bella en Coín.

NARV.— 'Aunque soy cristiano, en fin,Te he de dar mi parecer:Mira no entienda de ti[29]

Que de su amor no te fías,Que, en viendo que desconfías,Todo lo ha de hacer ansí.Amala, sirve y regala,Con celos no la des pena,Que no hay mujer que sea buenaSi ve que piensan que es mala.

Arr..— No sólo das libertad,Mas saludables consejos.

Page 108: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Pues estoy de darlos lejos,¡Y tengo necesidad![30]

Parte a Coín, por que veasMi mora, que no conoces.

ARR.— ¡Plega al cielo que la gocesCon el gusto que deseas!

(Vase)

(Salen Abindarráez y Jarifa)

ABIND.— Ya que no me amáis, señora,Como antes, de amor tan llano,Cual era el de vuestro hermano,Habladme más tierno agora;Decidme lo que sentís,Jarifa hermosa, y creedQue me hacéis mayor mercedCuanto más de mí os servís:Ya pasó el temor cobardeQue la hermandad nos ponía;Habladme, Jarifa mía,Más tierno, así el Cielo os guarde.

Page 109: El Remedio en La Desdicha

JARIFA.— ¿Qué te tengo de decir?

ABIND.— ¿Tu ingenio puede ignorarQué es hablar, sabiendo amar?¿Sabiendo amar, qué es sentir?

JARIFA.— Si digo lo que te quiero,¿Qué te puedo decir más?

ABIND.— Es libro o carta que dasSin el título primero;Cuando al Rey quieren hablar,O negociar por escrito,¿No le llaman grande, invito?[31]

JARIFA.— Ansí le suelen llamar.

ABIND.— Pues títulos tiene amor.

JARIFA.— ¿Cómo?

ABIND.— Mi bien, alma y vida;La esperanza entretenida,Ansí negocia el favor.

JARIFA.— Luego ¿diréte mi bien?

Page 110: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— ¿Soy tu bien?

JARIFA.— Sí.

ABIND.— Pues bien dices,Y por que ansí le autoricesAl amor contra el desdén.

JARIFA.— Luego, si mi alma eres,¿Ansí tengo de llamarte?

ABIND.— ¿Eso tengo de enseñarte,O es que decirlo no quieres?Nadie las ciencias podríaSin la experiencia saber;Mas no es posible aprenderEl amor y la poesía:El hacer versos y amar,Naturalmente ha de ser.

JARIFA.— Si no es siendo tu mujer,Yo no me puedo esforzar.

ABIND.— Pues, mi bien, si soy cautivo

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De tu padre, y como preso,Por aquel triste suceso,En fe de su guarda vivo;Si él piensa que yo no séQue soy preso Bencerraje,Del envidiado linajeQue un tiempo el más noble fué,¿Cómo te podré pedir?Casémonos de secreto,Cuanto el ser preso y sujetoPuedan, mi bien, permitir.

JARIFA.— Como palabra me desQue libre la cumplirás.

ABIND.— Y eso ¿a quién le importa más?Dame tus hermosos pies.

JARIFA.— La mano te quiero dar,Tuya soy desde este día.

ABIND.— Yo tuyo, Jarifa mía:Ya bien te puedo abrazar.

JARIFA.— Como hermano y como esposo,

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De que ya te doy la mano.

ABIND.— No hables de eso de hermanoQue vuelvo a estar temeroso.¡Oh famoso y claro día,Que tanta gloria me apresta!Cada año os haré una fiestaPor señal de mi alegría.¡Oh bien sufrido tormento!¡Oh bien lograda esperanza,Bien fundada confianza,Bien nacido pensamiento!Alegres pesares míos,Discreta y justa porfía,Cuerda y famosa osadía,Venturosos desvaríos.Dulce amar, dulce penar,Dulce temer, dulce ver,Dulcísimo padecer,Felicísimo esperar.¡Favoreced hasta el finEmpresa tan justa, cielos,Sin mudanza, olvido y celos!

JARIFA.— Mi padre viene al jardín.

Page 113: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— Huyamos.

JARIFA.— Dame la mano;Deja de estar temeroso.

ABIND.— Ya temo, secreto esposo,Lo que no público hermano.Vamos donde no nos veaTratar de nuestro contento,Que aún temo que el pensamientoVisto de sus ojos sea.Mira que me has de querer.

JARIFA.— Hasta morir te he de amar.

ABIND.— Pues yo no te he de olvidar.

JARIFA.— Eres hombre.

ABIND.— Y tú mujer.

JARIFA.— Para ti soy piedra.

ABIND.— Y yo.

Page 114: El Remedio en La Desdicha

JARIFA.— [32]Pues no temas.

ABIND.— Probaré.

JARIFA.— Quiéreme mucho.

ABIND.— Sí haré.

JARIFA.— ¿Ya no soy tu hermana?

ABIND.— No.

JARIFA.— ¿No en público?

ABIND.— Aún no quisiera.

JARIFA.— Ya eres mi bien.

ABIND.— Tú mi vida.

JARIFA.— ¿Soy tu hermana?

ABIND.— Sí, fingida.

JARIFA.— ¿Y tu esposa?

Page 115: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— Verdadera.

(Vase)

(Sale Alara, mora; Darín, paje)

ALARA.— ¿Moro a mí de Alora?

DARÍN.— A tiBusca un morisco de Alora.[33]

ALARA.— ¿Dice a Alara?

DARÍN.— Sí, señora.

ALARA.— Di que entre.

DARÍN.— Ya viene aquí.

(Sale Nuño, en hábito de moro)

NUÑO.— Dame, señora, los pies,Después que te guarde Alá.

ALARA.— ¿Si mi Arráez preso está?—Moro, di presto lo que es.

Page 116: El Remedio en La Desdicha

NUÑO.— Solos habemos de hablar.

ALARA.— Salte allá fuera, Darín.

NUÑO.— Para venir a CoínQuise este traje tomar;Que sabed que soy cristianoY soldado de Narváez.

ALARA.— No son nuevas de mi Arráez:Salió el pensamiento vano.Pues, cristiano, el capitán,¿Qué puede quererme a mí?

NUÑO.— No os quiere poco, si aquíCorrespondencia le dan.Está perdido por vos,Que os vió en las treguas pasadasSobre estas rejas doradas.

ALARA.— ¡Qué necios que sois los dos!¡El alcaide en enviarte,Y tú en venir!

NUÑO.— No entra bien;

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Pero es el primer desdén.[34]

ALARA.— A ti no debo culparte,Que eres, en fin, mensajero;Aunque a buen tiempo has venido,Que no está aquí mi maridoY ha tres días que le espero;Pero a él, que es tan discretoComo nos dice la fama,Mucho le culpo.

NUÑO.— Si os ama,No tiene culpa, os prometo.Esta carta leed agora;Veréis en lo que se funda.

ALARA.— Ya la necedad segunda[35]. Lea."Narváez, alcaide de Alora."¡Ay de mí! La firma es suyaY la letra de mi Arráez.¿Quién escribe esto a Narváez,Cristiano, por vida tuya?

NUÑO.— Un moro, para que fueseMás claro.

Page 118: El Remedio en La Desdicha

ALARA.— ¿Qué suerte de hombre?

NUÑO.— Ni sus señas ni su nombrePodré darte aunque quisiese.Dos días ha que está cautivo,Que en una celada dió.

ALARA.— ¿Sabe a quién escribe?

NUÑO.— No.

ALARA.— Algún consuelo recibo;Que es en estremo celoso.Esta letra he conocido.

NUÑO.— ¿Cómo?

ALARA.— Que es de mi marido.

NUÑO.— Aún será el cuento gracioso.Luego el cautivo de allá,¿Es vuestro marido?

ALARA.— Sí.

Page 119: El Remedio en La Desdicha

NUÑO.— Yo negocio por aquí:Segura la prenda está.—Pues alto: venid conmigo,Trataréis de su rescate.

ALARA.— Justo será que dél trate,Aunque injusto el ir contigo.Pero donde está mi Arráez,Más sus celos aseguro,Y más si su bien procuro.Pero ¿qué dirá Narváez?Que voy a lo que me llama,Sin duda, creerá de mí.

NUÑO.— Basta, que llevo de aquíA uno mujer, y a otro dama.

ALARA.— Mas diga lo que quisiere,Pues se ha de desengañar:Mis joyas quiero llevarY el dinero que pudiere.Vamos, que es de amor indicio.Haré ensillar en qué vamos.

Page 120: El Remedio en La Desdicha

NUÑO.— Una para dos llevamos;No anda muy malo el oficio.

(Vase)

(Salen Zoraide, Abindarráez y Jarifa

ZOR.— No me puede pesar con más estremo.Forzosa es mi partida, Abindarráez,Y el dejarte en Cartama es más forzoso,En poder del alcaide que aquí viene;Que así lo escribe el Rey y así lo manda.

ABIND.— ¿Que así lo manda el Rey y así lo escribe?

ZOR.— Que me parta a Coín con mi familiaMe manda el Rey y que te deje soloAquí en Cartama, mientras Zaro viene,Que ha de ser el alcaide de Cartama.Yo me he de partir hoy, porque me mandaQue acuda de Coín a la flaqueza,De los fieros cristianos oprimida,Ejercitados en continuos robos,Celadas, quemas, correrías, talas

Page 121: El Remedio en La Desdicha

Y otras malas y ruines vecindadesQue suelen siempre hacer los fronterizos,Y más donde Rodrigo de NarváezEstá con tal valor, consejo y fuerza,Que es uno de los nueve que publica[36]

Del Sur al Norte la española fama.

ABIND.— ¿Que así lo manda el Rey y así lo escribe?

ZOR.— Hijo, Dios sabe lo que a mí me pesa;Si basta solamente decir hijo.¿Cómo puedo exceder de lo que él manda?

ABIND.— ¿De qué me tiene el Rey a mí tal odio,Si os hace el Rey a vos mercedes tantas?¿Por ventura soy yo del Rey esclavo?¿He cometido algún delito inormeContra sus leyes o real cabeza,Que me manda dejar solo en CartamaY sujeto al alcaide que aquí viene;Y a vos, que sois mi padre, y a Jarifa,Mi amada hermana, que a Coín se partan?

ZOR.— Hijo, el Rey me lo escribe, el Rey lo manda:Yo voy a responder y obedecelle.

Page 122: El Remedio en La Desdicha

Tú entre tanto, Jarifa, haz que apercibanTus mujeres tu ropa, que esté a punto,En tanto que Alborán parte a Granada.

JARIFA.— Ansí lo haré, señor, que a la partidaYa estoy desde esta tarde apercebida.

(Váyase el Alcaide)

ABIND.— Sola esta vez quisiera,Dulce Señora mía,Hacerme lenguas para hablaros tanto,Que del alma se vieraLa pena y la porfía;Mas salga por los ojos, vuelta en llanto.De que viva me espantoTan desdichada vida,Si ha de quedar en calma[37]

Apartándose el almaDe aquellos brazos donde estaba asida.Fuí esposo ayer presente;Hoy, ¿qué seré, si estoy de vos ausente?¿Que os vais, hermosos ojos,[38]

Soles del mismo cielo?¿Que dejáis vuestra tierra y vuestro amigo?

Page 123: El Remedio en La Desdicha

¿Qué de ausencia y enojos,Nubes del bajo suelo,Eclipsan vuestra luz, que adoro y sigo?¿Que no hablaréis conmigo,Ni me diréis amores?¿Que no podré tocaros?¿Que ya no podré hallarosEntre estas aguas y olorosas flores?¿Qué es esto, vida mía?

JARIFA.— De la de entrambos el postrero día,Si no me consolara,Gallardo dueño mío,Señor del alma, que la tuya adora,Que la fortuna avaraNo es peña, monte o río,Sino mudable viento de hora en hora;La ausencia, que ya lloraEl corazón presente,Me acabara la vida,Que vive entretenidaDe que has de estar tan poco tiempo ausenteCuanto pueda llamartePara poder secretamente hablarte.

Page 124: El Remedio en La Desdicha

No habrá ocasión tan prestoCuando te llame a verme,Que presto la ha de haber, aunque ya es tarde.Y en pago, esposo, desto,Tan tuya quiero hacerme,Que entre mis brazos tu venida aguarde.

ABIND.— Huya el temor cobarde,Señora, de mi pecho,Si ese bien me prometes.

JARIFA.— Paso: no te inquietes,Que por ventura por mi bien se ha hecho;Que, viniendo secreto,Tendrán nuestros deseos dulce efeto.Yo entiendo que mi padreIrá presto a GranadaO que tendrá otro justo impedimentoQue a nuestra vida cuadre,Y yo estaré ocupadaEn sólo este cuidado y pensamiento.

ABIND.— Y en este apartamiento,¿Qué me dejas por vida,Si la vida me llevas?

Page 125: El Remedio en La Desdicha

JARIFA.— La esperanza y las nuevasDe que será tan presto tu partida.

ABIND.— ¡Al fin te vas, señora!¡Triste de mí, si yo me muero agora!

JARIFA.— No morirás, mi vida,Que la mía te queda.

ABIND.— Pues viviré mil siglos inmortales.Dame, esposa querida,Tus brazos, en que puedaEl alma descansar de tantos males.

JARIFA.— Véngante tan igualesComo yo lo deseo.

ABIND.— ¿Llamarásme?

JARIFA.— ¿Eso dudas?

ABIND.— No haré, si no te mudas.¡Ay, cuantos siglos ha que no te veo!

JARIFA.— ¿Cómo, si no has partido?

Page 126: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— Pensé que era pasado, y no es venido.

Page 127: El Remedio en La Desdicha

ACTO SEGUNDO

Salen Narváez y cuatro soldados,Páez y Alvarado, Espinosa y Cabrera.

NARV.— Dadle la mano, Alvarado,Y no haya más.

ALVAR.— No permitas,Pues siempre honor solicitas,Que pierda el que me han quitado.

NARV.— Volvedme a contar lo que es,Que en lo que hasta agora entiendo,Poco vuestro honor ofendo.

ALVAR.— El mío pongo a tus pies,Pero no has de permitirQue quede en mala opinión.

NARV.— ¿Sobre qué fué la cuistión?

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ESPIN.— No se la mandes decir,Que es parte y dirá a su gusto.

ALVAR.— Yo diré mucha verdad;Y el que más.

NARV.— Paso: acabad,Que ya recibo disgusto.

ESPIN.— Oyeme, señor, a mí.

NARV.— Ni Alvarado ni EspinosaMe han de hablar ni decir cosa;Páez lo cuente.

PÁEZ.— Pasa ansí...Y remítome a Cabrera,Que estaba delante.

NARV.— Acaba.

PÁEZ.— Jugando Alvarado estaba,Y Espinosa desde afuera;Y en una suerte dudosa,

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Sin pedirla o ser tercero[39]

A pagar de su dinero,Juzgó la suerte Espinosa.Alvarado respondió:—¿Quién le mete en esto?—Y luegoReplicó Espinosa:—El juego;Que veo juego y tercio yo.—Mejor fuera que callara—Dijo Alvarado más recio.Dijo Espinosa:—Algún necioLa suerte le barajara;[40]

Que yo sé de tropelías.—Alvarado replicó:—Miente el que dice que yoPuedo hacer bellaquerías.—Espinosa en este puntoEl sombrero le tiró,Metieron mano, y llegó[41]

El presidio todo juntoY pusiéronlos en paz,Hasta que con la alabardaLlegaste al cuerpo de guarda.

NARV.— Y ¿en eso estás pertinaz?

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¡Gentil engaño porfías!Si estotro dice que sabeTropelías, ¿en qué cabeQue entiendas bellaqueríasY que lo entiendas por ti?Y el haberle desmentido,A Espinosa no ha ofendido,Pues él lo dijo por sí;Y si ofensa no se veNi Alvarado desmintió,El sombrero que tiróDe ningún efecto fué;Y cualquier soldado sabio,Que en agravio, si le hubiera,Las espadas juntas viera,Dirá que cesó el agravio.No hay cosa que con haberMetido mano a la espadaNo quede desagraviada,Porque es lo posible hacer.Quede esto a mi cuenta, y yoVuestro honor tomo a mi cargoY satisfacer me encargoLo que otro diga.

Page 131: El Remedio en La Desdicha

ALVAR.— Eso no;Que nadie hablará en aquelloQue hablare tal capitán.

NARV.— Y esas manos ¿no se dan?

ALVAR.— Sí daré, pues gustas dello.

ESPIN.— Su amigo soy.

ALVAR.— Yo su amigo.

(Salen Ortuño, soldado, y Zara, morisca)

ORTUÑ.— ¿Con quejas al capitán?

