El romanticismo en américa
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El Romanticismo en América.
El romanticismo fue el que propuso con creciente
nitidez desde 1830 unos ideales, un estilo y unas actitudes
bien distintos de los de la época colonial que se había
dejado atrás y que se quería olvidar; o al menos
reinterpretar, en las áreas donde el empeño de rechazo no
se dio de manera tan radical. A fin de cuentas, el
movimiento romántico vino a cohesionar los intereses
comunes y las mismas señas de identidad de las burguesías
criollas. Cuando terminó su impulso había infundido una
fisonomía sustancial a las literaturas hispanoamericanas,
prestándoles una visión moderna de la vida y la historia el
arte y la naturaleza.
A1 haber prendido con fuerza tan indeleble el
Romanticismo estuvo lejos de desaparecer ante los nuevos
movimientos renovadores que comenzaron a presionar en
las etapas finales del siglo XIX: realismo y naturalismo,
simbolismo y modernismo. Muchos de sus rasgos se
diluyeron en estas nuevas corrientes y algunos incluso
alcanzaron a sobrevivirlas.
LA ADAPTACIÓN ROMÁNTICA AMERICANA
Ahora bien, un marco como el americano forzosamente
tenía que alterar las matrices europeas de un movimiento
que, como es sabido, cubrió todos y cada uno de los
aspectos de la vida: desde planteamientos de la sociedad y
filosóficos hasta la psicología del individuo y las modas.
Dos de los aspectos que con mayor hincapié se
maximizaron en América han sido señalados ya. Uno, fue el
nacionalismo y la búsqueda de lo originario; incluyó el
nacionalismo lingüístico según se ha visto, más certero en
la insistencia que en los hallazgos verdaderos. Otro fue la
identificación de cambio literario y transformaciones
sociales y políticas.
Normalmente, los escritores que se adhirieron al
credo romántico hicieron de él una arma política,
sacrificando a menudo la creación literaria en aras de la
eficacia política de sus escritos. No es de extrañar, por
tanto, que fuera la narrativa el género literario más
fecundo, mientras la poesía era las más de las veces
descuidada cuando no infravalorada.
Las opciones de cambio social y político se limitaban
al restringido entorno de las capas sociales criollas
influidas por el liberalismo europeo. Su estrecha visión
clasista de la sociedad atribuía todos .los males a la
ausencia de una verdadera cultura ilustrada que, a imagen
de los círculos intelectuales y artísticos parisinos, había
de llevar a cabo el cambio de una sociedad rural y salvaje a
otra civilización urbana y culta, de la que eran únicas
depositarias las clases medias y dirigentes. Posturas
verdaderamente comprometidas con cambios sociales
fundamentales sólo se dieron en contados casos. E1 más
ilustre fue el del cubano José Martí (1853-1895), el líder de
la causa independentista contra España y máxima figura
literaria de la isla en el siglo XlX. Su infatigable actividad
política le dejó; demasiado poco tiempo para culminar la
elaboración de la prosa romántica en innumerables
artículos, cartas, ensayos y discursos que explayaban su
pensamiento; en una única novela, Amistad funesta (1885),
que engranó con la renovación modernista, al igual que sus
colecciones de poemas (Ismaelillo, 1882, los póstumos Versos
libres y Flores del destierro: lo tardío de su publicación
retardó su influencia).
Otro gigante aislado fue el peruano Manuel González
Prada (1848-1918). Polemista temible, poeta (Minúsculas,
1910; Exóticas, 1911, una serie de Baladas en que adaptó con
enorme eficacia para sus fines de protesta el romance
español), prosista aún de mayor calidad y pensador opuesto
al ordenamiento en bloque de su tiempo y de su país, fue así
mismo un militante activo; la influencia de su pensamiento
ha alargado hasta ciertas formaciones políticas del
moderno Perú.
La propagación del Romanticismo
Quizás en bastantes planos caló menos la apertura de
la nueva sensibilidad romántica, de un talante ávido de
hacer tabula rasa de las normas vigentes (morales,
estéticas, sociales); que las galas formales del
Romanticismo. Se difundieron sobre todo su propensión al
dramatismo, a la grandilocuencia, a la retórica; su
exaltación violenta de las situaciones y el énfasis en lo
pasional; el gusto por la exageración de la individualidad y
su temario de inspiración. Un factor de importancia lo
reportaron las vías de penetración del movimiento:
amortiguado regularmente por el cedazo de las fuentes
españolas. E1 Romanticismo pudo con tener tanto potencial
revolucionario como conservador y cristiano. En la prosa y
en la poesía, el catolicismo impregnó profundamente
muchas de las obras representativas del período.
A redondear el tránsito abierto por figuras Como
Heredia y Bello contribuyeron sobre todo los argentinos
desde 1830. Una generación preparada en los cenáculos
literarios de Buenos Aires encontró su abanderado en
Esteban Echeverría (1805-1851), formado en París y autor
de importantes libros de versos (Los Consuelos, 1834, y
Rimas, 1837; la sección de este último titulado La cautiva
se consideró fundamento de la poesía nacional). Revistió
igual o mayor trascendencia su novela El matadero
(escrita alrededor de 1840 y divulgada con posterioridad a
su muerte): en ella explayó una atroz alegoría de su patria,
desgarrada por la primacía de las fuerzas que para él
encarnaban el salvajismo (las sostenedoras del dictador
Rosas) sobre las depositarias de un futuro civilizado (las
perseguidas encarnizadamente por el rosisrno). Las
vestiduras románticas de esta obra envolvieron un
extraordinario vigor descriptivo y una viveza casi
naturalistas.
Desde la Asociación de Mayo fundada por Echeverría,
escuela político-literaria, el Romanticismo irradió en
círculos concéntricos no sólo en el Plata, sino en el
continente. Desterrados por el régimen de Rosas, los
románticos argentinos diseminaron su credo y sus libros
hacia Uruguay, Chile, etc. Sin embargo, en otros países su
impulso se conjugó con el de las escuelas nacionales que
empezaron a brotar por doquier.
Las escuelas románticas nacionales
A1 lado de la eclosión producida en Argentina, los
progresos más inmediatamente perceptibles en el campo
literario los albergó Colombia, con una promoción de
excelentes poetas. Además de Julio Arboleda (1817-1861),
inspirado en episodios coloniales para su poema épico
Gonzalo de Oyón, y de José Eusebio Caro (1817-1853), lleno de
aciertos expresivos en sus composiciones cívicas, destacó
Gregorio Gutiérrez González (1826-1872): su Memoria sobre
el cultivo del maíz en Antioquia (1866) reunió (lejos del
prosaísmo que un título semejante pudiese sugerir) un
cuadro realista del desbroce, sembrado y recolección
maiceros, la refinada emoción lírica ante los trabajos
agrícolas y el paisaje, el tono coloquial y el ensanchamiento
del lenguaje con el vocabulario regional. A distancia en la
originalidad formal, pero con la misma vena de sentimiento
del paisaje (y de la mujer, vista como espectáculo natural),
Rafael Pombo (1833-1912) recorrió distintas etapas hasta
lindar con el modernismo.
En Ecuador, Perú, Bolivia, el Romanticismo cuajó más
tardíamente, cuando ya había alcanzado su plenitud en las
naciones vecinas. En México, confluyó con un esfuerzo de
nacionalismo a toda costa, orientado a superar la anterior
etapa de decadencia literaria con la mexicanización de la
literatura, tal como la defendían los románticos
congregados por la Academia Letrán. Antes debían ponerse
sus cimientos, a l que se aplicaron Guillerrno Prieto e
Ignacio Altamirano, entre otros.