ZARA.— Por dicha en él hallaránMás piedad que en ti, enemigo.

ORTUÑ.— Oyete, galga.

ZARA.— Señor.

NARV.— ¿Qué es eso?

ZARA.— Una pobre esclava

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Que en la nobleza que alabaEl mundo, espera favor.

NARV.— ¿Qué es esto, Ortuño?

ORTUÑ.— Esa perraMe levanta no sé qué.

NARV.— ¿Cúya es?

ORTUÑ.— Tuya y mía fué,Y cautiva en buena guerra.

ZARA.— Señor, de noche y de díaMe hace fuerza y maltrata.

NARV.— ¿Ansí la esclava se trata?

ORTUÑ.— Miente, por tu vida y mía;Sino que no entiende bienY cualquier cortés favorLuego piensa que es amor,Y fuerza dirá también:Haciendo estaba mi cama,Y porque a ayudarla fuí,

Page 133: El Remedio en La Desdicha

Se vino huyendo de mí.

NARV.— ¡Sí, sí; deso tienes fama!Ahora bien: ¿qué te he de darPor ella?

ORTUÑ.— Tuya es.

NARV.— Di; acaba.

ORTUÑ.— Ya ves que es buena la esclava,Y mejor de rescatar.

NARV.— Doite por ella una copaDe plata: ve al repostero.

ORTUÑ.— Doile yo, pobre escudero,Diez mil y cama de ropa[42],Y ¡una copilla me das!

NARV.— Sin dinero estoy, ¡por Dios!Pero di que te den dosSi con tanta sed estás.

ORTUÑ.— Beso tus manos.

Page 134: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Ya, mora.Eres mi esclava.

ZARA.— Sí soy.

NARV.— Pues yo libertad te doy.Vete a tu tierra en buen hora.

ZARA.— Déte el cielo mil vitorias,Caudillo de los cristianos.

(Vase Zara)

CABR.— ¡Qué rotas tiene las manos!

PÁEZ..— Y ¡qué llenas de honra y glorias!

(Sale Peralta, soldado)

PER.— Aquí, señor, está el moroQue viene por el rescateDel sargento.

NARV.— ¡Buen quilateDescubre esta vez el oro!

Page 135: El Remedio en La Desdicha

No tengo un real, ¡por Dios!Llama ese morillo aquí,Y por él me lleve a mí,O estemos juntos los dos.Pero escucha: al reposteroDi que mi plata le dé,Que yo la rescataréCuando tuviere el dinero.Venga el sargento al momento,Donde es también menester,Porque más vale comerSin plata que sin sargento.

PER.— ¡Oh, Alejandro! ¡Oh gran Narváez!

NARV.— Id vos, Peralta, con él.

PER.— Voy, señor.

(Vase Peralta)

PÁEZ..— ¿Qué das por él?

NARV.— Quinientos escudos, Páez.

PÁEZ..— Aunque de esclavo le sacas,

Page 136: El Remedio en La Desdicha

Por esclavo le has comprado.

(Sale Nuño, en hábito de moro, con un rebozo).

NUÑO.— ¿Hay acaso algún soldadoQue no tenga fuerzas flacas,Que quiera luchar conmigo?

NARV.— ¿Por dónde este moro entró?¿Quién puerta y licencia dióEn mi casa a mi enemigo?

NUÑO.— Yo me entré solo a probarMis fuerzas o en paz o en guerra.

ALVAR.— ¡Bravo moro! En esta tierraSuelen desafíos usar.Yo quiero luchar contigo.

PÁEZ..— Y yo con adarga y lanza.

ESPIN.— Yo con la espada, si alcanzaLa suya a igualar conmigo.

NUÑO.— A todos juntos os reto

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Fuera del alcaide.

PÁEZ..— Bien;Mas conmigo solo ven.

NUÑO.— Eres valiente en efeto;Mas no vengo a pelear,Sino a avisar a Narváez.

NARV.— Salíos todos, y tú, Páez,Haz esas puertas guardar.

PÁEZ..— Bien dices; que éste podríaIntentar tu muerte.

ALVAR.— Vamos.

(Vanse los soldados)

NARV.— Ya, moro, solos estamos.

NUÑO.— ¿No me conoces?

NARV.— Querría.

NUÑO.— Soy el moro Marfuz.

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NARV.— CreoQue eres famoso y gran hombre,Aunque nunca oí tal nombre;Mas verte el rostro deseo.

NUÑO.— Soy sobrino de Mahoma;Vengo a matarte.

NARV.— ¿A mí?

NUÑO.— Si;A ti, pues.

NARV.— ¿Adónde?

NUÑO.— Aquí.

NARV.— Pues alto; la espada toma.

NUÑO.— Pues ya, como ves, la empuño.

NARV.— ¡Ea, moro, a mí te ven!

NUÑO.— Nuño soy.

Page 139: El Remedio en La Desdicha

NARV.— ¿Nuño?

NUÑO.— Pues ¿quién?

NARV.— ¡Válate el diablo por Nuño!

NUÑO.— ¿No sabes lo que ha pasado?

NARV.— ¿Cómo?

NUÑO.— El moro que escribióEra el dueño de quien yo[43],La misma carta he llevado.

NARV.— ¿Qué dices?

NUÑO.— Que es su marido,Y que, viendo su prisión,Viene a verle.

NARV.— Y a ocasiónQue ya libremente es ido.

NUÑO.— ¿Ido?

Page 140: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Enviéle a su casa.

NUÑO.— ¿Por qué?

NARV.— Porque era celoso.

NUÑO.— ¡Por Dios, que es cuento donoso!Todo a propósito pasa;Que la mora traigo aquí,Y ansí la podrás gozar,Pues da el marido lugar.

NARV.— ¡Qué buen remedio le di!

NUÑO.— La vida, ¡por Dios! le has dado,Pues a su casa le envíasCuando a la tuya traíasLa prenda que le has quitado.¡Buen recado hallará en ella!¡Oh celosos! Siempre viQue les sucediese ansí;El guardalla es no tenella.

NARV.— Bien dices.

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NUÑO.— Ya viene; escucha.

(Sale Alara)

NARV.— Pésame ¡por Dios! señora,De que hayáis venido agora.—¡Qué grande hermosura!

NUÑO.— Mucha.

NARV.— En aqueste punto envíoVuestro marido de aquí,Aunque no le conocí.

ALARA.— Bésoos los pies, señor mío,Por la merced recebida;Pero soy tan desdichada,Que a sus celos y a su espadaOfrezco mi cuello y vida;Que, como allá no me halle,No ha de creer mi intención,Sino que ha sido invenciónPor gozarme y engañalle;Pero ya, después que os veoTan gallardo, ilustre y fuerte,

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Tendré por justa mi muerteY por vida mi deseo:Cuanto publica la famaEs poco en vuestra presencia.

NARV.— Yo os quise mucho en ausencia,Y presente, el alma os ama;Pero en ella me ha pesadoQue de la carta haya sidoTercero vuestro marido,A quien libertad he dado.

ALARA.— No os cause, señor, pesar,Sino servíos de mí;Que ya que he venido aquí,Vuestro amor quiero pagar.Y ¡dichosa yo, si acasoAmor firme hallase en vos!

NARV.— ¿Qué te parece?

NUÑO.— ¡Por Dios,Que habla desenvuelto y raso!—¿Vos erais la desdeñosa?Malo estaba de entender;

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No he visto fácil mujerQue no sea vergonzosa.

NARV.— Yo os agradezco en estremoLa voluntad, mi señora;Pero aunque el alma os adora,La ofensa de mi honor temo;Que parece que deshonraMi opinión y calidad,Que a quien di la libertadLe venga a quitar la honra.¿Qué dirá vuestro marido,Sino que yo le engañé?Y sabe el cielo que fuéNo habiéndole conocido.Sabed que soy caballero,Y que quitalle el honorContradice a mi valor.

NUÑO.— Mejor dirás majadero.—Gózala, ¡pesia mi vida!O si no, dámela a mí.

ALARA.— Señor, ya he venido aquí,Y os quiero si soy querida;

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Y aunque ese término seaDel valor que en vos se ve,Advertid que pensaréQue os he parecido fea.

NUÑO.— Dale ese contento, acaba;Que en amor no hay cortesía.

NARV.— Basta, Nuño. Alara mía,Más os amo que os amaba;Más hermosa estáis aquíQue entre las rejas azules.

NUÑO.— Ya entiendo; no disimules:Señora, queredme a mí.¡Vive Dios, que es impotente!

NARV.— Nuño, parte y ve con ellaA Coín. Vos, mora bella,Tenedme por vuestro.

NUÑO[44].— Tente;No pierdas esta ocasión.

NARV.— A quien libre quise hacer,

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¿He de quitar su mujer?

NUÑO.— ¡Oh nuevo andaluz Cipión!Hazañas son de tu mano.Vamos, Alara, de aquí.

ALARA.— ¡Que me desprecies ansí!¡Oh riguroso cristiano!

(Vase Alara y Nuño)

NARV.— Si fué mayor la gloria y noble el pagoQue dió en España a Cipión la famaEn no querer gozar la presa dama,Que el vencimiento ilustre de Cartago;Y si después de aquel lloroso estragoDe Dario, más heroico el mundo llama[45].Al macedón, que no violó su cama,Mi deuda con lo mismo satisfago.No quiero que me estimen ni me alabenLas propias ni las bárbaras naciones,Porque en mi pecho sus grandezas caben.No son los capitanes CipionesNi Alejandros los reyes, si no sabenVencer sus apetitos y pasiones[46].

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(Salen los soldados Peralta, Ortuño, Alvarado,Espinosa y Cabrera)

PER.— ¡Albricias!

NARV.— Yo te las mando.

ORTUÑ.— ¡Ea, fiestas y alegría!

PER.— Dos mil ducados te envíaDe socorro el rey Fernando[47].

NARV.— Dios guarde al Rey mi señor.Esta tarde hay paga.

ALVAR.— VivasMil años, y dél recibasPremio igual a tu valor.

NARV.— Ea, poned mesas luego;Todo os lo he de dar, ¡por Dios!,Y a ser diez mil, como dos.

ESPIN.— Peralta, mis pagas juego.

Page 147: El Remedio en La Desdicha

PÁEZ..— ¿Quién habrá que eso no haga?

NARV.— Llama aquesas cajas, Páez.

CABR.— ¡Vivan Fernando y Narváez!

ALVAR.— ¡Paga!

CABR.— ¡Paga!

ORTUÑ.— ¡Paga!

ESPIN.— ¡Paga!

(Vanse)

Abindarráez, solo

ABIND.— Esperanza entretenida,Mal nos llevamos los dos:No hay quien lleve como vosHasta la muerte la vida.Sois una vela encendidaQue va ardiendo hasta acabarse;Pues también, si ha de matarse,

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Quedaráse el alma a escuras,Y entre tantas desventuras,Bueno es vivir y quemarse.Por ti, esperanza, el cuidadoEntretiene de una suerteAl soldado entre la muerte,Y en el palo al sentenciado;En el mar al que va a nado,Al peregrino en el yermo,En el peligro al enfermo:Y ansí yo por ti en la guerra,Cordel, peligro, mar, tierra,Hablo, vivo, como y duermo.Todo se finge por ti,Dudosa y tarda esperanza;Por ti lo imposible alcanzaQuien tiene esperanza en ti.Si se pasa el mar ansí,La enfermedad, el cordel,En esta ausencia cruelDe mi Jarifa queridaPasa hasta el fin de mi vida,Pues está el remedio en él.Y vos, hermosa señora,

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Acordaos que aquí los dosVivimos, queriendo Dios,Con más regalo que agora.Desde la noche a la aurora,En este jardín hermosoPasábamos el gozosoTiempo que agora nos falta,Porque la gloria más altaTiene su fin más dudoso.Mas ya estaréis, por ventura,Destos tiempos olvidada,Porque la gloria pasadaPoco en la memoria duraDe quien olvidar procuraPara vivir sin tormento.Bien lloré mi apartamiento,Que bien echaba de verQue palabras de mujerTienen la firma de viento.Bellas flores y jazmines,Que hurtábades por favorA su aliento vuestro olorEn estos frescos jardines,¡Mirad a qué tristes fines

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Han venido mis vitorias!¡Mirad cuáles son las glorias,Y los tormentos qué tales!Pues no me mataron males,Y me han de matar memorias.

(Sale Maniloro, criado)

MANIL.— Ya, señor, las tres han dado:Hora será de comer,Si por dicha, como ayer,No te quedas olvidado.Deja la melancolía,Come y desecha la pena;Que aunque comas, será cena,Pasado lo más del día.Aunque a Jarifa aguardarasCon la mesa puesta ansí,Era ya tarde.

ABIND.— ¡Ay de mí!Que en sólo el cuerpo reparas;Déjale al alma comerSuspiros, lágrimas, quejas.

Page 151: El Remedio en La Desdicha

MANIL.— ¡Por Dios, que si al cuerpo dejas,Que ella le venga a perder!No te digo que no penes,Mas que para poder darFuerzas a tan buen penar,Tendrás más si a comer vienes;Porque el que bien ha comido,Más peso llevará a cuestas.

ABIND.— Tu inocencia manifiestas,Tu libertad y tu olvido.Vete con Dios, Maniloro,Y déjame aquí morir.

MANIL.— Mucho ese tierno sentirHace ofensa a tu decoro;Y aun a tu Jarifa ofende,Que tanto tu vida estima.

ABIND.— ¿La estima?

MANIL.— Sí, pues la anima,Y que se aumente pretende.Y pues tu pecho recibe

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Su alma, y casa le has hecho,¿Por qué maltratas el pechoAdonde Jarifa vive?

ABIND.— ¡Ay, Maniloro! ¿Qué intento?Mal hago en querer morirSi el huésped ha de salirDel pecho en que le aposento.Viva yo; sustento venga;Viva Jarifa.

MANIL.— Eso sí.

ABIND.— Mas ¿no es engaño, no, sí,Que vida en ausencia tenga?Si muero, mi alma iráA ver a Jarifa luego.Vete con Dios.

(Sale Celindo, moro, con una carta)

CELIND.— Creo que llegoA buen tiempo.

MANIL.— ¿Quién va allá?

Page 153: El Remedio en La Desdicha

CELIND.— Celindo, soy, Maniloro.¿Y Abindarráez?

MANIL.— ¡Oh Celindo!Aguarda.

ABIND.— A morir me rindo:Tanto, ausente, peno y lloro.

MANIL.— ¿Qué me darás, y tendrásNuevas de Jarifa y cartas?

ABIND.— La vida, el alma que partas.

MANIL.— Celindo.

ABIND.— ¡Amigo! ¿Aquí estás?

CELIND.— Dame tus pies, y ésta toma.

ABIND.— ¡Que tal bien se me conceda!¿Cómo mi Jarifa queda?

CELIND.— Buena, gracias a Mahoma.

ABIND.— Mil besos doy a su firma,

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Que hasta el alma me penetra:¿Qué hará el sentido? La letraSola mi gloria confirma. Lea."Esposo: Mi padre es idoA Granada desde ayer.Venme aquesta noche a ver."¡Cielos, yo pierdo el sentido!En el camino podréLeer, amigos, lo demás.Maniloro, ¿no me dasCaballo? ¿Heme de ir a pie?Mi vida, ¿que podré veros?Mi alma, ¿que podré hablaros?Mis ojos, ¿que he de gozarosY en estos brazos teneros?Ea, loco estoy del todo.Celindo, ésta toma, ten;Y tú estas joyas también:Vuestro soy y vuestro es todo.Dame una marlota rica,Llena de aljófar y perlas,Que ha de verme y ha de verlasQuien al sol su lumbre aplica.Dame un hermoso alquicel

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O bordado capellar,Y también me puedes darAlguna banda con él.Dame bonete compuestoDe mil tocas y bengalasY plumas, porque no hay galasQue luzgan sin plumas: presto.Dame una manga bordada[48].De aljófar y oro, a dos haces.Los amores son rapaces:Con rapacejos me agrada.Dame borceguí de lazoY acicate de oro puro,Y porque vaya seguro,Ensillarásme el picazo.[49].Ponle una mochila azulY un freno de campanillas,La más fuerte de mis sillasY una adarga de Gazul;Una lanza de dos hierros,Que los estremos se igualen,Por si al camino me salen¿Esos eran los consejosDe caballero y de noble?

Page 156: El Remedio en La Desdicha

¡Buenas tretas son, Alcaide!Quien no te entiende, te compre.Apenas entré en mi casa,De donde pensaba entoncesEnviarte un rico presente,Cuando entiendo tus traiciones.Iba yo por el caminoCantando tus grandes looresY pensando qué rescateTe diese, aunque rico, pobre.Imaginaba caballos,Atados en los arzonesRicos alfanjes de Túnez,Con mochilas de colores;Finas alhombras de seda,Frenos y estribos de bronce,Y unos para ti de plata,Sin otras joyas y dones,Cuando la mejor que tengo,Hallo que me falta; y diómeMás pena en que tú la tengas,Y me aconsejes y robes:Que la traición del amigoMás se siente y duele al doble;

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Y engañar, fingiendo amar,Es gran bajeza en el hombre.Por eso te desafíoA ti, a tres, a seis, a doce,Y os reto como a villanos,Como a infames y traidores,De que no tenéis palabraNi miráis obligaciones;Que no hay entre todos unoQue el amigo no deshonre.Dame mi esposa, Rodrigo,Si mis palabras te corren;Que no he de salir del campoMenos que muera o la cobre.

NARV.— Moro, engañado has venido;Que a quitarte las prisionesVino a mi Alora tu Alara,Como verás cuando tornes.Porque apenas vino aquí,Cuando a volver se dispone,Por asegurar tus celosY temer tus sinrazones.Si con ella te he ofendido,

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¡Plega al cielo, moro noble,Que me atraviese la espadaDe un moro villano y torpe!A fe de hidalgo y cristiano;Por la vida, que Dios logre,Del rey, mi señor, Fernando,[50].Por quien guardo aquellas torres;So pena de que en castigoVuelva sin honra a su corte,Que no he tomado su manoNi en presencia dicho amores.Y tú eres, moro, el primeroA quien doy satisfaciones;Y no te las doy por mí,Que no temo armas ni voces,Sino por ella, a quien debesEl amor que desconocesCon esos injustos celosY villanas presunciones.

(Sale Páez)

PÁEZ..— ¡Pesia al moro! Señor mío,¿Con él en eso te pones,Tú, que no sueles sufrir

Page 159: El Remedio en La Desdicha

Marsilios ni Rodamontes?Aguarda, que a puros palosLe haré que el camino tomeA reñir a su mujerLos celos que se le antojen.

NARV.— Páez, no salga ninguno,Si no es que el moro respondeQue no está contento desto.

PÁEZ..— Suplícote me perdones,Que le he de quitar la vida.

ORTUÑ.— Tiene razón. Baja, corre,O haremos todos lo mismo.

ALVAR.— Mejor es que alguno nombresDe los que estamos aquíSufriendo que nos deshonre...

CABR.— El que llegare más presto,Basta.

NARV.— Ninguno me enoje.

Page 160: El Remedio en La Desdicha

ESPIN.— Perdona, que no hay remedio.

PER.— Baja y la boca le rompe.

NARV.— ¡Por vida del Rey!

PER.— No jures.

NARV.— ¡Ah, señores! ¡Ah, señores!

(Bájense todos)

PÁEZ.— Permíteme, Alcaide ilustre,Que de una almena le ahorque.

CABR.— Dame licencia, señor,Que las narices le corte.

ARR..— Basta, que vienen todos los cristianos.Mal hice en presumir de un hombre nobleUna bajeza igual; pero los celosNo dan lugar a la razón, ni miranSi es justo o no lo que su rabia intenta.Bien puedo a la defensa prevenirme,Que dijera mejor para la muerte,

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Porque cualquiera dellos es un Héctor,Y el Alcaide famoso el mismo Aquiles.

(Todos bajen, las espadas desnudas, y Narváezdeteniéndolos)

NARV.— Ténganse, digo: ténganse, soldados,O ¡por vida del Rey!...

PER.— Señor, ningunoQuiere ofenderte.

NARV.— Envainen, pues.

ARR..— ¡Oh ilustreRodrigo, a quien el cielo haga dichosoSobre todos aquellos que celebraLa antigüedad con palmas y laureles!Rendido estoy a tu nobleza, y veoQue mi ignorancia fué mi propio engañoAunque si amor a todos da disculpa,¿Por qué no la tendrán mi amor y celos?Si tú, si tus soldados, si los hombres,Si las aves, los peces, si las fieras,Si todo sabe amor, si todo teme

Page 162: El Remedio en La Desdicha

Perder su bien, y con sus celos propiosDefiende casa, nido, mar y cueva,Llora, lamenta, gime y brama; advierteQue celos y sospechas me obligaronAl desatino que a tus pies me rinde.

NARV.— Moro, la libertad que yo te he dadoMe obliga a tu defensa; y sabe el cieloQue te he dado tres cosas en un día,Que es dellas cada cual la más preciosa:La libertad, la honra, y hoy la vida.Vuelve a Coín; pero primero juraQue no has de dar a Alara pesadumbre;Que si lo sé, ¡por vida del Rey! juroQue he de quemar tu casa, y a ti en ella,Cuando fuera Coín Granada o Córdoba.

ARR..— Yo te doy la palabra, y por MahomaTe juro de querella y regalalla.

NARV.— Parte con Dios; que buena mujer tienesEn Coín, y en Alora buen amigo.Cuando alguno tratare de enojártela,Acude a mí, que yo seré tu espada.

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ARR..— Los cielos guarden tu famosa vida.

(Vase)

NARV.— Esto es mi gusto; no replique nadie.

(Sale Nuño)

NUÑO.— Ya queda, ilustre Alcaide, en Coín Alara;Mas yo no sé qué enredos son aquestos,Pues parte de aquí agora su marido.

NARV.— Vino en su busca no la hallando en casa.

NUÑO.— Tiene aqueste camino tantas sendas,Que el miedo y las celadas han causado,Que le hemos siempre errado en el camino.

NARV.— Mohíno estoy del moro, aunque habéis vistoQue le he hablado tan bajo y tan humilde.La culpa tengo yo de que se atrevanPor la quietud con que en mi casa vivo.La buena vecindad lo causa. Basta;Que yo lo enmendaré de aquí adelante,Y dése buen principio en esta noche.

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Nueve, los más gallardos de vosotros,Ensillen sus caballos y armen luego;Que quiero poner miedo a estos villanos,Y que no tengan de sosiego un hora.Tú, Nuño, aquí te queda; y si te hallaresPara salir al campo descansadoY podrásme alcanzar donde ya sabes.[51].

NUÑO.— En quitándome aquestos galgamentosY mahométicos hábitos, te alcanzo.No te apartes de aquellos olivares.

NARV.— Digo que allí te aguardo. ¡Hola! Secreto;[52].No sepan en Alora que salimos.

(Vanse todos y queda Nuño)

NUÑO.— Estraño fué de Alara el pensamiento,En viendo la presencia de Narváez,Pues en todo el camino no ha cesadoDe distilar mil perlas de sus ojos,De enamorada, tierna y despreciada:Que la mujer con el desprecio quiere.Díjele mi razón, pero fué en vano;Que tiene el alma del Alcaide llena.

Page 165: El Remedio en La Desdicha

Sale Mendoza, sargento)

MEND.— ¡Gracias al cielo que estos muros veo,Ya de mi cautiverio el cuello libre!¡Oh generoso Alcaide!, claro ejemploDe aquellos capitanes felicísimosCuyas cenizas honra Italia y Grecia.Mas ¿cómo es esto? Salgo de entre morosY el primero que encuentro es moro en casa.

NUÑO.— Señor Mendoza.

MEND.— ¿Quién es?

NUÑO.— Yo soy Nuño.

MEND.— ¡Oh, Nuño amigo!

NUÑO.— Muchos años gocesLa libertad.

MEND.— ¿Adónde está el Alcaide?

NUÑO.— Por el portillo entiendo que ha salidoCon algunos soldados, de secreto,

Page 166: El Remedio en La Desdicha

Que quiere hacer aquesta noche un robo.

MEND.— No escuso de servirle ni de verle,Y besarle las manos como a padre,Por la merced de mi rescate.

NUÑO.— Vamos;Que yo sé dónde van.

MEND.— Pues, Nuño, ensilla.

NUÑO.— En quitándome aquestas sopalandas.

MEND.— Pues ¿cómo estás ansí? Mas ya imaginoQue habrá por qué.

NUÑO.— Sabráslo en el camino.

(Vanse)

(Salen Narváez y siete soldados, todos conadargas,lanzas y acicates, lo mejor que puedan, que éstaes

la salida de importancia

NARV.— Todo hombre esté atento y surto,[53].

Page 167: El Remedio en La Desdicha

Que apenas nos oiga el viento,Con tan poco movimiento,Como el lobo cuando al hurtoCamina solo y atento;Que si en los montes o llanosDe los ganados cercanosHace en las piedras ruídoCon las manos, de corridoSe muerde las mismas manos.Creció ya la desvergüenzaDesta bárbara canalla,Y es lo mejor atajallaEn los pasos que comienzaQue en los fines remedialla.Todos sois fuertes soldados,Todos hidalgos y halladosEn famosas ocasiones:Aquí son, con las razones,Los consejos escusados.Deseo hacer una presaCon que enviar a Fernando,Que siempre me está obligando,Algún fruto desta empresa;Que ha mucho que estoy callando.

Page 168: El Remedio en La Desdicha

Yo soy como el labradorA quien alquila el señorLa viña por su tributoPues si no le rindo el fruto,Quejarse puede en rigor.

PER.— Famoso Alcaide de AloraY de la fuerte Antequera,Que a Sevilla honrar pudiera,Si la ocasión es agora,Suceso dichoso espera;Que cualquiera piensa hacerLo que se debe a tenerTu militar disciplina.

PÁEZ..— Gente a caballo camina.¿Quién será?

ESPIN.— ¿Quién puede ser?

NARV.— Oíd, que llegan aquí.

(Salen Mendoza y Nuño, con lanzas y adargas)

NUÑO.— Ellos, sin duda, serán.

Page 169: El Remedio en La Desdicha

MEND.— Mas ¡qué encubiertos están!

NARV.— ¿Quién va allá?

MEND.— Quien somos di.

NUÑO.— Tus soldados, capitán.

MEND.— Nuño y Mendoza.

NARV.— ¡Oh Mendoza!La libertad justa gozaMil años.

MEND.— Dame tus pies.

NARV.— Allá hablaremos después.

NUÑO.— Qué, ¿perdiste aquella moza?

NARV.— Calla, Nuño, que me importa.Y pues aquí hay dos senderos,Divididos, caballeros,Será la empresa más corta.

NUÑO.— Vengan diez mil moros fieros,

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Que en diez hay para diez mil.

NARV.— Habla con voz más sutil.Si el contrario nos aprieta,Acudid a esta corneta.

ALVAR.— Cualquiera contrario es vil.

NARV.— Los cuatro venid conmigo,Y los cinco id por allí.Nuño, calla.

NUÑO.— Harélo ansí,Aunque en no yendo contigo,Voy sin fuerzas y sin mí.

(Vase Narváez con los cuatro[54].

ALVAR.— ¿Por dónde, Nuño, echaremos?

NUÑO.— Por entre estos olivares.

ESPIN.— ¡Plega al cielo que topemosO ganados o aduares!

NUÑO.— Y algún moro que almorcemos.

Page 171: El Remedio en La Desdicha

ALVAR.— ¿Acordáisos de aquel díaQue sólo Narváez venía?...

ESPIN.— Paso, que he oído cantar.

ALVAR.— Aquí podéis escuchar,Que parece algarabía.

(Canten dentro)

En Cartama me he criado,Nací en Granada primero,Y de Alora soy fronteroY en Coín enamorado.Aunque en Granada nacíY en Cartama me crié,En Coín tengo mi feCon la libertad que di.Allí vivo adonde muero,Y estoy do está mi cuidado,Y de Alora soy fronteroY en Coín enamorado.[55].

(Salga Abindarráez cuan gallardo pueda, con lanza,adarga y acicates)

Page 172: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— Gracias a Alá que ya llego.

NUÑO.— ¡Bizarro moro!

ALVAR.— ¡Gallardo!

ABIND.— Llévame al premio que aguardo,Dulce Amor, aunque eres ciego.

ESPIN.— ¡Detente y date a prisión!

ABIND.— ¡Cristianos! ¡Oh suerte avara!De mi dicha lo jurara.¡Oh cielo! ¿A tal ocasión?

NUÑO.— Date, o morirás.

ABIND.— ¿AnsíSe dan los hombres cual yo?

(Con las lanzas y adargas se ha de hacer esta batallade cinco a uno, porque es cosa nueva)

ESPÍN.— ¿Qué hay, Peralta?

Page 173: El Remedio en La Desdicha

PER.— Aquí me hirió.

ALVAR.— ¡A él, que me ha herido a mí!

PER.— ¡Bravo esfuerzo!

NUÑO.— ¡Estraña cosa!A cinco ha desbaratado.

PER.— Ya está en el suelo Alvarado,Y medio muerto Espinosa.Dad un silbo al gran Narváez.

(Sale Narváez y los otros cuatro)[56].

NARV.— ¿Qué es esto, amigos?

NUÑO.— Que un moroNos mata.

ABIND.— ¡Oh cielo que adoro,Ayuda tú a Abindarráez!

NARV.— Paso, no le acometáis.—Caballero fuerte y diestro,

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Siendo tanto el valor vuestroComo entre cinco mostráis,¡Dichoso aquel que os venciese!Y aunque yo arriesgue mi vida,La juzgo por bien perdidaComo en vuestras manos fuese.Pero al fin he de probar;Que empresa de tanta gloria p>Sólo intentalla es

vitoria.

ABIND.— Pues alto: dadnos lugar.

(Aquí batallen el Alcaide y Abindarráez)

PÁEZ..— A no estar el moro heridoY de pelear cansado,Diera al Alcaide cuidado.

NARV.— Moro, date por vencido,O si no, daréte muerte.

ABIND.— En tu mano está matarme,Mas vencerme y sujetarme,En otra mano más fuerte.[57].Tu esclavo soy.—¡Ay de mí!

Page 175: El Remedio en La Desdicha

¡Ay de mí! ¡Mil veces ay!Pues ya para mí no haySino llorar que nací.¿A tal tiempo, vil fortuna?Desespero, ¡por Alá!Mataréme.

NARV.— Triste está.

ABIND.— Ya no hay esperanza alguna.

NARV.— ¿Hombre de tanto valorSiente tanto el verse preso,O es las heridas?

ABIND.— No es eso.

NARV.— Pues ¿qué?

ABIND.— Desdicha es mayor.

NARV.— Ataos este lienzo en ellas,O aguardad, y os le pondré.

ABIND.— Aquí en el brazo saquéLa que más me duele dellas.—

Page 176: El Remedio en La Desdicha

¡Oh, mal trazada alegría!¡Triste! ¿Qué haré?

NARV.— ¿Qué cuidadoOs tiene tan lastimado?

ABIND.— ¡Ya os perdí, señora mía!¡Gloria mía, ya os perdí!Dulce Jarifa, mi bien,¡Ya os perdí!

NARV.— A mi casa ven;Serás preso y dueño allí.Pero holgárame en estremoSaber tu pena importuna;Que esto de guerra es fortuna,Que mañana por mí temo.Alza ese rostro noble caballero,Porque a la libertad pierde el derecho,Perdiendo en la prisión el prisioneroEl ánimo que debe al noble pecho.Esos suspiros tiernos, ese fieroDolor, no corresponde a lo que has hecho;Ni menos es tan grande aquesta heridaQue cause indicios de perder la vida.

Page 177: El Remedio en La Desdicha

Ni tú la has estimado de maneraQue dejes por tu honor de aventuralla:Si es de otra causa tu tristeza fiera,Dímela, que por Dios de remedialla.[59].

ABIND.— Ya el alma en tu nobleza aliento espera;En vano mi temor sus penas calla.¿Quién eres, generoso caballero?

NARV.— Satisfacerte de quién soy espero:Rodrigo de Narváez soy llamado,Soy Alcaide de Alora y de AntequeraPor el Rey de Castilla.

ABIND.— ¡Que he llegadoA tus manos, Alcaide!

NARV.— Tente espera.

ABIND.— Ya no me quejo del rigor del hado,Puesto que ha sido en ocasión tan fiera.Huelgo de ver, Alcaide, tu presencia,Aunque me cuesta cara la experiencia.No me ha agraviado mi fortuna en nada,Y pues debo estimarme por tu hacienda,

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No es bien que esta flaqueza afeminadaDe cosa tuya sin razón se entienda.Retírese tu gente y confiadaMi alma en tu palabra, ilustre prenda,Sabrás mi historia, y muerte de dos vidas:Que no lloro prisión ni siento heridas.

NARV.— Soldados, vayan todos adelante.

NUÑO.— ¿Quedaré yo?

NARV.— Camina tú el primero.

ABIND.— ¡Que la fortuna en tiempo semejanteMe trajo a verte, ilustre caballero!Pero, porque te dé dolor y espante,Mi historia triste referirte quiero;Que por ventura, porque más te obligue,Sabrás qué es amor.[60].

NARV.— Di.

ABIND.— Escucha.

NARV.— Prosigue.

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ABIND.— Famoso Alcaide de Alora,[61].Invicto y fuerte Narváez,A quien por tantas hazañasPudieran llamar el grande:Sabrás, capitán, que a míMe llaman Abindarráez,A diferencia del viejo,[62].Que era hermano de mi padre.Nací desdichado al mundoDe la casta abencerraje,Y por que sepas la suya,[63].Escucha, ansí Dios te guarde:Hubo en Granada otro tiempoEste famoso linaje,En la paz gallardo y sabio,Y en las armas arrogante.Del Consejo eran del ReyLos ya viejos venerables,Los mozos seguían la Corte,O en la guerra, capitanes.Amábalos todo el puebloY aun los moros principales,Y más el Rey sobre todos,Con honras y oficios graves.

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No hicieron cosa jamásQue su valor no mostrase,Siendo en todo tan gentiles,Valientes y liberales,Que en Granada se decíaQue no había abencerrajeDe mala disposición,Necio, escaso ni cobarde.Eran maestros de todo,Inventores de los trajes,De las galas, de los motes,Y de otras ilustres partes.No sirvió dama ningunoQue su favor no alcanzase,Ni dama llamarse pudoSin galán abencerraje.Pero la envidia y fortuna,Una vil y otra mudable,Los derribaron al suelo:Que siempre los altos caen.Que al Rey quisieron matarY con sus reinos alzarse,Les levantaron zegríes;Si fué cierto, Dios lo sabe.

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Cortáronles las cabezasUn triste y aciago martes,Quedando de todos ellosSólo mi tío y mi padre.Derribáronles las casas,Mandando la misma tardePregonarlos por traidoresY su hacienda confiscalles.No quedó en Granada algunoQue este nombre se llamase,Si no son los dos que digo,Que no pudieron culparles.No quiso que en la ciudad[64].Los varones se criasen,Y mandó sacar las hijasEn Africa o otras partes.Y así, a mí, triste, en naciendo,Me llevaron al AlcaideDe Cartama, hombre muy rico,Ilustre en armas y sangre.Este tenía una hija,Rodrigo, en belleza un ángel,Que es el mayor bien que tengo;Si otro tengo, Alá me falte.

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Crióse conmigo niña,Engañados y ignorantes,Que ser hermanos creimos;Mas no engaña el tiempo a nadie.Crióse amor con nosotros,Niños, niño; grandes, grande;Lo que pasó en este tiempoNo es tiempo que aquí lo trate.Desengañónos un moro,Y vimos en un instanteEl imposible posible,Y lo posible alejarse.Casámonos de secreto;Pero, en gloria semejante,Que se partiese a CoínMandó Almanzor a Zoraide,Y que a mí, mientras viviese,Otro Alcaide me dejaseEn Cartama, donde he estadoAusente del bien que sabes.Lloramos nuestra partida,Y partiendo, si se parte,[65].Concertamos que en ausenciaDe su padre me llamase.[66].

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Fuése su padre a Granada;Escribióme, y yo esta tardeAderecéme cual viste,Por ir de gallardo talle.Aguardándome está agora:¡Mira si lloro de balde,Pues voy herido, en prisiones,Sin bien y entre tantos males!De Cartama iba a Coín,Breve jornada, aunque alargueSiempre la tierra el deseoPoniendo montes y mares;Iba, el más alegre moroQue vió Granada, a casarmeCon mi señora Jarifa,Que ya en su vida me aguarde.Véome preso y herido,Y lo que siento es que paseDe mi bien la coyuntura.Déjame agora matarme.[67].

NARV.— Notable es tu suceso, fuerte moro;Pero, pues tanto tus desinios dañaLa dilación, no es justo que los pierdas;

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Que has sido por estremo desdichado,Pero hallaste el remedio en la desdicha.Y por que veas que mi virtud puedeVencer a tu fortuna, si me jurasVolver a mi prisión dentro en tres días,[68].Libertad te daré para que vayasA gozar de Jarifa, tu señora.

ABIND.— Beso tus pies mil veces, gran Narváez;Que harás en eso, aunque es hazaña tuya,La mayor gentileza que en el mundoHa hecho caballero generoso.

NARV.— ¡Ah, hidalgos!

PÁEZ..— ¿Qué nos mandas?

NARV.— Este preso.Señores, si gustáis de darme, quieroSalir por fiador de su rescate.

PER.— Haced, señor, de todo a vuestro gusto.

NARV.— Dadme esa mano diestra, Abindarráez.

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ABIND.— Tomad, señor.

NARV.— ¿Juráis y prometéisme,Como hidalgo, venir a mi castilloDe Alora y ser mi preso, al tercer día?

ABIND.— Sí juro.

NARV.— Pues partid enhorabuena;Y si queréis mis armas o persona,Iré con vos.

ABIND.— Vuestro caballo quiero,Porque entiendo que está cansado el mío.

NARV.— Tomadle, y vamos.

NUÑO.— Tuvo estraña dicha.

ABIND.— Basta, que hallé el remedio en la desdicha.

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ACTO TERCERO

Sale Abindarráez

ABIND.— Agora que a mi bien no pone obstáculoLa fortuna cruel, y mis pies débilesLos rayos de mi sol llevan por báculo,Que el llanto enjugan de mis ojos flébiles,Haciendo al alma verdadero oráculo,Mis esperanzas, hasta agora estériles,Tendrán, ya libres de otra fuerza bélica,Fin en los brazos de mi esposa angélica.Venció Narváez mi fortuna trágicaY dióme libertad como magnánimo;Que no hay en toda el Asia, Europa y Africa,Caballero de tanta virtud y ánimo:Y así, aunque herido, aquella dulce mágicaQue adoro como al sol, mi pusilánimoAliento, desmayado y melancólico,Ha vuelto un Hétor o Alejandro argólico.En mis desdichas, hasta agora infélices,

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Si esto no es sueño, fábula y apólogo,Remedio hallaron mis intentos félicesY el corazón, de su ventura astrólogo.Teneos un poco, luna y claras élices,Que ya llego a Jarifa, que ya el prólogoLe digo de mi historia y los capítulosCon dulces besos y con tiernos títulos.¡Que fuera Adonis bello o de Liríope[69].El hijo que murió en el agua, viéndola,O la lengua de Apolo y de CalíopeTuviera para hablalla, respondiéndola!Mas fuera a un alemán y a un negro etíope,A un dulce ruiseñor y a una oropéndola,Darles comparaciones verisímiles:Mas basta ser en el amor tan símiles.Aquí llega, Jarifa, vuestra víctima;Abrid, que pasa ya la luna errática.Seréis de mis heridas dulce píctima,Sólo en oyendo vuestra dulce plática;Seréis, señora, mi mujer legítima,Que así en la orilla fresca y aromáticaDe aquella fuente fué nuestro propósito,Y amor de nuestras almas el depósito.Pena traigo, señora; mas repórtola

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Con ver que llego a puerto salutífero.Mi esperanza se alarga, pero acórtolaCon la grandeza de Narváez belífero.Ya os casaréis, y ya, cual dulce tórtolaQue mató el lazo o cazador mortíferoQue el alto nido derribó del álamo,Lleno de sangre dejaréis el tálamo.

(Salen Jarifa y Celindo)

JARIFA.— ¿La voz, dices, de mi bien?

CELIND.— Digo que le oí llamar.

ABIND.— A Jarifa siento hablarY a Celindo oigo también.Tiemblo, la sangre me acudeAl corazón. Buen testigoQue no puede el enemigoHacer que el color me mude.Desmayo dulce me acaba,Siento aflojarse las fuerzas.

JARIFA.— ¡Esposo!

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ABIND.— Si no me esfuerzas,Para espirar casi estaba.Cobre aliento el alma míaEn tus brazos, dulce esposa.

JARIFA.— Ya estaba de ti quejosa,Y más del temor del día;Que como la noche fueraDe un siglo, un siglo esperara,Sin que esperar me cansara,Si esperara que te viera.

ABIND.— ¡Ay, brazos hermosos míos!¡Ay, puerto de mis tormentos!Vida de mis pensamientosY de mis temores fríos;Descanso de mi esperanza,Fin de mis deseos cumplidos,Centro de aquestos sentidosY cielo que el alma alcanza;Gloria que esperé y temí,Regalo que imaginé,Premio de mi pena y fe,Para quien sólo nací.

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Hálleme agora la muerte,Que esta noche me ha buscado.

JARIFA.— ¡Ay, dueño de mi cuidado!¿Posible es que vengo a verte?¡Ay, mi bien!, mi dulce esposo,Mi Abindarráez, mi señor,Parte sola en quien mi amorHa dado al alma reposo;Luz de mi alma y sentido,Vida de mi entendimiento,Consuelo en mi sufrimiento,De mil celos oprimido;Rey desta alma y desta casa,Destos brazos gusto, y vidaDesta tu esclava rendida,A quien justo amor abrasa,¿Cómo vienes? ¿Vienes bueno?

ABIND.— A tu servicio, y que fueraMuerto, aquí vida tuviera,Mi cielo hermoso y sereno.

JARIFA.— ¿Cómo has pasado mi ausencia?

Page 191: El Remedio en La Desdicha

ABIND.— Como sin ti, mi Jarifa;Que es donde batalla y rifaEl seso con la paciencia.No me han faltado recelos,Miedos y desconfianzas.

JARIFA.— ¿Miedos de qué?

ABIND.— De mudanzas,Hijas de olvidos y celos.Pero volviéndome a tiTodo quedaba seguro.Tú, ¿estás buena?

JARIFA.— Por ti juro,Que es mucho jurar por ti,Y por esos ojos míos(Juramento que no saleSino a fiestas) que no igualeEl tuyo a mis desvaríos,Porque he pensado que alláYa tenías otro gusto;Que de tu tardanza el sustoAun aquí durando está.

Page 192: El Remedio en La Desdicha

¿Cómo has tardado?

ABIND.— No sé;Que buena priesa he traido.

JARIFA.— ¡Ay, que esposo tan querido,En hora buena él lo fué!Llegada es ya la ocasiónQue de aquestos brazos goces.

ABIND.— ¿Es posible que conocesMi enamorada afición?Sí conoces, pues la pagas.

JARIFA.— Ya en efeto soy tu esposa.

ABIND.— Quiere Alá, Jarifa hermosa,Que así mi amor satisfagas.

CELIND.— No estéis agora en razones;Entra a dormir, bencerraje.

JARIFA.— Mira si hay doncella o paje,Celindo, en esos balcones.

CELIND.— Todo está seguro. Ven,

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No os amanezca en hablar.

ABIND.— ¿Puedo entrar?

JARIFA.— Puedes entrar.

ABIND.— Voy, mi alma.

JARIFA.— Entra, mi bien.Echa, amigo, esa alcatifa.

ABIND.— ¡Cuánto te debo, Narváez!Por ti goza AbindarráezDe su querida Jarifa.

(Vanse)

(Sale Narváez, Nuño, Páez y Alvarado)

NARV.— Descansen todos, que hoy a mediodíaConcertaremos si salir podremos;Que este descuido llaman cobardíaLos viles fronterizos que tenemos.Y aunque la presa desta noche es mía,Ya sé que su rescate partiremos;Y cuando me engañara Abindarráez,

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Yo hice lo que debo a ser Narváez.Ponga todo hombre la acerada sillaEntre los mismos palos del pesebre,Porque en diciendo la trompeta "ensilla",Hasta el caballo la cadena quiebre.Esté la lanza donde pueda asilla,Con que en el campo su valor celebre,Y el arnés que no falte hebilla o perno,Que se vista mejor que algodón tierno.Veamos si con esta pena o miedoSu desvergüenza se sosiega un poco,Que en no mostrando lo que valgo y puedo,Luego el morisco vil me tiene en poco.Presumirá llegar hasta Toledo,Según se precia de arrogante y loco,Cuanto más hasta Alora y Antequera,Si duerme aquí como en Argel pudiera.

PÁEZ..— Un moro pide para hablar licencia.

NARV.— ¿Es hombre principal?

PÁEZ..— Es un criadoDe Alara, según dice.

Page 195: El Remedio en La Desdicha

NARV.— ¡Ah, dura ausencia,Con qué fiero rigor que me has tratado!¡Oh leyes del honor, cuya inclemenciaQuita el gusto del alma procurado!Gozar de Alara pude... mas no pude,Que pierde el bien quien al honor acude.

(Sale Ardino, moro)

ARDIN.— Con un pequeño presenteAlara salud te envíaY esta carta.

NARV.— Gallardía,Moro amigo, convenienteA su extremada hidalguía.¿Cómo queda?

ARDIN.— Algo indispuesta,Aunque para que compuestaViniese esta caja, ayerSe levantó.

NARV.— Quiero leer

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Para darte la respuesta. Lee la carta."Ya que no me quieres bien,No es de pecho principalSufrir que me traten mal;Pues siendo tu amor desdén,Me han dado castigo igual.De ti maltratada he sidoCon el desdén recebido;De mi marido, de celos,Porque me han dado los cielosMal galán y peor marido.Y pues que por ti me dan,No admitiendo tu consejo,Vida que de vivir dejo;Ya que no como a galán,Como a mi padre me quejo.Esas camisas labradasTe envio, mal acabadasPor hacellas con secreto;Que llevan, yo te prometo,Más lágrimas que puntadas.La sangre que lleva una,No la laves, que por tiMe la sacaron a mí;

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Porque no hay hora ningunaQue no me traten ansí.Yo no pido que tu olvidoDeje de ser el que ha sido;[70].Pero, pues por ti me dan,Sé enemigo o sé galán,O dame mejor marido."¿Cómo? ¿Que Abenabo ArráezAsí cumplió el juramento?Que me haya engañado siento,Mas por vida de NarváezQue no se la lleve el viento.[71].Moro infame, ¿no sabíasQue mi propia vida herías,Que está en aquel pecho honesto?

NUÑO.— Tú tienes la culpa desto,Por hacer alejandrías.Deja esas francas divisas;Que si gozaras de Alara,El moro no la llevaraDonde te enviara camisasCon la sangre de su cara.—¿Que en aquel rostro has sufrido

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Hacer un corto rasguñoCon el palo o con el puño?

ARDIN[72].— ¿Qué he de hacer, si es su marido?

NUÑO.— Perro, aguarda.

NARV.— Escucha, Nuño.

NUÑO.— No hay escuchar. ¡Vive Dios,Que hemos de reñir los dosY que le he de dar mil palos!

NARV.— Aguárdate.

NUÑO.— ¡Qué regalos!

ARDIN.— Señor, remediadlo vosCon poner miedo a mi amo,Que os tiene miedo y respeto.

NARV.— Remediarlo te prometoPor lo que la quiero y amo,Y por quien soy, en efeto.

ARDIN.— Vos, ¿tenéisla algún amor?

Page 199: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Grande; pero por su honorY hacer a Arráez amistadEnfreno la voluntadY doy la rienda al valor.

ARDIN.— Pues, señor, sabed que tieneConcertado de matalla.

NARV.— ¡Matalla! Ni osar miralla.

ARDIN.— Creedme que lo previene.

NARV.— Y ¿podré yo remedialla?

ARDIN.— Podrás, viniendo conmigoEsta noche de secreto.

NARV.— Pues ármate, Nuño amigo,Que esta noche te prometoAl moro infame castigo.¡Camisa, y ensangrentada!¡Vive Dios que, ésta vestida[73],No se mude ni otra pidaHasta que con esta espada

Page 200: El Remedio en La Desdicha

Quite al perjuro la vida!

NUÑO.— Yo, aunque poco las refrescoPor el trato soldadesco,Esta es bien que le consagre,Aunque la cueza en vinagre[74]

Como herreruelo tudesco.Vamos donde está ese galgo.Pero escucha aparte.

NARV.— Di.

NUÑO.— ¿Habemos de ir cierto?

NARV.— Sí.

NUÑO.— Pues disfrázate con algo,O vamos como yo fuí;Que aunque eres tan animoso,Podrá el perro maliciosoVenderte a los de Coín.

NARV.— Para mí no hay, Nuño, en fin,Peligro dificultoso.Yo he de ir a Coín. Vos, Páez,

Page 201: El Remedio en La Desdicha

Tened a punto la gentePor si fuere conveniente.

ARDIN.— Seguro estás, gran Narváez.

NUÑO.— No lo está mucho, pariente.Y ansí, vuelvo a aconsejarte.Oye, por tu vida, aparte.

ALVAR.— Que mal hace el capitán.

PÁEZ..— Tales combates le danIra, gusto, amor y Marte.

NARV.— A cuanto venga me obligo.

NUÑO.— Pues, señor, seguirte quiero.

NARV.— Darte mi ventura espero.Nuño, César va contigo,[75]

Como él lo dijo al barquero.Entra, moro, a descansar.Tú, Nuño, empiézate a armar.

NUÑO.— Lo que llevé.

Page 202: El Remedio en La Desdicha

NARV.— ¿Cómo ansí?

NUÑO.— Un jaco.[76]

NARV.— Dame otro a míY hazme el overo ensillar.

(Vanse)

(Salen Jarifa y Abindarráez; Celindo, Bajamed,Zaro, músicos)

JARIFA.— Toda la casa se huelgaDe mi bien y tu contentoPorque de sólo tu alientoSaben que mi vida cuelga.No te escondas de ninguno.Llegad, besadle los pies.

BAJAM.— Quien señor de todo es,¿Por qué se teme de alguno?Con nosotros te has criado,Bencerraje; ¿qué has temido?¿O acaso estás encogido,

Page 203: El Remedio en La Desdicha

Como recién desposado?

ZARO.— Aunque el Alcaide tenemosPor legítimo señor,De tu crianza el amorY obligación conocemos.Quien te tuvo por su hermano,No será dificultosoQue te tenga por su esposo.

JARIFA.— Da, esposo, a todos la mano.

ABIND.— Los brazos les daré. AquíPodréis estar a placer,Viendo esta fuente correr.

JARIFA.— En otra te di yo un sí,En otra dueño te hiceDeste bien que hoy se confirma;Aquí se rompió la firmaY la deuda satisfice.Viendo estas rosas y flores,Estos árboles y fuentes,Tengo, Abindarráez, presentesNuestros pasados amores.

Page 204: El Remedio en La Desdicha

Parece que aquí te veoEnamorado y turbado,En mis respetos heladoY abrasado en tu deseo;Y salir llenas de amor,Del alma tierna encendida,Cada palabra vestidaDe diferente color.¿Es posible que te venMis brazos cerca de sí?¿Que puedo llegarte a míY regalarte también?Amor mío, no me olvides,Que harás la cosa más fieraQue en hombre humano cupiera,Si tu ser al suyo mides;Que no debe de ser hombre:En quien tantas gracias hay...

ABIND.— ¡Ay!

JARIFA.— ¿Qué dices, mi bien?

ABIND.— ¡Ay!

Page 205: El Remedio en La Desdicha

JARIFA.— Bien merece de ángel nombre.Celindo, Bajamed, Zaro,¿No he sido yo muy dichosaEn ser de tal hombre esposa?

CELIND.— Que es muy noble está muy claro,Y que fué elección discreta;Pero él también es dichosoEn ser dueño y ser esposoDe una mujer tan perfeta.Y puesto que humilde estás,Acá os juzgamos tan buenos,Que si él no merece menos,No hallara en la tierra más.Sentaos, y canten los dosMientras el almuerzo llega.

JARIFA.— O esto es verdad, o estoy ciega.Más, mi bien, merecéis vos.¿No es esto verdad?

ABIND.— ¡Ay, triste!

JARIFA.— Canta, amiga.

Page 206: El Remedio en La Desdicha

ZARO.— ¿Qué diré?

JARIFA.— ¿Qué extremo es ése? ¿Qué fué?

CELIND.— Di aquella que ayer dijiste.

JARIFA.— Cualquiera podréis decir.Mandadlos, señor, sentar.

ABIND.— Sentaos.

JARIFA.— ¡Tanto suspirar!

ABIND.— ¡Ay que estoy para morir!

(Canten)Crióse el AbindarráezEn Cartama con Jarifa,Mozo ilustre, abencerrajeEn méritos y desdichas.

JARIFA.— ¡Dichosa el alma míaQue dió tan dulce fin a su porfía!

(Canten)

Page 207: El Remedio en La Desdicha

>Pensaba que eran hermanos,En este engaño vivían,Y ansí, dentro de las almasEl fuego encubierto ardía.

JARIFA.— ¡Dichosa el alma míaQue dió tan dulce fin a su porfía!

(Canten)Pero llegó el desengañoCon el curso de los días,Y ansí, el amor halló luegoLas almas apercebidas.

ABIND.— ¡Triste del alma míaQue dió tan triste fin a su porfía!

(Canten)Quisiéronse tiernamente,Hasta que, llegado el díaEn que pudieron gozarse,Dieron sus penas envidia.

ABIND.— ¡Triste del alma míaQue dió tan triste fin a su porfía!

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JARIFA.— No cantéis más. Bien está.Bien os podéis todos ir.

CELIND.— Algo le quiere decir.

JARIFA.— Salíos todos allá.

BAJAM.— Todo se lo quiere a solas.

ZARO.— No toma el ser novia mal.

(Vanse los tres, Zaro, Bajamed y Celindo)

ABIND.— Del mar en que voy mortalHasta morir llegan olas.

JARIFA.— Ingrato, esquivo, cruel,Y el más villano del suelo,¿Cuál hombre ha criado el cieloQue puedan fiarse dél?¿Piensas que no entiendo másQue declaran tus suspiros?Pues bien veo que son tirosQue al alma asestando estás.Con ellos y con los ojos

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Dices más que con la lengua,Para que trague mi menguaPoco a poco tus enojos.¿Quieres matar con sangríaO dasme el veneno a tragos?Los hombres dais tales pagos.¡Ay de la que en hombres fía!¿Qué suspiras, di, traidor?O ¿de qué estás triste, injusto,Después que ofrecí a tu gusto,Tras la vergüenza, el honor?¿Qué es lo que en tal coyunturaTe da pena y soledad?¿Mi mucha facilidadO mi poca hermosura?¿No has hallado ahora en míLo que ausente imaginabas?O ¿en las penas que pasabasFué poco el bien que te di?Mas los maridos sois ríosQue, en allegando a la marDe la noche del gozar,Perdéis del curso los bríos.¿Tan fea soy, engañador?

Page 210: El Remedio en La Desdicha

¿Tan poco te he regalado?Debes de estar enseñadoA otra experiencia mayor.Si amartelado venías,[77]

¿No era remedio bastanteUna mujer ignoranteQue para mujer querías?Yo no supe más amoresQue los que a tu boca oí:Si sabes más, más me di;Y si mayores, mayores;Que esa en quien es bien que quepaTu alma, y que ansí la nombres,Aprendidos de otros hombres,No es mucho que muchos sepa. (Levántese)Vete, pues, tirano injusto,Con tu gusto y mi deshonra,Que es mejor quedar sin honraQue casada con disgusto.Y yo me sabré matar.

ABIND.— Detente, Jarifa mía,Que si escucharte podía,Fué querer tu amor probar.

Page 211: El Remedio en La Desdicha

Escucha, espera.

JARIFA.— ¿Qué quieres?

ABIND.— Que menos traidor me nombres,Que jamás los nobles hombresSe burlan de las mujeres. p>Oye, espera, por tu vida;No me hagas correr tras ti,Que apenas me tengo en míDe dolor de cierta herida.No soy yo ingrato a tus obras,Pues vengo a ser tu marido;Ni el suspirar causa ha sidoDe la sospecha que cobras.[78]

No fué tu poca hermosuraO mucha facilidad,Que eres ángel en beldadY reina en la compostura.Ni te imaginó mi amorMás perfeta en mí pintada;Que antes, después de gozada,Me has parecido mayor.Ni soy río en la corrienteQue en la mar he de parar;Que es mi amor el mayor mar,

Page 212: El Remedio en La Desdicha

Y ansí es bien que el tuyo aumente.Ni he venido amartelado,Que Dios sabe que tú has sidoQuien de aquesta boca ha oídoAmores que te he enseñado.Alegra el rostro y escucha,Volviendo a tu gracia el alma,Que está ya la vida en calma.

JARIFA.— Y dime, ¿la herida es mucha?¿Dónde la tienes? A ver.¿Quién te hirió? ¿Cómo?

ABIND.— Mi esposa,No es herida peligrosa.

JARIFA.— Todo lo quiero saber.¡Ay de mí, que no era en vanoEl quejarte y suspirarToda la noche!

ABIND.— Has de estarAtenta.

JARIFA.— Di, esposo, hermano.

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ABIND.— ¿Tu hermano soy todavía?

JARIFA.— Fuése la lengua, perdona.

ABIND.— El trato antiguo la abona.Escucha, Jarifa mía:Llegó a Cartama CelindoCon tu carta, cuando estabaEl sol inclinado al Sur,Pardo y triste, y no sin causa.Leíla, beséla, y dileAlbricias de mi esperanza,Que se perdió en el ausenciaDespués de llena de canas.Vestíme, hermosa señora,Colores, plumas y galas;Que un alegre pensamientoCon todas tres se declara.Bajé a nuestra huerta antiguaY despedíme en voz altaDe los árboles y flores,De las fuentes y las aguas;Diles mil abrazos tiernos,Y ellos también se inclinaban

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A darme para ti muchos,Que aun tienen alma las plantas.Puse al estribo las mías[79]

Sin el arzón, y a la casaLe dije volviendo el rostro:Piedras, Jarifa me aguarda.No sé si me respondieron;Pero sentí que sonabanPor largo trecho las fuentes:O era envidia, o tu alabanza.Esta, por todo el camino,Jornada, aunque breve, larga,Iban alternando a veces[80]

Entre la lengua y el alma,Cuando de unos robles verdes,Entre pálidas retamas,Oigo relinchos y voces,Y alzo la lanza y la adarga;Pero al punto estoy en medioDe cinco lanzas cristianas;Mas sin soberbia te digoQue eran pocas otras tantas;Y quizá porque eran pocas,Trajo luego mi desgracia

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Otras tantas de refresco,Y una, la mejor de España.Este fué el Alcaide fuerte,Si sabes su nombre y fama,[81]

Que es de Alora y Antequera,Y estaba puesto en celada.Apartó sus caballeros,Desafióme a batalla,Como caballero fuerte,Cuerpo a cuerpo en la campaña.Como era fuerza, acetéle,Y ansí, con la luna clara,Comenzamos nuestra guerra,Jugando las fuertes lanzas;Y pues al fin me venció,No me alabo; decir bastaQue tenía tres heridas,En brazo, muslo y espaldas.No me las dieron huyendo;Pero quien con diez batalla,También sospecho que tieneEn las espaldas la cara.Don Rodrigo de Narváez,Que así el Alcaide se llama,

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Me prendió y llevaba a Alora,De sus diez hombres en guarda,Cuando, viendo mi tristeza,Si le contaba la causa,Me prometió dar remedio;Y ansí, fué justo contarla.[82]

Hizo el cristiano conmigoEsta gentileza estrañaCon sólo mi juramento,Porque le di la palabraQue dentro el día terceroVolvería a Alora sin faltaA ser su preso y cautivo.Mira si es justo quebrarla,Y mira, mi bien, si deboLlorar mi suerte contraria,Pues le he de llevar el cuerpoDe quien tú tienes el alma.

JARIFA.— No es justo que a hombre tan nobleLa palabra le rompáis,Sino que antes la cumpláisCon satisfación al doble.Cuando os quisierais quedar,

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No os lo consintiera yo;Que a quien tan bien procedióNo se le puede engañar.Gran valor mostró el cristiano,Obligó vuestro valor:No han hecho hazaña mayorCésar ni Alejandro Mano.[83]

De la herida vuestra y míaPaciencia habré menester,Pues es forzoso volverDentro del tercero día.Pero perdonadme vosSi con esto os importuno;Que si prometistes uno,Es fuerza que le deis dos.Yo, que soy vuestra cautiva,Tengo de ir con su cautivo;Porque si en vos, mi bien, vivo,No es justo que sin vos viva.Tracemos partir a AloraAntes que mi padre venga.

ABIND.— ¿Quién hay, Jarifa, que tengaTal esposa y tal señora?

Page 218: El Remedio en La Desdicha

No muestras menos valorEn ir con tu AbindarráezQue entonces mostró Narváez,Y aun creo que éste es mayor.Dame esas manos hermosasPor la merced que me haces,Que ansí por mí satisfacesObligaciones forzosas.Conozco tu heroico nombre[84]

Y entendimiento en quererEnseñarme, aunque mujer,Lo más que debo a ser hombre.Pues es forzoso ir a AloraY quieres acompañarme,Hasta allá no he de curarmeSi no lo mandas, señora.Prevengamos la partidaPara que el día terceroCumpla a tan buen caballeroLa palabra prometida;Que yo fío dél que allíDe nuestro remedio trate.

JARIFA.— Y cuando no haya rescate

Page 219: El Remedio en La Desdicha

Yo daré el alma por ti.

(Vanse).

(Salen Arráez y Alara con un cordel y una daga)

ARR..— Vuelve esas manos atrás,Y confiésame de planoSi te ha gozado el cristiano.

ALARA.— Digo que hablado no más.

ARR..— ¿De qué suerte?

ALARA.— No me aprietes.Y el traerme a tu heredadSi fué para tal crueldad,Bien cumples lo que prometes.

ARR..— Con este engaño he queridoQuitarte la vida aquí.Todo lo que pasa di,Pues sabes que lo he sabido.

ALARA.— Digo que siempre NarváezMe ha tratado con desdén,

Page 220: El Remedio en La Desdicha

Aunque me ha querido bien,Y ésta es la verdad, Arráez.La razón deste despechoNo ha sido haberme olvidado,Sino sentirse obligadoA la merced que te ha hecho;Porque es de tanto valor...

ARR..— No le alabes.

ALARA.— Bien le alabo;Que no quiere que a su esclavoFalte por su causa honor.

ARR..— ¿Qué te ha enviado?

ALARA.— El papel[85]

Que tú escribiste.

ARR.— Y ¿no más?

(Salen en hábito de moros Narváez y Nuño conArdino)

ARDIN.— Dentro en su heredad estás,[86]

Page 221: El Remedio en La Desdicha

Y aun pienso que cerca dél.

NARV.— Entre aquellos olivaresDesta huerta hablando están.

NUÑO.— Nuestros caballos se oirán;Bien es que aquí poco pares,Porque los ate en la cerca.Si hay yeguas en los establosRelincharán como diablosSi les da el viento de cerca.Vuélvete, señor, a Alora,Que hay grande peligro aquí.

NARV.— Nuño, en mi vida te viCon miedo, si no es agora.

NUÑO.— Señor, cuando solo vengo,Jamás temo al enemigo;Mas cuando vengo contigoMiedo de perderte tengo.

NARV.— Pues calla, que es desvarío;Y pues el cielo te ha hechoSin poner miedo en tu pecho,

Page 222: El Remedio en La Desdicha

No le pongas en el mío.Cuanto más, que no habrá aquí,Siendo en el campo heredad,Tanta gente.

ARDIN.— Así es verdad.

NARV.— Y algo valdré yo por mí.Escuchemos lo que pasa.

ARR..— No se escusa tu castigo,O me dirás si RodrigoHa entrado en mi propia casa.

NARV.— De mí le pregunta. Escucha.

ALARA.— Jamás le he visto en Coín.

NUÑO.— El la da tormento, en fin.Debe de ser de garrucha.

ARDIN.— El la debe de matar.

ARR..— Y tú, cuando a verme fuiste,¿Qué hiciste con él, qué hiciste?

Page 223: El Remedio en La Desdicha

ALARA.— No más de hablar.

ARR..— ¿Sólo hablar?¿Qué te dijo?

ALARA.— Que si hubieraSabido que era mujerTuya, se dejara arderPrimero que me escribiera.

ARR..— Mas, paso, di la verdad,Perra, que te mataré.

ALARA.— ¡Ay, que me matan!

NARV.— ¿Podré,Nuño, sufrir tal crueldad?

NUÑO.— Aguarda.

ARR..— Y ese villano,Ese cobarde Rodrigo,¿Podrá a tan justo castigoAgora impedir mi mano?Que si la ponía en ti,

Page 224: El Remedio en La Desdicha

Dijo que a Coín vendríaY mi casa quemaría,Y aun dijo que dentro a mí.Por Alá que habló el villanoTal, que me obliga a reírDe ver que entrar y salirLe parezca que es tan llano.¡Oh Rey, que por esto pasas!¿Que digan cristianos quieresQue forzarán las mujeresY pondrán fuego a las casas?¿Quién dió a Narváez cuidadosDe los casamientos? Di.¿Por dicha es nuestro alfaquí,Que compone los casados?El habla entre su canalla;Que aquí no sé si conmigoOsara el perro enemigoCuerpo a cuerpo hacer batalla:Que no hay una hormiga en él,Ni en otros diez, para Arráez.

NARV.— Aquí tienes a Narváez,Moro villano y cruel.

Page 225: El Remedio en La Desdicha

Desnuda presto la espada.

ARR..— ¡Ay de mí! Vendido soy.—Señor, a tus pies estoy,Y te la rindo envainada.

NARV.— ¿Por qué tan humilde quieresOfender tus altos nombres?[87]

ARR.— Porque todos somos hombresHablando con las mujeres.Mal mi palabra cumplí.Pues has visto lo que pasa,Ves aquí, señor, mi casa:Abrásame en ella a mí.

NUÑO.— (Fisgando) "¿Quién dió a Narváez cuidadosDe los casamientos? Di.¿Por dicha es nuestro alfaquí,Que compone los casados?¿Osara el perro enemigoCuerpo a cuerpo hacer batalla?"

NARV.— ¿Por qué Alara, Ardino, calla,Y no viene a hablar conmigo?

Page 226: El Remedio en La Desdicha

ALARA.— Porque sé que has de dejarmeOtra vez en el poderDeste moro, y ha de serOcasión para matarme.

NARV.— No será; fiad de mí.Tomemos nuestros caballos,Que a Alora quiero llevallos.

NUÑO.— Bien haces. Vamos de aquí.

ARR..— ¡A qué punto, triste moro,Te han traído injustos celos!

ALARA.— ¡Ay, mi Alcaide de los cielos!

NARV.— ¡Ay, Alara, que te adoro!

(Vanse)

(Salen Zoraide, Celindo, Bajamed y Zaro)

ZORAID.— ¿Qué es lo que dices, bárbaro enemigo?

CELIND.— Córtame, gran Alcaide, la cabeza,

Page 227: El Remedio en La Desdicha

Si te parece que la culpa es mía.

ZORAID.— ¿Adónde está Jarifa?

CELIND.— No presumasQue alguno de tu casa parte ha sidoPara tanta desdicha.

ZORAID.— Dime luegoQuién la llevó y adónde está, Celindo,O pasaréte aquese infame pecho.

CELIND.— Señor, cuando a Granada te partiste,Vino aquí de secreto Abindarráez,Y se casó con ella.

ZORAID.— ¡Ah santo cielo!Cumplióse lo que yo siempre temía.¿Que en fin el mal nacido abencerrajeSe casó con Jarifa? Pues di, perro,¿Quién le dijo que no era hermano suyo?

CELIND.— Dicen que ha mucho que ellos lo sabían,Y que casados de secreto estaban.

Page 228: El Remedio en La Desdicha

ZORAID.— ¿Dónde la tiene agora?

BAJAM.— El miedo tuyoPor ventura le esconde de tus ojos.

CELIND.— No es miedo, Bajamed, que ha sido fuerzaIr a Alora los dos, porque era presoDe su alcaide Narváez, y al tercer díaJuró volver si libertad le diese;Y ella, como mujer, con él ha ido,Ansí por no esperar tu justo enojoComo por no dejar a su marido.

ZORAID.— Ensíllame un caballo, ponle a punto;Dame una lanza y una adarga fuerte;Podrá ser que le alcance en el camino.

CELIND.— Bien puede ser.

ZORAID.— ¡Ah fiero bencerraje,Deshonra de mi honor y mi linaje.

(Vanse)

(Salen Nuño, Arráez, Alara y Narváez)

Page 229: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Ya que en Alora estáis, mi dulce Alara,Pruebe vuestro cruel fiero maridoEl gusto de escuchar estos requiebrosPues no quiso sufrir celos injustos.

ALARA.— Ya no es aquese nombre el propio suyo,Que yo, señor, me he de volver cristiana.

ARR..— Ni yo quiero tener el que he tenido;Que quien tiene mujer que le da celos,Mejor dirá que tiene sobre el pechoUn águila que come sus entrañas,Un monte grave y una eterna pena.

NARV.— Si vos cristiana habéis de ser, señora,Daréle libertad, y a Coín se vuelva.Y vos podréis quedaros en Alora,Donde no os faltará lo que perdistes.

ARR..— Pues eso quiero; y si sufrir no pudeMujer hermosa, viviré sin ella,Y haré cuenta que es muerta; que bien puedo,Pues si es cristiana, no es la que solía.

Page 230: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Primero que a Coín vuelvas, Arráez,Le has de dar la mitad de tu haciendaPara que viva aquí; si no, no creasQue deste cautiverio libre escapes.

ARR..— Y es poco lo que pides; yo me ofrezcoDe darla con que viva, y es partidoA trueco de escapar de sus rigores.

NARV.— Pues alto: en esto queden concertados.

(Sale Páez)

PÁEZ..— Dame, señor, albricias.

NARV.— Buenas sean.

PÁEZ..— Su palabra ha cumplido Abindarráez.

NARV.— No menos esperé de su nobleza,Que al fin acude a lo que debe en todo.

PÁEZ..— Y trae su persona acompañadaDe una bella morisca rebozada.

Page 231: El Remedio en La Desdicha

(Salen Abindarráez y Jarifa, de camino)

ABIND.— Danos, ilustre Narváez,Los pies a mí y a mi esposa.

NARV.— Bien vengáis, Jarifa hermosa,Y vos, noble Abindarráez.

ABIND.— Bien merezco lauro y palmaDe la merced que recibo,Pues siendo el cuerpo el cautivo,Te vengo a traer el alma.

JARIFA.— Yo, famoso don Rodrigo,Como a quien de tu valorCupo la parte mayor,Tu nombre alabo y bendigo;Y así, vengo a ser tu esclava.

NARV.— Mi señora seréis vos.Cuán justamente a los dosEl cielo a amar inclinaba,Que sois en estremo iguales.Y estad vos, Jarifa hermosa,

Page 232: El Remedio en La Desdicha

De Abindarráez quejosa,Que dice de vos mil males.Que aunque mucho me decía,Hallo agora más en vos,Y es grande engaño, por Dios.

JARIFA.— ¡Qué estremada cortesía!Antes, si él os engañóCon deciros bien de mí,Vengo a estar corrida aquí.

NARV.— El que lo ha de ser soy yo;Que si tal huésped creyeraQue mi pobre casa honrara,De otra suerte la ensancharaPara que mejor cupiera.Pero si en la voluntad,Como en la casa, se vive,Esta el alma os apercibeY os da a vos su libertad.Ya sois, señor bencerraje,De Jarifa: andad con Dios.

ABIND.— Ella y yo somos de vosCon justo pleito homenaje.

Page 233: El Remedio en La Desdicha

JARIFA.— Señor, no me desechéis,Que quiero yo ser muy vuestra.

NARV.— Sujeta el alma se os muestraPara que vos la mandéis.Y perdonad si no habíaPreguntado cómo estáis.

JARIFA.— Con la salud que me dais,Dando vida a la que es mía.

NARV.— ¿Cómo va de las heridas?

ABIND.— Un poco las tengo hinchadas.

NARV.— Aquí os serán bien curadasDe quien os diera mil vidas.

Sale Zoraide y su gente)

ZORAID.— Digo que tengo de entrar.

NARV.— ¿Qué alboroto es ése?

ZORAID.— ¡Afuera!

Page 234: El Remedio en La Desdicha

Si en tu casa no estuviera...

NARV.— Vuelve la espada a envainar,Y di quién eres.

ZORAID.— Yo soyEl Alcaide de Coín.

NARV.— Ya sé tu enojo, y en fin,De por medio agora estoy.Deja, famoso Zoraide,Las armas, que esto ya es hecho.

ZORAID.— Por ti las dejo, a despechoDe mi honor, famoso Alcaide.No pudieran venir ellosA otro sagrado mayor.

NARV.— Si éstos son yerros de amor,Ya viene el perdón con ellos.Noble es el abencerraje,Por tu hijo le has tenido;Que le perdones te pido,Pues es de honrado linaje.

Page 235: El Remedio en La Desdicha

ZORAID.— ¿Cómo te puedo negarCosa que tan justa es?

NARV.— Besa, Abindarráez, sus pies.

ABIND.— Temblando habré de llegar.Llegad, Jarifa, también.

ZORAID.— Por mis hijos los recibo.Mas quedaos con el cautivo.

NARV.— Es de Jarifa.

ZORAID.— ¿De quién?

NARV.— A Jarifa se le di.

JARIFA.— Yo, señor, le doy a vos.

NARV.— Pues yo os entrego a los dos.

ZORAID.— Yo a vos tres, dándome a mí;Y os daré seis mil ducadosPor los tres.

Page 236: El Remedio en La Desdicha

NARV.— Esos le doyA Jarifa.

JARIFA.— Vuestra soy.

NARV.— Queden al dote obligados.

JARIFA.— Dos arcas de ropa blancaDe mi mano os enviaré.

NARV.— Esas solas tomaré,Por ser de mano tan franca.

ZORAID.— Su yerro juzgo por dicha.

NARV.— Y yo haberos obligado.Aquí acaba, gran senado,El remedio en la desdicha

FIN

Page 237: El Remedio en La Desdicha

FELIX LOPE DE VEGA Y CARPIO, Madrid (1562-1635), fue uno de los más importantes poetas ydramaturgos del Siglo de Oro español y, por la extensiónde su obra, uno de los más prolíficos autores de laliteratura universal.

A los doce años había ya pasado los cursos deHumanidades, en los que había brillado; y a la vez, comode padres de buena alcurnia, tenia la más mundanaeducación y conocía a maravilla la danza, la música y laesgrima. Se vio huérfano por lo que se acogió a lahospitalidad de don Jerónimo Manrique, obispo de Ávila,y aun después trabajó en casa del duque de Alba, a quiensirvió de secretario durante algún tiempo.

Page 238: El Remedio en La Desdicha

Dos veces contrajo matrimonio, y dos veces enviudó,por lo cual, al ocurrir este último triste suceso, tomóhábitos religiosos y se inscribió en la Congregación desacerdotes naturales de Madrid.

Hasta aquel entonces su vida había sido algoaccidentada, pues vivía de lo que le daban sus comedias yotros escritos; con el estado eclesiástico, otras rentasvenían a sumarse a las que le producían sus obras, y pudollevar una vida sosegada y tranquila, en la cual podíaproducir mejor. Entonces fue cuando comenzó a gozardeuna gran la popularidad.

El número de sus comedias, según varios de suscontemporáneos, alcanzó al de dos mil; claro está que lashoy conocidas son en mucho menor número, pero de todasmaneras bastantes para sentar la fama de fecundo de queha gozado. Caben destacar: Fuente Ovejuna, Rimas, ElPerro del Hortelano, La Hermosura de Angélica, LaJerusalén conquistada, Peribañez y el Comendador deOcaña, Los Pastores de belén, La Dama Boba, ElCaballero de Olmedo y La Dorotea.

Page 239: El Remedio en La Desdicha

Notas

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[1] Marcela del Carpio.—Nació en Toledo, en 1605, delos adúlteros amores de Lope con Lucinda, Micaela deLuján, y es hermana de Lope Félix. ("Hija de padres noconocidos", dice la partida bautismal.) Desde 1613, enque murió la segunda esposa de Lope de Vega, doña Juanade Guardo, "Marcelica" vivió en compañía de su padrehasta que tomó el hábito en las Trinitarias Descalzas—calle de Cantarranas, hoy de Lope de Vega—a 28 defebrero de 1621, profesando en abril del siguiente año conel nombre de Sor Marcela de San Félix. Lope describe latoma de hábito en una epístola a don FranciscoMaldonado publicada en La Circe en 1624. Don Guillénde Castro dedicóle la Primera Parte de sus Comedias. Nocareció Marcela de talento poético, ni de facilidad ygracia para versificar. <<

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[2] La historia de Jarifa y el Abencerraje no es deMontemayor; aparece inoportunamente intercalada en ellibro IV de su Diana en las ediciones posteriores a lamuerte del autor (febrero de 1561), a partir de la deValladolid de 1562. ¿De dónde hubo de tomarla elinterpolador? Desde 1551 tenía concedida Antonio deVillegas licencia para la publicación de su Inventario,aunque, por causas ignoradas, no apareció hasta quinceaños después (Medina del Campo, 1565). En estamiscelánea de verso y prosa encuéntrase una versión de lahistoria del Abencerraje (verdadera joya de la novelacorta castellana), más breve y sencilla que la de la Diana.Del manuscrito del Inventario debió tomar este relato eleditor de la Diana, redactándolo más retóricamente, sinque sepamos los motivos que haya tenido Antonio deVillegas para no reclamar la paternidad de la historia.Acaso por no ser él su autor, como opina el señorMenéndez y Pelayo, quien observa la profundadesemejanza del estilo de esta primorosa novela con el delas demás piezas de prosa del Inventario. Por otra parte,Gallardo encontró en la biblioteca de Medinaceli unopúsculo anónimo gótico, sin año ni lugar: "Parte de la

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Coronica del inclito infante don Fernando que ganó aAntequera: en la qual trata como se casaron a hurto elAbendarraxe Abindarráez con la linda Xarifa, hija delAlcayde de Coin, y de la gentileza y liberalidad que conellos usó el noble caballero Rodrigo de Narbáez, Alcaydede Antequera y de Alora, y ellos con él.", cuyo texto,según Gallardo, coincide con el de Villegas, y en efecto,las líneas que copia no presentan variantes deimportancia. Esta obrita no parece haber vuelto a ser vistadespués de Gallardo. Lope dramatiza tan fielmente lamateria de la novela, que, en las escenas principales, nosólo la traza sino la expresión misma coincide muchasveces literalmente con aquélla. Sigue la versión de laDiana; pero, a juicio del señor Menéndez y Pelayo,conoce también la del Inventario, ya que hay en éste unbreve episodio, suprimido en aquélla, que puede sergermen del tema de los amores de Narváez y Alara, asuntoaccesorio de esta comedia. Observaciones preliminaresde don Marcelino Menéndez y Pelayo en la edición de lasObras de Lope de Vega publicada por la Real AcademiaEspañola, t. XI, páginas XXX-XLI. <<

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[3] En mis tiernos años.—"Puede ser la misma que con eltítulo de Abindarráez y Narváez se designa en la primeralista de El Peregrino (1604); pero seguramente Lopedebió retocarla mucho para incluírla en su Parte XIII(1620), porque es una de sus comedias mejor escritas ynada tiene de la inexperiencia propia de la primerajuventud." Menéndez y Pelayo, lugar citado, página XXX.La prueba de esa labor de retoque nos la da el soneto deVenus y Palas (versos 438-451), del cual hay una primeraversión, inferior a la que figura en la comedia, en lasRimas que acompañan a La Hermosura de Angélica,publicada en 1602. Véase la nota al verso 451 y Una notapara EL REMEDIO EN LA DESDICHA de Lope (Elsoneto de Venus y Palas), por J. Gómez Ocerin y R. M.Tenreiro, en la Revista de Filología Española, tomo IV(1917), págs. 390-392. <<

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[4] Personas.—"del primer acto", añade la Parte XIII,Madrid, 1620, aunque se trata de las personas de toda lacomedia, sin que aparezca nueva indicación en los actossiguientes. <<

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[5] Representóla Ríos.—Lope de Vega ha recordado en losúltimos párrafos de El Peregrino en su Patria a los viejosactores que le ayudaron a crear la comedia; y si no atodos, a los más devotos de su genio: "Las ocho primerasnoches hubo ocho comedias, que saldrán impresas en otraparte, por no haber aquí mayor volumen. La primera hizoPorras... La quinta hizo Ríos, mar de donaire y naturalgracia; llamábase La bella mal maridada." (Sevilla, 1604,fols. 263 r.^o y v.^o) Nicolás de los Ríos, que murió en1610, representó por vez primera no pocas de lascomedias juveniles de Lope: La bella mal maridada, Elingrato arrepentido, El verdadero amante, El caballero deIllescas, El remedio en la desdicha, La francesilla, El solparado, El ruiseñor de Sevilla... Su carrera teatral fué muylarga, pues Agustín de Rojas, que le introduce en el Viajeentretenido, le hace decir, hacia 1602, que llevaba "másde treinta años de comedia". Para él parece haber escritoCervantes el Pedro de Urdemalas; el protagonista, metidoa cómico, dice: "Volarán los hechos míos... En nombre deNicolás y en sobrenombre de Ríos." Rennert, The SpanishStage, 571-573, y Rodríguez Marín, Bol. Acad. Esp., 1,61, 171, 172, 174, 322, 326 y 327. <<

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[6] Alude Lope al mito de Dafne, que la lectura de Ovidio,tan gustado en la Edad Media y en el Renacimiento,incorporó a la literatura moderna: la esquiva Dafne huyede Apolo, que, enamorado, la persigue; Dafne siente queel aliento de Apolo toca su cabello; pide a la tierra que laesconda en su seno o que destruya la belleza que causa supérdida. Apenas pronuncia tal ruego, cuando quedaconvertida en laurel. Apolo le concede una eternaprimavera: sus hojas, siempre verdes, coronarán lacabeza, el arpa y la aljaba del dios.—Es sabido que Lopefué un profundo conocedor de Ovidio: las reminiscenciasdel Ars Amandi y, especialmente, de Las Metamorfosisabundan en los escritos de nuestro poeta; véase R.Schevill, Ovid and the Renascence in Spain, 211 y sigs.<<

Page 247: El Remedio en La Desdicha

[7] Lope dice en El Amor enamorado, edic. de laAcademia, VI, 271 a: "FEBO. Tú serás el árbol mío,Laurel quiero que te llamen, Aunque en tu dura corteza. Tucondición se retrate, Cubriendo un alma de bronce y unasentrañas de jaspe." . <<

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[8] 'enternazcaos'. Parte XIII. <<

Page 249: El Remedio en La Desdicha

[9] 'Almatea'. Parte XIII.—Amaltea, símbolo de fertilidady copia de frutos: cuerno de la abundancia o de Amaltea.<<

Page 250: El Remedio en La Desdicha

[10]"DOROTEA.—... pero cierto que me hazen sospechavuestras preguntas, y si es que venís a informaros, ¿paraqué tomastes agua? Que mejor era para mí, pues vos soisel juez deste tormento." Lope, La Dorotea, acto II, escenaIII, pág. 64, edición de A. Castro. Biblioteca"Renacimiento". <<

Page 251: El Remedio en La Desdicha

[11] Como ejemplo de la fidelidad con que Lope haaprovechado los elementos de la novela, copiamos elpasaje de la Historia del Abencerraje (versión de laDiana), que corresponde a esta escena: "Acuérdome queun día, estando Xarifa en la huerta de los jazmines...,miréla espantado de su gran hermosura; no sé cómo mepessó de que fuesse mi hermana (verso 90)... Mas,dezidme agora: ¿qué cortedad teneys vos de que somoshermanos? (vv. 92-93). Yo no otra (dixo ella) más delgrande amor que os tengo (v. 94), y ver que hermanos nosllaman todos (v. 96) y que mi padre nos trata a los doscomo a hijos (v 97). ¿Y si no fuéramos hermanos (dixeyo) quisierades me tanto? ¿No veys (dixo ella) que a no loser no nos dexarían andar siempre juntos y solos, comonos dexan? (vv. 98-99). Pues si este bien avían de quitar(dixe yo), más vale el que me tengo... (vv. 100-103). ¿Quépierdes tú en que seamos hermanos? (vv. 104-105).Pierdo a mí y a vos... (v. 106). No te entiendo (dixo ella),mas a mí parésçeme que ser hermanos nos obliga aamarnos naturalmente (vv. 108-111). A mí (dixe yo) sólovuestra hermosura me obliga a quereros (vv. 112-113),que esta hermandad antes me resfría algunas vezes (vv.

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118-119)... hize una hermosa guirnalda, y poniéndomelasobre mi cabeça, me bolví coronado y vencido (v. 239)...ella... quitándome la guirnalda, la puso sobre su cabeça...me dixo: ¿Qué te pareçe de mí (v. 241)... Yo la dixe:Pareçeme que acabáys de vençer a todo el mundo (vv.246-247), y que os coronan por reyna y señora dél (v.251)... Si esso fuera, hermano, no perdierades vos nada(vv. 252-253)." Los siete libros de la Diana, de Georgede Montemayor. Nueva Bibl. de Aut. Esp., 7, 309. Seríafácil establecer un paralelo análogo en otros pasajes,especialmente en toda la escena final del acto II, despuésde vencido el Abencerraje. <<

Page 253: El Remedio en La Desdicha

[12] "Dice el cuento que en tiempo del infante donFernando, que ganó a Antequera..." Historia delAbencerraje, Bibl. Aut. Esp., III, 507 a. "En tiempo delvaleroso infante don Fernando, que después fué rey deAragón..." Diana, de Montemayor, Nueva Bibl. Aut. Esp.,306 a. <<

Page 254: El Remedio en La Desdicha

[13] La caída de los Abencerrajes. Abindarráez refiérelabrevemente en la nota 61 y siguientes. Este tema literario,tan universalmente famoso, es tratado por Lope en sucomedia La envidia de la nobleza. <<

Page 255: El Remedio en La Desdicha

[14] Cartama, y no Cártama, como se dice hoy. <<

Page 256: El Remedio en La Desdicha

[15] Puesto que. Igual a aunque. Bello, Gramática, 1268."Yo sé, Olalla, que me adoras, Puesto que no me lo hasdicho..." Quijote, parte primera, cap. XI. CLÁSICOSCASTELLANOS, tomo I, pág. 257. <<

Page 257: El Remedio en La Desdicha

[16] Sobrentendido 'juro': juro de guardarte... "Y por el serque me ha dado El tuyo, que el Cielo guarde, De nobolvérmela al lado Hasta estar asegurado. De no hazértelacovarde." D. Guillén de Castro, Las mocedades, I, vv. 60-64 y nota correspondiente de Said Armesto, CLÁSICOSCASTELLANOS. Respecto a la forma juro de, véase SaidArmesto, 1. c., pág. 19, y Rodríguez Marín, Quijote, t. I,pág. 121, CLÁS. CAST. <<

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[17] "... me dan menos nobleza Que ser vuestro esclavo,alcayde. Ser Bencerraje y Vanegas." Lope, La Dorotea, II,5, pág. 90, "Renacimiento". <<

Page 259: El Remedio en La Desdicha

[18] "Muchos cuentan que ha nacido La phenix en elArabia... Poetas dicen... que cuando viene en suma A estarvieja, hace una hoguera De la olorosa madera De myrrha,linaloel, Clavo, canela y laurel, Cinammomo y calambuco,Adonde el cuerpo caduco Recuesta, y batiendo el alaEnciende el ayre que exhala, Como en la piedra el azero.Muere en fin aquel primero Phenix, y el quemado aromaCria una blanca paloma, Que sale de su ceniza, Con quesu ser eterniza, Y vuelve de su vejez, A salir moza otravez..." Lope, El Peregrino en su Patria, Libro III. Obrassueltas, edición de don Antonio Sancha. Madrid, M. DCC.LXXVI. Tomo V, págs. 233-35. <<

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[19] 'trestaurar'. Parte XIII.. <<

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[20] Puesto que. Igual a aunque. Bello, Gramática, 1268."Yo sé, Olalla, que me adoras, Puesto que no me lo hasdicho..." Quijote, parte primera, cap. XI. CLÁSICOSCASTELLANOS, tomo I, pág. 257. <<

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[21] Rodrigo de Narváez es personaje enteramentehistórico. Conquistada Antequera (1410), "el Infante pusopor alcayde en el castillo e la villa a Rodrigo de Narbaez,su doncel, que había criado desde niño en su cámara, yera caballero mancebo esforzado, e de buen seso e buenascostumbres, y era hijo de Fernán Ruiz de Narbaez, que fuébuen caballero y sobrino del Obispo de Jaén; e mandóleque tuviese en la fortaleza veinte hombres d'armas talesquales él entendiese que convenía para la guerra eguarda." (Crónica del Rey Don Juan el Segundo. Añocuarto, 1410, cap. XXXV.) Véanse también caps. VII,XIII, XVI y XXX. Crónicas de los Reyes de Castilla, B.A. E., LXVIII. Hernando del Pulgar celebralo en losClaros varones de Castilla (título XVII) y Ferrant Mexíaen el Nobiliario vero (lib. II, cap. XV). Es anacrónicopresentar a Narváez como alcaide de Alora, según hace lanovela, pues aquella villa no fué conquistada hasta laúltima guerra de Granada. Este detalle induce al señorMenéndez y Pelayo a creer que la historia primitiva delAbencerraje, si es del siglo XV, no será anterior a losReyes Católicos, l. c., pág. XXXIV. <<

Page 263: El Remedio en La Desdicha

[22] igual, "proporcionado, en conveniente relación" (Dicc.Acad.), es decir, victoria digna de la espada de Palas, laque le corresponde. "Tome el asiento real, Y conceremonia igual Honraremos su persona." Vélez, El rey ensu imaginación, 908-910. (Teatro antiguo español, III.) <<

Page 264: El Remedio en La Desdicha

[23] La idea procede de Ausonio (epigramas 42 y 43). Elmismo soneto, como ya hemos dicho (pág. 5), aparece enlas Rimas que siguen a La hermosura de Angélica (folio309 v.; B. A. E., XXXVIII, 380 a); pero los versosprimero, tercero y onceno son diferentes: "De Venus yPalas. (Soneto CXXXIX.) La clara luz de las estrellaspuesta... bañaba el sol cuando Acidalia y Marte... mejoresfilos en tu blanco acero..." Lope lo retocó antes dereimprimirlo en 1620 en esta comedia. Libre ygraciosamente, volvió sobre el propio tema en uno de lossonetos de Tomé de Burguillos: "La que venció desnuda,agora armada..." <<

Page 265: El Remedio en La Desdicha

[24] sino viene a significar aquí "en lugar, en vez de". "Masno sé para qué me pongo a contaros, señor, punto porpunto las menudencias de mis amores, pues hacen tanpoco al caso, sino deciros de una vez lo que..." Cervantes,Las dos doncellas, B. A. E., I, 204 b. "Sino está empleadocomo si le precediera una frase negativa; preséntase, portanto, un anacoluto." L. Weigert, Untersuchungen zurspanischen Syntax auf Grund der Werke des Cervantes.Berlín, Mayer & Müller, 1907, págs. 170-174. <<

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[25] la perra mora. Baile recordado por Cervantes, Lailustre fregona, CLÁS. CAST., I, 287, y por Quiñones deBenavente, Nueva Bibl. de Aut. Esp., X, x. b. En elCancionero Classense, copiado en 1589 (Restori, Canc.Class., Roma, 1902); se le cita también. Tenía su cantar oletra, como resulta del verso de Lope: "La Zarabanda estápresa, Que dello mucho me pesa; Que merece ser condesaY también emperadora. ¡A la perra mora! ¡A lamatadora!" <<

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[26] Y "pierde el oficio de conjunción y toma el de simpleadverbio en interrogaciones y exclamaciones directas...Fácil es percibir la énfasis de esta conjunciónadverbializada así." Bello, Gramática, 1286. El Sr.Rodríguez Marín cita numerosos ejemplos en su edicióncrítica del Quijote, VI, 163. Cf. versos 702 y 1709. <<

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[27] Los cristianos solían llamar galgos o perros a losmoros. <<

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[28] "—¿Cómo?—En la calle de las Armas mora; Sonseñas de su casa dos balcones Azules, que al salir el sollos dora." Lope, La Niña de plata, B. A. E., XXIV, 284 a.<<

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[29] Como notó D. Manuel de la Revilla (Obras, 358),estas dos redondillas se repiten casi a la letra en Elcondenado por desconfiado B. A. E., V, 191 c. Este hecho"ha dado pie, juntamente con otros indicios, para quealgunos atribuyan a Lope de Vega este grandioso drama".Menéndez y Pelayo, l. c., XXXIX. Pero la atribución deEl condenado a Tirso puede sostenerse. Véase MenéndezPidal y María Goyri, Teatro antiguo español, I, 149. <<

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[30] Y "pierde el oficio de conjunción y toma el de simpleadverbio en interrogaciones y exclamaciones directas...Fácil es percibir la énfasis de esta conjunciónadverbializada así." Bello, Gramática, 1286. El Sr.Rodríguez Marín cita numerosos ejemplos en su edicióncrítica del Quijote, VI, 163. Cf. versos 702 y 1709.. Lafrase debe entenderse: "estoy muy lejos de darlos, ya queyo mismo tengo necesidad de ellos." <<

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[31] 'invicto.' Parte XIII. <<

Page 273: El Remedio en La Desdicha

[32] 'ABINDARRÁEZ.' Parte XIII. <<

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[33] Alora, y no Álora, como se dice hoy. <<

Page 275: El Remedio en La Desdicha

[34] Lope recuerda un verso famoso: mensajero eres,amigo, No mereces culpa, no, que "es un antiguoproverbio con que la poesía épica castellana proclamabahabitualmente la inviolabilidad del mandadero según elderecho de gentes." R. Menéndez Pidal, Notas para elromancero del conde Fernán González, en Homenaje aMenéndez y Pelayo, I, 460 y nota 2. <<

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[35] segunda, asegunda. "Es, pues, el caso que él estuvoquince días en casa muy sosegado, sin dar muestras dequerer segundar sus primeros devaneos." Quijote, I.ª, VII.<<

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[36] Desde mediados del siglo XIV Josué, David, JudasMacabeo, Alejandro, Héctor, Julio César, el rey Artús,Carlomagno y Godofredo de Bullón fueron consideradosen Francia como modelos de paladines, como verdaderasencarnaciones del valor. El documento más antiguoespecialmente dedicado a los nueve parece ser unaestampa, 1421 a 1430. La Crónica llamada el triunfo delos nueve más preciados varones de la Fama es traducciónde Le Triunmphe des neuf preux, Abbeville, 1487. VéaseLe Débat des Hérauts, págs. 127-129. Société des ancienstextes français. <<

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[37] calma, soledad, desamparo, "negándose a la piedadDel nido que deja en calma." La vida es sueño, acto I. <<

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[38] que os vais, con que os vais, es posible que os vayáis.Véase Bello, Gramática, 995. <<

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[39] pedirla. "En el juego de pelota y otros preguntar a losque miran si el lance o jugada se ha hecho según las reglaso leyes del juego, constituyéndolos en jueces de laacción." Dicc. Acad. Esp., 14.a edición. <<

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[40] barajar, impedir, estorbar. "Mas la misma fortunaburladora Dió la vuelta a la rueda en un momento. Encontra de la parte mejorada Barajando la suertedeclarada." Araucana. B. A. E., XVII, 98 b. Citado porCuervo, Diccionario de construcción y régimen. <<

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[41] "Meter mano, lo mismo que echar mano a la espada."Dicc. de Autoridades. <<

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[42] Los escritores de los siglos XVI y XVII omiten muchasveces el sustantivo a que se refieren los numerales,cuando se trata de azotes o de ducados, reales u otramoneda: "poner la espalda y esperar ducientos", Rev. deFil. Esp., III, 192. "Acomodáronme las espaldas conciento", Quijote, 1. a, XXII. "Viuda tan regalada Y quecome descansada Tres o cuatro mil de renta." Lope, Laviuda valenciana, B. A. E., XXIV, 76 c. "Pues siendoalcagüete intento A esta valança cargar Docientos, que mean de dar, Porque e tomado los ciento", Rojas, Cada quallo que le toca, edic. A. Castro, 1937-40 (Teatro antiguoespañol, II). <<

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[43] era el dueño de quien está por "era el dueño de(aquella) a quien." D. R. Menéndez Pidal explica unafrase análoga, Antología de prosistas, 196, nota 1. <<

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[44] 'NARVÁEZ', Parte XIII. <<

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[45] Dario, y no Darío. "De la batalla sangrienta Presurososale Dario Habiendo para escaparse Del vencedorAlejandro..." Romance de Gabriel Lobo Laso de la Vega.Romancero de Durán, núm. 503. B. A. E., X. <<

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[46] Alude Lope a dos ejemplos famosos de continencia,muy celebrados en el Renacimiento. Así, en El Cortesanode Castiglione: "Del uno es la que usó el gran Alexandrecon la mujer y hijas hermosísimas de Dario, enemigo yvencido: la otra es de Scipion, a quien siendo de edad deveinte y cuatro años, y habiendo en España tomado porfuerza una ciudad, fué traida una muy hermosa y muyprincipal moza, presa entre otras muchas, y siendoScipión informado ser ésta esposa de un señor de aquellatierra, no solamente no quiso llegar a ella, mas volvióla asu marido con grandes dádivas." Juan de la Cueva cuentala acción de Scipión el Africano en uno de los romancesdel Coro Febeo (538 de Durán). Los últimos versos delsoneto pueden recordar la Vida de Alejandro, de Plutarco:"Alejandro, teniendo, según parece, por más digno de unrey el dominarse a sí mismo que vencer a los enemigos, nitocó a éstas..." No es ésta la única vez que Lope citareunidos los dos casos: "Si cuentan de Cipión Que volviópor la opinión De aquella hermosa mujer, España le ha detener; Que en ella todas lo son. Si con las hijas de DarioFué Alejandro al nombre igual, Fué a su fama necesario;Yo he sido más liberal, Si es amor mayor contrario."

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Lope, La niña de plata, B. A. E., XXIV, 292 c. <<

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[47] "Dice el cuento que en tiempo del infante donFernando, que ganó a Antequera..." Historia delAbencerraje, Bibl. Aut. Esp., III, 507 a. "En tiempo delvaleroso infante don Fernando, que después fué rey deAragón..." Diana, de Montemayor, Nueva Bibl. Aut. Esp.,306 a. <<

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[48] "Manga, cierto género de coxín o maleta abierta porlas dos cabeceras, por donde se cierra y assegura conunos cordones." Dicc. Aut.: "FERNANDO.—¿Quedaronlas mulas a punto? JULIO.—Con sus maletas y cogines.FERNANDO.—¿Qué pusiste en la mía? JULIO.—Unvestido negro y alguna ropa blanca en una manga verdeque me prestó Ludovico." Lope, La Dorotea, pág. 42. <<

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[49] picazo. En el Bol. de la Acad. Esp., I, 357, se suponeque se llamaban picazos (término muy usado en los siglosXVI y XVII, pero que no figura en los diccionarios) a loscaballos que tenían manchas negras sobre fondo blanco,como la picaza; pero esta descripción, que no se apoya enninguno de los ejemplos que allí se citan, no parece estarde acuerdo con estos versos de Vélez; "... en un picazoEspañol que se remienda De algunas manchas de tigre." Elrey en su imaginación, vv. 1653-55 (Teatro antiguoespañol, III). <<

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[50] "Dice el cuento que en tiempo del infante donFernando, que ganó a Antequera..." Historia delAbencerraje, Bibl. Aut. Esp., III, 507 a. "En tiempo delvaleroso infante don Fernando, que después fué rey deAragón..." Diana, de Montemayor, Nueva Bibl. Aut. Esp.,306 a. <<

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[51] Y "pierde el oficio de conjunción y toma el de simpleadverbio en interrogaciones y exclamaciones directas...Fácil es percibir la énfasis de esta conjunciónadverbializada así." Bello, Gramática, 1286. El Sr.Rodríguez Marín cita numerosos ejemplos en su edicióncrítica del Quijote, VI, 163. Cf. versos 702 y 1709. <<

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[52] 'Di que'. Parte XIII. Como el verso no consta,Hartzenbusch corrigió 'Corre que'; pero ya que 'decir'significa a veces 'asegurar' o 'prometer' (CuervoDiccionario, I, c), es corrección más sencilla la queproponemos en el texto. <<

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[53]surto, tranquilo, callado. Véase A. Castro, Revista deFil. Esp., III, 182-183. <<

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[54] 'Cinco.' Parte XIII. Véase la nota 54. <<

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[55] Los doce versos que canta Abindarráez están tomadosde la Diana, sin más modificación que la introducida en elv., que allí dice: "mas fuy de Alora frontero." Diana, 387a.. <<

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[56] 'Cinco.' Parte XIII. <<

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[57] Sabido es que don Quijote, luego de molido por elmozo de mulas de los mercaderes, "se acordó del moroAbindarráez, cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo deNarváez, le prendió y llevó cautivo a su alcaidía. Desuerte que cuando el labrador le volvió a preguntar quecómo estaba y qué sentía, le respondió las mismaspalabras y razones que el cautivo abencerraje respondía aRodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leídola historia en la Diana de Jorge de Montemayor, donde seescribe." Quijote, 1.ª, V.Fray Prudencio de Sandoval fija, caprichosamente segúnMenéndez y Pelayo, la fecha de este suceso en la era 1189(año 1151). Por su parte, Lope —acaso buscando elefecto de castigar la tiranía de don Tello por la mano deun rey adolescente, con lo que hace brillar con mayoresfulgores el prestigio real; como en Los Novios deHornachuelos el valetudinario Enrique III, que tiemblacon el frío de la cuartana, rinde al tirano de Extremadura— lo supone acaecido en los comienzos del reinado deAlfonso y acumula alusiones a hechos históricos de esaépoca. El Rey se nos presenta acompañado de su ayo elconde don Pedro, quien le da consejos, (v. 1731) y a

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quien considera como padre (v. 2380); anda en tratos conel Rey de Aragón (v. 1309), con el cual asentó paces en1124, y de él dice, como cosa nueva, "que vive ahora enZaragoza" (v. 1310) (Alfonso el Batallador la habíaconquistado en 1118); se reconcilia con su madre doñaUrraca (versos 1619 y sigts)., que fallece en 1126, ydispónese a partir de León a Toledo. "A veinte y quatrode Hebrero desta Era 1161 (1123) estaban los Reyesmadre y hijo conformes: ella se intitulaba reynar en Leony su hijo en Toledo." Sandoval, Historia de los Reyes deCastilla y León. Madrid, MDCCXCII, tomo II, pág. 77. —Alfonso VII, después de haber sido proclamado Rey deLeón y Castilla, cuando niño, en unión de su madre, fuésegunda vez coronado, con exclusión de ésta, en 1122. "LaHistoria de Toledo dice… que fué coronado siendo deedad de diez y nueve años." Sandoval, ob. cit., pág. 69. Elconde don Pedro es su antiguo ayo don Pedro Frojaz deTrava. "El conde don Pedro de Trava criava entonces enGalizia (v. 1515) a don Alfonso, que era pequeño, aquelque fuera fijo del conde don Remón e desta doña Urraca,fija deste rey don Alfonso." (Crónica General, edición deOocampo, Valladolid, 1604; fol. 315 vto). Pero Lopetruécale el nombre (v. 1516) y le llama don Pedro deAndrada y Castro, acaso recordando a don Gutierre

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Fernández de Castro, que apoyó fuertemente la causa deAlfonso VII durante su menor edad: "e aquellos porque alcasamiento [de doña Urraca con el Conde de Lara] mas sedestorvo e non se acabo fueron estos dos don Gomez deMançanedo e Gutier Ferrandez de Castro." (Crónica deOcampo, fol. 318 vto). También Castro y Andrade sonapellidos del gran Conde de Lemos don Pedro, protectorde Cervantes y antiguo amo de Lope, quien pensaría en élal encontrarse en las Crónicas con otro conde gallegollamado Pedro.Don Enrique es don Enrique de Lara (v. 1319); pero estepersonaje no figura en la historia hasta la turbulentaminoría de Alfonso VIII. El conde Pedro de Lara, supadre, amante de doña Urraca, y que en su nombrepretendía gobernar el reino, es el contemporáneo de lamocedad de Alfonso VII. Por oponerse a su influjo fuéelegido por rey el que había de ser emperador, y no hayque decir que tan grande enemigo del joven Monarca nohabrá figurado nunca en el círculo de sus consejeros yprivados, como aquí aparece. Iniciándose en aquellostiempos la rivalidad de Castros y Laras, Lope quiso poneral lado del joven Rey un representante de cada familia. <<

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[58] "Caballero, mira que el prisionero que en la prisiónpierde el ánimo, aventura el derecho de la libertad..."Diana, pág. 307 b. <<

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[59] Sobrentendido 'juro': juro de guardarte... "Y por el serque me ha dado El tuyo, que el Cielo guarde, De nobolvérmela al lado Hasta estar asegurado. De no hazértelacovarde." D. Guillén de Castro, Las mocedades, I, vv. 60-64 y nota correspondiente de Said Armesto, CLÁSICOSCASTELLANOS. Respecto a la forma juro de, véase SaidArmesto, 1. c., pág. 19, y Rodríguez Marín, Quijote, t. I,pág. 121, CLÁS. CAST. <<

Page 304: El Remedio en La Desdicha

[60] Este verso no consta. <<

Page 305: El Remedio en La Desdicha

[61] 'de Lora'. Parte XIII. <<

Page 306: El Remedio en La Desdicha

[62] A diferencia. Con tanto descuido parece haberversificado Lope este pasaje de la Diana, que no siempreresulta claro el sentido: "a mí me llaman Abindarráez elmozo, a diferencia de un tío mío, hermano de mi padre,que tiene el mesmo apellido." Diana, 308 a. En lasGuerras civiles de Granada y en varios romances trátasede los amores y aventuras de un Abindarráez y una Jarifaque no son los de la novela de El Abencerraje. <<

Page 307: El Remedio en La Desdicha

[63] la suya, 'su desdicha'. El pronombre no representa unapalabra ya enunciada, desdichado, sino una idea sugeridapor aquélla, desdicha. Véase Weigert, Untersuchungen,pág. 234. Esta violenta zeugma procede de haber queridoversificar rápida y literalmente el pasaje de la Diana:"Soy de los abencerrajes de Granada, en cuya desventuraaprendí a ser desdichado, y por que sepas cuál fué lasuya..." Pág. 308 a y b. <<

Page 308: El Remedio en La Desdicha

[64] no quiso. Falta el sujeto, que tenemos que ir a buscar ala Diana. "Resultó más deste miserable caso, derriballeslas casas apregonallos el Rey por traidores, confiscallessus heredades y tierras, y que ningún abencerraje máspudiese vivir en Granada, salvo mi padre y mi tío, concondición que si tuviesen hijos, a los varones enviasenluego en naciendo a criar fuera de la ciudad..." Página 309a. <<

Page 309: El Remedio en La Desdicha

[65] Con el condicional si se suprime a veces la apódosis,que se colige del contexto. Bello, Gramática, 1272: 'si separte, cuando se ama'. <<

Page 310: El Remedio en La Desdicha

[66] 'llevase' en Parte XIII. La corrección que proponemosse justifica, aparte del sentido mismo, por los versos 976-977 y por el siguiente pasaje de la Diana: "el fin della fuédezirme que en habiendo ocasión, o por enfermedad de supadre, o ausencia, ella me embiaría a llamar..." Pág. 311a. <<

Page 311: El Remedio en La Desdicha

[67] En La Dorotea (acto II, escena V) la protagonista cantaun bellísimo romance: "Cautivo el Avindarraez DelAlcaide de Antequera", en el cual, como en esta escena, elAbencerraje cuenta a Narváez la historia de sus amores.Págs. 90-92. <<

Page 312: El Remedio en La Desdicha

[68] Dentro en, arcaísmo por "dentro de". "Y dentro en elmar las aves." Lope, El Verdadero Amante, B. A. E.,XXIV, 12 a. "del Real dentro en la puente." Lope, LaViuda Valenciana, B. A. E., XXIV, 73 c. Cfr. v., "dentrodel tercero día." <<

Page 313: El Remedio en La Desdicha

[69] Que fuera, ojalá que fuera. Bello, Gram., 995. <<

Page 314: El Remedio en La Desdicha

[70] pues por ti me dan, sin el acusativo significativo delgolpe, como en "daba el harriero a Sancho, Sancho a lamoza, la moza a él..." Quijote, 1. a, XVI. Viene a sersinónimo de "pegar". Véase Weigert, ob. cit., 119. <<

Page 315: El Remedio en La Desdicha

[71] que no se la lleve, la representa un sustantivo noexpreso, 'la palabra', 'la promesa', sinónimo de "eljuramento" que aparece en el verso 2298. Acaso Lopehaya escrito lo y esté equivocada la Parte XIII. <<

Page 316: El Remedio en La Desdicha

[72] NARVÁEZ. Parte XIII. Corrección de Hartzenbusch.<<

Page 317: El Remedio en La Desdicha

[73] Como en el famoso juramento del Marqués de Mantua:"Juro por Dios poderoso, Por Santa María su madre... Deno vestir otras ropas Ni renovar mi calzare." La promesade no mudarse de camisa en tanto que no se dé fin a unaempresa es un viejo rasgo épico (se encuentra ya en laChanson de Aliscans, poema francés, cuya redacciónconocida remonta al siglo XII) que ha perduradolargamente en la imaginación popular: así se atribuyeidéntico voto a Isabel la Católica durante el sitio deGranada y a la infanta Isabel Clara Eugenia durante el deOstende. <<

Page 318: El Remedio en La Desdicha

[74] Los herreruelos eran soldados de caballería ligera, decuya suciedad nos da noticia un contemporáneo, DiegoNúñez de Alva, en sus Diálogos de la vida del soldado:"Se dicen herreruelos, o por los martillos con que pelean,o por el color, que no paresce sino que traen siempre losrostros tintos con carbón, tan rayados andan de suciedad;no sé si lo causa el sudor y el polvo, si andar las manossucias del bálago quemado o otras cosas, con que dan alas negras armas color." Cuenca, 1589, fols. 59 v. y 60.Según Almirante, Dicc. militar, se llamaban herreruelossimplemente porque usaban una capa corta o esclavina(herreruelo). <<

Page 319: El Remedio en La Desdicha

[75] Lope alude a un pasaje de La Farsalia, v. 519 ysiguientes. César espera impaciente en Epiro la llegada deAntonio; quiere afrontar en la noche, solo con su fortuna,las olas del mar. Propone al barquero Amiclas que leconduzca a Hesperia, pero Amiclas responde que todaslas señales que observa son funestas y que no lograránllegar. "—Desprecia las amenazas del Océano—le diceCésar—; tu temor nace de que ignoras a quien conduces.Lánzate en plena tormenta: yo te protejo. Los dioses no meabandonan nunca. Esta barca conduce a César: tal carga ladefenderá de las olas." Laso de la Vega cuenta esteepisodio en un romance, núm. 554, de Durán: "...Adelantepasa, Pues la fortuna de César En tu barca te acompaña."Hay otro al mismo asunto en el Coro Febeo de Juan de laCueva, núm. 555, de Durán. <<

Page 320: El Remedio en La Desdicha

[76] [76] jaco. "Cota de malla de manga corta y que nopasaba de la cintura." Dicc. Acad., 14.a edic. <<

Page 321: El Remedio en La Desdicha

[77] Lope emplea 'amartelar' y 'dar martelo' (B. A. E.,XXIV, 94 b, 100 a, 285 b, 285 c, 286 c, 388 b) en elsentido de 'atormentar, molestar, especialmente con celos'(el 'dar achares' del lenguaje chulesco); pero estasignificación y las demás que da el Dicc. de la Acad. noconvienen a este caso, en que amartelado parece significar'encendido de deseo, encaprichado'. Cfr. v. 2570. <<

Page 322: El Remedio en La Desdicha

[78] Cfr. v. 492: "en el engaño que cobras". <<

Page 323: El Remedio en La Desdicha

[79] las mías. El pronombre representa a plantas en unanueva acepción, como en Quij., I.a, XXVII: "os ruego queescuchéis el cuento, que no le tiene, de mis desventuras."V. Weigert, ob. cit., 233. <<

Page 324: El Remedio en La Desdicha

[80] O era envidia o tu alabanza.—Esta...—ibanalternando...—entre la lengua y el alma. Iban en plural poratracción del plural del complemento la lengua y el alma.Véase Weigert, ob. cit., 14 y sigs. También pudiera serque Lope, al ir componiendo el romance con su facilidadprodigiosa, imaginara haber escrito arriba tus alabanzas.La métrica exige iban y no admite tus alabanzas. <<

Page 325: El Remedio en La Desdicha

[81] A veces se intercala el sí en las proposiciones parareforzar la afirmación. Bello, Gramática, 391.—Nombre,según Covarrubias, es la fama, "que los antiguos dezíannombradía". Cfr. 2710 y 2831. <<

Page 326: El Remedio en La Desdicha

[82] Entre este verso y el siguiente parecen faltar algunosque refirieran cómo Narváez concedió libertad alAbencerraje luego de conocida su desdicha. <<

Page 327: El Remedio en La Desdicha

[83] 'Magno.' Parte XIII. <<

Page 328: El Remedio en La Desdicha

[84] A veces se intercala el sí en las proposiciones parareforzar la afirmación. Bello, Gramática, 391.—Nombre,según Covarrubias, es la fama, "que los antiguos dezíannombradía". Cfr. 2710 y 2831. <<

Page 329: El Remedio en La Desdicha

[85] 'Aquel'. Parte XIII. Corregimos el para restablecer elverso que no consta. <<

Page 330: El Remedio en La Desdicha

[86] Dentro en, arcaísmo por "dentro de". "Y dentro en elmar las aves." Lope, El Verdadero Amante, B. A. E.,XXIV, 12 a. "del Real dentro en la puente." Lope, LaViuda Valenciana, B. A. E., XXIV, 73 c. Cfr. v., "dentrodel tercero día." <<

Page 331: El Remedio en La Desdicha

[87] A veces se intercala el sí en las proposiciones parareforzar la afirmación. Bello, Gramática, 391.—Nombre,según Covarrubias, es la fama, "que los antiguos dezíannombradía". Cfr. 2710 y 2831. <<